Sorprenderse con la ‘Giralda’ de Escamilla

El “Giraldo” de Escamilla.
El “Giraldo” de Escamilla.

Guadalajara es sinónimo de tradición, etnología, folklore, cultura tradicional y de formas de hacer las cosas de una manera sencilla. Y también alienta leyendas que, de una manera u otra, conforman el acervo popular de puestos pueblos y la forma de vivir y de sentir de las gentes del medio rural. Las danzas tradicionales, las botargas, las representaciones de autos sacramentales, las fiestas, e incluso las ferias y mercados inundan en diferentes épocas del año nuestros pueblos y son manifestaciones del sentido etnográfico de Guadalajara que, aunque no lo parezca, es rural.

Leyendas hay muchas, como la de la cueva de aceite bajo la mole pétrea del Santo Alto Rey; o la del conde don Julián, que según dicen escondió un tesoro en las profundidades de la laguna de Taravilla para que no se lo apropiaran los moros. O la de aquel posadero que asesinó a un huésped rico para quedarse con su oro y lo ocultó en el fondeo de esta misma laguna, y que poco tiempo después la laguna se secó y apareció el cadáver del rico acaudalado. O las que cuentan las apariciones de vírgenes a lo largo y ancho de la provincia: Tamajón, el Barranco de la Hoz, Durón…

Pero también hay leyendas de amores imposibles. Amores que nunca cristalizaron y terminaron de una manera trágica. Aquí aparece el pueblo de Escamilla y su leyenda del Mambrú de Arbeteta y el Giraldo de Escamilla.

Escamilla es un pequeño núcleo que se sitúa en La Alcarria, a unos 1.000 metros de altitud, entre los municipios de Peralveche, Millana, Pareja, Salmerón y la provincia de Cuenca. Es un pueblo recogido, pequeño y en el que sobresale, por su altura y esbeltez, la giraldilla de la iglesia que nos ocupará más adelante.

El “Mambrú” situado en la veleta de la iglesia de Arbeteta.
El “Mambrú” situado en la veleta de la iglesia de Arbeteta.

El viajero ha de recorrer con pausa y tranquilidad los rincones de esta villa y se encontrará con nombres curiosos como la calle de los Cielos o la calle del Paraíso. Y en su deambular tendrá tiempo para ver los restos del castillo y las murallas que datan del siglo IX. También se topará con el Palacio de los Antelos, obra del siglo XV; y con la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Purificación (siglos XV-XVIII), con una torre barroca de cuatro cuerpos, cuya construcción se terminó en 1774 y que está coronada por una giralda. Consta de tres naves, más alta la central que las laterales, con una bóveda de crucería con cuatro gruesos pilares cilíndricos rematados en capiteles historiados. Constituye un monumento declarado como Bien de Interés Cultural de la provincia de Guadalajara el 2 de febrero de 1979.

La iglesia, o mejor dicho, parte de ella, es la protagonista de la leyenda que traemos aquí a propósito de la Giralda de Escamilla. Cuentan que es fruto del amor imposible entre dos jóvenes, allá por el siglo XVIII, cuyo recuerdo queda estampado en las veletas de Arbeteta y Escamilla. La de Arbeteta representa a un granadero con casaca, calzón y tricornio, el Mambrú; y la segunda, a una doncella: la Giralda. El nombre de Mambrú se debe a que el joven luchó a las órdenes de general inglés conde de Malborough, que las canciones infantiles convirtieron en Mambrú: “Mambrú se fue a la guerra, mire usted, mire usted que pena…”.

Las veletas representan a la pareja de jóvenes enamorados y el hecho de que la familia de ella no les dejaba quererse, pues éstos eran ricos y él, simplemente, hijo del sacristán. La distancia entre ambos pueblos es de unos 30 kilómetros por carretera y 15 en línea recta. Dicen que sólo son visibles los campanarios de sus iglesias donde se subían los enamorados para hacerse señales. Él marchó a la guerra para hacer fortuna y poder casarse. Embarcó en 1742 e hizo la campaña de Saboya, volviendo al pueblo con rango de sargento. Pero los padres de ella seguían oponiéndose, así es que se fue y ya no regresó, dado que murió en una batalla. La novia, al enterarse del óbito, falleció de pena. Las veletas de ambos pueblos, levantadas por los vecinos, recuerdan la historia. Ambas veletas fueron destrozadas por sendos rayos y años después se restauraron para disfrute de los amantes del patrimonio… y de las leyendas.