Andanzas de un pulgón

Quién se come a quién en una agalla de lentisco (Pistacia lentiscus).

Cuando en Europa crecían selvas de laureles, con palmeras y magnolias, ya había en ellas lentisco. Hoy, unos diez millones de años después, este arbusto, pariente del pistachero, alegra los matorrales mediterráneos con sus hojas resinosas, de un vivo color verde hierba. En una de ellas deambula un pulgón, verdoso y rechoncho; vamos a seguir sus andanzas.

El insecto está hincando su “pico” en la hoja del lentisco, y alrededor de las picaduras comenzará a hincharse el tejido verde. En unos días surgirá así una agalla, con silueta arriñonada, que al madurar lucirá tonos rojizos. Dentro de esa hinchazón de la planta nacerán las crías de nuestro protagonista, que era una hembra de las que hacen agallas, es decir, una fundatriz, pues funda una agalla. La fundatriz solo es una de las muchas fases que tiene esta especie, el pulgón del lentisco (Aploneura lentisci).

Nuestra fundatriz, sin necesidad de ningún macho (pues no los hay aún), se reproduce nada menos que dando a luz a sus crías. Todas serán hembras sin alas, como su madre, y vivirán chupando la savia del lentisco bien protegidas dentro de la agalla. O quizá no tan a salvo, porque a ese refugio húmedo y tierno pueden acceder enemigos terribles. Si acierta a entrar una larva de la mosca-avispa Meliscaeva, se hartará de devorar a las jóvenes pulgonas, cazándolas en la oscuridad con la parte anterior, aguzada, de su cuerpo de gusano. Otra larva de mosca hace lo mismo, pero es menor, redondeada, y al hacerse adulta no se transforma en un insecto amarillo con rayas negras, como la anterior, sino en una mosquita cenicienta y pálida, la Leucopis. A estos dos asaltantes medianos hay que añadir uno ínfimo, la avispilla Pachyneuron, que inyecta un huevo a la fundatriz para que la consuma por dentro la larva que de él sale. La agalla en este caso no enrojecerá ni crecerá lo normal. Y luego está el mayor de todos estos pequeños monstruos: la oruga de la Alophia. Jaspeada de verde y rosado, lo mismo come tejido vegetal que se ceba en los pulgones que la rodean. Sigue con esta dieta mixta hasta convertirse en crisálida y después en una mariposa nocturna, parduzca y menuda. En su agalla quedarán los restos de su crecimiento, las mudas de su piel de oruga. A veces no se convierte en mariposa, porque la mata, al salir de su cuerpo, una avispa icneumónida que la parasitaba, una Pimpla, delgada, negra y roja. Gracias a este parásito mortal, ¿cuántos pulgones se salvarán de la oruga?

Si los pulgones tienen suerte, ninguno de estos invasores arruinará su agalla. Entonces los descendientes de la fundatriz prosperarán en ella, sucediéndose durante la primavera y el verano varias generaciones de esta fase vivípara y sin alas. La agalla se llenará de hasta cien Aploneura. Ya en otoño, nacerán de ella pulgones alados, que se marcharán rumbo al pasto de los claros del matorral. Su instinto los dirige a las raíces de las gramíneas, en las cuales originarán una nueva saga de pulgones, otra vez sin alas. Esta generación se nutrirá de savia en las raíces de las espigas, resguardada bajo tierra del frío invernal. Puede que demos con estos pulgones subterráneos al levantar una piedra, asomando como puntos blancos que se mueven cubiertos de escamas de cera que les dan un aire estrafalario.

Al final del invierno, la colonia subterránea enviará al exterior una partida de pulgones voladores que se posarán en el lentisco. Y allí alumbrarán a la última generación de este increíble ciclo, a los machos y hembras que por fin se aparearán y crearán una nueva hornada de fundatrices. Estas nacerán de un huevo, al año siguiente, y con ellas empezará otra vez esta historia que, si no estuviese documentada por los entomólogos desde hace más de un siglo, difícilmente podría creerse. Pero vivimos en un mundo tan extraño que una simple hoja de lentisco puede esconder algo capaz de llevarnos más allá de nuestra imaginación.

Referencias:
– Zavattari, E. 1921. Ricerche sulla biologia dell’ Aploneura lentisci Passerini. Parte prima – Legione gallecola. Acta Zoologica, 16-52.