CARACTERIZACIÓN
HISTÓRICA DEL CONTEXTO
LA
CEIBA, UNA HISTORIA DE COLONIZACIÓN
Lo
que hoy conocemos como el corregimiento de Playa Rica, antes un territorio de
Selva Virgen, fue denominado por sus colonizadores como la Ceiba, nombre que se
debía a la existencia de dos de estos ejemplares a la orilla de la quebrada la
Mina, camino que en la actualidad comunica con las veredas El Guayabal y
Sabaletas. Mencionan los primeros habitantes que sus raíces sirvieron de
refugio para que los que arribaban al lugar, ya
que por su tamaño asemejaban un pequeño rancho, "la gente que venía de
afuera amanecía debajo de esas raíces" (Ismael Taquinas). Como recuerda
don Antonio Rojas – colonizador de la zona- éstas desaparecieron cuando el
señor Pancho Maldonado de origen antioqueño, realizó una siembra de yuca con el
fin de montar una rayandería, para lo cual “derribó las ceibas de un día para
otro, y construyó unas especies de canoas para fermentar el almidón” dicho acto
conllevó a que después de creada la primera JAC y en acuerdo con el Inspector
de Policía, se cambiará su nombre de acuerdo a sus características físicas,
estar rodeada de tres fuentes hídricas y contar con abundancia de minerales.
“La
primera Junta de Acción Comunal estaba integrada por: Fernando Muñoz, Alonso
Montenegro (quien era a la vez el inspector de policía), Chito Arcila, Benito Martínez,
Juan Maldonado, Misael Gonzales, Arturo Guerrero, Pablo Oviedo, Misael Chirito,
Hernoldo Martínez, Rafael Castillo, Bernardo Velazco, Vicente Cárdenas,
Hernando Muñoz, Antonio Rojas, Justiniano Troches, Aldemar Marín, Romelia
Montenegro, Ezequiel Ruiz” (Rojas, Taquinas,
Ruiz y Vergara)
Playa
Rica se formó como resultado de una de las oleadas de violencia de mayor peso
en la Historia de Colombia, que para la década de los años 40 generó un proceso
de movilización poblacional, a raíz de las disputas por el poder político y la
tenencia de la tierra. Como lo narra don Antonio Rojas, fue por causa de los
fuertes enfrentamientos de grupos disidentes de la población y el ingreso de
tropas militares, que “juimos víctimas de robos, abusos a las mujeres y expropiación
de nuestras pertenencias por parte del ejército”, lo que le llevó a ser
desplazado del Municipio de Morales. Historias semejantes a esa, impulsaron a
que varios grupos familiares arribaran de los diferentes departamentos del país
al lugar, como del Valle del Cauca, Huila, Tolima, Caldas, Antioquia, Nariño
(en un comienzo escasos) y de algunos municipios del Cauca entre ellos Corinto,
Morales y Santander de Quilichao, principalmente.
Las
variadas condiciones climáticas del lugar, -altas temperaturas, constantes
lluvias y altos niveles de humedad en el ambiente-, propiciaron la
proliferación de plagas -mosquitos, zancudos y cucarachas- las cuales fueron
las principales causantes de enfermedades como la fiebre palúdica, la fiebre
amarrilla y la malaria, que antes de implementarse las campañas de fumigación
auspiciadas por el gobierno, ocasionaron la muerte y el destierro de varios de
los primeros pobladores. Sumado a la anterior condición, quienes llegaban al
lugar se enfrentaron a graves problemas de salud por la falta de alimentos, viéndose
obligados a racionar lo poco que se conseguía en el lugar, como lo menciona don
Ezequiel Ruiz “un racimo de plátanos debía durar más de una semana… nuestra
alimentación era pésima y eso propinó varias enfermedades, solo nos
alimentábamos con yuca sancochada, plátano sancochado o machucados con sal y
untados de cebolla”, los cultivos medianamente alcanzaban para el sustento de
las familias, obligándoles a practicar actividades como la caza de animales
silvestres, como la guagua, los micos cariblancos, el mono negro, blanco, y colorado,
el guatín, el venado y el tatauro –actividad que a largo plazo ocasionó la
extinción de muchas de estas especies en el Parque Nacional Munchique-, también
se dedicaron a la pesca de sabaletas y corronchos encontrados en las fuentes
hídricas que rodeaban el lugar –Quebrada la Mina, tres quebradas y el río Mechengue.
El cultivo de pastos permitió que se iniciara con la cría de ganado vacuno, el
cual fue utilizado para la extracción de leche y la producción de sus derivados.
