El tesoro del faraón

Howard Carter, en la tumba de Tutankhamón

cpp

cpp

En la imagen Howard Carter y uno de sus trabajadores frente al sarcófago abierto de Tutankhamón.

Cordon Press

El 4 de noviembre de 1922, el egiptólogo Howard Carter realizó uno de los descubrimientos arqueológicos más fascinantes de todos los tiempos: la tumba perdida del faraón Tutankhamón. Ésta se hallaba prácticamente intacta y el cuerpo momificado del rey seguía allí, rodeado de todo un muestrario de objetos resplandecientes que formaban su ajuar funerario. 

Así fue como Tutankhamón, que hasta ese momento había sido un personaje insignificante y relativamente desconocido, se convirtió en una estrella del mundo antiguo, a la vez que Carter, para su gran sorpresa, se convertiría en el arqueólogo más famoso del planeta. 

Artículo recomendado

La diosa del cielo Nut representada en el Papiro Greenfield. Museo Británico, Londres.

Así funcionaba el calendario en el antiguo Egipto

Leer artículo

El descubrimiento resultó ser una bendición y una maldición al mismo tiempo, ya que Carter, un arqueólogo meticuloso al que no le gustaba trabajar con prisas, dedicaría el resto de su vida laboral a vaciar y estudiar la tumba del monarca.

Un joven pintor en Egipto

Howard Carter era un artista talentoso que se convirtió en arqueólogo por accidente. En 1891, con tan sólo diecisiete años y sin ningún tipo de formación académica, la Egypt Exploration Society lo envió a Egipto junto con el arqueólogo Percy Newberry para trabajar como dibujante, copiando pinturas e inscripciones de tumbas egipcias en la localidad de Beni Hassan. 

ullstein high

ullstein high

En la imagen, Howard Carter ante una de las dos estatuas de centinelas halladas en la Antecámara de la tumba de Tutankhamón, asegurada con vendajes y lista para ser retirada en unas parihuelas de madera acolchadas

Cordon Press

Carter trabajó después durante una temporada junto al famoso egiptólogo Flinders Petrie, lo que le permitió aprender el arte de excavar con métodos científicos. Los primeros egiptólogos habían sido poco más que buscadores de tesoros que iban a la caza de hallazgos fabulosos e ignoraban los que les parecían demasiado mundanos o poco atractivos. Crearon sorprendentes colecciones de objetos y obras de arte inconexas, arrancadas de todo contexto. 

Petrie fue uno de los primeros en afirmar que los yacimientos no debían ser saqueados y que los arqueólogos no podían llevarse sin más los objetos descubiertos. Su insistencia en la utilización de un método científico de excavación –basado en el análisis meticuloso de la localización de cada objeto hallado– tendría un profundo efecto en los métodos de trabajo de Carter.

En busca de Tutankhamón

En 1909, cuando trabajaba como artista independiente y vendedor de antigüedades, Carter conoció a George Herbert, quinto conde de Carnarvon, que se hallaba en Egipto por motivos de salud. El aristócrata quería organizar una excavación arqueológica, pero carecía de la experiencia necesaria para convencer al Servicio de Antigüedades de Egipto de que le concediese un permiso para excavar en algún lugar con potencial arqueológico. 

iStock 950249120

iStock 950249120

Tras excavar durante seis campañas completas en el Valle de los Reyes sin obtener resultados, Carter pensó en abandonar el lugar. «Y entonces, apenas habíamos dado el primer golpe de azada en un último esfuerzo desesperado, hicimos un descubrimiento que excedía en mucho nuestros sueños más exagerados». Era la tumba de Tutankhamón.

iStock

Carter también quería excavar, pero no tenía dinero, así que Carnarvon lo empleó para que trabajase para él. Unidos por el sueño compartido de descubrir una tumba faraónica, su relación pronto desembocaría en una gran amistad.

