Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano - Series Especiales
Vol. 3 Nº1, Año 2016 pp. 81-97
ISSN 2362-1958
LA PUNA DE JUJUY ENTRE LAS DÉCADAS DE 1870 Y 1910.
EXPECTATIVAS DE CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES REALES
Ana A. Teruel1
RESUMEN
La Puna, que a ines del siglo XVIII había aglutinado a más del 50% de la población de la jurisdicción
de Jujuy, desde la segunda mitad del siglo XIX fue perdiendo importancia demográica y económica, tal
como ocurrió en varias regiones de tierras altas latinoamericanas. Sin embargo, desde las tres últimas
décadas del siglo XIX a la primera del XX, ocurrió una serie de transformaciones que auguraban
la posibilidad que dicho proceso pudiera revertirse: la rebelión de los arrendatarios seguida de la
expropiación de Casabindo y Cochinoca al principal latifundista de la región; el fraccionamiento de
otras grandes propiedades; la formación de un activo mercado de tierras; la llegada del ferrocarril; la
reactivación de las expectativas de explotación minera y la formación de nuevos pueblos. Todo ello
parecía anunciar un resurgir que sin embargo no se produjo.
Me interesa en oportunidad de este artículo centrar la mirada en las transformaciones ocurridas, o no,
en la propiedad de la tierra, en consonancia con los cambios mencionados. Propongo abordar, entonces,
detenidamente en qué medida la peculiar estructura agraria de la región incidió, en ese contexto, de
manera que fuesen mayores las expectativas que las profundas transformaciones.
PALABRAS CLAVE: Puna, cambios, economía, población, propiedad.
ABSTRACT
At the end of the 18th century the puna of Jujuy accounted for more than 50% of the jurisdiction’s
population. By the second half of the 19th century, however, the puna had lost much of its economic
and demographic importance, as was the case with many highland regions of Latin America. Despite
this historical trend, in the last three decades of the 19th century several important transformations
took place that suggested that the puna’s decline was reversible. The rebellion of tenants after the land
expropriations on the largest latifundia holdings in the province, Casabindo and Cochinoca; the breakup and fragmentation of other large-scale landholdings; the development of a dynamic land market; the
arrival of the railroad; new prospects for mining; and, the founding of new towns all seemed to indicate
the potential for the economic and demographic resurgence of the puna. Yet such a resurgence did not
take place.
My primary interest is to focus attention on these transformations, with particular attention on how they
changed -- or did not change -- property relations. I want to show in some detail how the unique agrarian
structure of the region inluenced the prospects for change in the puna of Jujuy.
KEYWORDS: puna, change, economy, population, property.
Investigadora Independiente UNIHR/ISHIR- CONICET/UNJu. Otero 262, San Salvador de Jujuy, Argentina,
aateruel13@gmail.com
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resurgir que sin embargo no se produjo.
Nos motiva aún la pregunta sobre los factores
intrínsecos que llevaron a la gradual marginación
de la Puna de Jujuy, así como de otras regiones
similares de América Latina. En deinitiva ello
remite a otras cuestiones, a los denominados
modelos de desarrollo, a las posibilidades de
las economías de pequeños productores y de
campesinos. Arribamos así a una cuestión que fue
recurrente en los estudios rurales latinoamericanos
en las décadas de 1960 y 1970: la relación de
las regiones de economías “tradicionales”, ya
fuera dominadas por la hacienda o la comunidad
campesina, o ambas, con aquellas constituidas
como centros de la modernidad capitalista. Se
trataba de debates centrados, unos en la “teoría
de la modernización”, que buscaba dar cuenta de
la forma en que se había producido el tránsito de
una sociedad tradicional a una moderna; otros,
en el lenguaje marxista, en la articulación o la
subsunción de diversos modos de producción
(Peón, 1992).
En esa época, sociólogos, geógrafos y economistas
llamaron la atención sobre las formas de
articulación, en el Noroeste argentino, de las
“tierras altas” donde primaba el campesinado, con
otras, las “tierras bajas”, donde se desarrollaban
enclaves capitalistas. Así, en su tesis sobre el
desarrollo del capitalismo en Jujuy, Ian Rutledge
([1973] 1987) privilegiaba, en la explicación del
atraso regional concerniente a la Puna, su forma de
integración al capitalismo, supeditada al desarrollo
de la industria azucarera en los valles subtropicales,
con la consiguiente demanda de mano de obra que
generó y la necesidad de mantener a la Puna como
reservorio de trabajadores. Dicho análisis, en
diálogo con la teoría del “colonialismo interno”,
que el autor somete a inteligente crítica, tuvo la
virtud de proporcionar una explicación en el
contexto provincial y nacional necesario para
comprender los fenómenos producidos en la Puna.
A pesar de esa virtud, ese análisis hoy nos resulta
insuiciente cuando tratamos de dar cuentas de
la globalidad de los fenómenos producidos que
puedan ayudar a explicar la marginación de la
Puna.
También en las décadas de 1970 y 1980 se
INTRODUCCIÓN
Hace ya tiempo que Sánchez Albornoz (1990)
destacó, al relacionar los trayectos económicos y
demográicos en América Latina, que la tendencia
general desde mediados del siglo XIX fue el
“descenso” de la población de la sierra a la costa
y un movimiento centrífugo desde el corazón
de los Andes y de la meseta mexicana hacia los
extremos Norte y Sur, especialmente hacia el
litoral atlántico, donde se situaban las regiones de
mayor dinamismo, vinculadas a las economías de
exportación.
En ese contexto Argentina experimentó una
explosión demográica causada, entre otros
factores, por el aluvión inmigratorio ultramarino
asentado en el Litoral, en consonancia con
el proyecto agroexportador que promovía
el desarrollo agrícola ganadero de la región
pampeana. En el Noroeste del país, la provincia de
Jujuy vivió también un incremento de población,
que estuvo relacionado con el crecimiento de la
ciudad capital y su entorno rural, pero sobre todo
con la consolidación de la industria azucarera
destinada al consumo nacional, lo que motivó
migraciones limítrofes e internas tras la demanda
de trabajadores (Teruel, 1993).
La Puna, que a ines del siglo XVIII había
aglutinado a más de la mitad de la población de
la jurisdicción de Jujuy, fue perdiendo importancia
demográica y económica, semejante a varias
regiones de tierras altas latinoamericanas. El caso
es que cuando se levantó el primer censo nacional,
en 1869, el 30% de la población de la provincia
vivía en la Puna, mientras que en 1914 era sólo el
16% (Teruel, 1993).
Sin embargo desde ines del siglo XIX hasta la
primera década del siglo XX se desarrollaron una
serie de sucesos que auguraban transformaciones
socio-económicas en la región: la rebelión de
los arrendatarios seguida de la expropiación de
Casabindo y Cochinoca al principal latifundista;
el fraccionamiento de otras grandes propiedades;
la formación de un activo mercado de tierras;
la llegada del ferrocarril; la reactivación de las
expectativas de explotación minera y la formación
de nuevos pueblos. Todo ello parecía anunciar un
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desarrollaban investigaciones cuya preocupación
giraba en torno a las estructuras agrarias que se
estimaba dominadas por el binomio haciendascampesinado. Rutledge ([1973] 1987) mismo
participó de esas preocupaciones, pero fue el
libro de Madrazo (1982) el primero que buceó
en la economía puneña de las haciendas y de los
campesinos vinculados al Marquesado del Valle de
Tojo, desde el siglo XVII al XIX. La rebelión de
los indígenas puneños en el siglo XIX, puesta de
relieve por Madrazo y Rutledge, sumó con Fidalgo
(1988) una mirada basada en el pleito judicial, y
recibió nuevos aires con los trabajos de Paz (1991,
1994 y 1997) que la contextualizó en el marco
explicativo que daba Stern a las acciones políticas
del campesinado. Estos trabajos echaron luz sobre
una serie de aspectos presentes en la Puna jujeña
del siglo XIX: la acción y presencia incremental
del Estado, la nueva política iscal e impositiva, la
problemática de la concentración de la propiedad
de la tierra, la incidencia de los actores políticos
en el plano provincial y local, la organización y
acción política de los indígenas, la economía
campesina y las de las haciendas.
