El agua sube a empujones en el sector La Gloria de Puerto La Cruz

Con bombas hidráulicas succionan el vital líquido los habitantes de esta céntrica barriada porteña que viven un calvario de necesidades

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Texto y fotos: Alexis Castillo

Los malandros imponen su ley, las cloacas se rebosan e infectan todo a su paso, la necesidad de una vivienda digna es  un clamor, pero el agua es un recurso que sueñan tener las 24 horas los habitantes del sector La Gloria, sobre todo los que habitan en el cerro, donde abundan los ranchos, las casas de las familias más humildes de esta populosa comunidad ubicada en Puerto La Cruz, municipio Juan Antonio Sotillo.

Hace dos años atrás, todos los moradores contaban con un suministro diario, constante, seguro, pero al dañarse la bomba hidráulica principal todo cambió. “Debido a este problema la solución de las autoridades fue la de conectar el sistema de impulsión desde la estación de bombeo que funciona en el parque Andrés Eloy Blanco. Está instalación está activa por 5 horas, está apagada 2 y continúa luego su ciclo”, explicó Steven Salazar, un vecino.

“Ya hemos perdido la cuenta de las veces que nos hemos quejado y planteado esto a Hidrocaribe”, afirmó Isaías Marín, el vocero de Agua del Consejo Comunal de esta barriada porteña. “Los más afectados son los que viven en la parte alta, porque han debido comprarse sus propias bombas y turnarse para encenderlas”, acotó delante de otros habitantes que sienten tanta o más malestar que él por este problema que palpita al ritmo del sinsabor.

“Ya hemos perdido la cuenta de las veces que nos hemos quejado…”

En La Gloria conviven más de 206 familias en un aproximado de 188 casas, porque estas cantidades corresponden al censo comunal realizado en 2010. Es una zona que ha ido transformándose con los años en un vecindario. En la parte baja están las casas de bloque y cemento, es otro panorama. Basta con caminar cerro arriba y observar una galería de viviendas hechas de láminas de zinc, situadas en terrenos que tambalean al menor aguacero.

Desde la entrada a la parte alta se aprecia una larga hilera de tubos de plástico azul que transportan el agua succionada por las bombas eléctricas que cada familia adquirió. Hay derrames de arriba abajo, el ruido de las máquinas propulsoras que están encendidas desde la mañana es permanente en el lugar.

La realidad cotidiana es que obtienen el vital líquido cada tres días de la semana entre 8:00 am y 12:00 pm, posteriormente de 6:00 pm a 8:00 de la noche.

El albañil Vladimir Córdova, de 47 años, considera que llegará es injusto que una comunidad tan antigua y poblada permanezca en esta condición por la falta de acción de los gobernantes.

Sin embargo, lo ataja Morela  Rodríguez, una señora morena que nació en La Gloria y es la vocera de Bienestar Social del Consejo Comunal: “Nos han prometido un cambio y es por ello que seguimos organizándonos para conseguir soluciones”.

 “Aquí también vivimos encerrados”

Informa que desde octubre del año 2011 están trabajando en la creación de la Unidad Técnica de Transformación de Barrios (UTC), en la que se agruparán 18 sectores, entre los cuales, está La Gloria.

“Nos han prometido un primer desembolso de recursos de 5 mil bolívares que permitirán el financiamiento de un conjunto de proyectos que beneficiarán a más de 5 mil familias”.

Cuando formula este anuncio los ojos le brillan a Rodríguez, su verbo fluye con el de una predicadora, está persuadida y se esfuerza en incubarnos tal convencimiento. “La UTC ha sido planteada desde Miraflores como un estímulo a la coordinación del poder popular que servirá a la hora de dar respuesta a temas vitales en el barrio como el agua, la construcción de muros de contención, electrificación, vivienda, entre otros”, dice.

Al preguntarle sobre otros dilemas vecinales, responde sin vacilación. -¿Esta canal que cruza el sector cerro abajo se convierte en un río cuando llueve? Ella contesta: Esto se transforma en una quebrada mijo. Nos explica que piedras, basura y agua se desparraman caudalosamente en tiempos de invierno.

“Aquí también vivimos encerrados”, expresa Elineth Millán, una mujer de 34 años, madre y esposa que reside en una casa mejor edificada y cómoda. “Esto no es vida, ya a las 6:00 de la tarde no salgo más, tampoco dejo que salga mi hijo”, añade.

Nadie identifica a un azote, no hay bandas delictivas que apuntar con el dedo. “Los malandros vienen de otros barrios”, es lo que señalan moradores como Millán.

“Es difícil vivir en el cerro”.

–¿Sientes miedo?, insisto en preguntar–. “Es difícil vivir en el cerro. Uno sale al mercado, a la escuela, a hacer una diligencia y de regreso sientes miedo de subir”, relata sentada en la antesala de su vivienda enrejada. A otro lado, en un techo de platabanda nos vigila un perro  inmenso de aspecto temible.

Yaritza Rodríguez tiene 46 años de edad y 23 habitando en el área más encumbrada. “La inseguridad se ha hecho más intensa desde hace dos años para acá, hemos ido a Polisotillo y nada”, sostiene y aprovecha para solicitar la construcción de escaleras a las autoridades. Los caminos de acceso que existen son de piedra.

En un rancho está Sobeida Brito y sus hijos. Lleva 13 años en el sector. El terreno donde está asentada su casa es susceptible de desmoronamiento. “Protección Civil ha venido al lugar y han informado que tenemos que salir, pero nunca dicen dónde piensan reubicarnos”.

Lo mismo dice Inés Zorrilla, quien denuncia que el terreno del patio de su hogar se está deshaciendo lentamente y lo peor es que si llegara a derrumbarse más afectará a una familia ubicada unos metros abajo. “Por aquí esperamos soluciones, cuándo llegarán, ojalá algún día”.

Las moscas hacen fiesta con basura en Las Charas de Puerto La Cruz

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Redacción y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

Llegar a Las Charas es posible yendo en dirección a la zona alta de Puerto La Cruz, municipio Sotillo. En esta misma vía, se llega a otros barrios populares, súper poblados y repletos de gente humilde como La Caraqueña, Las Delicias o Bello Monte.

Se cruzan caminos que se asemejan a laberintos culebreros. Ir hasta Las Charas es confirmar la estampa de nuestro mestizaje fundida en los afrodescendientes, en la sangre indígena, en la estirpe blanca. Esta zona y sus periferias son un microcosmos que encierra un pueblo despierto, dicharachero, laborioso y necesitado más que de cosas materiales, de guía y mayores valores para la vida.

Antes de subir el cerro que aloja a miles de familias, caminamos por la calle Ayacucho. Nos detenemos en la quebrada que surca esta barriada porteña desde lo más alto. La basura colma el cauce, las moscas revolotean y danzan sobre bolsas apiladas. Por montones hacen un festín aupadas por los olores nauseabundos. Compiten por las sobras y los desperdicios los perros hambrientos, a lo lejos un hombre hurga en el reguero de escombros y suciedad.

El paisaje se convierte en insumo para la queja entre Robin Rodríguez y Omar Rodríguez, voceros del Consejo Comunal Ayacucho. Ambos responsabilizan a las autoridades municipales de tal condición por las fallas en la recolección diaria de los desechos.

“Todos tenemos el compromiso de colaborar con el saneamiento”

Tampoco rehúyen al cuestionamiento por la falta de colaboración de los propios habitantes, del interés de todos porque la limpieza sea un hecho concreto por encima de cualquier falta.

“Ciertamente todos tenemos el compromiso de colaborar con el saneamiento”, admite Robin Rodríguez, quien sirve de guía hasta otras áreas de la quebrada y a medida que vamos escalando hacia la parte alta de Las Charas se hace triste, molesto y abrumador ver tanta basura.