En 1914, lord Carnarvon obtuvo la concesión que permitiría a Carter excavar en el Valle de los Reyes, la gran necrópolis tebana de los faraones del Imperio Nuevo. Muchos pensaban que estaban perdiendo el tiempo: en el Valle se habían encontrado numerosas tumbas de faraones, pero los descubridores habían comprobado que todas habían sido saqueadas en la antigüedad. Sin embargo, Carter estaba convencido de que faltaba una tumba por encontrar. 

cp

cp

Carter y su equipo abren las puertas de la segunda capilla de oro de las cuatro que cubrían el sarcófago del rey. Cuenta Carter que «las puertas de esta segunda capilla tenían corridos los pestillos de arriba y de abajo, que estaban atados cuidadosamente con una cuerda unida
a grapas de metal y sellada».

Cordon Press

El nombre de un faraón, Tutankhamón, había aparecido en inscripciones de monumentos y en una serie de pequeños hallazgos en el Valle, pero su tumba aún no se había descubierto. El único modo de hallar al faraón perdido era limpiar el suelo del Valle hasta llegar al lecho de roca. 

Artículo recomendado

partitura de bach

El secreto matemático de las partituras de Bach

Leer artículo

El trabajo era tan lento y monótono que Carnarvon empezó a dudar sobre si tenía sentido invertir más dinero en una búsqueda que parecía estéril. Pero Carter discrepaba, y al final alcanzaron un acuerdo: el arqueólogo recibiría los fondos necesarios para retirar los escombros que había cerca de la tumba de Ramsés VI. Pero nada más. 

By ovedc   Egyptian Museum (Cairo)   235

By ovedc Egyptian Museum (Cairo) 235

Lecho funerario con costados en forma de león, uno de los tres hallados en la Antecámara de la tumba de Tutankhamón. Se apoyaban en la pared más larga de la estancia.

Wikimedia Commons

El 1 de noviembre de 1922, los obreros sacaron los escombros y perforaron una gruesa capa de sedimento acumulada por las inundaciones. Tres días después hallaron dieciséis escalones que llevaban a una puerta bloqueada. El empeño de Carter tuvo al fin su recompensa: había encontrado su tumba perdida.

El mayor hallazgo arqueológico

Cuando le preguntaron por su primera impresión del interior de la tumba, Carter dio su famosa respuesta: «Animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro». En efecto, la tumba contenía un extraordinario ajuar funerario: carros, camas, cofres, cajas, paquetes, curiosos utensilios rituales y mucho más. Pero los objetos no estaban dispuestos con cuidado, como los habrían dejado quienes enterraron al faraón. 

La tumba había sido saqueada dos veces en el pasado, y los sacerdotes de la necrópolis no se esmeraron mucho en adecentarla antes de sellarla de nuevo. Las etiquetas de cajas y paquetes confirmaron que faltaban algunos objetos, mientras que otros estaban guardados en el lugar equivocado.

cp1632664

cp1632664

Estas imágenes de la revuelta Antecámara de la tumba fueron tomadas en diciembre de 1922. En la de arriba, en primer plano, aparecen los grandes carros desmontados del rey, amontonados junto a la pared. La fotografía bajo estas líneas muestra los tres lechos funerarios con cabezas de animales. Sobre el central, decorado con cabezas de vaca, se colocó una cama de madera, y debajo se dispusieron diversas cajas con alimentos para el Más Allá.

Cordon Press

Los arqueólogos tenían muy poco espacio para trabajar en medio de aquel revoltijo. Carter comparó la situación con jugar «a un mikado gigante», un juego que requiere destreza física y mental y que consiste en colocar palitos en un montón y extraerlos uno a uno sin mover los demás. Carter no podía afrontar el juego en solitario, así que reunió un equipo de excavación multidisciplinar que cambiaba cada temporada. 

El núcleo del grupo estaba formado por el ingeniero Arthur Callender, el químico Alfred Lucas, el arqueólogo y conservador Arthur Mace y el fotógrafo Harry Burton, cedido por el Museo Metropolitano de Nueva York, que adaptó la tumba KV55 como laboratorio fotográfico.

c pp

c pp

En la Antecámara, entre el lecho con cabezas de leona y el lecho con cabezas de vaca, se amontonaba  una colección de hermosos tarros para perfumes, tallados en alabastro.

