un icono del arte

Maruja Mallo, la gran pintora surrealista de la generación del 27

Mallo fue una de las mayores exponentes del cubismo y el surrealismo en España, formó parte del grupo de mujeres artistas llamado 'Las Sinsombrero' y desarrolló su obra junto a otros creadores como Lorca, Dalí, Neruda, Zambrano y Alberti.

Maruja Mallo

Maruja Mallo

Foto: CC

Ana María Gómez González (nombre original de Maruja Mallo) nació el 5 de enero de 1902 en Viveiro, una ciudad del norte de Galicia. Siendo la cuarta de catorce hermanos y hermanas, contó con unos padres adelantados a su época que apostaron por educar a todos sus hijos en la igualdad. Así, la pequeña pudo disfrutar de una libertad que pocas niñas tenían y de una infancia en la que le era permitido montar en la bicicleta de sus hermanos y unirse a ellos en todos los juegos como una más. 

A los once años, Maruja Mallo se trasladó junto a su familia a Avilés, en Asturias. Su padre, que había observado el creciente interés de la joven por el arte, aprovechó para matricularla en la Escuela de Artes y Oficios de Avilés, dando así comienzo a la carrera de una de las pintoras españolas más influyentes e importantes del siglo XX.

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Inicio de la vida artística en Madrid

Casi una década después, en 1922, la familia se mudó a Madrid. Apasionada por la pintura y decidida a dedicar su vida a ese arte, Maruja Mallo aplicó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue la primera mujer en aprobar los exámenes para Bellas Artes y la primera en ser admitida en la academia. 

Allí conoció a uno de los amigos más importantes de su vida: Salvador Dalí. El artista catalán la introdujo en el ambiente del surrealismo y de la Generación del 27 y le presentó a otros coetáneos como Federico García Lorca o Buñuel. En Madrid también se unió a Concha Méndez, Margarita Manso y María Zambrano, amigas y compañeras imprescindibles de su juventud.

Ortega y Gasset comisarió la primera exposición de Maruja Mallo en Madrid.

Durante aquellos años, Maruja Mallo asistió a la Real Academia de Bellas Artes y, además, trabajó en publicaciones de carácter literario, como La Gaceta Literaria, Almanaque Literario o La Revista de Occidente, fundada por Ortega y Gasset.

El filósofo, impresionado por las ilustraciones que Mallo hacía para la revista, decidió montar una exposición dedicada a la obra de la pintora en la sede de la revista en Madrid. Fue la primera y única exposición comisariada por La Revista de Occidente y tuvo un gran éxito. A partir de entonces, Maruja Mallo empezó a ser reconocida como artista.

Madrid 1930

Madrid 1930

Centro de Madrid, en 1930.

Foto: Cordonpress

Amistad con Lorca, Dalí y Manso

Además de profundizar en su creación y desarrollar su obra artística, la joven Maruja Mallo disfrutó de estar en el centro neurálgico del movimiento intelectual de la época. Codeándose de los jóvenes Lorca, Dalí y Manso, la pintora protagonizó varias anécdotas dignas de mención: ganó un concurso de blasfemias en el café madrileño de San Millán en el que derrotó a Buñuel y perdió su trabajo como docente por darse un paseo en bicicleta por una iglesia durante la celebración de una misa. 

En una ocasión, el grupo inseparable formado por Lorca, Dalí, Manso y Mallo fueron de visita al Monasterio de Silos a escuchar canto gregoriano. Al llegar, les prohibieron la entrada a las dos mujeres por llevar faldas, a lo que ellas respondieron con ironía e ingenio: les pidieron a sus amigos sus respectivas chaquetas y se las enfundaron a modo de pantalones. Así, los cuatro consiguieron entrar en el monasterio. “Aceptaron nuestra entrada al recinto sagrado como promotores del travestí a la inversa”, comentó Mallo en una entrevista para Televisión Española en la que recordaba la anécdota. 

Buñuel y Mallo no tuvieron la mejor de las relaciones. Tal y como explican en las biografías de la pintora, al verla llegar, Buñuel siempre le decía: “¡Queda abierto el concurso de la menstruación!”. Pese a ello, Maruja Mallo formó parte de la Cofradía de la Perdiz, el histórico grupo de intelectuales formado por Lorca, Dalí, Buñuel y la pintora. En 1927, Mallo también se unió al pintor Benjamín Palencia para fundar la primera Escuela de Vallecas.

Lorca y Dalí

Lorca y Dalí

Federico García Lorca y Salvador Dalí.

Foto: Cordonpress

Fundadora de Las Sinsombrero

Otra de las anécdotas más recordadas de la juventud de Maruja Mallo fue la que dio nombre a ni más ni menos que Las Sinsombrero, el grupo de mujeres artistas e intelectuales implicadas en los movimientos de la Generación del 27.

