Villa La Punta se encuentra inmersa en un paisaje serrano, en la ladera oriental de las sierras de Guasayán con agradable clima en las noches de verano.
Su entorno de cerros posee una exuberante vegetación peculiar para esta provincia. Se considera una villa turística, donde sus principales atractivos son caminatas por las quebradas cercanas, el templo católico, las competencias nacionales de enduro y el Cerro de la Cruz.
También es una zona de yacimientos arqueológicos donde se demuestra que las tierras estuvieron pobladas desde tiempo prehispánicos, seguramente sustentadas en las vertientes de agua que se encuentran en las laderas de los cerros.
La Quebrada de La Chilca es una de las principales atracciones que posee el lugar.
Viven aproximadamente 800 habitantes, es un pequeño poblado que conserva aires de otros tiempos.
A pocos kilómetros de la frontera con la provincia de Catamarca y a 97 km de Santiago del Estero, donde los cerros coronados de árboles se asoman al abismo de la llanura.
Fue por mucho tiempo el lugar elegido por la aristocracia local para su esparcimiento, dicen que en la villa se proyectó una película de cine antes que en la capital de la provincia.
Con la llegada del ferrocarril su gente se dispersó hacia las orillas de la Villa dando lugar a la calma y la tranquilidad que permiten pensarla como espacio turístico para el descanso y el silencio.
Frente a la plaza, se yergue la única iglesia del pueblo construida en estilo neo-colonial, desde cuyo campanario se accede a una de las vistas más bellas del lugar.
Durante la siesta, las cabras y las gallinas hacen de las suyas frente al calor que invitan al descanso de sus pobladores en los recovecos del pueblo.
La calle de tierra que atraviesa parte del vecindario está bordeada de palos borrachos, que permiten acceder al camino que conduce a la «Piedra que llora», producto de una vertiente que brota de una piedra en la Quebrada de Chilca.
Casas esparcidas entre grandes arboledas son la fisonomía de Villa La Punta, donde se podrán encontrar artesanías y productos regionales así como disfrutar de las vistas, los aromas y actividades al aire libre donde abundan las historias de los ecos del monte.
Entre ellas las promesas a La Telesita, señora del lugar a la que le gustaba el baile y se hacía presente en todas las fiestas populares, sin que nadie supiera dónde vivía. Hasta que un día se quedó dormida en el monte, su vestimenta comenzó a incendiarse y así murió.
En setiembre y octubre se festejan Las telesiadas, fiestas para agradecer un favor solicitado de antemano, el hallazgo de un bien perdido o el cumplimiento de una promesa.
Beber siete tragos de ginebra, bailar las siete chacareras y divertirse hasta el amanecer, cuando se quema el monigote de esa Telesita, que los invita a renovar los buenos augurios de la comunidad.
En Santiago del Estero hay otra perla preciosa, casi perdida en sus profundidades, se trata de Villa La Punta.
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