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Valle de Roncal, entre arquitectura pirenaica y tradiciones ancestrales

Valle del Roncal

Navarra, Aragón y Francia se rozan en el valle de Roncal. Es un territorio vertebrado por el río Esca, rodeado de imponentes montañas, cubierto de bosques y de pastos y salpicado de pequeños pueblos donde se conservan casi con ferocidad antiguas tradiciones. Así, este valle pirenaico situado en un extremo de la Comunidad Foral de Navarra es uno de esos lugares fascinantes que seducen y atrapan por su belleza, por su sabor auténtico y por las mil posibilidades que ofrecen al visitante. No solo a aquel que llega en busca de paz y descanso, también a aquel otro que ansía liberar adrenalina practicando deportes de aventura. Es, en definitiva, el sueño de casi cualquier viajero.

Un valle comprometido con su esencia

Roncal
Roncal. | Shutterstock

El valle de Roncal es un valle orgulloso de su historia, de sus tradiciones y de su razón de ser. Un idiosincrasia que sus habitantes han defendido con ahínco a lo largo de los siglos, tal vez por esa situación fronteriza. Lo cierto es que si hay un hecho que ha determinado la historia del valle ha sido la mancomunidad que sus pueblos han formado desde siempre. Ha sido y es una especie de autogobierno destinado a mantener la buena vecindad, defender el territorio y aprovechar los recursos de una manera más eficiente.

En ese sentido, existen varios hitos destacados: el Contrato de la Unión y Régimen de los Panificados de 1345, el Fuero General de 1412 o el privilegio de la infanzonía e hidalguía universal concedido por Carlos I a los habitantes del valle. Pero hubo algo que no consiguieron a pesar de sus reivindicaciones: tener Asiento en las Cortes de Navarra.

Los roncaleses han sido feroces en la defensa de sus intereses y también en la de aquello que consideraban justo. De ahí su participación en episodios como la Guerra de los Treinta Años, la de Sucesión o la Guerra de la Independencia, en la que dos de sus localidades fueron incendiadas y saqueadas por el ejército francés.

Hoy el valle de Roncal lucha contra la despoblación, a la vez que lo hace por mantener su esencia propia. Las actividades agrícolas y ganaderas siguen siendo una de las bases de su economía, pero el turismo, poco a poco, gana la batalla como fuente de ingresos para la supervivencia de la zona.

Qué ver en el valle de Roncal

Si el valle de Roncal se ha convertido en uno de los lugares más interesantes que ver en Navarra es por la enorme cantidad de atractivos que se suceden en una porción pequeña de territorio. Pueblos llenos de encanto, espacios naturales únicos y tesoros escondidos bajo tierra hacen de la visita al valle una experiencia fascinante en todos los sentidos.

Los pueblos del valle de Roncal

Isaba
Isaba. | Shutterstock

En la parte más baja del valle, y como puerta de entrada, se alza Burgui. Es uno de esos pueblos de calles empedradas y casonas de piedra con dos pequeños tesoros: la ermita de Nuestra Señora del Castillo y un puente medieval. Este es inicio de la ruta hacia uno de los lugares más fascinantes del valle: la foz de Burgui.

Avanzando hacia el corazón del valle se llega al pueblo que le da nombre. Roncal alberga también magníficos ejemplos de arquitectura típica del Pirineo navarro. Pero en él también se pueden descubrir rincones como la iglesia gótica de San Esteban o como el magnífico mausoleo de Julián Gayarre, obra de Mariano Benlliure. Gayarre, famoso tenor del siglo XIX, nació aquí y aquí se puede visitar también su casa-museo.

Siguiendo el río Esca se llega a Urzainqui, que cobró importancia por el muelle fluvial desde el que se comercializaba la madera obtenida en los bosques de la zona. Y más arriba del cauce está Isaba, donde hay que visitar la iglesia-fortaleza de San Cipriano. También es necesaria la parada en la Casa de la Memoria, un museo etnográfico que propone una mirada a un pasado a veces no tan lejano y permite un conocimiento mucho más profundo de la vida en el valle, de sus costumbres y de su pasado. 

Aún quedan tres pueblos que ver en el valle de Roncal. Uztárroz alberga otro espacio expositivo imprescindible para conocer la esencia del valle de Roncal: el Museo del Queso y la Trashumancia. En el ambiente de Vidángoz resuenan leyendas de brujas que, además, marcan el inicio de las fiestas patronales. Y Garde tiene un pequeño tesoro: un viejo nogal catalogado como monumento natural.