Consultado Alejandro Millán, vicepresidente de la Corporación de Saneamiento Ambiental de la alcaldía de Sotillo (Coservas), responde este ente cumple con un trabajo incesante en estos sectores, “pero recogemos la basura en la mañana y a la media hora personas inconcientes vuelven a colocar desperdicios”.

 

“Esto es un basurero porque nadie coopera”

Odilia de Cordero es una mujer de 70 años, afirma tener más de 30 años como moradora en Las Charas. “Esto es un basurero porque nadie coopera, parece que no les importa a algunas personas las moscas, el riesgo que tiene esto cuando se llueve”.

Cordero aboga además porque el barrio tenga mejor alumbrado público, por cuanto “en horas de la noche esto es oscurísimo. Algunos de los bombillos los tenemos que comprar los vecinos”. Su solicitud surge porque hay que andarse con cuidado en horas nocturnas, tanto como en horas tempranas del día en el que mucha gente sale o regresa de trabajar.

Tomamos rumbo a El Tanque que está más arriba y allí nos encontramos con Mayra Villael y Valmore Rodríguez, voceros del Consejo Comunal El Tanque, quienes aspiran contar con apoyo gubernamental en la consolidación de la promesa de casas a familias que viven en terrenos inestables.

El Tanque es encumbrado y cerro arriba hay una estela de ranchos, casas humildes que no aguantan una ventisca huracanada, un soplido con lluvia torrencial combinada. Villael es explica que el agua llega por tuberías, aunque los que están en partes más altas deben comprar sus bombas hidráulicas que impulsan con fuerza el vital líquido. Hay quienes se surten en envases y suben cargados.

“Nos hace falta mayor respaldo oficial, porque proyectos para la comunidad tenemos”, dice enfática Villael y la secunda Rodríguez, quien considera que la participación vecinal debe ser más notoria, más animosa.

“Las calles ameritan de la fiesta del asfalto, pero antes deben reparar los botes de agua”, agrega Rodríguez, y señala con su dedo índice un hueco rebosante de agua potable. “Fíjese que esto deteriora, pero aquí esperamos a que Hidrocaribe la repare”.

Sobre la seguridad en el barrio nadie comenta mayor cosa, sólo expresan que las cosas por el lugar son tranquilas, sin dejar de admitir que puede darse un caso de delincuentes merodeando, de peleas intermitentes, de alguna situación anormal, “pero nada grave, por acá la gente es muy sana”, señaló Luisa Rodríguez, una vecina a quien consultamos al azar por la calle principal.

“Las calles ameritan de la fiesta del asfalto”

Voceros de los Consejos Comunales de El Tanque y Ayacucho coincidieron en un clamor: reubicación para las familias que tienen viviendas ubicadas en los bordes de la quebrada de Las Charas.

El suelo de los patios de estas casas experimenta un desgaste progresivo. Elena López, lleva diez años con sus hijos en este lugar y solicita al alcalde Stalin Fuentes ayuda. “Claro que es atemorizante vivir sabiendo que esto está derrumbándose, pero no tengo otra casa ni a donde ir”.

Es una realidad que impacta y debe generar una respuesta por parte de las autoridades que manejan una evaluación de estas circunstancias por Protección Civil. Son diferentes las aspiraciones comunales, múltiples las tareas a resolver, basta visitar Las Charas, escuchar e ir de la mano con sus dolientes.

La Resistencia es una canción triste

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Redacción y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

La calle principal del barrio La Resistencia es una vía alfombrada en tierra y piedra, la escenografía perfecta de una canción triste, un camino de polvo alborotado por remolinos de viento que surgen como imágenes fantasmales, aplacados a ratos por el agua esparcida por algunos habitantes.

Recorrer este sector permite divisar una estela de familias humildes, regadas en una comunidad que cruje con el ardiente sol oriental, sedienta de organización, de amor propio y ayuda gubernamental. Este lugar es la antítesis del paraíso, el refugio de quienes con poco luchan contra la adversidad.

Es uno de los barrios pobres de Barcelona, capital del estado Anzoátegui, un región turística y petrolera. La Resistencia ha cobijado a más gente a lo largo de los años, seres humanos con sueños, esperanzas, necesidad de casa propia, a quienes no les quedó más remedio que levantar un rancho hecho de láminas de zinc, madera y otros materiales a la espera de mejores­­­­ condiciones de vida.

Ha crecido al lado de las­­­­ riberas del caudaloso río Neverí, por el que  muchas familias adicionalmente sufren con cada crecida en tiempo de lluvia, un afluente útil para la proliferación de insectos, roedores, es sitio de descarga de las aguas residuales, es un manantial de vida y problemas.

A pocos metros está ubicada la zona industrial Los Montones, tal vez, surgió la Resistencia por el fulgor que despertó hace años este condominio empresarial. Hoy, mermada la actividad y abandonados muchos de los galpones, suspira un pasado con ajetreo de obreros y maquinaria.

La calle principal del barrio La Resistencia es una vía alfombrada en tierra y piedra

Hay que escuchar a Carmen Rodríguez, habitante de esta popular comunidad, explica que en tantos años ha habido ofrecimientos que siguen sin cumplirse. “Nos ofrecieron la sustitución de ranchos por casas y la electrificación en la calle La Bolivariana. Pasan los años y seguimos esperando”. Martínez puntualiza que cuentan con Consejo Comunal, “pero no nos dan respuestas a los planteamientos”.

A Carmen Luisa González, una abuela de 70 años de edad, no le intimidan las dificultades. “Aquí he vivido por más de 30 años, ningún camión viene a recoger la basura, así que la quemamos. No hay cloacas, pero con nuestro propio dinero hemos hecho las redes. Tenemos lo que tenemos por nuestra fuerza y trabajo”.

Mirian Rojas, Rosalbis Tenorio y Tibisay Sifontes aspiran que la mirada de los gobernantes se enfoque en el barrio, no es una súplica advierten.  “Es el derecho que tenemos como habitantes a recibir beneficios del gobierno”, resuelve Tenorio.

“Aquí hay terrenos con capacidad para construir casas dignas para muchos que todavía viven en ranchos, para todos los que necesitamos un mejor vivir”, expresó Sifontes, quien nos señala una inmensa parcela de tierra que “la vez que consultamos a la alcaldía su posible utilización para el pueblo, llegaron y desmalezaron, compactaron y cercaron. Nadie respondió nuevamente sobre el terreno”.

Las hectáreas que miran con interés en La Resistencia es tan amplia como un campo de fútbol, ciertamente está desmalezada, aplanada y protegida por muros de concreto. Los vecinos también hacen un llamado por espacios que permanecen abandonados, como dos construcciones que habían sido pensadas para industrias. Se observa sólo el esqueleto metálico dentro de muros de concreto.

 

“Aquí hay terrenos con capacidad para construir casas dignas”

Durante el recorrido hubo que ir hasta la vivienda de Carmen Luisa de Figuera, una muchacha de no más de 24 años, madre de cinco hijos pequeños, habita en un rancho. Nos invita a pasar y el asombro estalla al ver su realidad de pobreza abrumadora.

En esta casa cría a sus niños y duermen en colchones desnudos, con los resortes y la goma espuma expuestos, son camas marrones de tanto polvo. Hay dos cuartos en este rancho, sólo uno tiene puerta y está estampada de mensajes, números y frases. Es en este reguero de escritos donde Carmen tiene anotado los dos números de teléfono de su marido.

Su hogar está por debajo del nivel del cauce del río, también de una laguna de aguas negras que está justo atrás. “Cuando llueve el agua se mete en la casa. Lo que pido es que nos ayude el gobierno a tener una casa digna”, expresa triste y se le escapan el llanto.

