Aquellos jóvenes locos del ‘Diario de Regatas’

Diario de Regatas nos dio las claves para editar una publicación sobre náutica con un formato inédito

Menudo subidón nos dio el día en que Antonio Banderas y su entonces mujer Melanie Griffith posaron para la prensa con nuestro Diario de Regatas

GACETA NÁUTICA nació en julio de 2002, pero en realidad se empezó a fraguar tres años antes, con la creación de la cabecera DIARIO DE REGATAS, un periódico impreso en papel prensa y editado por Mallorca Press que se repartía cada día durante las principales regatas del entonces boyante circuito nacional de cruceros. Aquel fue un producto tan audaz y tan complicado de producir que nos dio la fuerza y la experiencia para emprender cualquier empresa posterior.

Cuando presentamos la idea de editar un diario para repartir en las regatas, los organizadores nos dijeron que «muy bien» mientras no les costara dinero, pero en el fondo pensaron que no seríamos capaces de hacerlo. «Intentadlo, no hay problema, pero ¿estáis seguros de que vosotros –ese «vosotros» iba generalmente acompañado de un gesto de incredulidad– podéis producir 12 páginas diarias?».

«Vosotros» (o sea, nosotros) éramos entonces unos jóvenes periodistas con ganas de hacer muchas cosas y, en mi caso concreto, la experiencia de once años en la redacción de un diario de información general. Hay que situarse en 1999. Los medios técnicos eran muy limitados si se comparan con los actuales, pero para quienes veníamos de trabajar con pantallas de ordenador negras con letras verdes los avances que ya estaban implantados en materia de edición nos abrían las puertas de un futuro por cuenta propia. En realidad, aunque a la gente ajena al gremio le pareciera mentira, a mediados de los 90 ya era posible maquetar un periódico con la apariencia de una gran cabecera en una pequeña redacción. Sólo hacía falta conocimiento del oficio y un ordenador «potente». En nuestro caso fue un G3 de Apple que hoy sería incapaz de competir en prestaciones y velocidad con el más económico y básico de los «smartphones».

Recuerdo que José Antonio Pipó, el fundador de DIARIO DE REGATAS y GACETANÁUTICA, me preguntó también muy serio si seríamos capaces de hacer un producto de calidad: «Para hacer una chapuza no vale la pena intentarlo». «Claro», respondí, «sólo necesitaremos que alguien nos lo imprima; de la redacción, el diseño, la distribución y la comercialización y las fotos nos ocuparemos nosotros».

Y lo hicimos. Vaya que si lo hicimos. El primer DIARIO DE REGATAS se imprimió en Mallorca, pero pronto nos dimos cuenta de que corríamos el riesgo de convertirnos en unos románticos que trabajan para que ganara dinero la empresa impresora, como tantos y tantos editores que nos habían precedido. Por increíble que parezca, en aquel tiempo –y puede que en algunos casos la situación no haya cambiado– era más económico tirar el diario en una rotativa de la península y transportarlo en avión a Mallorca que trabajar con los proveedores locales, quienes vivían su época dorada con la publicación de innumerables cabeceras temáticas y diarios extranjeros destinados al turismo. No les faltaba trabajo y no tenían la necesidad de apoyar un producto como el nuestro.

La sensación cada vez que abría uno de aquellos diarios era la de haber obrado un pequeño milagro
En ese momento tomamos una decisión que sentó las bases de nuestro futuro. Cualquier otro en la misma situación hubiera optado por abandonar (montar un negocio para perder dinero, por muy vocacional que sea, no tiene sentido), pero nuestra juventud y, por qué negarlo, el orgullo de no claudicar ante los agoreros que habían anunciado nuestro pronto naufragio nos llevaron a cometer la bendita locura de busca un impresor fuera de la Isla.

El producto que hacíamos tenía que estar diariamente en la calle los días de las regatas a las nueve de la mañana, cuando las tripulaciones empezaban a llegar al club. Eso significa que la producción se realizaba en la franja horaria entre el final de la jornada y las doce de la noche del día anterior, en que enviábamos archivos abiertos y pesadísimos a nuestra rotativa en Valencia a través de una línea RSDI que se quedaba colgada uno de cada tres intentos. Los paquetes con los diarios se enviaban a Palma (o a la ciudad donde estuviéramos cubriendo la regata) con el servicio de Iberia Cargo y eran recogidos a las siete de la mañana por nuestros repartidores, que muchas veces éramos los mismos que habíamos escrito, hecho las fotos, maquetado el diario y enviado las páginas. (Un pequeño inciso: los carretes se revelaban y había que escanear los negativos).

Aquellas jornadas maratonianas nos convirtieron en unos periodistas muy resistentes. La sensación cada vez que abría uno de aquellos ejemplares aún húmedos de tinta y con olor a plomo de DIARIOS DE REGATAS era la de haber obrado un pequeño milagro. Y creo que muchos lectores eran conscientes del trabajo colosal que aquello representaba para una empresa tan pequeña como la nuestra y de las elevadas dosis de ilusión que requería. Muchos de los que luego se convertirían en lectores asiduos y clientes de GACETA NÁUTICA nos cogieron cariño en aquella época. La acogida del producto fue impresionante y durante los años previos a la definitiva explosión de Internet y el periodismo digital fue incluso un buen negocio gracias al apoyo de las marcas comerciales que sostenían el circuito nacional de vela.

Toda esta batallita tiene por objeto explicar no tanto las razones que nos llevaron a publicar GACETA NÁUTICA como la elección del formato. Con DIARIO DE REGATAS nos dimos cuenta de que era posible hacer un producto económicamente sostenible si el dinero que otras publicaciones invertían en papel se destinaba a cuidar el contenido. En España existían numerosas revistas dedicadas al sector náutico, de modo que, cuando llegó la hora de crear nuestro mensual, teníamos dos opciones: hacer lo que los demás o hacer algo diferente. El criterio fue mantener el formato tabloide, maquetar a cinco columnas, imprimir en rotativa de prensa con papel de bajo coste y apostar por contenidos exclusivos siempre que fuera posible. Todo muy bonito, salvo que a los anunciantes que debían sostener el producto no les convencía nada que un mensual tuviera la misma apariencia que un diario. Súmenle que ni siquiera todas nuestras páginas podían entonces imprimirse en color. Pero había que intentarlo. Sabíamos que con los costes de una revista no llegaríamos a ninguna parte. La locura de DIARIO DE REGATAS nos había enseñado a planear una travesía de largo recorrido por una ruta que nadie había explorado en España. Nos dio las claves del producto GACETANÁUTICA. Y aquí estamos.

Repasar nuestra pequeña historia ha sido, para quienes pusimos en marcha el proyecto y seguimos embarcados en él, un ejercicio sin duda muy gratificante. Ninguno de nosotros era del todo consciente de haber escrito la crónica de la náutica recreativa balear del siglo XXI. Los periodistas vivimos en el presente, apenas dedicamos unos instantes a saborear un trabajo bien hecho porque siempre estamos en «lo siguiente». De hecho, yo mismo me he resistido hasta el último minuto a escribir este texto. Sabía que tenía motivos para sentirme orgulloso y que no debía tener miedo a exponer públicamente ese sentimiento, pero a la vez me daba miedo comprobar –como de hecho ha ocurrido– lo rápido que pasa el tiempo. Han pasado 15 años y parece que fue ayer. Pero no es así. Basta ver la imagen que me devuelve el espejo.

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