Sociedad Invasión a Ucrania

El cineasta Enrique Piñeyro traerá en su Boing a los primeros refugiados ucranianos a la Argentina

Infobae es el único medio presente en el operativo. Cómo fue la trastienda de la misión humanitaria liderada por Solidaire, la ONG de Piñeyro, y qué les espera a las familias ucranianas que llegarán a Buenos Aires el fin de semana.

Viernes, 6 de Mayo de 2022

Anastasia tiene 21 años, campera de jean, el pelo atado, cierta timidez mezclada con melancolía. Vuela rumbo a España y escribe páginas de un diario íntimo. “Es un cuaderno en el que hago listas de deseos”, dice. Las páginas del cuaderno arrancan con una enumeración de cosas que quiere. Lo comenzó a escribir los primeros días de febrero. La guerra todavía no era una realidad, solo una amenaza. Las listas son largas y avanzan a través de los días sin saltarse ni uno solo. Del 1 al 21 de febrero del 2022, Anastasia escribió todos los días. Pero entonces, el quiebre. La siguiente página salta directo al 20 de marzo, casi un mes después del comienzo de la guerra.

“A partir del 21 de febrero no escribí más, no podía, estaba todo muy tenso y después comenzó la invasión y teníamos que escapar, escondernos, fue todo muy terrible para nosotros y no podía pensar en nada, no podía escribir. Pero en marzo necesité volver a hacerlo”, cuenta.

Aunque los bombardeos comenzaron el 24 de febrero, para ella la interrupción de su vida comenzó el 21. Cuando volvió a enumerar deseos, ya no eran los mismos de antes. Anastasia ahora escribe cosas como “deseo una nueva casa”, “deseo que mi familia siga viva”, o “deseo reencontrarme con mis amigas”. En los últimos días antes de dejar Varsovia, escribió: “deseo conseguir un vuelo a España”. Un día después escribe que se enteró de la posibilidad del vuelo de Solidaire y Open Arms. Anotó los datos, el día y la fecha. Un día después, escribe desde el vuelo, e interrumpe su lista de deseos solo para explicar a este cronista lo que está haciendo. Baja en Barcelona junto a su madre. Sus deseos se van con ellas.

El vuelo sigue a Madrid con más refugiados aún. Sucede a mediados de abril y es el cuarto de los vuelos humanitarios que realizó el Boeing 787 de Solidaire, la ONG fundada y dirigida por Enrique Piñeyro. En coordinación con Open Arms (ONG catalana que hace años se dedica a rescatar migrantes), realizaron ya cinco vuelos y ofrecieron una salida a casi 1500 personas que fueron recibidas en distintas ciudades de España e Italia.

Entre ellas, llegaron a Barcelona una madre con dos hijos adolescentes que acababan de enterrar al padre, muerto en Mariupol, y que buscaban dejar atrás esa vida fantasma que les impuso la guerra. A Madrid una mujer que resistió en Bucha, la ciudad masacrada por los rusos, y ante el fin de la ocupación decidió irse. A Barcelona, un matrimonio que se reencontró en Varsovia: él estaba fuera de Ucrania cuando comenzó la guerra, su mujer y su hijo recién nacido estaban en Mairupol, y pudieron escapar antes de que comenzara lo peor para reunirse en Polonia. Juntos volaron a España por un mejor futuro.

Conforme sucedían los vuelos, tanto Solidaire como Open Arms trabajaban buscando nuevos destinos de acogida para los refugiados. En ese contexto surgió la posibilidad de Argentina. No fue fácil: las diferentes instituciones involucradas se declaraban interesadas en tender la mano a los refugiados ucranianos pero no terminaban de concretar el apoyo.


Las primeras reuniones sucedieron en Buenos Aires primero y luego en la embajada argentina en Varsovia, y tuvieron a Enrique Piñeyro y Oscar Camps como principales impulsores de la acción. Allí presentaron la propuesta y comenzaron las tratativas con la Cancillería Argentina. No es una operación cómoda para el gobierno argentino, que por un lado deseaba ofrecer asilo a las víctimas de la guerra, pero por otro no parecía dispuesta incrementar la distancia con el gobierno de Vladimir Putin. Bajo esa ambigüedad sucedieron las gestiones.

El gobierno nacional, a través de Migraciones, tramitó visas humanitarias para los ucranianos que eligieron viajar a la Argentina. Podía hacerse de este modo o recibiendo a las personas bajo la figura de refugiados. Tal como dicta el estatuto internacional, un refugiado es una persona que necesita protección porque está en riesgo su vida. Aceptar refugiados como tales, en última instancia suponía reconocer la naturaleza del conflicto y asumir el riesgo que instala Rusia sobre la población ucraniana. Algunos interpretan que el gobierno buscó evitar esta definición.

Sin embargo, Juan Carlos Murillo (representante regional del sur de América Latina de ACNUR, la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas), aclara: “la Argentina fue clara con nosotros en que está dispuesta a recibir y otorgar el carácter de refugiado a quien lo pida”. Por lo pronto, la visa humanitaria les permite acceder a un documento y asegura acceso a la educación y la salud.

Mucho de esa empatía se ve reflejada en los distintos vuelos humanitarios. Cada vez que el avión de Solidaire salió de la Argentina, lo hizo con la bodega llena de donaciones. La última vez, esta semana, despegó con 24 toneladas de alimentos: porotos, lentejas, barras de cereal, leche entera y maní. Son donaciones que juntaron diferentes empresas argentinas y que Piñeyro ofreció trasladar una vez más.

Solo falta una pieza para que la llegada de los refugiados al país sea completa: si algunas de esas empresas hicieran un aporte económico u ofreciera puestos de trabajo (dos necesidades inmediatas para cualquier persona que recibe asilo en un nuevo país), la situación de los migrantes podría ser mucho más favorable. Llegar es tan solo el primer paso, y está a punto de suceder: el fin de semana arribarán al país los primeros cinco refugiados ucranianos. Lo que sigue después -como en toda historia solidaria- depende de que la cadena se refuerce y contagie, y convierta al país en un destino próspero para cualquier ciudadano que quiera habitar suelo argentino.