Es una situación difícil, pero ella afirma que allí vive hasta que pueda contar con otra posibilidad. “A dónde voy, aquí permanecemos, mi marido trabaja en cualquier oficio para la comida diaria”.

Golpea duro la precariedad de esta mujer, pero nos comentan los vecinos que son testigos de este drama que hay otros en igual o peor circunstancia. Nos retiramos dejando atrás a esta mujer con su realidad conmovedora.

Partimos en busca de más verdades, y nos cuentan los habitantes que cada período de invierno fuerte el sitio es un lodazal. “Como ninguna calle está asfaltada se hace difícil transitar por el barro que se forma, además, el agua se empoza y como puede cada quien saca lo que le toca, abrimos zanjas, intentamos que no se nos inunde todo, pero todo se inunda al final”, señaló Carmen Martínez.

 

No hay drenajes, todo se inunda

La última vez que las calles desaparecieron y hubo más de una vivienda bajo el agua acumulada fue en septiembre de 2012. Familias de la Resistencia, Los Montones y El Muro vieron anegadas sus casas. Es un panorama que se repetirá probablemente, pues persisten las mismas condiciones que años antes.

La escuela más próxima está a unos 20 minutos, y cerca hay un dispensario que está abierto al público hasta las 12:00pm. Los vecinos refieren que necesitan mayor dotación, un horario de esta instalación de salud a tiempo completo.

Al preguntar por la seguridad, concuerdan que es visible el patrullaje de la Policía Nacional Bolivariana, pero que igual  hay temor a salir a altas horas de la noche. Existe en el sector un área delimitada para una cancha, pero la Alcaldía de Barcelona sólo aportó recursos y se hizo un piso.

Este espacio carece de cercado, techado, estructuras para practicar algún deporte como fútbol o baloncesto. Es utilizable en horas del día, porque en las noches no cuenta con alumbrado.

Se hace imperativo que los jóvenes, los niños niñas y adultos tengan un sitio para el deporte, sería un antídoto a tanta violencia social, un freno a la delincuencia, el flagelo de las drogas. Es más que un clamor, un asunto obligado que debe ser atendido por las autoridades, como tantos otros problemas que se reproducen en La Resistencia.

UDO es un territorio del miedo

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Foto:Archivo

Alexis Castillo/ @alexisnoticia

Dentro y fuera el miedo invade a estudiantes, docentes, personal y autoridades académicas de la Universidad de Oriente, núcleo Anzoátegui (UDO). Es un temor que se dispara, bien esperando un autobús, sentado en un banco del campus o caminando rumbo a cualquier salón de clases de día o noche. El factor sorpresa usado por la delincuencia es lo que sacude los nervios.

Y es que la inseguridad en esta casa de estudios no se limita al robo común de celulares o equipos, ha habido heridos de bala y quemas de módulos, oficinas e instalaciones. Sucede todo bajo el amparo de la impunidad.

Uno de los episodios que agotó la paciencia udista ocurrió la tarde del lunes 13 octubre de 2013. María Angélica Aguirre, de 18 años, estudiante de Medicina, recibió un disparo al resistirse al asalto perpetrado por dos delincuentes cuando se encontraba en la entrada del alma máter.

El suceso generó la protesta de un grupo de bachilleres. Desde entonces, han sido múltiples los llamados y anuncios. Nada ha cambiado, porque el hampa actúa a sus anchas esta instalación.

Tal escenario es un problema crónico en la UDO, como terreno fértil donde prospera la controversia. Mientras, el gobierno universitario, cada vez más, está contra las cuerdas.

Vulnerabilidad

El docente Carlos Millán, sostiene que desde 2006 han habido muchas propuestas y desde entonces se han ejecutado distintas medidas: cámaras, entrenamiento de vigilantes, carnetización y planes de seguridad sin efectos perdurables.

“Hacen falta políticas de convivencia interna, llegar a acuerdos con el Estado más allá del gobierno, hace falta protestar para que cada quien asuma su responsabilidad. No es la falla una razón presupuestaria, sino de actitud”, afirmó.

En la Unidad de Estudios Básicos está el módulo del grupo de izquierda UDO-7, pintado tantas veces como ha sido quemado. Edison Rizales, vocero del grupo, endosa la violencia a fallas de gerencia rectoral.

“No permiten la actuación policial con la excusa de la violación a la autonomía universitaria, mientras la delincuencia acecha por todos lados”, recriminó. Rizales asevera que de 30 vigilantes contratados apenas nueve están activos.

Indudablemente es un talón de Aquiles admite la decana María Teresa Lattuca, al expresar que la merma de ingresos ha obligado al recorte de la nómina de personal de vigilancia que sólo actúa en sitios estratégicos de un núcleo con más de 10 edificios y una población de 20 mil bachilleres.

“Contamos apenas con 9 vigilantes por turnos, 5 de los cuales son vigilantes internos y dos deben ser jubilados”, acotó.

Lattuca subrayó que permitir la actuación de la Policía Nacional Bolivariana en la UDO, deberá contar con aval estudiantil. “Tenemos la necesidad de mayor resguardo, pero somos cuidadosos de la inviolabilidad del recinto universitario”.

En mayo de este año hubo una posibilidad de resultados a raíz del referéndum sobre la aplicación del Plan Patria Segura. No obstante, tal consulta quedó congelada, sin la suficiente promoción interna, sin una gota de determinación que arrojara luces sobre el verdadero sentir de la comunidad universitaria sobre un tema que les atañe, que les afecta: la seguridad.

  • Freno delictivo
  • En 2009 la actuación de los agentes de la Policía del estado Anzoátegui (Polianzoátegui) consiguió frenar los delitos cometidos en la UDO, dada la presencia permanente de los uniformados en espacios internos.
  • El comisario Manuel Ortiz, ex comandante de Polianzoátegui, destacó que arrojó la disminución de un 90% de los delitos que se habían venido cometiendo en este recinto.
  • El dispositivo estuvo activo dos años y exigió un despliegue desde horas de la mañana de un punto de control en áreas externas en las que participaban entre 8 y 10 funcionarios.
  • En cifras
  • 3 asaltos diarios masivos en aulas se cometían en áreas internas de la UDO durante el año 2009. Hasta junio de 2014 las autoridades contabilizaron 10 delitos
  • 23 cámaras registran movimientos en algunas áreas estratégicas de la Universidad de Oriente. La Decana María Teresa Lattuca lo estima insuficiente

Cruzar en autobús la vía Alterna es sentir un miedo arrollador

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Redacción y fotos: Alexis Castillo (@alexisnoticias)

Cuando Carlos Urriola se sube al autobús en cualquier parada de la vía Alterna o avenida Argimiro Gabaldón, el temor lo invade, pero no le queda otra opción que encomendarse a Dios y esperar bajarse en su lugar de destino, vaya en dirección a Puerto La Cruz o Barcelona.

La Alterna, atemoriza a pasajeros y transportistas por cuanto las paradas de autobuses son blanco de asaltos, en las que delincuentes aprovechan para abordar las unidades y sembrar el pánico a la hora de un robo. De allí, que también la señora Karina Rengel diga sentir lo mismo que Urriola, cuando toma a diario el bus desde la parada del sector Villas Olímpicas ubicado en el municipio Simón Bolívar y se dispone cruzarla por cualquier diligencia.

Es una ruta común y corriente para cualquier pasajero que viva en la zona norte del estado Anzoátegui, sin embargo, recorrerla a bordo del transporte público genera mayormente miedo.

—¿Qué si me han robado? Dos veces para serle preciso. La última vez los malandros nos encañonaron y desviaron el autobús, luego hicieron su agosto llevándose de todo: celulares, relojes, carteras, y cuanta cosa nueva cargan los muchachos ahora—contó Urriola, un hombre macizo, blanco, cuya calvicie tapa con una gorra de color naranja que combina con su camisa.

