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Estudios atacameños

versión On-line ISSN 0718-1043

Estud. atacam.  no.58 San Pedro de Atacama  2018

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-10432018005000802 

Articles

Historia arquitectónica de Tarapacá: estrategias residenciales y formación de asentamientos, Siglos X AC a XVII DC (Andes Centro Sur)

Architectural history of Tarapacá: residential strategies and settlement formation, Xth Century BC - XVIIth Century AD (South Central Andes)

Simón Urbina A.1 

Leonor Adán A.2 

Constanza Pellegrino H.3 

Roberto Izaurieta S.J.4 

1Laboratorio de Arqueología, Dirección Museológica, Universidad Austral de Chile. Valdivia, CHILE. Email: simon.urbina@uach.cl.

2Dirección Museológica, Universidad Austral de Chile. Valdivia, CHILE. Email: ladan@uach.cl.

3Programa Doctorado en Antropología. UCN-UTA, Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama, CHILE. E-mail: constanza.pellegrino@alumnos.ucn.cl.

4Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Santiago, CHILE. Email: rizaurie@uchile.cl.

Resumen:

El presente trabajo sintetiza el estudio de patrones arquitectónicos residenciales y asentamientos para la región de Tarapacá entre los siglos X AC y XVII DC. La distribución, variabilidad y transformaciones de los sitios expresa una tendencia en donde los patrones formales de las estructuras domésticas resultan indicadores de cambios graduales o radicales en la organización/estructura social de las comunidades tarapaqueñas durante el período Formativo, Intermedio Tardío e Inca-Colonial. La propuesta teórica y el análisis hacen consistente el estudio inter-sitio de la arquitectura prehispánica, en ámbitos de excelente preservación superficial, utilizando una metodología estandarizada. La investigación valoriza una estrategia de trabajo interdisciplinaria y ofrece una lectura sistemática del comportamiento de la arquitectura doméstica para comprender la historia regional de los Andes Centro-Sur.

Palabras claves: arquitectura doméstica; arqueología de asentamientos; región de Tarapacá; Andes Centro-Sur

Abstract:

This paper presents a regional synthesis of settlements and residential building patterns in Tarapacá region, between Xth BC and XVIIth AD centuries. Distribution, variability and transformations on sites plans and domestic space design shows a long-term process, where the formal patterns of the domestic structures reveal gradual or radical changes in the organization or social structure of local communities during the Formative, Late Intermediate and IncaColonial period. Theoretical framework and settlement analysis allow us an inter-site perspective of pre-Hispanic architecture in areas of excellent material preservation, using a standardized methodology. The research points out the potential of systematic reading of domestic architecture´s behaviour to understand long term regional history in South-Central Andes.

Keywords: domestic architecture; settlement archaeology; Tarapacá Region; SouthCentral Andes

Introducción

El presente trabajo propone una interpretación de la historia tarapaqueña basada en una síntesis regional de indicadores arquitectónicos relativos a asentamientos y unidades domésticas. La primera parte del trabajo discute el marco teórico y metodológico que ha guiado las investigaciones regionales sobre asentamientos en los distintos ámbitos biogeográficos del desierto de Atacama, proponiendo un acercamiento sistemático, sociológico e histórico a la arquitectura prehispánica, que se basa en la operatividad de variables y conceptos claves como patrón de asentamiento, tradición arquitectónica y componentes constructivos.

Los resultados del análisis sincrónico y diacrónico de los indicadores y atributos permiten por primera vez un nivel de integración y comparación a nivel inter-sitio de escala regional desde el período Formativo hasta inicios del período Colonial (siglos IX AC a XVII DC), utilizando la unidad doméstica como elemento principal de esta comparación. Una lectura crítica del proceso formativo de sedentarización, el surgimiento de poblados aglutinados y arquitectura pública, así como la dispersión ecológica y abandono de asentamientos a lo largo del período Intermedio Tardío permiten discutir la secuencia cronológica regional desde una perspectiva de larga duración, donde las transformaciones arquitectónicas plantean modificaciones en los patrones residenciales de las comunidades tarapaqueñas.

Para mayor resolución de los cambios históricos significativos percibidos a nivel de los asentamientos y zonas biogeográficas, se categorizan los patrones de vivienda que cruzan el lapso temporal analizado, asumiendo la tesis de Amos Rapoport (1972, p. 65) según la cual la vivienda no es solo una estructura que provee protección y techo, sino un espacio funcionalmente complejo y una institución social básica de la vida de los pueblos, razón por la cual los cambios dispuestos en ella suponen transformaciones en la estructura general de relaciones sociales.

Arquitectura como indicador de cambio histórico

La premisa básica sobre la cual se asienta el ejercicio interpretativo de la arqueología de asentamientos es que la ocurrencia de prácticas reiteradas en espacios habitados y construidos crea patrones materiales reconocibles (Yaeger y Canuto, 2000, pp. 1-15). Empleados comúnmente para realizar inferencias sobre organización política, social y religiosa de las culturas, los estudios arqueológicos utilizan esta unidad, el asentamiento, como base del análisis histórico y antropológico (Chang, 1976), puesto que esta categoría corresponde a la unidad sociológica mínima y un referente de las comunidades humanas y los distintos espacios habitados por ellas (Chang, 1968, pp. 3 y 27; Trigger, 1968; Rapoport, 1972).

Como indica Canziani (2009, p. 28), en cualquiera de sus etapas o períodos, la historia de la arquitectura y el urbanismo prehispánico en los Andes debe considerar evaluar y explicar las relaciones hipotéticas de correspondencia entre formación social y formas de asentamiento. En este plano, las modalidades sincrónicas y diacrónicas que adoptan las formaciones sociales podrán ser definidas a partir de la correlación entre los tipos de vivienda y las formas de parentesco, así como los planos de los asentamientos se corresponden con la organización social de una comunidad aldeana o un Estado (Willey, 1968, p. 217).1

Precisamente, el análisis arqueológico de la arquitectura y los patrones de asentamiento constituyen el procedimiento básico de la disciplina para la reconstrucción de las relaciones sociales y políticas, entendiendo que los atributos tecnológicos, de diseño y el ordenamiento de las estructuras de una aldea o ciudad y su emplazamiento condicionan las relaciones de poder y regulan la conducta de los distintos agentes que las construyen y utilizan (Nielsen, 1995). Las cualidades físicas y simbólicas de los edificios, como elementos transmisores de información, identifican, al modo de “diacríticos culturales”, a sus ocupantes en su vida cotidiana. Dichas cualidades aluden, en la práctica, a cierto “poder de acción” o “capitales” (Nielsen, 1995, en referencia a Bourdieu, 1977) que ciertos grupos o individuos poseen o aspiran poseer dentro del ámbito mayor al de su propia familia o red de parentesco más cercana (Urbina et al., 2012a, p. 33).

Por estas razones, el estudio del período Formativo en el desierto de Atacama involucra el desafío de comprender cómo las sociedades domesticaron la naturaleza a través de distintos procesos tecnológicos, cómo surgieron nuevas concepciones sobre naturaleza y cultura y cómo la vida social fue domesticada y transformada mediante dispositivos de naturaleza arquitectónica.

En este trabajo utilizaremos el concepto historia ocupacional referido a la comprensión integral de los asentamientos en un contexto regional, los rangos de variabilidad arquitectónica intra-sitio y patrones de uso del espacio en distintos niveles o escalas. Este concepto se inspira en el trabajo de Gary Urton “La arquitectura pública como texto social…” (1988), a partir del cual planteamos una lectura arqueológica de las transformaciones arquitectónicas y cambios en la vida social de las viviendas en una región particular, en el entendido que las conductas humanas y los eventos históricos adquieren significado sólo cuando los contextos diacrónicos son evaluados en un marco espacial extenso (Trigger, 1981, p. 85; Knapp, 1992, p. 6).

