UNIVERSIDAD DE CHILE
POBLACIONES Y AUTORIDADES DE TARAPACA.
DESDE LA INCORPORACIÓN AL TAWANTINSUYO HASTA LA ORGANIZACIÓN
DEL ESTADO COLONIAL
(siglos XV-XVII).
Por
Simón Andrés Urbina Araya
Tesis para optar al grado de
Doctor en Historia, mención Historia de Chile
Profesor patrocinante: Dr. Jorge Hidalgo Lehuedé
Santiago de Chile
Año 2017
Facultad de Filosofía y Humanidades
Escuela de posgrado
Departamento de Ciencias Históricas
i
POBLACIONES Y AUTORIDADES DE TARAPACA. DESDE LA
INCORPORACIÓN AL TAWANTINSUYO HASTA LA ORGANIZACIÓN DEL
ESTADO COLONIAL (siglos XV-XVII).
Simón Andrés Urbina Araya
ii
A la memoria de mis abuelos,
Teresa Soto Benech, Sonia Sandoval, Carlos Araya Robles y Leandro Urbina Cabañas.
iii
AGRADECIMIENTOS
Esta investigación ha sido posible gracias al apoyo y compromiso de distintas personas,
instituciones y proyectos. En primer lugar debo agradecer a la Beca CONICYT de Doctorado
en Chile N° 21090211, la cual, en conjunto con distintos proyectos FONDECYT (N°
1071132, 1030923, 1010327, 1080458, y 1050276) y otros fondos internos de la Universidad
de Chile (VID SOC08/16-2), me han permitido efectuar las investigaciones de campo en
poblados de la región de Tarapacá y Atacama de donde proviene una parte importante de los
datos e insumos para la presente tesis, así como el trabajo durante los últimos años en
bibliotecas y archivos documentales.
Agradezco especialmente a los académicos e investigadores que me han permitido trabajar
en estos proyectos, a Jorge Hidalgo, Mauricio Uribe y José Berenguer y con ello a cada uno
de sus extensos equipos de especialistas del campo de la historia, la antropología y la
arqueología con los cuales he compartido y aprendido en las distintas etapas, proyectos y
publicaciones.
Especialmente a las y los colegas arqueólogos Leonor Adán, Carolina Agüero, Victoria
Castro, Carlos González, Constanza Pellegrino, Álvaro Romero, Mauricio Uribe, Estefanía
Vidal y Colleen Zori, junto a los cuales han sido verdaderamente posible estudiar y pensar la
arquitectura prehispánica del norte de Chile de forma sistemática. También a mis colegas
etnohistoriadores y compañeros del Magister y Doctorado en Historia, Julio Aguilar, Nelson
Castro, Priscilla Cisternas, Soledad González y Xochitl Inostroza, con los cuales siento haber
caminado acompañado a lo largo de este proceso de formación.
A Claudia del Fierro, Roberto Izaurieta, Eugenio Pavlovic y Andrés Velázquez por los
croquis, levantamientos topográficos y arquitectónicos de los poblados estudiados. A Paulina
Chávez por la elaboración de planos y láminas. En Iquique, a los colegas Cora Moragas y
Sebastián Olmos. En Valdivia, al equipo de la Dirección Museológica de la Universidad
Austral de Chile, especialmente a su actual Directora, Karin Weil. A mis colegas Margarita
Alvarado, Adrián Silva, Marcelo Godoy y Constanza Chamorro.
A Marcela Henríquez e Isabel Carrasco de la Biblioteca del Museo Chileno de Arte
Precolombino. Al personal de la Biblioteca Nacional de Chile, Santiago y de la Biblioteca
iv
Nacional del Perú, Lima. Del mismo modo, a los profesionales del Archivo General de Indias
(Sevilla), Archivo del Museo Naval (Madrid) y Biblioteca Nacional de Cataluña (Barcelona).
Quiero manifestar mi gratitud a Victoria Castro por indicarme el camino de la etnohistoria y
a José Luis Martínez por su permanente amistad intelectual a lo largo de estos años de estudio
en el Departamento de Historia de la Universidad de Chile. A Mauricio Uribe, profesor,
colega y amigo, por la posibilidad de trabajar en su gran equipo de investigación y su
constante crítica a varios aspectos de esta investigación que han permitido mejorarla en
diversos aspectos.
A mi Maestro, el Dr. Jorge Hidalgo, sin cuya guía y libertad hubiera sido imposible asumir
el reto de abordar la compleja realidad documental del siglo XVI y XVII en una región tan
extensa como Tarapacá. Sus enseñanzas y paciencia, su calidad humana, han sido los mejores
alicientes para el desarrollo de este trabajo.
El apoyo y cariño de mi familia ha sido el pilar que ha mantenido la fuerza y la constancia
para conseguir culminar esta tesis doctoral. A mis abuelas y abuelos, a quienes dedico esta
investigación, por el legado de perseverancia y unión que han dejado en nosotros.
Quiero agradecer especialmente a mis padres, Cecilia Araya y Mauricio Urbina, y a mi
hermano Bruno Urbina. A Benjamín Urbina, Vicente Catalán, Manuel Catalán, Luis Adán,
Raquel Alfaro y Pilar Adán por la inspiración, humor y permanente aliento durante la
redacción del escrito. A Colofona, Blanquí y el gran Maletín, compañeros infatigables junto
al escritorio, por su vitalidad. Por su compromiso intelectual y lucidez infinita a Leonor Adán.
Con sumo respecto y agradecimiento a las familias, vecinos, autoridades y antepasados de
Pisagua, Iquique, Chanabayita, Nama, Camiña, Chusmisa, Jamajuga, Huarasiña, San
Lorenzo, Pachica, Pica, Guatacondo, Quillagua, Isluga, Cariquima, Quebe, Salar de Huasco
y Collacagua; por permitirnos trabajar en sus lugares patrimoniales y sagrados durante los
últimos 15 años. Esta investigación no habría sido posible sin la colaboración y diálogo
respetuoso sostenido por años con todos y cada uno de ellos.
v
ÍNDICE DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1
PARTE I
CAPÍTULO I: HACIA UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA REGIONAL
7
1.1 Introducción
7
1.1.1. Etnohistoria y estudios etnohistóricos
8
1.1.2. La perspectiva histórica en la arqueología
12
1.1.3. Acercamiento a la historia política indígena
16
1.2. Tarapacá: geografía e historia cultural
26
1.2.1. Atributos biogeográficos y ocupación humana
27
1.2.2. Modelos antropológicos y cronología arqueológica
44
1.2.3. Síntesis: historia cultural tarapaqueña
48
CAPÍTULO II: POBLACIONES TARAPAQUEÑAS: VIVIENDA Y COMUNIDAD
59
2.1. Elenco y conformación del patrón de asentamiento regional
59
2.1.1. Poblados, arquitectura e historia arqueológica
59
2.1.2. Localización, emplazamiento y diseño arquitectónico
76
2.1.3. Cerámica y definición cronológico cultural de los asentamientos
96
2.2. Unidades domésticas y comunidades prehispánicas en la historia de Tarapacá
102
2.2.1. Patrones y arquitectura de las viviendas tarapaqueñas
105
2.2.2. Transformación en las unidades domésticas en el siglo XV y XVI
114
CAPÍTULO III: HISTORIA OCUPACIONAL DEL PUEBLO DE TARAPACA
118
3.1. La expansión del Tawantinsuyo a nivel regional
118
3.1.1. Un centro administrativo regional: antecedentes de investigación
120
3.1.2. Tarapacá Viejo: historia arquitectónica
124
3.2. Remodelación y transformación urbanística
132
vi
3.2.1. Técnicas constructivas locales
133
3.2.2. Diseño urbanístico de Tarapacá Viejo
137
3.2.3. Técnicas constructivas incaicas
140
3.3. Arquitectura del periodo Colonial
143
3.3.1. Técnicas de construcción de postación y techumbres
143
3.3.2. Construcción de trincheras de apoyo para nuevos paramentos
145
3.3.3. Modificaciones urbanísticas coloniales
146
3.4. Discusión
148
CAPÍTULO IV: ORGANIZACIÓN TERRITORIAL Y POLÍTICA DURANTE EL PERÍODO
COLONIAL
153
4.1. Las jurisdicciones y demarcaciones coloniales
153
4.1.1. Suyo, provincia y nación: niveles de integración
165
4.1.2. Nuevas evidencias sobre un linaje gobernante de Tarapaca
173
4.2. Ocupación y etapas en la administración cusqueña
178
4.2.1. Tarapaca: la expansión Inca documentada
178
4.2.2. Elementos para una historia regresiva de la expansión incaica
194
4.3. La historia inscrita en el territorio
204
4.3.1. Caminos, pueblos e identidades tempranas
204
4.3.2. Los espacios habitados, los recursos y las poblaciones
210
PARTE II
CAPÍTULO V: REPARTOS Y ENCOMENDEROS DEL SIGLO XVI
230
5.1. Una perspectiva etnohistórica para el estudio de la encomienda andina
230
5.1.1. Autoridades y estructuras de cargos en el siglo XVI: modelos y casos
234
5.1.2. Sobre los repartos tarapaqueños y su valor etnohistórico
242
5.2. Informantes, expediciones y disputas: los primeros repartos
249
5.2.1. Análisis del título de encomienda de Lucas Martínez de 1535
255
5.2.2. Repartimientos de Lucas Martínez y Marcos Retamoso en los inicios de 1540
262
5.2.3. Los repartimientos de Lope Mendieta de 1540 y 1541
274
vii
CAPÍTULO VI: COMPOSICIÓN SOCIAL Y RÉGIMEN DE TRIBUTOS ANTES DE 1570
285
6.1. Continuidad y cambio en las estructuras políticas regionales
285
6.1.1. Fragmentación y unificación de provincia de Tarapaca
289
6.1.2. Magnitud y distribución de la fuerza de trabajo
293
6.1.3. Estructuras políticas intrarregionales: cargos y funciones
299
6.1.4. Tributarios de Pica y Tarapaca: fluctuaciones y composición
304
6.2. La visita y tasa de Pedro de La Gasca en 1549-1550
308
6.2.1. La tasa de Tarapaca en 1550
314
6.2.2. Indicadores productivos y manufacturas: el orden andino e hispano
321
6.2.3. Rendimiento y administración del tributo entre 1565 y 1570
330
6.3.4. La tasa de Pica según la información de caciques y quipucamayos
339
CAPÍTULO VII: TARAPACA Y LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO COLONIAL
346
7.1. La visita general de Toledo a Tarapaca y sus efectos posteriores
346
7.1.1. Tributarios y habitantes del corregimiento de Arica
348
7.1.2. Nuevos pueblos indígenas: las reducciones toledanas
356
7.1.3. Permanencia y cambio en el tributo regional a partir de 1570
370
7.1.4. Efectos de larga duración: la retasa de 1646
375
CAPÍTULO VIII: RECONOCIMIENTO Y APROPIACIÓN TERRITORIAL
381
8.1. Doctrinas y curatos antes y después de 1570
381
8.1.1 La estructura parroquial del repartimiento: proyecto y realidad
383
8.1.2. Curatos y parroquias proyectadas en 1571
390
8.1.3. Historia de los pueblos: reconfiguración del patrón de asentamiento indígena
396
8.2. Jurisdicciones y unidades administrativas coloniales
415
CAPÍTULO IX: CONCLUSIONES
419
REFERENCIAS CITADAS
435
viii
LISTADO DE TABLAS
Tabla 2.1. Zonificación y elenco de asentamientos arqueológicos de la región de
Tarapacá.
64
Tabla 2.2. Características e índices arquitectónicos por sitio respecto de la
periodificación regional.
66
Tabla 2.3. Patrones morfo-funcionales por sitio, período y tradición arquitectónica.
70
Tabla 2.4. Frecuencia relativa componentes cerámicos por asentamiento.
97
Tabla 2.5. Localización y lapsos ocupacionales por asentamiento.
98
Tabla 3.1. Fechados radiocarbónicos C14 de contextos excavados en Tarapacá Viejo.
132
Tabla 3.2. Fechados por termoluminiscencia (TL) de contextos excavados en Tarapacá
Viejo.
133
Tabla 3.3. Dimensiones y superficie interna de canchas o complejos mayores en
Tarapacá Viejo.
139
Tabla 3.4. Estilos constructivos identificados en Tarapacá Viejo.
149
Tabla 4.1. Ubicación y denominación de los mojones o deslindes entre las provincias de
Lipes, Carangas y Arica, ca. 1578.
157
Tabla 4.2. Deslindes entre las comunidades de Sotoca y Chiapa, ca. 1612.
161
Tabla 4.3. Repartimientos y corregimientos en la jurisdicción de la ciudad de Arequipa,
ca. 1570.
164
Tabla 4.4. Uso del término Tarapaca, ca. 1535-1541.
168
Tabla 4.5. Expansión documentada del Tawantinsuyo a Tarapaca.
186
Tabla 4.6. Elenco de pueblos y ayllus del partido de Tarapacá en la revisita de 1753.
198
Tabla 4.7. Listado de asentamientos indígenas mencionados en 1666.
214
Tabla 4.8. Regiones y localidades de procedencia y destino en Tarapaca a partir de
registros parroquiales, ca. 1650-1700.
217
Tabla 4.9. Procedencia de grupos étnicos a Tarapaca a partir de registros parroquiales,
ca. 1650-1700.
219
Tabla 5.1. Títulos de encomienda relativos a Tarapaca, ca. 1535-1541.
245
Tabla 5.2. Provincias, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda de
Lucas Martínez, ca. 1535.
251
ix
Tabla 5.3. Jurisdicciones, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda
de Lucas Martínez, ca. 1540.
263
Tabla 5.4. Regiones, autoridades y tributarios contenidos en el título provisional de
encomienda de Marcos de Retamoso, ca. 1541.
269
Tabla 5.5. Comparación de los pueblos y autoridades según el orden de registro en los
títulos de Lucas Martínez (ca. 1540) y Marcos de Retamoso (ca. 1541).
270
Tabla 5.6. Regiones, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda de
Lope de Mendieta, ca. 1540.
275
Tabla 5.7. Regiones, autoridades, jurisdicciones y tributarios contenidos en el título
provisional de encomienda de Lope de Mendieta, ca. 1541.
276
Tabla 5.8. Encomenderos, cacicazgos, autoridades y mitimaes relacionados con el
repartimiento de Tarapaca, ca. 1535-1556.
280
Tabla 6.1. Elenco de encomenderos y pensionados de los repartimientos de Tarapaca y
Pica, ca. 1535-1653.
286
Tabla 6.2. Número de tributarios de los repartimientos de Tarapaca y Pica, ca. 15351753.
291
Tabla 6.3. Número de tributarios y población de Tarapaca, Pica, Loa, Arica y Lluta, ca.
1540-1753.
300
Tabla 6.4. Retasa de los indios de los repartimientos de Pica y Tarapaca, 1619 y 1646.
304
Tabla 6.5. Resumen de la tasa de La Gasca para Tarapaca en 1550 y su cumplimiento en
1565.
315
Tabla 6.6. Tasa de La Gasca. Distribución anual del tributo y lugares establecidos para la
entrega de los bienes en el repartimiento de Tarapaca, 1550.