“Tengo amigos, familiares y vecinos que le han quitado todo en un atraco”

Usualmente el o los delincuentes se suben al autobús o la buseta sin levantar sospechas. Unos adelante y otros en puestos intermedios, van calculando su jugada, observan y van pendiente del menor movimiento.

—En mi vida me han robado, ni Dios lo quiera, afirma la señora Rengel—. Claro, tengo amigos, familiares y vecinos que le han quitado todo en un atraco en los autobuses. Ha habido momentos que me parece que se montan chicos en actitud rara o intimidante. En esos momentos entro en pánico y si voy muy nerviosa prefiero bajarme— añade.

La sorpresa del robo suelen darla hampones que actúan en grupo, someten y agreden si alguien se resiste. Doblegan a sus víctimas con pistolas y armas blancas, hacen estallar los nervios.

—Lo peor de todo es que quienes te atracan son jóvenes, puros carajitos que seguramente andan drogados, porque hay que tenerlas bien puestas para asaltar a tanta gente—expresó Luis Zambrano, un jubilado de la Gobernación del estado, quien aclara que utiliza el bus cuando su carro está en reparaciones en el taller mecánico.

Igual que Zambrano hay otros pasajeros consultados que coinciden en opiniones y comentarios sobre algunos “modus operandi” delictivos. Mientras unos y otros dicen, el autobús en el que vamos se congestiona más en el interior. Hay demasiadas personas apretujadas y de pie, el calor se hace más denso.

La queja recurrente de pasajeros y choferes es que falta mayor acción policial, que los puntos de control son insuficientes y exigen medidas contundentes. La respuesta oficial se centra en el despliegue de 924 funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), un organismo nuevo en acción.

El gobierno busca un antídoto en el marco de la Gran Misión a Toda Vida Venezuela, que contempla sumar conjuntamente  500 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, apoyados por distintos cuerpos de seguridad.

 —Uno espera que con la nueva Policía Nacional Bolivariana se contenga un mínimo la delincuencia, porque trabajar en estas condiciones es difícil— dice Ramón Rosales, conductor de la línea Casa Fuerte, quien no parece muy convencido de los esfuerzos policiales.

924 agentes de la PNB fueron desplegadosen distintos sectores de la entidad

Mientras las medidas de seguridad hacen su efecto o son implementadas, otros trabajadores del volante como Enrique Chacón, también de la línea Casa Fuerte, se resignan a sufrir un atraco en pleno mediodía, en alguna parada de la vía Alterna, despojado de su dinero, a riesgo incluso de perder la vida.

—Me han robado tantas veces e incluso me han secuestrado que no me asombra nada. Claro, pero uno no puede dejar de trabajar porque haya ladrones, porque los hay en todas partes. A uno no le queda más que trabajar y echarle pichón—recalcó y no se distrae mientras conduce.

Similar determinación expresó Patricia Utrera, quien vive en el sector Cruz Verde, al sur de la capital del estado Anzoátegui. Tiene dos hijos adultos, es madre soltera y trabaja como aseadora en una empresa ubicada en Puerto La Cruz.

—Salgo de mi casa todos los días a las 5.30 de la madrugada y estoy de regreso a las 5.00 de la tarde. Tomo dos autobuses, uno desde Puerto La Cruz y otro hasta Cruz Verde —dijo—. Me han atracado dos veces en todo el tiempo. La primera vez el asaltante cantó la parada en Flotorca, que es peligrosísima, eso fue como a las 6:30 de la tarde. Allí robó a todos los pasajeros.

Son más de las 5:15 pm y Rosa va sentada y muy cómoda, recuerda que la segunda ocasión que experimentó un hecho delictivo  en un bus ocurrió en una zona de riesgo: la parada del hospital Luis Razetti.

“Si te piden el teléfono y ven que tienes un Vergatario te lo tiran en la cara”

—Se había formado una cola a la altura de la UDO (Universidad de Oriente) y unos muchachos se subieron al autobús. Notaba que observaban mucho hacia los puestos traseros, mientras otros estaban adelante. Pasando la cola y parando el bus, nos quitaron todo. Los malandros huyeron. Mala suerte ese día— añade y sonríe.

Las previsiones sobran: Nada de objetos de valor, dinero en altas sumas, ropa u accesorios costosos y llamativos.

Entre risas la udista Amanda Silva apunta que los ladrones conocen en qué lugar se esconden objetos de valor como un teléfono celular de última generación.

—Si te piden el teléfono y ven que tienes un Vergatario te lo tiran en la cara, suelen ver primero quiénes utilizan los celulares — cuenta esta jovencita —. Por más que uno no quiera, nadie te dice que al montarte en un autobús no seas víctima de un robo, es lo común, sobre todo ahora que llega navidad. Si te resistes te pegan, quizá hasta te maten por algo material.

Una cola de cuentos en Bicentenario

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Texto y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

Una cola abultada de gente ávida de comprar barato es la imagen común  en las afueras del Gran Abasto Bicentenario, ubicado en  la avenida Jorge Rodríguez (Intercomunal) ocupado y expropiado en 2010. Hoy parte de la red de distribución de alimentos del gobierno nacional.

Sucede sólo en la mañana y hay que formarse en fila con la meta de comprar alimentos regulados e incluso es un requisito para acceder al cajero del banco. La espera se prolonga dependiendo de la extensión de la fila, del aguante bajo un sol que conforme pasan las horas se hace abrazador.

En el pasado lo usual era entrar sin esperar turno. Los tumultos, desordenes, y cantidades limitadas de productos regulados han obligado a imponer este sistema de compra. La escena es reiterada, como tantas a la que siguen los venezolanos resistiéndose a acostumbrarse.

Conseguir lo escaso

“¿Qué más queda hijo?, contesta la abuela Omaira Zabala, quien vive en el sector Mesones en Barcelona, sector humilde de la capital anzoatiguense. “Si no es así, no hay manera de comprar. Ir al mercado resulta costosísimo. Al menos aquí el pollo y la carne salen baratos”, recrimina.

Son las 10:35 am y es larga la cola. “Tengo dos horas desde que llegué, pero ha habido días en los que me vengo  a las 7:00 de la mañana con tal de salir temprano”, añade. Como Zabala otras mujeres están en la fila. Llevan niños, paraguas, usan gorras y lentes de sol, toman bebidas refrescantes y los heladores venden fijo porque el calor dispara la sed.

“Vine a comprar otras cosas, no carne o pollo, pero me encuentro que igual hay que hacer esta cola”, se lamenta Esperanza Flores, vistiendo de cristiana evangélica. Es robusta, de piel blanca y rostro redondo con grandes ojos. “Esto es peor cuando llegan los productos regulados.”, acota, mientras camina unos pasos adelante.

Quienes la escuchan también comentan. “Aquí consigo la harina pan en siete bolívares, por eso vengo”, le escucho a Gabriela Villarroel, habitante de Puerto La Cruz. “Me aguanto esta cola así no sepa qué venderán”, suelta entre risas.

“No me gusta pasar el día aquí, pero a esto nos acostumbran”, advierte María Indriago, residente del barrio Los Estudiantes en la Vía Alterna, quien es más resuelta al hablar.

“La última vez que vendieron aires acondicionados, televisores y neveras hice una cola dos días”, contó Omaira Parucho y siente que vivió toda una hazaña. “Bueno, me tocó dormir prácticamente aquí en la cola, pero lo compré”, recordó y todos a su alrededor nos reímos.

Cuentos y hazañas

Estimo que hay unas 100 personas en la cola de la mañana del lunes en Bicentenario. Hay un gentío afuera y dentro del comercio. Quienes van pasando al interior, deben esperar sentados bajo dos toldos color rojo instalados en el área de estacionamiento. Allí mismo está una unidad de la Policía de Anzoátegui. Hay orden.

