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Mil

Abuelos
Peñaranda
Leyendas de la Gran Familia Peñaranda Yánez Ordóñez

HELI PEÑARANDA VERMEIRE

Segunda Edición

1
2
Dedicado a todos los parientes:
A los antiguos, en reconocimiento por la gran familia que formaron.
A los actuales, por apreciar nuestro parentesco.
Y a los futuros Peñarandas porque también ellos se sentirán orgullosos de
pertenecer a esta antigua familia.

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Escudo de Armas del Apellido Peñaranda

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PRÓLOGO
JAIME PÉREZ LÓPEZ

Yo también soy Peñaranda. Mi abuelo materno Roberto López Peñaranda, de Salazar


de las Palmas descendía de los Peñaranda de azúcar; y mi papá, Isaías Pérez
Peñaranda, de Sardinata por ende tenía su brazo familiar colgado de los Peñaranda de
panela que son los de Gramalote.

¿Por qué de Azúcar y de Panela? Los de Gramalote y Sardinata sentían la


discriminación social que les prodigaban los de Salazar, porque éstos habían formado
una sociedad elitista en donde predominaba su vinculación a la burocracia y a la
política. Participaron en todas las guerras civiles del siglo XIX con el rango de
generales: Emilio López Peñaranda, Manuel López Peñaranda, y Rogelio López, que
era el bisabuelo. Sin embargo, unos y otros se reunían en Salazar de las Palmas
anualmente con motivo de las fiestas de la virgen de Belén. La Virgen a todos les hacía
milagros: a los de Salazar los llevaba en ascenso hacia la burocracia y las guerras y
éstos cultivaban café por el sistema de medianería, bajo la dirección clerical del cura
Francisco Romero quien los mantenía azotados permutando matas de café por
indulgencias.

Los de Gramalote y Sardinata, se inclinaban directamente sobre el surco, descuajaban


montañas, hacían potreros, navegaban los ríos, construían bellísimas haciendas,
gastaban una tercera parte de sus ingresos; por eso fueron inmensamente prósperos.
Entonces, los unos fundaban su importancia en la limpieza de sangre, los otros, en la
prosperidad económica. Pero todos descendían de don Baltasar Peñaranda quien se
residenció en Salazar de las Palmas y allí fundó una familia, en las riberas del río
Salazar y del río Peralonso, entre Salazar y Santiago.

Cuando el rey de España expulsó a los judíos de su territorio, don Baltasar debió
navegar el mar océano, en algún barco de vela, en un bergantÍn, escondido en la quilla,
seguramente disfrazado de hijo de virrey español. No debió traer documentos. El único,
el rasgo de judío converso: blanco, ojizarco, catire, a veces rechoncho. Cuando llega a
los cuarenta, pierde el cuero cabelludo pero conserva el del pecho y la espalda. Se ríe
con los ojos, no con la boca. Es taimado, calculador, madrugador, trabajador. Ahorra el
centavo hasta completar el peso. Amigo de sus amigos, enemigo hasta morir de sus
enemigos. Es católico, apostólico y romano. Va a misa los domingos y fiestas de
guardar. Se confiesa con el cura amigo y sale a pecar, porque el que peca y reza
empata, y de esta manera resuelve sus problemas de conciencia.

Unos son godos y otros liberales, pero casi todos intemperantes, pretenden tener la
verdad revelada. El pariente Peñaranda se multiplica como las hormigas, como las
abejas, funda su propio panal, deja la abeja reina y sale a conquistar tierras, a realizar
negocios a producir riqueza. Hasta las primeras décadas del siglo XX, fue una sociedad
cerrada, con casamientos entre parientes; seguramente con el propósito de que la

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riqueza producto de su trabajo no saliera de la familia; más adelante la sociedad
Peñaranda se fue haciendo más flexible, al punto que no hay familia
nortesantandereana con más de tres generaciones que no tenga un barniz Peñaranda.

El pariente Peñaranda, al finalizar el siglo XX, ha participado en todas las actividades:


ha sido Senador y Representante, Magistrado de las altas Cortes, Ministro, Consejero
Presidencial, Embajador. Ha descollado en todas las profesiones: hemos tenido
Médicos, Odontólogos, Ingenieros, Sacerdotes, Ganaderos, Agricultores, Escritores,
Artistas, monjitas. Y ¡qué monjas!. En Roma conocí a Mary Cecilia Mora Hernández
Peñaranda. Es Madre bethlemita nacida en Gramalote, trabaja en la Secretaría de
Estado del Vaticano y es la persona que le hace las traducciones al español de los
documentos del Papa Juan Pablo II, labor que realiza desde los tiempos de Juan Pablo
I (Albino Luciani).

Entonces, desde el vaticano, hasta el más modesto Concejal de pueblo en toda la


escala nacional e internacional hemos tenido alguna participación en la vida social. Por
eso, cualquier Nortesantandereano, mira a su alrededor y dice: “ Ya casisito soy
Peñaranda”. El esfuerzo realizado por el doctor Helí Peñaranda, mi pariente, es
encomiable por varias razones: Al escribir la historia de la familia Peñaranda se está
reescribiendo la historia del Norte de Santander con sus gentes, sus guerras, sus
haciendas, sus triunfos y derrotas. Es una obra muy importante, porque hacia el futuro
podemos evaluar en qué punto el péndulo de la historia se detuvo y sin que hayamos
sido capaces de avizorar un futuro de prosperidad como lo tuvieron nuestros abuelos.

JAIME PÉREZ LÓPEZ

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INTRODUCCIÓN

Algo tiene esta familia. Algo diferente a todas las demás. Algo que se parece a una personalidad
única de todos sus miembros. Algo que un amigo describió claramente cuando dijo que no
éramos una “familia” sino una “raza”.

Efectivamente, la Identidad es manifiesta cuando dos parientes Peñarandas se saludan así sea
con una sola palabra o una seña con el brazo, desde el otro lado de la calle. Hay una
manifestación mutua de familiaridad que no se presenta en otras familias y en otras regiones en
las que sólo reconocen como propios a sus más cercanos, mientras que los Peñarandas se
reconocen como parientes, todos, los cercanos y los lejanos, conformando así LA FAMILIA MAS
GRANDE DEL MUNDO. Algo tiene esta familia diferente y es ese sentido de fraternidad que nos
inculcaron nuestros padres y abuelos, notoria a pesar de las múltiples diferencias que se
presentaron antiguamente por conflictos intrafamiliares muy serios, los que no alcanzaron a
reducirla y las ya superadas divisiones políticas no lograron borrarla. Algo tiene esta familia, no
sólo por sus rasgos físicos reconocibles sino por algo más abstracto, y a la vez más arraigado y
profundo.

He recopilado las historias y anécdotas que hemos oído muchas veces y he conocido familiares
para ubicarlos dentro de este “Directorio Genealógico”. He escrito los miles de nombres y toda
la información que me han dado, incluyéndola en un contexto de lugar y época, y sobre todo
tratando de que las leyendas que cuentan el origen de la familia sean el esbozo de una
investigación más profunda que alguien haga posteriormente. He tomado nota de las historias
que relatan los ancianos aprovechando otra de las características de los Peñaranda pues son
dados a contar historias de la familia y siempre que se encuentran dos familiares sale a colación
alguna anécdota de los antepasados.

No es un libro de anécdotas ni tiene la pretensión de ser la Historia de la familia, sino es


solamente la recopilación de la tradición oral que hemos recibido de nuestros abuelos,
recopilación que busca nada más distraer algún rato ocioso del pariente que quiera leerla y
para que después de sumar y cernir toda esta información tengamos una aproximada realidad de
la Historia de la familia.

Desde antes pido comprensión por los nombres y apreciaciones que no sean acertadas, algunos
de los cuales errores no son de mi culpa sino de los parientes que me han suministrado con
generosidad la información. Este recuento de Historia, leyendas, anécdotas y sobre todo este
“Directorio Genealógico” recopilado durante unos 15 años, trata de sostener con hechos,
nombres y fechas el parentesco con el que nos reconocemos de entrada, pero que a veces no
sabemos ubicar. Saber quién es el tatarabuelo que tenemos en común nuestro pariente y yo, nos
hará afianzar este sentimiento de Identidad Familiar.

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Cuadro # 1

LOS MÁS ANTIGUOS PEÑARANDA


1650-1750
BALTHASAR DE PEÑARANDA
1700-1800 PEDRO JOSE BARTOLOMÉ ESTEBAN JULIAN ANDRES ANTONIA

1750-1850 Jacinto Urbano José Ma. Januario Juan Bta. Tomas Simón Barbara Inocencio Valeriano Andrés Carlos ¿

Francisco Marcos Francisco Matea Belén Nicolás Basilia Francisco Camilo Concho Rita Ma. Reyes Concho
1800-1900 Roque Cecilia Genara Vidal Ana Josefa Santos Froilán Juana Alberto Bernardina Isidro Ramón
Benigno Baldomero Alberto Raimundo Ana María Bartolomé Antonio Ramón Ricardo Ambrosio Teresa
Ramón Cayetano Marcos Julián Agustín Estanislao Temístocles Saturnino Urbano
Eustaquio Ezequiel Concha Eduardo Justa Leopoldo
Vicenta Sergia Felipe Fidelia Dominga Victoria
Ascensión Dolores Ramona Carmelo Eusebia
Viviana Gregorio Epifanía Francisco Leona
Patricia Braulia Ramón Alberto
Dolores Sebastián

Estos son los más antiguos Peñaranda conocidos que vivieron en 1.700 y 1.800. De ellos desciende prácticamente toda la familia.

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PRIMERA PARTE

INDICE DE ÁRBOLES GENEALOGICOS

RAMA DE PEDRO JOSÉ.


Árbol # 2-. CUADRO DE DON FRANCISCO PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 3-. CUADRO DE DON BENIGNO PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 5-. CUADRO DE DON RAMÓN PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 6-. CUADRO DE DON EUSTAQUIO PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 7-. CUADRO DE DOÑA VICENTA PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 8-. CUADRO DE DOÑA ASCENSIÓN PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 9-. CUADRO DE DON URBANO PEÑARANDA LÓPEZ.
Árbol # 10-. CUADRO DE DON JOSE MARÍA PEÑARANDA LÓPEZ.

RAMA DE BARTOLOMÉ.
Árbol # 11-. CUADRO DE DON JANUARIO PEÑARANDA MOLINA.
Árbol # 12-. CUADRO DE DOÑA BELEN PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 13-. CUADRO DE DOÑA ANA JOSEFA PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 14-. CUADRO DE DON JULIAN PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 15-. CUADRO DE DOÑA CONCEPCIÓN PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 16-. CUADRO DE DON FELIPE PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 17-. CUADRO DE DOÑA RAMONA PEÑARANDA ORDÓÑEZ.
Árbol # 18-. CUADRO DE DOÑA EPIFANÍA PEÑARANDA ORDÓÑEZ.

OTRAS RAMAS.
Árbol # 19-. CUADRO DE DON TOMAS PEÑARANDA MOLINA.
Árbol # 20-. CUADRO DE DON SIMON PEÑARANDA MORENO.
Árbol # 21-. CUADRO DE DON INOCENCIO PEÑARANDA MORENO.
Árbol # 22-. CUADRO DE DON VALERIANO PEÑARANDA MORENO.
Árbol # 23-. CUADRO DE DON ANDRES PEÑARANDA
Árbol # 24-. CUADRO DE DON CARLOS SALOME PEÑARANDA.
Árbol # 25-. CUADRO DE DOÑA ANTONIA PEÑARANDA.
Árboles # 26-34-. CUADROS DE OTROS NIETOS DEL PRIMER PEÑARANDA
.

RAMAS YÁNEZ Y ORDÓÑEZ.


Árbol # 35-. CUADRO DE DON PEDRO NOLASACO YÁÑEZ.
Árbol # 36-. CUADRO DE DON VICENTE YÁNEZ SOTO.
Árbol # 37-. CUADRO DE DON JOSE MARÍA YÁNEZ.
Árbol # 38-. CUADRO DE DON IGNACIO ORDÓÑEZ
Árbol # 39-. CUADRO DE DON LUIS ORDÓÑEZ

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Para encontrar su familia busque su abuelo o abuela

(NOMBRES POR ORDEN ALFABETICO)

ABEL PEÑARANDA Árbol # 27 CHIQUINQUIRÁ PEÑARANDA Árbol # 9


ABRAHAM PEÑARANDA Árbol # 9 DANIEL PEÑARANDA Árbol # 27
ADELAIDA YÁNEZ Árbol # 8 DANIEL PEÑARANDA Árbol # 31
ADELINA PEÑARANDA Árbol # 19 DAVID PEÑARANDA Árbol # 9
ADRIANO PEÑARANDA Árbol # 14 DELIA PEÑARANDA Árbol # 16
AGAPITO YÁNEZ Árbol # 8 DELINA PEÑARANDA Árbol # 4
ÁGUEDA CONTRERAS Árbol # 7 DIONISIO BALLESTEROS Árbol # 15
AGUSTÍN PEÑARANDA Árbol # 19 DOLORES PEÑARANDA Árbol # 25
AGUSTÍN PEÑARANDA Árbol # 25 DOLORES YÁÑEZ Árbol # 12
ALBERTO PEÑARANDA Árbol # 10 DOMINGA PEÑARANDA Árbol # 20
ALBERTO PEÑARANDA Árbol # 19 DOMINGA YÁÑEZ Árbol # 33
ALBERTO SANTAELLA Árbol # 12 DOMINGO PEÑARANDA Árbol # 27
ALCIRA PEÑARANDA Árbol # 16 DOMINGO PEÑARANDA Árbol # 11
ALEJANDRINA YÁÑEZ Árbol # 24 DOROTEA PEÑARANDA Árbol # 5
ALFONSO PEÑARANDA Árbol # 14 EDUARDO PEÑARANDA Árbol # 19
ALFREDO PEÑARANDA Árbol # 10 EFRAIM BAYONA Árbol # 5
ALVARO PEÑARANDA Árbol # 34 ELODIA PEÑARANDA Árbol # 5
ALVARO YÁÑEZ Árbol # 36 ELOY ROLON Árbol # 14
ANA CELIA PEÑARANDA Árbol # 19 EMPERATRIZ PEÑARANDA Árbol # 11
ANA DOLORES PEÑARANDA Árbol # 13 EPAMINONDAS PEÑARANDA Árbol # 19
ANA FRANCISCA PEÑARANDA Árbol # 3 EPIFANIA PEÑARANDA Árbol # 18
ANA JOAQUINA PEÑARANDA Árbol # 4 ERASMO PEÑARANDA Árbol # 28
ANA MARÍA Arbol # 9 ESCOLÁSTICO PEÑARANDA Árbol # 23
ANA RITA GUTIÉRREZ Árbol # 12 ESTANISLAA PEÑARANDA Árbol # 20
ANDREA OMAÑA Árbol # 7 ESTANISLAO PEÑARANDA Árbol # 25
ANICETA PEÑARANDA Árbol # 10 EULOGIA PEÑARANDA Árbol # 5
ANITA PEÑARANDA Árbol # 4 EUSEBIA PEÑARANDA Árbol # 20
ANTOLINO BALLESTEROS Árbol # 14 EUSTAQUIO PEÑARANDA Árbol # 6
ANTONIA YÁÑEZ Árbol # 37 EUSTASIO PEÑARANDA Árbol # 16
ANTONIO MARÍA PEÑARANDA Árbol # 20 EZEQUIEL PEÑARANDA Árbol # 11
ANTONIO PEÑARANDA Árbol # 25 FAUSTINA PEÑARANDA Árbol # 4
ANTONIO RITO YÁÑEZ Árbol # 34 FELINA PEÑARANDA Árbol # 2
ANTONIO YÁÑEZ Árbol # 24 FELIPA PEÑARANDA Árbol # 23
APOLONIA PEÑARANDA Árbol # 9 FERNANDO PEÑARANDA Árbol # 19
ASCENSIÓN OMAÑA Árbol # 7 FERNANDO YÁÑEZ Árbol # 34
ASUNCIÓN PEÑARANDA Árbol # 28 FIDELIA PEÑARANDA Árbol # 27
BALDOMERO PEÑARANDA Árbol # 9 FILOMENA LINEROS Árbol # 4
BALTASAR PEÑARANDA Árbol # 6 FLORENCIO BALLESTEROS Árbol # 15
BARTOLOMÉ PEÑARANDA Árbol # 19 FRANCISCA PEÑARANDA Árbol # 35
BASILIA PEÑARANDA Árbol # 20 FRANCISCA PEÑARANDA Árbol # 2
BASILIO PEÑARANDA Árbol # 23 FRANCISCO MA. PEÑARANDA Árbol # 10
BELÉN YÁÑEZ Árbol # 35 FRANCISCO PEÑARANDA Árbol # 19
BELISARIO PEÑARANDA Árbol # 3 FRANCISCO PEÑARANDA Árbol # 10
BERNARDINA PEÑARANDA Árbol # 22 FRANCISCO PEÑARANDA Árbol # 4
BETZABE PEÑARANDA Árbol # 2 FRANCISCO YÁÑEZ Árbol # 24
BRAULIA PEÑARANDA Árbol # 11 FROILÁN PEÑARANDA Árbol # 20
BRUNEQUILDE YAÑEZ Árbol # 12 GENARA PEÑARANDA Árbol # 10
CALIXTA YÁÑEZ Árbol # 24 GREGORIO PEÑARANDA Árbol # 11
CARLOTA LATORRE Árbol # 12 GREGORIO PEÑARANDA Árbol # 22
CARMELITA PEÑARANDA Árbol # 25 GREGORIO YÁÑEZ Árbol # 35
CARMELO PEÑARANDA Árbol # 19 GUILLERMINA SUAREZ Árbol # 23
CARMELO PEÑARANDA Árbol # 10 GUILLERMO PEÑARANDA Árbol # 10
CARMEN ORDÓÑEZ Árbol # 37 GUILLERMO PEÑARANDA Árbol # 11
CAROLINA PEÑARANDA Árbol # 10 HECTOR PEÑARANDA Árbol # 19
CAYETANO PEÑARANDA Árbol # 10 HONOFRE PEÑARANDA Árbol # 20
CIRIACA PEÑARANDA Árbol # 23 IGNACIO PEÑARANDA Árbol # 26
CLEMENTE PEÑARANDA Árbol # 11 INOCENCIA OMAÑA Árbol # 12
CLEMENTE YÁNEZ Árbol # 5 ISBELIA IBARRA Árbol # 12
CLÍMACO ORDÓÑEZ Árbol # 38 ISIDRO PEÑARANDA Árbol # 9
CONCEPCIÓN BALLESTEROS Árbol # 14 JACINTO PEÑARANDA Árbol # 2
CONCHA ORDÓÑEZ Árbol # 37 JACOBA PEÑARANDA Árbol # 20
CONCHITA YÁNEZ Árbol # 8 JERÓNIMO PEÑARANDA Árbol # 2
CONCHO ORDÓÑEZ Árbol # 36 JESUSA PEÑARANDA Árbol # 6
CONCHO PEÑARANDA Árbol # 22 JOAQUÍN PEÑARANDA Árbol # 26
CRISTÓBAL PEÑARANDA Árbol # 27 JOAQUÍN PEÑARANDA Árbol # 30
CRISTÓBAL YÁÑEZ Árbol # 35 JOAQUÍN YÁNEZ Árbol # 8

11
JOSE DE LOS ANG. PEÑARANDA Árbol # 4 PEDRO PEÑARANDA Árbol # 19
JOSE M. AYALA Árbol # 12 PEDRO PEÑARANDA Árbol # 6
JOSÉ ORDÓÑEZ Árbol # 38 PETRA PEÑARANDA Árbol # 31
JOSE RAMÓN PEÑARANDA Árbol # 20 PRAXEDIS PEÑARANDA Árbol # 3
JOSEFA ANTONIA YÁÑEZ Árbol # 24 PRAXEDIS YÁÑEZ Árbol # 12
JOSEFA HERNÁNDEZ Árbol # 12 PRAXEDIS YÁÑEZ Árbol # 36
JOSEFA ORDÓÑEZ Árbol # 37 PRIMITIVO PEÑARANDA Árbol # 11
JOSEFINA PEÑARANDA Árbol # 13 PURIFICACIÓN PEÑARANDA Árbol # 6
JUAN DE DIOS PEÑARANDA Árbol # 3 RAFAELA BALLESTEROS Árbol # 15
JUAN PEÑARANDA Árbol # 4 RAIMUNDO PEÑARANDA Árbol # 27
JUAN YÁÑEZ Árbol # 35 RAIMUNDO PEÑARANDA Árbol # 11
JUANA DE DIOS YÁÑEZ Árbol # 36 RAMÓN PEÑARANDA Árbol # 11
JUANA EUSEBIA ORDÓÑEZ Árbol # 37 RAMÓN PEÑARANDA Árbol # 4
JUANA NEPOMUCENA ORDÓÑEZ Árbol # 37 RAMONA OMAÑA Árbol # 7
JUANA PEÑARANDA Árbol # 23 RAMONA ORDÓÑEZ Árbol # 38
JUANA PEÑARANDA Árbol # 9 RAMONA PEÑARANDA Árbol # 9
JUANITA PEÑARANDA Árbol # 4 RAMONA PEÑARANDA Árbol # 17
JULIA SUAREZ Árbol # 23 RAMONA YÁNEZ Árbol # 34
JULIÁN PEÑARANDA Árbol # 23 REBECA PEÑARANDA Árbol # 13
JULIAN PEÑARANDA Árbol # 4 REBECA PEÑARANDA Arbol # 26
JULIANA YÁÑEZ Árbol # 24 RESFA PEÑARANDA Árbol # 3
JULIO YÁNEZ Árbol # 36 RITA PEÑARANDA Árbol # 13
JUSTA BALLESTEROS Árbol # 15 ROBERTO PEÑARANDA Árbol # 21
LAZARO PEÑARANDA Árbol # 20 ROQUE PEÑARANDA Árbol # 3
LEANDRO PEÑARANDA Árbol # 9 ROQUE YÁÑEZ Árbol # 36
LEOCADIA PEÑARANDA Árbol # 5 ROSA PEÑARANDA Árbol # 3
LEONA PEÑARANDA Árbol # 20 ROSARIO PEÑARANDA Árbol # 6
LEONARDO LATORRE Árbol # 12 ROSAURA PEÑARANDA Árbol # 3
LEONARDO PEÑARANDA Árbol # 13 RUFINO PEÑARANDA Árbol # 28
LEOPOLDO PEÑARANDA Árbol # 21 SANTIAGO YÁÑEZ Árbol # 34
LIBERIA RAMÍREZ Árbol # 5 SANTOS PEÑARANDA Árbol # 19
LOLA LINEROS Árbol # 4 SANTOS YÁÑEZ Árbol # 36
LOPE PEÑARANDA Árbol # 10 SATURNINO PEÑARANDA Árbol # 22
LORENZO RAMÍREZ Árbol # 20 SEBASTIÁN PEÑARANDA Árbol # 19
LORETO ORDÓÑEZ Arbol # 38 SEBASTIÁN YÁNEZ Árbol # 34
LUCIA PEÑARANDA Árbol # 23 SECUNDINO YÁÑEZ Árbol # 24
LUIS JESÚS PEÑARANDA Árbol # 4 SEFORA PEÑARANDA Árbol # 2
LUPERIA PEÑARANDA Árbol # 16 SERGIA PEÑARANDA Árbol # 11
MACARIA PEÑARANDA Árbol # 9 SILVERIO YÁNEZ Árbol # 12
MANUEL PEÑARANDA Árbol # 11 SILVERIO YÁÑEZ Árbol # 24
MARCELIANA PEÑARANDA Árbol # 20 SINFOROSO YÁÑEZ Árbol # 24
MARCOS PEÑARANDA Árbol # 11 SOCORRO PEÑARANDA Árbol # 4
MARCOS PEÑARANDA Árbol # 23 SOTERO YÁÑEZ Árbol # 24
MARCOS PEÑARANDA Árbol # 5 SUSANA PEÑARANDA Árbol # 30
MARGARITA PEÑARANDA Árbol # 3 TELÉSFORO PEÑARANDA Árbol # 14
MARÍA YÁÑEZ Árbol # 12 TEODORO OMAÑA Árbol # 7
MARTINA YÁÑEZ Árbol # 24 TEODOSIO PEÑARANDA Árbol # 4
MATEA PEÑARANDA Árbol # 11 TOBIAS PEÑARANDA Árbol # 9
MAXIMINA PEÑARANDA Árbol # 9 TOMAS YÁÑEZ Árbol # 24
MERCEDES PEÑARANDA Árbol # 27 VALENTÍN PEÑARANDA Árbol # 26
MERCEDES PEÑARANDA Árbol # 2 VALENTÍN PEÑARANDA Árbol # 9
MERCEDES PEÑARANDA Árbol # 4 VENANCIA YÁÑEZ Árbol # 12
MERCEDES YÁNEZ Árbol # 12 VENTURA YÁNEZ Árbol # 19
MODESTA YÁNEZ Árbol # 19 VERÓNICA PEÑARANDA Árbol # 27
MONGUÍ PEÑARANDA Árbol # 27 VICENTA OMAÑA Árbol # 7
NATIALIA PEÑARANDA Árbol # 5 VICENTA PEÑARANDA Árbol # 10
NATIVIDAD PEÑARANDA Árbol # 14 VICENTE OMAÑA Árbol # 7
NATIVIDAD PEÑARANDA Árbol # 23 VICENTE YÁÑEZ Árbol # 34
NICASIO ORDOÑEZ Arbol # 38 VICTOR PEÑARANDA Árbol # 9
NICODEMUS PEÑARANDA Árbol # 11 VICTORIA PEÑARANDA Árbol # 23
NICODEMUS YÁNEZ Árbol # 5 VICTORIA PEÑARANDA Árbol # 21
NICOLÁS PEÑARANDA Árbol # 19 VICTORINO YÁÑEZ Árbol # 24
NINFA ROSA RAMÍREZ Árbol # 5 VIDAL ARSENIO PEÑARANDA Árbol # 4
OTONIEL YÁNEZ Árbol # 8 VIDAL PEÑARANDA Árbol # 11
PABLO PEÑARANDA Árbol # 4 VITALIA PEÑARANDA Árbol # 2
PASTOR PEÑARANDA Árbol # 13 WENCESLAA YÁÑEZ Árbol # 36
PASTORA PEÑARANDA Árbol # 5 WENCESLAO PEÑARANDA Árbol # 25
PATRICIA PEÑARANDA Árbol # 4
PAULA LINEROS Árbol # 4

12
Don Francisco Peñaranda Ordóñez
y
Doña Dominga Yáñez Ordóñez

Tatarbuelos que formaron el Árbol # 2

13
ÁRBOL # 2
RAMA DE DON FRANCISCO PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
FRANCISCO PEÑARANDA ORDOÑEZ….............................Casado con..................................DOMINGA YAÑEZ ORDÓÑEZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS


JACINTO GONZALO Alejo Felipe Esther
ELEAZAR Olga Ivonne Heli Sergio
BERTILDA Nelly Leonor Consuelo
ANA LUISA
MARCO TULIO Venus
CELMIRA
ALBERTINA
JACINTO
MARGARITA Gustavo Yolanda Víctor Carlos Elvira Beatriz
FRANCISCA BERTHA YAÑEZ Alicia Rafael Maruja Cecilia Teresa Beatriz Hernando Ordóñez
FRANCISCO YAÑEZ Antonio Sebastián Marco Tulio Trinidad Yañez
RAMONA YAÑEZ Carlos Julio Rodrigo Adonías Miguel Efraín Pacha Abigail Herlinda
ARCELIA YAÑEZ
ISMENIA YAÑEZ
CARLOS YAÑEZ Humberto
CRISTOBAL YAÑEZ Humberto Margarita Gustavo Graciela Celmira Rodolfo Eleazar Yañez
LUIS YAÑEZ Marco Aurelio Cecilia Gilberto Yánez Escalante
MARCO ANTONIO César
LUISA
ANANIAS
VITALIA ANGEL MARIA Ramón Ángel Camilo Josefa Lía Marlene Vitalia Aníbal Humberto
PEDRO LEON Marco Aurelio Miguel Hernando Gustavo Roque David
ETELBERTO
LUIS DAVID Luis Alfredo
ENOC
FRANCISCO Marina Contreras Alix Contreras
CLEMENTINA León Ramírez Abel Ramírez
EDELMIRA
AMALIA Graciela Zoila Olga Napoleón Ezequiel Tulio Hilda Jorge Moisés Sara Amelia Peñaranda Escalante
AMINTA Julio Cesar Alicia Oliva Gratiniano Suárez
BETZABE RODOLFO Nelly Leonor Consuelo
JUAN DE DIOS
ANTONIO
CARMEN ROSA
ELVIA Olga Ramírez
RUBEN
RAFAEL
ALIRIO Fanny Esperanza
LUIS ALFREDO Fanny Yolanda
MERCEDES ANIBAL
MEDARDO Aníbal Merceditas Leonardo
IGNACIO Fabio
FELINA LEONIDAS Mariela Hernando Oscar Alvaro Iganacio Omar Adolfo Azucena Myriam Yolanda
VICTOR JULIO Jorge Eloy Teresa Ernesto Humberto Sarita
SARA Oswaldo Gloria Luz
JORGE ERNESTO IvánGuillermo Jeannette AlizAidée
ALBERTO Alberto
HECTOR Héctor Fabiola Martha Gladys Sergio Consuelo
ALFONSO Gabriel Karen Ingrid Silvana
RAMIRO ANTONIO Ramiro Pilar Nelson Estela Jaime
RASAURA Rocío Londoño Piedad Londoño
CEFORA Carlos César Marlene Fabiola Roncayo
JOSEFA
ARGEMIRO Elvira Angelmiro
CEFORA ELIA
IDA
MARIA
JOSEFINA
LICINIA
DOMINGO
MIGUEL
CEFORA
OLIVA
CONCHA
MEDARDO
DEBORA FIDELINA VARGAS Jesús Jaimes Raúl Jaimes Angelina Jaimes Graciela Jaimes
JERONINO LETICIA
LUIS FELIPE Bertilda Armando
HERCILIA Jesús Florez Matilde Rafael Hercilia Leticia Teresa Luis Ana Rosa Romelia Olga Florez
ROMELIA Lucila Torrado Tilcia Torrado Helena Josefina Efraín Torrado
ANA ROSA Marco Aurelia Miguel Hernando Gustavo Roque David
TEODORO
CARMEN
ALEJO ALEJO

14
Don Roque Peñaranda Ordóñez
Y Doña Matea Peñaranda Leal

(1.830-1890 aproximadamente)

Tatarabuelos que formaron el Árbol # 3

15
ÁRBOL # 3
RAMA DE DON ROQUE PEÑARANDA ORDÓÑEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
ROQUE PEÑARANDA ORDÓÑEZ.................................Casado con………….......................MATEA PEÑARANDA LEAL

HIJOS NIETOS BISNIETOS


MERCEDES HUMBERTO YAÑEZ Carlos Humberto Alfredo Susana María Mercedes Rosa Julia Isabel Beatriz
RESFA EDUARDO RODRIGUEZ Jorge Rodríguez
VICTOR RODRIGUEZ Gustavo Yolanda Víctor Carlos Elvira Beatriz Rodríguez
CECILIA RODRIGUEZ
ROQUE ALICIA Pacho Daniel Marina Alberto
TONNY Efraín Nicolás Susana Hernán Jairo
MARUJA Carmen Alicia Morela Amparo Maruja Villamizar
ROQUE Beatriz Leonor Yarima Gustavo Justo Peñaranda
ENRIQUE
ANTONIA
BELISARIO RODRIGO German Álvaro Fanny
CARLOS JULIO Belisario Gustavo Mariela Estela Carmen Sofía
MIGUEL Jorge Mery Beatriz Lucila Inés Jesús
EFRAIN Myriam Isbelia Efraín
ADONIAS Carlos Luis Jaime Eduardo Cecilia Rodrigo Maruja Judith Yolanda
ABIGAIL
PACHA
HERLINDA
ANA FRANCISCA ELEAZAR Olga Ivonne Heli Sergio
GONZALO Alejo Felipe Esther
BERTILDA Nelly Leonor Consuelo
CELMIRA
ANA LUISA
ALBERTINA
MARCO TULIO Venus
JACINTO
MARGARITA Gustavo Yolanda Víctor Carlos Elvira Beatriz
MARGARITA ABRAHAM YAÑEZ Ligia Margarita
DAVID YAÑEZ
RAQUEL YAÑEZ Elia Alberto Margarita Virginia
SAMUEL YAÑEZ Samuel Graciela
OTONIEL YAÑEZ Alicia Fabio Antonio Graciela Víctor Jorge
ABIGAIL YAÑEZ
MERCEDES YAÑEZ
ISAAC YAÑEZ
DARIO YAÑEZ
ADELINA YAÑEZ
DANIEL YAÑEZ Daniel Abraham Alicia Gustavo Darío Homero Carlos Marina Mario
JUAN DE DIOS RODOLFO Nelly Leonor Consuelo
JUAN
ANTONIO
CARMEN ROSA
ELVIA Olga Ramírez
RUBEN
RAFAEL
ALIRO Fanny Esperanza
LUIS ALFREDO Fanny Yolanda
ROSAURA ALFONSO SANJUAN Sara Ivonne Rafael Yolanda Álvaro Sanjuán
RAFAEL SANJUAN Mario Hernando Jaime Sanjuán
JORGE SANJUAN
SARA SANJUAN
PRAXEDIS LETICIA
LUIS FELIPE Bertilda Armando
HERCILIA Jesús Rafael Hercilia Matilde Leticia Teresa Luis Olga Lórez
ROMELIA Lucila Tilcia Helena Josefina Efraín Torrado
ANA ROSA Marco Aurelio Miguel Hernando Gustavo Roque David
TEODORO
CARMEN
LEON
ROSA GOTARDO Hortensia Gotardo Pérez
VICTOR
ARTURO Arturo Irma Hernán Pérez
ISAIAS Mariela Jaime Pérez
EFRAIN Marina Pérez José A. Pérez
GRACIELA Germán Álvaro Fanny
TULIA
PACHO Clemente Carlos Rosa Celina Esther Pérez
ESTHER Nelly

16
Origen del Árbol Genealógico # 2
Familia de Don Francisco Peñaranda Ordóñez y Doña Dominga Ordóñez Yánez - 1.895
Al parecer de luto por la muerte de Don Francisco, cuya foto es sostenida por Jerónimo y Medardo.
Sentadas: Concha, Betzabé, Francisca, Doña Dominga, Praxedis y Ramona,
Estas trés últimas no son hijas sino sobrinas de Doña Dominga.
De pie: Sebastián Yáñez (yerno), Jacinto, Alejo, Jerônimo, Medardo, Belisario y Juan de Dios.
Los dos últimos son sobrinos de Doña Dominga.

Origen del Árbol Genealógico # 3


Primeros descendientes de
Don Roque Peñaranda Ordóñez y Doña Matea Peñaranda Leal
Sentadas: Margarita, Praxedis, Rosa, Antonia.
De pie: Rosaura, Resfa, Mercedes, Juan de Dios, Roque, Belisario.

17
ÁRBOL # 4

RAMA DE DON BENIGNO PEÑARANDA ORDÓÑEZ


BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
BENIGNO PEÑARANDA ORDOÑEZ…...............Casado con ....................... VICENTA ORDÓÑEZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS


PABLO MERCEDES Pepe Jesús Alfonso Pacha de Torres Bricelda Ana María Ramírez P.
MARGARITA
ENRIQUE Mercedes
RAMON Ramona Mercedes Hilda
VIDAL ARSENIO Zoraida Francisco
LEON Teresa (Madre de Claudia)
SOCORRO Rodrigo Diógenes Nelly Orangel Anita Evila Nhora Lola
ANA JOAQUINA Luis Rodolfo Beatriz Eleuterio Peñaranda Peñaranda
ISABEL Ramón Tulia Yolanda
PABLO
CARMELO
JUAN MERCEDES Blanca Arturo Zoraida Peñaranda Peñaranda
FRANCISCO Rodolfo Miguel Juan Irma Asunción Peñaranda Peñaranda
LUIS JESUS Hernán Luis Mario Jesús Pacho
ANTONIA Jorge Ricardo Estela Pompilia
JOSE M
JESUS M
DOLORES
EPITACIO DELINA Julieta
PATRICIO Ana Rodolfo Pacho Josefina Ramona Carmen Cándida José Carlos Julio
EPITACIO
TEODOSIO Carmen Alicia Bertha Teresa Ambrosio Manuel
MANUEL
ROSALIA Delfín Araque
NICOLASA
SOCORRO
JULIAN ELEAZAR
ADELA Antonio Julio Victoria
CRUCELINA
FIDELINA
LEONOR
ARTURO
LEONCIO
JESUS
VICTOR JULIO Víctor Ana Fidelia de Lizarazo
FRANCISCO ANTONIA Zoraida Francisco
OTILIA Ramón Mercedes Nelly Arsenio
DOMITILA
ARCELIA
PACHITA
OLIMPO
ALICIA
ARACELI
ROSA (Esp. de Telésforo Peñaranda) Josefa Helí Ricardo
PACHO
JUANITA EUSEBIO ROJAS P. Víctor Rojas
LETICIA ROJAS
LUISA ROJAS Tomasa
ROSA ROJAS
SARA ROJAS José Ma. Margarita Aura Alfonso Víctor Antonio Jorge Serrano Rojas
FAUSTINA MARIA Eudoro Ninfa Oliva Fidelia Alcira Teotiste Ulises
MAGDALENA Esteban Luis Risa Elodia Lázaro
PETRONA Eleazar Rosa Juana Pastor Lizarazu
LEONOR Rosalía Roberto Francisco Justina Alfredo Crufelina
JOSE DE LOS ANGELES LAURENCIA Escalantes Peñaranda
DOMICIANO
JOSEFITO
NICANOR
JACOBO
ESTEBAN
PROFETISA Concho Romelia Rosa Antonio Octavio Ramona de Favino
CARMELA Marcos Hermógenes
CELIA
EUSEBIA
ANITA PAULA LINEROS Marina Antonio Pérez Lineros
LOLA LINEROS Lola Yolanda Miguel Jaime Julio Armando Reyes Lineros
FELIPE LINEROS Luis Antonio Garza
RAIMUNDO LINEROS
FILOMENA LINEROS Rosa Lola Maruja Luis Fernando Rafael Alicia Ida Joves

18
ÁRBOL # 5
RAMA DE DON RAMON PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
RAMON PEÑARANDA ORDOÑEZ….....................Casado con…..................CONCEPCION OMAÑA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


MARCOS PASTORA Joaquín Teresa Elvira Antonia Celina Noé Alcira Ana Graciela Rosa E. Rosaura
Alicia
BETZABE Lola Bertha Ramón
ZOILA Luis Emilio Gonzalo Delmira Lucila Pedro Rosaura Tulia Isbelia Daniel
Gustavo Riveros Peñaranda
RAMON Antonia Esther Luis
CONCEPCION Joaquín Prospero Marcos Josefa Pacha Herminia
ELODIA Rubén Juan Elisa Cipriano Saúl
PEPE
LUIS
MARIA Manuel
JUANA Ramona Ana Fidelia José Víctor Cándida Rodolfo
JOSEFINA Antonia Olimpo
EULOGIA ZÓSIMO RAMIREZ Luciano Ernesto Samuel Zosimo Liberia Aminta Matilde Leonilde Ramírez
ANA RAMIREZ Mariela Zoraida Graciela Laura Isabel Belén Yañez Teresa Silverio Celina
Yañez
NINFA ROSA RAMIREZ Miriam Lucia Ligia María Soledad Efraín Irma Dionilde Ulises Adomías Luis
Fernando Rafael Darío
MATILDE RAMIREZ Jesucita Prada (Sor Angélica) Lola Rafael Francisco Prada Teresa Cecilia
Marina Prada Carmen Prada
LIBERIA RAMIREZ Gonzalo Canal R. Josué Canal Pedro León Canal Julio Canal
FORTUNATO
LUCIANO
HELENA
ERASMA
DOROTEA CLEMENTE YAÑEZ Isaí Carmen Josefa
NICODEMUS YAÑEZ Celina Yañez Amelia Yánez
ISABEL YAÑEZ Alejo
CONCHITA YAÑEZ
ASCENSION YAÑEZ
REBECA YAÑEZ
TEOFILO YAÑEZ
ANGELINA YAÑEZ
LEOCADIA JULIO
CLEMENTE
JOSEFA
HELENA
AMALIA
MERCEDES
NATALIA RAIMUNDA Luisa Ramón Teresita
NEMESIO Joaquín Prospero Marcos Josefa Pacha Herminia
CARMELITA José María Ana María Herminia Rodolfo Natalia Jesucito
FRANCISCA Ramón Pastor Rito Eduviges Juanita Luciano Ramírez
DOROTEA Joaquín Callejas
TERESA Luis Jesús Rojas
PURA Víctor Julia Gregorio Ramón María
ISAÍAS

19
ÁRBOL # 6

RAMA DE DON EUSTAQUIO PEÑARANDA ORDÓÑEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
EUSTAQUIO PEÑARANDA ORDÓÑEZ ---------- casado con-------------- VICENTA PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


EUSTAQUIO JERONIMO Isabel Eustaquio Pedro Josefa Juana Antonio Leonidas
Séfora Peñaranda Yánez - Viterminia Peñaranda Carrillo
FLORENTINO
IRENE Jesús Arturo
PEDRO HERMINIA Alfredo Lucrecia Julio Luis Raúl Arturo Ángel Víctor
Juan Teresa Victoria Celina
ANA CELIA Gélvez Peñaranda
ROSARIO TADEO Lola Ramón Bertha
CLODOMIRO Berta
ROQUE
TIMOLEON
GONZALO
LICINIANO
BALTASAR ERNESTO
ANTERO
PURIFICACION ESTHER
ANTONIO
LUIS
JESUSA AMALIA
JOSEFITA
CARMELO
DOMINGA

20
ÁRBOL # 7

RAMA DE DOÑA VICENTA PEÑARANDA ORDÓÑEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
VICENTA PEÑARANDA ORDOÑEZ DE OMAÑA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


TEODORO OMAÑ RAFAEL OMAÑA
GOTARDO OMAÑA Teodoro Omaña
MAXIMILIANO OMAÑA
ANDREA OMAÑA MERCEDES Pepe Ramírez Jesús Alfonso Ramírez Pacha de Torres Bricelda Ramírez
Ana María Ramírez Peñaranda
MARGARITA
ENRIQUE Mercedes
RAMON Ramona Mercedes Hilda
VIDAL ARSENIO Zoraida Francisco
LEON Teresa
SOCORRO Rodrigo Diógenes Nelly Orangel Anita Evila Nhora Lola
ANA JOAQUINA Luis Rodolfo Beatriz Eleuterio Peñaranda Peñaranda
ISABEL Ramón Tulia Yolanda
PABLO
CARMELO
ASCENSIÓN OM. MERCEDES Blanca Arturo Zoraida Peñaranda Peñaranda
FRANCISCO Rodolfo Miguel Juan Irma Asunción Peñaranda Peñaranda
LUIS JESUS Hernán Luis Mario Jesús Pacho
ANTONIA Jorge Ricardo Estela Pompilia
JOSE M.
JESUS M.
DOLORES
DELINA Julieta
VICENTA OMAÑA PATROCINIA BAYONA
BELARMINA BAYONA
ANTONIA BAYONA
EFRAIN BAYONA Libia Bayona
REINALDO BAYONA Hugo Bayona
GANDENCIO BAYONA
MANUEL BAYONA
JOSEFA BAYONA Rafael
RAMONA OMAÑA PABLO CONTRERAS Miguel Contreras Florentina Contreras Josefina Contreras
CARLOS CONTRERAS Romelia Mercedes Leticia Francisco Jesús Gonzalo Contreras
TOMASA CONTRERAS Medardo Carmelina Pedro Elías Joaquín Antonio Josefina
AGUEDA CONTRERAS Antonio Tomasa Antonia Ramona Isabel Rosario Mercedes
ROBERTO CONTRERAS Adelina Gonzalo Luis Contreras
DELFIN CONTRERAS José del Carmen Contreras
VICENTE OMAÑA REMEDIOS Raúl Vicente Félix Delfina Elda Alice Resfa Celina Peñaranda
ALFONSO Doralisa Norberto Alicia
FRANCISCA Tilcia Eleazar Magibe
LUCINDA
ELCIDA

21
ÁRBOL # 8
RAMA DE DOÑA ASCENSIÓN PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JACINTO PEÑARANDA LOPEZ
Padre de:
ASCENSIÓN PEÑARANDA ORDOÑEZ…...................Casada con .................... PABLO YÁNEZ
HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS
AGAPITO YÁNEZ P. CLEMENTE ISAI
Esp. de: YAÑEZ CARMEN JOSEFA Margarita Alfonso Antonio Miguel
Dorotea Peñaranda Carmen Sergio
NICODEMUS CARMEN CELINA YÁÑEZ
YAÑZ AMELIA YAÑEZ Enrique Adolfo LuisF. Martha Fabiola
Abel Rafael Carlos Miguel León Isabel
Amelia
ISABEL YÁNEZ ALEJO PEÑARANDA YÁNEZ
CONCHITA YAÑEZ
ASCENSION YAÑZ
REBECA YÁNEZ
TEOFILA YÁNEZ
ANGELINA YAÑEZ
JOAQUIN YÁNEZ OTONIEL YÁNEZ MERCEDES YAÑEZ VARELA
Esp. de: ANA FRANCISCA YAÑEZ V
Ana Fca. Villamizar. JOAQUÍN YÁÑEZ VARELA.
CARMEN SOFIA YÁÑEZ V.
MARGARITA YÁÑEZ V.
JULIA YAÑEZ VARELA
NELLY CECILIA
APOLONIA YÁÑEZ VARELA
OTTO EDO. YÁÑEZ VARELA
TEOFILO YÁNEZ DARIO
PABLO YÁNEZ
JOAQUIN YÁNEZ RAFAEL GLADYS NELLY
SAID DORIS ORLANDO
MARIO FANNY MYRIAM
HUMBERTO YÁÑEZ BUSTOS
MERCEDES YÑEZ
EUDOSIA YÁNEZ
LUCRECIA YÁNEZ CELINA ORDÓÑEZ YÁÑEZ
JOAQUIN ORDÓÑEZ YÁÑEZ
TEÓFILO ORDÓÑEZ YÁÑEZ
CARMEN JULIA ORDÓÑEZ Y
MARIA ESTHER ORDÓÑEZ Y
ADELAIDA YAÑEZ FRANCISCO MARQUEZ Y.
ALFONSO MARQUEZ Y.
CECILIA MARQUEZ Y.
IDA MARQUEZ Y.
LOLA MARQUEZ Y.
TRINO MARQUEZ Y.
ANA FCA. MARQUEZ Y.
CHEPE MARQUEZ Y.
ANTONIA MÁRQUEZ Y.
ALBERTO MÁRQUEZ Y.
JOSEFA MARQUEZ Y.
CONCHITA YAÑEZ ALEJANDO YÁNEZ Y. Alirio Yañez
LUIS YÁNEZ Y.
ROSITA YÁNEZ Y. Guillermo Bertha Oscar Martha
VICTORIA YÁNEZ Y.
AURA ISABEL YÁNEZ Y. Samuel Mary Jairo Cesar Carlos Mora
ISMAEL YÁNEZ Y. Ismael Fabiola Roció Marisol Yañez
Rommel Judith Yañez
VÍCTOR YÁNEZ Y. Víctor Álvaro Rosa Esperanza Amanda
Oscar Jesús Germán Ricardo Yañez

22
ÁRBOL # 9
RAMA DE DON URBANO PEÑARANDA LOPEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
URBANO PEÑARANDA LOPEZ…................ casado con ..............MARIA DE LOS ANGELES ORTEGA

HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS


CARMEN CECILIA
MARCOS ABRAHAM ELEAZAR
Casado con: LUCRECIA
ANA Ma. PEÑARANDA CARMELA
ANGELINA
CAYETANO Ramón Zacarías Rosa Jacob
ISAAC
JOAQUIN Joaquín Rafael Graciela Felipe
CECILIO Emperatriz Ana María Mercedes Rafael Trinidad Rita Cecilia Secundino
DAVID ANGEL MARIA Ramón Ángel Camilo Josefa Lía Marlene Vitalia Aníbal Humberto
PEDRO LEON Marco Aurelio Miguel Hernando Gustavo Roque David
ETELBERTO
LUIS DAVID Luis Alfredo
ENOC
FRANCISCO Marina Contreras Alix Contreras
CLEMENTINA León Ramírez Abel Ramírez
EDELMIRA
AMALIA Graciela Olga Zoila Napoleón Ezequiel Tulio Ilda Jorge Moisés Sara Amelia
Escalante Peñaranda
AMINTA César Olivia Alicia Gratiniano Suárez
URBANO
VICTOR BENICIO
JERONINA Víctor Alcira Delia Pablo Jorge Eustaquio Benjamín Felipe Leopoldo Raúl
BENILDA Roberto Víctor
ANA MARIA Custodia
ANANIAS
ROBERTO
ELEUTERIO
MAXIMO
JUANA CARLOS
REYES Fidelina Séfora
ELEUTERIO Delfín
MARIA
DEOGRACIAS
SACARIAS
TIMOLEON Alcira Juana Humberto Heli Celina
CHIQUINQUIRA PROFETISA Hermógenes Ana Romelia Antonio Ramona Marcos Octavio
CARMELA Rosa Hermes Argemiro Luis
EUSEBIA
LAURENCIA Escamantes Peñaranda
DOMICIANO
JOSEFITO
CELIA Esposa Elisenio Mantilla
PEDRO Peñarandas Moncada
JACOBO
VICTORIANA
APOLONIA JULIO YAÑEZ Angelina Gonzalo Julio Alfonso Alicia Rafael Fabio Amparo León
Salomón Daria Alonso
PEDRO GUSTAVO Y.
ROBERTO YAÑEZ
GONZALO YAÑEZ
DARIA YAÑEZ Margarita Ramírez
ANGELINA YAÑEZ
BALDOMERO TOBIAS INES Ezequiel Díez
PEDRO Rafael Héctor Tobías José Isbelia Hilda Rita Mario Francisco Luz Inés
PETRA Ricardo Celina
CAROLINA
SIXTO
MAXIMINA CARMELA
EPIFANIA Aureliana Nazaret
VALENTIN MERCEDES Gotardo Gonzalo Fidelina Carmelina Jeremías
COLEMA Carmen Mercedes Zoraida Hermencia
PEDRO
VENTURA Cándida Tulia
CELIA Teodoro Isabel Rosa Betulia
ISIDRO JESUS M. Cesar Alirio Carmen Trifinia Marina Delia
TORCOROMA Ricardo Valentín Anita Mercedes Timoleón
BALDOMERO Eleuterio Luis Beatriz Rodolfo Joaquín
JOSE D. Ofelia José Delfina Manuel Arturo
HERMOGENES Ramona Marcos Antonia Hermógenes Enoelio Octavio
RAMONA Tulio Isabel Pablo Concha Escalantes

23
Continuación RAMA DE DON URBANO PEÑARANDA LOPEZ
DEMETRIO Ramón Tulia Yolanda
BALDOMERO ISIDRO DOLORES Pablo Vicente
(Cont.) (Cont.) JACINTO
NEFTALI
FLORENTINO
MARIA
ELEAZAR
MACARIO BALDOMERO LAZARO
RAMONA PABLO Josefa de Ramírez
FRANCISCO
SANTIAGO
PASTOR
PIO
VICENTA JUANA Librada

El famoso patriarca Salazareño Don Cayetano Peñaranda Ordóñez


De la rama de Don José Ma. Peñaranda López. - Página siguiente.

24
ÁRBOL # 10

RAMA DE DON JOSE MARIA PEÑARANDA LOPEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de:
JOSE MARIA PEÑARANDA LOPEZ .............Casado con…........JOSEFA ORDÓÑEZ SERRANO

HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS TATARA


BISNIETOS
FRANCISCO JOSE MARIA Cayetano José Ma. Roberto Miguel
MARIA PEÑARANDA Cayetano Julieta
LOWLESS María Peñ Andrade
Mónica Orsolina Teresina
Guillermo Alicia Belén Clara
José Germán
María Laura Bertha José
Marina Eduardo
Ligia Maruja
Celina Trina
Francisco Clemente Carlos Elena
Marcos
Lope Eudoro Lino Rosa
Ramón Ricardo Valentín
Anita Mercedes
Timoleón
Ninfa
Aniceta Ramona Rosita Mercedes
Eustaquio

Silverio Juan
Vicente Eustaquio Jerónimo
Florentino Irene
Rosario Tadeo Clodomiro
Roque Liciniano
Gonzalo Timoleón
Pedro Herminia Ana Celi
Baltasar Ernesto

Pura Luis Esther


Antonio
Damián Carmelo Dominga
Joaquín Raimunda Luisa Ramón
Teresa
Nemesio Próspero Marcos
Joaquín Josefa
Francisco Herminia
Carmelita José Ma. Ana Ma.
Herminia Rodolfo
Natalia Jesucito
Francisca Ramón Pastor Rito
Luciano Eduviges
Juanita
Dorotea Joaquín Callejas
Jesusa
Teresa Luis Jesús Rojas
Pura Gregorio Ramón
Víctor María Julia
Isaías

Juana María Florencia

25
ALFREDO Alfredo Emilio Victoria
PEÑARANDA Elena Daniel Genara Josefa
LOWLESS
GUILLERMO Guillermo Peñaranda Arenas
PEÑARANDA Anita Bertha Sara
LOWLESS
Alicia Peñaranda Arenas
Francisco Peñaranda Arenas Graciela PeñarandaCanal Carlos Victoria
Alberto Nieto Pñ.
Alberto Peñaranda Canal Juanita Pñ. Hdez.
Francisco Peñ. Canal Francisco Mariana
Alejandro
Germán Peñaranda Canal
Fernando Peñ. Canal

CLARA PEÑ.
LOWLESS
ELENA PEÑ. Elisa Ana Francisca Ana
LOWLESS María Manuel Jorge Clara
Sofía Dolores Ernesto
FRANCISCO
PEÑARANDA
LOWLESS
OFELIA
GENARA GENARA Alfredo Plata
ISABEL Clemente Sara Rebeca José
María
FRANCISCA
ALBERTO CARMELO Carmelo Vicente
Maria
Isabel Blanca Carmen Ilia
Rubén Zafra Peñ.
(Jorge Adriano Fco
Isabel Cecilia Julia)
Herminia María
GENOVEVA Rosa

Don Francisco Peñaranda Arenas

26
ARBOL # 11

RAMA DE DON JANUARIO PEÑARANDA MOLINA


BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOME PEÑARANDA
Padre de:
JANUARIO PEÑARANDA MOLINA……..........Casado con …........... JOSEFA LEAL MONROY

HIJOS NIETOS BISNIETOS


RAIMUNDO BENJAMIN
MARIANO
JOSE M.
FRANCISCA
MATEA MERCEDES Humberto Yañez
RESFA Víctor Eduardo Cecilia Rodríguez
ROQUE Alicia Tony Maruja Roque Enrique
ANTONIA
BELISARIO Rodrigo Carlos Julio Miguel Efraín Adonías Abigail Pacha Herlinda
ANA FRANCISCA Gonzalo Eleazar Bertilda Celmira Ana Luisa Marco Tulio Jacinto Margot
MARGARITA Abraham David Raquel Samuel Otoniel Abigail Mercedes Isaac Darío Adelina Daniel Yañez
JUAN DE DIOS Rodolfo Juan Antonio Carmen Rosa Elvia Rubén Rafael Alirio Luis Alfredo
ROSAURA Alfonso Rafael Sara Jorge San Juan
PRAXEDIS Leticia Luis Felipe Hercilia Romelia Ana Rosa Teodoro Carmen
LEON
ROSA Gotardo Víctor Arturo Isaias Efraín Graciela Tulia Pacho Esther
MARCOS GUMERSINDO Alirio Gilberto Rodolfo Delia Hilda
VICENTA Luz
CRISTINA Samuel
NICANOR
JANUARIO
JORGE
VIDAL EMPERATRIZ Margarita Gustavo Graciela Celmira Rodolfo Eleazar Marco Aurelio CarmenCecilia Gilberto
Yañez
JOSE RAMON Alfonso Manuel AuraBasilia Margot Delia Carmen Mco.Aurelio Peñaranda Torrado
VIDAL Ramón Vicenta Martín Vidal .Emperatriz Vicenta Leocadia Esther
VICENTE Manuel Hermes Efraín Donaldo Licinia Virginia Laura
VICENTA Eduardo Elvira Belén Amelia Julia Alfonso Escalante Domingo Sergio José del Carmen
Escalantes
MARTIN Noemí Teófilo Edelmira
MANUEL Josefa
ESTHER
LEOCADIA
COSME DAMIAN Josefa
EZEQUIEL GUILLERMO José Emilio Carmen Alejandro Licinia
ISAAC Tulio Napoleón Hilda Ezequiel Jorge Moisés Zoila Graciela
GERVASIO
DOMINGO Alicia Marina Jesús Enrique Eduardo José Soledad Josefina
ISABEL Esposa de Montañez
PRIMITIVO Lucia Adela José Isabel Leonilde
CLEMENTE Josefina Flor Miguel
NICOMEDES Felipe Víctor
LUCIA Ana Argelia José
RITA
CORINA
CHIQUINQUIRA
SERGIA EMILIO Gilberto Camilo Emilio Marina Ernesto Laura Margarita Hernando Gustavo
DANIEL Rodrigo David Rafael Romelia Anita María Leticia Alicia Hermes
CARMELO Elvira Belén Amelia Julia Luis Alfonso Domingo José Sergio
DOMINGO Carmen Domingo Jorge
DOLORES DOLORES
GREGORIO JOSEFA Sofía Daniel Bonifacio
RAMONA
ANTONIA Antonia Yañez
MARIA REYES Josefito
MERCEDES
GENARA
ENGRACIA
BRAULIA LUPERIA Luis Felipe Víctor Julio
EUSTASIO Víctor Alcira Delia Pablo Jorge Felipe Eustaquio Benjamín
MATILDE Luis Alcides Contreras

27
ÁRBOL # 12

RAMA DE DOÑA BELEN PEÑARANDA ORDÓÑEZ

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de:
BELEN PEÑARANDA ORDÓÑEZ ...............Casada con...............SILVERIO YAÑEZ PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


MERCEDES YAÑEZ RAIMUNDO ORDÓÑEZ Gilberto Olga Ordoñez
NICASIO ORDÓÑEZ Graciela Ordoñez
SOFIA ORDÓÑEZ
TERESA YAÑEZ
DOLORES YAÑEZ MEDARDO AYALA Nidia Gilberto Enrique Alvaro Néstor Arcelia Jesid Patricio Mariela Gloria
Edilma Jairo Ayala Pérez
HERCILIA AYALA Imelda Lucila Asencio
CARMEN AYALA Edmundo Arcelia Celina Aura Pedro Hernando Carmen Gilberto Marina Darío
Gustavo Castañeda Ayala
ANGELINA AYALA Alvaro Marta Nelson Elizabet Susana Abdala Janet Jesús (Cheo)
FRANCISCA AYALA
JUANITA AYALA Emperatriz Cristóbal CarlosEdo. Leonor Germán Luis Alfredo Humberto
Eleazar Felipe Otto Myriam Cristina Janet Yáñez
RAMÓN ELOY AYALA Ramón Socorro Fabio Flavio Luz Fracisco Marina Claudia Alba Consuelo Ayala
JOSE M. AYALA Edgar Nelly Alicia Beatriz Cecilia Isbelia Belén Carmen Alfredo Rafael Tulio
Emilio Ayala Hernández
MARIA YAÑEZ PACHO MORALES
CARMEN MORALES Ramón Socorro Fabio Flavio Luz Fracisco Marina Claudia Alba Consuelo Ayala
NATALIA BARRERA
MARINA B. DE AYALA
JOSEFA BARRERA
BRUNEQUILDE YAÑEZ GILBERTO IBARRA
NESTOR IBARRA
ISBELIA IBARRA Alfonso Myriam Isbelia Peñaranda
ELISA IBARRA
PEDRO IBARRA
PRAXEDIS YAÑEZ TEODOSIA OMAÑA
ABIGAIL OMAÑA
ROSA OMAÑA
INOCENCIA OMAÑA José Hernando Baudilio Humberto Nazario Carmen Rosa Nelly Ana Praxedis
JULIA OMAÑA
VICENTE OMAÑA
RAMON OMAÑA
OCTAVIO OMAÑA
PACHA OMAÑA Antonio Mario
SANTIAGO OMAÑA
LUIS OMAÑA
CARMELA YAÑEZ ROQUE JACINTO Clotilde Roberto Sergio Ignacio Joaquín Helí Alirio Jacinto Benilda AnaMa.
PEÑARANDA Belén Víctor Custodia Agustín Peñaranda Peñaranda
VENANCIA YAÑEZ EUSTACIO GUTIERREZ Jorge
ANA RITA GUTIERREZ Rebeca Ana Rosa Mery Gilberto Ulises Juan Darío Héctor Margarita Lucero
Miguel Santaella.
ALCIDES GUTIERREZ
CIRO GUTIERREZ Ciro Carola Alba Clara Lucy Gutierrez Yañez
SILVERIO YAÑEZ ZORAIDA YAÑEZ Ciro Carola Alba Clara Lucy Gutiérrez Yáñez
GRACIELA YAÑEZ Alfonso Nhora Martha Cecilia Ricardo Cuberos
ISABEL YAÑEZ Oscar Mariela Álvaro Ignacio Omar Adolfo Azucena Myriam Yolanda
Peñaranda
LAURA YAÑEZ Gilberto Eduardo Álvaro Gustavo Nhora Belén Yamile Gloria Miguel
Hernández
BELEN YAÑEZ
TERESA YAÑEZ Miguel Gloria Isabel Angela Aidaluz Ana Ma Juan Pablo Consuelo Alfredo
Jorge Martín Cuberos
SILVERIO YAÑEZ Silverio Rosa Celina Judith Raquel Yañez
CELINA YAÑEZ Humberto Forero
MARIELA YAÑEZ Fabio Alba Nury Gloria Álvaro Urrego Tito Mariela José Urrego
AMALIA YAÑEZ
ROMELIA YAÑEZ

28
ÁRBOL # 13
RAMA DE DONA ANA JOSEFA PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de:
ANA JOSEFA PEÑARANDA O ..............Casada con.............…..IGNACIO PEÑARANDA PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