317
Tabla 6.7. Tasa de La Gasca. Cargo anual para mantenimiento del cura doctrinero del
repartimiento de Tarapaca, 1550.
319
Tabla 6.8. Tasa de La Gasca. Cumplimiento de la tasa en el año 1565 según el
testimonio de los quipucamayos de Tarapaca en 1571.
336
Tabla 6.9. Tasa de La Gasca. Cargo de maíz del repartimiento de Tarapaca en 1565,
según testimonio sus caciques en 1571.
338
Tabla 6.10. Tasa de La Gasca. Cumplimiento de la tasa en el año 1565 según el
testimonio de los quipucamayos de Pica en 1571.
340
Tabla 7.1. Resultado de la visita general de Toledo al corregimiento de Arica, ca. 1575.
350
x
Tabla 7.2. Índice de masculinidad en el corregimiento de Arica según la visita general de
Toledo, ca. 1575.
352
Tabla 7.3. Reducciones efectuadas en el Corregimiento de Arica en la visita general de
Toledo, ca. 1578.
359
Tabla 7.4. Tasa y gasto en el corregimiento de Arica, 1570-1575.
370
Tabla 7.5. Tasa de Toledo para los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa, 1570-1575.
371
Tabla 7.6. Retasa de los repartimientos de Tarapaca, Pica y Loa, 1646.
376
Tabla 7.7. Comparación de los gastos y distribución anual de los ingresos de la
encomienda de Tarapaca, Pica y Loa entre 1570-1575 y 1646.
379
Tabla 8.1. Proyecto de división de la doctrina de Tarapaca en 1571 y altitud de los
asentamientos conocidos.
385
Tabla 8.2. Doctrinas del partido de Tarapaca registradas por Antonio O´Brien, ca. 1765.
387
Tabla 8.3. Población del partido de Tarapaca, ca. 1791-1792.
388
Tabla 8.4. Evolución del patrón de asentamiento a partir de listados de pueblos, ca.
1540- 1765.
400
Tabla 8.5. Producción agrícola de los repartimientos del partido de Tarapaca, ca. 17911792.
401
Tabla 8.6. Curacas y principales del Beneficio de Camiña según dos fuentes de 1681.
408
LISTADO DE DIAGRAMAS
Diagrama 4.1. Listado de caciques gobernadores de Tarapaca entre 1565 y 1776.
175
Diagrama 5.1. Distribución, elenco y relaciones entre autoridades indígenas de
Tarapaca, ca. 1535-1570.
283
LISTADO DE FIGURAS
Figura 1.1. Esquema de la expansión incaica, siglo XIV-XVI.
18
Figura 1.2. Descripción de la audiencia de los Charcas, ca. 1622.
19
Figura 1.3. Detalle del Partido de Tarapacá…, ca. 1789.
20
Figura 1.4. Virreinato del Perú, ca. 1812.
21
Figura 1.5. Perú y Bolivia, ca. 1851.
21
xi
Figura 1.6. Provincia de Tarapacá dentro del Departamento de Moquegua, Perú.
23
Figura 1.7. Mapa geográfico de la Provincia de Tarapacá.
24
Figura 1.8. División geográfica longitudinal de la región de Tarapacá y Arica-Parinacota.
28
Figura 1.9. Corte elevación Iquique-Huaillaputuncu, zonación geológica y vegetacional.
29
Figura 1.10. Representación topográfica de la región de Tarapacá.
30
Figura 1.11. Imagen satelital región de Tarapacá.
31
Figura 1.12. Antonio O´Brien. Plano que manifiesta el valle y pampa de Iluga…, ca.
1765.
34
Figura 1.13. Cartografía histórica del puerto de Iquique, ca. 1681-1865.
35
Figura 1.14. Diversidad ecológica y paisajística regional.
38
Figura 1.15. Escalonamiento de las unidades geográficas de Tarapacá.
51
Figura 1.16. Cuencas hidrográficas de la región de Tarapacá.
52
Figura 2.1. Región de Tarapacá y los principales asentamientos poblados.
63
Figura 2.2. Registros arqueológicos de prospección en quebradas de Guatacondo,
Cerrillos y valle de Quillagua.
80
Figura 2.3. Vista satelital dispersión de estructuras, sitio Tasma y Quebrada Ancha.
87
Figura 2.4. Vista satelital dispersión de estructuras, sitio Huasco Sur.
93
Figura 2.5. Ubicación de sitios en el valle o quebrada de Tarapacá.
103
Figura 2.6. Tipos de vivienda en asentamientos registrados en la quebrada de Tarapacá.
104
Figura 2.7. Asentamientos del período Formativo con viviendas de patrón circular.
106
Figura 2.8. Asentamientos del período Formativo e Intermedio Tardío con viviendas de
patrón rectangular.
109
Figura 2.9. Asentamientos con viviendas de muros curvos o rectos sobre cerros o
pendientes.
111
Figura 2.10. Instalaciones del período Inca-Colonial con residencias de planta ortogonal.
114
Figura 3.1. Localización de Tarapacá Viejo y otras instalaciones administrativas incaicas
en el norte de Chile.
126
Figura 3.2. Planta arquitectónica de Tarapacá Viejo.
127
Figura 3.3. Planta arquitectónica de Incaguano (Incamarca).
130
Figura 3.4. Comparación planta arquitectónica de asentamientos del período Intermedio
Tardío y Tardío.
134
Figura 3.5. Perfiles estratigráficos de excavación en Tarapacá Viejo.
136
xii
Figura 3.6. Trincheras o zanjas arquitectónicas de apoyo.
141
Figura 3.7. Trinchera para construcción de muro del período Colonial.
145
Figura 4.1. Provincias de las Audiencias de Lima y Charcas a principios del siglo XVIII.
155
Figura 4.2. Componentes cerámicos del período Tardío en la región de Tarapacá.
179
Figura 4.3. Componente cerámico Inca del sitio Collahuasi 37 (CO-37).
180
Figura 4.4. Detalle de la expansión incaica al sur del Cuzco.
182
Figura 4.5. Pueblos y repartimientos mencionados en la revisita de 1753.
199
Figura 5.1. La encomienda de Lucas Martínez y sus asentamientos.
265
Figura 6.1. Antonio O´Brien. Plano de las Minas de Guantajaya y puerto de Yquiqui…,
ca. 1761-1776.
342
Figura 6.2. Mapa del obispado de Arequipa y las provincias que comprende, ca. 1740.
344
Figura 6.3. Detalle mapa del obispado y provincias de Arequipa, desde Moquegua-Pica,
ca. 1740.
345
Figura 7.1. Distancia entre San Andrés de Pica y Matilla (4,2 km).
361
Figura 7.2. Distancia entre la aldea de Camiña y el pueblo de Santo Tomás Camiña (1,4
km).
363
Figura 7.3. Vista satelital de Santa María Magdalena de Chiapa.
364
Figura 7.4. Distancia entre el pucara de Mocha y San Antonio de Mocha (0,75 km).
365
Figura 7.5. Distancia entre Tarapacá Viejo y el actual San Lorenzo de Tarapacá (0,6
km).
367
Figura 8.1. Ubicación de las reducciones toledanas y principales asentamientos
(poblados) de la región, siglos XIII a XVIII.
403
LISTADO DE GRÁFICOS
Gráfico 1.1. Rangos cronológicos de ocupación para asentamientos habitacionales.
56
Gráfico 2.1. Comparación intersitio según número de estructuras y posición altitudinal.
73
Gráfico 2.2. Comparación intersitio según superficie construida y posición altitudinal.
74
Gráfico 2.3. Agrupamientos jerárquicos de asentamientos según número de estructuras y
superficie construida.
75
Gráfico 6.1. Número de tributarios de los repartimientos de Tarapaca y Pica-Loa, ca.
1540-1753.
297
xiii
ANEXOS
Anexo 4.1. Elenco de autoridades indígenas regionales, ca. 1535-1776.
xiv
227
SIGLAS Y ABREVIATURAS
AGI. Archivo General de Indias, Sevilla.
AGI-MP: Archivo General de Indias Mapas y Planos, Sevilla.
AGN. Archivo General de la Nación, Lima.
AMN. Archivo del Museo Naval, Madrid.
BNC. Biblioteca Nacional de Cataluña, Barcelona.
BNF. Biblioteca Nacional de Francia, París.
CDI. Colección de Documentos Inéditos, Primera Serie.
DM-UACh. Dirección Museológica, Universidad Austral de Chile, Valdivia.
IGM. Instituto Geográfico Militar, Santiago.
JCB. John Carter Brown Library. Biblioteca Universidad de Brown, Providence.
LC-GMD. Librería del Congreso, División de Mapas Geográficos, Washington.
MMN. Museo Marítimo Nacional, Londres.
xv
RESUMEN
Poblaciones y autoridades de Tarapaca. Desde la incorporación al Tawantinsuyo hasta la
organización del Estado Colonial (siglos XV-XVII).
Esta investigación se enfoca en la historia de las poblaciones indígenas de Tarapaca entre los siglos
XV y XVII. Ubicada en la vertiente Pacífico del Collasuyo y Colesuyo prehispánico -una extensa
región desértica dominada por el relieve andino en cuyo centro se ubica la pampa del Tamarugal-, la
antigua provincia incaica y, luego, repartimiento de Tarapaca formó parte en tiempos coloniales,
junto a Pica, del extremo meridional de la jurisdicción de la ciudad de Arequipa y del Corregimiento
de Arica. Se analizan a lo largo de la investigación fuentes arqueológicas y documentales que
permiten caracterizar los poblados (asentamientos), las poblaciones (tributarios), el carácter y
vínculos entre las autoridades indígenas (curacas y otros) a lo largo del período de expansión del
imperio Inca (Tawantinsuyo) y la organización del virreinato del Perú, atendiendo a las dinámicas de
preservación y transformación del patrón de asentamiento y estructuras políticas y económicas de la
región. El estudio etnohistórico sistemático planteado sobre expedientes documentales relativos a los
repartimientos de Pica y Tarapaca, la organización eclesiástica temprana de la doctrina en parroquias
y anexos, la implementación de la tasa de La Gasca (1550) y la tasa de Toledo (1570-1575), así como
la reducción de la población a cinco pueblos de indios toledanos, se integra en un marco metodológico
interdependiente con las investigaciones arqueológicas regionales. Se valora la información
relacionada a la profundidad cronológica de los asentamientos y su evolución, como las inferencias
socioculturales que emanan de los análisis cerámicos y arquitectónicos resultantes de décadas de
trabajo en distintos poblados prehispánicos y especialmente en aquellos mencionados en las fuentes
escritas como vigentes o aún habitados durante los siglos XVI y XVII.
La primera parte de la investigación detalla los antecedentes, indicadores y variables principales de
la investigación; describe el marco biogeográfico regional y expone los resultados de los estudios
arqueológicos en distintos asentamientos en la actual región de Tarapacá, evaluando el impacto de la
expansión Inca en el centro urbano de Tarapacá Viejo. La segunda parte de la tesis analiza las fases
de transformación en la organización social de las comunidades indígenas y la adecuación de los
cuadros dirigentes locales y regionales a partir del establecimiento de las encomiendas, la tributación
de bienes y especies locales y foráneas, la redistribución de la población y la reducción entre 1575 y
1578 de varios poblados de origen prehispánico a nuevas localidades ubicadas en las quebradas de
Camiña, Aroma y Tarapacá, como en el oasis de Pica.
xvi
1
INTRODUCCIÓN
La presente investigación analiza la historia de las poblaciones y autoridades indígenas de la
región de Tarapaca1 efectuando una reconstrucción diacrónica y contextual de su
organización política entre el siglo XV y mediados del siglo XVII.
Se desarrolla un estudio general del patrón de asentamiento tarapaqueño y la historia de sus
poblaciones y dirigentes políticos, aunque la naturaleza de la información nos ha obligado a
traspasar ese umbral en búsqueda de referentes arqueológicos más tempranos e información
documental más tardía para interpretar la realidad colonial temprana y las últimas décadas
del Imperio Inca.
La integración sistemática de fuentes arqueológicas y documentales permiten conocer
aspectos novedosos de la historia política de la región y las modalidades en que las
comunidades indígenas enfrentaron dos procesos de expansión imperial de distinta
naturaleza, intensidad y duración.
Esta tesis se enmarca dentro de la línea de estudios sobre patrones de poblamiento tardío y
sistemas políticos desarrollados en el área Andina. El enfoque etnohistórico planteado ha
debido enfrentar la realidad dispersa de las fuentes arqueológicas y documentales, cuya
compilación y sistematización es un desafío constante, permitiendo arribar a nuevos
conocimientos basados en la integración crítica y lectura conjunta de registros escritos y
evidencias materiales del pasado que no habían sido cotejados con anterioridad.
El problema de investigación de esta tesis ha surgido precisamente luego de constatar la
disponibilidad de registros y dataciones prehispánicas para algunos poblados distribuidos en
la región, los cuales conservan sus denominaciones vernáculas en los testimonios coloniales.
El trabajo con estos antecedentes demuestra además que una fracción importante de los
1
Dentro del escrito se utiliza la anotación Tarapacá para referirnos a la actual quebrada homónima y a la
terminología de índole cronológica (Fase Tarapacá), histórico cultural (Pica-Tarapacá), cerámica (componente
Tarapacá) y para el sitio arqueológico “Tarapacá Viejo”. De igual modo la grafía “Tarapacá” se utiliza respecto
de la división político administrativa de la actual I Región de Tarapacá (Chile). Se utiliza la anotación Tarapaca
para referirnos a la región de estudio en el contexto de siglos coloniales, tanto en investigación arqueológica y
etnohistórica. También se utiliza Tarapaca según los usos variados del término en la documentación. En esta
Tesis consideramos prudente no homologar o extrapolar los límites territoriales continuos de la región chilena
actual con los alcances étnicos, administrativos y jurisdiccionales consignados para el término Tarapaca dentro
del análisis documental y arqueológico.
2
poblados con arquitectura indígena reportados en la literatura e investigados en esta tesis
presentan materiales de tradición europea y sus dataciones absolutas traspasan el umbral
cronológico de 1530 habiendo sido fundados entre los siglos VIII y X d.C.
Lo anterior nos ha permitido concluir que existen pocas alternativas para comprender la
historia de los habitantes de la región, esto es, la secuencia completa de ocupación y los
procesos de abandono de estos asentamientos, sin un estudio paralelo e integrado de las
fuentes documentales del siglo XVI centrado en la propia región, el que a su vez reconozca
la historicidad y continuidad de las poblaciones prehispánicas y sus descendientes frente a la
expansión, primero, del Tawantinsuyo y, luego, del imperio español en América.
Los problemas relativos a la supuesta escases de registros documentales en los archivos
nacionales y extranjeros han sido enfrentados mediante una estrategia múltiple de revisión
bibliográfica, análisis de fuentes publicadas y búsqueda de fuentes primarias que permiten
avances sustantivos en temáticas como la extensión de las primeras encomiendas, el régimen
de tributos durante el período Inca y en la décadas previas a las reformas toledanas y la
configuración de la estructura parroquial en la región a comienzos de la década de 1570
basada en las jurisdicciones indígenas vigentes.
