Revista Ecos de Asia

Desvelando a Somerset II: “El velo pintado” y el Hong Kong colonial.

En el primer artículo de esta serie destinada a la novela El velo pintado y sus posteriores adaptaciones cinematográficas, nos adentramos en el contexto general del autor y su obra para analizar las principales referencias literarias de las que bebía el texto y que sirvieron de inspiración al mismo, como Dante, Shelley o Goldsmith. Ahora pasaremos a centrar nuestra atención en la novela en sí, desentrañando su argumento, explicando sus estrategias literarias (el manejo del espacio-tiempo, el retrato psicológico de los personajes, etc.) y poniendo especial énfasis en el estudio de las referencias asiáticas presentes en la obra, como puede ser la descripción de las ciudades y paisajes de China y Hong Kong, o la ambivalente relación entre Oriente y Occidente a través de los protagonistas.

Imagen de la primera edición de El velo pintado.

Al margen de las fuentes de inspiración literaria con las que contó Somerset Maugham, el punto de partida de esta obra fue un viaje de más de seis meses que realizó por Extremo Oriente. Partió de Liverpool en agosto de 1919 y recorrió Hong Kong, Shanghái, Pekín y la localidad de Mukden (hoy Shenyang), en el norte de China, regresando a través de Japón y el Canal de Suez[1] el 18 de abril de 1920.[2] De las anotaciones y la cuidada observación realizada durante este periplo, obtuvo información para tres publicaciones: la obra de teatro Al este de Suez (1922), el conjunto de relatos En un biombo chino (1922) y la novela que nos ocupa ahora, El velo pintado (1925).[3] Fue en este viaje, en alguna de las numerosas reuniones sociales organizadas por los extranjeros allí congregados, cuando Somerset debió escuchar el relato de un famoso escándalo en torno a cierta mujer inglesa de Hong Kong, el cual serviría como punto de partida para su novela.[4]

El argumento de El velo pintado se sitúa en un contexto histórico contemporáneo al del viaje de su autor a la ya comentada región del sudeste de China, por lo que conviene recordar brevemente cuáles son las circunstancias sociopolíticas en las que se enmarca el periplo tanto de Maugham como de sus personajes.

La isla de Hong Kong en los años veinte formaba parte del Imperio Británico, pero debemos retrotraer su relación con la metrópolis al siglo XIX, en el contexto internacional del Colonialismo. Las relaciones comerciales entre China y Gran Bretaña se sustentaban gracias al té pero, para suplir el desajuste económico que suponía su compra, los británicos introdujeron el opio, que adquirían en la India, estableciendo un provechoso comercio triangular. Los desastrosos efectos de este estupefaciente sobre la sociedad china hicieron que las autoridades prohibieran su comercio, dando lugar a la Primera Guerra del Opio (1839-1842), que se saldó con la victoria británica y la firma del Tratado de Nanking. Según dicho acuerdo China debía permitir el libre comercio a través de cinco puertos y cedía el territorio de Hong Kong a los británicos durante 150 años.

Firma del Tratado de Nanking, cuadro pintado por John Platt.

De esta forma comenzó la andadura de este enclave como preeminente puerto comercial del sudeste asiático, con una importante presencia de occidentales que modernizaron la colonia (fundamentalmente en aspectos como la industria o el transporte), aunque manteniendo unas férreas estructuras de poder colonialistas, dominadas por las élites británicas y segregando a la población local.

El auge económico de Hong Kong coincide en el tiempo con un turbulento periodo en la China continental, que va desde la caída de la dinastía imperial Qing en 1912, con la abdicación de Pu Yi (el último emperador, también conocido como Xuantong), los distintos conflictos militares con Rusia y Japón, hasta la proclamación de la República Popular China en 1949.

Fragmento de un mapa de China que muestra la región de Hong Kong y parte del interior, lugares en los que se ambienta la historia. Incluye interesantes ilustraciones que muestran paisajes y actividades propios de cada zona, y fue confeccionado por John A. Diakoff en 1931. Fuente: David Rumsey Historical Map Collection.

Fotografía de época que muestra las calles de Hong Kong en los años veinte.

El Hong Kong del periodo de Entreguerras es pues el marco escogido por Somerset Maugham para ambientar su drama romántico, una historia de traición y redención cuyo argumento pasamos ahora a resumir, incluyendo detalles de la trama nada recomendables para quien todavía aspira a adentrarse entre sus páginas.

El libro presenta un comienzo abrupto, con la técnica denominada in media res, puesto que nos presenta a Kitty Fane, la protagonista de la novela, en plena infidelidad, cuando su marido Walter Fane la descubre en la cama con su amante, Charlie Townsend, configurando un triángulo amoroso sobre el que se sustenta la acción dramática.