Otra mirada, más actual, provino de los estudios
demográicos preocupados por explicar a través
de factores intrínsecos la gradual despoblación
de la Puna en el último tercio del siglo XIX.
La combinación de características de sociedad
predominantemente rural, con transformaciones
muy lentas en su sector productivo agrario, escasos
cambios tecnológicos y un elevado crecimiento
vegetativo, son los factores que destacó Bolsi
(2005) para explicar la emigración y el lento
crecimiento de la población durante el siglo XX.
A su vez, Gil Montero (2006a), con la óptica
centrada en las alternancias climáticas a las que
vincula epidemias y crisis de mortandad, enunció
la hipótesis de un “techo” de población relacionado
con la disponibilidad de recursos y tecnología; tras
alcanzar cierto número (variable según el período
entre 9.000 y 12.000 personas), la población se
habría mantenido en ese nivel expulsando a los
excedentes. Destaca que la rebelión de la Puna
se produjo en un contexto de crisis provocada
por ciclos de sequía y mortalidad por epidemias,
crisis producidas entre 1860 y 1861 y, con menor
intensidad pero mayor duración temporal, entre
1873 y 1893. Por otra parte, la autora preocupada
por dar cuenta de aquellas regiones de la Puna de
Jujuy exentas del dominio directo del Marquesado
de Tojo, reconstruyó una historia socio-económica
de la población indígena y sus familias entre ines
de la colonia y el siglo XIX (Gil Montero, 2004).
Motivada por la cuestión de los cambios en
el concepto y en los derechos de propiedad,
las deiniciones gubernamentales en torno a
los mismos y su incidencia en el proceso de
desamortización y ex vinculación de la tierra
(Teruel, 2014), mis propios estudios volvieron a
poner el foco de observación en las estructuras
agrarias de ines del siglo XIX y comienzos del
XX, cuestión insoslayable en las problemáticas
socio-económicas de la Puna.
Con este bagaje de conocimientos proporcionados
por todos los estudios mencionados, y atenta
a los problemas planteados, me interesa en
esta oportunidad centrar la mirada en las
transformaciones que pudieran haber ocurrido, o
no, en la propiedad de la tierra, en consonancia con
las demográicas, la extensión del ferrocarril, la
formación de nuevas villas, la llegada de empresas
mineras y el incremento de la actividad mercantil.
Propongo abordar, entonces, detenidamente en qué
medida la peculiar estructura agraria de la región
incidió, en el contexto de los cambios mencionados,
en que fuesen mayores las expectativas que las
profundas transformaciones.
CAMBIOS EN LA PUNA DESDE LA DÉCADA
DE 1870 A LA DE 1910
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Los factores de cambio sobre los que daremos
cuenta, se producían en un contexto regional de
agitación social en el que se dirimían los derechos
de propiedad en las tierras altas de la provincia.
Los reclamos de los arrendatarios en contra de sus
“patrones” terratenientes estallaron en una rebelión
que duró desde 1872 a 1875 y, aunque con menor
intensidad, no habían cesado a comienzos del siglo
XX. A ello se sumaba que al sur de Bolivia llegaba
la ola desamortizadora con el in de imponer la
propiedad privada y iniquitar la comunal en las
tierras inmediatas a la frontera con la puna jujeña,
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en Sud Chichas (Teruel, 2008), lo que originó una
agitación en simetría a ambos lados de la frontera
internacional.
La sublevación indígena
2015).
Pocos años después, en 1883, con la muerte de
Fernando Campero Barragán inalizó el mayorazgo
que había mantenido vinculadas las propiedades
del Marquesado de Tojo desde el siglo XVIII.
Con ello comenzaba a desarticularse una enorme
y poderosa estructura de señorío colonial, a ambos
lados de la frontera argentino-boliviana, que había
dominado todavía buena parte del siglo XIX.
La rebelión indígena de 1872-1875 signiicó,
luego de las guerras de la independencia, sin duda
el suceso más resonante de los acaecidos en la
Puna jujeña en el siglo XIX. Su impacto no sólo
respondió a la importante pérdida de vidas (más de
200 personas), sino también a sus consecuencias
socio-económicas y a sus implicancias políticas
dado que los reclamos de los indígenas arrendatarios
contra los terratenientes se entrecruzaron con las
disputas relativas a las adhesiones manifestadas a
nivel provincial en la sucesión de la presidencia de
la nación, alineando a los bandos en pugna a favor
de los propietarios, uno, y de los rebeldes, el otro
(Paz, 1997).
Esa rebelión fue emblemática pues implicaba un
levantamiento en contra del principal y más rico
terrateniente del Norte argentino y Sur de Bolivia:
Fernando Campero Barragán, ex Marqués de
Tojo, cuyo poder y estructura material en la que
se asentaba eran un relicto de tiempos coloniales.
En concreto, la rebelión se había iniciado en
1872, cuando sus “arrenderos” presentaron ante
el gobernador de Jujuy un reclamo cuestionando
la legitimidad de los títulos de Fernando Campero
sobre tierras que habían sido de reducción de los
indígenas.
La sublevación inalizó con la derrota indígena en
la batalla de Quera (1875), pero también con la
expropiación de las tierras cuyos títulos se habían
cuestionado, lo que signiicaba para Fernando
Campero Barragán la pérdida de unas 600 mil
hectáreas que quedaron en calidad de iscales.2 Sin
embargo, una extensión similar se mantenía en
manos de Campero, en sus haciendas principales
de Yavi, en Jujuy; Santa Victoria, en Salta, y en
distintas propiedades en Tarija, Bolivia (Teruel,
Llegada del ferrocarril, fundación de La Quiaca
La extensión del ferrocarril desde San Salvador
de Jujuy hasta La Quiaca, frontera con Bolivia, a
la que arribó en diciembre de 1907, introdujo otra
dinámica en la región. La fundación del pueblo
de La Quiaca, en 1907, creó el centro urbano más
importante de la Puna, superando pronto a Yavi,
cabecera departamental, y desplazando a Santa
Catalina como centro comercial.3 En 1914 el pueblo
tenía 744 habitantes, de los cuales 416 fueron
censados como extranjeros, sin embargo se trataba
mayoritariamente de gente originaria de Bolivia,
es decir, de la región. También había 51 extranjeros
de ultramar, lo que era una notoria presencia en la
Puna y en un pueblo pequeño como La Quiaca.
Encontramos residiendo a 21 “otomanos” (siriolibaneses) seguidos de 14 españoles, 11 Alemanes
y, luego, en cantidades menores, italianos, gente
del Imperio Austro-Húngaro, griegos e ingleses,
todos los que, en general, llegaban a tentar fortuna
con la minería o contratados como técnicos, o bien
a establecer casas de comercio y/o adquirir tierras.4
El listado de los compradores de los lotes urbanos,
para casa y rastrojo, conirma la presencia e interés
de mineros y comerciantes en el nuevo pueblo de
frontera. Además de mineros locales y menores,
En el año 1881 el geólogo alemán, Luis Brackebuch,
decía respecto a Santa Catalina: “Santa Catalina es el
centro del comercio de estos parajes; aquí compran
y venden los vecinos de Atacama, de Esmoraca, de
Tupiza, de Yavi; siempre hay aquí hombres de negocio;
aquí se compra todo, hasta la más rica cerveza alemana.”