Los supuestos que han guiado esta investigación guardan relación con la hipótesis que plantea
grados transformación en las estructuras políticas indígenas conformando jurisdicciones
supralocales y regionales verificables en la documentación y evidencias materiales del
período Inca y Colonial y, en segundo lugar, el aprovechamiento de infraestructura y formas
de organización indígena por parte de los grupos conquistadores, encomenderos y
corregidores en el lapso que va desde la instalación del régimen de las encomiendas hasta el
régimen de tributos y reducciones impulsados por el gobierno de Toledo en la década de
1570.
Precisamente la recopilación y búsqueda de fuentes archivísticas novedosas para el período
de expansión del Tawantinsuyo, las primeras encomiendas (1535-1540), las visitas y tasa
impuestas por la Gasca (1550) y Toledo (1570-1575), el diseño e implementación de las
doctrinas y curatos (1571), así como las reducciones toledanas (1575-1578) nos han
permitido evaluar desde distintas posiciones y lecturas las hipótesis de trabajo planteadas,
pudiendo distinguir en ellas un volumen de datos significativos sobre las formas nativas de
3
administración y organización territorial, los aspectos productivos y simbólicos de estas redes
de asentamientos y los niveles de participación de los pobladores en el ejercicio del poder
político entablado en esferas territoriales más extensas a los propios pueblos indígenas.
Las hipótesis de trabajo han constituido los motores del trabajo analítico y han abierto un
campo inesperado de indagación referido al afecto, y la preservación de elementos
prehispánicos, en los modos de organización política de los siglos siguientes al período
estudiado (s. XVII y XVIII), como a las profundas y desiguales transformaciones a las que
estuvieron sometidas las poblaciones y las estructuras de cargos en cada pueblo con la
invasión Inca e hispana, ya sea por voluntades ajenas, de los propios caciques o impulsadas
por la comunidad para preservar sus tierras y acceso recursos distantes.
Finalmente, el estudio etnohistórico que presentamos a continuación sobre los asentamientos
y los principales dirigentes indígenas de la región de Tarapaca constituye no sólo una prueba
del potencial etnohistórico que conservan los materiales y archivos coloniales sobre la
complejidad de las sociedades andinas al momento de la invasión incaica e hispana. Es, en
un sentido amplio, una respuesta que busca revertir el desinterés de la disciplina de origen se
su autor por comprender la historia colonial de los pueblos indígenas en los territorios
americanos; un llamado a no abandonar el objetivo principal de nuestra disciplina, cual es
comprender nuestro pasado para explicar cómo se ha formado nuestro presente.
Contenido del escrito
El Capítulo I presenta la perspectiva territorial seguida a lo largo del escrito. Esta tiene
relación con la estrategia de investigación enmarcada dentro de la historia andina regional y,
en esta escala, la traductibilidad e interdependencia potencial entre las fuentes y registros
documentales y arqueológicos. Se caracteriza la fisonomía y biogeografía de la región que
en parte explica la forma en que la arqueología a conceptualizado y esquematizado la historia
cultural, sus fases, períodos y unidades analíticas. Los distintas sociedades y grupos
culturales, referidos como complejos culturales y sitios arqueológicos particulares, ofrecen
el primer panorama de ocupación continua de la región desde la etapa de poblamiento hace
más de 10.000 años hasta el término del período Inca e inicios del período Colonial.
4
El Capítulo II sistematiza los estudios arquitectónicos y análisis de asentamientos
residenciales en la región aplicando herramientas estadísticas para la seriación de los estilos
constructivos e interpretación de los componentes cerámicos regionales y extraregionales.
Utilizando el marco biogeográfico propuesto en el comienzo, se propone una lectura de la
complejidad sociopolítica de las comunidades tarapaqueñas en los últimos 3.000 años
utilizando como referente las viviendas arqueológicas y las expresiones aldeanas tardías,
incluyendo la introducción de elementos arquitectónicos incaicos como la red vial y
asentamientos planificados.
El Capítulo III presenta los resultados del trabajo arqueológico y documental en el sitio
Tarapacá Viejo, conocido en el siglo XVI como el pueblo de Tarapaca. Este asentamiento
es el que mejor representa la historia tardía de la región y por ello constituye una de las
fuentes arqueológicas principales de esta tesis. Profundizando el estudio de la arquitectura
tratada extensivamente en el capítulo anterior, se propone una secuencia completa de las fases
arquitectónicas de este poblado desde la etapa aldeana en el siglo XIII hasta la instalación de
un centro administrativo Inca en el siglo XV, para concluir con los elementos hispanos que
apoyan la tesis según la cual este sería el lugar al que fuera reducida la población durante el
gobierno del virrey Francisco de Toledo.
El Capítulo IV integra y discute los modelos e interpretaciones sobre la organización social
de los curacazgos o cacicazgos coloniales y su proyección hacia tiempos prehispánicos. El
estudio de las fuentes documentales permite analizar una serie de términos como provincia,
nación y parcialidad, los cuales fueron aplicados a las sociedades andinas en crónicas,
interrogatorios, relaciones y títulos de encomienda.
A partir de comprensión de estos términos se propone una nueva interpretación de las fuentes
escritas de origen indígena como hispanas relativas a la expansión del Tawantinsuyo a la
región de Tarapaca. Se consideran las evidencias arqueológicas previamente analizadas
como la pervivencia de elementos culturales más tardíos en la región, como la denominación
quechua de ciertos ayllus (collana), el uso de unidades de superficie en esta lengua, así como
formulas decimales para mantener el número de tributarios en los repartimientos coloniales.
Se ofrece una lectura de los registros arqueológicos regionales como historias inscritas en el
territorio, donde los caminos y poblados que analizamos pueden ser valorados para
5
comprender en términos diacrónicos los modos de vida, orientaciones económicas e
identidades de las poblaciones que los construyeron y utilizaron.
La segunda parte de esta investigación se centra en el estudio documental de cuatro aspectos
y momentos del período Colonial Temprano en la región (1535- 1650) que luego se
desarrollan por separado en cada capítulo.
El Capítulo V ofrece una síntesis sobre los primeros títulos de encomienda conocidos para la
región (1535-1541), agregando dos cédulas no estudiadas previamente. El completo cuadro
de los encomenderos lleva consigo la reconstrucción de las poblaciones y autoridades que en
ese momento habitaban los pueblos prehispánicos. Estos documentos contienen la más
temprana y valiosa información sobre las autoridades étnicas locales, el número y nombre de
los pueblos, el número de tributarios que en cada uno de ellos residían.
El Capítulo VI caracteriza la fuerza de trabajo regional y propone una completa lista de
autoridades indígenas entre 1535 y 1776 en base al análisis de fuentes inéditas y publicadas.
Este paso metodológico permite profundizar en la estructura política regional en el siglo XVI
y definir lo que estimamos serían uno o dos linajes gobernantes propios de la región. También
se analiza la distribución y validez de los datos demográficos de los repartimientos de
Tarapaca y Pica y Loa, cuantificando las magnitudes del tributo impuesto por La Gasca en
1550. Finalmente se discuten las evidencias relativas a la integración de las parcialidades de
Pica y Tarapaca bajo el dominio Inca y las distintas fuentes documentales que prueban la
forma en que esta unificación fue concretada y sus efectos en los siglos posteriores.
A partir de una fuente inédita, la segunda parte de este capítulo analiza la tasa de La Gasca
para los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa relevando la diversidad productiva y
especializaciones económicas que sustentaban las economías locales y el espectro territorial
que alcanzan los repartimientos a partir de las categorías de bienes que se tributaban
anualmente a los encomenderos.
En línea con lo anterior, el Capítulo VII analiza la visita general ordenada por Francisco de
Toledo al corregimiento de Arica en la década de 1570. El estudio de la visita y el proceso
de reasentamiento de la población en la región de Tarapaca profundiza y actualiza desde la
óptica regional los clásicos estudios publicados por Málaga y Cook en la década del setenta
6
del XX sobre las poblaciones tributarias del virreinato peruano y, particularmente, del
extremo sur de la jurisdicción de la ciudad de Arequipa.
En esta sección se revisa también los efectos duraderos de la visita y la tasa toledana,
caracterizados en esta región por un elevado pago en pesos ensayados y la instalación de
pueblos de indios en cinco localidades ubicados en ámbitos tres ámbitos geográficos:
quebradas, valles cálidos y oasis. Se discuten, por último, los cambios en la configuración e
interdependencias de los ayllus y cacicazgos que generaron estos reasentamientos a partir del
siglo XVI, donde los tributarios parecen mantener labores extractivas y logísticas en los
yacimientos de plata en la costa para cumplir con sus obligaciones fiscales.
El Capítulo VIII, por último, repone el valor del diseño de la doctrina de Tarapaca contenido
en un breve documento emitido por el obispado del Cuzco en 1571 en el cual se propone una
estructura parroquial que articularía los repartimientos de Pica y Loa y Tarapaca. El estudio
del listado de pueblos que informa este documento, en los inicios del gobierno de Toledo,
amplía sustantivamente el conocimiento que teníamos sobre el padrón de pueblos para el
siglo XVI, razón por la cual nos detenemos en su comparación con listados de pueblos
posteriores (s. XVII y XVIII) y especialmente con las reducciones toledanas instaladas en la
segunda mitad de la década de 1570. Finalmente se evalúa la influencia que tuvo el trabajo
de los curas doctrineros en la reconfiguración de las jurisdicciones indígenas en esta doctrina
ubicada en el extremo meridional del virreinato peruano.
Las conclusiones de la tesis son expuestas en el Capítulo IX ofreciendo un recuento de las
principales contribuciones efectuadas al conocimiento etnohistórico de la región de Tarapaca
entre los siglos XV y XVII. En esa sección, por último, se evalúa el planteo inicial de las
hipótesis que han guiado la investigación y se discuten las áreas de profundización y las
líneas de trabajo que emanan de los resultados obtenidos.
7
PARTE I
CAPÍTULO I: HACIA UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA REGIONAL
1.1.Introducción
En general, la arqueología chilena ha tenido una aproximación ambigua a los períodos
históricos coloniales (ca. 1540-1826). Una pequeña fracción de especialistas trabaja en ellos
-situación derivada de cuestiones curriculares y propias del desarrollo disciplinar- y aquellos
dedicados la investigación de los períodos prehispánicos tardíos (ca. 900-1540) han
establecido una dicotomía entre la información material y el tiempo arqueológico, de carácter
empírico y limitado por la invasión hispana,1 y los registros documentales.
Por otra parte, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, se percibe el esfuerzo por
posicionar la etnohistoria y los estudios etnohistóricos en el debate sobre la unidad teórica de
las ciencias sociales y necesidad de elaborar marcos conceptuales y equipos
interdisciplinarios de investigación,2 cuestión que caracteriza el acercamiento, gradual, de
ciertos arqueólogos a la ciencia histórica en las últimas cuatro décadas.
Historiadores como Silva3 e Hidalgo4 habían remarcado con interés el potencial del trabajo
colaborativo entre historiadores, arqueólogos y antropólogos, cuestión que, como veremos a
continuación, es la base de los estudios etnohistóricos en el norte de Chile y especialmente
aquellos que se abocan a la historia andina.
Aunque en sus comienzos, a mediados de la década de 1960, la etnohistoria andina fue
practicada sólo por un puñado de especialistas. Su influencia, según plantea Núñez, hasta el
día de hoy ha sido creciente y puede distinguirse claramente que ha renovado sus problemas
bajo dos tradiciones de investigación: aquella que destaca los logros de la civilización andina
prehispánica y otra, que enfatiza las ruptura, choques y cargas económicas sufridas por las
1
Véase Urbina, 2010.
Bittman, 1969; Cabezas, 1983.
3
Silva, 1985.
4
Hidalgo, 2004[1982].
2
8
sociedades andinas en la medida que avanzaban las relaciones mercantiles generadas por la
invasión europea.5
En este capítulo se analizan posiciones y perspectivas que consideramos relevantes, por su
influencia, en la investigación etnohistórica que desarrollamos en la región de Tarapacá.6 Se
trata de un trabajo compilatorio selectivo, que construye una aproximación centrada en el
debate sobre la posibilidad de traducción,7 coordinación y diálogo entre los registros y líneas
de evidencia que la arqueología y la historiografía desarrollan para describir y explicar la
historia regional de los pueblos del Centro Sur Andino.
1.1.1. Etnohistoria y estudios etnohistóricos
Dentro de la historiografía chilena la etnohistoria puede ser considerada como una corriente
reconocida desde la década de 1970.8 En el año 1969, Bente Bittman describía el ambiente
en que se gestaban las corrientes etnohistóricas dominantes en Chile, los exponentes y
modalidades que podía asumir su ejercicio aplicado en distintos escenarios de investigación,
temas o períodos. Señalaba que, dentro de la antropología, puede entenderse la etnohistoria
como:
“... el estudio realizado sobre la base de fuentes escritas de los pueblos primitivos o,
más bien, de los pueblos que tradicionalmente estudia el antropólogo [...] se refiere
al análisis de fuentes escritas y en su mayoría de documentos escritos por no-
5
Núñez, 2013: 244-262.
Núñez, L., 1984. En esta Tesis, consideramos operativamente la “región Pica-Tarapacá” para el período
Intermedio Tardío, como aquel territorio enmarcado en el polígono Pisagua-Caleta Huelén-Quillagua-MiñoIsluga. Desde el punto de vista geográfico y cultural es el escenario donde se traslapan o interdigitan el extremo
norte de la subárea Circumpuneña y el extremo sur de la subárea de Valles Occidentales. Desde el punto de
vista etnohistórico Tarapacá ocupa la parte meridional de la región del Colesuyo, integrada por poblaciones
yungas, coles, uros y camanchacas, cuyo límite septentrional pudo estar en Arequipa o inclusive más al norte,
en Ica. Véase, Rostworowski, 1986: 127-135; Mujica, 1990: 7-10. Martínez, 1998; Villagrán et al., 2003: 73124.
7
Hidalgo, 2004: 417.
8
Hidalgo, 2004: 672.
6
9
antropólogos, razón por la cual representa en parte una regresión al estilo pre
trabajo de campo del antropólogo de gabinete”.9
Paralelamente, John Murra publicaba en Lima su artículo Las investigaciones en etnohistoria
andina y sus posibilidades en el futuro, estableciendo que la etnohistoria podría constituir el
espacio necesario en que distintas fuentes, prácticas científicas y proposiciones pudieran
consultarse, notando además que “... el efecto acumulativo de estos esfuerzos sería aún más
importante si historiadores y etnólogos pasaran a entablar una verdadera colaboración en
lugar de actuar paralelamente”.10
Según Jorge Hidalgo, desde el inicio de esta corriente a fines del siglo XIX, enfrentado al
problema de las fuentes la etnohistoria, José Toribio Medina ya evaluaba las crónicas y
relaciones de viajeros en relación con los restos materiales dejados por los pueblos
prehispánicos, sus restos óseos, la lengua, apoyándose en otras ciencias como la zoología y
paleontología. En esta medida, la obra de Medina inaugura el estudio del pasado prehispánico
y de los indígenas contemporáneos, como un esfuerzo interdisciplinario.11 La influencia de
Medina atraviesa el siglo posterior a su obra, a tal punto que en 1982, Hidalgo instaba a los
etnohistoriadores chilenos, haciendo eco del ideario de Murra y Bittman, a indagar con mayor
precisión y constancia en la documentación histórica inédita, y no únicamente en las crónicas
publicadas.12
9
Bittman, 1969: 6. En relación al problema recurrente de disponibilidad de fuentes escritas, la autora tiene la
virtud de referir, de modo ejemplar y no restrictivo, al papel que le cabe a la arqueología en el campo de los
estudios etnohistóricos en América: “… En este continente, el período de tiempo cubierto por los documentos
escritos, es en la mayoría de los casos muy breve, y esto requiere decir que la arqueología da la mayor parte
de la información [...] la arqueología hace análisis sincrónicos y diacrónicos de un punto determinado en el
tiempo, como también investigaciones respecto a evolución cultural [...] Si hay documentos escritos, se puede
considerar la arqueología como uno de los campos auxiliares de la etnohistoria, o el arqueólogo mismo se
puede volver etnohistoriador” (Bittman, 1969: 7).