Paseando un día junto a Manso, Lorca y Dalí por la Puerta del Sol de Madrid, los amigos decidieron sacarse los sombreros para “descongestionar las ideas”. Al verlos, los transeúntes empezaron a gritarles e insultarles, incluso los llamaron “maricones” ya que, tal y como explicó la misma Mallo: “se conoce que por no llevar sombrero nos identificaban con el tercer sexo”. Cuando los agresores empezaron a lanzarles piedras, los amigos corrieron a resguardarse, excepto Dalí que, al parecer, provocó a los viandantes gritando que sí eran del “tercer sexo”. 

Maruja Mallo también se codeó con los poetas Rafael Alberti, Miguel Hernández y Pablo Neruda.

Este suceso dio nombre al grupo de mujeres vanguardistas formado por Concha Méndez, María Zambrano, Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Margarita Gil Rösset, Margarita Manso y Maruja Mallo, entre otras. Estas reclamaron su autonomía e independencia, al igual que una formación intelectual igualitaria con respecto a los hombres. Se dedicaron a la pintura, la novela, la escultura, la poesía, la ilustración y el pensamiento, reflejando en sus obras los nuevos conceptos de modernidad con una actitud rompedora y abierta. 

A algunas de ellas, como Rosa Chacel o María Zambrano, les gustaba asistir a conferencias académicas para plantear preguntas comprometidas o contemplar desde los escaparates lo que sucedía en el interior de las tabernas con mirada burlona, en un momento en el que la entrada de las mujeres a estos espacios estaba prohibida. 

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Maruja Mallo y los poetas

En la década de los veinte y los treinta, Maruja Mallo también se codeó con Rafael Alberti, Miguel Hernández y Pablo Neruda, poetas con los que, además de mantener una relación creativa e intelectual, tuvo varios romances. Mallo colaboró con Alberti en las creaciones de los decorados de sus obras Santa Casilda y La pájara pinta, así como en la edición de los libros Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos y Sermones y moradas. El poeta le dedicó los versos de su composición La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo.

Por su parte, Miguel Hernández se inspiró en ella para los poemas de Imagen de tu huella incluidos en El rayo que no cesa, obra en la que estaba trabajando cuando conoció a la pintora. Pero, pese a disfrutar de estas relaciones, Maruja Mallo siempre rechazó la idea de unirse a un hombre: quería preservar su autonomía por encima de todo y se negaba a ser una mera extensión de la vida y obra de alguno de sus compañeros. 

La Verbena

La Verbena

La verbena, 1927.

Foto: Maruja Mallo, VEGAP, Madrid, 2012. Colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Contacto con el surrealismo en París

En 1932, la pintora consiguió una beca para ir a estudiar a París. Allí conoció a Miró, Magritte, Picasso, De Chirico y Bretón y se sumergió de lleno en el movimiento surrealista, dejando que su obra se impregnara de aquella disruptiva y emergente corriente artística. Aquel año, Maruja Mallo organizó una exposición de su obra en la Galería Perre Loeb de París en la que André Bretón, impulsor del manifiesto surrealista, quedó prendado de su obra Espantapájaros, que compró y definió como “una de las grandes obras del surrealismo”. 

Al poco tiempo, la pintora regresó a Madrid, empezó a colaborar con la Sociedad de Artistas Ibéricos y participó como profesora en las Misiones Pedagógicas, siendo una fiel defensora de la República. También dio clases de dibujo en el Instituto Escuela de Madrid, en el Instituto de Arévalo y en la Escuela de Cerámica de Madrid, donde creó una serie de platos de cerámica desaparecidos en la actualidad. Entre 1934 y 1935 siguió haciendo exposiciones en diversos museos de Londres y Barcelona. 

Cuando estalló la Guerra Civil española, Maruja Mallo se encontraba en Galicia, su tierra natal. Afortunadamente, la artista logró huir a Lisboa donde la recibió la poeta y Premio Nobel Gabriela Mistral quien, por aquel entonces, era embajadora de Chile en Portugal. Mistral consiguió que los Amigos del Arte le enviaran a su amiga una invitación para ir a dar unas conferencias sobre plástica española, cosa que permitió a la pintora trasladarse a Buenos Aires y dejar la guerra atrás.

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Veinticinco años de exilio

Maruja Mallo vivió en Buenos Aires durante prácticamente todo su exilio, que duró veinticinco años. Asentada en Argentina, Mallo pronto se incorporó a los ambientes intelectuales de Latinoamérica, dio conferencias, organizó exposiciones y colaboró con la revista de vanguardia Sur, para la que también escribía Jorge Luís Borges.

