Perfiles yaritagueño. Un mundo por conocer

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Cuadernos ASOPEY No.4 2018

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Perfiles de Yaritagua Un mundo por conocer

Cuadernos ASOPEY No.4 2018

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El Sistema de Imprentas Regionales es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores.

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Perfiles de Yaritagua ©Cuadernos ASOPEY no. 4 Colección El libro hecho en casa. Serie narrativa

© Para esta edición: Fundación Editorial El perro y la rana Sistema Editoriales Regionales Red Nacional de Escritores de Venezuela Depósito Legal: DC2018001751 ISBN: 978-980-14-4355-1

Plataforma del Libro y la Lectura: Jairo Brijaldo

Diagramación Jesús Castillo

Consejo Editorial: Asociación de Escritores de Yaritagua Mariela Lugo, Rosa Roa Aurístela Herrera Orlando Mendoza Luisana Zavarse Moraima Almeida, Be lkis de Moyetones José Ángel Canadell José Alejo Omaña Jesús Castillo

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Perfiles de Yaritagua Realización de entrevistas: Mariela Lugo García -ASOPEY- y Belky Montilla Escalona -Cronista de PeñaDiseño, concepto y Editor Literario. Mercedes Edelmira Blanco Edición Digital Editorial El perro y la rana. 2018

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ASOPEY, representada por Mariela Lugo, la Editorial El Perro y la Rana, la Oficina de la Cronista de Peña y yo, presentamos encantados y orgullosos este libro digital donde recogemos trazos de vida de yaritagüeños, unos por nacimiento y otros por adopción. Historias que vale la pena compartir y que son lo que nos forman. De esas cosas que nos han marcado estamos hechos y sin ellas no seríamos quienes somos. Ya este es el Cuaderno No. 4 que logramos en ASOPEY con esta colección y ahora con el gran apoyo de Belky Montilla Cronista de Peña. ¿Quiénes mejores para escoger a estos personajes? más bien anónimos, que han dado lo mejor de su vida y de su hacer para el beneficio del pueblo y sus habitantes. Cada uno en su medida aporta lo que puede y de poquitos formamos lo que hasta ahora ha sido la yaritagüeñidad. Estamos en deuda y lo sabemos, con otras muchas personas a quienes en un próximo número incluiremos en un nuevo Perfiles de Yaritagua. Mercedes Edelmira Blanco Mujica España, 2018

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Dedicado a la gente luchadora de Yaritagua, que sabe que: No hay secretos para el éxito, éste se alcanza preparándose, trabajando arduamente y aprendiendo del fracaso. Para todos ellos este libro pone en sus manos ASOPEY, la Oficina de la Cronista de Peña y la Editorial el Perro y la Rana.

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Nicolás Melquiades Antillano Colacho, artesano de la vida El sol implacable abraza el paso de los rieles del tren, con paso seguro viene Colacho, abre la puerta de su casa, donde un pequeño anuncio metálico deja leer el apellido de sus habitantes, haciendo honor a lo heredado de sus ancestros: trabajo y honestidad. Un niño sale a su encuentro y recibe el pan del sustento para la familia. Unos pequeños muebles tallados brindan a la vista el abreboca de lo que ha sido una trayectoria de trabajo dedicada al arte. Acaricia los tablones decorados con detalles torneado a mano y manifiesta que esos muebles son su tesoro, ya que son parte de sus inicios. Su mirada queda atrapada con el aire caliente que penetra lentamente por el inmenso espacio de trabajo artesanal, El salón parece empequeñecer su estructura ante las historias vividas por el artista en estas paredes rústicas donde siguen cobijados los materiales unidos a su vida, Un serrucho de gran tamaño, un cofre de formones comprados hace muchos años, todos ellos testigos fieles de la destreza de sus manos. Allí en el espacio multicolor del taller, donde el olor a madera impregna los instantes, relata que desde los 14 años se inclina hacia la fabricación de trompos, carritos con la orientación de su bisabuelo Nicolás Pernía y de su abuelo Juan Orochena quienes eran artesanos de la construcción, se dedicaban a hacer ventanas, celosías, puertas, marcos de puertas, sillones, tomando como modelo el estilo marroquí, de allí la belleza de los trabajos que realizaban. 8


Nació en Yaritagua el 10 de septiembre de 1953, fueron sus padres Rosa Medina de Antillano y Melquíades Prisco Antillano. Pasó su niñez siempre en la carrera 4 del Sector El Carmelero, contando en esa comunidad sus 64 años de edad. Una sonrisa se escapa para manifestar con orgullo que siempre ha trabajado con lo que botan los carpinteros, sus obras están elaboradas con material de desecho, también siendo su proveedor los desperdicios de madera o latas, que encuentra en el cerro La Matica. Recuerda con vehemencia que de niño iba a buscar veraras a Usidire, caminaba por los rieles rumbo a Cambural en búsqueda del preciado material para elaborar los papagayos y otros juguetes. De joven recorrió varios estados del país buscando el aprendizaje del trabajo de la madera bruta, siempre atento al cuidado de la naturaleza a la que ama y respeta, sus pasos. Y así seguía y siguió hurgando los desechos para buscar la mejor pieza y convertirla en obra de arte. Su rostro se ilumina y pronuncia despacio una frase que lo ha llenado de orgullo a través de su trayectoria como artista: “El artesano recoge la basura, la procesa y se la vende al que la bota”. Una carcajada cierra su postulado y continúa buscando en el tiempo, en sus inicios. Sus sueños… Como caminante aprendió: carpintería de construcción, ebanistería, escenografía, tapicería, tallista, esculpido, marquetería que es una técnica de paisajes que se hacen en las consolas o escritorios. Todas ellas bastante sofisticadas pues no es lo mismo ser carpintero que un artista de la madera. Trabajó en Caracas, Puerto Cabello, Valencia, Barquisimeto, en Caracas trabajó nada menos que con Romeo Costea, con Guillermo González, en Radio Caracas Televisión donde se estrenó como carpintero de escenografía. Su trabajo como camionero lo saca de la vida del arte y se escapa del tallado de sus piezas de madera para recorrer el país, obteniendo de su trabajo dos camiones, de los cuales se desprende al entender que su vida está signada por la talla, el trabajo en la madera y a ella vuelve.

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Su esposa Maritza Martínez lo ha visto a través del tiempo deambular en busca de ideas creativas por el inmenso taller lleno de materiales valiosos que le han brindado la mayor satisfacción de su vida. Ver transformada la madera en rostros, zarcillos, avioncitos, cofres, carros, tallas, adornos, repisas, muebles y un sinfín de materiales que le ha brindado el sustento para sus cinco hijos: Maritza Verónica, María Gabriela, Sandor Enrique, Sara Rosa y Alexander Enrique, quienes han visto en su padre a un artesano de la vida. Sus tallas han sido expuestas en el Museo Severiano Giménez de San Felipe, San Cristóbal y Chichiriviche, recibiendo reconocimientos de la Gobernación del estado y de la Alcaldía del Municipio Peña ya que es un valor patrimonial de la artesanía del Yaracuy. Busca un pequeño reloj de arena que sus manos tallaron para cronometrar segundos o minutos de alguna actividad en su vida de artista, lo voltea y comienza la arena a caer con rapidez y se entiende que ese tiempo medido traza nuevas tallas, nuevos juguetes, nuevos rostros que se han de trasformar en grandes logros. Nicolás o Colacho, como lo llama el pueblo, es un artesano de la vida.

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Emigdio Rafael Barragán Méndez En conciertos y serenatas su guitarra vibra

Hay personas que se distinguen por su humildad y don de gente, se hacen querer y apreciar. Siempre con una sonrisa y un gesto amable, llenos de voluntad y deseos de poner su granito de arena para llevar la solución o por lo menos colaborar con su presencia. Así es este personaje de Yaritagua, lugar donde nació y por el que siente gran cariño. Fue el 29 de noviembre de 1946 cuando vino al mundo en el hogar conformado por Rafael Barragán y Olga Méndez de Barragán, ambos yaritagüeños de pura estirpe. Hizo sus primeros estudios con la “Niña Palmacia Sira” en la Calle Londres y luego al trasladarse su familia a Barquisimeto estudió en varios colegios de la ciudad, donde en el año de 1978 recibió su título de bachiller. Su vocación por la música comenzó en los primeros años de la década de los sesenta, siendo su primer instrumento musical, el cuatro, al que llegó a dominar magistralmente y de oído, por lo que se puede considerar un autodidacta. De su cuatro salían los diversos compases que escuchaba en la radio. Este instrumento se le hizo pequeño y quiso probar suerte con la 11


guitarra en la cual al pasar un mes ya punteaba canciones de Los Panchos y de Julio Jaramillo. Su primera guitarra la adquirió por 30 bolívares y por pasar todo el día practicando en su casa, su mamá se la quebró contra su cuerpo, ya que no la dejaba ver televisión ni escuchar la radio, por lo que sus amigos al ver su destreza natural le regalaron una nueva. En sus inicios se destacó en el ritmo Bossa Nova, muy de moda en la época y la música venezolana, con un estilo punteado. Sus estudios musicales los inició en primera instancia con su tío, el también músico Félix Barragán, luego con el profesor yaritagüeño Pablo Ramírez, quien le dio Teoría y Solfeo en la Escuela de Música de la ciudad de El Tocuyo. Fundó el Trío Tatuaje, integrado por Jorge Albahaca, quien fungía como segunda voz; Miguel Ángel Barrios, primera voz y él, como tercera y en 1970 debutó con el Trío Los Tricent, dirigido por el profesor Pablo Ramírez. Entre sus interpretaciones estaba Ayúdame de Chelique Sarabia, Yaracuy del Dr. Juan Ramón Barrios, La Cenicienta de Pablo Ramírez, Pasillaneando del Dr. José La Riva Contreras, recién fallecido, Muchacha de Risa Loca, y otras muy populares. Con el Trío Los Tricent se presentó en Radio Caracas Televisión, en el programa Sábado Espectacular, con Amador Bendayán, además de presentaciones en vivo en la Casa del Maestro de Yaritagua, alternando con Balbino Blanco Sánchez, además en serenatas y fiestas. El grupo estaba integrado por Juan Antonio Guédez, primera voz y maracas; Raúl Paradas, segunda voz y guitarrista y Emigdio requintista y tercera voz. Por un largo tiempo se alejó de la música y se dedicó a la agricultura, sin embargo, tocaba la guitarra en algunas oportunidades, sobre todo familiares, pero su pasión por el ritmo no desaparece. Su musa le lleva de nuevo al escenario y es así como crea nuevamente un grupo, el afamado Trío Tatuaje, presentándose en el programa A Puerta Cerrada de Marieta Santana, en la capital de la república. Posteriormente, fundó el Trío Sortilegio, el cual duró dos años aproximadamente, integrado por Iván González, primera y segunda guitarra, quien fuera ganador del Primer Lugar en el programa “Cuánto vale el Show”, acompañado además por Antonio Castillo, requintista y segunda voz y él, 12


quien era tercera voz y primera guitarra, alternando también como primero y segundo requinto. Con esta agrupación se presentó en los estados Yaracuy, Lara y Trujillo con gran éxito. Tuvo una época con Los Brillantes, formado por Edgar Rodríguez, primera voz y primera guitarra, Roseliano Páez, guitarrista y segunda voz y Emigdio, tercera voz, primero y segundo requintista. En esta misma época alternó con el Trío Cariz de Barquisimeto compuesto por Henry Serrano, segunda voz, guitarrista y director del grupo, Rodolfo Valero primera voz, considerado como la mejor voz del estado Lara y Emigdio requinto y tercera voz. También actuó en otros tríos como Los Penumbras constituido por Agustín Pérez, primero y segundo requinto y primera voz del grupo; Roseliano Páez guitarrista y él en la tercera voz y primero y segundo requinto por varios años. En la actualidad está alejado del campo profesional, más no de la música, pues ejecuta la guitarra acompañado de sus amigos, en fiestas y cumpleaños, con Pedro González, Rubén Colmenárez, Ventura Valenzuela, Rafael Sequera, Segundo Cherubin, entre otros. Tiene varias composiciones inéditas, entre ellas una dedicada y titulada A todas mis primas, donde se puede apreciar la armonía de la rima consonante, la cual domina magistralmente. De su época como cuatrista recuerda cuando en Barquisimeto tocaba con sus vecinos en la Urbanización José Gil Fortoul programas dedicados especialmente al ritmo Orquídea de Hugo Blanco y canciones también de Chelique Sarabia. Evoca con cariño como con este mismo conjunto se inició con la guitarra. Emigdio Barragán se ha dedicado a la música por más de cuarenta años. Ha grabado discos compactos y es muy apreciado como guitarrista y requintista en el ambiente nocturno de Barquisimeto y Yaritagua. Una gran experiencia y una gran vocación que no lo abandonan.

