El territorio
geográfico correspondiente a lo que posteriormente
se conocería como municipio de Güepsa
y sus inmediaciones fue zona de frontera entre
los aborígenes guanes, muiscas y yariguíes;
Hacia el norte y nororiente
se prolonga el territorio guane con sus treinta
y dos cacicatos (ARDILA: 1986: 147; Al sur y
suroriente del territorio guane, más
allá de la confluencia del río
Lenguaruco con el Sarabita, se extiende el territorio
muisca; mientras que los dominios de los yariguíes
empiezan más al occidente de la quebrada
Martin Ropero.
Es factible que la existencia histórica
Güepsa como asentamiento indígena
se remonte hasta la época precolombina,
pero no es fácil aseverar con seguridad
si se trataba de territorio muisca o guane;
Al respecto las opiniones de los estudiosos
están divididas; Morales y Cadavid; (1984:
23) consideran a Güepsa como pueblo guane;
de ser así habría estado bajo
la potestad de los cacicatos cercanos que son
el de Poasaque y el de Cupaynata (Uyamata),
posiblemente el de Uyamata, que también
se situaba en la márgen izquierda del
río Sarabita; Otros autores, entre quienes
se cuenta Martínez Garnica (1997: 22)
consideran a Güepsa como territorio muisca,
junto con las provincias etnicas de Chipatá,
Cite, Guavatá, Saboyá, Sorocotá
y Moniquirá, entre otras.
Lamentablemente su idioma; –si no antes;
sucumbió con los guanes; No obstante
los estudiosos han alcanzado relativo consenso
al incluir a los guanes dentro de la numerosa
familia lingüística chibcha, de
la que hacían parte los muiscas, taironas
y tunebos, entre otros; Dentro de los vestigios
del dialecto guane han llegado hasta nosotros
ciertos nombres que pervivieron en el tiempo,
Güepsa es uno de ellos .
Sabemos que en el idioma guane las palabras
generalmente son el producto de un agregado
de palabras simples, muchas de las cuales poseen
un carácter polisémico; Según
Triana la palabra güe o güi significaba
esposa y por consiguiente hogar, casa, población.
Y el vocablo pusa significa grande, colmado;
por lo que Güepsa en lengua nativa significaría
pueblo grande.
El trabajo de
los nativos contribuyó a enriquecer a
los españoles, quienes a su vez explotaron
al máximo la tierra y convirtieron todos
sus productos en mercancias; La población
aborigen tuvo que atender las onerosas obligaciones
tributarias que los encomenderos les imponían
a tráves de sus caciques; Como es obvio
esto generó resistencia por parte de
los nativos; primero mediante oposición
directa con las armas y luego huyendo o negándose
a hacer parte de los pueblos de indios, en que
la Corona pretendía congregarlos; “Todos
los indios encomendados fueron reducidos a vivir
en pueblos, trazados alrededor de una capilla
doctrinera y asentados por distintos según
la procedencia grupal;
Puestos bajo
la autoridad eclesiástica de los frailes
doctrineros y del cabildo veleño que
se reservó la función de los corregidores
de naturales, fueron trazados los pueblos de
Chipatá, Guavatá, Oiba, Chitaraque,
Irobá, Charalá, Güecha, Güepsa,
Patanal, Moncora (Guane), Chanchón y
Curití” (MARTÍNEZ
GARNICA, 1997: 26), comienza a existir legalmente
a partir de que en 1617 el oidor Lesmes de Espinoza
Saravia ordenó congregar indios en torno
a las encomiendas de Güepsa, Quintagacha,
Bocore, Saque, Gachentivá, Babora, Cite
y Simacota. Para este año Güepsa
figura como encomienda real con 25 indígenas.
