100 años 100 historias

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“Este cerro sería un orgullo de Santiago y una gloria de Chile. Lo veo como una fuente inagotable de salud y un venero de riqueza para nuestra Capital.” Alberto Mackenna Subercaseaux Discurso pronunciado en 1916, en el cerro San Cristóbal, durante la toma simbólica de los Boys Scout de Chile.

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BIENVENIDOS A L PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O

Miro la foto aérea de Guy Wenborne en la portada de este libro (en todo su esplendor en páginas 14 y 15) y me parece que todo hubiese estado planificado, un inmenso parque en la mitad de la gran ciudad de Santiago. El fin de un cordón de la Cordillera de Los Andes que se deposita en la mancha gris. Una mano de la naturaleza en medio de la urbe, como si fuera una invitación a reconectarnos con el mundo natural. En efecto Santiago se convirtió en una de las ciudades más grandes y modernas de Latinoamérica, pero cultivó en su centro un Parque único en el mundo. Tal vez por eso algunas de nuestras comunidades originarias interpretaban su nombre originario, Tupahue, como “el lugar de Dios”. Pero no fue sencillo, este cerro a inicios del siglo XX era un lugar carente de vida, desforestado y erosionado por la intensiva extracción de piedras desde sus canteras, con las cuales por años se hicieron los adoquines de las calles de Santiago, el puente Cal y Canto y la mismísima casa de todos, el Palacio de La Moneda. En este Parque hay una historia de tremendo esfuerzo de muchos hombres y mujeres que le dieron vida a este cerro y, con ello, poco a poco lo fueron transformando en lo que hoy es: Uno de los principales atractivos de la ciudad y uno de los parques urbanos más grandes de mundo. Personas que se jugaron por una idea inspiradora, por ese “venero de riqueza para nuestra Capital” como lo señalaba el Intendente Alberto Mackenna hace más de un siglo. Personas que hicieron caminos a pala y picota y

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que pusieron cada una de las piedras del funicular, que regaron cada planta y pequeño árbol plantado; personas que permitieron convertir este lugar en un parque como ningún otro. Pero no sólo eso, somos un Servicio Público -sí, con mayúscula- que cuida y conserva una Red de 19 Parques Urbanos, casi 1.000 hectáreas de áreas verdes, y que hoy es el modelo de gestión para la administración de parques urbanos en todas las regiones del país. El desafío es grande e importante. ¿Y para qué? Para muchas cosas que sólo puedo sintetizar en felicidad para las personas. Ciertamente, nuestros servicios ecosistémicos “sanan” la ciudad de Santiago capturando material particulado, produciendo oxígeno, fijando el dióxido de carbono y revirtiendo el cambio climático. También somos guardianes de nuestra flora y de nuestra fauna; sin embargo, lo que está al centro de nuestra labor es en esencia el Ser Humano, nuestra plenitud, nuestro encuentro no sólo con el mundo natural sino que el encuentro con otros, y porque no, con nosotros mismos. Eso es lo que pienso cuando veo a las personas caminar por el bosque, a una familia recorriendo el Zoológico, una pareja mirando las flores de uno de nuestros jardines, a los niños aprendiendo en Bosque Santiago, o a cientos de personas haciendo baile entretenido. Esa es quizás la mayor gracia que tiene el Parque, una gran diversidad de personas haciendo una gran cantidad de actividades en un ambiente sano y en armonía. Pues si bien en sus comienzos las obras al interior del Parque resultaron ser accesibles sólo para una elite que podía subir hasta la cima en

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sus autos, ahora es un lugar de inclusión e integración social, porque en el Parque caben todos. Debe ser el lugar más inclusivo que tenemos los chilenos, donde confluyen personas de todas las comunas, de todas las regiones, de todos los niveles socioeconómicos y eso es tremendamente necesario en una ciudad y un país que aún sufre de grandes segregaciones. Este libro pretende ser un homenaje a todas esas mujeres y hombres que hicieron a lo largo de un siglo algo que parecía imposible: lograron consolidar el Parque más hermoso de la Región en un conjunto de cerros rocosos. Dejar un testimonio de lo que somos capaces de hacer los seres humanos cuando unimos nuestro propósito con nuestra inteligencia, pasión y perseverancia; un testimonio que da cuenta que podemos convivir en armonía con la Naturaleza y con otros. Con este libro queremos además dejar planteadas algunas preguntas: ¿Cómo queremos proyectar nuestras ciudades en los próximos 100 años?, ¿cómo queremos convivir en las ciudades que hemos creado? Estas preguntas nos desafían y motivan a seguir caminando en nuestra misión. Los invitamos a celebrar con nosotros lo que aquí se vive, lo comprometido de sus funcionarios, el espíritu de integración que experimentan quienes nos visitan. Celebrar juntos una historia llena de esfuerzo, coraje y compromiso, y continuar abriendo cada vez más espacios naturales, de esparcimiento, educación, cultura y entretención, sustentable y amigable con el medio ambiente, para todas y todos.

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Mauricio Fabry Otte Director Parque Metropolitano de Santiago.

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CENTENARIO D E U N PA R Q U E

hace 100 años, el cerro San Cristóbal lucía una superficie rocosa, con escasa vegetación y visibles huellas dejadas por la extracción de la piedra, principal actividad económica del lugar durante mucho tiempo; hoy es el parque más grande de América Latina y el cuarto en superficie del mundo. Fue Alberto Mackenna Subercaseaux, en julio de 1916, junto a un grupo de scouts quienes llegaron hasta la cumbre del cerro para proclamar que este lugar debía convertirse en un tesoro de salud para los habitantes de Santiago. Un sueño que antes había proyectado Benjamín Vicuña Mackenna y que finalmente se constituye en realidad el 28 de septiembre de 1917 cuando se promulga la ley que permite al Estado expropiar o comprar los terrenos para concretar este proyecto. Tenían mucha razón sus impulsores, este parque cambió la vida a los habitantes de Santiago. Hoy es el sitio más valorado de la capital y anualmente lo visitan 4,5 millones de personas, muchas de ellas extranjeras. Pero antes de llamarse San Cristóbal, este lugar era conocido como cerro Tupahue que en lengua quechua quiere decir centinela. Expresión que define muy bien esa particularidad única de mirador privilegiado de la cuenca de Santiago, inserto en la ciudad con 380 metros de altura. Un sitio que alberga un hábitat protegido, una reserva natural urbana y una infraestructura con valor histórico y patrimonial: ¿cuántos parques en el mundo pueden exhibir todas estas cualidades? El primer habitante del cerro San Cristóbal fue un observatorio astronómico instalado a principios del siglo pasado en una de sus cimas más altas. Luego, el 26 de abril de 1908 cien-

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tos de fieles visitan por primera vez el monumento de la Inmaculada Concepción de la Virgen María: un ícono religioso de más de 14 metros de altura traído desde Francia por iniciativa del Arzobispado de Santiago. En 1922 concluyen las obras de regadío claves para impulsar proyectos de forestación y en 1925 se inauguran dos obras monumentales: el Funicular de Santiago y el Jardín Zoológico. Tiempo más tarde será la apertura de la Casa de la Cultura Anáhuac y las piscinas Tupahue y Antilén. El 1 de abril de 1980 abre sus puertas el Teleférico de Santiago, en 2012 se inaugura el Parque Bicentenario de la Infancia y en 2016 se concreta un proyecto largamente anhelado: la creación del acceso Zapadores que conecta al Parque con la zona norte de la Región Metropolitana. Pero el impacto de lo que hace el Parque se extiende más allá de sus fronteras naturales. Durante décadas el Jardín Zoológico, Jardín Botánico Chagual y Bosque Santiago han sido protagonistas relevantes en la educación ambiental de miles de estudiantes que lo visitan anualmente, impulsando conductas respetuosas hacia la biodiversidad, la fauna silvestre y la adopción de estilos de vida más saludables. En su calidad de pulmón verde, cada año este parque en sus 737 hectáreas absorbe más de 43 mil toneladas de polvo en suspensión y produce 14 mil toneladas de CO2, haciendo una contribución muy importante al mejoramiento de la calidad del aire de la capitalpues concentra el 10% de las áreas verdes de Santiago. Hace 100 años, el Estado emprendía una iniciativa que marcaría para siempre los destinos de nuestra capital, este hito nos

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recuerda el valor que tiene el desarrollo urbano cuando prima la visión de largo plazo y el bien común. Es un acontecimiento que celebramos porque este parque tiene la virtud de reunir a habitantes provenientes de todos los estratos sociales y de distintas edades, nacionalidades y etnias, recordándonos que es posible construir una ciudad más equitativa, integrada y sustentable. Un espacio público que cumple con ese anhelo de inclusión que Chile persigue con tanto afán. 100 Años 100 Historias refleja muy bien los hitos y cualidades de este cerro, el modo en que han emergido, plazas, terrazas, jardines, miradores y el impacto que ha tenido en la cuenca de Santiago. Incorpora testimonios de usuarios y menciona con justicia a sus precursores. También destaca el compromiso de tantas personas que han contribuido a su mantención y crecimiento, son trabajadores que se han enamorado de este sitio mientras lo cuidan asegurando con ello que otras generaciones puedan seguir disfrutándolo. en su centenario, el resultado tangible más importante del Parque Metropolitano de Santiago es el afecto que los chilenos y chilenas sienten por él, las historias que permanecen en la memoria colectiva de tantas familias que han encontrado aquí momentos de felicidad y bienestar. Subiendo por el funicular, apreciando la ciudad desde las alturas del teleférico, caminando entre árboles nativoso paseando en bicicleta, sus visitantes sin distinción alguna, podrán seguir disfrutando de este brazo verde que nace en la cordillera y se interna con generosidad en el territorio capitalino. Cien años de un parque que cada día se abre con mayor convicción de ser el corazón de Santiago.

Paulina Saball Astaburuaga Ministra de Vivienda y Urbanismo

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EL PA R Q U E DE TODOS

Michelle Bachelet Presidenta de la República

El Parque Metropolitano de Santiago cumple 100 años, y con él se acumulan los recuerdos de varias generaciones de chilenos y chilenas y, más importante aún, el uso cotidiano de miles de personas, mujeres, hombres, niños y jóvenes que disfrutan y valoran las instalaciones del parque urbano más grande de América Latina. No quisiera repetir lo que dicen en estas páginas, con gran propiedad, la ministra Paulina Saball y el director del parque, Mauricio Fabry, pero sí creo importante destacar que el Parque Metropolitano, emplazado en el cerro que nuestros antepasados llamaron Tupahue, es efectivamente único en su tipo. No sólo se trata del cuarto parque urbano más grande del mundo, sino que fue rescatado de la erosión y el abandono por quienes, en el Centenario de la República, entendieron que ese cordón montañoso debía estar al servicio de la comunidad, y no de unos pocos privados que explotaban sus canteras, tal como antes habían

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exterminado los espinos que cubrían sus laderas para hacerlos leña y carbón. Salvado de la erosión, el cerro que hoy conocemos como San Cristóbal se ha transformado en un hito urbano tan relevante como el Huelén, que dejó de ser un peñón desolado por iniciativa del intendente Vicuña Mackenna. La visión que permitió transformar el cerro –y con él, toda la ciudad de Santiago– se conecta con la que hoy, cien años después, impulsa la creación de 34 parques urbanos (más de 280 hectáreas) a lo largo de todo Chile, para que las futuras generaciones puedan disfrutar de espacios tan ricos, diversos y valiosos como el Parque Metropolitano de Santiago. En esta ciudad en la que salvo muy contadas excepciones vivimos un poco de espaldas a las montañas que nos rodean, el Parque Metropolitano de Santiago es una avanzada de la Cordillera de Los Andes, que nos recuerda siempre que nuestro destino es el mar y las cimas nevadas. Y así seguirá siendo por otros cien años, y muchos más.

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100 HISTORIAS Quienes conocen el Parque Metropolitano de Santiago saben de sus senderos, sus caminos, sus piscinas, sus bosques y sus vistas. En esta ocasión, los visitantes y los lectores están a punto de iniciar un singular recorrido a través de los incansables 100 años de vida de los seis cerros más emblemáticos de Santiago: San Cristóbal, Chacarillas, La Pirámide, Los Gemelos, El Carbón y Polanco. Este libro es una invitación a asomarse a su historia en 100 imágenes cuidadosamente elegidas que evocan los hitos, las obras, las transformaciones, la naturaleza y, sobre todo, su conexión cada vez más íntima con los ciudadanos, quienes son los auténticos creadores de este noble y verde parque, tanto hoy como hace un siglo.

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1. U N PARQU E Ú NI C O EN EL MU ND O Es el cuarto parque urbano más grande del mundo y uno de los pocos construido sobre un cordón montañoso, que empieza en la Cordillera de Los Andes y penetra hacia el valle central, lo que lo vuelve original por ser -precisamenteun cerro. De los 26 cerros islas que hay en Santiago, posee la segunda cima más alta: el Cerro El Carbón y sus 1.365 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.). Si en los inicios de esta historia el cerro estaba en los extramuros de Santiago, hoy es un parque central que se eleva 879 m.s.n.m. y desde cuya cumbre se puede admirar la ciudad desde todos sus ángulos. “Hay que seguir conquistando los cerros. Mientras más focos de encuentro y recreación existan, más gente va a disfrutar de ellos”, dice el arquitecto Carlos Martner García, quien participó en gran parte de las obras que se realizaron en el Parque entre los 60 y los 70.

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2. EL CERRO ANTES DEL PARQUE Antes de la conquista española, se especula, el cerro San Cristóbal era llamado Tupahue –tupa, en quechua, significa cima, y hue, en mapudungún, lugar. También hay quienes le adjudican el significado “lugar de Dios” o "centinela", del quechua. Estaba repleto de vegetación, especialmente espinos, que fueron talados para ser usados como combustible hasta dejar el cerro completamente eriazo y con sus canteras al descubierto. El conquistador español Pedro de Valdivia llegó al valle central, acampó a los pies del cerro y subió a la cumbre acompañado de un cacique mapuche para imaginarse cómo sería Santiago del Nuevo Extremo, la ciudad fundada por él. Desde entonces los españoles empezaron a llamar San Cristóbal a este emblemático hito geográfico que marcaba el límite de la ciudad.

{Vista aérea,1964.} PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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3. AL B E RT O MAC KENNA S U B E R C AS E AUX

En el siglo XIX, los cerros del actual Parque Metropolitano quedaban fuera de los límites de la ciudad y eran una suma de canteras y descampados que se veían desde la mayoría de las esquinas del centro de Santiago. Los faldeos eran terrenos que pertenecían a los frailes dominicos, quienes tenían viñedos, almendrales, alfalfares y dos molinos; a las Monjas Teresianas, y a particulares como Ricardo Matte, Salvador Izquierdo, Amadeo Heiremans, Luis Martínez o José Albónico, a quienes se les pagó entre 5.856 y 9.280 pesos de la época. En el Centenario de la Independencia el periodista y parlamentario Alberto Mackenna Subercaseaux se convirtió en el gran impulsor de esta modernizadora idea. En 1915, junto a un grupo de intelectuales y senadores de la época, como Ismael Valdés Vergara y Pedro Bannen, señaló la necesidad de transformar Santiago, con un plan urbanístico integral. Mackenna intuía que en un futuro próximo el cerro quedaría en medio de la ciudad y presionó públicamente con insólitas campañas ciudadanas para convertirlo en un gigantesco parque para los santiaguinos. Creó una comisión para este propósito, convenció a los propietarios de los terrenos que se extendían desde el Bosque Santiago de donar o vender las hectáreas, sumó a El Mercurio y a la revista Zig Zag en su cruzada, organizó marchas y tomas simbólicas del cerro para generar conciencia y enfrentó, sin amedrentarse, a las autoridades reacias al proyecto. Y lo consiguió. En 1921, Mackenna Subercaseaux asumió como intendente de Santiago y con los terrenos del nuevo parque ya en manos del Estado realizó una cuidadosa y creativa planificación para construir caminos, miradores y hasta un funicular. Se propuso conservar la flora nativa del cerro, aunque también plantó árboles de follajes coloridos y rápido crecimiento, como acacias, aromos y coníferas, para cautivar a los santiaguinos.