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María Barreto Luz Quizás el entorno pitonizo de su vida de búsquedas y encuentros la bautizó Luz dejando a un lado su nombre de pila. Nació el 27 de mayo de 1949 en Los Colorados, vía Las Ánimas, Angelina Linares y José Arroyo, sus padres cuidaban de las travesuras de la pequeña, la cual siempre estaba montada en la copa de los árboles donde atrapaba los huevos de los pájaros, los sancochaba y subía nuevamente a comérselos, también cocinaba los frutos de la Chara1 y con ese tesoro alimenticio en una bolsita con arepas y agua, volvía a las horquetas de los árboles, donde se sentía feliz y pasaba gran parte del tiempo, le agradaba observar la altura, el viento y el volar de las aves. Desde lo alto de cualquier árbol le dejaba caer semillas a la gente que pasaba por el camino y sin saber de dónde provenían, les oía decir que en ese lugar salía un espíritu, lo que causaba la risa de la niña traviesa. En la tarde, la madre o su tío, apodado Gambero se ponía un caucho y un sombrero para buscar a la niña, la cotidianidad de esa búsqueda se hizo popular y decía la gente: ¡Gambero es un encamisonao! ¡Tené cuidao! ¡Ese también cómo que es un fantasma! adjudicándole una visión de otro mundo y envolviendo en el ambiente el decir de la gente, que transitaba los caminos. 1

chara, nombre común de la planta Fagus sylvatica

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De jovencita le decía a su madre: -¡Mamá, cuando sea grande me voy a casá con un musiú, pá que mis hijos tengan los ojos verdes! La madre sorprendida le contestaba: - ¡Muchacha, que estái diciendo, que va vení un musiú a casase contigo, en estos montes, tu no sabéi na, aquí no hay ni “mestros” que te enseñen! ¡Muchacha tonta! ¡Y qué musiú! A los siete años se vienen a Yaritagua y recuerda a sus maestras Virginia de Alvarado y Margarita George, estudia hasta tercer grado. Aun con las travesuras de niña se iba al botiquín vecino a su casa a recoger chapitas para jugar. El decreto verbal de la madre se lo llevó la brisa, se enamora del musiú de los sueños de adolescente, un español llamado Severiano Sánchez, gandolero, se convierte en el amor de su vida. A los 15 años quedó enamorada del hombre que según sus palabras venidas del pasado: ¡Era muy bonito!, no vivía conmigo, solo le parí los hijos, venía, me los hacía y se iba, pero, cómo me gustaba tanto no quería que le hiciera hijos a otras sino a mi nomás. Sus hijos de ojos verdes fueron el testimonio de un sueño de juventud, El Poeta Gandolero se quedó en el tiempo como un recuerdo feliz. En el año 1967, comienza a trabajar en casa de familia como doméstica con la Doctora Eliana Valenzuela, odontólogo, la cual le ayudaba a sostener los gastos del hogar, además del sueldo que le pagaba, al no tener asistente, la doctora la ponía a que aprendiera el arte de “Asistente de odontología”. Al ver que la joven se desempeñaba cabalmente en su aprendizaje, le escribió un oficio al Presidente de la República Carlos Andrés Pérez para que le asignara una vacante por el Ministerio de Salud en el Hospital Rafael Rangel. El presidente, amigo personal de la doctora y compañero de partido de muchas jornadas no tardó ni una semana en responder su requerimiento y le asignaron el cargo a la joven aprendiz. Su jefa la enseñó a elaborar los informes del servicio de odontología del hospital, aun cuando Luz no sabía escribir ni sacar cuentas, su constancia la llevó a desempeñar su cargo a cabalidad. Aprendió todos los códigos de la odontología, manejo de materiales, la colocación de anestesia, limpiezas dentales, montaje de prótesis y en los momentos de emergencia también era capaz de hacer extracciones y curas, e incluso a la propia doctora, todo ello bajo la supervisión de quien poco a poco le daba herramientas para desenvolverse en la vida. Pasado el tiempo, la odontóloga, afectada por el Alzheimer y sin familia, después de seis matrimonios, con 15 perros y sin nadie que la proteja, solo Luz se hace cargo de ella. Se la lleva para su casa a fin de atender su ancianidad y carencias de salud, hasta su muerte, ocurrida en Margarita, en 15


agradecimiento a quien le dio un oficio que hasta el momento le sirve para seguir trabajando, puesto que en la actualidad hace prótesis dentales y como un tesoro muestra sus materiales de trabajo, heredados de su difunta maestra. Luz, la mujer que con empeño aprendió el oficio de odontología de la mano bondadosa de la doctora Valenzuela, su nieta lleva el nombre de Eliana en recuerdo del alma generosa de quien, sin mezquindad, la enseñó a trabajar. Entre medidas dentales, prótesis, color de dientes y recipientes para preparar la pasta sigue dando “luz” a las sonrisas de las personas que no tienen muchos recursos para ir a las clínicas caras, manifiesta Luz con su mirada perdida en los recuerdos…

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Iván Antonio Castillo El Pintor de la Identidad

El espacio de la Casa de la Cultura de Yaritagua oye con atención el relato de la vida de un artista que en su añoranza recuerda el amor de sus padres Juan Casildo Castillo y Ana Ramírez de Castillo, quienes vieron transcurrir su infancia siempre en el barrio El Trocadero, junto con sus cinco hermanos. De su niñez evoca la libertad de sus juegos infantiles, donde los trompos, los papagayos eran parte de su cotidianidad, juegos que compartía con su inclinación por el dibujo y la pintura. Estudió en la Escuela Laureano Villanueva, luego pasó a la Escuela

Técnica, hoy José Mujica

Carlos

donde cursó hasta segundo año, de allí pasó al Liceo Nocturno Santa Lucía donde obtuvo su título de BachillerSu juventud también tuvo giros inclinados al deporte y gracias a su amistad con el pintor Luis Ramírez Valero y José Francisco García, se arraigaron en él las inclinaciones a las artes plásticas y a la política. El maestro Ramírez le regalaba pinceles y uno que otro lienzo para que plasmara sus ideas pictóricas. Su primer trabajo lo dedicó al barrio que lo vio nacer y lo tituló Una esquina de El Trocadero. Su incursión en la pintura se inicia formalmente asistiendo a clases en la escuela Martin Tovar y Tovar de Barquisimeto con maestros renombrados como Roseliano García, Jesús “Gordo” Páez y talleres de Arte Libre. Estudió 17


Filosofía del Arte en el Instituto de Ciencias Sociales en Moscú, donde fue becado por la Casa de la Amistad Ruso-Venezolana durante los años 80-81. Su padre, pendiente de la vocación de su hijo lo ayudaba en sus sueños de ser pintor. Castillo ha realizado exposiciones individuales en la Casa de la Cultura de Yaritagua, en el Salón Bicentenario del Instituto de Cultura del Yaracuy, además ha participado en colectivas en la Universidad Simón Bolívar, en el Museo de Arte Contemporáneo, en la Galería de Arte Nacional en Caracas y en la Sala Rafael Monasterio de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado de Barquisimeto. En una familia rodeada de pinceles, ideas y lienzos, vio crecer a sus hijos: Iván Wladimir, José Stalin, y Luis Alberto al lado de su compañera de vida Carmen Cecilia Parra, siempre solidaria, plena, dispuesta a tenderle la mano aun en los momentos difíciles que vivió por sus ideales. Su trabajo de éxitos en la plástica le ha permitido ser galardonado con premios, entre ellos el Premio Regional de Pintura Carmelo Fernández en Yaracuy. En su vida de artista plástico, manifiesta que le llama mucho la atención y de hecho son personajes emblemáticos en su trabajo: el popular Agua, La Loca Aurora y Zaperoco, quizás como un llamado social de ayuda para los que han perdido la razón del tiempo y el espacio. Iván Castillo con su gorra gris, continúa su andar entre pinceles, lienzos e ideales, su sueño sigue vigente y en cada pincelada deja un poco de su historia de artista, nacido en el corazón de Yaritagua.

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Pedro Alejandro Fernández

Trabajador social de siempre… La matrona atiende a Carmen Teodora Fernández en Cañaveral, casi que coincidiendo con las festividades del nacimiento del Niño Jesús, llega al mundo el 26 de diciembre de 1949 Pedro Alejandro, ante la mirada orgullosa de su padre José de los Reyes Rodríguez y la indescriptible alegría de su madre. Su infancia transcurre entre Cañaveral y el barrio Yacural en Santa Rosa, estado Lara. Recuerda en su niñez los paseos a Guaremal y allí estaban las mujeres lavando la ropa, mientras él aprovechaba para corretear y perseguir a los animalitos rastreros que se le cruzaban en su camino, tiraba piedras, saltaba y su alegría se confundía con la frondosidad del bosque. Fue a la escuela en Santa Rosa y luego a la Escuela Cedeño donde estudió hasta sexto grado. Recuerda la disciplina impartida por Carlota de Garfídez, Josefa de Di Marcello, María Ramona de Cabezas y Pastora de Cipullo sus inolvidables maestras. Su personalidad de líder, desde corta edad, lo lleva a ser Presidente de los estudiantes, cargo que le permitía estar pendiente del alumnado, lijaba los pupitres, atendía los jardines, estaba pendiente de que las plantas tuvieran agua, colaboraba con la disciplina de la escuela, ganándose el aprecio de sus maestros. Sus padres le daban un real para que viniera a la escuela y para la merienda, ahorraba y al cabo de la semana tenia para ir a alguna función a Mi Cine o al Principal o si no asistía a ver los cortometrajes que pasaba Macario Rojas en 19


la Cruz Verde, que costaba un real la entrada. Comenta con orgullo que los jóvenes de su época no tenían vicios; a veces, cuando iban a Guaremal, camino al Diablito, Torbellán o Las Ánimas mordían chimó para ahuyentar las culebras, surcaban los bucos en búsqueda de peces, los cuales preparaban en el monte para comer. La amabilidad de Ramón Donato en Torbellán y Leandro Escalona en su acompañamiento en largas caminatas, es motivo para que su rostro se ilumine y se traslade a las atenciones que recibió de estas personas. ¡Eran tiempos bonitos! Manifiesta Pedro, con su rostro girado hacia la luz de la ventana. Al salir de sexto grado se va a cursar estudios en la Escuela Nacional de Guardias en Los Teques, graduándose a los 16 años. Ejerció su profesión de guardia nacional en el aeropuerto de Maiquetía. Allí hizo cursos de inglés y turismo. En el año 1975 pide la baja del ejército quedando en el mismo lugar como trabajador en la prestigiosa empresa aduanera H.L. Boulton, donde se desempeñaba como localizador de la mercancía que venía del exterior, para luego encaminarla hacia su destino local. En el año 1980 regresó a Yaritagua y contrajo nupcias con Gloria Salcedo con quien procreó tres hijos Franklyn, Francis y Francisco, Trabajó en la empresa Promasa, en el área de seguridad, cuando el finado Enrique Rojas le concede la oportunidad de laborar en el Concejo Municipal del Distrito Yaritagua, donde despunta como líder comunal, siendo electo como el concejal más votado. Paralelo a su trabajo social hace cursos de locución y operador de radio teniendo como norte, el dar a conocer la cultura del municipio Peña. Pedro Fernández, se mantiene ligado a los programas de radio que difunden la cultura y el carácter social. Es un trabajador incansable que sigue llevando a cada comunidad su voz esperanzadora y llena de optimismo. Pedro Fernández…la voz del hombre del pueblo.

