6 de mayo de 1937: el dirigible alemán LZ 129 Hindenburg se incendia en Lakehurst, Nueva Jersey - El Orden Mundial - EOM
6 de mayo de 1937

6 de mayo de 1937: el dirigible alemán LZ 129 Hindenburg se incendia en Lakehurst, Nueva Jersey

El dirigible Hindenburg salió de Frankfurt hacia Estados Unidos en mayo de 1937, pero no llegó a aterrizar. En la maniobra de amarre, una chispa se convirtió en una bola de fuego. El accidente pondría fin a la era de los zepelines.
6 de mayo de 1937: el dirigible alemán LZ 129 Hindenburg se incendia en Lakehurst, Nueva Jersey
Incendio del dirigible Hindenburg. Fuente: US Navy (Wikimedia Commons)

En la tarde del 6 mayo de 1937, el dirigible alemán LZ 129 Hindenburg se disponía a aterrizar en la Estación de Aire Naval Lakehurst, Nueva Jersey. Durante la maniobra de amarre, una chispa provocó el incendio que terminó con la vida de trece pasajeros y veintidós tripulantes de las 97 personas que estaban a bordo. El reportero Herbert Morrison registró el accidente para la estación WLS de Chicago. “¡Oh, la humanidad!”: esa noche, las radios estadounidenses abrieron los telediarios con su retransmisión.

Los dirigibles: novedad, arma de guerra y orgullo nazi

Con precedentes en el siglo XVIII, el origen de los dirigibles se remonta a 1852, cuando el francés Henri Giffard creó una aeronave que podía ser guiada. Sin embargo, fue el empresario alemán Ferdinand von Zeppelin quien añadió motores de gasolina décadas después. Su uso fue crucial para Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ya que le sirvieron para lanzar bombas. Pronto se convirtieron en una opción cómoda y segura para viajar, hasta que llegó la tragedia del Hindenbug. 

El dirigible LZ 129, bautizado en honor al entonces presidente alemán Paul von Hindenburg, fue construido en 1932 por la compañía de Zeppelin. Con 245 metros de largo, 41 metros de diámetro y cuatro motores Daimler-Benz, alcanzaba los 135 kilómetros hora. Esto lo convertía en una alternativa para viajes transatlánticos, ya que permitía recorrer en tres días lo que en barco equivaldría a dos semanas.

En 1936, su primer año de vuelo, el Hindenburg recorrió unos 300.000 kilómetros al cruzar diecisiete veces el Atlántico hasta Estados Unidos y Brasil. Los nazis, en el poder desde hacía tres años, se apropiaron de la imagen del dirigible, que se convirtió en un símbolo de grandeza y orgullo alemán. Tal fue así, que en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín sobrevoló el estadio mientras Hitler presidía el acto.

El Titanic del aire

No obstante, las rivalidades geopolíticas habían condicionado la construcción y esta, a su vez, el destino del Hindenburg. Los dirigibles funcionaban con helio, pero como Estados Unidos poseía su monopolio y se negaba a vendérselo a los nazis, los ingenieros alemanes optaron por el hidrógeno, un gas más inflamable. Para contrarrestar este punto débil, fabricaron el Hindenburg con duraluminio, una aleación con alta resistencia a la temperatura ambiente. Además, reforzaron la envoltura para evitar que la electricidad estática se acumulara.

Pero las precauciones no serían suficientes. El Hindenburg salió de Frankfurt en su primer viaje transatlántico de 1937 y, pese a los vientos y las tormentas eléctricas, el peligro llegó con el aterrizaje. Para el descenso se debía orientar la proa hacia la torre de amarre y perder altura soltando gas y agua, hasta que el viento obligó a reorientar el zepelín de forma brusca. Este giro rompió un cable que rasgó una bolsa de hidrógeno, y el gas se acumuló en la parte superior. Cuando la tripulación soltó las amarras para que los equipos terrestres ataran el globo, las cuerdas se mojaron con la lluvia y tocaron la tierra, que acumulaba electricidad estática. Todo ello hizo saltar una chispa que, en 35 segundos, precipitó al dirigible cubierto en llamas.

El LZ 129 Hindenburg, de las teorías de sabotaje al fin de los dirigibles

Las especulaciones sobre posibles sabotajes al Hindenburg no se hicieron esperar. En un primer momento, el diseñador Hugo Eckener y el comandante Charles Rosendahl negaron la inseguridad de la nave y atribuyeron el accidente a una acción humana. Los alemanes investigaron al albañil Erich Spehl, que tenía una novia comunista, mientras que el FBI hizo lo propio con el acróbata Joseph Späh, que en el viaje había bromeado sobre Hitler y el Tercer Reich y había visitado varias veces a su perro en las bodegas. 

Aunque ambos países desestimarían las conspiraciones, la tragedia del LZ 129 Hindenburg terminó con una era del zepelín que ya había dejado accidentes. El R101 británico, moderno pero construido de prisa en 1930, se estrelló en Francia cuando iba rumbo a la India y dejó 48 de 54 tripulantes muertos. Tres años después, en la costa de Nueva Jersey, el USS Akron se hundió tras ser golpeado por el viento. Fallecieron 73 de los 76 tripulantes.

Sara Delgado

Madrid, 1999. Doble grado en Relaciones Internacionales y Periodismo. Interesada en temas sociales, derechos humanos y estudios de género.

Comentarios