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La ambulancia aérea que nunca llegó a Chiquihuitlán, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

San Pedro Chicozapotes, San Juan Bautista Cuicaltán.- En la mente de Teresa Micaela Peláez Jiménez la justicia es un principio moral controlado a conveniencia, inaccesible para muchos y bajo esa óptica le resulta un derecho que se observa lejano, pero al que –asegura - no renunciará frente a la tragedia que vive.


Sobre el regazo descansan sus manos entrelazadas a las de su hija. Respira hondo. Toma fuerza. Aún convalece a la muerte de su hijo en el parto, a la pérdida de su matriz y al desamparo institucional.


La mujer, originaria de Chiquihuitlán de Benito Juárez, se acomoda en el sillón de la casa prestada establecida en San Pedro Chicozapotes, en la que vive temporalmente para continuar asistiendo a sus citas médicas en Cuicatlán.


A un lado de su asiento están apiladas un montoncito de cobijas y petates en los que duerme bajo un techo corroído. De frente una lista de medicamentos que tuvo que comprar porque, salvo el fumarato ferroso, el hospital no tiene antibióticos y otros más para su recuperación.



Micaela aún convalece tras la muerte de su hijo en el parto, a la pérdida de la matriz y al olvido institucional. FOTO: Mario Jiménez

Se pronfundiza la pobreza


La adquisición de medicamentos absorbió a la familia, profundizó la injusticia. Su condición de pobreza empeoró. Rutilio, su esposo, perdió la producción en el campo, Ivette, su hija de diez años de edad, tuvo que dejar la escuela. La familia esta sostenida por coraje.


“Lo primero que haré al recuperarme – explica con el nudo amarrado a su voz -, será ir a ver a mi bebé, hablar con él porque ni siquiera lo vi. Le daré gracias a Dios porque creo que Dios se lo llevó a él para salvarme a mí. Sólo él sabe porque hace las cosas. Espero ir superando el dolor por mi familia. Todos estamos tristes”, expresa con la fuerza que domina el llanto.


La mujer egresó del hospital de Cuicatlán Alberto Vargas Merino el pasado 15 de octubre, nueve días después de haber ingresado de urgencia con la matriz perforada.


La atención a su salud no le ha permitido iniciar un procedimiento legal que otorgue la justicia que – asegura - necesita para evitar que una experiencia como la de ella se vuelva a repetir. Aquello le queda claro. No dejará que su caso quede en el olvido, sostiene.


El jueves trágico



Micaela y su familia duermen sobre el piso de una casa prestada en San Pedro Chicozapotes debido a la cercanía con el hospital de Cuicatlán, en donde continúa con su tratamiento. FOTO: Mario Jiménez

Fue un jueves trágico, recuerda. El reloj marcaba las 07:00 horas. Era el 5 de octubre de 2017. Después de dos días continuos de lluvia debido a los remanentes de la tormenta tropical Ramón, el sol salió sobre Chuiquihuitlán.


Micaela abandonó la cama con el sueño interrumpido. Un líquido transparente escurría entre sus piernas. Algo no andaba bien. Era la semana 36 de un embarazo de alto riesgo debido a que su segunda gesta se daba a sus 39 años de edad, además de la posición transversa en la que se encontraba acomodado el bebé que llevaría por nombre Emanuel.


Conscientes de los signos de alerta, Micaela y su esposo Rutilio se trasladaron a la Unidad Médica Rural del IMSS. La enfermera Teresa Salvador y el médico pasante Aaron, los recibieron. Tras la valoración indicaron que era urgente el traslado al hospital situado a 68 kilómetros de la localidad enclavada en la región de la Cañada.


Sin dejar pasar más tiempo, Rutilio solicitó ayuda a la regidora de salud y su suplente, el resto del cabildo se encontraba en la apertura de los caminos. El paso desde Chiquihuitlán hasta Cuyamecalco – al menos 30 kilómetros- quedó sepultado por deslaves. Estaban incomunicados.