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Simón Goyo Patrocinio de juventudes Balones, pelotas, guantes, campos deportivos y canchas son palabras comunes en la vida de este hombre que no ha dejado de retribuir lo que otrora recibiera de sus maestros, los bachilleres Ramírez y Liborio Romero, quienes vieron en él un gran potencial y una buena disciplina por lo que le dieron todo su apoyo hasta convertirlo como entrenador de beisbol y voleibol y así pudo Simón Goyo ser farol para muchos de aquellos jóvenes y niños que de no haber sido por él fueran niños de la calle, descarriados. Así comenzó su historia en el deporte, sin dejar sus estudios. Simón Goyo nació en Yaritagua el 28 de octubre de 1935 en un hogar de vivos ejemplos, conformado por sus padres Eladio José Goyo y Juana Bautista Uranga, el primero de ellos un gran trabajador del mercado municipal donde comenzó como pesador (vendedor de carnes) y luego expendía verduras y por último se dedicó a ofrecer ricos platos, en especial, las arepitas que elaboraba su esposa y que eran una delicia muy apetecida después de las misas de aguinaldo, acompañadas con un sabroso café. Sus hermanos, Lorenza, Brisia, Victoriano, Freddy, Máximo, Ramón y Argenis y él el mayor, el que daba ejemplos, el que le tocó mantener el respeto y dar fe en valores y junto a sus padres, imponer la disciplina, por lo que no 21


fue raro que haya sido escogido por esos altruistas hombres que impartían de manera voluntaria el deporte como Romero y Ramírez. Sus estudios los realizó en la vieja escuela Cedeño, bajo la tutela de María Ramona de Cabezas y los bachilleres: Ramírez, Pedro Manuel Mujica, Liborio Romero, entre otros, quienes dejaron honda huella y múltiples enseñanzas que luego llevó a la práctica. Inició sus estudios de bachillerato en el Colegio Santa Lucía de Yaritagua y luego terminó en Barquisimeto. Fue integrante del primer equipo de fútbol que surgió en Yaritagua, llamado Trabajo Fútbol Club en 1953, dirigido por Tomasso Pollino hasta que en 1955 el terreno donde practicaban fue escogido por el gobierno del presidente Marcos Pérez Jiménez para erigir la Comandancia de Policía, lugar donde también se hacían los toros coleados en honor a la Patrona Santa Lucía. Posteriormente, aquellos jóvenes, entre ellos Simón se fueron a acondicionar un nuevo espacio en La Tiama, conocido con el nombre El Goajiro y que se encontraba enmontado, lugar que ha servido de escenario para múltiples torneos y competencias locales, regionales y nacionales. Asimismo Goyo organizó el primer equipo de Softbol de Yaritagua que llevaba ese mismo nombre y que realizó muchos encuentros en otros estados y municipios, sirvió de ejemplo para que surgieran otros equipos como El Tamanaco, Los Industriales, FONAIAP, Los Trabajadores , entre otros. Simón Goyo se convirtió también en profesional del volante, comenzó en la línea Unión con un carro por puesto que cubría la ruta Barquisimeto-San Felipe, lo que le permitió incursionar en la defensa de los derechos de los choferes, acción que le condescendió ingresar en el Sindicato Automotor Lara, donde ocupó diferentes cargos hasta 1958, cuando solicitó un permiso para ejercer en su pueblo natal el cargo de Prefecto, es decir se convirtió en la Primera Autoridad Civil del Distrito Yaritagua durante cinco años. Al término del mismo volvió al mundo del transporte y fue elegido como Secretario del Sindicato del Transporte del estado Yaracuy. Hoy se encuentra gozando de su jubilación, dedicado a sus nietos y bisnietos, a dar consejo a los jóvenes y a todas aquellas personas que ven en él un ductor, un guía, un maestro. 22


Yelitza González

Benefactora de los artistas plásticos de Yaritagua Se pudiera afirmar con justicia que Yelitza González en Yaritagua ha sido la embajadora cultural que ha promovido y dado a conocer las obras de artistas que hoy día han recibido el reconocimiento en museos nacionales y en diferentes concursos que se llevan a cabo en todo el territorio nacional. Además, gracias a su labor tesonera, los trabajos de los artistas yaritagüeños son exhibidos en salones de entes gubernamentales o en casas de familias en todo el país. El arte ha sido su vida, pero lo que más le llena es promover el trabajo de esos artistas plásticos que se quedan olvidados en sus humildes talleres, que en algunas oportunidades son valorados y reconocidos en otros municipios y estados, pero, pasan desapercibidos por sus vecinos e incluso por sus familiares y allegados. En otras ocasiones, ocurre lo contrario, su trabajo es valorado en el ámbito local y sus obras no trascienden más allá de sus fronteras, por lo que se ha propuesto realizar un trabajo de hormiguita de una manera altruista, sin recibir ningún pago; más bien, mucho de los gastos, los asume de su propio peculio. Esta yaritagüeña nació el 26 de junio de 1954 en el hogar conformado por José Luís González, hombre muy altruista y cultor de la amistad y Hortensia Abreu de González, educadora barinesa, formadora de maestros, quien laboró por muchos años en el Colegio Santa Lucía. Su padre amante del arte, gozaba del aprecio de muchos artistas, como Luís Ramírez Valero, padre de los 23


bodegones y Manuel Villegas, reconocido en el ámbito nacional como el pintor de los Valles de Aragua y quien un día llegó a nuestro pueblo y se encargaba de hacer los carteles que promocionaban las películas, proyectadas en el Teatro Mi Cine, perteneciente a José Ramón Rovatti y es en esos momentos cuando Yelitza fue permeada, sin tener consciencia de ello, por el trabajo creador, logrando esa inclinación que más tarde fluiría y daría un gran viraje a su vida. En una oportunidad valoró una obra de Villegas, que colgaba en uno de los salones de su casa materna, como muy hermosa y se repetía para sus adentros: - Ese cuadro va a ser mío- y un día que su madre reacondicionó la sala se lo regaló. ¿Quién sabe si ese día fue el comienzo de una vocación que se ha afianzado con los años? Yelitza reconoce que entró en ese mundo sin saber y pensar que esa labor le iba a llenar de satisfacciones. Todo comenzó a raíz de un problema familiar, lo que le hizo llenar su tiempo con visitas a la casa de los artistas más cercanos a observar las obras o bocetos en búsqueda de paz. Luego se hizo amiga del Maestro Domingo Escalona, a quien catapultó y hoy día es uno de los artistas populares más preciado del país. Posteriormente, cuando trabajó en la Alcaldía de Iribarren como Relacionista Pública tuvo la oportunidad de hacer varios trabajos con artistas plásticos de Barquisimeto y ciudades circunvecinas. Regresa a Yaracuy y comienza a llevar obras de los artistas locales a los distintos salones y museos del país y con esa acción brinda un gran apoyo al trabajo que realizan estos artistas y posteriormente con todo el estado Yaracuy y Lara. Asimismo, comienza a colaborar de manera desinteresada en la Sala Juan Carmona del Diario El Impulso, que dirige la Arqto. Alicia Feaugás y la yaritagüeña Nela Rojas. Al realizar este trabajo investigativo se da cuenta que los artistas yaracuyanos en vez de dedicarse al arte mágico religioso por estar tan cerca de María Lionza, están más inclinados hacia la religiosidad popular, en especial la católica. Gracias a este trabajo de investigación impulsado desde la Sala Juan Carmona tuvo la oportunidad de recorrer junto al maestro Francisco Villoria todo el Yaracuy, desde Veroes hasta Nirgua, pasando por San Felipe, Chivacoa, Sabana de Parra y Yaritagua y es ahí cuando descubren que en esta entidad existen distintas expresiones, pero que no se habían dado a conocer más allá de sus fronteras. 24


Luego llega la ocasión de participar en el Salón, dedicado a la Virgen del Valle, del cual es su creadora, organizado en Lechería estado Anzoátegui donde por primera vez, un grupo de artistas yaracuyanos tuvieron la oportunidad de representar al estado con más de 20 obras, quienes además, colmaron esa sala importante del país por varios años consecutivos. Posteriormente, en la Sala Juan Carmona del Diario El Impulso de Barquisimeto realiza la curaduría de la exposición: Yaracuy Sincretismo Telúrico y para ello y por primera vez se les dio la sala completa a los artistas yaracuyanos, contando con una gran convocatoria de más de 35 artistas. Yelitza reconoce que hoy día, las obras de los artistas yaritagüeños andan regadas por el mundo y sabe de buena fuente que el Papa Juan Pablo II tenía una escultura de Domingo Escalona, así como también existen obras de Rómulo Mujica dentro y fuera del país, entre otros. Tuvo la oportunidad de enviar obras de varios artistas para ilustrar la portada de la Guía de CANTV y quedaron seleccionados dos de sus pupilos José Uranga con la imagen de la iglesia de Santa Lucía de Yaritagua y Rosita Ortega con su mercado. Uno de sus trabajos más importantes lo realizó para el Museo Bárbaro Rivas de Petare en donde quedaron seleccionados tres yaritagüeños: Iván Castillo, Francisco Suárez y Domingo Escalona y un sanfelipeño: Leonardo Tezara. En esta exposición fue elegido Domingo Escalona, como el mejor artista popular del país, motivo que la llena de gran satisfacción y orgullo. Actualmente, Yelitza posee un negocio de dulces y regalos, cuadros, esculturas y retablos de sus amigos artistas y en él convergen a diario los creadores y forman agradables tertulias que son enriquecedoras por su calidad y gran contenido artístico, al igual que su hogar, el cual se ha convertido en una galería donde existen obras de artistas de todo el país. Una benefactora de los artistas populares, vengan de donde vengan, con preferencia, por supuesto, por los de su amada tierra yaritagüeña.

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“La gente positiva cambia el mundo, mientras que la negativa lo mantiene como está”.

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Sony Miskiewicz Arte y docencia Los cuadros impecables bordean la sala de la casa del artista Sony Miskiewicz que lentamente busca en el ayer las bases que han sostenido su destreza como artista plástico. Su mirada se detiene y busca sus raíces nómadas en su padre Stanislaw, quien venido a este país con el riesgo de haber saltado de un barco, huyendo de la guerra en Europa. Rondaba el año 1944, miembro de la Resistencia polaca, buscó en su nado el objetivo trazado como lo fue siempre un trabajo honrado, comenzando su labor subiendo a los cocoteros a bajar el fruto y llenar los sacos de cocos con los cuales ganaba el sustento. En Venezuela contrajo nupcias con Irene, su esposa de toda la vida. El joven Sony, nace el 24 de febrero del año 1956 en la ciudad de Barquisimeto, donde también ven la luz sus 4 hermanos. Estudia en la Escuela Cedeño y la vida lo lleva a varios cambios de residencia, quizás siguiendo los pasos de su padre que sin apegos se arriesgó a andar por tierras extrañas. Buscaba pasos para seguir andando y vivió en el estado Zulia, en Canadá, Barinas, Barquisimeto, Carora, Yaritagua y Mérida, regresa a Yaritagua, donde actualmente reside rodeado de obras de arte. 27


Su inclinación por el dibujo y la plástica nace cuando cursaba segundo grado y como evidencia de este episodio de su niñez busca en sus pertenencias un cuaderno de aquel curso en su escuela. Oloroso a años, con las páginas amarillas pigmentadas por el tiempo, registra muchos dibujos corregidos con la máxima calificación por la maestra. Allí los barcos de Colón, las siembras, los desfiles, la navidad toman vida en la expresión del pequeño dibujante, dando paso a una vocación artística que sentaba sus bases en la impecabilidad y la técnica que ahora aflora en su obra. Bajo la asignación de su maestro, cuando cursaba quinto grado, pinta el rostro de Robert Kennedy, recién fallecido para la época. El joven artista expone su trabajo en una cartelera. En el receso de ese día, todos los maestros de la escuela observaban admirados el trabajo expuesto y lo felicitaban ya que su dibujo había quedado perfecto, obteniendo la máxima calificación evaluativa. Sony, al ver el entusiasmo de los educadores y compañeros de clases, se sintió mal, su rostro enrojeció de vergüenza no le agradó el elogio, no estaba preparado para ese resultado, apenado se retiró del lugar pensando no volver a dibujar ni a hacer un trabajo similar. El artista contaba solo con 11 años de edad y no lograba asimilar su éxito. Ya cursando sus estudios de bachillerato comienza de nuevo a incursionar en el dibujo y la pintura. En el año 76, le hace un retrato a su novia Cándida Perdigón con quien se casa y procrea dos hijos. Melany y Daniel. Durante su pasantía en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto, la supervisora observó en la agenda del estudiante un paisaje hecho en acrílico, lo que le llamó la atención y le dijo: -¿Por qué vas a dar clases en vez de dedicarte a la pintura? De allí, lo invitó a observar las obras de arte que tenía en su residencia. Para Sony fue una experiencia muy positiva el poder ver cuadros de famosos autores. Ya graduado de profesor obtiene una beca en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado para estudiar pintura, pero tienen que irse a Mérida a trabajar, dejando así la oferta que jamás se hizo realidad, incursionando siempre en el arte de manera autodidacta, ya que en la ciudad andina no existían escuelas de arte, a pesar de que el emporio de artistas plásticos era realmente considerable. 28


A través de su vida artística ha realizado exposiciones en el Museo Carmelo Fernández en Yaracuy. En la Sala Rafael Monasterios, de la UCLA en Lara. Colectivas de pintura en Duaca, en la Casa de la Cultura José Blanco Peñalver y en la Biblioteca Soc. Oswaldo Méndez de Yaritagua. Su obra pictórica es reconocida en la comunidad de la plástica como un trabajo de gran valor. Sony busca el lienzo y con su paleta de colores comienza a trazar las líneas de lo que será otro cuadro que enriquecerá la fila de las obras de arte del artista de Yaritagua.

