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La ciudad de los ángeles caídos

La ciudad de los ángeles caídos

Cuando un turista visita Los Ángeles lo hace atraído por el brillo de las estrellas de su industria del entretenimiento. Pero, además de las tiendas de lujo, los cochazos y los restaurantes posh de dudoso gusto, esta ciudad esconde un cementerio lleno de las pesadillas de los que se dejaron el pellejo o la cordura persiguiendo la gloria. Por cada historia con final feliz, las calles de Hollywood esconden centenares de dramas de lo que pudo haber sido y no fue. O de los que, como el guitarrista Aaron North, se quedaron a medio camino.

Aunque en 2007 todo parecía irle viento en popa. Hacía dos años que era el solista de Nine Inch Nails, una institución del rock americano con más de 20 millones de discos vendidos en sus, por entonces, 19 años de carrera. El estilo caótico y punk del joven instrumentista había convencido al líder indiscutible de la banda, Trent Reznor y encajaba como un guante con la violencia sonora del mítico grupo de rock industrial.

"Apareció en la audición con muy mala pinta y un equipo de mierda. Parecía que se acababa de levantar y me dieron ganas de pegarle -recordaba Reznor sobre su primer encuentro en una entrevista-. Entones empezó a tocar y con la primera nota supe que era perfecto para el puesto. Simplemente tocó y trajo el caos. Inmediatamente hizo que la banda se convirtiera en otra cosa".

El DVD en directo Beside You in Time (2007) documenta la etapa de North en Nine Inch Nails y permite disfrutar del enorme talento del guitarrista californiano. El caos sonoro del que hablaba Reznor se completaba con una actitud escénica asalvajada e imprevisible. Cada noche desplegaba una intensidad tan incontrolable que hacía sospechar que algo no iba del todo bien.

Su carrera había empezado diez años antes, cuando todavía era un adolescente punk de Hermosa Beach. Su primer grupo de relevancia fue The Icarus Line, que combinaba la fiereza de The Stooges con las estructuras cubistas y anárquicas del post hardcore. Las primeras giras del grupo, a principios de la década del 2000, hicieron que la popularidad del guitarrista creciera como la espuma dentro del negocio. Una fama que no siempre era positiva. Su espíritu destructivo lo llevó a protagonizar anécdotas como arrojar al público todo su equipo -amplificadores y pantallas incluidas- durante un poco afortunado concierto al aire libre en California, o a mancillar una reliquia sagrada del rock tejano en la propia Texas.

Este episodio tuvo lugar durante una actuación en Austin, cuando a mitad del concierto y ante la actitud hostil del público, North destrozó la vitrina donde se exponía una guitarra que perteneció a Stevie Ray Vaughan. Acto seguido, cogió el instrumento e intentó enchufarlo a su amplificador para continuar el recital, pero los guardias de seguridad de la sala se arrojaron sobre él de inmediato, jaleados por el indignado respetable. El propio músico aseguró más tarde que su intención no era "liberar" la guitarra y devolverla a la vida creativa, como dijeron algunos, sino que se trató simplemente un episodio psicótico.

North grabó dos discos y varios singles con The Icarus Line, donde compartía liderazgo con el carismático vocalista Joe Cardamone. Su segundo LP, Penance Soiree (2004), era el que en teoría debería haberlos lanzado al estrellato como los nuevos Jane´s Addiction. Pero, pese a contar con el respaldo de la poderosa compañía V2, eso no sucedió. La propuesta de The Icarus Line era demasiado agresiva y rompedora para un público que en esos años se dividía entre los estertores finales del Nu Metal, el inofensivo revival Grunge y el rock de juguete de The Strokes. Pero, pese a sus escasas ventas, este magnífico trabajo sirvió de escaparate para que nuestro protagonista entrase en el punto de mira de Trent Reznor.

El guitarrista abandonó The Icarus Line en el año 2005. Cardamone continuó liderando el grupo diez años más, aunque nunca superó el estatus de banda de culto. Mientras tanto, North disfrutaba del éxito junto a Nine Inch Nails, llenando grandes recintos por todo el mundo y recibiendo alabanzas unánimes. Pero sus graves problemas mentales volvieron a afectar a su trabajo. Los destrozos que provocaba en su equipo y sus instrumentos se volvieron habituales y alcanzaron su clímax durante un concierto en 2006, en el que hirió a un agente de seguridad, con la consiguiente denuncia y sustanciosa indemnización.

Pese a los contratiempos que generaba, su talento le permitió conservar el trabajo hasta 2007, año en el que formó una nueva banda, llamada Jubilee. Pero, tras pocos meses en activo y con un disco a medio grabar, North tuvo que ser hospitalizado por una grave crisis nerviosa. Le diagnosticaron una depresión severa y un trastorno bipolar. No ha vuelto a tocar una sola nota en público desde entonces.

Parte del reconocimiento del polifacético artista provenía también de la página web y sello musical Buddyhead, cuya dirección abandonó ese mismo año. No se supo nada de él hasta 2013, cuando la revista Spin le dedicó un amplio reportaje que supuso un mazazo para la escena musical de californiana. North vivía prácticamente en la indigencia, durmiendo en su furgoneta o en casa de parientes. No contaba con ingresos regulares y la medicación que controlaba sus trastornos le impedía tocar y llevar una vida normal. Desde entonces no ha habido más noticias.

No es este el primer caso en el que un artista se hunde por la enorme presión que ejerce la industria del espectáculo. Los problemas de North no empezaron con el éxito que experimentó en Nine Inch Nails, pero se agravaron hasta el extremo de agotarlo completamente en pocos años. Ni había cumplido los treinta cuando su mente estalló y tuvo que abandonar su carrera, que permanecerá como el corto y errático legado de un instrumentista brillante, que supo convertir en sonido el caos que escuchaba en su cabeza. Y también como una víctima más de la implacable voracidad de la ciudad de Los Ángeles.

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