ARQUITECTURA EN EL TOLIMA

 

Por Carlos Martínez Silva

 

Panorama

Sin ambiciones historicistas y con las limitantes propias del espacio, este ensayo pretende mostrar un compendio del acervo arquitectónico acumulado durante cinco siglos en el cosmos tolimense, mirando el horizonte del pasado y confrontando la realidad del presente, para conocer nuestra propia identidad cultural.

Para acopiar la información, fue de gran importancia el testimonio de personas que han vivido paralelamente al siglo XX, la consulta de libros sobre arquitectura en Colombia, y libros sobre la historia del Tolima, abreviando las referencias históricas que el lector encontrará en otros capítulos de este libro, escritas con mayor propiedad y generosidad.

La secuencia del estudio es la misma del proceso de formación de nuestra nacionalidad: el Aporte Indígena, la Colonización Española, la Época Republicana y lo Moderno - Contemporáneo.

 

El significado

La definición más actual de lo que es la Arquitectura se refiere al Arte de construir el Entorno Humano en todas sus manifestaciones; edificios, calles, plazas, jardines, puentes, perfiles, horizontes, siluetas, pueblos y ciudades. Es universal, inherente a la civilización, forma parte integral de la vida de los pueblos y está presente en todos los momentos de la historia; identifica las culturas y representa la imposición del hombre sobre el territorio. No hay, desde el punto de vista conceptual, una Arquitectura Tolimense. Es esta mas bien el resultado natural y casi fortuito del crecimiento poblacional y del aporte formal o espiritual de alarifes, colonos, artesanos, ingenieros, maestros de obra y arquitectos, llegados del viejo mundo primero, y después de otras regiones de Colombia. Los arquitectos tolimenses están presentes solamente en la segunda mitad del siglo XX. El arraigo al terruño, la implantación en el medio geográfico y la trascendencia de la forma en las poblaciones, hace que el Hecho Arquitectónico local sí tenga un sabor y un significado tolimense, con modestia, sencillez y austeridad.

 

El territorio

Está bien definido en la llanura, la "tierra caliente" del valle del río Magdalena y en la montaña por la Vertiente Oriental de la Cordillera Central, en la tierra templada y en los páramos.La silueta imponente de los Andes es dominante en el paisaje, con una referencia notable en la imagen tutelar del Nevado del Tolima. En la planicie se siente la presencia del Gran Río, aquí se hicieron las primeras fundaciones, indígenas y mestizas; la cordillera se llenó de colonos de raza blanca que aportaron sus tradiciones y la diligencia en sus labores.

 

La influencia de acontecimientos económicos políticos y naturales

Las limitantes impuestas por sus mismos ancestros y por la precaria condición de la economía, no permitieron un desarrollo soda! Satisfactorio para las exigencias de la región. Honda, Mariquita, Purificación y Ambalema florecieron y se marchitaron prematuramente y su capital, Ibagué, solamente irrumpió en el escenario nacional a partir de su condición de sede de gobierno. Fue una aldea de modestas proporciones, cuyos vecinos más pudientes prefirieron vivir en sus Haciendas. En 1801, el Barón de Humboldt consideraba a Ibagué como "una mísera aldea en la que probablemente el número de sus habitantes apenas alcanza a 1.000 personas. [....] La culpa, es posible, la tiene la gran capacidad de absorción de la Capital, Santafé"1.

Las mejores épocas generadas sucesivamente por la explotación minera del oro y la plata, la navegación de! río Magdalena, el cultivo y exportación del tabaco y el café, el algodón y el arroz, la ganadería y los recientes descubrimientos de yacimientos minerales, forjaron grandes fortunas que, si bien reinvirtieron en su propio aparato productivo, derivaron los excedentes a mercados financieros más seductores, dejando aquí solamente los efectos residuales.

La población, muy comprometida en las guerras civiles de fin del siglo XIX, sufrió los efectos devastadores de la guerra de los Mil Días, en el siglo XX fue castigada por la violencia política de los años cincuenta y por la insurgencia de las FARC y el ELN en los últimos treinta años.

De otra parte, las catástrofes naturales han hecho desaparecer poblaciones enteras, borrando los vestigios de mejores días: Las erupciones del volcán Nevado del Ruiz, las consiguientes avalanchas de tos ríos Gualí y Lagunilla; repetidos incendios en Ibagué, Piedras, Fresno, Purificación, Líbano y Ambalema; los terremotos de Honda, Mariquita e Ibagué.

En pleno siglo XX, la indolencia e ignorancia de la clase dirigente permitieron que el paso del tiempo arruinara nuestro legado histórico, mientras que el afán de hacer una falsa modernización por parte de ediles, alcaldes y curas párrocos, y de enriquecimiento por parte de inversionistas y urbanizadores, acabaron demoliendo lo que quedaba de algún valor.

En Ibagué, desaparecieron la Estación Ospina y las estructuras de madera holandesa de Cambar, el Banco de Bogotá, la Escuela de Artes y Oficios, la Casa del Niño, los Cuarteles de Santa Librada, las Galerías de la 14, las Casas de la Calle Real, y muchas casas de los barrios La Pola y Belén.

También desaparecieron las Torres del Cable Aéreo en Falan y en Mariquita, construidas entre 1912 y 1922 por el ingeniero James Lindsay, quien vino desde Australia para dirigir las obras.

Afortunadamente, la modernidad trajo consigo la conciencia y et respeto por los valores históricos, el mejoramiento de las condiciones culturales y una mayor solidez conceptual del entorno urbano, garantías de su adecuada permanencia en el tiempo.

 

B. El aporte indígena

Es escasa la información que existe sobre la arquitectura indígena. Las investigaciones arqueológicas se han concentrado en [as regiones donde la utilización de materiales sólidos han permitido seguir las huellas de sus culturas, en las ciudades Tayronas, los abrigos rocosos del Tequendama, los Hipogeos de Tierradentro y los Conjuntos Ceremoniales Agustinianos, que resistieron al paso del tiempo y al efecto sustitutivo de la conquista española.

De la Cultura Tolima quedan sí, además de la alfarería, ejemplos maravillosos de su orfebrería, gracias a la nobleza del metal y a la abundancia de aluviones de fácil beneficio en el Valle del Saldaña, en Venadillo y en Ibagué, Panches y Fijaos construyeron pequeñas aldeas con bohíos agrupados en torno a la vivienda del cacique o de! recinto apropiado para sus copiosas libaciones, utilizando elementos vegetales fáciles de obtener y trabajar, pero también de destruir por la acción de los agentes naturales, los parásitos, el fuego y la acción bélica del enemigo.

La delimitación de los espacios solamente se hizo para tas construcciones de mayor jerarquía, pues el concepto de propiedad individual en el suelo no era parte de su conciencia; a menudo cercaron las aldeas con gruesos troncos para protegerlas de ataques de otras tribus y de las fieras. Con muros de bahareque hicieron sus viviendas de planta rectangular, cubiertas de hojas de palma a dos aguas, sin corredores ni ventanas, pero si con aleros protectores de la lluvia y el sol.

Los asentamientos naturales aprovecharon bien los lugares propicios para las comunicaciones y la defensa, la provisión de fuentes de agua y tierras de cultivo, que muchas veces se convirtieran en poblaciones: Venadillo, Doyma, Coyaima, Natagaima, Guayabal, Ataco, Coyma (Aivarado), Ambalema, Piedras y Coloya (Coello)2, cuya belleza de conjunto radica precisamente en su autenticidad, en la sencillez a veces ingenua de su expresión formal y en el sentido de la realidad.

 

C. La colonización española

La Corona Real Española propició la fundación de ciudades en sus colonias de ultramar, con el propósito de afianzar e! Imperio y expandir la fe Católica.