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Tito Mendoza Lugo

De su lente se destella el amor hacia su pueblo: Yaritagua Yaritagua y Santa Lucía se sienten orgullosos de haber parido a este muchacho: Tito Ángel Mendoza Lugo, porque se ha caracterizado por ser un joven destacado, que desde muy niño demostró tener una gran sensibilidad poética, una fina pluma que no llena de asombro a aquellos que le conocemos, pues viene de una gran casta, ya que su madre es Mariela Lugo, educadora, poeta y sensible escritora, quien le amamantó con su leche cargada de estrellas, versos y sonetos. Arrullado con los cuentos y anécdotas, heredados de la bisabuela Angelina de García y de Ángela Rosa de Lugo, la abuela, pilar fundamental de ese hogar, quien dictó las normas y disciplinas para convertirlo en un hombre de bien, guiado por sus hermanos Jesús Ángel y Rafael Ángel, otro artista como él y por José, el bordón. -Eres el hijo pródigo, el hijo bueno, el hijo cariñoso, trabajador, responsable que por su tesón y buenos principios hoy brillas con luz propia, más no por ello, te has engreído, pues siempre estás dispuesto a tender tu mano amiga a quien la necesite. Tu padre no solo te dio su nombre sino también la fortaleza, el don de gente, la caballerosidad, el respeto a la amistad, el amor por el terruño, aprendido en 30


un pueblo lejano, del estado Zulia, lugar de donde fue oriundo, quien fuera transferido a estas tierras de caña dulce que un día le abrieron las puertas para entregarle uno de sus más lindos capullos y con ella formará un hogar, de allí vienes, con tu carga de amor, por eso se te hizo fácil escribir tiernos poemas, dedicados a Santa Lucía, la virgen de los ojos bellos, a tu pueblo Yaritagua por el cual sientes y demuestras un gran amor, reflejado a través de la cámara, fiel compañera, a la vida, a tu gente, al amor sublime, al amor apasionado. De estudiante, tanto en el Colegio Hermanos Martínez Ojeda como en el Colegio Santa Lucía demostró una sensibilidad especial para redactar textos y poesía como también una forma de organizar eventos que recibió el elogio de sus profesores y compañeros de clase por lo que siempre estuvo entre los mejores, cuestión que se repite en la Escuela Militar donde fue a buscar otros horizontes que le dieron mayores conocimientos para enfrentar la vida. En esas aulas aprendió computación, diagramación, organización; pilares fundamentales que sentaron las bases para ejercer la labor que le ha permitido el sustento de su hogar, conformado por Odalis, mujer emprendedora, trabajadora y fiel compañera y su hija Esdra Lucía, a quien ha sabido criar con una educación basada en principios, valores y buenas costumbres. Asimismo, Tito con mucho esfuerzo ha realizado un hermoso trabajo sobre una antigua cultura, la egipcia, la cual ha estudiado profundamente, conocimiento que ha llevado a las aulas y ha hecho cátedras en diferentes espacios por lo que se ha convertido en el egiptólogo venezolano. En este sentido, ha dictado charlas, montado exposiciones que asombran a más de uno por la profundidad con que lo hace.

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Con su cámara debajo del brazo y muchos sueños revoleteando por su cabeza, agarró un día su maleta y se fue a ese país encantador para ver y extraer esa esencia, ese conocimiento “in situ” que no se aprende en un libro o una película. A Yaritagua llegaron las fotos mostrando majestuosos monumentos, reinas y reyes, las pirámides, los jarrones y otras piezas, exhibidas en los grandes museos que allí funcionan, compartidas con sus amigos, clientes y todos aquellos interesados en esta cultura milenaria. Pero no sólo esos paisajes y estatuas llaman la atención de Tito, pues la gente, las casas, las calles, ventanas y portones de nuestro humilde pueblo Yaritagua se han engalanado, a través de su lente sensible, cuyas imágenes han sido grabadas en carpetas, postales, calendarios, tarjetas de manera magistral, lo que ha permitido, que nosotros sus vecinos, amigos y paisanos nos enamoremos de la belleza que en él se encierra. Los pequeños detalles se lucen y presentan otro rostro, otra mirada que permite reconocerlos como nuestro patrimonio, a identificarnos con esos detalles heredados de nuestros antepasados y que forman nuestra identidad y de esa manera se transmite a las nuevas generaciones. Tito Ángel orgullo yaritagüeño

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José Calazán Uranga

El pintor de los colores

Agosto pareciera enhebrar las gruesas gotas de lluvia pertinaz con el sol escondido entre nubes grises, en una dualidad que sorprende las calles solitarias camino a la casa de Los

Colores de mi tierra. Allí en la sombra de algún arbusto, el astro rey incandescente tranquiliza su impiedad y al llamado de ese nombre, signado con la diversidad de colores en unas paletas improvisadas, sale Uranga con su ayudante metálico porque la vida le ha colocado un soporte para sostener su andar, cuando vio caer su amada Emilde y al querer socorrerla, el pavimento lo recibió, dejándole un “quebranto” que ahora cuenta como una anécdota más al estar al lado del amor de su vida. Su rostro amable, combina con sus palabras siempre llenas de alegría en un espacio pleno de verdor, donde el calor vive y abraza cada cuadro pintado por la destreza e inspiración del artista. Los muebles de madera son testigos mudos de las innumerables conversaciones sostenidas en búsqueda del origen del arte del pintor del pueblo. José Calazán Uranga, hijo de José Patricio Castillo y Juana Uranga, vio la luz en Barquisimeto el 27 de agosto de 1932 y desde muy pequeño convivió con sus hermanas Marííta y Juanita en un hogar donde la madre, los cobijó con gran amor y trabajo. 33


En el barrio “El Carmelero”, la maestra Isabel Granado, a quien recuerda con especial afecto, le dio las primeras enseñanzas, para luego pasar a la Escuela Federal Cedeño en la carrera 8 con calle 19, ya que ésta era el plantel para varones, allí culminó el Sexto Grado, En la cotidianidad de la humilde familia nadie tenía inclinaciones por las artes, sin embargo, el pequeño José Calazán, al cumplir sus ocho años, comienza a demostrar sus destrezas artísticas y no duda en tomar los restos de pintura de zapolín que por alguna circunstancia hubiese quedado en la casa y con ello, comienza a crear sus obras de arte en hojas de papel de desecho o cartones, lo que siempre llamó la atención de sus maestros. Pasado el tiempo el joven artista, decide pintar la iglesia de Santa Lucía, siendo este su primer trabajo. Tomó un lienzo y con los escasos materiales que poseía hizo su primera obra de arte, que por cierto, no recuerda el destino de ese cuadro, el cual quedó grabado en su memoria ya que ha sido uno de los iconos de su preferencia, porque en repetidas oportunidades ha pintado la casa de Santa Lucía. Como pasaje de esa predilección, cuenta que una vez, sentado en la plaza Bolívar del pueblo pintaba la iglesia en un lienzo recostado a una chaguarama, el sacerdote salió de pronto y le manifestó que él tenía un negocio con pintar la iglesia y que lo iba a demandar, su silencio fue la respuesta, la gente se aglomeró para proteger el pintor… y jamás dejó de pintar la majestuosidad de este templo de Santa Lucía. En el año 65 toma un fardo y lo recubre de yeso, prensa sus extremos y lo dejar secar para que una vez convertido en lienzo hacer una obra, que pasado el tiempo no deja de ser un trabajo valioso del maestro, el venerable rostro de Jesús permanece allí en la sala con poca luz, calurosa centinela de las obras del maestro. Su mirada busca la puerta de entrada a la sala y con voz baja dice: -Emilde, tráeme el cuadro,…el de Jesús, que está cerca del espejo. Ella, la esposa de toda la vida, atiende el requerimiento y con pasos cortos, trae como un tesoro el cuadro que a través de los años ha sido también custodio de la casa de los colores. Lo coloca en el piso y el lienzo rústico, elaborado de manera artesanal, revela los años acumulados y el arte guardado 34


en cada pincelada en tonos oscuros y sombras que dejan plasmado el dolor del santo rostro. Emerge de la memoria del artista un pasaje en la historia del cuadro. En aquella época, Yaritagua recibió al candidato Raúl Leoni que hizo un mitin en la carrera 8 muy cerca de casa de la familia Fernández Seijas, allí se produjo un gran bullicio por la explosión de un químico y la gente corría despavorida por las calles, Uranga tomó el cuadro y se guareció en casa de Olga de Fernández donde también estaba el asustado candidato. Doña Belén lo hizo pasar a la casa, lo protegió con la obra de arte. El pintor para no perder la oportunidad se acercó a Leoni y le dijo: -¡Éste lo va a llevar a la silla! El candidato con cara muy seria, se metió la mano al bolsillo y le regaló cien bolívares de los viejos, en esa oportunidad era mucho dinero. Pasado el episodio se fue Uranga con su cuadro, pero lo invitaron a tomar algún licor, entre amigos, se le hizo tarde y al llegar a casa un poco indispuesto, entró, pero se le olvidó el cuadro en la calle. Al día siguiente despertó y fue a buscar la obra y allí estaba, su esposa Emilde, que entre los reclamos acalorados, le oyó decir: - ¡Este cuadro hizo un milagro, Leoni me regaló cien bolívares! En la tarde con la incredulidad de Emilde por un cuento tan fantástico, Uranga convirtió el regalo milagroso en tres kilos de costillitas, dos kilos de carne y otros víveres para la familia. La luz de los recuerdos ilumina el rostro de José Calazán y entre palabras entrecortadas recuerda su actuación deportiva en los equipo de la “Marbel” y “Santa Lucía”, buscando con su mirada perdida en el ayer alguna pelota dispersa entre la muchachada que observaba el juego. Risas y conversa se hacen hermanas al trazar la línea de vida en facetas que él mismo describe. La primera, la brocha gorda, pintar casas para llevar el sustento a la familia, la segunda dominar las alturas en los andamios para hacer avisos publicitarios, prueba de ello, el que aun luce el “Colegio Santa Lucía”, la tercera faceta irrumpe en el arte, los colores, la paleta, la 35


creatividad, acción que lo coloca en la cúspide de la plástica, llevándolo a ser nombrado primero, Patrimonio Viviente del municipio Peña y años más tarde, “Patrimonio Cultural del estado Yaracuy”. Y esa inventiva lo lleva a crear “Los Muñecos de Uranga”, enormes siluetas armadas en hierro, forradas con yeso y material de desecho, que los pobladores ayudan en la elaboración de los gigantescos trajes de Bonifacio, Sinforosa, Dorotea, Anacleto y Auristela, quienes cada carnaval recorren la calles del pueblo, precedidos siempre por el paso de su creador. Estos muñecos han participado en actividades de varios lugares del país. -Allá viene Uranga con sus muñecos, por la Calle Londres. Y el grito de los muchachos aún sigue perpetuando en cada rincón del pueblo, como en cada espacio que tiene una huella del arte popular de Uranga, el dueño de la casa de los colores, el pintor del pueblo, el Patrimonio del Municipio Peña y del estado Yaracuy…ese es José Calazán Uranga, el nuestro.

