Asomarse a la muela de Castellar

Castellar de la Muela, municipio enclavado en la Sierra de Caldereros.
Castellar de la Muela, municipio enclavado en la Sierra de Caldereros.

Enclavado en la muela que da nombre al pueblo y a once kilómetros de la villa de Molina, aparece el pueblo de Castellar de la Muela. Ubicada en las estribaciones de la Sierra de Caldereros, uno de los espacios protegidos de mayor valor en la comarca, se trata de una de las poblaciones más antiguas de la Tierra de Molina. Pertenece a la sexma de El Pedregal, en el sureste de la comarca, y está situado a 1.214 metros de altitud.

Las raíces de su pasado y de su población permiten otear un valioso legado cultural y etnográfico. El paisaje que circunda Castellar es áspero, pero fértil. El caserío del pueblo se agrupa en torno a la iglesia y la plaza. Casi todo el núcleo está situado a los pies del cerro que el municipio lleva en su apellido, y que conviene recorrer para atisbar una visión extraordinaria de la comarca.

Castellar es un pueblo pequeño, tranquilo, hermoso. Uno de los lugares señeros de la comarca bien a la vista por su cercanía a Molina. El topónimo tiene su origen en sus proximidades, en lo que ahora se denomina despoblado de Alcalá, en el que se levantó un castillo o torreón vigía de los que en el siglo XII mandaron construir los señores de Molina con el objetivo de controlar su territorio. Castellar no tiene un gentilicio específico, según la estudiosa María del Pilar Cruz Herrera. Sin embargo, además de los genéricos castellano o molinés, a los vecinos de Castellar también se les conoce por los pseudogentilicios de “gayato” y “chucho”. Gayato proviene de gayata (garrota) y alude a la abundancia de roble en la antigüedad, la mejor madera para hacer gayatas. Y chucho porque, también según la citada fuente, los lugareños de Castellar hacían correr a los perros a pedradas.

La situación lindera del municipio con Aragón ha marcado el acento y el acervo populares de sus vecinos. En este sentido, ha seguido idéntica evolución que el resto de la comarca. Castellar de la Muela es hoy uno de tantos pueblos de la Tierra de Molina aquejados de la principal lacra que afecta a la zona: la despoblación. El municipio ha ido perdiendo habitantes progresivamente. En 1826, según el diccionario de Sebastián de Miñano, tenía 147 habitantes. El censo de 2001 registraba 55 habitantes. En 2006 ya sólo vivían permanentemente 13 personas.

Castellar tuvo su época de esplendor durante los siglos XVI y XVII, pero la realidad es que el deterioro de la vida económica y la actividad ha sido progresivo hasta llegar al siglo XX, época de la emigración masiva a las grandes capitales. Especialmente, durante las décadas de los 60 y 70. Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valencia fueron los principales destinos de los emigrantes de esta población.

El edificio central de Castellar de la Muela es la iglesia parroquial. Obra del siglo XVI, se trata de un ejemplar sencillo y armonioso situado en el corazón del caserío. La fachada exterior no presenta ningún elemento remarcable. Sin embargo, el interior muestra un extraordinario templo repleto de ornamentos que sorprenden por su belleza, retazos artísticos que Herrera Casado adjudica al “barroquismo popular”.

La iglesia parroquial de la Exaltación de la Santa Cruz (esta es su denominación eclesiástica) presenta en su interior colores vivos y formas sorprendentes. El techo, según explica Raquel Gamo Pascual en Memoria gráfica de Castellar de la Muela (2010), está cubierto de pinturas que representan escenas de la vida de la Virgen y de varios santos, como San Pascual Bailón, San Isidro, Santo Domingo de Guzmán o San Francisco, entre otros. El templo se compone de una sola nave con un leve crucero. El presbiterio aparece cubierto del altar mayor barroco, en el que sobresale una talla de la Virgen y otras dos de San Fabián y San Sebastián, que en el pueblo llaman “los mártires”.

El retablo barroco, quizá la pieza más valiosa de la iglesia, está fechado en 1711, con escultura del siglo XVIII de la Virgen del Rosario y pintura de la misma fecha con tema de la Virgen y San Francisco. Este retablo se halla en el denominado Lado Evangelio del templo. La Capilla Mayor de la iglesia, en el crucero, alberga dos retablos barrocos del siglo XVIII y una serie numerosa de esculturas del mismo siglo.

La plaza Mayor se enclava en el centro de la localidad, se trata de un espacio amplio y de figura irregular que concentra el edificio del Ayuntamiento en uno de sus laterales. La Casa Consistorial presenta una portona de sillería en semicírculo y, sobre el medio punto, una alegoría piadosa esculpida. El tipo de plaza de Castellar se ajustaría a las características de algunas de las plazas del Señorío de Molina. En este caso, a una plaza con casona y muro para el juego de la pelota. Al igual que ocurre en otras poblaciones cercanas como Hombrados, el edificio consistorial y otra casona solariega acompañan al juego de pelota castellano en la plaza.

Rodeada de pueblos abandonados y de ruinas celtibéricas, la ermita de Nuestra Señora de la Carrasca es, quizá, el edificio más característico del pueblo. Está situada a unos dos kilómetros del casco, en el lado levante. Para acceder, desde la carretera N-211 se llega por un camino rural que no está asfaltado, pero que se encuentra en buen estado. Se puede ir en coche, pero andando reporta un cómodo y agradable paseo en llano. La ermita es una construcción del siglo XII de estilo románico. Un románico rural sencillo y sin estridencias que cautiva por su humildad. Según Herrera Casado, “parece indudable que fue iglesia parroquial de algún poblado surgido en su entorno y ya desaparecido”. El templo se encuentra en la actualidad muy bien conservado y su construcción es muy interesante.