{Sentado al centro, de corbata humita, el visionario Alberto Mackenna Subercaseaux.}

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4. LA S A NTIGUAS C ANT ERAS

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Antes que existiera el Parque, las áridas laderas del cerro San Cristóbal eran canteras de donde se extraían durísimos trozos de piedra que sirvieron para la construcción de los escalones enlosados y las pilas de La Moneda en 1788, para pavimentar algunas calles de Santiago en 1873 de acuerdo al plan de urbanístico del intendente Benjamín Vicuña Mackenna y para construir la canalización del río Mapocho en 1888. Se trabajaba con fiereza, se usaba infatigablemente dinamita y pólvora para desprender, agrietar y partir las rocas. La faena continuaba a punta de chuzo y picota para dar forma a los cantos que irían a lomo de mula y carretones cerro abajo, en un oficio que se heredaba de padres a hijos desde la Colonia. En 1915, las laderas del sector sur poniente, frente a la calle Purísima, comenzaron a derrumbarse por la ininterrumpida explotación, generando alarma entre autoridades y vecinos. Una ordenanza municipal paralizó los trabajos y fue el puntapié inicial para que Alberto Mackenna Subercaseaux, senador y presidente de los Boys Scout en Chile, ejecutara su visionaria idea: transformar los secos y pedregosos cerros en un verde parque metropolitano. Dos canteras siguieron en funcionamiento, una emplazada frente al actual hotel Sheraton y otra a la altura del edificio de TVN, hasta que en 1978 cesó para siempre la actividad. Todavía se distingue a simple vista la erosión ocasionada por la extracción de piedras que sirvieron, además, para construir miradores y numerosas obras del Parque, como el Torreón Victoria, las estaciones del funicular, la Casa de la Cultura Anáhuac, muros de contención y las piscinas Tupahue y Antilén, entre 1925 y 1976. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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5. IV E S RODRÍ GUEZ M ENA, E L Ú LTI M O CANTERO

Para desprender una roca en la cantera ubicada frente a avenida Santa María, Ives Rodríguez, junto a un equipo de 14 obreros, tenía que trabajar durante varios días. Desde que en los años 70 se prohibió el uso de dinamita y pólvora, la faena pasó a ser artesanal, con herramientas fabricadas por los propios trabajadores. Los más jóvenes de la cuadrilla subían a lo alto de la cantera, enterraban decenas de pinchones de cuatro centímetros en la roca, la amarraban con una piola y, desde los extremos, la golpeaban para removerla y despegarla del cerro con chuzos. Después los canteros se descolgaban por el cable y con los talones deprendían el material, que rodaba hasta abajo. Allí, los demás obreros cortaban la roca siguiendo las hebras de la piedra, hasta conseguir la forma y el tamaño solicitados por los ingenieros. Con estos bolones se construyeron obras como las dos piscinas del Parque y la plaza Gabriela Mistral y además se fabricaron adoquines y mobiliario para los cerros del Parque. Ives Rodríguez aprendió el oficio de su abuelo, de su padre y de su hermano mayor, quienes le transmitieron su amor por él. “Las piedras tienen una energía única, pero hay que tener cuidado. Lo primero que enseñan los viejos es a respetarlas, porque en cualquier momento se puede producir un derrumbe. La clave es nunca darles la espalda”, relata. Era el más joven del grupo y fue el último en jubilarse, en 2013, después de ser cantero durante cinco décadas. Los ojos le brillan cuando recuerda a sus compañeros de trabajo: “Nos criamos juntos, éramos una familia. Me dio mucha pena cuando me retiré”, afirma.

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6. L A V IRGEN DEL CERRO

Desde la llegada misma de los españoles, la cumbre del cerro San Cristóbal ha sido un hito de peregrinación y religiosidad en Santiago. Antaño, una enorme cruz de madera la coronaba, pero en 1647 un terremoto la derribó. Tres siglos después, el sacerdote Alejo Infante propuso al arzobispo de Santiago, en ese tiempo Mariano Casanova, erigir en la cima un santuario dedicado a la Virgen que celebrara los cincuenta años de la Declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción de María Santísima. Como no se contaba en Chile con una réplica de dicha imagen religiosa para inspirar a escultores nacionales, se eligió como modelo una escultura del siglo XVIII de Giuseppe Obici, que se encuentra sobre una columna de la Plaza España, en Roma. Su fundición fue encargada a la compañía francesa Val d´Osne, mientras en Chile se construía una estructura de piedra canteada sobre la cual sería posada. Una vez que la colosal imagen llegó al país, comenzó la odisea de llevarla a la cima por el único y angosto sendero que existía en el cerro. Para que las carretas tiradas por bueyes pudieran trasladar su cargamento se tuvo que abrir un camino más ancho y se construyeron dos puentes de concreto armado sobre los canales. El terreno donde se emplazó fue donado por las congregaciones de la Recoleta Dominica y las Hermanas Carmelitas de Santa Teresa al Arzobispado de Santiago y, por fin, en abril de 1908, se inauguró con una gran fiesta pascual. La Virgen es hasta hoy un símbolo de religiosidad y devoción popular para chilenos y extranjeros, y un hito insoslayable de la capital.

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7. L A V I S I TA D E L PAPA JU A N PABLO I I En cuanto se supo que el Papa Juan Pablo II en su visita a Chile subiría el cerro San Cristóbal, el sacerdote Miguel Ortega, rector del Santuario de la Inmaculada Concepción, comenzó los preparativos: se limpió y se pintó la imagen de la Virgen, se modernizó la iluminación, se instalaron asientos nuevos y se acicalaron los caminos de acceso. El 1 de abril de 1987 se desplegó el mayor operativo policial conocido hasta la fecha para que el Papa llegara a la cumbre en un funicular ferozmente custodiado. Una vez allí, celebró una misa y depositó en la capilla, a los pies de la Virgen, un enorme Evangelio de San Lucas manuscrito por un calígrafo chileno, que hoy se exhibe en una vitrina en la cúpula que sostiene la estatua. Al finalizar el encuentro católico, desde distintos puntos de la capital se lanzaron fuegos artificiales que iluminaron la noche.

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8. ¡L OS S C O U T S SE TOM AN EL CERRO!

Frente al acceso principal del jardín Mapulemu, y adornada con pañolines e insignias, existe una estatua de bronce en homenaje a los Boys Scouts de Chile, que recuerda un poco conocido episodio fundacional de la historia del Parque Metropolitano de Santiago: insólitamente, en 1917 unos 300 scouts, avivados por el parlamentario Alberto Mackenna Subercaseaux –quien también era el presidente de la agrupación en Chile– se tomaron simbólicamente el San Cristóbal para obligar a los santiaguinos a mirar hacia el cerro pelado e imaginarlo convertido en un frondoso parque metropolitano. Junto a 300 conscriptos del Regimiento Tacna, ataviados con sus uniformes, treparon hasta lo que hoy es el sector Mapulemu, izaron la bandera nacional como signo de conquista y Mackenna Subercaseaux discurseó con emoción, según recogió la prensa: “Boys Scouts de Santiago, vosotros sois las primeras avanzadas que envía la ciudad a estas alturas para conquistarlas en nombre de la salud y la belleza. Vuestra iniciativa no será estéril. La semilla que desparramáis en esta tierra no tardará en dar sus frutos. Tras de vuestros pasos vendrán otros a darle forma práctica a vuestras aspiraciones. Lo que los niños han soñado los hombres han de realizar. Los débiles árboles que hoy plantáis en este pintoresco sitio no morirán: ellos formarán el bosque robusto que os brindará más tarde su fresca sombra y solaz. ” Un mes después, 25 diputados presentaron un proyecto de ley que daba luz verde al Presidente de la República para expropiar el cerro San Cristóbal y destinarlo a embellecer Santiago.

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La Ley 3.295 publicada en el Diario Oficial Nº 11.882 del 28 de septiembre de 1917: Art. 1. Se autoriza al Presidente de la República, por el plazo de dos años, para aceptar las donaciones, para comprar o expropiar los terrenos que se extienden desde el Bosque Santiago hasta el Cerro San Cristóbal inclusive.

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9. L A C AMPA ÑA PARA TRANSFORM AR E L C E RRO EN UN PARQUE

Antes de la ley de expropiación y compra de terrenos que permitió al Estado, en 1917, habilitar el cerro San Cristóbal para uso público, su impulsor Alberto Mackenna organizó funciones teatrales, pronunció elocuentes charlas para entusiasmar a la ciudadanía sobre el valor de reconvertir el cerro y publicó artículos y libelos en El Mercurio, donde argüía todo tipo de razones para convencer a quienes se oponían a sus ideas transformistas. Entre las acciones más emblemáticas se cuenta la Fiesta del Árbol, en donde brigadas scouts, ciudadanos y autoridades plantaron plátanos orientales en la avenida Santa María, a los pies del cerro, y la solemne ceremonia que Mackenna organizó en el salón de honor de la Universidad de Chile, donde discurseó con inspiración: “Ninguna ciudad que yo conozca tiene a sus puertas una montaña como el San Cristóbal. Roma se enorgullece del Pincio, Barcelona del Tibidabo, Río de Janeiro del Corcovado (...), y nosotros, poseedores de la más hermosa altura del mundo, la conservamos frente a nuestra vista como un lunar que nos avergüenza, en vez de causarnos orgullo”. Su inagotable agitación pública terminó por convencer a reacios y detractores y Mackenna conquistó el cerro San Cristóbal para los santiaguinos.

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SEIS CERROS EN UNO El Parque es un brazo montañoso que brota de la Cordillera de Los Andes y se inserta en Santiago con seis cumbres a distintas alturas, situadas entre los 773 y 1.365 metros sobre el nivel del mar: La Pirámide, San Cristóbal, Los Gemelos, Chacarillas, Polanco y El Carbón. El vecino Cerro Blanco es uno de los 19 parques urbanos que administra el Parque Metropolitano. 100AÑOS100HISTORIAS


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10. O BS ERVAT OR IO E L S ALT O Julio Bustos Navarrete estaba en cuarto año de humanidades cuando creó un sencillo observatorio a partir de instrumentos metereológicos portátiles, en 1919. Diez años después obtuvo autorización para crear un centro de investigación astronómica en la torre principal del Torreón Victoria, en el sector Tupahue. Ahí instaló la cúpula de un telescopio ecuatorial Mailhat y en las terrazas construyó pabellones metereológicos con instrumentos automáticos para registrar temperatura, humedad, vientos, lluvia, evaporación y estado general del tiempo. En el segundo piso, alrededor de la escalera central, dispuso registradores de tempestades y temporales. Toda la información climática que obtenía se publicaba en El Mercurio, La Nación, Ilustrado, El Imparcial y Los Tiempos y era recibida con expectación por agricultores. No hay mayor documentación del fin del observatorio, pero se sabe que hasta 1934 seguía en funciones.

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11. TORREÓN VI CTORI A Desde que se inauguró en 1925, el Torreón Victoria ha tenido variados usos, acaso el más llamativo fue el de bar “lácteo”, durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. A través de un curioso organismo, llamado Institución de Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres, el Torreón fue un espacio de distracción y esparcimiento donde sólo se expendían bebidas sin alcohol, para alejar a los trabajadores de vicios y así dignificar su condición. No duró mucho como tal. Antes, en los años 30, había albergado un observatorio metereológico; después, en 1950, fue fuente de soda y local de venta de artesanías. Ubicado en el sector Tupahue, y bellamente rodeado de palmeras chilenas y araucarias, fue bautizado “Victoria” en honor a la esposa del intendente Alberto Mackenna Subercaseaux. Fue construido con piedras sacadas de las canteras del cerro y su interior tiene una curiosa forma octagonal. Los terremotos de 1985 y 2010 destruyeron la torre y azotea y gran parte de la estructura principal. En 2012 fue remodelado y habilitado como centro de eventos.

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12. A R OMO S, P INOS Y E UCALI PTOS: L A P R IME R A F O R ESTACI ÓN

A los impulsores del Parque Metropolitano, en los albores del siglo XX, los santiaguinos deben este cordón montañoso tapizado de árboles y plantas que oxigenan la capital. Los primeros fondos que destinó el gobierno al Parque, en 1918, fueron destinados a construir un canal, acequias y tuberías para distribuir el agua, a sabiendas que sería fundamental para mantener el verdor que soñaban. En 1921, decreto oficial mediante, se plantaron los primeros 400 aromos en la ladera sur, hacia la calle Dominica, en terrenos agrestes, erosionados y pedregosos. A ellos se sumaron eucaliptos y coníferas varias, todos árboles exóticos de rápido crecimiento, para enverdecer los cerros en poco tiempo. Para 1922 ya había 30.000 ejemplares plantados en varios sectores del Parque y varios miles más se cultivaban en el Bosque Santiago, para continuar los programas de arborización que transformaron laderas y cumbres peladas en un frondoso bosque en medio de la ciudad.

{Zona de la primera forestación, en el sector de la actual Plaza México.}

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13. E L H I S T Ó R IC O F U N IC U L A R En 1925, cuando se inauguró el funicular, el pasaje para abordarlo era caro en relación con los salarios de la época. Aun así, nadie quería perderse la oportunidad de elevarse 500 metros por encima del plano para tener la mejor vista de Santiago. El viaje desde Pío Nono hasta la cumbre duraba quince minutos y costaba un peso en primera clase –con asientos bajo techo– y sesenta centavos en segunda, donde los pasajeros iban al aire libre y de pie. Los carros tenían capacidad para 50 personas y fueron importados desde Milán por el ingeniero y diseñador Ernesto Bozo Pezza, quien en 1923 se adjudicó el proyecto. La estación de embarque, en Pío Nono, fue encargada al arquitecto Luciano Kulczewski, quien construyó un castillo de piedra con dos torres de estilo medieval. Antes de abrirse al público, el ingeniero Jorge Alessandri Rodríguez, quien llegaría a ser Presidente de la República, realizó las pruebas de seguridad para medir la resistencia de los fierros.

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14. EL FUNI CULAR, PATRI M ONI O VI VO Desde 2000 es Monumento Histórico por ser un ícono en la memoria colectiva de los santiaguinos. Tiene un complejo sistema de rieles con cables, una sala de máquinas en la estación Cumbre y dos carros metálicos de color verde, sin asientos, en funcionamiento desde 1925. Las ascensiones, en un recorrido inclinado de 500 metros desde la estación Pío Nono hasta la cumbre del cerro San Cristóbal, con una parada en el Zoológico, son cada quince minutos.

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15. MI RA DOR H UN DIMIENTO El Parque Metropolitano es, en sí mismo, un gigantesco mirador que ofrece balcones naturales por doquier para observar, a 800 metros de altura sobre el nivel del mar, la cuenca santiaguina, muchas veces velada por la bruma de la contaminación del aire o la nubosidad. Sin embargo, después de la lluvia, cuando el cielo está esplendoroso, subir el cerro y contemplar Santiago es un deleite visual. Existe una decena de miradores, pero uno de los más frecuentados es Hundimiento, a pocos metros de la cumbre, parada obligada de los ciclistas que pedalean desde el acceso Pedro de Valdivia. Su ubicación hacia el oriente permite apreciar todo el cordón montañoso del Parque, la Cordillera de Los Andes, el río Mapocho, Providencia y Vitacura y una extensa alfombra de edificios de variadísimos tamaños y formas.

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Plaza Centenario {2016}

CONSTRUCCIONES E M B L E M ÁT I C A S Roof Garden {1920} Parque Bicentenario de la Infancia {2012}

Casino Cumbre {1921}

Multicancha Aurora de Chile {2015}

Observatorio Foster {1903}

Balneario Tupahue {1966}

Salón Tudor {1925} Funicular {1925}

Castillo acceso funicular {1925}

Zoológico {1925}

Casa de la Cultura Anáhuac {1966} Casa de las Arañas {1924}

Plaza México {1966}

Plaza de Juegos Gabriela Mistral {1968}


Torreón Victoria {1925} Embalse Las Torres {2010}

Restaurante Vista Santiago {1971}

Teleférico {1980}

Piscina Antilén {1976}

Anfiteatro Mirador Pablo Neruda {2010}

Antes que el Parque fuera parque, su cumbre estaba coronada por una Virgen y sólo funcionaba un observatorio. Tras su inauguración en 1917, comenzaron las obras para vestirlo como espacio público y atraer visitantes. El funicular y sus estaciones, el Torreón Victoria, los restaurantes y el Zoológico Nacional fueron parte de la primera fase de construcción. A partir de los años 60, se hicieron los jardines como el Mapulemu, las dos piscinas, la Casa de la Cultura Anáhuac y el teleférico. Hoy el Parque está en un tercer impulso constructivo, desarrollando obras que apuntan a mejorar la experiencia del usuario, mantener las instalaciones existentes y conservar su herencia patrimonial.


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16. CERRO EL CA RBÓN Desde el enorme peñasco de la cumbre del cerro El Carbón, a 1.365 metros sobre el nivel del mar, la vista de Santiago en 360º es sobrecogedora: de frente, el cerro Manquehue; en una mano, la Cordillera de Los Andes, y en la otra, el cordón montañoso que culmina en el cerro Renca. Se accede por el Bosque Santiago, cuyos guardabosques conocen la ruta y orientan a los excursionistas. La ascensión es de mediana dificultad a través de un sendero marcado. Dura unas dos horas y tiene dos miradores habilitados como zonas de descanso. En el camino se ve vegetación nativa como guayacanes, que florecen en invierno; espinos, tevos, boyenes, quillayes y litres, y un bosquete de antiguos peumos. El Carbón es el cerro del Parque con mayor profusión de flora nativa. Se conserva intacto, sobre todo en los sectores más altos, que hasta el momento no han sido afectados por los incendios forestales que han habido en sus faldas.

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17. EL A N T I G U O T E L E F É R IC O Hace 30 años tomar el teleférico desde la estación Oasis, en Pedro de Valdivia Norte, hasta la estación Tupahue o Cumbre, era un panorama familiar, un lugar de encuentro para los enamorados y un hito turístico imperdible. Las 94 cabinas –o huevitos de colores, como les decían los capitalinos– iban suspendidas de un poderoso cable sostenido por doce torres de acero, que fueron empotradas con mucha dificultad picando la roca volcánica viva en las profundidades del cerro. Los “huevitos” avanzaban a una velocidad promedio de 14,4 kilómetros por hora, casi rozando las copas de los árboles, y demoraban una veintena de minutos en hacer el recorrido completo de 4.800 metros. Cabían cuatro personas y, mientras estuvieron operativos, trasladaron, en promedio, a un millón de personas al año.

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18. T E LEFÉRI CO 2016

En 2008 el teleférico comenzó a presentar recurrentes fallas y en diciembre, debido a la rotura de una polea, dejó a 20 personas atrapadas en las alturas durante una hora. Tras el accidente no volvió a funcionar. Recién en 2014, a través de una licitación, se adjudicó el proyecto de reimplementación al Consorcio Teleférico Parque Metropolitano, compuesto por tres compañías especializadas. Sus 46 cabinas –pintadas de verde, rojo y azul tras una votación popular en línea y diseñadas para seis personas cada una– transportan por los cerros a mil pasajeros por hora, son de acceso universal y cuentan con un sistema para transportar bicicletas.

