Crónica de una despedida: cierra la última tienda de Pinarejo (Cuenca)

En la localidad conquense de Pinarejo (190 habitantes según el Padrón de 2023), cada mañana acuden dos panaderos a vender pan en furgoneta. Pero sus habitantes no se han acostumbrado aún porque es algo reciente. Hasta el pasado 31 de diciembre tenían panadería en el pueblo, la tahona de Félix Lafuente González. Pero se jubiló tras 40 años de oficio. Y con él se cerró el último establecimiento comercial de la localidad. La tienda de ultramarinos de Francisco Culebras había cerrado un año antes.

Si en Huelves, también un pequeño pueblo de Cuenca, se abría una tienda el pasado otoño dotando al municipio de un servicio del que carecían desde hacía cuatro décadas, en Pinarejo tendrán que acostumbrarse a la venta ambulante para llenar la nevera. “Es que no tenemos población. Y ya está. Para mantener un negocio hace falta gente, pero aquí eso ya no existe. Yo cocía unas 300 barras de pan cada mañana, pero las vendía también en los pueblos de la comarca, no solo en Pinarejo”, explica Lafuente en una entrevista en Hoy por Hoy Cuenca.

Pinarejo en los años 60

“En Pinarejo había de todo en las numerosas tiendas que daban vida al pueblo hasta los años sesenta en que comenzó una lenta agonía”, recuerda el escritor Paco Arenas, oriundo de este pueblo.

“Podías comprar desde sardinas en escabeche para el mojete que se vendían por unidades, hasta abarcas o calcetas, herramientas para el campo, telas y lanas”.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en 1960, Pinarejo tenía 1.223 habitantes. “Por aquellos años contaba con varios comercios”, enumera Arenas: “el estanco de Olegario, el de Manuel Illán, el de Isidora, el de Adelaido, el de Fermín y Francisco Culebras, la carnicería de Heliodoro y luego la de su hermano José Antonio, la fábrica de gaseosas, al menos dos herrerías, la de Cándido y la de Martín, la carpintería de Dimas, la barbería, al menos dos peluquerías y varias modistas, los bares y las tabernas llegaron a ser hasta seis, la fábrica de yeso e incluso un cine”.

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Panadería familiar

Félix Lafuente se hizo panadero porque ya lo era su padre. “Tenía una tahona, pero no le fue bien. Cosas de aquellos años”, recuerda. “Cerró y se tuvo que ir a Francia. Estos pueblos se mecanizaron y sobraba gente”. Se fue toda la familia. Pero volvieron años después. “Mis padres dijeron que ya habían hechos sus Américas. Somos nueve hermanos. Yo soy el mayor de los varones”, nos cuenta Félix que decidió reactivar el negocio de la panadería familiar.

Aquella tahona de su padre está ahora al otro lado de la calle donde él ha tenido su despacho de pan porque hace veinte años modernizó las instalaciones en el local donde ha venido su producto hasta el pasado 31 de diciembre. “Hacíamos pan tradicional en barra, roscas, pan aplastado y el que los valencianos llaman fresado”, dice.

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Las magdalenas

Entre todos los productos que elaboraba Lafuente destacaban sus magdalenas reclamadas no solo por los vecinos de Pinarejo sino también por toda la comarca. “La receta la puedo dar ahora a voz en grito porque ya competencia a mí no me va a hacer nadie”, dice. “Una docena de huevos, un litro de leche, un litro de aceite, un kilo de azúcar, un kilo y medio de harina, y gaseosas”, enumera. “Una receta que yo no me he inventado, era de mi padre y de todas las mujeres mayores del pueblo. Y luego, claro, elaboradas en nuestro horno de leña tradicional. Y las manos, el saber hacer. Por lo que sea di en el punto y nuestras magdalenas tenían mucha fama”.