PASTOR LEONIDAS Hernando Mariela
SARA Jorge Eloy Teresa Ernesto Olga Humberto Orlando Mora Sarita Oswaldo
Gloria Luz M.
JORGE ERNESTO Iván Gmo. Janette Alix Aideé
ALBERTO Argemiro
HECTOR Héctor Fabiola Martha Gladis Sergio Consuelo
ALFONSO Gabriel Karen Ingrid Silvana
RAMIRO ANTONIO Ramiro Pilar Nelson Estela Jaime
ROSAURA Rocio Piedad Carlos Londoño
SEFORA Carlos Cesar Marlene Fabiola Roncayo
ARGEMIRO Elvira Ligia
JOSEFA
VICTOR Mariela Hernando Oscar Alvaro Iganacio Omar Adolfo
RITA JULIO LATORRE Julio Alberto Leonor Victoria Ofelia Latorre Lázaro
LEONARDO LATORRE Guillermo Cecilia Araceli Myriam Olga Rosa Beatriz Leonardo César Carlos
ALEJANDRO LATORRE Juan Humberto Alejandro Imelda Leonardo César Carlos
JOSE DEL C. LATORRE Jaime Reynaldo Alberto Margarita Victoria Inés Carmen
ROSA LATORRE
ANA VICTORIA LATORRE (Sor Imelda)
FELISA LATORRE Evila Nelly Suárez
CARLOTA LATORRE Jesús Rosa Teresa Fanny Serpa L.
ZORAIDA LATORRE JulioCésar Ricardo Douglas Quintero
SOFIA LATORRE Rafael Tobías Héctor José Isbelia Rita Hilda Peñaranda
JOSEFINA ALBERTO PEPE Josefina Rosa Ma. Jaime Luis Alberto Alfonso Hermes Esperanza Jorge Lilia
SANTAELLA Fabiola
ULISES SANTAELLA LuzHelena Carmen marta Estela Jesús

GUSTAVO SANTAELLA
RICARDO SANTAELLA
OFELIA SANTAELLA Guillermina Luis Evaristo Raimundo Joaquín Saúl Humberto Josefina
Mercedes Myriam Ordóñez
REBECA SANTAELLA Carvajales Santaella
ANTONIO SANTAELLA JoséAntonio Tomás Eusebio German Rocío Alejandra Zulima
CECILIA SANTAELLA
REBECA LUIS SANTAELLA Graciela Efraín LuisFco. Antonio Nestor Álvaro Myriam Germán (Hijos:
Santiago y AnaMaría Santaella Ruiz) Cristina Nelly Fany Leonor Marina
Héctor Nhora Cayetano – Santaellas Pérez.
Luz Luis Julio Iván Clara – Santaellas Bedoya
HECTOR SANTAELLA Rebeca Ana Rosa Mery Gilberto Ulises Juan Darío Héctor Margarita Lucero
Miguel – Santaellas Gutiérrez
HERNAN RAMIREZ P. Augusto Hernán Estela Iván
ANA JOSEFA RAMÍREZ P. Daniel Gilberto Pablo Mercedes Aura Socorro Vilma
ANA MIGUEL JERÓNIMO H/NDEZ Gilberto Eduardo Carlos Gustavo Belén Nora Laura Yamile Gloria
DOLORES RAFAEL HERNÁNDEZ
EFRAIN HERNÁNDEZ
CARLOS HERNÁNDEZ Carlos Alberto Jaime Mercedes Martha
JOSEFA HERNÁNDEZ Edmudo PedroE. Samuel Carmen Trina Zoraida Mery Betty Darío Mora
ANTONIO HERNÁNDEZ
ISMENIA HERNÁNDEZ
ANA MARIA HERNÁNDEZ Edgar Nelly Alicia Beatriz Cecilia Isbelia Belén CarmenRosa Alfredo Rafael
Tulio Emilio
LEONARDO ANIBAL
MEDARDO Aníbal Merceditas Leonardo
IGNACIO Fabio

29
ÁRBOL # 14
RAMA DE DON JULIAN PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de:
JULIAN PEÑARANDA ORDOÑEZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS


NATIVIDAD PRESENTACION ROLON
ELOY ROLON
LOURDES JOSE M. BALLESTEROS Daniel Ballesteros Ciro Ballesteros
ANTOLINO BALLESTEROS José Ma. Rubén Belén Rita Regulo Ballesteros
MARIA BALLESTEROS
JUAN BALLESTEROS
RAFAEL BALLESTEROS Jacinto Rafael Luis Ramiro Ballesteros
CONCEPCION BALLESTEROS Florencio Julio Rafael Jesús María Mercedes Lourdes Rufina Rosa Belén Julian Peñaranda
CRISTOBAL
ALFONSO RICARDO
JESUS
CARMELO
HELI
TELESFORO Josefa Helí Ricardo
ELINO
BENJAMIN
JOSEFA
ADRIANO EMILIA ROSA Ramón Amparo Rosalba Álvaro
CRISANTO
HELENA

ÁRBOL # 15
RAMA DE DOÑA CONCEPCION PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de:
CONCEPCION PEÑARANDA ORDÓÑEZ
HIJOS NIETOS BISNIETOS
FLORENCIO BALLESTEROS JOSE M. BALLESTEROS David Ballesteros Ciro Ballesteros
ANTOLINO BALLESTEROS José Ma. Rubén Belén Rita Regulo Ballesteros
MARIA BALLESTEROS
JUAN BALLESTEROS
RAFAEL BALLESTEROS Jacinto Rafael Luis Ramiro Ballesteros
CONCEPCION BALLESTEROS Florencio Julio Rafael Jesús Ma. Mercedes Lourdes Rufina Rosa Belén Julián Pñda
MIGUEL BALLESTEROS
DIONISIO BALLESTEROS AMADOR BALLESTEROS
LORENZO BALLESTEROS
JEREMIAS BALLESTEROS Isidro Ballesteros
JUSTA BALLESTEROS PACHITA
BELEN BALLESTEROS
CUSTODIA BALLESTEROS BENICIO
(Esp. de Víctor Peñaranda) ANANIAS
JERÓNIMO Víctor Alcira Delia Pablo Jorge Eustaquio Benjamín Felipe Leopoldo Raúl
ANA MARIA Custodia
BENILDA Cleotilde Norberto Sergio Ignacio Joaquín Heli Alirio Jacinto Benilda Ana Ma. Belén
Peñaranda Peñaranda.
ROBERTO
ELEUTERIO
RAFAELA BALLESTEROS ELEAZAR
Esposa Abrahan Peñaranda LUCRECIA
CARMELA
ANGELINA
CAYETANO Ramón Zacarías Ana Rosa Jacob
ISAAC
JOAQUIN Joaquín Rafael Graciela Felipe
CECILIO Emperatriz Ana María Mercedes Rafael Trinidad Rita Cecilia Secundino Gloria

30
ÁRBOL # 16
RAMA DE DON FELIPE PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de
FELIPE PEÑARANDA ORDOÑEZ………..Casado con….........BRAULIA PEÑARANDA
HIJOS NIETOS BISNIETOS
MATILDE ALCIDES CONTRERAS Martha Contreras Rozo Rosalía Juan Carlos Luis Alcides Alvaro Contreras Rozo
EUSTACIO LEOPOLDO
VICTOR Adolfo Roberto Casilda Nelly Anita Matilde Socorro
ALCIRA Ramiro Jorge Ángel Euclides Jerónimo Checira Alcira Argelia Hernández Peñaranda
DELIA Félix Julio Ernesto Alfonso Rubén Antonio Peñaranda Peñaranda
BENJAMIN Ofelia Josué Peñaranda Yaruro
RAUL Eustacio Pedro Raúl Gloria Peñaranda Peñaranda
EUSTACIO
EFRAIM Alirio Rosalía PeñarandaPeñaranda – Alfonso Belén Edgar Enoc Peñaranda Archila
PABLO Leopoldo
JORGE Ramiro Estela Yordi Peñaranda Bacca
FELIPE Félix Maximino Ananas Ofelia Esther Clotilde Jerónima Delia Eloina Roque Antonio José Fanny Isabel
LUPERIA LUIS FELIPE
VICTOR

ÁRBOL # 17
RAMA DE DOÑA RAMONA PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA MOLINA
Padre de::
RAMONA PEÑARANDA ORDOÑEZ
HIJOS NIETOS BISNIETOS
JERONINO
ESTANISLAO
SUSANA
CARLOS
PEDRO
ESTEBAN

ÁRBOL # 18
RAMA DE DOÑA EPIFANIA PEÑARANDA ORDÓÑEZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
JUAN BAUTISTA PEÑARADA MOLINA
Padre de :
EPIFANÍA PEÑARANDA ORDÓÑEZ
HIJOS NIETOS BISNIETOS
ROMAN Pedro Rafael Emilio Batzabe
TERESA
LUIS

31
ÁRBOL # 19
RAMA DE DON TOMAS PEÑARANDA MOLINA

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
BARTOLOMEO PEÑARANDA
Padre de:
TOMAS PEÑARANDA MOLINA…........Casado con...............CONCEPCION DAZA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


NICOLAS LEONARDA Antonio Hilario Belisario Teodolfo Anselmo Leonardo Eleazar
MATEA
SANTOS FERNANDO Myriam Lucia Ligia María Soledad Irma Efraín Dionilde Ulises Adonias Luis
Fernando Rafael Darío
ADELINA Benito Juan Víctor Heli Gustavo Martín Marina María
ANA CELIA Celia Carlos Rosa Fidelina
JESUS Edelmira Pablo Alirio
EFIGENIA Ramiro Josefa Rosa E. Escalante
CARLOS Oscar Rodrigo
ELVIRA Rivero Peñaranda
CLEMENTINA Díaz Peñaranda
BETULIA
MIGUEL
MARCOS Steima Orlando Alfonso Zoraida Judith Yolanda Leila
ELADIO Onofre Jesús Rodolfo Reyes Azael
BARTOLOMÉ PEDRO Joaquín Teresa Elvira Antonio Celina Noe Alcira Ana Granciela Rosa E. Rosaura
Alicia
MATEO
HELENA
LUIS Santos Abdona Luis Emilio Darío Tomas Pablo
TOMAS
PABLO
ADELINA
MARIA
SILVIA
AGUSTÍN TOMAS Ernesto Juvenal Lucrecia Agustín Mercedes
EPAMINONDAS Rigoberto Ascensión Marina Tito Teresa
PACHO Nicolás Edelmira Rosa
AGUSTIN Ramón
CARLOS Raúl Vicente Félix Delfina Elda Alicia Resfa Celina
BERTHA Perozzos Peñaranda
FIDELIA Luis E.
SILVIA
ROSA
JAVIER
EDUARDO AMANDA
JEREMIAS
EPIFANIA
ISABEL
DOLORES
BLANCA
FIDELIA MODESTA YAÑEZ Domingo Luis
VENTURA YAÑEZ Juan Yañez
CARMEN YAÑEZ
JAVIER YAÑEZ
CARMELO MEDARDO
CARMELINA Rodolfo Juan Miguel Irma Asunta Hugo
FRANCISCO NICOLAS
EDELMIRA
ROSA
ALBERTO SEBASTIAN
CONCHA Ramón
SEBASTIAN HECTOR Flor

32
ÁRBOL # 20

RAMA DE DON SIMON PEÑARANDA MORENO

BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
DON ESTEBAN PEÑARANDA
Padre de:
SIMON PEÑARANDA MORENO…...................Casado con.....................ANACLETA CARVAJAL

HIJOS NIETOS BISNIETOS


BASILIA EMPERATRIZ Rodolfo Eleazar Margot Marcos Carmen Cecilia Gilberto Gustavo Celmira Graciela Yañez
JOSE RAMÓN Alfonso Manuel Aura Margot Delia Carmen Mco. Aurelio Peñaranda Torrado
VIDAL Ramón Vicente Martín Vidal Emperatriz Vicenta Leonardo Esther
VICENTE Manuel Hermes Efraín Donaldo Licinia Virginia Laura
VICENTA Eduardo Elvira Belén Amelia Julia Alfonso Domingo Sergio José del Carmen Escalante
MARTIN Noemí Teófilo Edelmira
MANUEL Josefa
ESTHER
COSME DAMIAN Josefa
LEOCADIA
FROILAN MARCOS
RUBEN
MATILDE
JUSTINIANO
SOFIA
ANTONIO MARIA MARCELIANA Rodolfo Amancio Sara Delfina Lindartes
JUAN Rodrigo Saturio Raúl
LAZARO Antonio Oscar Ana María
FRANCISCO Daniel Humberto Ananías
RAMON Amancio Julián
JACOBA Presentación Maria Siervo Aminta Tomás Hernandez
HONOFRE Elodia Pepe Luis María Joaquina Juanita Concha Pastora Betzabé Zoila Ramona
RAFAELA Isaias Eleuterio Rafaela Ramón Irene Yañez
CLARA Marcos Socorro Elvia Herminia
CELESTINA Hermelina Ricardo Vicenta
ESTANISLAA LORENZO Emilio Santos Georgina Rita Isabel
JOSE M. Checira Agustín
PROSPERO
CARMELA Carmen Melquíades Cayetano Cristina Heraclia Rosa Estefanía Teodolinda
VICTORIA
PAULINA Víctor Manuel
JUSTA FRANCISCO RAMÍREZ Saniel
DOMINGA FELIPE Matea Paulina Gumersinda Betzabé
GREGORIO
LORENZO
ANDICA
RICARDO
JUAN
TRIFONA
CARLINA
DOROTEA
ANDREA Cipriano Mantilla
EUSEBIA SANTIAGO Vicenta Teodosio Octavio Rosa Ramón Abigail Inocencia Francisca
FRANCISCO
JULIANA Noemí
DOLORES Teofilo
LEONA CLEOFE
SANTOS
MAURO
CATALINA
ERNESTINA
ASCENSIÓN María
DOLORES
JUANITA
RICARDO Libia
JOSEFITO Saúl Carmen Otilia

33
ÁRBOL # 21
RAMA DE DON INOCENCIO PEÑARANDA MORENO
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
DON ESTEBAN PEÑARANDA
Padre de:
INOCENCIO PEÑARANDA MORENO..................Casado con….................... RAIMUNDA YÁÑEZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS


CAMILO
ALBERTO
RICARDO
DOROTEO TEMISTOCLES
LEOPOLDO Luis
Juan
José María Esther Francisca Cristina Emilia
Rosalía Leopoldo Debora
Obdulia Débora
VICTORIA Roberto José Jorge Manuel Eduardo Rogelio Roberto Rodolfo Mario
Enrique Blanca Teresa Esther Lucila Pablo Emilio Manuel Flor
Mercedes Francisco

Gramalote: La cuna de todos los antiguos Peñarandas

34
ÁRBOL # 22
RAMA DE DON VALERIANO PEÑARANDA RAMÍREZ
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
XXX PEÑARANDA
Padre de:
DON ESTEBAN PEÑARANDA.................................... casado con........................................ Doña Teresa Ramírez
Padres de:
VALERIANO PEÑARANDA RAMÍREZ….......Casado con….......…MARIA JOSEFA TORRADO

HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS


CONCHO Gabriel Ramiro Arturo Ofelina Romelia
Esp. de Blanca
Anacleta Gregorio Isaías Pedro Julio Adán Alcides Helí
Castellanos Francisca Carmen Pablo
María Arsenio Víctor Oliva
Carmelo
Santos Arturo Samuel Gustavo Ananías
Berta
Benigno Amalia Elías Jesús Edelmira Ana
Andrés Herminia Rodolfo Ana María
Natalia Chepe
Damián Emira Peñaranda Escalante
Esp. De Teresa Peñaranda Escalante
“Berzabeth”
Escalante Elio Peñaranda Escalante
Pedro León Peñaranda Escalante Cecilia Nelly Humberto
Armando Gustavo Fanny
Esperanza Pedro León
César Peñaranda Escalante
Carmen Peñaranda Escalante Graciela Isbelia Mery Luis
Arturo Antonio Alicia
Rosa Fidelia Francisco
Evelia Peñaranda Escalante
Elvia Peñaranda Escalante
Elda Peñaranda Escalante
Carlos Julio Cipriano Elisa Laura Arturo Saúl
Samuel Juan Rubén Julio César
Julio Ciro
Ascensión
BERNARDINA Carmela
Rosa
Francisca
Jesús
Luisa
AMBROSIO
SATURNINO Pedro
José
Tobías
Jesús
JUAN BTTA.

35
ÁRBOL # 23

RAMA DE DON ANDRES PEÑARANDA


BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
JULIAN PEÑARANDA
Padre de:
ANDRES PEÑARANDA…........................................... Casado con .........................................VERONICA FLOREZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS 6ª GENERACION


RITA VICTORIA GUILLERMINA SUAREZ EUSTASIO MANTILLA Tulio Olga Gladys Lilian Inés Gisela.
(Esp. Pedro Vicente Suárez) ALEJANDRO MANTILLA Victoria Leonor
HERNANDO MANTILLA Martha Hernando Sonia Freddy Juan
Carlos
HUMBERTO MANTILLA Humberto Manuel Amparo Xiomara
Guillermo Eustasio
JORGE MANTILLA
BEATRIZ MANTILLA
BLANCA MANTILLA
SALOMON MANTILLA
LEONOR MANTILLA Gilberto Álvaro Leonor Martha Juan
Carlos Claudia Ordóñez
OLGA MANTILLA
PEDRO MANTILLA
JULIA SUAREZ LUCILA ROMAN Pilar Javier Claudia Silvia Manuel
Ximena Ana María Corzo
JOSE FELIX ROMAN Martha Román
CONSUELO ROMAN Frc. José Claudia
ESPERANZA ROMAN Álvaro Carolina
JULIO ROMAN
GRACIELA ROMAN Julia Victoria Álvaro Manuel Miguel
JAIME ROMAN Juliana Ricardo
P. MIGUEL ROMAN Fabiola Juan Fdo. Pedro José
ARTURO SUAREZ PEDRO V. SUAREZ
ALICIA SUAREZ
FLORELIA SUAREZ
MARCOS VICTOR
LUIS J.
ROSAMIRA
ABELARDO
CRISPULO
JUANA PANTALEONA
MARIA
FERMIN
MADROÑA
PETRONA
SALOME
NATIVIDAD ANTONIO
CARLOTA
CIRIACA VENANCIA
JULIAN QUINTIN
ISIDRO
BASILIO FELIPA ADELINA PACHECO
IRMA PACHECO
INES PACHECO
ARSENIO PACHECO
ROSA ALFREDO BECERRA
CHECIRA BECERRA
ELVIA BECERRA
ELIO BECERRA
FAUSTO
HIPOLITA
ABELARDO
NEMESIO
ESCOLASTICO LUCIA JULIO BECERRA
JOSEFA BECERRA
LUCRECIA BECERRA
LINO BECERRA
FRANCISCO BECERRA
IRENE LUIS FELIPE GUTIERREZ
MARGARITA

ÁRBOL #24
36
RAMA DE DON CARLOS SALOME PEÑARANDA
BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
JUAN ANDRES PEÑARANDA
Padre de:
CARLOS SALOME PEÑARANDA ------------------ casado con ----------------------JOSEFA OMAÑA

HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS


MARIA
REYES
RAMON
TERESA SILVERIO SILVERIO Silverio Zoraida Graciela Isabel Laura Belén Teresa Celina
Esp. Esp. YAÑEZ Mariela Yñez
Fco. Javier Belén BRUNEQUILDE Gilberto Néstor Isbelia Elia Pedro Ibarra
Yáñez Peñaranda VENANCIA Y. Eustasio Ana Rita Alcides Ciro Gutiérrez
MERCEDES Y. Raimundo Nicasio Sofía Ordoñez
DOLORES Y. Medardo Hercilia Carmen Francisca Juanita Ramón Jose
Ismenia Ayala
MARIA YAÑEZ Pacho Carmen Morales Natalia Marina Josefa Barrera
PRAXEDIS Y. Teodosia Abigail Rosa Inocencia Julia Vicente Ramón
Octavio Pacha Santiago Luis Omaña
TERESA YAÑE
CARMELA Y. Jacinto Peñaranda
SECUNDINO ABRAHAM Y Ligia Margarita
Esp. de DAVID YAÑEZ
Margarita RAQUEL Elia Alberto Margarita Virginia
Peñaranda YAÑEZ
SAMUEL Samuel Graciela
YAÑEZ
OTONIEL Alicia Fabio Antonio Graciela Víctor Jorge
YÁNEZ
DANIEL Daniel Abraham Alicia Gustavo Dario Homero Carlos
YAÑEZ Marina Mario
ABIGAIL
YAÑEZ
MERCEDES Y.
ISAAC YAÑEZ
ADELINA Y.
ANTONIO PABLO YAÑEZ Josefa de Rufino Ramirez
Esp. de RITA YAÑEZ
Ramona PASTOR
Peñarnda YAÑEZ
SANTIAGO Y.
FRANCISCO Y.
PIO YAÑEZ
SINFOROSO CARMELO Y.
JAVIER YAÑEZ
MODESTA Y. Domingo Luis
VENTURA Y. Juan Yañez
RUBEN YAÑEZ
FRANCISCO IGNACIO Roque Juana José Desiderio
YAÑEZ
ROSO YAÑEZ
JOSEFA PIO
ANTONIA MAURICIO
CIRILA PEDRO
JUAN BAUTIST
NICOLASA
FROILAN
ANSELMA

37
JULIANA IGNACIA ORDÑZ Patricio Epitafio Teodosio Rosalia Nicolasaa Socorro
Peñaranda
VERONICA Antonio Elisa Amelia Rita Miguel Lola Guadalupe
ORDOÑEZ Nepomuceno Candida Fidelia Clara Socorro Ramón Tobias
NICASIO ODÑEZ Raimundo Nicasio Sofia
ALBERTO ORD. Alberto Virginia Margarita Elia
RAMON ORDÑZ Oliva Efraín Julio Juan Alfredo Otilia Rosa Mercedes
Demetrio Ofelia.
JOSEFITA ORD. Esther Teofila Celina Resfa
ISMAEL ORD. Antonia
MARGARITA O.
JULIO ORDOÑEZ Saúl Evangelina Carmen Miguel Prospero Carlos Claudina
Gregorio
CLIMACO ORD. Elpidio Modesta Celmira Julio Humberto Irma Mercedes
JAVIER ORD.
MONGUI ORD.
CLARA ORD.
MARTINA DANIEL Epifanía Carmelita
RAMÓN Sara Gregoria Miguel José
PETRA Ricardo Nicolas Marcelino Dominga
CAROLINA Josefito Blas Francisco Apolinar Bernarda Gregoria
Evangelina Nicodemus
RAIMUNDA SANTOS
JOAQUIN
MARIANA Alfonso Lourdes Cristóbal Natividad Zoila Elena Crisanto
Adriano
SOTERO ELEUTERIO Y.
Esp. de ISAIAS YAÑEZ
Rafaela RAFAEL YAÑEZ
Peñaranda
RAMON YAÑEZ
EDUARDO YAÑZ
EFRAIN YAÑEZ
LOURDES YAÑZ
LIBRADA Y.
ELPIDIA YAÑEZ
CARMELA Y.
SOCORRO Y.
VICTORINO VICENTA
TOMAS ANTONIA Y.Pñ.
ALEJANDRINA GUMERSINDO Alirio Gilberto Rodolfo Delia Hilda
VICENTA
CRISTINA Samuel
NICANOR
JANUARIO
JORGE
CALIXTA ANTONIA (Esposa de Isidro Peñaranda – arbol de Urbano) Ramona
ESCALANTE Dolores Lucinda Torcoroma Florentino Hermogenes
Neftali José Demetrio Eleazar Baldomero Jesús María.
RAMÓN ESC. Agustin Felix Guillermo Estafanía Teresa Sara Bonifacia
FELIX ESCALAN Pedro Elias Escalante
URBANO LEANDRO CARMEN
RAMON
FRANCISCO
MIGUEL Rosa L. Ramón L. Olga R. Débora E. Vitelio
MATILDE Luis Crucelina Matilde

38
ÁRBOL # 25

RAMA DE DOÑA ANTONIA PEÑARANDA


BALTASAR PEÑARANDA
Padre de:
ANTONIA PEÑARANDA
Madre de:
¿

JOSE CONCEPCION PEÑARANDA ---------------- casado con ------------------- FLORINDA SERRANO

HIJOS NIETOS BISNIETOS


PRIMITIVO
DOLORES MARIA Guillermo Alfonso Jesús Máximo León Riveros
ESTANISLAO MANUEL Socorro Adriano Estanislao
HERMINIA
MARIANA
ALICIA JesúsRamón Enrique CarlosAlfonso Ligia
TULIO Nelly Lola
ESTHER Luis Rojas
ANTONIO SEGUNDA
ANTONIA
MERCEDES
WENCESLAO ROSA Flor Cándida Pablo Víctor Tulio Herminia
ANA Rosa Lucia Ofelia Delina Marcos
APOLINAR Gonzalo Custodio Juan Ramón Secundino Arturo Domingo César
WENCESLAO Wenceslao Aminta Benigno Carmela Pedro Ana Cruz
LUIS DAVID Helio Francisca Roque Ernesto Edmundo Alfredo.
REGULO Ramón Alirio.
CECILIO Antonio Santiago María Cecilia Leonardo Saturio
FRANCISCA Lorenzo Miguel Teodoro Bertha
MAXIMINA Fermina Abigail Carlos Julio
ANTONIO
AGUSTIN HERMELINA Benicio Matilde Mario Hernández Peñaranda
CLOTILDE Carlos Jesús
VICTOR Vicente VíctorManuel José
AGUSTIN JoséLuis JesúsRamón Leonilde Victoria Agustín
AZARIAS JoséMa. Benito Isidro Samuel
MIGUEL Juan Alejandro Agustina Belén Cecilia
ANTONIA Luisa Medina de Acero
ALEJANDRINA
MONGUI José M. Roberto Alejo Serafín Ramírez Peñaranda
CARMELITA MERCEDES Rosalía
RAMON Concha Martín Ignacia Sebastián Ramón Aquilino
MATEO Isabel Lourdes Teodora Francisco Marcos Gumersindo Teófilo
Liduvina Eusebia
F/CO. RAMON

39
RAMAS DE OTROS NIETOS DE DON BALTASAR
ÁRBOL # 26
RAMA DE DOÑA MAGDALENA PEÑARANDA
HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS
IGNACIO Pastor Leonidas Hernando Mariela

Jorge Iván Gmo. Jeannette Alix Aydée


Víctor Mariela Óscar Alvaro Ignacio Omar Adolfo Azucena Myriam
Yolanda
Argemiro Elvira Angelmiro
Ramiro Antonio Ramiro Piular Nelson Estela Jaime
Alfonso Gabriel Karen Ingrid Silvana
Alberto Alberto
Héctor Héctor Fabiola Martha Gladys Sergio Consuelo
Sara Jorge Eloy Teresa Ernesto Olga Humberto Orlando Sarita
Oswaldo Gloria Luz M. Mora Peñaranda
Josefa
Rosaura Rocío Piedad Carlos Londoños
Séfora Carlos César Marlene Fabiola Roncayos
Rita Julio Latorre Julio Alberto Leonor Victoria Ofelia – Latorre Lázaro
Rosa
Victoria (Sor Imelda)
Felisa Evila y Nelly – Suárez
Carlota Jesús Rosa Teresa Fanny – Serpa Latorre
Sofía Rafael Tobías Héctor José Isbelia Rita Hilda – Peñaranda
Leonardo Guillermo Cecilia Aracely Myriam Olga Rosa Beatriz
Leonardo César Carlos
Chepe Jaime Reinaldo Alberto Margarita Victoria Inés Carmen
Zoraida JulioCésar Ricardo Douglas – Quintero
Alejandro Juan Humberto Alejandro Imelda Leonardo César Carlos
Josefina Alberto Pepe Josefina Rosa Jaime Luis Alberto Alfonso Hermes Esperanza
Jorge Lilia Fabiola
Gustavo
Rebeca Carvajales Santaella
Ricardo
Cecilia
Ulises LuzElena Carmen Marta Estela Jesús
Ofelia Guillermina Luis Evaristo Raimundo Joaquín Saúl Humberto
Josefina Mercedes Myriam - Ordóñez
Antonio Antonio Tomás Eusebio Germán Rocío Alejandra Zulima

Dolores Carlos Carlos Alberto Mercedes Jaime Martha


Efraín
Miguel Gilberto Eduardo Carlos Gustavo Belén Nora Laura Yamile
Gloria
Josefa Edmundo Pedro Samuel Carmen Trina Zoraida Mery
Betty Darío – Moras
Ismenia
Rafael
Ana María Edgar Nelly Alicia Beatriz Cecilia Isbelia Belén CarmenRosa
Alfredo Rafael Tulio Emilio
Rebeca Luis Santaella Graciela Efraim Luis Antonio Néstor Alvaro Cristina Nelly
Fanny Leonor Marina Héctor Nhora Cayetano Luz Luis Julio
Iván Clara
Héctor Santaella Rebeca AnaRosa Mery Gilberto Ulises Juan Darío Héctor
Margarita Lucero Miguel
Josefa Ramírez Daniel Gilberto Pablo Mercedes Aura Socorro Vilma

Hernán Ramírez Augusto Hernán Estela Iván


Leonardo Anibal

Medardo Aníbal Merceditas Leonardo


Ignacio Fabio

40
Cont. Arbol
Dña. Magdalena
BARTOLOME
SERGIO
JOAQUIN Roque Jacinto Sergio Peñaranda P
Roberto
Víctor
Custodia Agustín
Lucrecia Clotilde
Ignacio Helí
Alirio
Jacinto Benilda
AnaMa. Belén
Joaquín Peñaranda P
VALENTIN Lucrecia
Major
Federico
Mercedes
Valentín
Magdalena

ÁRBOL # 27
RAMA DE DON BUENAVENTURA PEÑARANDA
(Esp. de Viviana Peñaranda Ordóñez - Rama de Don Pedro José)
HIJOS NIETOS BISNIETOS
JUAN PRESBITERO Cristóbal
Domingo
Fidelia
Abel
Daniel
Mercedes
Monguí
Verónica

ÁRBOL # 28
RAMA DE DON ANSELMO PEÑARANDA
HIJOS NIETOS BISNIETOS
ASUNCION Justina
Ramona
Santiago
RUFINO Diego
Jesús
ERASMO Julio
Herminia
Anselmo
Domingo
Claudina
Zoila
Pablo
Luz
José

41
ÁRBOL # 29
RAMA DE DOÑA DIONISIA PEÑARANDA
HIJOS NIETOS BISNIETOS
RAIMUNDO Raimundo Séfora Fidelina Rosa Francisco
Sara Francisco Luis Asdrúbal Pablo Sara Celina Dionisia
Antonia Hernando Isabel Rafaela Norberto

ÁRBOL # 30
RAMA DE DOÑA ROSA PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


JOSE CANDELARIO
SUSANA Elías Eloy Elías Apolinar Georgina Dolores
Eloy
Tobías
Rafael Diomira
Eufrasio
Valentín
CLAUDIO
MARIA
FRANCISCA Esp. de Ramírez

ÁRBOL # 31
RAMA DE DON ANTONIO PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


DANIEL Epifania
Carmelita
PETRA Nicolas
Marcelino
Ricardo Miguel
Dominga Ana Ma. Víctor M.
CAROLINA Josefito
Blas
Francisco Ramón Féliz Honorio Josefa
Apolinar
Bernarda Inés Petra Pedro Carolina Sixto
Gregoria Romelia Hercilia Victoria Ramón Jesús
Domiciano Luis Elvira Zoila
Evangelina Esp. de Rolón
Nicanora Esp. de Ballesteros
RAMON E. Sara
Gregoria
Miguel
José Carmelita Matilde Celina

42
ÁRBOL # 32
RAMA DE DOÑA ROSALÍA PEÑARANDA
HIJOS NIETOS BISNIETOS
PEDRO
JOSE MARIA
ISABEL
MATILDE
MANUEL

ÁRBOL # 33
RAMA DE DOÑA JUANA PEÑARANDA

HIJOS NIETOS BISNIETOS


PANTALEON
MARIA
FERMIN
MADROÑA
PETRONA
SALOME

43
OTRAS ANTIGUAS RAMAS PEÑARANDA-YAÑEZ

ÁRBOL # 34
RAMA DE DON PEDRO YAÑEZ SOTO
HIJOS NIETOS BISNIETOS TATARANIETOS
SEBASTIAN CRISTOBAL Margarita Graciela
Casado con Doña Rodolfo Mery Eduardo Mariela Rodolfo Alvaro Fanny
Francisca Rosa Yánez Ortega
Peñaranda Eleázar Emperatriz Cristóbal CarlosEdo Alix Germán
Luis Myriam Otto Cristina Mario Yaneth
Yánez Ayala
Gustavo Gustavo Ester Vidal Jesús Nidia Lidia Yñz.
Gutiérrez
Marco Aurelio César Jairo Margarita Yánez Rodríguez
Celmira Miguel Carlos CarmenA. Emperatriz Alvaro
Jorge Jairo Jaimes Yáñez
Carmen Cecilia Juan Fanny Gilberto Alix CarmenD. Jairo
Segundo Nelly Jaime Gutiérrez Yáñez
Matrimonio con: BERTHA Alicia Rafael Maruja Cecilia Teresa Beatriz Hernando
Apolonia Ordóñez
Peñaranda
FRANCISCO Antonio Sebastián Marco Tulio Trinidad
RAMONA Carlos Julio Rodrigo Ananías Miguel Efraín Pacha
Abigail Herlinda Peñaranda
CARLOS Humberto
ARSELIA
ISMENIA
LUIS
MARCO César
ANTONIO
LUISA
ANANIAS
JULIO Angelina Carlos Gonzalo Julio Cesar Alfonso Alicia
Rafael Fabio Amparo Alonso Salomón Pedro León
Daria
PEDRO
GUSTAVO
ROBERTO
GONZALO
DARIA Margarita Ramírez
ANGELINA
VICENTE PEDRO Romelia Vicente Luis
Esposa Peñaranda NOLASCO
Esp. Ma. Reyes
Yáñez
Josué Marina Isabel Belén Helena Eduardo Ignacio
Darío Ciro Alvaro Alicia
JUSTO
SARA Javier (Casado con Esther Peñaranda)
Esp. Carmelo
Yáñez
JAVIER
DELFIN
TERESA
RAFAELA Efraín Silenia Licinia Virginia Manuel Hermes
Esp Vicente Donaldo Laura
Peñaranda
AMALIA
ANTONIO RITO SEBASTIAN María Anibal Ramón Ant. Sebastián
(Esp. Betzabé ANGELA Luis
Ordóñez) MARIA
ANIBAL
RAMON Francisca Miguel Lola Adela de Jácome María
GUILLERMINA Luis Joaquín Humberto Pablo Raimundo Sor María
Leticia Cecilia Aura Betzabe Mercedes Teresa
Ordóñez
SANTIAGO JOSE ISIDRO
ROSA
FERNANDO ELISEO Daniel Carlos Enrique Rosalía Juan Josefa Pacho
Delfina Fernando Rodrigo Abigail Ramón
DOMICIANO Ofelia Isbelia Laura Inés Ernesto Celia Raul Humberto
Rebeca Gregorio
MATILDE Praxedis Filomena
SOFIA Jesús Araceli
ROSA Ofelia Ciro Blanca Manuel Alfonso Elio Fidel
LUIS Irma Argelia Diomira Rita Otilia Rosaura
LUCINDA
ELISA

44
ÁRBOL # 35
RAMA DE DON VICENTE YAÑEZ SOTO
Esposo de Concepción Ordóñez Serrano (hija de Ignacio Ordóñez Valdez y Antonia Serrano)

HIJOS NIETOS BISNIETOS


DOMINGA JACINTO PEÑARANDA Gonzalo Eleazar Bertilda Ana Luisa Marco T. Celmira Albertina Jacinto Margarita
(Esp. de Don Francisco FRANCISCA PEÑARANDA Bertha Francisco Ramona Argelia Ismenia Carlos Cristóbal
Peñaranda Ordoñez VITALIA PEÑARANDA Angel Ma. Pedro León Etelberto Luis David Enoc Fco. Clementina Edelmira Aminta Amalia
BETZABÉ PEÑARANDA Rodolfo Juan Antonio CarmenRosa Elvia Ruben Rafael Alirio Luis Alfredo
MERCEDES PEÑARANDA Anibal Medardo Ignacio
FELINA PEÑARANDA Leonidas Victor Sara Jorge Alberto Héctor Alfonso Ramiro Rosaura Séfora Josefa Argemiro
CÉFORA PEÑARANDA Elia Ida Maria Josefina Licinia Domingo Miguel Séfora Oliva
CONCHA PEÑARANDA
MEDARDO PEÑARANDA
DEBORA PEÑARANDA Fidelina Vargas
JERÓNIMO PEÑARANDA Luis Felipe Hercilia Romelia Ana Rosa Leticia Teodoro Carmen
ALEJO PEÑARANDA Alejo
BELEN PÍO JESÚS ARENAS
JUAN SOFONÍAS YÁNEZ (Casado con Conchita Yáñez) : Alejandro Luis Rosita Victoria Aura Ismael Víctor
PEREZ
MA. REYES YÁNEZ (Casada con Pedro Nolasco Yánez Peñaranda) : Josué Romelia Luis Vicente Yañez Y.
PEREZ
PRESENTACIÓN YÁNEZ P (Casada con Eliseo Yánez) Daniel Carlos Enrique Rosalía Juan Josefa Pacho Delfina Fernando
ISAIAS YÁNEZ PEREZ
SOFIA YÁNEZ PEREZ
MAURICIO
VICTOR
FRANCISCO JAVIER
RUFO delos
DOLORES

ÁRBOL # 36
RAMA DE DON JOSE MARIA YAÑEZ SOTO
Esposo de Doña Nepomucena Ordóñez Serrano (Hija de Ignacio Ordóñez Valdez y Antonia Serrano)

HIJOS NIETOS BISNIETOS


WELCESLAA YAÑEZ GULLERMO PEÑARANDA Carmen Alejandro Licinia Emilia Delia Granciela Chepe Peñaranda
Esp. Ezequiel ISAAC PEÑARANDA Tulio Napoleón Hilda Ezequiel Jorge Moisés Ziola Graciela Olga Sara Amelia
Peñaranda (Cuadro # ISABEL PEÑARANDA Montañés Peñaranda
14) LUCIA PEÑARANDA Ana Argelia José
PRIMITIVO PEÑARANDA Lucia Adela Chepe Isabel
DOMINGO PEÑARANDA Alicia Marina Jesús Enrique José Soledad Eduardo Josefina
CLEMENTE PEÑARANDA Josefina Flor Miguel
NICOMEDES PEÑARAND Victor Felipe
GERVASIO PEÑARANDA
RITA PEÑARANDA
CORINA PEÑARANDA
CHIQUINQUIRA PEÑARA
RAQUEL PEÑARANDA
ANTONIA Esposa de LORETO ORDÓÑEZ Antonia Elisa Amelia Rita Miguel Lola
Don José Ordóñez REIMUNDO ORDOÑEZ Y.
CARMEN ORDÓÑEZ
ISIDRO ORDÓÑEZ
JESUS ORDÓÑEZ
CIPRIAÑO ORDÓÑEZ
RAFAELA ORDÓÑEZ
OLAYA ORDÓÑEZ
MARIA ORDÓÑEZ Antonia
BETZABE ORDÓÑEZ (Esp. Antonio Rito Yánez) Sebastián Angela María Ramón Guillermina
SANTOS BARBARA VERGEL Y. Guadalupe Nepomucena Fidelia Cándida Clara Socorro
FRANCISCA VERGEL Carmen Jesusa Ramón Alberto Mercedes Eduardo José
PEDRO ELIAS VERGEL
EFIGENIA VERGEL Rivera Vergel
ROQUE FRANCISCA Gutiérrez Yáñez
PRAXEDIS ANTONIO PAEZ
GUADALUPE PAEZ
CONCHA PAEZ
TEODOCIA PAEZ
PRAXEDIS PAEZ
NEPOMUCENA PAEZ
MODESTA PAEZ
GREGORIO MAURICIO YÁÑEZ
PEDRO YÁÑEZ
JUAN PABLO YÁÑEZ
PIO YÁÑEZ
ANSELMA YÁÑEZ
NICOLASA YÁÑEZ
ALVARO ANTONIO Angela Francisco María Sebastián Guillermina
RAMON María Francisco Miguel
FRANCISCA Antonio Julia Ulpiano Simón
JUANA DE DIOS VICTOR SANTOS
Esposa de Emilio
Santos
MARIA FRANCISCA
DE LOS DOLORES
JUANA BAUTISTA

45
OTRAS ANTIGUAS RAMAS
ORDÓÑEZ-PEÑARANDA-YÁÑEZ

ÁRBOL #37
RAMA DE DON LUIS ORDÓÑEZ VALDEZ

HIJOS NIETOS BISNIETOS


JOSE Loreto Antonio Elisa Amelia Rita
Esp. de Antonia Yánez Ordóñez Miguel Lola
Raimundo Ordóñez Yáñez
Carmen
Isidro
María Antonia

Olaya
Cipriano
Carmela
Betzabé Sebastián Angela María Ramón
Guillermo
CLIMACO Ignacia Patricio Epitafio Teodosio Rosalía
Esp. Juliana Yánez Peñaranda Nicolasa Socorro Peñaranda
Verónica Antonio Elisa Amelia Rita
Miguel Lola
Nicasio Raimundo Nicasio Sofía
Alberto Alberto Elia Margarita Virginia
Ramón Oliva Efraín Julio Juan Alfredo
Otilia Rosa
Luis Guadalupe Nepomuceno Fidelia
Cándida Clara Socorro Tobías
Ramón José Víctor Rodolfo Pacho
Julián Claudina Adonías Gregorio Saúl
Evangelina Carmen Miguel
Próspero CarlosJulio
Ismael Antonia
Clímaco Elpidio Modesta Celmira Julia
Humberto Irma Mercedes
Josefito Esther Teófila Josefina Resfa

RAMONA Vicente Peñaranda Yáñez


Esp. De Gregorio Peñaranda Ramona Peñaranda Yánez
Antonia Peñaranda Yánez Antonia Yáñez
Ma. Reyes Peñaranda Yánez Josefito
Mercedes Peñaranda Yánez
Genara Peñaranda Yánez
Engracia Peñaranda Yánez Eleázar
Ma. Josefa Peñaranda Yánez Sofía Daniel Bonifacio

CONCHO Francisca Ramona Mercedes (Quintiliano, César)


Esp. De Francisca Peñaranda Ordóñez Peñaranda

46
ÁRBOL # 38
RAMA DE DON IGNACIO ORDÓÑEZ VALDEZ
HIJOS NIETOS BISNIETOS
CONCHA Jerónima Belén Pío Arenas
Esp. de Vicente Yánez Soto Dominga Jacinto, Vitalia, Betzabé, Céfora, Felina, Pacha, Jerónimo,
Mercedes, Débora, Alejo, Concha, Medardo.
Juan Sofonías, Ma. Reyes Presentación Isaías
Mauricio
Víctor
Isaías
Sofía
Francisco Javier Rufo de los
Dolores Yáñez Ordóñez
JUANA Francisco Jacinto Vitalia Betzabé Céfora Felina Pacha Jerónimo
Esp. de Jacinto Peñaranda Mercedes Débora Alejo Concha Medardo
López Roque Ana Francisca Mercedes Resfa Roque Belisario Juan Rosa
Rosaura Praxedis.
Benigno Pablo Juan Epitacio Julián Fco. Juanita Faustina José de los
Ang.
Ramón Marcos Eulogia Dorotea Leocadia Natalia
Vicenta Vicente Vicenta Teodoro Andrea Ascensión Ramona
Omañas
Eustaquio Pedro Eustasio Rosario Baltasar Pura Jesusa
Josefita Carmelo Dominga
Ascensión Agapito Joaquín Yáñez
Patricia Francisca
Viviana Juan Presbítero
EUSEBIA Belén Silverio Brunequilde Venancia Mercedes Dolores María
Esp. Juan Bta. Peñaranda Praxedis Carmela Teresa
Molina Felipe Eustasio Luperia
Ana Josefa Pastor Rebeca Rita Josefina Ana Dolores Leonardo
Ana María David Abraham Juana Apolonia Victoriana Víctor Máximo
Urbano Chiquinquirá
Concepción Florencio Miguel Dionisio Belén Justa Custodia Rafaela
Ballesteros
Epifania Román Teresa Luis.
Julian Natividad Lourdes Cristóbal Alfonso Adriano Crisanto
Elena
Ramona Ramón Dolores
JUANA NEPOMUCENA Wenceslaa Yáñez Guillermo Isaac Isabel de Moncada Lucía Primitivo
Esp. de José María Yañez Domingo Clemente Nicomedes Gervasio Rita Corina
Chiquinquirá Raquel.
Antonia Yáñez Loreteo Raimundo Carmen Isidro Jesús Cipriano Rafael
Olaya María Betzabé (María Ramón Angela)
Santos Yáñez Bárbara Vergel
Roque Yañez Pedro Elías Efigenia Yáñez Francisca Yáñez de Gutierrez
Praxedis Yañez Antonio Guadalupe Concha Teodosia Praxedis Nepomuceno
Modesta Páez
Gregorio Yañez Mauricio Pedro Juan Pablo Pío Anselma Nicolasa
Alvaro Yañez Antonio Ramon Francisca
Ma. Francisca de los Dolores
Juana de Dios
Juana Bautista Víctor Santos
CARMEN Maximina Carmela Epifania
Esp. de Baldomero Peñaranda Tobías Inés Pedro Petra Carolina Sixto
Valentín Mercedes Colema Pedro Ventura Ana Celia
Isidro Jesús Baldomero José Torcoroma Hermógenes Ramona
Demetrio Dolores Lucinda Neftali Floro Eleazar María
Macaria Baldomero Lazaro
Ramona Pablo Rita Francisco Santiago Pastor Pío
Vicenta Juana
JOSEFA Juana María Florencia
Esp. de José Ma. Peñaranda L. Cayetano José Ma. Mónica María Guillermo
Francisco Clemete Carlos J. Elena Mercedes
Lope Eudoro Lino Rosa Ninfa
Aniceta Ramona Silverio Juan
Vicenta Esp. De Eustacio Peñaranda Ordoñez Eustaquio Rosario
Pedro Baltasar Pura Jesusa Dominga Carmela
Vicente de los Dolores
Joaquín Raimunda Nemesio Carmela Francisca Dorotea Teresa Pura

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Silverio Yánez Peñaranda el más antiguo, y su esposa Doña Belén Peñaranda

Su hijo Don Silverio Yáñez Peñaranda con su esposa Doña Ana Ramírez

Su nieto Don Silverio Yánez Ramírez

…… Y siguen 4 generaciones más de Silverios Yánez bisnietos, tataranietos etc.

48
SEGUNDA PARTE

El relato de algunos hechos que se contaron

en las antiguas familias Peñaranda sobre su origen

y sus tres siglos de su vida en el Occidente del Norte de Santander.

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INDICE DE LA SEGUNDA PARTE

Capítulo 1.- EL PERALONSO, ORIGEN DE LOS PEÑARANDA.

Capítulo 2.- NUESTRO PADRE ESPAÑOL.

Capítulo 3.- ¿QUIÉNES ERAN LOS PRIMEROS PEÑARANDA?

Capítulo 4.- DE UNO NACIERON MILES – DEL PRIMERO AL ÚLTIMO.

Capítulo 5.- SE FORMAN LAS ANTIGUAS RAMAS.

Capítulo 6.- LOS PEÑARANDA EN LA COLONIA.

Capítulo 7.- ¿CÓMO SE LLAMABA MI TATARABUELO?

Capítulo 8.- ¿CON QUIEN SE CASÓ MI TATARABUELO?

Capítulo 9.- ENTRE PRIMO Y PRIMO MAS ME ARRIMO.

Capítulo 10.- LA TIERRA SANTA DE LOS PEÑARANDA.

Capítulo 11.- EL ANDARIEGO.

Capítulo 12.- LAS ANTIGUAS FAMILIAS ORDÓÑEZ-PEÑARANDA.

Capítulo 13.- LAS ANTIGUAS FAMILIAS YÁNEZ-PEÑARANDA.

Capítulo 14.- PEÑARANDAS vs. PEÑARANDAS.

Capítulo 15.- PEÑARANDAS, ¡ HASTA VALLENATOS ¡

Capítulo 16.- LOS PEÑARANDA DEL SIGLO XX.

Capítulo 17.- EL NORTE Y LOS PEÑARANDA.

Capítulo 18.- LA IDENTIDAD DE LA FAMILIA PEÑARANDA.

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CAPITULO 1

EL PERALONSO, ORIGEN DE LOS PEÑARANDAS

Había un movimiento anormal en “El Paraíso”. La rutina del día había


pasado pero todos permanecían alerta; había corrillo en el corredor y más
mujeres en la cocina. Los obreros, indios y esclavos no se habían retirado a
sus chozas como cualquier tarde normal porque no era un atardecer normal.
El Patrón, un hombre joven pero con apariencia de tener mayor edad por su
barba desordenada, acompañaba a su esposa sentado al borde de la cama,
sin hablar una palabra, tratando de calmarla prodigándole suaves caricias
en su abultado vientre; pero en realidad era ella quien le estaba quitando la
ansiedad a él por la tranquilidad que manifestaba y porque para ella, la
llegada de un nuevo bebé, en manos de la partera que le infundía tanta
confianza iba a ser natural y feliz. Nadie pudo sospechar que este primer
Peñaranda que nacía en tierras Santandereanas, además de inundar de
felicidad la casa, y de irradiar esa alegría a los vecindarios y comarcas
lejanas, sería la semilla que regada en estas llanuras y colinas iba a formar,
en el largo trascurrir de trescientos años, un inmenso árbol.

Se sabía que era varón porque las pruebas de las tijeras, la del cuchillo y la
cuchara, la forma de su barriga, la luna en menguante y hasta el brillo de
Marte como un diamante sobre el cerro, lo confirmaban. Sería varón. Ya
llegaría la comadrona de Salazar quien desde el tiempo que duró el
embarazo le dio lo mejor de su empirismo, sus recomendaciones, fórmulas
de yerbas, dietas y sobijos y todo el proceso había culminado hoy con
éxito cuando se cumplían las nueve lunas llenas que ella calculó para que
naciera el niño.

Eran las cinco de la tarde, la comadrona dejó sus propios hijos, gajes del
oficio, para atender el hijo de otra mujer, y salió de afán para llegar antes
de que oscureciera. Al llegar encontró a la joven matrona acompañada de
su esposo y las empleadas domésticas, muy tranquila y fuerte porque la
dura vida del campo en España y desde hacía algunos años en su nueva
finca del trópico, le habían moldeado su carácter para sortear momentos
trascendentales como el de esa noche. Era la matrona, o la “patrona” como
le decía la gente de la finca y en verdad que asumía muy a cabalidad sus
funciones de dirección de los aspectos domésticos de la finca. El patrón
salió de la habitación cuando llegó la partera y disimuló su ansiedad
sentándose apoltronado en una mecedora de mimbre en el corredor,
golpeando los talones de sus botas de cuero contra el piso, fumando su

51
pipa, nervioso por el acontecimiento familiar que se acercaba, pero
orgulloso de la familia que había formado, de su propiedad que había
ampliado y mejorado con su esfuerzo, y satisfecho por la vida que había
llevado cuando decidió abandonar su tierra para disfrutar los paisajes
andinos. Soñaba con su juventud, recordaba su larga travesía por el
Atlántico, su difícil ascenso por el río Magdalena en busca de su futuro, las
lentas cabalgadas por trochas indígenas en medio de la selva, y la escalada
de la cordillera para llegar finalmente al destino que imaginó. El vaivén de
la mecedora en el silencio de su hacienda le recordaba el suave bamboleo
del barco y sentía el monótono ruido de las maderas, de las velas y de los
mástiles que traqueaban, rugían y chirriaban, segundo a segundo durante
los tres meses del viaje por el océano, produciendo un sonido, como una
especie de frase cuando se movían hacia un lado y otra frase que contestaba
a la anterior, cuando volvían hacia el lado opuesto, acompañados por el
ruido que producía el choque del agua contra la proa. Estos sonidos en el
silencio de la noche, en la mitad del mar, en esos días interminables y
aburridos cuando creyó que el viaje nunca se acabaría, le producían la
terrorífica alucinación de que estaba solo, prisionero en un castillo, y que lo
que oía no eran las maderas, sino unas letanías recitadas en coro, por las
voces graves de unos monjes encerrados hasta la muerte dentro de sus
muros. La tranquilidad que disfrutaba ahora en los campos de la ribera del
río Peralonso era lo que había soñado; rumiaba la idea de que ésta era la
vida que él se merecía y que sus laderas y montes que durante muchos años
cultivó, amplió y mejoró, le habían significado su razón de vivir.

La patrona era a la vez madre, educadora, administradora y directora de la


casa. Sabía ordenar, decidir, aconsejar, regañar, educar, y formar, desde
que amanecía hasta que anochecía. Esperó el nacimiento de su nuevo hijo
con entereza e inclusive ese día se hizo en la casa, como de costumbre, lo
que ella ordenó desde su lecho de parturienta. Lloró el niño en la
madrugada, la partera lo bañó con agua hervida aromatizada con yerbas, y
le puso el fajero que no se le podía quitar antes de un mes. Ella misma
volvería periódicamente a bañar el niño y a controlarle el peso acostándolo
sobre un costal de fique el cual colgaba de los extremos en el gancho de la
romana, mientras el bebé se balanceaba peligrosamente en esa especie de
silla voladora.

La finca El Paraíso estaba situada en un valle de clima suave,


moderadamente inclinado, al norte del pueblo, por la salida hacia
Caldereros, en la falda de la cordillera donde se cultivaba cacao, tabaco,
frutales y plátano, y con extensos y fértiles potreros en la vega del río
antiguamente llamado Pedro Alonso, cuyas aguas frías traídas desde el
páramo de Guerrero, refrescan los cañadulzales de la finca y en cuyos

52
pastos se llegaron a alimentar en años de buenas lluvias hasta 500 reses. La
casa era grande, construida en la parte más alta del inclinado valle, con
varias piezas, un corredor amplio que daba a un jardín con flores y frutales.
Por fuera, casi en el potrero de atrás de la casa, una toma de abundante
agua pasaba por debajo de la letrina y al lado, una canaleta de media caña
de guadua dejaba caer un delicioso chorro frío para la ducha. La cocina era
una oscura pieza aparte, construida de bahareque y techo de paja. El patio
empedrado sembrado de rosas, rodeaba el comedor hecho de guadua en
forma de kiosko circular, casi separado de la casa pues quedaba al otro lado
del corredor. Posteriormente le construyeron tres piezas más en un segundo
piso con corredor y baranda, desde donde se veían las montañas lejanas,
una linda vista del jardín y al fondo, el corral para el ganado con una ceiba
inmensa al lado de un gran tronco que servía de centro y botalón. Ya se
habían formado varias fincas como esta en la región y más arriba, junto a la
quebrada La Calderera había una pequeña concentración de casas de
colonos pobres.

Un siglo después, uno de sus nietos, Don Januario, construyó en “La


Banquiada” su casa que pudo ser copia de ésta que hizo el primer
colonizador Peñaranda, con un inmenso corredor-balcón con vista a los
corrales y que todavía se ve desde la nueva carretera que se une con la
antigua vía a Ocaña, arquitectura que mejoró otro siglo más tarde Don
Jacinto, cuando construyó “La Aurora” en Chinácota con un corredor igual
en el primer piso que daba al patio y al jardín, y un segundo piso con
baranda hacia la linda vista a la montaña y a los potreros absolutamente
planos que ahora llenaron de cabañas los cucuteños que vienen a disfrutar
del inigualable fresco chinacotero los fines de semana. El patio grande
encementado para extender el café de La Aurora era tan blanco y brillante
que simulaba un lago, tanto que un día “acuatizó” en él un pelícano que con
su brújula biológica averiada se había extraviado del lago de Maracaibo. El
pelícano herido fue curado y con sus alas recortadas y el pico partido vivió
muchos años en la finca junto con los otros animales. La Aurora era una
especie de club donde los Chinacoteros de los años treinta hacían las
fiestas, no sólo por el patio que era una inmensa y pulida pista de baile sino
por la amabilidad de los anfitriones Peñaranda.

Las fincas inicialmente productoras de cacao, caña, carne y pieles, tenían


las instalaciones para degollar y disecar los novillos, la ramada para el
ordeño, el patio para extender el cacao, los trapiches inicialmente de piedra
movidos por bueyes y las calderas, pailas y gaveras para producir la panela,
que se envolvía con las mismas hojas de la caña, bejucos y cabuyas, todo
producido en las mismas montañas. Una generación posterior se enriqueció
con la llegada de Venezuela de un nuevo cultivo: el café. Las haciendas

53
crecieron en trabajo y costos para atender el nuevo trabajo: importaron de
Inglaterra las máquinas desbabadoras, ampliaron los patios que tenían para
secar el cacao y ahora secaban el café, luego pasaban el grano a la máquina
piladora y finalmente a grandes arneros en los que una veintena de mujeres
retiraba la pasilla; y se multiplicó el cultivo del fique para empacar el café
beneficiado, en grandes bultos. No podía imaginarse Don Balthasar el
español que vivió en la época de la Colonia, sentado en el corredor de su
casa en el Peralonso, que sus descendientes seguirían siendo, igual que él,
agricultores y ganaderos hasta hoy, tres siglos después. Miraba distraído el
camino real que, saliendo de Salazar pasaba por Caldereros, atravesaba una
cordillera y luego descendía a la región de Villacaro. Era el camino por el
cual llegó la comadrona de Salazar, el mismo que, desde el otro extremo,
había recorrido unos años antes este primer Peñaranda cuando encontró su
paraíso.

La partera regresó a su casa después de haber recibido su paga y de haberle


dado a su pacienta un suculento desayuno de changua que contenía dos
huevos, papa, cilantro y cebolla junca a lo que la parturienta agregó una
arepa de maíz pilao, un pan, trocitos de queso, y una ñapita de sal; todo
esto lo tramó con jugo de naranja y unos sorbos de chocolate. La partera le
recordó a la parturienta española Doña María Catalina de Palencia que
debería guardar el reposo absoluto, beber abundante agua de hinojo o
batato para que le bajase bastante leche y no debería bañarse, ni peinarse, ni
quitarse el trapo blanco que le amarró el la frente, hasta el próximo cambio
de luna, so pena de volverse loca. A las de la cocina les dio las
instrucciones para que le preparasen la comida especial, alistando los
cuarenta pichones de palomo para los días de dieta, y les ordenó sacrificar
el ovejo, prepararlo, salarlo y colgarlo en varas encima de la cocina para
que se oreara y se conservara ahumado. Al siguiente domingo el niño ya
había engordado una libra, pues además de la leche materna le daban leche
de vaca y de cabra. Subieron todos al pueblo por el camino de La Laguna,
excepto la patrona, y después de la misa fue bautizado. En la casa cural se
oficializó el acto. - ¡Julián! - le dijo casi con un grito su padre al cura
párroco cuando asentaban la partida de bautismo, documento convertía a
este primer Peñaranda Americano en un nuevo súbdito del Rey Felipe V
de España. En el documento que se conserva en el libro 1 de Partidas de
Bautismos de la Parroquia de Salazar se lee: “Abril veintidós de mil
setecientos y quince años, Pbro. Manuel de Andrade y Brito, Comissario
del Sto. Oficio cura y vicario de esta ciudad de Salazar, dije bendiciones y
crismé a un niño llamado Julián, Hijo lexítimo de Don Balthasar de
Peñaranda y Doña María Cathalina de Palencia”. Posiblemente ambos
padres españoles con apellidos Peñaranda y Palencia originarios de la
misma región del norte de la península.

54
CAPITULO 2

NUESTRO PADRE ESPAÑOL

Debe existir en la Casa de Contratación de Sevilla el documento que nos


diga EN QUÉ FECHA EXACTA PARTIO DE ESPAÑA Don Balthasar de
Peñaranda. No tenemos ese documento ni la fecha exacta pero sí sabemos
EN QUÉ SITIO VIVIÓ: “En la región de Santiago” dice la partida de
Bautismo de su hijo Julián, (es decir el Peralonso). Este señor sería el
eslabón entre Peñarandas Españoles y Americanos y llegó tal vez a
Cartagena, subió por el Río Magdalena y se estableció en esta región en los
últimos años del siglo XVII o primeros años del XVIII, pues la primera
mención del apellido Peñaranda en los libros de la parroquia de Salazar se
refiere al día en que Don Baltasar y Doña Catalina bautizaban a sus hijas
mujeres Francisca el 21 de Abril de 1.710, Ma. Josepha el 2 de octubre de
1.712 y la de Julián en 1715. Posteriormente se registra en los libros
parroquiales el bautizo de sus hijas Jertrudi de Peñaranda el 17 de Abril de
1718 y más tarde la de Antonia de Peñaranda. No aparecen los bautizos de
Pedro José, Bartolomeo y Esteban por lo que podemos suponer que Don
Baltasar y su esposa ya venían de España con estos tres hijos.

Ubiquémosnos en estas fechas para entender cómo estos ancestros, hijos de


Baltasar y Cathalina, son muy cercanos, pues sabemos con certeza por las
partidas de bautismo que se encuentran en la parroquia de Salazar, que los
hijos de Don Baltasar y Doña Catalina son los abuelos de nuestros
bisabuelos conocidos, asi:

DON PEDRO JOSE PEÑARANDA es el bisabuelo de Marcos, Eulogia,


Felina, Jerónimo, Resfa, Belisario, Margarita, Juan, Rosa, Ana Francisca y
David.
DON BARTOLOMÉ PEÑARANDA es el bisabuelo de Emperatriz, Vidal,
Vicenta, Damián, Juan, Rosaura, Praxedis, Mercedes, Roque, Belisario,
Margarita, Santos, Bartolomé, Agustín, etc.
DON ESTEBAN bisabuelo de Basilia, Froilán, Estanislao.
DON JULIÁN, de Rita, etc., para nombrar sólo algunos, que nos sirven
para ubicarnos en el tiempo. Las listas completas de los descendientes de
estos abuelos las tenemos en los Árboles Genealógicos.

Sitúan el origen del apellido en Soria donde está la ciudad de Peñaranda de


Duero, o en las poblaciones cercanas de Peñaranda de Bracamonte,
Peñaranda del Campo y Peñarandilla. Si los Musulmanes visitan La Meca y
los Católicos el Vaticano, Peñaranda de Bracamonte es de obligatoria visita
55
para los parientes que pasean por Europa. Toman el tren en Ávila y al legar
a Peñaranda se sienten como en Gramalote porque desde que eran niños
habían oído hablar que de allá proviene nuestro primer padre. Escuchan
con atención (porque están hablando de sus antepasados), cómo los
antiguos habitantes de Peñaranda reconquistaron la ciudad a los Moros. Los
turistas Peñaranda se sienten allá como andando por su propiedad; visitan
el Teatro Calderón de la Barca, y en el lujoso Casino Peñaranda muy
grande y bellamente decorado al estilo de Las Vegas, arriesgan un billete,
haciendo alarde de un despilfarro inusual en ellos como si hubieran perdido
la razón. Conocen la Plaza de Toros, la Iglesia Parroquial construida en
1.640, los muchos hostales y los restaurantes pues es una región de gran
actividad turística en España. Detallan cada calle, observan cada esquina y
escudriñan cada rincón de la ciudad, como si estuvieran reconociendo algo
que ya conocían desde siempre. Orgullosos los turistas Peñarandas pasean
por lo corredores y los salones del castillo como si fuera su casa paterna y
se toman fotos recostados en la torre cuadrada de la esquina de la
imponente construcción medieval para mostrarles a sus parientes, de
regreso, que conocieron la génesis de la familia y que todos los habitantes
son parecidos a nosotros, pero desilusionados porque no encontraron a
nadie en el pueblo de apellido Peñaranda, excepto Don Francisco,
conquistador de Méjico que recuerdan con una placa en una esquina.