Siguiendo la conceptualización de Willey y Phillip (1958), por tradición arquitectónica entendemos la continuidad de ciertas configuraciones tecnológicas -técnicas, diseños, modos de hacer- que permiten vincular semejanzas, adaptaciones o diferencias entre tipos de edificios de un asentamiento desde una perspectiva intra e inter-sitio. Esta definición de tradición acepta modalidades arquitectónicas heterogéneas a nivel regional o dentro de un mismo asentamiento, tanto a nivel sincrónico como diacrónico, puesto que asume la permanente estructuración de la vida doméstica y los procesos históricos donde las tradiciones son recreadas o sustancialmente modificadas (Salazar, 2008). Las Tradiciones Arquitectónicas que hemos definido para explicar la historia ocupacional de Tarapacá reciben los nombres siguientes: 1) en Piedra o Temprana, 2) de Oasis en Barro, 3) en Anhidrita o Caliche, 4) Quebradeña o de Tierras Altas (Adán y Urbina, 2010, pp. 866-871; Adán et al., 2013, pp. 76-78), a las cuales debiéramos agregar una quinta Tradición Tardía o Incaica.

La coherencia y variaciones dentro de las tradiciones arquitectónicas en los Andes van a referir a un conjunto de conocimientos vernáculos que se expresan en la convergencia o divergencia de ciertos componentes constructivos conspicuos, ya sean formatos o soluciones aplicadas al emplazamiento o acondicionamiento de espacios residenciales, ceremoniales o productivos. Los análisis que hemos efectuado en Tarapacá señalan que en ocasiones dentro de dos o más Tradiciones Arquitectónicas se comparten, heredan o modifican sutilmente ciertos componentes constructivos, como por ejemplo el uso de estructuras semisubterráneas, el uso de pilares funcionales, esquinas curvas en las viviendas o el aterrazamiento del terreno, situaciones que pueden ser correlacionadas con la eficacia de ciertas tecnologías de edificación, identidades emergentes, pertenencia étnica o interacción económica (Stanish, 1989; Muñoz, 1993) (Figura 1a-b).

Como indica Bermann (1993, pp. 14-15), debido a que el estudio de las sociedades complejas en los Andes se ha centrado en el estudio de grandes transformaciones políticas a nivel regional, se hace necesario instalar una perspectiva braudeliana centrada en la vida doméstica para evaluar, desde indicadores microhistóricos, el real impacto de los cambios detectados en viviendas y asentamientos arqueológicos, que son el espacio donde las relaciones cara a cara ocurren. El autor plantea, desde sus investigaciones en la cuenca del lago Titicaca, que no siempre los cambios históricos a nivel regional provocaron cambios inmediatos en los espacios domésticos de la población común. Esto implica que las transformaciones, innovaciones o emergencia de nuevas estructuras sociales pueden manifestarse a través de ritmos históricos diferentes a partir del estudio de la arquitectura de asentamientos a escala regional y local.

Figura 1 1a) Ubicación sitios en el valle o quebrada de Tarapacá y 1b) tipos de vivienda de asentamientos registrados en la quebrada de Tarapacá: a) módulo familiar aldea de Huarasiña, b) habitación siglo XIX Huarasiña, c) habitación en Tarapacá Viejo (complejo urbanístico), d) habitación preínca en aldea Tr-13, e) habitación preínca en aldea Tr-13A, f) habitación preínca en aldea Tr-15 (Tilivilca), g) habitación aldea de Caserones (siglo I-XI DC). Fuente: Núñez, L. 1978, Fig. 1: 907; 1979: 200.  

El interés por la historia de los recintos (edificios) y la disposición de rasgos derivados de la actividad doméstica ha sido central en ciertos estudios arqueológicos y etnoarqueológicos (Hegmon, 2010; Nash, 2009, pp. 219-221). Aunque la escala “micro” que define la vivienda o las estructuras residenciales es de gran potencial para comprender y explicar las dinámicas sociales y el establecimiento de delimitaciones espaciales a escala regional o “macro” -donde suelen percibirse los equilibrios y transformaciones en el paisaje ocupado-, dichas interpretaciones debieran estar sustentadas en análisis sistemáticos y comparativos de los patrones y conductas espaciales, los ciclos de vida de la arquitectura y la organización de los asentamientos habitacionales (Holl, 1993, pp. 3-4; Agorash, 1993, pp. 18-21).

Si bien en el área Andina los trabajos han encarado el estudio de la arquitectura doméstica dentro de líneas de investigación relacionadas con la complementariedad económica, relaciones centro-periferia, la formación de grupos de élite, la estabilidad y cambio de la organización familiar y la formación de los grupos étnicos (Aldenderfer y Stanish, 1993, pp. 8-12), en la región de Tarapacá dicha situación -a pesar de ciertos aportes puntuales (Núñez, L., 1978, 1979; Núñez, P., 1983; Zori y Urbina, 2014)-, no ha repercutido sustancialmente, a pesar del caudal de información disponible producto de un ambiente desértico con excelente preservación arqueológica superficial.

En otros casos, los datos relativos a la forma, tamaño, función y riqueza de las viviendas, el estatus dependiente de la elaboración (complejidad), calidad (durabilidad) y energía (trabajo) invertido en ellas y, por último, la reproducción y transformación de estructuras parentales y de la organización familiar constituyen una discusión de suma importancia dentro de la disciplina (Van Gijseghem, 2001; Trebsche, 2009), específicamente el estudio de la relación entre cohabitación/corresidencia y la movilidad o permanencia posmarital de los núcleos familiares con distintos grados de acumulación de riqueza o capital (Blanton, 1994; Nielsen, 2001, 2002).

En este contexto, Kuijt plantea una hipótesis para la transición al neolítico en Jordania, según la cual las comunidades aldeanas precerámicas habrían estado organizadas mediante linajes extensos, donde cualquier sistema de poder compartido y autoridad entre las “casas” de estos linajes habría sido altamente competitivo y prohibido la consolidación de la autoridad por un solo linaje, prohibiendo el uso de arquitecturas residenciales diferenciales o de mayor prestigio que el resto. De este modo, supone que la instauración de reglas sociales para limitar la autoridad y el poder de los individuos y las residencias de estos linajes (“casas”) en las aldeas fueran más fuertes, aparentemente mucho más fuertes que la capacidad de los individuos y las “casas” para consolidar el poder y la autoridad en manos de unos pocos (Kuijt, 2000, p. 89).

El mismo autor sugiere que es muy probable que las comunidades, al final de la etapa precerámica durante período Neolítico, fueron incapaces de desarrollar nuevos medios para organizar posiciones de liderazgo frente a los rápidos cambios en los sistemas económicos, las condiciones ambientales y la agregación de personas en las comunidades aldeanas. Desde esta perspectiva, entonces, el abandono de las comunidades agrarias agregadas puede verse como un experimento fallido en el equilibrio de sistemas anticuados de poder social, en conjunto con la necesidad de desarrollar nuevos medios para organizar y dirigir comunidades urbanas cada vez más grandes con jefes o líderes competitivos (Kuijt, 2000, p. 89).

Desde este marco teórico-analítico, el objetivo de este trabajo es analizar la arquitectura de los asentamientos y sus espacios residenciales, documentando los patrones y transformaciones registradas en el contexto histórico regional de Tarapacá (Figura 2).

Figura 2 Región de Tarapacá con los principales asentamientos habitacionales mencionados en el texto. 

