Sumergidos en la historia marítima del siglo XX en 16,04,2013

Sumergidos en la historia marítima del siglo XX (640x480)

Hoy es el momento de estudiar, catalogar, fotografiar y filmar los cerca de 30 pecios del Siglo XX que se calcula son “buceables” en Baleares, pedazos rotos de historia reciente, cultura hecha hierro, herencia, tumba del hombre y recuerdo de su paso efímero por el agua.

Las islas, por su situación estratégica, fueron siempre lugar de paso para grandes flotas de guerra, rutas mercantes, piratas y aventureros. En Baleares no hay pecios con cofres de oro sumergidos (que se sepa).

Los barcos españoles que venían de América, cargados de riquezas, cruzaban el Atlántico desde el Caribe y recalaban normalmente en Cádiz, en el Estrecho de Gibraltar, muy rara vez entraban en el Mar Mediterráneo. Esta es la razón por la que en estas aguas no hay tesoros en forma de oro. Sin embargo, si hay aquí un inmenso tesoro en forma de patrimonio histórico y cultural. Aun así, pese a que no hay oro, mucho se ha expoliado en estos restos. Miles, tal vez decenas de miles de ánforas y otras reliquias, como cañones o anclas, han sido sacados sin control a la superficie para ser vendidos como recuerdos o para servir de simples adornos en jardines, restaurantes u hoteles. Todo este patrimonio está protegido por la Ley y corresponde a las instituciones el estudiarlo y catalogarlo.

Desde el punto de vista del buceo deportivo, que busca la básicamente vistosidad y plasticidad de las imágenes, los restos de pecios antiguos apenas tienen interés, ya que en la inmensa mayoría de los casos en el fondo sólo veremos, como mucho, restos dispersos en forma de unas pocas piedras.

La razón es simple, los barcos eran antiguamente de madera y los siglos han hecho que desaparezcan casi por completo del fondo. De otra parte, las ánforas, cañones y otros vestigios que pudieron resistir el paso del tiempo, han sido “retirados”.

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Vídeo realizado por el buceador Jaume Serra en el submarino B1, hundido cerca de Alcúdia

Sin embargo, los pecios modernos, los del Siglo XX, sí son de gran interés para el submarinista, mucho más vistosos por sus formas y conservación que los de tiempos antiguos. Los grandes barcos fabricados en el Siglo XX eran normalmente de hierro, por lo que, además de que llevan relativamente poco tiempo en el agua, su material y tamaño los ha conservado muy bien, haciéndolos muy atractivos para el buceo deportivo.

Cabe subrayar que el Siglo XX, “El invierno del mundo”, que diría Ken Follett, ha sido la época en la historia del hombre en la que más cambios, revoluciones, guerras y tragedias se han vivido. El Siglo XX ha dejado en las aguas de Baleares su impronta en forma de todo tipo de pecios. Estudiando los naufragios en estas aguas se puede analizar cada etapa del Siglo XX, sus comercios, guerras, trasportes, influencias y consecuencias.

Algunos ejemplos de patrimonio sumergido

En Menorca, el vapor Malakoff, en 1929, sin electrónica, radar o GPS, chocó durante una noche de buen tiempo con una roca. Se fue a pique llevándose al fondo a unas veinte personas. En Soller, el submarino español C4, que participó en la Guerra Civil española, sirve hoy de sarcófago a sus 44 tripulantes. Una patrullera alemana de la Segunda Guerra Mundial reposa en la bahía de Palma, sin que se sepa cómo acabó allí. Se dice también que hay varios aviones de la Luftwaffe en estos fondos. Un hidroavión español, que llevaba el correo de Valencia a Mallorca durante la post guerra, está hundido al sur de Dragonera. No se ha localizado exactamente el lugar donde se sumergió por última vez un submarino alemán, que en 1945 se perdió cerca de Ibiza, frente al islote de Tagomago.

En el cabo de Formentor, en Mallorca, dos torpederos italianos, el Pegaso y el Impetuoso, descansan a algo más de 100 metros de profundidad, tras ser hundidos por sus propios capitanes para evitar así que ni aliados ni enemigos se apoderaran de ellos.

También durante la Segunda Guerra Mundial fue cuando se produjo en el Canal de Menorca la mayor tragedia de la historia naval de Baleares. El buque francés de pasaje y carga Lamoricière, de más de 100 metros de eslora, naufragó en pleno temporal, dejando más de 300 cadáveres en su interior. Varios son también los pesqueros que se han ido al fondo de estas aguas, muestra del trabajo duro y peligroso que realizan cada día en Baleares los hombres de la mar. El pesquero “Ana Rosa” acabó en el fondo de las aguas de Cabrera tras ser abordado por un carguero. Seis tripulantes perecieron.