Cordon Press

La de Tutankhamón fue la primera tumba que se descubrió prácticamente intacta. Ningún excavador se había encontrado antes más de 5.000 objetos funerarios frágiles y que necesitaban cuidados de conservación urgentes. Desde el momento en que la puerta de la tumba se abrió, los artefactos peligraron debido al repentino cambio en las condiciones climáticas. Pero ésta no era la única preocupación de Carter.

Artículo recomendado

 Imagen del escudo romano restaurado que fue encontrado en la antigua ciudad siria de Dura Europos.

Este escudo de la legión romana es el único que se conserva en el mundo

Leer artículo

Cada vez que el equipo descansaba de su trabajo en el Valle, él desconectaba la electricidad, bloqueaba la entrada a la tumba, volvía a enterrar las escaleras y ponía un vigilante. Estas medidas se consideraban esenciales para proteger el lugar tanto de los ladrones como de las inundaciones.

Un trabajo meticuloso

La formación de Carter con Petrie le había mostrado la mayor paradoja de la arqueología: que la excavación de un lugar acaba destruyéndolo. Él sabía perfectamente cómo actuar: el trabajo tenía que progresar lenta y metódicamente para así poder conservar cada detalle. Cada objeto debía ser registrado –numerado, fotografiado, señalado en el plano de la tumba, descrito y dibujado– antes de llevarlo al laboratorio de conservación instalado en una tumba real cercana, la KV15, perteneciente a Seti II, para tratarlo y fotografiarlo de nuevo. 

00076151

00076151

Esta estatua del dios cánido Anubis, sobre una plataforma con andas, estaba en el Tesoro. Detrás, una capilla dorada que contenía los vasos canopos con las vísceras del soberano.

Cordon Press

Entonces se empaquetaba y se enviaba al Museo Egipcio de El Cairo. A cada objeto o grupo de objetos se le asignaba un número del 1 al 620, con letras que marcaban subdivisiones. Al llegar a El Cairo cada objeto recibía un número en el Journal d’entrée (diario de entradas) del museo. Por ejemplo, el primer objeto que se sacó oficialmente de la tumba, un precioso baúl pintado, era el número 21 de Carter, que se convirtió en el  JE61467 del museo.   

Cada baúl, caja o paquete extraído de la tumba tenía que someterse a su propia miniexcavación. El baúl pintado mencionado anteriormente es un buen ejemplo de los problemas a los que se enfrentaban los conservadores. Al principio parecía que la pieza estaba en buenas condiciones, ya que sólo los adornos de yeso pintado se veían un poco desconchados. Sin embargo, después de pasar tres semanas en el ambiente seco del laboratorio de conservación, la madera empezó a encogerse y el yeso a deformarse, por lo que fue necesario aplicarle cera de parafina fundida para volver a pegar el yeso. 

00002626

00002626

En la imagen se ve el inicio de los escalones que conducían a la tumba de Tutankhamón en el Valle de los Reyes, con el equipo de Carter sacando parte de una cama del interior.

Cordon Press

Los arqueólogos tardaron varias semanas en vaciar el baúl y registrar y fotografiar su contenido, que incluía un par de sandalias de tela, tres pares de sandalias de cuero, varias piezas de ropa, dos bolsos o caperuzas, dos collares, taparrabos, rollos de tela y vendajes, un guante y un reposacabezas dorado.

Este meticuloso cuidado en el registro y conservación del ajuar funerario se mantuvo a lo largo de los años, a medida que se recuperaban lentamente objetos de la Antecámara, la Cámara Funeraria, el Tesoro y el Anexo, todas las estancias de que constaba la tumba. 

Resulta curioso que, siendo el trabajo de Carter tan meticuloso, la momia del faraón recibiera una atención sorprendentemente escasa. Es posible que Carter, como muchos egiptólogos de su época, considerara que la momia no aportaba demasiada información arqueológica. Poco después de sacarla de su ataúd de oro, permitió que se le retiraran las vendas y se le practicase una autopsia.