Según lo hemos propuesto anteriormente (Urbina et al., 2015, 2016), nos interesa explorar los cambios en la estructuración de los espacios domésticos y cómo estos habrían dependido, desde inicios del período Formativo, no solo de las condiciones hidrológicas y climáticas que permitieron la concentración poblacional en los cursos inferiores de las quebradas de Guatacondo, Tarapacá y luego las quebradas altas de la región, sino también -siguiendo los postulados de Engels (2007 [1933], p. 28), Fox (1967) y Fried (1967, pp. 5-9)- de la consolidación gradual de formaciones multifamiliares (linajes), grupos corporativos (sociedades segmentarias) o estamentos funcionarios (estatales) que implementaron, con distintos niveles de éxito y planificación, cambios en la estructura familiar basados en diseños arquitectónicos y segmentación de las viviendas, los cuales en último término modificaron la fisonomía general de los sitios (McGuire y Schiffer, 1983, pp. 284-287; Flannery, 2002, pp. 417-418, 431; Blanton et al., 1996).

Integración regional de la información inter-sitios

Gran parte de la información arquitectónica, dataciones y levantamientos topográficos que aquí referimos han sido publicados previamente en monografías o reportes parciales (Núñez, 1966, 1979; Cervellino y Téllez, 1980; Meighan y True, 1980; Núñez, P., 1983; Zlatar, 1983; Núñez, P. 1984; Moragas, 1991; Urbina y Adán, 2006; Adán et al., 2007; Berenguer y Cáceres, 2008; Berenguer et al., 2011; Urbina et al., 2011; 2012a, 2015), lo que a la fecha ha permitido una sustantiva comprensión de los patrones de asentamiento durante la transición Arcaico-Formativo y a lo largo del período Intermedio Tardío y Tardío-Colonial (Núñez, L., 2006; Adán y Urbina, 2007, 2010; Núñez y Santoro, 2011; Urbina et al., 2012b; Adán et al., 2013; Zori y Urbina, 2014; Urbina, 2014, 2018).

La investigación regional ha reportado cerca de medio centenar de sitios arqueológicos con arquitectura, cuya distribución abarca un transecto aproximado de 200 km (Pisagua-Isluga), entre el litoral pacífico y el altiplano chileno-boliviano; mientras que, en sentido norte-sur, se extiende por 250 km entre la cuenca de la quebrada de Camiña y el río Loa. En el presente estudio, una treintena de sitios presenta datos e índices arquitectónicos confiables para una comparación inter-sitio integrando una amplia variabilidad de tipos de asentamientos y cronologías (Tablas 1 y 2).

Si bien cada sitio puede ser definido dentro de un período arqueológico a partir de su fecha de fundación, de acuerdo a la Tabla 1, el lapso ocupacional de los sitios o “longevidad” (fundación y abandono definitivo) indica que asentamientos fundados en el período Arcaico y Formativo fueron ocupados por múltiples generaciones, alcanzando antigüedades relativas entre 700 y 1500 años, en promedio once siglos durante el período Formativo Temprano y nueve siglos durante el Formativo Tardío. Esta afirmación abarca sitios dispersos y aglutinados ubicados en la costa, pampa y quebradas altas, que serán abandonados durante el período Intermedio Tardío. Precisamente, la longevidad de los asentamientos parece cambiar durante el período Intermedio Tardío, cuando los asentamientos habitacionales son ocupados entre 50 y 600 años desde su fundación, en promedio cuatro siglos, mientras que, en el período Tardío, excluyendo Tarapacá Viejo (ca. 6601660 DC), solo alcanzan un promedio de 290 años de ocupación desde el momento fundacional.

Una situación difícil de dirimir es el grado de espontaneidad o planificación de los asentamientos preincaicos en esta región, tema que no ha recibido la atención suficiente. Los grados de aglutinamiento y dispersión pueden ser indicativos para evaluar esta situación si se consideran de modo combinado los índices de densidad y el FOS (Tabla 1). Ambos índices señalan que la longevidad de los sitios dispersos de distinta extensión (10,7-1050 ha) es resultado de estrategias neolocales de instalación de viviendas unitarias o conglomerados de estructuras a lo largo de décadas y siglos consecutivos, producto de grupos con estrategias altamente móviles (Densidad: 0,4-14,9/ FOS: 0,02-6,2%). De este modo los asentamientos alcanzarían su fisonomía final mediante un crecimiento cuyas reglas de instalación están regidas por la distancia entre las estructuras iniciales y posteriores, así como por la capacidad máxima de cada unidad doméstica.2

Tabla 1 Características e índices arquitectónicos por sitio respecto de la periodificación regional. 

Los asentamientos aglutinados (Densidad: 90,2331,1/ FOS: 12,7-90,6%), por su parte, serían resultado de eventos constructivos en lapsos más breves de edificación y estrategias de mantenimiento y subdivisión más intensivas y planificadas a lo largo de los siglos, donde la ampliación de la vivienda nuclear, mediante métodos aditivos o de estructuras colindantes, aumentaría la capacidad de alberge de estas residencias multifamiliares, conservando el eje de poder en las “casas” más antiguas, elaboradas o amplias del barrio o conglomerado. En consecuencia, las aldeas supondrían la agregación de esos linajes extensos en donde la residencia posmarital se plantea anexa o adjunta a la residencia de los progenitores -una clara demostración de la riqueza y capital social del grupo-, densificando los sitios y aumentando el porcentaje de uso de suelo.

Durante el período Tardío o Inca, los asentamientos tienden a grados de planificación que mantienen los índices de densidad en valores bajo 90 estructuras por hectárea y excluyendo asentamientos administrativos de gran envergadura (Tarapacá Viejo), el FOS no sobrepasa el 20%. Aquí, las viviendas están sometidas a un canon sumamente normado, como veremos en el siguiente apartado, y probablemente no constituyen viviendas permanentes o propias de sus habitantes, sino residencias temporales de funcionarios o tributarios del sistema rotativo de trabajo incaico. Se trata por tanto de residencias ajenas de uso temporal, que virtualmente no son intervenidas o modificadas por adiciones posteriores o subdivisiones.

Respecto de la escala de los sitios. En la franja altitudinal entre 10 y 1.380 msnm, la envergadura de los asentamientos aglutinados Formativos se presenta en dos tramos: 1) sitios aglutinados en la costa que exhiben superficies entre 0,02 ha (Chomache) y 0,1 ha (Pisagua N) para formatos que involucran superficies construidas entre 63 y 432 m2 respectivamente y, 2) sitios con arquitectura pública que ocupan entre 0,8 ha (aldea de Guatacondo) y 3,8 ha (Caserones) y cuya inversión de trabajo se traduce en superficies construidas de 0,42 ha (177 estructuras) y 1,59 ha (646 estructuras) respectivamente. Esta situación cambia radicalmente en el período Intermedio Tardío, cuando los asentamientos aglutinados se ubican entre 830-3.930 msnm y presentan superficies entre 0,8 ha (La Capilla) y 5,7 (Nama) ha, con superficies constructivas que oscilan entre 0,19 ha (La Capilla) y 1,6 ha (Pucar Qollu). En tanto que el período Inca, el único asentamiento aglutinado construido en la región bajo el formato cusqueño parece haber sido Tarapacá Viejo (1400 msnm) con 3 ha de perímetro y 1,6 ha construidas.