Kitty es una joven inglesa bonita y vivaracha, mientras que Walter es un prometedor bacteriólogo reservado y taciturno. Su matrimonio, más por conveniencia que por amor, es una simple consecuencia de la presión social que sufre Kitty que, con 25 años, ve cómo su hermana menor Doris consigue un provechoso enlace:

…Y entonces Doris llegó a edad casadera. Aún tenía la nariz larga y una figura poco agraciada, y no se le daba bien bailar. En su primera temporada se prometió con Geoffrey Dennison, hijo único de un próspero cirujano a quien se le había otorgado una baronía durante la guerra. Geoffrey heredaría el título –el rango de barón médico no parecía muy señorial, pero un título, gracias a Dios, era un título- y una fortuna sumamente holgada.

Kitty, presa del pánico, se casó con Walter Fane.[5]

La pareja se trasladará a Hong Kong, donde Walter ha sido destinado, y se verán inmersos en la entretenida y elitista vida social de la colonia, entre almuerzos, fiestas y veladas opulentas. Así conoce Kitty al atractivo Charlie Townsend, vicesecretario colonial, con quien iniciará una intensa aventura amorosa. Dos años después, los amantes creen ser descubiertos y la habitual indiferencia entre el matrimonio se torna en hostilidad hasta que toda la tensión estalla cuando Walter se enfrente a su esposa en un diálogo potente cargado de dramatismo:

No me hice ilusiones con respecto a ti –declaró-. Sabía que eras boba, frívola y casquivana, pero te quería. Era consciente de que tenías unos objetivos e ideales vulgares y corrientes, pero te quería. Me había percatado de que eras de segunda categoría, pero te quería. Me entran ganas de reír cuando pienso en lo mucho que me esforcé en divertirte con las cosas que te divertían a ti y en lo ansioso que estaba por ocultarte que no era ignorante ni vulgar, chismoso ni estúpido. Estaba al tanto de lo mucho que te intimida la inteligencia e hice todo lo posible por engañarte para que me juzgaras tan simplón como el resto de los hombres que conocías. Sabía que sólo te habías casado conmigo por conveniencia, pero te quería tanto que no me importaba. Por lo que he visto, la mayoría de las personas, cuando le profesan a alguien un amor que no es correspondido, se consideran agraviados. Se resienten y se les agria el carácter, pero no es mi caso; nunca abrigué la esperanza de que me amaras, no veía razón para ello, nunca me he tenido por un ser adorable. Me contentaba con que me dejaras amarte y me quedaba extasiado en las contadas ocasiones en que creía complacerte o cuando percibía en tus ojos un destello de afecto jovial. Intenté no aburrirte con mi amor; era consciente de que no podía permitírmelo y me apartaba en cuanto detectaba el primer indicio de que mi afecto te exasperaba. Lo que la mayoría de los maridos espera como un derecho, yo estaba dispuesto a aceptarlo como un favor.[6]

Del fragmento anterior podemos extraer interesantes reflexiones de enorme calado. Por ejemplo, queda patente uno de los ejes centrales en torno a los cuales orbita la novela, como es el de la infidelidad marital y el desencanto que esto provoca en los protagonistas. Walter es el único enamorado en esa pareja y, aún siendo plenamente consciente de la falta de reciprocidad de sus sentimientos por parte de Kitty, se contenta con las migajas de un amor no correspondido.

Por otra parte, se hace referencia a otra idea esencial que subyace en distintos puntos del libro y que le da título, como es el del “velo” que oculta la verdad (y que ya analizamos con detalle en la primera entrega de esta serie). Kitty no parece ser mucho más que un envoltorio bonito que oculta un carácter voluble y una mente limitada, mientras que Walter esconde su inteligencia y sensibilidad bajo una capa de mediocridad que no llega a ocultar completamente sus extraordinarias capacidades tanto intelectuales como afectivas.

Sin embargo, ese aparente equilibrio de desilusiones y engaños que sustenta el matrimonio de los Fane se ve sacudido hasta los cimientos debido a la traición de Kitty.

Walter planteará entonces una disyuntiva a su esposa: si consigue que Charlie abandone a su mujer, él le concederá el divorcio para que sean felices, pero si no es así, ella deberá acompañarlo a una región del interior de China, Mei Tan Fu, donde hay una terrible epidemia de cólera.