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19. C ASI NO CUM BRE

Construido en una de las antiguas canteras, cerca de la actual Plaza México, y diseñado por el arquitecto Luciano Kulczewski, el Casino Cumbre comenzó a funcionar en 1921 como un quiosco. Pronto fue transformado en un cotizado restaurante de estilo rústico, con terminaciones de madera a la vista, columnas de piedra, asientos de coligüe con amarras vegetales y techo de totora. Se volvió famoso por su terraza de soberbia vista panorámica hacia Santiago. Muy cerquita del cielo era el lema con el que se publicitaba en las radios y en su primer año de funcionamiento fueron contabilizados más de tres mil autos al mes en sus estacionamientos. En la década del 30 pasó a ser el lugar de encuentro de la alcurnia capitalina, allí se bailaba con una orquesta en vivo toda la noche, hasta que se encendían las primeras luces del amanecer. Pertenecía a una adinerada familia de apellido Videla, hasta que en 1980 fue demolido tras un incendio. Hoy sólo quedan vestigios de su existencia: unos escaños y las baldosas en damero de lo que fue su concurrida pista de baile.

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{Revista En Viaje, Nยบ 110 diciembre 1942.}

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20. R ESTAURANTES

Fiel al predicamento de su impulsor, el intendente Alberto Mackenna Subercaseaux, de disponer hitos atractivos por todo el Parque para cautivar al público, han existido siete restaurantes en distintos sectores. El Casino Cumbre, que tenía una rústica fachada adornada con maceteros con flores, funcionó como restaurante en los años 20 y 30; su edificio fue demolido en 1980. El Roof Garden, famoso por sus cenas bailables, se apagó en 1929, y el Salón Tudor, que en 1925, y por muy poco tiempo, ofreció servicio de té. Cuando se inauguró en 1971, la Enoteca fue un hit, porque se podía tomar una copa de vino o una cerveza con una vista panorámica de Santiago. Hoy, con una infraestructura renovada y nuevo concesionario, se llama Vista Santiago y es un restaurante y centro de eventos. Camino Real estaba situado dentro de la misma Enoteca y ofreció entre 1975 y 2013 una carta de gastronomía internacional. Se volvió un ícono ochentero desde que la artista Grace Jones destruyó las hojas de una enredadera de la escenografía mientras cantaba cuando el restaurante era set de grabación del programa de Canal 7 Vamos a Ver. El Divertimento, en las faldas del cerro, por la entrada de Pedro de Valdivia Norte, fue creado por Bruno Sacco en 1991. Lo enfocó en cocina chilena cuando se percató, a partir de un concurso de platos tradicionales entre dueñas de casa, de la variedad de recetas y de la poca oferta de restaurantes con esa propuesta culinaria. Hoy sigue en funcionamiento y atiende en horarios de almuerzo y cena. Otro emblemático e histórico restorán del Parque, que funcionó hasta mediados de los 90, fue Los Faisanes, llamado así porque tenía ejemplares de esta ave en su patio. Se ubicaba en La Pirámide y durante años fue un lugar de encuentro y de fiestas de la clase alta capitalina.

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21. E L AMOR DE KULCZEWSKI P O R E L SAN CRI STÓBAL

Célebre por las gárgolas que adornan sus edificios eclécticos y fantasiosos repartidos en Santiago, el arquitecto Luciano Kulczewski siempre se apartó del estilo que dominaba en su época y mezcló lo neogótico con el Art Nouveau y el modernismo, y más de alguna influencia barroca. Su libertario aporte arquitectónico se puede ver en las numerosas obras que realizó dentro del Parque Metropolitano, usando rocas y piedras del cerro, con un inconfundible tono medieval: el Casino Cumbre (1921), la Casa de las Arañas (1924), la estación base del funicular en Pío Nono (1925), el Salón Tudor (1925) y el Roof Garden (1926). A Kulczewski siempre le interesó la arquitectura funcional a las clases obreras y al ciudadano común y corriente. Creía que el éxito de un arquitecto radicaba en entregar felicidad a los demás. “Los domingos, cuando ando por ahí y veo en las tardes miles y miles de obreros y de gente que viene bajando del cerro, donde han pasado el día, es una de las grandes satisfacciones que tengo, posiblemente más que cualquier otra satisfacción producida por una situación de orden estético”, señaló en una ocasión. Murió en 1972 y sus hijos dispersaron las cenizas de su cuerpo en el cementerio parisino Père Lachaise y en el cerro San Cristóbal.

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22. R OOF GAR D E N Lo primero que el visitante veía en la entrada del elegante salón Roof Garden, a un costado de la estación Cumbre del funicular, era un vitraux con la imagen de un pavo real. A continuación, al centro de un torreón de columnas y pérgolas romanas, había una fuente de agua con luces de colores. Desde el comedor, los comensales salían al jardín y llegaban al belvedere, una torre desde donde se podía observar la sorprendente arquitectura del Roof Garden y la Cordillera de Los Andes. Fue construido por Luciano Kulczewski con el propósito de atraer a más personas a la cumbre del cerro, una vez terminado el funicular. A su inauguración en 1926 asistió el Presidente de la República Emiliano Figueroa y altas autoridades de la época, y hubo música en vivo de la banda de jazz Los Negros Cubanos, que continuó haciendo bailar a los santiaguinos de clase alta –quienes podían subir en auto– durante todos los locos años 20. En 1929, debido a problemas económicos, dejó de funcionar y en 1931 se ordenó su demolición.

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Querido Ramoncito: este es el famoso Roof Garden, cabaret lujosĂ­simo, que ha hecho cacarear a algunas beatas por estar a los pies de la Virgen. Va gente de lo mejor, se baila y hay variedades, pero nada inmoral. TĂş podrĂ­as conseguir ante el Vaticano que la Virgen vuelva la "testa" para el otro lado y se haga la lesa. Te abraza tu madre Elisa J. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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23. E L Z O OLÓGI CO NACI ONAL

Poco antes de la Navidad de 1925, de un ferrocarril en la Estación Mapocho se bajaron más de setenta animales donados por los zoológicos de Mendoza y Buenos Aires, ante el estupor del público que se amontonaba para observar un cebú de la India, un toro ñato argentino, una vaquilla ñata, dos boas, un guanaco, guacamayos rojos de Brasil, dos jabalíes del Cáucaso, unos monos pequeños, una vicuña, un papión, llamas y un camello con el pelaje a medio esquilar por una desgracia ocurrida en el trayecto: en una parada del tren en Los Andes, el animal fue atacado a tijeretazos por unas mujeres que creían que los pelos de camello curaban el dolor de muelas. En los años 30 el Zoológico fue uno de los lugares más atractivos de Santiago, con una colección de 371 mamíferos, 1.514 aves, 29 reptiles, 17 batracios y 20 peces que asombraban a los visitantes. Varios de los animales allí exhibidos han dejado huella en la historia del Parque y hasta hoy son recordados, como el tigre Ali Khan, que vivió 25 años y fue disecado para la colección del Museo Nacional de Historia Natural, donde continúa en exhibición; la loba de mar Chepa, que se paseaba por los senderos del Zoológico y era muy amistosa con los niños, o una cacatúa blanca, que venía del jardín zootécnico de la Quinta Normal y que llegó a vivir más de noventa años. Carlos Reed, su primer director, fue un entomólogo y profesor que impulsó la idea de que el Zoológico debía ser un instituto de investigación y un laboratorio de conservación, al estilo de los modelos europeos. Las expectativas eran tan altas en la ciudad que los primeros días de su inauguración llegaron 20.000 curiosos. La entrada costaba 1 peso.

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24. INOLVI DABLE ELEFANTA FRESI A

Cuando Fresia llegó a Chile en 1941, traída en barco de Río de Janeiro, su fotografía salió en todos los diarios: la expectación era tan grande como su voluminoso cuerpo. No hay registros de que otros elefantes hayan pisado suelo chileno antes de ella. Durante 50 años fue la estrella del Zoológico Nacional: era amistosa y juguetona –recuerdan sus cuidadores–, y agarraba con destreza el maní con cáscara y las manzanas confitadas que le tendían los visitantes, cuando eso todavía era posible. Los niños chillaban cuando sentían que su trompa tibia les rozaba la palma de las manos y se asombraban cuando notaban que tenía pestañas. Pronto se convirtió en un noble ícono infantil que inspiró una ochentera canción del grupo Mazapán. Murió el 17 de mayo de 1991 por una artrosis degenerativa que le provocó un edema pulmonar. Centenares de santiaguinos peregrinaron hasta su jaula vacía y le dejaron flores, dibujos, regalos y coronas de caridad de recuerdo. Sus restos yacen en el Bosque Santiago junto a otros animales del Zoológico.

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25. R AÚ L GALI NDO CÁDI Z, E L C U ID ADOR DE ANI M ALES

Por sus cuidados pasaron varias generaciones de chimpancés y más de 20 jirafas. Raúl Galindo jubiló en 2013, después de 50 años de servicio y de transformarse en el cuidador más antiguo del Zoológico y el más afín a traspasar sus conocimientos a veterinarios y alumnos en práctica. Galindo recuerda que antes los recintos eran chicos y los caminos interiores eran de tierra. Trabajaba de lunes a domingo, con las tardes de los sábado y un fin de semana al mes de descanso. “Mis hijos me reprochaban que yo quería más a los animales que a ellos. Lo cierto es que llegaba temprano al trabajo, les daba desayuno y almuerzo a los animales, y a mi casa llegaba de noche”, dice. Para Raúl cuidar a los animales es una responsabilidad muy grande que intenta no delegar, principalmente porque estos le han traído a su vida alegrías únicas, como ver nacer crías de jirafas y aprender a comunicarse con los chimpancés.

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26. O B S ERVAT O R IO F O ST E R Declarado Monumento Nacional en 2010, el Observatorio Manuel Foster fue instalado en los albores del siglo XX en una meseta del cerro San Cristóbal por el Observatorio Lick, de la Universidad de California, bajo expresa autorización del entonces Presidente de Chile Germán Riesco. Construido íntegramente a partir de piezas e instrumentos traídos por barco desde Estados Unidos, incluyendo el telescopio y la cúpula de metal, estaba previsto que su operación finalizara en 1906, pero su eficacia en la captura de imágenes de las estrellas brillantes del hemisferio sur lo hizo perdurar hasta 1928. Un año después la Universidad Católica lo recibiría como donación de un profesor de esa casa de estudios, el abogado Manuel Foster Recabarren. Sus instalaciones se conservan intactas, como si todavía sus sucesivos astrónomos –y sus respectivas familias– vivieran ahí, realizaran sus mediciones y revelaran las placas en bateas de ácido. El Día del Patrimonio jóvenes astrónomos operan el mecanismo de su cúpula y el telescopio emerge reluciente entre las copas de los árboles.

{El astrónomo Rubén Toro Valenzuela a comienzos de los años 30.}

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27. N A C I D A S E N E L PAR QU E Silvia Toro Salazar nació literalmente en el Parque. A su madre la asistió una comadrona en la casita de madera contigua al Observatorio del cerro, donde su padre, el astrónomo Rubén Toro Valenzuela, especialista en Mecánica Racional y Termodinámica, miraba las estrellas por el gigantesco telescopio y escribía de madrugaba sus específicas conclusiones acerca de la luminosidad de los astros. Su hermana Lucía nació en tierra firme, pero subió recién nacida en funicular a su casa. No había camino pavimentado.

"Era más lo que nos resbalábamos que lo que caminábamos", recuerdan las hermanas, que tenían arañas pollito de mascota y sabían ir a buscar manzanas a unos frutales que antiguamente existían en el Parque. Vivieron dos incendios pero la porfía de su padre las mantuvo en la punta del cerro. La familia solo bajó cuando el astrónomo perdió un ojo por una salpicadura con los ácidos para revelar las placas de las fotografías de las estrellas. El Observatorio pertenece a la Universidad Católica y se abre al público para el Día del Patrimonio.

{A la izquierda, en ambas fotos, Lucía Toro (2). Su hermana Silvia Toro (5), a la derecha.}

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{A la izquierda, Silvia Toro . A la derecha, su hermana LucĂ­a Toro.}

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28. S A L Ó N T U D OR Cuatro grifos –criaturas mitológicas mitad águila, mitad león– que miran hacia los costados vigilan el frontis y la espalda del Salón Tudor, una obra del arquitecto Luciano Kulczewski levantada en 1925 que funcionó como elegante salón de té en la segunda planta de la sala de máquinas del funicular, construida ese mismo año por Carlos de Landa en la cumbre del cerro San Cristóbal. Está hecho de piedra, con puertas de madera y ventanas con arcos estilo tudor. A la derecha, por unas escaleras, se ingresa a la cabina que controla los carros y a una plataforma que continúa en una terraza de piedra, rodeada de árboles y vegetación. El día en que se inauguró el tan esperado funicular se realizó una elegante cena encabezada por el Presidente Arturo Alessandri Palma y una cincuentena de autoridades de la República. Desde entonces se convirtió en un panorama insustituible para la élite santiaguina, hasta que a mediados de los años 30 fue cerrado.

{Imagen de la exposición Actitudes cotidianas, de Anelys Wolf, 2008.}

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29. L A L E GE ND A R IA S AL A DE M ÁQUI NAS

Para retroceder 90 años en el tiempo sólo hay que asomarse a la antigua sala de máquinas del funicular. Desde que se inauguró en 1925 ni una sola pieza de su descomunal mecanismo, que todavía funciona de forma impecable, ha sido remplazada, avalando el adelantado trabajo ingenieril de los creadores de este singular medio de transporte. En la sala, construida por el arquitecto Carlos de Landa, hay dos enormes engranajes de fuerza, lubricados con grasa y empujados por dos piñones chicos, dos poleas grandes de freno y una pequeña de emergencia. El sistema es impulsado por una correa conectada a un motor eléctrico trifásico de 102 caballos de fuerza y 725 revoluciones por minuto, y una piola de 535 metros de largo tira los carros de Pío Nono hacia la Cumbre y viceversa. Tampoco ha cambiado su forma de operar: desde una pequeña cabina en la sala de máquinas, el maquinista controla con un master la corriente que recibe el motor, se comunica con los conductores, que viajan junto a los pasajeros, y con un timón frena los carros en cada estación.

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30. P IS CI NA TUPAHUE

Tiene 82 metros de largo, 25 de ancho y ocupa un espacio de cuatro mil metros cuadrados en la ladera norponiente del cerro San Cristóbal, cerca del Torreón Victoria. Antes de ser construida en 1966, en su lugar había una cantera que era usada como basural, hasta que el arquitecto Carlos Martner –un arquitecto profundamente ligado al Parque– imaginó que en este sector descampado y seco, pero muy luminoso, podía construirse una piscina. Junto al administrador del cerro en ese entonces, Jorge de la Cruz, buscaron fondos y la Embajada de México ayudó a financiar el proyecto. En una de las excavaciones para emparejar el terreno irregular y en pendiente, apareció un roquerío enorme y profundo que hizo a Martner replantearse el diseño de la piscina: “Hay que dejarlo, es muy bello”, pensó. “El proyecto de arquitectura se armó in situ, se fue haciendo según iban apareciendo cosas. Rediseñé todo para que quedara armónico”, recuerda. Los muros de contención y los bordes de la piscina se construyeron con las mismas piedras del lugar, que fueron trabajadas por los canteros del cerro. La llamaron Tupahue, por ser el primer nombre que tuvo el cerro antes de la llegada de los españoles. Tupa, en quechua, significa cima y hue, en mapudungún, lugar. Así, en lengua quechua se interpretó como “Centinela”, mientras que para el pueblo mapuche significó el “Lugar de Dios”.

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31. M U R A L TU PA H U E En los años 60, el artista Juan O’Gorman, uno de los más importantes muralistas mexicanos, realizó por encargo conjunto de los gobiernos chileno y mexicano el diseño de un mural que representara la hermandad entre estos países. Lo ejecutó la chilena María Martner, con piedras de distintos colores que recolectó recorriendo Chile. Y su emplazamiento fue el balneario Tupahue. En el centro de sus 28 metros de largo por siete de ancho se ve un abrazo entre Caupolicán y Cuauhtémoc, coronados por un sol que representa la fecundidad y la luz, y rodeados de un guanaco, un cóndor, un águila, un guepardo, campesinos, huasos y flora de cada país, como el maíz y el copihue. Fue inaugurado en 1966 y cincuenta años después fue declarado Monumento Nacional en la categoría de Zona Típica.

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32. C A R L OS M ARTNER GARCÍ A

Desde niño Carlos Martner sintió el magnetismo del cerro San Cristóbal: le gustaba tomar el funicular, subir al Zoológico y explorar junto a su padre los senderos que llegaban a la cumbre. Más grande empezaría a descubrir las obras y los trabajos en piedra que estaban diseminados por el cerro. "Uso la piedra como material desde mis inicios como arquitecto. Me gusta su permanencia en el tiempo y su solidez", comenta pensando en el Torreón Victoria o en el castillo que acoge la entrada al funicular desde 1925. A mediados de los años 60, y tras haber diseñado para su amigo Pablo Neruda la biblioteca en la casa La Chascona, a los pies del cerro San Cristóbal, Martner trabajaba en la Dirección de Urbanismo del Ministerio de Obras Públicas. Sabiendo esto, Jorge de la Cruz, administrador del cerro en ese entonces, le pidió que proyectara la pionera piscina Tupahue. Y Martner convirtió una polvorienta cantera en un hito arquitectónico y paisajístico. En paralelo diseñó la Plaza México y la Casa de la Cultura Anáhuac. En los años 70 comenzó la construcción de la piscina Antilén, que quedó paralizada tras el golpe de Estado hasta 1976. Cuarenta años después, junto al arquitecto Humberto Eliash realizó el Anfiteatro Mirador Pablo Neruda en el cerro Los Gemelos y volvió a explorar los límites entre arquitectura y escultura. Todas las construcciones que realizó en el Parque fueron diseñadas a pulso, sin un modelo rígido, con la idea de que se integraran al paisaje. “Me interesa que mis obras se integren al espacio natural, como si hubiesen estado siempre ahí”, asegura el arquitecto, cuyo espíritu humanista se refleja en su obra.