10
Murra, 2002: 453.
11
Hidalgo, 2004: 657.
12
En esta dirección, Hidalgo proponía el inicio de un largo recorrido de renovación metodológica que
enfrentaba y disponía de conjuntos documentales conformados por visitas, documentos judiciales, eclesiásticos
o notariales, los que “… posibilitan no sólo estudios demográficos sobre bases más sólidas, detalladas y
dinámicas que las apreciaciones de cronistas y viajeros, sino también entregan riquísima información sobre
las estructuras políticas indígenas coloniales, el número de ayllu, migraciones, mestizaje, abusos
administrativos, relaciones inter étnicas o inter culturales, procesos de aculturación, resistencia y asimilación.
Mucho más podemos aprender de preservar en esta línea, especialmente en áreas como el norte de Chile,
donde las relaciones de cronistas y viajeros son menos ricas, extensas y numerosas que en la región de la
10
Durante la segunda mitad del siglo XX se proponía que, utilizando los métodos de la
etnología y las categorías de la antropología sociocultural, el campo de la etnohistoria fuera
considerado el de una “arqueología documental”.13 Más aún, junto a la valoración metódica
de la data documental14 y artefactual analizada por la arqueología, debía estimarse la
capacidad retrospectiva o regresiva que el estudio de la documentación del siglo XVI permite
hacia los siglos prehispánico tardíos.15
En ese sentido, de acuerdo con Dark, sólo el esquema de síntesis etnohistórica que aborde el
continuum cultural, manteniendo el balance entre los aspectos sincrónicos y diacrónicos de
la cultura, podría generar una comprensión integral de las expansiones o contracciones
espaciales y las alteraciones o reajustes en la estructura del o los grupos étnicos analizados.16
Tanto el nivel hipotético (predictivo) como interpretativo de los estudios etnohistóricos
particulares o las etnohistorias generales se verían fortalecidos por la descripción de los
procesos comunes que en los períodos o los atributos culturales, patrones o prácticas
persistentes en el tiempo (p.e. el ayllu andino), como las fases de transformación que
frontera mapuche. La nueva documentación no debe limitarse a la prosa de textos históricos; también los
gráficos, mapas, y dibujos hechos por observadores, técnicos y políticos del pasado pueden prestar servicios a
la investigación etnohistórica” Hidalgo, 2004: 683. Véase para más detalle los trabajos de Silva, 1985; Murra,
1975; Pease, 1978. También, Rostworowski, 1978; Hidalgo, 2004: 15-23.
13
Hidalgo, 1972: 14.
14
Hidalgo, 1972: 13-16.
15
Esta mirada hacia el pasado arqueológico a partir de las fuentes escritas queda planteado en la introducción
del trabajo Diaguitas chilenos protohistóricos, donde Hidalgo refiere a los objetivos programáticos de la
etnohistoria “Con el estudio del testimonio escrito dejado por los primeros europeos que recorrieron estos
territorios americanos, es posible aproximarse a los períodos prehispánicos [...] Existe conciencia entre los
estudiosos del pasado que tanto los arqueólogos como los etnohistoriadores y otros especialistas deben
combinar sus esfuerzos para comprender adecuadamente los procesos y las culturas prehispánicas del país”
(Hidalgo, 1989: 289).
16
Philip Dark discute métodos o tipos de síntesis en el campo de la etnohistoria o los estudios etnohistóricos,
1) transversal (cross-sectional), la cual, dependiendo de las fuentes disponibles, se enfoca en la globalidad de
la cultura en ciertos momentos o hitos cronológicos, estableciendo una secuencia en base a patrones locales y
generales, que indican grados de desarrollo de los grupos; 2) institucional, ocupada de ciertos aspectos
particulares, temas o atributos representativos de un grupo étnico en el tiempo; y, 3) continuo cultural (cultural
continuum), que establece entre los dos primeros métodos (Dark, 1957: 243-249). El autor plantea que las
investigaciones etnohistóricas en el ámbito anglosajón y euroamericano asumieron distintas modalidades en el
estudio de grupos étnicos o poblaciones nativas: 1) relaciones descriptivas sobre la estructura y procesos
culturales; 2) demostraciones de cambios estructurales en la cultura; 3) demostraciones sobre los mecanismos
de cambio; 4) periodificaciones sobre los cambios estructurales y procesos culturales; 5) estudios unificadores
del desarrollo cultural basado en procesos comunes; 6) [a partir de 4 y 5], estudios del desarrollo cultural
enfocado en componentes culturales o tendencias a lo largo de distintos períodos históricos; 7) [a partir de 6],
síntesis de procesos culturales en base a tendencias de desarrollo y patrones de cambio o transformación. (Dark,
1957: 255-256). La traducción es nuestra.
11
determinan su subdivisión interna o el cambio de un período a otro en la historia cultural de
una comunidad, grupo o sociedad.
A pesar de las distintas perspectivas sobre cómo examinar, coordinar y valorar las diversas
fuentes disponibles en el análisis etnohistórico, hay coincidencia en fomentar una lectura
menos estática y literal de las fuentes, cuyo fundamento práctico queda evidenciado en la
impronta interdisciplinaria de esta corriente historiográfica,17 así como en el sentido de
coherencia y continuidad que los atributos y patrones analizados deben asumir al analizar
registros de distinta naturaleza. En este esquema de interdependencia, la arqueología es
reconocida como un registro material, o de información no escrita, de especial importancia
para caracterizar una historia factual y aquellos “… procesos implícitos en los vestigios
culturales, entendidos estos en su más amplia acepción”.18
En síntesis, la compilación, descripción y síntesis de videncia documental y material sobre
la organización social de uno o varios grupos o poblaciones suponen etapas fundamentales
que el trabajo etnohistórico debe atravesar para alcanzar los objetivos científicos esperados;
mientras la recopilación de información involucra un sentido de sistematización, la
descripción involucra un claro sentido de relevancia y valoración de los registros e
informaciones.19
Ahora bien, algunos problemas derivados de los desbalances disciplinarios, generaron
visiones y omisiones en los estudios etnohistóricos en base a cierta apreciación subjetiva
sobre la importancia, cantidad y disponibilidad de evidencias o registros,20 lo que condujo a
tratar los períodos prehistóricos y protohistóricos desde una perspectiva sincrónica, mientras
que los períodos tardíos se desplegaban diacrónicamente, con mayor densidad o espesor
histórico y ocupando mayor espacio en las investigaciones, en tanto las fuentes escritas eran
más abundantes.
17
Dicha impronta ha sido bien descrita por Franklin Pease quién señala: “... etnohistoria es una perspectiva
reciente dentro del conjunto de las múltiples formas de hacer historia [...] (aunque) Pocas, veces, es cierto, ha
adquirido el criterio de combinación real de las estrategias históricas, antropológicas y arqueológicas, que se
sugirió con frecuencia como un modelo ideal de desarrollo de la disciplina” (Pease, 1993: 2-3).
18
Silva, 1996: 1.
19
Dark, 1957: 253.
20
Dark, 1957: 254.
12
En la presenta investigación se asume el carácter retrospectivo que ofrece la lectura cautelosa
de las fuentes documentales tempranas para describir, comprender y completar el panorama
histórico de los pueblos americanos sin escritura al modo occidental, y especialmente los
registros al que dichas fuentes hacen referencia, permite sugerir cierta propiedad de
traducibilidad en el trabajo etnohistórico, convirtiendo “… las evidencias etnohistóricas en
arqueológicas y viceversa”.21
Si bien la doble articulación que describimos entre arqueología e historia permite deponer
ciertas barreras metodológicas, también establece un claro alcance de las expectativas e
inferencias que presupone el problema de investigación que tratamos en esta investigación.
El caso de estudio particular, circunscrito a Tarapacá, nos permite ejemplificar bien esta
situación a escala regional, puesto que abarca un período el cual, en apariencia, sólo dispone
de fuentes arqueológicas para el primer lapso (ca. 1400-1535) y, en el lapso siguiente, aunque
se dispone de fuentes arqueológicas y documentales (ca. 1535-1700), las últimas también
aluden a las condiciones históricas y geopolíticas previas a la invasión hispana.
1.1.2. La perspectiva histórica en la arqueología
En la discusión metodológica de fondo que guía la presente investigación se encuentra la
aplicación concreta del concepto de “asentamiento” en el análisis etnohistórico. Se trata de
un componente clave que permite ordenar y organizar el trabajo interdisciplinario y
comprender los patrones y transformaciones de las poblaciones que a este concepto se
vinculan.
El asentamiento es una categoría de corte sociológico, utilizada en los estudios de geografía
humana que dominaron la arqueología en la década de 1950 y 1960.22 Analíticamente es el
punto de confluencia de la información histórica y arqueológica que utilizamos en esta
investigación; el que permite, a su vez, el diálogo con los modelos que la etnohistoria ha
21
22
Hidalgo, 2004: 417.
Willey, 1958; Chang, 1968, 1976; Trigger, 1968; Willey, 1968.
13
elaborado para explicar los patrones de poblamiento, complementariedad y organización
social de los pueblos andinos a lo largo de su historia (y prehistoria).23
En el norte de Chile, particularmente en Atacama, a fines de los años setenta se conformó al
amparo de la Universidad de Chile el llamado “Grupo Toconce”. El foco de las
investigaciones de este equipo fue la historia de asentamientos particulares y patrones de
asentamiento en la cuenca superior del río Loa, especialmente durante el período Intermedio
Tardío (ca. 900-1450) y Tardío (ca. 1450-1540). Este grupo desarrolló una aproximación
arqueológica de corte etnográfico para analizar la prehistoria local y regional, aprovechando
que:
“existía una asombrosa analogía entre la arqueología y fenómenos actuales como la
ocupación de los espacios y patrones de asentamiento, modo de vida, rituales
funerarios y otros elementos de la etnografía local, los que se constituían en ricos
potenciales para la interpretación de los restos materiales del pasado”.24
La década de 1980 el trabajo de Berenguer El método histórico directo en Arqueología,25
propone comparar de forma sistemática datos etnográficos y arqueológicos, especialmente si
éstos provienen de sectores con una reconocida continuidad histórico-cultural y poblacional.
En el contexto de las ciencias sociales, su enfoque continuista abría la posibilidad de avanzar
desde la analogía etnográfica a la etnoarqueología, especialmente en las regiones quechuas,
aimaras, mapuches y fuego- patagónicas de Chile.26
23
Para una revisión de las definiciones y usos de este concepto en los estudios etnohistóricos, así como las
aplicaciones concretas en los modelos de ocupación en el Centro Sur Andino durante el período de Desarrollos
Regionales (s. X-XV), Inca (s. XV-XVI), Colonial (s. XVI-XVII), véase Urbina 2014: 54-80.
24
Los autores admiten en el mismo trabajo, que hasta los años setenta “... regía en la arqueología nacional y
latinoamericana una marcada corriente positivista que excluía orientaciones etnográficas en las
interpretaciones de restos prehispánicos. Dentro de esta orientación, las analogías etnográficas eran miradas
con mucho recelo, llegándose a un verdadero divorcio entre la Arqueología y la Etnología. Se discutía incluso
si la primera disciplina se debiera considerar como una parte de la Antropología o estaba vinculada más
fuertemente a las ciencias naturales”. Aldunate et al., 2003: 305-306.
25
Berenguer, 1983.
26
Berenguer, 1983: 70. Según el autor, las condiciones para este avance son las siguientes: 1) que en la zona
de estudio el pasado prehispánico se ubique a no más de 500 años del presente, 2) que no hayan ocurrido
cambios étnicos significativos en los períodos prehistóricos y protohistóricos y, finalmente, 3) que se cuente
con fuentes etnohistóricas y (4) persistan poblaciones indígenas con cultura predominantemente nativa.
Berenguer, 1983: 69. En la misma década Gruzinski (1991) plantea una aproximación crítica a los enfoques
14
La línea etnohistórica del Grupo Toconce, permitió resolver temas o preguntas
principalmente de interés arqueológico, y debido a la posición académica de sus integrantes
ejerció una fuerte influencia en la formación de nuevos profesionales bajo éste prisma.27
Particularmente, los aportes de Martínez a la historia colonial de Atacama, sustentados en el
uso del concepto de “patrón de asentamiento”,28 acusan el fértil diálogo gestado producto de
la modalidad de trabajo inter disciplinario que hemos venido refiriendo.29 Allí emerge con
claridad el aporte a su trabajo de las sucesivos trabajos de campo y una mirada etnográfica
de las fuentes documentales de la región atacameña.30
A partir de esta aproximación, los análisis etnohistóricos y etnoarqueológicos en la región de
Antofagasta demostraron la utilidad de analizar los procesos históricos prehispánicos e
hispánicos de modo integral, haciendo:
“más evidente la legitimidad y necesidad del uso de la etnografía para la
arqueología. Ello permitió que, como fruto de los trabajos de Murra (1975), a fines
de la década de 1970 se presentara la tesis de la Historia Andina (Pease 1978) en la
cual se comprende el desarrollo de los pueblos prehispánicos de los Andes, junto a
los fenómenos de la Conquista y la Colonia; llegando a integrar la Arqueología con
la Historia, usando como un verdadero trampolín a la Etnohistoria”.31
Otro polo de trabajo etnohistórico interdisciplinario fue liderado por el denominado “Grupo
de Arica”32, donde en el transcurso de la década de 1980 ocurre un fructífero diálogo
profesional y colaborativo entre profesionales, antecedido por la actividad académica
que resaltan las continuidades históricas y culturales en el proceso de coloniazción europea de América,
enfatizando el contexto de transformaciones ideológicas o religiosas que supone el proceso de occidentalización
del méxico del siglo XVI y XVII.
27
Véase Núñez, 2013.
28
Aldunate et al., 1986.
29
Martínez, 1998. Otro aspecto relevante de tales contribuciones, es la valoración del conocimiento sobre el
paisaje, botánica, zoología, la historia oral de las comunidades indígenas, así como las versiones que reportan
los habitantes de cada localidad al relato histórico regional.
30
Castro y Martínez, 1996: 68-110.
31
Aldunate et al., 2003: 306.
32
Berenguer, 1995; Núñez, 2013.