El chofer Eduardo López, argumenta que “así llevamos meses, al menos no se forman los alborotos por lo que nadie compraba”. Sobre la presencia de revendedores, buhoneros o acaparadores añade Humberto Guarache: “Es posible, pero no es fácil detectarlos”. Su mujer nos mira y asiente con la cabeza varías veces validando sus palabras. “Ni que tuvieran una marca, los famosos bachaqueros no andan pavoneándose”, concluye.

Le pregunto a una señora que no desea dar su nombre si hace cola una vez o varias. “Las veces que se necesite o se pueda comprar. Aquí te venden limitado por persona, pero te lo venden, cuando se acaba regresas”, me responde tímida.

– ¿No le impide hacer otras actividades?_interrogo a Eloina Castro, moradora de Tronconal IV en Barcelona.

– ¿Y qué hago? ¿Tengo opción si en otro lado no venden la comida que necesita el pueblo? Es a lo que nos han llevado

El ánimo general no es de agrado a la idea de hacer cola, pero la resignación es imperativa.

Otra es la historia por las tardes. El acceso al Bicentenario es de puerta abierta a todo público. La normalidad le recibe. Pasando la puerta principal y al lado derecho el comprador encuentra la oferta de electrodomésticos. Por ahora, no hay televisores, neveras o aires acondicionados, pero hay lavadoras de 6.5 kilos, equipos de sonido, hornos o vaporizadoras eléctricos. No faltan clientes preguntando precios.

La inseguridad se dispara a control remoto en estacionamientos privados

La modalidad de los delincuentes es abrir y robar automóviles en aparcaderos con un dispositivo electrónico que permite vulnerar el sistema de alarma

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Texto y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

Los estacionamientos no escapan a los robos y actos vandálicos, de allí que los responsables de administrar tales espacios se ven obligados a redoblar esfuerzos e invertir más con tal de mantener a raya a los facinerosos.

La cooperación policial es clave cuando se les debe garantizar un respiro a los usuarios. Sin  embargo, los maleantes encuentran formas y maneras de romper un vidrio, forzar las puertas o sencillamente vulnerar el sistema de seguridad de un automóvil. El modus operandi de los delincuentes varía, en muchos casos, actúan en coordinación grupal.

Al tanto de la capacidad y movimientos del hampa están las empresas que prestan servicio de estacionamientos en sitios de alta movilización como el Centro Comercial Plaza Mayor ubicado en Lechería.

Bárbara Hernández es la gerente de la compañía Parking Beach, quien afirma que “en un año que tenemos al frente de este servicio se logró desarticular dos mafias dedicadas a violentar entre 5 y 6 vehículos diariamente”.

Sostiene que se trata de una instalación comercial de las más visitadas en la zona norte del estado Anzoátegui, por cuanto concentra tiendas, restaurantes, espacios recreativos, marinas, cines, entre otros. Dispone de cinco amplias zonas de estacionamiento que incluso han servido a la realización de conciertos por su enorme capacidad.

“Las acciones de vigilancia y resguardo ha sido apoyadas por la Policía de Lechería y ha disminuido el robo de carros en el estacionamiento. Poliurbaneja mantiene un módulo con agentes y mantenemos un monitoreo interno con cámaras las 24 horas”.

“Se logró desarticular dos mafias dedicadas a violentar vehículos”

Aunque el publicista Orlando Ochoa sostiene que no duda de la preocupación de las autoridades, “hay áreas en Plaza Mayor que parecen alejadas de cámaras y del personal, por ende, son áreas fáciles para los delincuentes”. “En el área que está en dirección a McDonald´s han abierto autos, el mío por ejemplo, lo abrieron y me llevaron hasta los zapatos deportivos viejos que tenía en el maletero. ¿Reclamo? Te presentan cualquier cantidad de excusas y terminas siendo tú el culpable del robo”.

Sobre casos como estos contesta la representante de Parking Beach que “la empresa tiene un seguro de responsabilidad y cubre el pago del automóvil cuando resulta robado, no así de lo que el propietario víctima de un acto vandálico afirme haber tenido en el interior de su carro”.

Nelia Millán cuenta una anécdota: me asaltaron en el antiguo Bingo Star 33 en Puerto La Cruz y se llevaron en esa oportunidad un Corsa, muy buscado todavía por ladrones, y por el seguro satelital terminaron encontrándolo en el estacionamiento de Plaza Mayor. Lo habían dejado allí con un cartel de taxi”.

Hernández sale al paso y responde que “detectamos que entre 2:00 y 6:00 pm los robos eran más frecuentes en el área cerca del supermercado Unicasa. Allí estacionaban los delincuentes un automóvil a ambos lados y forzaban sin que nadie supiera o sospechara”, agrega, “ahora esa situación no ocurre, menos que puedan dejar un carro por días sin que estemos al tanto”.

En el área norte de la región hay otros centros comerciales de mucha afluencia como el C.C Puente Real en Nueva Barcelona. Allí la operadora Global Parking se hace cargo del cobro y vigilancia. Sus representantes evitaron cualquier consulta periodística ante la sola mención de la queja de dos usuarios que contaron haber sido víctimas de robo mientras permanecieron sus vehículos en el aparcadero.

“Detectamos que entre 2:00 y 6:00 pm los robos eran más frecuentes”

Consultamos al azar a usuarios y usuarias durante dos días diferentes. Sólo una de cinco personas contó que en diciembre pasado inescrupulosos abrieron la maleta de su auto. “Había llevado al carro unas bolsas de algunas compras en el centro comercial. Eso fue como a las 4:00 de la tarde de un jueves. Dos horas después me doy cuenta que la alarma no funciona y todo lo dejado en el carro se lo habían llevado. Incluso una computadora portátil. La empresa, bien gracias”.

El resto de las opiniones arrojaron un malestar por la falta de monedas para dar vuelto al momento del cobro en las taquillas de pago. “Es una falta de respeto siempre, como bien dicen, redondean el monto. Si le corresponde cancelar Bs F 3,500 lo llevan a 4 bolívares”. Es un abuso”, recriminó la señora Ana María Moretti, luego de llegado su turno de pago.

Hubo usuarios que señalaron que en Puente Real se incurre en cobros excesivos por escasos minutos de resguardo, que además se incumple con las tarifas autorizadas por el Ministerio del Comercio en Gaceta oficial. “Aquí cobran los tres bolívares que corresponden a la fracción de una hora de servicio, automáticamente a quienes apenas tienen ingresan al estacionamiento por menos de eso”, cuestionó en voz alta Orlando Saldivia, educador jubilado.

Al respecto Bárbara Hernández, gerente de la empresa Parking Beach en Plaza Mayor, expresó que esta molestia a los clientes se genera por la falta de monedas para cumplir con el cambio correspondiente. “La gente paga lo justo y cuando se complica dar el vuelto el cliente permite redondear sin mayor problema. Los bancos nos dicen que no disponen de monedas”.

En páginas web vende controles universales 

Un dato revelador de los robos en los estacionamientos lo aportó Freddy Perdomo, director de la Policía del Municipio Urbaneja (Poliurbaneja), quien puntualiza que los delincuentes pueden cometer sus fechorías con un control universal.

Explicó que se trata de un dispositivo de apertura a distancia de los sistemas de alarma de los carros, que emite y rastrea las señales de radiofrecuencia. “Nuestra recomendación es estar alerta de cualquier persona que en actitud sospechosa esté caminando por los estacionamientos activando el control. Generalmente los autos Toyota tienen una alta vulnerabilidad”.

