CABAÑAS DE EBRO EN TIEMPOS DE LA ANTIGUA ROMA

Las tierras del valle medio del Ebro siempre han sido famosas por su fertilidad, productividad que no se origina de manera natural, sino que vino creada de manera artificial por los acueductos, presas, azudes, canales y acequias construidas por los romanos y luego perfeccionadas por los musulmanes.

Con el fin de la conquista de Hispania y la fundación de Caesaraugusta –actual Zaragoza-, a finales del siglo I a.C. y principios del siglo I d.C. comenzó un frenesí constructor y romanizador en la zona. Nuestra comarca se llenó de obras hidráulicas que la convirtieron en un vergel lleno de cultivos, se reordenó el territorio, cambiaron los poblamientos y se construyeron vías que comunicaron los nuevos asentamientos.

Los habitantes de estas localidades vivían de una intensa producción agrícola y de transportar y comercializar estos productos en Caesaraugusta por vía fluvial, a través del Ebro o por medio de las vías romanas que bordeaban su cauce. Las fuentes arqueológicas nos informan del predominio de grandes propietarios –muchos de ellos residirían en Caesaraugusta– con una gran cantidad de esclavos y siervos a su servicio que trabajaban estas tierras. Un ejemplo de ello lo tenemos en Gallur y otro en Cabañas de Ebro. Hoy vamos a centrarnos en este último pueblo.

En dicho pequeño municipio, junto al Ebro, se conservan fragmentos de unos grandes muros que pertenecerían a un pequeño castellum –castillo-, que tenía como función proteger de posibles bandoleros y asaltantes las mercancías que se cargaban en los barcos de un puerto fluvial aledaño.

2 km. al oeste del pueblo, en un paraje conocido como “Cementerio de los Moros” se han encontrado los restos de una antigua villa. Las villas eran las mansiones de los grandes señores, alejadas del mundanal ruido y bullicio de la ciudad. Sabemos que se trata de una villa, entre otros motivos porque se han conservado restos de un hipocausto. Para quien no lo sepa, un hipocausto era un complejo sistema de calefacción del suelo y las paredes que se utilizaban generalmente en las termas romanas. La presencia de uno de ellos denota que la vivienda contaba con una terma privada que no cualquiera podía permitirse y que por lo tanto era una villa de un adinerado. Tal vez incluso, aunque esto sería mucho suponer, el mismo propietario de la villa sería propietario también del castellum y del puerto fluvial a través del cual se transportarían los cultivos de sus tierras.

Santiago Navascués Alcay.

Lcdo. en Historia por la Univ. de Zaragoza.

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