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33. L A P I S C I N A P O P U L AR D EL C ER R O C H A C AR IL L A S Cuenta el arquitecto Miguel Lawner que cuando asumió como director de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) en 1970, la primera actividad de su agenda fue asistir a una asamblea de los dirigentes sindicales del Parque Metropolitano, quienes lo invitaron a recorrer los cerros en camioneta para palpar sus principales problemas. En una de las paradas, en el cerro Chacarillas, le mostraron un gran estanque de regadío en desuso. Los trabajadores le propusieron destinarlo como piscina popular para que pudieran acudir junto a sus familias, considerando que el valor de la entrada a la Tupahue no estaba a su alcance. A Lawner le pareció una buena idea y le pidió al arquitecto Carlos Martner, que se había ocupado de otras construcciones del Parque, que se encargara. En dos meses instalaron filtros y bombas, se llenó el estanque y se hicieron camarines con viejas carrocerías de buses. Así, en enero de 1971 se abrió la piscina al público, con enjambres de niños que trepaban el cerro desde Conchalí y se tiraban a la piscina con ropa. Tras el golpe militar la piscina dejó de funcionar y se reinauguró en 1976 con nuevas obras y remodelaciones, ya como piscina Antilén, y no como piscina popular de acceso libre.

{Revista AUCA Nº21, Agosto, 1971.}

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34. PI S C I N A A NT IL É N A comienzos de los años 70, el gobierno de Salvador Allende le encargó al arquitecto Carlos Martner convertir un estanque de regadío en la piscina popular Chacarillas, llamada así por el cerro en que estaría emplazada. Se inauguró en 1971, y tras el golpe de Estado dejó de funcionar, hasta que en 1976 fue reinaugurada con el nombre de piscina Antilén que, en mapudungún, significa "qué sol hay". Tiene 92 metros de largo, 25 de ancho y capacidad para 1.500 bañistas. Su privilegiada ubicación permite ver espléndidamente la ciudad en todas direcciones. En el agua, hay un montículo recubierto de piedra, con un espino en la cima. Fue idea de Martner dejarlo ahí. “El espino, un árbol nativo de esta zona, había crecido naturalmente aquí”, recuerda. En algunas rocas naturales, los canteros del Parque tallaron pajaritos, peces, corazones y estrellas de mar. “Me preguntaron si podían hacerlo y yo les dije que sí. Veían la forma de la piedra y, si les sugería algo, lo tallaban”, señala Martner.

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35. C U LT U R A E N L O S GEM ELOS

Entre las dos lomas del cerro Los Gemelos, rodeado de espinos antiguos y vegetación xerófita, emerge un espacio inesperado, creado para la difusión cultural y diseñado por los arquitectos Carlos Martner y Humberto Eliash, desde donde la vista panorámica hacia el norponiente y el oriente de Santiago es deslumbrante. Es el Anfiteatro Mirador Pablo Neruda. Inaugurado en 2010, fue edificado con piedras y concreto. A sus costados, hay dos miradores construidos sobre una plataforma de cinco metros para ver la ciudad desde todos los ángulos. Para acceder hay que cruzar tres esculturas de fierro oxidado que resguardan la entrada. “Con estos tótems, y sus espacios entremedio, encuadramos el paisaje y le dimos una reminiscencia de templo precolombino. Estudiamos cómo los incas se instalaron en el cerro Chena, en San Bernardo, y cómo usaban la piedra”, dice Eliash. Una vez terminado el espacio, le preguntaron a Carlos Martner cómo se llamaría y él, sin pensarlo dos veces, respondió “Pablo Neruda”, en honor a quien fuera su amigo y a un poema de su autoría que los inspiró, Alturas de Machu Picchu.

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36. CASA DE LA CULTURA ANÁHUA C Desde 1966 esta obra emplazada en el sector Tupahue del Parque representa simbólicamente el acercamiento diplomático entre Chile y México, relata su autor, el arquitecto Carlos Martner. Anáhuac significa “rodeado de agua” que, en la cultura olmeca, designa a los valles mexicanos. Su estilo modernista, de líneas rectas y limpias, de una planta, con vigas de pino oregón y muros de piedra extraída del cerro, hormigón y ladrillo, es un clásico del Parque. En 1978, en una de sus constantes remodelaciones, la artista visual Roser Bru realizó el mural que se encuentra en la pared principal del salón. Hoy la Casa de la Cultura, un activo y recurrente centro de exposiciones, conciertos y actividades artísticas desde sus inicios, luce como nueva, luego de ser remozada por su autor original y el arquitecto Humberto Eliash en 2016.

{Imagen Exposición "I-Maquinaria", del artista Jorge Griñó, 2016.}

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UN PA R Q U E CADA VEZ MÁS CERCA Cuando Alberto Mackenna fundó el Parque en 1917, intuyó que en el futuro, con el crecimiento de Santiago, el cerro quedaría en medio de la ciudad, y que, por lo tanto, era necesario integrarlo. No se equivocó: la capital se fue extendiendo y hoy cuenta con el cuarto parque más grande del mundo dentro de sus límites.

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37. PA RQ UE Y VIDAS Actualmente, 378 personas trabajan en el Parque Metropolitano y la mayor sorpresa es que en muchos casos se trata de familias completas: padre, madre, hijos y hasta abuelos laboran por las laderas de los cerros y en las diferentes oficinas. Juntos han visto crecer los árboles. La relación diaria con la naturaleza y la preocupación por ella modifica conductas: desde las oficinas de Servicio Social, a cargo de mejorar la calidad de vida de los funcionarios y de sus familias, han visto a hombres y mujeres que han logrado obtener sus viviendas definitivas con el apoyo del Parque –que enseña políticas de ahorro y presta casas fiscales a los trabajadores que lo necesitan– y a funcionarios que han llegado a la universidad gracias a convenios especiales. En el Parque siempre se ha trabajado en pos de la movilidad social de sus funcionarios.

{Familia Jara Orellana con sus cuatro hijos. De izquierda a derecha: Ángel Jara, Bernardita Orellana, Sonia Jara, José Jara (hoy jubilado como jardinero de sector Pedro de Valdivia), Myriam Jara (hoy jardinera en Antilén) y Marco Jara.} 100AÑOS100HISTORIAS


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38. FERROCARRIL DE TURISMO ORIENT E

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Para quienes no sepan, durante 17 años funcionó un curioso ferrocarril que trasladaba pasajeros en un recorrido de casi cuatro kilómetros que comenzaba en avenida El Cerro y subía hasta Tupahue, pasando por un desvío a la altura de Lo Saldes, por la falda del cerro San Cristóbal. Esta línea de tren, llamada Turismo Oriente, fue un invento de Sergio Ríos Lavín, un empresario apasionado por los trenes que antes había diseñado una vía férrea que daba vueltas alrededor de la Quinta Normal. En 1978 dejó de funcionar y seis años después fue reconstruido y reabierto entre Lo Saldes y Tupahue. Ninguno de estos recorridos está hoy operativo, pero por el antiguo trazado de la línea, se emplaza hoy el Paseo Metropolitano. Víctor Reyes Pérez, actual funcionario del Parque, trabajaba los fines de semana conduciendo el tren y recuerda que cuando había escarcha en los rieles, desde el carro debían ir echando arena por una escotilla para que las ruedas se agarraran a los rieles. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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39. JU AN GUZM ÁN PAI LLALEF, E L F U NC IONARI O M ÁS ANTI GUO

De un solo hombre depende que el sistema eléctrico del Parque funcione como reloj: a diario Juan Guzmán, junto a su equipo, coordina las tareas de mantención. En una camioneta bien surtida de herramientas se traslada de cerro en cerro para hacer arreglos en las oficinas, centros de eventos, luminarias y bombas de agua. Guzmán es el funcionario que lleva más años trabajando ininterrumpidamente en el Parque y ya superó el medio siglo de antigüedad. Entró a los 16 años para barrer las escalas de la piscina Tupahue, cuando su padre era el encargado de la mantención de las obras de agua. Hijo único, Juan lo acompañaba desde niño con sus perros Valiente, Coronel y Boquilla, con quienes cazaba conejos por los cerros. Cuando su padre murió, entró a suplirlo en sus labores en el sistema de bombas. Gracias a frecuentes capacitaciones se especializó en electricidad y tomó las riendas del taller eléctrico del Parque. A menos de un año de jubilar, aún no las suelta. En un cajón de su oficina guarda antiguas fotos junto a sus padres en el cerro San Cristóbal y de fiestas organizadas para los trabajadores, en donde él animaba y hacía bailar al personal con su selección de música.

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40. PA RQ UE S IN AUT OS En la constante búsqueda de una convivencia sana y armoniosa entre los visitantes, desde 2010 el Parque Metropolitano se ha propuesto potenciar el uso del funicular, el nuevo teleférico y las bicicletas, y disminuir el tránsito de vehículos. Se han instalado bicicleteros seguros en la cumbre para que la Terraza Bellavista sea estrictamente peatonal y se ha promovido el uso exclusivo del sendero Zorro Vidal para paseantes, puesto que familias y turistas llegan hasta la Virgen desde el acceso de Pío Nono por este camino. Además, el plan Convivencia + Segura ha restringido el ingreso de automóviles durante los fines de semana. Los accesos para autos cierran entre 9:00 y 13:30 horas los sábado y domingo, para que los visitantes suban en bicicleta o a pie con plena tranquilidad.

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41. E L A M O R E N E L PA R Q U E

Algo tienen los bosques y los cerros que fomentan el amor entre sus funcionarios. Son numerosas las historias de padres, madres e hijos que se desempeñan en distintas labores, generando un sólido amor familiar por el Parque Metropolitano. Verónica Valdebenito y Pedro Avello se conocieron en 1996. Pedro era técnico forestal y Verónica, secretaria del departamento de Auditoría. Un día, él la invitó a recorrer los jardines del sector Tupahue. Empezaron a ir a bailar o a comer, pero su lugar favorito era el mirador a los pies de la Virgen. La noche de su matrimonio se escaparon de la fiesta y subieron hasta la cumbre

del cerro San Cristóbal y se retrataron con la Virgen iluminada tras ellos. Desde entonces han pasado 17 años y tienen tres hijos. Patricia Sánchez y Manuel Jara es otra pareja emblemática. La madre y la hermana de ella trabajaban en el Parque, y cuando las iba a visitar, él la miraba de reojo, hasta que un día la invitó a salir. Tiempo después, Patricia entró a trabajar en la oficina de informaciones de Pío Nono. Hoy llevan más de 30 años juntos. Guillermo Espina y Eliana Osses, quienes se conocieron en el vivero Cumbre cuando ella era estafeta y él técnico, se jubilaron juntos.

{Patricia Sánchez y Manuel Jara.}

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{Verรณnica Valdebenito y Pedro Avello.}

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42. ZONAS DE PICNIC Desde que el Parque comenzó a recibir visitantes y excursionistas, los fines de semana sus laderas se vistieron con manteles para disponer variados cocavís y frazadas para recostarse en el pasto. Hoy cuenta con cuatro áreas habilitadas para hacer picnic o asados: el sector Cumbre, en la zona Ermitaño Alto, en Tupahue y en el sector de Los Canelos. Todas están equipadas con mesas, parrillas y baños cercanos, y se emplazan en lugares donde los árboles proveen una agradable sombra.

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Antes que se fundara el Parque en 1917, la Virgen de la Inmaculada Concepción, construida en 1908, y el Observatorio Lick, instalado en 1903, coronaban la cima del cerro San Cristóbal. Sólo entusiastas peregrinos, jóvenes exploradores y astrónomos subían a la cumbre por el único sendero que existía.


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43. T U R I S MO LOC AL Y EX T RANJ ERO En los portales de turismo extranjeros y en guías de Santiago, el Parque Metropolitano –el cuarto parque urbano más grande del mundo– es catalogado como un paseo imperdible para contemplar el atardecer y observar la ciudad desde la altura. El día con mayor afluencia de visitas es el domingo, con cerca de siete mil personas en promedio. De ellas, el 55% son chilenas, el resto son extranjeros, principalmente turistas europeos, brasileños y argentinos. El Parque es uno de los principales hitos turísticos de Chile en cuanto a turismo extranjero. Y durante los meses de verano hay muchas personas de regiones que vienen a vacacionar a Santiago y pasean en el cerro San Cristóbal.

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44. J A R D Í N J AP ONÉ S Entre copas de árboles nativos, en el sector de Pedro de Valdivia Norte, brota un inédito micropaisaje que evoca una genuina postal nipona y que proviene de un programa del Parque Metropolitano en los años 70, que invitaba a colonias extranjeras a plantar jardines con especies de sus países. En 1978 el diseñador Tadashi Asahi, con recursos de la Cámara de Comercio Chileno Japonesa, construyó uno a la usanza de su país. En 3.600 metros cuadrados, Asahi hizo un estanque central que adornó con plantas acuáticas y flores de loto, diseñó un molino de agua, una pérgola de madera y una pared de bambú, y dispuso asientos techados, al estilo de la arquitectura japonesa, para contemplar el paisaje y escuchar el sonido del agua que recorre el jardín por un serpenteante riachuelo. También plantó cerezos, azaleas, pinos negros de estilo bonsái y ácer japónicos, que en cada estación del año cambian la tonalidad de sus hojas. Tradicionales en las casas, parques, templos budistas y antiguos castillos nipones, en este tipo de jardines nada es azaroso: cada elemento usado tiene una carga simbólica y una función espiritual dentro de su entorno. Para conmemorar los 110 años de amistad entre Chile y Japón, el jardín está siendo remodelado con ayuda de su diseñador original.

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{Ceremonia inaugural, 1978.}

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45. J A R D Í N B O TÁNIC O MA P U L E M U

El primer Jardín Botánico de Santiago destinado sólo a especies chilenas fue este, construido en 1983 sobre una cantera de donde se extraía piedra rosada. Se divide en tres sectores –norte, centro y sur– para exhibir vegetación correspondiente a estas zonas geográficas y educar sobre la importancia de conservar la flora chilena. De hecho, su nombre en mapudungún significa bosque de la tierra. En sus fragantes 3,4 hectáreas se observan más de 70 especies, entre ellas mañíos, peumos, araucarias, boldos, corcolenes, espinos, taras, chilcos de diversos colores y quillayes. Todos los árboles tienen un letrero de madera que indica su nombre común y científico, su familia y el estado de amenaza en que se encuentra. Algunos necesitan cuidados especiales, como el chañar, un arbolito del norte de follaje tan delicado que sólo un experto puede podarlo sin dañarlo. En sus explanadas de pasto, los visitantes pueden descansar, escuchar los arrullos de las aves y contemplar la desbordante naturaleza que los rodea. 100AÑOS100HISTORIAS


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46. JAR D ÍN BOTÁNI CO CHAGUAL Chile, por su clima y geografía, es uno de los 34 lugares del mundo más ricos en diversidad de especies vegetales y, para preservar esta privilegiada condición, desde 2010 el Jardín Botánico Chagual cuida plantas nativas de la zona central en viveros, invernaderos y plantaciones que reproducen ecosistemas naturales de clima mediterráneo, como el de la reserva La Campana, en la V Región, donde litres, quillayes y palmas crecen juntos. Su vocación de rescate ha logrado recuperar ejemplares como el abutiloncillo, un arbusto endémico de suelos húmedos y baja altitud, que estuvo más de 100 años desaparecido de la faz de Chile. Se encontró un ejemplar en las proximidades de Talca y hoy se encuentra en estado de conservación en el vivero del jardín.

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El Parque Metropolitano constantemente se cuela en el imaginario colectivo nacional. Aparece en películas, cuentos, postales, estampillas y fotografías familiares como un lugar querido y frecuentado por los ciudadanos. Además, es considerado por los santiaguinos como el lugar más bonito de la capital, según el libro Se llama Santiago.

La Virgen del cerro San Cristóbal ha sido un emblema de Santiago y su imagen se conserva en viejos souvenirs capitalinos.


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La misión del Parque es aportar a la felicidad de las personas a través de parques urbanos de alto estándar, brindando un lugar para el esparcimiento, cultura, deporte y educación medioambiental, permitiendo la conexión de las personas con la Naturaleza y la integración social en un entorno seguro y cordial.