Los pobladores de Peñaranda eran gente incondicional a sus Reyes desde


que pasaron por allí, recobrando los feudos papales Don Fernando de
Aragón y Doña Isabel de Castilla, en la ruta victoriosa hasta expulsar el
último árabe en Granada, reconquista iniciada por un tal Don Pelayo en
Covadonga y que culminó en 1.492 formando el Gran Imperio en cuyos
dominios no se ocultaba el sol.

A los habitantes de esas norteñas regiones ya se les conocía como “los de


Peñaranda”, o sea que les asignaron como apellido la región de donde
venían. El vocablo peñaranda se origina del celta: penna que significa peña
y aranda que traduce río o agua. También en vascuence peñaranda son dos
palabras: “Pena” y “Randa” que traducen peña lisa o llana. En Burgos a la
orilla del Duero, existe otra ciudad de Peñaranda, antiguamente llamada
Clunia Sulpicia, fundada por el Emperador Augusto cien años antes de
Cristo. Todavía hay vestigios de esa época en sus calles, el teatro, las
termas y el foro de los romanos. Después de la Era del Imperio muchos
romanos se quedaron en España por lo que los Peñaranda, del Norte de la
Península, provienen de ellos y de los nativos Vascones. Es conocido allá
un delicioso vino con la etiqueta “Castillo de Peñaranda”, que nosotros
debiéramos beber en forma exclusiva, en homenaje a nuestro apellido.

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Se relata en la Historia que, en la Edad Media acampó en Peñaranda con
sus huestes el Cid Campeador procedente de Santo Domingo de Silos,
cuando fue desterrado por el Rey Alfonso VI. Los antiguos Condes de
Miranda, construyeron en sus feudos sobre una peña a la orilla del Duero,
el “Castillo de los Condes de la peña de Miranda del Duero”, largo nombre
que se redujo a “Castillo de la peña Miranda” y luego lo apocoparon a
“Castillo de la peña-randa”. Peñaranda del Duero fue muy importante
durante la dominación Árabe, cuando finalmente nuestros antepasados los
expulsaron y tomaron sus tierras y sus 5 castillos en la época de la
Reconquista Cristiana. En las lecturas de la Historia del apellido Peñaranda
se encuentra que “...Don Juan Baños de Velasco, cronista general de
Castilla y del Señor Rey Don Carlos II... (quienes) tomaron el apellido
Peñaranda por haber conquistado de los Árabes sus cinco castillos...”
Tiempo después, en el año 1.680, el Rey Don Carlos II recompensó esta
hazaña reconociendo el apellido como propio de los descendientes de esta
región y nombrando a Don Gómez Sánchez de Peñaranda, “caballero muy
principal y de real sangre”, Alcaide y Gobernador de su castillo. Es por eso
que el escudo de armas de los Peñaranda tiene un fondo rojo que representa
la sangre derramada por los Moros y 5 anillos que son los 5 castillos
conquistados.

El Peñaranda que vino de España y que dio origen a esta inmensa familia a
finales del siglo XVII vino, como lo hicieron muchos emigrantes de la
época, como consecuencia de la crítica situación social que sufría España
desencadenada por el ya mencionado Rey Don Carlos II, el que reconoció
en una Real Carta nuestro apellido. El gobierno de este Rey fue un desastre
para España, quien finalmente, al no tener un hijo heredero al trono facilitó
el ingreso de los Borbones nombrando como su sucesor al Duque Felipe de
Anjou, de origen francés, futuro Felipe V, de la misma dinastía del Rey
Don Juan Carlos, actual gobernante del Reino de España. El nombramiento
del Conde de Anjou precipitó la Guerra de Sucesión, que asoló España
durante 16 años, y dejó el reino en la miseria, causa de la venida de muchos
españoles a América en esa época.

Hablan las leyendas en la familia que un conde arruinado fue el progenitor


de esta inmensa descendencia en el Norte de Santander. Podemos imaginar
a nuestro primer padre Peñaranda como si fuera el Conde de la leyenda
transmitida de padres a hijos, alguien así como el hijo del señor feudal que
menciona la Historia, Don Gómez Sánchez de Peñaranda, Alcaide y
Gobernador, cuando se despedía de sus padres la noche antes de viajar a
América, en una sala de un señorial castillo, paredes y piso de piedra, en la
penumbra de la escasa luz que producían las lámparas de antorcha,
guardias con espadas, lanzas y escudos. El padre, la madre y nuestro

57
ancestro aventurero sentados en amplias sillas de cuero y tosca madera
frente a una gran chimenea. Lloraron la partida del hijo y discutieron la
situación del Reino y su locura de querer viajar al Nuevo Mundo “a hacer
las Américas” como se decía entonces. El este momento, en medio de
lágrimas, su padre le dijo: ¿Pensáis ir a esas lejanas tierras llenas de
zancudos y plagas? - ¿Queréis cambiar este hermoso Reyno bendecido por
Dios por una selva inhóspita? - ¿Habéis pensado gallardo hijo mío, que allá
tendríais que convivir con seres silvestres desnudos, infieles aún no
evangelizados?

Los padres de nuestro Peñaranda pensarían en ese momento en el célebre


memorial de Fray Tomás Ortiz: “Los hombres de tierra de Indias comen
carne humana... ninguna justicia hay entre ellos... andan desnudos, no
tienen amor ni vergüenza... son como asnos, abobados, alocados,
insensatos, emborrachándose con humo y con ciertas yerbas que los sacan
del seso... son hechiceros, agoreros, nigrománticos... son cobardes como
liebres, sucios como puercos, comen piojos, arañas y gusanos crudos.
(Citado por Germán Arciniegas en “El Caballero de El Dorado”)

Su padre trató de convencerlo de que abandonara su loca idea ofreciéndole


que sería el heredero de su inmensa fortuna, pero mientras el padre
hablaba, Balthasar Peñaranda flexionaba debajo de su capa, los dedos de su
mano derecha excepto el dedo medio, porque sabía que esta súbita
generosidad de su padre era producto de la emoción del momento, pero que
en realidad primaba el derecho de primogenitura, con el que su hermano
mayor aseguraba la rica herencia de tierras del Alcalde-Gobernador. Sus
hijos Pedro José, Esteban y Bartolito corrían indiferentes por los corredores
del castillo mientras que su joven esposa María Cathalina, en el trascurso
de la tensa y conmovedora despedida, agarraba la mano de su suegra
solicitando comprensión por la determinación que ellos habían tomado de
común acuerdo. El hijo inclinó la frente y enmudeció unos segundos para
finalmente, sin levantar la cabeza, decir con voz temblorosa y casi
imperceptible: Partiremos al alba padres míos. Dadnos vuestra cristiana
bendición. El padre se levantó de su silla y notablemente alterado levantó
su mano por fuera de su capa de fina seda de color negro, y con su dedo
índice indicando el cielo predicó: Se hará vuestra voluntad hijo, que Dios
os lleve. Sacó de un cofre grande de madera una bolsa de cuero en forma
de escroto con monedas de oro, que entregó cariñosamente a su hijo quien
la recibió con las dos manos y asió entusiasmado apoyándola contra su
pecho, la cual bolsa mantuvo durante el viaje amarrada siempre a su ingle,
inclusive para dormir. Gastó con prudencia sus monedas durante los meses
de viaje sin rumbo definido, tan prudentemente que, cuando llegó a Salazar
aún tenía suficientes para comprar la finca de la que no salió nunca más.

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La tradición Peñaranda habla de la venida a América de un noble
arruinado, pero podemos imaginarnos la misma despedida en una humilde
cabaña en el campo, donde esa noche un padre pobre sin alcurnia sólo le
podía dar a su hijo su devota bendición. O pudo ser hasta un asesino
convicto de los que expulsaban a América, como hicieron en épocas
posteriores los Ingleses enviándolos a Australia, o un Judío Español como
se dice con frecuencia. Quienes vinieron de España no eran los que tenían
fortuna sino los pobres que querían hacerla aquí, por lo que seguramente -
¡olvidáte pariente! - no tenemos un ancestro noble.

Sea quien hubiera sido este aventurero, se embarcó definitivamente en


Cádiz para no volver; atracó en las Canarias y Cabo Verde donde subieron,
amarrados como animales y embutidos en las inmundas bodegas del fondo,
unos cargamentos de africanos, la mercancía más valiosa que traía la
carabela. Con buen viento y buena mar atravesó el océano y pisó América
en Trinidad. Nuestro primer padre Peñaranda no demoró mucho allí porque
su intención, cuando salió de su casa era colonizar en alguna montaña de la
cordillera de los Andes. No había venido a América para ver el bullicio de
los puertos, ni el ajetreo del comercio de perlas y de mercancías, ni la venta
de africanos, ni le gustaba la arena de la playa, ni el calor de las Antillas, y
estaba hastiado de comer sólo pescado desde hacía tres meses. Buscaba su
tierra prometida.

Finalmente avistó a Cartagena, la última escala del barco. Pasó frente a los
baluartes de Santa Bárbara, Santa Clara, Santa Catalina y San Lucas por los
que emergían grandes cañones; entró por el estrecho de Boca Chica para
llegar a fondear en el muelle de Los Pegasos donde desembarcaron. En la
Plaza de la Aduana se apilaron las mercaderías que venían para todas las
ciudades del interior, telas, vajillas de losa y otros artículos de porcelana,
joyas, objetos de vidrio, armas y herramientas de hierro producidas en
Toledo, azadones, etc. Muebles, productos manufacturados y hasta
productos traídos de Asia y reembarcados en Europa, como sedas de
Damasco, alfombras persas, incienso y pimienta. Mezclados en este ajetreo
bajaron los últimos esclavos que quedaban. A algunos los habían vendido
en Curazao, Barlovento, Maracaibo y Santa Marta, y otros habían muerto
en la travesía y arrojados al océano. Los bajaron amarrados en fila, llevados
por los negreros, látigo en mano, a la vecina calle de Los Lamentos, donde
los tendrían hasta la subasta del día siguiente en la Plaza de la Aduana.

Baltasar de Peñaranda se alojó unos días en casa de unos españoles de su


región, cuya referencia traía desde su partida y escribió a sus padres sus
impresiones:

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“Os escribo amados padres míos para contaros que hemos llegado
felizmente a Cartagena de Indias. Ha sido un largo pero calmo viaje pues
gracias a Dios no hemos sufrido las tormentas ni hemos sido atacados por
los piratas, cosas ambas que, según me cuentan, son muy comunes en estos
mares. Mi amada Catalina y nuestros hijos han disfrutado el viaje. Sentado
en mi habitación escribiéndoles, siento todavía el vaivén del barco como si
estuviera a bordo. Por doquier que hemos atracado en nuestra ruta por estos
mares de Dios, hemos admirado las hermosas playas y los parajes silvestres
adornados siempre con las palmeras de cocoteros y las primitivas cabañas
de los nativos. Las ciudades que los conquistadores han construido son
similares a las nuestras mediterráneas y ésta de Cartagena de Indias es una
gran ciudad de retorcidas calles y hermosas casas con balcones, patios
andaluces como en ésta donde nos hospedaremos unos días. Me ha
impresionado el comercio de los negros, hombres y mujeres a quienes sus
dueños llevan amarrados y cifran su piel con marca de fuego candente
como a los animales. Cartagena es una ciudad muy peligrosa porque
frecuentemente es asaltada y saqueada por los piratas Ingleses y
Holandeses. Es recordado con espanto aquí el pirata Francis Drake que
saqueó varias veces la ciudad y robó sus mujeres, el oro y los esclavos,
dejando destrucción y cenizas; Dios ya lo ha llevado de este mundo pero
otros corsarios de su misma crueldad y codicia aún atacan nuestros barcos;
por esto están construyendo para su defensa un gran muro de 10 metros de
alto por 25 de ancho, con baluartes y cañones a todo lo largo, similar a los
que han construido en épocas remotas los Griegos, los Venecianos y los
Cruzados sucesivamente, en las ciudades del Mediterráneo. El calor en esta
ciudad es insoportable pero estamos muy confortables aquí porque la
familia salmantina que nos ha dado hospicio ha sido muy noble con
nosotros. Estaré aquí unos días antes de continuar nuestro viaje al interior
de la Nueva Granada”.

Días después estaba metido en una expedición, con otros españoles recién
llegados, navegando en un rudimentario champán por el Canal del Dique,
hasta encontrar el Río Grande de La Magdalena, el cual recorrieron en
penosa travesía río arriba inicialmente hasta Mompox, El Banco y luego
hasta Puerto Real, antiguo nombre de Gamarra.

Un día, abrumado por el calor de Gamarra, escaló las montañas por donde
sale el sol en busca de su destino, inicialmente hasta las veredas de La
Morena y Soledad, y luego resolvió atravesar las cumbres de 3.000 metros
para descender a Ábrego, y definitivamente dejar de vagar para ir a fundar
su propiedad en las cercanías del río Peralonso. Seguramente entró por
Gamarra porque si lo hubiera hecho antes, más al Norte, hubiera llegado a
la selva del Catatumbo, y no más al sur porque se hubiera encontrado con

60
el infranqueable Páramo de Guerrero por lo que la única llegada de la Costa
a Gramalote tuvo que ser por Abrego y Villacaro. Para Baltasar y para
cualquier europeo, el clima, el paisaje, el pequeño río con sus pozos donde
se bañaba desnudo los días calurosos, las montañas al fondo y la riqueza
del suelo, “la tierra prometida” no podía ser otra que esta montaña
perteneciente al cantón de Salazar de las Palmas. “De aquí no me voy” dijo
el caballero castellano, no sin antes haber dejado su huella genética
sembrando su castizo apellido en las mulatas que conquistó en su largo
recorrido desde la Costa hasta Salazar, antes de disfrutar los frescos vientos
de su nueva y definitiva residencia en una falda de exuberante vegetación
de clima medio, de la rama oriental de los Andes, donde nunca volvió a
sufrir los helados inviernos ni los crueles veranos de su tierra, sino siempre
la agradable primavera que apreció intensamente el resto de su vida.

Veo a Don Baltasar, el español, atravesando selva y escalando la cordillera


cuando salió de la ribera del Magdalena en lentísimas caravanas que
levaban enseres, animales domésticos, comida, petacas, muebles, guías,
sirvientes, niños, mujeres y ancianos. “Don Peñaranda”, en los sitios más
escarpados del camino donde las bestias no podían escalar, se transportó en
las espaldas de alguno de los esclavos negros más fuertes quienes tenían
ese oficio específico: el de Carguero. Espalda contra espalda, sentado sobre
la silla, leyendo un libro y protegiéndose del sol con una sombrilla durante
el lento recorrido, balanceando los pies en el apoyo colgante que llevaba la
silla, mientras el carguero descalzo, cada paso sobre una piedra del camino,
escalando la pendiente, apoyando la pesada carga, no sobre sus hombros,
sino con una balaca que apoyaba en su frente; caminaba inclinando su
figura hacia adelante para equilibrar el centro de gravedad que le causaba el
peso de su pasajero, y con sus brazos colgando casi hasta el suelo
simulando una postura simiesca. Una resbalada de este hombre que
caminaba a pata pelada, lo arrojaría junto con su pasajero al profundo
abismo. Así llegaron los españoles a colonizar las tierras donde nacieron
nuestros abuelos y así llegó el Peñaranda español a alguna ladera de las
montañas que caen al río Peralonso entre Gramalote y Salazar.

“Don Peñaranda”, como le decía la gente al español que fundó esta gran
familia, había llegado, según los cuentos de los ancianos al final de siglo
XVII. Todavía conservaba su vestimenta europea para asistir a misa los
domingos con su esposa y sus hijos, mandaba ensillar y ponerle los arreos
de lujo muy temprano a los caballos, se fijaba su peluca y su coleta, vestía
su casaca con bordados de plata y oro, pantalón corto de terciopelo, medias
largas y zapatos de hebilla, resaltando en medio de los lugareños quienes
vestían de manta, alpargatas de tela gruesa, suela de cuero, y sombrero de
paja, y la indumentaria más primitiva de un grupo de indios chitareros ya

61
cristianizados que se ubicaban en la parte de atrás de la iglesia, formando
un corrillo alrededor de su cura doctrinero que les enseñaba indistintamente
oraciones en castellano o en latín, lo mismo que algunos motilones con
taparrabos, más reacios y más ariscos que apenas asomaban a la puerta.
Don Peñaranda se reacomodaba orgulloso en su puesto de primera fila de la
Iglesia cuando el cura desde el púlpito le enaltecía sus valores cristianos,
sólo por el hecho de que daba más limosna que los demás feligreses. A los
pobladores les gustaba oírle silbar sus eses, sonreían cuando sacaba la
lengua para pronunciar la ce y por su elegante manera de decir Salazzzar.
La jota era fuerte y sonora casi como una ge, al contrario de nuestra jota
suave pronunciada casi con desgano. Era orgulloso de su aspecto elegante,
blanco, alto y todavía conservaba costumbres españolas, como la de
levantarse tarde y volverse a acostar pocas horas después para dormir la
siesta, o la costumbre del baño los domingos, mientras que entre semana
sólo se limpiaba la cara, el cuello y las axilas con el consabido “baño de
toalla”.

Realmente Don Baltasar encontró al lado del Peralonso su Paraíso. Ningún


otro nombre podría ponerle a su finca donde vivió feliz, por su clima,
abundante agua cristalina, y la facilidad de poder colonizar a sus anchas en
unas montañas sin dueño y apoderarse de cuanta tierra pudiera desmontar y
dominar.

62
CAPITULO 3

¿QUIÉNES ERAN LOS PRIMEROS PEÑARANDAS?

La sala de mi casa estuvo engalanada con los grandes retratos de dos


severos patriarcas. El uno ha estado colgado encima de una mesita redonda
donde siempre había un florero que mi madre llenaba con rosas de su
jardín. El primer cuadro es de un señor cincuentón, de aspecto
campechano, de cara regordeta, larga barba blanca y una sonrisa que el
pintor dibujó, pero que no se ve, como le pasó a Leonardo Da Vinci. El del
otro lado, de la misma edad, elegantemente vestido, absolutamente serio,
de aspecto autoritario, de penetrantes ojos azules, con su calvicie y su barba
igual a la de su hermano del otro cuadro. ¿Quiénes son esos señores? –
Quién era éste? Le preguntaba a mi padre señalando al del cuadro colgado
encima del piano y que tiene cara de emperador Austriaco: - Ése era Don
Francisco Peñaranda Ordóñez el papá de su Nono. ¿Y este otro con cara de
bonachón? – Don Roque Peñaranda Ordóñez, el papá de su Nona. Muchas
veces le pregunté y muchas veces lo olvidé por lo que resolví anotar por
detrás de cada cuadro su nombre, los hijos, nietos y bisnietos y los nombres
de los hermanos, padres y abuelos de esos patriarcas para poderles decir a
los parientes que llegaban a visitarnos, quiénes eran esos señores. Cuando
ya no cabían tantos nombres detrás del cuadro tuve que hacer el Árbol
Genealógico en muchas hojas, anotaciones que, a pesar de no haber
terminado ni se podrá completar nunca, he querido compartir con ustedes
tratando de responder a esa pregunta: ¿Quiénes eran esos señores
Peñaranda?. La vida de los antiguos Peñaranda trato de deducirla de las
leyendas que contaban los abuelos, además de algunos escritos históricos
de épocas más recientes, las anotaciones de Don Francisco Peñaranda
Ordóñez recopiladas por su sobrino nieto, mi tío Gonzalo en un
desordenado cuaderno que heredó Abelito Ramírez, y los libros de
escritores que abordaron el tema, Gonzalo Canal Ramírez y el Padre
Ordóñez. Hay muy pocos rastros físicos que se reducen a las antiguas
construcciones que existieron en las fincas, lo que queda de poblados
iniciales de Sardinata y las ruinas de Gramalote Pueblo Viejo, pero sí hay
muchos datos en los libros parroquiales y sobre todo en la rica tradición
oral que se mantuvo antiguamente dentro de la familia.

La versión que nos trasmitieron los abuelos de que un primer Peñaranda


llegó a Salazar y que de él descienden todos los Peñarandas que
conocemos, es aceptada generalmente y comprobada en los libros
parroquiales. Lo que no se sabe es de dónde provino este primer Peñaranda
llamado Don Baltasar. Se dice que vino directamente de España a Salazar,
pero hay otras versiones sobre su origen igualmente creíbles e interesantes.
63
¿Cuál de todas las versiones sobre el legendario español es la verdadera? -
¿De cuáles de las provincias españolas, Soria, Salamanca o Burgos,
proviene nuestra familia Americana? - ¿Quién era y cuándo vino un señor
Peñaranda del norte de España a la Nueva Granada? – ¿En cuántas regiones
de la Nueva Granada, sobre todo de los pueblos ribereños del Río
Magdalena, estuvo el primer Peñaranda antes de que resolviera hacer su
vida a su propio gusto en Salazar de las Palmas? - ¿Qué tanta sangre noble
tenía ese español o más bien era un pobre aventurero? - ¿Tiene algún
asidero la leyenda de algún origen en la nobleza, de algún Conde o de
algún Obispo?

A medida que nos alejamos de las fuentes cercanas de la familia, los


informes de la historia de los primeros Peñarandas se van haciendo
diferentes. Algunos dicen que la familia Peñaranda llegó junto con otras
diez familias españolas inicialmente a Pamplona, y de allí se trasladaron a
Salazar, y otros pueblos al nor-occidente de Pamplona iniciando
importantes fundaciones que servían de escala para los viajes desde “El
Reino” hasta Ocaña y el Río Magdalena. Igual que la fundación de Mérida
y San Cristóbal, la fundación de Salazar partió de Pamplona. En “El
Carnero” de Juan Rodríguez Freyle se relata así: “El Capitán Alonso
Esteban Ranjel , vecino de Pamplona, maese de campo del gobernador
Francisco de Cáceres, pobló el año de 1.583 a Salazar de las Palmas, siendo
Oidor que presidía la Real Audiencia Don Alonso Pérez de Salazar, a cuya
devoción le puso el dicho nombre. Con comisión del dicho gobernador
pobló a Santiago de la Atalaya el Capitán Pedro de Asso, al cual y a otros
mataron los indios, ...”

Con ellos vinieron los Peñaranda según cuenta su versión el pariente


periodista Chucho Ramírez, pero no echaron raíces en Pamplona, porque
no hay en esta región del sur del Departamento, Peñarandas antiguos, sino
Peñarandas que vinieron exactamente en sentido contrario: los que llegaron
en el siglo XX provenientes de los pueblos de occidente. Aparecen en el
archivo notarial de Pamplona varios Peñaranda salazareños (Alberto,
Inocencio, Genoveva y muy frecuentemente Don Ignacio Ordóñez),
haciendo compras y ventas de fincas a mediados del siglo diecinueve pero,
explica el documento que son residentes en Salazar. Ningún Peñaranda
llegó a Pamplona ni a Salazar en la época de la fundación de estas ciudades
sino un siglo después ya que aparece el apellido - por primera vez - en
1.713. Ahora sí; cuando aparece en Salazar el nombre de Don Blathasar,
los nombres de los Peñaranda se encuentran repetidamente y siempre los
mismos, lo que comprueba que eran una sola familia: Balthasar, su esposa
Catalina y sus hijos Bartolomeo, Pedro José, Julián, Esteban y Antonia.

64
Si nos retiramos un poco más, la historia del origen del primer Peñaranda
se complica: se dice que no fue uno sino tres hermanos Peñaranda que
vinieron de España y que se residenciaron, uno en Salazar, uno en
Gramalote y uno en Ocaña. Los numerosos Peñarandas de la región de
Ocaña son seguramente parientes muy cercanos, pero nos preguntamos si
son anteriores o posteriores a los de Salazar. Los Peñarandas Ocañeros
refieren que sus abuelos provenían de Gramalote, Lourdes y Sardinata y en
el antiguo libro de Don Gonzalo aparece la anotación “en Ocaña” frente al
nombre de alguno de los ancianos de quienes sólo se sabía que sus
descendientes están en esa ciudad. Además tenemos unas fechas
importantes sobre los Peñaranda Ocañeros: El matrimonio de Don Esteban,
de la primera generación de Peñarandas gramaloteros, celebrado en Ocaña,
el 30 de Noviembre de 1.798 con la señora Isabel Moreno; la existencia de
unos señores Peñaranda en Hacarí Juan Blas, Sebastián y Francisco nacidos
entre 1.830 y 1.850, todos posteriores a los bautizados en Salazar. En Río
de Oro, población de muy antigua fundación, aparecen los más antiguos
Peñaranda, Dolores, María Bárbara de los Santos y María del Rosario de
los Santos en 1.797-99, muy antiguos, pero también posteriores a los de
Salazar y seguramente descendientes de ellos. También los de Ábrego son
posteriores: el más antiguo era Don Justiniano Peñaranda Vergel, padre de
Ciro Alfonso, Helí y Humberto.

Salgamos del Norte de Santander y vemos que hay antiguas familias


Peñaranda en Santander del Sur, en Málaga, Cerrito y Concepción,
descendientes de Don José María padre de Antonio, María Victoria, Víctor,
Hortensia, Paula, Gertrudis, Tonino y José María; también esta rama es
posterior a los del Peralonso y seguramente descendientes de ellos.

Hay grandes familias Peñaranda en Plato, El Banco y algunos otros


municipios de la ribera del Río Magdalena aunque en realidad son menos
numerosas que en el Norte de Santander. Algunos de estos Peñaranda
recuerdan al tatarabuelo Virgilio y al bisabuelo Plácido y otros no tienen
datos concretos sobre los antiguos Peñaranda del Bajo Magdalena pero sí
coinciden todos en afirmar que los más antiguos abuelos eran
“Santandereanos” y me insisten en que su aspecto era “del interior”. – Me
hablan de las generaciones recientes y de que siempre los Peñarandas han
sido gente conocida y respetada allá porque han tenido miembros
prestantes de la sociedad según cuentan las personas que he conocido de
esos pueblos quienes nos mencionan a los herederos del antiguo Alcalde de
El Banco, Magdalena, en 1911, un militar Peñaranda, (alguno de los de La
Guerra de los Mil Días que fue a pacificar a los liberales de allá), y sus
sucesores siguen siendo gente importante como la Defensora del Pueblo de
Ciénaga, Magistrados, dirigentes locales, Médicos, Políticos, Periodistas y

65
otras personalidades que ahora viven en las ciudades de la costa, me cuenta
el profesor Pisciotti de El Banco.

En un pueblo del Cesar, El Difícil, un señor de nuestro apellido me asegura


que al Nuevo Reino de Granada sí vinieron tres hermanos Peñaranda y me
refiere la historia con más detalle: un capitán de barco llamado José
Trinidad y sus dos hermanos Virgilio y Plácido, y que uno de ellos se
quedó en la Costa, lógicamente el marino, otro viajó a Ocaña y el tercero
viajó a Salazar de las Palmas, lo que quiere decir que nuestro ancestro, el
padre de Baltasar, era uno de estos tres hermanos. No era Don Plácido
porque los Peñaranda Costeños coinciden en afirmar que éste era el
antepasado de ellos, y refieren que era un hombre blanco de ojos azules; a
pesar de su nombre no fue muy plácido sino que tuvo muchos hijos en los
pueblos de Plato, El Banco y regiones vecinas. Nos quedamos con que el
nuestro fue Virgilio descartando por lógica a Trino el marino quien, por su
profesión debió morir, como todos los marinos, serenamente en una playa o
profundamente “dentro de la mar océano” en algún naufragio. Esto
explicaría la existencia de las antiguas familias Peñaranda costeñas y
ocañeras, de ascendencia muy distante de las gramaloteras, y significa que
en la Costa y Ocaña hay descendientes del primer Peñaranda junto con
otros descendientes de Gramaloteros y Sardinateros emigrantes en los
siglos XIX y XX.

Fuera del Magdalena y del Norte de Santander prácticamente no hay


Peñarandas en Colombia sino los que emigraron de nuestra región.
Inclusive los lejanos Peñarandas caleños se originaron en alguno de los
nuestros que se fue a vivir a Tulúa, según las cuentas que hacen ellos, a
final de siglo diecinueve. Hablan también de su origen Santandereano, me
dicen lo mismo sobre su aspecto nórdico, no muy común en el Valle, lo que
sugiere que inicialmente eran los mismos Peñaranda. Al occidente de
Ibagué por la carretera a Cajamarca hay una región llamada “Vereda de los
Peñaranda” donde las tres o cuatro personas que tienen allá nuestro apellido
relatan el cuento que siempre hemos oído: Tres hermanos Peñaranda
llegaron a Colombia: Uno se quedó en la Costa, uno en Salazar de las
Palmas y el tercero, (la “Versión Opita” del mismo cuento) se vino para el
Tolima. Podría ser, porque en una piedra entre Ibagué y Armenia dejó
escrito su nombre como prueba de su paso por esa región. “Por aquí pasó
Francisco de Peñaranda el 24 de agosto de 1.641” (¿sería éste, hermano de
nuestro Balthasar?)

Los primeros Peñaranda de Cartagena Antonio Peñaranda y Segundo


Peñaranda son contemporáneos de nuestro abuelo Balthasar lo mismo que
el que pasó por Ibagué y dejó constancia de su paso en una piedra. Los más

66
antiguos que nacieron en Ocaña, Hacarí, etc. son Juan Bautista, Juan Blas y
Vicenta de alrededor de 1.820 y Toribio, Indalecio y Sebastián por los años
1.850 por lo que podemos asegurar que todos los Peñaranda del Norte de
Santander, son posteriores a Don Balthasar y con alta posibilidad de certeza
pensar que todos descendientes de él.

La Historia menciona un antiguo Peñaranda en la región del Bajo


Magdalena en la época en que se supone llegó el papá de toda la
Peñarandada, posiblemente familiar de éste y por lo tanto de nuestro
ancestro: En “El proceso adelantado por la Inquisición de Cartagena contra
Sebastián Calva vecino de Pamplona por el delito de bigamia”.
(Trascripción de Leonardo Vega editado por la Universidad de Pamplona).
Aparece en ese documento el presbítero GREGORIO DE PEÑARANDA
investigando, hasta las últimas consecuencias, a un pobre Pamplonés quien
se vino de España a cambiar su vida, y para que ese cambio de vida fuera
real y efectivo, resolvió, obviamente, cambiar también de mujer. Otro
Pamplonés, envidioso de ver a su vecino feliz y dichoso estrenando pareja,
lo denunció ante el Real Consejo de Su Majestad de la Santa Inquisición.
Inicialmente le probaron que se había casado en Pamplona: “Certifico yo el
maestro Don Fernando de Araque Ponce de León, cura Rector y
beneficiado de la Iglesia parroquial de esta ciudad de Pamplona... en 12 de
enero de dicho mes y año desposé y velé según orden de la Santa Madre
Iglesia a Sebastián Calva con Catalina Sigura...” – Las pesquisas
continuaron. Galeones fueron y volvieron atravesdando el Atlántico
durante 10 años con documentos, oficios de Fiscales, declaraciones de
testigos, etc., hasta que llegó de España el esperado folio que probaba que
el Pamplonés sí había disfrutado doble luna de miel, constancia que envía
el “Capellán de su Señoría que sus pies besa, Licenciado Pedro del Real
Escobedo”. Con las pruebas completas el antiguo presbítero Don Gregorio
de Peñaranda pudo sentenciar al pobre Calva. Este documento refiere un
proceso de 1.680, la misma época en que llegó el primer Peñaranda al
Peralonso. ¿Sería éste presbítero de Cartagena, uno de los tres primeros
Peñarandas, el que se quedó en la costa, hermano del que vino a Ocaña y
del que colonizó a Gramalote?

Se van diferenciando desde hace mucho tiempo cuatro colonias de


Peñarandas Colombianos: Primeramente los parientes lejanos de la Costa y
de la ribera del Magdalena descendientes de los primeros hijos del español.
Luego sus descendientes más conocidos y cercanos del occidente del
departamento, que conforman las numerosas familias Peñaranda, Ordóñez,
Yánez. La tercera colonia muy grande son los Peñarandas de los mismos
pueblos de occidente que emigraron en el siglo XIX hacia la región de
Ocaña, y recientemente, el cuarto grupo, los parientes que viven en todas

67
las regiones de Colombia y Venezuela y el resto de América y Europa
desde diversas épocas del siglo XX.

En la lista de Pasajeros de Indias del archivo de Valladolid figuran


GASPAR Vásquez de Peñaranda y MELCHOR Vásquez de Peñaranda.
Seguramente vinieron los tres Reyes Magos juntos: Melchor, Gaspar y ...
nuestro BALTHASAR. Si buscamos fuentes más lejanas, la ubicación del
primer Peñaranda Americano se vuelve también más lejana, pues otros
países comparten con Norte de Santander el privilegio de tener Peñarandas
en su territorio. Un posible pariente de Bolivia, el Ingeniero Henry
Peñaranda Cervantes, estudioso y conocedor de la genealogía de la familia,
me informa que la primera referencia que tiene la historia del apellido es el
Obispo de Cartagena España. Dice que los Peñaranda que vinieron de
España sí eran tres hermanos, pero que no llegaron inicialmente a las costas
Colombianas ni se llamaban Trino, Virgilio y Plácido, sino que llegaron a
Méjico y se llamaban Fernando de Peñaranda quien llegó en 1.512, Pedro
de Peñaranda en 1.513 y Juan de Peñaranda en 1.514. Según consta en los
libros de contabilidad de la Reina Isabel la Católica, su padre, Fernando de
Peñaranda (El Viejo), nacido en 1.483, consigue el dinero para el viaje de
sus tres hijos al Nuevo Mundo. Un hijo de uno de ellos, Juan de Peñaranda,
nacido en 1.535, es uno de los Conquistadores de Costa Rica. Siendo Costa
Rica y Cartagena sitios cercanos dentro de este mar interior que es el
Caribe, “un mar mediterráneo con mil bocas”, fácilmente el primer
Peñaranda Colombiano pudo llegar de Costa Rica a Cartagena, y de allí, él,
o un descendiente suyo, invadir territorios del Río Magdalena y, al cabo de
unos años, un Peñaranda de éstos llegó a Salazar. Pero es que el primer
Peñaranda en América es todavía más antiguo: Don Francisco Rubio y
Peñaranda vino con la expedición de Colón que conquistó Quisqueya y fue
uno de los fundadores de La Isabela, hoy Santo Domingo.

Todas las versiones que se cuentan sobre la llegada del primer Peñaranda a
Salazar se deben aceptar como probables puesto que no tenemos una
historia probada. Don Fernando de Peñaranda, el padre que organizó el
viaje de sus tres hijos conquistadores, podría ser descendiente del Obispo
de Cartagena España, y si esto es así, pariente, - aunque usted no lo crea -
los Peñarandas podríamos descender de un Obispo.

Los Peñarandas Peruanos (y Bolivianos) tienen también un ancestro


americano antiguo. Se conoce en la genealogía Peñaranda de Perú a Don
Andrés de Peñaranda y Valverde, nacido en Badajoz el 29 de 0ctubre de
1.636, casado en Lima con la Boliviana Doña María de Tena, quienes
serían los tatarabuelos del General Enrique Peñaranda, héroe de la Guerra
del Chaco y presidente de su país en los años treinta. Una socióloga

68
Peñaranda, de Sucre Bolivia, me cuenta que su abuelo Peñaranda es el
poeta y cantor de su país, tan reconocido y apreciado que las calles
tradicionales de su ciudad tienen en las esquinas escritos en mármol
algunos versos de su anciano escritor.

Dice la tradición, que a Salazar llegó uno de los tres Peñarandas como ya
relatamos y que uno de sus descendientes viajó a Bolivia por encargo del
Rey de España con la comisión de explotar unas minas de plata en ese país.
Otra versión, la versión perversa sobre el Boliviano de nuestro apellido que
se escuchó siempre dentro de nuestra familia, relata el viaje de nuestro
pariente en forma un poco distinta, pues decían los abuelos que fue un
hermano de Don Tomás, o sea un hijo de Don Bartolomé Peñaranda y
Doña Estefanía Molina, quien “acumuló secretamente, mediante negocios
lícitos e ilícitos, todo el dinero que pudo, propio y ajeno, inclusive el de sus
hermanos, y una madrugada aperó sigilosamente dos mulas y - se voló de
Gramalote - lleno de morrocotas”. Y que atravesó medio continente para
residenciarse en la remota Bolivia, y sería el abuelo del famoso General
Boliviano. Hubo quien aseguró que el General era mono ojizarco igualito a
los que “el Caín Peñaranda” dejó boquiabiertos y arruinados en sus fincas
en Gramalote, cuando amaneció muy lejos, muchas leguas al sur. Este
cuento podría tener tanto de verdad como de calumnia, pero es una historia
nunca olvidada, transmitida de generación en generación, sobre todo por
aquellos a quienes nuestro pariente tumbó. La historia es discutible puesto
que los Peñarandas Peruano-Bolivianos son tanto o más antiguos que los
nuestros, por lo que no se descarta la idea de que somos nosotros los
descendientes de la oveja negra de la familia, un timador Boliviano de
apellido Peñaranda que “acumuló secretamente, mediante negocios lícitos e
ilícitos, todo el dinero que pudo, propio y ajeno, inclusive de sus hermanos,
y una madrugada aperó sigilosamente dos mulas y - se voló para Salazar -
lleno de morrocotas”.

¿Nos colonizaron los Peñarandas Bolivianos, o es cierta la historia de que


un tramposo pariente nuestro colonizó algún lugar de Bolivia? - La
presencia de Peñarandas Bolivianos originarios de Colombia parece
aceptada por algunos bolivianos que vinieron a Colombia contactados por
un pariente de Bogotá, quienes le reconocieron que sus antiguos familiares
hablaban de su origen Colombiano. El mismo cuento relató en Long Beach,
Los Angeles, a un miembro de la comitiva cucuteña, la reina de belleza de
Bolivia 1.963, cuando participó junto con Leonor Duplat en el concurso de
Miss Universo. La reina boliviana, de apellido Peñaranda, contaba que sus
abuelos hablaban del origen colombiano de su familia.

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Dicen que en las antiguas familias Peñarandas se comunicaban entre ellos
con un idioma incomprensible para los demás, lo que les daba cierto aire de
intriga y de misteriosa distinción. ¿Qué idioma era? Era su idioma
vernáculo, el gallego que hablaban los Peñaranda españoles que enseñaron
a sus hijos en las primeras generaciones, y su similar portugués que trajeron
los Yánez, su lengua materna puesto que Don Silverio Yáñez el antiguo, el
padre de los conocidos Javier, Pedro Nolasco y Vicente era de origen
Portugués. En generaciones relativamente recientes todavía se conservaban
algunas frases de ese idioma pues relatan los ancianos que en las familias
de Don Silverio o Don Sebastián, los abuelos por ejemplo, para reprimir a
sus hijos les decían: “¡¡que no tenga que volverte a cantar este fado!!”, o
hablaban de que Wenceslaa era “la mia filia maior”, y que, cuando se iban
para su finca decían: “me marcho a travallhar en la mia terra”. Nada de raro
tiene esta historia y es posible que las primeras familias Peñaranda no
hablaron nunca castellano sino sus idiomas nativos de norte de España,
pues durante la colonia se hablaban los idiomas de las diversas regiones de
la Península y los de las tribus indígenas distintas en cada región, hasta que
se afianzó el Castellano con las diferentes tonalidades influenciado por los
africanos, indígenas y españoles, resultando un castellano costeño, paisa, o
nuestro rudo castellano santandereano. Muchas palabras no castellanas eran
de uso corriente y en los libros parroquiales, el escribano anotaba en las
partidas de “baptismo” palabras muy diferentes a las del castellano nuestro:
“hijo lexítimo” y nombres escritos Kriptobal, Criptophal, Xiptophal,
Joseph, Jertrudi, Thadeo, Joachim, Joachina o Xavier.

Otra versión popularmente conocida es que los Peñarandas son de origen


judío, versión muy probable para algunos, y que según esto, el padre de
toda la Peñarandada, un pobre abuelo Judío-Español, sería uno de los
300.000 moros y judíos expulsados después de la Reconquista Cristiana. Es
poco probable esta leyenda si se tiene en cuenta que el desplazamiento de
estas gentes se hizo hacia el norte de África y no hacia América, a donde
sólo se autorizaba la salida de los propios españoles, los españoles
cristianos; ningún viajero que viniera de España a las Colonias Americanas
podía ser judío o morisco, ni siquiera “converso”, pues debía comprobar lo
que se llamaba “la limpieza de sangre” con la que se constataba que no
tenía en sus ancestros lejanos ningún judío o musulmán. Esto
probablemente contradice la leyenda del origen judío de los Peñaranda,
aunque quedaría la posibilidad de que el Peñaranda se hizo pasar por
cristiano, o que el judío fuera el antiguo Yánez, puesto que el primer Yánez
Nortesantandereano vino, se dice, de Portugal, y se sabe que muchos judíos
españoles emigraron a Portugal, para escapar de la persecución cristiana, y
que de allí vinieron a América por Brasil.

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Otro indicio Judío: La historia del “Secreto de los Peñaranda” en la Baja
Extremadura se refiere a un ejemplar único de una edición de “El Lazarillo
de Tormes” de 1.554, descubierto recientemente, guardado por un médico
bibliófilo Francisco de Peñaranda, libro que duró cinco siglos enterrado
dentro de una pared. El hecho de que alguien hubiera guardado en esta
forma el libro perseguido por la Inquisición en vez de entregarlo a la
autoridad eclesiástica para que lo echaran a la hoguera, se atribuye a que el
librero Peñaranda era Crítico de la Iglesia, Reformista, y Judío. La historia
confirma que sí había Peñarandas Judíos; es posible que el nuestro también
lo fuera. Nadie sabe quién era Balthasar antes de su venida a América:
pudo un judío “tapado” como su pariente médico bibliófilo.

La aseveración del ancestro judío de los Peñaranda tal vez sea cierta, pero
también pudo haberse inventado al observar los dibujos que existen de
nuestros antepasados que usaban larga barba como de anciano rabino, con
la que buscaban compensar su frente amplia y su calvicie pronunciada,
retratados muy serios con su nariz aguileña y su mirada escudriñadora. La
versión del origen judío se basa también en la sagacidad para los negocios
y la habilidad de algunos parientes para acumular riqueza, concordante esta
observación con otro de los significados de la palabra peña-aranda que se
traduce como casa de empeño, de usura, lo que concuerda con la fama de
los nuestros de ser extremadamente cautelosos, prudentes, cuidadosos,
previsivos, discretos, mesurados, ahorradores, sensatos y parcos a la hora
de gastar el billete. Cualquier parecido con la tacañería de los judíos no
sería pura coincidencia. El prototipo de esta forma metódica de guardar sus
tesoros se llamaba Don Cayetano Peñaranda, quien los domingos sacaba al
patio cuando nadie estaba en la casa, sus morrocotas para contarlas,
asolearlas y brillarlas, y que cuando se fue a vivir a Salazar, su carga de
morrocotas la llevó en dos mulas; murió de un infarto cuando el gobierno le
obligó a cambiar sus monedas de oro por papel moneda para financiar la
guerra conta Perú. A propósito de las largas barbas de patriarca que usaban
nuestros abuelos como los judíos, uno de estos viejos la llevaba tan larga
que su esposa y sus hijos le rogaban que se la quitara, o que por lo menos
se la recortara un poco. Varios meses de insistencia no lograron
convencerlo hasta que la esposa le lanzó su último, definitivo y poderoso
argumento: Mijo, es que... como usted es tan turro, ¡se la orina!

Algún Historiador podrá encontrar en los archivos de España el primer


Peñaranda que vino a la Nueva Granada, pero la investigación no estaría
completa pues tendría que continuarla para saber quién era el padre, el
abuelo etc. de este Peñaranda en España, y buscar en la Edad Media los
antepasados del famoso Obispo de Cartagena, sus ancestros, los de “La
Peña de Aranda”; retroceder en los siglos, me sugirió el pariente Humberto

71
Ayala, hasta llegar a la Era Romana y más atrás, a los Celtas, para que
finalmente un Antropólogo deduzca de dónde vino el primer Peñaranda a la
Península Ibérica, y quienes eran los ancestros lejanos de éste, las tribus
primitivas que vivían en cuevas, llegando finalmente a estudiar los millones
de años anteriores para que nos demuestre que encontró un espécimen
llamado AUSTRALOPITECUS PEÑARANDENSIS muy similar a los
catires que están sentados hoy en los escaños del parque de Gramalote.

Son muchas las versiones sobre el origen del primer Peñaranda salazareño,
pero todas parecen coincidir con la versión transmitida a través de las
generaciones dentro de la familia, según la cual Don Baltasar Peñaranda, el
hijo del Conde, es el padre de todos los Peñarandas Nortesantandereanos,
versión que no se contradice con lo que hemos encontrado en los libros
parroquiales.

72
CAPITULO 4

DE UNO NACIERON MILES. - DEL PRIMERO AL ÚLTIMO.

Sabemos que “Don Peñaranda” tuvo varios hijos, algunos conocidos con
nombre propio. Siendo que los antiguos eran prolíficos y les tenía sin
cuidado el número de hijos que Dios les quisiera mandar, antes de la
píldora de planificar, podemos imaginar que hubo varios hijos más de
Baltasar que no conocemos. Entonces, en la época de la Independencia
debió haber una docena de familias Peñaranda regadas en las montañas y
caseríos del antiguo extenso municipio de Salazar, en lo que hoy es el
occidente de Norte de Santander. Si descontamos los solteros, los curas y
las monjas, y descontamos también un porcentaje causado por la altísima
tasa de Mortalidad Infantil por falta de vacunas y otros servicios médicos,
fácilmente la población de Peñarandas se multiplicaba por 8 o 10 en cada
generación, pirámide poblacional de familiares que fue multiplicándose
como una plaga hasta llegar a lo que es actualmente, una cifra inmensa de
parientes al cabo de 9 generaciones, sobre todo si tenían hijos con varias
esposas como se aprecia en el libro 1 de bautizos de Salazar, en el que
después del bautizo de Julián, hijo de Baltasar y Catalina de Palencia, se
presenta el mismo Don Baltasar, ahora con Catalina Guerra, para bautizar
un nuevo hijo, y luego a su hija Antonia quien tuvo con su nueva esposa
Juana Pérez. Si a algún Peñaranda le gustan dos o tres mujeres a la vez, no
se preocupe, es por legado hereditario de nuestro primer padre Peñaranda.

Tener una familia numerosa es un lujo que muy pocos se pueden dar en las
épocas modernas. Qué lujo el que se daban los antiguos teniendo 10 o más
hijos. Había espacio en la finca para todos, y comida y trabajo. Los padres
tenían el placer de alzar a sus niños pequeños y sus nietos, mientras
disfrutaban simultáneamente los hijos que se iban volviendo adultos y los
mayores que ya trabajaban, se casaban y tenían hijos. Era frecuente que en
una familia hubiera niños mayores que sus tíos, porque las matronas se
casaban de 15 años y seguían teniendo hijos hasta los 50, cuando ya los
hijos mayores tenían al mismo tiempo sus propios hijos. Una sola familia
podía ser de unos 40 miembros. La endogamia tan frecuente en las
generaciones del siglo diecinueve, además de haber reforzado las
cualidades transmitidas genéticamente, ha creado LA FAMILIA MÁS
NUMEROSA DEL MUNDO, al cabo de 300 años de ocupación de este
territorio. Es el lujo que nos damos: detrás de cada escritorio, en los cargos
importantes o modestos, hay un pariente dispuesto a colaborarnos tan
pronto identifique el vínculo familiar. Por ser miembros de esta familia tan
numerosa, tenemos más amigos que cualquiera porque además de las

73
amistades que se forman normalmente en el curso de vida, nosotros
tenemos miles de parientes que son nuestros amigos naturales.

¿Por qué es más unida esta familia que las otras? ¿Por qué es más
interesante el árbol genealógico de los Peñarandas que el de otras familias?
Por los hechos que forman la historia común a todos los Peñarandas, por
los rasgos que los identifican, y porque todos vienen de la misma región,
GRAMALOTE, LOURDES Y SARDINATA, y por esto mismo pueden
hablar de las mismas historias, los mismos sitios y los mismos personajes;
porque son como miembros de una misma tribu. Porque imaginan a sus
abuelos compartiendo su vida tranquila y primitiva con los parientes de las
fincas vecinas. Porque hay una identidad característica e inconfundible que
los parientes reconocen con orgullo. Porque los múltiples matrimonios
entre parientes han reforzado los genes hasta el punto de que todos son
genes dominantes, lo que les da una afinidad a pesar de la diversidad de
grupos familiares, diferencias políticas y económicas. Porque hay una
especial identidad que no se ve pero que ellos captan inmediatamente
cuando se reconocen. Porque hasta por los rasgos físicos los parientes se
identifican en cualquier parte del mundo y nunca se equivocan: “Sí, mi
abuelo era Fulano Peñaranda de Gramalote”. Hasta hace una generación los
parientes eran una sola familia; más que una familia, pontificó el paisa
Alfonso Zapata subiéndole todo el volumen a su voz, cuando vio que todos
eran igualitos: ¡SON UNA RAZA!. - Al cabo del tiempo cuando conoció
más este departamento y encontraba Peñarandas que salían hasta debajo de
las piedras corrigió: “No son una raza, ¡SON UNA EPIDEMIA!”

Todos los descendientes de Don Baltasar con los mismos genes, que valga
la pena decirlo, son genes muy saludables, porque a pesar de tantos
matrimonios entre parientes no hay enfermedades congénitas y las
patologías de los descendientes son iguales a los de la población general;
inclusive más saludables si contamos los muchos abuelos centenarios como
Doña Ninfa Rosa, Don Secundino, Don Nicomedes y Don Pedro. Son más
parientes entre sí, cuantas más veces tenga el apellido Peñaranda en su
partida de bautismo, pero todos se reconocen, así tengan el “Peñaranda”
después de otros apellidos, cuando se saludan “¡Hola pariente!”,
espichando los ojos para esbozar su exclusiva sonrisa suave pero franca,
que es uno de sus rasgos característicos.

Cuando los progenitores Peñaranda son las madres y no los padres, el


apellido va siendo desplazado por otro primer apellido, pero genéticamente
son tan “Peñarandas” y son tan cercanos como los que lo llevan de primer
apellido. El primero Don Balthasar, el segundo Don Esteban, y el último

74
hasta hoy trescientos años después, la última, Irene Sofía, parientica con
sangre gramalotera, lourdense, sardinatera, alemana, boyacense y belga.

Inicialmente, en alguna finca del Peralonso, Don Baltasar y sus hermanos,


todos ellos tenían el Peñaranda de primer apellido. Si la mitad de ellos eran
mujeres, éstas transmitieron el Peñaranda como segundo apellido o sea que
de los nietos de Baltasar, sólo la mitad eran Peñaranda de primer apellido
(mientras que la otra mitad, descendientes de mujeres, llevaban el
Peñaranda de segundo apellido). En la cuarta generación tenían el
Peñaranda de primer apellido solamente una cuarta parte de los parientes,
mientras que otra cuarta parte tenía tres apellidos antes del Peñaranda, y así
sucesivamente. En la quinta generación, uno de cada ocho parientes era
Peñaranda, y siguiendo la misma proporción actualmente sólo uno de cada
treinta o cuarenta tiene el Peñaranda como primer Apellido. Si actualmente
hay mil personas que tienen el primer apellido Peñaranda, habrá decenas de
miles de familiares, con otros apellidos antes del Peñaranda, pero
igualmente parientes porque son descendientes del mismo Español. ¿Dónde
vamos a reunir tantos parientes cuando hagamos la reunión de la familia?

75
Dos abuelos centenarios

Doña Ninfa Rosa Ramírez Peñaranda


Esposa de Don Fernando Peñaranda Omaña en su finca Casa de Zinc
Nació en 1882 y murió en 1971

Don Secundino Yánez Peñaranda


Otro patriarca centenario

76
CAPITULO 5

SE FORMAN LAS ANTIGUAS RAMAS.

Entre 1.700 y 1.730 vivía en la región de Santiago la primera familia


Peñaranda, conformada por Don Baltasar Peñaranda, Doña Catalina
Palencia y sus jóvenes hijos. Las fechas las tenemos por las partidas de
bautismo de algunos de estos hijos es decir que en esos años vivió la
“primera generación de Peñarandas Colombianos”. Eran entonces los
Peñaranda unos recién llegados, una sola familia encerrada en unas lejanas
montañas al norte de Salazar, al parecer desconocidos pues su apellido ni lo
sabían escribir: por lo menos en dos partidas de bautismo aparece escrito
como “Peña Aranda”.

Tenemos un documento en Salazar que nos da la fecha exacta en que vivió


la primera familia Peñaranda: La partida de bautismo del “22 de Abril de
mil setecientos y quince”, nos indica que el primer Peñaranda nacido en
esta región fue Julián, hijo “lexítimo de Don Balthasar de Peñaranda y
Doña María Cathalina de Palencia”. Con este dato podemos calcular la
fecha de nacimiento de su padre, Don Baltasar, en España, entre 1.660 y
1.690. Otra fecha importante para la ubicación de la primera familia
Peñaranda es el fallecimiento de Doña María Catalina Palencia, esposa de
Don Baltasar Peñaranda, en septiembre de 1.730. “Dí sepultura al cuerpo al
parecer difunto” dice el certificado de la parroquia. Tal vez Doña María no
falleció muy anciana, o por lo menos su esposo no lo era porque aparece
meses más tarde bautizando un nuevo hijo, Juan Andrés, que tuvo con
María Guerra, y años después aparece nuestro primer padre Peñaranda
bautizando a Antonia, otra hija, a quien tuvo con su nueva esposa Juana
Pérez, y luego a Jertrudi, Francisca y María Josepha. Conocemos los
nombres de tal vez ocho de los hijos de Baltasar, los tres primeros nacidos
en España, y los últimos, no sabemos cuántos, en Colombia.

En la siguiente generación, la segunda de Peñarandas colombianos también


el árbol se complica porque algunos Peñaranda tuvieron hijos con varias
mujeres. Don Esteban, hijo de Don Baltasar, (“Esteban de Peñaranda y de
Palencia”) enterró a su esposa María Teresa Ramírez “el 25 de Agto. de mil
setetos y setenta” - y dos años después lo encuentro nuevamente en el
cementerio enterrando a una párvula hija suya en 1.772. Se conocen los
nombres de por lo menos cuatro esposas (sucesivas o simultáneas) del
fogoso Don Esteban: María Teresa Ramírez, Isabel Moreno, Gertrudis
Niño y Josefa Rolón. Si muchas ramas crecieron en proporción geométrica
a partir de un padre y una madre, ¡Cómo crecerían las de aquellos que
enviudaban y seguían teniendo hijos en nuevos matrimonios!.
77
Tenemos ubicada la fecha de aparición de la familia Peñaranda y podemos
aproximar el sitio a donde llegaron: Dicen las Sagradas Escrituras de la
parroquia, que esta familia que bautizaba uno de sus hijos colombianos,
“viene de la región de Santiago”. Entonces: si la mata de los Peñaranda es
Gramalote y si este niño fue traído de la región de Santiago a Salazar para
el bautizo, estos tres pueblos forman un triángulo que nos indica que el
paraíso terrenal de nuestros Adán y Eva Peñaranda fue una finca por los
lados del Río Peralonso.

En la época de la Colonia, Don Pedro José, Don Bartolomé, Don Esteban y


otros hermanos con sus hijos, junto con otras familias de la zona,
avanzaron ampliando sus dominios hacia el norte, colonizando las tierras
de Caldereros (antiguo nombre de Gramalote) y Lourdes. Muy
seguramente la familia comienza en esa zona y en esa época.

La otra versión de la colonización de la región habla de que el poblamiento


por parte de los Peñarandas en Salazar, Gramalote y la región de Ocaña
hubiera sido simultáneo en todos estos lugares, concuerda con la leyenda
de que los tres hermanos Peñarandas vinieron de España, todos tres, a
colonizar el Occidente Nortesantandereano, y que tanto los costeños de
agua dulce como los de Barranquilla y Santa Marta son descendientes de
ellos.

También es lógico pensar que el Peñaranda español no llegó directamente


de España a una montaña entre Gramalote y Salazar sino que aterrizó
finalmente aquí después de estar algún tiempo merodeando en otros sitios,
dejando peñaranditas en muchas partes, que fueron el origen de los
diferentes asentamientos antiguos de esta familia en la región del Bajo
Magdalena y la provincia de Ocaña. Terminó sus revoloteos por tantas
lejanas latitudes para dejar de ambular, por allá en 1.700, y pararse
exactamente aquí en donde encontró su paraíso, en la ribera del Peralonso,
en unos valles de eterna primavera y vegetación tropical, a 7 grados más
arriba del centro de la tierra y 72 al oeste de Londres.

Para entender la época en que vivieron otros antepasados posteriores a


éstos, anotemos algunas fechas conocidas:

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Algunas fechas conocidas de nuestros antepasados:
NOMBRE DEL ABUELO Nacimiento Matrimonio Fallecimiento
María Catalina de Palencia Sept/ 1.730

Julián Peñaranda Palencia 22/ Abril/ 1.715

EstebanPëñaranda Palencia 4/ Noviembre/1.844 30/ Nov/ 1.798

FranciscoPeñaranda Ordóñez 22/Octubre/1.860 6/Marzo/1.895

Medardo Peñaranda Yánez 8/Junio/1.869

Vitalia Peñaranda Yánez 13/Septiembre/1.872

Concepción Peñaranda Yánez 22/Octubre/1.874

Betzabé Peñaranda Yánez 22/Febrero/1.877

Alejo Peñaranda Yánez 9/Enero/1.882 21/Abril/1.918

Mercedes Peñaranda Yánez 21/Mayo/1.884

Débora Peñaranda Yánez 23/Abril/1.887

Secundino Yánez Peñaranda 1.863 1.963

Juan de Dios Peñaranda P. 24/Dic/1.917

Pastora Peñaranda Peñaranda 10/Febrero/1.885

Vicente Peñaranda Ordóñez 1/Febrero/1.840

Ramón Nicolás Peñaranda Daza 26/Septiembre/1.847

Januario Peñaranda Molina 3/Noviembre/1.806

Francisco Peñaranda Arenas 11/Julio/1.888

Puesto que el Español Don Baltasar es el padre de Pedro José, Bartolomé,


Esteban, Julián y Antonia, éstos son la primera generación de Peñarandas
criollos. Los nietos de Baltasar conforman la segunda generación de la
dinastía; estaban reunidos en 5 o 6 familias, y eran los únicos Peñarandas
de la región al final de la época de la Colonia. Los hijos de éstos: Don

79
Roque, Don Pacho, Doña Matea, Don Vidal, Don Santos, Doña Wenceslaa,
y muchos más, son la tercera generación de Peñarandas. La cuarta
generación es la de Ana Francisca, Resfa, Betzabé, Jerónimo, Pablo, Juan,
Anita, Marcos, Eulogia, Pedro, Eustaquio, Joaquín, Brunequilde,
Venancia, Silverio, Rebeca, Pastor, Isaac, Primitivo, Raimundo y otros
muchos. Ahora estamos viviendo las generaciones 6, 7 y 8 y nuestros hijos
son las generaciones # 9 o 10 de Peñarandas Colombianos.

Habría que agregar una generación más hacia atrás si aceptamos, como es
también probable, que el Peñaranda Español ya vivía en la zona de Abrego
o de Ocaña y que el español no era Don Baltasar sino su padre. Es una
posibilidad porque hay familias Peñaranda muy antiguas en la región del
bajo Magdalena, pero no hay pruebas de que sean anteriores a los de la
tierra gramalotera. Las familias Peñaranda de Barranquilla y Santa Marta
provienen de los pueblos del Magdalena y los de estos pueblos aseguran
que provienen de Norte de Santander. Si el primer progenitor Peñaranda
vivió en Abrego, u Ocaña, o una población del Río Magdalena, no era
español, entonces su padre sí sería el español nacido en las llanuras del
Duero, al que buscamos para conectarnos con nuestro ancestro europeo.
Entonces tendríamos que ubicar a este europeo en el siglo XVI, o sea que
ése, el Peñaranda que vino a América no sería el supuesto Conde arruinado
ni el descendiente del Gobernador del castillo de Salamanca, Don Gómez
Sánchez de Peñaranda, ni un contemporáneo suyo, sino alguien anterior a
ellos, y aceptar como única verdad la llegada de los Peñaranda en plena
época de la Conquista Americana por Méjico y Costa Rica antes de arribar
a la Nueva Granada.

No retrocedamos más la llegada a América de nuestro primer padre


Peñaranda porque al ubicarlo antes del siglo XVII, tendríamos que deducir
que este Castellano llegó con la expedición de alguno de los grandes
Conquistadores Españoles o con Ambrosio Alfinger cuando enterró en
Sardinata su tesoro, o con mucho atrevimiento podríamos suponer que era
uno más de estos guerreros con indumentaria medieval, imponiendo su
poder desde lo alto de sus cabalgaduras, protegidos con armadura, luciendo
su brillante espada y su reluciente casco adornado con borlas, de aspecto
terrorífico de la cintura para arriba, pero con pinta un poco afeminada de la
cintura para abajo por sus medias blancas largas desde los pies hasta la
barriga, pantaloncito corto de color rosado estilo bombacho cubierto por
una pequeña faldita. Digamos que no era un conquistador de éstos, porque
las otras familias interpretarían esta suposición como una falta a nuestra
reconocida modestia, sino que fue un colono pacífico, sin casco ni lanza, de
época posterior a la de aquellos conquistadores, que abandonó su patria
para hacer su vida en este nuevo mundo.

80
La creencia del origen noble se especula porque en Europa hay nobles de
apellido Peñaranda. Una familia de la nobeza muy conocida es la de los
descendientes de Don Francisco Peñaranda Valdenebro Sotomayor
propietarios de todas las tierras de Valencia de Alcántara en Extremedura,
familia originaria de Soria como parece ser también la nuestra. Inclusive
fuera de España hay nobles de este apellido, como la familia aristocrática
Peñaranda de Franchimont, familia belga que se formó de los descendientes
del Cadete Luis de Peñaranda enviado por Felipe II para que prestara sus
servicios a su hermana, la gobernante de Flandes, Margarita de Parma. Los
Peñarandas Venezolanos parecen ser de Gramalote, recientes, pues el
primer Peñaranda que aparece viviendo en Venezuela es Don Evangelista
nacido a final del siglo diecinueve; sinembargo, en una barriada pobre de
Caracas encontraron una humilde familia Peñaranda que vendía un baúl
con documentos antiguos, y el periodista que la encontró descubrió que
estos catires tenían en sus ancestros nada menos que una rama de la familia
real de Austria, es decir que eran primos de la princesa de la película Sisí
Emperatriz. Este descubrimiento del periodista se lo trasmito a ustedes,
queridos parientes, sin comprometer a la familia con el parentesco de la
Princesa sino porque cada uno está en el derecho de decir las mentiras que
le cuentan; lo que uno nunca debe hacer, es, inventarlas.