La lectura de las Tablas 1 y 2 permite establecer de modo significativo la secuencia de larga duración relativa a la fundación de poblados en la región. Si consideramos los extensos campamentos de arquitectura dispersa, especialmente indicativos de los sistemas de movilidad practicados durante el período Formativo Temprano en el ámbito de la pampa del Tamarugal (1.120-2.800 msnm), a lo largo del Formativo Tardío las ocupaciones asociadas a esta clase de asentamientos se amplían notablemente hacia la costa adyacente (10-70 msnm), mientras que en el Intermedio Tardío alcanza el altiplano tarapaqueño (3.810-4.250 msnm), ocupando con seguridad los cursos medios y superiores de las quebradas que articulan ambos espacios. Este movimiento es análogo al que se percibe en los asentamientos aglutinados -aldeanos, de primer orden o nivel jerárquico-, aunque durante el período Formativo, diríamos que el eje se desplaza en sentido sur-norte, desde la quebrada de Guatacondo a Tarapacá, y desde dicha quebrada hacia las quebradas altas y el altiplano durante el período Intermedio Tardío.

Tabla 2 Lapsos ocupacionales de los sitios a partir de dataciones absolutas publicadas (C14 y TL). Fuente: Núñez, 1978; Cervellino y Téllez, 1980; Uribe et al., 2007, Tabla 1: 150; Uribe y Urbina, 2009, Tabla 1: 241; Uribe y Urbina, 2010, Tabla 1: 1322; Berenguer et al., 2011; Urbina et al., 2012a, Tabla 11: 57, Moragas 1993: 29; Salazar et al., 2013: 94; Zori y Urbina 2014, Tabla 2: 220; Urbina 2014; Urbina et al., 2015. 

Es necesario puntualizar que, si bien algunos campamentos del período Formativo se mantuvieron vigentes en la costa y quebradas hasta inicios del período Intermedio Tardío (ca. 900 DC), ciertos asentamientos aglutinados o aldeanos de este período pudieron derivar de ocupaciones establecidas durante el período Formativo Tardío (p.e. La Capilla, Tarapacá Viejo, Camiña y Pucar Qollu).

Respecto de los patrones formales y morfo-funcionales que se derivan de la información presentada en la Tabla 3, la historia arquitectónica de la región reconoce el predominio de viviendas de planta circular y sus derivadas entre fines del Arcaico e inicios del Formativo (Urbina et al., 2011), tanto en sitios dispersos como aglutinados localizados en la costa, pampa y quebradas (10 y 2.800 msnm), involucrando materiales constructivos como la piedra y el barro (Adán y Urbina 2007; Adán et al., 2013).3 Durante el Formativo Tardío, en tanto, el gradual abandono de Guatacondo y el crecimiento de los asentamientos en el curso inferior de la quebrada de Tarapacá, pampa Iluga y la ocupación más intensa del litoral influyen en la propagación de los formatos cuadrangulares en las viviendas de piedra unida con argamasa, anhidrita, barro y quincha (Núñez, L., 1979; Núñez, P., 1983; Urbina et al., 2015).4

Tabla 3 Patrones morfo-funcionales por sitio, período y tradición. *Asentamientos aglutinados. 

Esta tendencia cambia y parece volver a la situación precedente durante el período Intermedio Tardío, momento en que la Tradición Quebradeña o de Tierras Altas deja sentir su influencia en los patrones formales de Nama, Camiña y Pucar Qollu -con estructuras ovoidales, elípticas o subcirculares sobre sistemas de terrazas-, señalando el vínculo histórico con las quebradas altas de los Valles Occidentales y el Altiplano Meridional; mientras que, en los asentamientos sureños, el patrón cuadrangular parece más arraigado a los patrones formativos precedentes y los formatos residenciales propios de la subárea Circumpuneña (Adán y Urbina, 2010). Durante el período Tardío, los diseños ortogonales utilizados con cierta flexibilidad por los albañiles incaicos elevan nuevamente la representación de las plantas con ángulos rectos, mientras que en general se mantienen en el ámbito altiplánico asentamientos mixtos donde coexisten estructuras de ambos formatos (p.e. Miño 1 y 2, Collahuasi 37 e Inkaguano).

Los rangos de tamaño en los cuales pudieran clasificarse los espacios domésticos en los distintos tipos de sitio y períodos (Tablas 2 y 3) ha sido uno de los ámbitos de exploración más complejos de dirimir. Es muy difícil efectuar estimaciones demográficas posibles de ajustar considerando la envergadura y longevidad de los sitios y, más aún, la definición de los espacios domésticos está sometida a variaciones de tamaño y configuración si se considera un período tan extenso de tiempo, razón por la cual los rangos de tamaño que se utilizan como hipótesis funcionales para estimar la capacidad habitacional de los sitios varían según condiciones específicas.

Con todo, nuestra impresión es que las viviendas - pequeños parapetos, refugios o unidades espaciales aisladas- poseen rangos de tamaño que alcanzan hasta 10 m2, especialmente en aquellos asentamientos dispersos (campamentos), donde el rango bajo 5 m2 alcanza una representación porcentual por sobre el 49-50% (p.e. Caleta Huelén 42, Pircas, Tasma, Quebrada Ancha, Caleta Huelén Alto y Huasco Sur). Mientras que en los asentamientos aglutinados las viviendas se ubicarían preferentemente en el rango entre 10-20 m2, con representaciones que oscilan entre el 35 y el 66%. Por lo tanto, debe considerarse esta diferencia fundamental entre asentamientos aglutinados, donde las estructuras bajo los 5 m2 pudieran asociarse mayormente a funciones de almacenaje-rituales, y asentamientos dispersos, donde justamente es este rango de tamaño el que cumple funciones de refugio, vivienda semipermanente o transitoria (Adán et al., 2011).

A lo largo del período Formativo, el crecimiento de las superficies de las casas o residencias -los conglomerados y barrios, sus complejas subdivisiones o adiciones y elaboración de los distintos detalles constructivos (techos, paramentos, fundaciones, ventanas, entre otras)- pueden ser descritos principalmente en los asentamientos aglutinados en barro y anhidrita. Allí los conjuntos aglomerados alcanzan grandes proporciones (Adán et al., 2007; Urbina et al., 2012a, 2015) luego de siglos en que las viviendas de los descendientes de un linaje se adjuntan a las viviendas fundacionales, paralelamente a procesos de subdivisión interna, generando tramas compactas que configuran verdaderos barrios y sectores que agrupan una serie de barrios a nivel intra-sitio.

Esta situación cambia drásticamente en el Intermedio Tardío (véanse Figuras 3 y 6) en un proceso que lleva aparejados cambios en las dimensiones de las viviendas y en la inversión de trabajo para construirlas, así como el abandono de las grandes aldeas aledañas a la pampa y la fundación ex novo de múltiples asentamientos aglutinados, sin herencia formativa, en los cursos medios y superiores de las quebradas. En estos nuevos asentamientos las viviendas son diseñadas con menor capacidad, elaboración y complejidad interna y donde la estrategia de residencia neolocal se expresa ahora, a diferencia del período Formativo, dentro de cada asentamiento aglutinado. En el siguiente apartado discutiremos precisamente el comportamiento de los patrones residenciales, basados en los formatos de las viviendas, su configuración interna y materiales constructivos, a partir de los cuales es posible discutir los principales hitos de la historia tarapaqueña prehispánica.

Discusión: patrones residenciales y arquitectura doméstica

Viviendas de patrón circular en torno a patios centrales

De acuerdo a la información analizada, un primer tipo de espacio doméstico que podemos distinguir en la secuencia cronológica está definido por unidades residenciales de forma circular u oval en piedra, de amplia distribución altitudinal (10-2800 msnm), y otras, de mayor elaboración e inversión de trabajo que utilizan el barro como principal materia prima (10-1380 msnm), ya sea dispersas/aisladas o en aglomerados en torno a patios centrales de tamaños y complejidad variables (Figura 3a-h y 4).