“En Plaza Mayor hicimos reuniones de coordinación con la empresa a cargo del servicio de estacionamiento y le exigimos la instalación de un sistema de seguridad. Desmantelamos dos bandas que operaban allí y otros aparcaderos del municipio”.

Perdomo señaló que las bandas violentaban vehículos en centros comerciales, centros nocturnos y zonas públicas como los balnearios. “En su momento se detuvo a personas que portaban los controles universales con los cuales abrían los autos y los colocamos a la orden del Ministerio Público”.

Lo inquietante de este “modus operandi” delictivo es que estos equipos utilizados para sustraer pertenencias y hurtar vehículos son comercializados y distribuidos en tiendas electrónicas, de instalación de alarmas siendo compatibles con distintos modelos y marcas de autos. Incluso, se venden en páginas web con sus respectivas instrucciones de uso.  Los precios varían y oscilan entre Bs 6.000 y 290 bolívares.

El sexo se ofrece en 140 caracteres

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Redacción y fotos: Alexis Castillo @alexisnoticia

“Caballero ante todo. Queriendo disfrutar de la compañía y el placer de una chica o tal vez dos y porque no tres”, “El sexo es mi religión y el placer mi devoción, sígueme vas a pasarla muy bien”, “Nuestro placer es satisfacer, sólo para hombres”, “Adicta al sexo sin compromiso”. Si piensa que es un diálogo entre amantes, se equivoca, se trata de los mensajes que distintas personas escriben en su perfil o “avatar” en Twitter.

Lo publican de este modo, porque en esta red social cada quien puede hacer lo que quiera con sus preferencias sexuales, hombres y mujeres aprovechan para promoverse, contactarse, comunicarse y mostrarse lo que les venga en gana.

El portal del pajarito azul visto con detenimiento y lupa, es un medio de comunicación y difusión de ideas, puntos de vista, lo usan intelectuales, presidentes, funcionarios de gobierno, artistas, músicos, periodistas, universitarios y todo el que pueda abrir una cuenta y utilizarla.

También es sitio de encuentro para la oferta sexual en 140 caracteres, y hay quienes activan cuentas oficiales y secundarias con distintos propósitos, una de ellas, como anzuelo en la búsqueda de encuentros íntimos. El Twitter es semejante a una avenida repleta de bares con letreros de desnudos y poses calientes, una caminería donde desfilan o esperan hombres y mujeres dispuestos al erotismo en sus distintas modalidades y versiones.

En Twitter la diversidad de la oferta sexual es una galería

Las cuentas son variopintas, y no sólo promociona un chico o chica en particular, también hay agencias, blogs, solteras y solteros, casados y casadas, grupos, parejas y páginas con abierto menú sexual. Nadie omite su ubicación geográfica en razón de concretar encuentros y salidas.

Los tuiteros usan todo tipo de imágenes y nombres para llamar la atención del sexo opuesto o del mismo género. Cada cual administra sus  intenciones, lo que desea y aspira.

“Si te atreves pasar una hora o más, bienvenido sea con una chica Escort o Prepago”, “Si eres todo un caballero maduro, que esperas llámame”, “Tips, consejos, recomendaciones, sexo casero”, son ganchos textuales aderezados con gráficas sin pudor.

Hay un abanico de gente dispuesta a mucho y todo, que alcanzan audiencia y seguidores en poco tiempo, lo cual se convierte en un círculo de amistad e intercambios permanentes.

Además, el que un usuario o usuaria obtenga atención de otros dependerá de distintos factores, pero el más fundamental es la imagen que muestre, lo mismo que escribir las inclinaciones, las preferencias. Si se consigue despertar interés lo seguro es que multiplicará seguidores en minutos y en pocos días tendrá un capital de cuentas a su alrededor.

 

Frecuencia sexual en picada, fantasías en ascenso

La psicóloga y sexóloga Marita Capiello de Duttweiler opina que “por algún lado tiene que salir la necesidad sexual” de las personas, sobre todo “cuando la frecuencia en la práctica de las artes amatorias ha disminuido”.

“Como ha bajado la frecuencia sexual, entonces  la fantasía y la imaginación sexual han aumentado”, indicó la especialista como una manera de explicar el uso de las nuevas tecnologías y el Internet como vías para satisfacción emocional e incluso física.

 Capiello de Duttweiler acota que si “hay pingüinos” en la cama, habrá quienes escapen o tiendan a coquetear y recibir atención sexual en campos como el twitter, Facebook o portales de amistad que brindan oportunidades de interacción entre individuos de diferentes edades, estratos sociales,  intereses sexuales y distancias.

La sexóloga apunta que los medios de comunicación juegan un papel determinante en la exacerbación del erotismo e igual hacer ver como “normales” algunas conductas sexuales.

“¿Cuándo podemos considerar que psicológicamente y sexualmente  una conducta es algo patológico? Cuando la persona necesita de la tecnología, de los juguetes sexuales de una película pornográfica, escrito o revista para tener sexo, allí estamos frente a una conducta significativa, patológica”.

-¿Es normal que un hombre o mujer encuentre compañía sexual haciendo uso de las redes sociales?

Es legal, nosotros no hablamos de normalidad, pero hay que tener cuidado, mucha responsabilidad, hay demasiado peligro por enfermedades infecto contagiosas asociadas a la sexualidad. La familia de las enfermedades son inmensas. El VPH (Virus del Papiloma Humano) tiene 600 cepas, 4 de ellas cancerigenas, hay VPH de garganta, lengua, se aloja en el orificio anal, la vulva, el útero. Hay una estadística que refleja que nuestros adolescentes venezolanos tienen VPH.

– Habrá quienes digan que tienen compañía sexual y toman medidas seguras

¿Quién dijo que los gérmenes se bañan? Otros dicen que se cuidan usando el preservativo. Les digo que el condón preserva el pene, si tiene alguna enfermedad el vello púbico está al descubierto, es una vía de contacto y contagio.

Por puro impulso más de uno puede lanzarse a la aventura sexual con alguien

Claro, sobre todo los más jóvenes, es normal y fisiológico con todas las hormonas alborotadas, pero hay que tener cuidado. Tenemos que tener encuentros sexuales con mucha responsabilidad.

-¿Cómo pueden los padres, la familia orientar sexualmente a los más jóvenes?

Los adolescentes están hoy más libres, mientras los padres están muy preocupados y ocupados en hacer un bolívar más, entonces trabajan todo el día, con un computador al frente, solos, al libre albedrío.  Allí pueden tener acceso a todo, a la pornografía, que no es educativa. Los chicos saben que los padres no estarán en casa todo el día, que los fines de semana tampoco estarán, entonces inventan mucho, tienen las hormonas alborotadas. Dirán, ¿por qué ase inclinan  por cosas inapropiadas? Porque no hay guía. Otra cosa, usar la violencia puede generarles una disfunción sexual. Hay que educar, explicar adecuadamente, canalizar esa energía que tienen con distintas actividades.

-¿Estamos rodeados de sexo?

Sí, pareciera que todo se vende a través del sexo. Está exacerbado porque vende.

-¿Es serio el sexo?

(Risas) No es que tengamos que estar serios haciendo sexo, nadie dijo eso. Es de dos personas, pero es intimidad, por ejemplo, no lo podemos hacer en el medio de la calle.

-¿Podemos ver común y corriente que una persona obtenga respuesta o compañía sexual a través de las redes sociales?

Quienes usan una computadora en su estimulación sexual, piensan que tienen problemas de sociabilización, creen que no tienen el mismo efecto si se proponen buscar afecto cara a cara. Generalmente, estas personas tienen la autoestima por el suelo, con su esquema corporal. Algo pasa con estas personas, de allí, que buscan drenar su necesidad sexual de esta forma.