Finalmente, para cerrar este frívolo tema, se decía que nuestras familias
cercanas, los Ordóñez y los Yánez, no se quedaban atrás en cuanto a
honorables ancestros.

LAS ORDÓÑEZ, además de que eran muy bonitas, puesto que todos los
Peñarandas les echaron el ojo, parecen provenir de un antepasado muy
importante en la región. Se sabe que los Ordóñez, provenientes de Méjico,
se asentaron inicialmente en Cuenca, Ecuador, y de allí vinieron a Girón,
Santander. Don Ignacio Ordóñez de Lara dejó dos descendientes Ordóñez
Valdez, uno en Girón Santander y el otro en Salazar, mientras que él
regresó a España con el oro que obtuvo de sus actividades comerciales. El
Ordóñez salazareño es el padre de Don Ignacio Ordóñez Valdez, padre de
Juana, Eusebia, Concepción, Carmen, Nepomucena y Josefa, mientras que
su hermano es el padre de otra rama numerosa formada por los
descendientes de José, Clímaco, Ramona y otros Ordóñez casados todos
con Peñarandas y con Yánez.

Nuestras otras parientas cercanas, LAS YÁÑEZ, rubias de ojos azules


serían descendientes de un explorador, Español pero que venía del Brasil,
según parece comprobar la Partida de Bautismo del “Primer Silverio
Yánez” encontrada en un pueblo de Galicia, valioso documento que
81
conserva uno de sus descendientes en Bogotá. Posiblemente ésta también
sea una versión cercana a la verdad porque, al igual que el de los
Peñaranda, el origen de los Yánez es muy antiguo en América. El padre del
primer Silverio Yánez, (el de Gramalote, no el Gallego), el esposo de Doña
Belén Peñaranda, era Don Javier, el abuelo era Don Vicente Yánez Soto, y
su bisabuelo Don Lorenzo Yánez Caballero. Entonces, el Silverio de
Galicia, explorador del occidente de nuestro departamento, sería abuelo de
Don Vicente de Gramalote, contemporáneo de Baltasar Peñaranda, el
Peñaranda más antiguo; este Silverio Yánez de Galicia debió llegar
también a finales de los mil seiscientos. Con la partida de bautismo del
Gallego en la mano debemos admitir que nuestros Yánez provienen de
Galicia, pero no descartemos el supuesto origen portugués, que en el fondo
viene a ser casi lo mismo, porque gallegos y portugueses del norte, son tan
cercanos como lourdenses y sardinateros, con el mismo origen, la misma
historia y hasta hablaban inicialmente un mismo idioma. En América hay
Yánez desde 1.492 y podría ser que los de aquí sean descendientes del que
llegó el 12 de octubre conduciendo una de las carabelas.

FAMILIAS PEÑARANDA EXISTENTES ENTRE


1.750 y 1.800
Familia de Don Pedro José Peñaranda, casado con Doña Isabel López
Hijos: Jacinto, Urbano y José María.
Familia de Don Bartolomeo Peñaranda, casado con Dña Estefanía Molina
Hijos: Januario, Juan Bautista y Tomás.
Familias de Esteban Peñaranda, esposo simultanea o sucesivamente de
Isabel Moreno, Teresa Ramírez, Josefa Ramírez y Gertrudis Niño
Hijos: Simón, Inocencio, Valeriano, y seguramente otros hijos.
Familia de Don Juan Andrés Peñaranda
Hijos: Rita (y otros?)
Familia de Don Julián Peñaranda
Hijos: Pablo Vicente (y otros?)
Familia de Doña Antonia Peñaranda
Hijos: José Concepción y otros.
Otras familias Peñaranda padres de:
Carlos, Andrés, Hermenegildo y otros.

82
CAPITULO 6

LOS PEÑARANDA EN LA COLONIA.


Julián el Salazareño, el primer Peñaranda colombiano, de sangre roja, a
diferencia de su padre Español de sangre azul como algunos creen, tuvo
una infancia feliz en su amplia casa de la finca, acompañado de sus
hermanos mayores, obreros, criados y esclavos, quienes eran a la vez sus
amigos, protectores y maestros. Jugaba con los animales de la finca, corría
por el patio y por los caminos, montaba a caballo atravesando montañas
para achicar el ganado, enlazaba los novillos y puesto que era hijo de
españoles, seguramente también sabía torear. Aprendió poco a poco los
oficios de la ganadería y la agricultura con la sola observación y la práctica
con los mayores. Una maestra en la casa de la finca le enseñaba por las
tardes lo que fue su única educación, hasta los 10 años de edad cuando se
cansó de escribir y borrar todos los días en la misma pizarra con marco de
madera, que medía un poco más de una cuarta de largo y un poco más de
un geme de ancho. Era la misma que usó los 4 años de estudios, y que
cargaba permanentemente en una mochila de fique debajo del brazo.
Consideró que leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir, eran la
instrucción suficiente para la época y para la vida rudimentaria y campesina
que llevaban. Lo demás se lo enseñará la vida dijeron sus padres quienes
estuvieron de acuerdo con la decisión del niño cuando no quiso estudiar
más. Para las niñas la educación era más limitada aún, pues sus clases eran
más encauzadas hacia las artes como costura, bordados y pintura, y porque
debían ayudar a las faenas domésticas. Para eso, y para tener hijos, no
necesitaban estudiar. Tanto es así que en época relativamente reciente, la
distinguida viuda de Don Francisco Peñaranda Ordóñez, Coronel de las
Fuerzas Nacionales, ascendido póstumamente a General, Alcalde de
Gramalote, fallecido tres años antes, Doña Dominga Yánez Ordóñez,
esbelta rubia cincuentona, elegantemente vestida con trajes europeos como
se ve en las fotografías, y engalanada con valiosas joyas, se presentó a la
notaría de Gramalote el 7 de enero de 1.898, para hacer la escritura de
sucesión de su rica herencia a sus hijos. El Notario firmó por ella porque la
flamante y ricachona dama, no sabía firmar. Sólo algunos sobresalientes
estudiantes varones decidían seguir progresando intelectualmente, para lo
cual tenían que ir a vivir internos en un colegio de comunidades religiosas
de Pamplona, corriendo el riesgo de que, a quien sacara 5 en Apologética,
lo dejaran ensotanado para siempre.

83
Los apacibles días en estos silenciosos pueblos durante la época de la
Colonia, empezaban con la misa de gallos en la que el sacerdote no sólo
enseñaba su doctrina que era su función principal, sino que regía el
ordenamiento de la comunidad y dictaba las normas sociales para la
armónica convivencia de los ciudadanos. Era el director de todos los
aspectos sociales, juez en los conflictos, conciliador en las desavenencias,
consejero, modelo de conducta y de abstinencia sexual y líder de la
sociedad, para lo cual tenía además de unas capacidades innatas, una
educación superior a la de sus feligreses. Su condición de juez la asumía a
cabalidad tanto que después de dar su veredicto aplicaba la justa pena en el
confesionario. La autoridad civil y la policía también cumplían su parte de
obligación cuando la justicia del sacerdote no era suficiente; encarcelaba y
aconductaba a bolillazos a quienes se descarrilaban de las normas, y los
recaudadores de impuestos hacían lo suyo llevándose para la capital “otro
diezmo” de las ganancias que producía esta gente trabajadora. Para eso y
para reclutar combatientes para sus guerras era que los dirigentes de
Santafé se acordaban de los habitantes de estas montañas, porque por lo
demás estaban desconectados y abandonados por la capital. Lo refiere
nuestro pariente Jaime Pérez López en su libro Venezuela-Colombia, sobre
los episodios de integración y desintegración de la región fronteriza, y
explica cómo estos pueblos y ciudades formaron virtualmente, y casi
formalizaron, una república que tenía por capital Maracaibo, que era la
ciudad más importante y su puerta al Caribe y al mundo gracias a su
intenso comercio por los ríos Zulia y Catatumbo. Pero no todo fue
integración Colombo-Venezolana: el Concejo de Gramalote trató de
torpedear la hermandad de nuestros países cuando le declaró la guerra al
vecino país, afortunadamente sin consecuencias graves porque Caracas no
quiso aceptarle a Gramalote la belicosa carta.

Podemos imaginar a los primeros Peñarandas, en sus amplias fincas aún en


formación rodeadas de selva, o en las pequeñas aldeas embriones de los
ordenados pueblos de hoy, donde las gentes vivían día tras día encorvados
sobre el surco del cultivo, rodeados de sus mulas, perros, bueyes e
instrumentos de labranza. En los campos soltaban el azadón cuando oían, a
lo lejos, los campanazos de la iglesia que anunciaban el mediodía, como en
el famoso cuadro de El Ángelus, se quitaban el sombrero, lo ponían sobre
su pecho y se inclinaban muy serios y piadosos hacia donde suponían que
quedaba Jerusalén. Imaginemos sus escasas comodidades, su dieta
alimenticia, su vestimenta y su vivienda. Los pueblos con calles de piedra
por la que circulan vacas y caballos, que quedaban desiertas al oscurecer,
iluminadas precariamente con una o dos lámparas de vela de sebo o de
aceite. El agua de beber y cocinar se traía de la quebrada vecina en múcuras
de barro, y para las familias numerosas en barriles de madera cargados en

84
las angarillas de lentos burros. En las casas los inmensos solares parecían
potreros en los se achicaban por las noches las vacas del ordeño y los
caballos de la familia. Las amistades, las enemistades, los juegos y los
deportes, las reuniones todas las noches de las treinta o cuarenta personas
que componían la familia. Los amores y los matrimonios y otros aspectos
de la vida colonial los podemos ver hoy en las zonas rurales donde las
costumbres no han cambiado sustancialmente. Nuestra antigua familia
encerrada en unas cuantas montañas se mantuvo antiguamente aislada del
resto del mundo, situación que cambió cuando sus recursos económicos les
dieron la oportunidad de enviar a sus hijos a estudiar a sitios distantes y
luego cuando emigraron a las ciudades.

Las fiestas del pueblo, generalmente en celebración del algún santo, se


iniciaban con pólvora y misa a las cuatro de la mañana, y después, a las 9,
la misa mayor, en la iglesia sin bancas por lo que cada feligrés llevaba un
taburete o una sillita plegable y una pequeña alfombra para arrodillarse.
Luego un bazar en el parque en el que participaba todo el pueblo y la gente
del campo, con la consabida vara de premios en la que duraban todo el día
los muchachos tratando de subir, o el marrano afeitado y engrasado con
manteca que se llevaba el que lo agarrara. Se aprovechaba la fiesta para
apostar en una especie de ruleta hecha en un redondel en el piso donde un
conejito debía entrar en una de las 12 casitas numeradas, o el cruel deporte
de tratar de arrancarle la cabeza a un gallo colgado de las patas en una
cuerda, pasando por debajo de ella en veloz galope, o en un rincón de la
plaza, las peleas de gallos, espectáculo dominical de los antiguos
Peñaranda, herencia que conserva todavía Jorge en su finca de Corozal
donde cría miles de estos finos y costosos animales.

En la tarde, corrida de toros, con dos o tres animales escogidos por su


bravura y obsequiados por alguno de los grandes ganaderos, usando todo
el parque como “ruedo”. No había toreros sino que todos los espectadores
eran toreros espontáneos que sacaban lances con cualquier manta o con el
mismo sombrero. Envalentonados por la borrachera, los pobres toreaban a
pie y los ricos en sus caballos ensayando una triple mezcla de rodeo, coleo
llanero y rejoneo, en la que el toro moría más por los maltratos que le
propinaban, que por un certero arponazo como lo hacen los profesionales
de hoy. Todo como ahora en medio de aguardiente, chicha de maíz,
guarapo de caña y guarrús de arroz, y bajo los compases de los pasodobles
con los que se hace homenaje a la Madre Patria. Podemos suponer que a
estas fiestas llegaban también antiguamente gitanos adivinando la suerte y
vendiendo objetos traídos de tierras lejanas, joyas de oro, esmeraldas de
Boyacá, lienzos de lino y de algodón, mulas y caballos. También llegaban a
estos antiguos, apartados y atrasados pueblos, circos con payasos,

85
malabaristas y titiriteros, o compañías de teatro, o troveros y vendedores
ambulantes que viajaban por todo el país como en los pueblos Europeos de
la Edad Media.

Eran los Peñaranda quienes hacían las fiestas, donando los toros,
ofreciendo los premios para los disfrazados y haciendo cabalgatas
arrojando confites a los niños y aguardiente a los hombres, costumbre que
conservaron hasta épocas recientes como se recuerda en las últimas fiestas
populares con motivo del bautizo de Efraim, el hijo menor de Don
Belisario, o la celebración del Diploma de Bachiller de su hermano que se
efectuó varios días seguidos en Lourdes, Gramalote y Sardinata con una
provisión de 6 novillos que asaron “a la llanera” para todos los invitados en
cada uno de los tres pueblos, y la fiesta de tres días en la finca “Los
Dardanelos” para celebrar el Título de Médico de Carlos Luis. También fue
recordada en el siglo pasado la fiesta del 6 de enero que celebraban todos
los años en San Roque: todos los Peñaranda de Lourdes “bajaban” y los de
Sardinata “subían” disfrazados a comer, beber, bailar y dormir hasta el día
siguiente.

A propósito de bebidas alcohólicas, ¿por qué los Españoles no trajeron los


viñedos a nuestra región durante la Colonia para disfrutar el vino que ya
habían aprendido a fermentar tres mil años antes? En nuestras tierras de
Villa del Rosario cultivaron la vid y produjeron vino los Italianos mucho
tiempo después, en la época de la República, cuando otros extranjeros
diferentes a los Españoles pudieron venir a intervenir en los procesos
productivos y comerciales. A los Italianos los imitó luego Luis Alfredo
Peñaranda, gracias a que aprendió el arte de la vinicultura cuando convivió
con los campesinos en sus comarcas al sur de Francia. Su viñedo y sus
barriles de fermentación estaban en su finca al lado de la casa La Bagatela
donde vivió Antonio Nariño durante el Congreso de 1.821, allá mismo en
Villa del Rosario, al frente de los escombros que el terremoto dejó de la
antigua iglesia. Trajeron los españoles el aguardiente pero toleraban el
consumo del guarapo y la chicha. La cerveza no la trajeron ellos, sino la
familia Koppel de Alemania quien hizo famosa la cerveza Bavaria, que
vendían en todo el país, transportándola en cajas, empacada cada botella
con esmero en un estuche de hoja de palma como si fuera una fina joya.
Muchas cosas buenas no quisieron traer los Españoles a América, ni los
viñedos, ni los olivares, ni los palacios, ni los jardines, ni los castillos, ni el
dulce sonido de las gaitas del Norte de España. Pero en cambio nos trajeron
cosas tan malas como la pólvora, los ritos crueles como el toreo o las peleas
de gallos, las armas de fuego, la esclavitud, el fanatismo religioso, la
Inquisición y otras formas de opresión y hasta la sífilis: está probado que

86
no se la prendieron nuestras indias querendonas a los conquistadores, sino
ellos a ellas.

Una parte de la música era de los indígenas pero la mayoría era proveniente
de España e interpretada con instrumentos más rudimentarios. Luego
llegaron violines italianos que producían suaves y alegres frases musicales,
a las que contestaban las trompetas y acompañaban los tambores y las
guitarras. En qué fechas fueron llegando a nuestros pueblos otros
instrumentos musicales, el acordeón, las pianolas y cuándo llegó a
Gramalote el primer piano o el primer órgano para la iglesia? – Se
recuerda, en época más reciente, la traída de Europa por el padre Ordóñez
de un gran armonio para la Iglesia de Lourdes, cuyo recorrido final desde
Gramalote fue una odisea en la que participaron todos los devotos varones
Lourdenses.

¿Nos hemos alguna vez formado una imagen de los antiguos viejos cuando
eran jóvenes? Nos hemos imaginado a Don Juan Bautista o Don Januario
en su vida diaria? - ¿Tocaban alegremente guitarra violín o flauta nuestros
abuelos o eran tan serios y secos como se ven en los dibujos? Se sabe que
los hermanos Don Vidal y Don Ezequiel eran los músicos de la antigua
Sardinata, herencia que recibieron varios de sus hijos como Don Martín y
Don Domingo y sucesivamente hasta las generaciones actuales, como Luz
Helena, soprano de presentaciones líricas de primerísima calidad en
Bucaramanga, y directora de los Coros de Comfenalco. Las veladas de los
días festivos o en los cumpleaños empezaban temprano en la tarde con unas
onces que terminaban con un plato de buñuelos de yuca empapados en miel
de panela o con “dulce de platico” – la mitad de arequipe y la otra mitad de
mora, higo, durazno o albaricoque. Después pasaban a la sala para
conversar, oír música y bailar, y empujaban al centro de la sala al que sabía
tocar algún instrumento o a la jovencita que sabía cantar o recitar, hasta que
el ambiente se acaloraba y todos se volvían expertos bailarines. Me
imagino a Estefanía Molina muy joven y muy bonita y a su novio Bartolo,
por allá en 1.750, bailando al estilo europeo un vals donde las parejas, en
dos filas, los hombres a un lado tomando la mano enguantada de la dama
de la otra fila formaban un arco por debajo del cual pasaban correteando las
otras parejas, o una polka girando a toda velocidad enganchados de sus
brazos, o haciendo brincos elegantes y zapateados el uno frente al otro al
son de una contradanza, o a Doña Nepomucena amacizada con Don José
María en plena fiesta a la vista de todos, embelesados con su amor y
desinhibidos por el alcohol. A medianoche, después de la cena de tamal de
cerdo, pan y chocolate, se iban a dormir las damas, los ancianos, los niños
y los hombres puritanos, mientras que los más díscolos se quedaban
bebiendo hasta el amanecer.

87
Todos nacían, vivían y morían sin haber conocido más allá del río o la
montaña que limitaba su finca; la única salida era para ir al pueblo los
domingos, por razones comerciales y sociales. Pero salir a otra ciudad,
talvez Pamplona, la ciudad más importante de la región, sería algo tan
difícil, costoso y lejano como sería para los actuales Peñaranda conocer
París. Baste con decir que tres siglos después, todavía no existía una
carretera que conectara al Norte de Santander con Bogotá; primero se
comunicó el Táchira con Caracas. La carretera a Bucaramanga se hizo
ahora en 1.948 con el trazado a pico y pala que a pesar de estar
pavimentada parece un camino del siglo diecinueve; la carretera
Gramalote-Lourdes sólo se hizo en 1.935; un poco antes habían hecho las
carreteras a Salazar y a Gramalote; la carretera Cúcuta-Sardinata se terminó
después de los años sesenta del siglo XX, y la carretera a Ocaña todavía en
el siglo XXI la están haciendo. Esto explica por qué la tierra de nuestros
abuelos se mantuvo aislada del resto de Colombia pero muy activamente
integrada a Maracaibo y al Caribe por la vía fluvial del Zulia y el
Catatumbo. Era común que los Nortesantandereanos en épocas más
recientes, enviaran a sus hijos a estudiar a las islas del Caribe; Tona
Peñaranda fue una de las alumnas que estudió en Trinidad-Tobago; sus
estudios fueron el Piano y el Inglés. Llegó hecha una pianista consumada y
hablando un “perfecto inglés” creían sus parientes, pero cuando le pusieron
en una visita una partitura para que los deleitara con su virtuosismo, se
excusó diciendo que ella había aprendido a tocar piano “pero en Inglés”.

La rutina diaria se interrumpía sólo dos veces cada semana: el viernes era
un día distinto porque, en las mañanas se llenaban las calles de pordioseros
pidiendo en cada casa una limosnita que todos daban con gusto, y por la
tarde el espectáculo de la llevada del novillo al matadero atravesando las
calles del pueblo, lo que se convertía en un espectáculo en el que
participaban todos los muchachos, armando un espantapájaros en la mitad
de la calle para que el toro lo desbaratara de una embestida; una docena de
hombres corría adelante con una soga de 20 metros tirando del animal y
otro grupo igual con otra soga detrás, frenándolo. Los mayores recuerdan la
vez que el toro asustado corriendo calle abajo quedó encaramado en el
techo de la casa cural.

El otro día diferente para salir de la monotonía era, claro está, era el
domingo, el día de la misa y del mercado. Los indios provenientes de las
montañas cercanas o de las Encomiendas y Reducciones de Arboledas,
llenaban de tiendas o ventas la plaza central de piso de tierra debajo del
árbol grande del centro, piso que era barrial o tierrero polvoriento según
lloviera o hiciera sol, y en una de las esquinas dejaban sedientas y
hambrientas las bestias amarradas todo el día. Las tiendas eran una mesa

88
cubierta de un toldo de lienzo blanco a “dos aguas”. Sobre la mesa, los
productos agrícolas que estaban a la venta, mantas, sal, cueros, coca,
pájaros, guacamayas y loros. Toda clase de alimentos, huevos, gallinas
gordas, cerdos, conejos, aguacates, etc. Los campesinos elaboraban para
vender los domingos canastos y petacas de paja, mochilas y alpargatas de
fique, múcuras y otros chorotes de barro y los sombreros que se hicieron
famosos en el mundo con el nombre de sombrero de Panamá, pero que,
(refiere Susana Valdivieso en su libro sobre Bucaramanga), no eran
Panameños sino eran hechos por los campesinos santandereanos con el
nombre de sombreros de jipijapa. Detrás de la mesa, la campesina a la vez
que vendía sus productos, comadreaba con las otras señoras de las tiendas
vecinas, mientras que el hombre departía con sus amigos a quienes sólo
veía los domingos, al calor de la chicha de maíz o el mazato de arroz, o
jugaban 21 palos de bolo hasta que el mareo del alcohol y la oscuridad de
la tarde les indicaba que debían volver a sus campos, cuesta arriba, él,
borracho casi acostado en la mula y ella y los hijos colgados de la cola del
animal.

La historia habla de “las grandes haciendas esclavistas de Salazar de las


Palmas”, que compraban esclavos junto con los explotadores del oro de
Vetas tal vez en número más pequeño que en otras regiones de Colombia, y
se mezclaron rápidamente con los indios Chitareros dominados muy
pronto, y los Motilones del Zulia y el Sardinata más tardía y difícilmente.
La mayor parte de las haciendas las explotaban los colonos con el trabajo
de los mestizos, los blancos pobres y los indios locales a quienes habían
dominado, con escasos esclavos africanos traídos por el Magdalena y por
Maracaibo. (Debió ser así, con muy pocos africanos, porque en estas
regiones sólo vinimos a conocer a las personas de raza negra al final de
siglo veinte, no como esclavos, sino como adinerados turistas, Maracuchos
opulentos que llegaban en lujosas camionetas a derrochar sus valiosos
bolívares en los bares y los almacenes de Cúcuta y Pamplona).

Por lo menos tenemos informe de que uno de estos antiguos finqueros fue
esclavista: En el libro 5 de las partidas de bautismo de la casa cural de
Salazar, en su folio 134 deteriorado y manchado se lee: “Salazar diez y
ocho de febrero de ochocientos treinta y tres. Yo el cura párroco bauticé,
olié y crismé a ..., hijo legítimo de Benigno Sánchez y Eusebia Díaz,
esclavos del señor Don Alberto Peñaranda, de esta feligresía...”. En el
mismo archivo, seis años después encontré el bautizo de otro esclavo de
Don Alberto: “Salazar 23 de Julio mil och/tos treinta y nueve. Yo el cura
párroco B/cé. Solemne/te una párvula a q/n llamé Fca. de la Encarnación hija
natural (libre) de Bernardino Peñaranda, esclavo de Don Alberto Peñaranda
y de Graciela Bermón (libre)...”. Inicialmente creí que nuestro antepasado

89
Alberto tenía trabajando como esclavo a su pariente Bernardino. ¿Sería
capaz Don Alberto, cuya nobleza de alma quedaría en entredicho, de tener
como esclavos a sus primos pobres? Tuve que acudir al pariente erudito
que me acompañaba ese día en la investigación genealógica, para que me
explicara si era posible que un Peñaranda hiciera gala de tanta bajeza de
sentimientos: No. – Bernardino no era primo de Don Alberto, me explicó,
sino que los amos les daban a veces a sus esclavos su propio apellido y por
eso el esclavo se llamaba Bernardino Peñaranda. Qué tan nutrida era la
explotación de esclavos en estas regiones no lo sé, pero las partidas de
bautismo son la constancia de que hubo abuelos esclavistas, cuando ya la
esclavitud había desaparecido en gran parte del mundo veinte años antes.
Entiendo que Francisca de la Encarnación, la hija del esclavo de Don
Alberto, nació libre porque su madre era libre, pero no sé si llevaría el
apellido Peñaranda que el patrón le había otorgado a su padre como
muestra de generosidad. La partida de bautismo no lo registra, pero si es
así, ¿algunos Peñarandas descienden de esclavos libertos?. Los libros
parroquiales antiguos son muy explícitos para la identificación de las
personas en cuanto a su raza y su posición social: el libro de defunciones
refiere si son sirvientes, esclavos, vagos o limosneros, o si son negros,
indios, mulatos, o de “color pardo” (?) - como identifica el párroco en el
libro # 1 de Defunciones a un tal Salvador Peña al depositarlo en su última
morada.

Dicen que cuando murió la señora Estefanía Molina, el viudo, Bartolomé


Peñaranda, concedió la libertad de una esclava con quien ya tenía dos hijos
y se casó con ella en segundo matrimonio a pesar del rechazo de toda la
familia. Si la leyenda es cierta, debió pasar por encima de los rígidos
preceptos sociales y el desacuerdo de su familia, para casarse con su
esclava, en una época en que los matrimonios se arreglaban dentro de su
misma clase social, más por conveniencia de los suegros que por amor de
los contrayentes. La ruleta de los genes ha hecho que por esta y otras
uniones los genes celtas se hayan diluido en sus descendientes.

La familia se fue mezclando con otras familias similares y vecinas, sobre


todo con los Ordóñez, y posteriormente intercambiaron sus genes con los
de los Yánez. Don Ignacio Ordóñez Valdez, pudo haber vivido entre 1.740
y 1.790, hijo de Ignacio Ordóñez de Lara quien era, según decían, un
colonizador procedente de Méjico cuyos descendientes se afincaron en
Girón y Salazar. Don Ignacio y Don José Ordóñez eran grandes
productores de cacao y como eran propietarios de grandes haciendas fueron
posteriormente los más importantes productores de café de la región y por
lo tanto de Colombia. No sólo eran los grandes productores sino que tenían
el monopolio del transporte en mulas. Hasta bien adelantado el siglo veinte,

90
estas familias Ordóñez, Yánez, Peñarandas, Omañas, etc. transportaban el
café por Salazar y Durania hasta La Donjuana, donde lo embarcaban en
ferrocarril para exportarlo a Estados Unidos y Europa.

Don Ignacio, además de ser un importante finquero, tenía su actividad


comercial en un costado de la plaza en un local que, aunque se llamaba
también tienda, era muy diferente y muy superior a las que armaban los
campesinos en el piso de tierra del parque. Este era un local grande en su
casa de habitación, con tres puertas de entrada. Muy bien surtido de víveres
y abarrotes, tabacos, chinchorros, telas, productos para el aseo, platos y
ollas, herraduras, monturas para las bestias y elementos metálicos para el
agro, arados, azadones, y hasta aguardiente y miche producidos por él
mismo y una pequeña cantidad de leche que traía de su finca, muy poca,
porque muchas familias tenían una o dos vacas para la leche de consumo
diario, que pastaban en potreros cercanos, y las traían todas las tardes para
encerrarlas en los solares de su casas y ordeñarlas temprano en la mañana
antes de llevarlas nuevamente a pastar. Este ritual lo hacían los hijos
menores usando el portón grande del solar por donde entraban también las
mulas y caballos que usaban permanentemente. Don Ignacio detrás de
varios mostradores de madera y enmarcado por otros que quedaban a su
espalda contra la pared, atendía su nutrida clientela. Era un tendero muy
atento, nunca hacía una rebaja porque “Nuestros precios son Fijos” - decía
el letrero a la vista de todo el mundo - y recibía todos los medios de pago
circulantes, desde macuquinas, patacones, reales, medios y cuartillos y
hasta tomines de oro, cruces y barras de plata y monedas norteamericanas y
francesas que eran de circulación corriente.

Cerraba el negocio a las 12 en punto cuando su esposa lo llamaba para


almorzar y llegaban de la escuela sus lindas niñas Carmen, Eusebia, Josefa,
Juana, Concha y Nepa. Dormía una siesta y abría nuevamente las puertas a
las dos y media para cerrar a la hora de la comida. Después abría un rato
más, no tanto por las ventas que eran muy pocas a esa hora, sino para
conversar con los amigos que venían a esa hora. Unos de los amigos que
más lo frecuentaban eran los hermanos Pedro José y Bartolomeo Peñaranda
quienes se dedicaban como todos los finqueros de la región a la ganadería,
al cultivo del cacao en las lejanas llanuras cálidas de Sardinata y al cultivo
del café en las montañas de clima templado. Eran clientes permanentes de
Don Ignacio hasta el punto de que el tendero les despachaba con el
mandadero los pedidos que le hacían, y cada dos o tres meses le cancelaban
todo, ocasión que aprovechaban para hacer una visita más formal, sentados
en taburetes en el andén de la calle, comentando los sucesos del pueblo y
las noticias que traía el cura párroco por sus viajes u otro forastero. La
charla se animaba con unos aguardientes que Don Ignacio destilaba

91
clandestinamente hirviendo el guarapo enfuertado y condensando el vapor
después de haberlo saborizado con anís, díctamo real y anamú.
Ocasionalmente, cuando quería atender a sus amigos por un motivo
especial, sacaba de la alacena del comedor, la damajuana que contenía una
mistela que preparaba mezclándole al vino Italiano unas onzas del
aguardiente de la casa. A veces, en vez de sus padres o en vez del
mandadero, venían los jóvenes Jacinto, Juan Bautista, Baldomero y José
María, quienes a la vez que hacían sus compras aprovechaban para echarle
el ojo a las hijas de Don Nacho. Y se gustaron mutuamente porque a las
Ordóñez no les gustaban sino los Peñitas, mientras que las antiguas
muchachas Peñaranda preferían a los Yáñez como se ve en los cuadros del
final de este capítulo, formando antiguamente muchas familias Peñaranda-
Ordóñez y Yáñez-Peñaranda.

Comentaban en sus tertulias los grandes hitos de la historia de la


Humanidad que no tocaron este rincón del mundo, como el gran
movimiento social de Europa y el poderío de Napoleón; Europa se unía y
se dividía: cuatro países europeos dominaban el mundo y los Peñarandas en
sus caseríos se asombraban a lo lejos de los grandes descubrimientos
tecnológicos. Supieron cómo las grandes familias de la realeza de toda
Europa se unieron para aplastar la Revolución Francesa cuyas ideas
estimularon la Independencia de las colonias americanas. Los
neogranadinos fueron influenciados por los aires de independencia que
venían, por una parte del Perú, para los pobres e indígenas, y de Europa
para los criollos cultos. ¿Qué tanto afectaron a nuestros antepasados estas
nuevas ideas revolucionarias? Mientras nuestros abuelos Pedro, Bartolo y
Esteban se preocupaban únicamente del estado de sus pastos, el país se
agitaba con la REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS. Sí los tocó de
cerca: a poca distancia de Salazar, en Silos, se aprobaba el Acta del 14 de
Junio de 1.781 que terminaba con la siguiente incitación a la subversión:
“!Que viva el Rey Inca Tupac Amarú y muera el Rey de España y todo su
mal gobierno y quien saliera a su defensa!”. Semejante proclama sugiere
que antes de la llegada de los españoles, nuestros indígenas tenían
influencia del Imperio Inca, y además llama la atención que mientras en las
provincias socorranas gritaban “vivas” al Rey de España (Carlos III) y
“mueras” a su mal gobierno, nuestros vecinos Sileros fueron mucho más
revolucionarios, desconociendo del todo la autoridad Europea y
proclamándose súbditos de Tupac Amarú a quien nombraron Rey de
América. Por vecindad, estas revueltas afectaron a Salazar y toda la región.
Las revueltas focales que relata la Historia sucedieron frecuentemente en
sitios muy cercanos a nuestra familia. Además de Silos, hubo
manifestaciones antiespañolas y bloqueos de vías en Salazar, Pamplona,
Ocaña, Villa del Rosario, Lobatera, San Antonio y San Cristóbal,

92
movimientos y bloqueos que fueron importantes porque interrumpían las
comunicaciones de la Nueva Granada con el Río Magdalena, el Lago de
Maracaibo y Caracas. Puesto que tocaron los pueblos de nuestros
antepasados, ellos debieron participar pero posiblemente no hubo líderes
Peñarandas ni activistas de importancia porque en esa época la familia era
muy pequeña, apenas vivía la segunda generación de Peñarandas
colombianos, es decir unas pocas familias, seguramente aún no muy
influyentes.

No hay historia de qué lado – español o americano – se alinearon nuestros


ancestros. Si nuestros antepasados cultivaban tabaco, tal vez les incumbía
la revuelta, y estarían en contra de la ley de “Las Reales Rentas del
Tabaco”, o que el peaje que pagaba cada cabalgadura al entrar a Bogotá se
invirtiera equitativamente en obras públicas de otras regiones. O más
impuestos para sostener la Armada de Barlovento, con la que se pretendía
impedir que los Piratas Ingleses del Caribe se llevaran el oro que los
Galeones llevaban para España. A nuestros ancianos en Gramalote, qué
tanto les podría interesar, hasta el punto de ir a la lucha, que les rebajaran el
valor de la Santa Bula de la Cruzada y el “novísimo impuesto” de 2 pesos
para los blancos y 1 peso para los negros, indios y mulatos, destinado a
preservar la fe cristiana en todos los dominios de Rey de España.

Terminada la lucha e incumplidas las Capitulaciones que había firmado en


misa solemne el Virrey Arzobispo, me imagino a algunos de nuestros
parientes revolucionarios retornando hasta sus parcelas, si es que fueron a
la marcha, y cogiendo nuevamente el azadón, cuando escucharon la
sentencia contra José Antonio Galán que decía: “... teniendo la dicha de
nacer en los Dominios de un Rey, el más Piadoso, el más Benigno, el más
Amante y el más Digno de ser Amado de todos sus súbditos, como el que
la Divina Providencia nos ha dispensado en la muy Augusta y Cathólica
Persona del Señor Don Carlos III (que Dios guarde), que tan liberalmente
ha erogado, a expensas de su Real Erario, considerables sumas para proveer
estos “bastos Dominios” de los auxilios espirituales y temporales, no
obstante los graves y urgentes gastos que en el día ocupan su Real atención,
habiendo estos reos y sus pérfidos secuaces olvidado las piedades y gracias
de su Real Clemencia; atendida su estupidez y falta de Religión, viendo el
abuso que hacían de ellas, siendo ya preciso usar el rigor para poner freno a
los sediciosos y mal contentos, y que sirva el castigo de este Reo de
ejemplar escarmiento del horroroso crimen que comete en resistir a sus
legítimos Superiores representantes de nuestro muy Cathólico y Amado
Monarca... condenamos a Joseph Antonio Galán a que sea sacado de la
cárcel, arrastrado hasta el lugar del suplicio, puesto en la horca hasta que
naturalmente muera; que bajando se le corte la cabeza, se divida su cuerpo

93
en cuatro partes y pasado el resto por las llamas para lo que se encenderá
una hoguera delante del patíbulo; su cabeza será conducida a Guaduas, la
mano derecha será expuesta en la plaza del Socorro, la mano izquierda en
San Gil, el pie derecho en Charalá y el pie izquierdo en Mogotes, declarada
por infame su descendencia, asolada su casa y sembrada de sal para que de
esta manera se dé al olvido su infame nombre”. Nuestros parientes
revolucionarios, si los hubo, debieron volver aterrorizados a los potreros
cercanos de la quebrada La Calderera, con cara de “yo no fui”, y con la
promesa de volverse mudos y sumisos para nunca en la vida volver a
enfrentarse al gobierno, así se murieran de hambre.

Años después y con similares ideales, y también como repercusión de lo


que sucedía en Europa, vino LA INDEPENDENCIA. Napoleón destronó al
Rey de España Fernando VII y los criollos Bogotanos, y Cartageneros, (y
Doña Águeda Gallardo en Pamplona el 4 de Julio de 1.810), aprovecharon
para pescar en río revuelto y proclamarse independientes. Reconquistó el
poder Fernando VII y reconquistó la Nueva Granada con Pablo Murillo El
Pacificador con su “Régimen del Terror”, campaña que se inició con los
tres meses del Sitio de Cartagena, mientras los Peñaranda en sus ardientes
potreros permanecieron inmutables.

Tal vez no fue muy importante la participación de nuestros más antiguos


abuelos porque, como hemos dicho, los Peñarandas de esa época eran
apenas unos siete señores con sus niños, tal vez sin mucha influencia social
o porque, a quienes tenían sus fincas, sus esclavos y sus morrocotas, no les
debió gustar el cuento de que todos los hombres nacen iguales y libres,
concepto que les transmitió Bolívar cuando seguramente habló con ellos en
sus casas promocionando su proyecto independista. Nuestros tatarabuelos
seguramente conocieron al Libertador y discutieron con él cuando el
hombre más importante de América era apenas un incipiente revolucionario
que pasaba por sus fincas animándolos a colaborar con la lucha. Vivían por
esa época Don Januario, Don Juan Bautista y otros primos de la segunda
generación de Peñarandas Colombianos; también tuvieron la fortuna de
conocer a Bolívar, a Santander, a Anzoátegui los de la tercera generación
de Peñarandas: Don Pacho, Don Roque, Don Vidal, etc. quienes nacieron
ya en el siglo diecinueve. Algunos lo apoyarían pero otros lo rechazarían
porque, los más interesados en la Guerra de Independencia eran los criollos
de familias prestantes de las ciudades que aspiraban a cargos públicos hasta
entonces reservados a los Españoles, y no nuestros campesinos Peñaranda.

A nuestros ancestros agricultores y ganaderos no les debió importar mucho,


o no supieron, que ahora éramos hombres libres y que ya no éramos el
“Virreinato de la Nueva Granada” sino la “República de la Gran Colombia”

94
como se acordó en el Congreso de Cúcuta de 1.821. Recordarían algunos
antiguos de los nuestros, el escarmiento sufrido por la revuelta anterior de
Los Comuneros, y como a los perros no los operan dos veces,
permanecieron pacíficos en sus tierras ajenos muchos de ellos a la gesta
patriótica que se llevaba a cabo en el resto del Continente. También es
cierto que, en la comarca de los antiguos Peñaranda, la guerra de la
Independencia tuvo momentos álgidos como la reconquista de los Realistas
de Salazar y San Cayetano, y parte importantísima de la “Campaña
Admirable”, la batalla del “Alto de La Aguada” en Gramalote, con la que
expulsaron a los Realistas quienes tuvieron que correr a refugiarse en
Cúcuta. Finalmente, consolidada la Independencia, todos los Peñaranda, los
que habían apoyado a Bolívar y los que lo habían rechazado, aclamaron al
que ya se reconocía mundialmente como “El Libertador”, cuando visitó
nuevamente Salazar en 1.820. Como estas guerras tocaron las regiones del
occidente del departamento, nuestros antepasados no pudieron evitar que
tuvieran que involucrarse de alguna manera en ella. Aunque no se relata en
la Historia ningún líder o comandante importante, hay registro de varios
Peñarandas de los nuestros que murieron en la guerra emancipadora:
CELSO PEÑARANDA muerto en la batalla de Cachirí, CLEMENTE
PEÑARANDA de San Cayetano, e INES PEÑARANDA, fusilada en la
plaza de Salazar, en marzo de 1.816 por orden del Coronel Sebastián de la
Calzada, por el delito de ser amiga de Bolívar.

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Marco Tulio, Eleázar, Gonzalo. – La Aurora 1935

Pedro León Peñaranda Escalante


Héroe de la Guerra contra Perú

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A LAS ORDOÑEZ LES GUSTABAN LOS PEÑARANDAS

ANTIGUAS FAMILIAS PEÑARANDA-ORDÓÑEZ :

EUSEBIA ORDÓÑEZ SERRANO


Esposa de
JUAN BAUTISTA PEÑARANDA LÓPEZ
Padres de:
Belén PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Felipe PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ana Josefa PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ramona PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Julián PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Concepción PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Epifanía PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ana María PEÑARANDA ORDÓÑEZ

JUANA ORDÓÑEZ SERRANO


Esposa de
JACINTO PEÑARANDA LÓPEZ
Padres de:
Francisco PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Roque PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Benigno PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ramón PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Viviana PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Vicenta PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Eustaquio PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ascensión PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Patricia PEÑARANDA ORDÓÑEZ

CARMEN ORDÓÑEZ SERRANO


Esposa de
BALDOMERO PEÑARANDA
Padres de:
Maximina PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Tobías PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Valentín PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Isidro PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Macaria PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Ramona PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Vicenta PEÑARANDA ORDÓÑEZ

JOSEFA ORDÓÑEZ
Esposa de
JOSE MARÍA PEÑARANDA LOPEZ
Padres de:
Juana María PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Cayetano PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Francisco PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Lope PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Aniceta PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Vicenta PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Vicente PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Joaquín PEÑARANDA ORDÓÑEZ

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A LAS PEÑARANDAS LES GUSTABAN LOS YÁÑEZ

ANTIGUAS FAMILIAS YÁÑEZ-PEÑARANDA

FRANCISCO JAVIER YAÑEZ


Esposo de
TERESA PEÑARANDA
Padres de:
Silverio YÁÑEZ PEÑARANDA
Antonio YÁÑEZ PEÑARANDA
Sinforoso YÁÑEZ PEÑARANDA
Francisco YÁÑEZ PEÑARANDA
Josefa Antonia YÁÑEZ PEÑARANDA
Juliana YÁÑEZ PEÑARANDA
Martina YÁÑEZ PEÑARANDA
Raimunda YÁÑEZ PEÑARANDA
Sotero YÁÑEZ PEÑARANDA
Victorino YÁÑEZ PEÑARANDA
Tomás YÁÑEZ PEÑARANDA
Alejandrina YÁÑEZ ÉÑARANDA
Calixta YÁÑEZ PEÑARANDA

SILVERIO YÁÑEZ PEÑARANDA


Esposo de
BELEN PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Padres de:
Silverio YÁÑEZ PEÑARANDA
Brunequilde YÁÑEZ PEÑARANDA
Venancia YÁÑEZ PEÑARANDA
Mercedes YÁÑEZ PEÑARANDA
Dolores YÁÑEZ PEÑARANDA
María YÁÑEZ PEÑARANDA
Praxedis YÁÑEZ PEÑARANDA
Teresa YÁÑEZ PEÑARANDA
Carmela YÁÑEZ PEÑARANDA

SECUNDINO YAÑEZ PEÑARANDA


Esposo de
MARGARITA PEÑARANDA PEÑARANDA
Padres de:
Abraham YÁÑEZ PEÑARANDA
David YÁÑEZ PEÑARANDA
Raquel YÁÑEZ PEÑARANDA
Samuel YÁÑEZ PEÑARANDA
Otoniel YÁÑEZ PEÑARANDA
Daniel YÁÑEZ PEÑARANDA
Abigail YÁÑEZ PEÑARANDA
Mercedes YÁÑEZ PEÑARANDA
Isaac YÁÑEZ PEÑARANDA
Adelina YÁÑEZ PEÑARANDA

ANTONIO YÁÑEZ PEÑARANDA


Esposo de
RAMONA PEÑARANDA
Padres de:
Pablo YÁÑEZ PEÑARANDA
Rita YÁÑEZ PEÑARANDA
Pastor YÁÑEZ PEÑARANDA
Santiago YÁÑEZ PEÑARANDA
Francisco YÁÑEZ PEÑARANDA
Pio YÁÑEZ PEÑARANDA

98
SEBASTIÁN YAÑEZ
Primer Matrimonio esposa
FRANCISCA PEÑARANDA YÁÑEZ
Padres de:
Cristóbal YÁÑEZ PEÑARANDA
Berta YÁÑEZ PEÑARANDA
Francisco YÁÑEZ PEÑARANDA
Ramona YÁÑEZ PEÑARANDA
Carlos YÁÑEZ PEÑARANDA
Arcelia YÁÑEZ PEÑARANDA
Ismenia YÁÑEZ PEÑARANDA
Luis YÁÑEZ PEÑARANDA
Marco Antonio YÁÑEZ PEÑARANDA
Luisa YÁÑEZ PEÑARANDA
Ananías YÁÑEZ PEÑARANDA

SEBASTIÁN YÁÑEZ
Segundo Matrimonio, esposa
APOLONIA PEÑARANDA PEÑARANDA
Padres de:
Julio YÁÑEZ PEÑARANDA
Pedro YÁÑEZ PEÑARANDA
Roberto YÁÑEZ PEÑARANDA
Gonzalo YÁÑEZ PEÑARANDA
Daría YÁÑEZ PEÑARANDA
Angelina YÁÑEZ PEÑARANDA

PABLO YÁÑEZ SOTO


Esposo de
ASCENSIÓN PEÑARANDA ORDÓÑEZ
Padres de:
Agapito YÁÑEZ PEÑARANDA
Joaquín YÁÑEZ PEÑARANDA

AGAPITO YÁÑEZ PEÑARANDA


Esposo de
DOROTEA PEÑARANDA OMAÑA
Padres de:
Clemente YÁÑEZ PEÑARANDA
Nicodemus YÁÑEZ PEÑARANDA
Isabel YÁÑEZ PEÑARANDA
Conchita YÁÑEZ PEÑARANDA
Ascensión YÁÑEZ PEÑARANDA
Rebeca YÁÑEZ PEÑARANDA
Teófilo YÁÑEZ PEÑARANDA
Angelina YÁÑEZ PEÑARANDA

SOTERO YÁÑEZ PEÑARANDA


Esposo de
RAFAELA PEÑARANDA
Padres de:
Eleuterio YÁÑEZ PEÑARANDA
Isaías YÁÑEZ PEÑARANDA
Rafael YÁÑEZ PEÑARANDA
Ramón YÁÑEZ PEÑARANDA
Eduardo YÁÑEZ PEÑARANDA
Efraim YÁÑEZ PEÑARANDA
Lourdes YÁÑEZ PEÑARANDA
Librada YÁÑEZ PEÑARANDA
Elpidia YÁÑEZ PEÑARANDA
Carmela YÁÑEZ PEÑARANDA
Socorro YÁÑEZ PEÑARANDA

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Doña Margarita Peñaranda de Yánez y varios de sus sobrinos
Sentados: Gotardo Pérez, Alfonso Sanjuán, Doña Margarita, Laura Sanjuán.
De pie: Víctor Pérez, Luis Felipe Peñaranda, Hercilia Peñaranda, Rafael Sanjuán, Adelina Yáñez

Don Jacinto y Doña Ana Francisca el día de los 50 años de Matrimonio.


Adivinen ¡Quién manda aquí!

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CAPITULO 7

¿CÓMO SE LLAMABA MI TATARABUELO?

Los Peñarandas tuvieron una elegante manera de llamar sus fincas, con
nombres ingeniosos y muy sonoros con los que manifestaban el aprecio que
tenían por sus tierras y la inmensa valoración que hacían de ellas, porque
ellas eran su vida misma. Algunas veces usaban nombres muy comunes o
que describían la belleza del paraje como La Esperanza, La Aurora,
Bellavista o Miraflores la finca de los Ballesteros Peñaranda descendientes
de Don Abraham. Algunos se inspiraron en sitios famosos o trajeron
nombres de sus viajes: El Bosque de Bologna, Venecia, La Argentina, La
Italia, Palmira y otros con los que querían perpetuar la imagen de los
lugares que conocieron lejos de su terruño. Otras fincas muy conocidas,
que fueron la cuna de muchos familiares, se llamaban La Alianza de Don
Belisario, Campo Alegre de Don Secundino, Los Orumos de Don Sebastián
Yánez y Doña Francisca Peñaranda Yánez, cercana a Zarzales, la de sus
primos, la rama de Don Pedro Nolasco Yáñez. Algunos nombres por sí
solos describían una característica de la finca como Naranjal o La Granja,
la Vega de los Cocos, El Canoero, El Ojo de Agua o Peña Blanca la finca
de Don Vicente. Adelante de Santiago están la Argentina y La Estación, y
de Puente Gómez para arriba está el origen de muchos familiares en El
Mosquito de los Ibarra Yánez y Peña Viva de los Peñaranda Moreno. En
una de estas casa de campo a la orilla del río, una anciana parienta había
heredado de sus padres un puente cubierto con renta propia, Puente Bonilla,
colindante con su casa, con portones en cada entrada que sólo abría de seis
a seis y que para pasarlo, los transeúntes debían cancelarle un peaje con el
que ella se mantenía. Después de Gramalote están: El Curito de Don
Gotardo Peñaranda en la salida hacia Lourdes, nombre que los Peñarandas
con moderada disartria pronunciaban El Culito. Campoalegre, y Boyacá de
Don Joaquín, Alcalde de Gramalote, quien, cuando bajaba al pueblo con
toda su familia hacía una espectacular cabalgata conformada por él, su
esposa y sus diez hijos, cada uno con su mejor cabalgadura adornada con
lujosos aperos. Más adelante El Hoyo, La Esperanza, El Edén, El Ruchical
de Don David, fundada por su abuelo Don Urbano Peñaranda López,
familia que llamaban “Los Peñarandas Ruchicaleros”. Más adelante
Villanueva y San Roque de los Sanjuán Peñaranda y finalmente las casas y
los potreros de otros Peñarandas entrando a Sardinata.

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En Sardinata las fincas grandes de los Peñarandas eran Betania, La Zarza y
Lagunitas, La Banquiada, Caldacia, La Ceiba, La Tora, San Jerónimo, el
Vado, varias de ellas herencia de Doña Matea, Don Vidal y demás
hermanos, quienes a su vez las habían heredado de su padre Don Januario
Peñaranda Molina, uno de los co-fundadores de Sardinata. Muy conocida
era “Casa de Zinc” donde desde las tres de la madrugada Doña Natalia
vendía el café a los viajeros que iban de Lourdes a Sardinata. Más abajo
quedaba “La Garza” de los “Peñaranda Garceros”, sobrenombre que los
diferenciaba de los “Peñaranda Santanitas” de la fina “Santa Ana”, o los
“Banqueros” de la finca “El Banco”. - Los “Cuchilleros” se llamaban los
Peñarandas de la finca “La Cuchilla” que nada tenían que ver con cuchillos
ni otras armas pues eran gente sana y pacífica, la familia de Don Pedro y
Doña Pastora. Era un segundo apellido que llevaban toda la vida, pues su
verdadero segundo apellido, el materno, posiblemente no diría algo que los
distinguiera, porque seguramente era también “Peñaranda”; más
significativo era el nombre que identificaba la finca como Bertilda La
Pedregosera, para distinguirla de su tocaya también Peñaranda y también
sardinatera. Don Januario fundó una de sus fincas con el nombre de
Caldacia, talvez queriendo significar “tierra de los Caldeos”, habitantes de
Mesopotamia que menciona La Biblia. Tantos sitios con nombres judíos,
Betania, Caldacia, y nombres bíblicos en la antigua familia, Abraham,
Ezequiel, Betzabé, Josué, Helí, Elías, Isaías, Jesús, María y José, David y
Betsabé, podrían aportar otro indicio al origen Judío de los Peñaranda. (El
astuto Rey David cuando vió a Betsabé bañándose desnuda con todos sus
atributos al aire, envió a su manso marido a la guerra para que lo mataran y
poder disfrutar de la viuda. Algunos Peñaranda heredaron los rasgos
maléficos del Rey de los Judíos). “Sí, somos judíos, descendientes del
Judío Errante” aseguraba Don Pacho.

Los nombres identifican no sólo la gente y los sitios. Algunos casos


manifiestan cariño o desprecio, por ejemplo al “bautizar” sus animales con
nombres que terminaban siendo tan familiares como los de ellos mismos; a
los gatos, personajes de la casa, los engalanaban con nombres acordes con
su personalidad felina y los loros, los pájaros de la jaula y hasta las vacas y
las gallinas tenían lindos nombres; un patrón puso a su perro “Príncipe”
porque no hacía sino comer y dormir, como los príncipes en sus palacios; y
hasta con nombres de distinta alcurnia según se tratara de su elegante y
consentido caballo, siempre bañadito, sin que tuviera ningún trabajo salvo
el de llevar al patrón al pueblo, en cambio, un humilde trabajador de sol a
sol, el burro de carga tendría un nombre peyorativo o ni siquiera alguien se
preocupó por ponerle algún nombre.

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No tuvieron nuestros abuelos el mismo gusto a la hora de ponerles nombres
a sus hijos, momento en el que los lindos nombres se les olvidaban. En el
siglo dieciocho los nuestros se llamaban Nolasco, Dorotea, Matea,
Epitacio, Eustaquio, Agapito, (Haga Pito?), Pantaleona, Temístocles,
Leocadia, Eusebia, Nicasio, Macaria, Maximina, Aniceta, Leona,
Estanislaa, Estanislao, Wenceslaa y Wenceslao. Don Joaquín profanó el
sagrado sacramento del bautismo nombrando a sus hijas, Dorotea,
Raimunda y Ciriaca. Otras lindas mujeres se llamaron Patrocinia, Erasma,
Genara, Elodia, Apolonia, Madroña, Faustina, Modesta, Petrona, Anacleta,
Toribia, Nemesia y Calixta. - Purificación, Presentación, Encarnación,
Ascensión, Asunción, Concepción y Circuncisión. ¿Qué tan pura era Doña
Pura, qué tan inocente era Doña Inocencia, qué tan prudente Doña
Prudencia y qué tan modesta Doña Modesta? – Los muchachos se llamaron
Rufino, Valeriano, Sinforoso, Sotero, Críspulo, Mamerto y Gandencio,
nombres tomados del Almanaque La Cabaña y por la muy cristiana
costumbre de encomendarlos a todo el santoral Cristiano.

Muy común era la norma de ponerle al pobre recién nacido - en venganza -


el mismo nombre de su padre o de su abuelo. Los nombres se heredaban
como sus fincas de generación a generación: hay Roques y Roquitos en
todas las generaciones desde hace tres siglos empezando por “Don Roque
Corroco” que nació por allá en 1.795, y Pachos de todas las edades: Don
Pacho, Pachito, Pacho Quirica, Pacho Revólver, Pacho Culón, Pacho
Cañales, el poeta de Salazar, Pacho Basto (por ordinario) y en contraste su
sobrino elegante se llamaba Pacho Fino, y el actual, nuestro querido Pacho
Jordán. Es que el nombre Francisco (Pacho) es uno de los más comunes en
la familia: Don Esteban tuvo dos hijas Franciscas: una con Isabel Moreno y
otra con Gertrudis Núñez; Don Francisco tuvo un hijo y una hija llamados
Francisca y Francisco. Abuelo padre hijo nieto y bisnieto se llaman
Sebastián, David o Jacinto y abundan los Marcos, Santos, Zoraidas y
Pablos. Hay siete generaciones ininterrumpidas en las que todos los
Silverio Yáñez desde el siglo XVIII ponen a su único hijo varón, Silverio,
serie en la que el último es un parientico de 10 años que nació y vive en
Santa Rosa Antioquia. Hay cuatro generaciones de Wenceslaos, moda que
inició Don José Concepción en recuerdo de su tía Wenceslaa quien lo crió
y educó.

Vicente y Vicenta: ¡Qué nombre pa’ gustarles!: Doña Basilia, su hijo Don
Vidal y su sobrina Doña Vicenta, pusieron todos a un hijo Vicente y a una
hija Vicenta, por lo que antiguamente había más de diez Vicentes y
Vicentas Peñaranda. Para distinguirlo de tantos tocayos, Don José María
Peñaranda puso al suyo “Vicente de los Dolores” - y su tocayo José María
Yánez también sufría por los dolores y puso a su hija “María Francisca de

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los Dolores”, mientras que su hermano Vicente Yánez también se acordó
de la Virgen de los Dolores, le gustó el nombre Rufino y le agregó el
nombre de su otro hermano Francisco Javier: en su Partida de Bautismo de
la parroquia de Salazar figura su nombre completo para que nadie lo
confunda: Francisco–Javier-Rufo-de los Dolores–Yánez-Ordóñez. Pero los
dolores no desaparecían: en una misma familia un niño se llamaba José
Dolores y su hermanita María Dolores. Había familias con hijos e hijas que
se llamaban igual: Raimundo y Raimunda, Francisco y Francisca, Nemesio
y Nemesia, Dionisio y Dionisia, Teodosio y Teodosia, Anacleto y
Anacleta, Estanislao y Estanislaa, o los nombres Nicomedes, Santos o
Concepción que ponían indistintamente a niños o niñas. Don Víctor corrió
a bautizar a su hijo Iganacio-Pastor (los nombres de sus abuelos), en
desacuerdo con su esposa, antes de que ella lo bautizara con el nombre de
los abuelos de ella. La esposa disgustada por el nombre con que quedó
cifrado irremediablemente el muchachito le recriminó: “Antes no lo puso
Felino” (el nombre de la madre de él).

María Josefa Antonia Cirila no se llamaban cuatro viejas distintas sino una
sola: la hija de Don Javier Yánez y Doña Teresa Peñaranda, quienes
repasaron el almanaque para bautizar a otros de los hijos: José-Sinforoso-
Santiago y Raimunda-Calixta. Los nombres compuestos eran comunes y
muy sonoros: Apolonio-Ramón, Asunción de la Trinidad, Carlos-Salomé,
Josefa-Seferina, María Martina del Patrocinio, Matea de Jesús Cayetana,
María-Toribia, María Bárbara de los Santos, María del Rosario de los
Santos, Doroteo-Temístocles, el tío de Doña Obdulia, o Leandro-David-de-
Belén, el papá de Don Angel y Doña Clementina; etc. - Doña Rosa era
hermana de Doña Rosa Aura y esposa de Don Roso. La repetición de
nombres es increíble: en homenaje a la antigua matrona Doña Juana
Ordóñez Serrano por allá en mil ochocientos, bautizaron unas sobrinas
suyas, Juana de Dios Yáñez, Juana Bautista Yánez y Juana María Florencia
Peñaranda, además de que la hermana de Doña Juana se llamaba Juana
Nepomucena. Siempre se cumplía la norma de heredar el nombre de los
padres: Doña Apolonia bautizó a su hijo Apolinar (o Apolo, el dios que
enloquecía a las diosas). A veces le ponían el nombre según el orden de
aparición: Primitivo, Segundo, Quintín, Sixto y Octavio. (Sixto es el sexto
de Don Tobías). O los nombres de todos los emperadores romanos:
Augusto, Julio César, Marco Antonio, Claudio, Adriano y Tiberio. Todos
los césares augustos excepto claro está, Nerón, nombre que se reservaba
para el perro en venganza por lo que les hizo a los Cristianos. Otro caso
distinto, este sí con un lindo nombre de mujer, pero que demuestra el
carácter repetitivo de los nombres de la familia, es el de nuestro pariente a
quien sólo le gustaba el nombre Ana. Sus 5 hijas se llamaron Ana Josefa,
Ana Mercedes, Ana Cristina, Ana María y Ana Teresa. Ahora sí te jodiste

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pariente: ¡No se te ocurrirá ponerle el nombre de “Ana” al que nació ayer
porque te tirás el muchachito!. No se dejó joder: lo puso Ana Nías. Todas
las clases de Anas hay en la familia y todas las clases de Anos:
Maximiliano, Valeriano, Gratiniano el hijo de Doña Aminta, Mariano,
Laureano, Victoriano, Cipriano, Liciniano, Luciano, y - como llamaban al
pariente curandero de Gramalote - “el ano que suena con las notas
musicales” “Do-Mi-Si-Ano”. Fueron los nombres de moda, pero
precisamente por ser moda, pasaron. Luego tuvimos ramilletes de
Margaritas, Yolandas, Rosas, Azucenas, Hortensias, Cecilias, Jacintos y
Magnolias, y los nombres de todas las vírgenes de la región, Virgen del
Carmen, Virgen de Torcoroma, de Coromoto, de las Angustias, de las
Mercedes, de los Dolores, del Pilar, etc. Fanny se cambió en la siguiente
generación por Estefanny y María se volvió Mary, Hermenegildo se redujo
a Hermes; desaparecieron las Guillerminas pero persisten los Guillermos;
ya ninguna parienta se llama Ramona ni Leona pero sí hay muchos
Ramones y Leones. Francia, Bolivia, Irlanda, Grecia, no son los partidos
del mundial de fútbol sino unas primitas nuestras.

Ahora nuestros parienticos tienen nombres impronunciables y que no los


sabe escribir sino su mamá. Se llaman Leidydi, Yurlis, Yurling, Yurley,
Yulbrainer, John, Johan, Johnnatan, Johnson, Johanson, Stivenson, Édison,
Edilson y los nombres de todos los futbolistas brasileros. – De la televisión
sacaron los nombres de Yosmeyly, Raudiris, Drakling, Dubernei, Esneyder,
Feizule, Madeinusa, Usnavi y Usforce. Doña Brígida quiso heredar su
nombre en una hija; Sí – pero en francés, aceptó su esposo quien todas las
noches tenía sueños inenarrables con Brigitte Bardot, desde que la vió en la
película que llevó una camioneta de Bavaria y que proyectó gratis para
todo el público en una pared blanca del parque de Lourdes. El pariente, en
mitad de la proyección, cuando salió la Bardot semidesnuda, corrió hasta el
paredón que la mostraba como si fuera de verdad para abrazarla, en medio
de las carcajadas de todo el público. Gracias a la vedette francesa tenemos
muchas traducciones de Brígida: Briyit, Brithgith, Bryyyt o Bryllyth. Como
las modas están volviendo, ahora tenemos un nieto de Don Camilo que se
llama Juan Camilo, el de Don Sebastián se llama Juan Sebastián, el de Don
Luis Felipe se llama Felipe. Las tatarabuelas Viviana, Natalia y Matea
tienen descendientes homónimos Viviana, Natalia y Mateo. Es posible que
pronto tengamos alguno de nuestros nietos con el nombre de su tatara-
tatarabuelo y se llame Juan Hagapitico. El único nombre que ha
permanecido en la familia porque no deja de gustar, es el de las hermanas
de Ananías, ahora en nombres modernos como Johanna, Eliana, Tatiana,
Juliana, Diana y Dayana, Mariana, Silvana, Rosana, Susana, Adriana,
Viviana o Liliana.

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Lourdes

Sardinata

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CAPITULO 8

¿CON QUIÉN SE CASÓ MI TATARABUELO?

Hasta los años 1.750 los antiguos Peñaranda conocidos se habían casado con personas
distantes de la familia. Conocemos los antiguos Peñaranda, troncos primarios de la
familia:

Don Pedro
Don José
PedroPeñaranda casado
José Peñaranda casadocon DoñaIsabel
con Doña Isabel López.
López
Don Bartolomé Peñaranda casado con Doña Estefanía Molina.
Don Bartolomé Peñaranda casado con Doña Estefanía Molina
Don Esteban Peñaranda casado con Doña Isabel Serrano
Don Esteban Peñaranda casado con Doña Isabel SerranoDon.
Don Juan Andrés Peñaranda casado con Doña Verónica Flórez
Don Juan Andrés Peñaranda casado con Doña Verónica Flórez.

