El ser humano produce entre 150 y 270 gramos de heces al día (unos 5 kilos al mes). El 75% es agua y un 25% sólidos, habiendo un 30% de bacterias muertas, entre un 10% y un 20% de grasas, de un 10 a un 20% de sustancias inorgánicas, un 2 o 3% de proteínas y un 30% de otros productos.
Los coprolitos (heces fosilizadas) humanos más antiguos conocidos datan de hace unos 50.000 años y fueron hallados en 2004 en la cueva de El Salt (Alicante).
Por tamaño, el zurullo fosilizado más grande que se conoce (unos 20 cm de largo y 5 cm de ancho) tiene procedencia vikinga. Lo hallaron en 1972 en la ciudad inglesa de York, en las obras para la construcción del Lloyds Bank (pura analogía freudiana entre el dinero y la mierda). Expuesto (el zurullo) en el Jorvik Viking Centre de dicha localidad, su ficha lo data en 1235, «obra magna» de un tal Magnus Ragnarsson, que a lo que se ve acababa de comer carne, pan, cereales, fruta y nueces.
Medicina estercolaria
Resulta sorprendente la cantidad de escritos de la Antigüedad (especialmente en Roma), que narran la curación de heridas, llagas y enfermedades tratadas cum stercore humano. Con heces y orina. Columela, Catón el Viejo, Dioscórides, Catulo, Estrabón y otros hablan de los dientes blancos, barbas clareadas, ojos debilitados, niños raquíticos y dolores de cabeza tratados todos ellos con remedios a base de orina. Esos mismos romanos que reprochaban a cántabros y celtíberos enjuagar sus bocas con pis, aceptaron más tarde que algunas de las más bellas damas romanas se embadurnasen la cara con mierda, para así preservar la lozanía del rostro, moda a la que se opuso sin éxito San Jerónimo y que pervivirá en el tiempo, pues cuenta Etienne-Louis Geoffroy que en la Francia del 1700 «una dama de alcurnia usaba esta agua estercoral (...) de un criado muy joven y sano», sirviéndose cuando podía de meconium, «la primera deposición de un recién nacido».
El zurrusco como medio de tortura
Narra Plutarco un refinado suplicio infligido por el persa Artajerjes al hombre que mató a su padre, el rey Jerjes. Un castigo en el que los excrementos del propio condenado causaban su muerte. Encerrado el preso entre dos gruesos tablones vaciados con su forma, de manera que ambos encajaban y por sus extremos sólo sobresalían cabeza y pies del preso, se le daba de comer miel y leche. Precisado a hacer sus necesidades dentro de ese sarcófago de madera, dice Plutarco que «la corrupción y la podredumbre de los excrementos engendran una porción de gusanos que le roen las carnes y penetran hasta las partes nobles. Cuando se ve que el criminal ha muerto, se quita el cubo que cubría su cuerpo y se halla toda su carne roída por los gusanos y en sus entrañas enjambres de ellos que todavía las devoran. Este suplicio suele durar algunas veces hasta 17 días».
Primeros chistes 'marrones'
El Philogelos (amante de la risa) es la más antigua antología de chistes que se conserva. En sus 265 chistes hay algunos que hacen alusión a las heces humanas, siendo los primeros chistes marrones de la historia. Uno de ellos narra la ocurrencia de un lumbreras que cambia de casa y tras limpiar el polvo y la suciedad que había en frente de la puerta, coloca un cartel en la misma diciendo: «Cualquiera que tire excrementos aquí, sepa que no le serán devueltos».
"Limpiaculos del rey", oficio con futuro
Fue en Inglaterra, durante el reinado de Enrique VIII (1491-1547), en donde se creó uno de los oficios más repugnantes del mundo, el Groom of the Stool, o por decirlo rápidamente, el mozo de las heces regias, pues ayudaba al monarca en su defecación y cuidaba de la caca real.
La palabra Stool (taburete) hacía referencia a un pequeño inodoro portátil que portaba el mozo junto con agua, toallas y una jofaina para lavarse. Este mozo de heces cuidaba también de la dieta del rey.
El 'truño' como medio de salvación
En su Relación de la cárcel de Sevilla (hacia 1587), el abogado de la Real Audiencia sevillana don Cristóbal de Chaves narra algunas historias peculiares acaecidas en aquel «asqueroso albergue» en donde estuviera preso Cervantes y se engendrase El Quijote. No pocas de ellas tienen relación con los excrementos de los presos. Así, dice Chaves que la prisión contaba con un pozo muy grande y hondo, con escaleras, en donde se arrojaban las inmundicias de los penados. Cuando alguno de ellos iba a ser azotado, huía y se metía hasta la garganta en los excrementos, de tal forma que se libraba del castigo.
Las deyecciones más literarias
En la más española de las literaturas, la picaresca, se hallan no pocas referencias escatológicas. Ya en el Guzmán de Alfarache (1599) Mateo Alemán cuenta como, a raíz de un susto, al ama del pícaro «le faltó la virtud retentiva y aflojándosele los cerraderos del vientre, antes de entrar en su cámara, me la dejó en portales y patio, todo lleno de huesezuelos de guindas, que debía comérselas enteras (...). Allí supe que las inmundicias de tales acontecimientos huelen más y peor que las naturalmente ordinarias».
Quevedo, al que debemos un antológico Soneto al pedo, fue otro autor brutalmente escatológico. En La vida del Buscón (1626), Quevedo se refocila con una broma que le hacen los estudiantes de su posada a Don Pablos, azotándole y defecándose en su cama, en la que al día siguiente despertará el pícaro.
La caca como icono sempiterno
Los antiguos egipcios diferenciaban 46 tipos distintos de excrementos (con sus respectivos jeroglíficos), señalando si eran de hombre o animal, qué o quién los produjo y si contaban con otro tipo de atributos que pudieran tener efectos beneficiosos para la salud.
Ya en 1997, la Escala de heces de Bristol distinguirá de forma muy visual siete tipos distintos de deposiciones que pueden ser interpretadas según su forma: la 1 y 2 indican estreñimiento, las 3 y 4 son normales, y la 5, 6 y 7 son diarreicas.
En nuestros días, el emoji (término japonés referido a los ideogramas usados en los mensajes electrónicos) de un zurullo con sonrisa o «caca feliz» puebla los smartphones planetarios, si bien un Estudio de las Universidades de Michigan y Pekín, que analizaron 427 millones de mensajes de WhatsApp y sms, concluyó que no se hallaba entre los 20 emojis más usados en el mundo.
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