Hoy empezaré por el final.

Allí en ese pueblecito castellano de la provincia de Zamora que es Vadillo de la Guaraña está viviendo en la  actualidad un torero retirado pero con una vida y una lucha intensa, tiene unas vivencias para escribir un libro más grande que cualquier tomo del Cossío.

Le conocí allá por el año 1983 y desde entonces nuestra amistad perdura en el tiempo.

Llegó a España sin más recursos que una afición desmedida, unas ganas inmensas por ser torero y una forma de ser que rápido conectaba con la gente.

Ya escribí en alguna otra ocasión que si ser figura del toreo solo fuese cuestión de afición seguro que muchos lo habrían conseguido, pero son más cosas como escribí en aquel relato, es suerte, es tener unas condiciones excepcionales, es caer en manos que sepan dirigir la carrera artística, es tener suerte los días claves, son tantas cosas que rellenaría casi medio folio de este relato.

Pues este torero tenía afición a raudales y de valor tampoco andaba nada mal, pero quizá le faltó una persona que le hubiese enseñado la técnica del toreo, que le hubiera dirigido con paciencia y esmero su carrera, pero yo creo que por mucho que nos empeñemos en ser lo que deseamos en el fondo desde que nacemos tenemos un destino y lo que tenemos destinado para bien o para mal no nos lo quita nadie.

Este torero tocó mil puertas, fue incansable en los entrenamientos, hasta que llegaron sus primeros festejos serios, le tocó ponerse delante de muchos animales en las capeas, era autodidacta y gran parte de la técnica del toreo la aprendió a base de volteretas y cornadas.

Su carrera como torero se fraguó prácticamente en la zona de Madrid aunque también toreo por otras provincias como Guadalajara, Ávila, Extremadura, etc.

Toreó bastantes novilladas sin caballos antes de debutar con picadores, uno de los triunfos más significativos que tuvo en el escalafón superior fue en la famosa feria de novilladas de Arganda del Rey (Madrid), año 1988 donde le cortó dos orejas y un rabo a un novillo que era un tío de la ganadería de Doña Antonia Julia de Marca de origen Atanasio Fernández, aquel triunfo sólo le valió para satisfacción personal y para poner de manifiesto entre los profesionales y aficionados que le vieron que este torero atesoraba un gran valor.

Recuerdo que ese día toreó en su cuadrilla el banderillero Bernardo del Valle «Vallito», amigo mío de Castellón que le conocí cuando hice el servicio militar en su tierra, esos días de temporada estaba parando en mi casa, recuerdo lo emocionado que llegó impresionado por las ganas de ser de ese torero y el valor que había demostrado Oscar aquel día.

Sí, estoy hablando de Óscar Montesinos «El Yaracuy».

Óscar, no fue ningún niñato, todo lo que toreo, lo sudó, lo consiguió a base de esfuerzo y de afición, también de ganas en la plaza.

Algunos inviernos fueron duros y Óscar que no fue nunca un vividor y sí una persona formal trabajó ocasionalmente la mecánica de coches, oficio en el que seguro se hubiera puesto rico, pero él prefirió luchar en el toro y si se tenía que hacerse rico también quería que fuera del toreo, Dios como a tantos no le concedió ese deseo, quizá su lucha lo merecía, pero si le dio la riqueza de la amistad, cuenta con el cariño de mucha gente que le aprecia, cuenta con buenos amigos, Dios sí le dio el privilegio de ser matador de toros cosa nada fácil, sueño de muchos y conquista de pocos.

Tomó la alternativa en noviembre del año 1989 en su tierra, en Maracaibo (Venezuela), actuó de padrino de la ceremonia el español «Manili» y de testigo Bernardo Valencia, nunca tuvo ocasión de torear en Madrid en la plaza de las Ventas, ni de novillero ni de matador  y eso que  él lo intentó con la empresa en muchas ocasiones.

De matador de toros toreo algunas corridas por su tierra, alguna también por España y Colliure (Francia), después toreo festivales y cuando las oportunidades empezaron a escasear hizo de director de lidia en numerosos pueblos, logró el objetivo de jubilarse y retirarse de la profesión de torero, nadie le regalo nunca nada todo lo consiguió a base de afición, ahora en la actualidad vive una vida tranquila en todos los aspectos, su conciencia duerme relajada porque le entregó al toro todo y el toro le dio cornadas y la sabiduría de saber andar por la vida.

Con Óscar compartí muchos años y horas de entrenamiento, también toreé con el de novillero en el madrileño pueblo de Galapagar en el año1988, en 1989 cuando me hice banderillero actué con él en su cuadrilla concretamente en La Villa de Mombeltran (Ávila), ese día le pegó a Óscar un novillo una cornada muy fuerte mientras banderilleaba, tuvo la gesta y el valor de acabar con la muerte del animal con esa cornada que le llegaba hasta la cadera, como dato curioso o anécdota también quiero escribir que le tuvieron que intervenir y operar en las escuelas de colegio de dicho pueblo, todavía recuerdo la mesa donde le operaron encima de aquella especie de mantel blanco de papel, pero existen los ángeles humanos en la tierra y allí estaba el Doctor Crespo que en paz descanse padre del actual Doctor D. Enrique Crespo, ese hombre operó a Óscar en aquel colegio de pueblo y obró el milagro.

De no estar allí esa eminencia no sé lo que hubiera pasado.
Y siguiendo con las anécdotas antes de acabar este relato quiero contar otra que me ocurrió con Óscar en Salamanca en el invierno de 1989, ese invierno nos fuimos de tentaderos para esa tierra y como no andábamos muy sobrados de dinero para alargar más nuestra estancia y poder hacer más campo alguna noche nos quedamos a dormir en el coche que tenía, aquel Seat 127 fue nuestro hotel improvisado alguna noche, nuestras mantas para atemperar aquel frío invernal eran nuestros capotes y muletas, el lugar escogido eran los prados del solitario campo, un día estamos durmiendo con los asientos echados para atrás cuando en la madrugada de una noche sentimos un ruido fuerte en el coche, nos incorporamos de los asientos a una velocidad de vértigo, yo lo primero que pensé era que alguien nos querría atracar y resultó ser que era un burro que se estaba arrancando el casco de su pezuña en el capó del coche, el animal ante nuestra reacción se asustó, echó a correr no sin antes soltar un par de coces al aire con la buena fortuna de no alcanzar los faros del coche, la única secuela que le quedó al auto fue el campo un poco hundido por los golpes del casco mientras el animal se estaba arrasando o yo que sé lo que ese animal estaba haciendo con la pezuña.

Pasado todo aquello siguió nuestra lucha en el toreo, Óscar se retiró hacia el año 2011 y yo en el 2018, vivió muchos años en Madrid y ahora como comenté al principio de este relato compró una casa en el pueblo mencionado y vive allí feliz, si yo fuera su vecino del pueblo le diría que me contase cosas de su paso por el toreo y le diría que me hablase de esos pueblos de Dios que el tanto los vivió y conoce, relato dedicado a Óscar Montesinos «El Yaracuy», torero y amigo de buen fondo.

Julián Maestro, torero.