Llegamos al final de los mil setecientos cuando encontramos ya a los ancianos más
cercanos, los Tatarabuelos de los Peñaranda que viven hoy. Se casaron con sus
relacionados naturales quienes no podían ser otros sino las jóvenes y los jóvenes
vecinos de sus fincas de Gramalote. Ellos eran los Ordóñez:

Jacinto Peñaranda López seLópez


Don Jacinto Peñaranda casócasado
con Juana Ordóñez
con Doña Serrano
Juan Ordóñez
JoséDon
María
Jose Peñaranda López
María Peñaranda con
López Josefa
casado con Ordóñez Serrano
Doña Josefa Ordóñez
Don Juan Bautista Peñaranda Molina casado con Doña Eusebia
Juan Bautista Peñaranda Molina con Eusebia Ordóñez Serrano Ordóñez
Don Baldomero Peñaranda casado con Doña Carmen Ordóñez
Baldomero Peñaranda Molina casado con Carmen Ordóñez.

Sobraban dos señoritas Ordóñez para dos jóvenes Yánez:


Nepomucena Ordóñez Serrano se casó con José María Yánez Soto, y
Concepción Ordóñez Serrano con Vicente Yánez Soto.
¡Que monotonía! – Todos los Peñarandas y Yánez casados y casadas con Ordóñez.
Hasta dos niñas Ordóñez tenían el novio de mismo nombre: José María. Uno Yánez
para Nepita y uno Peñaranda para Chepita. Cuando se acabaron las Ordóñez, los otros
Peñarandas tuvieron que buscar pareja en otras familias:

Urbano Peñaranda López se casó con María de los Angeles Ortega.


Don Urbano Peñaranda López se casó con Doña María de los Angeles Ortega
Januario Peñaranda
Don Januario Peñaranda Molina
Molina secon
casóJosefa Leal
con Doña Monroy.
Josefa Leal Monroy
Simón Peñaranda
Don Simón PeñarandaMolina
Molina secon
casóAnacleta Carvajal.
con Doña Anacleta Carvajal
Tomás Peñaranda Molina con Concepción Daza. Daza
Don Tomás Peñaranda Molina se casó con Doña Concepción
Don Carlos Peñaranda Molina se casó con Doña Josefa Omaña
Carlos Peñaranda Molina con Josefa Omaña.

Estamos por allá en 1.790 y sólo encuentro en los libros de matrimonios algunos casos
aislados de matrimonios entre Peñarandas, a diferencia de los múltiples casos que se
iban a presentar en las siguientes generaciones.

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Don Jacinto, Doña Ana Francisca y sus hijos: Eleázar, sentados: Gonzalo, Marco Tulio,
Bertilda, Celmira, Ana Luisa, Albertina.

El Coronel Alberto Ordóñez Yánez, su esposa Raquel Yánez Peñaranda y sus hijos Virginia,
Luis Alberto, Margarita y Elia

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CAPITULO 9

ENTRE PRIMO Y PRIMO MAS ME ARRIMO


En todas las regiones de Colombia y en todas las sociedades del mundo a lo
largo de la Historia se presenta comúnmente la Endogamia. Más
frecuentemente en las zonas rurales que las urbanas porque las sociedades
son más limitadas, lo que hace más difícil la oportunidad de buscar parejas
de otras familias. También es muy común entre las familias aristócratas y
de la realeza para conservar sus privilegios económicos y políticos. En
Colombia, en los siglos pasados, las clases sociales nítidamente
demarcadas impedían relaciones sentimentales con personas de otras
clases, pues hasta las amistades se hacían entre los mismos grupos de
familias; en nuestras provincias las clases sociales se identificaban
fácilmente: Una la conformaban los colonos propietarios y los
comerciantes, y la otra, los medianeros, los indios, y los esclavos. Los
propietarios buscaban parejas para sus hijos e hijas dentro de familias
también propietarias para evitar la división de sus predios, porque al unirse
en matrimonio dos hijos de terratenientes, no dividían la finca sino por el
contrario le sumaban las propiedades de su cónyuge. Todas estas
condiciones, de una sociedad limitada por la escasa población y cerrada a
otras clases sociales, se dieron entre nuestros antepasados por lo que eran
muy comunes los apellidos repetidos.

Es lógico que la Endogamia es un riesgo genético por la probabilidad de


que genes que transmitan enfermedades en forma recesiva puedan, por
haber mayor coincidencia, transmitirla a un hijo como es el caso de la
familia real Inglesa quienes sufren y trasmiten su Hemofilia o la familia
Romanov con su tara de Porfiria. Pero no todo el riesgo es negativo;
también coinciden - muy frecuente en nuestra familia - en un matrimonio
genes “saludables” y “protectores” que confieren al nuevo ser la estructura
física, hormonal e inmunitaria de una persona sana pues no hay
enfermedades hereditarias entre los nuestros. Y, hasta donde son
determinantes los factores hereditarios en el comportamiento, pueden
sumarse para producir hombres buenos, nobles, inteligentes. En muchos
casos de nuestra familia las personas con valores encomiables pueden ser
éstos heredados gracias a la suma de los valores del primo y de la prima
que lo engendraron.

Los matrimonios entre primos son frecuentes hasta en las mejores familias:
personajes importantes de la Historia han tenido matrimonios con

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familiares cercanos como Franklin Delano Roosvelt y Eleanor. Los Judíos,
igual que los Peñaranda y por razones similares de conservación del clan,
también se casan con sus primas, lo que supone otro indicio del origen
Judío de la familia. El Príncipe Felipe de España rompió la costumbre que
tenían los Borbones y los Peñarandas de casarse con sus primas, pues lo
hizo con una persona distante de su familia. Su padre Juan Carlos y su
abuelo Juan tampoco se casaron con sus primas, como sí lo hizo el abuelo
de éste último, el Rey Alfonso XII quien se casó con su prima hermana
María de las Mercedes, siguiendo la moda de su familia pues sus padres
Isabel II y su esposo Francisco de Asís de Borbón y Borbón, también eran
primos. Su abuelo Fernando VII quien restauró la Monarquía interrumpida
por la invasión Napoleónica, no se casó con una prima sino con tres
primas: María Antonia de Borbón, María Isabel de Braganza y María
Cristina de Borbón y Borbón, y no pudo “ejecutar” a sus otras primas
gracias a que murió muy joven a los 25 años. Su madre María Luisa de
Parma también era prima de su esposo el Rey Carlos IV y así las
generaciones anteriores. No sólo en los matrimonios con sus primos se
parecen los “Borbón y Borbón” a los “Peñaranda y Peñaranda”: ellos
también son de nariz aguileña, calvos y de sangre azul.

Los primeros Peñaranda Americanos, hijos de Don Baltasar, tenían los


apellidos “de Peñaranda y de Palencia”. La segunda generación tenían por
segundo apellido López, Molina, Serrano, etc., la siguiente generación se
casó principalmente con miembros de las familias Ordóñez y Yánez, sin
Endogamia en estas tres primeras generaciones. Al rededor de la mitad del
siglo XIX la generación número cuatro de Peñarandas inició la costumbre
de casarse con sus vecinos y relacionados quienes eran ahora sí sus primos,
miembros de lo que ya era la gran familia Peñaranda-Ordóñez-Yáñez.
Muchos Peñarandas buscaron pareja dentro de los familiares, y al parecer
salieron buenas esposas y buenos maridos porque se multiplicaron las
familias con apellidos repetidos Peñaranda, Yánez y Ordóñez, costumbre
que perduró dos o tres generaciones más hasta que, avanzando el siglo XX,
buscar como esposa a la prima pasó a ser la excepción y no la norma pues
la familia se dispersó y conoció un mundo más amplio. Los Peñaranda
apreciaban las cualidades de sus primas: “Buenas esposas, cariñosas,
dulces..... pero.... ¡duran muuuucho!!!. – Tanto apreciaban a sus esposas-
primas que cuando enviudaban cambiaban su pareja por otro (u otra)
Peñaranda: cuando murió Doña Francisca, su esposo Sebastián se volvió a
casar con otra Peñaranda, Doña Apolonia. Juana enviudó de Víctor
Peñaranda y se volvió a casar con otro primo, Patricio Peñaranda.

Aunque fueron uniones muy frecuentes, en estas generaciones y las


siguientes aparecieron también decenas de otros apellidos que fueron

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ingresando al clan. Engrosaron la familia apellidos que hicieron familias
muy numerosas: Omaña, Arenas, Soto, Leal, Ayala, Ibarra, Ramírez,
Gutiérrez, Ortega, Ballesteros, Escalante, Latorre, Santaella, Moreli, Pérez,
Sanjuán, etc. que son los parentescos más antiguos que tenemos.

Mientras unos parientes buscaban su pareja dentro de la familia, la mayoría


rompía radicalmente esta costumbre y lo hacían con personas
absolutamente distantes, cuidando sí, los suegros, de que no se afectara el
patrimonio familiar, pues aunque el recién llegado no tuviera finca, algo,
además de amor, debía aportar al matrimonio. Monsieur Bayonne llegó a
Gramalote y orgulloso se casó con una Peñaranda parecida a los de su raza,
pero su hijo prefirió una criolla sin abolengo por lo que en plena iglesia el
día de la boda lo maldijo y extendió la maldición “hasta su quinta
generación”. Éste era Francés, y ahora uno Italiano: Don Domingo Moreli
se llevó para Cosenza en Calabria, al sur de Italia hace unos cien años, a
Doña Séfora, una de las hijas de Don Pacho y nunca volvió a Colombia. Y
es que, en las nuevas generaciones, les siguen gustando estos europeos a las
Peñaranda: Doña Mónika Peñaranda es la esposa de Don Amadeo Bruni
también italiano. Algo similar pero con una Centroamericana, le sucedió a
Don Temístocles Peñaranda hijo de Don Inocencio, hermano de Leopoldo
y Victoria quien se casó, vivió y murió en Costa Rica. ¿Cómo fue a parar
allá este abuelo a finales del siglo XIX? – Vivió en el Valle del Cauca
Doña Viterminia donde formó una familia de Peñarandas en esa región,
cuyas ramificaciones van hasta Guayaquil. Otros han ido aún más lejos, a
Argentina, a sembrar retoños de nuestra familia.

Llegó un señor Rodríguez a manejar el telégrafo y se enamoró de una


querida antepasada nuestra, mientras que, a su cuñado Don Roque, a su
pariente Luis y a otros, les gustaron las Venezolanas. Rosario Pérez
Bayona, ganadero que venía de Ocaña se casó con Rosa y Rafael Sanjuán
con Rosaura, dos de las hijas de Don Roque. Don Constantino Buono
(Bueno) Tancredi se casó en 1.876 con Doña Virginia, hija de Ramón
Peñaranda y Natalia Peñaranda, origen de una rama de Peñarandas
Sardinateros. También buscó pareja en un sitio muy lejano Don Francisco
María Peñaranda quien se casó con una inglesa, Mrs. Joan Lowless,
aportando genes nórdicos a sus hijos y nietos que vivieron en Salazar.
Desde Málaga vino a Gramalote Don Pedro Vicente Suárez, y nunca volvió
a su provincia de García Rovira porque quedó ligado a la familia al
enamorarse de Doña Victoria, la nieta de Doña Rita Peñaranda. Tampoco
volvió a su terruño, La Mesa de los Santos, Don Pascual Mantilla Prada,
esposo de Doña Guillermina Peñaranda ni el señor Lizarazo esposo de
Doña Ana Fidelia Peñaranda. El esposo de Doña Débora no vivió en su
tierra, “la tierra de las esmeraldas y del sumercé”. Estos Boyacenses y

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Santandereanos del Sur eran artesanos de las más altas calidades humanas y
profesionales que trajo el padre Ordóñez para la construcción del su recién
fundada Lourdes, hace exactamente 100 años.

Llegaron de todas partes a buscar a las Peñaranda y los hombres viajaron a


tierras lejanas para buscar la mujer de sus sueños, pero generalmente ellos
no abandonaron su tierra y su familia, sino que fueron sus parejas quienes
dejaron lo que tenían en sus regiones y sus países, para venir a vivir acá en
estas fincas con nosotros.

En Enero de 1.927 llegaba a Marsella un barco procedente de Maracaibo en


el que viajaban ocho entusiastas jóvenes Peñarandas: Gonzalo, Eleázar,
Luis Alfredo, Víctor y Arturo Pérez Peñaranda y otros primos. Un mes
antes se habían despedido de su familia y ahora miraban incrédulos la
Ciudad Luz desde la ventana del primer hotel que encontraron al salir de la
estación. El viaje para el que habían utilizado todos los medios de
comunicación existentes había culminado: salieron de madrugada de
Sardinata a caballo y llegaron por la tarde a Lourdes donde pernoctaron en
la casa del abuelo Don Roque. Otra jornada a caballo hasta Gramalote y
Santiago donde tomaron el rudimentario bus-camión que pasó por Cornejo,
San Cayetano y finalmente a Cúcuta. Después en el tren a Puerto Santander
y de aquí empalmaron con el ferrocarril venezolano que los llevó a
Encontrados, el primer puerto sobre el Catatumbo. Un moderno barco de
vapor de la compañía Alemana Boyer recorrió dos días este río y
amanecieron en el lago, el cual atravesaron de Sur a Norte hasta
Maracaibo, donde hicieron trasbordo a un bergantín de vela los llevó a
Curazao para tomar el trasatlántico que después de atracar en Las Canarias,
Rabat y Barcelona, los llevó a Francia.

Cantaron La Marsellesa cuando llegaron a la Torre Eiffel, abrazados felices


formando un círculo, tomando vino a pico de botella. Cincuenta años
después comentaban con los otros primos sus andanzas en Europa tomando
tinto en el Café del Comercio de la Avenida 5ª. - o en la esquina del LEY.
Recordaban que el día siguiente ya se desenvolvían por París como si
hubieran nacido allá. Tomaban el Metro para andar por todo París, con una
suficiencia de la que se jactaban. Visitaban los museos o caminaban por las
avenidas de la orilla del Sena y se emborrachaban en el Barrio Latino.
Conocieron al Rey Alfonso XII abuelo del actual Rey de España, exiliado
en París durante la República Española, pues iban a almorzar al mismo
restaurante, apostaban dólares en las carreras de caballos y en las carreras
de perros que corrían detrás de un conejo metálico, y por las noches, a los
cabarets donde bailaban tango y charleston. Era la época de Charles
Chaplin, Greta Garbo y el Gordo y el Flaco. Disfrutaron los lujos, las

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modas, y todo lo que la Belle Epoque les ofrecía, mientras sus padres
trabajaban a pleno sol en los potreros para enviarles dólares que
afortunadamente sólo costaban un peso cada uno. Gonzalo era el mayor, el
erudito del grupo, y trataba a los otros como niños de escuela primaria: En
la Bastilla les relató en dos frases su admiración por la Revolución
Francesa: “Es el acontecimiento más importante para la historia de la
sociedad desde que un simio resolvió caminar en dos patas” – les explicó.
Arturo recordaba que fue el primero que se atrevió a soltar su francés
aprendido en el Colegio Provincial: en un restaurante se enderezó en la
silla, se acomodó la solapa del abrigo, carraspeó, y en voz alta exclamó
para descrestar a sus primos: “!Garsón!” – an ver de o – s’il vous plait” . El
mesero parisino no le entendió su francés con acento Sardinatero. Diez
veces le cambió la sintaxis, la entonación y la pronunciación, hasta que al
fin el camarero le entendió, cuando le explicó casi suplicándole con la
mirada: “an ver de l’o – liquíd – l’aguá – mesié”, mientras abría la boca y
hacía el ademán de tomar un vaso de agua. El mismo día que llegaron
averiguaron por el Moulin Rouge y se fueron dos horas antes de la función
para quedar en la primera fila: “Que hembrotas tan buenotas las del Can-
Can – que bailaban igualitas en una fila, tomadas de sus hombros,
levantando sus largas piernas todas al mismo tiempo” - recordaban -
cuando ya estaban viejos y habían trasladado la tertulia a la tranquilidad y
frescura del Parque Colón, todas las tardes en el mismo escaño debajo de
los mangos.

Un mes después se separaron los primos: Gonzalo se quedó en París donde


fue sobresaliente estudiante de la Facultad de Medicina de la Sorbona,
gracias más a su privilegiada inteligencia, que a su juicio y estudio según
contaba el Doctor Flórez Castillo su compañero de clase. Luis Alfredo
estudió Agronomía en París e hizo sus prácticas en vinicultura en las
provincias del sur. Los Pérez estudiaron en Suiza mientras que Eleázar
estudió Ingeniería en Gante, Bélgica.

Un jueves de Corpus el grupo de estudiantes suramericanos invitó a la


tradicional regata de Ostende, a unas alumnas de la Facultad de Comercio.
La cita en una esquina al lado del castillo de los Condes donde tomarían el
tranvía para ir al paseo. Se reunió el grupo y de inmediato Eleázar quedó
enamorado a primera vista de la mayor de las dos hermanitas Vermeire. Al
regreso por la tarde, Eleázar, con malicia de Sardinatero, disimuladamente
le robó uno de los guantes a la linda joven de cabellos rubios y ojos azules,
para tener el pretexto de volverla a ver y declararle su amor. El noviazgo
perduró todos los años de estudio y dos años después del regreso de Eleázar
a Chinácota mantuvieron encendida la llama del amor por carta, hasta que
decidieron que ella se venía para casarse. Los padres belgas rechazaron la

113
idea de que su hija viajara a la remota y atrasada Sudamérica. Todos se
opusieron. Hasta el médico de la familia la regañó cuando fue a pedirle el
certificado para el pasaporte: “Es que aquí no hay hombres? Le dijo
mirándole a los ojos con la autoridad que le confería ser el médico de la
familia desde la infancia. Sí, contestó ella mentalmente, pero yo quiero al
colombiano con el que me voy a casar y quiero vivir en Colombia.

Qué cambio tan brusco, dejar uno de los países más cultos de Europa, dejar
las llanuras de Flandes, la tierra de Genoveva de Brabante, de los pintores
flamencos que los siglos no han igualado, la tierra que no pudo traspasar
Napoleón, ni la revolución protestante, pero por donde sí pasaron como una
tromba las tropas Alemanas en las dos guerras. En Gante todavía existe la
casa de la Nona Irene aunque quedó parcialmente destruida por un cohete
V-2 durante la segunda Guerra Mundial. El lugar parece un dibujo para una
postal. La casa está frente a la puerta del Rabot que abre una muralla
medioeval, al costado del canal del mismo nombre, rodeado de barandas, al
lado de un puente de madera que une las dos calles que van paralelas al
canal. A pocos metros, por la misma acera de la casa hay otro castillo de la
Edad Media, que pasa casi desapercibido para los turistas por su tamaño
pequeño, pero grandísimo para la Historia pues en ese castillo de los
Habsburgos nació Carlos V, Rey de España, Emperador de Alemania, pero
que nació en Bélgica, cosa que a los belgas les importa un pepino. Allí en
ese castillo, cuando la Nona Irene era niña, un Conde cenaba acompañado
por la música de un violinista, concierto que la familia Vermeire disfrutaba
gracias a la vecindad de su casa. Desde la ventana veía venir al Nono
Eleázar cuando iba a visitarla con unas flores en la mano y vestido con sus
mejores galas: el traje negro y el abrigo gris que había comprado el primer
día en París cuando los primos Peñarandas fueron a la Rue de la Paix en
busca de los famosos sastres para vestirse como europeos, el sombrero de
hongo, los zapatos finos, paraguas y guantes. En nada se parecía al de
Sardinata montado en un caballo, con botas, camisa de lino, poncho,
sombrero de paja y machete al cinto, achicando el ganado por las tardes en
“La Banquiada”.

Flandes y Holanda son más o menos el mismo país, el mismo paisaje, la


misma gente, el mismo idioma, no hay frontera ni un aviso que indique en
cuál de los dos países está. La mitad del territorio fue robado al mar
mediante diques y en la construcción de algunos de estos diques participó
el abuelo belga, quien con su pequeño barco cargaba toneladas de piedras
con los que hicieron fértiles planicies. (Por eso, dicen ellos, Holanda es el
único país que no lo hizo Dios; nuestro país lo hicimos nosotros mismos).

114
Bélgica es el país de la famosa Universidad de Lovaina, de los molinos de
viento, de los caballos percherones más grandes del mundo que se ven
llevando carretas y carrozas por los caminos enmarcados con filas de
árboles increíblemente exactos, de la misma altura. Flandes, la parte norte
de Bélgica, es una tierra como de cuentos de fantasías donde mil canales
atraviesan las calles de las ciudades, y todas las campiñas, por los que
navegan permanentemente pequeñas embarcaciones y barcazas grandes con
mercaderías. El único país con todas sus carreteras iluminadas cuya trama
forma una luminosidad única que ven los astronautas desde el espacio. Es
la tierra donde se degustan los mejores postres, los mejores chocolates, los
wafles, el arenque que se come crudo, entero, tomándolo por la cola y
dejándolo bajar suavemente en la boca, y donde preparan las más grandes y
más ricas almejas que comen por cantidades. Al almuerzo le sirven a cada
comensal una inmensa palangana de esas de acero inoxidable, llena de
estas almejas, que se disfrutan con papas fritas y un jarrón de un litro de
una de las mil marcas de cerveza belga, la mejor cerveza del mundo. Los
antiguos pintores flamencos se aprecian por todas partes: hasta en los
restaurantes, las servilletas y los manteles individuales de papel son
litografías de los grandes maestros. La Nona trajo y enmarcó una servilleta
con el dibujo del famoso cuadro de Bruegel que muestra dos hombres
llevando en un andamio los quesos gigantes característicos de allá, y
contaba que su padre viajaba en invierno a la cercana Blakenberg,
patinando por los canales congelados.

Todo lo cambió Irene por Chinácota gracias al amor. Viajó 22 días desde
Amberes hasta Puerto Colombia. El abuelo y el novio simultáneamente
estaban viajando de Chinácota a Barranquilla, sitio de encuentro donde los
casó el padre Italiano Alfredo di Totana en la Iglesia del Rosario. El viaje
de varios días por el Río Magdalena, como una aventura por la selva,
cuando todavía se veían desde el barco los caimanes con la boca abierta en
una sombra a la orilla, parando en todos los pueblos para entregar
mercancías, aprovisionarse de leña para la caldera y esperar que pasara la
noche porque en la oscuridad, cuando no había luna llena, los barcos no
podían viajar por temor a un accidente. Los pasajeros bajaban en los
pueblos ribereños porque el calor dentro del barco era “in-suportable” -
recordaba Doña Irene toda la vida - y por los mosquitos, porque en el
primer piso el barco llevaba ganado mientras que los camarotes y demás
instalaciones de los pasajeros estaban en el segundo piso. A medida que
pasaban los días de la travesía río arriba, el paisaje cambiaba: las
interminables llanuras comenzaban a tener un límite de inmensas
cordilleras que Irene maravillada pasaba horas mirando apoyada en las
barandas del barco. ¿Qué mira la señora que yo no veo nada?, le preguntó
un pasajero a Eleázar. - Es que en su tierra no hay montañas. - Y ¿Para

115
dónde van? - Para Norte de Santander – Ah! Dígale que allá se va a cansar
de ver montañas toda la vida. Y así fue. Vivió entre las montañas de La
Aurora, San Lorenzo y finalmente 50 años en Pamplona. “Desde hoy
llámeme Papá” le dijo a la llegada su suegro. ¿Habría alguna mejor manera
de acogerla en la nueva familia?. Les tenían músicos, fiesta y regalos. Unos
500 parientes fueron a conocerla porque era el primer europeo que llegaba
a Chinácota después de Ambrosio Alfinger.

Nunca se le borraron de su alma las dolorosas imágenes de la Primera


Guerra Mundial en los que su padre tuvo que esconderse no sé cuantos días
en una alacena enterrado en la pared, a donde le pasaban la comida por un
hueco, escondido para que los alemanes no se lo llevaran a trabajar en sus
campos, en las carreteras, ferrocarriles y la industria de la guerra, no porque
fuera judío ni comunista sino porque se llevaban a todos los hombres
jóvenes. Irene mostraba la foto en la que está ella de 4 años, su hermana y
su madre, vestidas de riguroso luto fingiendo que su papá había muerto en
un combate, para que la Gestapo no lo buscara más. Cuando terminó la
ocupación alemana pudo finalmente salir de su escondite. El carro de Don
Víctor Vermeire también salió de su escondite cuando se fueron derrotados
los alemanes, pues lo habían escondido, como a su dueño, para que no se lo
llevaran los enemigos, abriendo una fosa que cubrieron con un tablado
debajo de la sala. Una patrulla del ejército de ocupación llegó a requisar la
casa. La Nona recordaba noventa años después el terror que sintió sabiendo
que no podía mirar hacia el rincón donde estaba la alacena, por temor a que
cualquier gesto delatara a su padre, y gozaba contando cómo su madre, la
supuesta “viuda” del que se suponía muerto en combate y que estaba vivo
encerrado a pocos metros, les dijo en flamenco a los soldados cuando
preguntaron por el carro: “Alemanes pendejos, está debajo de sus
asquerosas patas”. Los soldados se miraron entre ellos pues no entendieron
una palabra.

La abuela de la Nona Irene no le había creído a su hijo cuando había ido a


Londres a traer el carro. “¿Un carro que anda solo?... Sin caballos que lo
arrastren?...” La anciana se sentía como presenciando un milagro cuando su
hijo, Víctor, el papá de la Nona Irene, le dio un paseo en ese moderno
vehículo que andaba solo. Cómo han cambiado los carros nos decía la
Nona cuando nos mostraba la foto de su padre sentado al volante de su
Benz 1.904 de esos que se prendían dándole manivela, que parecía más una
carroza que un automóvil, que desarrollaba una velocidad máxima de 30
kilómetros por hora, con farolas de kerosene, el techo de lona, la corneta de
pera de aire como las de las bicicletas, el puesto del “chofeur” sin puertas,
separado de la cabina de los pasajeros y con grandes ruedas radiales como

116
de carreta de madera y una de repuesto parada sobre el estribo del lado
derecho. Más o menos una carreta, pero sin caballos.

¡Cómo ha cambiado todo! - decía con frecuencia. Cómo cambió su tierra


por la destrucción de dos guerras mundiales, y por el modernismo de la
posguerra, y ¡Cómo cambió también Colombia!. Cuando pasó por Bogotá
en 1.935 en su viaje de Barranquilla a Chinácota, no le gustó la ciudad, le
pareció un atrasado pueblo grande, y sobre todo porque los primos
Peñarandas que estudiaban allá le robaron un día a Eleazar para llevárselo
de parranda. ¡Cómo ha cambiado todo! - En Pamplona, los musgos subían
un metro en las paredes de las calles. En los pueblos el agua se cogía de
una acequia que bajaba por la mitad de la calle, o de la pileta del parque o
de los chorros cercanos al pueblo. Cómo ha cambiado la gente: ahora los
jóvenes son incultos porque la educación es muy diferente de la que ella
aprendió en el colegio, con disciplina de convento, regentado por unas
Religiosas Católicas, en las que también estudiaron unas extranjeras que
eran la curiosidad de las otras alumnas; unas aristócratas recién llegadas de
Rusia que emigraron a Bélgica cuando la Revolución Bolchevique. Saludar
con una venia, dar la acera a los superiores, hablar en voz baja, no comer
en la calle, etc. Hasta reirse era villano; lo decente era sonreir: “Se ríe en la
cocina, se sonríe en el salón” recitaba la Nona en francés resonando las
erres gututrales. La Segunda Guerra Mundial le recordó las angustias que
sufrió en la primera 25 años antes. La vivió angustiosamente en San
Lorenzo, sintonizando las escasas y falsas noticias de la BBC de Londres
en un viejo radio de tubos que no referían la verdadera atrocidad que sufría
Europa. Su familia estaba allá y la Nona no recibió cartas de ellos durante
los cinco años de la guerra y nunca los volvió a ver.

Por diversas razones en las últimas décadas, ahora sí, los Peñaranda han
abandonado sus tierras de origen y han ido a vivir a otros sitios, casándose
en lugares lejanos, por lo que ya hay Peñarandas Costeños, Bogotanos,
Antioqueños, Argentinos, Venezolanos, Gringos, Europeos y hasta
Asiáticos. No sería raro que en una calle de Caracas o una ciudad de
Estados Unidos se encontraran dos parientes nacidos allá y que pudieran
identificarse como tataranietos de Don Baltasar Peñaranda, el que primero
llegó al Cantón de Salazar.

117
MATRIMONIOS ENTRE PEÑARANDAS
A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Roque Peñaranda Ordóñez CASADO CON Matea Peñaranda Monroy
Marcos Peñaranda Ortega Ana Ma. Peñaranda Ordóñez
Vidal Peñaranda Monroy Basilia Peñaranda
Ignacio Peñaranda Peñaranda Josefa Peñaranda Ordóñez
Juan Presbítero Peñaranda Viviana Peñaranda Ordóñez
Silverio Yánez Peñaranda Belén Peñaranda Ordóñez

MATRIMONIOS ENTRE PEÑARANDAS


A FINALES DEL SIGLO XIX y COMIENZOS DEL XX

Ulises Peñaranda Ramírez CASADO CON Aminta Ramírez Peñaranda


Agapito Yánez Peñaranda Dorotea Yánez Peñaranda
Juan de D Peñaranda Peñaranda Betzabé Peñaranda Yánez
Leonardo Peñaranda Peñaranda Mercedes Peñaranda Yánez
Pastor Peñaranda Peñarnda Felina Peñaranda Yánez
Jerónimo Peñaranda Yáñez Praxedis Peñaranda Peñaranda
Pablo Peñaranda Arenas Andrea Peñaranda Omaña
Juan Peñaranda Arenas Ascensión Omaña Peñaranda
Belisario Peñaranda Peñaranda Ramona Yánez Peñaranda
David Peñaranda Peñaranda Vitalia Peñaranda Yánez
Pedro Peñaranda Peñaranda Pastora Peñaranda Peñaranda
Isaac Peñaranda Escalante Amalia Peñaranda Peñaranda
Antonio Yánez Peñaranda Ramona Peñaranda Ordóñez
Silverio Yánez Peñaranda hijo Ana Ramírez Peñaranda
Fernando Peñaranda Omaña Ninfa Rosa Ramírez Peñaranda
Jacinto Peñaranda Yáñez Ana F/ca.Peñaranda Penaranda
Carlos Yánez Peñaranda Mercedes Peñaranda Penaranda
Secundino Yánez Peñaranda Margarita Peñaranda Yánez
Víctor Peñaranda Peñaranda Custodia Ballesteros Peñaranda
Abraham Peñaranda Peñaranda Rafaela Ballesteros Peñaranda
NicomedesPeñaranda Peñaranda Luperia Peñaranda
Medardo Peñaranda Yáñez Antonia Peñaranda Peñaranda

118
Entre más apellidos Peñaranda tenga en su ascendencia,
más rasgos Peñaranda tendrá.
Compruébelo con el siguiente cuestionario:

TEST PARA PEÑARANDAS

1-. ¿Tiene en la sala la foto enmarcada de su Tatarabuelo?


2-. ¿Es calvo desde que tenía 30 años?
3-. ¿Llama “pariente” al que no le recuerda el nombre?
4-. ¿A todos los llama “primo”, hasta al que es primo en 7° Grado?
5-. ¿Alguno de sus abuelos es de Gramalote?
6-. ¿Espicha los ojos cuando se ríe?
7-. ¿Conoce El Ruchical, Caldacia, Campo Alegre o La Alianza?
8-. ¿Su padre le contaba que conoció a Don Sebastián Yánez, a Don Silverio Yánez,
Don José Ordóñez, Don Francisco Peñaranda o al Padre Ordóñez?
9-. ¿Cuándo va a Gramalote, Lourdes o Sardinata, saluda a todo el que ve en la calle?
10-. ¿Mide menos de 1.60 pero dice que sus abuelos eran altos?
11-. ¿Le ha contado a sus amigos que el primer Peñaranda era un Conde?
12-. ¿Habla de la “Ciudad de Gramalote”?
13-. ¿Cree que “Sardinata es la 4ª. Ciudad del Departamento?
14-. ¿Dice que “Lourdes es el pueblo más lindo del mundo”?
15-. ¿Usa cachucha de paño a cuadros?
16-. ¿Gasta alegremente lo que sus abuelos ahorraron prudentemente?
17-. ¿Es - o fue - novio de alguna prima?
18-. ¿Tiene marcado en el LAROUSSE a Peñaranda de Bracamonte?
19-. ¿Ha contado las páginas de Peñarandas que hay en el Directorio?
20-. Cuando va donde los Oftalmólogos Peñaranda ¿le hace saber a la secretaria que es
primo de ellos para que no le cobre la consulta?

Anótese un punto por cada respuesta afirmativa. Si su puntaje es mayor de


15, busque en los cuadros de la página anterior el matrimonio de su abuelo
con una prima. Si saca menos de 5 puntos es posible que sólo tenga “un
tinte de Peñaranda” o que fue su abuelo el que dijo “Ya casicito soy
Peñaranda”.

119
Don Javier Ordóñez y su esposa Don Ananías Peñaranda

Doña Rebeca Peñaranda Peñaranda Don Florencio Ballesteros Peñaranda

120
CAPITULO 10

LA TIERRA SANTA DE LOS PEÑARANDA


La raíz de toda la familia está en algún lugar entre Gramalote y Salazar a
donde llegó el primer Peñaranda a fundar su finca. Posteriormente se
fueron desplazando en dirección a los nuevos poblados, Gramalote,
Lourdes y Sardinata, y de aquí hasta los confines de la selva del
Catatumbo. La idea generalmente aceptada es que algunas familias
Peñarandas, las más adineradas y las más tradicionales de Salazar, no
tuvieron necesidad de emigrar pues tenían allá un alto nivel social y
económico. Tenían fama de ser ricos, elegantes y orgullosos, y los primos
de los otros pueblos sentían que “los miraban por encima del hombro”. La
mayoría de sus primos Peñarandas, que no tenían las mismas condiciones y
privilegios, emigraron a colonizar regiones lejanas y fueron ellos quienes
fundaron los nuevos pueblos; al cabo de dos generaciones, éstos también se
convirtieron en grandes hacendados como sus primos Salazareños y
terminaron siendo los troncos de la mayoría de las familias Peñarandas del
Norte de Santander. El hecho de que los antiguos Peñarandas Gramaloteros
y Lourdenses figuren como Salazareños, se debe a que fueron bautizados
allá, pues era la parroquia a la que pertenecían estas regiones; pero la
mayoría de estos ancianos no nacieron en Salazar - sino que nacieron en los
nuevos pueblos, y hasta los “Peñarandas Salazareños” fueron también
descendientes del primer Peñaranda que fundó su finca en el Peralonso.

La carretera pasa Cornejo. Nos deleitamos con la típica rampuchada y de


sobremesa, agua de coco o guarapo de piña. Mirando esas vegas podemos
ver a Don Baltasar, Doña Catalina y sus primeros Peñarandas, caminando
por los potreros y trabajando en los surcos en las décadas iniciales de
milsetecientos. Recorremos la margen derecha del Peralonso, río arriba, por
entre pastizales y arrozales de la finca Barinas de Don Ananías Peñaranda,
en donde a cada paso se puede disfrutar la vista de los pozos cristalinos del
río, en los que nadie puede librarse de la silvestre tentación de zambullirse.
Apartándonos dos cuadras de la carretera tomamos el antiguo camino real y
llegamos al puente de La Laja, escenario de la cruenta batalla durante la
Guerra de los Mil Días, en la que se mataron unos con otros nuestros
antiguos primos. Minutos después estamos atravesando la única calle de
Santiago y desde aquí ya nos sentimos como en casa porque en cada paso
encontramos un pariente y todos los sitios nos son familiares. Saliendo del
pueblo, a mano derecha, la linda casa de La Argentina de la tía Resfa, con
el amplio corredor frente a los corrales de piedra y unos pasos abajo, el río.
También a mano derecha, colindando con La Argentina está La Estación de
121
los López-Peñaranda. Unas curvas más de la carretera y estamos en “La
Granja” de Don Medardo Ayala, familia tan emparentada con los
Peñaranda. Mientras miramos los potreros y el ganado cebú a lado y lado,
llegamos a la bifurcación de la carretera. La rama del norte atraviesa el río
por Puente Gómez y va a Gramalote y la del sur a Salazar pasando por “La
Tinta” de los Rodríguez Peñaranda.

SALAZAR:

Desde que aparta la carretera, se inicia una suave trepada que se aprecia en
el aire porque se va haciendo cada minuto más fresco; las llanuras se
cambian por lindas laderas pobladas de ganado, y la vista se va extendiendo
hasta cordilleras azules; subimos para coronar la cima en La Laguna y al
poco rato estamos llegando a Salazar, cosa que reconocemos inicialmente
porque se aprecia el agua cristalina por todas partes. Un pozo al lado del
puente, siempre lleno de bañistas, nos indica que el pueblo está cerca, pues
Salazar está rodeada de agua por todas partes: esta quebrada al llegar y el
lindísimo río por el otro extremo del pueblo. Faltan algunas curvas para
llegar en las que los avisos de tránsito, “Curva peligrosa” o “Puente
angosto”, se han reemplazado a lo largo de la carretera por nueve de los
Diez Mandamientos de Moisés: “No matar” - “No hurtar” - Falta “no
desear la mujer del prójimo” que lo quitaron en vista de que este arbitrario
mandamiento nadie lo cumplía. Entrando por la “Puerta del Sol” llegamos
al hemiciclo de la Plaza de Toros, pues los salazareños se conformaron con
media y no plaza completa, y tomamos las antiguas calles trazadas antes
del siglo XVII por las que subimos unas cuatro cuadras para ver las
imponentes palmeras del parque que le dan el apellido al pueblo. Frente a
la iglesia parroquial está la capilla en el sitio en que dizque se apareció la
Virgen, donde se expone como un trofeo la gigante campana que trajo un
marinero italiano en épocas antiguas y que se cayó de la torre el día del más
reciente terremoto en 1.950. A un lado de la capilla está la estatua del padre
Francisco Romero con la que los cafeteros le reconocen haber sido
propulsor del cultivo que les dio la riqueza, el mismo cura que los
bumangueses homenajearon llamando con su nombre el parque del centro
histórico de la ciudad.

En la esquina del parque, una placa de reconocimiento al Maestro Víctor


Manuel Guerrero, en cuya orquesta había varios músicos Peñarandas, y en
la esquina opuesta la casa donde nació en 1.916 otro de los grandes de la
música colombiana, el maestro Uribe Bueno (¿Uribe el bueno?). Entramos
varias tardes a la casa cural donde está toda la historia de los Peñarandas,
en grandes volúmenes que registran los bautizos, los matrimonios y las

122
defunciones, que documentan las fechas y los parentescos de los más
antiguos abuelos. En sus folios a veces indescifrables, desteñidos,
manchados, con una caligrafía ilegible, como papiros que se desgarran sólo
como tocarlos y en las que el gorgojo se ha comido frases completas, están
los primeros Peñarandas. Quiénes eran ellos, quiénes eran sus padres y
hermanos y hasta su oficio y su condición social se pueden descifrar en
esos antiguos manuscritos. En algunas partidas los párrocos anotaron la
palabra “Don” antes del nombre, para referirse respetuosamente a un señor
importante, mientras que para otros dice despectivamente “vivientes” de la
finca de Don Fulano y en algunos encontramos la explicación “esclavos”
de Don Sutano. En la partida de bautismo del niño José Lizcano, el
escribano parroquial identifica a su madre como “María Paula Tuta india de
jungla”. A veces en este documento oficial del bautismo, identificaban al
padre con su apellido y su sobrenombre, porque el segundo apellido no se
necesitaba, excepto cuando lo escribía como si fueran dos apellidos
diferentes Peña Aranda. Un antiguo de estos Peñarandas, Don José María,
nieto de Don Baltasar, se casó con una dama inglesa de donde descienden
las ramas de Helena, Alfredo, Francisco y Guillermo, todos Salazareños,
los antiguos Peñaranda Lowles, (“todos de azúcar”), padres de parientes
muy conocidos e importantes, uno, Presidente de la Federación Nacional de
Cafeteros, otro, Consejero de Estado, un Senador, un Presidente de la
Federación de Ciclismo, uno Director de la Campaña a la Presidencia de
Gabriel Turbay, un conocido cofundador de la televisión colombiana,
empresarios, banqueros, etc.

Después de varias horas de examinar estos libros deshechos, salimos a


refrescarnos en el aire puro del acogedor parque, único en Colombia por la
cantidad y belleza de sus palmas (exactamente 102, contadas). ¿Desde
cuándo se le cambió el nombre a “Salazar” por el de “Salazar de las
Palmas”? - le pregunté a un anciano que dormía despierto en un escaño. Se
levantó con un dedo el sombrero que le tapaba los ojos y me lanzó una
respuesta me paralizó como si me hubiera disparado un rayo: “Pues desde
que sembraron las palmas”.

GRAMALOTE:

Las primeras familias Peñarandas provenían de Salazar, el pueblo


importante de la región, fundador de Gramalote, y éste a su vez fundador
de Lourdes y Sardinata. Hablar de los Peñarandas es hablar de estos
pueblos. Cuando éstos eran aún pequeños caseríos, corregimientos del
Municipio de Salazar, y dependientes de Pamplona, sus montes estaban
siendo talados y sus colonizadores, hacha en mano iban fundando las fincas
que explotaron y disfrutaron todas las generaciones siguientes. Las

123
primeras generaciones de colonizadores de estas regiones lucharon contra
las fieras, las serpientes, las endemias como paludismo y fiebre amarilla,
contra los indios Chimilas por el occidente, los Tunebos por el sur, y por el
norte contra los guerreros Motilones que defendían sus tierras, sus propias
tierras que habitaban desde hacía diez mil años. Tuvieron fama de ser
feroces guerreros, pero, ¿cuál es el pueblo que se somete a una invasión sin
pelear, así el invasor sea más poderoso? A la llegada de los colonizadores,
los Motilones tenían una sociedad organizada, pero finalmente fueron
derrotados, desterrados hasta lo profundo de la selva del Catatumbo donde
viven hoy, o asimilados como esclavos y obreros. En época muy reciente,
en pleno siglo veinte, en la región de Las Mercedes todavía luchaban los
indios contra los colonos.

En Salazar la agricultura, la ganadería y el comercio progresaban. Los


propietarios aumentaban el tamaño de sus fincas para dar cabida, trabajo,
tierras y futuro a sus numerosos descendientes. Don Baltasar debía iniciar
la adecuación de nuevas parcelas y construirles casas, para hacerles futuro
y dejarles una herencia a sus hijos. Sobre todo se preocupaban por el futuro
económico de sus hijos varones. Las mujeres tendría que casarlas bien, o
dejarlas en su casa. La demanda de tierras cada vez que los jóvenes varones
se casaban y querían tener su propia finca y todos los hijos que mi Dios les
quisiera mandar, hizo que los horizontes se fueran ampliando. Varias
familias de Salazar se fueron desplazando, como hemos dicho, hacia las
tierras vecinas, entre ellos unos hijos de Baltasar, Pedro José, Bartolomé y
seguramente otros hermanos. Uno de los destinos más comunes de estas
colonizaciones de los Peñarandas, hacia el norte de Salazar, fue Caldereros,
pequeña fundación de colonos que se había formado al lado de la quebrada
La Calderera. Por esa misma época debieron ubicarse en esas tierras,
“tumbando monte”, las familias de Don Pedro Yáñez, Don Vicente Yáñez
Soto y Don Ignacio Ordóñez Valdez, cuyos descendientes se casaron con
los Peñarandas, recién llegados de Salazar.

La fundación del poblado inicial se atribuye a Gregorio Montes en 1.815,


poblado que se abandonó y se trasladó 13 años después a su sitio actual,
abandonando el antiguo caserío cuyas ruinas todavía existen con el nombre
de “Pueblo Viejo”. Por razones de espacio, Gramalote se trasladó con el
nombre de “Pueblo Nuevo” al sitio que ocupa hoy, a pesar de la oposición
de los habitantes del primero que ocasionó una pequeña guerra. Por un
tiempo se llamó Galindo en homenaje al general que fue asesinado en sus
alrededores; un pueblo tan conservador no podía soportar el nombre de un
general liberal por lo que nuevamente recobró su elegante nombre francés
“gramalot” que no es exclusivo de este municipio. En Colombia hay varios
sitios con su nombre: Un caserío de Cundinamarca, una quebrada de

124
Majagual, Sucre, afluente del río Cauca, un caserío de Simití, Bolívar, una
montaña de Betulia, Santander y un caserío de Molagavita, Santander.
¿Algunos Gramaloteros fundaron fincas en estos sitios y les pusieron ese
nombre? - ¿y la vereda llamada Peñaranda cerca de Ibagué sería colonizada
por algún Peñaranda de los nuestros?.

En un artículo, sin nombre del autor, que llegó a mis manos leo lo
siguiente:
“...vinieron habitantes de otras partes a descumbrar a sus anchas y antojo
todo lo que alcanzaban a ver, de acuerdo con su fortuna y sus fuerzas, y
después de que hacían una finca, el Gobierno les aseguraba la posesión
gratuitamente con Escritura Pública como colonos descubridores de tierras
baldías como José Ordóñez, Clímaco Ordóñez, Marcos Peñaranda, Januario
Peñaranda, Hermenegildo Peñaranda, Vidal Peñaranda, Pedro León Canal
y otros entre ellos Gregorio Montes fundador de Gramalote. En el año
1.865, continúa el relato, se principió a hacer el pueblo y se terminó en 3
años cuando vino el padre Jácome y nombraron corregidor para 3 años a
Juan Andrés Peñaranda y luego Jesús Peñaranda (el sordo)” - (Perfecto
funcionario para manejar el pueblo a su antojo y para atender las quejas de
los agrios y complicados conflictos entre los Peñarandas, los Yánez y los
Ordóñez: ¡Era sordo!.)

Continúa la antigua crónica relatando la llegada del primer párroco: “Era el


año de 1.868 en los primeros días de Enero cuando las gentes de Gramalote
se llenaron tanto de júbilo y alegría que corrían por las calles sin saber
cómo manifestar su reconocimiento y gratitud por la llegada del pastor,
causa de la independencia de la parroquia de Salazar, y más tarde
esperaban también la independencia en lo Civil pues tenían que pagar los
impuestos a Salazar...” - “Llegó el año de 1.868 en Enero y el Presbítero
Doctor Secundino Jácome ocupó su parroquia en Gramalote como primer
cura en propiedad y fue recibido con discursos” - “...mandó venir como
primer sacristán a un señor “conocido y ocañero” Fidel Lázaro hermano de
Clara Lázaro de Morelli. La esposa de Don Fidel Lázaro era Clara
Santodomingo Vila, hermana del Presidente de Cuba y el esposo, cuñado
del Presidente de Venezuela Cipriano Castro. O sea que el sacristán de
Gramalote, (¡zipote sacristán!), era cuñado de dos presidentes, el de Cuba y
el de Venezuela. El cargo de sacristán lo heredó su hijo Hilario y luego
Secundino y José Asunción, y finalmente nombró a Don Bonifacio Soto, a
quien trajo desde el Departamento del Cauca”. Al padre Secundino le
gustaba tener sacristanes de alta jerarquía social, o no le inspiraban
confianza los gramaloteros Peñaranda-Ordóñez-Yánez para cobrar los
diezmos y recoger la limosna en la misa pues tuvo que traer para ese cargo
a Ocañeros y Caucanos. Refiere el desconocido escritor, que ya antes de
125
1.875 había una bonita iglesia que fue derrumbada por el terremoto de ese
año y reconstruída diez años después por el padre Domiciano Antonio
Valderrama con los aportes de los feligreses. El padre Secundino Jácome
fue calumniado ante el Obispo, refiere el historiador desconocido, y por
esto fue trasladado a Enciso, en la Provincia de García Rovira. “...lo
calumniaron a diestra y siniestra los Peñarandas y Yánez, excepto Don
Marcos Peñaranda de “El Ruchical” el padre de Máximo Peñaranda, y don
Joaquín Peñaranda de “El Guayabal” y todos los feligreses y toda la
sociedad culta y los pobres y familias vergonzantes”.

En la bifurcación donde está “Puente Gómez” subimos una pendiente ahora


pavimentada, atravesando “El Mosquito” y “Peña Viva” y, al llegar al alto
vemos el lindo pueblo en el que sobresalen las torres de algunas de las
capillas, sobre una ladera que desciende desde las montañas de
“Campoalegre” de Don Secundino. Atravesamos El Planchón donde se
bañaban antiguamente los niños empelotos y las damas con chingue cuando
todavía la Caldedera traía abundante agua, y terminamos en un antiguo
puente de arco que es la entrada a las primeras calles que serpentean, varias
vueltas loma arriba, hasta que llegamos a la única calle plana que nos lleva
al parque, por la esquina de abajo. Bajamos del carro para apreciar mejor el
parque bellamente remodelado, tomar las fotos, admirar la iglesia y
desayunar en la cafetería de Chiquitín Yánez Yánez Peñaranda Peñaranda.

Gramalote es la insignia de la familia. Todos los Peñaranda tienen su


origen allá. El pueblo se construyó en terrenos que donó Don Joaquin
Peñaranda. La Historia de Gramalote es la misma de la familia Peñaranda-
Ordóñez-Yáñez, quienes han sido los protagonistas antes y ahora, algunos
de los cuales han dejado sus nombres en obras como la Biblioteca Pedro
María Omaña Peñaranda, o el convento donado por Alvaro Peñaranda, o el
Hospital construido por Víctor Pérez Peñaranda. Todos los parientes
seguramente colaboraron física y económicamente en la construcción de las
primeras casas, las calles y la Iglesia, y las siguientes generaciones, en la
construcción del Hospital, el Colegio de las Betlemitas, el Convento, el
Instituto de Eduación Agrícola, etc. Hasta las calles fueron pavimentadas
por un Peñaranda, Noé “Candelo”, de quien se dice aportó casi totalmente
el valor de esta obra, a base de multas que le imponía el Alcalde cada vez
que se alicoraba y alteraba la tranquilidad pública.

Todavía funciona en la torre derecha el reloj, único en Colombia, que


señala además de la hora, las fases de la luna, donado por nuestra
tatarabuela doña Matea Peñaranda Leal, la esposa de Don Roque, cuando
se terminó de construir la linda e inmensa iglesia, reloj que se estrenó para
el matrimonio más importante del año entre Francisco Peñaranda Ordóñez
126
de quince años y su prima Dominga Yánez Ordóñez de catorce. Los
novios eran primos, no por lo Peñaranda sino por lo Ordóñez pues eran
hijos de dos hermanas, Juana y Concepción, hijas de Don Ignacio Ordóñez.
La ceremonia se efectuó el domingo 22 de Octubre de 1.860 a las 7 de la
mañana y todo el pueblo, parientes o nó, asistieron a la ceremonia y
participaron de la fiesta. Podemos recrear la escena cuando miramos hoy
140 años después, el remodelado parque con avenidas y escaños, con el
kiosko para la banda de música, jardines y lindas palmeras. Por ser el
parque de Gramalote no podrían faltar la estatua del padre Secundino
Jácome, el busto del padre Ordóñez, ni la veneración por la estatua de
Laureano Gómez plasmado por el artista en una actitud bondadosa y
conciliadora que nunca tuvo.

El sacerdote y poeta Manuel Grillo Martínez se sintió Gramalotero por


adopción y su sentimiento lo plasmó en unos versos que todos recitan de
memoria. Empieza diciendo:

“Tierra gramalotera, tierra ardiente


de inquietud y pasión. Entre tus venas
llevas lumbres de aurora y de poniente,
plegarias y batallas de tu gente;
y eres refugio en medio de las penas.”

Visitando Gramalote nos sentimos como en nuestra familia y vemos en sus


gentes nuestros orígenes. En los corrillos de las esquinas y en el parque
reconocemos fácilmente y saludamos a esos sonrientes calvos catires, como
si fueran hermanos que no hubiéramos visto desde hace mucho tiempo; los
saludamos como si los conociéramos porque adivinamos que tienen
nuestros mismos apellidos. Saliendo de los pueblos, visitando las fincas
encontramos familias de origen antiguo que no quieren olvidar su ancestro.
Nos muestran la foto grande enmarcada y colgada en la sala, de Don
Sebastián Yánez, de Don Silverio Yánez, Don Francisco Peñaranda
Ordóñez o Don Roque Peñaranda Ordóñez. Este era mi bisabuelo nos dicen
señalando la foto, como mostrando su tarjeta de identidad y nos enseñan a
establecer el hilo conductor de su parentesco con nosotros, que se saben de
memoria.

Gramalote es el centro de la familia pues los abuelos Lourdenses y


Sardinateros nacieron allá, lo mismo que los de Bucarasica, Las Mercedes,
Santiago, La Victoria, etc. La mayoría de los antiguos Peñaranda son
nacidos en Gramalote así los hayan bautizado en Salazar cosa que hacían
por ser el único Municipio y la única Parroquia existentes antiguamente en

127
la zona, donde se encuentran los libros de bautizos, defunciones y
matrimonios

LOURDES:

Cuatro leguas al norte, nuestros antepasados fundaron otro pueblo,


coincidencialmente también de nombre francés, Lourdes, con el liderazgo
del padre Raimundo Ordóñez Yánez, en tierras de los Ordóñez, rechazando
la propuesta de los Peñarandas quienes ofrecían la finca cercana llamada El
Llano, de Doña Anita de Lineros, la hija de Don Benigno Peñaranda,
propuesta que consideraban mejor, por ser una tierra más plana y mejor
ubicada, pero Raimundo impuso su idea. Se dice que por este motivo ya
hubo las primeras desavenencias de los Peñarandas con sus vecinos Yánez
y Ordóñez, pero como del odio al amor no hay sino un paso, las
desavenencias se disiparon gracias a los múltiples matrimonios entre estas
tres familias desde el final de siglo XVIII, generación tras generación, hasta
el presente. El padre Ordóñez insistió en hacer Lourdes donde lo hizo
porque había hecho la promesa el día que, cuando era niño andando a
caballo por lo que entonces eran unos potreros, se le apareció una cruz
gigante y luminosa que le indicó el sitio exacto donde debía construir la
iglesia del nuevo pueblo, promesa que reconfirmó años más tarde cuando
fue herido en la Batalla de Palonegro. En el pequeño espacio en el que se
trazó el pueblo diseñaron dos parques, edificaron dos iglesias y en los lotes
sobrantes cupieron unas pocas casas que construyeron los Ordóñez-Yáñez-
Peñaranda y artesanos que el padre Ordóñez trajo muy seleccionados de los
pueblos de García Rovira en donde había estado como párroco y donde
maduró la idea de fundar un pueblo en una de las fincas de la familia. No
hubo espacio para más. Si alguno de los fundadores pudiera ver el pueblo
hoy vería el pueblo igual de grande que cuando se llamaba La Corcovada,
La Concepción, o La Cuncia. Por estar a 1.400 mts. de altura su clima es
agradable, pero para los calentanos Sardinateros, sus 20 grados son muy
pocos por lo que lo llaman El Páramo. Sus montañas han producido
grandes cantidades de café y en las más altas y lejanas, hacia el Páramo del
Espartillo y hacia Villacaro, nacen el Riecito y el Sardinata.

El Historiador desconocido de Gramalote que hemos citado relata la


fundación de Lourdes así: En la mitad de camino entre Gramalote y
Sardinata, se encontraba la finca del Doctor Raimundo Peñaranda Médico
Cirujano, donde, atravesado en el camino había un inmenso árbol con una
rama horizontal caída, por lo que los viajeros tenían que hacer una venia
“corcovando” el cuerpo y la cabeza para pasar. Por eso el sitio se llamó “La
Corcovada” y allí se formó el caserío gracias a los primeros colonos de la
128
zona, Don José Ordóñez, Don Clímaco Ordóñez, Don Secundino Yánez,
Don Francisco Peñaranda Ordóñez y Don Jerónimo Peñaranda”. Un
párroco llamó al caserío de La Corcovada como “Concepción” y el padre
Ordóñez la rebautizó Lourdes. El caserío, corregimiento Gramalote, con
sus grandes fincas cafeteras, entre otras Campo Alegre y El Naranjal de
Don Marcos Peñaranda, fueron la justificación de la sustentación
económica de Lourdes para que la Asamblea Departamental lo convirtiera
en Municipio.

Lourdes se encuentra en la que era la ruta obligada de Cúcuta a Ocaña, y a


la Costa hasta hace 40 años. Sólo en 1935 se hizo la carretera que lo
comunicó con Gramalote y por lo tanto con Cúcuta. En la construcción de
esa carretera participó lógicamente la familia, entre ellos el joven Eleázar y
su primo Víctor Pérez, quienes aplicaron en su diseño y construcción sus
estudios de Ingeniería Civil. Hoy la carretera está igual que como la
dejaron ellos. Era el auge de las carreteras en Colombia durante el
Gobierno de Alfonso López Pumarejo, época en que además se inició la
carretera a Ocaña y en la que el departamento quedó al fin comunicado con
Bogotá en 1.933 por la Carretera Central del Norte, atravesando el páramo
de El Almorzadero.

A diferencia de muchos pueblerinos que niegan su origen cuando viven en


la ciudad, los lourdenses siguen siendo lourdenses así vivan toda la vida
fuera de su pueblo. Todos son amigos además de familiares en este pueblo
que es uno de los más jóvenes del Norte. Quieren su tierra, viven
orgullosos de sus ancestros montañeros y de haber nacido allá, y ayudan a
sus paisanos necesitados organizando obras caritativas. Teresa Lizarazo
Peñaranda lleva todas las navidades regalos para los niños pobres desde
hace muchos años y es una entusiasta colaboradora en todas las actividades
en pro de “El pueblo más lindo del mundo” como lo llaman ellos.

Al hablar de Lourdes todo mundo recuerda al Padre Raimundo Ordóñez


Yánez, ángel o demonio según que quien lo juzgue haya recibido sus
favores o su rechazo. Nadie da una opinión balanceada de este personaje,
porque en los conflictos políticos los Peñaranda héroes de un lado son los
primos malvados si se mira el otro lado del espejo. Algunos juntan sus
manos en el pecho, adormecen sus ojos e inclinan la cabeza hacia el
hombro izquierdo para hablar del santo que consideran que fue, mientras
otros empuñan su mano derecha y nos la ponen enfrente de nuestras
narices, y empiezan a hablar de él con los peores adjetivos del castellano.
Nacido en Gramalote el 24 de mayo de 1.863 se hizo sacerdote estudiando
primero en el seminario de Bogotá y luego en el de Pamplona. Hombre de
recia personalidad que participó activamente en el perpetuo conflicto

129
liberal-conservador, inclusive en la propia guerra de los Mil Días,
comandante de su propio ejército y hasta recibió una herida en combate en
una pierna en la batalla del Peralonso. Cuando se sintió herido le prometió
a la Virgen que si lo sacaba vivo de la batalla le construiría una iglesia en
Lourdes, como efectivamente lo hizo. Fue párroco de Enciso, Málaga,
Silos, Mutiscua, Cácota, Toledo, Piedecuesta, Arboledas y autoridad nata
dentro de la familia y la región. No le tenía miedo ni al tigre que apareció
en la finca de su hermana Betzabé, la cual lindaba con las selvas de las
montañas cercanas a Cáchira; el tigre que llenó de terror a la región se
comió reses, caballos, perros y hasta un obrero se que dejó coger la noche
en el camino, pero no aterrorizó al cura ni a su cuñado Sebastián Yánez
quienes se fueron a la selva escopeta en mano y llegaron tres días después
con el trofeo, un majestuoso felino amarillo de rayas negras de seis
arrobas, colgando de una vara. Vivió el final de su vida con los Motilones
de la selva de Las Mercedes y luchó por sus derechos hasta en la Asamblea
Departamental donde lloró e hizo llorar a los Diputados cuando les relató
las penurias de estos seres humanos oprimidos que él trató siempre de
ayudar.

Lo que el padre ordenaba, la gente obedecía, y lo que decía, la gente del


pueblo le creía ciegamente. En un libro que desapareció el día de su
muerte, “Revelaciones de un alma” contaba las apariciones que le hizo la
Virgen, y la aparición del alma de su hermano que había fallecido en la
batalla de Enciso durante la Guerra de los Mil Días: un día, mientras leía en
su escritorio, esperando la llegada de un joven sacerdote que venía a
ayudarle en su labor evangelizadora, sintió llegar al joven cura. Levantó la
vista poco a poco, miró sus pies y su sotana, y al mirar su cara se encontró
con que el cura que llegaba era nadie menos que su hermano que había
muerto joven. Perdió los cinco sentidos del susto y se tapó los ojos
mientras gritaba: “!A mí noooo!. - ¡A mis tías!”. Y dicho esto desapareció
el espanto. Cuando el médico Darío Yáñez le hizo volver la conciencia,
supo que el espanto, como todo el mundo, también él había cumplido sus
órdenes y se había trasladado a la casa de sus tías, a quienes les pidió que
quemaran unas cartas de amor que había dejado al partir para el otro mundo
y que por ellas estaba penando en el Purgatorio. ¿Qué secretos
pecaminosos podrían contener las cartas de su novia para merecer
semejante castigo? Sus tías presurosas cumplieron su pedido quemando las
cartas y santo remedio: el espanto parece que finalmente subió a los cielos
porque por este mundo terrenal nunca volvió a aparecer.

Los más madrugadores ya reconocían en el atrio su figura alta y delgada


pues se levantaba a las 3 de la madrugada para ver la “Aurora del
Catatumbo” ocasionada por las tormentas eléctricas, o las llamaradas de los

130
pozos petroleros, y a esa hora empezaba a tocar las campanas para la misa.
Su temperamento ciclotímico lo hacía un hombre impredecible, a veces
amable, y a veces, cuando traía su sombrero de paja caído sobre la oreja
izquierda, y exagerada la cojera causada por la herida que sufrió durante la
Batalla de Palonegro, no saludaba a nadie porque estaba emberracao. Ese
día todo el mundo cerraba los postigos de las ventanas cuando lo veían
venir y nadie se le cruzaba en la calle. Se dice que su mal genio se le
enraizó para siempre en su alma cuando en un pueblo de Santander, sus
enemigos políticos le cortaron la cola de su yegua; el sacristán le dio la
noticia del atropello en plena misa y tanta fue la ira que salió, dejando el
oficio religioso inconcluso, para ir en la búsqueda de los agresores. Hasta el
capitán del ejército a quien el cura pilló cuando estaba en la calle
remedando su cojera haciéndose el chistoso ante sus soldados, tuvo que
salir de Lourdes con su tropa porque el cura lo amenazó de que, al primer
toque de campana o al primer disparo que él hiciera, saldrían sus amigos
por todos los caminos y no quedaría vivo ni él, ni ninguno de sus soldados.