Grandes contingentes de conquistadores dispuestos a la aventura y a la búsqueda de fortuna, llegaron al Nuevo Mundo provistos de facultades para descubrir, fundar y poblar ciudades, repartir tierras y someter la población indígena.

Las "Instrucciones para poblar" expedidas por Fernando el Católico, asignaban a las nuevas ciudades un trazado geométrico reticular, que ni siquiera era frecuente en la Europa de la época. Más bien fue rescatado de la planimetría de las colonias Griegas y Romanas, para que finalmente, en nuestras ciudades se formaran conjuntos de manzanas o cuadras, limitadas por calles distanciadas igualmente.

Una de esas manzanas se destinó a la plaza mayor, símil del Foro Romano y del Ágora Ateniense, flanqueada por la Iglesia, la sede del gobierno y las casas de los notables.

La plaza fue un gran legado del Imperio al urbanismo americano, que hizo tránsito desde el Mediterráneo hasta el Caribe, sin que hubiera anclado en España. En pueblos y ciudades la plaza es tradicionalmente escenario de mercado, ferias, celebraciones, corridas de toros, desfiles y manifestaciones públicas, actividades asimiladas por la cultura.

La introducción de los materiales cerámicos como el ladrillo y la teja española, el uso de la tapia pisada y los muros de mampostería, resolvieron un problema de fragilidad y le atribuyeron nuevas dimensiones estéticas a las construcciones, habitualmente manejadas por albañiles y artesanos que a su vez aportaron aplicaciones de la forja del hierro, la carpintería y los aparejos de piedra o de ladrillo.

Los elementos ornamentales del estilo barroco se hicieron presentes en las construcciones religiosas de Honda, Mariquita e Ibagué, sin que tuvieran el esplendor ni la riqueza que hoy apreciamos en otras regiones como el Cauca. Boyacá, Cundinamarca o Cartagena de Indias.

El establecimiento de las órdenes religiosas fue un factor determinante en la aparición de obras destinadas a la prédica de la religión cristiana por parte de Dominicos, Franciscanos. Agustinos y Carmelitas, y a la influencia en las esferas del poder y la economía por parte de los Jesuitas.

Sin embargo, conventos e iglesias tuvieron vidas efímeras, unas veces por destrucción violenta y otras debido al uso inadecuado que se les dio para otros menesteres como colegios, depósitos, cuartetes, asilos, hospitales y cárceles. Este fue el resultado de la confiscación de los bienes de la Iglesia, la eliminación de los conventos y la expulsión de las órdenes religiosas bajo gobiernos diferentes de la naciente República.

En la forma urbana de nuestras poblaciones quedó la impronta del proceso colonizador durante los siglos XVI, XVII y XVIII, perfilado por la consolidación del aparato político-administrativo, el sometimiento de los indígenas, la explotación de las minas de oro y plata, la navegación del Magdalena y la organización de los caminos transandinos.

El mestizaje y la esclavitud marcharon a la par de las instituciones creadas por el ejercicio de la dominación: fundaciones, encomiendas, villas, doctrinas, pueblos de indios, reales dominios, parroquias, haciendas, ejidos y dehesas.

 

Las construcciones religiosas

Las ermitas son construcciones de una sola nave engalanadas en su fachada principal con una espadaña, o campanario, generalmente ubicadas a la entrada de tas poblaciones o en sitios especiales de culto.

No se encuentran los rastros de las ermitas de la Soledad ni de Santa Lucía en Ibagué, mencionadas por A.1. Guzmán3, pero en sus alrededores hay algunas ruinas de la capilla de lo que fue la fabulosa Hacienda de San Miguel de Doyma, de propiedad de la Compañía de Jesús; la fachada de la capilla y algunos muros de la Hacienda Santa Bárbara de Contreras en el municipio del Valle de San Juan, y allí mismo, las ruinas de las instalaciones de la explotación de! oro y cobre en las minas del Real del Sapo, donde el sabio José Celestino Mutis estableció sin éxito su segunda empresa comercial, entre los años 1777 y 1782.

En Mariquita, permanecen los vestigios de la Ermita de Santa Lucía, y en su integridad, la Ermita de Cristo, merced a sus gruesos muros de piedra del río Gualí reforzados con grandes contrafuertes que se soportan en una gran plataforma de mampostería, elementos éstos que garantizaron su estabilidad durante terremotos e inundaciones.

Es el único testimonio de la herencia colonial que conserva su forma original, de una belleza notable en la elegancia de su espadaña, la armonía de sus volúmenes y la textura de sus muros.

 

Iglesias parroquiales

Han sido los elementos dominantes en las plazas mayores, caracterizadas por tener una sola nave y una torre a manera de campanario, coronada por un pináculo de forma piramidal.

Los derrumbes y las modificaciones de sus estructuras les han borrado su fisonomía original; a pesar de ello algunas conservan su carácter ingenuo y humilde pero altivo y auténtico, evidentes en las iglesitas de Coello, Natagaima, Honda, Ataco. Purificación, San Luis, Coyaima, Ambalema y Venadillo.

 

Conventos

Nada quedó de los conventos de Mariquita y Honda. Del convento de Santo Domingo en Ibagué. Hay una referencia gráfica en el grabado de E. Riou y A. Bertrand, dibujantes de la expedición del botánico francés Edouard André en 1875.3

Allí se aprecia una fachada de cal y canto de la iglesia anexa de Nuestra Señora del Rosario y la entrada del convento; apenas se advierten algunos elementos decorativos, pobres como los pobladores que están en primer plano: niños desnudos y comerciantes descalzos. Terminado en 1722, cien años más tarde albergó el colegio de San Simón y después fue derribado para permitir la construcción de una nueva sede.

La plazoleta de Santo Domingo sería en el siglo XX el parque Murillo Toro. Y los cimientos del convento quedarían enterrados en las bóvedas del moderno edificio del Banco de la República.

 

Conjunto San Sebastián de Mariquita

Una de las ciudades más importantes del Nuevo Reino de Granada, tuvo su edad de oro en e! siglo XVIII con la explotación de las minas de plata de Malpaso, su condición de capital de provincia y sede la Real Expedición Botánica entre 1783 y 1781.

Su armonioso conjunto, de riguroso trazado reticular, forma parte del patrimonio cultural colombiano en calidad de Monumento Urbano, catalogado por Colcultura según la ley 163 de 1959.

El tejido urbano, erosionado por tas frecuentes avenidas del río Gualí y por el terremoto de 1805, conserva algunas casas notables: Expedición Botánica, La Moneda. Los Virreyes, Fundación y segunda Expedición Botánica (convento de Dominicos), reconstruidas sin su esplendor original.

Durante su permanencia en Mariquita el sabio Mutis manifestaba sus temores por la estabilidad de las construcciones, especialmente por el riesgo de los incendios que amenazaban su herbario y su fabulosa biblioteca, porque durante las fiestas religiosas "disparaban multitud de cohetes y voladores, cuyas pavesas encendidas caían sobre la vivienda del célebre naturalista, poniéndole, como es natural en la alarma consiguiente."4

 

Conjunto San Bartolomé de las Palmas de Honda

Es declarado Monumento Nacional por decreto No. 1192 de 1977; posee uno de los contextos urbanos más espectaculares de Colombia debido a su emplazamiento sobre un escarpado lugar en la confluencia del río Gualí con el Magdalena.

Como no tuvo una fundación oficia!, su trazado no se ciñó a los cánones de rigor y por ello sus calles y sus casas se fueron acomodando a la topografía del lugar, a la manera de las ciudades del medioevo europeo, con río de por medio, cruzado de puentes.

Las constantes crecientes del Gualí obligaron la erección de grandes murallas de protección para evitar el deterioro de sus riberas y de las fundaciones de sus casas, fáciles de apreciar en la acuarela de Mark5, donde además se ven las ruinas del magnífico puente de mampostería, que yacen sobre el lecho del río.

