Robledo de Corpes: al rescate de la toponimia de los pueblos

13/04/2022 - 08:24 D.Pizarro

Juan Ramón Muñoz ha dedicado su vida a plasmar en un mapa los nombres de los lugares tradicionales del pueblo de sus padres.

El amor por el pueblo de uno es incondicional. Se le quiere aunque sea una preciosidad o un lugar feo, sean sus gentes amables o secas. Da igual porque es el pueblo en el que naciste, o quizás no, pero tus orígenes se sitúan en ese terruño. De ahí que todo lo que nos acerque a esos parajes sea un bien más preciado que lo que puede ser la gasolina en estos tiempos convulsos. De ahí que el mapa de toponimia menor de Robledo de Corpes elaborado por Juan Ramón Muñoz sea un tesoro en todas las casas en las que ha entrado. No sólo en Robledo, también en pueblos vecinos, que miran con envidia, esperemos que sana, una labor de décadas realizada por este trabajador forestal aficionado a los mapas. 

Porque este mapa, elaborado a escala 1:12.500 después de muchas pruebas, tiene su origen en la infancia de Juan Ramón Muñoz y en la inquietud que se le despertó cuando paseaba con su padre por los alrededores de Robledo de Corpes.  “Mi padre era del pueblo, pero como tantos otros emigró a Madrid, donde nací yo. Eso sí, los fines de semana y los veranos los pasábamos en Robledo”. En su memoria guarda un día en el que, en una de esas caminatas acompañado por su padre, le preguntó por el nombre de uno de los muchos parajes que tiene Robledo en su amplio término municipal. “Quedé maravillado. Me enamoré de los nombres del pueblo. Me parecían evocadores y siempre me preguntaba el porqué. Al mismo tiempo que evocaban  tiempos pasados, te sugerían cosas a las que hacían referencia, como la vegetación, la orografía... Eran, en definitiva, historia del pueblo”. 

 

Con libreta y lapicero en mano, Juan Ramón Muñoz empezó a recorrer esos rincones del pueblo, apuntando cada nombre que le señalaba su padre. “Le daba la brasa para que recordase todos los topónimos”. Mientras, él iba haciendo “pequeños croquis sin escala” que fue acumulando durante años. El problema era cómo plasmar toda aquella información, que a su vez iba contrastando con otras fuentes o “informantes”, como le gusta llamar a los vecinos del pueblo, siempre los de más edad, que iban confirmando o desechando los nombres que salían a la luz. Peña La Merencilla, Alto Mirabueno, Eras de Peñarromán, Los Quemados, Cerrillo La Cruz, Solana El Lastrón, El Llano de la Venta, Camino Real, Barranco El Escalón, Las Hoces, Alto Cabezuelo... Los nombres recuperados se cuentan por centenares hasta los 450. Pero no sería hasta décadas después cuando encontraron su sitio en el mapa definitivo. Primero habrían de pasar por uno del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que cayó en las manos de Muñoz, del que iría haciendo ampliaciones con el paso de los años. “Ya desde niño intuí que, una vez que los pueblos se iban quedando vacíos, todo esto se iba a perder. Se lo pregunté a mi padre y sin dudar me dijo ‘Perdido está ya’”. Pronto se daría cuenta Juan Ramón Muñoz de que esos mapas del IGN no le servían para su proyecto. Tenía todavía muchas dudas sobre el tamaño del mapa que iba a necesitar, dado que a medida que iba colocando nombres veía cómo se quedaban pequeños. Un ejemplo de esto es la foto aérea que tiene sólo de los alrededores del núcleo urbano y en el que hay nada menos que 120 referencias etiquetadas. “Es cierto que es algo mucho más feo que el mapa de toponimia menor, no dice ni expresa tanto. Pero los alrededores son lo que más conoce la gente y, por tanto, tiene mucha utilidad”.  De cualquier forma, reconoce que el mapa puede resultar algo “abrumador”, al tratarse de un estudio “muy completo” que le ha llevado gran parte de su vida. 

Además de las fuentes orales que ha utilizado para completar y contrastar el mapa, este trabajador forestal también ha recurrido a fuentes escritas, como es el mapa topográfico, que “pese a los errores  que contiene, tiene algunos nombres válidos”, y el Catastro, “la fuente escrita más importante del territorio, aunque es cierto que hace referencia a lugares eminentemente agrícolas y el resto los obvia”. Sin olvidar el Catastro del Marqués de la Ensenada, que ya en el siglo XVIII dejó constancia de Robledo de Corpes.

