A la luz del Espíritu Santo

Sabemos que el Espíritu Santo es luz. Y es luz que da vida porque el Espíritu Santo es la fuente viva que ilumina de manera permanente nuestra vida. Es como la luz del sol imprescindible para que en la tierra exista la vida.
El Espíritu Santo habita en lo más profundo de nuestro ser, hace vida nuestra vida. El Espíritu Santo es el Amor mismo, el Amor que lleva al Amor, que infunde en nuestros corazones un querer verdadero. Es el que potencia el amor en nuestro corazón pues sin amor ninguna vida tiene sentido.
El Espíritu Santo es, asimismo, la luz que ilumina nuestro camino, que guía nuestros pasos, el que hace brillar la luz en la oscuridad de nuestra vida, el que nos permite experimentar la luz de la vida cuando estamos desencaminados, extraviados, desorientados o perdidos. Es el que orienta nuestros pasos temerosos cuando no sabemos a dónde dirigirnos. Es la luz que orienta nuestros pensamientos y alumbra correctamente nuestras decisiones cuando estas deben ser tomadas.
El Espíritu Santo es la luz que nos permite distinguir la bondad de las personas, de los acontecimientos y de los hechos de nuestra vida. El que nos permite descubrir, para gozo de nuestra alma, la belleza de lo que nos rodea, la gracia que Dios nos regala y apreciar los dones que de Él recibimos cada día. El Espíritu Santo permite que cada acontecimiento de nuestra vida podamos apreciarlo a la luz del amor y de la alegría.
El Espíritu Santo nos ilumina para resistir las tentaciones, abandonar los malos hábitos, superar las dificultades, soportar el dolor, cultivar las buenas cualidades, potenciar el amor, la misericordia, la benignidad, la fe, el autodominio, la apacibilidad, el gozo, la paz, la paciencia…
Si el Espíritu Santo ejerce una poderosa fuerza en nuestras vidas y derrama tanta luz sobre nosotros… ¿Por qué con tanta frecuencia nos olvidamos de invocarlo y de pedir sus favores y sus dones?

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¡Ven Espíritu Santo, ven a mi corazón y dame luz! ¡Ven y ayúdame a poner en tu presencia todas mis preocupaciones, mis inquietudes y lo que perturba mi paz y serenidad! ¡Espíritu de Dios, Tú conoces mis sentimientos más profundos, hoy quiero ponerlos en tu presencia para que los eleves al Padre, para compartirlos íntimamente contigo y enfrentarlos con mis pequeñas fuerzas humanas! ¡Señor, escúchame, te clamo con un corazón pobre, mientras levanto mis manos para alabarte! ¡Quiero, Señor, poner en tu presencia todas mis preocupaciones: mi familia, mi carácter, mis seres queridos, mis necesidades, mis defectos! ¡Ocúpate de ellos, Señor, y dame la luz para interpretarlos según tu voluntad! ¡Ven, Espíritu de Dios, ven para que no sienta sola con el peso de la vida, para caminar seguro y en confianza, para avanzar con alegría, para experimentar en mi vida tu fuerza, tu gozo, tu amor, tu dulzura! ¡Dame la gracia y a luz para comprender que todo es pasajero lo que nunca se acaba es el amor del Padre y que con ese amor puedo con todo!

Invocamos al Espíritu Santo disfrutando de esta canción de Kari Jobe:

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