Tiempo después
el protector de indios doctor Diego Carrasquilla
Maldonado, en 1642, hubo de reiterar dicha orden
ante la renuencia de los nativos a congregarse
de ese modo. Negativa que nos hace
suponer que esa intromisión colonial
alteró el patrón poblacional de
la tradición aborigen y ellos se resistieron
de modo pertinaz. El doctor Carrasquilla
Maldonado encontró en Güepsa las
siguientes encomiendas :20 indios tributarios,
4 reservados, 6 ausentes y 64 indias y menores,
para un total de 94 personas de la encomienda
de Güepsa y Quintagacha que era poseída
por doña Jerónima Angulo de Bustamante,
viuda del contador Francisco de Acuña;
Un gobernador, 31 tributarios,
5 reservados, 5 ausentes y 31 indias y menores,
para un total de 73 personas en la encomienda
de Bocore, Saque y Gachentivá que estaba
en cabeza del capitan Gaspar de Vega Salazar;
9 indios tributarios y sus familias en la encomienda
de Babora que pertenecía a Juan Fernández
Arrellano.;
Un cacique,
3 tributarios, un reservado, dos ausentes y
22 indias y menores, para un total de 29 personas
de la encomienda de Cite, del maese de campo
Francisco Téllez de Mayorga; 6 tributarios
y 3 familiares, para un total de nueve personas
de la encomienda de Simacota que pertenecía
a Agustín Mateos; 8 tributarios y 25
familiares de la encomienda de Joseph Ramírez,
todos ellos indios criollos yariguíes.
Las disposiciones reales
tendieron a congregar a los nativos en pueblos
de indios, pero el rigor de la encomienda y
la avaricia desmedida de los colonos motivaban
la continua resistencia de los nativos; quienes
se fugaban a los montes o regresaban a los lugares
de donde habían sido sacados, ante lo
cual las autoridades tomaban disposiciones legales
“para que de este modo se evite la ocultación
y frecuente ausencia que hacen de sus pueblos,
y a la decadencia del Ramo del Tributo”
(MORENO Y ESCANDÓN, 1985: 487).
En vista de estos hechos y previendo otros tantos,
la legislación realenga pretendió
obrar disposiciones a favor de los indígenas,
no sólo con leyes paternalistas sino
con la adopción dentro del andamiaje
jurídico de figuras como los protectores
de indios, a quienes debería asigárseles
un salario proveniente de las cajas de comunidad;
También se creó
la figura del teniente corregidor, quien se
procuraba fuera partidario del pueblo de su
residencia y se lo consideraba punto de apoyo
para el control de indios, pues velaba porque
al indio le pagaran el jornal correspondiente
por su trabajo, y sobre todo porque una vez
terminadas las labranzas los indios volvieran
inmediatamente al pueblo de su reducción
(ARBOLEDA LLORENTE, 1948: 162, 163; En todo
caso los protectores de indios a la larga terminaron
cediendo ante la presión del poder de
los encomenderos.
En la visita que el oidor Diego Carrasquilla
Maldonado efectúa a esta provincia en
el año de 1642, hay testimonio escrito
(AHN, visitas a Santander, T. 3, 288-478) de
que con la anuencia del alcalde de Vélez
y del protector fiscal de indios el capitan
Jacinto Angel de Angulo, Francisco Acuña
y Geronima Angulo, encomenderos de Güepsa,
despojaron a los nativos de sus tierras de resguardo
con el argumento de que los nativos eran pocos
y bastante holgasanes; fallo que ratificó
la Real Audiencia de Santanfé en 1648.
La población indígena de Güepsa
tuvo una oscilación irregular a lo largo
de los años, hasta que finalmente fue
absorvida por la corriente del mestizaje o sucumbió
defnitivamente; En 1651 “el capitan Luis
de Berrío Mendoza, corregidor de Tunja,
vino a visitar el pueblo de Güepsa y lo
encontró parcialmente abandonado; Su
doctrinero, fray Francisco de Perea OFM, le
informó que este despoblamiento había
sido causado por los encomenderos que se habían
llevado sus indios a otras partes: por una parte,
Gonzalo de Vega Salazar se había llevado
sus 20 indios tributarios de Saque y Bocore
y sus familias a trabajar en un trapiche de
PedroSerrano, y por la otra, Juan Fernandez
de Arrellano había sacado sus indios
de Babora hacia la provincia de Guane; El corregidor
tuvo entonces que dar las ordenes requeridas
para reconstruir el pueblo de indios que había
sido dotado con tierras de resguardo, de tal
suerte que en mayo de 1759 todavía se
contaban 39 tributarios en él.