Falta de diplomacia

Mientras Carter lidiaba con las complicaciones del proceso de vaciado de la tumba, lord Carnarvon tenía sus miras puestas en el dinero. Era probable que Tutankhamón continuase agotando sus recursos financieros durante muchos años más, por lo que pareció sensato llegar a un jugoso acuerdo con el periódico The Times, según el cual el conde recibiría 5.000 libras por los derechos exclusivos de todas las fotografías y artículos sobre la tumba. 

El propio Carter se alegró de este trato: los periodistas «cumplieron a fondo con su deber, ya que cada uno se debía a sí mismo y a su periódico obtener información diariamente, pero los que estábamos en Egipto nos alegramos al enterarnos de que lord Carnarvon había decidido poner la publicidad en manos de The Times». Pero esta jugada marginó a la prensa mundial y acabó por provocar una relación difícil y estresante entre los periodistas de los otros medios y el equipo de excavación. 

c pp

c pp

En la Antecámara, entre el lecho con cabezas de leona y el lecho con cabezas de vaca, se amontonaba  una colección de hermosos tarros para perfumes, tallados en alabastro.

Cordon Press

Carter carecía de dotes diplomáticas; no tenía lo que hoy llamaríamos don de gentes. Sus principios morales eran muy sólidos y no veía la necesidad de evitar un enfrentamiento si pensaba que tenía razón. Este rasgo de su carácter quedó demostrado en 1905, cuando, siendo inspector jefe de Antigüedades del Bajo Egipto, se vio implicado en un incidente con un grupo de turistas franceses ebrios en Saqqara. Carter autorizó a sus trabajadores egipcios a defenderse y el cónsul general británico le pidió que emitiese una disculpa simbólica. Carter se negó y, furioso ante la falta de apoyo oficial, dimitió de su cargo.

Mientras lord Carnarvon tuvo la concesión para excavar la tumba, Carter pudo concentrarse en su trabajo arqueológico. Las cosas cambiaron tras la muerte repentina del aristócrata en 1923. La concesión pasó a su esposa, lady Carnarvon, y Carter se vio obligado a colaborar con el Servicio de Antigüedades, una labor para la cual no era la persona más adecuada. Mientras tanto, la prensa internacional, que seguía profundamente resentida a causa del acuerdo con The Times, continuó mostrando una actitud hostil, a la vez que la prensa egipcia hacía campaña contra lo que consideraba una arqueología colonialista.

En 1924, a raíz de una discusión sin importancia acerca del acceso a la tumba, Carter hizo parar el trabajo en la excavación. El Servicio de Antigüedades le recriminó lo que consideraba una reacción excesiva y una contravención directa del acuerdo de concesión firmado con lady Carnarvon. El Servicio confiscó la tumba y, como Carter se negó a entregar las llaves, empleó a obreros para cortar los candados de la puerta de la sepultura. Tras meses de negociación, al final se llegó a un acuerdo y la sepultura fue reabierta. 

Misión cumplida

En febrero de 1932, se envió la última remesa de objetos del ajuar funerario al Museo Egipcio de El Cairo. La siguiente tarea de Carter sería publicar el informe de la excavación, un proyecto de enorme magnitud que quedó inacabado. Esto podría explicar por qué Carter nunca obtuvo un reconocimiento oficial en Gran Bretaña. 

015331

015331

La máscara funeraria de Tutankhamón se puede contemplar hoy en el Museo Egipcio de El Cairo.

Cordon Press

Dado que vivió en una época en la que era habitual que los arqueólogos prominentes fuesen galardonados con el título de sir (caballero), es razonable que esperase recibir un homenaje similar. Probablemente la falta de un patrono y de apoyo institucional, y quizá su origen relativamente humilde, no ayudaron a su causa; pero también es posible que el problema fuese, simplemente, su propia –y compleja– personalidad.

Carter murió en Londres el 2 de marzo de 1939 y fue enterrado en el cementerio de Putney Vale. La mayoría de los objetos del ajuar funerario de la tumba de Tutankhamón están hoy en día en El Cairo; serán el núcleo principal del nuevo Gran Museo Egipcio que se está construyendo en la llanura de Gizeh, junto a las pirámides. La momia de Tutankhamón, sin embargo, seguirá descansando en su tumba en el Valle de los Reyes