Erigida en Villa en 1643, pronto se convirtió en el puerto interior del Nuevo Reino llegando a tener un desarrollo formidable y una dotación física de iglesias y conventos, bancos, bodegas, estancos, fábricas, fuentes y casas de gobierno; fue destruida por e! terremoto de 1805 del cual solamente se recuperó parcialmente mucho después, cuando se estableció la navegación a vapor y se construyó el ferrocarril.

Altos muros macizos de calicanto con variadas texturas y colores, balcones, aleros y galerías de madera, techos de teja española, portones, callejuelas estrechas y sinuosas, rincones, escalinatas e intersecciones inesperadas, con el efecto de la luz y de la sombra, permiten hacer un recorrido misterioso y sorprendente, superado únicamente por las calles de Cartagena de indias.

 

Conjunto Santa Lucia de Ambalema

Es declarado Monumento Nacional mediante decreto No. 776 de 1980 del Ministerio de Educación Nacional, para calificar su exótica y singular conformación urbana, caracterizada por la expresión externa de sus viviendas. Corredores abiertos, cubiertos por aleros de teja de barro sostenidos por columnas de madera sin aserrar, ofrecen debida protección a los rayos del sol y garantizan la unidad arquitectónica de toda la población.

La construcción más importante es la famosa Casa Inglesa, testimonio de sus mejores épocas, cuando la bonanza producida por el cultivo, procesamiento y exportación del tabaco, la convirtieron en una de las poblaciones más prósperas del siglo XIX.

Ante la descripción hecha por el talento de Germán Santamaría, sobran mayores comentarios: "La presencia de alemanes, ingleses, italianos y españoles, sobre todo, marcó para siempre su perfil urbano, la teja de barro sobre blancas paredes, con ventanas de barrotes torneados y macetas florecidas en sus bordillos, repiten su herencia andaluza [...]. Estas hermosas construcciones, conservan el sabor de una época y se mantienen en pié como un viejo ejército curtido en muchas batallas."6

 

Conjunto la Villa de nuestra señora de la Purificación

Fue capital del Estado Soberano del Tolima durante cuatro años y capital de a República durante tres días en 1831; puerto intermedio para la navegación de champanes y canoas entre Honda y Neiva; destruida parcialmente por un terremoto en 1746 y reconstruida en 1762.

El sector histórico está localizado sobre una terraza que corona una colina a orillas del río Magdalena, a la manera de una pequeña acrópolis criolla, donde el tiempo se detiene y la paz es absoluta. La perspectiva de sus calles flanqueadas por sus casas de ropaje homogéneo, se pierde en el horizonte de un paisaje sin igual.

La plaza mayor de Santa Bárbara, es la más armoniosa de todas las plazas del Tolima debido a sus medidas proporciones, el follaje de sus ceibas y la luz tamizada del cielo que la cubre. Hay que decir que perdió un poco de su encanto cuando se adoquinaron sus pisos de tierra.

 

D. La época republicana 1830-1935

Es republicano el período de nuestra historia en el cual se consolida la Nacionalidad Colombiana y se perfila un nuevo Orden Social y Cultural.

Los rasgos de la Arquitectura se definen a partir de una nueva visión política que quiere cambiar el esquema colonial, imprimir un nuevo tono oficial y propiciar una nueva línea estética.

Irrumpe en América la revolución Industrial proveniente de Europa, y a Colombia llega, lentamente, con su abundante recurso de tecnología el uso del vapor, el telégrafo, la penetración de las líneas férreas, la metalurgia y la aplicación de la electricidad.

El repertorio arquitectónico es ecléctico en proporción a las corrientes migratorias provenientes de Europa, especialmente de Francia, Italia e Inglaterra, traducidas en las modas de lo Neoclásico, el Art-Decó, el Art-Nouveau. Se construyen grandes obras con planos de arquitectos de apellidos extranjeros: Reed, Carré, Cantini, Lefarge. Buscaglione y demás, mientras el país comienza a reponerse de las condiciones difíciles en que lo dejaron las guerras civiles.

Las demandas de servicios inducen al Estado a entregar los edificios de propiedad de la Iglesia al beneficio común; se crea el Ministerio de Obras Públicas encargado de extender los ferrocarriles, construir mercados, escuelas, edificios administrativos y hospitales, en su mayoría financiados con la "danza de los millones" producto de la indemnización obtenida por la separación del Istmo de Panamá.

Para entonces, en el Tolima remonta la cordillera una migración llamada "Colonización Antioqueña" que busca nuevos espacios para su inmensa descendencia, y se asienta en la vertiente oriental, de frente a la llanura.

Adquiere terrenos baldíos, desmonta la selva, implanta los cultivos del café y funda poblaciones sobre una accidentada ladera pero con patrones cartesianos; de allí sus calles de fuertes pendientes y casas escalonadas.

Frutos de esta empresa formidable son nuestras poblaciones cordilleranas Casabianca, Fresno, Herveo, Líbano, Villahermosa, Anzoátegui, Santa Isabel, Murillo. Cajamarca y Roncesvalles, descritas con maestría por el arquitecto Néstor Tobón Botero en su libro sobre la Arquitectura de la Colonización Antioqueña.7

De esta manera se incorpora al departamento un territorio difícil pero promisorio, aportando la arquitectura artesanal, sin arquitectos, hecha con los materiales locales de guadua y madera, acompañada por e¡ acento paisa y el aroma del café.

 

La vivienda

En la vivienda se hace más evidente la integración ciudadana y la convivencia con el medio geográfico y social.

La gente se entusiasma con las formas importadas de Europa, y no quedan fachadas sin engalanar con granitos frisos y frontones, n¡ interiores sin adornar con molduras de yeso, maderas torneadas, pisos de baldosas dibujados en colores y parkets.

Un zaguán de portón y contraportón permite el acceso al interior de la casa, que es un patio cuadrado de techos convergentes, vestigio del impluvium de las casas romanas, lleno de flores y hierbas aromáticas, rodeado por corredores amplios con columnas de cedro, roble, guayacán, iguá o granadillo.

Las ventanas son más amplias, con antepechos bajitos y rellanos donde ¡os moradores se sientan a recibir visita desde e! andén o simplemente a ver pasar la gente en el espacio exterior, la calle, elemento tributario de las relaciones sociales de la comunidad, por muchos años tranquila y segura, hasta la irrupción desbordada del tránsito automotor.

Un buen ejemplo de sector de vivienda homogéneo y armonioso se plasma en el tradicional barrio "La Pola" en Ibagué, comunidad que adquiere conciencia de unidad familiar representada en la casa paterna, que acoge toda la familia y se trasmite por generaciones.

Después aparece la "quinta" separada de la vía por un antejardín, no tanto para aislarse de ella, como para permitir desde afuera la vista de sus fachadas con pretensión de palacetes, despliegue de frontones, columnas de orden clásico, porches, pórticos y balaustradas, sinónimo de mejor estatus social, para familias aristocráticas como las poseedoras de las villas del barrio Belén en Ibagué o el Paseo Bolívar en Honda.

Se pueden señalar en estas ciudades dos excelentes ejemplos de arquitectura republicana: el Edificio Urrutia en el vértice de la plaza de Bolívar de Ibagué, y la Casa-Museo López en Honda, declarada Monumento Nacional.

 

Las iglesias

Superando las difíciles condiciones económicas los templos católicos se convierten en verdaderos monumentos que reafirman la ascendencia de la Iglesia sobre la nacionalidad. Con increíble tesón y grandes sacrificios cada población puede exhibir orgullosamente el fruto del trabajo incansable de los curas párrocos y el aporte de los feligreses.