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David Marcelino Castell

La Bodega de Chilino

La calzada tibia se deja acariciar por la suave brisa proveniente del “Cerro La Matica”, las barandas del ferrocarril parecen atrapar el sonido sordo del vagón que espera los miles de pasajeros que abordan lentamente el tranvía rojiblanco. Pasados los durmientes, se divisa en la amplia calle 19 con carrera 3 sector El Carmelero la casa azul oscuro, es el camino a transitar para llegar a saludar a David Marcelino Castell, quien tras las rejas amarillas de su bodega despliega una sonrisa de amabilidad y comienza de manera calmada una conversación llena de detalles de toda una vida de trabajo. El 18 de julio de 1976 nació el hijo de María Castell y José Ramón Martínez, con el amor de sus padres recibe como expresión de afecto el ser llamado Chilino como diminutivo de su segundo nombre. A los 17 años de edad, en 1994, toma control de la bodega de su tío Leobaldo Antonio Castell, ya que sus hermanos no habían podido continuar con el negocio de venta de víveres. Se muda de la casa de su mamá y comienza su vida de trabajo en la esquina de la calle19 entre carreras 2 y 3 de la céntrica zona, a solo pocas cuadras de la plaza Bolívar de Yaritagua. El negocio registrado hace años lleva por nombre Inversiones Liscar Castell, pero la comunidad le ha dicho siempre La Bodega de Chilino. 37


El olor a café tostado invade la sala comercial y una máquina moledora exhibe su vejez en la antigua marca que el tiempo se ha llevado y queda ella como testigo de jornadas de moliendas de café para vender a sus clientes, actividad que han traspasado las horas familiares de Chilino. -¡Dame dos cocadas! -¡Chilino tenei agua! -¡Dame mil de queso! Las palabras quedan atrapadas entre las rejas y el paso calmado de expendedor, quien con una amplia sonrisa atiende uno a uno los requerimientos de los compradores. Su mirada se retrotrae y recuerda haber comenzado vendiendo chucherías que amablemente le dejaba a crédito el popular Regumelle, quien lo aconsejaba que trabajara, pero que no se comiera las ganancias, porque si lo hacía, de una vez quebraba el negocio. Y con voz entrecortada pronunció aquellas viejas palabras que fueron el inicio de su bodega: -¿Qué te vendo Chilino? -Déjame cinco cajitas de chucherías a ver como salimos. Una y otra vez, Regumelle sacaba de su viejo carro el tesoro comercial para dejarlo en manos de un joven que tenía como meta el trabajo honrado. Y así comenzó La bodega de Chilino vendiendo víveres y exquisiteces criollas, como majaretes, manducas y la famosa torta de cambur que hasta el momento es uno de los dulces más vendidos en el negocio. Al principio él mismo la elaboraba y la llevaba a la bodega de Rosilio, pasado el tiempo le dio a su hermana Marisela Castell la responsabilidad de confeccionar tan rico manjar, siempre con la misma receta. Hoy día la comunidad en las horas de la tarde, espera la sabrosa torta, convirtiéndose en un punto referencial en su negocio donde venden, o mejor dicho en el más puro estilo coloquial yaritagüeño, la torta de cambur de que Chilino. 38


David Marcelino ha brindado a la comunidad un servicio lleno de responsabilidad y mucha comunicación, en cada cliente de su comunidad y de los de arriba como él nombra a los que cruzan los rieles para ir a comprar a su bodega. En un tiempo vendió mercancía de Mercal, pero esto solo es una historia que pasó de largo.

La bodega de Chilino ha sufrido los avatares del hampa y una vez se quemó el depósito, sin embargo, la constancia y el trabajo, unido a su esposa Griselda Colmenares siempre ha salido adelante y manifiesta que allí sigue brindando a sus clientes un buen servicio, que hoy cuenta con más de 24 años detrás del mostrador de su famosa bodega.

-¡Chilino, buenos días! Pasa una joven por la calle y el expendedor sonríe y le contesta el saludo con la misma alegría de siempre…

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Chebel Chebli Sawan

Chibi el del Comercial La Violeta

Detrás del mostrador, insigne compañero de luchas y esfuerzo Chibi, como popularmente lo conoce el pueblo, se concentra en un pasado ya lejano y recuerda sus orígenes. Nació en Sagbine, provincia del Líbano, el 12 de mayo de 1951. A los once años de edad emprende la odisea de venir con sus padres a un país extraño, pero ese amor paternal y la unión familiar hacen de ese cambio radical un paso más hacia adelante, ya que la guerra en su país hacía estragos y lo mejor era salir de allí, a buscar nuevos caminos. Wadad sigue los pasos de su esposo Feris Chebli, quien ya vivía en Venezuela y con la decisión de una madre guerrera y motivada por darle a sus hijos una mejor calidad de vida emprende el viaje con sus pequeños hijos: Chebel y Daad. Llegan a Yaritagua en 1961 para incorporarse al trabajo de la tienda en la carrera 7 entre las calles 18 y 19 donde un cartel colgando en la pared de adobes de la vieja casa anunciaba que allí estaba ubicada La Estrella Roja, donde, la venta de telas y otros materiales eran la atracción de la clientela. Su hermano Joseíto Chebli le enseñaba a él y a su hermana como desenvolverse en el ramo del comercio, administrando su tiempo en la tienda con la venta casa por casa, que en la época se llamaba “Cotero”, dejando a

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crédito la mercancía para la semana siguiente pasar nuevamente por el dinero acreditado. Cursó estudios en el Colegio Hermanos Martínez Ojeda, hasta sexto grado y al cumplir los 16 años decide abrir su propio negocio, al cual llama Comercial La Violeta en la esquina de la calle 18, lugar donde por años compartió su actividad laboral y casa de habitación con su esposa Gladys Tejera con la que procreó a sus hijos: Walid, Dunia, Miguel y Chárbel. En el año 2005 toma la decisión de mudarse a Barquisimeto, pero al poco tiempo regresa a su lugar de siempre, la carrera 7 y allí en su eterna tienda que ahora se llama Comercial Chebly, sigue atendiendo a su público que cada día van a requerir blusas, pantalones, shorts, medias, camisetas y otros artículos que cubren la demanda de sus clientes que han pasado de generación en generación. De ese pasado recuerda que al lado de su tienda estaba una funeraria y en la esquina, la Botica Popular, cuando en horas nocturna esa ubicación permitía que los familiares del difundo tocaran su puerta para comprar alguna tela para envolver al fallecido, de igual manera, su sueño era interrumpido cuando oía en alguna madrugada: Guillermo ¿Tenei formol? La sonrisa se expande en el rostro lleno de recuerdos y manifiesta que no faltó alguna vez la persona que decía: ¡Después te pago! Y no regresó jamás. Las carcajadas invaden el ambiente, los maniquíes parecen ser parte de lo que ya se ha convertido en anécdotas en la vida de Chibi el comerciante que ha sido fiel a su trabajo siempre en la carrera 7, allí junto a su esposa Gladys sigue diciendo cada día:¡Pasen adelante! ¡Estamos a su orden!

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Carlos Pérez Acosta Alma y vida de El Goajiro Carlos Pérez, actualmente es un representante del área de deporte en Yaritagua, después de muchos años de dedicación al fútbol. En

la

actualidad

desempeña encargado Deportivo

como del de

se el

Estadio Fútbol

El

Goajiro, al cual le dedica todas las horas del día para mantenerlo a punto y éste pueda servir de sede para muchos

encuentros

y

competencias que en él se realizanconsiderado

Este uno

coso

es

de

los

mejores del municipio Peña y del estado Yaracuy, ya que allí se realizan encuentros sectoriales, municipales y estadales. Carlos Pérez Acosta como se le conoce con sus dos apellidos, el de su padre y el de su madre, de quienes heredó la templanza, la responsabilidad, su don de gente que le distingue de los demás, por lo que goza del aprecio de todos sus

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vecinos, quienes ven en él un hombre recto, entregado a su trabajo con ahínco y dedicación. Pérez Acosta es un luchador deportivo que ha dedicado toda su vida a la enseñanza del fútbol. Llegó a Yaritagua en la década de los 50´ y ha permanecido por muchos años en este deporte sobre todo por su ardua labor realizada en el sector La Tiama. Este estadio que es su segunda casa, ha sido escenario de grandes acontecimientos

futbolísticos

y

testigo

del

nacimiento

de

grandes

personalidades de ayer, hoy y siempre, tales como: Pablo Mitroti, Carlos Pérez Acosta, Víctor Suárez, Raúl Rojas, José Cordero, Pedro Singer, José Manuel Morillo, Baltasar Gavidia, José Ordoñez Chavelo, entre otros. Además, se realizan encuentros escolares, en los cuales participan no solo las instituciones educativas internas del sector, sino también las externas, tales como, el Colegio Santa Lucía, Escuela Básica Manuel Cedeño, Escuela Técnica Carlos José Mujica, Escuela Básica Consuelo de Rodríguez, Liceo Cocorote, entre otras; llevando a cabo los juegos inter-cursos, tanto de alumnos como de profesores. Carlos nació en España el 29 de diciembre de 1949 y llegó a Yaritagua siendo aún un niño por lo que se siente yaritagüeño de pura cepa. Sus padres fueron José Pérez Jiménez, trabajador ejemplar del Central Yaritagua, quien en sus tiempos libres fungía de entrenador y propulsor del fútbol en Yaritagua y Josefa Acosta González. A los 4 años, Carlos llega a Venezuela, junto a su familia para luego radicarse en este pueblo que le abrió las puertas y es considerado un hijo más por su buen trato, aunado a su dedicación y empeño en mantener viva la llama de este deporte que llegó a Yaritagua para quedarse.

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Este jugador cursó sus estudios básicos en la Escuela Manuel Cedeño, seguidamente viajó a Valencia a proseguir sus estudios y años más tarde, regresa a su pueblo con el título de Perito Agrónomo, profesión a la que se dedicó pocos años, pues su pasión era el trabajo colectivo, el desarrollo de su comunidad. Asimismo, Carlitos como también se le conoce ingresó a la política y fue concejal del municipio Peña en el año 1991, destacándose como un dirigente deportivo, preocupado por las deficiencias que se presentaban en su pueblo, las cuales siempre denunció sin miedo y con empeño, tras la búsqueda de sus soluciones. Carlos Pérez Acosta está entregado con pasión a las labores de mantenimiento del campo deportivo El Goajiro, Patrimonio del municipio Peña y orgullo de los habitantes de La Tiama.

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José Antonio Suárez Sánchez El Brujito Su nacimiento tuvo lugar en Chivacoa, estado Yaracuy el 24 de enero de 1961 y por ello su apodo El Brujito. Son sus padres Antonio Suárez y su madre Juana Sánchez, quienes lo reciben en su humilde hogar y a los dos años se mudan a Yaritagua. Su niñez la recuerda semidesnudo jugando por la calle Londres.