15
desarrollada al amparo de la Universidad de Chile Zona Norte y distintos museos
arqueológicos de la entonces región de Tarapacá.33
Dentro de un extenso listado de contribuciones, nos interesa destacar el trabajo de Jorge
Hidalgo, Juan Chacama y Guillermo Focacci, publicado en 1982, donde plantean un análisis
innovador como inusual para la época, relacionando las regularidades decorativas de la
cerámica aldeana de Arica (ca. 350-1350 d.C.), como la dualidad, tri y cuatripartición, con
evidencias antropológicas y etnohistóricas relativas a la organización económica y social
andina, a nivel ecológico (relaciones de verticalidad), regional (curacazgos) y macro regional
(Tawantinsuyo).34 Esta línea de trabajo habilitó reflexiones posteriores, como aquella donde
Hidalgo y Focacci, en 1986, tratan de forma explícita la situación colonial de las poblaciones
indígenas en la zona de Arica (valles y costa adyacente), proponiendo una doble lectura de
las fuentes documentales y materiales (funerarias).
Desde nuestro punto de vista, este trabajo ofrece un ejemplo metodológico paradigmático,
donde superada la cuestión sobre la colaboración disciplinaria, se instala una visión
epistemológica novedosa, relativa a la “traducibilidad” de las evidencias y datos provenientes
de la historia y la arqueología, cuestionando a su vez aquella muy difundida idea según la
cual los datos arqueológicos no pueden tener una lectura histórica.35
Aunque esta discusión no ha ejercido una influencia notoria en años recientes, el arqueólogo
argentino Pablo Cruz ha graficado con nitidez la sensible disyuntiva que plantea en el caso
de los estudios andinos, que denomina como el “dilema de Cesar”, donde:
“…la desconfianza de los arqueólogos con respecto a la objetividad de las fuentes
[…] sobre todo si el objeto de estudio se inserta en un marco de conquista y
colonialidad […] El dilema yace en que si bien la probabilidad de que las fuentes
documentales reflejen una imagen del pasado condicionada y distorsionada por los
filtros ideológicos de sus autores –y sus intérpretes- sean estos intencionados o
33
Núñez, 2013: 95-101.
Hidalgo et al., 1981
35
Hidalgo y Focacci, 1986. Para una discusión reciente sobre esta materia véase Cruz, 2013: 56-64.
34
16
inconscientes, es considerable, el alcance de sus informaciones las convierte en un
registro ineludible”36.
Con todo, el diálogo dialéctico entre los registros históricos, arqueológicos, e incluso
etnográficos, permite, como han demostrado diversos colegas, en última instancia, efectuar
el ejercicio crítico de traductibilidad entre las fuentes o registros documentales y
arqueológicas. En concordancia con los trabajos mencionados, en nuestra opinión, las
investigaciones etnohistóricas modernas deben asumir la tarea de 1) abordar nuevos aspectos
y temáticas imposibles de indagar desde un único registro,37 y 2) comprender las conductas
humanas, las relaciones inter culturales, los eventos históricos y su significado en contextos
diacrónicos y marcos espaciales extensos.38
1.1.3. Acercamiento a la historia política indígena
Una de las materias o áreas temáticas que interesa discutir respecto de la posibilidad de
articulación y traductibilidad de los registros arqueológicos e históricos, es la bien conocida
lectura hispanista de la documentación temprana, que somete o reduce la complejidad
sociopolítica de las poblaciones americanas a meras actuaciones bajo o subordinadas al
régimen colonial.39 Por alguna razón, según Van Buren, las investigaciones desarrolladas
bajo el enfoque de la arqueología histórica presentan una curiosa tendencia durante las tres
últimas décadas a centrar su interés, casi exclusivamente, en las élites coloniales hispanas y
sus descendientes.40
36
Cruz, 2013: 56-57. El mismo autor señala, respecto de los estudios etnohistóricos andinos, que desde los
pioneros trabajos de Murra y Morris, la interacción disciplinar (historia y arqueología) se ha reducido
generalmente al mero intercambio de datos y conclusiones, donde especialistas como Pärssinen (2005: 4)
sostienen incluso que sólo luego de obtener resultados independientes ambas disciplinas pueden arribar a
comparaciones y síntesis. Sobre los cuestionamientos a los testimonios o declaraciones de agentes hispanos,
criollos o indígenas en informes coloniales, véase Hidalgo et al. 2016: 419, nota 54: 427.
37
Cruz, 2013: 57.
38
Trigger, 1981: 85; Knapp, 1992: 6.
39
La cual según los trabajos de Contreras (2010: 77) puede ser percibida con claridad en la historiografía
chilena.
40
Van Buren, 2002: 38.
17
Por otra parte, los episodios, eventos y procesos regionales generados por la expansión del
Tawantinsuyo, la invasión hispana y la conformación del Estado Colonial, se relacionaron
directamente con el proceso de división jurisdiccional del estado Inca y el Virreinato del Perú
(p.e. ayllus, pachacas, guarangas, guamanis y suyos; y luego, virreinatos, repartimientos,
corregimientos, audiencias, tenientazgos, obispados, doctrinas, curatos y parroquias, entre
otras).41
Un elocuente registro de piezas cartográficas originales y elaboradas a partir de
investigaciones publicadas que representan con claridad los hitos geopolíticos de estos
procesos (Figura 1.1-1.8),42 mientras la población indígena y sus instituciones (p.e. estructura
de cargos, formas de su1cesión, organización territorial y factores de cambio) se ven
subsumidas, y omitidas de la representación espacial al ritmo de los cambios institucionales
y organizacionales de más alto nivel.43
Desde una perspectiva diacrónica amplia la región de Tarapacá representa territorialmente
una zona de interacción entre las poblaciones de tierras altas y costeras de la subárea de
Valles Occidentales y Circumpuneña, entre el Contisuyo y Collasuyo de la etapa Inca (Figura
1.1);44 límite meridional del virreinato del Perú -región disputada por las Audiencias de Lima
y Charcas- (Figuras 1.2-1.4); siglos después, frontera sur del estado peruano con Bolivia
(Figura 1.5-1.6), invadida por el ejército chileno a fines del siglo XIX45 e incorporada a la
república de Chile, hasta nuestros tiempos (Figura 1.7).
41
Esta configuración geopolítica y territorial puede ser percibida incluso a partir de las divisiones políticoadministrativas posteriores al establecimiento de las fronteras nacionales de Bolivia, Perú y Chile; incluso de
las políticas de soberanía implementadas por el estado chileno (De Ramón 1997: 17-22), involucrando el
financiamiento a la investigación científica en el siglo XX y XXI (Troncoso, et al., 2008: 127; Núñez, 2013:
107).
42
Para el siglo XVI, la serie está conformada por 5 mapas datados entre 1554 y 1592 que muestran el litoral sur
del continente americano (López de Gomara, ca. 1554; López de Velazco, ca. 1575; Ortelius, ca. 1587; y, De
Bry, ca. 1592) y donde Tarapacá figura como un punto en este extenso litoral, a veces referido como “Punta de
Tarapacá” o dispuesto con el ícono de un asentamiento poblado o ciudad tanto en la costa como en el interior.
43
Algunos detalles de las láminas presentadas en este capítulo son utilizados en los siguientes.
44
Uribe et al, 2012; Urbina y Uribe, 2016.
45
Esta es la razón por las cuales José Toribio Medina no ha tratado en su obra “Los Aborígenes de Chile”, la
situación de los pueblos indígenas de las entonces regiones de Antofagasta (Bolivia) y Tarapacá (Perú). Keller,
1953: vi.
18
Figura 1.1. Esquema de la expansión incaica, siglo XIV-XVI.
Fuente: Urbina y Uribe, 2016. Modificado de Pärsinnen ([1993]2003, mapa 11: 128).
19
Figura 1.2. Descripción de la audiencia de los Charcas, ca. 1622.
Fuente: JCB, Map Collection, n° 0716-13. Antonio de Herrera y Tordesillas (?).
El déficit o marginalidad con que ha sido tratada la historia política indígena se relacionan,
no sólo con la perspectiva hispanista referida al comienzo de este capítulo, sino con las
expresiones nacionalistas de post guerra, el centralismo académico e intelectual chileno, que
influyen en los énfasis de la investigación científica lo largo del siglo XX y XXI.
Las críticas surgidas dentro del ámbito disciplinario acusan una evidente falta de exploración
de esta temática, expresión superficial del casi total desconocimiento de las formas de
asentamiento indígena (e hispano) y la tenencia de tierras,46 así como las fases de desarrollo
46
Mellafe, 2004: 252.
20
y cambio en las relaciones inter culturales,47 que son en realidad el problema o vacío
subyacente en toda investigación etnohistórica.
Figura 1.3. Detalle del Partido de Tarapacá en el “Plan de los siete partidos sujetos al
Obispado e Intendencia de Arequipa...”, ca. 1789.
Fuente: AGI, Mapas y planos, Perú y Chile, n° 115.
Si bien la reconstrucción de la historia de nuestro ascendiente indígena ha sido postergada en
desmedro de una implícita o declarada subordinación y aspiración cultural de Chile al modo
de vida y mundo euro americano y europeo en general, demostrando bajo esas circunstancias
47
Foerster y Vergara, 1996: 9-34.
21
un evidente resabio colonial,48 es la misma problemática la que nos estimulan a reconsiderar
nuestro pasado centenario49 desde enfoques integrados y menos dicotómicos.
Figura 1.4. Virreinato del Perú, ca. 1812.
Fuente: David Rumsey Historical Map Collection,
n° 0028055.
Figura 1.5. Perú y Bolivia, ca. 1851.
Fuente: DM-UACh, Colección de Mapas y Planos.
Siguiendo el planteamiento de Carrera Damas, las investigaciones etnohistóricas, ya sea
enmarcada regionalmente o sobre un conjunto de pueblos indígenas, debieran perseguir
mancomunadamente la superación de “la visión criolla de la historia”50 imponiéndose tres
objetivos estratégicos: 1) rescatar una perspectiva histórica del largo período americano
representado por las sociedades aborígenes, entendiendo estas como un continuo y no como
48
Martínez et al., 2002: 27-31.
Si llevamos esta reflexión al plano latinoamericano, como indica Germán Carrera Damas “… el criollo ha
rehuido la admisión de su realidad, sobre todo lo que concierne a sus relaciones con las sociedades indígenas,
al igual que a su tenaz actitud de subordinación imitativa respecto de sus ancestros europeos. Esto ha
entrabado la creatividad del criollo latinoamericano, por obra tanto de la persistencia en su conciencia de los
modos iniciales y primarios de su relación con las sociedades aborígenes como por su aspiración a
identificarse con los patrones culturales europeos. He intentado sintetizar esta situación del criollo
latinoamericano definiéndolo como un dominador cautivo, pues se esfuerza por diferenciarse del aborigen
dominado, entregándose cada vez más a su propio cautiverio, representado por su solícita sumisión a formas
culturales acatadas como paradigmas, en cuya formación ha tenido poca, si alguna, participación” (Carrera
Damas, 2000: 17). El subrayado es nuestro.
50
Van Buren, 2002: 38-40; Carrera Damas, 2000: 18-20.
49
22
un antecedente o complemento del proceso de implantación y descendencia de las sociedades
europeas y criollas o mestizas; 2) situar a las sociedades implantadas en una relación de
interacción múltiple con los factores y procesos que a lo largo de medio milenio han
condicionado su formación; y, 3) revisar el modo de relación de dichas sociedades con la
historia universal, con las sociedades aborígenes, con la población africana trasladada a
América y con las sucesivas presencias migratorias.51
De acuerdo con lo anterior, la “visión criolla de la historia” resulta ser un enfoque
epistemológico, al menos, limitante, el cual ejerce una fuerza teórica opuesta a los esfuerzos
por abordar la historia política indígena o restablecer los procesos continuos de ocupación
del territorio.52
En la segunda parte de esta investigación, analizaremos el catálogo de términos geopolíticos
y de jerarquía política interpersonal e intercomunitaria que se despliegan en Tarapaca
durante el siglo XVI y principios del XVII, contrastando la posición que referimos en el
párrafo anterior. Veremos como el encuentro con los primeros contingentes hispanos, desata
un complejo nudo antropológico formado por las interacciones entre diversas formaciones
sociales (pueblos, ayllus, parcialidades, provincias), colonos estatales (mitmaqkuna) o de
otras agrupaciones de distinta raigambre étnica (mitimaes), que a esa altura se encontraban
sujetas o formaban parte de alguna de las provincias del Tawantinsuyo en la región.53
51
Al abordar la historia colonial, el investigador ha de enfrentarse al desafío de “…restablecer la identidad
histórica de las sociedades indígenas, que han sido incorporadas en una suerte de escenario geohumano
dispuesto para la hazaña de la conquista y la colonización; o han sido relegadas abusivamente, ya en la
república, a la condición de minorías destinadas a desvanecerse” Carrera Damas (2000: 19).
52
Esta mirada puede ser definida como la conciencia histórica generada a partir del establecimiento forzoso de
una sociedad en un territorio ya ocupado por sociedades nativas, “… proceso que ha generado una relación de
dominio, en la cual el dominador se ve a sí mismo como representante de la razón histórica del proceso global
y el dominado es visto por el dominador, a un tiempo, como antecedente y como compañero indeseable (el
problema indígena). El resultado es una concepción fatalista del proceso de relación entre sociedades,
consistente en que el dominado estaría destinado a incorporarse a la sociedad criolla” Carrera Damas (2000:
19). Dentro de la historia científica chilena, unos de los ámbitos donde se expresa este problema es en los
estudios sobre el “período de conquista”, donde se destaca o enfatizan los aspectos militares y económicos de
la invasión hispana; la encomienda, la instalación o colonización efectiva, la producción de bienes, omitiendo
el rol de las poblaciones locales o los grupos étnicos. La arqueología del período, participa tangencialmente u
omite “testear” el alcance analítico o validez de términos globalizantes como “conquista”, “indio”, u otros como
“colonial” o “andino” y sus distintas variantes, por ejemplo “sur andino” y otras etno denominaciones (Urbina,
2014: 19-20).
53
D’Altroy, 2002: 306-308. Uribe y Sánchez, 2016: 536-541.
23
Figura 1.6. Provincia de Tarapacá dentro del Departamento de Moquegua, Perú.
Fuente: Paz-Soldán 1865: pl. XLVII.
24
Figura 1.7. Mapa geográfico de la Provincia de Tarapacá, Chile.