“Recuerdo
que los domingos la gente salía a consumir el producto más exquisito que se
conseguía en la zona -el kumis-, lo vendían la señora Carola y el señor Daniel,
quienes venían de Huisitó… también se tomaba caldo de morcilla, si uno tenía
una noviecita la invitaba a degustarlo..se comercializaba
los fines de semana carne de marrano, la carne que no se vendía se le agregaba
sal y se metía en unos tarros, a veces duraba 15 días en esas condiciones
cuando lo sacaban a vender con el cuchillo le raspaban los gusanos que caían
como granos de arroz al piso.” (Ruiz)
La incursión de personas transformó el paisaje
del lugar, iniciando el proceso con el desmonte y la demarcación de caminos de
herradura, que por las condiciones quebradizas del terreno y la falta de
presupuesto para realizar una carretera, llevaron a que los únicos medios de
transporte fueron largas caminatas y algunas mulas de carga, lo cual
dificultaba el ingreso de algunos alimentos, tanto así que se vieron forzados a
realizar algunos de ellos de manera artesanal. En dicho entonces, se cobraba un
impuesto de 1 peso a los dueños de mulas o a quienes ingresaban ganado, dinero
que era invertido en el arreglo de los caminos, pero las difíciles condiciones
para conseguir dinero en el lugar, llevaron a que se organizaran mingas en pro
de su mantenimiento “se nos daba trayectos para organizar por cuadras o
kilómetros”, al incursionar los grupos guerrilleros y al presenciar las fuertes
rivalidades entre veredas- constituidas paulatinamente alrededor del caserío-
se les ordenó que todas debían colaborar por igual, ya que transitaban los
caminos para ingresar o salir.
La minga se convirtió en la actividad que
permitió el desarrollo de diversos proyectos en la comunidad, el cual consistió
en un trabajo mancomunado, que unía a todos los habitantes sin distingo de
edad, sexo o raza. Gracias a ello lograron la construcción de la primera
escuela unitaria del corregimiento en el año de 1968, la construcción de la
caseta comunal, del acueducto artesanal, el uso de plantas como dínamos y
pelton con el fin de tener acceso a la energía- ya que la energía eléctrica
llegó tan solo hasta el año 2013-, la construcción de un polideportivo y la
pavimentación de muchas de sus calles, entre otras construcciones. Esta
práctica también fue utilizada por la JAC y la asociación ASCAP, como mecanismo
que coadyuvó a motivar a la reflexión de sus integrantes, en tanto en su
dinámica se permitió visibilizar las principales
problemáticas enfrentadas en el corregimiento, como una posibilidad de
empoderamiento social.
Las
viviendas también se fueron transformando a lo largo de los años, cuando don
Ezequiel pisó por primera vez Playa Rica encontró “un rancho ubicado en la calle
de los nariñenses, más o menos en la tienda de don lucho, el rancho tenía el
techo de cartón, una tela que se llamaba panacote, material que trajeron a la
espalda, las paredes parecían de esterilla y el piso en tierra”. Años más
tarde, recuerda don Ismael Taquinas, “las casas eran en guaduas, ya que era el
material que abundaba en el lugar, se forraban de esterilla, las hojas de
guadua se dejaban curar un tiempo y se techaba con la coquera”, para 1976 las
casas empezaron a ser construidas en tablas, ya que varios de los habitantes aserraban
la madera, como es el caso de don Antonio Rojas, empezaron en la tarea de
organizar los ranchos, encerrándolos con tablas.
En los primeros años el carro llegó hasta el
sitio denominado como “El Asomadero”, desde donde se debía emprender largos
caminos, don Ezequiel bosquejó el recorrido que debía hacer para ingresar, “los caminos saliendo son subidas así que poco
rendía y como la gente bajaba cargada en la espalda tampoco rendía… con lo que
se trajera, bajaba uno por las Américas, cogía por Tinto Frio, y de allí se
llegaba a un punto llamado Casesin, de ahí bajaba por Filo Seco, hasta llegar a
la Playa”. Después de varios años la carretera se fue construyendo por tramos,
y del Asomadero bajó hasta la Cabaña, luego hasta la Peña del Perro “camino que
presentaba tanto deslizamiento que tocaba pasar a pie” (Ruiz), para el año de
1971, en plena celebración del 20 de julio la carretera llegó hasta el caserío
que llevó dicho nombre, convirtiéndose este lugar en centro de acopio de los
corregimientos de Huisitó y Playa Rica.