Dadas sus cualidades estéticas y la grandilocuencia con la cual pretenden impresionar a creyentes e infieles, merecen mencionarse las iglesias de Cajamarca, Chaparral, Villahermosa. Saldaña, Alvarado, Venadillo, Carmen de Apicalá y Anzoátegui.

Las iglesias de El Guamo, El Espinal, y El Líbano sorprenden por su magnitud y la imposición de su mole sobre la modesta silueta urbana del resto de las edificaciones; su presencia se advierte desde la lejanía, sin más rivales que las crestas de la Cordillera en lontananza.

Las dos primeras son de un indefinible, acartonado, estilo criollo. La tercera, la severa pero imponente iglesia del Líbano (Arq. Braden), es de estilo "gótico". El escritor Eduardo Santa le establece con candor una amable similitud con la Catedral de Milán, "guardadas las justas proporciones"8

La Catedral de Ibagué estaba mejor antes de los retoques ornamentales, cuando mostraba con modestia y vitalidad su torre colonial. El anexo palacio Arzobispal construido por Monseñor Rodríguez Andrade, incluye en su interior un precioso patio renacentista de esbeltas columnas y capiteles corintios.

La más interesante y original es sin duda alguna la Iglesia del Nuestra Señora del Carmen en Ibagué, proyecto del excelente arquitecto italiano Giovanni Buscaglione, traído por la Comunidad Salesiana y autor de muchas obras en todo el país. Buscaglione había trabajado en Constantinopla, Esmirna y Alejandría y la influencia del arte del oriente medio se reflejó en sus obras. De allí la forma exótica de sus majestuosas torres, que se imponen en el perfil de la ciudad.

 

Edificios públicos

Una vez concluida la obra del Capitolio Nacional, máximo símbolo de la estructura política nacional, el Gobierno inició la construcción de magníficas sedes administrativas, escuelas y hospitales en las principales ciudades de la provincia. Al Tolima le designó unas inversiones muy modestas, reflejadas en sus edificios públicos, muchos de los cuales fueron demolidos posteriormente.

Los ferrocarriles, con sus grandes obras de ingeniería fueron la excepción, en el afán de hacer la integración regional tan necesaria para recuperar la economía nacional.

De aquellas, que aún se conservan, merecen destacarse el Edificio Nacional de Honda (Arq. Ernesto Klani, 1926); el Edificio Nacional de Ibagué; (Arq. Eusebio Santamaría) que honra con la presencia armoniosa de su arquitectura Art-Decó un costado de la plaza de Bolívar; la plaza de mercado de Honda (Arq. Harry Valsint) construida entre 1917 y 1935 sobre las ruinas del Convento de San Francisco, dotada de una interesante galería exterior de columnas estilo jónico; El Panóptico de Ibagué (Arq. Tomas Reed) a semejanza del Museo Nacional, por sus condiciones de control visual sobre todas las dependencias; La Escuela de Niñas del Guamo, que posee una hermosa columnata en su exterior; El Edificio Municipal del Líbano de estilo racionalista y la estación del ferrocarril de Ambalema, la cenicienta, que aún espera recobrar su esplendor original. También en Ibagué la Escuela Agronómica de San Jorge (Arq. G. Buscaglione, 1916), de la comunidad Salesiana, que parece una villa de Toscana, perfectamente integrada al paisaje circundante; El Claustro del Conservatorio del Tolima, organizado sobre un patio de corredores y chambranas y la sala Alberto Castilla (Arq. Heli Moreno Otero, pintor Domingo Moreno Otero).

Esta sala de conciertos posee una excelente acústica, reúne la arquitectura neoclásica con la escultura de bajorrelieves y la pintura de cuadros preciosamente enmarcados, en una integración de las artes plásticas que la convierten en el más valioso elemento del patrimonio arquitectónico republicano en el Tolima.

El Arquitecto Heli Moreno Otero construyó otra obra maestra, el teatro Tolima, dotado también de excelentes condiciones acústicas y técnicas para la representación de las artes escénicas.

Esta sala ha auspiciado los grandes eventos musicales, artísticos, sociales, políticos y literarios de la historia departamental; el diseño de la fachada y de los interiores evoca los mejores momentos del Art-Decó, en una versión local verdaderamente valiosa.

 

Los puentes

El Tolima, tierra firme, soporta los pilares de 10 puentes sobre el río Magdalena, la mitad de todos los que cruzan su cauce, y la ciudad de Honda llamada "la ciudad de los puentes", también llegó a tener diez puentes sobre el río Gualí.

Las obras de ingeniería de puentes, cuando son diseñados con la armonía de sus elementos estructurales en consecuencia con la expresión natural del material utilizado y la simbiosis del equilibrio con la fortaleza, clasifican dentro de la categoría de obras de arquitectura.

Así sucede con los puentes que las constructoras inglesas y norteamericanas levantaron a principios del siglo XX para los ferrocarriles nacionales, introduciendo su tecnología del hierro, que traspasó tas fronteras de la arquitectura y contribuyó al desarrollo de la empresa más trascendental de su tiempo.

Fue una labor de titanes extender sobre condiciones geológicas e hidrográficas difíciles toda suerte de puentes, viaductos y túneles, a costa de grandes sacrificios y presupuestos financieros.

Hoy se han abandonado a su propia suerte, para dar paso a otros medios de transporte más ágiles o lucrativos pero también más depredadores de! Medio ambiente: carreteras asfaltadas.

Los puentes metálicos más representativos y también los más espectaculares son los siguientes, reseñados en detalle por Alfredo Ortega10.

El puente de Girardot - Flandes con sus viaductos anexos que forman parte del paisaje urbano de ambas poblaciones, fue construido entre 1920 y 1930 por la casa de Sir W.G. Armstrong Withworth and Company de Londres y pesa 1.500 toneladas, tiene una luz entre pilares de 130 metros y una longitud total de 466 metros.

El puente y viaducto de Anchique, erigido por Morlón, Griffíths y Compañía en 1929.

El puente sobre el río Saldaña, terminado por la Casa United States Steel Products Co. En 1925, con una luz de 110 metros y 563 toneladas de peso, en franca competencia con el más reciente puente vehicular.

El Viaducto sobre el río la China, de 150 metros de longitud, en la línea Ibagué-Ambalema.

El puente Golondrinas sobre el río Magdalena en límites con el Huila en el tramo del ferrocarril Tolima - Hulla - Caquetá. "El paso se hace mediante un elegante puente de arco que mide 93 metros de longitud y 14 metros de aproche, con dos túneles a la entrada y salida del puente, bajo las estribaciones de granito que protegen las orillas del río y estrechan su corriente”.9

Son notables también, uno por su osada y sutil estructura y otro por su hermosa humildad, el puente Navarro en Honda, sobre el Magdalena, inaugurado el 16 de enero de 1889 siendo así el primer puente metálico construido en América, y el puente peatonal "de los suspiros" en el Guamo, sobre el río Luisa, apoyado sobre basamentos de masonería de ladrillo.

 

Las casas de hacienda

Si bien las haciendas coloniales no perduraron, o se convirtieron en poblaciones, como es el caso de Chaparral. San Luis, Espinal y el Guamo, algunas casonas republicanas lograron sobrevivir, debido a que las grandes explotaciones agropecuarias fueron retomadas por familias bogotanas una vez superadas las difíciles condiciones de la economía que dejaron las guerras civiles.

Conservan las cualidades de asimilación al clima ardiente y al paisaje de la planicie; están sustentadas por muros de piedra o de ladrillo, o fuertes tapias pisadas en su basamento interior y columnas de madera en la periferia. El primer piso se destina a servicios, y el segundo, con mejor vista y frescura, a tas habitaciones, que están protegidas del sol y de la lluvia por corredores generosos que hacen también de estaderos.

