La monja es un disfrute y un alivio. Lo es si llegas a ella por casualidad. Y lo es, sobre todo, si te gusta el cine de terror y tu mirada sobre él no es ni selectiva ni esnob. Este spin-off de la franquicia abierta con Expediente Waren: The Conjuring (2013), dedicado a la monja que se escapaba del lienzo en una de las mejores escenas de la magnífica Expediente Warren: El caso Enfield (2016; segunda parte de la saga), es un disfrute de distintas maneras. Lo es como tren de la bruja, como combinado de referentes poco recordados por el cine de terror contemporáneo y como hermosa pesadilla visual (a ratos extrañamente abstracta).

El guion de La monja es sencillo, los sustos son clásicos y los recursos para espantar (sobre todo la utilización de efectos de sonido) son convencionales. Pero no es cuestión de rutina o de pereza. Corin Hardy (The Hallow) se revela seguro con su juguete de terror, no tiene el complejo de inferioridad de los directores que creen que deben llevar el terror a una dimensión más insigne para destacar. No busca la originalidad, sino la eficacia. Y La monja es eficaz y, por honesta y sin complejos, accidentalmente sofisticada.

Funciona como macabra atracción de feria, con sus terrores detrás de la puerta, su iconografía perturbadora (el uso de la iconografía religiosa es extraordinario), sus gritos en la oreja –y el aire congelado en la nuca– y sus apariciones inesperadas de personajes escalofriantes. Igual no se ajusta al patrón estético y a las corrientes temáticas del terror comercial contemporáneo (aunque hay cierta confusión ahí, porque ese patrón es bastante más flexible que en otras épocas), pero su maquinaria funciona tan bien que ni expulsa al no iniciado ni exige demasiada complicidad. Lo mismo pasa con su naturaleza referencial. En La Monja se encuentran, entre otras cosas, la Hammer (los decorados, que son una maravilla, la utilización de la luz), la nunsploitation, los exploits italianos de terror de los 70, las películas de Lucio Fulci, el fantaterror español… Pero, por extraño que parezca, el resultado no es un ejercicio de nostalgia rancio y/o excluyente.

Y es así porque todo lo demás funciona, y porque esas referencias se funden con el relato, no son guiños cómplices ocasionales. Antes aludía a su condición de hermosa pesadilla visual, otra de las cosas que distingue a La Monja. Hardy orquesta el horror con puso y muy buen gusto, alcanzando en algunas escenas una sofisticación inesperada en la puesta en escena, la coreografía de los elementos en plano y el montaje de la pesadilla. Un estilo (que a ratos bordea con timidez el experimento) que le acerca esporádicamente al inmenso James Wan, padre de la saga (aquí ejerce de artífice de la historia –con Gary Dauberman–, productor y director de segunda unidad) e impulsor de una de las franquicias más estimulantes del cine contemporáneo.

Para incondicionales del universo 'The Conjuring'.

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Lo mejor: tiene identidad propia y, a la vez, dialoga con la saga.
Lo peor: confundir su sencillez con la rutina.

Dirección: Corin Hardy Reparto: Taissa Farmiga, Bonnie Aarons, Charlotte Hope, Demián Bichir Título original: The Nun País: EE.UU. Año: 2018 Fecha de estreno: 07-09-2018 Género: Terror Guión: Gary Dauberman Duración: 96 min.

Sinopsis: Tras la muerte de una joven monja en un convento de Rumanía El Vaticano envía para realizar una investigación a una monja a punto tomar los votos y a un cura experto en posesiones. Una terrible confrontación entre el mundo de los vivos y el de los muertos se producirá con su llegada al convento.