De

esos

momentos

recuerda con mucho afecto a Dolores Marchena a quien veía trabajar en la fabricación de tabacos y venta de suero. Su mirada se queda como paralizada en el tiempo y poco a poco pronuncia otros nombres, Pedro Luis Giménez y el pilón de maíz, Isabel

Varela

empanadas

más

que

hacía

las

sabrosas,

su

memoria viaja a los cinco años de edad y registra los personajes que en el tiempo se han convertido en referencia de lo vivido en su pueblo. Cursó estudios en el Colegio Hermanos Martínez Ojeda de donde lo expulsan por no adaptarse a la disciplina y darle una patada a la monja maestra. Luego de ese incidente empieza un periplo por varias instituciones escolares. De ellas recuerda con cariño especial, a las maestras Bertha de Silva, Bexy Rodríguez, Socorro de Rojas, Luisa de Rovero y al maestro Luis Asuaje. Inscrito en el Colegio Santa Lucía toma de su Profesor José Pastor Garfídes, el recordado JP 45


las enseñanzas de la vida, además de unas matemáticas dadas, según su opinión, “por un verdadero maestro”. Su inclinación a la música cree haberla desarrollado con el Padre Antonio Cicarelli y el Padre Andrés Mugione. Sale del colegio con tercer año y se va a trabajar en el negocio Las Tres Potencias de Cambural. Para ese tiempo empieza a estudiar por Parasistema y a la vez asiste al Conservatorio Vicente

Emilio Sojo. Recibió también clases de teatro de William Rojas, conocido dramaturgo yaracuyano, e incursionó en la Coral Oswaldo Méndez con el Profesor Edgar Quiñones. Persona muy inquieta y aficionado a las artes continúa recibiendo clases de música, esta vez de reconocidos profesores como Yuyita Chiossone, Rafael Ojeda y Rafael Espinoza. También participó en talleres de manejo de grupo, técnicas de comunicación y técnicas teatrales con Alberto Suárez en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado –UCLADe espíritu aventurero, nuestro entrevistado se marcha a la isla de Margarita por dos años, tiempo que comparte con grupos de artistas sirios y de otros países del mundo musulmán. En el año 1982 vuelve a Yaritagua, allí conoce

El Teatro del Sol y con German Ramos se entrega en cuerpo y alma a la magia del teatro. Tuvo años de conflicto interior y la reflexión de los tropiezos que dio en la vida lo llevó a escribir Neo plus Ultra. En la actualidad prepara los procesos artísticos por los cuales ha recorrido su vida en un texto llamado

Yo Soy. El Brujito, como popularmente lo llamamos anda por las calles de la ciudad con una gran bolsa cargada de sueños, hechos de máscaras de metal, de conchas de coco, instrumentos indígenas, sonajas, pitos, collares, semillas y 46


un sinfín de materiales reciclables que utiliza en los talleres que brinda a los niños de los barrios del pueblo.

El Brujito con su barba descuidada, su andar irregular, su traje pintado de colores diversos, sigue hablando con la máscara de cabellos rojos y al ritmo de un tubo lleno de semillas hace semejar la lluvia que lo acompaña en la búsqueda de espacios para exponer su arte. Así continua día a día su marcha llena de sonido y de silencios, su sueño está vigente, nadie sabe cuánto amor le tiene a sus trozos de maderas, a sus collares o a sus pinturas abstractas. Nadie conoce sus mutismos…

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Jonny Pompili

Un italiano muy yaritagüeño

Es un guardián de la belleza de su entorno que muestra con orgullo su cédula de identidad donde se lee Giovanni Pompili Ranalett y dice que nació el 26 de junio de 1940, en el pequeño y lejano Celano, provincia de L´Aquila en la región de los Abruzos, fueron sus padres Antonietta Ranalett y Constanzo Pompili. Eran tiempos duros en Europa pues ya se empezaban a sentir los estragos de la recién comenzada II Guerra Mundial. La vida era difícil en Europa y sus hermanos mayores Mario y Doménico emigraron a Venezuela para trabajar en el Central El Palmar y la Hacienda Santa Teresa, lo que llevó al joven Giovanni a seguir sus pasos y emprender el viaje en el vapor Lucania con destino a una próspera Venezuela, donde se necesitaba mano de obra y ahí llega en el año de 1957. Se instala en La Victoria con solo 17 años de edad, donde es recibido por sus hermanos mayores, quienes lo apoyan para empezar a trabajar. Comienza su trabajo que consiste en desinstalar el Central de la ciudad de El Consejo, estado Aragua, para trasladar ese material y abrir un nuevo central azucarero que se llamaría Central Yaritagua. Cumpliendo ese cometido llegó a Yaritagua el 10 de mayo de 1958.

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Por los conocimientos adquiridos en el tercer año aprobado en Italia con mención en Electricidad y luego de realizar un curso en el INCE, ya en Venezuela, se queda trabajando en el Central Yaritagua, donde años después sale jubilado, quedando como personal contratado de la empresa, debido a sus conocimientos de los problemas eléctricos. De su primer matrimonio tuvo una hija Amelia María, la cual vive en Italia desde niña y quien estuvo al cuidado en sus primeros años de su tía monja Sor Constanza. De sus segundas nupcias con Mirna Zambrano Campos nace Johnny Antonio, quien vive en Florida, Estados Unidos y tiene dos hermosos tesoros sus nietas que son gemelas. A lo lejos un gallo deja su canto al vuelo para acariciar la vieja mata de aguacate, dos gallinas observan el canto y acompañan el silencio del patio. Así pasa Jonny las horas tempraneras de cada día, de toda la vida, limpia su calle, ordena el desorden de los demás, quiere a Yaritagua como un hijo más. El frente de su casa exhibe con orgullo obras de arte del pintor Freddy Pérez; Simón Bolívar, el Escudo de Venezuela y del Yaracuy, el Araguaney y Santa Lucía. Cada pintura es custodia del amor al hogar donde cerró sus ojos su amada esposa. Es Jonny Pompili un yaritagüeño de corazón, nacido en Celano, en la lejana Italia.

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José Daniel Romero

Su amor por Yaritagua se hizo canción Romero es un gran trabajador que desde muy joven comenzó a laborar en el ferrocarril de Yaritagua con las grandes y pesadas maquinarias a fin de nivelarlas y que no hubiese ningún tropiezo en las vías, pero junto a ellas, se ha dedicado al canto, a componer hermosas melodías que salen de su alma. Especialmente, le canta a su pueblo natal, al cual le ha compuesto más de cincuenta canciones que hablan de sus hermosas casas,

de

su

imponente

iglesia

y

majestuosa plaza Bolívar, además de su gente. Nació en una humilde barriada, ubicada al sur de Yaritagua, más allá de los rieles, llamada El Limoncito, fueron sus padres Antonia Méndez y Alcides Sierra. Sus primeras letras las recibió en la escuela de El Carmelero, hoy llamada María Teresa Sanz, - en honor a quién fue una insigne educadora, fundadora de la famosa escuela de las Sanz y que luego diera inicios a la antigua escuela Laureano Villanueva-. José Daniel era un niño que jugaba metras y elevaba papagayo en aquellas calles de tierra de su barriada que quedaba a la orilla del Cerro La Matica y que anteriormente se llamaba La Cachamenta, al lado de El Carmelero otra humilde barriada donde se encontraba el pozo de Las Suárez, lugar bucólico y 50


fresco donde los pajaritos se veían por doquier, las iguanas y los matos corrían despavoridos por aquellos solares a los cuales José Daniel en su inocencia perseguía o les tiraba piedras. Su niñez fue muy feliz, pero se hizo hombre y había que trabajar y era el ferrocarril lo más cercano que tenía. Siempre le había atraído manejar aquellas grandes locomotoras que componían el tren donde se viajaba hasta Puerto Cabello, Barquisimeto o Acarigua. Tuvo el privilegio de nacer en una familia numerosa que gozó de tener como matrona a Pastora Méndez, la comadrona del sector y lugares adyacentes, quien arropó a sus cuatro hijos y levantó a casi todos sus nietos, alrededor de un fogón que siempre permanecía encendido con las sabrosas morcillas o las suculentas hallaquitas y bollos de chicharrón que vendía en su cesta de carrizo por toda la ciudad. No obstante, Romero vino al mundo con una gran inclinación hacia el canto por lo que compró un cuatro, el cual aprendió a tocar de oído de tanto charrasquearlo y así surgieron las letras de mágicas canciones que llegaban a su mente y que comenzó a memorizar y a cantar. Se volvió serenatero y cantautor reconocido de música venezolana donde prevalecen en su repertorio valses, pasajes y joropo, entre otros géneros. Andaba de fiesta en fiesta, cantando aquí, cantando allá hasta que Cupido le flechó, apareció Valentina, su eterno amor, se conocieron en las fiestas en honor a Santa Lucía de Yaritagua, un 13 de diciembre día de nuestra patrona y comenzaron un hermoso noviazgo que no apagó la distancia. La Patria lo llamó y tuvo que pagar el Servicio Militar, aunque el idilio continuó a través de cartas y esporádicos encuentros. Al llegar de nuevo a su pueblo comenzó a trabajar y pudo cristalizar su amor.

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Romero es un educador innato del canto y de la enseñanza del cuatro, dirigido a todos aquellos que le interesa la música, a quienes les da un buen consejo y siempre tiene el tiempo disponible para dedicárselo a niños, jóvenes y adultos. José Daniel Romero el cantor de Yaritagua

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Josefina Torres

Chepina y su vocación de servicio El silencio abraza la espaciosa sala, siempre pintada de la casa de una mujer valiosa que ha llevado en sus hombros durante muchos años la lucha social de la comunidad de San José. Al fondo emerge su figura, lenta adolorida por una reciente caída, se queja del dolor de la mano derecha y las rodillas cansadas la hacen tambalear para

recostarse en la hamaca

que oye silenciosa cada una de las palabras que conforman un aire de esfuerzos y trabajos. Nativa del sector Cañaveral del Municipio Peña, nació el 3 de mayo de 1932, su madre Luisa Cermira Torres de Torres y su padre Manuel Simón Torres Peraza eran testigos de las

tremenduras de Chepina cuando mataba pequeños animales y salía corriendo para salvarse del castigo que le esperaba por su mala conducta. Cursa sus primeros grados de educación en la escuelita de Cañaveral, luego la inscriben en Escuela Rural donde cursa hasta cuarto grado y la retiran por portarse mal. En ese tiempo vivía en la casa de Dámaso Galíndez y sus ratos

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libres, que imagino que serían muchos, los ocupaba en subirse en los árboles y corretear por la casa. A los 17 años decidió irse a Caracas con una amiga empleándose para cuidar una niñita, allí estuvo un año. Eran los años 50, se enamoró de Nerio Álvarez de cuya unión sobrevive su hija Coromoto. Chepina alternaba su trabajo de lavar y planchar ajeno, como se decía antes, con el juego de dados y barajas, con eso ganaba dinero para el sustento de su familia. En ese momento incursiona en la problemática social de su sector, a través de la política, que la lleva a tener la oportunidad de ayudar a los demás. Gestionaba becas, ayudaba a las embarazadas, solicitaba canastillas, servía de intermediaria entre las autoridades y sus comunidades para gestionarles documentos y en fin tendía la mano a todo el tocara la puerta de Chepina para solucionar un problema. Comienza su trabajo social de la mano del Negro Rojas, Pastor Orozco y Hernán Bartolomé. En el año 79 le dieron un cargo en la Prefectura donde se desempeñaría como secretaria, sin ser secretaria, pero el amor por los demás la lleva a aprender a cabalidad su oficio: siendo la persona que conocía los archivos, desarrolla gran habilidad en la búsqueda de las partidas de nacimiento o de defunciones de años pasados y sobre todo la atención al público que hasta hoy la gente recuerda las frases que deambulan en el viejo edificio del mercado: ¡Si vai a sacar la partida, buscáte a Chepina, esa es la que sabe!. El trabajo honesto y cabal la dejan en ese lugar por treinta largos años, donde el madrugar se hizo cotidiano, su suéter oscuro la acompañó siempre para mitigar el frio tempranero y estar siempre puntal en su trabajo.

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Su rostro se contrae, sus manos pálidas sostienen el viejo compañero actual del quebranto de su andar. Su voz quebrada no alcanza a recordar el poco dinero que le dieron como “arreglo” de sus interminables jornadas, le adjudicaron una cantidad y dice con vehemencia: ¡Y cuando fui a cobrá era más poquito! La soledad interior de sus 86 años no pueden olvidar a los que ayer invadían su casa: visitas, reuniones, contactos políticos y requerimientos de trabajo en la comunidad, de eso no quedó nada, más nadie volvió, solo los recuerdos de ese pasado pleno que ella construyó con amor para su gente de San José y su fuerte vocación de servicio a prueba de olvido.