(Brackebuch [1883], 1990:45)
4
Las cifras de población extranjera citadas del censo de
1914 pertenecen a la población urbana del departamento
de Yavi.
Calculamos la extensión de las tierras de Cochinoca
y Casabindo tomando como referencia la supericie del
departamento en 1895, restándole la de las tierras de
Moreno, que estaban en poder de la familia Gallo.
3
2
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encontramos otros más poderosos. Tal es el caso
de la importante compañía productora de estaño
y bismuto establecida en Sud Chichas, Bolivia,
“Aramayo, Francke y Cia de Quechisla”, que
había adquirido cuatro lotes y un rastrojo.5 Es que
La Quiaca venía a ocupar un puesto que, en la
región, hasta el momento sólo tenía Tupiza, el de
ciudad centro de negocios mineros y de comercio,
dotada por el Estado de instituciones económicas y
inancieras (aduana, correo, ferrocarril, mercados,
banco, escuela).6 Tres años después, el gobierno
boliviano fundaba Villazón, frente a La Quiaca.
Una de las primeras casas comerciales fue la de
Bach Hnos, inmigrantes españoles. Sobre ella daba
noticias una publicación destinada a la promoción
de Bolivia en el centenario de su independencia.
En las secciones dedicadas al Sur, se decía que
había sido “[…] fundada en el año 1906 en la
provincia de Jujuy, Humahuaca, Rep. Argentina,
por los hermanos y socios Florencio, Ricardo y
Valentín Bach”. Que “Los industriosos hermanos
Bach progresando a diario en el comercio fundaron
la casa central en el año 1908 en la Quiaca, Rep.
Argentina, y luego en el año 1910 una importante
sucursal en Villazón, Bolivia. Actualmente los
componentes de la irma social Bach Hermanos
son Valentín, José, Casimiro, Juan y Alfonso.”
(Alarcón, 1925:978)
La casa comercial, que tenía “escritorio” en Buenos
Aires y agencia en Barcelona, se promocionaba
en los rubros de: importación y exportación,
mercaderías en general, frutos, cuero, lana, coca,
comisiones y consignaciones, despachos de
aduana, operaciones bancarias, cambio-giros,
explotación de minerales, compra y venta.
El mismo libro promociona a “La Casa Baldomero
López, cuya central esta instalada en La Quiaca
(Rep. Argentina) tiene también una sucursal de
mucha importancia en Villazón. Atiende el ramo
de Mercaderías en general. Compra y venta de
frutos del país. Representaciones, corretajes,
comisiones y consignaciones. Cambio de moneda.
La especialidad de la casa son los artículos de
novedad para señoras y caballeros.”(Alarcón,
1925:979). Se la presentaba como una de las más
fuertes en plaza. Aparte del ramo de mercaderías,
dedicaba sus principales actividades a la
explotación de trece minas de plomo y a la compra
de minerales,7 además de ser accionista de varias
empresas mineras y tener instalada una sucursal
para la compra de minerales en Nazareno.8
Las expectativas mineras
La reactivación de los variados intentos de
extracción aurífera, y explotación minera en
general, se produjo desde 1884 cuando desde la
activa gestión gubernamental de Eugenio Tello se
promovió la actividad y se creó el Registro de Minas
de la provincia. Dos años después el inmigrante
italiano José Torre, junto a sus hermanos, comenzó
los trabajos en la Puna constituyendo, hasta 1906,
varias compañías: “M. Torre y Cia”, “Torre
hermanos” y “La Aurífera Jujeña”, esta última
radicada en Buenos Aires. En Ajedrez, paraje del
departamento de Rinconada, cavaron 800 pozos de
cateo y un canal de 8 km para el lavado de arenas
auríferas. Construyeron más de 80 viviendas para
los obreros, cuya labor estaba controlada por
un inmigrante originario de Dalmacia, Antonio
Modrich, hombre de gran personalidad que “hacía
trabajar con eicacia” a Bolivianos y puneños en
las minas (Alonso, 2010:81-82 y 143). En 1891
Modrich se desempeñaba además como Comisario
de Policía de Rinconada.9
Las principales minas que explota la casa, según la
misma publicación, eran las siguientes: Herculina,
San Francisco, Nueva Sucre, Sorpresa, La Perla,
Prosperidad, Porvenir, Berlín, Inesperada, Sierra
Nevada, Dolores, San Joaquín y Santa Clara. No hay
aclaración a si se encuentran del lado Argentino o
Boliviano.
8
La publicación reiere a Nazareno como importante
asiento minero, pero no aclara si se trata del sitio de
Sud Chichas, Bolivia, o una de los sitios mineros de
Rinconada, llamado Quebrada de Nazareno.
9
Cabanettes, Clemente y Luis Amans, “Memoria de
la expedición por las regiones auríferas del Norte de
la provincia de Jujuy; emprendida por la Comisión
nombrada por el Superior Gobierno de la Nación en
Listado de adquirientes de lotes reproducido en
Carreta y Millán (2007:38).
6
El Banco de la Nación Argentina se instaló en el año
1908.
7
5
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minero”, los informantes pronosticaban “Tal vez
esté próxima para la felicidad de la Puna, la Edad
de Oro de la historia antigua” (Alonso, 2010:144).
Tres años después, el ingeniero de minas Emilio
Hünicken, publicaba en Buenos Aires un informe
que contenía apreciaciones menos optimistas
cuando airmaba que “Los lavaderos de Santa
Catalina están todos sin trabajo, por los mismos
motivos que en Rinconada, a saber: lojera,
negligencia, poco agua, poco población, poco
espíritu de empresa; lo que hay mucho es frío y
desazones de toda índole que hacen de la vida
allí para el forastero y viajero un verdadero
sacriicio”.13
Sin embargo la formación de compañías para la
explotación de los aluviones auríferos de la Puna
de Jujuy tuvo un nuevo ímpetu en la primera
década del siglo XX. Además de la “Orosmayo
Dredging Company” que instaló dos grandes
dragas, con escaso éxito pues los altos costos del
carbón mineral no permitieron su funcionamiento;
en 1905 operó la “United River Gold Dredging
Company” en el Río San Juan, y la “Jujuy Gold
Dredging Syndicate” en Orosmayo, en 1906. En
efecto, los planes de trazado de la línea férrea y
el gradual avance de ésta desde la ciudad de San
Salvador de Jujuy (1890) a Humahuaca (1906),
habían alentado algunas inversiones mineras,
que veían salvado en el futuro el problema del
transporte y comunicaciones.
Entonces, decía Holmberg que “Fue necesario que
hombres entusiastas, decididos y empeñosos como
la Sociedad Zambrano y Buitrago,14 y como los
En 1888 llegó a Salta Leopoldo Arnaud, enviado
por el Dr. Henry D. Hoskold, Director del
Departamento Nacional de Minas. El objetivo era
preparar la información relativa a esa actividad
para presentar a la Exposición Universal de Paris,
a la que se llevó muestras de minerales de Jujuy,
que también fueron presentados, en 1893, en la
Exposición Mundial Colombiana de Chicago, por
Hoskold quien representó a Argentina.
En 1889, el ingeniero de minas italiano, Victorio
Novarese, escribió un informe titulado “Los
yacimientos auríferos de la Puna de Jujuy”, el que
fue publicado en Anales de la Sociedad Cientíica
Argentina,1893, y en Italia. Grandes expectativas,
relatos verídicos, unos, y fantasiosos, otros,
llevaron a que en 1891 el presidente Carlos
Pellegrini enviara una misión para investigar los
yacimientos auríferos de la Puna. La comisión
estaba integrada por el ingeniero en minas Garrison,
acompañado por el francés Clemente Cabanettes y
Luis Amans. Ya en Jujuy fueron recibidos por el
Gobernador Alvarado y acompañados a la Puna
por el comerciante y minero Horacio Pemberton.