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47. P L A Z A D E JU E G O S G A B R I E L A MIST R AL Protegida por la sombra de un gran ombú, la plaza de juegos infantiles Gabriela Mistral, diseñada por el escultor Federico Assler en 1968, está inspirada en las construcciones incas que conoció en su viaje a Machu Picchu. Sus escalinatas y pequeñas pirámides fueron hechas por los canteros del Parque con bloques de piedras en seis niveles. Armó una zona de agua para que los niños se refresquen en verano y con troncos caídos de los cerros generó estructuras para trepar y circuitos con plataformas y puentes para que los niños jugaran a superar obstáculos. “Me interesaba que los juegos fueran desafiantes, que hubiera que esforzarse. Es el único espacio infantil que he hecho y representa lo que a mí me interesa: que la escultura vaya al encuentro con la gente”, afirma Assler, Premio Nacional de Arte 2009. Las locomotoras mecánicas que se usaron para nivelar los faldeos del cerro Chacarillas fueron restauradas y depositadas en la plaza como otros de sus atractivos infantiles y desde los años 60 los niños chilenos han trepado por ellas. En 2014, se instalaron aquí los primeros juegos de percusión de todo Chile, inclusivos, didácticos y fáciles de usar, con una altura accesible para todos los niños.

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48. P LAZA M ÉXI CO

En una curva de la calle principal del Parque, a pasos del Vivero Cumbre, hay una pequeña plaza, edificada por el arquitecto Carlos Martner en 1966 con el apoyo del gobierno de México. Dicha nación financió en esa década muchas de las obras del Parque Metropolitano en virtud de un acuerdo diplomático. Tiene un estaque circular de escasa profundidad en cuya base, rodeada de agua, hay un mosaico de piedras diseñado por María Martner, hermana del arquitecto, que representa la unión del sol y la luna, con formas geométricas y piedras de distintas tonalidades. La plaza está rodeada de cactus, chaguales y acacias que, al perder sus hojas en otoño, tiñen de amarillo el sector. “Ahí lo bonito y especial es que se ve la ciudad desde varios ángulos, se ve el sector norponiente y el suroriente”, afirma Carlos Martner.

{Arriba: María Martner en terreno. Abajo: Detalle del mosaico en Plaza México.}

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49. UNA P O TE NT E R E D DE PA RQ U E S U R B A N O S Por primera vez en su historia, tras haberle dado por años la espalda a las comunas de Recoleta y Huechuraba, con la inauguración del Parque Bicentenario de la Infancia, en 2012, el Parque Metropolitano abrió su cara hacia el sector norponiente de la ciudad. Este innovador espacio, en la ladera del cerro San Cristóbal, al que se ingresa por Avenida Perú, fue diseñado por los arquitectos Víctor Oddó y Alejandro Aravena, Premio Pritzker 2016, como un lugar para la diversión y la estimulación psicomotora y sensorial de niños en la primera infancia, en un entorno natural. Casas-árbol, cascadas de toboganes, un funicular que sube

casi 100 metros, una reja de cierre, que es un juego más por el que los niños suben y bajan, y unas esferas de cemento ultra pulido, de donde brotan chorros de agua en verano, crean un lugar único en Santiago. Este es uno de los 19 parques de la Región Metropolitana que conforman la red de parques urbanos que administra el Parque Metropolitano de Santiago. Otros parques que pertenecen a esta red son el Parque Renato Poblete en Quinta Normal inaugurado en 2015 como el primer parque urbano fluvial de Chile; el Parque André Jarlán en Pedro Aguirre Cerda y el Parque Cerro Chena, en San Bernardo.

{Parque Bicentenario de la Infancia.}

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{Parque Fluvial Renato Poblete.}

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50. BOSQUE DE ESPINOS

En el cerro Los Gemelos hay diez hectáreas de terreno rocoso y vegetación arbustiva donde sobreviven espinos centenarios (Acacia caven), unos valiosos ejemplares del bosque nativo chileno de la zona central, que están ahí desde antes que los cerros se transformaran en parque. Su capacidad para regenerarse y rebrotar desde las raíces les ha permitido perdurar pese a la intervención humana y a los incendios que han desforestado el sector. Son árboles de tronco oscuro y hojitas verde claro, que cuando florecen en primavera impregnan el aire con su olor dulce y tiñen el cerro de amarillo.

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{Corrida "We Run Stgo Nike", 2012.} 100AÑOS100HISTORIAS


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51. D E PORT ES En un grandioso espacio de encuentro y recreación al aire libre a disposición de los ciudadanos se transforma los sábado y domingo en la mañana el Parque Metropolitano. Desde 2012, entre nueve de la mañana y una y media de la tarde, se desarrollan actividades deportivas gratuitas, como yoga, gimnasia, spinning o baile entretenido para fomentar el ejercicio bajo los árboles. La respuesta de los visitantes ha sido entusiasta: mientras unos bailan otros suben hasta la cumbre en su bicicleta, cuyo uso está desplazando a los autos en las calles del Parque.

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52. MAU RI C I O S EPÚ LV E D A, E L MAR ATONI S TA MAD RU GAD OR A las 5.30 am, cuando aún está oscuro y la fría neblina sobrevuela la ciudad, Mauricio Sepúlveda corre cuesta arriba el cerro El Carbón o el San Cristóbal. “En El Carbón hago fuerza, a veces lo subo y bajo tres veces seguidas. Es un entrenamiento principalmente psicológico, porque la tercera vez ya no doy más. En el San Cristóbal, en cambio, hago senderos, que son muy entretenidos, y corro hasta 20 kilómetros, busco velocidad”. Mauricio hace nueve maratones de al menos 50 kilómetros al año en Chile y en el extranjero: ha corrido en Sao Paulo por una selva con temperaturas extremas y en el escarpado Mont Blanc, por nombrar algunos lugares. “Cuando les cuento a los maratonistas que entreno en un cerro al lado de mi casa, les llama mucho la atención, nadie tiene uno tan cerca”, cuenta. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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53. OAS IS E N M EDI O DE LA CI UDAD

El Parque Metropolitano es un brazo de naturaleza que se escapa de la Cordillera de Los Andes y entra en Santiago, imponiendo sus cerros que cortan la ciudad en dos. Rodeado por las comunas de Providencia, Recoleta, Huechuraba y Vitacura, los ciudadanos encuentran aquí un amable pulmón verde para respirar en paz y huir por unos momentos del bullicio de la ciudad. Los funcionarios del Parque riegan, limpian y podan a diario todas las plantaciones para que los usuarios puedan disfrutar de la sombra de sus robustos árboles. Para cuidar el agua, se privilegia el riego por goteo que surte a cada árbol la cantidad que requiere. Cuando alguno ya no tiene vida útil, es talado para que los juveniles puedan desarrollar sus follajes, respetando el ciclo de crecimiento. La madera de la tala se reutiliza en chips.

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Sendero El Ermitaño (Sendero conector, 300 mt)

Paseo Metropolitano

Sendero Anáhuac

(Sendero perimetral)

(Sendero conector, 200 mt)

Sendero Zorro Vidal (Sendero conector, 1.200 mt)

Sendero Boy Scout (Sendero Conector, 400 mt)

Sendero El Excursionista (Sendero mirador de trekking, 1.200 mt) 100AÑOS100HISTORIAS

Grandes Travesías Tramo Mapuche (Sendero mirador, 3.700 mt)


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Grandes Travesías Tramo Atacameño Sendero El Carbón

(Sendero mirador, 1.400 mt)

(Sendero mirador de trekking, 3.000 mt)

LOS SENDEROS A pie, los visitantes pueden recorrer el Parque de lado a lado por sus entretenidos senderos, que pasan por entremedio de bosquetes de árboles nativos, bajo la sombra de altos álamos blancos y de largas ramas de palmeras.

Proyección Paseo Metropolitano

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54. S E ND EROS DESTACADOS

El Sendero de las Grandes Travesías atraviesa el Parque de oriente a poniente, desde el Mirador El Sauce, cerca de La Pirámide, hasta una de las entradas por Recoleta. Tiene más de 5 kilómetros, conecta con casi todos los senderos y accesos, y pasa por el Anfiteatro Mirador Pablo Neruda, la Plaza Antilén y el Jardín Japonés. Es amable de recorrer, con sectores planos y otros con pendiente ligera, a la sombra de árboles antiguos, como eucaliptos y cipreses, y nativos, como peumos y quillayes. Está dividido en dos partes: el tramo atacameño, de vegetación de clima más bien seco y árido, y el tramo mapuche, con plantas y árboles propios de la extensa zona central del país. El Sendero Boy Scout une la plaza del mismo nombre con el Jardín Japonés, pasando por el antiguo trazado del Ferrocarril de Turismo Oriente –un trencito de paseo que funcionó hasta los años 80– y son 400 metros fáciles de recorrer en bici o a pie. La sorpresa es un bosquete de álamos blancos, cuyas hojas brillan al mecerse con el viento. Entre senderos conectores se cuentan el Sendero Anáhuac, que une la Casa de la Cultura Anáhuac –en el sector Tupahuecon el mirador Hundimiento, a través de un recorrido siempre verde que regalan frondosos árboles de hoja perenne; y el Sendero El Ermitaño, que une el sector Ermitaño Bajo –en calle Alberto Mackenna- con la zona de picnic del Ermitaño Alto, en un recorrido de 300 metros de abundante flora esclerófila como quillayes, peumos y espinos. El sendero más extenso del Parque es el trekking El Carbón, que con sus 3 kilómetros de extensión conecta Bosque Santiago con la cima del cerro El Carbón, la segunda cumbre más alta de la ciudad (1.365 metros sobre el nivel del mar), en un recorrido en el que a cada paso de ascenso el caminante encuentra una maravillosa vista de Santiago, en particular de la zona nororiente de la capital.

{Sendero de las Grandes Travesías, tramo Mapuche.}

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55. S E ND ERO ZORRO VI DAL

Bautizado en honor a José Vidal –un antiguo funcionario que trabajó durante más de medio siglo en el Parque y que colocó, junto a otros tres empleados, una por una las piedras del mural de la piscina Tupahue– antes de convertirse en sendero recreativo fue un camino muy usado para transportar piedras y materiales hasta la cumbre, sobre todo mientras se construía la Virgen. Se extiende por casi un kilómetro y medio y se accede por la subida de Pío Nono. Es uno de los senderos preferidos por los visitantes, porque les permite llegar a pie a la Plaza México, en el sector Cumbre, sin tomar el funicular, y tiene zonas de descanso, barandas, bebederos y asientos muy usados por los cientos de feligreses–de variadas edades y condiciones físicas– que peregrinan al Santuario cada 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Durante la ascensión se cruza por un bosquete de peumos y quillayes, y, tras los últimos esfuerzos, unas antiquísimas araucarias premian la llegada a la cumbre y a los kioscos de mote con huesillos.

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56. R IC AR D O PACHECO NAVARRETE, JE F E D E GU A RDAPARQUES Y SEGURI DAD

Partió como estafeta, responsable de mil y un trámites; trabajó como inspector de inventario, fue encargado de la bodega de alimentos del Zoológico, se desempeñó en el complejo deportivo del Parque en El Salto, fue rondín nocturno y ejerció como supervisor de la brigada de vigilancia. Hoy, después de 42 años, Ricardo Pacheco es el jefe de la sección de guardaparques y seguridad, responsable de atender emergencias como incendios o accidentes, de acuerdo a un manual de procedimientos. Ricardo es responsable de la guardia montada, un grupo rotativo de guardaparques que recorren las hectáreas del Parque montados en 17 caballos para prevenir incendios y delitos en las zonas más alejadas, sobre todo en verano. Los pingos viven en caballerizas del propio Parque, donde son cuidados y bien alimentados. Lo que más recuerda es una anécdota escalofriante: una noche, en el sector Cumbre, una mujer vestida de blanco y cubierta con un velo le dijo: “Voy a ver a la mamita virgen”. Desencajado por el miedo, Ricardo fue a contarles a sus compañeros lo que acababa de ver. Ellos le explicaron que se trataba de una mujer indigente que se paseaba de noche por el cerro. Él respiró aliviado. Ricardo ha recorrido el Parque de arriba a abajo y asegura que si bien conoce casi de memoria sus 737 hectáreas, aún le faltan rincones por descubrir.

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57. EL C I C L I S TA D E L S AN C R IS T ÓBAL, CU E N T O D E A N T O N IO S K ÁR M ETA Cuando el escritor chileno Antonio Skármeta era adolescente y se mudó de Antofagasta a Santiago junto a su familia, el funicular del cerro San Cristóbal pasó a ser uno de sus paseos favoritos. Subía a la cumbre, tomaba mote con huesillos, contemplaba la ciudad y bajaba. Inspirado en estos potentes recuerdos y en la angustia que sintió cuando era un estudiante y su madre enfermó, escribió El ciclista del San Cristóbal, que narra la historia de un joven que decide ganar una carrera de ciclismo hacia la cumbre para costear la enfermedad de su madre con el dinero del premio. El protagonista cree que sólo su triunfo la salvará. “Este milagro que busca no le viene como regalo sino que él lo produce pedaleando, hasta perder la razón y llegar al delirio, un delirio místico”, explica Skármeta. “El cerro San Cristóbal está coronado por una inmensa Virgen, entonces para el ciclista llegar a ella equivale a una oración para salvar a la madre. Una vez que gana y cumple, el chico baja de esa altitud, vuelve a la tierra y hace efectivo el milagro con su gente”.

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58. PA S E O M ET R OP O L ITANO Por el cauce del antiguo canal El Carmen se despliega un larguísimo sendero de maicillo de 14 kilómetros, pensado para enlazar las cuatro comunas que están a su vera: Providencia, Vitacura, Huechuraba y Recoleta. A diferencia de otros caminos y senderos del Parque, es horizontal y tiene muy poca pendiente, pues está diseñado para ciclistas y peatones pero, principalmente, para entusiasmar también a personas con discapacidad, a niños y a adultos mayores. Su diseño contempla paisajismo de árboles exóticos y nativos de hoja perenne en combinación con ejemplares de hoja caduca –que cambian de color según la estación– para que, desde la

ciudad, se distinga el sendero de día por el colorido de su vegetación y de noche por el resplandor de sus faroles. El proyecto ha contado desde un principio con el apoyo y recursos del gobierno regional, quien a través del Intendente Metropolitano, Claudio Orrego, ha valorado el esfuerzo de integración e inclusión social que implica el poner e a disposición de todos los santiaguinos y sus visitantes el pulmón verde más importante de la ciudad. Todavía en construcción, en 2016 se encuentran habilitados los tramos que unen el acceso de Pedro de Valdivia con el sector de los canales de televisión, y de Pío Nono con el Parque Bicentenario de la Infancia.

{Intendente Metropolitano, Claudio Orrego, y el Director del Parque, Mauricio Fabry, inaugurando el Paseo Metropolitano.}

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59. CONSTANZA CABEZAS, LA EM BAJADORA DEL PARQUE

Constanza Cabezas sube en bicicleta el cerro impostergablemente todos los sábado y domingo y, a veces, algún otro día en la semana. Disfruta cada metro del ascenso: pedalea por Américo Vespucio, toma el camino de acceso por La Pirámide, pasa a Los Gemelos –donde está el Anfiteatro Pablo Neruda–, sube el cerro Chacarillas, pasea por los miradores y continúa ruta hasta la Virgen. En la cumbre se toma un café o un mote con huesillos y contempla el paisaje. “Si estoy muy agobiada, me quedo arriba porque me desconecto y puedo pensar”. Cuando sube por La Pirámide le gusta admirar los peumos, sentir el olor de los aromos florecidos y observar los brotes amarillos de los espinos en primavera. “Comento en las redes sociales del Parque lo lindo que están los árboles o subo fotos de la cumbre, me encanta compartir lo que se ve desde lo alto”. Cuando una luminaria no funciona, las hojas secas se acumulan en un sector o un basurero está sin vaciar, avisa al Parque por mensaje directo, aprovechando la comunicación 2.0. El deseo de Constanza es que sus cenizas sean esparcidas por estos cerros, tal como los hijos de Luciano Kulczewski, el arquitecto de numerosas obras del Parque, hicieron con los restos de su padre.

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R E S E R VA N AT U R A L U R B A N A

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1. Queltehue (Vanellus Chilensis) 2. Picaflor gigante (Patagona Gigas) 3. Peuco (Parabuteo Unicinctus) 4. Ratón Orejudo de Darwin (Phyllotis Darwini) 5. Picaflor (Sephanoides Sephanoides) 6. Chincol (Zonotrichia Capensis) 7. Mirlos (Molothrus Bonariensis) 8. Culebra Chilena (Tachymenis Chilensis) 9. Lechuza (Tyto Alba) 10. Carpinterito (Veniliornis Lignarius) 11. Degú (Octodon Degus)

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12. Huairavo (Nycticorax Nycticorax) 13. Lagartija de Jardín (Liolaemustenuis) 14. Tiuque (Milvago Chimango) 15. Tenca (Mimus Thenca) 16. Tucúquere (Bubo Magellanicus) 17. Garza Grande (Ardea Alba) 18. Pidén (Pardirallus Sanguinolentus) 19. Zorro Culpeo (Lycalopex Culpaeus) 20. Zorzal (Turdus Falcklandii) 21. Quique (Galictis Cuja) 22. Águila Mora (Geranoetus Melanoleucus)

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En los años 90 el Parque comenzó un proceso de naturalización para generar un ecosistema parecido al que existía en la cuenca santiaguina antes de la conquista española, con flora nativa, árboles y vegetación propios de la zona central. Y comenzaron a llegar especies como zorros chilla, distintas aves, roedores, reptiles, abejas y mariposas. El Parque es hoy una isla de biodiversidad en medio de la ciudad y un refugio para animales que han sido desplazados por el crecimiento de la urbe. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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60. CARLOS REED

Entomólogo y profesor especializado en el estudio de la fauna nativa, principalmente aves, fue uno de los 24 fundadores de la Sociedad Entomológica de Chile. La idea de exhibir animales de forma permanente, con fines educativos, comenzó a gestarse en el cerebro de Reed tras una exposición de fauna exótica y la inauguración de un parque zootécnico en la Quinta Normal, en 1882. Con estas experiencias a la vista, en 1902 Carlos Reed creó un zoológico sólo de fauna chilena. Veinte años después, Alberto Mackenna era intendente de Santiago, y cuando conoció su trabajo, le propuso que le ayudara a crear un Jardín Zoológico en el cerro San Cristóbal. Luego de una campaña para obtener los fondos, en 1925 se dictó un decreto que concretaba el proyecto y definía sus fines educativos. Se asignaron siete hectáreas y media del cerro, situadas al costado oriente del funicular, para la construcción del proyecto. Al asumir como director, Carlos Reed definió que el nuevo recinto debía ser un instituto de investigaciones biológicas y de ensayos de multiplicación de especies en vías de extinción. Para esto, se apoyó en la visión de Mackenna de que el zoológico debía ser un valioso soporte de la enseñanza de las ciencias naturales.

