Columna

Los tontos con poder; una aproximación

Tendemos a reverenciar al poder y a las personas que lo ostentan. Si ha llegado tan alto, nos decimos, por algo será. Sin embargo, cuando observamos algunas de las cosas que hacen o dicen determinadas personas que mandan en política, en la empresa o en las comunidades de vecinos, esa imagen mitificada de sapiencia se desmorona con estrépito. Sin son tan tontos, nos preguntamos entonces, ¿cómo han podido llegar a ostentar tanta responsabilidad? Diego Armario, el que fuera director de Radio Nacional, aborda con inteligencia y humor esta delicada cuestión en su divertido libro Los tontos con poder (Almuzara).

Comienza el autor utilizando una frase de Forrest Gump para la definición del protagonista: 'Tonto es aquel que hace tonterías', para directamente ir al grano. En todas las organizaciones hay tontos, necesarios a veces para que los listos puedan gobernarla. No son malvados -que para ello hay que ser inteligentes- sino, sencillamente, estúpidos. Lo malo es que se lo creen, y actúan y se comportan en consecuencia. Y como afirmaba en su artículo El efecto multiplicador de un imbécil el catedrático de Economía José María Lozano Irueste, 'un tonto, en un lugar preciso, puede causar un daño infinito'.

Los tontos con poder más reconocibles están en la política, cómodamente instalados en cualquiera de los partidos. Son más visibles porque están más expuestos a la luz pública. Se hizo célebre la frase de un pariente: 'Hasta ahora, sólo los de la familia sabíamos que era tonto. Desde que lo han hecho ministro, lo sabe todo el país'. Pero no se confíe. También pululan por las empresas. Con toda probabilidad, también en la suya, aupados como equipo de un listo, por el infalible principio de Peter: 'Con el tiempo, todo puesto de una jerarquía tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus funciones', o por el menos conocido principio de Dilbert: 'Los trabajadores menos eficaces son trasladados sistemáticamente a puestos donde pueden hacer menos daño hasta terminar convirtiéndose en directivos'.

Los estúpidos con poder más reconocibles están en política; pero no se confíe, también pululan por las empresas

Resígnese a convivir con tontos. Decía Schiller: 'Contra la estupidez, hasta los mismos dioses luchan en vano'. Identifíquelos y procure disminuir las consecuencias de su estulticia. Y no olvide que, de todos ellos, el más cansino es el clasificado como 'tonto insistente', que es el que se empeña en explicarte una cosa que tú has entendido desde el primer momento, pero que sigue explicándotela porque está intentando comprenderla él. Le suena, ¿verdad?

En el delicioso ensayo de Carlo Cipolla La estupidez humana se demuestra aquello que todos, por experiencia, sabemos. Que es mejor negociar con una persona lista que con una tonta. ¿Por qué? Pues porque puedes intuir la lógica de la persona inteligente, e intentar buscar soluciones que resulten beneficiosas para ambos. Con una persona tonta eso es imposible. Aunque intentes demostrarle que un determinado acuerdo es positivo para los dos, termina siempre decantándose por soluciones más costosas para las partes, o incluso negativas para sus propios intereses. Son aquellos que actúan bajo el principio 'con tal que tú no ganes, soy capaz de perder yo'. De ahí que, muchas veces, los buenos negociadores prefieran enfrentarse a un malvado inteligente que a un estúpido sin maldad.

Carlo Cipolla enuncia cinco leyes fundamentales de la estupidez. Primera: siempre se subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. Segunda: la posibilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquiera de sus otras características. Tercera: una persona estúpida es aquella que causa daño a otras sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o, incluso, sufriendo un perjuicio. Cuarta: las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de los estúpidos. Olvidan que, en cualquier lugar o circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error. Quinta: los estúpidos son las personas más peligrosas que existen, mucho más, incluso, que los malvados.

Seguirán existiendo tontos con poder por los siglos de los siglos. La estructura del poder crea huecos y los reserva para este tipo de personajes que aparecen como imprescindibles a pesar de su mediocridad. Simplemente aprendieron cómo funciona el sistema. No son líderes, sólo son jefes aduladores y con deseo de ser adulados.

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