EL LIBRO DE LA SEMANA

Fred Vargas: La ley y la justicia

La exitosa escritora francesa construye una clásica novela enigma en su planteamiento pero no en su desarrollo

La escritora francesa de novela policíaca Fred Vargas.  / JOEL SAGET / AFP

La reclusa es una especie de arácnido que puede llegar a inocular fuertes dosis de veneno necrótico, pero sus efectos no son mortíferos. Los últimos casos conocidos en los que provocó daños graves en Francia fueron antes de la llegada de la penicilina, y más debido a infecciones que a la herida en sí. Por eso, cuando con una diferencia de una semana, dos ancianos naturales de Nimes fallecen por causa de la mordedura de una reclusa, el comisario Adamsberg activa todos sus radares. La rumorología apunta a que la edad de los individuos ha tenido mucho peso a la hora de su fallecimiento. También se baraja la posibilidad de que el abuso de pesticidas haya podido alterar los efectos de la picadura de la reclusa. Pero después de consultar con expertos, nuestro protagonista comprenderá que alguien de carne y hueso está detrás de todo esto.

Con 'Cuando sale la reclusa' Fred Vargas, seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), vuelve a sorprendernos con una clásica novela enigma en su planteamiento, pero no así en su desarrollo. No será hasta que crucemos el ecuador cuando podamos observar que la investigación policíaca adquiere un ritmo fluido y nos guíe camino del desenlace. Hasta ese punto, la trama encontrará una y otra vez puertas cerradas que, en apariencia, no conducen a ninguna parte. Adamsberg parece tomar siempre el camino equivocado, algo que por otro lado ayuda a que el personaje sea más cercano. Sus errores constantes y recurrentes le hacen más humano. Sin embargo, todo ese devenir no es fortuito.

Jugar con los lectores 

A través de los detalles cotidianos se nos revela la personalidad tanto de Adamsberg como de su equipo. El hecho de que sus colaboradores se sumen a una investigación de la que inicialmente no existe ni una sola prueba de que no haya sido todo obra de la naturaleza, revela más sobre el compromiso que todos ellos adquieren con su comisario de lo que pueda parecer. Son una rara gran familia, y este particular dota a la historia de un halo muy particular.

En un alarde de meticulosidad filológica, Vargas jugará con el lector a través del uso del lenguaje. Adamsberg deposita pequeñas pistas para nosotros a lo largo de la novela, y de nuestra pericia dependerá que seamos capaces de aclarar el misterio antes de que lo haga él. La etimología de las palabras, la forma de componer las frases, serán cruciales para resolver un caso tan complejo que recuerda a aquellos clásicos misterios de habitación cerrada de los inicios del género. La psicología de los personajes, su forma de expresarse, y la selección de los vocablos serán analizados al milímetro por un Adamsberg que, libreta en mano, anotará todo aquello que por algún motivo considere relevante; expresiones inconexas a las que tratará de aportar un significado que se convierta en la clave que lo resuelva todo.

Lo que arranca como una investigación en torno a arácnidos y venenos, tornará en el descubrimiento de toda una red de acoso a menores, violaciones en grupo, y la recuperación de un caso ficticio de abusos reiterados por un padre a sus dos hijas. En un momento en el que a este lado de los Pirineos esperamos el veredicto por el juicio de La Manada, esta historia cobra una dimensión tan real que provoca escalofríos. Debido a la crudeza de lo narrado Vargas jugará con el lector forzándole a escoger y a posicionarse: o seguir al dedillo lo que marca la legalidad, o escoger una resolución que signifique de verdad impartir justicia. Dos conceptos que, por desgracia, no siempre van de la mano.