Lo planteado por la especialista tiene asidero, tanto como otras modalidades que no tienen muchas veces nada que ver con el puro placer. Detrás de las cuentas de muchos de los usuarios y usuarias del Twitter puede haber prostitución, sexo tarifado, VIP, una oferta posible y selectiva, sobre eso, habrá desarrollaremos una próxima entrega de esta investigación periodística.

La mala fama persigue a los mototaxistas a velocidad de vértigo

Mototaxi 1

Redacción y fotos: Alexis Castillo (@alexisnoticia)

Alrededor de la figura de los motorizados se ha ido creado como especie de una leyenda negra. Hay quienes les asocian enseguida con vándalos, asaltantes, cómplices de robos, de sicarios. En sus “caballos metálicos” son los reyes en movimiento, los transportistas que resuelven un viaje rápido sin el agobio de pensar en las colas kilométricas que se forman en algunos ejes y horas.

Son los motorizados, los que han proliferado movidos por lo solicitado del servicio de mototaxi, tan inmediato y veloz, temidos y vilipendiados en las ciudades. En la conurbación: Puerto La Cruz, Guanta, Lechería y Barcelona del estado Anzoátegui, son estos trabajadores los que auxilian a ejecutivos, señoras, niños, jóvenes y adultos cuando se dirigen a algún destino y la prisa no espera un vehículo de cuatro ruedas.

La mayoría son hombres. Tres meses afirma tener Frank Peña yendo y viniendo con pasajeros a bordo de su moto. Está afiliado a una línea que opera desde una de las esquinas de la plaza Bolívar de Barcelona. Desde este lugar sube y baja a quienes están dispuestos a dejarse llevar a su lugar de destino a velocidad de vértigo.

“Antes era obrero de la construcción, pero pude comprarme una moto usada, deteriorada, pero fue lo que pude adquirir. Al poco tiempo pude gestionar un préstamo y de este modo renové mi unidad”, explicó Peña, de 37 años,  moreno, delgadísimo, de mediana estatura y melena afro recortada.

“A nosotros los mototaxistas nos miran mal, la gente piensa que somos unos delincuentes y no es así”, expresa a modo de recriminación. Asienten con la cabeza otros de sus compañeros de labores que lo escuchan. Peña y compañía manifiestan que la mala fama hasta es alimentada por los medios de comunicación, el cine y todo cuanto registra un acto ilegal cometido a bordo de una moto.

“A nosotros los mototaxistas nos miran mal”

Claro está, añade, tampoco es justo estar señalados, porque ciertamente no todos los que conducen una moto son hampones, pese a la versión oficial de mayor porcentaje de los delitos utilizando este sistema de transporte, con el cual los vándalos huyen sin dificultad.

De hecho los puntos de control que las autoridades policiales han activado están orientados a monitorear y chequear la permisología vigente y la titularidad de propiedad de los motorizados. Una especie de control.

A la profesora Eulogia Higuerey le hablan de mototaxistas y responde en tono agrio que son “unos imprudentes y mal educados”. Les señala por incumplir las reglas del tránsito, por cruzar cuando la luz roja del semáforo está fija, girar en marcha y exponer la vida de los pasajeros, de agredir a los choferes públicos y particulares.“Y pueden hasta golpearte si no les das paso”, expresó con el rojo del malhumor en su rostro.

A Libia Duarte, una universitaria veinteañera que toma el servicio de mototaxi en la parada ubicada al lado del edificio Fundeso en Puerto La Cruz, le parece que el servicio puede mejorar si alguien establece un control. “Una vez en Caracas debía llegar a un trámite legal a una hora y regresar al terminal de autobuses para venir a Barcelona. Mi mayor aventura la viví ese día en moto. El conductor no sólo se metió por sitios inimaginables para cortar con las colas, sino que pude realizar todo sin mayor estrés. Me salvó el día prácticamente”, contó y estalla en risas.

“Son unos imprudentes y mal educados”

Relata Indira Gómez que un mototaxista le golpeó con el pie la puerta de su automóvil. “Era un salvaje,  ni siquiera me dio tiempo de pedirle disculpa al no percatarme y casi me lo llevo por delante. Eso no era la manera de responder. Me dio una patada a la puerta y causó un hundimiento, pero me envalentoné y le seguí, gracias a Dios que pude avistar a una patrulla, le comuniqué lo ocurrido. Resultó que el motorizado portaba una pistola. Una barbaridad”.

Más allá de estos casos David Lezama, un ex policía que prefirió ganarse la vida  como mototaxista desde hace ocho meses, recalca que no todo es “culebra”, al contrario, defiende que le presta un servicio a la comunidad. “Y como todos me encomiendo todos los días a Dios cuando salgo a trabajar desde las 6:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche”, dice. “Hago mi trabajo honestamente y no me meto con nadie, como yo muchos más somos gente de bien y trabajadora”, acotó.

Lezama dice que sus anécdotas son varias como resultado de este trabajo cotidiano. “En una oportunidad un muchacho me solicitó una carrera hasta una zona de Tronconal en Barcelona y cuando lo estoy dejando en el sitio me atracó junto a dos tipos que lo esperaban”. A su juicio este tipo de situaciones ocurren con frecuencia, incluso con quienes menos piensas que te pueden asaltar.

También hay quienes han sufrido más que un robo, como a Annys Pérez, un joven de 25 años. Lo atropelló el chofer de un camión 350 en vía al aeropuerto José Antonio Anzoátegui. “Al caer me fracturé el brazo derecho, pero nadie se responsabilizó por el accidente y los gastos, porque el conductor cuadró con los fiscales y se desapareció”, afirmó y el día que fue posible entrevistarlo llevaba su brazo sujetado y enyesado.

“Los mototaxistas sobre todo han sido estigmatizados”

Su sustento diario depende de lo que él pueda hacer con su moto, acota Pérez, por cuanto debe mantener a su esposa y dos hijos pequeños. “Es tremendo sabe, estar en esta condición y tener que salir a trabajar así esté uno enfermo. Por suerte, cuento con el apoyo de mis compañeros de la línea”, añade.

La solidaridad es una reacción y un código entre mototaxistas apuntó Matías Campos, supervisor de parada de la Mancomunidad de Transporte de Anzoátegui. “El fin de estos trabajadores es llevar el pan de cada día a su hogar y son personas honestas”, enfatiza. “Hace falta mayor organización es verdad, pero es un proceso que amerita paciencia. Los mototaxistas sobre todo han sido estigmatizados”, remata.

Campos es un hombre corpulento y voz ronca, mientras habla no se quita los anteojos oscuros y lleva una gorra roja encendida con un par de letras que no dicen nada. Admite que si tocan a un mototaxistas injustificadamente, hay que detenerse y apoyar al compañero. “No todos son unos delincuentes, hay padres de familia, honestos.”, hace hincapié.

Raúl Flores cuestiona que hablan “tanta paja” y mal de los motorizados en general, “nadie se detiene a pensar que igual nos roban. En mi caso, por ejemplo, me han asaltado unas ocho veces, en dos me quitaron la moto. No he tenido más remedio que ahorrar unos reales y comprarme otra, porque quién me va a dar de comer a mi familia”, sostiene.

Flores es como un altavoz del reclamo entre sus compañeros de la línea que tiene su parada en el sector La Fuente en Barcelona.  “Organizados nos ha ido mejor, porque nos atienen y nos prestan más atención, aunque en muchos casos cuesta obtener celeridad para que nos faciliten los papeles y no tener problemas, sobre que no nos paren los agentes policiales, porque algunos son peor que la delincuencia”.

El empresario Ricardo Ranghi apuesta a la coordinación de todas las líneas de mototaxis en la zona norte del estado y más allá de este territorio. Es agente promotor de la Cooperativa Fuerza Única Anzoátegui (Cofuna), una asociación desde la cual captan a motorizados que desean conformar una línea. Desde esta instancia surge un intercambio de actividades e incluso la tramitación de créditos.

