San Vito lo Capo, la mejor arena de Sicilia

Hoy he visto que dedicaban «Asturianos en el mundo» a Sicilia y hablaban de sus playas. Inmediatamente, mi mente voló a San Vito lo Capo. Tras cinco semanas volando y volando por los cielos de Europa por obra y gracia de San Ryanair, mi última parada, ya a finales de octubre, fue Trapani, en Sicilia.

Soñaba con sol y playa, pero en Trapani no lo encontré, al menos la parte de «playa», porque sí un reconfortante sol. La costa en esa esquina de la isla da bastante pena: descuidada, sucia, solitaria… Pero, afortunadamente, alguien que había conocido en ese periplo me había hablado de San Vito lo Capo… y le hice caso.

El azul del Mediterráneo, en esta esquinita del triángulo golpeado por la bota itálica, ofende a la vista. La temperatura, fuera y dentro, recuerda a latitudes más meridionales. Dicen que en verano es un enclave turístico más, pero con el encanto de la soledad de ya casi noviembre apetecía sumergirse bajo el agua para siempre.

La carretera que, desde Trapani, te transporta a este pequeño paraíso, serpentea entre colinas y cultivos mediterráneos. Cuando abandonas la ciudad, dejas atrás un enclave en decadencia, con sus exacerbadas tradiciones católicas, sus estrechas y tortuosas calles, sus balcones casi venecianos… Y, aunque sólo transcurran unos cuarenta minutos, parece que un mundo separa a la vieja ciudad siciliana, que huele a siglo XIX y mafia, de la paradisíaca arena dorada. Un chapuzón para el cuerpo y el alma.