Al padre Ordóñez Yánez, pariente de todos los Peñarandas, se le reconoce


como fundador de Lourdes y también de Las Mercedes, pueblo éste donde
se encontraba cuando cayó gravemente enfermo de Fiebre Amarilla. Lo
trajeron para ser atendido a Sardinata y la noticia de su enfermedad llegó a
Gramalote. Acudió en su ayuda el médico rural Luis Ignacio Romero,
esposo de Ana Fidelia, prima del cura, pero falleció a pesar de los cuidados
y atenciones, y su cadáver fue traído en guando por la gente a Gramalote
donde fue sepultado con los honores que mereció su agitada y
convulsionada vida. El Obispo de Pamplona, Monseñor Afanador y Cadena
asistió a presidir el sepelio y terminada la ceremonia el Obispo trajo para
Pamplona la caja fuerte del cura con los escritos sobre las revelaciones de
las almas que hablaban con él, y todo lo que el cura tenía, dijeron después
algunas malas lenguas de sus familiares.

En un viaje a España, el Padre Ordóñez conoció el Taller de Artes “Viuda


Reixac” de Barcelona, donde vio trabajar a Don Arturo Pérez Moya y
Rafael Gómez, escultor el primero y decorador el segundo y cuñados
ambos. Quedó tan emocionado al ver las obras que hacían, que los contrató
para que vinieran a Lourdes para decorar y hacer las imágenes de la Iglesia.
El Cura regresó y poco tiempo después los artistas españoles se vinieron,
pero al llegar a Barranquilla, nadie les supo informar dónde quedaba el
pueblo Lourdes, desconocido por lo pequeño y por lo escondido. Como en
Colombia hacen iglesias todos los días, cualquier destino hubiera sido igual
para ellos por lo que eligieron Medellín y allí trabajaron un tiempo hasta
que se enteró Don Raimundo y los rescató. Se los trajo a todos para
Lourdes: el Decorador, su hermana Doña Consuelo que era la esposa del

131
Escultor, y sus dos hijas Amparito y Margot, donde vivieron varios años;
los Lourdenses equiparon con sillas, mesas, platos, etc. el día de la llegada
la casa de los extranjeros como lo ordenó desde el púlpito el párroco y el
día siguiente empezaron a trabajar; mientras el uno hacía imágenes para el
templo, el otro decoraba hasta los capiteles de las columnas con pétalos y
querubines en hojilla de oro relucientemente bruñidas con piedra Agata.

“Los chapetones” se hicieron muy amigos de los nuestros, y nunca


volvieron a su tierra porque, dijeron, los Peñarandas eran su nueva familia.
En Lourdes ya tenían ahora españoles verdaderos y propios para derrotarlos
en los desfiles con los que se conmemoran las gestas patrióticas del 20 de
Julio y del 7 de Agosto y en las obras teatrales que el mismo Don Arturo
escribía y dirigía, y en las que actuaban como artistas nuestros abuelos. La
casa de los chapetones era la casa para las fiestas en la que hasta los santos
que se estaban fabricando, bailaban por el movimiento del piso de madera y
a los que disfrazaban porque los asistentes colgaban en ellos la ruana y el
sombrero mientras duraba el baile.

Cuando ya no cabían más imágenes en la iglesia vieron agotado su trabajo


en Lourdes y atemorizados por la epidemia de Tifo Exantemático que
diezmó la población, se vinieron a vivir a Pamplona donde tuvieron su
afamado taller frente a la Iglesia de El Humilladero desde el cual
despacharon santos a diestra y siniestra por todo el Oriente Colombiano y
Venezuela. A propósito, el Cristo del Humilladero de Pamplona le hizo
muchos milagros a Don Jacinto porque cada vez que iba a visitar a su
amigo el escultor, pasaba al frente a pedirle nuevos milagros al Cristo,
quien ya lo conocía cuando lo veía llegar. Piadosamente le pidió un día un
milagro inusual: “Concédeme señor veinte mil pesos que necesito para un
negocio”. Va a comprar otra finca pensó el Cristo. A su lado, con tanta
devoción que se oía su súplica, un pobre anciano le pedía al crucifijo diez
pesitos para hacer mercado. Nuestro abuelo sacó presuroso el billete y se lo
dio al humilde devoto: “Tóme y váyase, porque me lo distrae”. Es que el
abuelo deseaba tanto el oro que lo pedía como milagro y hasta soñaba con
él: una noche despertó a todo el mundo con una pesadilla en la que recogía
monedas de oro que bajaban por montones en una quebrada; llamó a todos
sus hijos para que le ayudaran a recoger las brillantes monedas: ¡Gonzalo!
– ¡Eleázar! – ¡Bertilda! - ¡Marco Tulio! – ¡Ana Luisa! - Celmira! –
¡Albertina! - ¡Jacinto! - ¡Margarita!. Cuando todos estaban al lado de su
cama angustiados lo despertaron y lo calmaron; aquí estamos papá, ¿para
qué nos llama? - Al volver a la realidad, la avalancha de oro desapareció;
abrió los ojos y con cara de desilusión por la desaparición del tesoro les
gritó: ¡Ah, ya para qué!.

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Llegaron los Chapetones a Pamplona con sus cabezas brillantes y
relucientes porque el médico Darío Ordóñez les ordenó raparse para evitar
el contagio de la enfermedad por los piojos. Amparito fue la única
sobreviviente dentro de las alumnas que enfermaron en el colegio por la
epidemia, después de sufrir un mes de fiebre y vómitos de sangre. Nueve
de sus compañeras fallecieron.

Actualmente las cinco generaciones de descendientes de estos españoles se


consideran lourdenses y nosotros los consideramos “como Peñarandas”. En
Pamplona la gente las llamó toda la vida hasta su ancianidad, “las señoritas
Peñaranda” a pesar de que no eran ni lo uno ni lo otro, sino esposas,
Amparito de un Inglés y Margot de un Cucuteño, ni remotamente
emparentados con los Peñaranda. Amparito artista innata, dirigió la
Academia de Baile de Pamplona que llenaba en cada presentación los tres
pisos del Teatro Jáuregui.

Quiero mencionar en esta historia algunas de las obras de arte más


admiradas de Don Arturo como son las imágenes del Santa Clara, Santa
Teresita, el Corazón de Jesús y el Corazón de la Virgen que se pueden
admirar en la Catedral de Pamplona, la Piedad, de la Iglesia del
Humilladero y muchas de las imágenes de las iglesias de toda la región. En
las procesiones de la Semana Santa, se aprecian varias, una de ellas muy
conocida, la del soldado (que hizo tomando como modelo a su alumno
Esteban Rodríguez), que azota al indefenso Jesús amarrado de una
columna.

En la mitad de la historia de Lourdes participaron los Peñaranda, en su


actividad agrícola, en la construcción de la carretera, etc. Y en todos los
cuentos del antiguo Lourdes está Padre Ordóñez: las ancianas de hoy lo
recuerdan porque cuando eran jóvenes se paraba en la puerta de la Iglesia a
revisar a las que no llevaran ropa adecuada para la misa y castigaba con un
pellizco en el brazo a quienes llevaran blusa “de manga sisa” así tuvieran
cubiertos los hombros con el pañolón. Hasta la forma de montar a caballo
ordenaba él, debían hacerlo las damas, usando los “briches” y con la pierna
derecha cruzada sobre la cabecera de la silla especialmente diseñada para
esta elegante forma de cabalgar, cuidando que no quedara al descubierto el
tobillo; en su jurisdicción sólo podía montar “como los hombres” pues no
sabía hacerlo de otra manera, Doña Consuelo, la esposa del escultor, por
una razón muy colombiana: “es que ella es extranjera”.

Organizó entre otras muchas actividades una cruzada para traer el armonio
desde Cúcuta. La traída del pesado aparato la hicieron un centenar de
legionarios que se organizaron en brigadas de 25 hombres los cuales se

133
turnaban para halar los lazos y cargar sobre sus hombros la inmensa caja, lo
que les ocasionó un callo que llamaron lobanillo en el hombro que
mostraron toda su vida orgullosos. En esa epopeya que se llamó “La
Legión del Lobanillo” formaron parte cien abuelos Lourdenses de los que
se recuerdan a Nicasio y Clímaco Ordóñez, Arcadio Espitia e Ignacio
Yánez.

SARDINATA.

Los valles y montañas de la región de Sardinata fueron colonizaciones


apetecidas por los Peñarandas de Gramalote. Es la tierra en la que
sucumbieron muchos antiguos por la alta incidencia de paludismo, fiebre
amarilla y tristemente célebre por las muchas clases de serpientes
venenosas de todos los colores y tamaños, pero también eran las montañas
de las laderas fértiles para el cultivo del cacao y el café y de los valles
donde se hicieron las grandes ganaderías en las vegas del río Sardinata que
se llamaba río Playonero (que al entrar en Venezuela se llama Río Tarra) y
las del río Zulia, ambos afluentes del Catatumbo.

La dura y atrevida colonización de estas selvas de indios y territorios


desconocidos tuvo a largo plazo su merecida recompensa, pues cuando ya
los colonos tenían posesión de un pedazo de estos montes, construida su
casa en él y cercado su territorio, el gobierno les otorgaba legalmente el
“Título de Propiedad” de lo que ya era su propiedad de hecho. En 1843, el
gobierno nacional concedió por decreto ejecutivo tres mil fanegadas de
tierras baldías “para repartir entre los individuos que se han trasladado a las
montañas de Sardinata, en el Cantón de Salazar, i han hecho en ellas
desmontes i plantaciones i a los que en lo sucesivo se establezcan, con la
previa obligación de que cada uno de los agraciados edifique una casa en el
paraje que se le adjudique i cultiven en sus inmediaciones treinta árboles
frutales... que a Urbano Peñaranda López, quien ha cumplido con la
condición indicada, se le asignaron cincuenta fanegadas de tierra
comprendidas dentro de los linderos siguientes...”

Contaban los abuelos que inicialmente existió un primer pueblo, más al


norte del actual, en la ribera del Río Sardinata que fue abandonado por
problemas de salubridad. El pueblo se trasladó entonces a la finca Las
Juntas, en la unión del Riecito que viene de Lourdes, y el Sardinata que
viene del Páramo de Guerrero. Este poblado fue destruido por el terremoto
de 1875 y de sus bohíos de paja y bahareque no queda ya ningún rastro.
Finalmente hicieron el actual pueblo, tres kilómetros más arriba en la
margen derecha del Riecito, un sitio muy agradable, amplio y seguro
aunque algunos conservan la creencia de que la ciudad será destruida

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cuando la laguna que se encuentra en sus montañas cercanas se desborde el
día que alguien saque el cofre de oro que hay en el fondo de ella.

Erigida en Parroquia en 1.889 permaneció siendo corregimiento de


Gramalote hasta que fue convertida en Municipio en 1.906, mediante
decreto del Presidente Rafael Reyes, y no por Ordenanza Departamental
como manda la Constitución, gracias a la influencia del padre Ordóñez
quien aprovechó su amistad con el Presidente, el General Rafael Reyes, y
gracias también a la presión de los Sardinateros y los Gramaloteros quienes
querían mutuamente liberarse de esa co-dependencia. Estas historias y
mucho de la historia de Lourdes, de Sardinata y del padre Ordóñez lo tomé
de un libro del pariente Darío Ordóñez, sobrino nieto y admirador del
importante cura.

Sardinata es uno de los municipios más extensos del Departamento,


ubicado entre Bucarasica, Abrego, Hacarí, Tibú, El Zulia y Lourdes. Los
Corregimientos son Cascajal y San Roque y también le pertenecen las
Inspecciones de Policía de El Carmen, Las Mercedes, La Victoria, Luis
Vero, San Martín de Loba y San Miguel. Descendientes de Peñarandas
colonizaron y fueron co-fundadores de Sardinata; uno de éstos era Don
Urbano Peñaranda López, como ya dijimos, hijo de Don Pedro José
Peñaranda, y el otro, Don Januario Peñaranda Molina, propietario
prácticamente de todas las tierras de la región de Sardinata, hijo de Don
Bartolomé Peñaranda, antiguos colonizadores que habían venido de
Gramalote en época muy remota. Trazaron las calles amplias y rectas con
fácil acceso al antiguo camino, el parque, el cementerio, y el Padre
Secundino Jácome, construyó en el costado norte de la plaza, la iglesia que,
a pesar de estar siendo completamente renovada y ampliada como una
catedral, todavía conserva la torre y la fachada antigua. El padre
Secundino, cuya memoria se honra con una estatua en el atrio de la iglesia
de Gramalote, es conocido tanto por ser el fundador oficial de Sardinata en
1.892, como por ser hijo del Libertador. En sus zonas rurales recién
rescatadas a la selva se conservan ritos primitivos de rezos y maleficios
indígenas y es característica la balanceada dieta sardinatera de chocolate,
carne y yuca, menú que no varía al desayuno ni al almuerzo ni a la comida,
tres alimentos abundantísimos y de la mejor calidad en la región. La
imagen típica que se ve allá, es la del padre de familia llevando la libra de
carne para el desayuno, sin envolver, amarrada a una cabuya que cuelga de
su mano; los extraños ven esta costumbre poco higiénica, pero equiparable
y preferible, se excusan ellos, a lo que hacen los elegantes parisinos
llevando en el tren el pan de un metro de largo debajo del sobaco.

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La Ceiba, Caldacia, La Banqueada, Canoero, La Tora y La Pedregosa son
famosas por su producción ganadera, pues eran fincas de hasta 1.000 reses.
En La Ceiba, Víctor Pérez construyó el primer bañadero de ganado,
novedad zootecnista que pronto los otros ganaderos aplicaron en sus hatos.
Caldacia es una de las mejores fincas y es famosa por la muerte en ese sitio
de personajes como Don Alejo Peñaranda y el padre Raimundo Ordóñez y
porque en ella un novillo poseído por el demonio descubrió un entierro de
oro, relato que haremos más adelante. En Sardinata se producía abundante
maiz, yuca, caña, arroz y cacao, y en las montañas vecinas el padre
Francisco Romero fomentó el cultivo del café, imponiendo como
penitencia, sembrar determinado número de matas dependiendo de la
gravedad del pecado.

La finca más conocida y más visitada no era la mejor ni la más grande. La


gente llegaba desde sitios lejanos hasta Las Juntas, en la desembocadura
del Riecito, para visitar a Heraclio Zafra Peñaranda, curandero muy
entendido especialista en culebras, quien además tenía en sus estadísticas
un porcentaje de curación del 100% para el carbunco del ganado,
tratamiento que consistía en unos pases mágicos con la mano derecha,
mientras pronunciaba la fórmula milagrosa que otros han aprendido: “Yo te
conjuro – Animal perjuro – A que te vayas muriendo - De uno en uno –
Hasta no quedar uno”. Para las mordeduras de culebra rezaba el verso
equivalente pero con la salvedad de que tenía que dejar morir uno de cada
treinta, ofrecimiento que debía hacer a la Virgen, así el paciente fuera su
propio hijo. Nadie sabía en qué número iba la cuenta para llegar al fatídico
30, pero los Peñaranda, dotados de la virtud de la incredulidad,
descubrieron que en esta cuenta secreta ocultaba la engañosa Estadística, es
decir que sólo se le salvaban los mordidos por serpientes no venenosas,
mientras que si la mordida era de Mapaná o Alamascá, extrañamente le
coincidía el número 30 y el pobre paciente se moría indefectiblemente a
pesar de su magia. Los curanderos usaban su magia a veces, no para curar,
sino para endosarle a un enemigo “un mal postizo” – generalmente una
gusanera en un ojo o en el sensible órgano púdico – para los cuales
maleficios era experto el curandero Sarmiento, quien atendía a su malévola
clientela en su casa ubicada por los lados de finca El Líbano. También se
usaban los cojuros antes de la roza de un potrero para lograr que las
culebras se amontonaran todas en un rastrojo, área que el culebrero
delimitaba para que los jornaleros no se acercaran a ellas.

Fue muy recordado el Padre Duarte, párroco durante muchos años, quien
gastó media vida buscando las cajas repletas de oro que se encuentran
enterradas en los alrededores de la “Piedra de los Españoles”. Nunca
encontró el tesoro pero vivió feliz en Sardinata y hasta rechazó varias veces

136
el traslado que le ofrecía el señor Obispo. Le pidió amablemente:
Monseñor déjeme aquí, que aquí vivo feliz. ¿Y que haces que te amañas
tanto en este pueblo? Le preguntó el Obispo de Pamplona en una visita que
le hizo a la parroquia. “Monseñor: después de la misa de la mañana, nada
más Rosario y tinto”. ¡Muy bien! Le iba a decir su superior cuando oyó al
párroco pidiéndole a la muchachona de la cocina que pasaba enfrente de
ellos luciendo unos lujuriosos pantaloncitos cortos: “Rosario, tráigame un
tinto”. Meses después cuando vió que su traslado era inminente le confesó
al Obispo la otra razón por la que quería quedarse en Sardinata: busco el
tesoro de La Piedra de los Españoles y cuando lo encuentre le daré la mitad
a Usted, Señor Obispo. – Monseñor murió esperando su media guaca y el
párroco vivió su vida en Sardinata sin más amenazas de traslado.

Los antiguos Peñaranda querían sus pueblos porque eran efectivamente su


casa y su pertenencia: recuerdo a Don Jacinto, balde y totuma en mano
regando, antes de que llegara la noche, los crotos que adornaban
antiguamente las calles empedradas de Sardinata. Hoy, los Peñarandas
Sardinateros, todos descendientes de los antiguos Pedro José Peñaranda y
Bartolomé Peñaranda, ven cómo el pequeño caserío de sus abuelos, es
ahora escala para el tráfico a la Costa, activo centro comercial que además
conserva su vocación agrícola y ganadera, y que la convierten en una de las
ciudades más agitadas y bulliciosas del Departamento, la más próspera,
grande y poblada del occidente. Las tierras han cambiado de propietario,
pero los muchos parientes que aún viven allá desempeñan un papel
importante en la producción agrícola y ganadera, el comercio, los servicios
públicos y la dirección del municipio.

137
La Familia Peñaranda presente en la Construcción y la Inauguración
de la Carretera Gramalote-Lourdes 1938

Sentados: Don Roque Peñaranda Peñaranda, Don Jacinto Peñaranda Yánez,


Don Secundino Yánez Peñaranda, David Yánez, Margarita Peñaranda de Rodríguez,
Alirio Peñaranda, Irene de Peñaranda, Doña Antonia Peñaranda, Doña Margarita
Peñaranda, Doña Ana Francisca Peñaranda.
De pie: Jacinto Peñaranda, Tona Peñaranda de Reyes, Cecilia Rodríguez, Alicia Joves,
Leticia Peñaranda, Otoniel Yánez, Darío Yánez, Antonio Peñaranda,
Doña María Mora, Eleázar Peñaranda, Ana Paula Lineros, Abraham Yánez.

138
CAPITULO 11

EL ANDARIEGO

DON BALTASAR PEÑARANDA BALTASAR PEÑARANDA


Padre de: Padre de:
DON PEDRO JOSE PEÑARANDA PEDRO JOSE PEÑARANDA
Padre de: Padre de:
DON URBANO PEÑARANDA LÓPEZ JUAN BAUTISTA PEÑARANDA L
Padre de: Padre de:
MARCOS R. PEÑARANDA ORTEGA---------------- casado con-------------- ANA MARÍA PEÑARANDA ORD.

Don Urbano es el tercero de los hijos de Don Pedro José Peñaranda; los
otros dos son Don Jacinto y Don Juan Bautista Peñaranda López. Don
Urbano se casó con Doña María de los Ángeles Ortega y de sus
descendientes conocemos a Doña María Cecilia, Don Baldomero y Don
Marcos Peñaranda Ortega casado con su prima-hermana Doña Ana María
Peñaranda Ordóñez, hija de Don Juan Bautista Peñaranda López.

Fue uno de los primeros colonizadores de Sardinata, tierra donde nacieron


sus descendientes. La montaña que taló, cultivó y pobló, la llamó “El
Chícaro”. Su tataranieto Ramón, el querido primo conocido por todos los
Peñarandas por su amabilidad, locuacidad y por conocer más que nadie la
historia de la familia, guarda los antiguos documentos de adjudicación de la
propiedad, la que confirma la posesión de su hijo y único heredero Marcos
y de la escritura que prueba que el mismo Marcos testó a favor de sus hijos
la hacienda El Chícaro, que ahora se llamaba Ruchical. Su nombre
completo era Marcos Ramón del Carmen Peñaranda Ortega. Así lo
bautizaron en Salazar el catorce de Junio de 1.825.

Gran parte de lo expuesto en estas páginas y mucho más de la historia de la


familia, está almacenada en la privilegiada memoria y en la biblioteca de
Ramón. El primer antiguo documento dice: República de la Nueva
Granada. Leonardo Canal Gobernador de la Provincia de Pamplona.
“Habiéndose concedido por decreto ejecutivo del 25 de noviembre de mil
ochocientos cuarenta y tres, tres mil fanegadas de tierras baldías para
repartir entre los individuaos que se han trasladado a las montañas de
Sardinata...” “Por tales hechos i en uso de la facultad que me confiere el
Artículo 4 del referido decreto i en arreglo a lo dispuesto en el Artículo 5
de la lei de 21 de mayo de 1.846, expido a favor de Urbano Peñaranda
López el presente Documento de Propiedad, para que por él haya i posea
como cosa propia adquirida con legítimo i justo título las dichas sesenta
fanegadas de tierra”.

139
Su hijo Marcos, 40 años más tarde, en 1.890, confirma la propiedad de esas
tierras con el siguiente documento: “República de Colombia. Departamento
de Santander. Notaría de Salazar. “El señor Marcos Peñaranda registra la
diligencia de mesura y demarcación de la posesión de los colonos que han
cultivado terrenos baldíos, verificada en el caserío de Sardinata por el
Alcalde de Gramalote Joaquín Peñaranda”. En otro documento valioso por
lo antiguo, Don Marcos manifestó su última voluntad a los 82 años ante el
notario de Gramalote, Municipio de Santander. El notario copió
textualmente: “Para mi esposa señora Ana María Peñaranda la suma de
diez mil ochocientos pesos, representada en la posesión de El Ruchical, en
la casa de la población y en un macho pardo”. Casa, finca y vehículo, todo
valía diez mil ochocientos pesos. “La finca El Ruchical está compuesta de
casas, sementeras de café, potrero y huertas, que estimo en diez mil pesos
de diez décimos, advirtiendo que al hablar de pesos en este testamento, es
de diez décimos, plata de ochocientos treinta y cinco milésimos”

Uno de los nietos del antiguo Urbano Peñaranda López, Urbano Peñaranda
Peñaranda “EL ANDARIEGO”, tiene su descendencia en todos los pueblos
y aldeas de la región. Viajaba por todo el departamento, trabajaba en una
finca un día, en otro pueblo la semana siguiente, se desaparecía hasta el
punto de nadie sabía de él, y “resucitaba” nuevamente años después para
sorpresa y felicidad de toda la familia.

Una vez llegó a Gramalote una tribu de Gitanos provenientes de Andalucía


y que había llegado por la misma ruta que había seguido Don Baltasar dos
siglos antes. Llegaron en sus carretas de lona blanca, con la algarabía de
sus cantos, el ruido de sus animales y la gritería de sus niños. En un potrero
cercano armaron la carpa grande que era el dormitorio colectivo con
pequeños cubículos separados con cortinas, para las cuarenta personas que
componían en grupo, y de inmediato se ganaron el cariño de los lugareños
quienes compraban los productos que los forasteros habían traído de
Europa o los que ellos mismos fabricaban. Buenos artesanos, alfareros,
negociaron a cambio de mercado, telas, joyas, aperos de lujo y herraduras
para los caballos, peroles de cobre martillado remendados con soldadura, o
viejas armas reparadas que vendían como nuevas. Compartieron con ellos
durante dos meses, tiempo en el que hicieron muchos amigos en el pueblo,
sobre todo con los Peñarandas de quienes captaron cierta afinidad pues,
igual que los gitanos, también eran una tribu numerosa formada por
múltiples uniones entre primos. Urbano Peñaranda se interesó en el estilo
de vida de estos nómadas que lo embelesaron con las historias fantásticas
de lejanas tierras y con sus costumbres extrañas. Aprendió a decir unas
cuantas frases en su idioma calé porque andaba permanentemente en el

140
campamento de los gitanos, y se ilusionó con llevar con ellos la vida
peregrina que ya le era conocida por sus múltiples andanzas cuando se iba a
trabajar largas temporadas en fincas lejanas.

Los gitanos eran de apariencia elegante, sombreros alones de fieltro,


chaleco y botas de tacón, hábiles chalanes que arreglaban mulas y caballos
ordinarios en poco tiempo y por poco dinero, devolviéndoselos a los
dueños convertidos en excelentes jacas de dócil rienda y paso fino. Las
gitanas con grandes aretes que enmarcaban sus bellas facciones, esbeltas y
seductoras dentro de sus volátiles faldones largos de colorines, sus blusas
blancas que dejaban traslucir descaradamente sus senos que flotaban libres,
sin las castas amarraduras que usaban las damas locales. Los hombres de
Gramalote pagaban para que les adivinaran el futuro y en las noches
asistían al tablado que habían armado al lado de la carpa donde, a la luz de
una fogata, presentaban veladas con bailes de zapateados con castañuelas,
el cante jondo, los malabares y los números de magia a las que Urbano no
faltó una sola noche. El día que se fueron los gitanos “Urbano El
Andariego” se fue con ellos y nunca se volvió a saber nada de él. ¿En qué
lejano lugar del mundo estaría este pariente que ahora recordaban como
“URBANO EL GITANO”?

Un hombre desconocido montado a caballo llegó cualquier día a Gramalote


preguntando por el Sr. Máximo Peñaranda. Cuando habló con él le contó
la mala noticia de la muerte de “El Gitano” y le relató cómo este nómada
Peñaranda nada más había podido llegar hasta la vecina Cáchira al otro
lado del Páramo de Guerrero, donde fue abandonado por ellos. Nunca vivió
la vida de gitano que deseaba, ni viajó por el mundo como creían sus
paisanos, porque no aprendió ningún oficio de los que ellos sabían sino que
tuvo que quedarse trabajando en lo único que sabía: tirar azadón. Trabajó
toda la vida en la finca de este forastero que hoy venía con la triste noticia
para su hermano Máximo: le contó que Urbano, cuando se sintió viejo y
enfermo, le pidió que lo ayudara, le contó que su familia vivía en
Gramalote y le aseguró que allá su hermano le cancelaría todos los gastos
que su enfermedad ocasionara. Vino para cobrarle los servicios del cuidado
del enfermo y los costos del entierro. Urbano Peñaranda Peñaranda,
bisnieto de Baltasar, hermano de David, Máximo y Abraham, es el único de
nuestro linaje cuyos restos están sepultados en el cementerio de esa
población y seguramente los Peñaranda de ese apartado Municipio del
Norte de Santander son descendientes de él.

141
142
CAPITULO 13

LAS ANTIGUAS FAMILIAS ORDÓÑEZ-PEÑARANDA


Por Darío Ordóñez.

“... Cuando Doña Nicolasa, después de 3 años de vivir en Girón, se aprestaba a cerrar
su maleta, ya que al día siguiente se aprestaba a vivir en Santafé, su decisión de no
llorar se quedó en nada, porque al advertir la llegada de unas bestias, vio aparecer de
inmediato a José Ordóñez, hermano menor de Clímaco que llegaba desde las lejanas
tierras de Salazar a despedirse de los viajeros que al día siguiente partirían.”

Nuestro pariente DARIO ORDOÑEZ está escribiendo un bien documentado y muy ameno libro
del que me permito transcribir unos apartes de su capítulo LOS ORDÓÑEZ DE GIRÓN. Está
hablando Darío sobre la ocañera Doña Nicolasa Ibáñez, amante del General Santander, madre
de Don José Eusebio Caro, abuela del Presidente Miguel Antonio Caro. Don Clímaco Ordóñez,
era un importante político de la época, Presidente de la Cámara de Representantes, yerno de
Doña Nicolasa. Es el hermano de Don José Ordóñez el padre de los Gramaloteños de ese
apellido casados antiguamente con Peñarandas y Yáñez.

“... En las pocas, muy pocas oportunidades que había tenido Nicolasa de tratarlo, José
le había robado su corazón en el mejor de los sentidos. Era hombre callado, tímido y
reposado, lo que explicaba que no hubiera querido estudiar leyes en Santafé, como lo
había hecho Clímaco y en cambio se hubiera retirado al lejano Salazar, en vecindad
con sus parientes Ordóñez que allá vivían hace dos generaciones y que ponderaban en
demasía la fertilidad de esas tierras. Allí habían medrado sus parientes Ordóñez y
habían echado raíces al emparentarse en especial con los Peñarandas, los Yáñez y los
Omaña, como después lo harían con las familias más reconocidas de la región, como
los Santaella, los Forero y los Lineros entre otros”.

“Si. Clímaco era el mejor de los hombres, algo parecido debía decirse del discreto pero
cariñoso José, que sabía leer en los ojos de Nicolasa todas sus penas, sus desengaños y
profundas tristezas y hacerse solidario sin hablar, como sólo pueden hacerlo los seres
de exquisita sensibilidad y de pocas palabras. José era hombre prudente, bondadoso y
tierno. Qué buen padre y esposo sería, se decía Doña Nicolasa, también ahora
prudente y aserenada por el paso de los años, por las penas y por las desilusiones,
harta ya de salones, de miradas codiciadoras, de celos, de plumas y de festejos”.

“José que había hecho ese largo y difícil viaje para despedirse de su hermano Clímaco
a quien nunca volvería a ver. José, el hermano cariñoso que había puesto el nombre de
Clímaco al segundo de sus hijos, en recuerdo de su hermano mayor. José, hombre de
trabajo que rompiendo selva se había hecho dueño de un hermoso fundo en donde lo
esperaría con afán esa hermosa Salazareña de nombre extraño... sí: Petronila Ramírez,
así se llamaba”.

“Esa noche de despedidas desasosegadas fue larga y triste, como tan tristes son los
sentimientos de los seres queridos que saben que al día siguiente se despedirán tal vez

143
para siempre. Y así, al rayar el día de separaron estos entrañables hermanos para no
volverse a ver. Clímaco partiría para Santafé, acompañado de su mujer Manuela, de su
parejita de hijos y de Doña Nicolasa a quien José siempre recordaría por la profunda
tristeza de sus ojos bellos. José también partió de regreso a Salazar sin pasar por
Bucaramanga, donde se hallaban sus otros hermanos. Allí lo esperaban el trabajo, su
amada esposa Petronila y sus cuatro hijos, José, Clímaco, Ramona y Concho”. “...
Había que criar los hijos y había que resolver sobre la compra de esas tierras, en
cercanías de la quebrada Caldereros que tiempo después daría lugar a nuestro
Gramalote de hoy. ... Hasta que ya crecidos vio a sus dos mayores, José y Clímaco,
empezar a suspirar por dos primas Yáñez, Antonia y Juliana. Antonia era hija de José
María Yáñez y de Nepomucena Ordóñez, parienta suya, hija de Ignacio Ordóñez
Valdez, su primo de Salazar. Por su parte la hermosa Juliana Yáñez era hija de
Francisco Javier Yáñez y Teresa Peñaranda”.

“... El taita José empezó a llenarse de nietos: De su hijo llamado José como él mismo,
tendría a María, Olaya, Raimundo, Cipriano, Isidro, Loreto, Carmela y Betzabé. Por
parte de su hijo Clímaco, llamado así en recuerdo de su hermano el político y
expresidente de la Cámara de Representantes, le llegarían Ignacia, Verónica, Luis,
Julián, Nicasio, Javier, Ismael, José (en recuerdo de su padre y ahijado de su hermano
también José), y otro Clímaco – ya el tercero – cómo nó, pues era un nombre familiar.
Todos estos nietos eran ojiazules u ojiverdes como sus madres Yáñez. Su hijo Concho le
daría sólo una nieta, Francisca. Pero en cambio de Ramona tendría a Vicente,
Ramona, Antonia, Mercedes, Genara, Engracia y María Josefa. Veinticinco nietos que
taita José vería crecer vinculados estrechamente a su amor al trabajo, a la tierra y a
sus creencias religiosas, pues deberían ser no sólo hombres buenos, sino hombres de
bien, disciplinados y concientes del respeto que le debían a sus antepasados”.

“... Crecieron tan cercanos estos muchachos que terminarían varios de ellos casados
con sus primas, como sucedió con Loreto y la prima Verónica, o el primo Ismael con la
prima María, y fueron los Ordóñez familias muy unidas, tendrían metas comunes y
juntos compartirían duras y difíciles circunstancias”.

(El capítulo de Darío termina comentando la participación de los Ordóñez en la Guerra de los
Mil Días:)

“... Y la guerra se desarrollaría singularmente en el oriente del país. Impelidos por su


fervor religioso y teniendo frescas en la memoria los vejámenes de los liberales contra
la Iglesia, viendo sus territorios invadidos por las fuerzas ilegítimas, los conservadores
de la región se transformarían en guerreros que darían las más duras batallas y
sacrificarían sus bienes y sus vidas “por la patria y por la Iglesia”. El Batallón
Gramalote se daría a conocer por la valentía y hombría de sus componentes y
alcanzaría fama y reconocimiento nacional. También el Batallón Albán Holguín.
Varios de los Ordóñez morirían en las batallas o serían heridos gravemente. Valientes
luchadores intervendrían en las batallas de Terán, del río Peralonso, de Cúcuta y de
Palonegro, abonando con sus cuerpos la tierra en defensa de sus creencias tal como
sus primos los Yáñez”.

“Firmada la paz de Chinácota y triunfante la legitimidad, regresarían a sus hogares


los sobrevivientes a trabajar la tierra y a servir como honrados ciudadanos o como
consagrados profesionales inmiscuidos en el progreso de sus regiones, en la creación

144
de nuevos pueblos y la ampliación de las fronteras agrícolas del departamento, hasta
alcanzar las tierras del Catatumbo. En esta segunda generación los Ordóñez de Girón,
cercanamente emparentados con los Ordóñez de Salazar y con los siempre cercanos
Yáñez y Peñarandas, serían sacerdotes caudillos, hombres de guerra en la guerra y
hombres de paz en la paz, pero sobre todo, hombres que amaban la tierra como lo
habían aprendido de padres y abuelos. A veces en consonancia con los Peñaranda
nuestros eternos primos, a veces no, hoy tenemos superadas todas las viejas distancias
y nos reconocemos como lo que somos. Como personas unidas repetidamente por
continuos matrimonios y herederas de los mismos genes, e historia y afectos. Nos gusta
encontrarnos, recordar y compartir. Con los Yáñez hemos mantenido siempre lazos
muy cercanos de unión, el recuerdo de luchas comunes y las pequeñas o grandes
hazañas logradas en convivencia”.

(La participación de los abuelos Ordóñez en la guerra fue importante y relata cómo lo contaba
Don Luis Alberto: Doña Juliana Yáñez Peñaranda, mujer decidida y ferviente defensora del
gobierno, sorteó quiénes de sus hijos debían ir a la guerra.)

“... Y esa madre amorosa que era Mamá Juliana, reunió a sus hijos solteros que eran
seis y que ya conocían la situación y les habló como le había hablado a su padre. Les
dijo cómo, amándolos entrañablemente, debería su familia dar ejemplo en el pueblo. Y
ante la aquiescencia de ellos, Mamá Juliana los sorteó, entre un mar de lágrimas pero
con ánimo resuelto, para que tres de ellos fueran a la guerra y los otros tres se
quedaran con su padre al cuidado de la casa y de los asuntos familiares. Les
correspondió ir a la guerra a Alberto, Javier y José. Se quedaban en casa Clímaco, - el
tercero le decían – junto con Luis y Julio. A los que partían les tocaba ahora aperarlos,
financiarlos, hacerlos acompañar de algunos trabajadores y hacerlos ingresar al
batallón Albán Holguín.”

“Alberto, Javier y José, o Josefito como le decían, dejó sus clases de violín para partir
a la guerra con sus hermanos mayores, en la cual recibirían su bautismo de sangre, y
una vez curados, seguirían batallando en las varias y cambiantes situaciones de la
guerra, hasta, cuando triunfantes sus fuerzas en la feroz batalla de Palonegro, ya
Alberto con el título de Coronel y sus hermanos con el de Capitán y Teniente,
estuvieron presentes en la paz de Chinácota, que fue el final de las guerras partidistas
en Colombia.”

145
Capitán Cipriano Ordóñez Yánez
Muerto en la Batalla de Enciso durante la Guerra de los Mil Días.

De izquierda a derecha: General Víctor Rojas, Coronel Luis Jesús Serrano Araque
y Capitán José Eusebio Rojas Peñaranda
Sentadas: Leticia Rojas Peñaranda, Rosa María Rojas Peñaranda, Juana de Dios Peñaranda
Omaña de Rojas, Sara María Rojas Peñaranda de Rojas y Josefa Rojas Peñaranda.
Niños: Rosa María Rojas Peñaranda, Alfonso María Serrano Rojas,
Margarita del Carmen Serrano Rojas de Torres.
En brazos de Doña Sara: Aura María Serrano Rojas.

146
CAPITULO 13
LAS ANTIGUAS FAMILIAS YÁÑEZ-PEÑARANDA

La familia Yáñez fue otra de las familias que se mezcló íntimamente con
los Peñarandas, gracias a los múltiples matrimonios entre las dos familias.
Los Yáñez de Gramalote, y muchísimos de Lourdes, al parecer de origen
Portugués, llegaron a nuestras tierras por Venezuela procedentes de Brasil.
La página “Heráldica” de Internet dice que los Yáñez son de origen
gallego, por lo que Don Silverio Yáñez, quien se supone fue el tatarabuelo
de todos los Yánez, era del norte de España, versión no muy distante de la
que se decía antiguamente en Gramalote que le atribuían origen Portugués,
pues los Gallegos y los Portugueses del norte, son vecinos, con origen celta
común. Sea que viniera de España o de Portugal a través de Brasil, el
primer Yáñez de Gramalote es tan antiguo como el primer Peñaranda y el
primer Ordóñez.

El primer hogar Yánez-Peñaranda que conocemos fue el formado por Don


Francisco Javier Yánez y Doña Teresa Peñaranda. Don Javier hijo de Don
Lorenzo Yánez Caballero, nieto de Don Silverio Yánez el supuesto
Portugués por la parte Yánez, y Doña Teresa Peñaranda nieta de Don
Baltasar, el supuesto Español por la parte Peñaranda. Este primer Silverio
tuvo un nieto Silverio y luego una docena de Silverios bisnietos y
tataranietos hasta hoy. Los Yánez habían conservado sus genes europeos
más puros que sus cercanos Ordóñez y Peñaranda por lo que, los rubios y
ojiclaros de la familia tienen seguramente un antepasado Yánez; todavía las
lindas mujeres de este apellido dan prueba de ello.

Además en los siglos dieciocho y diecinueve formaron grandes familias los


matrimonios de Don Silverio Yánez con Doña Belén Peñaranda y Don
Antonio Yánez con Doña Ramona Peñaranda. El amor en los tiempos del
cólera de los Yánez por las primas continuó: Don Secundino Yánez con
Doña Margarita Peñaranda, Don Sebastián Yánez primero se casó con
Doña Francisca Peñaranda y al enviudar se casó con Doña Apolonia
Peñaranda; también engrosaron el parentesco con los Peñaranda, entre
otros, Don Pablo Yánez, Don Sotero Yánez y Don Agapito Yáñez. Por
desavenencias familiares entre ellos, algunos modificaron su apellido a
Llanes y Yanes, dando familias nortesantandereanas con esos apellidos. La
familia Yáñez puede ser tan numerosa como la Peñaranda y como son
también originarios de los mismos pueblos Nortesantandereanos, esta
vecindad sirvió para que se mezclaran estas dos familias como sucedió
también con los Ordóñez.

147
Don Sebastián Yánez, tronco de una numerosa rama de Yánez-Peñarandas

“Tristeza al final de una vida”

Don Juan Bautista Yánez y su nieta Aura Marina Yánez Peñaranda

148
CAPITULO 14

PEÑARANDAS vs. PEÑARANDAS


Los Peñaranda antiguos peleaban contra todos y hasta contra ellos mismos.
En cada etapa de la vida de la familia ha habido episodios violentos desde
el comienzo de su vida en estas regiones pues el ingreso de estos forasteros
debió ser traumático por el choque con quienes ya vivían acá, indígenas y
anteriores colonos. Se recuerda el conflicto entre los habitantes de Pueblo
Viejo y Pueblo Nuevo, cuando había dos Gramalotes simultáneos y
vecinos. Después en la Guerra de los Mil Días y seguramente en la de
1.875 y las guerras y revoluciones anteriores también intervinieron ellos.
Pelearon en la fundación de Lourdes por la escogencia del sitio en que se
debía hacer el pueblo; son recordados los hechos sangrientos en la guerra
de La Victoria contra Sardinata y la de Gramalote contra Sardinata, y
finalmente la guerra entre ellos mismos, “la Guerra de los Peñaranda”.

De la guerra que casi acaba con el país a comienzos del siglo pasado, hay
muchas referencias sobre la participación de la familia Peñaranda en ella.
Nuestros antepasados ingresaron a la lucha porque la zona donde vivían y
tenían sus tierras fue el epicentro de la revuelta. Para la época de la Guerra
de los Mil Días ya la familia era muy numerosa, con gran influencia local,
eran dirigentes como Alcaldes y otros cargos públicos y sobre todo porque
eran propietarios de tierras, lo que les facilitaba el reclutamiento de obreros
a quienes convertían en soldados de la noche a la mañana. A diferencia de
la revuelta de Los Comuneros y la Guerra de la Independencia, los
Peñaranda sí tenían muchos intereses en juego, eran una familia
terrateniente e influyente por lo que participaron activamente en la lucha.

La Guerra no comenzó súbitamente sino que fue una lucha que venía
fraguándose desde diez o más años antes, por el rechazo del partido liberal
a la Constitución de 1.886 y al no lograr modificarla por medios políticos
resolvieron tomarse el poder por medio de la guerra. La división
irreconciliable se remonta todavía más atrás a la Constitución Liberal de
Rionegro reemplazada por esta conservadora que duró hasta que el M-19
junto con liberales y conservadores la cambiaron ahora en 1.991.

La revuelta la iniciaron los liberales de Bucaramanga y Piedecuesta y tras


los primeros fracasos se les unieron Uribe-Uribe y Herrera, con los que
avanzaron por Málaga a Chitagá a Labateca y a Chinácota hasta llegar a las
tierras de los Peñaranda después de haberse unido a las tropas del general
Durán en Cúcuta. Los revolucionarios se tomaron Gramalote después de la
149
conocida Batalla de Terán, con la participación de los Peñaranda liberales,
y en la celebración con aguardiente y al son de las Brisas del Pamplonita el
comandante liberal exclamó que había caído “El Castillo Medieval de los
Godos”. Luchaban primos y hermanos súbitamente convertidos en
enemigos por causa de una bandera de color diferente.

Según el historiador desconocido de Gramalote que hemos citado y cuyo


antiguo escrito nos ha aportado valiosos informes, se presentaron frente a
Gramalote el día de la Candelaria del año novecientos, los Generales Uribe
Uribe, Vargas Santos, Herrera, Leal, Soler, Martínez y otros, con 7.000
hombres mientras que Gramalote no tenía sino 600 al mando de Juan de
Dios Peñaranda y Eusebio Maldonado...”. – “... el general liberal Leonardo
Peñaranda puso guardia en la casa de “Las Peñarandas” de Don Francisco
Peñaranda y llegaron “una chusma” de soldados liberales y rastrillando las
espadas en el empedrado de la calle real...” - Nos cuenta en esta historia,
que los soldados protestaban porque su propio general no les dejó hacer lo
que les venía en gana en el pueblo, talvez entre otras cosas saquear las
casas de los Peñaranda. Lo que no sabían los soldados es que el General
Leonardo, por encima de ser Liberal, era Peñaranda, y por eso evitó los
desmanes de la tropa porque en Gramalote vivían su padre Ignacio y su
madre Ana Josefa y en la casa de Don Pacho y Doña Dominga, una de las
hijas era su novia y futura esposa.

Don Leonardo Peñaranda, un joven de 30 años, comandante de uno de


estos batallones victoriosos ordenó días después, dice la leyenda, en el
puente del Peralonso, cerca de Santiago, que los rebeldes se quitaran la
camisa y, en la oscuridad de la noche, atravesaron con sus bayonetas a todo
el que notaran que no tenía desnuda su espalda. Uribe-Uribe, Carlos
Ordóñez y 9 hombres más, atravesaron en forma suicida el puente abriendo
la brecha para que el resto de la tropa ganara la famosa batalla. Luego
marcharon hacia Cúcuta heridos, ebrios de esa esquizofrenia que produce el
combate y ensangrentados con su propia sangre y la de sus contrincantes,
enemigos que poco tiempo antes eran sus amigos, vecinos, compadres,
primos y cuñados. Escribe Jaime Pérez López cómo la guerra fue
internacional pues la revolución tuvo apoyo del presidente liberal de
Venezuela Cipriano Castro en cuya defensa combatieron Uribe-Uribe y sus
tropas hasta en las calles de San Cristóbal. Por otro lado el gobierno
conservador de Bogotá apoyó con armas y dinero a las tropas enemigas del
gobierno venezolano. Simultáneamente en Ecuador se producía la
revolución de Alfaro con similares ideales pues los tres líderes, Castro,
Uribe y Alfaro soñaban con restaurar la Gran Colombia y, como era época

150
de pretendidos cambios sociales, triunfaba simultáneamente la revolución
de Pancho Villa. El gobierno Venezolano, en represalia por el apoyo que
Bogotá dio a la contrarrevolución venezolana, cerró el tráfico de
mercancías por la parte venezolana del Catatumbo hasta que los buenos
oficios de la primera dama de Venezuela nacida en Gramalote, acabó con el
bloqueo.

Muchos parientes pelearon en la batalla del Puente del Peralonso, también


llamada la del “Puente de La Laja” – o de “La Amarilla” durante 5 días. –
En la pintoresca carretera de Cornejo a Santiago, al final de una larga recta
sombreada por inmensos árboles, se ve el famoso puente colgante, desde el
cual se aprecia el río de aguas más puras, de color esmeralda. Este lugar en
los domingos es un piqueteadero con restaurante, billares, rocola y pista de
baile, donde se disfruta el paisaje, el sol, el baño en los provocativos pozos,
el rampuche y el agua de coco. A nadie parece importarle ahora la
gravedad de los sucesos y la mortandad que hubo en este sitio hace apenas
un siglo. No saben o no les importa bailar y jugar sobre las fosas comunes
que hay en este lugar sagrado donde agonizaron, gimiendo de dolor sin
ninguna ayuda ni consuelo, los abuelos de tantos Nortesantandereanos.
Sólo un mural en la entrada del puente dibuja las tropas oficiales y las
revolucionarias, la ubicación del Batallón “Vencedores” y El Batallón
Albán Holguín al mando del General Conde, el Chinacotero, y al lado norte
del puente, las tropas al mando de los Generales Uribe-Uribe y Benjamín
Herrera. Después los rebeldes avanzaron hacia Bucaramanga donde fueron
derrotados en Palonegro. También intervinieron muchos de nuestros
abuelos en el sitio de Cúcuta, desde el 12 de junio hasta el 16 de julio del
año 1.900 en el que se salvó milagrosamente Don Juan de Dios Peñaranda
en un ataque en el puente de San Rafael. Tantas muertes para llegar
finalmente a la firma de la Paz de Chinácota en 1902. Basta observar las
espectaculares fotografías, como la de las barricadas de las calles de Cúcuta
o la del parque de Pamplona colmado con las tropas oficiales, para entender
la magnitud del conflicto y, siendo que la población era muy pequeña,
podemos deducir que prácticamente la totalidad de los hombres jóvenes
participó en la guerra, entre ellos nuestros antepasados. Los liberales
organizaron sus tropas y reclutaron mucha gente en la zona del occidente
del departamento, precisamente donde vivían los Peñaranda, por lo que es
probable, que muchos familiares de todos los rangos participaron
activamente en la guerra como los que ya mencionamos, Juan de Dios y
Leonardo.

La Historia de las guerras recientes, en palabras de quienes las han relatado


adolecen de un mínimo de imparcialidad por lo que carecen de
credibilidad; limitémosnos a recordar los episodios en que participaron

151
nuestros abuelos, sin analizarlos desde el punto de vista político ni
pretender hacer la historia de los hechos en que ellos participaron.

Los abuelos contaban el episodio en el que mostró su valor Don Juan de


Dios cuando, atravesando el puente de San Rafael durante el “Sitio de
Cúcuta”, un francotirador falló por centímetros el blanco y mató a su
cabalgadura, lo que no fue impedimento para que el valiente primo
continuara luchando a pie hasta el final de la batalla. Finlizada la guerra se
revivieron heridas con hechos como el nombramiento de Don Leonardo,
quien había sido Comandante Liberal, como Asentista de Sardinata, lo que
causó rechazo entre sus antiguos enemigos de lucha. Se decía después de la
guerra que el cura Ordóñez Yánez “El Divino Levita” quien ostentaba el
grado de capellán-coronel de las tropas oficiales, comandaba su propio
batallón que llamaban Los Macheteros, cosa que se consideraba normal
pues los sacerdotes participaban activamente en la política y en esta guerra
santa para preservar los privilegios de la Iglesia. El sectarismo político
venía de tiempo atrás: nuestros parientes se preparaban para la guerra y
apoyaron su causa y su bando, como el regalo que le hizo Don Marcos
Peñaranda al Comandante del Batallón Gramalote # 1, en 1.895, que consta
en el documento que conserva su bisnieto Ramón. “Recibí del Señor
Marcos R. Peñaranda un macho cacao que ha entregado en esta
Comandancia para el servicio de la presente compañía, cuyo valor es de
$200”. Como no se menciona en el recibo el motivo del regalo ni una
palabra de agradecimiento, podemos colegir que lo hizo en apoyo de su
causa partidista.

Varios conocidos antiguos conocidos participaron directamente en la


guerra: Don Juan de Dios, Don Alejo, Don Leonardo, Don José Ramón,
Don Cipriano Ordóñez (quien murió en la batalla de Enciso) y
posiblemente muchos más, entre ellos tres de los ocho hijos de Doña
Juliana Peñaranda quien les ordenó ir a la lucha para salvar la patria: el
Coronel Alberto, José y Javier. Una bala hirió gravemente a Alberto y en su
ayuda acudieron sus primos Carmelo Yáñez y el capellán de la tropa, el
padre Raimundo Ordóñez, quien por atenderlo también sufrió una herida en
una pierna que lo dejó cojo de por vida. Uno de los que su madre ordenó no
ir a la guerra fue a Julio, llamado “Punto y Coma” - porque su madre lo
declaró “no apto” para el servicio militar, ya que no podía marchar
rítmicamente porque tenía una pierna más corta que la otra, defecto que le
originó el sobrenombre. Cipriano, sobrino de Doña Juliana, hijo de Don
José Ordóñez, falleció en los brazos de su hermano el padre Raimundo en
plena batalla de Enciso. Otros combatientes directos y con mando sobre la
tropa fueron los Generales López-Peñaranda hijos de Doña Victoria:
Emilio, Manuel y Rogelio. Y los Coroneles Rojas-Peñaranda de quienes se

152
supo que habían fallecido en la guerra porque nunca volvieron a
Gramalote. Nadie dio razón de ellos: décadas después alguien encontró que
en Ábrego existe un sitio llamado el “Alto de los Rojas” llamado así en
recuerdo de los tres Peñarandas de Gramalote muertos en combate.

Dicen que el General Ramón González Valencia cuyas tropas fueron


decisivas en la victoria, ofreció a la Virgen voto de castidad si el gobierno
ganaba la guerra y efectivamente: la Virgen le hizo el milagro. Años
después su nivel de hormonas subía hasta amenazar desbordarle su torrente
sanguíneo por causa de la abstinencia, por lo que tuvo que pedir clemencia
al Señor Arzobispo de Bogotá para que la Virgen aceptara cambiarle la
promesa que lo estaba matando, y poder volver a vivir plenamente su vida
hasta esperar plácidamente la muerte en su casa de la calle 7 de Pamplona,
más abajo de la Calle Real, el 28 de octubre de 1.928, donde vivió
orgulloso de sus triunfos como militar y como político, triunfos que lo
llevaron a lo más alto, a la Presidencia de la República. Su hija Doña Alicia
vivió y falleció por los años setenta y pico en su lujosa mansión de estilo
republicano frente a la catedral de Pamplona.

La modernidad no aminoró las antiguas rencillas sino que nuevas


tecnologías sirvieron para continuar el conflicto. El teléfono llegó, y el
primer aparato se instaló en Sardinata en la casa de Alejo Peñaranda Yánez,
mientras que en Lourdes lo instalaron en la casa del Padre Raimundo
Ordóñez Yáñez. El aparato sirvió para que se llamaran diariamente para
ofenderse y para mentarse sus respectivas Parientas Madres, (el cura le
mentaba “su madre Dominga” y el finquero “la suya Antonia”, primas las
dos). Después de los respectivos madrazos telefónicos se juraban que
cuando se encontraran se matarían. El día del temido y esperado encuentro
tendría que llegar, y llegó en cualquier punto del camino entre Gramalote y
Lourdes, casi cumplen sus amenazas de muerte pues el destino los puso
cara a cara en una curva del camino cuando viajaban en sentido contrario.
Frenaron bruscamente en la mitad del estrecho tramo, mientras los
acompañantes corrieron despavoridos loma arriba y loma abajo y hasta los
dos caballos hocico contra hocico se miraban con terror. El cura para
romper el hielo del crítico momento le pidió un cigarro al buscarruidos
Alejo y éste se lo dio montado en el cañón de su revólver. Pasaron un trago
de amarga saliva y trascurrieron interminables segundos de silencio
sepulcral hasta que los dos parientes, enemigos desde que pelearon en
bandos opuestos en la guerra, sintieron cómo, por milagro del cielo, sus
caballos que entendieron aterrorizados que iba a pasar lo peor, salieron en
estampida; los estribos metálicos sacaron chispas uno contra otro y los
parientes pasaron rozándose sus cuerpos sin quitar sus ojos de los del
enemigo ni sus manos derechas de sus revólveres. Desde la distancia se
153
gritaron, cuando la nube de polvo de sus briosos caballos dejó entrever sus
figuras ecuestres: “Morirás entre el barro tuerto hachepé” y el otro le
contestó: “Te comerá la plaga cura hachepé”. Las dos profecías de los
enemigos se cumplieron y hasta escogieron el mismo sitio para morir: al
padre Raimundo lo mató una plaga adquirida por sus viajes a la profunda
selva del Catatumbo en Las Mercedes y a Don Alejo le dispararon en su
finca y murió en el barro del corral. El cura enfermo de regreso a su casa de
Lourdes, tuvo que buscar refugio en la única casa que encontró antes de
llegar a Sardinata, en la finca de su archienemigo donde murió. La
maldición que cada uno se había lanzado se cumplió, y en el mismo sitio, la
finca La Banquiada de Sardinata.

Tampoco quería al cura otro de sus parientes: Las damas piadosas del
pueblo estaban recogiendo dinero para comprarle un regalo al sacerdote.
“Don Carlojulio, estamos pidiendo a cada pariente un billetico para
mandarle hacer una capa con motivo de su cumpleaños”. Se metió la mano
al bolsillo y sacó la navaja con la que capaba los marranos y se la frotó en
la palma de su mano por el lado afilado; tráiganmelo, les dijo, que yo sí “le
hago la capa”.

Los antiguos Peñaranda, conflictivos por naturaleza, pelaban


frecuentemente contra la autoridad eclesiástica; el desamor de los parientes
y los párrocos era recíproco, sobre todo de los que habían heredado el gen
impío en su genoma: un Alcalde Peñaranda metió a la cárcel por alguna
falta leve al sacristán, y cuando el cura fue a reclamarle y a rescatar a su
empleado, el pariente lo amenazó con que si no abandonaba la Alcaldía
inmediatamente, lo metía a él también en la misma celda. En el sermón de
la misa del domingo siguiente, el Alcalde tuvo que salirse de la iglesia
llorando de la piedra, pues el cura se desquitó lanzándole una andanada de
improperios. Cada uno mandaba desde su baluarte de autoridad: el Alcalde
autoritario en su oficina impuso su ley y el Cura desde el púlpito hizo lo
suyo. ¡Quién les mandaba a los ateos liberales irse al rito religioso y quién
le mandó al cura meterse con la autoridad civil liberal!.

Hubo muchos episodios de enfrentamiento afortunadamente leves, con los


curas, alguno muy recordado en el que un pariente le pulverizó de un
potente cañonazo de escopeta de Grass desde el patio de su casa a una
cuadra de distancia, el altoparlante que instaló el párroco en la torre y que
ponía a funcionar desde las cuatro de la mañana; otro fue el que se subió al
púlpito de la Iglesia de Sardinata y en forma irreverente salpicó con su
agüita amarilla las bancas de la iglesia disparando el chorro desde arriba, y
154
otro cuando los Peñaranda les soltaron un encabritado burro que persiguió
la inocente burrita que llevaba a Alicita disfrazada de la Virgen en una
procesión que recordaba el viaje de la Sagrada Familia a Belén, arruinando
la ceremonia. Sardinata estuvo un año sin párroco en una época de alta
violencia, pues Don Chepe Peñaranda, el único que defendía al sacerdote,
no fue capaz de asumir solo tamaña responsabilidad y renunció a su cargo
de guardaespaldas eclesiástico el día que le tumbaron el sombrero de un
balazo. En su casa de Bucaramanga todavía su mente opacada por la
senectud y la enfermedad, relata con pocas palabras y muchos gestos de
emoción, que cuando sonaba algún disparo, a cualquier hora del día o de la
noche, saltaba como un lince a encaramarse en el techo de la casa cural,
escopeta al hombro, para defender a su párroco.

En las décadas siguientes se presentaron muchos hechos violentos y


algunos episodios menos sangrientos. Varias temidas amenazas de asalto
de los Gramaloteros que los Sardinateros esperaban con barricadas en las
calles, nunca se dio; pero sí lo hicieron los de La Victoria, en lo que se
llamó “La guerra de La Victoria contra Sardinata” cuyos dos momentos
más álgidos fueron, el uno, el sábado 11 de abril de 1.932, día en que
asaltaron a Sardinata, robaron a los habitantes e incendiaron las casas de
algunos liberales entre otras, el negocio de Don Julio Reyes, la botica de
Don José Ma. Ortiz, la finca de Don Pedro León Peñaranda, la casa de Don
Leonardo Peñaranda, en el costado norte del parque, contigua a la Iglesia.
Los hombres se refugiaron en la finca Betania y las mujeres en la casa de
Don Nicodemus Yánez. Al domingo siguiente en la misa, los Peñaranda
vieron a los Victorianos muy elegantes con sus vestidos que habían robado
en el asalto. La venganza de los liberales fue similar incendiando las fincas
de sus enemigos conservadores desde Sardinata hasta La Victoria.

Durante el incendio del pueblo en el asalto, el esfuerzo de los Peñaranda


por salvar la casa de Don Leonardo que consumía el fuego, fue interpretado
por muchos como un acto heroico para evitar que el fuego alcanzara
también la Iglesia, pero el Párroco nunca reconoció este gesto sino que por
el contrario seguía acusándolos de que eran ellos quienes, con la sospecha
de que el cura guardaba armas debajo de las faldas de los santos, requisaron
una noche las imágenes una por una. Al día siguiente al llegar los feligreses
a misa encontraron que les habían dejado los santos con las túnicas
amarradas con un moño encima de la cabeza y alcanzaron a perder un poco
la devoción al constatar que, del cuello para abajo los santos en quienes
tanto creían y a los que tanto rezaban no tenían cuerpo sino tres palos que
simulaban la imagen corporal. Los santos se desquitaron equivocadamente

155
después con Don David Peñaranda a quien le negaron rotundamente todos
los milagros que devotamente les pedía ocho horas diarias de rodillas en la
iglesia, hasta que en la ancianidad se hizo famoso porque al terminar los
diarios rezos, salía peleando con ellos en voz alta y maldiciendo por la
indeferencia de los santos a sus súplicas.

La violencia era permanente en Sardinata. Los Peñarandas habían pedido


apoyo al gobierno Nacional para que los protegiera de la violencia, prueba
de lo cual se conserva el telegrama de 1.919 en que el Presidente de la
República Marco Fidel Suárez ofrece tomar medidas para protegerlos,
medidas que nunca llegaron. Las bandas de enemigos seguían hostigando a
los Peñaranda quienes tuvieron que defenderse por su cuenta y riesgo. Un
mes después del ofrecimiento de protección que le envió el Presidente a
Don Jacinto y Don Luis Jerónimo, la banda conocida de la Victoria asesinó
a su hermano menor, Alejo. La banda armada de 14 hombres, citó a Don
Alejo Peñaranda Yánez: “Dígale que lo estoy esperando en La Banquiada,
que venga si es tan macho”. Y Don Alejo al no contar con auxilio de la
autoridad, armó sus hombres de confianza y se fue de inmediato para la
finca. Al acercarse a los corrales oyó el primer tiro y se parapetó en la
esquina de una cerca de piedra, y en medio de tiroteo sacó la cabeza para
disparar su rifle, pero con tan mala suerte que, como había perdido el ojo
derecho en un accidente en la juventud, tuvo que asomar toda la cabeza
para poder apuntar con su único ojo, momento en el que recibió un disparo
en la frente, cumpliéndose la maldición que le había hecho su cura enemigo
como habíamos relatado antes, muriendo a los 32 años de edad, entre el
barro del corral. Su viuda Isabelita Yánez heredera de medio Sardinata tuvo
además la pena del fallecimiento de su único hijo el día de la Primera
Comunión y la muerte de su hermano Clemente quien, por reclamar dos
metros de lindero en una de las fincas de su hermana fue muerto por el
vecino causante del litigio.

La famosa cuadrilla asaltó la finca La Primavera para “leerle la cartilla” a


Don Luciano Ramírez y su esposa Doña Eulogia Peñaranda. Leerle la
cartilla era la orden de “véndanos y váyase”, que es la fórmula muchas
veces aplicada para el cambio de dueño de las propiedades. Sus hijos le
recordaban a Don Luciano que aquella noche del 13 de mayo de 1.918, le
temblaban los calzones mientras le daban la orden; Don Luciano no
reconoció ante sus amigos el terror que sintió esa noche, sino muchos años
después, cuando ya estaba anciano, sus hijos pudieron al fin reirse del
episodio cuando aceptó que sus pantalones sí le temblaban, “pero no de
miedo... sino de rabia”.

156
La guerra dejó cien mil muertos y dos países en vez de uno, dice el escritor
Gonzalo España al referirse al tema en su libro sobre su pariente Manuel
Arenas Gómez de Los Santos. También dejó dos familias Peñaranda en vez
de una y la secuela del odio se hizo sentir hasta muchos años después. “La
guerra hace estúpidos a los vencedores y rencorosos a los vencidos” dice
Nietzsche en una placa que mandó poner Jaime Pérez en los jardines de la
Universidad Libre. Nunca se perdonaron unos a otros, y el odio como todo
en la familia, también se heredó; no perdonaron la humillación, las muertes
y el destierro los unos, y los otros lloraron sus propios muertos y no
olvidaron la posición anticlerical de los más revolucionarios.