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61. AV E S

Chincoles, diucas, cometocinos, torcazas, tórtolas, tiuques, codornices y perdices, aves típicas de la zona central de Chile, sobrevuelan las copas de los árboles, escarban en la tierra o toman sol en las ramas de los cerros del Parque Metropolitano. Halcones, águilas, aguiluchos, cernícalos y hasta cóndores planean ocasionalmente sobre los cerros o descansan sobre peñascos, pero no anidan en el Parque, porque provienen de sectores más alejados de la ciudad. Las aves que menos se dejan ver son los carpinteros chicos –si se pone atención, a veces se le escucha picando una corteza para sacar larvas–, las loicas y las raras, ambas de plumaje rojo en el pecho. Camuflados con la oscuridad, búhos y lechuzas vigilan a roedores e insectos que se arriesgan a merodear en su perímetro.

{Carpinterito en Jardín Mapulemu.} 100AÑOS100HISTORIAS


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62. R EP TI L ES Entre las rocas y peñas de los cerros descampados entre La Pirámide y Bosque Santiago, habitan los escurridizos calopistes –iguanas chilenas–, los reptiles más grandes de Chile y autóctonos de la zona central. Llegan a medir hasta 50 centímetros de largo y tienen el dorso anaranjado, salpicado de manchas oscuras y blancas. En peligro de extinción por la malintencionada caza que sufrieron hace unas décadas para ser vendidos como mascotas en Santiago, es muy difícil avistarlos. En el Parque también habitan culebras chilenas de cola larga, que miden entre 100 y 150 centímetros, y de cola corta, que no superan los 60 centímetros. Ambas se alimentan de lagartijas, crías y huevos de aves e insectos. Naturalmente, los reptiles que más abundan son las lagartijas. Se calcula que viven 18 especies de distintos colores y tamaños que son esenciales para el ecosistema del Parque, ya que mantienen milimétricamente a raya las plagas de insectos.

{Iguana Chilena.}

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63. Z O RR O S C HIL L A Se sabe que tres pequeñas familias de zorros chilla viven en el Parque. Deambulan por Bosque Santiago, por el Mirador Santiago y por el sector Cumbre, detrás de la Virgen, en las formaciones rocosas, en busca de huevos, insectos, roedores y conejos. Si bien estos cerros son el hábitat natural de los zorros chilla –de pelaje gris, con franjas oscuras y blancas, y patas café pálido–, son hostigados por perros abandonados que destruyen sus madrigueras y prefieren migrar por el cordón montañoso hacia la precordillera o el cerro Manquehue. Tímidos y huidizos, sólo entre agosto y noviembre es más probable divisarlos, porque se aparean, y, además, marcan territorio a través de la orina.

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64. ABEJAS

Desde que la reforestación del Parque Metropolitano contempla árboles y plantas nativas, que son prolijamente cuidados, este se ha convertido en un atractivo refugio para las abejas de la cuenca de Santiago. De las 400 especies que hay en Chile, 350 son endémicas y, de estas, 46 nidifican y se alimentan en el Parque, lo que lo convierte en uno de los sectores urbanos con mayor diversidad de estos insectos. Una de las abejas más curiosas encontradas en un catastro realizado en 2010 es la Rhophitulus herbsti, una especie poco estudiada que mide cinco milímetros. Aparece en octubre, se reproduce y dos semanas después desaparece. La abeja de la cerveza, que construye diminutos barriles para anidar y depositar su néctar, también ha hecho del Parque su hogar.

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65. G R A C IE L A CORTÉS AVENDAÑO, L A MA D RE DEL ZOOLÓGI CO

Ha cuidado a tantas crías de animales que no recuerda el número exacto, pero con certeza son más de cien, entre camellos, leones, tigres, monos, aves, ratones, ovejas somalíes, pudúes, jirafas, osos y hasta diminutos grillos. Graciela Cortés -Chelita- llegó al Zoológico en 1978 como ayudante de veterinario. Su primer desafío fue Lorenzo, un mono no reconocido por su madre. "Fue como un hijo. Necesitaba cuidados intensivos día y noche, entonces después del trabajo me lo llevaba en locomoción colectiva a mi casa en Puente Alto. Si tenía que salir, lo metía en un canasto y partía con él", relata. A Julio Vicente, un oso pardo que pesó 280 gramos al nacer, lo acarreaba en un maletín. Cuando las autoridades del Parque se enteraron de que Graciela lo trasladaba en esas condiciones, dispuso que una camioneta la llevara a su casa en la tarde y la pasara a buscar en las mañanas. Hoy Julio Vicente tiene 22 años y pesa más de 300 kilos. Cuando Graciela llegó al Zoológico no existía una sala de crianza. Las crías dormían en jaulas y cajas en los pasillos de la clínica veterinaria, no había más recursos. Para alimentar a los recién nacidos más vulnerables, como los coatíes o los puercoespines, inventó una jeringa con una sonda y, con paciencia de santa, les daba de comer gota a gota. En los años 90 empezó a funcionar la sala de crianza, separada de la clínica, e ingresó una asistente para atender a las crías junto a Graciela. Su amor por los animales no ha dejado de crecer desde que llegó al Zoológico y, por lo visto, es recíproco: “Un día fui a ver a un tigre que crié. Le dije ‘fufui fufui’ ¡Y se volvió loco! Gritaba, se restregaba en la reja y me olfateaba las manos”, recuerda. Graciela no tuvo hijos, pero ha sido madre de animales que le han enseñado a ser mejor persona, dice.

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66. 90 AÑOS SALVANDO ANI M ALES

Desde su inauguración en 1925 como Zoológico Nacional, ha acogido animales nativos –como pumas, zorros y aves– que requieren atención médica. Al año acoge a más de 500, la mayoría dañados por la acción del hombre, traídos por particulares o por el Servicio Agrícola Ganadero (SAG). Dos veterinarios y dos técnicos los examinan, los operan si es necesario y los rehabilitan hasta que pueden ser devueltos a su hábitat natural. En 2013 la noticia de 19 cóndores intoxicados por el cadáver de un vacuno envenenado visibilizó la labor de rehabilitación del Zoológico. Después de 10 días de cuidados intensivos, las aves fueron liberadas en la Cordillera de Los Andes, en un acto encabezado por autoridades del gobierno. El Zoológico fue reconocido por el SAG en 2015 como Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre para los animales que se encuentren en condiciones de vulnerabilidad.

{Mono ardilla.}

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67. ME D ICI NA PREVENTI VA Y ALI M ENTACI ÓN

Hasta hace 15 años los animales del Zoológico comían frutas, pastos y variedad de carnes, almacenados en una rústica bodega sin ningún rigor nutricional, y sólo cuando se enfermaban un veterinario los controlaba. Hoy existe un centro de nutrición que planifica las dietas según especie y cuenta con un bioterio que lo abastece de alimentos vivos, como insectos, pollos y roedores. Y, para asegurar el equilibrio nutritivo que los animales requieren para crecer sanos, las comidas diarias se complementan con pellets. Asimismo, mediante un estricto programa de medicina preventiva se controla la salud de cada especie: una vez al año los animales tienen un chequeo médico completo, que incluye tratamientos dentales, radiografías y exámenes de sangre y de orina. En la clínica médica habilitada hay quirófano, farmacia, sala de rayos X, laboratorio y sala de tratamiento, y en ella trabajan incansablemente médicos y técnicos veterinarios que velan por todos los animales del Zoológico y también atienden a los que son rescatados por el SAG.

{Rx iguana.} 100AÑOS100HISTORIAS


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68. L AS M ARI POSAS

No importa si son nocturnas, grises y peludas o diurnas, coloridas y delicadas: todas las mariposas son indicadores biológicos que controlan las plagas y polinizan. Cuando la vegetación de un entorno se enrarece, son las primeras en desaparecer. Por eso, en Santiago el Parque Metropolitano es un refugio para estos frágiles insectos que sólo viven dos semanas desde que salen de su capullo. Volando a baja altura por senderos o quebradas andan la limoncito –o Phoebis sennae–, una mariposa de color amarillo intenso que poliniza las flores de los quebrachos; la mariposa de la tarde –o Vanessa carye–, de color naranjo con manchas, y la mercedes –o Tatochila mercedis mercedis–, blanca con motitas. Uno de los ejemplares más especiales que sobreviven en la cuenca de Santiago gracias al Parque Metropolitano es la mariposa blanca o Mathania leucothea, que revolotea junto a las flores rojas del quintral, una planta parásita que se enreda en quillayes, maquis, litres y maitenes.

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69. C ONSERVACI ÓN D E FAUNA NATI VA

Cuando Carlos Reed creó el Zoológico Nacional, lo proyectó como un lugar para pasear en familia y como un espacio para conservar la fauna nativa. Desde entonces, el rol fundamental ha sido cuidar especies en peligro y educar a los visitantes en este sentido. Con este foco, el Zoológico ha desarrollado tres programas de conservación. Uno se encarga del flamenco chileno, especie cuya población ha disminuido drásticamente, y consiste en un monitoreo satelital para identificar sus rutas migratorias y lugares de anidación. El segundo estudia la rana de Darwin, anfibio en peligro de extinción que habita en ciertos bosques húmedos del sur. De hecho, el Zoológico tiene un centro de reproducción de esta especie. El último es un innovador programa de rescate y conservación de pingüinos de Humboldt, que se dedica a proteger sus huevos de la intervención humana. Para profundizar este mandato, hoy el Zoológico trabaja, en colaboración con Argentina, en un programa que monitorea el vuelo de cóndores en la Cordillera de Los Andes y educa sobre la importancia de cuidar al loro tricahue, especie nativa en estado de vulnerabilidad.

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70. R E SC AT E E INCUBACI ÓN DE HUEVOS D E P IN G ÜI NOS DE HUM BOLDT

En un islote frente a Pichidangui, en la IV Región, hay una población de pingüinos de Humboldt expuesta a los oleajes, a especies invasoras que devoran sus huevos y a turistas que transitan por sus lugares de anidación. Se estima que en Chile quedan apenas 20.000 individuos de esta especie, diezmada por la actividad pesquera y las lluvias que inundan sus nidos. En 2015, un equipo especializado rescató los huevos abandonados y generó una colonia de pingüinos en el Zoológico Nacional para asegurar el futuro de la especie. Con el aporte de Japón, implementaron dos estrategias de reproducción: una de crianza artificial, en donde los huevos se incuban en cámaras con condiciones controladas de humedad y calor. Y otra de crianza natural: en algunas parejas de pingüinos se introducen huevos falsos, que cuidan por instinto. Luego de un tiempo estos son cambiados por huevos reales, que serán empollados por los animales. Con estos métodos han sido criados seis pingüinos, hoy adultos que han tenido hijos.

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71. E N TRENAM I ENTO Y E NR IQ U E CI M I ENTO AM BI ENTAL

Cuando son sometidos a chequeos médicos, los elefantes se suben solos a la balanza y ofrecen mansamente a los veterinarios sus descomunales orejas para que los vacunen. No es necesario anestesiarlos ni amarrarlos: obedecen gracias a un riguroso entrenamiento diario. Con la asesoría de un especialista estadounidense, hace 15 años el Zoológico comenzó a entrenar a algunas de sus especies y los cuidadores han ido traspasando este conocimiento. Lo cierto es que todos coinciden en que la interacción entre el humano y el animal debe ser siempre positiva, no se les debe mantener con hambre y nunca hay que gritarles. Hoy en el Zoológico cuenta más la calidad y la riqueza del espacio que la cantidad de metros cuadrados. Los recintos son estimulantes y entretenidos para potenciar en los animales sus comportamientos salvajes. Asimismo, se introducen olores de otras especies que los obligan a marcar su territorio, se les esconde la comida para que tengan que salir a buscarla, se les diseñan circuitos con obstáculos o se les entregan herramientas y juguetes, como pelotas hechas con mangueras viejas a los leones o palitos a los monos para que saquen miel de unos orificios y desarrollen su agilidad mental.

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72. MÓ N IC A AGUI LERA CEPEDA, VI VERI STA

El abuelo de Mónica Aguilera era viverista en el Bosque Santiago y, naturalmente, Mónica aprendió desde niña a trabajar la tierra siguiendo sus enseñanzas. Cuando era pequeña iba desde su casa en El Salto a su colegio en Vitacura a caballo, atravesando los cerros por un camino escondido. “Me demoraba quince minutos. Recuerdo que lo dejaba amarrado en la entrada del colegio”, relata. Entró a trabajar a los viveros del Parque Metropolitano a los 16 años. Terminó la enseñanza media y tomó cursos en botánica, reproducción de especies, riego y cultivo con el apoyo del Parque. También ha aprendido a esquilar a los animales de los corrales de fauna nativa y a manejar emergencias forestales en caso de incendios furtivos: hoy es la encargada de operaciones en terreno de Bosque Santiago y todos saben que no se mueve una hoja sin que Mónica se entere.

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73. VI VEROS

El primer vivero que abasteció al Parque Metropolitano estaba en Bosque Santiago, que de 1905 a 1971 perteneció al Ministerio de Agricultura. En él se reprodujeron árboles de rápido crecimiento como aromos, eucaliptus y pinos cipreses, para ser usados en las primeras forestaciones de los cerros todavía eriazos. En los años 70 se crearon los viveros Cumbre y Herradura. En el primero se reproducían plantas ornamentales, en su mayoría exóticas. Y en el segundo, ubicado en la proximidades del acceso de Pedro de Valdivia Norte, se almacenaban las especies que el Parque compraba en viveros externos. Hoy sólo existe el Cumbre, recuperado en 2012 por la Fundación Sendero de Chile como espacio ciudadano de educación ambiental, después de muchos años de desuso. Dos días a la semana este vivero se abre a voluntarios que trabajan en la huerta a cambio de llevarse parte de la cosecha del día, que puede ser zapallos, berenjenas, lechugas, amaranto rojo, brócolis o coliflores, según la estación del año. En la ladera oriente del Parque se encuentra el vivero Leliantú, donde uno de los árboles más valiosos que se reproduce es el belloto del norte, en peligro de extinción. En total, en sus 5 hectáreas de extensión –planas y de fácil acceso– este vivero produce entre 25.000 y 30.000 especies, tanto nativas como introducidas, para nutrir al Parque. En el vivero We Aliwen, en Bosque Santiago, desde el año 2012 se cultivan más de 100 especies de flora nativa, como palma chilena y canelo, que provienen de semillas en todo Chile. Su producción anual de 30.000 plantas se distribuye en el Parque y algunas son donadas a fundaciones y municipios.

{Vivero Leliantú.} 100AÑOS100HISTORIAS


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74. LAGUNARI A

La lagunaria es un árbol exótico, originario de Australia, semi caduco y de flor rosada, de forma tubular y hojas verde oscuro. Alcanza hasta 15 metros de altura. El ejemplar que destaca en el centro de la Plaza Caupolicán tiene unos sesenta años, proviene de las primeras forestaciones del Parque y fue traído de la Quinta Normal. La semilla de su pequeño fruto tiene pelitos urticantes que pueden causar alergia. Por esta razón, en una oportunidad estuvieron a punto de cortarlo, pero la viverista jubilada Stella Ravello, junto a su equipo impidieron la tala.

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LA VUELTA DE LA PALMERA

LAS PALMAS CHILENAS DEL PARQUE

Subiendo el cerro desde Pío Nono o Pedro de Valdivia, al pasar el sector Tupahue y la Casa de la Cultura, aparece una estrecha curva pavimentada por donde los ciclistas se deslizan a toda velocidad. En ella hay una plazoleta con una esbelta y erguida palma chilena en el medio. Se calcula que puede tener 100 años y es el ejemplar de esta especie más añoso del Parque. En otoño bota sus coquitos y los paseantes que conocen los ciclos de esta emblemática palma saben cuándo ir a recolectar los frutos repartidos en el suelo.

En 1986, la viverista Stella Ravello, del antiguo vivero Cumbre, recibió de regalo un puñado de semillas de palma chilena. Las remojó para ablandar su corteza y las hizo germinar en sustratos provenientes de la descomposición de vegetales. Después de varios intentos, brotaron 20 hierbitas que los jardineros plantaron en el sector de Tupahue, en el vivero Leliantú y en el Jardín Mapulemu, donde hay mayor cantidad de ejemplares. Hoy se pueden ver agrupadas en el área de los árboles de la zona central, rodeadas de pasto donde los visitantes se recuestan, protegidos por la sombra de sus largas y anchas ramas.