En el informe elaborado sobre la expedición, que
se publicó en Buenos Aires, se mencionan las
distintas compañías que estaban explotando minas:
Adda, Eureka10, Belga11, La Aurífera Jujeña12,
entre las más importantes. A pesar de opinar que
“todavía no ha pisado en la Puna un verdadero
abril de 1891”, Buenos Aires, Imprenta y Librería de
Mayo,1891. Citado en Alonso, 2010.
10
Constituida en Salta en 1885 por los ingleses William
Nelson, Arthur Carlisle y otros accionistas, entre ellos
Pío Uriburu (Constant, 2007).
11
Compañía Belga Aurífera Argentina, sociedad
formada en Paris en 1889 (apoderados Guillermo
Fender y Laureano Saravia) Administración Alfredo
Munsch, luego Aquiles Penot, de quien se dice “se ha
hecho minero y trabaja en el lavado de las tierras de
Farrellón [Rinconada] con la ayuda de algunos indios
que ha conchavado.” Citado en Alonso, 2010:146.
Tiempo después Penot fue asesinado a in de robarle
las pepitas de oro
12
Compañía constituida por “la casa de Torre
hermanos, de Buenos Aires, que desde hace unos cinco
años ha gastado allí un dineral en trabajos de cateo,
reconocimientos y construcciones”. Comentan que al
lavar las arenas auríferas encontraron también pequeños
rubíes. Citado en Alonso, 2010:145.
Hünicken, E., Provincia de Jujuy. Industria minera y
metalúrgica. Dados suministrados por el Ingeniero de
Minas don Emilio Hünicken por encargo del Delegado
Especial don Adolfo E. Carranza para la Exposición
Minera y Metalúrgica de la república de Chile para
1894. Buenos Aires, Imp. Juan A. Alsina, 1894. Citado
en Alonso, 2010:152.
14
En el año 1906 el italiano José Torre, concesionario
de la explotación aurífera en Ajedrez, publicó en
Buenos Aires un folleto titulado “Yacimientos auríferos
de Ajedrez” donde acusaba al gobierno de Jujuy de
dar la concesión de la Mina a la sociedad formada por
Buitrago y Zambrano, a pesar de que Torre la explotaba
hacía 17 años. Es de aclarar que Buitrago era empleado
del gobierno de Jujuy a cargo de la tramitación de los
asuntos mineros. Alonso, 2010:193.
86
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que componen la Compañía Belga, explotadora de
los Boratos de la Puna, con hombres a su frente
como el señor Gustavo de Marneffe, se lanzaran
entonces a la temida aventura, que se preocuparan
por ello el senador Domingo T. Pérez y los
honorables gobiernos de Bertrés, Alvarado y Valle,
para que aquellas regiones fueran una revelación,
no para ellos que las conocían perfectamente, sino
para los capitales extranjeros, para los hombres de
empresa, que entrevén en la minería de Jujuy todo
un éxito.” (Holmberg [1904] 1988:18).
Tal como lo vislumbraba Holmberg, la explotación
del borato tendría mayor éxito que la de oro. Gustav
de Marneffe, a quien Holmberg menciona, era un
ingeniero agrónomo belga que llegó, en 1902, a
hacerse cargo de la Compañía Internacional de
Borax que se instaló en la zona de Salinas Grandes,
El Moreno y Guayatayoc, en los departamentos de
Tumbaya y Cochinoca. Si bien dicha compañía
coexistió en la explotación del borato con Borateras
Jujeñas, de capitales locales, el trust extranjero fue
el dominante y también acusado, en las décadas
de 1910 y 1920, de paralizar la explotación para
evitar la competencia del borax que explotaba en
otros países (Fandos-Bovi, 2013).
La población y los medios de subsistencia
de ancho, sin ventanas ni hogares. El techo es a
dos aguas y cubierto de paja; los tirantes, puertas,
etc. de madera de cardón. No se usan clavos, las
tablas son atadas con tiras de cuero crudo. Constan
de una sola pieza, en cuyo lado más corto hay una
especie de tarima hecha de piedra, tierra o barro, de
medio metro de altura por dos de ancho. Cubierta
de cueros de llama y oveja, forma la cama común
de toda la familia.” (Von Rosen, [1916] 1990:7778).
Los censos de 1895 y 1914 dan una idea de los
volúmenes de población de la región y del pequeño
impacto demográico de los cambios mencionados.
En un contexto en el que la población de la provincia
se había multiplicado por más 1,5, la del altiplano
apenas había crecido más allá de la residente en
La Quiaca. Es que en el período intercensal 18691895 el crecimiento demográico de la provincia
se había concentrado en las tierras bajas en torno al
departamento Capital, el Carmen y San Antonio.
El arribo del ferrocarril a San Salvador de Jujuy
produjo, sin duda, un gran movimiento económico
y demográico, además de mantenerse aún con
vigor la cría y engorde de ganado destinado a
cruzar la cordillera para abastecer a las salitreras
chilenas. En el segundo período intercensal, entre
1895 y 1914, fueron los departamentos azucareros
(Ledesma y San Pedro) los que registraron el
incremento demográico más notable, coincidente
con la modernización productiva en torno a los
ingenios.
El factor que más incidió en el incremento
demográico de la provincia fue la inmigración,
especialmente la limítrofe, oriunda de Bolivia.
Mientras que en 1895 sólo el 9% de la población era
extranjera, en 1914 el porcentaje de ésta superaba
el 22% y en los valles subtropicales azucareros
era aún más alto: 37%. En cambio, en la Puna el
porcentaje de extranjeros había aumentado sólo
del 4%, en 1895, al 6% en 1914. Únicamente 18
personas eran inmigrantes ultramarinos entre los
415 extranjeros que residían en toda la Puna, en
1895. Esa cifra de inmigrantes ultramarinos había
ascendido a 64, en 1914, en el conjunto de los 808
extranjeros en la Puna.
La actividad de mayor dinamismo en el altiplano se
concentraba en los centros urbanos y comerciales,
Todas estas novedades no fueron suicientes para
producir modiicaciones estructurales en una
sociedad inminentemente rural, con población
escasa y dispersa. Las descripciones de viajeros
son elocuentes al respecto, aunque teñidas de
apreciaciones etnocéntricas y de extrañamiento.
En 1901 el etnógrafo sueco Von Rosen, visitó
Cochinoca “[...] donde vivían un sacerdote español
y algunas familias indias casi por completo
aislados del resto del mundo. Fue el lugar
habitado más desolado y sombrío que jamás haya
visto. No se veía ni una sola brizna en el suelo,
ni siquiera los grandes cactos podían vivir aquí,
donde desnudos cerros circundan unas cuantas
casas hechas de barro [...].” (Von Rosen, [1916]
1990:127). Narraba que los puneños “Viven en
pequeños pueblos o en casas y ranchos solitarios y
alejados. Sus habitaciones de adobe son de forma
rectangular y de unos seis metros de largo por tres
87
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Departamento
Cochinoca
Rinconada
Santa Catalina
Yavi
Total Puna
Total Provincia
1895
1914
Urbana* Rural
Total
Urbana** Rural
3,741
202
3,539
4,257
0
4,257
1,681
150
1,531
1,616
0
1,616
2,454
179
2,275
2,510
0
2,510
3,279
494
2,785
4,216
1,140
3,076
11,155
1,025
10,130
12,599
1,140
11,459
49,713
10,749
38,964
76,631
24,943
51,688
Total
* El censo registró como población urbana a la de las cabeceras departamentales, además del pueblo de
Casabindo, en Cochinoca.
** Se registró como población urbana sólo a las de La Quiaca y Yavi.
Fuentes: Segundo Censo de la República Argentina. Año 1895. Buenos Aires, Taller Tipográico de la Penitenciaría
nacional, 1898. Tercer Censo Nacional del año 1914. Buenos Aires, Talleres Gráicos L. de Rosso y Cía, 1916.