Así son, la Hacienda La Unión en Armero, San Felipe en Mariquita, Cártama en el Guamo y el Vergel en Ibagué.

 

Conjuntos urbanos

Es un privilegio que se conserven intactas las estructuras urbanas de los pueblos de la cordillera, testimonio de la arquitectura artesanal, verdaderas obras maestras de ésta época, estrechamente ligadas al sentir de la población.

Aunque las calles resultan inclinadas por efecto de sus trazados rectilíneos, las casas se acomodan a la pendiente natural del terreno. Las superficies de las fachadas son planas, rematadas con amplios aleros.

Hay una gama infinita de diseños y colores de portones, balcones, puertas, ventanas, calados y tallas de madera, trabajados con esmero y con amor, muchas veces inspirados en el Art-Nouveau y en los arabescos andaluces.

 

El Líbano:

Dominada por el perfil de su iglesia gótica, se extiende sobre una meseta, enclavada en la montaña. Sus casas tienen hermosos jardines llenos de flores, árboles frutales, enredaderas, y balcones exteriores de hierro forjado en las casas de dos pisos.

 

Murillo:

Está emplazado 3.000 metros de altura sobre un pequeño valle paramuno, en la misma base del macizo Nevado del Ruiz.

Casi todas sus casas son de madera, en un piso, con techos de zinc, y están pintadas de colores pasteles unas veces y otros colores fuertes contrastados: cremas versus verdes, azules versus rosados.

Se siente una gran tranquilidad en sus calles. Según Néstor Tobón "la realidad parece escaparse a un mundo mágico y mítico que reduce al observador y lo transporta a un nivel de asombro y admiración".10

 

Santa Isabel:

Está colgada una cumbre de la cordillera y construida totalmente en madera. Las calles son estrechas y a menudo llenas de niebla, que "parece que emergieran de una fantasía, de una irrealidad de ensueños que transporta al espectador a un mundo donde lo intangible adquiere su máxima vigencia”.11

 

Villahermosa:

Hace indudablemente honor a su nombre: es una de las poblaciones más hermosas del Tolima, ubicada en la cima de una colina que dispone de un espacio plano aprovechado por la plaza de Bolívar.

Aunque el trazado de sus calles es rectangular, los accesos son tortuosos, iguales a los caminos que la enlazan con las veredas vecinas; parte de sus casas son de madera y techos de zinc y parte de bahareque con techos de teja de barro.

 

E. Lo moderno y lo contemporáneo 1930-2000

En realidad, el modernismo a escala global nació a finales del siglo XIX, paralelo a la invención del cinematógrafo, las técnicas constructivas del hierro y el concreto, de la mano con los progresos científicos y sociales.

Al comenzar el siglo XX en el mundo occidental había ya una evolución natural del gusto, resultado de las teorías estéticas del Arte Abstracto y antes de iniciar la primera guerra mundial habían irrumpido en la escena de las artes plásticas el cubismo (Picasso) y el expresionismo, y en la arquitectura el funcionalismo.

Hubo un rechazo a la ornamentación en la arquitectura (Gropius, Mies Van Der Rohe) a la tonalidad en la música (Schonberg, Stravinsky) a la tradición en la literatura (Joyce, Mann, Kafka, Proust). Posteriormente una vanguardia pictórica en el surrealismo y en el dadaísmo, (Magritte, Miró, Gris), arquitectónica en el constructivismo soviético, musical en el jazz, literaria en García Lorca, Hemingway y Bretch.

La necesidad de buscar modelos de expresión más auténticos, sin ornamentos superfluos, con un contenido ideológico distinto, estimuló la creación de formidables escuelas de arte y diseño como la Bauhaus en Alemania (Weimar) y De StijI en Holanda; sin embargo, los acontecimientos políticos previos a la segunda guerra mundial, principalmente la presión ejercida por el nacional-socialismo, incitaron una migración de los grandes maestros de la arquitectura hacia Norteamérica. Allí fueron acogidos Brewer, Neutra, Mies Van Der Rohe, Gropius y Sert en las más famosas universidades, donde forjaron una generación que renovó totalmente la arquitectura, en la cual ya habían hecho sus aportes el gran maestro Frank Lloyd Wright con sus teorías organicistas, y el arquitecto franco suizo Le Corbusier con sus teorías racionalistas. El resultado fue la llamada Arquitectura Internacional, adoptada también en Colombia por sus discípulos.

El gran impulso al modernismo en Colombia se produjo con la extinción de la hegemonía del conservatismo en el gobierno y el arribo al poder por parte del liberalismo: Olaya Herrera y López Pumarejo plantearon un nuevo orden social mediante un esquema económico y administrativo que removió la estructura del Estado, lo puso al tono de las exigencias de la comunidad, estimulando consecuentemente un gran desarrollo urbanístico y arquitectónico.

El Tolima permaneció a la zaga de tales acontecimientos, hasta tanto no fortaleciera sus nexos con Bogotá, superara su debilidad económica y preparara una clase dirigente y empresarial autóctona que le permitiera integrarse al gran propósito del Gobierno Nacional.

López construyó el campus de la Universidad Nacional; allí se estableció la primera facultad de arquitectura, que liego a su mejor momento con un plantel docente de gran calidad: Diken Castro, Enrique Triana, Hernán Viecco, Arturo Robledo, Guillermo Bermúdez, Gabriel Serrano, Rogelio Salmona, Bruno Violi, Leopoldo Rother, Jaime Camacho y el gran maestro Femando Martínez Sanabria. En la Nacional se graduaron las primeras promociones de arquitectos colombianos que habrían de cubrir la actividad profesional en todo el país.

De ellas llegarían al Tolima Juan José Montoya, Luis Carlos Peñuela, David Vásquez, Vargas Nariño y Guillermo Silva Ospina, el más reconocido por su aplicación y entusiasmo en el ejercicio de la arquitectura.

Se funda la Sociedad Colombiana de Arquitectos, con un capitulo en el Tolima, orientadora de la profesión, promotora de los Premios Nacionales, los Concursos, las Bienales y los Anuarios de la Arquitectura en Colombia; también surgen las revistas especializadas; Proa (1946) y Escala (1964), los Institutos de Investigación Estética, el Instituto Colombiano de Cultura, encargado de salvaguardar el patrimonio histórico- cultural.

Una disciplina desconocida hasta entonces en el medio administrativo, la Planeación Urbana, comienza a orientar el crecimiento de las ciudades, a través de planes reguladores inspirados en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, C.I.A.M.

En 1954 el arquitecto Juvenal Moya elaboró para la ciudad de Ibagué el primer Plan de Desarrollo Físico, seguido por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi en 1966, el grupo Habitar en 1975 y Noriega Restrepo y Cía en 1986.

Con ellos la ciudad de Ibagué dio el ejemplo a otros municipios para que el ordenamiento físico se hiciera sobre bases científicas, con las perspectivas de un crecimiento ordenado y coherente- .

Bajo esas premisas un grupo de arquitectos de trayectoria bien reconocida se encargó de diseñar y construir gran parte de la arquitectura moderna y contemporánea, en competencia leal y estimulante con algunas firmas de Bogotá.

Entre ellos es preciso mencionar a Héctor Francisco Galeano, Jorge Julio Díaz, Hernando Flórez Caro, Miguel Merino Gordillo, Mario Peñaloza Sanguino, Alfonso Carrero Hernán, Alfonso Bueno Tafur, Alex Santamaría Bonilla, David Bajaire Villa. Iván Mantilla Angelo. Jorge Eduardo Escobar,

Carlos López, Alberto Suárez Casas, Jaime Fajardo Suárez, Manuel Guillermo Lagos, Hernando Sánchez y Carlos Martínez Silva.

La obra del grupo de los más jóvenes aún está por calificar, como también lo está la promisoria labor docente que se comenzó a impartir en la Escuela de Arquitectura de CORUNIVERSITARIA.