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77. HU G O ARM I JO FARÍ AS, G U ARDABOSQUES, JE F E D E PLANTACI ÓN NORTE

Tras 41 años de trabajo, Hugo Armijo jubiló en 2014. Comenzó como jardinero y terminó siendo jefe de la plantación norte, la más grande del Parque, a cargo de 16 funcionarios. Él se ocupó de la forestación del sector de Arboreto, donde antiguamente estaba el vivero La Herradura. “Soy muy andariego, inquieto, y nunca me quedé sentado. Recorría laderas y quebradas. Era creativo, vivía pensando dónde hacer nuevas plantaciones, más jardines o miradores”, cuenta. Por años, su perro Pata fue fiel compañero de largas caminatas por plantaciones y forestaciones. Cuando trabajaba como guardabosque fue testigo de cómo frágiles arbolitos sacados de los viveros se transformaban en enormes y espesos ejemplares. Le dolía cuando talaban especímenes viejos, regados y cuidados por él, pero enseguida plantaba con felicidad los árboles juveniles que remplazarían su sombra. Una de sus misiones más personales fue educar uno por uno a los visitantes acerca del valor de respetar los bosques. “A los ciclistas que se meten entre medio de las plantaciones yo les pedía que no rompieran los riegos y que cuidaran las plantas. Les contaba que yo aprendí a amar la naturaleza en este Parque”.

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78.

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LOMBRICULTURA

N UE VA S F O R E S TA CIO N E S

En 2012 el vivero Leliantú comenzó tímidamente a producir humus a partir de guano de elefantes y cebras del Zoológico y de las caballerizas del Parque. Con él alimentaban a unas hambrientas lombrices californianas, traídas de Longaví, que lo iban transformando de manera sustentable en fertilizante natural, rico en nitrógeno, potasio y fósforo, nutrientes esenciales para las plantas. Hoy se producen 25 metros cúbicos de humus al año que van a parar a las plantaciones forestales y viveros para acelerar el crecimiento de las plantas y volver el suelo más permeable al agua.

La forestación de los parques de Santiago con especies nativas hoy es un mandamiento verde por su baja demanda de agua, porque ayudan a reducir la contaminación, frenan la desertificación y mejoran el paisaje. En 2012 se echó a andar un plan para reverdecer las laderas más áridas del sector poniente que mira hacia Recoleta, y en 145 hectáreas se han plantado 100.000 árboles nativos como quillayes, molles, maitenes, peumos, quebrachos, taras, espinos y mayus.

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80. CENTRO EDUCATI VO A MBI ENTAL BOSQUE SANTI AGO

De ser el primer vivero que alimentó las laderas del cerro San Cristóbal a principios del siglo XX y un parque que recibía restringidas visitas escolares, en 2000 Bosque Santiago se transformó completamente, su mirada se volvió sustentable y pasó a ser un novedoso centro de educación ambiental al aire libre comprometido con la conservación de la naturaleza. En sus 180 hectáreas se han dispuesto 17 estaciones para que los visitantes reconozcan la diversidad vegetal de Chile; se asomen a los corrales de fauna nativa con llamas, vicuñas, alpacas y guanacos; se detengan en la orilla de humedales (lagunas artificiales que recrean las condiciones de este ecosistema); se pierdan en el bosquete de olmos; recorran el vivero We Aliwen, y descubran las estaciones de reciclaje y de biofiltro. En esta última las aguas servidas son filtradas con lombrices para que queden aptas para riego.

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{Aloe Arborescens.} 100AÑOS100HISTORIAS


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81. LOS J AR D I NES D EL PARQU E : PAI S AJ E S D E C OLOR Del total de 737 hectáreas plantadas del Parque Metropolitano, 30 corresponden a jardines diseñados para ser apreciados y disfrutados por los visitantes. Los primeros que se construyeron sólo tenían especies introducidas, pero desde hace dos décadas se está incorporando sostenidamente vegetación propia de la zona central. Son árboles y arbustos que requieren menos agua y están siempre verdes, además de stipa, una variedad nativa de pasto que crece en casi todo Chile. Asimismo, se privilegian las flores vivaces o perennes, que viven más de dos años y que al florecer dan semillas en abundancia, como alstroemerias, que son autóctonas, salvia, lavanda y verónicas. PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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82. MAR C O S GÁLVEZ, EL TAGÜI TA JA R D IN E R O EN PLAZA CAUPOLI CÁN

Su abuelo, su padre y su madre trabajaban en el cerro San Cristóbal, y Marcos Gálvez, Tagüita, se lo conoce de memoria, especialmente el sector Tupahue, donde su mamá tenía un kiosco y su papá era jardinero. Entró a trabajar al Parque Metropolitano a los 26 años, tras haber sido vendedor de agua en el Cementerio General, temporero, obrero en una fábrica de plásticos y jardinero de La Moneda. Su labor es amplia: desmaleza, barre las hojas, riega, mantiene el jardín de la Plaza Caupolicán, recibe las plantas de los viveros, las ordena, las presenta y las planta. “Me preocupo de que las flores vayan siempre orientadas hacia los visitantes”, comenta. Para Tagüita, los árboles que lo acompañan durante su jornada de trabajo son iguales a él: "Sienten como yo. Estamos muy unidos: ellos dependen de mí y yo dependo de ellos, y por eso me preocupo de darles agüita y de mantenerlos felices”, dice. Marcos Gálvez descubrió hace ya mucho tiempo uno de los rincones más apacibles del Parque: El Ermitaño Bajo. "Ahí me voy cuando quiero estar un rato solo y medito. Es una placita con árboles muy frondosos, las copas se juntan en lo alto, pero en un lugar las hojas y las ramas dejan un pequeño espacio por donde se ve el cielo", evoca.

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83. ÁRBOLES PARAGUAS

Unos anchos árboles de ramas largas que caen en forma de paraguas, son los favoritos de los bañistas en las piscinas Tupahue y Antilén, por la apetitosa sombra que dan en verano. Son olmos péndulo y fueron traídos hace más de 40 años del vivero El Vergel, en Angol. Esta singular especie es el resultado del injerto de un olmo plantado y una púa del mismo árbol. Esta se inserta en un corte vertical en la corteza. Para que las ramas crezcan hacia abajo, como si fuera un sauce achatado, la púa se debe injertar al revés: la yema –parte superior– va enterrada en el tronco, sujeta con amarras y cubierta con una pasta de cera natural.

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84. F L O R A E X U B E R ANT E Acacias, aromos, cipreses y eucaliptos son algunos de los árboles con los que se forestó gran parte de los cerros del Parque Metropolitano a inicios del siglo XX, cuando las especies foráneas eran más valoradas que las nativas por su belleza ornamental y su rápido crecimiento. Hace 20 años comenzó a reforestarse con ejemplares de la zona central, pero todavía la mayor parte de la vegetación es exótica. Los árboles más llamativos para los visitantes están en las plazas, en las zonas de descanso y en los accesos. Entre ellos se cuentan los centenarios cipreses mediterráneos del Ermitaño Alto; las secuoyas próximas al restaurante Divertimento; los jacarandás, cuyas flores en otoño y primavera tiñen de azul el trayecto entre la Plaza México y la Plaza Bellavista; los ginkgo biloba del Jardín Japonés y de la piscina Antilén; las cuatro variedades de palmas cerca del Torreón Victoria; los ombúes de enormes raíces y denso follaje que se observan en el sector Tupahue, en el acceso Pedro de Valdivia y la Plaza Gabriela Mistral, y el sorprendente árbol de fuego del cerro Chacarillas, que pierde sus hojas al final de la primavera y sus ramas se llenan de flores rojísimas.

{Hojas de Ginkgo Biloba.}

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{Flores de Jacarandรก.}

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85. EL CANAL EL CARM EN Durante más de 100 años, el canal de regadío El Carmen circundó las faldas del Parque Metropolitano en un trayecto de 10 kilómetros, hasta que a fines de los 70 sus aguas, provenientes del canal San Carlos, fueron entubadas. Hoy atraviesa los cerros por un túnel que llega hasta el sector norte de la ciudad, abasteciendo de agua a parcelas de las comunas de Huechuraba, Lampa y Colina. En el acceso Zapadores del Parque, entre arbustos y vegetación baja, se observan huellas de su recorrido en pequeños túneles cubiertos de vegetación.

{Canalización Pedro de Valdivia Norte.}

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Desde sus inicios se ha destacado como un Parque único en el mundo, construido sobre un cordón montañoso que desde la cordillera se escapa hacia Santiago a más de 870 metros sobre el nivel del mar.

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La estampa de la Virgen con los brazos abiertos mirando hacia la ciudad de Santiago que se despliega a sus pies ha quedado grabada en banderines y páginas de revistas.

Los pequeños recuerdos del Parque Metropolitano, como antiguos tickets de ingreso, suelen aparecer en billeteras y carteras viejas. Y traen de un tirón a la memoria inolvidables imágenes.


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86. E L COM P L EJO S ISTEMA DE AGUA

Mantener las 737 hectáreas de vegetación del Parque es un desafío diario. Desde que el cerro San Cristóbal comenzó a ser forestado, la gran pregunta ha sido cómo transportar el agua hacia la cumbre y los sectores altos. Para ello, primero se construyó el canal El Carmen, que rodeaba el Parque. A mediados de los 70, una junta de canalistas empezó a distribuir equitativamente las aguas del canal Metropolitano entre los dueños de los fundos que esta matriz recorre y los administradores del Parque. Un equipo de celadores se encargaba de dividir todos los días las aguas, según los derechos de cada canalista. Lo mismo se hizo con los canales Lo Curro y Conchalí, que después formaron el canal Vitacura. Hoy al canal Metropolitano se han sumado las aguas del canal San Carlos, que se unen por un ducto subterráneo con El Carmen, que atraviesa bajo tierra los cerros desde Pedro de Valdivia norte hasta Conchalí. El Parque cuenta con diez estanques de almacenamiento y unas 80 bombas que transportan el agua hacia las cumbres por un sistema bajo tierra que evita las indeseadas pérdidas. 100AÑOS100HISTORIAS


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{Embalse Las Torres.} PA R Q U E M E T R O P O L I TA N O D E S A N T I A G O


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Luego las tuberías se ramifican hacia distintas áreas del Parque y alimentan los sistemas de riego de Parque.

El embalse tiene una capacidad de 15.000 m3 (15 millones de litros) y está conectado a una red de tuberías y filtros que purifican el agua de riego.

Los filtros Chacarillas purifican agua para el riego, a razón de 10 litros/sg, recurso que recibe desde el embalse.

Cámara de carga Embalse Las Torres

Filtros Chacarillas

Bomba 3

Canal El Carmen

Eleva las aguas del Canal El Carmen hasta la planta de filtros y embalse.

Se desprende del río Maipo y sus aguas son usadas para apoyar el abastecimiento del cerro cuando el caudal del Mapocho está bajo. Al Parque le corresponden 10,5 regadores.

Canal El Carmen

Canal El Carmen

El parque se riega mediante 2 sistemas: GRAVITACIONAL

RIEGOS TECNIFICADOS Río Mapocho

Canal El Carmen

Surco de riego

Riego por aspersión 100AÑOS100HISTORIAS

Riego por goteo


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AGUA DE RIEGO El desarenador ubicado en el sector Bosque Santiago separa la arena del agua proveniente del canal Metropolitano, para entregarla al embalse.

Para mantener verde este oasis natural en medio de la ciudad, el agua es un elemento fundamental. A través de un variado sistema de riego que dispone de mecánicas de funcionamiento muy clásicass hasta innovadoras y nuevas tecnologías, los mecánicos del Parque optimizan el recurso y entregan a cada árbol la cantidad justa que le corresponde según su especie.

Sector Bosque Santiago Canal Metropolitano

Canal Metropolitano

Canal Metropolitano Después de 12 km. de recorrido ingresa al Parque por el Bosque Santiago. Al Parque le corresponden 240 litros/sg.

Desarenador

4

5

150

6

km

Aproximadamente suma el total de tuberías para riego que ocupa el Parque, con diámetros de ½" a 24", y materialidad de PVC, acero, rocalit y HDPE. Río Mapocho

Río Mapocho

Agua Potable El Parque se abastece de la empresa Aguas Andinas. Ésta es elevada a través de equipos de motobombas a estanques de almacenamiento y desde ahí su distribución a los distintos lugares del Parque Metropolitano. Se almacena en seis estanques. Cada uno tiene una capacidad que va desde los 75m3 a los 500 m3. PA R Q U E M E T R OSe P Outiliza L I TA en N Olas D instalaciones E S A N T I A Gdel O personal y los

lugares que utilizan los visitantes.


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87. MA R IO B U STAM ANTE RI QUELM E, GE NE ROSO Y SOLI DARI O

Es el administrativo que lleva más años trabajando en el Parque y, Mario Bustamante todavía recuerda vívidamente el 11 de febrero de 1970, día en que fue contratado como obrero para la construcción de la plaza Gabriela Mistral, aunque no sabía nada del rubro. Había terminado cuarto medio y se le daban bien las matemáticas. Tres años después pasó a trabajar a la oficina de remuneraciones, donde calculaba con exactitud los salarios de los empleados. En esos años ingresaba los datos a mano en unas grandes planillas, de doble cara, donde se registraban mes a mes los pagos de los funcionarios. Como en los años 70 eran frecuentes los anuncios de mejoras salariales en el sector público, Mario se amanecía recalculando los sueldos. “Teníamos unas máquinas que se demoraban un montón en hacer las operaciones básicas y que sonaban como tarro hasta que imprimían el resultado en una huincha de papel”, recuerda. Como era curioso y tenía un compañero que hacía un curso de computación, se las arregló para aprender a usar los primeros computadores que llegaron a la sección. Pronto sus jefes le confiaron las tareas informáticas. En 2015, Mario fue elegido Súper Funcionario del Parque Metropolitano: su fama de hombre generoso y solidario ha recorrido desde siempre los cerros. Como es conocido por su habilidad con las matemáticas, muchos hijos de funcionarios –escolares y estudiantes universitarios– se acercan a su escritorio para que les eche una mano. “Me gusta trabajar en el Parque, porque siento que estoy sirviendo. La gente me estima, me valora y soy útil para los demás”, afirma.

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88. EL M I TO D E L E R MITA Ñ O No se sabe quién era, ni cómo llegó ni qué sucedió con él, pero dos lugares emblemáticos del Parque se llaman así en su honor. De boca en boca se construyó un mito en torno a un ermitaño que en los años 40 vivió escondido entre los árboles y arbustos del cerro San Cristóbal, en el tramo que está entre las zonas de picnic Ermitaño Alto y Jardín Ermitaño Bajo. Se cuenta que era un hombre de buena familia que, tras la muerte de su esposa, enloqueció y se alejó de la sociedad. Levantó una rústica morada con piedras y troncos y se adueñó tanto del entorno que correteaba a excursionistas y guardaparques. Cuando comenzó la construcción del estanque y del sistema de tuberías para bombear agua hacia la cumbre, los trabajadores sufrieron el hostigamiento del ermitaño –cuyo nombre nadie es capaz de recordar. A palos intentó alejarlos hasta que, de pronto, y sin decir agua va, desapareció. Se dice que se habría ido a vivir a algún recodo inexpugnable del Parque y que habría muerto en completa soledad.

{Revista En Viaje Nº374, diciembre 1964.}

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89. CHEMAMÜLL A partir de 2000 se instalaron unos silenciosos personajes de madera de hasta 3,5 metros de altura –figuras de hombres y de mujeres– en varios puntos del Parque Metropolitano, como las entradas Pío Nono y Pedro de Valdivia y en el sector de Tupahue. Son los chemamüll, una tradición poco conocida de la cultura mapuche: esculturas antropomorfas que representan la conexión del mundo ancestral con el terrenal y el más allá y que funcionan como un portal para que el alma trascienda cuando el cuerpo se desvanece. Los chemamüll del Parque fueron tallados por Antonio Paillafil, quien ha

realizado más de 3.000 de estos tótems. Sin pintura ni barniz y de aspecto rústico, provienen de árboles secos y de desechos de empresas madereras. En la entrada del Jardín Mapulemu había un quemu quemu, también de Paillafil, una escultura hecha de escalones de madera que las machis usan en los rituales para conectarse con la naturaleza, pero se trasladó porque se encontraba endeble. Actualmente la mayoría de estas esculturas han sido trasladadas por su deterioro y Paillafil está construyendo otras siete, de hasta 4,5 metros de altura, para celebrar el centenario del Parque.

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90. LOS I NCAS

Distintos hallazgos arqueológicos han despertado la idea que, antes de la llegada de los españoles, Santiago era un centro urbano inca de importancia, con reyes y autoridades que habrían sido asesinados durante la conquista de Diego de Almagro. Lo confirman los hallazgos arqueológicos en Cerro Blanco, en Cerro Chena y en sepulturas encontradas en las riberas del río Mapocho. Los incas habrían llegado a la cuenca de Santiago a través del Camino del Inca, desde su sede imperial en Perú, por dos vías que nacían juntas en el Valle de Aconcagua, luego se separaban y finalmente se reencontraban a los pies del cerro San Cristóbal. Desde allí se desprendían caminos que llegaban hasta el centro administrativo, ubicado en la Plaza de Armas. Se dice que los incas tenían chacras en los terrenos que hoy corresponden a Conchalí, Huechuraba y Quilicura, sectores secos que fueron regados con una acequia que llevaba agua desde el Mapocho hasta el otro lado del cerro San Cristóbal, pasando por lo que es hoy Américo Vespucio.

{Plano de Santiago, 1895.}

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91. N I EVE EN EL CER RO En 2007 y en 2011, cuando nevó en Santiago, los cerros del Parque se tiñeron de blanco. Era como observar un paisaje nórdico, con pinos altos, nevados y llenos de espíritu navideño. En la foto, la cumbre nevada del San Cristóbal capturada desde Providencia.

