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El pueblo catalán que lidia con la ola de calor sin agua en el grifo: “Ducharse con garrafas es una vergüenza”

Las fugas por la falta de mantenimiento de la red y la demanda creciente han secado los acuíferos del municipio barcelonés de Cabrera d’Anoia

Cabrera d'Anoia piscina
Una piscina vacía en Cabrera d'Anoia (Barcelona), municipio afectado por restricciones de agua en plena ola de calor.
Marc Rovira

En Cabrera d’Anoia (Barcelona) hay 1.700 empadronados, pero cuando arranca el verano la población crece hasta los 3.000 vecinos. “Eso acrecienta el problema que tenemos”, dice Juan Manuel Díaz. Lleva pocas semanas de alcalde, pero “el problema” al que se refiere lo conoce de largo tiempo, porque fue el alguacil antes de ganar la alcaldía. El pueblo sufre un grave déficit de agua, y la pertinaz sequía que desde hace meses afecta a Cataluña ha multiplicado la penuria. Los vecinos solo tienen agua en el grifo cinco horas al día. A veces, ni eso. Depósitos, piscinas, cubos y barreños son recursos que están en todas las casas.”Tratamos de minimizarlo, pero por ahora no hay solución”, confiesa el alcalde. El Ayuntamiento ha llegado a contratar siete camiones cuba diarios para suministrar agua. Un coste de 8.000 euros al día para un consistorio con un presupuesto de 1,5 millones. En pleno pico de calor, este miércoles se abre la piscina municipal y se ponen las duchas a disposición de quien lo necesite.

La Agencia Catalana del Agua (ACA) reveló recientemente que el 36% de los municipios que están dentro del área de las cuencas internas, donde se engloba el 90% de la población de Cataluña, están incumpliendo las dotaciones máximas de agua que tienen asignadas, atendiendo al plan de sequía. El límite está fijado, por norma general, en 230 litros por habitante y día. Un volumen que supone una fantasía para los vecinos de Cabrera d’Anoia. “Cinco horas de agua al día, en el mejor de los casos”, subraya el alcalde. Normalmente, el agua fluye a mediodía y hasta las cinco de la tarde. Pero, se puede agotar antes. El alcalde describe que los fines de semana, cuando la demanda sube, el flujo se desvanece rápidamente. “Por la verbena de Sant Joan, la demanda creció tanto que fue un desastre. Estuvimos sin agua casi tres días”, manifiesta el concejal Francisco Cirera.

Las filtraciones y fugas reiteradas por deficiencias en la red han menguado los pozos y acuíferos que daban servicio a un municipio que, sobre el mapa, se asemeja más a una amalgama de urbanizaciones que a un núcleo urbano compacto y ordenado. Casas y chalés construidos en parcelas de calles empinadas, sin alcantarillado y sin apenas servicios. Un tubo de goma serpentea por algunas de las calles. Es el remiendo temporal para sustituir la maltrecha tubería general, y frenar las fugas de agua. Al lado del ayuntamiento hay un bar que cumple las funciones de casal social. Se ha tenido que habilitar un váter químico para no estar a expensas de las limitaciones de la red hídrica.

Mari Carmen Bermúdez humedece el pelo con un dosificador a una clienta de su peluquería.
Mari Carmen Bermúdez humedece el pelo con un dosificador a una clienta de su peluquería.

Mari Carmen Bermúdez es la peluquera del pueblo. Corta, seca, peina, tiñe y da conversación en los bajos de lo que ella llama “una casa vieja”. Y pone énfasis en la antigüedad de la construcción porque, dice, eso le ha salvado el negocio: “Esta casa la construyeron con un depósito para el agua. Ahora no se hace”, dice. “Pues qué suerte si tienes depósito”, apunta María García, una clienta que señala como se las arreglan en su casa. “Mi marido se va por la mañana a trabajar, antes de que den el agua, y se tiene que lavar con cubos y garrafas. A la vuelta, el agua ya está cortada, y otra vez lo mismo. Ducharse con garrafas es una vergüenza”, indica. Esta vecina cuenta que para poder usar el baño, carga un cubo con agua de la piscina y lo tira en el inodoro. “Aquí muchos vecinos tenemos piscina, pero ni por asomo el problema de la falta de agua lo hemos causado los vecinos”, señala la peluquera Mari Carmen. “Hemos tomado conciencia y ahorramos, otra cosa es cuando vienen los domingueros y despilfarran”, insiste, y muestra una palangana llena hasta el borde: “Esta mañana he hecho una pedicura, pues el agua no la tiro, la reservo por si alguien tiene que ir al baño”.

El alcalde también lanza una advertencia: “Hay que tomar conciencia del problema que tenemos aquí”. Y señala que, pese a que hay una ordenanza de sequía que restringe el consumo de agua, “el problema es cuando viene gente de fuera, llena la piscina y se pone a regar el huerto”. En Cabrera d’Anoia no hay policía local ni tampoco vigilantes municipales.

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Con el pico de calor atosigando los termómetros, el Ayuntamiento ha decidido abrir este miércoles la piscina municipal, “con agua regenerada”, dice el alcalde, y conectar las duchas a un depósito de 1.000 litros para dar servicio a quien lo necesite. El acceso es gratis. “Confiamos en que no venga gente de otros pueblos a aprovecharse y nos colapsen el aforo”, dice el concejal Francisco Sirera.

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