Las enemistades perduraron y algunos problemas familiares y económicos


fueron la chispa para violentos hechos, muy dolorosos, en los que unos
Peñarandas enlutaron familias muy cercanas con la consiguiente venganza
posterior. Quién comenzó esta guerra familiar, nadie lo sabe porque sólo
nos queda la versión que cada uno da, acomodada desde su punto de vista,
lo cual no exime de responsabilidad a quienes iniciaron esta violencia
familiar ordenando esos asesinatos, y no logran mermar, estas versiones
acomodadas, el daño que ocasionaron en la relación de los primos en el
siglo pasado. Al hablar de “La Guerra de los Peñarandas” como se conoció
esta enemistad en los círculos cercanos a la familia, los parientes recuerdan
y comentan avergonzados en voz baja los asesinatos de Don Juan de Dios y
Don Belisario. Fueron talvez las únicas muertes en esta confrontación, en la
que también fue herido Don Roque en la cadera por un disparo que le
hicieron por la ventana de su casa. En otra ocasión atentaron contra él
enviándole el día de su cumpleaños un regalo que afortunadamente no
quiso abrir porque en realidad se trataba de una bomba fabricada en la
cárcel de Pamplona. Por tratarse de personajes tan importantes en
Gramalote y a cuyas muertes se les atribuyó autoría intelectual de
familiares cercanos, son los hechos violentos más recordados. A renglón
seguido reconocen también el valor y la sensatez de hombres prudentes,
familiares cercanos de las víctimas, quienes aprovecharon con hidalguía su
poder de convicción para frenar esta barbarie. Varios matrimonios entre las
familias agredidas borraron para siempre la guerra, como el de Rubén con
Herlinda y Rodrigo con Graciela, o en prueba de abandonar para siempre el
conflicto y su tierra, se exiliaron en la región de Ocaña, luego a Chinácota
y a Piedecuesta, Concepción, Bucaramanga o más lejos, hasta la Costa y
Venezuela. A raíz de los conflictos, Don Belisario programó vender sus
propiedades e irse a vivir con su familia, al Valle del Cauca, tal vez con
alguna pista de contacto del antiguo Peñaranda que se fue a vivir a Tulúa y
que originó las familias Peñaranda de Cali.

157
Cuando viaja uno a los pueblos de los Peñarandas y conversa en cada casa
y en cada esquina con los parientes, todos hablan como si la historia
Peñaranda estuviera basada en violencias, guerras, muertes, epidemias de
tifo, viruela, fiebre amarilla y paludismo que llaman genéricamente “la
peste”, y hasta los flechazos de los indios, por lo que da la sensación de
estar hablando con unos pocos sobrevivientes. Desgraciadamente los
hechos violentos y las páginas negras también existieron; son una pequeña
parte de la historia de la familia, como hacen parte también los hechos
violentos de la historia todas las sociedades. Pero no. En nuestra familia la
historia no está hecha de muerte sino principalmente del trabajo honrado de
nuestros antiguos en sus fincas, de su inagotable voluntad y su incansable
fuerza para sacarle a estas fértiles tierras todos sus recursos. Es la historia
positiva de tres siglos de vida honrada en los que crearon fincas en los
rastrojos, tumbaron monte, demarcaron sus linderos, cuadricularon sus
extensos valles en pequeños potreros, desviaron las aguas por acequias para
que llegaran a sus casas y sus cultivos, trazaron caminos, construyeron
poblados y en sus confortables hogares vivieron sus hijos y diez
generaciones posteriores.

Surge la curiosidad de saber en qué momento se “godificaron” unos y se


“cachiporrizaron” otros. Si aceptamos como conservadores los partidarios
del régimen establecido, algunos miembros, tal vez los que más tierras
poseían debieron estar en contra de la Revolución de los Comuneros
apoyando al gobierno español y otros, los pequeños aparceros del tabaco,
estarían a favor de la revuelta; también los grandes propietarios estarían en
contra de la guerra de Independencia cuyas ideas inspiradas en la
Revolución Francesa no eran compatibles con sus intereses, y sus herederos
posteriormente en la Guerra de los Mil Días se alinearon de parte del
gobierno. Además se dividieron algunas veces en dos ramas liberales y dos
ramas conservadoras, divisiones que también ocasionaron pleitos y
desplazamientos. En cada rama de la familia se habla de antiguos
Peñaranda combatientes en la guerra, con diferentes grados militares;
varios de los hijos de Don Vidal, recuerda haber oído Don Ciro Yáñez, que
su abuelo José Ramón Peñaranda participó en la guerra de los Mil Días con
el grado de Coronel y que murió tullido a consecuencia de las balas que
recibió en varios combates.

Pero no todos lucharon por sus partidos o grupos políticos: hubo parientes
en esas épocas de guerra a quienes no les interesaba el poder que existía ni
el que pudiera existir después de la guerra; no tomaron partido en los
distintos sectarismos sino se dedicaron a sus negocios y se enriquecieron
con la explotación de sus tierras, mientras sus vecinos iban a morir por sus
ideales.
158
“Que vayan a morir por sus ideas otros” - ¡Yo me quedo para atender a las
viudas!” dijo el único que no había perdido la razón en medio de la
esquizofrenia colectiva de la guerra. Se cree que todo se hereda, hasta la
filiación partidista, por lo que debe haber alguna razón innata, que hace a
unos hombres abrazar determinado paradigma político. Dicen que la
familia López de Salazar, emparentada antiguamente con Don Pedro José
eran liberales y que otras ramas de Yánez y Ordóñez eran conservadoras,
por lo que al mezclarse con ellos, los Peñarandas tuvieron descendientes de
distinto color político. Otra apreciación probablemente más acertada es que
no hubo transmisión familiar de este comportamiento, ni hubo siempre
familias liberales o conservadoras, sino que los intereses de cada familia en
particular en distintas épocas de la vida del país, hacían que tomaran
partido por una u otra situación en los momentos específicos en que se
forjaron estas divisiones; actualmente no hay esta diferenciación entre los
primos, y los unos y los otros se llevan estupendamente. Lo que sí se dice
comúnmente es que desde hace un siglo no ha nacido un liberal en
Gramalote y si nació, no se crió. En todo caso hubo Peñarandas
revolucionarios desde las primeras generaciones, como Celso y Clemente y
la heroína que hemos mencionado, Inés Peñaranda fusilada en la plaza de
Salazar por ser amiga de Bolívar. Es lógico que sus familiares, en rechazo a
este asesinato, debieron tomar partido por los libertadores y no por los
españoles, por lo que los rebeldes de nuestra familia deben provenir de las
ramas de estos mártires de la Independencia. Es una lástima que a la
parienta la hubieran fusilado poco tiempo después de su encuentro con
Simón porque, como este hombre dejó hijos en donde quiera que dice “Por
aquí pasó Bolívar”, Inés hubiera podido tener un hijo de él y tuviéramos en
la familia - ¡lo que nos faltaba! - unos parientes descendientes del
Libertador.

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Don Juan de Dios Peñaranda Peñaranda
(Pintado por un Impresionita de Gramalote)

Su hermano Don Belisario


(Como un Conde de novela francesa)

160
CAPITULO 15

PEÑARANDAS, ¡HASTA VALLENATOS!

Un legendario músico Peñaranda fue quien se tuvo que enfrentar hasta con
el mismo diablo, cuando atravesaba de noche una cañada oscura en las
llanuras de El Banco. Francisco Moscote se encontró con el diablo en
persona, gigantesco y peludo, con cara de lobo, cuernos, garras y unos ojos
incandescentes y aterrorizantes. Francisco el Hombre se salvó de ser
llevado ensartado en el tridente de Lucifer a los profundos infiernos,
gracias a que el diablo le aceptó el reto de jugarse la vida en un duelo de
acordeón que afortunadamente Francisco Moscote Peñaranda le ganó en
franca lid.

Cuando llegué a Medellín por primera vez, uno de mis amigos, al oir mi
apellido Peñaranda me preguntó: Peñaranda, familia del de los discos
vulgares? - Lo único que mi apellido evocaba en Medellín era la música de
José Ma. Peñaranda un cantante y compositor de los antiguos vallenatos,
autor de una famosa Ópera, “La Ópera del Mondongo”, un clásico de las
cantinas del barrio Guayaquil, canción de coplas irreverentes que las
rocolas lanzaban con el ánimo de ofender y profanar los valores y los
modales de la gente rica que vivía en otros sitios más decentes de la ciudad.
Fui a Guayaquil con mis amigos Pamploneses y Antioqueños y entendí por
qué mi amigo me preguntaba mi relación con este músico, parentesco que
inicialmente, cuando oí la letra vulgar de sus canciones no quise reconocer,
pero que ahora, sabiendo el ancestro gramalotero de los Peñarandas
Costeños, tengo que aceptarlo como pariente.

José María Peñaranda es famoso por grabar muchos discos con letras
picarescas y muy simpáticas. Tiene un clásico que estrenó en Caracas por
allá en mil novecientos cuarenta y pico: “Cuando yo llegué a Caracas -
dijeron los caraqueños – aquí está el pollo costeño – el que de un repelo
mata. -Yo no soy de por aquí, yo soy de Barquisimeto”. Cuando volvió a
Colombia lo cambió por “Yo soy muy Barranquillero”. Tal vez hubiera
querido cantar que era de Gramalote pero no le rimó el verso. Porque con
seguridad es Gramalotero hasta la médula; no tiene nada de costeño: el
instrumento que inicialmente tocaba era el tiple, o sea que es cachaco de
nacimiento pues ningún costeño conoce el tiple; es blanco, pelo lacio
peinado de para atrás, entradas de calvicie inconfundiblemente Peñarandas
y su cara, sus ojos, su mirada y su nariz tienen la Marca Registrada de la
familia.

161
Nuestro pariente compositor tiene varios éxitos de la música colombiana
costeña como en la que medita mirando a su vecina de enfrente... “Me
gusta el pan de Teresa – porque tiene buen aliño”. También son del
pariente el versito que dice “La cosecha de mujeres – nunca se acaba”, la
famosa “Llegó el Lechero” y muchas más, que los costeños interpretan
agarrando el acordeón con las dos manos y sacudiéndolo como si se les
hubiera caído entre el agua dijo KLIM.

Merce, en Plato Magdalena, se despertó angustiada, buscó dentro y fuera


de su casa y al no encontrar a su hija salió corriendo por las calles
polvorientas del pueblo preguntando a sus vecinos. Algunos se angustiaron
como ella, mientras que otros con su frescura costeña le sonreían
disimulando una verdad que todo el pueblo sospechaba pero que Merce
fingía no saber: su hija se había volado de madrugada para Barranquilla
con el barquero. Merce no volvió a salir a la calle por temor a las burlas de
los demás; prefería verla muerta que amancebada con ese sinverguenza. Y
en Plato la vieron muerta porque su madre vistió riguroso luto e inventó el
cuento de que un caimán había devorado a su hija cuando fue por la
mañana a lavar la ropa a la orilla del río. Este doloroso suceso sirvió de
inspiración para que nuestro pariente compositor costeño inmortalizara una
canción con el cuento del hombre que se volvió caimán cuando cantan “se
va el caimán, se va el caimán”. El estribillo de la canción se hizo famoso en
el exterior: en España lo cantaban los enemigos del Dictador Franco
aspirando que el generalísimo se muriera, y en Argentina estaba tan de
moda la cancioncita que bautizaron así al Caimán Sánchez cuando jugaba
como arquero del San Lorenzo de Almagro. A sus noventa y pico de años,
en Barranquilla, José María Peñaranda aún recibe regalías de Estados
Unidos por la grabación de sus discos.

Desde hace 40 años sabemos este otro estribillo: Vámonos de Fiesta – Esta
noche es de parranda – Esta noche hay una fiesta – En casa de Peñaranda –
¡Anda!. - Tan famoso como La Billos o Los Melódicos es Orlando y su
Combo. Orlando nació en Rubio pero es de familia Peñaranda Gramalotera,
pues es nieto de Don Manuel Peñaranda e hijo de Luis Peñaranda
considerado en su época el primer Trombón Colombiano, quien emigró a
Venezuela. Orlando, el del Combo, hizo famosa su Orquesta en Venezuela
interpretando las obras de su inspiración y con nuestros ritmos costeños
pues no olvidó su ancestro Colombiano. Orlando Peñaranda falleció en
2003 pero su Combo que sigue siendo tan popular como antes y seguirá
recordando a este famoso músico y compositor pariente nuestro y su hija
Astrid, música también, perpetuará la herencia musical de esta rama
Peñaranda.

162
Sólo relato a manera de anécdota a algunos músicos para no enumerar la
larga lista de los otros artistas de la familia, por temor a que se olvide
mencionar algunos. En la Orquesta del inolvidable salazareño Víctor M.
Guerrero había tres músicos Peñaranda salazareños. El Maestro era primo
de los Peñaranda Aguedo de Salazar, abuelos de los músicos Zafra
Peñaranda: Rubén Darío y todos sus hijos violinistas y guitarristas, Jorge,
Adriano, Francisco, Isabel, etc. Actualmente la vena artística no se ha
perdido: Oscar Santafé dirige el Grupo Instrumental Nueva Granada con el
que ha ganado varios galardones nacionales interpretando la música andina.
Son conocidas dentro de la familia las pianistas Fanny y Mónica. Raúl
Peñaranda de Santa Marta en el campo de la música tropical, con el mismo
nombre de su padre futbolista es el director de la famosa orquesta de las
“Chicas del Swing”. - Don Domingo Peñaranda, el padre de unas monas
muy bonitas, tuvo entre sus hijos a dos músicos de renombre en
Bucaramanga. Los famosísimos hijos de parientes de Sardinata Said
Ramírez y sus hermanos fueron los fundadores del “Grupo Clase” con la
que recorrieron no sólo Colombia sino el Caribe y Estados Unidos
disfrutando la herencia artística de su abuelo Ezequiel y de su tío-abuelo
Vidal, hermanos músicos de Sardinata, de la gran rama que originaron Don
Januario Peñaranda y Doña Josefa Leal en el siglo dieciocho. Muchos
artistas más: la familia completa de Peñarandas músicos: Demetrio, Neftalí,
Florentino, Jesús María y Eleázar. Los Peñaranda de Santiago también son
músicos: Juan es pianista-compositor y Benicio también muy apreciado en
el ambiente musical de Cúcuta, autor del bambuco “Chinita Gramalotera”
que todos cantan. En el campo de la lírica, la primerísima figura del oriente
colombiano es la soprano Luz Helena Peñaranda, de Bucaramanga, pero
de ancestro Sardinatero, de la misma estirpe de Don Ezequiel.

Artistas en todas las artes: recordemos a los conocidos escritores de talla


nacional, Gonzalo Canal Ramírez autor de “Envejecer no es deteriorarse”,
“Del Vaticano al Catatumbo” y otros libros. Teresa Yánez de Cuberos es
muy apreciada en Medellín por los libros que ha editado, y Guillermo
Peñaranda fue escritor por varios años en la página editorial de El Tiempo.
Álvaro González Joves, Rector de la Universidad de Pamplona, es el autor
de “Hacia la Nueva Gran Colombia” y otros libros de Historia. Menos
conocido pero que será famoso, Mauricio Peñaranda escritor y director de
teatro. Jaime Peñaranda y Pedro Miguel Román eran nuestros exponentes
en el arte de la pintura, lo mismo que Armando que vive en Los Vados (de
familia de artistas porque su hermana Fanny es poetiza). Lucy Peñaranda es
una pintora de vanguardia que ha hecho exposiciones en Bogotá, Boston,
Nueva York, y París. Muy buenas pintoras las hermanas Nora y Belén
Hernández Yánez y, antiguamente Doña Ligia Peñaranda de Santafé.
Varios poetas: Ya mencionamos a Teresa Yánez de Cuberos quien vive en

163
Medellín, Fanny Peñaranda Bono, poetiza sardinatera que ha editado varios
libros y que vive en León España. Francisco Peñaranda, Pacho Cañales el
poeta de Salazar es el autor de varias poesías jocosas y las llamadas
“ensaladillas” que eran unas críticas elegantes de la situación del país y
contra los políticos, y Otoniel Yánez en Gramalote escribía también
ensaladillas o en poesías serias sus consejos a sus hermanos, herencia que
tienen sus parientes Alvaro Yánez Peñaranda quien acaba de escribir “Solar
Gramalotero” libro en el que nos dibuja con exquisita finura y calidez a
nuestro pueblo, sus hermanos Darío y Ciro, a quienes les brotan los versos
con innata espontaneidad, lo mismo que a Alicia, su hermana menor, quien
escribió estos versos con motivo del libro de los Peñaranda:

Pecosos, culibajitos
Descienden de Balthasar
Tienen frente prolongada
Muy difícil de tapar.
Unos viajaron a Europa
Y adquirieron gran cultura
Otros andan de alpalgarta
Trabajan la agricultura.
Nacieron unos en Lourdes
Sardinata y Salazar
Pero los de Gramalote
Tienen donaire al andar.
Reconocen sus parientes,
Todos buscan el tesoro
Pues dicen, su bisabuelo
Tenía las mochilas de oro.
Con Ordóñez y con Yánez
Arreglaron matrimonios
Y hubo tal cual solterón
Que terminó en el manicomio.
Adivina el Apellido
Que en estas coplas te dejo
Si no sabes de quién hablo
Eres bruto o eres pendejo.

Su hermano Ciro Alfonso escribió “Soñador iluso” que comienza con este
verso:
Yo también soy soñador iluso
Como tantos que vagan por el mundo;
Buscando en mi dolor, triste y confuso
La ilusión que se esfuma en un segundo.

Su otro hermano, Rubén Darío, también es poeta; le cantó a su hijita Eleana


imaginándola enamorada el día de su cumpleaños, tan distante en las
llanuras canadienses:

La campiña es hermosa en primavera


En donde apenas la mirada alcanza,

164
Allá en la lejanía y en lontananza,
Una pareja en su idilio sueña.
Caminando por espesos bosques
Van dialogando su futuro incierto;
Y como Moisés en el desierto
Su paso es firme ante el mañana ignoto.
La escena la contempla el San Lorenzo
Que a través de los campos se dilata
Y en su corriente de bruñida plata
Refleja la silueta de dos amantes.

Nuestra poetiza Teresa Yánez de Cuberos es la más conocida a nivel


nacional; leamos su “Melancolía”:
Esta vieja melancolía
Agranda los espacios
En los pasos de la tarde,
Con su triste canción.
Se escolta en flancos de soledad.
Es sombra y nube
En la tiranía de las horas
Que pintan colores pardos a las cosas
Orquestando nostalgias.
Se orilla en los ojos cansados
Abrazada a la añoranza.
Indaga al alma por ausencias,
Recita un salmo a media voz
Para no sentir sólo cenizas bajo la piel.

Y desde León, España, Fanny Peñaranda Bueno, nuestra otra prima poetiza
escribe su tercer libro de poemas donde leo:
Silencio…Hoy no quiero escuchar el canto de las aves
Ni el rumor del río ni el frío de mis carnes.
Ni los rayos del sol como un suplicio
Ni el niño que llora en la distancia.
Sielncio… Hoy no quiero escuchar los ecos de la muerte,
Ni el albor de la montaña ni el dolor de mis huesos.
Ni el murmullo del pastor y su rebaño
Ni el graznido del cuervo en el robledal.

También le canta enamorado al silencio su primo Alvaro Yánez:

¡Que no hablen más tus ojos! – Que estoy desesperado


Por responder con locos desatinos
A todos los mensajes sibilinos
Que emiten tus luceros trsnochados.
¡Que se callen por Dios! O no respondo!
Y boto por la borda mi cordura
Y saco al corazón de su clausura
Para que enfrente el fuego entrecruzado.

165
Antiguo Seminario de Pamplona donde estudiaron muchos antiguos Peñarandas, Yánez y Ordóñez.
Demolido para construir el Hotel Cariongo, a pesar de la oposición del Gobernador Rodrigo Peñaranda
quien opinaba, al igual que muchos pamploneses, que se debía conservar esta magnífica edificación
colonial y construir el hotel en un lote contiguo

Palmas y torres de Gramalote

166
CAPITULO 16

LOS PEÑARANDAS DEL SIGLO XX


Siglo veinte, cambalache, problemático y febril dice el tango, y en
Colombia comenzó problemático y febril. A los liberales les dio por tumbar
el gobierno y duraron mil días en el intento hasta que fueron derrotados en
Palonegro. Los que sí triunfaron muy fácilmente en esos mismos días
fueron los gringos que se tomaron Panamá, pero Gramalote, con Canal de
Panamá o sin él, siguió siendo igual por lo que a los parientes siguieron
engordando novillos y recogiendo café. Los Peñaranda igual que todos los
colombianos sufrieron la guerra liberal-conservadora hasta la época del
General Rojas Pinilla por lo que iniciaron el fenómeno de desplazamiento
hacia las ciudades, principalmente a Cúcuta. Algunos vinieron con sus
familias a disfrutar con su dinero las ventajas de la ciudad y el modernismo
que iba llegando del exterior, pero sus ingresos seguían llegando de los
pueblos, manteniendo sus antiguas fincas a las que visitaban
periódicamente y que dejaban en manos de mayordomos. Otros sin dinero,
vinieron con la ilusión de encontrar trabajo en el floreciente comercio y las
incipientes industrias.

Los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos del primer Peñaranda del Norte
de Santander, fueron disfrutando, a medida que avanzaban los siglos XVIII
y XIX, de las ventajas que les traía la civilización en sus pueblos y sus
campos aunque cambiaron muy poco su vida campesina y pueblerina; sus
comodidades no se diferenciaban mucho de las que tenía Don Baltasar en
1690. En cambio, de una generación a la siguiente en la época moderna
cambiaron tanto su modo de vida como no lo hicieron las diez generaciones
anteriores. Son los cambios de toda la sociedad colombiana en la que los
atractivos de la vida moderna están hechos para la ciudad; por eso todos se
han ido desplazando a las ciudades, por lo que los campesinos Peñaranda
en su mayoría ahora ya no montan a caballo, ni usan alpargatas, ni ceban
novillos, ni cultivan el campo. Además “la violencia” de antes y de ahora,
ha obligado a nuestra familia en los últimos 100 años a buscar refugio y
futuro en las ciudades, fenómeno agravado en las últimas décadas por la
baja productividad del campo, porque, hasta el café de cuyo cultivo
vivieron 5 millones de colombianos y todos los Peñaranda, se volvió mal
negocio.

Los Peñaranda, que ya eran unos cuantos miles, hijos de Don Balthasar de
Peñaranda y de Doña María Cathalina de Palencia, al salirse de sus pueblos
y montañas, abandonaron el hábitat que dominaban y perdieron la
167
supremacía que habían tenido las antiguas familias dueñas de la tierra, por
lo que tuvieron que competir con comerciantes ya establecidos en la ciudad
y de “igual a igual” en todas las profesiones donde ya no tenían ningún
handicap que los favoreciera, como sí lo tenían antiguamente como
propietarios de sus fincas. En ese momento los Peñaranda salieron
perdiendo.

Con criterio futurista, los dirigentes cucuteños antiguos reordenaron la


ciudad después del terremoto de 1.875, que derrrumbó completamente lo
que ya era una gran ciudad, que ocupaba un área de 1 kilómetro por cada
lado, con edificios de dos pisos, dieciocho almacenes, tres iglesias, dos
plazas y dos cafés “con billares” dice la crónica. La reconstruyeron
trazando todas sus calles absolutamente rectas, todas obligatoriamente de
14 metros de ancho, todas arborizadas con almendros y cujíes que
posteriormente se cambiaron por Oitíes gracias a las semillas que trajo en
su bolsillo el Dr. Epaminondas Sánchez en un viaje al Brasil. Quisieron
hacer la ciudad más linda del país y lo lograron, ubicando además cuatro
parques arborizados, el de Santander, el Mercedes Abrego, el Antonia
Santos y el que se llamaba Bosque de Colón

Gracias a su privilegiada situación que limita con las tierras más ricas de
Venezuela, Cúcuta era una de las ciudades más importantes del país.
Nuestros parientes y otros emprendedores hombres de negocios cucuteños,
vinieron a competir con acaudalados comerciantes establecidos desde el
siglo anterior, como Tito Abbo y su Socio Riboli quienes ya tenían
almacenes en Cúcuta desde 1.854, lo mismo que otros paisanos suyos con
apellidos que nos son muy familiares: Berti, Fossi, Copello, Severini,
Faillace, Carradini, Santi, Morelli. Muchas cosas como éstas nos cuenta
Jaime Pérez López en su libro sobre la Integración Colombo-Venezolana.
(Algunos de estos Italianos se casaron con Peñarandas: Don Domingo
Moreli y Don Constantino Bono). Junto con los Italianos, otros extranjeros
que se volvieron cucuteños, los Alemanes Pacho Moller, Otto Faber,
quienes por no ser católicos tuvieron cementerio propio situado por los
lados de la Iglesia de San Antonio, como lo tuvieron también los Lengerke
y otros alemanes en Zapatoca. La otra colonia de extranjeros fueron los
Palestinos Elcure, Asaff, Asis, Sahieh, Seade, quienes no necesitaron
cementerio propio porque terminaron rezándole a nuestros mismos santos.
Las tumbas de los antiguos Peñarandas están todas en los cementerios de
sus pueblos, pero las de generaciones más recientes están en el cementerio
de la salida para Gramalote antes de que hicieran los modernos parques
cementerios; de los antiguos, solamente los restos de Don Juan de Dios
reposan en Cúcuta, en la Iglesia de San Antonio pues su hermana Doña

168
Resfa los trajo a Cúcuta para tenerlos cerca de su casa de la calle novena
diagonal a la Iglesia.

Los extranjeros, negociantes natos y con las indispensables conexiones


comerciales en sus países, hicieron buenos negocios exportando nuestro
cacao, nuestro café y cueros de res, con lo que importaban variadas
mercancías de Europa para sus modernos y bien surtidos almacenes. Los
europeos se llevaban un bulto de quina y nos devolvían por el mismo
precio una cajita de Quinina; se llevaban un bulto de cacao en pepa y nos lo
pagaban con una caja de chocolate endulzado, envuelto en papel celofán.
Los Peñarandas y otros finqueros exportaban la producción de sus fincas
acopiándolos en las estaciones del tren de El Diamante; las recuas de ocho
o diez mulas llegaban a La Donjuana con los productos de Durania y
Salazar, negocio de Don Francisco Peñaranda Arenas, caravana a la que se
sumaba la de Gramalote y Lourdes que era propiedad de Don José Rosario
Pérez, el esposo de Doña Rosa Peñaranda, cuñado de Doña Ana Francisca,
Don Belisario, etc., conducidas estas grandes caravanas por el joven
Ramón Sepúlveda. Jaime Pérez conoce muy bien la historia que me cuenta
porque Don Rosario era su abuelo.

Había ya la fábrica de cerveza Sajonia, fábricas de tejidos, sombreros de


paja y fieltro, pastas y otros productos alimenticios. Para esa época había
muchos comerciantes en el negocio de exportación del café y cacao que les
traían nuestros parientes de sus fincas, y que los extranjeros exportaban por
la vía de Maracaibo. Debía haber una sociedad de comerciantes adinerados
puesto que fundaron el Club del Comercio en 1.880 para su esparcimiento
en un sitio exclusivo que a la vez era su símbolo de distinción. La gran
cantidad de personas dedicadas al comercio interior y exterior hizo que
Cúcuta tuviera varios Hoteles como el conocido Hotel Europa de propiedad
de unos Peñaranda, cuyo edificio se conserva en la esquina de la avenida
6ª con calle 13, el Hotel Internacional que todavía funciona diagonal a la
Gobernación, o el Hotel Palace de Don Rodolfo Unterhuber, el cual, como
decía la propaganda, era el único con baños de agua corriente.

Había conocidos laboratorios farmacéuticos, cuando los profesionales de


farmacología fabricaban sus productos o las fórmulas que ordenaban los
médicos. Distribuían medicamentos recién descubiertos en Europa y
Estados Unidos, que todavía hoy algunos se usan: Alcaloides extraídos de
plantas como la Emetina para la amibiasis, Colchicina para las
inflamaciones articulares y Atropina para los cólicos. La Quinina
sintetizada por los franceses Pelletier y Caventou en 1820 se usaba
extensamente para el paludismo pero su sustancia matriz, la corteza del
árbol de quina se usó desde hace muchos siglos. Otro alcaloide, la

169
Ergotamina, se producía comúnmente rallando la espiga del centeno. De
Alemania se traían unas perlas para las lombrices producidas por el
laboratorio Boehringer en Mannheim a base de una especie de helecho.
Eran de uso corriente drogas para el corazón como la Tintura de Digital y
la Nitroglicerina, y otros medicamentos como la Aspirina, la Benzocaína y
la Antipirina. De Estados Unidos llegaba el Jarabe Roche y la Emulsión de
Scott que todas las mamás Peñaranda les daban a sus hijos para que
crecieran un poquito más. Adolf von Bayer, alemán pero profesor de la
Universidad de Gante Bélgica, produjo los primeros Barbitúricos y las
Sulfas eran de uso corriente como antibióticos, modificación del azufre que
la humanidad ha usado desde épocas inmemoriales para protegerse de las
infecciones.

Fueron famosas la Botica Ayala en la calle 11 con avenida 7ª, la Botica


Española de Don Manuel Díaz, la Botica Prato y la Botica Lázaro en la
esquina del parque Santander por la avenida 6ª - Nuestros abuelos se
curaban con medicamentos milagrosos como el Purgante Inca, el
Linimento Belga para la reuma, el Vino Globinol, las Píldoras de Vida del
Doctor Ross, el “Depurativo” Neisser, (¿para “depurar” qué?), el jarabe
pectoral del Doctor Rangel y el jarabe del Doctor Villamora. Don Martín
Hernández en la Botica Santander producía el Regulador Mejicano; nadie
sabía qué regulaba este regulador, pero todos los abuelos compraban el
mismo frasco, así tuvieran enfermedades diferentes. Los Peñaranda
compraban preferentemente en la “Botica Imperio” de la Avenida 4ª, que
no era la mejor atendida porque su dueño se mantenía leyendo el periódico
sentado en un taburete en la puerta; cuando llegaba un cliente a preguntar
un remedio le contestaba: - “?No ve que estoy ocupado? Éntre y búsquelo
usted a ver si lo encuentra” – O cuando llegó una señora a comprar una
pasta de jabón tampoco se levantó de su silla, porque el día anterior ya
había comprado otro jabón y que era imposible que se le hubiera acabado.
Pero los primos iban allá porque el dueño era Rafael Ramiro Peñaranda.

En época tan lejana como 1.896 ya funcionaba la Compañía del Alumbrado


Eléctrico de Cúcuta; un lujo de la modernidad como la luz eléctrica la
pudieron disfrutar los cucuteños del final del siglo XIX gracias al
ferrocarril que pudo transportar las pesadas máquinas; en la mayoría de las
ciudades y pueblos de Colombia esta comodidad llegaría mucho tiempo
después. Otra hidroeléctrica de propiedad de los Peñaranda aprovechaba
las aguas del Peralonso, donde todavía se ven las ruinas frente al temible
Alto de los Compadres famoso para todos los paisanos porque en
temporadas de lluvia sólo permitía el paso de las mejores mulas y de los
más arriesgados choferes. A un conocido Peñaranda le cortaron la luz tal
vez por “exceso de pago”; el pariente fue energúmeno hasta la empresa

170
resuelto a que, si no le solucionaban el problema de la luz, se cambiaría
para la recién fundada Compañía Eléctrica del Norte que funcionaba en la
calle 13 en la famosa Torre del Reloj, de sus primos Peñaranda Arenas.
Nuestro pariente, enjuto, jipato y entelerío, entró a la oficina
“arremangándose la camisa” mientras disparaba toda clase de insultos y
palabras soeces; al final de una agria discusión salió tirando un portazo
mientras le gritaba al gerente: “Instáleme la hijuemadre luz ahora mismo o
no respondo. - ¡Mis bigotes me huelen a tigre! - Hasta yo mismo me tengo
miedo”. Por esta rabieta los empleados le cambiaron para siempre su
nombre y su apellido. Don Augusto Duplat, alto y musculoso, fingió tiritar
del susto y gentilmente ordenó la reconexión del servicio ese mismo día a
“Don Bigote de Tigre”.

El Ferrocarril de Cúcuta fue el primero del país, inaugurado en 1888. En su


construcción y funcionamiento aportaron capital y esfuerzo como
miembros de la Junta Directiva, Cayetano Peñaranda, Francisco Peñaranda
Arenas y Guillermo Eliseo Suárez Peñaranda entre otros. El tren recorría
55 km al norte por la orilla del Zulia hasta Puerto Villamizar; empalmado
posteriormente con el gran ferrocarril del Táchira en La Grita en 1926,
conectó a Cúcuta con el Lago de Maracaibo en sólo 8 horas, acabando con
el lento viaje en pequeños “vapores” por el Zulia y por el río Catatumbo.
Ya en el Lago tenían en la mano Las Antillas, lugar en el que estudiaron
muchos jóvenes Peñaranda y en el que se abría el comercio con
Norteamérica y Europa. El aislamiento de la región con el resto de
Colombia se compensó con la integración con las Antillas, influencia que
se notó en la arquitectura antillana que era notoria en Cúcuta en edificios
como el de la Aduana de la avenida 7ª., y hasta en la música de Aruba y
Barlovento comúnmente escuchada en Cúcuta y desconocida en el interior
de Colombia. Gracias al ferrocarril, como hemos dicho, Cúcuta pudo traer
los pesados motores para la luz eléctrica a finales del siglo XIX y por él
llegó también el primer automóvil para Don Enrique Fado en 1912, el
famoso modelo “FORD T” que Mister Henry producía por miles, en serie,
en su ensambladora de Detroit. Aquí se tradujo “Ford T” por “Ford Tres
patadas”, porque había que darle tres zapatazos al acelerador para que
andara y tres al freno para que parara.

Desde la estación principal donde ahora es el Terminal de Transportes,


salía el tren urbano, que a veces era tranvía para pasajeros y a veces tren de
carga cuando llegaba mercancía de Maracaibo o había remesas de café y
cacao para exportar. Subía hacia el parque Santander y tomaba la avenida
4ª hasta la estación de San Rafael o a Puente Espuma por los lados del
cementerio o al Bario Sevilla; o, saliendo por la Calle Diez hasta la
Hacienda Tonchalá, seguía hasta el puente de San Luis e iba hasta Villa del

171
Rosario, por lo que Cúcuta tenía “Metro” a comienzos de siglo. Hasta
avanzado el siglo veinte existieron los rieles en algunas calles y aún queda
el recuerdo de lo que era la carrilera en la calle de arriba del parque de
Santander. En 1.924 ya circulaba el tren hasta La Donjuana, Bochalema, y
El Diamante; la meta del ferrocarril de Cúcuta era ambiciosa: llevarlo a
Pamplona, a Bucaramanga y conectarlo con el que se estaba haciendo
desde Bogotá, que alcanzó a llegar a Barbosa, pero la competencia de la
carretera hizo archivar el proyecto. Los hilos de nuestra economía
comenzaban en Detroit donde se producían los carros y en Texas donde los
magnates petroleros estaban interesados en estimular la construcción de
carreteras para vender su gasolina a costa de acabar por inanición a los
ferrocarriles.

A medida que avanzaba el siglo XX la vida se iba complicando. Hoy para


cada cosa se necesita un Especialista, mientras que antes todo lo hacía el
mismo obrero o el mismo técnico. Hoy es complicado todo: el Oftalmólogo
Peñaranda que examina la comba anterior del ojo no es el mismo que
examina la coca posterior del mismo, puesto que son enfermedades
oculares que corresponden a sub-especialidades distintas y los costosísimos
aparatos son, claro está, diferentes. Para un dolor de muela se necesitan
ahora varios Odontólogos Peñaranda: un Ortodoncista, un Endodoncista y
un Periodoncista, mientras que antiguamente, cuando a un obrero le dolía la
muela, Don Roque se la sacaba con un pequeño alicate que tenía para
oficios varios, acostándolo en el patio de la finca con la boca abierta
mientras le ponía con fuerza su rodilla en el pecho para inmovilizarlo.

Hoy una pareja de nuestros parientes sale del consultorio del Gineco-
Obstera felices porque “estamos embarazados”. De aquí directo donde el
Laboratorista con la lista de 20 exámenes de todos los fluidos. La siguiente
semana van donde el Ecografista quien les mostrará el bebé chupando
dedito y descubrirá que el nuevo parientico es un varón, y cada mes una
nueva Ecografía de manera que antes de nacer ya tiene su álbum de fotos.
La siguiente semana van donde el Genetista quien les mirará con cuántos
genes españoles y cuántos genes motilones saldrá el Peñarandita.
Finalmente todo listo, inclusive el número telefónico de la casa del
Ginecólogo, el número de su Consultorio, el de su celular y el del Club
donde juega Billar para sacarlo de allá cuando llegue el momento. Nuestros
ascendientes sólo necesitaron al papá y la mamá que lo fabricaban y un
solo médico, el Médico General que sabía de todo y que le atendía el parto
en la casa. Eran médicos especialistas en todas las ramas de la medicina
como el más antiguo médico de la familia, el Doctor Raimundo Peñaranda,
por allá en los milochocientos, Darío Yánez o Alfonso Sanjuán, y los
curanderos que les hacían competencia con más magia que conocimientos

172
como Domiciano Peñaranda el curandero de Gramalote, Leandro
Peñaranda que aplicaba la medicina aprendida de los Motilones y Heraclio
Zafra su colega culebrero de Sardinata.

Antiguamente la vida era más sencilla; los Especialistas no eran tales, sino
expertos en muchas cosas a la vez, como decía el aviso en la puerta de un
Optómetra: “Especialista en óptica, relojería y música”; - Como si estas
tres especialidades fueran pocas, el aviso proseguía: “artículos para
zapatería, depósito dental y fotográfico, etc. etc. Un pariente quiso
completarle eso de etc. etc. y le agregó: “se vende carbón y leña, se dan
clases de clarinete y se preparan niños para Primera Comunión”.

A comienzos del siglo XX ya se conocían en Cúcuta las últimas novedades


en productos extranjeros; los cucuteños disfrutaban las ventajas de la
sociedad de consumo con muchos productos en los almacenes: Vinos
Italianos y Franceses en damajuanas comprados en El Circo de la calle 10
(de los Fortuna Peñaranda, que era el primer local comercial entrando de
Venezuela), y las últimas invenciones: la Cocacola, los Pop Icecls que
vendían en todas las casas donde había nevera (“pocicles a 5 centavos”) y
los chicléts Adams. En el “Salón Blanco” de la esquina del parque se
conseguían las comidas finas traídas de Europa: Róbalo “Comisariato” en
cajitas de cartón, almendras, chocolates, dátiles, ciruelas y uvas pasas Sun
Maid importadas de California que los parientes comían compulsivamente
hasta que el estómago protestaba con un estorsijón. Galletas finísimas en
lindas latas, embutidos y uvas moscatel. En el “Rívoli” también en el
parque pero sobre la calle once, conseguían las abuelas la ropa elegante, los
sombreros de colores, estolas, guantes, zapatos de fiesta, atuendos para las
novias, etc. Como ya había muchos carros, se abrieron almacenes de
repuestos, llantas etc. y dos estaciones de gasolina: la Estación de Servicio
Cúcuta en la Avda. 2ª con calle 16, que era prácticamente la salida para
Pamplona, antes de la construcción del lejano Barrio Blanco y otra con
inmejorable ubicación, nada menos que abajo del Parque Santander, la
Bomba de la Tropical Oil Company de Don Domingo Pérez H.

Poco a poco fue llegando el Siglo XX y en vez de una vida lenta, donde
cada actividad se sentía y se saboreaba, la vida se fue haciendo rápida sin
tiempo para digerir nada. Nos cambiaron el suculento mute o la
rampuchada a la orilla del Zulia por las comidas rápidas porque nunca
había tiempo. Llegaron las “wash´n wear” (unas modernas camisas semi-
transparentes para hombres, que no necesitaban plancharse; todos los
Peñarandas compraron una que lavaban en la noche y se ponían por la
mañana, sin gastar luz en la planchada). Aterrizaban Jets y en ellos los
Peñarandas pudieron ir a Bogotá por la mañana y volver en la tarde;

173
conocieron el mar y volvieron dos días después; y algunos “conocieron”
Europa en una semana, mientras que nadie volvió a montar en barco ni en
mula. Aparecieron las úlceras gástricas, el stress y las pastillas para dormir.

El aeropuerto de Cúcuta era la recta de Los Patios, por lo que la carretera


debía doblar por una variante, antes de que hicieran el nuevo aeropuerto en
1.955 cuyo primer terminal de pasajeros es ahora para la carga. Lo
bautizaron Camilo Daza en honor al Pamplonés primo de los Peñaranda de
Don Pedro, (porque su abuela común era Doña Concepción Daza), quien
un día cumplió el sueño de su vida. Con su conocida temeridad aterrizó en
el Colegio Provincial, no en la cancha de fútbol como tenía programado,
porque los pamploneses la invadieron para verlo aterrizar, sino en la copa
de un sauce cercano. Desde lo alto del árbol y mirando a todos lados se
arrepintió de su propia hazaña porque para despegar nuevamente necesitaba
más espacio que el campo de fútbol. El padre Faría decretó día libre para
que los alumnos llevaran desbaratado el “Curtiss” hasta el plan de San
Rafael, (la recta de la carretera frente a Pamplonita), donde en compañía
del mecánico Severo Mantilla lo armaron nuevamente y pudo decolar con
destino a Cúcuta. Es por ese episodio que los únicos Pamploneses que
conocen un avión son los ancianos de 80 años, dijo una crónica de El
Tiempo al referirse a la hazaña de Camilo Daza.

Si al aviador pamplonés le sobraba valor, al contrario otros ancianos


nuestros fueron supremamente miedosos con estos aparatos voladores. El
pariente Armando Reyes, piloto de la COLPET, organizó un viaje con los
primos para que conocieran la explotación petrolífera; el viaje fue una
experiencia inolvidable para ellos, sobre todo porque la montada en avión
era la primera para todos, y la última para algunos de ellos que no quedaron
con ganas de volver a hacerlo. El viejo DC-3 sobreviviente de la guerra
sufrió un fuerte “vacío” en medio de las nubes cuando se oyó el grito de
uno de ellos: “!Dios Mío sálvanos!”. Los otros primos le recordaron con
burla que siendo él ateo confeso había apelado a Dios para que lo salvara, a
lo que les explicó: “Yo soy ateo..., pero ateo terrestre”. El más miedoso, al
que tuvieron que obligar para que viajara fue Rubén Peñaranda quien
padecía un miedo enfermizo para viajar en avión; para calmarle la
ansiedad, uno de los primos que viajaba en el grupo, el médico Alfonso
Sanjuán, le dio un frasco de pastillas para que se tomara una para los
nervios; el susto se convertía en terror a medida que se acercaba la hora de
subirse al aparato, por lo que Rafael se tomó, no una, sino tres pastillas que
fueron tan supremamente efectivas que no sintió el vuelo, ni de ida ni de
regreso, porque roncó todo el día dentro del avión en Tibú mientras sus
primos almorzaron y conocieron las instalaciones de la petrolera; lo bajaron

174
del avión dormido cuando regresaron al aeropuerto de Cúcuta y se despertó
plácidamente en su casa. El piloto Armando lógicamente nunca sintió
miedo a volar, ni a nada, pues había sido combatiente en el llano al lado del
legendario guerrillero Guadalupe Salcedo. Combatió contra el Coronel
Efraim, su primo, y éste contra él, sin que los dos lo supieran.

Exactamente en la mitad del siglo llegó el fútbol profesional. Ya existía el


Cúcuta Deportivo desde 1928 pues Cúcuta fue la primera ciudad de
Colombia en la que se jugó fútbol gracias a un dominicano y un venezolano
que nos lo enseñaron. Nuestros parientes en los años cincuenta acudían
muy puntuales al estadio General Santander construido por Víctor Pérez
Peñaranda, para ver a Di Stefano y Pedernera, los astros que envidian haber
visto los aficionados de todo el mundo. Era la época de oro del fútbol
colombiano cuando el glorioso Cúcuta Deportivo tenía las mejores estrellas
Uruguayas que en el inolvidable “Maracanazo” habían conquistado el
Mundial de 1950. Un primo de Víctor Peñaranda, el abogado, se los
conocía a todos y se veía hasta los entrenamientos de los rojinegros.
Recitaba a gritos caminando por en el corredor de su casa: “En los tres
palos Tulic; en la defensa, Terra y Tejera; se ponía el puño en la boca
simulando un micrófono mientras completaba la alineación que se sabía de
memoria.... Centrocampista Juan Carlos Toja – y adelante por la punta
derecha Zunino, Interior derecho Abraham González, Centro Foward Luis
Alberto Miloc, interior izquierdo Villaverde y por la punta izquierda
Bibiano Zap...piiiiraínnnnn. Con las estrellas mundialistas jugaban el
cucuteño Burrito González, el Pamplonés Rolando Serrano y un Peñaranda,
Raúl, famoso delantero que fue subcampeón con Millonarios, el América
de Cali y el Nacional de Medellín y que ahora es un conocido periodista de
Santa Marta. Hay dos popularísmos futbolistas Samarios: el Pibe
Valderrama y el Pibe Peñaranda quien todavía conserva su ágil figura de
deportista y su apariencia juvenil, caminando por las calles de Santa Marta
y saludando a diestra y siniestra a todos los hinchas que se sienten
orgullosos de conocerlo. En su casa cerca al Malecón, rodeado de su
querida esposa, sus tres hijos y sus cuatro nietos, me relata cómo su padre y
abuelo tenían aspecto cachaco; me muestra las fotos de estos señores muy
parecidos a nuestra parentela cercana, y me cuenta que como todos los
Peñarandas Costeños, tiene su linaje en Norte de Santander y que su
antepasado gramalotero tuvo que emigrar a la Costa después de la guerra
de los Mil Días.
La fiebre por el fútbol era tal en esa época que los parientes mandaban
motilar a sus hijos con el famoso corte “a lo Miloc”, rapada toda la cabeza
dejando solamente un pequeño chipolo en la frente, moda que impuso el
futbolista, y que a los Peñaranda les gustó mucho porque las mamás

175
dejaron de hacerles a los hijos los engorrosos bucles en sus cabezas para
ondular sus rebeldes cabellos de fique, se evitaban la compra semanal del
frasco de Glostora para fijarlos y sobre todo porque la peluqueada les
duraba tres meses. Las ventajas de la peluqueda “a lo Miloc” fueron tan
poderosas que algunos la siguieron usando de por vida, hasta que nuestro
característico gen alopécico les tumbara el último pelo, dejando sólo una
franja canosa en la región occipital, y entraron en la moda muy Peñaranda
de la cachucha de paño que no se quitaban ni para bañarse por temor a que
alguien les viera su desnudo, colorado y resplandeciente cuero cabelludo.
Por las mismas razones de economía doméstica heredaban los niños
medianitos la ropa del mayorcito y éste la de su papá, y se impuso en la
familia la moda de los carramplones que les ponían a los zapatos - 8 o 10
de estas medialunas de acero, desde el tacón hasta la punta, invento muy
apetecido por los Peñaranda gracias al cual no volvieron a comprar zapatos,
hasta que el Alcalde les prohibió usarlos porque estaban dañando el
embaldosinado nuevo del parque.

La esposa y los hijos de este pariente afiebrado hincha del Cúcuta


Deportivo, lo esperaban todos los domingos por la tarde en el parque de la
bola a la salida del estadio hasta que, contagiada por tanta emoción de su
padre, una parientica, su hija mayor terminó yendo con él los domingos a
fútbol, donde Zunino hacía los mejores driblings para que la monita de
ojos claros se fijara en él y no mirara ningún otro hombre. Al final del
campeonato, embelesados el uno con la belleza de nuestra parienta y ella
con sus espectaculares centros desde la punta derecha, terminaron siendo el
uno para el otro, con la complacencia del pariente, feliz por tener en la
familia a uno de los mejores delanteros que han venido a Colombia y
formaron el único hogar del mundo Sardinatero-Rioplatense cuya
descendencia vive en Montevideo.

Con los futbolistas del Río de la Plata llegó la fiebre del tango. Ya lo
cantaban los que habían estudiado en Europa y Argentina, quienes no se
perdían las películas de Gardel y tenían todos sus discos. Leticia
Peñaranda y otras dos primas por poco perecen cuando viajaron a Medellín
para asistir al concierto de Gardel en 1935; nuestras primas llegaron tarde
al Olaya Herrera por lo que el avión de SACO partió sin ellas un segundo
antes de estrellarse en tierra con el SCADTA en el que viajaba el famoso
zorzal criollo. Las primas lloraron por años a Gardel y en cada aniversario
de su muerte le mandaban rezar una misa. A unos metros del sitio del
accidente está “El Patio del Tango”, un restaurante cuyo dueño, Don
Aníbal viejo cantor y bailarín de tangos, no quiere olvidar a Gardel, y en
donde sus paredes son un museo de las fotos de sus propias actuaciones en
los escenarios de Colombia y de las actuaciones de Gardel en el mundo.

176
Desde su restaurante se ve el sitio del accidente y se disfruta el mejor
churrasco acompañado de arepa sin sal. En una pared está enmarcada, la
partida de nacimiento de Carlos Romualdo Gardés, el 11 de diciembre de
1892, nacido, no en Buenos Aires como creemos los profanos, sino en
Toulouse Francia, como sí sabe, y comprueba con este documento, el
cantante Aníbal Rey.

Muchos Peñaranda estudiaron en Buenos Aires y llegaron algunos con


título y otros sin ningún cartón, pero llegaron eso sí, con mucho bagaje
intelectual, expertos bailarines de tango e hinchas del fútbol Rioplatense, el
mejor del mundo. Eran unos “dandies” con una visión más amplia del
mundo que trasladaron la moderna vida de Buenos Aires a su vida
cotidiana en Cúcuta. Almorzaban todos los días con vino, saludaban de
“Che”, trajeron indumentaria extranjera, sombrero de copa, reloj fino en su
muñeca, medias blancas, zapatos blancos con reluciente punta negra de
charol, nuevo vocabulario y acento argentino; usaban gafas de sol para salir
a la calle y cargaban permanentemente su cámara de fotos ultramoderna,
porque se seguían sintiendo turistas en su propia tierra. Cuando iban a
Lourdes llevaban los binóculos que habían comprado en el exterior para
mirar las montañas donde habían nacido y las campesinas Lourdetanas
corrían a esconderse porque las tenían convencidas de que ese aparato,
desconocido para ellas, lanzaba unos modernos rayos que hacían
transparentes las ropas. La mesa de la sala donde tenían la victrola estaba
llena de discos de “78” con las canciones de Gardel, Francisco Canaro y
Alfredo De Angelis, que les hacían recordar sus andanzas en Buenos Aires.

Los “Peñarandas Argentinos” se hicieron amigos, obviamente, de sus casi


paisanos los futbolistas Uruguayos con quienes festejaban los triunfos y las
derrotas de “La Furia Motilona” y añoraban la “dolce vita” de la Calle
Corrientes, tres cuatro ocho, segundo piso ascensor, oyendo los románticos
versos que les cantaba La Voz del Norte: “La noche que me quieras, bajo el
azul de cielo, las estrellas celosas nos mirarán pasar, y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo, y las luciérnagas curiosas verán que eres mi consuelo.
Si yo tuviera el corazón, el corazón que dí, si yo pudiera como ayer querer
sin presentir, si olvidara a la que ayer lo destrozó y pudiera amarte, me
abrazaría a tu ilusión para llorar tu amor”. Y en cualquier bar, con dos
rones entre pecho y espalda, le hacían el coro a un Argentino que se moría
de amor: “Cada vez que te recuerde lanzaré una maldición, me abriré el
pecho a pedazos si mi corazón te nombra”. Algunos salieron directo para el
Mental después de repetir por horas con la rocola que no descansaba:
“Aquí estoy ya nada valgo, soy apenas un pasado, tu recuerdo me persigue
con macabra obstinación, soy la escoria de la vida, me tuvo de rodillas, sin

177
moral, arrastrao, hecho un mendigo, y p’a más supe después que tenías otro
amor; miren si no es p´a suicidarse, que por ese cachivache sea lo que soy”.

Y beba. Y llore. Porque el alcohol hace aflorar el llanto silencioso que el


amor no correspondido deja dentro del pecho. Esta noche me emborracho
bien, me mamo bien mamao, pa no pensar en la flaca con dos cuartas de
cogote, una percha en el escote, bajo la nuez. Parecía un gallo desplumao,
mostrando al coquetear el cuello picoteao; al verla así, rajé pa no llorar.” Y
beba más para ahogar las penas: Quiero emborrachar mi corazón para
olvidar un loco amor, que, más que amor es un sufrir, y aquí vengo para
eso, pa borrar antiguos besos en los besos de otras bocas, en los besos
pagos de sus parejas caleñas y pereiranas, niñas campesinas analfabetas
desplazadas de los pueblos liberales por la violencia, que habían llegado
con la ilusión de conseguir bolívares en La Ínsula a donde venían los
venezolanos a derrochar dinero en unos bares de tapetes rojos, con espejos
en todas las paredes y luces intermitentes de Neón que iluminaban y
desaparecían cada segundo la imagen de las bailarinas del escenario. Al
mesero, disfrazado con chaleco de tafetán adornado con lentejuelas, le
gritaban: “Eche mozo más champagne”. Éste se resignó a que los borrachos
lo llamaran “mozo”, y como no sabía qué era eso de “champán” les servía
Ron Caldas con el que embriagaban su alma y afinaban su garganta para
cantar y llorar unos versos escritos en una jerga extraña: “unas notas
agoreras donde nacieron sin pensarlo las paicas y las gredas, duna los
charcos, changuengue en las caderas y un ansia prieta en la manera de
querer”..., “del barrio La Mondiola sos el más rana y te llaman Garufa, por
lo vacán”.

Se fueron los Uruguayos, se acabó el fútbol y se acabó el tango. “Te


acordás hermano, ¡Que tiempos aquellos! - Veinticinco abriles que no
volverán”. Los descendientes del legendario Balthasar cambiaron el
lánguido violín y el compás del bandoneón por las alegres trompetas de La
Billos, Los Melódicos y las del pariente Orlando y su Combo. Pagaban en
la tienda con la puya, la locha y el fuerte, una moneda tan grande como un
medallón que conocieron los mayores y que valía nada menos que 5
bolívares. Ya no soñaron más con mi Buenos Aires Querido, sino que
revivieron su tradicional fascinación por la moderna Venezuela y la
estrecha comunicación que con ella existía desde la época de la Colonia.
Montaron en el Metro, pasearon por El Chacao y Sabanagrande, subieron al
Ávila y se bronceron en las playas de Margarita, lugares que conocieron
antes que nuestra propia capital y nuestras propias playas. La Bavaria se
cambió por la Polar, la china por la chama, la glorieta por la redoma, el
bambuco por el joropo, la arepa por la cachapa y el día de la madre lo
celebran el mismo día que lo celebran los Venezolanos. Todo el mundo
178
saludaba a su vecino por la mañana: ¿Cómo amaneció?... (no preguntaba
por su vecino, sino por el bolívar).

Inauguraron la Diagonal Santander diseñada con gran visión por Víctor


Pérez, y los Peñaranda, ya ciudadanos, invitaban a sus parientes que venían
de los pueblos los domingos “a conocer el semáforo”. El angosto puente de
San Luis, construido para el tren y habilitado para vehículos sólo permitía
el paso en una dirección que autorizaba intermitentemente la luz verde; ésta
era la ruta para San Antonio antes de que el Presidente Barco conectara la
Diagonal Santander con las nuevas autopistas: la de San Antonio por un
extremo y la de El Zulia por el otro.

Conocieron las primeras carreras de carros cuando pasó el Rallye Bogotá-


Caracas y aplaudieron a Marimón como un bólido en nuestras carreteras
polvorientas, y recuerdan una carrera posterior en la inauguración de la
Diagonal Santander que terminó en tragedia con varios muertos al salirse
un vehículo en la redoma de San Mateo. Inauguraron el lujoso Teatro
Zulima y sepultaron el clásico Guzmán-Berti en el que se había presentado
la compañía de baile de Amparito Pérez de Pamplona, con sus estrellas
Ivonne, Esthercita, Chila, Martha, Aurora y otras jovencitas que aspiraron a
ser tan famosas como la bailarina Támara Taumanova y el Balet Ruso,
quien se presentó en ese teatro en una inolvidable función, gracias a que
tuvo que hacer una escala obligada en Cúcuta por demoras en su visa antes
de presentarse en Caracas.

Los Peñaranda vieron crecer la ciudad con autopistas y avenidas de varios


carriles que se llenaron de vehículos venezolanos; conocieron los nuevos
clubes, el primer terminal de transportes del país construido en Cúcuta
antes de que lo tuviera cualquiera de las grandes ciudades, un edificio con
ascensor en la esquina del parque y un novedoso almacén, el LEY, con el
sistema más avanzado en ventas, en el que cada uno cogía lo que deseaba y
que se convirtió en el centro de la ciudad, en cuyos andenes se formaban
corrillos de Peñarandas especializados en hablar “todos al tiempo” y
enmudecer “todos al tiempo” cuando pasaba una atrevida jovencita con la
moderna minifalda. Una veintena de Peñarandas que nunca trabajaron sino
que vivieron de lo que habían trabajado las generaciones anteriores, sólo
abandonaban los amplios andenes de la Avenida 5ª. para ir a sus casas a
almorzar y dormir la siesta. A uno de estos cuarentones cuyo único trabajo
era pararse en la esquina del LEY, le sugería Don Roque tímidamente que
ya tenía edad para abandonar el nido y formar casa aparte. “Se irá usted
papá que es el que tiene plata” le contestó.

179
Comentaban en sus corrillos que la violencia que ellos y sus ascendientes
habían protagonizado, había sido como un juego al lado de las matazones
que ocurrían por la guerra en la civilizada y cristiana Europa y las bombas
atómicas ensayadas en las ciudades japonesas. Analizaron en el “Café del
Palacio” la revolución cubana, la guerra de Vietnam y el asesinato de
Kennedy. Estrenaron las primeras neveras que les obsequiaba la KIST a sus
accionistas, y en los televisores en blanco y negro comprados en San
Antonio disfrutaron la televisión antes de que a Colombia llegara esta
novedad.

En la década del 50 fallecieron los últimos abuelos de la época antigua. En


todos los parientes había la sensación de que todo había terminado para
todos: los viejos y los jóvenes; una alucinación infantil había acabado con
millones de años de existencia de la tierra; nada parecía importarle a nadie;
por primera vez en la vida estaban sin futuro porque se supo la noticia de
que uno de los tres pastorcitos de Fátima le había confesado al Papa que
“en 1.960 se acababa el mundo”. El 1 de enero de 1961 se convencieron de
que no había sido cierto, afortunadamente porque la historia de los
Peñaranda hubiera quedado incompleta ya que faltaban la novena y décima
generaciones, retoños nuevos del Árbol que formaron Don Baltasar y Doña
Catalina, retoños que son los que viven hoy y los que podrán leer estas
historias que relatan la vida de los ancianos aquellos, a los que sí se les
acabó el mundo antes que a nosotros. Este libro es el relato que nos hacen
aquellos a quienes ya se les acabó el mundo: nuestros abuelos.

En su nueva vida ciudadana los Peñaranda cambiaron su ancestral


agricultura, algunos por actividades profesionales burguesas, otros por el
comercio fronterizo, llevando o trayendo a través de la frontera café,
harina, electrodomésticos, zapatos, carros, gasolina, ropa y comida. Se
adaptaron a la vida ciudadana. Olvidaron su origen campesino, vendieron
la tierra el azadón y el caballo, y nunca volvieron a su pueblo sino muchos
años después, el día que el pariente Juan, cuando era Gobernador, inauguró
la pavimentación de la carretera.

180
Sentados: Alicia, Doña María, Don Roque y el médico Francisco Jordán.
De pie: Celmira, Tona, Blanca López, Maruja, Leticia, Isaías, Luis Alfredo, Enrique, Doña
Antonia, Roquito, Gonzalo.

Don Roque y dos conocidos nietos: Marina y Pacho

181
Los hermanitos Sanjuán-Peñaranda

Ana Francisca, Herlinda, Doña Ramona Yánez y Abigail.

182
Doña Mercedes Peñaranda y su hijo el Doctor Humberto Yánez Peñaranda

Doña Venancia Yánez Peñaranda y Don Juan Gutiérrez


Los niños son el Padre Alcides y Doña Ana Rita

183
Carlos, Ananías y Cristóbal Yánez Isbelia y Elisa Ibarra Yáñez

Don Silverio Yáñez

184
CAPITULO 17

EL NORTE Y LOS PEÑARANDAS


En 1.910 nació el Departamento Norte de Santander, que no es
propiamente una porción del Gran Santander, sino una entidad territorial
que siempre había sido diferente del departamento homónimo del sur. Sus
gentes y sus tierras son diferentes, gran parte de su historia ha sido
diferente y, el hecho de ser frontera con Venezuela le ha conferido unas
características propias, además por haber estado aislado del resto del país
por las cordilleras de Santurbán y del Almorzadero de 3.500 mts de altura.
Está constituido por varias regiones independientes, como una colcha de
retazos, cada una tan diferente de la otra como del resto del país: Al sur
Pamplona y sus pueblos de clima frío, integrado históricamente más a
Bucaramanga, García Rovira y Boyacá. La región del Sarare vinculada a
Pamplona y colonizada por Pamploneses, Toledanos y Batecanos. La
provincia de Ocaña, sui generis, aislada del resto del Departamento. El
Catatumbo cuya presencia en la civilización es reciente. Cúcuta con sus
pueblos vecinos, que tiene mucha influencia venezolana, por ser uno de los
puntos fronterizos más activos del continente, y porque alberga muchas
familias de origen venezolano, que cruzaron de un país a otro en épocas
antiguas. Finalmente los pueblos de Occidente, de nuestros orígenes
Peñaranda. El Norte de Santander es diferente en todo a Santander del Sur
y del resto del país, hasta en su geografía, porque es el único departamento
Andino que no pertenece a la cuenca del Magdalena sino a la cuenca del
Lago de Maracaibo, lo que lo ha hecho independiente del resto del pais. En
una zona del occidente del Departamento, en los Municipios de Abrego,
Villacaro, Bucarasica, Salazar, Gramalote, Lourdes y la parte sur de
Sardinata, en unas cuantas montañas que ocupan un cuadrado que no mide
más de cincuenta kilómetros, vivieron durante trescientos años los
Peñaranda; en esa área creció una pequeña semilla que se ha ramificado
hasta formar este inmenso árbol del que cuelgan miles de hojas que
conforman LA GRAN PEÑARANDADA.