Cuadro 1. Población de la Puna de Jujuy según los censos 1895 y 1914.
fundamentalmente en el recién creado pueblo de
La Quiaca (departamento de Yavi) que tenía en
1914 unos 744 habitantes, vecino al de Yavi, con
435; pero también el de Abra Pampa (departamento
de Cochinoca), que había sido creado en 1883 en
las tierras que se habían expropiado a Fernando
Campero, y contaba ya con 496 residentes.
Contrariamente a lo que podría esperarse, los
departamentos de mayor potencialidad minera,
Rinconada y Santa Catalina, habían disminuido su
población –caso del primero- o bien se mantenía
estancada, como en el segundo. Incluso los pueblos
cabecera, también venían perdiendo población.
Entre 1869 y 1914 el pueblo de Santa Catalina pasó
de 228 habitantes a 100, y el de Rinconada de 285
a 88. En ambos departamentos otros parajes donde
había explotación minera tenían más población
que sus cabeceras.
En la Puna las condiciones ecológicas seguían
determinando el volumen de una población
predominantemente campesina. La economía de las
familias puneñas se basaba en actividades múltiples
que tenían como base el pastoreo, principalmente
de ovejas y cabras, a las que se sumaban camélidos
y algunas vacas. La actividad se complementaba
con el tejido y el hilado, la extracción de oro
(en Rinconada y Santa Catalina) y de sal (en
Cochinoca), productos que se intercambiaban en
los valles, habitualmente de Bolivia pero también
de Jujuy y Salta, para obtener maíz, coca y azúcar.
Un estudio de las ocupaciones declaradas en el
88
censo de 1859 (Teruel y Gil Montero, 1996) nos
mostró la relevancia de los tejidos y el hilado en
la economía doméstica de los pobladores puneños.
Los textiles jugaban un papel similar al de la sal y
el oro, ya que además de satisfacer las necesidades
de abrigo del grupo familiar, eran producidos para
el intercambio con otras zonas ecológicas a in
de asegurarse el acceso a otros bienes, como el
maíz, la coca, el azúcar; o para ser vendidos en
el mercado y obtener metálico para el pago del
arriendo o de las obligaciones iscales.
En Santa Catalina, en el 79% de los hogares
censados, sus miembros habían declarado el hilado
y el tejido como actividad principal, con una
división sexual de la tarea donde las mujeres hilaban
y los hombres tejían, aunque ocasionalmente
también hilaban. En Rinconada el trabajo textil era
el dominante en el 44% de los hogares; en el 23%
se combinaba con la extracción minera, seguido
de porcentajes más bajas con la ganadería y el
comercio. En Cochinoca y en Yavi, la ocupación
predominante era la ganadería, complementada
con trabajos de hilado y escasamente de tejido.
A la inversa, en Yavi, había más tejedoras que
hilanderas junto con muchas otras ocupaciones:
además de la ganadería y la agricultura, costureras,
jornaleros, sirvientes, comerciantes (Teruel y Gil
Montero, 1996).
En un escrito sobre la industria lanar, preparado
por José B. Bárcena para la Exposición Nacional
de Córdoba de 1871, encontramos información
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Departamento
Cochinoca
Rinconada
Yavi
Santa Catalina
Total Puna
1857 (Barcena) 1907 (Solari) 1908 (CNA) 1914 (CNEAPs)
140,290
134,500
155,523
129,087
68,318
102,660
81,363
110,262
144,738
178,020
115,468
118,841
67,198
89,360
80,570
59,090
420,544
504,540
432,924
417,280
Fuentes: Barcena, (1875); Solari, ([1907] 1990), Censo Nacional Agropecuario de 1908, Tercer Censo Nacional.
1914. T.VI, Explotaciones Agropecuarias.
Cuadro 2. Existencia de ovinos en la Puna de Jujuy según diferentes fuentes.
que conirma y completa la situación descripta.
Así sabemos que varios tejedores e hilanderos
trabajaban por un salario a destajo y que una buena
parte de los tejidos se exportaban a los “minerales
de Bolivia” (Bárcena, 1875: 248-250).
En general todas las fuentes de la segunda mitad
del siglo XIX y primeras décadas del XX coinciden
en que los departamentos de Cochinoca y de Yavi
eran más ricos en ganado que Santa Catalina y
Rinconada. Tomamos como referencia el ganado
ovino pues es el más signiicativo en la región,
tanto por la cantidad como por la importancia de
la actividad textil.
En el conjunto de estas cifras, la mayor discrepancia
con la tendencia destacada es la del Censo de
1914 cuyos guarismos para Santa Catalina son
signiicativamente más bajos que los de otras
fuentes, a la vez que el stock de ovinos de los otros
tres departamentos es bastante similar. De todos
modos, en base a estas fuentes, y a excepción de
las cifras de Solari (1907), podemos airmar que
desde mediados del siglo XIX a la década de 1910,
la cantidad de ganado ovino en la Puna se mantuvo
alrededor de las 400 mil cabezas.
Según Reboratti (1994), las tres cuartas partes de
toda la Puna argentina tienen una capacidad que
sólo le permite alimentar como máximo 1 oveja
por cada 6 has. En la porción noreste, donde llueve
algo más y hay mejores pasturas, la cifra puede
acercarse a 1 o 2 has por animal. Según el Censo
Nacional Agropecuario de 1908, en Santa Catalina
y en Yavi la densidad de ganado ovino (con respecto
a la supericie total de la explotaciones pecuarias
registradas) era 2,2 animales por ha; en Rinconada
de 2,8 y en Cochinoca de 3, densidades que en
relación a la supericie total de cada departamento
son más bajas, acercándose a las que proporciona
Reboratti.15
LA PROPIEDAD DE LA
COMIENZOS DEL SIGLO XX
TIERRA
A
Es ya conocido que una de las características de
la estructura agraria puneña decimonónica era
el dominio del latifundio, herencia de mercedes
de tierras de tiempos coloniales, como bien lo
documentaron Albeck y Palomeque (2009).
Desde los estudios de Madrazo (1982) también
conocemos que los pocos propietarios que ejercían
el dominio de la tierra lo hacían también sobre
sus habitantes, a los que cobraban derechos por
pastaje y por cultivos, en caso de que estos últimos
se practicaran, además de exigirles cumplir con
diferentes prestaciones laborales unos 15 días al
año a través de la “obligación de servicio personal”.
El caso más conocido, y también emblemático
de concentración de riqueza y poder sobre los
naturales, fue el del Marquesado de Tojo, cuyas
propiedades en la Puna de Jujuy se extendían,
en los albores de la República, sobre la totalidad
del departamento de Cochinoca, abarcaban casi
por entero el de Yavi y una porción del de Santa
Catalina y Rinconada, ello además de las tierras
que poseía en Bolivia y en las yungas salteñas
(Madrazo, 1982; Teruel, 2015).
La Puna presentaba, entonces, el caso más extremo
en Jujuy de mayor concentración de propiedades
en pocas manos, tal como ya lo hemos analizado
en trabajos anteriores (Teruel, 1994 y 2005). En
la década de 1870, a las propiedades del antiguo
89
15
Censo Nacional Agropecuario de 1908
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
deseen ediicar, lotes de terrenos para casas y
solares” (Teruel y Bovi, 2009:236).
- En el mismo departamento Tello ordenó, en
1884, la fundación de otro pueblo, con el nombre
de Patricios, en el lugar conocido como Puesto del
Marqués.
- En el departamento de Yavi, dado que la villa
homónima era el centro de la hacienda de la familia
Campero, Tello decidió buscar otra solución
desplazando la cabecera departamental a otro sitio.