 

La vivienda

Los grandes conjuntos habitacionales fueron promovidos por el Estado a través de las entidades especializadas del Banco Central Hipotecario y del Instituto de Crédito Territorial, en estrecha colaboración con las firmas constructoras que importaron las tecnologías de la construcción en serie; su momento culminante en los años sesentas llegó con la "Alianza para el Progreso" liderada por el presidente de los Estados Unidos, John F. Kenedy, para la vivienda popular. En los años setentas la fórmula de las "UPAC" establecida por el gobierno de! Frente Nacional para generar empleo y desarrollo económico, permitió la creación de las Corporaciones de Ahorro y Vivienda, entidades financieras de los programas de vivienda en tos estratos medios y altos. Este sistema finalmente colapsaría en tos años noventa, dejando a muchos propietarios en condiciones difíciles frente a sus acreedores.

A pesar de ello, fueron muchos los conjuntos y edificios de vivienda que se construyeron y muchas familias beneficiadas, que de otra manera nunca habrían podido ser propietarias.

En Ibagué los primeros conjuntos de casas en serie, fueron construidos por el I.C.T.: el Barrio modelo en La Pota y el Barrio Posada Cuéllar (Arq. Jorge Gaitán Cortés).

El primer ejemplo de residencia moderna fue "Villa Lola" (Arq. A Giraldo) construido en 1935 sobre una pequeña colina en la carera 4a con calle 8ª.

Causó mucha admiración por la armoniosa fachada simétrica, las escalinatas y terrazas que permitían llegar a su interior; causó también recelo y comentarios suspicaces, debido a que su dueño también fue el contratista - constructor del Palacio Nacional.

En los años cincuenta, en los barrios Interlaken y Cadis los arquitectos ibaguereños diseñaron residencias más modernas, provistas de grandes ventanales, cubiertas planas de concreto y hermosos jardines.

Pasada la línea del medio siglo, la demanda de vivienda generada por el alto crecimiento poblacional, extendió la malla urbana más allá de los límites de cobertura de servicios y presionó la densificación de las áreas interiores con el consiguiente deterioro de! paisaje natural y del espacio público urbano.

Puede decirse que hay excepciones en muchas viviendas de conjunto o individuales, en los barrios Calambeo, Piedra Pintada, Santa Helena y el Vergel, construidos en armonía con el medio natural, y algunos edificios de apartamentos en el área central; Banco Cafetero (Arqs. Borrero Zamorano y Giovanelli), Banco Central Hipotecario (Arq. Ignacio Pineros), Beneficencia del Tolima (Arq. Guillermo Silva Ospina), Murillo Toro (Arqs. Carlos Martínez Silva, Eduardo Londoño A. y Mario Peñaloza S.), todos ellos situados el costado oriental del parque Murillo Toro.

 

Edificios de servicio público

Las entidades centralizadas decidieron construir sus sedes administrativas y de servicios para cumplir con eficiencia su labor en la capital tolimense.

El ministerio de Obras Públicas construyó el Palacio de Justicia (Arqs. Lascano, Amaya y Tejeiro) en 1945 sobre un vértice de la plaza de Bolívar, adicionada en 1980 con una torre de oficinas.

Siguieron el Banco de La República en 1960 y su anexa Biblioteca "Dario Echandía", La Caja Agraria (arqs. Ricaurte Carrizoza y Prieto) en el lote del antiguo Hospital de Santa Librada; La Federación Nacional de Cafeteros; Telecom, en la avenida 5"; La Casa de la Moneda del Banco de La República en el sector sub-urbano de Picaleña; La Terminal de Transportes (Arq. Carlos Martínez Silva) en el lugar donde estuviera la antigua Estación del Ferrocarril; La Cámara de Comercio en el parque Murillo Toro (Arqs. Carlos Martínez

Silva y Eduardo Londoño A.) y el edificio de Seapto (Arq. Obregón y Bueno) soportado por una estructura metálica, innovación en las técnicas constructivas locales.

Las instalaciones del Sena, CORTOLIMA (Arq. Arcadio Polanco), Oficina de Registro de Instrumentos Públicos en el sector de Santa Helena, donde después se construyó el controvertido puente elevado vehicular.

Puede decirse que hay excepciones en muchas viviendas de conjunto o individuales, en los barrios Calambeo, Piedra Pintada, Santa Helena y el Vergel, construidos en armonía con el medio natural, y algunos edificios de apartamentos en el área central; Banco Cafetero (Arqs. Borrero Zamorano y Giovanelli), Banco Central Hipotecario (Arq. Ignacio Pineros), Beneficencia del Tolima (Arq. Guillermo Silva Ospina), Murillo Toro (Arqs. Carlos Martínez Silva, Eduardo Londoño A. y Mario Peñaloza S.), todos ellos situados el costado oriental del parque Murillo Toro.

El edificio de la gobernación del Tolima es el icono urbano más importante de Ibagué, elemento dominante de su paisaje y la pieza fundamental de su patrimonio arquitectónico.

Fue un legado del gobierno del General Rojas Pinilla, construido por la firma Martínez Cárdenas en 1956. Es reconocido como una de las mejores obras de la arquitectura moderna en Colombia, dada la armonía de sus formas, la imponencia del conjunto, y su adecuada implantación al lugar. Marcó un hito en la conformación del centro cívico de la ciudad y en su casi medio siglo de existencia ha superado en clase; majestad y funcionalidad a todas las demás edificaciones hechas en el departamento durante el mismo período de tiempo.

Entre las construcciones destinadas a al salud ameritan un reconocimiento el Hospital del Líbano, el Hospital Federico Lleras (Arq. Germán Samper), el Hospital Antituberculoso, ocupado por las instalaciones de 6ª Brigada del Ejército, y el Hospital Regional de! Seguro Social (Arqs. Caries Martínez Silva y Eduardo Londoño A.) considerado un ejemplo de arquitectura hospitalaria de vanguardia en Latinoamérica.

 

Construcciones para la educación

Tradicionalmente fueron las órdenes religiosas las encargadas de construir las instalaciones escolares hasta la decisión de! Estado de ocuparse directamente de la educación, por muchos años delegada a la Iglesia Católica.

Como los niños pertenecientes a otras sectas religiosas (evangélicas) fueron rechazados o expulsados de los colegios católicos, se fundó el Colegio Americano en Ibagué 1942 y en el Líbano en 1960.

Las Hermanas de la Presentación construyeron en la Plaza de Bolívar de Ibagué unas magníficas instalaciones que reemplazaron la vieja sede destruida por un incendio en 1946.

La curia, en el costado opuesto, construyó el Colegio Tolimense (Arq. Guillermo Silva Ospina) y e! Seminario Mayor en ella misma vecindad, alrededor de un claustro grandilocuente pero tranquilo que de verdad incita a fa meditación; la comunidad Salesiana con grandes sacrificios económicos pudo finalmente completar su obra del Colegio San José, adyacente a la Iglesia del Carmen.

Para la construcción de la Biblioteca Soledad Rengifo (Arq. Alfonso Carrero) se demolió el antiguo Colegio Departamental de señoritas Santa Teresa de Jesús, a su vez trasladado a una moderna instalación en el barrio La Granja.

Ya terminando el siglo XX los Hermanos Maristas edificaron en "Mirolindo" su nuevo colegio Champagnat diseñado de acuerdo con sus ideales docentes por el arquitecto y hermano cristiano Luis Ordóñez.