Durante aquellos años, la pintora viajó por Argentina, Chile y Uruguay, e hizo varias exposiciones en Brasil, París y Nueva York. Exploró las playas de Chile, quedando asombrada por la exuberante naturaleza de las playas de Punta del Este y Punta Ballena. En 1945 viajó junto a Pablo Neruda a Viña del Mar y la Isla de Pascua, buscando inspiración para un mural que le habían encargado para un cine de Buenos Aires.

En 1939, Maruja Mallo pintó su obra más importante El canto de la espiga y poco después publicó el libro Lo popular en la plástica española a través de mi obra. En marzo de 1947 viajó a Nueva York, donde conoció y se hizo amiga de Andy Warhol, y en 1948 su Cabeza de Negra ganó el I Premio Pictórico de la II Exposición Neoyorkina. Al año siguiente expuso en la famosa Carrol Gallery Carstairs de la Gran Manzana.

Antro de fósiles

Antro de fósiles

Antro de fósiles, 1930.

Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía. Colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Regreso a España después del exilio

Tras más de dos décadas, en 1962 Maruja Mallo volvió a Madrid. En alguna ocasión, la pintora dijo que no sabía bien por qué había vuelto si todos sus amigos estaban “en el exilio o bajo tierra”. Además, la artista temía que Franco se acordara de ella, al haber sido una fiel representante de la República, pero al llegar advirtió que no solo el dictador la había olvidado sino también todo el país.

Que la obra de Maruja Mallo se perdiera durante aquel tiempo responde tanto al estallido de la Guerra Civil, que eclipsó a muchos de los grandes artistas de los años previos al conflicto, como al machismo imperante en la época, que dejaba atrás a las mujeres creadoras priorizando a sus compañeros en los libros y el recuerdo.

Decidida a conseguir el reconocimiento que se merecía, Maruja Mallo se dedicó, durante los años sesenta y setenta a recuperar y reconstruir su obra. Retomó su colaboración en la Revista de Occidente, se reintegró en los círculos artísticos, asistió a tertulias y dio conferencias, siguió pintando y haciendo exposiciones y se acercó a los más jóvenes.

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Reconocimiento al final de la vida

A los 77 años, la Galería Ruiz Castillo de Madrid organizó una exposición antológica de su obra, en la que presentó por primera vez Los moradores del vacío, uno de sus últimos cuadros. En 1982 le fueron otorgadas la Medalla de Oro de Bellas artes y el Premio de Artes Plásticas de Madrid, logrando así el reconocimiento que tanto anhelaba.

Maruja Mallo falleció en Madrid el 6 de febrero de 1995, después de haber dedicado toda su vida al arte y habiéndose convertido en la pintora española más importante del siglo XX, a la altura de coetáneas de otros lugares del mundo como Frida Kahlo o Georgia O Keeffe.

Maruja Mallo

Maruja Mallo

Viajeros del éter, 1982.

Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía. Colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

La obra de Maruja Mallo

Maruja Mallo experimentó con distintos estilos y técnicas a lo largo de su trayectoria como artista. Podemos diferenciar su obra en cuatro etapas muy reconocibles. La primera etapa destaca por los colores intensos, las imágenes alegres y llenas de vida. Un buen ejemplo es 'La verbena', cuadro en el que podemos ver su surrealismo figurativo y el realismo mágico en el que diferentes escenas aparecen en una misma obra.

En su segunda etapa, la obra de Maruja Mallo cambia repentinamente y transita a imágenes menos vívidas de tonalidades grises y oscuras, en las que la artista se adelanta a la época trágica que asolará a España poco después. La obra que ejemplifica mejor este momento es 'Antro de fósiles'. Durante la década de los treinta, la artista también desarrolla una serie dedicada al proletariado, en el que el trigo es el centro de la obra, tal y como vemos en El canto de las espigas.

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cuenta con gran parte de la obra de la artista.

Una vez en Argentina, Maruja Mallo recupera los colores alegres de sus inicios, pero esta vez, lejos de relacionarlos con la fiesta, los vincula a la que fue la mayor fuente de inspiración para ella durante aquellos años: la naturaleza. En esta etapa pinta las 'Naturalezas vivas'.

A los setenta años, ya España, termina su obra con Los moradores del vacío, imagen en la que juega con elementos como los planetas y las naves espaciales, proyectando el futuro que aún está por llegar.

La obra de esta artista caracterizada por su espíritu libre y rompedor, plasmado a través de una mirada sensible y despierta, ha sido expuesta en los mejores museos y galerías de Europa y América. Actualmente, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cuenta con varios de sus cuadros más emblemáticos, que siguen fascinando y sorprendiendo a quienes contemplan el arte de la última pintora surrealista del país.