Eligió el paraje de La Quiaca, en el camino hacia
Bolivia, donde se hallaba la Aduana Nacional y
obtuvo la cesión gratuita por parte del propietario
de la inca, Ascencio Quispe. Sin embargo dicha
fundación no se concretó hasta el año 1907, cuando
La Quiaca se convirtió en terminal del Ferrocarril
Central Norte.
- En el departamento de Santa Catalina favoreció a
una asociación de arrendatarios para que pudiesen
comprar la inca Yoscaba a Corina Aráoz, viuda
de Fernando Campero, a través de un crédito
del Banco de la Nación con garantía del Estado
Provincial. Mas tarde otros propietarios accedieron
a vender sus incas o fracciones de las mismas a
sus arrendatarios, tal como detallaremos al tratar
la situación de cada departamento.
Por otra parte, tras la expropiación a Campero,
la provincia se había convertido en uno de
los propietarios más importantes de la Puna.
Desde 1887 hasta 1895, en que comenzaron las
primeras ventas de tierras, las del departamento
de Cochinoca se mantuvieron como iscales y
sus pobladores como arrendatarios (Paz, 1994),
situación que se prolongó en algunos rodeos que
se mantuvieron en carácter de iscal, tal como
surge de recientes trabajos de Fandos (2015 y el
publicado en este mismo volumen) quien se ocupó
de dar cuenta del proceso de diferenciación social
entre los arrendatarios que pudieron convertirse en
propietarios. A la vez la autora relevó testimonios
de las tensiones y reclamos de los arrendatarios
iscales ante las ventas a particulares y vinculó
el malestar generado tras ello con los reclamos y
movimientos sociales ocurridos en la década de
1920 asociados al radicalismo “tanquista”.
En artículos anteriores habíamos relevado las
propiedades rurales de la provincia de Jujuy
Marquesado se le sumaban otros quince latifundios
y unas pocas viviendas y casas de comercio en los
pueblos.16 Es en este contexto en que se produjo la
rebelión de los indígenas arrendatarios entre 1872
y 1875.
Tras el alzamiento en la Puna, que había puesto en
tela de juicio los derechos de propiedad coloniales,
hubo una gestión gubernativa que tuvo por
propósito “modernizar” las relaciones de propiedad
a través de un coherente programa de gobierno
enunciado para toda la provincia. Nos referimos a
la gestión de Eugenio Tello, gobernador de Jujuy
entre 1883 y 1885, cuyas propuestas y acciones
fueron tratadas en otro trabajo (Teruel y Bovi,
2009) pero resumiremos acá. Tello veía germinar
en el latifundio improductivo varios males: el
más urgente y acuciante era la subversión de los
arrendatarios de origen indígena que cuestionaban
la legitimidad de los títulos de propiedad. Pero no
menos importante para el gobernador era el hecho
de que los latifundios inmovilizaban la tierra
como factor de atracción de población. A tono con
Nicolás Avellaneda, cuyas propuestas y postulados
seguía ielmente, intentaba regularizar los derechos
de propiedad adquiridos durante la colonia
para luego abocarse al fomento de la población,
ofreciendo tierras iscales, si fuera necesario en
forma gratuita, a los inmigrantes, pero también
dando la posibilidad de acceder a la propiedad a
los pobladores nativos, gestionando la subdivisión
y venta. También el gobernador consideraba
necesario dotar de autonomía territorial a los
pueblos de la campaña que se hallaban inmersos
en propiedades privadas, trazar las tierras de ejido
y entregar a sus habitantes títulos de propiedad.
Estas ideas y propuestas se tradujeron en la Puna
en algunas acciones concretas, a saber:
- En el departamento de Cochinoca dispuso la
fundación de la villa cabecera en Abra Pampa,
en tierras que eran iscales desde la expropiación
a Campero. Fundada con el nombre de Siberia
Argentina, en 1883, el poder ejecutivo debía “ceder
gratuitamente en propiedad a los particulares que
Archivo Histórico de Jujuy (AHJ). Catastro de las
propiedades urbanas y rurales de la provincia de Jujuy,
1872.
16
90
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
registradas en los catastros de 1872, 1878 y 1904;
y particularmente la de los departamentos de la
Puna en 1910 (Teruel, 1994 y 2005), retomaremos
acá esa información pero ahora concentrándonos
en los casos puntuales de transferencias y cambios
de la propiedad. Los catastros mencionados, que
fueron confeccionados con ines impositivos para
cobrar la denominada “contribución territorial”,
proporcionan información del nombre de la inca,
de su propietario y su valuación iscal, datos que a
veces se acompañaban de alguna otra aclaración,
por ejemplo si sus propietarios los eran de la
totalidad de la inca o sólo de “acciones”, de dónde
eran originarios, o en caso de que tratara de un
gran latifundio, cuántas casas habían dentro suyo.
Excepcionalmente se proporcionaba información
sobre las dimensiones del fundo, por lo cual
para llevar a cabo un procesamiento serial de la
información que brinda la fuente, utilizamos como
indicador de su relevancia la valuación iscal. El
valor iscal no es el del mercado, ni tiene relación
exacta con la extensión, ya que, entre otras cosas,
depende de la ubicación, aptitud agropecuaria y
mejoras de infraestructura de la propiedad.
Valgan estas aclaraciones para facilitar la
compresión de la representatividad de esta fuente
a medida que la traigamos a colación acá. Así,
cuando vemos que en 1910 las propiedades rurales
registradas en la Puna eran 385, y comparamos
dicha cifra con las 30 que habían en 1872, queda
en claro el sucesivo proceso de fraccionamiento
de la propiedad en ese lapso.17 Veamos como se
tradujeron estos cambios en cada departamento.
Cochinoca
o si debían ser vendidas en licitación pública al
mejor oferente. Primó el último criterio en la ley
de 1891, cuya reglamentación por decreto de 1893
establecía que los campesinos serían favorecidos
sólo en caso de igualdad de ofertas (Paz, 1994).
Así se pusieron en venta dichas tierras, a partir
de 1895, en secciones denominadas rodeos.
Los estudios puntuales de Paz (1994 y 1997)
destacan que hasta 1905 fueron mayoritariamente
los pobladores puneños quienes accedieron a
la propiedad de rodeos. Es el caso de Puerta del
Potrero y de Chipaite y Santuario, que adquirieron
arrendatarios asociados (Cardozo, 2000); o de
Abralaite, comprada por Pedro, Bernardo y José
Benicio, que habían operado en la zona como
recaudadores de los arriendos iscales. Otro
caso notorio es el de Tomás Zárate, que se había
desempeñado como Subcomisario de Policía de
Cerrillos, y compró en 1896 la inca Casabindo,
convirtiéndose en uno de los nuevos latifundistas.
Si bien dicha propiedad tenía una alta valuación
en 1910 ($20.000), las condiciones de vida del
nuevo patrón no diferían mucho del resto de
los campesinos. Von Rossen pasó por allí en
1902 y se alojó en los predios de Zárate, a quien
describió como un mestizo que, aún con cierto
recelo, les permitió a los expedicionarios colocar
sus carpas cerca de la casa principal “propiedad
cuyos ediicios de adobe eran bastante grandes,
pero de muy sencilla construcción […] El dueño
de la propiedad vive de la cría de llamas, ovejas
y burros que, no obstante la pobreza de la zona,
pueden sobrevivir. Existen algunos pequeños
plantíos de maíz y otras plantas comestibles; pero
dan muy poco rendimiento, debido a la pobreza
del suelo y a la escasez de agua.” (Von Rosen,
[1916] 1990:84-85)
Mediando la primera década del siglo XX,
comenzaron las inversiones de foráneos que
compraban rodeos en Cochinoca con ines
especulativos relacionados con las expectativas
de las explotaciones mineras (Paz, 1994).