La primera actividad económica que se desarrolló
en el corregimiento fue la producción del lulo, ya que “para el año de 1972 se
observaron las primeras matas, estas aparecieron de manera silvestre en las
partes donde se arrojaban los desperdicios, dicho producto se fue proliferando”
(Ezequiel Ruiz). El primer productor y negociante del lulo fue el señor Bernardo
Velazco, quien intercambiaba el producto por arroz y manteca a las revendedoras
de El Tambo. La noticia fue divulgada por el señor Aureliano Martínez, momento
en el cual en Playa Rica empezaron a recolectar e incrementar la producción del
lulo. El intercambio y venta del producto se llevó a cabo en el caserío “el
Veinte” todos los fines de semana donde arribaban entre 12 y 14 carros o
chivas, los compradores pagaban 7 pesos por cada caja y el producto era llevado
a las ciudades de Popayán y Cali.
Algunos
funcionarios del INCORA arribaron al caserío donde constataron que los precios
que pagaban los compradores por el lulo, era mucho menor al que vendían en la
ciudad de Cali, precio que oscilaba entre los 14 y 15 pesos, al poner en conocimiento
de los productores de dicha estafa, les propusieron armar una cooperativa entre
todas las veredas, para lo cual debían capacitarse y encargarse ellos mismos de
vender el producto en la ciudad de Cali. Se llegaron a sacar entre 2.000 y
3.000 cajas de lulo semanal, las cuales debían ser transportadas en su mayoría
a la espalda, con el fin de evitar maltratar el producto y ser competente en el
mercado. Para el año de 1975 una fuerte peste acabó con la producción de lulo y
muchos de los productores quedaron endeudados con la Caja Agraria, entidad que
les había prestado para invertir en el aumento de la producción, los propietarios de las fincas productoras, las
dejaron abandonadas y se desplazaron para los Llanos Orientales en tanto no
contaban con los recursos para solventar las deudas.
La
crisis desatada por la peste del lulo, llevó a que los pobladores emprendieran
la búsqueda de una nueva actividad económica. Don Antonio Rojas expresaba que
fueron los señores Antonio Chilhueso y Julio Indeca provenientes de Corinto,
quienes habían traído para el año de 1970 las primeras matas de coca para su
consumo –ya que acostumbraban mambiarla-, y que en alguna de sus visitas a
Corinto escucharon como “un gringo les enseñó a procesar la coca en base y como
ésta se vendía a buenos costos, en esa época no era perseguida entonces podían
hasta llevarla en los carros sin problemas con la ley”, fue así como desde 1975
en adelante, todas las fincas empezaron a llenarse de esta mata, “primeramente
sembraron la criolla a la cual le entró una peste, luego trajeron semilla
peruana que no sirvió, mas después llegó la pringa maría que duró hasta hace
poco, y ahora trajeron la boliviana, con la que están probando”.
Para
el año de 1977 incursionaron en el territorio los primeros milicianos de las
FARC, “porque donde hay coca ahí llega la guerrilla…porque ellos entran en el
negocio”, sin apoyo alguno de la comunidad, quienes se negaban a venderles
algún producto, se enfrentaron a situaciones precarias. El comandante llegó en
busca de don Antonio Rojas quien mencionó haber colaborado en la causa “por
tener conocimientos en armas y en el manejo del terreno, “el comandante me
solicitó enseñarle a los nuevos militantes antes de ser desplazado de
Tierradentro”, por tanto, les ofreció un techo y alimento en su casa ubicada en
la vereda El Sinaí, por las precarias condiciones en que se encontraba el
grupo, quienes “tan solo portaban unas cuantas pistolas y rifles artesanales”.
En la actualidad se encuentran los grupos armados del ELN –quienes se han
dedicado al trabajo comunitario- y las FARC.
Para
el año 1986 el negocio de la coca empezó a dar buenos resultados, con ello
llegaron gentes de muchas partes del país en busca de oportunidades económicas;
la población de Playa Rica aumentó significativamente, ya que migraba el núcleo
familiar completo. Fue para ese entonces, cuando el aumento más significativo
de la población del departamento de Nariño llegó al corregimiento, desde ese
entonces es la colonia con mayor porcentaje de población. Menciona la profesora
Mercedes que cuando “llegó la producción cocalera, la vida se puso costosa y la
gente que trabajaba la agricultura cambió de actividad”, la gente descuidó las
labores del campo, concentrándose de lleno en el negocio de la coca (siembra y
procesamiento), tanto así, que todo lo que se consumía dentro del corregimiento
debía ser comprado afuera, "es que con esa mata de coca uno se mal enseña…
la coca anda sola, no debe cuidarse como otros productos que necesitan de la
atención total, y no dejan tanta ganancia” (Taquinas). Por tal motivo, desde la
Asociación ASCAP, se emprendieron proyectos para fortalecer la identidad
campesina, en busca de darle el valor que merece la madre tierra, como
productora de vida.