Fuente: Espinoza, 1903, mapa N° 5
En la documentación referida a este lapso temporal pueden apreciarse denominaciones
étnicas y formulas discursivas/escriturales que combinan términos de índole político cultural
25
vigentes en el siglo XVI, a las que se suman paulatinamente otras en los siglos posteriores
como aquellas deducidas o impuestas por los propios intelectuales y científicos durante el
siglo XIX y XX.54
Ahora bien, en la primera mitad del siglo XVI habrían sido registradas alusiones etnonímicas
y toponímicas emergentes y otras de antiquísimo uso en distintas clases de testimonios. Tales
testimonios asumen distintos énfasis, profundidad descriptiva que operan bajo desiguales
intereses en juego, donde influyen cambios cronológicos y políticos significativos, por lo
cual deben ser utilizados con precaución.55
Recordemos, para cerrar esta discusión, el comentario de Hidalgo a partir del trabajo La mita
de Tarapacá en el siglo XVIII del historiador Sergio Villalobos, quien releva el aporte
fundamental a la reconstrucción de la historia indígena mediante el análisis de
documentación inédita efectuado por su trabajo,“… poniendo fin a muchos mitos sobre la
ausencia de vida política en los indígenas coloniales”.56 El mismo autor señala que dicha
contribución, como aquellas posteriores del mismo Villalobos y Larraín57 a cerca del período
colonial en la región –a pesar de ciertas diferencias metodológicas-, exponen una línea de
estudios históricos que “enriquecen nuestro conocimiento del pasado y nuestra comprensión
de los aymaraes del norte de Chile”.58
Cuestionable resulta entonces el grado de influencia que ha tenido la historia política reciente,
el proceso de “chilenización”, que propone representaciones sobre las poblaciones
tarapaqueñas como empobrecidos habitantes de un territorio desértico que en ciertos sectores,
54
Martínez et al., 2002: 27-46. De acuerdo a estos autores, a pesar de los distintos registros lingüísticos y
traducciones -algunas modificadas, deformadas o compuestas-, tanto los antropónimos, topónimos, etnónimos
colectivos, denominaciones económicas o culturales, muchos de ellos adjudicados a “grupos singularizados”,
como grupos aimara, quechua, yunga, uro, entre otros, en el discurso nacional, todos han mantenido una
ubicación dentro de un sujeto colectivo, los indios.
55
En tales circunstancias, según el comentario de Silva, se requiere cautelar cierto apremio de la etnohistoria
por revivir a cabalidad las estructuras indígenas anteriores a la conquista, y con este propósito hacer uso laxo
de fuentes históricas a objeto de determinar el: “... ordenamiento interno de las sociedades indígenas al
momento del contacto europeo, haciéndolas aparecer como entidades estáticas, detenidas tanto espacial como
temporalmente […] (mientras) en la etnohistoria el fastos indígena aparece detenido en el instante en que
irrumpen los europeos en sus lares, la historiografía tradicional simplemente los olvida a partir de la época
caracterizada como del descubrimiento, omitiendo que tal hecho fue mutuo” (Silva, 1996: 6).
56
Hidalgo, 2004: 683, en referencia a Villalobos, 1975: 301-312.
57
Larraín, 1975.
58
Hidalgo, 2004: 683.
26
como el cordillerano, han mantenido y mantienen modos de vida más ligados al pasado
peruano-boliviano y prehistórico.59
En suma, debido al lapso temporal que esta investigación abarca, desde el encuentro y
transformación detonada por la expansión del Tawantinsuyo hasta la conformación del estado
colonial en el Perú virreinal, hemos considerado que cualquier aporte sustantivo y novedoso
en la materia de estudio requiere no sólo de un manejo crítico de registros, fuentes y datos de
distinta índole60 en una dimensión espacial amplia, sino también de una explícita
preocupación por la historia política de las poblaciones tarapaqueñas. Todo indica que una
investigación etnohistórica regional requiere del adecuado conocimiento y valoración de las
fuentes documentales y de la integración de información relativa a las redes de asentamientos
en el espacio geográfico y cultural dentro de estas redes se insertan.
1.2. Tarapacá: geografía e historia cultural
La región de Tarapacá constituye un caso particular en el contexto del Centro Sur Andino
como en el norte de Chile. Plantear una investigación etnohistórica encuadrada en una región
como tal supone revisar los aportes efectuados por distintos especialistas respecto del marco
biogeográfico y conformación del paisaje donde se analizan posteriormente los datos
materiales y documentales, así como las interpretaciones que han construido el marco
histórico cultural de esta región en el marco disciplinario de los estudios andinos en el norte
de Chile.
59
Núñez, 2013.
El problema reside para la arqueología, en el ingreso de un abrumador torrente documental provisto por
testimonios de distintos hablantes (hispanos y nativos). Acostumbrados a describir, comparar y proponer una
interpretación de la cultura material, la arqueología se enfrenta, a partir de la invasión hispana, a innumerables
situaciones donde el registro material cobra significados múltiples y determina situaciones analíticas antes
ausentes del sólo estudio del contexto arqueológico. Por otro lado, para la historia indígena y la etnohistoria,
operando bajo un esquema cronológicamente algo más sólido -conformado por informaciones y testimonios
datados documentalmente sobre una región andina aún no occidentalizada-, la amplificación de las fuentes
conlleva asumir/considerar necesariamente una trastienda histórica “pre documental” centenaria, donde se
desenvuelven diversas poblaciones, tradiciones culturales y procesos históricos “prehispánicos”. Vale decir que,
sin un esfuerzo disciplinario integrativo y retrospectivo, muchas informaciones e interpretaciones arqueológicas
e históricas sobre territorios, poblaciones y episodios o procesos, pueden tornarse en estimaciones
materialmente incontrastables o inferencias históricamente descontextualizadas (Urbina, 2014: 21).
60
27
1.2.1. Atributos biogeográficos y ocupación humana
El objetivo de este apartado es referir los elementos biogeográficos principales de la región,
aceptando que algunos atributos climáticos, del relieve e hidrografía, considerados esenciales
en su conjunto, han determinado, o al menos guiado, el curso de las adaptaciones humanas a
nivel local y la conspicua evolución del patrón de asentamiento a escalas zonales y
regionales.
Una de las singularidades que fundamentan esta afirmación es que las condiciones propias
del ambiente desértico tarapaqueño, por ejemplo la presencia de un rasgo como la Pampa del
Tamarugal (Figura 1.8 y 1.9), ha generado escenarios en el relato histórico y arqueológico
donde se distingue ésta unidad de paisaje de la región de Arica y sus valles interiores, como
de Atacama, donde destaca la cuenca del río Loa y el salar de Atacama.61
La caracterización regional que ahora presentamos es complementaria a aquella presentada
en estudios arqueológicos en el altiplano de la región y en nuestra investigación etnohistórica
regional precedente.62 Para ello, sintetizaremos los principales datos geográficos,
antropológicos, cronológicos y espaciales, sobre las áreas habitadas que emergen de los
registros de asentamientos arqueológicos en la región.
61
De esta manera, por efecto de los diversos niveles de coherencia entre el medio biogeográfico, la
productividad y las historias ocupacionales locales -las cuales dan forma a aquella historia ocupacional de nivel
regional-, las limitantes climáticas o catástrofes periódicas o excepcionales, enfermedades entre ellas, se han
desarrollado desbalances intra e inter comunitarias, resueltas mediante innovaciones tecnológicas, alianzas o
fusiones entre agrupaciones sociopolíticas segmentarias y arreglos económicos institucionalizados como la
complementariedad, el tráfico caravanero, el trueque o intercambios directos y las relaciones reciprocidad cara
a cara entre unidades domésticas. Véase Schiappacasse et al., 1989: 202-204.
62
Urbina, 2009: 29-50; Urbina, 2014: 41-50.
28
Figura 1.8. División geográfica longitudinal de la región de Tarapacá y Arica-Parinacota.
Fuente: Instituto Geográfico Militar (IGM), 1985.
29
Cómo muestran las figuras 1.8 y 1.9, el patrón orográfico del norte grande de Chile se
caracteriza por una secuencia de W a E constituido por el farellón costero, llanuras fluviales
o pequeñas terrazas marinas en la línea litoral; la depresión intermedia, fragmentada en el
sector septentrional (Arica) y mucho más coherente y maciza en el sector S (Tarapacá)
(Figura 1.10 y 1.11).
Figura 1.9. Corte elevación Iquique-Huaillaputuncu, zonación geológica y vegetacional.
Fuente: IGM, 1985.
Los planos inclinados asociados a sierras y pre cordilleras preceden las grandes depresiones
en altura o pre altiplánicas y la cordillera de los Andes y altiplano. De esta manera la región
30
se aprecia subdividida en franjas longitudinales y escalonadas en términos de altitud,
identificándose paisajes heterogéneos interconectados en su funcionalidad espacial: desierto
costero, desierto interior, estepa altiplánica, los cuales dibujan un perfil con una gradiente
altitudinal que va desde los 0 a los 6000 metros sobre nivel del mar (msnm).63
Figura 1.10. Representación topográfica de la región de Tarapacá.
Fuente: http://es-cl.topographic-map.com (consultado en 14-04-2017).
El litoral está singularizado por el continuo farellón costero que la ocupa, con alturas
promedio de 1000 m, interceptando el nivel de subsidencia atmosférica y con ello la presencia
de un techo permanente de nubes y camanchaca que caracterizan climáticamente el desierto
costero como un área de alta humedad y nubosidad.64 La cordillera de la costa impide el
ingreso de las neblinas costeras a la depresión intermedia acentuando con ello en el sector
sur de la macroregión (Tarapacá) las condiciones desérticas extremas.
63
64
Instituto Geográfico Militar, 1985: 15 (en adelante IGM). Véase Urbina, 2014: 278 y 310.
Navarro et al., 2010.
31
Figura 1.11. Imagen satelital región de Tarapacá.
Fuente: http://es-cl.topographic-map.com (consultado en 14-04-2017).
Sólo los valles principales que llegan al mar (Lluta, Azapa, Vítor, Camarones, Camiña-Tana
y Loa) permiten el acceso, por espacio de unos 10 km, a condiciones más húmedas, como es
el caso del cerro Poconchile (20 km al interior de Arica), límite a las condiciones marítimas
de máxima penetración hacia el oriente. Hacia el interior, particularmente en las quebradas,
se presenta un paisaje extremadamente seco, de alta limpidez atmosférica, gran cantidad de
insolación durante el día y enormes variaciones térmicas. La sierra o precordillera, constituye
la antesala a las cuencas y depresiones pre altiplánicas que se ubican al oriente, límite
geográfico que impide el traspaso de influencias orientales hacia el occidente. Las lluvias
estivales altiplánicas o invierno boliviano, con un promedio de 200 mm de agua caída entre
noviembre y marzo, no alcanzan el desierto interior en calidad de precipitaciones, sino en
forma secundaria o avenidas.65
65
Santoro et al., 1998. La influencia y efectos de las camanchacas, como las precipitaciones estivales han sido
de enorme importancia para el desarrollo tecnológico y sistemas agrícolas en los períodos prehispánicos y
coloniales.
32
Debido a las imponentes alturas que dominan en el sector Este u oriental de la región, las
temperaturas experimentan un sostenido decrecimiento, como se observa en el caso de la
estación Collahuasi a 4690 m de altura, con una temperatura media anual de –0,8 ºC y con
sólo seis meses de temperaturas sobre 0 ºC. Enero, es el mes más cálido, alcanza una media
de sólo 3,5 ºC. Entre estos valores extremos controlados por la altura de las fosas, mesetas y
cordilleras y el plano inclinado, que vincula este paisaje al de la depresión intermedia o
pampa desértica, exiets una relación entre el aumento de las temperaturas y el descenso de
las precipitaciones, que va acentuando la aridez y manifestando, de modo similar, cambios
en los pisos vegetacionales, pasando desde la estepa alto andina de pajonales, llaretales y
queñoales a las cactáceas columnares, estepa arbustiva abierta (tolar), y finalmente, al paisaje
completamente ausente de vegetación.66
De este modo, la franjas pre altiplánica y altiplánica presentan condiciones ambientales
prácticamente exclusivas, con lluvias en el verano y bajísimas temperaturas. El desierto
interior de Tarapacá es uno de los más áridos del mundo. Según los registros de Canchones
durante 8 años de observación se produjeron sólo 4 precipitaciones con un total de 4 mm de
agua caída. En colonia Pintados igual número de precipitaciones en 13 año, sumaron 3,1 mm.
La amplitud térmica diaria supera en la pampa del Tamarugal los 25 ºC y la húmeda relativa
varía entre 18 y 34% al medio día y al 35-50% en las horas de la mañana o al atardecer.67
Son estas condiciones de extremas aridez las que relegan la ocupación humana a las
depresiones aluviales o su desembocadura en el mar, puesto que en el altiplano las bajas
temperaturas y la puna conforman un hábitat de difícil habitabilidad. Los ríos, esporádicos
durante el verano obtienen sus nacientes en el macizo andino, donde a partir de las lluvias y
nieves se dirigen hacia el mar o bien hacia las cuencas endorreicas, como el lago Chungará
y los salares de Surire, Huasco y Coipasa. El disponer de agua superficial en medio del
desierto como el descrito, es una situación claramente extraordinaria y su uso, considerando
las dificultades en la calidad del agua propia de regiones desérticas, es un auténtico desafío
geográfico, que exige a la ciencia y la tecnología la adecuación en el manejo más apropiado
de los conceptos y valores ecológicos y económicos más avanzados.
66
67
IGM, 1985: 18.
IGM, 1985, Tabla 1: 17.
33
Desde la mirada continental sudamericana68 el altiplano tarapaqueño se extiende hacia los
países limítrofes y se conecta funcionalmente a la gran cuenca del Amazonas. Sus procesos
hidrográficos, geomorfológicos y climáticos pertenecen así a un sistema regional mayor, con
características y dinamismo propio. Otro tanto se puede afirmar respecto al desierto litoral,
cuyas características esenciales se extienden prácticamente por todo Perú y parte de Ecuador.
Por último, el sistema geográfico oceánico forma parte de una extensa región subtropical de
masas de agua y corrientes marinas asociadas a su vez al sistema ecuatorial.69
La región, desde esta perspectiva, presenta gran complejidad debido a su conformación
multiecológica, dinamismo y tipos de agentes antrópicos y naturales que han modelado los
paisajes locales o zonales en los últimos 13.000 años.70 Dentro de los agentes climáticos, es
particularmente notable a la sucesión de años secos y lluviosos en el altiplano, avenidas e
inundaciones de los valles aluviales (Figura 1.12), presencia del fenómeno del “Niño”, etc.,
todo lo cual torna a la naturaleza fundamentalmente sensible.71
La franja altiplánica cuenta con recursos como pastos, bofedales ubicados en cuencas y sales
interiores (p.e., Ujina, Coposa, Huasco y Cancosa), limitados por el cordón montañoso que
origina la divisoria de aguas. En el plano inclinado que desciende hasta la Pampa del
Tamarugal se ubican unas 23 quebradas endorreicas estacionales, entre aquellas de mayor
relevancia hidrográfica: Tana o Camiña por el norte y el río Loa, por el sur. Estas quebradas
interrumpen su curso inferior en el tercer ámbito o depresión de la Pampa, cuenca endorreica
de relleno aluvial donde se han formado mantos subterráneos de agua que alimentan extensos
terrenos boscosos con Tamarugos relictos y áreas reforestadas con plantaciones realizadas a
mediados del siglo XX. La Pampa del Tamarugal, por su parte queda cerrada hacia el
occidente por el cordón montañoso costero, el que presenta un fuerte acantilado con estrechas
plataformas o playas irrigadas por esporádicas e intermitentes aguadas.
68
IGM, 1985, Figura 2: 19.
Maldonado et al., 2016.
70
Santoro et al., 2017: 31-34.
71
IGM, 1985, Figura 1: 18.
69
34
Figura 1.12. Antonio O´Brien. Plano que manifiesta el valle y pampa de Iluga…, ca. 1765.
Fuente: Archivo del Museo Naval, Madrid (AMN), Signatura 053-A-05-a.