La legislación española preveía
unir unos pueblos de indios a otros “incorporándolos
por haver venido en disminución, ó
porque sean mejor doctrinados y governados”
(SOLORZANO Y PEREIRA, 1972: 381), razón
por la que se había dispuesto congregar
los pueblos de indios de Güepsa; y Platanal,
disposición a la que los aborígenes;
mostraron una pertinaz renuencia; En 1778 el
visitador Francisco Antonio Moreno y Escandón,
encontro que el pueblo de Güepsa se hallaba
dividido en dos partes: “La una en dicho
pueblo, con Iglesia, y la otra en la que se
nombraba de Platanar; siguiéndose de
esta separación notables inconvenientes,
así en la administración espiritual
pensionándose el Cura en celebrar dos
Misas los días festivos, sin poder a
un mismo tiempo acudir oportunamente a dos sitios
distantes, como en el gobierbno temporal y político”
(1985:483;
Por tanto el 8 de septiembre
de 1778; argumentando estas dificultades, la
miseria de los pueblos de indios visitados,
el abandono de las tierras de sus resguardos,
la escases de sus indio, el hecho de que no
podían atender la sustentación
de los doctrineros, lo perniciosos que resultaba
pára la causa pública y para la
instrucción católica de los naturales
tal desmenbración decidió “que
los indios de los pueblos de Guavatá
con el agregado de Popoa, los de Güepsa
con el del Platanar, y los de Chitaraque deben
reunirse; trasladándose todos a formar
un solo pueblo en el de Chipatá que por
su situación y circunstancia tiene las
mejores proporciones”
La intención
de consolidar su opción de vida urbana
se hizo efectiva no sólo en el temor
de ver reducido el pueblo de indios, sino en
el denuedo con que ciertos pobladores
–exhortados sin duda por el ahínco
evangelizador; pugnaron por elevar el asentamiento
a la categoría de parroquia; No podían
erigirse en villa porque; ese empeño
demandaba un número mayor de habitantes
y requisitos; además, porque Vélez
se había constituido en el núcleo
de la vida urbana y jurídico administrativa
de la provincia; de modo que optaron por constituirse
en parroquia, con lo que accedían a las
bondades de la vida urbana con sólo cancelar
la congrua del cura parroco y el sostenimiento
de tres cofradías canónicas;
De ese modo el acaecer
urbano de Güepsa empezó a girar
en torno al mercado local celebrado en la plaza
principal. El patrón urbanístico
que se siguió para la construcción
de pueblos y ciudades fue el arquetipo damero:
un trazdo de vías paralelas surcado por
otras paralelas (a la postre configurarían
lo que conocemos como calles y carreras), en
cuyo centro se sitúa la plaza principal,
alrededor de la cual se reserva un espacio para
los centros de poder político, religioso
y administrativo; Cuando se procedía
a la fundación de un pueblo o ciudad
a los miembros de la hueste conquistadora se
les favorecía con la adjudicación
de solares para sus viviendas, tierras, estancias
para ganado, huertas y encomiendas.
Como en el año de 1771 había visto
la luz una cédula real que mandaba nombrar
tenientes de cura para administrar
los feligreses que vivían a más
de cuatro leguas de la sede parroquial, para
el pueblo de indios de Güepsa fue nombrado
como teniente el doctor Diego Escobar; El doctor
Juan Francisco Martínez, parroco de Vélez,
quien solicitó su nombramiento, ordenó
además que los feligreses edificaran
una capilla y la casa de habitación del
teniente de cura; El arzobispo de Santafé
realizó el nombramiento y el ejercicio
de este cargo se constituyó en antecedente
fundamental para la posterior erección
de la parroquia.
En febrero de
1777, los señores Salvador Hilario, Domingo
Antonio Duarte, José de la Cruz, Cristobal
Amado, Antonio de Mendoza, Juan Ignacio Duarte,
Domingo Antonio Duarte, Francisco del Castillo,
Juan Gregorio Amado, Simón de los Santos
Rivera, Antonio José Rivera y Gregorio
Rivera, se dirigieron a Sutamarchán,
donde formularon la petición ante el
arzobispo de Santa Fe, argumentando que dado
que no podían asistir a sus obligaciones
religiosas al pueblo de indios, tenían
que desplazarse hasta Vélez lo que les
resultaba muy dispensioso. Cuando el visitador
Francisco Antonio Moreno y Escandón decidió
dictaminar la extinción de los pueblos
de Güepsa y Platanal, ordenando el traslado
de los indios al pueblo de Chipatá, los
indios encabezados por el cura doctrinero se
opusieron a la medida.