“Es la única legalmente establecida en la zona norte del estado con 220 mototaxistas afiliados”, precisa Ranghi, quien piensa que este universo de trabajadores representa un colectivo importante y va en crecimiento por la demanda del servicio.

El peligro de deslave acecha a vecinos del Cerro Venezuela en Anzoátegui

El clamor de resguardo y atención del monumento natural que comparten Barcelona y Lechería están a la orden del día. Lechería tiene más de un año sin una legislación que regule este ecosistema

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Fotos: Alexis Castillo/ PC Lechería

Redacción: Alexis Castillo (@alexisnoticia)

El sábado 10 de julio del año 2010 un alud de tierra del Cerro Venezuela derrumbó un muro perimetral  en el conjunto residencial Vanessa, Municipio Simón Bolívar. La situación, por fortuna, no terminó en tragedia, pero es la primera advertencia para los moradores de los complejos habitacionales aledaños a la imponente formación geológica que comparten Barcelona y Lechería, ciudades del eje norte del estado Anzoátegui.

Sobre las causas de este desmoronamiento proliferaron múltiples versiones. La más aceptada aunque jamás investigada por ningún organismo oficial  apunta a la acción de una empresa constructora de una obra pública que extrajo piedras y tierra en la parte alta del cerro.

La presunción comunal y de particulares es que transportar relleno desde el estado Sucre resultaba costoso, de allí que extraerlo sin problemas desde el Cerro Venezuela abarató tal requerimiento.

Al concluir la actividad, quedó un hoyo considerado por los expertos como una “olla hidrográfica”, en la que actualmente se acumula un nivel de agua inusual por efecto de las lluvias y se filtra por las paredes frontales de la montaña, además por el subsuelo.

A más de dos años del desplome, el riesgo sigue latente y los llamados de advertencia resurgen en momentos que persiste la inestabilidad en este ecosistema y hasta ahora permanece igual de herido el cerro.

También porque el comercio avanza con fuerza llevándose de frente el equilibrio topográfico. El silencio comunitario y la pasividad gubernamental parecen conjugarse para sentenciar el presente y el futuro de esta zona.

“La olla hidrográfica generó que acumulara bastante agua”

El ingeniero civil Jesús Rosas, director de Protección Civil (PC) en la jurisdicción de Urbaneja, explicó que el material rocoso en el Cerro Venezuela está compuesto de Lutita, que absorbe bastante agua y se fragmenta con facilidad.

“La olla hidrográfica generó que esta parte del cerro acumulara bastante agua e incrementara su peso en las laderas. Cayeron unas 156 toneladas de tierra sobre el área de estacionamiento y maletero del conjunto residencial Vanessa”.

Una vista desde lo alto del cerro justo en el área del suceso permite apreciar que se ha retirado la tierra del lugar. “Pero persiste la falla, porque las escorrentía de agua que generó esa olla hidrográfica ha hecho que drene una beta de agua y sigue erosionando el subsuelo del conjunto residencial”, indicó Rosas.

Insiste que esta infiltración de agua ha ido más allá de este límite. “Pudimos diagnosticar que parte de este problema se ha extendido hasta la misma iglesia Santo Domingo”, añade.

El vocero de PC en Lechería rememora que en 2010 se desarrollaron reuniones con los vecinos y representantes de entes públicos como el Ministerio del Ambiente. “Encontramos después de un mes de evaluar esta problemática que todo fue causado por trabajos autorizados cerro arriba. Fueron cambiados los cursos de agua y esto ha terminado por afectar a los conjuntos residenciales”, apuntó.

Otro recorrido en lo alto del cerro hace posible observar que han caído piedras a los muros perimetrales de algunos edificios residenciales adyacentes. Llama la atención que está ondulada la pared de concreto que protege la parte baja del conjunto habitacional Ardentía (ubicado en la avenida principal de Lechería). El jefe de Protección Civil, Jesús Rosas, explicó en el sitio, que el progresivo derrumbe del cerro ejerce presión en esta estructura y se convierte en una amenaza.

“Hay puntos  de percolación de aguas que perjudican  la pared de concreto  del talud  de residencias Ardentía. Existe además una erosión del paredón de concreto”, explicó Rosas.

Consultar a los vecinos de los desarrollos habitacionales Vanessa y Ardentía fue infructuoso. En ningún caso las juntas de condominio de ambos edificios aceptaron conversar sobre lo ocurrido, tampoco del presente.

“El progresivo derrumbe del cerro ejerce presión y se convierte en una amenaza”

La corredora inmobiliaria Stefanía Méndez, considera que la desvalorización de la propiedad es un factor a tomar en cuenta si ocurre una invasión, si el inmueble resulta afectado físicamente, si un evento natural impide la normalidad del hábitat.

“Cualquier condición perjudicial modificará  irremediablemente el precio.  Si una zona netamente residencial es tomada sin control para uso comercial, ese impacto será positivo o negativo  en la medida en que las municipalidades tomen decisiones oportunas”.

Méndez, agrega que de haber condiciones que atentan contra la estabilidad física de la vivienda, de la familia, si existen riesgos por daños vandálicos o peligros sísmicos se depreciará el valor de una propiedad.

“Ahora, si los entes gubernamentales garantizan a los propietarios de  terrenos y viviendas lo que ameritan en sus servicios, obviamente adquieren un valor urbanístico”.

El concejal Javier Gutiérrez, presidente de la Cámara del Municipio Simón Bolívar (Barcelona) puntualizó que ante esta instancia no existe ninguna denuncia vecinal sobre irregularidades en la zona residencial o comercial aledaña al Cerro Venezuela.

“Tenemos un decreto de resguardo del Cerro Venezuela”, subrayó Gutiérrez en referencia al N°37 emanado del Ejecutivo regional en el año 2009, en el cual se declaró el área como monumento natural y se ordenó su preservación.

“Esta resolución legal impide que cualquiera construya en esta zona, a menos que cumpla con una serie de parámetros de la Ordenanza creada por la cámara en 2011. En este texto se ordena que debe haber un retiro de 50 metros de la vialidad y debe preservarse la arborización, entre otras”.

“El Cerro Venezuela y sus talud no soportan una lluvia intensa”

Rubens Cazorla, director de Planeamiento Urbano en Lechería, señaló que han solicitado a la Cámara Municipal la Ordenanza que regule las áreas y las construcciones en el Cerro Venezuela.

“Es un texto legal que está solicitando el Ministerio del Ambiente, instancia que nos ha remitido oficios con respecto a este tema. Sin esta Ordenanza no se pueden tomar decisiones sobre lo que está decretado como parque metropolitano y las áreas que permitirían construcciones. Quienes tienen terrenos en la zona desean edificar y se ven de manos atadas”.

Cazorla acotó que la solicitud al poder legislativo local tiene bastante tiempo, “desde el año pasado”, recordó.

A criterio de Elsy Mata, abogada y presidenta de la Fundación Ecológica Armonía Global, es imperante que las autoridades tomen medidas que preserven este ecosistema, por cuanto se trata de un termorregulador ambiental.

“El decreto vigente que protege este ecosistema no es una figura jurídica en la que tenga facultad el gobernador, sino el Presidente de la República, pero que hubo que sacarlo porque existía una situación de intereses entre entes públicos y vecinos a raíz de lo acontecido en 2010”.

Mata recriminó la falta de claridad en cuanto a qué empresa socavó el terreno en el Cerro Venezuela. “Alertamos a las autoridades a la realización de terrazas que eviten un posible deslave  y perjudique a los habitantes de los conjuntos residenciales que colindan con el Cerro Venezuela a la altura del sector Colinas del Neverí. El Cerro Venezuela y sus talud no soportan una lluvia intensa”.