Tras varios intentos fallidos de corregir los errores del IGN con típex o utilizar una copia de papel vegetal encima del mapa topográfico para añadirle esa información, en 2018 sacó adelante el primer “prototipo” de mapa sobre un folio en blanco. “Cumplía el objetivo, pero le faltaba el toque estético, artístico”, reconoce el artífice. Así que siguió dándole vueltas y recurrió a la ayuda de su hija, de 12 años, y aficionada a la pintura. Ella le ayudó a encontrar los colores adecuados. También fue entrenando la rotulación y finalmente plasmó todo eso con pintura acrílica en una hoja de 82 × 68 centímetros de 140 gramos, “entre el folio y la cartulina”. Eso sí, perfeccionista incansable, asegura que el mapa, fechado finalmente en julio de 2020, “pide a gritos una segunda edición”. 

Una vez concluido, Juan Ramón Muñoz habló con el Ayuntamiento de Robledo de Corpes por si estaba interesado en la distribución del mapa. También pensó en acudir a la Diputación provincial. Pero, finalmente, “me lié la manta a la cabeza y en una reprografía de Madrid saqué cientos de copias”. Se gastó 700 euros en ello, por lo que, tras echar cuentas, comenzó a vender los mapas a 5 euros “para cubrir al menos los gastos”. Como quien dice, se los quitaban de las manos. Además de las gentes del pueblo, evidentemente interesados en colgar en sus casas esta obra de arte, también se enviaron mapas fuera de Guadalajara, a Barcelona, País Vasco o Huesca. “Puedo haber vendido 150 o 200 mapas. El éxito ha sido enorme. Estaban entusiasmados e incluso en el pueblo de al lado, Hiendelaencina, con el que siempre ha habido las típicas rivalidades, gustó tanto que les acabé haciendo el mapa mudo”.

Ése ha sido el primero de otros muchos mapas mudos que ha elaborado para pueblos de Guadalajara como Villares de Jadraque, Valverde de los Arroyos o Zarzuela, pero también de otros municipios de Valladolid, Valencia o Cuenca. “Los vendo a un precio simbólico que cubre el material, que ronda los 30 euros. Por tanto, son unos 50 euros si es para un particular u 80 si lo encarga un Ayuntamiento”. A partir de ahí, eso sí, arranca el trabajo más importante, el de ir rellenando el mapa, un trabajo “inmenso” que muchas veces sobrepasa la buena voluntad de los promotores. “Hay mucha gente sensible a este tema que ha decidido arrancar esta empresa con sus padres y otros mayores del pueblo, pero algunos se terminan desanimando porque es una labor de muchos años”. De cualquier forma, reconoce Juan Ramón Muñoz que contar con el mapa mudo es un buen punto de partida, algo que le habría venido estupendamente cuando él puso en marcha su proyecto. “Están perfectamente preparados para escribir los nombres, con sus tierras de labor, cerros, altos principales, pinares...”.

La recuperación de la historia de los pueblos a través de sus nombres no sólo se realiza a través de este mapa de toponimia menor. Muñoz forma parte de la asociación Abriendo caminos y tendiendo puentes,  con origen en Hiendelaencina pero también con la participación de vecinos de Robledo de Corpes o Villares de Jadraque. Muñoz forma parte de este grupo que se dedica a limpiar caminos antiguos e históricos para abrir rutas de senderismo, labor que también incluye la recuperación de la toponimia del lugar. “El problema es que todo esto se está perdiendo. Si yo me hubiera puesto ahora a hacer el mapa de mi pueblo, muchos informantes muy importantes y valiosos ya habrían fallecido o no tendrían la cabeza como la tenían cuando hablé con ellos”. De hecho, ha habido nombres que, por desgracia, no se han podido situar en el mapa de Robledo por falta de consenso. 

Así, una vez que se puso un límite y cerró el trabajo, algo que considera esencial, cerró también el mapa, “aunque mi cabeza sigue dando vueltas para mejorarlo”. Lo que no cambiará será la dedicatoria: Mi agradecimiento a los verdaderos autores de esta obra, los hijos e hijas de este lugar, nuestro querido pueblo, que tanto han ayudado y contribuido a recuperar del olvido los nombres de los lugares. Un tesoro que no se podía perder. Al redescubrirlos, recordaremos tantas historias cantadas por ellos, quizá el color de la lumbre, que forman parte de nuestra memoria.