El 28 de noviembre de
1778, algunos vecinos efectuaron el pago de
la congrua al párroco y nombraron a José
Caballero como apoderado ante la Curia Arquidiocesana
para las diligencias de creación de la
parroquia;Una vez efectuada la visita fiscal
y atendiendo a la petición de los vecinos
de Güepsa el provisor general José
Gregorio Díaz Quijano, mediante decreto
fechado el 26 de febrero de 1779, permitió
a los residentes en Güepsa asistir a los
servicios eclesiásticos en la capilla
del pueblo de indios extinguido, mientras se
formalizaba la erección de la parroquia;
El cura continuaría siendo Manuel Antonio
Calderón;
El 5 de octubre de 1797
el arzobispo crea la Parroquia de San Roque
del Valle de Güepsa, que un mes después
(24 de noviembre) recibe la confirmación
virreinal. El doctor Manuel Antonio Calderón
murió un año antes de que Güepsa
fuera erigida como parroquia, de modo que el
primer parroco de nuestro municipio fue José
Ignacio Andrade..
El cura Manuel Antonio
Calderón que había adquirido tierras
del resguardo de Güepsa había señalado
en la cláusula 67 de su testamento que
autorizaba que en dicho predio se repartieran
solares para los pobladores de la parroquia.
En cumplimiento de dicho mandato, en el año
de 1798 se efectuó la repartición
de solares y el primer beneficiado fue don Emigdio
Vanegas. El 13 de julio de 1780 el doctor Francisco
Javier de Olarte señaló los linderos
de la parroquia de Güepsa, a saber; “desde
el sitio del Arcabuquillo, de donde se da vista
a la ciudad de Vélez, tomando el camino
para la canoa, siguiendo (río) abajo
hasta la hacienda Santa Agueda, y de allí
al alto de los Locos, donde se deslindan las
tierras de la hacienda de San Lorenzo, de allí
a dar a la quebrada del Ropero, ella arriba
a dar al resguardo del Platanal, de este a la
cuchilla, y cuchilla arriba a dar al alto del
Arcabuquillo, primer lindero” (ADSG, Expediente
de erección parroquial de Güepsa
El 27 de agosto de 1838, el gobernador de Vélez
modificó los linderos de la parroquia
de Güepsa, a saber: “por el lado
de Cite la quebrada Florez, desde su desembocadura
en el río Suárez, hasta el barranco
o volcanes negros de San Pablo; de allí
línea recta hasta la quebrada de Ropero
y esta quebrada abajo hasta el surco que corta
el resguardo del antiguo pueblo del Platanal;
por este surco hasta dar a la quebrada de Chipatá,
ésta a dar con el partido de Novillero
y quebrada de Petaquero, esta arriba hasta la
cuchilla y de allí siguiendo la quebrada
de Azores hasta su desembocaduura en el río
Suárez, el cual circunscribe la parroquia
por el otro lado” (BÁEZ, Monografía
de Güepsa).
Desde el 23 de Noviembre de 1857 Güepsa
fue distrito parroquial y a partir del 4 de
agosto de 1886 comenzó a ser municipio.
Hasta 1810 Güepsa perteneció al
territorio de Vélez, que formaba parte
de la provincia del Socorro; En 1811 Vélez
se separa del Socorro y es anexado a Cundinamarca,
Güepsa entonces pasa a ser territorio cundinamarquéz;
En 1817 forma parte de la provincia de la Nueva
Granada; En 1821, al ser firmada la Constitución
del Rosario de Cúcuta, el país
se dividió en departamentos y estos en
cantones y parroquias; Güepsa fue parroquia
del cantón de Vélez, que formaba
parte del departamento de Boyacá; En
junio de 1824 el cantón de Vélez
pasó nuevamente a la provincia del Socorro;
El 13 de mayo de 1887 se creó el Estado
Soberano de Santander, dividido en provincias
y éstas en circuitos y Güepsa pasó
a ser distrito parroquial de Vélez; El
decreto sobre régimen político
y municipal del Departamento de Santander expedido
el 30 de septiembre de 1887 por el gobernador
Alejandro Peña Solano le confirió
a Güepsa su actual condición de
municipio, agregándole a su territorio
la aldea de San Benito. (Apartes tomados Corrió
la voz: bocetos para una historia temática
y testimonial de Güepsa. Texto inédito
que se corresponde con una investigación
que en la actualidad adelanta Luis Carlos GaonaAl
parecer los guanes subsistieron hasta el siglo
XIX, pues el Dr. Lucena Salmoral afirma que
en 1819.