Figura 3 Patrones de estructuras domésticas de Tradición en Piedra, Barro y Anhidrita. Período Arcaico Tardío: a) Caleta Huelén-42. Período Formativo Temprano: b) Quillagua-89, c) PT0005-Quillagua, d) Conglomerado 2-Pircas, e) Conglomerado 3-Ramaditas, f) Conglomerado 2-Ramaditas, g) Conglomerado Noroeste-aldea de Guatacondo, h) Conglomerado Sureste-aldea de Guatacondo. Período Formativo Tardío: i) Conglomerado 84-90-Caserones, j) Chomache, k) Pisagua-N, l) Tarapacá-15 y m) Tarapacá-16. 

Figura 4 Aldea de Ramaditas, quebrada de Guatacondo. Conglomerados de barro-piedra y estructuras 

En el caso de los asentamientos en piedra (campamentos de Caleta Huelén Alto, Pircas, Tasma, Quebrada Ancha y Huasco Sur), están representadas centenares de viviendas unitarias y otras más aglomeradas, reflejo de agrupamientos de familias nucleares establecidas, transitoria o estacionalmente, de modo aislado o disperso sobre grandes extensiones de terreno reocupados durante siglos. Un antecedente de este patrón estaría indicado por el sitio Caleta Huelen 42, habitado por cerca de un milenio (2830-1830 AC) según las dataciones disponibles (Zlatar, 1983, p. 25).

La singularidad de los grandes conglomerados y barrios de planta circular en Ramaditas y Guatacondo respondería dentro de la historia regional a la conformación material y simbólica de linajes o “casas”, en una demostración de manejo tecnológico y riqueza, escenificada siguiendo una novedosa práctica congregacional y de gran escala para la época. Aquí, las tareas y espacios cotidianos se agregan en torno a espacios públicos destinados a ceremonias colectivas y las labores constructivas se relacionan directamente con la mantención de los espacios comunitarios: selección de bloques de piedra, preparación de adobones y barro, revestimiento o estucado de las paredes y decoración en fresco de secciones interiores de recintos, empotramiento de postes de prosopis de gran diámetro en el centro de estructuras techadas o en ramadas parciales. De acuerdo con la tesis de Urton (1988), la historia de construcción y mantención de los muros de esas plazas es al mismo tiempo la historia organizacional de sus habitantes.

La configuración del patrón de asentamiento regional definida por campamentos extensos y centros aldeanos en el delta de las quebradas endorreicas (borde oriental de la pampa del Tamarugal) sugiere que la conformación arquitectónica de la aldea/poblado de Guatacondo tendría una funcionalidad específica no solo destinada a la vida sedentaria. Tendría como objetivo fijar un espacio para eventos públicos-comunitarios, modificando los patrones de alta movilidad que predominan en el ámbito desértico regional desde el período Arcaico. Probablemente supone la instauración de cierto orden calendárico que requiere reorganizar el trabajo de múltiples unidades domésticas en torno a cultígenos adaptados a los ámbitos cálidos e irrigados del desierto a partir del siglo II AC (García et al., 2014).5 La correlación clásica entre innovaciones/adopciones agrícolas y nucleamiento aldeano permanente parece de este modo tener débiles evidencias que la confirmen.

Esto equivale a sostener que las aldeas, más que lugares de habitación permanente, corresponderían a un dispositivo de doble función, organizan la movilidad regional de acuerdo al sistema religioso y fijan obligaciones dentro del ciclo anual en torno a tareas como el riego (p.e. canalización y avenidas estivales), la explotación de recursos vinculados a la pampa (bosques de prosopis) y la propia construcción de viviendas más sofisticadas. Las aldeas constituirían hitos espaciales y temporales, donde la base socio-parental mayormente dispersa en distintos campamentos, paraderos y pequeños refugios, organizaría año a año inversiones de trabajo sustanciales para actividades económicas que requieren de colaboración y trabajo mancomunado, para lo cual las viviendas precisan mayor capacidad y proximidad entre los espacios productivos y aquellos de congregación comunitaria (patios y plazas).

En términos cronológicos, el patrón circular en piedra y barro que utilizan aldeas segmentadas/dispersas se desarrolla en una primera época a partir del siglo IX-VIII AC en Ramaditas y Pircas -suponemos que también en el valle de Quillagua y Pica-, y ya en el siglo VII AC se encuentra habitado el lugar donde luego se levantará la gran plaza oval del poblado de Guatacondo, el principal centro político de la región hasta el siglo IV DC. Este patrón arquitectónico aldea/poblado comenzaría a ser abandonado en la pampa a inicios de la Era, sin embargo, aquello parece no haber afectado significativamente la permanencia de asentamientos campamentales, caletas o refugios/parapetos costeros, en la pampa y la precordillera.

Viviendas de patrón rectangular colindantes y con subdivisiones

El segundo tipo de espacio doméstico identificado en la región utiliza unidades residenciales en la forma de recintos modulares de planta rectangular u ortogonales, que utilizan como materia prima piedra (10-2.800 msnm) y anhidrita y barro (8301.290 msnm) y se emplazan sobre terrenos planos o de pendiente suave (Figura 3i-m). Los recintos presentan accesos mediante pasillos, subdivisiones internas y adiciones exteriores de otros recintos o estructuras similares, maximizando la superficie habitable y el uso de materiales constructivos elaborados, como bloques de anhidrita trabajados o bolones de piedra seleccionados, argamasa preparada de gran cohesión, postes de prosopis empotrados en los muros y estuco o revestimiento.

Asentamientos dispersos construidos en piedra, de naturaleza multicomponente (Figura 5), esto es, con viviendas de planta circular y rectangular, se ubican en las quebradas precordilleranas (p.e. Tasma y Quebrada Ancha), la pampa (Pircas) y en la desembocadura del río Loa (Caleta Huelén Alto). Al mismo tiempo se establecen los primeros asentamientos aglutinados en litoral pacífico con plantas cuadrangulares y rectangulares (p.e. Pisagua N, Los Verdes[?], Sarmenia y Chomache), a veces con muros ligeramente curvados. Corresponden a pequeñas caletas/aldeas junto a playas mayormente rocosas próximas a colonias de aves, moluscos y guaneras, las cuales se distinguen por ser unidades rectangulares contiguas o módulos ortogonales con subdivisiones internas, pisos preparados y entierros fundacionales de cabezas de mamíferos marinos o cánidos bajo los muros.

Figura 5 Polígonos de dispersión de estructuras de patrón rectangular y circular en Tasma (izquierda) y Quebrada Ancha (derecha). 

El patrón de asentamiento que caracteriza al período Formativo Tardío comprendería en consecuencia la extensión de los campamentos en las quebradas prepuneñas y el fortalecimiento de las ocupaciones aglutinadas y de pequeña escala en el litoral desértico. A diferencia del período anterior, las estrategias corresidenciales entre localidades en la costa, pampa y quebradas se fortalecen, y con ello la complementariedad de los recursos marítimos/litorales y forestales/agrícolas y pecuarios que parece estar sustentada en una marcada identidad en los patrones arquitectónicos de las viviendas que se utilizan en todas estas zonas.

En el caso de Caserones, los extensos barrios intramuros sugieren grados extremos de cohesión de las comunidades o linajes, cuestión notable si se considera la extensión territorial disponible fuera del área construida. A pesar de la extensión, densidad y ocupación de suelo que expresan los barrios en la planimetría del asentamiento -que alcanzan superficies mayores a 2000 m2 y en varios casos más de 80 estructuras colindantes (Urbina et al., 2012, p. 51)-, estimamos que la restricción de acceso y crecimiento de los barrios, así como la reducción de escala de los espacios públicos tienen que ver con situaciones de competencia y niveles críticos de acumulación de poder, riqueza y prestigio por parte de estos linajes o familias extensas.