En desarrollo de los planes del gobierno para implementar la educación oficial, la Dirección de Edificios Nacionales emprendió durante diez años 1946 - 1956 una inmensa labor de construir escuelas en todo el departamento, de gran calidad en su diseño y dotaciones: Escuela Alfonso López en Honda (Arq. Ernesto Blumenthal), Escuela de Rovira, Colonia de vacaciones de Cajamarca "para el mejoramiento y recuperación integral del niño y la formación de hábitos y actitudes de acuerdo con su desarrollo físico, social y emocional"12; el Extemado Nacional de Honda, la Escuela de Niños y la Escuela Técnica de San Lorenzo en Armero, arrasadas por la avalancha del río Lagunilla.

Los mejores establecimientos de ésta época fueron la Escuela Nacional de Institutoras y el Colegio de San Simón en Ibagué. Construidos en áreas suburbanas rodeadas de generosas zonas verdes y deportivas.

Son ejemplos clásicos de arquitectura racionalista que aún conservan la frescura y la vitalidad de sus volúmenes blancos y austeros pero amables, donde se han educado las mejores promociones de bachilleres y normalistas. Aquella fue adicionada con una preciosa "Escuela Anexa", y éste, con una capilla del arquitecto Juvenal Moya, construida con una membrana de concreto en forma de parábola invertida, inspirada en la Iglesia de Pampulha del arquitecto brasilero Osear Niemeyer.

Llegando a la mitad de! siglo XX el conservatismo vuelve al poder, da marcha atrás a las reformas sociales, restituye a la Iglesia la iniciativa en la Educación y cuestiona la integración de los sexos en las escuelas.

La confrontación violenta de tas ideas políticas genera un clima adverso al medio social reflejado en la educación, hasta que el gobierno de tacto del General Rojas Pinilla rompe las medidas sectarias de los presidentes Ospina y Gómez, contrata una misión extranjera (padre Lebret) apoyada en la UNESCO, y retoma el ritmo de la construcción aprovechando el clima de concordia que vive el país.

Así se repetiría una historia de cien años atrás, cuando los sucesivos gobiernos derogaban leyes y decretos que no se acomodaban a sus inmediatos idearios filosóficos y políticos.

Para la década del sesenta, el mundo occidental remueve las estructuras sociales y culturales a partir de los movimientos estudiantiles de las universidades europeas y norteamericanas, coincidentes con los estímulos que el país recibe del protagonismo de artistas de la talla de Botero, Obregón, Negret y Ramírez Villamizar, así como también del otorgamiento del Premio Nóbel a García Márquez y de los avances en la tecnología de las comunicaciones.

Entonces los primeros gobiernos del Frente Nacional deben responder las demandas de la población, con la fundación de las instituciones que implementarían la dotación de establecimientos idóneos para la enseñanza, protección y culturización de la población pre-escotar y de enseñanza primaria, secundaria y técnica: l.C.B.F,; l.C.C.E, COLDEPORTES, SENA, y posteriormente COLCULTURA.

Todas ellas utilizaron recursos técnicos y constructivos racionalistas y de prefabricación, introdujeron nuevos parámetros de diseño de la arquitectura escolar tanto en funcionamiento como en sus condiciones de bienestar físico.

Así se erigieron en el Tolima los INEM, CASO: Institutos de Educación Media y Centros Administrativos de Servicios Docentes y Complejos Educativos para el Sena, todos ellos muy importantes desde el punto de vista utilitario, aunque sin mayores aciertos estéticos.

La población universitaria encontró en la Universidad del Tollina la oportunidad de quedarse en la región a estudiar. Sus instalaciones del barrio Santa Helena se acomodaron inicialmente en incómodos galpones, pero con el tiempo mejoraron considerablemente. El edificio de mayor valor arquitectónico es la Biblioteca Rafael Parga Cortés.

Otras universidades aparecieron en todo el Departamento, aunque la única que ha desarrollado un Campus con fisonomía propia y con instalaciones adecuadas a las necesidades de su vasto programa académico es CORUNIVERSITARIA en la ciudad de Ibagué.

El Conservatorio de Música del Tolima en su propósito de desarrollar un gran proyecto para su bachillerato musical, integrando el Antiguo Claustro, la Sala Alberto Castilla y el Nuevo Instituto Bolivariano, inició la construcción de un complejo cultural muy cuestionado, que es preciso revisar para mejorar las condiciones de su inserción en el medio urbano y de su relación formal y volumétrica con las edificaciones existentes.

 

Los centros comerciales y las fábricas

La influencia de las costumbres foráneas estimuladas y afianzadas por los medios masivos de comunicación, así como también la introducción de mejores sistemas de mercadeo a cargo de las cadenas comerciales nacionales y extranjeras, cambiaron el comportamiento social respecto de adquisición de bienes de consumo, relegando pasajes, comisariatos, cafés, tiendas de barrio, galerías y plazas de mercado, para dar paso a discotecas, restaurantes de comidas rápidas, centros comerciales y supermercados.

La firma Colsuiza gerenciada por el Arq. Miguel Merino fue la primera en establecer un Centro Comercial en Ibagué, el "Combeima" inaugurado por el presidente Turbay en 1981.

La firma de Arbeláez Asociados construyó en Arkacentro su respectivo Centro Comercial, y los arquitectos Alfonso y Edgar Bueno Tafur, el Centro Comercia! La Quinta, dentro de un riguroso esquema post-moderno. Más tarde, se estableció el primer Hipermercado 'Óptimo", hoy Éxito, en el barrio popular El Jordán.

Las instalaciones industriales tienen pocos antecedentes en la historia de la arquitectura del Tolima: La Fábrica de Licores, el Ingenio de Pajonales, Coltabaco en Espinal y tas cervecerías de Bavaria en Honda e Ibagué, son los ejemplos más significativos, hasta llegar a la época de los años ochenta, cuando la industrialización inducida a partir de la Ley de exención de impuestos, genera un auge de edificación de plantas industriales en el área de Ibagué.

Las instalaciones de mayor volumen, tecnología de avanzada y trascendencia económica en la región, pertenecen a las fábricas de textiles TEXPINAL en el Espinal y FIBRATOLIMA en Ibagué; de cementos CEMEX en Payandé, y de cospeles del Banco de la República en Picaleña.

 

Establecimientos deportivos

El primer escenario deportivo importante fue el Estadio "13 de junio" construido por el gobierno de Rojas Pinilla en 1954. Su nombre cambió a "10 de mayo" fecha en que derrocaron al General. Otros nombres ha tenido, coincidentes con la culminación de adiciones y modificaciones, en especial tas que fue necesario hacer para restaurar la tribuna que colapso llena de espectadores, produciendo fa muerte de muchos de ellos.

La celebración de los Novenos Juegos Atléticos y Deportivos Nacionales en 1970 permitió la construcción de la Villa Olímpica, dotada de una plazoleta ceremonial, piscinas de competencias de natación y saltos ornamentales y un Coliseo Cubierto para varias disciplinas y espectáculos. La Villa fue diseñada por el Ingeniero González Zuleta y los arquitectos Obregón y Valenzuela.

El complemento a éstas instalaciones fue el Parque Deportivo, situado en el área rural de Mirolindo, sobre lo que fueran cultivos de arroz; dio cabida a un velódromo, diamante de béisbol, campos de tenis, fútbol y basketbol.

Los clubes sociales han sido provistos de escenarios deportivos, al igual que las sedes de las Cajas de Compensación Familiar (COMFENALCO- COMFATOLIMA), y en ellos se han llevado a cabo muchos torneos de carácter nacional e internacional.

El Club Campestre de Ibagué posee unas excelentes dotaciones deportivas, complementadas por su bellísima sede social, (Arqs. Obregón y Valenzuela) de líneas sencillas, elegantes, horizontales, amplios ventanales y terrazas que la integran al formidable paisaje subtropical circundante.

Otra sede social de espacios acogedores es el Círculo Social de Ibagué (Arqs. Camacho y Guerrero) en el marco del parque Murillo Toro, escenario de actos sociales, políticos y culturales que forman parte de la historia de la dudad.