Chepina Torres la gran mujer de la 26…

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Patricia Yaritmar Rodríguez González

Estrella del Voleibol Sentado Es indudable que durante los últimos años, el deporte venezolano ha experimentado un notable crecimiento, lo que ha permitido impulsar a sus atletas en el ámbito internacional, alcanzando diversos logros en las distintas competiciones regionales y mundiales. Tal es el caso de Patricia Yaritmar Rodríguez, quien ha llevado a lo más alto el nombre de nuestro país y ha conquistado un sitial de honor en lo que hoy se conoce como el voleibol sentado, que es una variante de voleibol para atletas en situación de discapacidad. En esta disciplina, los jugadores tienen que permanecer

sentados,

manteniendo

la

pelvis en contacto con el suelo, por lo que la elevación en el momento de jugar con el balón, es una falta. Es importante señalar que el juego y la técnica en esta modalidad es la misma que la de voleibol, solo en los aspectos relativos a la movilidad de los jugadores, no obstante, se les exige a los que conforman el equipo, unos grados de discapacidad mínimos. Asimismo, en el ámbito internacional, el voleibol sentado está regido por la Organización Mundial de Voleibol para Discapacitados. Es en este deporte que Patricia Yaritmar Rodríguez González se ha destacado, siendo orgullo no solo de sus padres y amigos sino de Yaritagua su pueblo 56


natal y por ende del estado Yaracuy. Nació el 16 de agosto de 1998 del hogar conformado por José Patricio Rodríguez, también destacado deportista y entrenador, nativo de este pueblo por lo que se pudiera afirmar, que el talento deportivo lo lleva en su sangre y de la también yaritagüeña Susana González, de quienes ha recibido mucho amor y buenos consejos que le han acompañado en todos sus momentos de alegría y de tristeza, al lado de sus cuatro hermanos menores. Patricia siempre ha sido una niña inquieta que se ha inclinado por el deporte sin ninguna limitación, su buena estatura le ha permitido escalar rápidamente posiciones, además de sus técnicas que ha aprendido, a través de sus entrenadores Johnny La Rosa y José Mujica. Esta deportista cursó estudios primarios en el Colegio Hermanos Martínez

Ojeda de donde recuerda a la maestra Moraima Pérez y Carmen Alicia Martínez, quienes con sus regaños oportunos le fueron formando su carácter. Luego pasó al Colegio Santa Lucía donde salió egresada como Bachiller de la República. Su padre, Patricio fue quien la indujo a entrar en este maravilloso mundo del deporte, sin olvidar que sus tíos y tías maternas también han sido jugadores por lo que se siente orgullosa de haber nacido en este seno familiar. Nunca olvida que uno de los primeros deportes que practicó fue el Kikimbol en el equipo Green Spot, lugar de su barriada y reconocido en la memoria yaritagüeña. Allí también jugaron algunas de sus tías, en ese tiempo, ella contaba con tan solo 10 años, era la más pequeña del equipo y aunque todas eran personas mayores ella no se sintió indefensa, todo lo contrario, su

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valentía y espíritu competitivo se mantuvo siempre presente y le dieron impulso para continuar con las prácticas. Asimismo, nunca deja olvidado el día en que su padre le compró sus primeros tacos para jugar Kikimbol con los cuales hizo excelentes jugadas que le permitieron destacarse y entender que su mundo era el deporte, al cual le ha dedicado toda su vida. Es así como entra en este mundo deportivo de una manera sencilla y desde abajo y a pesar de su corta edad, en el mes de junio de 2016 participó en la Primera Válida Nacional de Voleibol Sentado, luego en la Primera Copa en esta misma disciplina en diciembre de 2016, lo que le permitió ir a los Juegos Parapanamericanos, ocurridos en Sao Paulo, Brasil en 2017 donde el 24 de marzo el equipo Venezuela obtuvo medalla de bronce al vencer a los estadounidense y dentro de esa delegación femenina estuvo el nombre de Patricia Yaritmar Rodríguez González, por lo que ha recibido muchos reconocimientos que la llenan de orgullo y satisfacción.

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Teresa María Teixeira

La musita de las flores solas Allá en la vieja Europa, en Madeira, Portugal, tierra de laboriosos habitantes nació Teresa María, el 14 de febrero de 1956. Pasó la niñez alejada de los juegos propios de su edad, pues el internado donde transcurre su infancia no permitía diversiones sino aprendizaje de trabajos y estudios, de allí su destreza en el bordado “punto de cruz” con el cual ha elaborado obras de arte. Ingresa al internado “Corazón de Jesús” en su tierra natal a la edad de 5 años, por decisión de su difunto padre que había hecho prometer a su mamá que las niñas recibirían educación en el internado, petición que cumplió su madre a cabalidad. En el claustro educativo estuvo hasta cursar quinto grado, de allí sale a los diez años. Sus abuelos que vivían en Venezuela deciden que la familia venga a este país. Sus ojos se humedecen, el tiempo cobra matices vividos en aquel barco italiano, marcado con tres letras que nunca supo que significaban “DMC” que se encargó de darle nueve días de navegación. Recuerda lo hermoso del mar y la comida y la atención que recibieron a bordo. Su mamá María Ángela, se encargaba de atender en el largo viaje a sus otros cuatro hermanos: Ana, 59


Ángela, Jorge y Vanda, quienes entre risas y juegos emprendían el rumbo hacia una vida diferente. Llegaron al Puerto de La Guaira en el año 1968, residenciándose en Maiquetía, donde vivió su adolescencia, desde los diez a los catorce años. A los 15 años se casa con José Meneses, durante siete años de matrimonio tiene sus hijos: Susana, Maira, Alejandro y Simón. Viene a Yaritagua a ayudar a su esposo en un negocio de expendio de carnes, que se instaló en la Avenida

Padre Torres en la vieja Carnicería La Avenida. Al terminar este trabajo se dedica a la venta de flores, porque siempre le llamo la atención su belleza y sus silencios.

La Musita del Amor se gana este título con el pueblo que la ha visto hacer arreglos florales para novias, para fiestas de quince años, de agasajos y también ha acompañado en el dolor a los clientes que van a comprar coronas o ramos de flores para los difuntos. Teresa dice: -Este trabajo está lleno de alegrías y tristezas, en ocasiones diversas recibe con agrado el elogio de los clientes cuando dicen: ¡Qué bello!, es una expresión que guarda en el corazón y es la mejor recompensa de su trabajo. Han sido largos años de trabajo en el manejo de las flores de todos los tipos y colores, en esa diversidad ha descubierto que la calidad humana de la gente que en muchas oportunidades le dicen !Por culpa de tu ramo de flores me casé! Y las carcajadas acompañan los recuerdos de unos clientes que van a comprar los ramos a las novias. Se levanta de su asiento y toma un ramo de rosas y les dice como si ellas entendieran sus sentimientos: -Trabajo con ustedes porque sé que en el fondo

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tienen una gran soledad, aun cuando estén llenas de colores y aromas. El silencio de ustedes llena mi espíritu, creo que somos iguales. El ramo de flores vuelve a su lugar y la mariposa guindada en la pared olorosa a flores parece volar con los sentimientos de Teresa. La paz interior de la floristería está reflejada en una blanca paloma que acompaña a la mariposa. Sigue Teresa rodeada de flores y aromas, su colorido trabajo la lleva a sonreír y a estar feliz en la entrega de cada ramo elaborado por sus manos.

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Jesús Chavelito Ordoñez Díaz

Un joven que ha dedicado su vida al balompié

Jesús Ordoñez es un joven deportista yaritagüeño que subió a la Liga Profesional al ser contratado por la oncena Llaneros de Guanare donde puso, el todo por el todo, a fin de alcanzar su sueño, ser una estrella de esta difícil disciplina, por lo que cada día se esfuerza y pone su empeño y dedicación para ser orgullo de su familia, amigos y coterráneos que ven en él un prospecto y ejemplo a seguir. Desde muy pequeño, el campo es para él su segundo hogar, allí, donde siempre estaba su padre, otro destacado futbolista yaritagüeño. En su compañía, jugaba, le enseñaba, reprendía,

instantes

que

le

aprovechaba

ávidamente, pues con mucha paciencia, su guía le llenaba de conocimientos, compartía sus argucias adquiridas con los años, sus técnicas que cada día mejoraba y las comunicaba a fin de hacer más fáciles los momentos cruciales con miras a conquistar las mejores jugadas de su mejor prospecto y orgullo, primero por ser su hijo y segundo por tener su misma inclinación y haberle visto llegar más lejos que él.

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Este futbolista nació en Yaritagua, es hijo de José Isabelino Ordoñez Chavelo y Alicia Díaz la Catira Varela y sin olvidar a su abuela Isabel Varela, matrona yaritagüeña, que por muchos años se dedicó a la venta de empanadas con una receta especial que deleitó por décadas a los yaritagüeños, de ella, seguramente recibió su temple, su empeño, su humildad, su amor a la disciplina y al trabajo. Jesús narra “recuerdo que desde muy chiquito era una fiebre, una pasión por el balón y donde mi padre iba, tenía que estar yo, fue algo muy bonito y lo que me está pasando aquí, en estos momentos, es más bello aún. Mi papá me motivó permanentemente, él también llegó al futbol profesional y yo recuerdo verlo jugar, cuando me llevaba a los partidos, él me inspiró, como entrenador y como padre. Me han dado mucho, al igual que el apoyo incondicional de mi madre, que me ha acompañado siempre”. Su padre Chavelo se siente muy orgulloso de su hijo, quien evoca “Este es mi primer muchacho que llega a profesionales, es Jesús. Se repite mi historia porque a los 21 años yo debuté en primera división en Miranda Canarias, después pasé al Falcón Fútbol Club, vuelvo a Lara Polipor y de ahí a

Petroleros del Zulia, donde jugué dos temporadas”. Jesús dio sus primeros pasos en el balompié a los 4 años de edad de la mano de su padre, en el famoso campo yaritagüeño del Green Spot, luego pasa a formar parte de la escuela Yara en la ciudad capital San Felipe en la categoría Compota, teniendo como entrenador a Ángel Acosta. Allí se mantuvo hasta la categoría Infantil B. Chavelito comenzó a jugar en un tiempo en el que muchos no creían en este deporte para el país. Posteriormente su padre lo lleva a la Escuela del Club Ítalo Venezolano en Lara donde entrena en la categoría

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Infantil B con su instructor Oswaldo Meza. Allí saborea las mieles del éxito, pero no por ello se envanece, sigue con su humildad que le caracteriza. Sigue su camino en este deporte y entra al Infantil A de la mano de su padre y quedan campeones en la misma liga A y luego en la Juvenil. Por su brillante actuación es llamado a la selección de Lara, con quienes asistió a los Juegos Nacionales, celebrados en Puerto Ordaz de la mano del entrenador Ángel El

Gato Graterol. Prosiguiendo de la mano de su mismo entrenador Edgar Torrealba es llamado para jugar con el Lara FC, donde tuvo la oportunidad de participar en dos temporadas, luego es llevado para Llaneros de Guanare por sus compañeros de equipo Antonioni González y Julio Álvarez, allí juega dos períodos en esa segunda división hasta llegar a ser Campeones de las manos de su técnico Washington Antunes, donde suben a primera división al titularse como Campeones al ganarles a Tucanes de Amazona 4 goles por 1. Ordoñez cuenta, “cuando me inicié en el futbol profesional lo hice con Policía de Lara, hoy en día el Zulia Fútbol Club, en primera división, luego de ahí estuve a punto de conseguir avanzar, pero no lo logré, sin embargo, conseguí dos goles de ventaja en ese entonces, cuestión que me llenó de fuerza y el empuje a seguir”. “Ese momento no me amilanó, seguí trabajando, vino el boom de Lara Fútbol Club, pero no se conquistó el triunfo. Decidí irme a

Llaneros de Guanare, allí se me abrió una puerta grande, gracias a unos amigos, Julio Álvarez, el portero de esa división, una de las personas fundamentales en esto, conjuntamente, con Papin Antonio Luis González, quien ya tenía 3 años jugando en primera. Ellos son parte de que yo hoy esté en el equipo”, afirmó.