El pesquero “Isla del Sol” chocó con un velero y ambos están hoy en la Bahía de Palma. Otros pecios perfectos para el buceo son dos cargueros que están frente al Dique del Oeste. Dos mercantes multivalentes de unos 50 metros de eslora. Se hundieron para amortiguar el efecto del mal tiempo sobre el nuevo dique. Estos dos barcos son los más fáciles e interesantes de bucear en Mallorca. No son peligrosos, están a poco más de 20 metros de profundidad, y se encuentran en perfecto estado.

En los años ochenta, el submarino español B1 fue hundido intencionadamente en unas maniobras en el momento de darlo de baja de la Armada Española. Actualmente está a unos 50 metros de profundidad frente a las costas de Alcudia, resultando una de las mejores inmersiones que se pueden hacer en el Mediterráneo, eso sí, está a unos 50 metros.

El Don Pedro, el mayor pecio accesible al buceo del Mediterráneo

El último gran barco hundido recientemente, ya en 2007, en el inicio del Siglo XXI, vino a demostrar que la tecnología y la electrónica siguen sin poder sustituir a un buen timonel. La noche del 11 de julio de 2007 el carguero Don Pedro, de 156 metros de eslora, con electrónica, radar y GPS, cargado con camiones y contenedores, chocó con una roca perfectamente visible fuera del agua y marcada en todas las cartas.

Nada más salir del puerto de Ibiza, a las 3.30h, el Don Pedro embistió la roca-islote, el hundimiento fue rápido. La única víctima mortal fue un caballo que trasportaba el buque en sus bodegas. Varios camioneros y toda la tripulación fueron rescatados sin mucha complicación. A día de hoy sigue sin estar clara la razón por la que el barco chocó con ese pequeño islote, que lo llevó para siempre a un fondo de 45 metros. Hoy el gran carguero reposa sobre su costado de babor, mostrando la herida abierta que produjo la roca en su amura. Tras unos meses de trabajos submarinos profesionales, en los que se vació de combustible y se sacaron sus enormes baterías, el pecio quedó a disposición de los buceadores deportivos.

Pese a que está en una zona peligrosa por el paso constante de buques, se han instalado cuatro cadenas firmes al pecio, que permiten aferrar las lanchas de los muchos centros de buceo que visitan hoy el Don Pedro. No se trata de una inmersión de gran complicación, cabe recordar que está terminantemente prohibido entrar en el buque, sin embargo, es complejo por el tráfico marítimo y la aparatosidad del propio buque.

El Don Pedro es hoy en día el pecio de mayor eslora, “buceable” de todo el Mediterráneo. Actualmente no hay todavía mucha vida marina entre sus restos, de hecho, es perfectamente visible su pintura amarilla del casco, sin embargo, con toda probabilidad, con los años, el pecio albergará gran cantidad de congrios, meros, sargos, espetones, esponjas, nudibranquios y todo tipo de microfauna, creando su propio ecosistema. Todos los pecios sirven enseguida de refugio a muchos peces y a la fauna propia de las rocas y las oquedades, generando vida, y en cierto modo, compensando el daño ecológico que un naufragio siempre acarrea.

El Siglo XX ha dejado huellas en el agua

El Siglo XX fue el siglo de los cambios, las revoluciones y las grandes guerras, pero también el de la aeronáutica, la navegación de recreo, el turismo, la tecnología y el trasporte de enormes cargas. Todo ello ha quedado plasmado en el agua en forma de interesantísimos pecios, como si el fondo del mar fuera un libro de historia, misterioso y de final trágico. Todo naufragio, todo pecio, incluso aunque en él no se registren víctimas mortales, tiene un trasfondo triste. El autor británico Joseph Conrad, ilustre marino, aseguraba: “los barcos son sin duda seres vivos, y para probarlo bastaría con soltar sus amarras una tarde en su propio amarre. Sin ninguna duda, al día siguiente el barco se habrá ido”. Conrad también decía: “no hay sonido más aterrador para un hombre, sea cual sea la condición de éste, como el crujir de una quilla al rozar con una roca del fondo”.

Vida, muerte, historia

De este modo, cuando los hombres de mar, como son normalmente los submarinistas, ven un barco por siempre quieto sobre la arena del fondo, no pueden más que contemplar lo que aquello es en realidad: un gigantesco ser vivo, descomponiéndose lentamente.

Hoy es el momento de estudiar, catalogar, fotografiar y filmar los cerca de 30 pecios del Siglo XX que se calcula son “buceables” en Baleares, pedazos rotos de historia reciente, cultura hecha hierro, herencia, tumba del hombre y recuerdo de su paso efímero por el agua. Allí reposa todo, en un lugar ideal para el recuerdo y el olvido, todo quieto y silencioso. Abajo, en el azul oscuro, se conservarán para siempre los vestigios de todos los inviernos del mundo.

Juan Poyatos – 16-04-2013

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