Las botargas de la Val de Jarque

Es un personaje festivo de arraigada tradición, que porta curiosas vestimentas de intensos colores. Sus funciones son tan claras como molestas, porque importunan a todos con los que se cruzan y son el azote, literal, de los más pequeños. Si se descuidan, los que se acerquen a ella recibirán un golpe de escoba, cuerda o cachiporra. Se conoce con el nombre de Botarga y, pese a todo, siempre es bienvenida. Porque su figura significa fiesta y aparece cuando llegan algunas de las celebraciones más relevantes del calendario anual.

Primer plano de la Botarga de Jarque de la Val.

Se le atribuye un origen pagano, probablemente de la mitología celta prerromana. Aseguran que fue incorporado a las festividades católicas para representar el jolgorio o la lujuria y que podrían ser la base de la figura del bufón medieval. Sus ocupaciones principales suelen ser bailar, perseguir a los vecinos o planear “trastadas”. Solía aparecer en las fechas previas al carnaval, ese tiempo en el que aún está permitido desatar el espíritu festivo antes de la llegada de la Cuaresma.

Pensando en algunas de las tradiciones más famosas de nuestra tierra, no podemos evitar relacionarla con personajes como el Cipotegato de Tarazona, la Máscara de Ateca o incluso el Furtaperas de Graus. Pero a ninguno de ellos se les llama “botarga”, un término muy extendido en Castilla y las comunidades del Norte de la Península pero apenas utilizado ya en Aragón. Aunque se recuerdan más, hoy tan sólo un territorio muy localizado en la provincia de Teruel celebra la Botarga. Es en la Val de Jarque, en la Comarca de las Cuencas Mineras. Concretamente en tres municipios en apenas diez kilómetros de distancia: Cuevas de Almudén, Jarque de la Val e Hinojosa de Jarque.

La Botarga sirve de imagen para un mural en Cuevas de Almudén.

En Cuevas de Almudén la Botarga aparece por San Antón. Pero ya no el 17 de enero, como marcaba la tradición, sino cerca de Reyes. En tierra despoblada hay que aprovechar los días en los que hay gente. La comisión de fiestas hace el trabajo que antiguamente se reservaba a los clavarios. Eran cuatro parejas: la del Rey, el Mayor, el Conde y el Pequeño y adquirían todas las responsabilidades para llevar adelante la celebración.

El personaje de Cuevas de Almudén lleva un traje de una pieza que mezcla los colores verde, rojo y amarillo. Cierra con botones por delante y se remata con cuello de camisa. Sobre la cabeza un gorro en forma de pico. Su presencia no suele coger desprevenido, porque el traje se completa con un cinturón de sonoros cascabeles.

La Botarga de Cuevas de Almudén.

Su lugar está junto al alguacil o limosnero, recogiendo las viandas que cada familia del pueblo ofrece para contribuir a sufragar la fiesta. Protege el botín de la llega, a buen recaudo en un carro hasta que sea el momento del trance o subasta. Se supone que la Botarga debía estar atenta a los movimientos de los niños y niñas, siempre dispuestos a llevarse algo de lo recogido. Para ahuyentar a los que se le acercan utiliza una escoba de paja.

Desde hace unos años, la Botarga no es el único disfraz que ronda por las casas de Cuevas por San Antón. Otras muchas personas comparten el recorrido vestidos con muy distintos motivos. La Llega se ha convertido en un curioso desfile de estilo carnavalero y espíritu muy festivo, que va creciendo en intensidad según se consumen los aperitivos con los que algunos vecinos recompensan a la comitiva. Al terminar es el momento del trance. La Comisión recoge dinero y los que pujan completan la cena previa al baile.

La Botarga de Cuevas de Almudén junto a algunos de los disfrazados que le acompañan en la Llega.

En Jarque de la Val la Botarga sale un par de semanas después que en Cuevas, por San Blas. Su naturaleza es la misma que en el pueblo vecino: anima y persigue mientras se lleva a cabo la llega o la limosna, hoy convertida en una ronda musical. Al contrario que en Cuevas, en Jarque la Botarga oculta la cara. Del gorro apuntado cae una tela que tapa el rostro. Y, quieras que no, provoca más respeto o, incluso, cierto temor el no saber quién está detrás del traje, sobre todo a los más pequeños.

Cualquiera puede ponerse el traje de la Botarga, un mono ajedrezado de colores amarillo y rojo. Solo hay que estar dispuesto a correr mucho y hacerse notar. Su presencia no puede pasar desapercibida. La vestimenta se remata con cuatro borlas, en lo más alto del gorro y donde la espalda pierde su nombre. De hecho, una de las gracias del día es intentar tocar esas pelotas de atrás. Para conseguirlo, hay que evitar ser el objetivo de la escoba de palma con la que el personaje espanta a los que le intentan provocar y sorprende a los más distraídos.

La Botarga de Jarque de la Val juega con los niños mientras uno de ellos coge las bolas de detrás.

Los más mayores recuerdan las llegas o “limosnas” con la Botarga a primera hora de la mañana, con las calles nevadas o llenas de placas de hielo. Recibían repostería casera, huevos o algunos de los productos más deseados de la matacía, que transportaban en grandes canastas. Les acompañaban los músicos y la Botarga, que se ocupaba de animar el cortejo. El trance se realizaba, entonces, al día siguiente.

Hoy en dia, la fiesta se concentra en una sola jornada. La Botarga de Jarque de la Val aparece por primera vez después de la misa de mediodía. A las puertas del templo juega con los niños mientras los mayores dan buena cuenta de las pastas y el moscatel y celebran el trance con los productos que ya han donado. El personaje vuelve a salir de nuevo por la tarde, como protagonista de la ronda musical que recorre las calles del municipio. Cuando cae la noche, se enciende la hoguera. Bajo la luz y el calor de las llamas, la Botarga sigue haciendo de las suyas durante un rato antes de desaparecer hasta el año siguiente, justo antes de que los jarquinos comiencen a cenar.

La Botarga en la ronda musical que recorre las calles de Jarque de la Val.

En Hinojosa de Jarque la Botarga está todo el año en la calle, al menos de forma simbólica. Inspira una de las figuras que conforman el Parque escultórico de la localidad, con su traje amarillo y rojo, su gorro puntiagudo y la careta de cuero que tanto asustaba antiguamente. Rendía honor a San Fabián y San Sebastián, para el 20 de enero. Ahora esas fiestas ya no se celebran, pero la tradición no ha desaparecido del todo y la Botarga aparece al ritmo de las charangas que llegan al pueblo durante las fiestas del verano.

Escultura de la Botarga en las calles de Hinojosa de Jarque.

Las costumbres se adaptan a un nuevo tiempo en el que, desgraciadamente, falta gente que se encargue de la fiesta e incluso que disfrute de ella. A las Botargas le hacen falta seguidores, especialmente los niños, cada vez más excepcionales en el medio rural. Pero, al menos, en los pueblos de la Val de Jarque no se resignan y siguen haciendo todo lo posible para que este testimonio de su tradición siga saliendo cada año a la calle.

 

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