Allí donde se ejecutan grandes obras comunales planeadas y con fines urbanísticos, espacios ceremoniales abiertos y cerrados a modo de templos/patios ceremoniales (Vidal, 2012, pp. 235-238; Urbina et al., 2012a, p. 53), se expone y escenifica su propia orgánica, particularmente la posición y preeminencia de cada familia extensa/linaje o comunidad, su procedencia y lugar en el espacio, respecto de los recursos de la pampa y de otras familias, incluyendo aquellas que no acceden a espacios poblados como Caserones. En este caso, parece cierto que la presencia de plazas públicas y templos parece institucionalizar los lazos de parentesco y colaboración para la ejecución de importantes fiestas calendáricas y colectivas asociadas a la explotación de bosques de prosopis y extensas áreas irrigables en el desagüe de la quebrada de Tarapacá (pampa Iluga) y la quebrada de Aroma. Sin embargo, el espacio habitable luego de siglos de crecimiento ha generado una competencia decidida entre los barrios (linajes) que componen el sitio y por ello se imponen medidas restrictivas al crecimiento y densificación desmedida que pudiera desequilibrar las relaciones sociopolíticas, construyéndose un extenso doble muro perimetral hacia el siglo VI DC.

La regulación económica que involucra el trabajo de recolección, procesamiento y almacenaje de semillas y vainas, así como el trabajo maderero (Adán et al., 2013), permiten comprender la gran inversión de energía que supuso la edificación de este gran complejo aldeano y las causas de las tensiones generadas por un sistema económico-social que requirió medidas de autorregulación, posiblemente las mismas que detonaron su abandono.

A partir del abandono de Caserones, los nuevos asentamientos comienzan a exhibir diseños de planta de crecimiento regular u ortogonal y división bipartida en barrios, los cuales a diferencia de Caserones, se organizan en sectores o “mitades” separadas por senderos rectos, calles o vías de circulación longitudinales, señalan el gradual surgimiento de parcialidades o “sayas”, al modo de los ayllus andinos (Núñez, P., 1983, p. 35). Producto de una reorganización de las relaciones laborales y sociales entre unidades domésticas, los patrones residenciales en las aldeas tarapaqueñas post formativas siguen fomentando importantes grados de aglutinamiento posmarital (bajo neolocalismo) a partir de la formación de una nueva unidad doméstica, lo cual puede apreciarse nítidamente en las planimetrías de estos sitios (Figura 3l-m).

Viviendas de muros curvos o rectos conglomeradas sobre terrenos aterrazados

Las aldeas tarapaqueñas que estudia Patricio Núñez (1983, Figura 3l-m) señalarían el inicio de una dinámica de segmentación de la sociedad tarapaqueña post formativa y una fragmentación de los nodos geopolíticos que ostentaron mayores grados de inversión arquitectónica durante el primer milenio de la Era. El abandono de éstos nodos hacia fines del siglo X DC y la fundación de nuevos asentamientos en los cursos medios y superiores de las quebradas (Núñez, L., 1979, 1984) se relacionaría directamente con una ocupación más intensa de terrazas fluviales o promontorios junto a fondos de valles o quebradas mediante sistemas estancieros y una menor intensidad en el uso de los extensos campamentos ubicados en las rutas de circulación pampa-tierras altas (Pircas, Tasma-Quebrada Ancha, Cahuiza y Huasco Sur).

Al iniciarse el período Intermedio Tardío, el patrón de asentamiento involucrará al menos tres niveles jerárquicos (Adán y Urbina, 2010; Urbina, 2014) correspondientes a asentamientos aglutinados de distinta envergadura, crecimiento espontáneo y bajo nivel de planificación -con plazas en la cumbre de los dos primeros niveles-,ubicados preferentemente en la zona precordillerana (Camiña, Chusmisa y Jamajuga) y en el altiplano tarapaqueño (Pucar Qollu) (Urbina y Adán, 2006). Las viviendas utilizan como material constructivo bloques de piedra en estado natural o levemente trabajadas (pirca seca). Son de diseño expeditivo, sin embarg han requerido del acondicionamiento del terreno en pendiente mediante el desmonte y nivelación del terreno en terrazas. Las formas, distribución y patrón de aglutinamiento de las viviendas demuestran una disminución del tamaño interior de los espacios domésticos y de los patios familiares o comunales (Figura 6a-h), como puede observarse en la planta general de Nama (Figura 7).

Figura 6 Patrones de estructuras domésticas de Tradición Quebradeña y Tardía. Período Intermedio Tardío: a) Camiña, b) Nama, c) Pucar Qollu, d) Chusmisa NE, e) Collahuasi-37, f) El Tojo (Collacagua-18), g) Collacagua-19, h) Huasco-1. Período Tardío: i) Cancha C-Tarapacá Viejo, j) Collahuasi-37, k) Miño-2, l) Inkaguano. Período Inca-Colonial: m) PT0273-Quillagua.  

Figura 7 Levantamiento topográfico de la aldea de Nama. 

Se constata una progresiva constitución neolocal de las unidades domésticas a nivel intra-sitio, mientras que en aldeas como Chusmisa NE y Jamajuga se aprecian conglomerados de estructuras rectangulares adosadas (Figura 6c-d) que siguen los patrones tarapaqueños del Formativo Tardío, pero a menor escala. De cualquier modo, a nivel regional ocurre una dinámica inter-sitio que a partir del siglo XIII DC permite a las familias ocupar distintos valles, franjas longitudinales y pisos ecológicos mediante estrategias corresidenciales propias del patrón pueblo-estancia/caletas, razón por la cual los asentamientos presentan combinaciones o esquemas mixtos en términos de patrones formales de planta y una mayor variabilidad en los rangos de tamaño.

El trazado de los asentamientos aglutinados es el resultado de un crecimiento espontáneo o no planificado de los espacios domésticos. La escala (superficie total) que exhiben y el número de estructuras indican una importante intensidad de uso de espacios acotados por distintas unidades residenciales, durante varios siglos inclusive. Las aldeas de segundo y tercer orden presentan dos modalidades, una de tierras bajas vinculada a la Tradición Arquitectónica de Oasis, también llamada Tradición del Desierto y, la segunda, relativa a la llamada Tradición de Tierras Altas o Quebradeña, cuya expresión también involucra a las aldeas mayores o de primer orden.

Estas aldeas se emplazan sobre cerros islas o laderas de pendiente abrupta, sobre el fondo de valles agrícolas y próximos a yacimientos mineros; presentan en ciertas ocasiones un reducto abierto en la cumbre a modo de plaza, el cual articula a su alrededor niveles de terrazas escalonadas con unidades domésticas en pequeños conglomerados de viviendas, cocinas y patios edificados en piedra. Estos conglomerados se disponen y comunican mediante vías de circulación dendríticas y en anillos en torno a la plaza de cumbre.

Con todo, a partir del siglo X DC, las viviendas reflejarían situaciones de fisión social, presión demográfica y fragmentación política (p.e. dispersión del poder), causa de la amplificación del espectro de asentamientos aglutinados distribuidos en los distintos pisos ecológicos. De este modo se formarán nuevas comunidades basadas en aglomeraciones de unidades familiares de baja y mediana escala, que poseen y comparten residencias en localidades salpicadas en el territorio regional y macrorregional; grupos que a su vez mantendrían lazos de parentesco sanguíneo o político (p.e. compadrazgo) a corta y larga distancia entre ellas y con unidades sociales mayores.