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Chavelito, como es conocido dentro de la cancha, se ha ganado a pulso su titularidad como lateral derecho, aunque comenzó como delantero en su inicio y ha jugado en todas las posiciones, es un joven que derrocha condición física. Posee gran habilidad para llegar hasta el fondo y central de una manera templada, pues con mucha calma le ha permitido ocupar un sitial de honor en este difícil deporte. Tenía la edad para ir al Mundial de Egipto 2009, pero su existencia no era conocida por los grandes entrenadores venezolanos, quienes realizan esta selección, no obstante, esta cuestión no le amilanó y continúa su entrenamiento, como siempre, con mucha disciplina y coraje para alcanzar su meta, llegar a la Liga Profesional. Este joven nos señala que el fútbol es su pasión, “Aunque debo reconocer que a veces te da sorpresas,

pero también te permite la revancha, todo ello

producto del trabajo y el sacrificio” y enfatiza “es importante tener el rigor para seguir aprendiendo y creciendo”. “El futbol es una disciplina bastante bonita y como dicen es el deporte más lindo del mundo, espero que las nuevas generaciones practiquen algún deporte y se mantengan sanos” dice con pasión. “En mi pueblo existe un gran talento, hay muchos muchachos que hoy podrían estar jugando profesional y por no tener un apoyo no lo han logrado. En el fútbol se puede hacer carrera, yo estoy donde estoy por el apoyo de mis padres quienes han creído en mí”. Considera que Yaritagua no ha crecido en el fútbol como debería, “me cuentan que aquí comenzó esta disciplina en los años sesenta y se practicaba con mucha constancia. Me gustaría que se desarrollara, actualmente solo existen la escuela del Goajiro.

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Reconoce que mucho de lo que le hizo crecer se lo debe a su padre y a Carlos Pérez Acosta, quienes siempre le impulsaron en esta disciplina deportiva. Siempre fue seguidor del Yaracuyanos Fútbol Club, institución a la cual admiraba y deseaba entrar hasta que se le dio la oportunidad y en esa oncena se ha destacado como líder e impulsor de los miembros que allí juegan. “Mi sueño es llegar a la vinotinto, como todo futbolista y estamos trabajando para eso, mi rutina diaria consiste en levantarme temprano e ir al entrenamiento que termina a las seis de la tarde, a veces voy al gimnasio, pero cada momento libre vengo a mi casa a compartir con mi familia, a buscar el calor familiar que tanta falta hace cuando se está distante” Su mamá, la Catira Varela llena de orgullo exclama, “estoy muy contenta por lo que ha logrado mi hijo, donde está jugando allí estoy yo. Es un orgullo para todos en la familia, cuando juega, alquilamos una buseta, junto a los vecinos y amigos y nos vamos a verle llevar el balón con el pie. Apoyo moral no le ha faltado”, enfatiza. Nos despedimos de esta promesa del futbol con la fe puesta en la juventud de Yaritagua y con la esperanza de verlo pronto cumpliendo sus sueños en la vinotinto ¿Y por qué no más allá?

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Carmen Virginia Rodríguez de Hernández Maestra que dejó las aulas para curar con sus manos Son muchas las personas que se muestran agradecidas de haber sanado de diferentes dolencias, gracias a los masajes que con sus manos maravillosas aplica

en

los

puntos

neurálgicos esta sanadora por convicción y en especial por el amor que siente cuando cura a sus pacientes, a

quienes

brinda

ayuda

corporal y espiritual. Carmen Virginia es una goajira yaritagüeña que un día llegó de Maracaibo, junto a su padre Ángel Rodríguez,

técnico

especialista en electricidad. Arribó en este pueblo dulce como la miel para trabajar en la compañía eléctrica, Cadafe y su madre Isabel María Vergel de Rodríguez, artesana tejedora de hamacas, oficio que multiplicó a todos aquellos jóvenes yaritagüeños que iban a su taller a aprender el oficio. Estudió la primaria en la escuela Rural Yaritagua, hoy Consuelo de Rodríguez y posteriormente, ingresó al colegio Santa Lucía donde obtuvo el título de Bachiller Docente y se dedicó a darles luces a los niños de primer grado de 67


Cambural, capital de la Parroquia San Andrés, a quienes enseñaba las letras, a través del amor. Ya anteriormente había laborado sin graduarse, trabajo que realizó por más de 28 años, hasta que fuera jubilada del Ministerio de Educación. Ella recuerda que un día, luego de que fuera trasladada a Yaritagua tuvo una peligrosa caída donde sus manos sufrieron la peor parte por lo que las tuvo adoloridas por un tiempo, pero una mañana, viniendo de la escuela al pasar por la estación del ferrocarril tomó una flores de cayena que estaban en el camino y frotó sus manos suavemente y al día siguiente ya no sintió más dolor y cuál fue su mayor sorpresa que cuando llegó al sitio donde consiguió las flores, la matas estaban marchitas, sus hojas y flores se mostraban dormidas, ella les dio las gracias y las bendijo porque se habían sacrificado por ella. Ese día, Victoria, una compañera de trabajo había llegado con mucho dolor de cabeza por lo que le puso sus manos en su frente, escena que era observada por una persona que se encontraba muy cerca, quien le dijo que se había asustado y sorprendido mucho porque sus ojos habían cambiado de color y se tornaron de un color verde. La amiga se sanó y ella comprendió que había recibido un don de Dios. Ya son más de 14 años, dedicada a ser curandera de cuerpo y de alma. Sus pacientes le dicen que sanan inmediatamente, algunos señalan que con solo su roce ven estrellitas de colores, en especial de color azul y blanco y los dolores se van de inmediato, otros a los pocos días de hacer el tratamiento consiguen la sanación de sus males para siempre. Cupido llegó una tarde de tierra y sol. El amor llegó una tarde de toros coleados en honor a Santa Lucía, la virgen de los ojos bellos, cuando conoció 68


a un joven coleador, Pastor Hernández y ella era la Madrina de los Coleadores y al ponerle la cinta de múltiples colores en el hombro, después de una coleada efectiva, la química les envolvió y Cupido dejó clavada la flecha que hasta hoy les cautivó. Se casaron al poco tiempo y tuvieron tres hijos, Jesús, el mayor y dos hembras Leonor y María, sus grandes tesoros y junto a su esposo y nietos conforman una hermosa familia. Asimismo, Carmen Virginia ha hecho una labor social que trasciende las aulas, al ver que los jóvenes humildes del caserío donde trabajaba perdían el tiempo en las esquinas, decidió buscar ayuda para ellos por lo que hizo una lista con sus nombres y apellidos y por medio de la Fundación Fe y Alegría trajo unos talleres vocacionales y por su gran acogida se fundó la Fundación San Andrés que luego hiciera convenios con la Escuela de Vecinos del estado Lara y con la Universidad Central de Venezuela -UCV- se ejecutó un proyecto de estimulación, dirigido a esos muchachos, que para ese entonces ya algunos eran artesanos y se fueron a Tintorero, estado Lara a aprender a tejer, a trabajar el barro, a elaborar artesanía utilitaria u ornamental en gres, en arcilla roja o carolina, adobes estabilizados, entre otros utensilios. El nombre de Carmen Virginia ha quedado grabado en la historia de San Andrés y del sector Carmelero y Limoncito como una Maestra que trascendió de las aulas para llevar un oficio a los jóvenes y sacarlos de las garras del ocio y de la perdición.

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Juan Colmenárez

Interpreta la música venezolana acompañado del cuatro, el arpa o las maracas Los pájaros, las palomas, un gallo de ropaje rojinegro y un conejo que salta junto

a

un

acure,

dan

la

bienvenida en su negocio, antes de conocer la historia de este hombre ejemplar: comerciante, músico, compositor y cantante yaritagüeño, que además enseña con paciencia a los niños, jóvenes y

adultos

las

notas

del

es

muy

pentagrama. Juan

Colmenárez

querido

por

los

niños

de

Yaritagua, a quienes abraza y brinda su mano amiga, hijo de Armando Colmenárez y Ana Teresa

de

Colmenárez,

unos

larenses, oriundos de Sanare que llegaron para quedarse. Su padre era cortero de caña y se vino a esta ciudad a trabajar en los campos, pero además era músico, tocaba el violín con magistral destreza, su mamá ama de casa, preocupada por su hogar y la disciplina de sus hijos.

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Juan estudió la educación primaria en la escuela de La Bandera y el bachillerato en la Escuela Técnica Carlos José Mujica, luego ingresó al Conservatorio de Música Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto en la Cátedra de Teoría y Solfeo. Este yaritagüeño amante de la música trabaja en su negocio, dedicado a la agropecuaria donde vende animalitos y medicina preventiva y curativa, además de ofrecer discos compactos de sus paisanos y cantantes de la canta criolla, entre otros intérpretes. Asimismo, muchas veces su negocio se convierte en escuela de canto o de cuatro. Músico por Convicción. Desde niño, Juan acompañaba a su padre en el cuatro desde que cumplió los nueve años y ha sido miembro de muchos grupos de donde sobresalen Los Hijos de Yaritagua y también en el conjunto de Ismael Mujica, entre otros. Ha compuesto más de 20 canciones dedicadas a la vida cotidiana, a lo social, a las cosas que le impacta, como humano que es. Le gusta hacerle arreglos a las canciones compuestas por otros autores, quienes ven en él un profesional de la música por lo que agarra su cuatro y comienza a charrasquear hasta llegar a la armonización de hermosas melodías, las cuales han sido publicadas en Youtube. Siempre ejecutaba un instrumento, pero no se atrevía a cantar, no obstante un día, hubo la necesidad de hacerlo en un espectáculo y un amigo le señaló que lo hacía muy bien y le aconsejó que se dedicara al canto, todo ello sin olvidar el instrumento y así comenzó una nueva historia como intérprete de música venezolana. Este artista del canto se considera músico autodidacta, de oído, puesto que desde muy pequeño tomaba prestado los instrumentos de su padre 71


cuando él se iba al campo a trabajar y comenzaba a sacar las notas que poco a poco fue aprendiendo hasta que sorprendió a sus padres con una destreza sin igual. Interpreta, el arpa, el cuatro y las maracas. Colmenarez ha tenido muchos discípulos que han trascendido y se han hecho famosos como María Emilia que desde niña canta en Venevisión, Daimar Atacho, cantante de música venezolana, Dayimar Crespo, Miguel Martínez, entre otros. Asimismo, ha acompañado a cantantes como el Hijo del Carrao, Manuel Núñez, entre otros. Ha recibido muchas condecoraciones y reconocimientos como El Mara de Oro, El Mantón de Oro, Jóvenes hacia el futuro, Botón al Mérito de la Alcaldía, entre muchos más. Sueños no logrados (Autor Juan Colmenárez) I Quiero un minuto de silencio Quiero que el tiempo se detenga Quiero llorar, ya no me importa Porque me duele la inconsciencia Somos hermanos no lo olvides No tengo la culpa Que tu vida esté privada de alegría Y sucumba en la agonía (Coro) Ya no podrán lograr sus sueños Todos aquellos que murieron Por bala traicionera 72


De delincuentes callejeros II No te importa ya la vida De tanta gente inocente Muchos hogares están de luto Y esto pasa mundialmente. Yo también tengo derecho A disfrutar de lo que tengo Que con sudor y sacrificio Me lo he ganado compañero (Coro) Ya no podrán lograr sus sueños Todos aquellos que murieron Asesinados por tu culpa Que Dios los tenga en el Cielo.

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INDICE Pequeña presentación

4

Dedicatoria

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Nicolás Melquíades Antillano

6

Emigdio Rafael Barragán

9

María Barreto

12

Iván Antonio Castillo

15

Pedro Alejandro Fernández

17

Simón Goyo

19

Yelitza González

21

Sony Miskiewicz

25

Tito Mendoza Lugo

28

José Calazán Uranga

31

David Marcelino Castell

35

Chebel Chebli

38

Carlos Pérez Acosta

40

José Antonio Suárez

43

Jonny Pompili

46

José Daniel Romero

48

Josefina Torres

50

Patricia Rodríguez

53 74


Versiรณn digital octubre 2018 Sistema de Editoriales Regionales Yaracuy - Venezuela

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Teresa M. Teixeira

56

Jesús Ordoñez

59

Carmen Virginia Rodríguez

64

Juan Colmenárez

67

76


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