Según información
de archivo– fueron reclutados
numerosos indios guane para el servicio de las
armas republicanas; (1975: XX, MARTÍNEZ
GARNICA, 1997: 95 MORALES, 1984: 45,46, MARTÍNEZ
GARNICA, 1997: 95-96.
El pueblo de indios de
Platanal “había sido congregado
por Espinosa Saravia y hacía parte de
las doctrinas que los franciscanos tenían
en la provincia de Vélez; Las encomiendas
que en 1642 lo constituían eran las de
Ture y Escagache (del capitan Jacinto Angel
de Angulo), con 103 personas; la de los indios
yariguíes de Andrés de León
que se componía sólo de un indio
tributario y cuatro indias con sus hijos”
(MARTÍNEZ GARNICA, 1997: 96. Fueron ellos:Manuel
José Angulo,Gabriel Ariza, Francisco
Modesto Barbosa, Francisco Briceño, Juan
de la Cruz Briceño, Juan Manuel Bueno,
Don Cristobal Camacho, Don Ignacio Camacho,
Don Joaquíon Camacho y Pinzón,
Don José Camacho, Don José Simón
Camacho, Don Joaquín de Calderón,
Francisco Antonio del Castillo, Juan José
Cepeda, Mateo Forero, Silvestre Garnica, Apolinar
Garzón, Leonardo Melo, Francisco Noguera,
Joaquín Olarte, Juan Agustín Páez,
Felipe Pardo, Ambrosio Pisco, Luis Quintero,
Pedro José Quiroga, Benito Rodríguez,
Casimiro Rodríguez, Luis Rodríguez,
Juan Rodríguez, Don Francisco Santoyo,
Don Juan Andrés Tello y Francisco Vega.
En el Archivo de la Cancillería
de la Diocesis de Socorro y San Gil, en la sección
de Creación de Parroquias, el libro número
36 reposa la información sobre la creación
de la parroquia de Güepsa en 1778, como
“Autos de los términos del valle
de Güepsa y Platanar sobre que en el extinguido
pueblo de este nombre se erija parroquia con
el título de San Roque, para cuyo beneficio
presentaron de cura al Señor Doctor Manuel
Calderón, el mismo que lo era del abolido
pueblo de Güepsa y platanar.
MARTÍNEZ GARNICA,
1997: 98-99
204 kilómetros de la ciudad de Bucaramanga,
capital del departamento y tiene dos ramales
de acceso. El acceso principal se realiza por
una vía pavimentada que une al municipio
con la ciudad de Barbosa, aproximadamente dos
kilómetros que desembocan en la calle
cuarta.
El otro ramal está en dirección
contraria, aproximadamente. .1.3 kilómetrosnde
vía destapada que desemboca en la carretera
central y comunica al municipio con San José
de Pare.
Además tiene carreteras destapadas que
unen a Güepsa con los municipios de Vélez,
San Benito y Chipatá.
La red vial urbana tiene una extensión
aproximada de 8000 metros lineales, parte pavimentada
en asfalto, parte en lozas de concreto y parte
en destapado. El municipio cuenta con vías
que lo comunican con la totalidad de las veredas.
Límites del municipio:
Al oriente el río
Suárez, al occidente la quebrada Ropero
y al norte las quebradas de Robayo y Palo de
Loros.
Territorialmente limita por el norte con el
municipio de San Benito, por el sur con el municipio
de Barbosa, por el oriente con San José
de Pare y por el occidente con Chipatá
y Vélez.
Extensión total: 33.08 Km2
Extensión área urbana: 0.3417
Km2
Extensión área rural: 32.73 Km2
Altitud de la cabecera municipal (metros sobre
el nivel del mar): 1540
Temperatura media: 20º
C
Distancia de referencia:
204 Km de Bucaramanga