El período Intermedio Tardío se caracterizaría finalmente por una progresiva segmentación de las unidades familiares durante cinco siglos posteriores al siglo IX DC, acompañado del debilitamiento de los linajes que habitaron el delta y la pampa del Tamarugal junto al desagüe de la quebrada de Tarapacá. Este proceso se percibe por una estrategia de residencia neolocal que abarca toda la región e implica el surgimiento de diversos linajes nucleados políticamente, al modo de jefaturas o cacicazgos inter-aldeanos, articulados a su vez por una red de pequeños poblados, estancias o instalaciones distantes donde las unidades residenciales se configuran de acuerdo condiciones locales y la especialización económica del asentamiento (Figura 6f-h).

Residencias de planta ortogonal sobre terrenos planos

Este patrón corresponde en su mayoría al observado en asentamientos del período de expansión del Tawantinsuyo, viviendas dispuestas o asociadas a asentamientos locales, conformando asentamientos mixtos (Inca-local), fenómeno que a nivel regional ocurre especialmente sobre “estancias” ubicadas en la franja altiplánica tarapaqueña (Berenguer y Cáceres, 2008). Dentro de este grupo se incluye el asentamiento sobre el cual se edificó íntegramente Tarapacá Viejo, la instalación administrativa de trazado urbano más relevante de las tierras bajas a nivel regional (Figura 8).

Figura 8 Diseño ortogonal de planta en Tarapacá Viejo. Fuente: Zori y Urbina, 2014

En general, las instalaciones incaicas -especialmente aquellas ubicadas en las tierras altas- se caracterizan por una notable diversidad funcional y por el aprovechamiento de asentamientos residenciales preexistentes, cuya historia constructiva se inicia con seguridad en el siglo XIII DC, con la excepción del sector B6 de Collahuasi 37 (1040 DC). Específicamente, la edificación de instalaciones de estilo incaico (Miño 2), aquellas que combinan patrones locales e incas (Inkaguano, Collahuasi 37 y Miño 1), asentamientos con remodelaciones moderadas (Huasco 1) y, finalmente, la ocupación de sitios locales sin modificaciones arquitectónicas (Collacagua 18, Huasco 2 y 4) configuran el patrón de asentamiento regional durante este período, el que a pesar de estar concentrado en la franja altiplánica, parece estar supeditado a la cabecera político-administrativa instalada en las tierras bajas (Tarapacá Viejo) (Uribe y Urbina, 2010).

En este sentido, notamos que la ocupación más intensa registrada en esta clase de asentamientos se inicia en pleno siglo XV, extendiéndose hasta la segunda mitad del siglo XVII, momento en el cual fueron progresivamente abandonados, debido a causas diversas, entre las que figura la aplicación progresiva de las políticas toledanas (ca. 1570 DC) destinadas a concentrar a la población local, propiciando el traslado y abandono de sus poblados tradicionales hacia nuevos asentamientos coloniales con planta en damero denominados reducciones o pueblos de indios (Núñez, P., 1984; Urbina, 2018, pp. 356-369).

Las viviendas de estilo incaico y probablemente aquéllas más tempranas del período Colonial (siglo XVI-XVII) herederas de esta tradición, corresponden a residencias o alojamiento provisorios que siguen el patrón de RPCs (p.e. Collahuasi 37 e Inkaguano/Incamarca), o canchas de gran tamaño con estructuras rectangulares adosadas o inscritas en perímetro interior (p.e. Tarapacá Viejo y Collahuasi 37), así como estructuras rectangulares con un pequeño patio exterior de la misma forma (Pisagua Viejo, Miño 2, sitio PT0273, Pellegrino et al., 2015) (Figura 7i-m).6 Esta mixtura entre los patrones locales, incaicos e hispano-coloniales puede apreciarse con mayor nitidez en sitios costeros como Pisagua Viejo (Figura 9), donde las viviendas rectangulares aisladas o conglomeradas se dispersan en torno a una iglesia delimitada por un muro perimetral (Núñez, 1970).

Figura 9 Planimetría de Pisagua Viejo y Pisagua B. Fuente: Urbina et al., 2012, Fig. 8, p. 295. 

Por lo general, en estos sitios las viviendas poseen un solo acceso, usualmente de perfil trapezoidal y sus tamaños oscilan entre 20 y 40 m2. En algunos se identifican callancas o galpones utilizados como albergues para actividades ceremoniales o administrativas, regularmente asociados a plazas públicas de gran tamaño, las que permanecieron en uso durante el siglo XVI e incluso hasta tiempos recientes (Inkaguano).

Los análisis arquitectónicos y etnohistóricos demuestran que mientras la expansión del Tawantinsuyo implicó la centralización regional en Tarapacá Viejo, sociedades segmentarias jerarquizadas distribuidas en todo el ámbito regional fueron sometidas diferencialmente a alianzas matrimoniales y políticas mediadas por funcionarios incaicos. Al mismo tiempo que algunas comunidades eran erradicadas de sus áreas de residencia o se ejercía la completa o parcial reconstrucción de asentamientos, como las remodelaciones de estancias, se mantuvieron amplios sectores geográficos (tramos de la costa, valles y cuencas altiplánicas) bajo patrones residenciales propios del período Intermedio Tardío (ca. 9001450 DC) (Berenguer et al., 2011; Urbina, 2014).

La invasión hispana, a mediados del siglo XVI, intentó no solo ocupar la infraestructura incaica -caminos, alojamientos, centros mineros, poblados, adoratorios-, sino reducir las múltiples parcialidades indígenas dispersas en el vasto territorio y contralar de ese modo la fuerza de trabajo de los tributarios que iba a ser depositada al interior del asentamiento colonial, la reducción o el “pueblo de indios” (Urbina, 2018).7 Al parecer, los habitantes de las manzanas occidentales de Tarapacá Viejo, a pesar de dicha política reduccional, siguieron viviendo dentro de los límites de los antiguos complejos de diseño incaico, hacían uso de los espacios comunes donde acostumbraban compartir las labores de manufactura y de tipo doméstico, aunque el foco de atención se había dirigido al exterior, a la calle, donde su comportamiento podía ser vigilado y evaluado según su apego a la nueva normativa jurídica y doctrinal hispana (Zori y Urbina, 2014, p. 228).

Conclusiones

Para finalizar este trabajo queremos ofrecer tres reflexiones sobre las materias de mayor trascendencia en el estudio de la arquitectura doméstica y la formación de asentamientos en la región de Tarapacá.

En primer lugar, si bien en distintos puntos se reconocen dinámicas de agregación y nucleamiento que conllevan el surgimiento de poblados o aldeas, situación que parece estar relacionada con el crecimiento de las superficies habitables de las viviendas y de los conglomerados residenciales, así como con la aparición de arquitectura comunitaria y pública, es notorio que existieron localidades donde se perciben procesos inversos, donde la tendencia a la dispersión y segmentación de las unidades domésticas es constante. Por ello, la tesis de un progresivo aglutinamiento de los asentamientos en la medida que avanza el período Formativo no es sostenible desde el punto de vista de un estudio sistemático de la arquitectura del período, ni menos que ese proceso de concentración residencial sea una consecuencia directa del surgimiento de la agricultura en la pampa del Tamarugal y sus afluentes.