35
El litoral costero desértico denominado de “arreísmo absoluto” se encuentra flanqueado por
dos zonas de eficiencia de desembocadura, al norte aquella que genera la quebrada de Tana,
en las proximidades al puerto de Pisagua, y al sur, la zona de desagüe del río Loa en la
localidad de Caleta Huelén o también llamado puerto Loa. En esta franja litoral cobra
relevancia la presencia de caletas y puertos, como es el caso de Iquique (Figura 1.13a-f),
puntos vitales para el manejo de recursos hidrológicos como neblinas o camanchacas, que
coinciden generalmente con aguadas de carácter permanente cada ciertos kilómetros. Ambas
fuentes hídricas, así como los sistemas de navegación y pesca prehispánicos, permitieron el
asentamiento humano a partir del año 1000 a.C. o en términos de la periodificación del área,
al menos desde el período Formativo Temprano.72
Figura 1.13. Cartografía histórica del puerto de Iquique, ca. 1681-1865.
Figura 13a. Basil Ringrose, ca. 1681.
Fuente: Museo Marítimo Nacional,
(NMM), P/32(87).
72
Londres
Figura 13b. William Hack, ca. 1685.
Fuente: NMM, P/33(115).
Véase, Núñez y Varela, 1967-68: 7-41; Larraín, 1974a; Larraín, 1974b; Larraín, 1974c; Núñez, 2006; Navarro
et al. 2010; Núñez y Santoro, 2011; Urbina et al., 2011; Urbina et al., 2012a.
36
Figura 13c. Plan de l'isle et port de Iquique..., ca.
1700.
Fuente: Biblioteca del Congreso, Washington (LCGMD), n° 90682716.
Figura 13d. Antonio O´Brien. Plano de las Minas de
Guantajaya y puerto de Yquiqui…, ca. 1761-1776.
Fuente: Biblioteca Nacional de Cataluña, Barcelona
(BNC), Ms. 400/21.
Figura 13e. Plano del puerto de Iquique, ca. 1784.
Fuente: AMN, 035-B-04-3a
Figura 13f. Plano topográfico de Yquique.
Fuente: Paz-Soldán 1865: pl. XXXXIX.
El perfil longitudinal y latitudinal
En el esquema orográfico definido por Niemeyer, utilizado recurrentemente en los estudios
andinos, se establecen cuatro macro unidades ecológicas, fajas de orientación longitudinal o
pisos para analizar el paisaje tarapaqueño. Estos pisos ecológicos –junto a la altitud, el
emplazamiento y coordenadas-, han figurado regularmente como elementos claves para
definir o clasificar los asentamientos en la arqueología de la región.
37
De acuerdo a Niemeyer, en la faja correspondiente al macizo andino puede distinguirse un
sector oriental o altiplano y otro occidental o precordillera que sirve como nexo entre el
primero y la Pampa del Tamarugal.73
La precordillera es una falda abrupta y áspera, escindida por numerosas quebradas que dan
nacimiento a los principales ríos de la zona, los cuales a su vez poseen la particularidad de
no vaciar sus aguas en el Océano Pacífico. El clima en esta faja es más benigno que en el
altiplano o puna, lo cual facilita las prácticas agrícolas, y las precipitaciones de verano logran
cierto significado desarrollando una flora arbustiva de tolas y cactáceas. En cambio, el
altiplano o “Puna” posee la fisonomía de una meseta de suave relieve situada a una elevación
media de 4.000 msnm sobre el cual emergen los conos de los volcanes cuaternarios, algunos
aún activos, con elevaciones entre 5.000 y 6.000 msnm.
En esta contexto, el perfil etnobotánico del transecto altitudinal Pozo Almonte-Altos de PicaSalar de Coposa-Mina Collahuasi (1.000-4.150 msnm) realizado por Villagrán y coautores,74
establece la importancia de los ecosistemas altiplánicos para la sustentabilidad y equilibrio
de las ocupaciones humanas en toda la región durante el ciclo anual, del mismo modo que
73
Niemeyer, 1989.
Villagrán et al., 2003: 76-77. Este estudio aporta antecedentes fundamentales sobre zonación botánica que se
despliega sobre las franjas geográficas longitudinales y el carácter específico de los pisos ecológicos presentes:
a) Jaral desértico (1.000-2.500 msnm). En el desierto de los alrededores de Pozo Almonte crecen,
exclusivamente, los grandes montículos de Atriplex madariagae y Caesalpinia aphylla. b) Formaciones
Desérticas o piso prepuneño. A nivel general se encuentran distribuidas entre los 1.540 m., límite inferior de la
vegetación zonal en la región, y los 2.800 m. en la precordillera. En el transecto estudiado se ubica entre los
2.500 y 3.200 msnm Se caracterizan fisonómicamente como vegetación de matorral bajo con escasa cobertura
y abundancia de suculentas columnares y cespitosas. El elemento florístico dominante es de procedencia
desértica, endémico de la costa del Pacífico de Sudamérica (Arroyo et al., 1982). c) Formaciones de Tolar o
piso puneño. Esta formación se extiende entre aproximadamente 3.000 y 4.000 msnm En el transecto referido
se encuentra entre 3.200 y 3.800 msnm Se caracteriza fisonómicamente por la alta cobertura de la vegetación
como por la riqueza de arbustos y subarbustos siempreverdes y caducifolios. d) Formaciones de Pajonales o
piso altoandino. Se extiende por el altiplano y en los cerros que emergen sobre éste, hasta el límite superior de
la vegetación entre los 4.000 y 4.900 msnm En el transecto estudiado se ubica entre los 3.800 y 4.050 msnm La
fisonomía de la formación está determinada por el dominio de gramíneas perennes de crecimiento en champas.
Localmente, dentro de este piso altitudinal se presentan formaciones intra zonales de bosquecillos de Polylepis
tarapaqueña (queñoales) y agrupaciones de Azorella compacta (llaretales). Es también característica la
presencia azonal de formaciones de vegas (bofedales) de Oxychloe andina y Distichlia muscoides. e) Piso
subnival (sobre 4.050 msnm). Las pampas de Altos de Pica constituyen las alturas máximas del transecto, a la
latitud del Salar de Huasco, y presentan fisonomía de vegetación subnival. La cobertura vegetal es muy baja y
discontinua, generalmente pampas homogéneas de Nassella nardoides (khachu) o, definitivamente, ausente.
74
38
zona de tránsito o transición que se establece, por la barrera desértica, entre el litoral75 y los
valles interiores (Figura 1.14a-f).
Figura 1.14. Diversidad ecológica y paisajística regional.
Figura 14a. Costa desértica. Chomache.
Figura 14c.
Conanoxa.
Valles
de
Camarones. Figura 14d. Quebradas altas. Chusmisa.
Figura 14e. Puna Salada. Salar de Huasco.
75
Núñez y Varela, 1967-68.
Figura 14b. Oasis. Quillagua, río Loa.
Figura 14f. Puna Seca. Isluga,
39
En el caso del altiplano, junto con la zonación altitudinal, se agregan las variaciones en
sentido norte-sur, donde se diferencian dos grandes macro áreas dentro del territorio chileno
y boliviano: la puna seca y la puna salada.76 La puna seca comparte rasgos con la puna normal
o húmeda del entorno circum Titicaca y se distingue por la carga de humedad definida por
su posición norte-sur. En la puna salada, en cambio, ocurre el descenso considerable de los
límites de la agricultura y de las poblaciones permanentes durante el ciclo anual.77
Según los trabajos de Troll y también de Villagrán y Castro, el límite entre ambas punas se
encontraría en el sector Cariquima-Isluga. El tramo Arica-Cariquima quedaría inserto en la
puna seca y el tramo Isluga-Cariquima-Lirima constituiría el límite meridional donde sería
posible habitar durante todo el año.78 Mientras que en el tramo Lirima-Alto Loa, espacio de
transición hacia la puna salada, ocurriría una progresiva desertificación y con ello
condiciones limitantes para la permanencia prolongada de grupos humanos, restringidas
usualmente a pequeños nichos ecológicos con recursos hídricos permanentes.79
1.2. Relaciones geográficas y culturales en torno a Tarapacá
De acuerdo a la división en áreas y subáreas de los Andes Centro Sur, las regiones
arqueológicas de Arica y Tarapacá integran la sección meridional de la subárea de Valles
Occidentales, en tanto que la porción inferior del río Loa (Caleta Huelén-Quillagua), Pica y
las quebradas de Guatacondo y Maní, entre otras localidades, se ubican en el noroeste de la
subárea Circumpuneña.80
Mientras Arica se caracteriza por quebradas o cuencas que desaguan en el océano Pacífico;
en Tarapacá ocurre la mayor cuenca endorreica andina occidental (pampa del Tamarugal),
76
Troll, 1958. Ambos tipos de Puna comparten un nivel de 5.000 msnm para las nieves eternas; agricultura
hasta los 4.000 msnm y la posibilidad de asentamientos extremos sobre los 3.500 msnm.
77
Santoro, 1989: 38.
78
Troll, 1958; Villagrán y Castro, 2004. A diferencia de la Puna Seca, en el tramo Lirima-Alto Loa ocurriría
una progresiva desertificación y con ello condiciones limitantes para la permanencia prolongada de grupos
humanos, restringidas usualmente a pequeños nichos ecológicos con recursos hídricos permanentes.
79
Troll, 1958; Santoro, 1989.
80
Muñoz, 1989, Figura 1: 109; Schiappacasse et al. 1989, Figura 1: 189; Martínez, 1998, Mapa 2-3 y 19: 2627 y 189.
40
definida por sus oasis interiores y quebradas que desaguan en la depresión intermedia,81
alimentando una extensa cobertura forestal de algarrobos y tamarugos (Prosopis) que
particulariza el carácter boscoso de la “pampa” tarapaqueña.
Debido a este rasgo morfológico conspicuo, la región de Tarapacá, en términos
biogeográficos como culturales, integra un amplio sector de transición entre las poblaciones
de Valles Occidentales y Circumpuneña, por el norte y el sur, limitantes con la quebrada de
Camarones y el río Loa respectivamente. Al poniente, más allá de la cordillera de la costa, se
extiende litoral desértico de arreísmo absoluto, llamado también costa desértica de interfluvio
Tana/Tiliviche-Loa. Por el oriente, el altiplano de Tarapacá comprende, al norte del cordón
de Sillajuay la Puna Seca y, al sur, un ambiente de Puna Salada que forma parte de la subárea
conocida como Altiplano Meridional de Bolivia y Chile.
De acuerdo al estudio etnobotánico de Villagrán y colaboradoras, el escenario biogeográfico
regional tendría ciertas particularidades como vínculos macro regionales tanto en el plano
biológico como desde el punto de vista cultural, referido a las ocupaciones y asentamientos
humanos, por cuanto:
“…dentro de la puna o altiplano de Tarapacá los rasgos etnobotánicos discutidos
avalan la inclusión del territorio estudiado dentro de la “Tradición cultural
Altiplánica” (Castro y Martínez 1996), con influencias de las culturas de
“Quebradas Altas Circumpuneñas” (Romo et al. 1999). Este carácter de enlace entre
distintas culturas andinas se aprecia en la diferenciación lingüística de los nombres
vernaculares de plantas dentro del territorio estudiado (Pozo Almonte-Collahuasi),
con fuerte influencia del Loa Superior en las comunidades altoandinas y una
impronta más altiplánica en las comunidades residentes en el Oasis desértico de
Pica, procedentes de Cancosa, Lirima y Bolivia”.82
En este plano, el aserto de Villagrán y coautores es de suma utilidad para comprender las
diferencias y matices ya mencionados en el sector altiplánico, allí donde se registran
81
82
Schiappacasse et al. 1989: 202-209.
Villagrán et al., 2003: 90.
41
marcadas diferencias medio ambientales entre puna Seca y Salada, dos sectores escindidos
en sentido Este-Oeste por el Sillajuay, de tal manera que:
“El borde sur de la región de Tarapacá es sin duda parte integrante del área
circumpuneña, de acuerdo a la investigación arqueológica y etnohistórica, aunque
se presentan dudas con respecto a su filiación étnica ya que el altiplano meridional
estaba ocupado por etnias de agropastores Pacajes, Karanga y Lipez. Por otra parte,
en tiempos prehispánicos habría existido un desarrollo cultural propio de la zona
("Cultura Pica"), que abarcaría la población del oasis de Pica y de la Quebrada de
Tarapacá (Camiña, Tarapacá, Guatacondo). Este habría sido un grupo con una
economía agrícola de oasis, principalmente cultivos de ají, zapallos, algodón, maíz;
silvicultura aprovechando la Pampa del Tamarugal, así como también los recursos
pesqueros de la costa. Se han encontrado pocos vestigios de esta población en el área
del altiplano; sin embargo, es evidente que mantuvieron activos intercambios con los
pueblos de este territorio, mediante caravanas de llamas, actividad que perduró
hasta tiempos recientes”.83
Al valorar estos antecedentes desde los estudios arqueológicos efectuados en la región, el
altiplano o puna de Tarapacá constituye un espacio articulador o inter nodal entre las tierras
bajas desérticas y la vasta región altiplánica,84 donde se ha destacado la existencia de distintos
grados de habitabilidad y productividad agropastoril. Tanto el altiplano como las quebradas
altas o sierra, corresponden a espacios de interacción poblacional, donde se verifican
asentamientos permanentes y otros estacionales dedicados al pastoreo, la caza y recolección,
así como a la conexión o complementariedad de recursos y personas entre distintos
ambientes.
El registro arqueológico y toponímico es elocuente de estas situaciones, que como veremos
más adelante, a la luz de los antecedentes históricos presenta sus propias particularidades
locales o zonales y refiere a períodos o épocas distinguibles en el tiempo:
83
84
Villagrán et al., 2003: 73-74.
Berenguer, 2007; Berenguer y Cáceres, 2008; Berenguer et al., 2011.
42
“Como vestigio de las fluidas conexiones entre los territorios de Tarapacá y el Loa,
así como de las relaciones con el altiplano, Pica y la costa, se encuentran los vestigios
de una serie de rutas, asociados a caminos, petroglifos, apachetas y tambos
preincaicos e incaicos. Destacan también en la zona las explotaciones mineras de
cobre y oro, durante el período Inca. La importancia de la presencia Inca se refleja
en una abundante toponimia quechua, en una extensión donde coexisten las lenguas
aymara y quechua”.85
Finalmente, algunas fuentes etnohistóricas señalan que Tarapaca ocupaba la parte
meridional de la región del Colesuyo, integrada por poblaciones coles y camanchacas, cuyo
límite septentrional pudo estar en Arequipa o inclusive más al norte, en Ica.86 El trabajo de
Helena Horta demuestra que en la zona de Arica la integración política de las poblaciones
del litoral y el valle dieron origen, durante el período Intermedio Tardío (ca. 900-1450 d.C.),
al señorío yunga conocido como cultura Arica, el cual habría integrado en un sistema
jerárquico de autoridad, parcialidades pescadoras/camanchacas y agricultores/coles,
estableciendo a su vez relaciones de alianza con otros cacicazgos o señoríos yungas y
altiplánicos.87
En síntesis, las variables geográficas y ambientales reseñadas proveen de un marco y un
contexto territorial dentro del cual pueden ser analizadas las trayectorias y los patrones de
asentamiento durante el siglo XVI-XVII. Específicamente, permiten evaluar la expresión que
los asentamientos y las poblaciones toman en los registros arqueológicos e históricos como
fundamento del estudio etnohistórico de las estructuras políticas involucradas en la región.
