En la comunidad rinconadina circulan diferentes relatos acerca del rol que la Piedra de los Muertos pudo tener como lugar de enterramiento o incluso de incineración de los restos de personas fallecidas en alguna epidemia. Muchas personas señalan haber escuchado de labios de alguno de sus abuelos o bisabuelos que por la comuna se veían cruzar carretas con los cuerpos de las víctimas de alguna enfermedad infecciosa, que eran conducidas desde las ciudades hasta el borde del cerro, un lugar alejado de los centros urbanos, donde la enfermedad no podría seguir propagándose. Efectivamente, las enfermedades epidémicas se presentaban con relativa frecuencia en una sociedad en que las acequias y canales cumplían los roles de agua potable y alcantarillado. Entre 1886 y 1887 llegó a Aconcagua desde Argentina la enfermedad del cólera, que pese al aislamiento decretado y el cordón sanitario que se estableció para el valle, terminó expandiéndose por gran parte del país, causando estragos entre la población. En esa ocasión los hospitales existentes no dieron abasto para el cuidado de los enfermos, y se establecieron lazaretos en iglesias, fundos -entre ellos La Monja- y otros lugares, como la estación de trenes de Los Andes.

Cultivos y pastizales en faldas de La Piedra de los Muertos.

En contraste, muchas de las versiones recogidas en Rinconada señalan que el uso de la Piedra de los Muertos habría sido durante una epidemia, al parecer de cólera, que habría tenido lugar en la década de 1930. No ha sido posible acceder a datos de una enfermedad con estas características, ya que en la década del 30 en nuestro país la principal epidemia fue un brote de tifus, que se manifestó sobre todo en la región de Biobío y la ciudad de Santiago (Laval, 2013). Por tanto, parece plausible pensar que el eventual uso de la Piedra como fosa común pudo ocurrir en la época de la gran epidemia que afectó al valle, es decir la de 1886. Si bien algunas personas afirman que no existen evidencias de este tipo de hechos, los relatos orales concuerdan con lo poco que se conoce de este tema, ligado a recuerdos dolorosos que muchas veces como sociedad preferimos olvidar.

Terrenos potenciales para cultivo y crianza de animales en faldas de La Piedra de los Muertos.

Pese a la amplia difusión de estos relatos, en la Piedra de los Muertos no se han realizado hallazgos de cuerpos ni de otras evidencias que impliquen la presencia de entierros. No existen tampoco testimonios de que en el lugar se hayan realizado peregrinaciones o ritos religiosos, o que se haya señalado con algún elemento material la presencia de tumbas. Únicamente, a mediados de la década de 1970 la familia de Silvestre Ochagavía, propietario del fundo las Bandurrias, junto al sacerdote Luis Ramírez, mandó instalar a un costado de la piedra una imagen de la Virgen María. Lo que sí se conoce es que el área en torno a la Piedra fue un lugar por donde circularon los antiguos pobladores del territorio, puesto que las personas manifiestan que en el lugar no es raro encontrar puntas de flecha, sobre todo después de las lluvias. El arqueólogo Carlos Coros, director del Museo Arqueológico de Los Andes, señala que en el lugar se dio un breve evento de talla: un pequeño grupo de personas escogió instalarse allí para tallar puntas de proyectil, en lo que podríamos llamar un pequeño taller lítico, dejando en el lugar sus desechos, lo que nos permite en la actualidad dar cuenta de este hecho (Carlos Coros, comunicación personal, 2022). Actualmente en el sector se planifica la creación de un parque municipal de 80 hectáreas, con presencia de flora nativa y extensos terrenos despejados. De esta forma, se busca garantizar a la población el acceso a áreas verdes comunes, algo que constituía una práctica usual con las visitas a los cerros, quebradas y canales, pero que se ha visto limitado por el cierre de terrenos para la construcción de condominios o la expansión de las tierras de cultivo, constituyendo una importante preocupación para la población”. (2)