En este trabajo hemos planteado que, solo desde una perspectiva regional, los patrones de asentamiento (Tablas 1 y 3) y los tipos de unidades domésticas (Figuras 3 y 6) que caracterizan el extenso arco temporal entre fines del período Arcaico e inicios del período Colonial pueden ser comprendidos integralmente. Junto con las distinciones propias del análisis arquitectónico tradicional, hemos definido con mayor detalle las estrategias residenciales de sus habitantes (neolocal o aditiva posmarital), las cuales pudieron combinarse de diversas maneras dentro de asentamientos planificados o de crecimiento espontáneo, ya sea generado configuraciones sumamente aglutinadas en la fase final de ocupación o permaneciendo dispersos a lo largo de varios siglos. El análisis presentado documenta cambios históricos decisivos, a nuestro entender, en la estructura de parentesco y en la organización de las agrupaciones o comunidades tarapaqueñas, los cuales hemos intentado referenciar a formatos residenciales específicos y período de la secuencia histórica regional, esperando que los períodos de transformación más pronunciados puedan luego ser mejor analizados disponiendo de otros indicadores.

En tercer lugar, el cambio de una estrategia residencial neolocalista, que permite la formación de asentamientos dispersos, a una de aglomeración posmarital, que asegura la aglomeración de las unidades familiares descendientes, parece ser el punto crucial en la formación de los primeros núcleos aldeanos durante el período Formativo Temprano y que, con posterioridad al abandono de estos últimos, alcanzaría límites críticos en los extensos barrios de Caserones, revelando altos grados de competencia y disputas políticas entre familias extensas y linajes hereditarios dentro de la región. Esta competencia pareciera ser resuelta siglos adelante mediante políticas de reordenamiento en mitades para regular el conflicto y mecanismos de segmentación en nuevos núcleos poblados aguas arriba los cursos de valles y quebradas, permitiendo reactivar la movilidad y la fundación de nuevos núcleos poblacionales que se mantendrían ocupados durante el período Inca e incluso durante los primeros siglos Coloniales, y donde las estrategias neolocales cobran nuevamente fuerza.

Agradecimientos

A todos los colegas que trabajaron en las tareas de prospección, fichaje de arquitectura, levantamientos topográficos y excavaciones desde el año 2004 a 2016. A Xochitl Inostroza y Juan Pablo Ferreiro por la invitación a participar en esta publicación sobre familias indígenas. A las comunidades indígenas y habitantes de la región de Tarapacá que han permitido el acceso a sus sitios patrimoniales. A las y los colegas de la Comisión de Comisión de Patrimonio Arqueológico del Consejo de Monumentos Nacionales. A Constanza Chamorro por la elaboración de las láminas. Este artículo es resultado de los proyectos FONDECYT 1130279, 1080458 y 1030923, así como de la Beca CONICYT de Doctorado en Chile 21090211 sostenida por el primer autor.

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1Véanse las definiciones, indicadores y resultados de la aplicación de este marco analítico en Adán et al., 2007; Adán y Urbina, 2010; Urbina et al., 2011, 2012a.

2De acuerdo con Adán et al. (2011), las unidades aisladas o conglomeradas en sitios como Tasma o Quebrada Ancha permiten apreciar con claridad la regulación de la capacidad de albergue en cada uno de estos tipos de recintos. En Quebrada Ancha, a modo de ejemplo, a juzgar por la variabilidad en los tamaños de los “recintos aislados”, los cuales comprenden la totalidad de los rangos de tamaños -desde menos de 1 m2 hasta los 18 m2 y toda la variedad formal de plantas-, estaríamos ante un tipo de estructura que comprende diferentes funciones como áreas de tareas específicas, por ejemplo, para el trabajo lítico, parapetos y otras multifuncionales con un carácter doméstico. En el caso de los conglomerados, se plantean dos hipótesis alternativas: que se trate de complejos multifuncionales correspondientes a unidades domésticas, o bien que su unicidad correspondiera a una congregación de éstas en estructuras de uso multifuncional. Nos inclinamos más bien por la primera opción, puesto que al observar los conjuntos se aprecia que los conglomerados suelen contener recintos de tamaños diferentes, aunque suele ser más frecuente en los conglomerados de tres o más estructuras; éste es el caso de un conglomerado de cinco estructuras presente en Quebrada Ancha, cuyas dimensiones son 7,14; 3,70; 3,12; 1,01; 1,95 y 1,33 m2. En cambio, en aquellos compuestos por solo dos estructuras, las dimensiones suelen ser más homogéneas y generalmente de tamaños más pequeños (<3 m2), como lo ejemplifica un conglomerado de dos estructuras cuyas superficies son de 1,48 y 1,81 m2, respectivamente.

3Si bien la quebrada de Guatacondo es considerada el epicentro de la Tradición en Barro o de Oasis, debemos indicar que se verifica este tipo de arquitectura en recientes prospecciones en el valle de Quillagua (Pellegrino et al., 2015) y en el litoral tarapaqueño en el sitio Pabellón de Pica (Urbina et al., 2011), donde las dataciones apuntan a una continuidad de esta tradición arquitectónica hasta el siglo XIV-XV DC.

4Este cambio formal es difícil de interpretar en términos culturales o de innovación tecnológica, puesto que tanto la región de Arica y el salar de Atacama durante el período Medio o bajo la influencia Tiwanaku presentan patrones residenciales similares, con diseños rectangulares o en ángulo o con esquinas ligeramente curvadas. Nuestra opinión es que, pudiendo las tradiciones arquitectónicas vecinas influenciar el proceso registrado en la región de Tarapacá, en ninguna de éstas se registran asentamientos aglutinados y dispersos de la magnitud, densidad y complejidad de los que aquí analizamos.

5Según García y colaboradores (2014, pp. 52-53), los restos vegetales recuperados de las aldeas formativas de Tarapacá documentan dimensiones básicas de la vida social, principalmente alimentación, artesanía y construcción. Por una parte, la diversidad de alimentos presentes fue relevada en tres tipos de espacios, que incluyen contextos de preparación y consumo, pozos de almacenaje y contextos ceremoniales. Éstos corresponden a frutos recolectados en los bosques y quebradas, así como productos obtenidos de los campos agrícolas, identificados como molle (Schinus molle), algarrobo (Prosopis sp.), chañar (Geoffroea decorticans), maíz (Zea mays), calabaza (Lagenaria siceraria), poroto (Phaseolus vulgaris), pallar (Phaseolus lunatus), quinoa (Chenopodium quinoa) y amaranto (Amaranthus sp.). Estas últimas evidencias conformarían, hasta el momento, los contextos agrícolas más tempranos de la pampa del Tamarugal, especialmente los cultivos fechados en la aldea Guatacondo (quinoa, calabaza y maíz) entre 160 AC y 70 DC.

6La cancha corresponde a la unidad básica de la arquitectura incaica. Se trata de un recinto amplio de planta rectangular en cuyo interior se emplazan tres o más edificaciones en torno a un patio central. El acceso a la cancha suele ser por un vano en el muro que define a la estructura (Hyslop, 1990, p. 17).

7En teoría, a los grupos o comunidades andinas se les pensó asignar sectores específicos dentro de la traza de estos nuevos asentamientos, dando así cabida a una homologación frecuente entre ayllu y barrio (Durston, 1999, pp. 80-81). Como indica Cummins (2002, p. 214), en los pueblos de indios diseñados por la política toledana a fines del siglo XVI (ca. 1570), la intrusión en la vida no se limitó al ámbito de la doctrina cristiana. La traza del asentamiento también incidía directamente en las relaciones sociales de la familia, la cual estaba íntimamente relacionada con la reordenación espiritual del sujeto andino. De esta manera, se buscaba inhibir toda actividad e interacción entre parientes cercanos que, hasta esa fecha, eran facilitadas por los espacios contiguos e interconectados de la cancha inca. El único acceso, que además era público, de las nuevas viviendas coloniales podía ser vigilado por la fuerza pública para, de esta forma, instaurar las normas hispanas que regulaban la dinámica familiar e inculcar la (percepción de) decencia.

Recibido: 02 de Mayo de 2016; Aprobado: 08 de Marzo de 2017

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