La regidora de salud y su suplente llamaron al presidente municipal para informar sobre la emergencia. Paralelamente a esa hora, alrededor de las 11:00 am, Martha Limón y Santiago Parra, funcionarios del IMSS en Huajuapam de León y Teotitlán de Flores Magón, respectivamente, confirmaban que ya se había hecho la solicitud de ambulancia aérea para el traslado y habían asegurado a la familia que la situación estaba bajo control.


Horas perdidas


El helicóptero aterrizaría en la unidad deportiva de la telesecundaria. El área fue marcada y señalizada. “Estábamos confiados de que iba a llegar, nos lo aseguraron”, rememora Rutilio.


Micaela fue canalizada y enfundada en bata. A las 12:00 del día se encontraba en el lugar marcado a la espera del puente aéreo, pero los minutos se volvieron horas, las horas una eternidad.


En ese momento Micaela continuaba sin presentar dolor. “Lo único que deseaba era que llegara la ambulancia aérea para salir. Estaba desesperada, ya había pasado mucho tiempo. Me preocupaba la salud de mi bebé”.


Pasaron cinco horas de inútil espera con la insistente afirmación de los funcionarios del IMSS de que no había mayor riesgo ni en Micaela ni en el bebé, incluso aseguraron a la familia que ambos podían esperar a ser trasladados hasta la mañana siguiente.


El médico, la enfermera, Micaela y Rutilio, no tuvieron más opción que regresar a la unidad médica a enfrentar lo que vendría. El reloj marcó las 20:00 horas. Llegó el síndico José Manuel Altamirano y el regidor de Hacienda Javier Vargas. Volvían de los trabajos de liberación de camino.


Ante la emergencia propusieron hacer el traslado vía terrestre entre los caminos accidentados, pero Micaela ya había comenzado la labor de parto. A pesar de la posición transversa, el bebé fue expulsado vía vaginal. Nació muerto. Durante el parto Micaela sufrió perforación de útero y comenzó a desangrarse.


Un centenar de pobladores se reunieron para ayudar a abrir camino hacia el hospital. Unos lampareaban, otros montaron puentes para atravesar los ríos, algunos más cargaron la camilla con Micaela desangrándose. Pensar en su hija le hizo sacar fuerza para continuar viva y no perder la conciencia durante las cuatro horas y media de viaje entre caminos desechos, árboles caídos y deslaves. La mujer logró llegar al hospital. Salvo su vida de milagro, afirmaron los doctores.


“No nos dieron ni el pésame”



La injusticia continúa sobre Micaela. Ha tenido que pagar por medicamentos y a donadores de sangre. Fue damnificada por las lluvias, pero no recibió ni el pésame. FOTO: Mario Jiménez

“Nadie ha preguntado por nosotros. Creo que porque somos de un pueblo no nos hicieron caso, pero el gobierno sí tuvo tiempo de ir a otros pueblos después. El gobernador fue a Chapulapa a ver a los damnificados. A nosotros no nos dieron ni el pésame”, señala Micaela.


“Nos tienen como si hubiéramos sido animales que mueren sin dueño, nos dejan así nomás en la calle”, agrega Rutilio.


La familia esta convencida de que nada les regresará la vida de Emanuel, sin embargo esperan que exista sanción para los responsables de las omisiones en el traslado hacia el hospital y que de esta manera se mejoren los procedimientos para la atención de emergencias de este tipo en las zonas de difícil acceso.


De igual manera demandarán la reparación del daño para Micaela, a través del pago de gastos médicos, pues a pesar de estar siendo atendida en el IMSS no le proporcionan medicamentos, incluso tuvieron que pagar a donadores para recuperar la sangre trasnsfundida a Micaela.


“Nosotros fuimos la familia más afectada por las lluvias de Ramón. No perdimos nuestra casa, pero perdimos una vida. Después el gobernador y su esposa fueron a Chapulapa, cerca de Chiquihuitlán, fueron a visitar a personas damnificadas que sí perdieron su trabajo, su casa se dañó, pero lo mas triste fue el caso de la mujer embarazada que perdió a su bebé. Nada le costaba ir a buscarnos y darnos las condolencias por lo menos”, reprocha Leonides Zúñiga, cuñada de Micaela.

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