Ramón Leandro Peñaranda, comerciaba llevando sal y mercancías en una


piragua por los caseríos de la orilla del Río Sardinata, el cual era un
caudaloso río navegable para pequeñas embarcaciones desde la antigua
población de Sardinata que existía más debajo de la desembocadura del
Riecito. Su área de actividad comercial incluía poblados de Motilones y de
nuevos colonos de esta región selvática; dejaba varios meses a su esposa y
sus hijos mientras hacía su recorrido hasta Tres Bocas, volviendo algunas
veces sin dinero y sin mercancías porque los indios más pobres que no

185
tenían ninguna capacidad de negociar con él optaban por asaltarlo en el río
y robarle sus productos.

Durante sus tenebrosos viajes en medio de la oscuridad de la noche en la


selva, había observado que las lagunas ardían espontáneamente y supuso
que no sólo era el gas de los pantanos sino otros gases provenientes del
fondo de la tierra los causantes de este fenómeno, y de otro fenómeno más
exteraño aún, único en el mundo: los miles de relámpagos que brillan cada
noche y que forman una luminosidad de 400 kilómetros en el cielo. Todos
los Peñaranda y todos los Nortesantandereanos han tenido el privilegio
único de ver todas las noches del año “La Aurora del Catatumbo” o “Faro
del Catatumbo” que guía a los marineros de las Antillas. Su curiosidad lo
llevó a que en uno de sus viajes a los confines desconocidos de La
Motilonia, viajó selva adentro con los indios hasta una lejana laguna y pudo
constatar que el agua se cubría de aceite.

No sabía que había descubierto EL PRIMER YACIMIENTO


PETROLÍFERO de Colombia pero sí comprendió que éste era un
fenómeno extraordinario y que la selva estaba llena de ese aceite
combustible; le comentó su hallazgo a un compadre importante, el dirigente
político General Barco, abuelo de nuestro recordado presidente
Nortesantandereano, a quien le trajo unas muestras del líquido viscoso que
había encontrado, Los hijos y nietos de Don Leandro conocen la historia
que les transmitieron las generaciones anteriores y que en toda la región se
acepta como un hecho real, pues existen documentos que lo prueban como
la certificación del cura párroco que dan fe de la expedición que organizó y
llevó a cabo Don Leandro Peñaranda para comprobar su descubrimiento.
Posteriormente, a lomo de mula, a través de Las Mercedes y Pacheli, por
caminos sembrados de cadáveres debidos a la endémica fiebre amarilla, el
General Barco llevaba inmensas pailas de cobre en las que refinó los
primeros hidrocarburos antes construir en Cúcuta en 1.905 en la avenida
séptima la primera refinería de Suramérica, con la que producía kerosene.
Después vinieron los Texanos a perforar el primer pozo petrolero de
Colombia, en lo que ya era una concesión oficial del gobierno, LA
CONCESIÓN BARCO, de miles de kilómetros de la selva del Catatumbo.
Nadie sabe para quien trabaja, se lamentaba en su vejez sufrida en medio
de una gran pobreza; quien debió ser un magnate petrolero, tuvo arrestos de
dignidad para rechazar una ayuda económica, a manera de reconocimiento,
que pretendió hacerle la familia Barco: “La verdad no se vende” – les
contestó.

Don Ramón Leandro viajaba a la selva que conocía como su propia casa,
pues en realidad fue su casa gran parte de su vida; dormía en algún espacio

186
al lado de una fogata, al lado de tigres, pumas y boas que merodeaban
alrededor y que sólo el temor al fuego impedía que lo atacaran, y donde
sentía que los espíritus de la selva lo llamaban por su nombre, pero que él
los ignoraba para poder conciliar el sueño. Era un hombre valeroso y recio:
lo recordaban por la vez que le propinó unos correazos en el sitio donde la
espalda pierde su casto nombre, al maestro que había hecho lo mismo con
su pequeño hijo Miguelito, “para que sepa que esa no es la forma de educar
a mis hijos”. Es un personaje inolvidable que no conoció el miedo, que
apelaba a la rudeza cuando era necesario, pero también con una ternura que
recuerdan sus nietos que conservan la carta de pésame llena de frases
enternecedoras que le envía a su hijo mayor informándole la muerte de su
esposa y madre. Don Leandro dormía en las chozas de los Motilones de
quienes aprendió sus artes médicas que aplicaba a las gentes de Sardinata
con brebajes a base de raíces y yerbas. Otras enfermedades las trataba (y
curaba?) con rezos, cerrando los ojos muy circunspecto y palpando la
fiebre de la frente del palúdico, o acomodando sus huesos rotos con
sobijos, o calmando sus dolores de cintura con una forma de acupuntura
inventada por él, como también inventó una cura para el carate con una
untura de miel de abejas y arsénico.

Como si haber descubierto el petróleo en Colombia, compartir su vida con


la selva y los Motilones, hacer de médico en Sardinata fueran poca cosa, la
fructífera vida de Don Leandro se recuerda además porque fue el primer
productor de caucho en el Catatumbo el que exportaba a través del río, por
Maracaibo.

EL CAFE originario de la Península Arábiga, pasó a Egipto y Siria y fue


llevado a Europa por los mercaderes Venecianos en el siglo XVI, época en
la que los Europeos llevaron los cultivos a sus colonias: los Holandeses a
Indonesia y los Franceses a América. Refiere Manuel Waldo Carrero en su
libro de Chinácota, que en América los franceses lo sembraron en
Martinica en 1.723 y de allí fue traído a Venezuela alrededor de 1.730. Su
cultivo se extendió por la zona andina Venezolana y al finalizar el siglo
XVIII ya había cultivos en el Táchira. De Rubio entró a Colombia
obligatoriamente por Chinácota pues no hay pueblos de climas medios,
indispensables para su cultivo, en ninguna otra parte de su frontera con
Colombia; de Chinácota pasó a Bochalema, Durania, Salazar y los pueblos
de los Peñaranda.

Carrero menciona entre los primeros cultivadores de este arbusto que dio
riqueza a nuestro país, a varios finqueros Peñarandas: En la Hacienda
Nápoles entre Chinácota y Bochalema, de los Peñaranda-Santaellas,
sembraron los primeros cultivos; refiere que tenían grandes cafetales en la

187
Hacienda Miraflores Don Bartolomé Peñaranda y Doña Anita Molina,
matrimonio que es el tronco de una rama grande de Peñarandas. Menciona
como otro de los pioneros del cultivo del café en las Haciendas Bellavista y
la Reforma a Don Pastor Peñaranda, patriarca muy conocido en Chinácota,
nieto de Don Juan Bautista, de la rama Peñaranda-López, abuelo de varias
familias Peñaranda y Mora. Una de las familias establecidas y con
propiedades rurales en Gramalote cuando llegaron los colonizadores
Peñarandas, era el próspero comerciante, ganadero y agricultor Don
Ignacio Ordóñez. En su Hacienda El Peñón tenía 7.000 matas de café en
época tan antigua como 1.820, es decir la época de Bolívar. Ya contamos la
historia de que el párroco Francisco Romero dosificaba la penitencia de sus
feligreses según la gravedad de sus pecados, haciéndoles sembrar
determinado número de matas de café. ¿Qué tantos pecados confesó don
Ignacio para que el cura le hiciera sembrar 7.000 matas?. - Como la plata
llama la plata, los señores que tenían buenas fincas, llamados
“acomodados”, “acomodaban” a sus hijas buscando mantener los
privilegios económicos y fue así como varias hijas de Don Ignacio Ordóñez
casaron con varios Peñarandas formando antiguas ramas muy numerosas y
conocidas de Peñaranda-Ordóñez.

La familia pues es pionera del cultivo del café en Colombia, el cual


POSTERIORMENTE, cultivaron también en el resto de la zona andina
colombiana, convirtiéndose ese cultivo en la principal actividad agrícola y
la que mayores divisas introdujo al país, actividad en la que los finqueros
paisas en sus montañas y en su colonización Caldense, obtuvieron
utilidades millonarias que sirvieron de base financiera para las grandes
industrias de Medellín, Coltejer, Fabricato, etc. Si nosotros tuvimos
primero los cafetales, ¿por qué los poderosos industriales fueron ellos?. –
La colonización de Caldas les abrió a los antioqueños la posibilidad de
explotar intensivamente y extensivamente el cultivo del café, como en
todos los Andes Colombianos, teniendo como vía para la exportación el
Río Magdalena, con la ventaja agregada de que lo comercializaron ellos
mismos y no dejaron entrar extranjeros para que lo hicieran, como sí lo
hicieron los Italianos y Alemanes comprando en Cúcuta las cosechas de
nuestros bisabuelos.

Cuando Luis Alfredo estudió en Francia, se interesó tanto en el cultivo de


la uva y la fermentación del zumo, que abandonó sus otros estudios para
viajar durante varios meses a las campiñas del sur donde convivió con los
aldeanos y aprendió el arte de Noé, convirtiéndose en experto y permanente
catador de los buenos vinos de Champagne y de Bourgogne. Al regresar a
Colombia, trajo semillas y una caja con pequeñas plantas que cuidó
exhaustivamente durante el viaje, hizo su propio viñedo, cultivó con

188
esmero una excelente variedad de uvas y en sus barriles producía un vino
de gran calidad, según decían los primos que iban a visitarlo para degustar
su ya afamado producto con el que aspiraba competirle a los viñedos de los
Italianos cucuteños. Nunca pudo hacer próspero el negocio, para
convertirse en el gran productor que soñaba ser cuando andaba conociendo
los viñedos de Europa, porque su generosidad y su mala suerte se
interpusieron. Sus primos, que se autonombraron catadores de oficio,
terminaron yendo todos los días desde Cúcuta y cada vez necesitaban más
copas para poder dar su veredicto sobre el sabor, el aroma, el cuerpo y la
cremosidad de cada cosecha de vino, por lo que se bebían parte importante
de la producción y, aprovechando la bondad del vinicultor, se traían en
cajas las uvas para hacer pocicles y el salpicón del almuerzo en sus casas.
Iba y venía veloz por la carretera antigua de San Antonio en su moderno
jeep 52 hasta que un día casi deja sus ilusiones contra un árbol por exceso
de velocidad. El accidente lo dejó con fractura en una pierna, sin carro, sin
plata y el viñedo, que ahora sí, al fin, estaba progresando, decayó
nuevamente hasta que, una grave enfermedad se encargó de acabar con su
negocio y con su próspero futuro. Su viuda y sus dos hijas continuaron
muchos años con la viña pero sin el vino, porque el arte de la producción se
lo llevó Luis Alfredo a la tumba.

El Norte de Santander es una de las zonas carboníferas más importantes de


Colombia con explotación en forma rudimentaria desde hace muchos años
aumentada últimamente por la demanda de Termotasajero y la exportación
por Venezuela a Europa y E.U. Dos de los grandes empresarios de la
explotación carbonífera son Eduardo Peñaranda y Andelfo Villamizar
Peñaranda en sus minas cerca de Santiago.

Los antiguos Peñarandas ampliaron sus fronteras antiguamente hacia el


norte, de Gramalote a Lourdes a Sardinata, (¿por qué siempre se dirigían
hacia el norte como las aves migratorias?), y en compañía del tesonero
padre Ordóñez fundaron Las Mercedes, corregimiento perteneciente a
Sardinata, en los confines de la civilización, en tierras de los Motilones que
cada vez iban siendo desplazados más y más por los colonos, quienes les
arrebataban sus tierras en las que vivían desde siempre. Los nativos eran
inicialmente cazadores de pequeños animales y recolectores de frutas, pero
a la llegada de los españoles ya formaban una sociedad organizada aunque
inferior en armas y recursos a los recién llegados colonos, entre ellos los
Peñaranda. Era parte de la guerra de exterminio que diezmó la población y
en los mejores casos fueron asimilados en sus fundaciones como esclavos y
sirvientes, o en otras regiones los fueron desplazando a las zonas selváticas
más al norte, a los poblados de Orú y Motilonia, y más lejos aún a
Irokdagbaykayra y Kantrakuigday donde viven sus sobrevivientes actuales.

189
Otros pueblos fueron fundados por Peñarandas y muchas montañas
colonizadas por ellos durante los siglos precedentes. Varias familias al
mando de Don Raimundo Peñaranda, el hijo de Doña Dionisia, (la Manca
Dionisia) fueron los fundadores de Bucarasica con el bello nombre de
“Florida de la Barca”. Los Peñaranda también fueron los fundadores de
Villacaro a pesar de que figura el nombre de un señor Silva como fundador,
pero en realidad fueron ellos los que organizaron la expedición y la
colonización de esa región. Llevaron como escribiente de la
protocolización del acto a Silva, quien, ni corto ni perezoso..., firmó el acta.

Nuestros abuelos dieron luz eléctrica a Cúcuta, Santiago y Gramalote.


Cúcuta le debe a Víctor Pérez Peñaranda dos grandes obras sin las cuales
no sería la ciudad bonita que es: La Diagonal y el Estadio, ambas con el
nombre del Prócer de Villa del Rosario. Hay Peñarandas sobresalientes en
muchos campos, reconocidos profesionales en todas las áreas, algunos a
nivel mundial como el Arquitecto Hembert Peñaranda (hijo de Alfredo),
constructor nada menos que del Centro Pompidou, la sede del NY Times y
muhas edificaciones famosas en todo el mundo. Hay varios Gobernadores,
Rodrigo, Alfredo, Juan. Y muchos que han dirigido secretarías
departamentales, políticos y dirigentes han sido la cuota de la familia en la
dirección del Departamento, además de Gerentes de Institutos Nacionales,
Embajadores, Senadores y Representantes, Rectores de Universidades, etc.
Fundaron nuestros antepasados productivas fincas que dieron progreso a la
región, unieron sus poblados por caminos de herradura y luego por
carreteras. Los antiguos construyeron pequeños caseríos que sus
generaciones posteriores convirtieron en grandes y ordenadas poblaciones a
las que llevaron las comodidades que cada etapa de progreso ofrecía. La
familia produjo gente importante en todas las profesiones y en todas las
artes como hemos mencionado. Fueron protagonistas de todas las guerras,
revoluciones y contrarrevoluciones. Descubrieron el primer pozo petrolero
de Colombia, fueron pioneros en el cultivo y la exportación del café,
exportadores de maderas, cueros y caucho a través del Catatumbo, eran
propietarios de grandes ganaderías y extensas plantaciones de caña de
azúcar, y hasta produjeron vino, y contribuyeron como empresarios al
progreso de la minería, del trasporte fluvial y ferroviario, al desarrollo
urbanístico de Cúcuta y el crecimiento del comercio. Nuestro pariente
orgulloso de su ancestro y carente del más mínimo asomo de modestia
opinó: “¡¡Cómo sufrirá la gente en otras regiones del mundo... sin
nosotros!!.

190
CAPITULO 18

LA IDENTIDAD DE LA FAMILIA PEÑARANDA

Ya vemos por qué es más interesante el Árbol Genealógico de esta familia.


Los múltiples entrecruzamientos de las ramas a causa de los frecuentes
matrimonios entre miembros de familias cercanas, hacen una maraña
imposible de dibujar. Por eso el Árbol Genealógico es tan rico y apenas
puede hacerse por ramas y en éstas figuran solamente los hijos, nietos, etc.,
sin anotar las generaciones recientes, los cónyuges ni los árboles de éstos.
Esto nos da la primera y más notable característica de los Peñaranda
actuales y anteriores: el Fenotipo, gracias al cual nos reconocemos y nos
reconocen pues se conservan algunos rasgos más o menos prevalentes. Esta
repetición de consanguinidad se manifiesta no sólo en el aspecto físico sino
en muchos aspectos de la psiquis colectiva de la tribu que nos ha hecho
conservar a través de centurias un grado de identidad. La historia común
también nos identifica pues ya hemos relatado cómo provienen todos de
fincas y pueblos de la misma región del occidente Nortesantandereano; la
leyenda que se ha oído en todos los hogares Peñarandas sobre el antiguo
español que vino a Salazar y dio origen a todos los Peñarandas es casi la
misma en todos los hogares, que contada por distintos relatores coincide en
el fondo, por lo que podemos aceptar que esta historia transmitida
oralmente es verdadera. Las anécdotas graciosas, o serias, o violentas, o
tiernas que se oyen en todas las familias Peñaranda, por distante que sea el
parentesco, son las mismas, ya que son los mismos hechos, sucedidos en
los mismos sitios y ocurridos a los mismos protagonistas.

La valentía de nuestros antepasados que conquistaron estas tierras,


arrebatándoselas a sus milenarios habitantes, no sólo los indígenas
Motilones conocidos por el coraje con el que se defendieron, sino los otros
habitantes naturales, las fieras, las serpientes y las plagas, forjó una raza de
aguerridos hombres y duras mujeres. Muchos debieron morir en la
conquista, lo que ha influido en la forma pragmática como los nuestros han
enfrentado el final de la vida, sin temerle a la muerte sino recibiéndola con
frialdad, como si fuera un visitante conocido y de confianza. Era
comúnmente aceptada la costumbre de tener dispuesto el momento de la
muerte, incluyendo la compra por parte del anciano que la veía venir, de las
velas para su propio velorio, y colgando de lo alto del techo del zaguán de
entrada, el ataúd que pronto usaría. Don Marcos dejó todo arreglado para
cuando llegara la visita de la muerte con su guadaña. En su testamento
escribió el siguiente mandato para garantizar su viaje directo al cielo:
Cláusula decimonovena: – La suma valor de dos mulas, una colorada y otra
191
parda, destino para gastos de mi entierro, ciento sesenta pesos. Además,
quinientos pesos para misas de San Gregorio, sufragios y funerales”.
Quinientos pesos era el valor de nueve mulas, una suma muy grande para
invertir en rezos, lo que demuestra el miedo que le tenía al infierno el
anciano pariente. La frialdad con la que los antiguos aceptaban la llegada
de la muerte se manifiesta también en la costumbre de que cada uno hacía
su propio epitafio y todo lo tenían listo para cuando llegara el momento
final. Era normal en el solar de algunas casas grandes, tener el cementerio
de los antepasados y, a causa de la epidemia de Fiebre Amarilla existieron
cementerios propios en las fincas. En el mismo Convento, se decía, las
monjas cavaban en el solar, tres paladas de tierra cada noche en el rezo
antes de dormir, para hacer su propia tumba. El hecho de no trasladar los
cadáveres era una medida prudente para evitar la propagación de la
enfermedad. También están enterrados en sus fincas los abuelos que, por no
estar casados por el rito católico, el cura los declaraba “enmozados” y les
negaba una tumba en el cementerio municipal, lo mismo que a los
descreídos y los enemigos políticos, los masones y todos aquellos que no
habían querido pertenecer al rebaño.

Muchas muertes de los antiguos patriarcas no dejaron paz sino guerras


familiares porque no tuvieron la prudencia de Don Marcos de “dejar todo
arreglado”. Muchas veces al morir un antiguo pariente, el reparto de la
herencia ocasionó discordia y en algunos casos sus riquezas quedaron
enterradas en guacas aún no recuperadas o han pasado a manos de otros
más afortunados pero que no eran sus legítimos herederos.

Y es que los cuentos de los antepasados están llenos de tesoros que dejaban
escondidos los antiguos y de espantos que les indicaban a quienes querían
creer, dónde estaban esos entierros, mientras que los muy machos que no
creían en esos cuentos se perdían la oportunidad de rescatar los tesoros y
hacerse ricos de la noche a la mañana. Los nietos de Doña Eulogia no
entendieron las señas que les daba el abuelo en el cuarto donde había
fallecido años antes; el anciano volvía ocasionalmente del más allá, y les
indicaba con el dedo índice el techo de la pieza para que sacaran la caja de
morrocotas que había guardado allí, pero los nietos no entendían que el
abuelo no los estaba asustando sino les estaba dando la oportunidad de
hacerse millonarios, y cuando llegaban de noche pasaban corriendo por
enfrente de la pieza donde aparecía el espanto sin atreverse a mirar hacia
adentro. Tiempo después un albañil que arregló el techo encontró la caja
con morrocotas y al día siguiente no volvió al trabajo, dejó el proletario
oficio de albañil y se compró una de las mejores fincas de la región.

192
También se relata cómo Don Arsenio en Caldacia, se volvió rico por arte
de magia el día que un novillo se enloqueció cuando vio un ánima volando
dentro del corral, una vaca vieja blanca como de algodón, difusa, con
cornamenta dorada gigante que disparaba rayos y que los obreros contaron
haber visto. El novillo aterrorizado por el espanto-vaca daba brincos y
mugidos de terror y saltó el corral de piedra ante lo cual, el patrón,
reconocido buen jinete, rozó el hijar de su caballo con la espuela y
encorvándose en su galápago saltó el cimiento en persecución del novillo
que trajo en minutos enlazado y sometido. Con una de sus patas el caballo
de Don Arsenio en el salto había tumbado una piedra del cimiento, la cual,
al colocarla nuevamente en su sitio notó que cubría una caja llena de oro,
que nada más tuvo que llevársela a su casa, con sus dos manos en alto
como si le hubieran otorgado un trofeo, y entró a su pieza, se trancó por
dentro y duró toda la tarde contando y besando las doradas y brillantes
monedas que lo convirtieron en uno de los hombres más ricos de Sardinata.

Don Euclides Peñaranda encontró también una fortuna cavando en el solar,


detrás de la casa de La Pedregosa, donde de noche veía extrañas luces y
sentía el ruido de las monedas que gritaban prisioneras en una caja de
madera. Escarbó con un barretón y las liberó la noche que resolvió dejar de
ser pobre. Mientras unos se enriquecieron, otros por el contrario se
empobrecieron por cuenta de estos tesoros escondidos; Don Víctor en la
finca El Vado, guardaba su capital en la copa de una ceiba donde sólo él
subía agarrándose de un bejuco que colgaba de lo alto, cuando quería
revisar la guaca de vez en cuando. El día que un avivato le robó el tesoro,
Don Víctor perdió el control de sus sesos y se encerró en su habitación sin
comer ni beber hasta la muerte. Mejor suerte tuvieron las monjas del
Colegio de Lourdes quienes al parecer se encontraron una moya llena de
oro mientras cavaban sus tumbas; tanto es así que “anochecieron y no
amanecieron”.

Todavía buscan los Sardinateros el tesoro que Don Máximo enterró en un


sitio desconocido, una guaca que aseguran, está constituida por dos bultos
de oro que esperan encontrar un nuevo propietario ya que el patrón,
solterón sin hijos, no quiso dejar herederos. La casa de la Alcaldía de
Salazar era la casa Don Cayetano Peñaranda, el que brillaba las morrocotas
en el patio los domingos cuando se quedaba solo en la casa; se dice que en
el solar enterró la mitad de su fortuna, que no necesitaba; los Alcaldes se
quedan trabajando hasta altas horas de la noche esperando que desde la
oscuridad del solar, una luz, o un espanto, o un ruido, o una voz de
ultratumba les indique dónde deben escarbar en busca del tesoro. También
estamos pendientes de que alguien se vuelva millonario con la guaca que
Don Luciano enterró en El Talquito donde murió de Fiebre Amarilla o que

193
rescaten el tesoro de la laguna que está encima de Sardinata, momento en el
que el pueblo desaparecerá arrollado por las aguas que se desbordarán de
ella.

En Sardinata han removido toneladas de tierra buscando alrededor de la


“Piedra de los Españoles” el tesoro que Ambrosio Alfinger enterró cuando
su viaje con un cargamento de oro fracasó porque sus hombres murieron
por la omnipresente Fiebre Amarilla. El oro que el conquistador alemán se
robó en Tamalameque lo llevaba para Coro vía El Catatumbo y al parecer
tuvo que enterrarlo por los lados de Sardinata, descripción que hace un
conocido historiador Ocañero y que coincide con la leyenda que hay en el
pueblo. Los petroglifos que están grabados en esta conocida piedra, creen
algunos, podrían revelar el secreto del tesoro de Alfinger, o estos grabados
son mil años anteriores al conquistador Alemán, y en vez de enterrar oro
fue él quien creyó encontrar el codiciado “Dorado” en Sardinata, mientras
que los demás conquistadores lo buscaban en el resto de América. Algunas
expediciones de Sardinateros que buscaban rescatar el tesoro han
fracasado, porque cuando alguien trata de llegar al lugar los permanentes
rayos que crean el Faro del Catatumbo se arrecian y desencadenan una
tempestad miedosa que hasta las mulas se niegan a continuar y se
arrodillan. Ni los rezos ni las ablaciones que hacía el padre Duarte
moviendo para los lados, desde su mula, el crucifijo de plata, lograron
calmar al demonio que habita detrás de esas grandes piedras, cuando trató
de encontrar el entierro. De todas maneras, la famosa piedra no se debe
llamar “Piedra de los Españoles” sino “de los Alemanes” porque fueron
ellos los que enterraron el oro, o mejor “de los Motilones” si los grabados
son anteriores a nuestra historia.

Algunos – dicen - se enriquecieron con los entierros que rescataron, pero


aparte de estos casos, las formas de economía Peñaranda practicada día a
día dieron sus frutos: Generalmente en todas las familias el padre
organizaba a sus hijos de dos en dos para manejar su parte de propiedad;
eran socios siempre para las compras, las inversiones, tenían cifras para el
ganado comunes, etc. por ejemplo Don Jacinto y Don Alejo, Don Angel
María y Don David. Otra forma de asociación familiar para la producción
eran los “convites” en los que todos los parientes participaban en la
construcción de una casa, recolección de una cosecha o en una molienda.
Los más pudientes prestaban dinero a los otros, sobre todo Doña Matea que
era el Banco de toda la familia y de todo Gramalote. Muchas prácticas de
economía familiar eran características, a veces evitando gastos superfluos,
aplicando la máxima que todos recitaban: “La crítica pasa y el real queda
en casa” – pero a la hora de darse lujos también se pasaban, como Don
Josefito que usaba camisas con botones macizos de oro.

194
Todos trabajaron y atesoraron centavo a centavo como se cuenta de Don
Ramón Sepúlveda cargando sus mulas desde que despidió a su arriero
cuando él dejó de ser niño y tuvo la fuerza para hacerlo él mismo. De otro
se contaba una historia del mismo talante: vino un rico ganadero a Salazar
y le pidió al primer campesino que encontró en la entrada del pueblo que le
llevara su caballo a una pesebrera. “Quítele los aperos y las riendas, déle de
beber y báñelo porque venimos de muy lejos” – “Sí señor” – contestó
sumiso. “Y ahora lléveme donde Don Cayetano Peñaranda porque tengo un
importante negocio con él” El hombre que aparentaba ser un campesino
humilde le contestó: “Para servirle, yo soy Cayetano Peñaranda”. La
filosofía de parientes como ellos se resumía en este otro slogan: “No hay
que pagarle a otro por un trabajo que uno mismo pueda hacer”. Otras
tácticas desarrollaron los antiguos para hacer sus capitales que luego
defendieron hasta con su vida. Doña Matea, el Banco de Gramalote,
saludaba al cliente que llegaba, con el consabido cuento de que no tenía
plata, que la última persona que había llegado a buscar un préstamo le
había ofrecido pagarle el módico 5%. Y con su mirada le decía
mentalmente: ¡ni se le ocurra que a usted le voy a cobrar menos!

Buenos trabajadores y madrugadores. Un abuelo despertaba a sus hijos a


las 5 de la madrugada recitándoles a gritos todos los días desde la puerta de
la pieza el mismo versito: “El que más madrugó, “u-nabol-sadio-rosen-
contró”. Su hijo se echaba las cobijas en la cabeza y se volteaba para seguir
durmiendo hasta que un día fastidiado le contestó con el mismo sonsonete:
“Pe-romás-ma-dru-góel-que-la-per-dió.

Muchas cosas distinguen a los Peñaranda, hasta la forma de vestir, decían


las abuelas, era característica. Aparte de los elegantes venidos de Argentina
y de Europa, los abuelos siguieron usando las botas de cuero hasta la mitad
de la pierna, su sombrero campesino (o cachucha), y usaban la correa, no
en el ombligo, sino bien abajo, cubierta por su péndula barriga, imponiendo
hace un siglo la moda actual de los “descaderados”.

Se reconocían a distancia además porque iban hablando solos, “porque así


nadie me contradice” - o hablaban con los que no les podían contestar
como Don David con los Santos de la iglesia en Sardinata o el otro pariente
dándole lecciones de conservatismo radical a la estatua de Laureano
Gómez en Gramalote.

Y fama de obstinados. Tercos que no cedían, más necios que una puerta de
cuero, decían. Recordaban en la familia a una antigua pareja de esposos
ambos Peñaranda por allá de 1.800 que tenían este defecto - ¿o cualidad? -

195
de no dar su brazo a torcer así su equivocación fuera evidente: le regalaron
a la pareja un patico y obviamente Doña Braulia contradijo a su esposo: ¡Es
una patica hembra mijo! - Es un patico macho mija!. La discusión duró
hasta que el animalito creció y puso un huevo. No había más argumentos
pero Felipe lo encontró: Mija: a veces los patos también ponen.

Se cree que la característica Peñaranda más dominante era el carácter recio


de los abuelos y abuelas como se demuestra, a manera de ejemplo, con la
historia del noviazgo de Don Silverio y Doña Felina, que terminó
drásticamente un Viernes Santo, por la insistencia de ella para que él se
confesara y la negativa de él que no lo consideraba necesario. Esta
insignificancia se convirtió en escollo insalvable por el temperamento
agreste de los dos enamorados quienes tuvieron la habilidad de convertir lo
trivial en trascendental. A Doña Parienta “le salió la Peñarandada” y el
rompimiento fue inmediato, pero al final, esta novela de amor tuvo un
desenlace muy “a lo Peñaranda”: Él se casó con otra prima y ella con otro
primo. Don Silverio se fue inmediatamente donde la modista Isabel
Bermúdez para informarle que suspendiera la confección del vestido de la
novia que él le había mandado hacer, y le canceló el trabajo que llevaba
hasta este momento. Tan pronto salió Silverio de la casa de la modista,
entró Don Pastor y le ordenó que continuara la confección del vestido, que
él le pagaría el trabajo de lo que faltaba, porque era él, quien se casaría con
Doña Felina. Así sucedió. Con ese vestido mandado hacer por partes
iguales entre los dos novios, en la misma fecha prevista se celebró el
matrimonio, a la misma hora y en la misma iglesia, con la misma novia,
los mismos asistentes, sólo que con la pequeña diferencia de que el novio
era diferente. El conocido patriarca Don Silverio, el frustrado novio, formó
poco tiempo después su hogar, no con Doña Felina por el episodio que
hemos relatado, no con su nueva novia, Doña Pepa, sino con la hermana de
ella, de quien se enamoró súbitamente, perdidamente, cuando llegó a
vacaciones, rozagante, buenamoza y rosadita procedente de Pamplona,
donde estudiaba.

“Purita a la Manca Dionisia” dijo la suegra, frustrada por la cancelación de


la inminente boda con Don Silverio al referirse al mal genio de su hija. Con
la referencia a La Manca recordaban los Peñaranda a una antigua parienta
que por quedar embarazada soltera, su padre la echó de la casa y tuvo que
irse a vivir sola en una casa situada en una montaña lejana de la finca. Un
hombre vecino creyó que era fácil aprovecharse de la soledad y aparente
indefensión de la parienta, y trató de violentarla, pero ella se defendió
quemándolo en la cara y el cuerpo con el ramillón lleno de lejía, cal y
ceniza hirvientes con los que estaba fabricando jabón de la tierra. Un
hermano del agresor quiso vengarse y se fue machete en mano pero al

196
ingresar a la casa de la solitaria parienta la encontró armada igual que él.
En la lucha la señora perdió la mano izquierda. La Manca Peñaranda es
famosa y su hijo Raimundo, también entró por la puerta que la Historia
abre a los hombres valiosos, pues es el fundador de Bucarasica.

La alusión a “La Manca Dionisia” se hacía en la familia cada vez que se


relataba una acción de esas mujeres valientes, “echadas pa´lante”, “viejas
de raca-mandaca”. El negocio de jabonería de Doña Dionisia era común
antiguamente y era ella quien vendía el jabón en toda la zona. En Zapatoca
Don Aníbal, fabricante de jabones como Doña Dionisia, capturaba un chulo
de los que merodeaban por su fábrica, lo pintaba de blanco y le amarraba a
una pata un letrero que decía: “Jabón Nieto–Calidad y Economía”. Fue el
pionero de la moderna publicidad que hacen avionetas arrastrando un
letrero por los aires.

Otro ejemplo de mujeres decididas y guapas fue Doña Débora, quien llegó
un día a la casa paterna llorando porque su marido le pegaba cada vez que
llegaba borracho. Su madre no la quiso recibir en la casa sino que la
devolvió donde su marido para que arreglara ella misma su problema. Y lo
arregló definitivamente sin ayuda de su madre ni de nadie: el siguiente
domingo cuando el marido llegó embriagado como siempre, ella ya tenía
todo preparado; lista la maleta y lista ella detrás del portón, la escoba
sostenida en las dos manos con la que le propinó un certero palazo en la
cabeza, dejándolo casi muerto, e inmediatamente por el mismo portón salió
para no volver nunca más, a pesar de que el hombre le demostró mil
arrepentimientos, mil muestras de amor y mil promesas de que no volvería
a golpearla ni con el pétalo de una rosa. El marido contaba después que la
rabia de su mujer se debió más que todo a que, como él la vió cuando entró
a la casa a las 5 de la mañana, en una batola blanca, larga hasta los pies, sin
la caja de dientes, toda “espelucada”, con los ojos vidriosos por la ira, y con
la escoba agarrada con las dos manos, en medio de la rasca le dijo:
“Mijita... ¿vas a barrer?... o vas a volar”.

Doña Ana Francisca, estando una noche sola cuidando su catorcera de hijos
en Sardinata, sintió ruido en el techo de la pieza, y sin mediar palabra le
vació el tambor de revólver que tenía siempre debajo de la almohada,
disparando en la dirección en que supuso que estaba el ladrón. El ruido
desapareció, durmió plácidamente toda la noche y al despertarse encontró
la mancha de sangre en el cielo raso por lo que comprobó que había dado
en el blanco; el ladrón herido huyó, o se fue a morir a su guarida como las
ratas envenenadas. Doña Basilia terminó su vida completamente ciega pero
aún así no dejó sus actividades del hogar, continuó yendo a la finca,
dirigía, mandaba y no abandonó su autoridad sobre sus peones. También

197
Doña Belén salía para su finca escopeta al hombro para no sentirse
indefensa después de la muerte de su esposo Don Silverio.

Mujeres de raca-mandaca, pero a la vez mujeres dulces, llenas de amor y


sensibilidad, mujeres “de carne-carne” como decía una de estas matronas
antiguas. Hombres y mujeres que se amaban para siempre y que se
mantenían unidas a su esposo hasta que la muerte los separara, como les
había ordenado el cura. Algunos ocasionales desvíos de sus maridos,
fueron impulsados siempre por el machismo de ellos y nunca por la falta de
feminidad de ellas. El cuento de que las Peñarandas son de “carne-carne” lo
inventó sin querer, una antigua Peñaranda a quien le llegó el chisme de que
su esposo estaba con una dama de quien, se decía, mantenía un amor
furtivo, y aprovechó el momento para “agarrarlo in flagranti”. Entró a la
casa que le indicaron y allí encontró a su marido en los brazos de su
dulcinea. “Mi amor..., son las tentaciones de la carne” fue lo único que
atinó a decir el atribulado marido boquiabierto, petrificado, con los ojos
brillantes, tan agrandados por el pánico que parecían salirse de sus órbitas y
con las manos extendidas en actitud de súplica. Ella, al frente de los dos, le
gritó mientras se levantaba las enaguas hasta el ombligo: ¡Ajá! - ¿Las
tentaciones de la carne? – ¿Y ésto qué es? - ¿Pescado?.

Las matriarcas antiguas usaban enaguas amplias. Un pariente que vivía en


Los Orumos, al sentir la llegada de tres enemigos que llegaron para
matarlo, se escondió en el único sitio donde no podía esconderse ningún
otro hombre: entre las amplias y largas enaguas de su voluminosa esposa
que estaba sentada en el comedor. Es preferible que digan: “Se escondió un
flojo”, y no: “Se murió un macho”. Ella salvó su marido y Doña Matea
salvó sus caudales cuando los asaltantes creyeron que la anciana matrona
no podía levantarse, siendo que en realidad estaba sentada en el baúl en que
guardaba el oro, cubriéndolo totalmente con su larga falda. Porque Doña
Matea se pasaba el día sentada en el baúl que era su banco, literalmente su
banco, porque como ya hemos dicho, ese baúl era el Banco de Gramalote.

Otra parienta mayorcita pero que todavía se consideraba atractiva, se


compró una seductora y semitransparente bata de dormir con la que le
desfiló insinuante a su marido que últimamente se interesaba no más por
otras mujeres. El marido, con cara de aburrido, sentado en el orillo de la
cama, apenas la miró displicente de reojo, fastidiado y a la vez preocupado,
le dijo a manera de regaño: Ala, Valeriana, “¡Como que te estás volviendo
vagabunda ¿No?!”.

Doña Dorotea Peñaranda, esposa de Don Clemente Yánez, era una


dominante señora que quería casar a sus hijas con los pretendientes que ella

198
escogía, para lo cual invitaba a tomar onces a quienes ella consideraba
buenos partidos. El aire Peñaranda se notaba porque los pretendientes
debían llevar para las onces, el café, el azúcar, el queso y las colaciones.
Ella sólo ponía el agua y la agradable compañía de las lindas muchachas.
Sólo uno de los jóvenes Peñaranda que invitaba frecuentemente cumplió
los deseos de Doña Dorotea, casándose con Isabelita. Fue Alejo Peñaranda,
el que ya mencionamos, el que falleció en un combate en La Banquiada.
No hay descendientes de Doña Isabelita porque el único hijo murió muy
niño, el día de la Primera Comunión.

Por otro lado la característica menos común tal vez fue la santidad, pero sí
tenemos varios parientes que merecen elevarse a los altares: Sor Delina,
hija de Don Abraham Yánez, se fue a Santa Rosa de Osos, donde
Monseñor Builes la recibió como novicia en su monasterio. Un día
mientras descansaban y rezaban en el patio del convento, vió que le caía
encima un árbol a otra monja; corrió a salvarla y la salvó, pero el árbol la
mató a ella. Nuestra querida parienta, la poetiza de Medellín, Teresita
Yánez de Cuberos, encontró un día que el vendedor ambulante que le lleva
las legumbres a la puerta de su casa, tiene en su carreta un letrero que
manifiesta su devoción por Santa Delina; cuando indagó que el hombre
venía de Santa Rosa y que su devoción es por la santa de Lourdes, de
nuestra sangre, confirmó que su santidad no es reconocida únicamente
dentro de la familia, sino también en la lejana Antioquia, y sobre todo en
Santa Rosa, donde se venera su recuerdo y hasta se reconocen sus milagros.
En el sitio donde murió, el solar del convento, hay un altar
permanentemente adornado con flores, y conservan en una vitrina de la
sala, su hábito y sus objetos personales. Recuerdan allá que el famoso
Monseñor Builes, tan duro con algunos y tan bondadoso con otros, le tenía
un especial afecto, porque Delina, decía Monseñor, hasta en su cara
angelical reflejaba sus bellas virtudes y escribió un libro sobre su vida y su
muerte, que su comunidad, Las Hijas de la Misericordia, utiliza para captar
vocaciones religiosas.

Refiere la madre Angélica en el monasterio de Gramalote, la nieta de Doña


Eulogia Peñaranda, que nuestras parientas, hermanas entre sí, Arcelia (Sor
Inés del Niño Jesús), Ismenia (Sor María Beatriz de la Dolorosa) y su
prima Victoria (Sor María Leonor de la Eucaristía), alcanzaban tal grado de
misticismo en sus oraciones que pasaban varias horas en éxtasis
arrodilladas frente al Sagrario sin que sintieran el paso del tiempo. “Se les
veía el resplandor de santidad” nos dice Sor Angélica con una cara de
certeza que no nos deja duda. Alguna vez en época de extrema pobreza en
el Convento de las Clarisas de Pamplona ellas hicieron el milagro de la
multiplicación de los panes que no podían comprar, además de otros

199
milagros que le hicieron a Alvaro Peñaranda, a Estela Peñaranda, a
Herlinda y a la Abuela Ramona, a cambio simplemente de pagar una misa.
Inclusive se preocupaban de la santidad de los primos que no eran tan
santos como la anciana monjita; así se lee en una carta que le envió a dos
primos, de la que tomo los siguientes renglones: “... y que ahora en esta
Santa Misión vayan y se confiesen. Vienen unos sacerdotes de Bogotá que
no los conocen para que tengan más libertad de poderse confesar”. ¿Creía
la monjita que los pecados de sus primos no estaban incluídos en los Diez
Mandamientos por lo que necesitaban un confesor especial traído de
Bogotá? –Y otra monjita Peñaranda importante: la encargada en El
Vaticano de llevarle el desayuno al envenenado Papa Juan Pablo I.-
Además de santas monjas tenemos santos sacerdotes: Alcides Gutiérrez,
Raimundo Ordóñez, Eloy Mora, Gonzalo Canal, Antonio Páez, Juan J.
Latorre, los hermanos Onofre y Santos Peñaranda, el presbítero tocayo Helí
Peñaranda Celis, etc.

El otro caso de santidad es el del doctor Darío Yáñez, Médico de la


Universidad de Antioquia, cuya “Tesis Laureada” está a disposición de
quien quiera leerla en la biblioteca de la Facultad de Medicina. Fue un
hombre muy generoso de quien se cuentan muchas cosas que confirman su
bondad como la construcción, con su propio dinero y esfuerzo, de la
salacuna del Hospital de Gramalote. A veces no dormía por estar a lado de
sus enfermos, no cobraba las consultas, y además, como un apóstol, salía
por los campos atendiendo a las gentes pobres, a quienes llevaba
medicinas, comida y golosinas para los niños. El Doctor Darío vino
expresamente de Medellín por solicitud de su novia Isbelia para atenderla y
falleció mientras la curaba a ella y a su cuñado Pedro en la epidemia de
Tifo que se presentó en los años treinta. Era un médico de una bondad
infinita además de una gran habilidad quirúrgica que demostró cuando le
evacuó el hematoma craneano que sufrió un nieto de Don Belisario al
caerse de un caballo; la cirugía la realizó en la mesa del comedor de la casa
del paciente, y pocas horas después ya empezaba a recuperarse el
moribundo niño, hazaña que sirvió para que las gentes del pueblo le
atribuyeran dones sobrenaturales, leyenda que se multiplicó después de su
temprana muerte. Recordaron, los antiguos de la época, a su tío abuelo, el
Doctor Raimundo Peñaranda Leal, hermano de Matea, Vidal, Ezequiel, etc.
quien fue el primer médico de la familia por los años 1.830, de quien se
decía, practicaba cesáreas en los campos, anestesiando sus pacientes con
una máscara de Ombredam en la que aplicaba algodones empapados de
Cloroformo, hacía las incisiones con su navaja y suturaba con crin de
caballo. Dicen que tenía poderes divinos porque hasta diagnosticaba a
distancia con sólo mirar el frasco de la orina: una empleada de Don

200
Francisco que estaba enferma, le envió una muestra de orina al Doctor
Raimundo para que le diagnosticara “a distancia” - y el patrón, que no creía
las maravillas del pariente, le revolvió al frasco orina de una marrana y de
una cabra; el Doctor Raimundo le envió por escrito su diagnóstico: “La
marrana pare 4, la cabra pare 2 y el que pare la sirvienta es hijo tuyo”.

Hay más santos en la familia. Uno es “medio santo”, es decir, la mitad de


su vida la vivió para la gloria de Dios, pero la otra mitad para su propia
gloria. Cuando Pedro se salvó de la muerte segura durante la epidemia de
tifo, gracias a los remedios de su cuasi cuñado, el Doctor Darío, en
agradecimiento al cielo se metió de monje de clausura en una comunidad
de cartujos, viviendo en la extrema pobreza y el ascetismo de estos
religiosos, sin ningún placer ni bienestar terrenal, encerrado en un mínimo
cuarto, durmiendo sobre una cama de piedra sin colchón y dedicado a la
oración y la meditación. Pero sólo fue “medio santo” porque la otra media
vida, cuando consideró que su cuenta con Dios al salvarlo de la muerte ya
estaba suficientemente cancelada, salió nuevamente a la vida terrenal y
disfrutó hasta la saciedad y hasta la cirrosis los placeres mundanos de las
mujeres y del vino. Si los rezanderos son tan buenos como aparentan, y si
los impíos pueden ser tan bondadosos como ellos, habrá entre la familia
muchos santos más, no reconocidos.

Todos los Peñarandas tienen el 99.% de sus genes iguales, a pesar de que
las hay con ojos verdes, grises, azules o marrones, los hay calvos y peludos,
de diferentes estaturas desde paticorticos-culibajitos hasta largos-
puyanubes, trigueñas, catiras y morenas, gorditas saporritas, o flacas con
dos cuartas de cogote. Mujeres fáciles, difíciles y las que se hacen las
difíciles, bonitas, más bonitas y hasta reinas de la belleza del
Departamento, alegres y aburridos, mujeriegos descarados y mujeriegos
prudentes, godos, liberales y comunistas, peleadores y pacíficos,
conflictivos y conciliadores, dóciles e indómitos. Los hay muy trabajadores
y poco trabajadores; deportistas, pianistas y otros artistas, profesionales en
todas las ciencias, políticos, curas, monjas y comerciantes. - Ganaderos y
agricultores como todos nuestros antepasados. Obreros, choferes, albañiles,
senadores, gobernadores y alcaldes. Ricos y pobres, llamados Peñarandas
los unos y Peñaranditas los otros, los peñarandas de azúcar y los
peñarandas de panela, con la que se evidenciaba pero a la vez se disimulaba
esta chocante diferenciación dentro de una misma familia. Las mujeres
todas muy dignas y todos los hombres meros machos; no sé de ningún caso
en la familia de que alguno haya renunciado a su condición varonil; ni
travestis ni bichos de esos que ahora hacen alarde de su defecto.

201
No sólo los miembros de la raza Peñaranda aprecian esta identidad sino que
los amigos y emparentados de otras familias reconocen este vínculo y hasta
añoran en cierto modo, tener una familia así de grande y así de unida.
Refleja este aprecio de los amigos por nosotros, el conocido cuento del
gramalotero enamorado hasta la locura de una sardina Peñaranda en el siglo
diecinueve; cuando nuestra parienta le dio “el sí”, el novio del cuento salió
brincando de la dicha como flotando en el aire: “Ya casicito soy
Peñaranda”, les contó emocionado a sus amigos.

Ya hemos hablado del deficiente nivel de escolaridad de nuestros


antepasados, sobre todo de las mujeres, educación que era suficiente y
acorde con sus necesidades en el campo. El mayor grado de educación
hasta la época de la Independencia era el que ostentaba el cura del pueblo,
por lo que todos los padres querían tener en su familia un sacerdote y
escogían al que desde chiquito se manifestaba más obediente y más
juicioso.

En épocas más recientes todavía persistía el anhelo de que en cada familia


nuestra hubiera un sacerdote y por eso enviaban a quienes se les asomaba
una luz de vocación sacerdotal al seminario de Pamplona, donde estudiaron
tantos Peñarandas, unos con más vocación y otros presionados por sus
padres; algunos culminaron sus estudios y se hicieron sacerdotes pero otros
sucumbieron a la rígida disciplina y los rezos permanentes. Un domingo, al
terminar el paseo vespertino al Arenal, un Peñaranda, candidato a sacerdote
pero sin el más leve indicio de santidad, se escondió detrás de una piedra
grande, dejó pasar a sus compañeros y al rector que los acompañaba, y
cuando todos se alejaron arrancó corriendo en sentido opuesto, como si lo
estuviera persiguiendo el diablo. Bajó a Pamplonita y de aquí a San Rafael,
atravesó la cordillera por el camino real que conocía, hasta Iscalá y entró en
la madrugada en su casa de La Aurora, agotado, hambriento y con sus pies
llenos de ampollas, en un viaje de toda la noche a la luz de luna, viaje que
normalmente se hacía en dos días en mula. Cuando su padre lo vió llegar,
sintió una mezcla de dolor y rabia, al ver cómo se frustraba su deseo de
tener un hijo cura. Lo trajo esa misma mañana a Pamplona pero no lo metió
nuevamente al Seminario sino que, lo obligó a bajar de la mula, y en
castigo, lo hizo repetir el viaje nuevamente, a pata, de regreso desde
Pamplona hasta La Aurora. Dios no volvió a insistirle a Marco Tulio para
que se hiciera su pastor, y el anciano padre lloró toda la vida su frustración,
rezando hasta el día de su muerte para pedir perdón por el rechazo que hizo
su hijo al llamado celestial.

Pero hubo otro pariente no sólo más creyente sino más caminador: Me
cuenta Doña Teresita que su padre Don Silverio Yáñez, caminó hasta

202
Chiquinquirá para cumplir la promesa que le hizo a la Virgen, en pago
porque lo salvó de la muerte segura durante la epidemia que asoló a
Gramalote. Nadie sabe cuántos días duró su travesía de quinientos
kilómetros, se le presentó a la Virgen, compró un caballo y regresó
inmediatamente a Gramalote.

Hay de todo en nuestra familia como para un tratado de Sicología:

PINTORESCOS: Como el tío que, cuando venía de regreso a casa, se


arrepintió de haberle comprado costosos regalos a algunos de sus primos
que no los merecían y los botó por la borda del barco en la mitad del
océano. Sólo se quedó con una caja que contenía una gruesa, 144 corbatas,
con la que cumplió con los regalos para todos.
MENTIROSOS: Como el hijo de Doña Rosa que tuvo que borrar de la
pared el armadillo tan perfectamente pintado, tan natural, tan real, que se
estaba comiendo la pared. O el que llamaban “El Tigre Panelero”: Un
Peñaranda tuvo que retirar de la administración de su finca a un primo
porque ya eran muchos lo novillos que el hombre vendía y le salía al dueño
con el cuento de que era un tigre que bajaba de la montaña y se los comía;
como el propietario no se tragó el cuento lo trasladó a otra finca, no de
ganado, sino de caña y allí también, por coicidencia, empezaron a faltar
cargas de panela; “no me vas a decir ahora que el trigre se volvió
panelero”. Otro pariente conocido por mentiroso decía que lo despertaba en
la madrugada un animal cantando “Kikirimiau” y aseguraba que era un
animal que tenía en la finca, mitad gallo y mitad gato.
AFORTUNADOS: Como Davicito que se ganó, único caso mundial, dos
veces la Lotería de Cúcuta, y los tantos que se enriquecieron así de fácil
sacando los entierros que habían dejado antiguos patriarcas.
OBSESIVOS: Como Isaías quien iba todos los días por la mañana y por la
tarde a poner en punto su reloj con el del Banco de Bogotá, cuando los
relojes Suizos se adelantaban y se atrasaban a diferencia de los exactos
relojes electrónicos de hoy. El servicio de la hora exacta se la prestaba el
pariente a todo el que saludaba, sentado en su taburete inclinado contra la
pared en la puerta de su casa de la calle octava.
IMPULSIVOS: Como Don Jacinto quien despedazó con una gran porra
una ventana de esas barrigonas que había tenido la imprudencia de
golpearle su benemérita frente cuando daba su vuelta vespertina por las
calles de Sardinata.
DERROCHADORES: Muchos, en muchas actividades han gastado los
ahorros de su vida o los ahorrros de sus padres. Es muy recordada porque
todavía conservan sus regalos, la tía que gastó todo su dinero viajando por
Europa y al regresar les trajo de regalo a cada uno de sus hermanos una

203
vajilla de ciento veinte piezas de porcelana italiana y un reloj inglés de
pared de esos grandes de péndulo. Todavía hay piezas de esa vajilla
lujosamente marcada “Antonia P. de Peñaranda 1905” y todavía funcionan
los relojes en las casas de sus sobrinos-nietos y bisnietos. Imagínense el
tamaño del equipaje en su viaje de regreso, doce grandes cajas con las
vajillas y doce con los relojes, cargadas en todos los medios de transporte
para que llegaran finalmente en mulas a Gramalote. Otro ejemplo fue
cuando los cien primos, nietos de Don Roque y Doña Matea, recogieron
entre todos una cuota para comprarle un lujosa “limonsina” color “café con
leche” a Alfonso Sanjuán como regalo el día de su grado de Médico, para
que fuera elegante y orgulloso a su consultorio de la Calle Diez en el que
atendió a sus pacientes hasta su temprana y sentida desaparición.
ENVIDIOSOS: Marcos le prendió candela a La Pedregosa de Sardinata,
muerto de la envidia porque el propietario, su hermano Vidal, era un
próspero hacendado. El incendio llegó casi hasta las casas de Lourdes.
RESPONSABLES: Don Silverio Yánez no asistió a las fiestas de
matrimonio de ninguna de sus 8 hijas. Cada vez se despedía amablemente
de los invitados, los dejaba en su casa bailando, comiendo y bebiendo,
mientras él se iba para la finca “a travallar en la mia terra”.
FORTACHOS: Como Don Secundino quien a sus setenta años (32 años
antes de morir), alzaba un taburete agarrándolo de una pata, con la persona
sentada en él, o al tío Pepe, el de Don Marcos, que era famoso por fortacho
y peleón, y al otro pariente que reemplazó por un momento uno de los
bueyes del arado, acomodándose la yunta en la nuca y jalando parejo con el
toro del otro lado.

Se tiene la idea de que los Peñarandas eran buenos negociantes, como si


todos fueran como el que una vez le compró a su padre 10 novillos, y
cuando supo que el precio de los novillos era mayor que el que esperaba, le
dijo al vaquero que los trajo: “Vaya y dígale a Don Roque que entre más
caros los ponga, más pierde él, porque de todas maneras no se los voy a
pagar”. En el otro extremo, el de los malos negociantes recuerdan sus
herederos a Don Marcos, quien entregó la finca El Naranjal en pago de una
pequeña deuda de $500.

Don Belisario se hacía pasar por manso y oprimido marido. En la puerta de


su casa de Gramalote, más abajo del parque, todavía están labradas las
iniciales suyas “B-P” encima de la puerta de entrada; en la misma puerta,
en la parte interior, las iniciales que se ven son las de su esposa “R-Y”,
porque, decía él humildemente, “de aquí para adentro manda Ramona”.

Don Medardo gastó toda su fortuna buscando la cura para su mortal


enfermedad. Pidió ayuda inicialmente en Estados Unidos y luego en

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Europa donde fue atendido por los mejores médicos de Barcelona.
Posteriormente viajó a Rumania donde esperaba que las milagrosas aguas
termales curaran su enfermedad.

Muy conocido en la familia por solidario y cariñoso, aunque un poco


destochado, era Luis Felipe, el hijo de Doña Luperia. No pudo vender la
casa de Sardinata porque en el negocio no quería incluir el mamón del solar
– árbol que era prácticamente su hábitat, porque se pasaba todo el día
comiendo toneladas de frutos y disparando con cauchera las pepas a los
transeúntes de la calle. Lo llamaban “El Mister” porque medía dos metros,
mono de ojos azules y usaba siempre botas de cuero hasta la mitad de la
pierna: “A mí no me jode nadie. Al que engañan es a mi hermano Víctor
Julio que es más toche que yo”.

Hubo algunos con comportamientos extravagantes: A uno lo echaron


prematuramente del manicomio de Sibaté porque les organizó sindicato, y
envió a las directivas un pliego de peticiones para exigir que les mejoraran
la alimentación, les pusieran agua caliente, salida los domingos, sala de
música y biblioteca. Es que “de músico poeta y loco, todos los Peñarandas
tenemos un poco”. Otros fueron un poco más cuerdos como el pariente
nombrado Alcalde de Herrán quien ejerció el cargo una semana, pues la
gente no toleró los excesos y las excentricidades que mostró desde el
momento de la llegada. Los personajes influyentes organizaron viaje a la
Gobernación para pedir que se lo cambiaran por otro “más aplomado”;
encabezó la comisión el propio cura quien les contó a los pobladores de
Herrán que este pariente era el que toreaba y el que se ponía de ruana el
pueblo en las fiestas de Gramalote y para pintarlo de un solo brochazo les
refirió un episodio cuando él era párroco allá: El día de San Isidro
Labrador, el pariente asistió con devoción a la procesión donde todos los
campesinos llevaban un loro, un ovejo, una mula, un toro, pero como él no
tenía ningún animal para llevar, amarró por el cuello a una loca que
llamaban “La Vaca” y la paseó “de cabestro” en la procesión hasta que el
cura, ahora párroco de Herrán los sacó del desfile a él y a la loca. El
Gobernador Rodrigo Peñaranda, que había firmado la Resolución del
Nombramiento de su primo una semana antes, tuvo que firmar la
Resolución de Destitución y enviársela con la misma Junta de Notables de
Herrán que lo visitó; nuestro pariente inmediatamente la leyó, llamó al
policía encargado de la trompeta para citar a Bando. La gente se agolpó
frente a la Alcaldía al oír el toque de clarín, y el destituido Burgomaestre
salió al balcón del segundo piso; tenía en su mente un lindo discurso que
inclusive pensó decirlo en Inglés, idioma que dominaba, para descrestar a
los lugareños. El discurso comenzaba: Vengo a deciros adiós, amados hijos
de Herrán, y continuaba una larga y bien hilvanada enumeración de su

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exitosa, aunque corta administración del municipio, disertación reforzada
con hipérboles, frases de cajón, proverbios en latín y toda la prosopopeya
que aprendió en la Facultad de Derecho, oratoria con la que quería
demostrar su talla de estadista; pero al tener al frente la multitud de
enemigos, su mente quedó en blanco y su discurso se truncó en la segunda
frase. Sólo atinó a exclamar a todo pulmón antes de bajarse del podio:
“Vengo a deciros adiós – Amados hijos de Herrán– Que hasta hijueputas
serán”.

No caben en un libro tantos descendientes de Don Baltasar, tantas


anécdotas y tanta Historia del Norte de Santander contada por los
Peñarandas. La historia de los Peñaranda es parte de la Historia del Norte
de Santander, y del mismo modo, la Historia de nuestro departamento pasa
por los Peñarandas, porque han sido protagonistas de ella.

Llegó el siglo XXI y encontró a la familia Peñaranda compuesta por miles


de parientes que no se conocen, regados por todo el mundo, que no saben
quiénes son ni de dónde vienen. Sólo uno de cada 10 retoños del árbol de
Baltasar y Catalina tiene el Peñaranda de primer apellido y nadie sabe el
nombre ni quiénes eran sus bisabuelos, sin comprender que, sus cualidades
y defectos, su manera de pensar y sus reacciones, son producto de la
herencia que estos ancianos les transmitieron; esta dispersión es la
consecuencia del crecimiento de la familia y de las múltiples mezclas con
otras familias; ya no existe una familia Peñaranda como fue hace dos
generaciones, sino muchas familias Peñaranda, pero todavía se conserva
cierta singularidad y un alto porcentaje de consanguinidad, lo que hace que
todos, con mayor o menor intensidad, quieran conocer su origen, mirando a
Gramalote, Lourdes y Sardinata, como los santos lugares de la familia.

Recuerdan las historias contadas por los abuelos con interés y parece ser
congénita la curiosidad de hacer su Árbol Genealógico porque muchos lo
han hecho en cada una de las familias y hasta los Peñarandas Peruanos, me
cuenta una Socióloga Peñaranda de allá, escudriñan con interés sus
ancestros y tienen su Árbol Genealógico. Los que han leído estas páginas
han sentido la necesidad de saber algo de ellos mismos y han creído
interesante escudriñar qué tienen los Peñaranda dentro de su historia que
los identifica. Para ellos escribí estas páginas con la idea de aportar un
pequeño conocimiento de la historia con la que podrán conocerse más ellos
mismos y habrán disfrutado las historias y las leyendas cuando al leer algún
párrafo recordaron que “eso lo contaba mi abuelo”. Haber tenido hoy un
lector interesado en estos cuentos me llena de satisfacción y justifica el
empeño de haberlos recopilado. Faltan muchas historias y anécdotas
interesantes que podrían ejemplificar la identidad de los Peñarandas, y

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faltan muchos nombres y ramas en el Árbol Genealógico, a pesar de que
son miles los parientes ubicados dentro de él, entrecruzando los hijos de los
antiguos ancianos y ancianas como en un crucigrama en el que me he
pasado mis ratos de ocio desde hace 15 años, golpeando en las puertas de
las casas de todo el que lleva el apellido, donde siempre recibí aprecio y
manifiesta buena voluntad de ayudarme a completar el árbol y el cuento, y
tomando nombres del viejo y medio roto cuaderno en el que mi tío Gonzalo
desenterró las más profundas raíces del Árbol Genealógico de los
Peñaranda, interrogando a los ancianos de la época, y re-escribiendo las
anotaciones que, sobre los más antiguos había hecho su tío-abuelo, Don
Francisco Peñaranda Ordóñez. Con esto Don Gonzalo pudo determinar que
en sus ancestros había ocho apellidos Peñaranda, cinco Ordóñez y dos
Yánez. Los ancianos que han perdido la memoria reciente recuerdan con
facilidad los hechos antiguos: Doña Rosa un mes antes de morir me
resolvió amablemente las preguntas que le hice sobre sus abuelos, pero
pasados diez minutos, creyó que no iba a poder almorzar por culpa de mi
entrevista inoportuna porque se acercaban las 12 del mediodía y le dijo sin
recato a su hijo Álvaro, en voz alta para que yo me diera por enterado: “Yo
no sabía que la visita era de todo el día”. Las nubes que opacaron su mente
en la vejez la tenían un poco confundida pero no perdió su rasgo
Peñaranda: creyó que si yo no me iba, tendría que compartir conmigo su
almuerzo.

Muchas cosas faltaron, pero lo único que no faltó fue mi voluntad de dejar
escrita toda la historia contada, para que nuestros hijos sepan de la familia
lo que nuestros abuelos sabían. No es la historia de los hechos importantes
ni es la biografía de nadie, sino es la semblanza de una familia con base en
los hechos y los personajes que conocieron las generaciones anteriores, y el
relato de algunas situaciones en que los Peñaranda fueron protagonistas
recogidas de charlas con ancianos y algunas lecturas, sin ceñirme
estrictamente al rigor histórico.

Mil parientes me colaboraron con las historias y de ellos es el mérito de


estas memorias que yo relato. En cada época de la Historia de los
Peñaranda hay leyendas más o menos ciertas o anécdotas más o menos
interesantes, serias, chistosas, importantes o intrascendentes. He querido
escribirlas para que se conserve en la memoria colectiva de la familia
porque ya no tenemos ancianos que nos cuenten sus vivencias y sus
verdades; sólo nos queda el presente que no tiene el valor y el sabor del
pasado. Dentro de muchos años algún muchacho en el Norte de Santander,
de apellido Peñaranda leerá este recuento con más curiosidad que ahora,
porque, es verdad lo que se dice: la Historia como los licores finos, entre
más añejos, mejores.

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Segunda Edición
Impresa en LITOFLÓREZ Pamplona
Mayo /2008

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