La Reserva Natural de la Foz de Burgui

Paisaje de la Reserva Natural de Burgui
Paisaje de la Reserva Natural de Burgui. | Iñaki LL, Wikimedia

Tallado durante millones de años por el río Esca, este cañón no solo hace enmudecer por su paisaje tan escarpado y agreste como hermoso, sino por los que son sus auténticos señores. En sus cortados habita una de las mayores colonias de buitres leonados de Europa. Y no son los únicos habitantes de la garganta: halcones, milanos reales o águilas culebreras también tienen su hogar en la foz.

Amante o no de la ornitología, cualquier visitante del valle debe reservar un tiempo para ver cómo estas aves surcan el cielo en un baile magnífico. Para disfrutar de él solo hay que recorrer una pequeña ruta senderista de apenas tres kilómetros que sale del puente medieval de Burgui y que lleva a un mirador interpretativo.

El valle de Belagua y la Reserva Natural de Larra

Valle de Belagua
Valle de Belagua. | Shutterstock

El único valle glaciar de Navarra, el de Belagua, está en tierras de Isaba. Auténtica cabecera del valle de Roncal, es un paraíso para los amantes del trekking, de la escalada, del barranquismo o de la espeleología. De hecho, aquí se alzan las montañas más altas de Navarra, entre ellas Larrondoa, Bimbalet, Lákora o Txamantxoia. 

Pero Belagua es también el lugar en el que se encuentra el gran testigo mudo de la historia del valle: el dolmen de Arrako. Y es en este territorio donde uno puede perderse en el que se considera como el bosque mejor conservado del Pirineo, un bosque de hayedos y abetos que constituye la Reserva Integral de Aztaparreta.

La continuación del valle de Belagua hacia tierras francesas es otra de esas joyas naturales que hay que ver en Navarra. Es la Reserva Natural de Larra, donde se encuentra el pico más alto de la Comunidad Foral, la Mesa de los Tres Reyes, con sus 2444 metros. Y esta reserva, que es también una de las zonas kársticas más grandes del continente, esconde un tesoro subterráneo: la Piedra de San Martín, una sima con una red de galerías de más de 100 kilómetros.

Rutas de senderismo por el valle de Roncal

Más allá de esos grandes atractivos que son Belagua-Larra y la foz de Burgui, existen infinidad de rincones que merece la pena descubrir y disfrutar en el valle de Roncal. Para ello hay una interesante y variada red de senderos. Muchos de ellos son de escasa dificultad, como las rutas hacia la cueva del Ibón y la cascada de Belabarze o al santuario de la Virgen de Idoia o la vuelta de Arrako.

Gastronomía y tradiciones en el valle de Roncal

Una de las grandes tradiciones del valle del Roncal
Una de las grandes tradiciones del valle del Roncal. | PerroVerd, Wikimedia

Además de visitar pueblos, recorrer espacios naturales o practicar deportes al aire libre, hay muchas más cosas que hacer en el valle de Roncal. Muy apegado a la tradición, en él se recuerda en diferentes espacios a las golondrinas. Así se llamó a esas mujeres artesanas que cruzaban los Pirineos en octubre para trabajar fabricando alpargatas en Francia y no regresaban al valle hasta la primavera.

También siguen estando muy presentes en la memoria colectiva del valle las almadías, auténtico símbolo de la cultura roncalesa. Durante siglos, estas balsas formadas por maderos unidos que bajaban por el río Esca fueron la forma de transportar y comercializar la madera que se extraía de los bosques del valle. Un oficio que cada año se recuerda en una jornada festiva muy especial en el mes de mayo.

Algo más tarde, en julio, tiene lugar otra de las grandes celebraciones en el valle: el Tributo a de las Tres Vacas. Es una singular fiesta que recuerda el acuerdo que hace siglos firmaron los habitantes del valle de Baretous en Francia y los del valle de Roncal para acabar con sus rencillas y que imponía a los franceses el pago de un tributo, que eran esas tres reses. Como curiosidad, se le considera el tratado de paz en vigor más antiguo de Europa porque, de hecho, cada año se recrea aquella ceremonia.

Y aún queda una cosa más que hacer en el valle de Roncal, o, mejor aún, que saborear: su gastronomía. Unas migas de pastor bastarán para reponer las fuerzas consumidas durante la visita. Y el auténtico queso Roncal, elaborado con leche cruza de oveja y con un sabor intenso, es perfecto para un aperitivo.