Efectivamente, de las 14 propiedades más
valiosas que hallamos en el catastro de 1910, y
controlaban casi un 70% del valor de las tierras
departamentales, 12 eran propiedad de personas
que no residían en la región. Sus apellidos lo
Luego de la expropiación efectuada a Campero, las
tierras del departamento quedaron en manos de la
provincia. Se debatió, entonces, en la Legislatura
si las tierras debían adjudicarse a sus ocupantes
dándoles facilidades para su adquisición, si debían
permanecer como iscales engrosando los ingresos
del erario público con los arriendos percibidos,
AHJ. Catastro de las propiedades urbanas y rurales
de la provincia de Jujuy. Año 1872. Catastro de
propiedades rurales de Jujuy, 1910.
17
91
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Propiedades
Cantidad Valor $
Propietarios
Casas en Cochinoca
28 100 a 500 varios
Casas, lotes y sitios en Abra
131 100 a 1.000 varios
Pampa
Potreros en Abra Pampa
60 300 a 1.800 varios
Rodeos (abajo los más
197
100 a varios
valiosos)
100.000
Finca Guairazul
100,000 Antonio Frenchi y Agustin Craviotti
Guairazul (57 lotes)
75,000 Almada, Iglesia, Walace y Berge
Rinconadillas, Barrancas,
70,000 Francisco Ameglio
Tusaquillas y Santa Ana
Finca Abra Pampa
25,000 Aguirre y Bergmans
Quichagua, Casa Colorada,
25,000 Felipe de la Hoz
Muñayoc
Casabindo
20,000 Tomás Zárate
Fracción Guairazul
15,000 Felipe de la Hoz
Fuente: AHJ. Catastro Territorial de la Provincia de Jujuy de 1910.
Cuadro 3. Propiedades en Cochinoca en 1910.
ilustran: Cravotto, Franchi, Ameglio, Berghmans,
De la Hoz, Olivarry, Herraiz, Baron, Almada,
Iglesia, Wallace y Berge. Hemos rastreado sus
nombres entre los inversionistas mineros sin
más suerte que la de encontrar a la Compañía
Internacional de Borax como propietaria de una
casa en el rodeo Quebraleña, o, y más importante,
conocer que uno de los inversionistas más notorios
en rodeos entre 1905 y 1908, que aparece con el
nombre de Fernando Berghmans, era representante
del “Sindicato Inglés” interesado en las inversiones
mineras de la Puna.18 Pareciera que encontró más
rentable el negocio inmobiliario que el minero,
pues de los siete rodeos que compró, vendió seis
en el término de un par de años, a precios por lo
menos triplicados, según registró Paz (1994). En el
catastro de 1910 lo encontramos como propietario
El 9 de mayo de 1903, en el diario El Cívico, de
Salta, aparece una noticia titulada “Minas de Salta y
Jujuy” en la que se dice que se encontraban en la ciudad
de Salta viajeros del “Sindicato inglés” que venían
a estudiar las posibilidades de explotación minera.
Había estado recorriendo la región, el representante
por Jujuy, baron Ott, y el representante por Salta Mr.
Crewe, acompañados ambos por el caballero argentino,
Sr. Fernando S. Berghmaus [sic], que ha intervenido
en las negociaciones realizadas hasta el presente para
la adquisición de las mencionadas minas.” (Citado en
Alonso, 2010:190).
de la inca Guadalupe y Rumicruz, valuada
en $15.000, y como co-propietario de la inca
Abra Pampa. Estas operaciones de compraventa
produjeron un alza en el valor de la tierra que se
relejó en que el valor iscal de Cochinoca era de
los más altos de la Puna.
A pesar de todas las novedades habidas tras la
expropiación de las tierras del departamento,
pronto volvió a reconstruirse la estructura
latifundista. Hablamos de propiedades cuyas
extensiones abarcaban entre 10.000 y 50.000
has y signiicaban el 70% del valor del catastro
rústico de 1910. Sin embargo en el proceso de
fraccionamiento y venta algunos campesinos
pudieron acceder a la propiedad. Sumado a ello,
la formación del pueblo de Abra Pampa les dio la
posibilidad de obtener tierras para casa y potreros.
Ese tipo de propiedades de menor valuación,
representaban el 70% de los casos pero sumaban
un valor ínimo, el 9% del total.
18
Santa Catalina
92
En Santa Catalina se produjo otro de los mayores
cambios en tanto los pobladores que arrendaban
las tierras pudieron acceder, en algunos casos, a
su propiedad a través de la compra de fracciones
o de derechos en calidad de “acciones” sobre las
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Propiedades agrupadas $
0 a 999
1.000 a 9.999
+ de 10.000
Totales
Cantidad
137
46
14
197
%
69.5
23.4
7.1
100
Valor
%
55,235
9.3
124,336 20.9
415,750 69.8
595,321 100
Fuente: AHJ. Catastro Territorial de la Provincia de Jujuy de 1910. Cochinoca.
Cuadro 4. Estructura de la propiedad rural según valor iscal en Cochinoca. 1910.
Finca
Santa Catalina
Tafna, Toquero
Propietarios en 1872 Propietarios en 1910
Aramayo y Wayar
Aramayo, Wayar y Saravia y otros 15 más
Alejo Marquiegui
Co-propiedad Maidana, Solis, Ramos y otros ex
arrendatarios
San León y San Juan Calixto Esquivel
Saravia, Farfán, Navarro y Carranza. Se divide una
fracción
Yoscaba
Fernando Campero
Dividida en 25 fracciones en poder
ex arrendatarios (Maidana y otros )
Cienaga
Rosendo Apaza
Dividida en 6 fracciones (Apaza, Arraya, Quispe, Wayar)
Fuentes: AHJ. Catastro de las propiedades urbanas y rurales de la provincia de Jujuy. Año 1872. Catastro de
propiedades rurales de Jujuy, 1910.
Cuadro 5. Propiedades y propietarios rurales registrados en Santa Catalina. 1872 y 1910.
que iguraban en el catastro de 1872. La cantidad
de propietarios era aún mayor (516 según el censo
nacional de población de 1895), dado que el
condominio por acciones se había generalizado.
La agrupación de las propiedades según su valor
iscal nos servirá de referencia para aproximarnos
a sus dimensiones dada la ausencia en el catastro
de información sobre extensión. Las propiedades
valuadas en menos de $1.000 eran fracciones
menores (entre 500 a 800 has) de las incas de
Yoscaba y Santa Catalina. También eran fracciones
de éstas y de San León y Ciénaga, las 32 propiedades
que se encuentran en la segunda franja de valor,
que agrupaba al 60% de los propietarios. Si bien el
departamento de Santa Catalina era el que mayor
proporción de propietarios tenía en relación al
número de habitantes (210 cada 1.000 según el
censo de 1895), persistía el latifundio. En el cuadro
6 se consignan tres, incluido Tafna y Toquero que
aún se encontraba indivisa legalmente, aunque en
poder de sus ex arrendatarios. Los otros dos eran
San León y Santa Catalina.
Respecto a esta última inca, la comisión encargada
de estudiar el problema de los latifundios en
la Puna, describía a Santa Catalina como “el
otrora grandes incas. Ya habíamos mencionado
que en 1886, 25 arrendatarios encabezados por
José María Maidana, compraron la inca Yoscaba,
en Santa Catalina. Años después continuó el
proceso de fraccionamiento y venta de otras incas;
Cieneguillas, Tafna y Toquero fue adquirida en
1904 por 8 arrendatarios, encabezados por el
mismo J.M. Maidana (Paz, 1997; Cardoso, 2000).