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92. CAS A S D E HE R R AMIE NTA S Escondidas en los cerros, bajo árboles de copa alta y junto a arbustos frondosos, fueron construidas muchas de las bodegas y casas de herramientas que posee el Parque, para volverlas lo más invisibles posible. Entre las más curiosas y antiguas hay tres. La bodega de riego por aspersión, que está en un socavón, junto a una inmensa cantera en desuso, desde donde hay una bella vista hacia el norte de Santiago. Fue construida en los años 80 y cuenta con un galpón de almacenamiento, un cuarto para los trabajadores, un taller de reparaciones y una bodega para guardar piezas de bronce y tuberías. Desde aquí se maneja todo el sistema de riego de la ladera norponiente del cerro. Frente a la vuelta de la Palmera, por un camino que se mete entre abundante

vegetación, se llega a la Bomba 3, que distribuye agua a distintos sectores del Parque. En una casa de 1925 –construida sobre una pirca de piedra con columnas y terminaciones en pino oregón– vivía el bombero del Parque junto a su familia. Los últimos terremotos la dejaron inhabilitada y a pocos metros se construyó otro espacio para los trabajadores y operadores de la bomba. Menos oculto está el taller de la brigada forestal, frente a la Plaza Centenario. Aquí se ajustan los tractores, las máquinas para talar, las cortadoras de pasto, entre otros, y se almacena combustible, herramientas y botiquines de primeros auxilios. En un pañol se guardan los trajes de los brigadistas, las mangueras, las azahachas y los rastrillos para combatir el fuego.

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93. D A N IE L GONZÁLEZ YÁÑEZ, 43 AÑOS D Á NDOLE COLOR AL PARQUE

Daniel González era uno de los tres pintores del área de construcción del Parque hasta 2013, cuando se jubiló. Su trabajo consistía en reparar la pintura de las casas, las oficinas, las rejas, las barandas o las piscinas. Usaba colores blanco y marfil, porque dan amplitud a los espacios. Huía del rojo o el amarillo y, en general, prefería la calma del verde agua y las tonalidades celestes. Entró a trabajar a los 22 años, porque su padre era funcionario en una de las plantaciones. Como vivía en Recoleta, dice que el Parque era su patio trasero: pasaba horas jugando con los amigos del barrio en la cueva del indio, una madriguera hecha de rocas bajo la piscina Antilén, y recuerda que las noches previas a Navidad acompañaba a su padre a hacer guardia para evitar que la gente entrara a robar ramas de pino para después venderlas como árboles de pascua.

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94. S E GU N D O SALDÍ AS CORTÉS, E L B R IG A D ISTA FORESTAL M ÁS ANTI GUO

El equipo de seguridad de los ochos brigadistas forestales está compuesto por bototos, pantalón grueso de mezclilla, casaca antifuego, casco y pala. A Segundo Saldías, jubilado en 2015, le tocó muchas veces en sus 43 años de servicio pelear cuerpo a cuerpo contra el avance de las llamas para evitar la quema de las forestaciones. La época más difícil es el verano: aumenta el calor, se multiplican los visitantes, el pasto se seca y la humedad del suelo se evapora. Pequeños detalles como una colilla mal apagada o un trocito de vidrio sobre una hoja seca pueden causar un incendio. Para detectar los posibles riesgos, la brigada aumenta su dotación en verano y sus labores incluyen abrir cortafuegos, retirar la vegetación seca y realizar rondas de vigilancia. Antiguamente los incendios eran recurrentes, porque había más árboles viejos y menos control de visitantes. Ocurrían de noche y los cuatro integrantes de la brigada de Segundo Saldías los combatían a oscuras, con un carro aljibe, mangueras y palas. Sus años de experiencia le enseñaron que el compañerismo y el trabajo en equipo son imprescindibles. "Siempre se debe velar por los demás y estar atento a si al compañero le falta agua, si está cansado o si se siente mal”, afirma. Sin la labor preventiva de la brigada forestal, las plantaciones del Parque Metropolitano no sobrevivirían a las constantes amenazas.

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O L G A TA P I A , UN A D E L AS PRI M ER A S V E C INAS

RAM ÓN SOTO, EL GUARDI ÁN Después del colegio, Ramón Soto tiraba el bolsón, pasaba por la cocina, sacaba unas marraquetas y partía a corretear por la arcillosa y rocosa ladera norte. Conocía los senderos de memoria: sabía dónde había un socavón, dónde sobresalía una piedra y dónde pasaban las acequias. Corría sin parar hasta La Pirámide para bañarse en el canal y al atardecer, casi a oscuras, volvía exhausto a su casa en Zapadores. Hoy sale de esa misma casa y casi todos los fines de semana recorre el Parque a pie por rutas descubiertas en su infancia, llega hasta la Virgen o hasta la cumbre del cerro El Carbón. Atento a las necesidades de su parque favorito, si ve basura la recoge; si divisa un arbolito doblado lo endereza, y apuntala los tutores de los ejemplares nuevos. “Ya no son frecuentes, pero muchos veranos me tocó subir con mi pala a controlar el fuego antes de que llegaran los bomberos. Entre los vecinos nos organizábamos”.

Al final de la empinada calle Aurora de Chile, a los pies del Parque Metropolitano, está la casa de Olga Tapia, construida por su padre en 1953 en un extenso terreno repleto de zarzamoras y pastos secos. Aquí creció junto a sus nueve hermanos entre árboles frutales, parras, choclos y sandías. Donde hoy está el Paseo Metropolitano, que bordea el cerro por el lado norponiente, corrían las aguas del canal El Carmen. Olga recuerda que a pocos metros de su casa se formaba un laguito donde los niños del barrio pasaban jugando hasta que se ponía el sol. Junto a su familia, los domingo era panorama insoslayable caminar por el Parque hacia el sector de La Pirámide y almorzar a la sombra de los árboles. Llevaban platos, vasos, cubiertos, mantelito y la comida lista del día anterior: pollo asado y ensaladas.

{Olga Tapia junto a sus sobrinas Paola Alarcón y Karen González, y su sobrina nieta Belén Quiroz.}

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97. WALT ERI O C HÁV E Z , EX PLOR AD OR A C AMPO TRAV I E S A Acompañado de sus labradoras Blue y Noa, Walterio Chávez cruza la avenida El Cerro y sube los cerros del Parque a campo traviesa. Vive hace más de 40 años en Pedro de Valdivia Norte y tiene rutas y escondites propios. Según la época, se cruza con familias de codornices, arañas pollito, lagartijas, conejos o carpinteritos. En una ocasión encontró una culebra plateada. La habían atropellado en el camino principal y estaba moribunda. Walterio la cuidó en su casa hasta que se recuperó. Entonces cruzó la calle y la liberó en su hábitat. En el Parque enterró a Taicito, su perro. Todavía recuerda su plácida compañía después de sus clases en la Universidad de Santiago, cuando se iba a las faldas del cerro a estudiar. “Era muy fiel. Lo enterramos mirando hacia el norte, arriba, para que tuviera una vista preciosa. Todavía lo visitamos”, cuenta Walterio. Para ejercitarse y mantenerse activo, de vez en cuando recoge los troncos que encuentra tirados a la orilla del camino. “Mi objetivo era hacer ejercicio para tener salud, no calefaccionarme. Por eso estoy tan paradito a mi edad”.

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98. E L L E GAD O D E L O S DI RECTORES

Desde que Alberto Mackenna, fundador e impulsor de las primeras obras del cerro San Cristóbal, dejara su cargo de administrador del Parque, se han sucedido más de 30 directores. Algunos han durado un par de años y otros casi una decena. En los años 60 y 70, gracias a la tenaz iniciativa del administrador Jorge de la Cruz, se inauguró una segunda etapa de grandes construcciones. En su mandato se levantaron las piscinas Antilén y Tupahue y la Casa de la Cultura Anáhuac y pasó a llamarse Parque Metropolitano de Santiago y a depender administrativamente del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Entre los directores que permanecieron más tiempo están Ernesto Hald, quien impulsó durante su gestión de 1976 a 1980 el proyecto del teleférico; Luis Valenzuela, quien estuvo de 1981 hasta 1989; Carlos Ossandón, de 1989 hasta 1993; Teresa Rey, quien fue directora en dos oportunidades entre 1997 y 2010; y el actual director Mauricio Fabry, quien sucedió a Bernardo Kupfer, que dirigió el Parque entre 2010 y 2012. Por su parte, Michel de L ´Herbe fue director entre 1995 y 1997; Dina Tarraza, entre 2004 y 2005, y Sergio Smith, de 1993 1996.

{De izquierda a derecha: Michel de L ´Herbe, Dina Tarraza, Mauricio Fabry (director actual), Teresa Rey, Hernán Merino (actual jefe de Parques y Jardines) y Sergio Smith.} 100AÑOS100HISTORIAS


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{Inauguraciรณn acceso Zapadores, agosto 2016. Ministra de Vivienda y Urbanismo, Paulina Saball; alcalde de Quilicura, Juan Carrasco; alcalde de Huechuraba, Carlos Cuadrado (de rojo atrรกs); alcalde de Recoleta, Daniel Jadue; alcalde de Independencia, Gonzalo Durรกn; intendente de la Regiรณn Metropolitana, Claudio Orrego; y el subsecretario de Vivienda y Urbanismo, Jaime Romero.}

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99. UN PARQUE ABI ERTO A LA CI UDAD El Parque Metropolitano tiene ocho accesos. De estos, cuatro son estrictamente para peatones y ciclistas: Carlos Reed en Av. Santa María, a la altura de los canales de televisión, en Providencia, que está abierto desde 1968; y en Recoleta, el Parque Bicentenario de la Infancia –Av. Perú 1001– y Santos Dumont. Las entradas más usadas –y por donde se puede ingresar en auto pagando un peaje– son la de Pío Nono, en Recoleta, que funciona desde sus inicios en 1917; la de Pedro de Valdivia Norte, en Providencia; la de la Pirámide en Vitacura, en operación desde 1978. En 2016 se inauguró el acceso Zapadores, en Recoleta, a un costado del Parque Mahuidahue (uno de los 19 parques urbanos que el Parque administra en la Región Metropolitana). Con esta emblemática obra se ven beneficiados 600.000 habitantes de la zona norte de Santiago, que recorriendo los cuatro kilómetros del camino La Montaña pueden llegar hasta el Jardín Mapulemu, en el corazón del Parque.

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100. EL LUGAR M ÁS BO N ITO DE SA N TIAGO S EGÚN LA G ENTE Para realizar el estudio que dio vida al libro "Se llama Santiago" (2014), de la Facultad de Arte y Arquitectura de la Universidad del Desarrollo, se les preguntó a los habitantes de la capital por sus lugares preferidos, para recopilar sus relatos, creencias y opiniones. ¿Resultado? El cerro San Cristóbal fue uno de los sitios más mencionados. En la pregunta “¿Qué es para usted lo más bonito de Santiago?”, la mayoría eligió el Parque. Y en la pregunta “¿Qué le mostraría a un extranjero?”, es la primera mención, seguida del cerro Santa Lucía y del Centro. “El cerro San Cristóbal es un ícono: hay obras de arte, fotografías y postales con su silueta. Está en la historia de Santiago y de Chile”, dice el director del Parque, Mauricio Fabry.

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Agradecimientos especiales a funcionarios, ex funcionarios, vecinos y amigos del Parque Metropolitano de Santiago, que compartieron sus testimonios y experiencias para "100 aĂąos 100 historias".


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ÍNDICE 100 HISTORIAS

1. Un parque único en el mundo Pág. 014

7. La visita del Papa Juan Pablo II Pág. 028

13. El histórico funicular Pág. 042

2. El cerro antes del parque Pág. 016

8. ¡Los scouts se toman el cerro! Pág. 030

14. El funicular, patrimonio vivo Pág. 044

3. Alberto Mackenna Subercaseaux Pág. 018

9. La campaña para transformar el cerro en un parque Pág. 034

15. Mirador Hundimiento Pág. 046

4. Las antiguas canteras Pág. 020

10. Observatorio El Salto Pág. 038

16. Cerro El Carbón Pág. 050

5. Ives Rodríguez Mena, el último cantero Pág. 022

11.

6. La virgen del cerro Pág. 024

Torreón Victoria Pág. 039

17. El antiguo teleférico Pág. 052

12. Aromos, pinos y eucaliptos, la primera forestación Pág. 040

18. Teleférico 2016 Pág. 054

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19. Casino Cumbre Pág. 056

25. Raúl Galindo Cádiz, el cuidador de animales Pág. 070

31. Mural Tupahue Pág. 082

20. Restaurantes Pág. 058

26. Observatorio Foster Pág. 072

32. Carlos Marter García Pág. 084

21. El amor de Kulczewski por el San Cristóbal Pág. 060

27. Nacidas en el Parque Pág. 074

33. La piscina popular en el cerro Chacarillas Pág. 086

22. Roof Garden Pág. 062

28. Salón Tudor Pág. 076

34. Piscina Antilén Pág. 088

23. El Zoológico nacional Pág. 066

29. La legendaria Sala de máquinas Pág. 078

35. Cultura en Los Gemelos Pág. 090

24. Inolvidable elefanta Fresia Pág. 068

30. Pisicna Tupahue Pág. 080

36. Casa de la cultura Anáhuac Pág. 094

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37. Parque y vidas Pág. 098

43. Turismo local y extranjero Pág. 112

49. Una potente red de parques urbanos Pág. 126

38. Ferrocarril de Turismo Oriente Pág. 100

44. Jardín japonés Pág. 114

50. Bosque de espinos Pág. 128

39. Juan Guzmán Paillalef, el funcionario más antiguo Pág. 102

45. Jardín Botánico Mapulemu Pág. 116

51. Deportes Pág. 130

40. Parque sin autos Pág. 104

46. Jardín Botánico Chagual Pág. 118

52. Mauricio Sepúlveda, el maratonista madrugador Pág. 132

41. El amor en el parque Pág. 106

47. Plaza de Juegos Gabriela Mistral Pág. 122

53. Oasis en medio de la ciudad Pág. 134

42. Zona de picnic Pág. 108

48. Plaza México Pág. 124

54. Senderos destacados Pág. 138

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55. Sendero Zorro Vidal Pág. 140

61. Aves Pág. 152

67. Medicina preventiva y alimentación Pág. 162

56. Ricardo Pacheco Navarrete, jefe de guardaparques y seguridad Pág. 142

62. Reptiles Pág. 154

68. Las mariposas Pág. 164

63. Zorro Chilla Pág. 155

69. Conservación de fauna nativa Pág. 166

58. Paseo Metropolitano Pág. 145

64. Abejas Pág. 156

70. Rescate e incubación de huevos de pingüinos de Humboldt Pág. 168

59. Constanza Cabezas, la embajadora del Parque Pág. 146

65. Graciela Cortés Avendaño, la madre del Zoológico Pág. 158

71. Entrenamiento y enriquecimiento animal Pág. 170

60. Carlos Reed Pág. 150

66. 90 años salvando animales Pág. 160

72. Mónica Aguilera Cepeda, viveristac Pág. 172

57. El ciclista del San Cristóbal, cuento de Antonio Skármeta Pág. 144

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73. Viveros Pág. 174

79. Nuevas forestaciones Pág. 183

85. El canal El Carmen Pág. 198

74. Lagunaria Pág. 176

80. Centro educativo ambiental Bosque Santiago Pág. 184

87. Mario Bustamante Riquelme, generoso y solidario Pág. 202

75. La vuelta de la palmera Pág. 178

81. Los jardines del parque, paisajes de color Pág. 186

88. El mito del ermitaño Pág. 204

76. Las palmas chilenas del Parque Pág. 178

82. Marcos Gálvez, el Tagüita, jardinero en plaza Caupolicán Pág. 190

89. Chemahüllr Pág. 205

77. Hugo Armijo Farías, guardabosques, jefe de la plantación norte Pág. 180

83. Árboles Paraguas Pág. 190

90. Los incas Pág. 206

78. Lombricultura Pág. 183

84. Flora Exhuberante Pág. 192

91. Nieve en el cerro Pág. 208

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92. Casas de herramientas Pág. 210

98. El legado de los directores Pág. 220

93. Daniel González Yáñez, 43 años dándole color al Parque Pág. 212

99. Un parque abierto a la ciudad Pág. 222

94. Segundo Saldías Cortés, el brigadista forestal más antiguo Pág. 214

100. El lugar más bonito de Santiago según la gente Pág. 224

95. Olga Tapia, una de las primeras vecinas Pág. 216

96. Ramón Soto, el guardián Pág. 216

97. Walterio Chávez, explorador a campo traviesa Pág. 218

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Dirección Editorial Parque Metropolitano de Santiago Investigación Felicidad / Memoria Creativa Coordinación Editorial Parque Metropolitano de Santiago Catalina Serrano Verónica Espinoza Tamara Leiva Desarrollo de contenidos Parque Metropolitano de Santiago Felicidad Memoria Creativa Edición de textos Catalina Serrano Dirección de arte Felicidad Diseño Camila Berger Renata Tesser Fotografía Alejandro Olivares Alejandro Araya Fotografía Portada Guy Wenborne Ilustraciones Gabriel Ebensperger Violeta Cereceda Alfredo Duarte Gabriel Lobos Pablo Luebert Antonia Reyes Agradecimientos Juan Medina Torres Guy Wenborne Sergio Montenegro Cenital Chile Centro de Documentación, Ministerio de Vivienda y Urbanismo Memoria Chilena Museo Histórico Nacional Rodrigo Guendelman/Santiagoadicto Renzo Giovanni Vaccarezza Editorial Ricaaventura EIRL 2016 Impreso en Ograma



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