Kitty, confiando en el poder de su apasionado amor, acude corriendo a Townsend para acabar llevándose la decepción que su marido había anticipado. En un coloquio igualmente desgarrador, asistimos al derrumbe de las aspiraciones de la protagonista a medida que el atractivo velo levantado por Charlie cae y se descubre su auténtica personalidad: él nunca tuvo intención alguna de abandonar a su esposa y Kitty no es sino una más de las amantes que el vicesecretario ha tenido a lo largo de los años. Con el corazón roto, el matrimonio Fane se embarca en un viaje hacia una región infestada, recreando la historia de Pía tal y como fue relatada en los versos de Dante.

Concluye así la primera parte de la novela, ambientada en la elitista sociedad de Hong Kong y centrada en la apasionada historia de amor y lujuria entre Kitty y Charlie, por contraste con la anodina cotidianeidad de su vida marital. Precisamente los detalles más íntimos de su relación son tratados en la novela de forma abierta, algo que resulta verdaderamente chocante para una obra escrita en los años veinte:

Sus relaciones conyugales tampoco lo acercaban más a él. En esos momentos Walter se mostraba apasionado, feroz, chocantemente histérico incluso, y sentimental. (…) Le repugnaba levemente que cuando ella yacía con él en la cama, después de aplazar su deseo, él, tan temeroso de decir cosas absurdas y caer en ridículo, se pusiera a balbucir como un niño.[7]

Por su parte, la vida de lujos en la colonia británica resulta enormemente atrayente para el lector, aunque encierre en sí misma algunos sinsabores a los que los protagonistas harán frente:

Cuando llegó a Hong Kong después de su boda, a Kitty le había costado resignarse al hecho de que su posición social estaba determinada por la profesión de su marido. Naturalmente, todo el mundo se había mostrado muy amable con ellos, y durante dos o tres meses habían asistido a fiestas casi todas las noches. Cuando cenaron en el palacio del gobernador, éste la trató como a una dama, pero ella no tardó en percatarse de que, como esposa del bacteriólogo del gobierno, no merecía mayor consideración, cosa que la indignaba.[8]

Es en esta parte donde se perciben las notas tomadas por el autor durante su viaje, transmitiendo la pomposidad y el protocolo de las reuniones sociales.[9] La mayoría de los occidentales que se deleitaban en semejantes entretenimientos, se alojaban en las residencias de lujo de la zona alta de Hong Kong, en la llamada Cumbre Victoria, también conocida como “The Peak”.

Imagen de The Peak Hotel de Hong Kong, que estuvo en funcionamiento entre 1888 y 1936. Ejemplo de arquitectura occidental en la zona alta de la colonia. Fuente: Wikipedia.

Fotografía del Hospital Militar Británico de Hong Kong tomada hacia 1925. En un edificio similar podríamos situar a nuestro protagonista, Walter Fane. Fuente: MMIS, Hong Kong Library.

Si bien es cierto que el marco histórico y geográfico en el que se ambienta la historia resulta enormemente atrayente, es el drama quien concentra nuestra atención en esta primera parte de la novela. De la apatía y sosegada convivencia de un matrimonio sin amor, Somerset nos lleva en una montaña rusa emocional a través de los ojos de Kitty, experimentando la pasión más abrasadora y la intensidad de los sentimientos de la protagonista, el sobresalto de la traición descubierta y, finalmente, la amargura del desamor y las ilusiones rotas. Es un viaje en caída libre en el que vemos la degradación de la heroína, la transgresión, la ruptura de las normas (incluso el pecado, desde un punto de vista bíblico), y su consiguiente castigo: el éxodo hacia un lugar desconocido, aterrador y que, por todo lo que sabemos, supone un peligro mortal.

En la próxima entrega de nuestra serie, seguiremos al matrimonio Fane en su viaje hacia el interior de China hasta el desenlace de la novela, analizando la evolución de los personajes en su nuevo ambiente.

Para saber más:

  • Hastings, Selina, The Secret Lives of Somerset Maugham: A Biography. Nueva York, Random House Publishing Group, 2010.
  • Maugham, W. Somerset, El velo pintado. Barcelona, Bruguera, 2007.

 

Notas:

[1] Hastings, Selina, The Secret Lives of Somerset Maugham: A Biography. Nueva York, Random House Publishing Group, 2010. Pp. 241-242.

[2] Ibíd. P. 248.

[3] Ibíd. P. 245.

[4] Ibíd. P. 246.

[5] Maugham, W. Somerset, El velo pintado. Barcelona, Bruguera, 2007. P. 36.

[6] Ibíd. P. 83.

[7] Ibíd. P. 47.

[8] Ibíd. P. 24.

[9] Hastings, Selina, The Secret Lives of Somerset Maugham: A Biography. Nueva York, Random House Publishing Group, 2010. P. 245.

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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