Fue
en el gobierno del presidente Samper que se implementó el programa PLANTE, el
cual consistía en sustituir los cultivos ilícitos con otra clase de cultivos
agrícolas. Muchos de los corregimientos y veredas del municipio de El Tambo,
habían implementado los cultivos de la coca como principal actividad económica,
eso llevó a que la administración enviara funcionarios a la cabecera del
municipio, para que se celebraran unos convenios con las comunidades, entre
ellas Playa Rica, las cuales debían sustituir la producción. Se movilizaron
aproximadamente 200 agricultores, liderados por el señor Antonio Rojas, para
entablar diálogos con los funcionarios del gobierno, quienes fueron enfáticos
en solicitar se erradicara la coca de inmediato y con ello se iniciaría diversos
proyectos en pro de las comunidades “para Playa Rica se planteó proyectos como
la carretera, la construcción de la escuela y de los puentes que necesiten”. En
contra parte la comunidad planteó que la erradicación la iniciarían luego de
tener en firme la carretera, pedían la construcción de un puesto de salud,
además un auxilio para construir viviendas para la gente pobre del
corregimiento, si daban cumplimento con dichas solicitudes la comunidad
iniciaría la erradicación.
La
discusión se prolongó por horas, y el gobierno aprobó girar 90 millones a la
Alcaldía para iniciar la obra, desde ese momento “la corrupción empezó, el Alcalde
contrató un ingeniero el cual bajó y dejó un buldoxer, que en vez de arreglar
hizo varios daños”. Pero el proyecto de la carretera no fue del agrado de todos
los habitantes “los nariñenses se opusieron a la construcción de la carretera,
ellos eran quienes tenían en su poder el negocio del transporte de mulas, si
llegaba la carretera ellos se veían en la necesidad de cambiar de actividad
económica”, plantearon en varias reuniones organizadas por la JAC, que el
proyecto solo permitiría el acceso a los antinarcóticos –pensamiento que se
mantiene vigente-.
Para
1991 la gente se proyectaba en aumentar el monto de su fortuna, para ello
sostuvieron los cultivos de la coca y los incrementaron, impulsando un nuevo
flujo de habitantes temporales, que dependían de la producción cocalera y
minera, “los días sábados llegaban entre 50 y 100 raspachines, con sus familias
algunos, buscando posada, se quedaban en la galería en cama general y el
domingo a las 9 de la mañana los finqueros salían a contratar, a eso de la 1 de
la tarde ya no se encontraba nada” (Antonio Rojas). Dicha movilidad poblacional sigue vigente y
está sujeta a las etapas del cultivo de la coca “al disminuir la producción la
gente empieza a desplazarse otra vez para otros lugares, entonces están en
constante movilidad, somos unos cuantos los que sí hacemos parte de la
comunidad”.
La cultura campesina fue dejándose en el olvido,
en ese ejercicio de recordar don Ezequiel Ruiz traía a su memoria las imágenes
de su juventud, cuando en este pequeño caserío varias personas amantes de la
buena música amenizaban las fiestas tocando instrumentos en vivo, ya que tan
solo se contaba con unos pocos radios que funcionaban con pilas y que tan solo
eran encendidos para escuchar las noticias en el día, - don Ezequiel interpretaba el violín, la guitarra y el
triple-; fue en ese momento cuando se organizaron los primeros festivales para
conseguir recursos que se invertirían en obras para la comunidad, se tocaba la
música de los campesinos, "métale candela al monte" era una de las
que más gustaba. Con su voz un poco desgastada por los años don Ezequiel
interpretaba "métale candela al monte que se acabe de quemar que un amor
que no se olvida no se debe recordar, hay mi china se me fue, yo no sé si
volverá", en compañía de una botella de chancuco, traído de Huisitó -donde
fabricaban el famoso chirrincho-el cual era transportado a pie en botellas o en
drobles de caucho, tinas o pomas, tenía un costo de más o menos 10 pesos.
La
cultura del cocalero y el raspachin fue invadiendo el corregimiento, el cual se
ha llenado de cantinas y discotecas que prestan sus servicios los fines de
semana, donde la música norteña y la tecnocumbia toman protagonismo, el
abundante licor y las drogas vacían los bolsillos de los trabajadores, quienes
trabajan bajo el sol de lunes a viernes, con el único fin de conseguir
suficiente dinero para invertirlo en diversión malsana. La identidad campesina
fue desdibujada con dichas prácticas, pero sigue viva en el espíritu de esos
primeros pobladores y de sus descendientes, quienes luchan incansablemente por
recuperarla.
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