 

Hoteles y recreación

Los hoteles de Honda, Chicoral e Iqueima campestre de Flandes iniciaron la época del turismo de "tierra caliente" en los años cuarentas, seguidos diez años después por el Guadayra en Melgar (Arqs. Ricauerte Carrizoza y Prieto), Río Prado en el área de la Hidroeléctrica, Lemayá en el Guamo y Yuma en el Espinal (Arq. Hernán Herrera).

Melgar se convirtió en un gran centro turístico del centro del país, gracias a su acceso fácil desde Bogotá y a las condiciones de clima y de paisaje, privilegios que aprovechó CAFAM para establecer allí su centro vacacional de 150 casas, hotel, piscinas y áreas de deporte (Arq. Eduardo del Valle); fue elevado a la categoría de Centro Internacional al ser complementado con un hotel de cinco estrellas y el salón de Convenciones Kualamaná (Arq. Hernán Herrera).

Esta actividad recreativa se desplegó además en el Valle de !os Lanceros y en el Carmen de Apicalá, constituyendo una conurbación de condominios y ciudadelas de casas de recreo.

En Ibagué los antiguos hoteles Europa, Colombia, Saboy y Lusitania han sido reemplazados por el Raad (Arq,. Juvenal Moya), Ambalá (Arq. Guillermo Silva) Combeima (Arq. Miguel Merino) Casa Morales (Arq. Iván Alvarado) y Altamira Sofitel (Arq. Alfredo Pereira).

El Ambalá, construido por la Beneficencia del Tolima, representa la imagen de la hospitalidad proverbial de la ciudad, albergue de los grandes personajes de la vida nacional y de los eventos históricos de mayor trascendencia local.

El Altamira es el hotel de mayor categoría, diestramente emplazado frente al cerro de !a Martinica, goza de un seductor paraje del cañón del río Combeima, aprovechado con propiedad y refinamiento para establecer un diálogo con la naturaleza.

 

Espacios urbanos

En el Centro Histórico de Ibagué se configuró durante el siglo XX un espacio urbano auténtico, fruto de la evolución de su actividad ciudadana y de la transformación de los componentes arquitectónicos.

Se trata de la integración orgánica entre el pórtico y la plazoleta del Palacio de la Gobernación, el Parque Murillo Toro y la Plaza de Bolívar, articulados por el espacio de la carrera tercera.

Esta integración trasciende hasta el Parque de! Centenario por la calle décima (antigua Calle Real) y hasta la plazoleta Darío Echandía por la misma carrera tercera, completando un tejido de relaciones que le imprimen vitalidad al corazón de la ciudad.

La plaza de Bolívar conserva el trazado republicano, su propio carácter monumental, la exuberante vegetación, de ocobos, ceibas, cámbulos y samanes así como también el ambiente apacible propio para la contemplación y para la recreación pasiva.

La presencia de las instituciones del gobierno, la justicia y la iglesia perfilan su imagen tradicional.

El Parque Murillo Toro como espacio público evolucionó a partir de la plazuela de Santo Domingo a final del siglo XIX, para ser un parque de estilo francés al principio del siglo XX, un parque republicano hasta 1970 y finalmente una plaza cívica al estilo europeo (Arq. Jorge Julio Díaz), definido en sus costados por edificaciones modernas y contemporáneas, que lo convierten en el símbolo del poder económico y proyectan la imagen de un futuro promisorio.

 

El siglo XXI

Comenzando el siglo XXI se produce un gran incremento poblacional en la capital tolimense, que genera grandes conflictos sociales, degradación en la calidad de vida , y por lo tanto deterioro de la estructura física y del paisaje urbano.

Sin embargo, algunas intervenciones de índole urbanística y arquitectónica están mejorando la fisonomía del sector histórico, cultural, comercial y cívico de Ibagué.

La peatonalización de la carrera tercera, aunque se llevó a cabo con notorios errores de diseño y ejecución, marca un hito importante en la recuperación del espacio público y en el reintegro del ciudadano a su territorio natural, del cual había sido desplazado por el tráfico automotor.

La construcción del Museo de Arte del Tolima ( Arq. José Roberto Buenaventura) y la próxima rehabilitación del antiguo centro de reclusión "El Panóptico" , propiciarán la recuperación del barrio de Belén y su mayor vinculación con el centro de la ciudad, integrando el Parque del Centenario, la Concha Acústica y la Biblioteca Soledad Rengifo sobre el eje del "Terraplén " y la calle décima, (antigua "Calle Real") , y sobre eje de las escalinatas, y la calle novena, con la Plaza de Bolívar y el Conservatorio de Música del Tolima.

Los nuevos conjuntos residenciales emplazados en e! sector Norte de la ciudad, paralelos al piedemonte de los cerros de Calambeo ofrecen singulares condiciones de paisaje y topografía del terreno, muy bien aprovechadas por los urbanistas y arquitectos que han logrado armonizar sus diseños con el entorno natural.

En el corredor industrial del Papayo-Mirolindo y Picaleña y en el sector Oriental, hay elementos muy importantes que aportan su valor formal, su carácter institucional y su condición de Servicios a la comunidad ; La nueva Sede de la Fiscalía General de la Nación; la Biblioteca Virtual Alfonso Viña Calderón en el Parque Deportivo; los grandes almacenes y mercados Éxito, Makro, Carrefour y su consiguiente Centro Comercial (Pedro Gómez y Compañía)

En e! sector Sur, la Variante Mirolindo - Boquerón, constituye una vía escénica de gran belleza paisajística , ofrece espacios nuevos para la actividad recreativa y facilita el acceso al Parque Natural del cerro de la Martinica. En su empalme con la vía a Girardot se destaca la magnífica estructura del Viaducto sobre el río Combeima, comparable con el puente que da acceso a la ciudad de Cajamarca sobre la misma ruta hacia la Cordillera Central.

En la actual coyuntura secular del tiempo, el Tolima debe hacer una reflexión sobre su gran patrimonio arquitectónico y urbanístico y sobre las tradiciones propias de una cultura y un territorio llenos de valores físicos, referenciales y visuales; reconocer su legado histórico, exaltar los acontecimientos presentes y modelar los objetivos del futuro ; exigir una venia respetuosa por su pasado y otra estimulante para las nuevas formas de expresión del sentimiento de un pueblo que merece un futuro mejor.

 

1 La Ruta de Humbolt. Villegas Editores. Bogotá 1994. Tomo II, pág. 104.

2 Ver Guzmán Ángela Inés. Poblamiento e Historias Urbanas del Alto Magdalena. ECO E. Ediciones. Bogotá 1996.

3 Guzmán Ángela Inés. Opus Cit.

4 Viennes Carlos, etc. América Pintoresca. Pág. 42. Ancora Editores. Bogotá

1994,

5 Piñeros Corpas Joaquín. Acualeras de MARK. Colombia 1843 - 1856.

Litografía Arco. Bogotá 1992. Pág. 52, 53.

6 Santamaría Germán. "Ambalema”. Pág. 14. impresora Ferivá Ltda. Cali

1986.

7 Tobón Botero Néstor. Arquitectura de la Colonización Antioqueña. Tomo V.

Universidad Nacional de Colombia. Molino Editores. Bogotá 1989.

8 Santa Eduardo- Arrieros y Fundadores. Pág. 85. Editorial Cosmos. Bogotá

1961.

9 Ortega Alfredo. Ferrocarriles Colombianos 1920 - 1930. Biblioteca de

Historia Nacional, Volumen XLVII. Imprenta Nacional. Bogotá 1932.

10 Ortega Alfredo. Opus cit.

11 Tobón Botero Néstor. Opus cit.

12 Tobón Botero Néstor. Opus cit.

Galería