En los demás casos el acceso a la propiedad
por parte de los campesinos arrendatarios fue
mucho menos signiicativo. En ese proceso,
Laureano Saravia, importante comerciante y
funcionario gubernamental de Santa Catalina,
activamente interesado en las inversiones mineras
e inmobiliarias, pasó ser copropietario de la
inca homónima (conjuntamente con Aramayo
y Wayar), y de San León, ahora de propiedad de
Saravia, Farfán, Navarro y Carranza.19
El catastro de propiedad territorial de 1910
proporciona la evidencia cuantitativa de estos
cambios: registra 53 propiedades rurales y 66 en
el pueblo cabecera, en contraste con el total de 10
AHJ. Catastro de propiedades rurales de Santa
Catalina, 1910.
19
93
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Propiedades agrupadas $
0 a 999
1.000 a 9.999
+ de 10.000
Totales
Cantidad %
18
32
3
53
34.0
60.4
5.7
100
Valor $
%
11,000
7.5
81,500 55.3
55,000 37.3
147,500
100
Fuente: AHJ. Catastro Territorial de la Provincia de Jujuy de 1910. Santa Catalina.
Cuadro 6. Estructura de la propiedad rural según valor iscal en Santa Catalina. 1910.
Propiedad
San José de la Rinconada
San Juan y Granadas
Oros y Merco
Moreta
Pozuelos
Carahuasi
1872
1910
Delfina de Valdivieso
Belmonte (906 casas en 1891)
Anselmo Estopiñan
Estopiñan (450 casas en 1891)
Torres hnos
s/d
fracciones
fracciones
fracciones
Fuentes: AHJ. Catastro de las propiedades urbanas y rurales de la provincia de Jujuy. Año 1872. Catastro de
propiedades rurales de Jujuy, 1910.
Cuadro 7. Propiedades y propietarios rurales registrados en Rinconada. 1872 y 1910.
latifundio por excelencia del departamento. Su
extensión aproximada es de once leguas de largo
por tres y media de ancho. El número de arrenderos
pasa de trescientos y los propietarios divididos por
el sistema de acciones pasan de treinta” (Samoral,
1925:43). Entre ellos había algunos domiciliados
en Bolivia, por ejemplo la viuda de Aramayo y
Eulogio Villena y Cia, en Suipacha; María Jesús
Erazo de Wayar, en Esmoraca y Francisco Erazo y
Cia, en Huanivaca.
compañías de explotación minera en la Puna, José
Torres y hermanos, no aparece en el catastro de
1910.
En el registro de 1910 se incluyó Moreta, Pozuelos
y Carahuasi, rodeos que habían estado bajo el
dominio de Campero, y por lo tanto expropiados
en 1877. Los dos últimos fueron vendidos en
cuatro fracciones a ex arrendatarios, entre los que
encontramos nuevamente a José María Maidana. A
estas únicas seis propiedades rurales se le sumaban
37 casas en el pueblo de Rinconada.
Rinconada
Yavi
Rinconada continuaba siendo ejemplo de gran
concentración de propiedad. La inca San José
de la Rinconada, de 157.671 has, pasó a ser
propiedad de un absentista residente en Buenos
Aires, Augusto Belmonte, quien obtenía rentas del
cobro de derechos de pastaje y del lavado de oro
que realizaban los arrendatarios en sus arroyos. La
otra gran inca; San Juan y Granada, permanecían
en manos de los sucesores de Anselmo Estopiñan,
y sobre sus tierras se fundará, posteriormente, en
la década de 1930, Mina Pirquitas. Oros y Merco,
registrada en 1972 a nombre de los mineros
italianos fundadores de varias de las más activas
94
La gran novedad en el departamento de Yavi fue la
fundación de La Quiaca, estación del ferrocarril,
donde se formaron otras 95 propiedades, a las que
accedieron tanto los nativos como forasteros. Los
apellidos Tramontini, Grattarola, Stremis, Alabí,
Reuter, Santellices, Armanini, Shuar, Bach, son
algunos de los que se suman a esta sociedad en la
época.
Por otra parte, el departamento reunía un alto valor
en sus tierras, sobrepasado sólo por casos de rodeos
en Cochinoca cuyas ventas fueron producto de la
especulación y iebre inmobiliaria. El valor de un
Teruel - CUADERNOS - SERIES ESPECIALES 3 (1): 81-97, 2016.
Propiedad
Yavi
Cerrillos
Rodeo y Chorcan
Ciénaga
La Quiaca
La Quiaca
1872
1910
Fernando Campero
Corina Aráoz de Campero
Alejo Marquiegui
Maidana, Solis y Ramos (ex arrendatarios)
Máxima de Vargas
Fracciones, Vargas y otros
Rosendo Apaza
s/d
Quispe- Arraya
Fracciones Apaza- Quispe-Anzoleaga
Casas. Lotes y rastrojos
Fuentes: AHJ. Catastro de las propiedades urbanas y rurales de la provincia de Jujuy. Año 1872. Catastro de
propiedades rurales de Jujuy, 1910.
Cuadro 8. Propiedades y propietarios rurales registrados en Yavi. 1872 y 1910.
latifundio en Yavi, uno de los pocos lugares de la
Puna que permiten la práctica de la agricultura,
era netamente superior a los de Rinconada y Santa
Catalina. De hecho, la hacienda de Yavi tenía un
valor iscal de $170.000 (equivalente al 40% del
catastro del departamento), más que el total del
valor de todas las propiedades de Rinconada.
En el área rural las novedades de inicios del siglo
XX fueron pocas, entre ellas la compra de Cerrillos
(una inca valuada en $20.000 en 1910) por ex
arrendatarios asociados, y el fraccionamiento de
otras incas menores como La Quiaca, Chaupino,
Ciénaga, Huajra, Rodeo y Pozuelos.
CONCLUSIONES
gran escala en torno a Pirquitas y El Aguilar, y la
explosión demográica de La Quiaca, relejada en
su posición de segunda ciudad en la provincia en
el censo de 1947 (Gil Montero, 2006b).
En lo relativo a la propiedad territorial, la Puna
continuó manteniendo su característica de región
latifundista con una mayoría de propietarios
absentistas, cuestión que posteriormente ocuparía
a los gobiernos populares, primero al radicalismo
y luego al peronismo. Sin embargo, luego de
la rebelión de 1872-1875, hubo cambios nada
despreciables en las estructuras agrarias del
altiplano. Fundamentalmente se hizo posible que
algunos arrendatarios accediesen a la propiedad,
lo que motivó un proceso de diferenciación y
de movilidad social ascendente. Pero también
la rebelión indígena y la desestructuración del
mayorazgo del antiguo Marquesado de Tojo,
produjeron un circunstancial debilitamiento entre
los antiguos terratenientes, aunque prontamente
el grupo se renovó con recién llegados que
probarían suerte invirtiendo en tierras. Lo que
poco cambió fueron las relaciones sociales con
viso de servidumbre en el interior de las incas
y haciendas y las características de dominios de
absentistas, todo lo que generó nuevas tensiones
y movilizaciones durante los gobiernos populares
del radicalismo y del peronismo (Fleitas y Teruel,
2007 y 2011).
Sin duda el período que cubre las tres últimas
décadas del siglo XIX y la primera del XX fue
bastante dinámico en la Puna de Jujuy, pero
es necesario evaluar el grado de impacto y de
transformación de los factores de ese dinamismo.
La mayor promesa para la Puna en ese momento
estaba cifrada en la minería, pero las incursiones
en el rubro dieron pocos frutos, pálidos intentos
comparados con el éxito de la minería en las vecinas
tierras de Bolivia, por lo que fue más el imaginario
que movilizó que sus resultados concretos. Sin
embargo esas expectativas se conjugaron con la
llegada del ferrocarril y ello produjo un importante
movimiento de personas, especialmente en la
frontera con Bolivia, en los noveles pueblos de La
Quiaca y Villazón, que se constituyeron en activos
centros comerciales. En este sentido, la década de
1900 anunciará los cambios que se harán efectivos
luego de 1930, con los inicios de la minería a
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