En el presente trabajo entendemos que el escenario biogeográfico de Tarapaca no es
simplemente un escenario o trasfondo sobre el cual suceden los hechos o eventos históricos,
sino un espacio habitado y modificado en los distintos períodos por las tecnologías y
85
Villagrán et al., 2003: 74.
Véase, Rostworowski, 1986: 127-135; Mujica, 1990: 7-10. Martínez, 1998; Villagrán et al., 2003: 73- 124;
Uribe et al., 2012; Urbina y Uribe, 2017.
87
Horta, 2010: 81-94.
86
43
especializaciones económica predominantes88, permitiendo en cada fase o etapa la
configuración de redes de asentamientos de variadas funcionalidades y que, conjuntamente
con sus vínculos próximos y distantes, han tenido historias ocupacionales particulares y
cambiantes a lo largo de su ciclo de uso.89
De igual modo, asumimos que ciertos rasgos biogeográficos tarapaqueños han beneficiado,
limitado o determinado las adaptaciones humanas, la escala de sus poblaciones, las relaciones
económicas, las redes de movilidad y el patrón de asentamiento indígena y europeo durante
el siglo XV al XVII. Por ello, los elementos ambientales y culturales que la definen han
propiciado ciertas articulaciones o red de localidades de asentamiento con distintos grados
de dependencia, específicamente en lo referido a las estrategias de producción de alimentos
y subsistencia.
En suma, de acuerdo a los estudios arqueológicos de campo (prospecciones intensivas y
extensivas) se puede sostener que a lo largo del siglo XV, XVI y XVII la región exhibe
espacios no habitados –espacios internodales-90, algunos de ellos de paso o tránsito, algunas
zonas levemente ocupadas, enclaves y zonas de establecimiento permanente de mayor
densidad que se constituyeron en nodos geopolíticos de carácter regional.
De tal manera que el patrón de asentamiento disperso a nivel regional, expresión de una
configuración biogeográfica escalonada y recursos hídricos superficiales acotados a ciertos
valles y oasis y vertienes/vegas/aguadas, significó la existencia de territorios intersticiales de
comunicación/tránsito, los cuales funcionaron, en ciertos casos, como límites políticos o
étnicos o influyeron en las especializaciones económicas zonales que se registran entre
poblaciones tarapaqueñas en la documentación temprana.91 Para profundizar este último
88
En el caso de los siglos XV y XVI, el sistema aldeano disperso que articulaba los espacios del litoral, la
pampa, las quebradas y el altiplano era mantenido por un despliegue diferencial de tecnologías agrohidráulicas,
de almacenaje, estrategias agromarítimas que combinaban el uso de fertilizantes minerales o naturales (p.e.,
guano), tecnologías silvícolas de explotación de los bosques de prosopis, de recolección y caza; en el altiplano,
en tanto, predominaba la ganadería, el pastoreo y la agricultura de secano.
89
Urbina, 2014: 50. Estos asentamientos, sus conexiones próximas y distantes, pueden ser reconocidas por
distintas configuraciones físicas, morfológicas o topográficas, arquitectónicas y, a través del estudio de los
desechos domésticos asociados (p.e. cerámica, loza, vidrio, restos óseos, herramientas de piedra o metal, etc.),
de igual modo de por las vías, senderos y caminos trazados entre ellos.
90
Berenguer et al., 2011.
91
Urbina, 2014: 162-181.
44
punto, veamos a continuación los elementos empíricos y modelos interpretativos que han
operado en la historia de la investigación y los esquemas cronológico-culturales regionales.
1.2.2. Modelos antropológicos y cronología arqueológica
Desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, en los inicios de la arqueología de Tacna y
Arica, que incluían las regiones de Tarapacá y Atacama, destacan los pioneros trabajos del
arqueólogo alemán Max Uhle. Dentro de sus contribuciones publicadas entre 1919 y 1922,
Fundamentos étnicos y arqueología de Arica y Tacna ha sido la de más amplia repercusión.
Uhle reconoce tempranamente que ambos departamentos (Tacna y Arica) son escenario de
una de las arqueologías más notables del mundo, no sólo por el grado de preservación de sus
ruinas y vestigios, sino porque a pesar de encontrase en la periferia de las grandes
civilizaciones peruanas, limitadas al sur por el desierto, “…alguno de los movimientos
históricos de mayor importancia dirigidos de Norte al Sur, o en sentido contrario, cruzaron
la región e impusieron a sus civilizaciones un sello especial”.92
A los trabajos de corte etnológico de Max Uhle se suman aquel publicado en 1943 por el
estadounidense Junius Bird,93 en el cual innova utilizando el criterio de “sitio-tipo” y
“seriación estratigráfica”, prescindiendo de las denominaciones étnicas, con lo cual la
arqueología del norte del país por primera vez será capaz de distinguir los desarrollos
culturales propios de la zona de Arica de otros definidos en la zona denominada CamaronesLoa (Tarapacá).
En el congreso nacional de arqueología chilena del año 1969, Percy Dauelsberg y Guillermo
Focacci trataron con detalle justamente la secuencia cronológica para Arica,94 discutiendo
las columnas de tiempo elaboradas por Uhle en 1922, basada en contextos funerarios y
aquella de Junuis Bird, publicadas en 1943, y en la cual tomaba como guía la excavación
estratigráfica de asentamientos habitacionales en el litoral desértica (conchales de Pisagua
[Punta Pichalo]).
92
Uhle, 1922: 3.
Bird, [1943]1988.
94
Dauelsberg, 1969: 19; Focacci, 1969: 24-25.
93
45
Dentro de un proceso de adaptación agro alfarero propio de la vertiente occidental andina,
singular por su predominio ambiental desértico o árido, ambas zonas (Arica y Tarapacá)
documentarían antecedentes de ocupación humana desde el período Arcaico (ca. 5.000 a.C.1.000 a.C.).95 Con posterioridad, desarrollos locales de economía marítima, agrícola y
pastoril se intercalarían los llamados “Horizontes Andinos” como Tiwanaku e Inca, primero
en el llamado período Agrícola Temprano (Formativo)96 donde se inicia la vida aldeana, las
industrias textiles, metalúrgicas y cerámicas, así como la producción de alimentos.
Luego del período Agrícola Medio (Tiwanaku), el período Agrícola Tardío daría cuenta de
distintas culturas regionales, señoríos jerarquizados o sociedades complejas confederadas
(curacazgos o cacicazgos) previas a la expansión Inca, las que habitaban zonas productivas
eficientes manejando sistemas de regadío canalizado y andenerías. Estas poblaciones
explotaban de modo excedentario distintos ambientes andinos, conservando algunas
diferencias culturales de origen, esencialmente prácticas funerarias y decoración cerámica,
lo cual permite denominarlos Complejos Culturales.97
A partir de 1969, la zona de Arica se entiende como escenario de un desarrollo local pre
incaico e Inca. Aunque se reconoce la relevancia de las poblaciones locales, según estos
trabajos, precedido por la fase Gentilar, a partir del siglo XV se inicia el Horizonte Inca, el
cual se descompone en la fase Chilpe y Saxamar. Estas fases se distinguen por las variedades
cerámicas decoradas de origen altiplánico y cuzqueñas, además de aquellas denominadas
Chilpe (negro sobre rojo), entre otras cerámicas regionales (monocromas de formas incaicas).
Tanto Dauelsberg como Focacci perciben el arribo incaico en algún punto del siglo XV o
inicios del siglo XVII, señalando que inclusive “En muchos aspecto han perdurado hasta
nuestros días, en los pequeños caseríos cordilleranos, las tradiciones incaicas”,98 y que las
tradiciones quechuas o de tradición incaica se mantienen“… a la llegada de los
conquistadores (hispanos) y se prolonga hasta comienzos del siglo XVII, hecho que motiva
el encontrar tumbas incaicas con objetos netamente españoles”.99
95
Nuevos estudios retrotraen esa fecha a 13.000 años antes del presente (11.000 a.C.) (Santoro et al., 2017).
Análogo al neolítico europeo (Núñez y Santoro, 2011: 504 y 518).
97
Núñez, L., 1965a.
98
Dauelsberg, 1969: 17.
99
Focacci, 1969: 25.
96
46
Las tumbas a las que alude Guillermo Focacci corresponde a aquellas estudiadas por Sergio
Chacón -provenientes del trabajo de Junius Bird-, Playa Miller 4 (tumba 109), Playa Miller
6 (tumba 264) y otras dos de caleta Vítor, recuperadas en 1894. Playa Miller corresponde a
un cementerio incaico donde el ajuar funerario indígena incorpora elementos muebles
metálicos de origen hispano.100
Para la zona de Camarones-Loa, Núñez propone en 1969 un cuadro cronológico distinto al
de Arica, el cual toma en cuenta las particularidades de siete localidades o sectores:
Camarones, Camiña-Pisagua, Tarapacá, Pica, Iquique-Sur, Guatacondo y Loa (QuillaguaCaleta Loa).101 En dicho esquema identifica cada sector con el surgimiento comunidades
humanas inter dependientes, elemento fundamental para entender las posteriores relaciones
cronológicas y culturales que permiten al autor plantear, en el año 1984, la existencia de un
complejo cultural de carácter regional. En la literatura especializada, este complejo cultural
será conocido como el señorío dual o Complejo Pica-Tarapacá, correspondiente al desarrollo
regional pre incaico distribuido en la costa y valles-oasis inferiores de la entonces provincia
(hoy región) de Tarapacá (ca. 900-1450 d.C.).102
El planteamiento en particular es el siguiente. Luego de un Horizonte Medio (Tiwanaku), se
desenvuelven complejos arqueológicos locales o sectoriales heterogéneos. Estos complejos
funerarios (evidencias de tumbas en cementerios) y cerámicos (correspondientes a la vajilla
doméstica o las ofrendas cerámicas en las tumbas) muestran distintas relaciones con la zona
de Arica (fases San Miguel y Gentilar), con Camarones y Camiña-Pisagua, mientras otros se
integran mutuamente como aquellos del oasis de Pica y sectores aledaños (Matilla-Quisma)
con el sector Iquique-Sur.
Las siete micro zonas o sectores referidos, incluyendo aquellos menos conocidos, como la
quebrada de Tarapacá y curso inferior del río Loa (Quillagua-Caleta Loa), habrían sido
100
En el caso del cementerio de caleta Vítor, además de los textiles indígenas, la descripción de la posición fetal
de una de las momias, refería a que el cuerpo conservaba elementos del desarrollo local y otros, como alfileres
de bronce, agujas de hierro y un dedal también de bronce. El cuerpo se halló con las manos contra el pecho
sosteniendo un documento emitido en 1578 correspondiente a una Bula Papal de Indulgencias, firmado por el
licenciado Pedro de Valverde (Chacón, 1969: 45-46).
101
Núñez, L., 1969: 56.
102
Núñez L., 1984: 408. Para una revisión crítica sobre la formulación del complejo Pica-Tarapacá véase Uribe,
2006: 91-93.
47
incorporadas a la expansión Inca a partir del siglo XV, persistiendo el vínculo con las
poblaciones de la quebrada de Camarones y Camiña-Pisagua con la fase Inca-Gentilar propia
de los valles inferiores y costa de Arica.
Si bien este esquema interpretativo se mantuvo vigente hasta fines de los años sesenta,103 en
la década siguiente se dispuso de mayor información para los oasis de Pica, Nama y la
quebrada de Tarapacá.104Esto permitió profundizar en el conocimiento y definición del área
nuclear del Complejo Pica-Tarapacá, también denominado señorío y evaluar el impacto de
la expansión Inca y Española en la sección inferior de la quebrada de Tarapacá (San Lorenzo),
considerado el nodo geopolítico de esta formación económica social.105
Una pregunta obvia derivada de lo anterior es ¿por qué razón la columna o esquema histórico
cultural de Arica y Tarapacá (Camarones-Loa) se limitó a los eventos, fases y períodos
ocurridos hasta el arribo Inca y no fue extendida hasta el lapso hispano colonial?
Cuando se publica la primera síntesis de la prehistoria chilena en 1989, la quebrada de
Tarapacá constituye ya un parámetro o modelo provisorio para entender las ocupaciones
tardías regionales (siglo XIII-XVI).106 A partir de este momento las interpretaciones
arqueológicas apoyan la idea según la cual, al sur de Arica y sus valles comienza una región
arqueológica diferente (Camiña-Loa), en cuyo paisaje se van configurando cuatro ámbitos
subregionales que de antigua data han regulado el carácter y tipos de asentamientos
humanos.107
103
Bird, [1943] 1988; Ryden, 1944; Schaedel, 1957; Niemeyer, 1962; Niemeyer, 1963; Niemeyer y
Schiappacasse, 1963; Núñez, 1965a; Núñez, 1965b; Núñez y Varela, 1966; Núñez, L., 1966; Núñez, L., 19671968; Spahni, 1967; Núñez y Varela, 1967-1968; Núñez, L., 1969; Mostny, 1970; Pollard, 1970.
104
Núñez y Briones, 1967-1968; Núñez y Dillehay1995: 130; Zlatar, 1984.
105
Núñez, L., 1979: 166-177.
106
De tal forma que, como indica Schiappacasse, Castro y Niemeyer (989: 203), desde el punto de vista del
desarrollo local: “... los núcleos de población más importantes se constituyeron tanto en el altiplano como en
las quebradas y oasis del plano inclinado precordillerano. Tarapacá es la quebrada más importante y la que
ha recibido una atención más sistemática de parte de los arqueólogos y debiera reflejar los acontecimientos
ocurridos en toda ellas”. Esta situación responde al afecto causado por numerosos estudios en dicha quebrada
durante la década de 1970 y 1980, así como a aquellas desarrolladas en el sector de quebradas y altiplánico
colindante. Véase, True et al., 1970; Niemeyer et al., 1972-1973; Núñez, L., 1979; Meighan y True, 1980;
Núñez, L., 1981; Sanhueza y Olmos, 1981; Núñez, L., 1982; Sanhueza, 1981; Reinhard y Sanhueza; 1982;
Sanhueza, 1982; Núñez, P., 1983; Núñez y Moragas, 1983; Núñez, L., 1984b; Núñez, P., 1984; Zlatar, 1984;
Sanhueza, 1985; Niemeyer y Schiappacasse, 1988.
107
Schiappacasse et al., 1989: 202-204; Uribe, 2006: 91.
48
Según la crítica que plantea Uribe, hasta fines del siglo XX los estudios arqueológicos
habrían reducido la historia prehispánica regional a una lectura de corte evolucionista. En
ella, las estructuras políticas y las formas de organización de las poblaciones indígenas
tardías, serían encapsuladas mecánicamente a la formación de señoríos, sociedades de
prestigio o cacicazgos, similares a aquellos -aunque otra escala-, que dominarían en los
Andes Centro Sur entre el siglo X y XI.108
De esta manera, la división en zonas, sectores y complejos culturales, útil en los comienzos
para la elaboración de secuencias cronológicas regionales, habría conducido a fines del siglo
XX a una interpretación de la historia indígena que homogenizaba bajo el amplio paraguas
del “mundo andino” de la estructura sociopolítica tarapaqueña usando para ello la figura de
señoríos, cacicazgos o curacazgos,109 y que aparentemente se apoyaba en estrategias de
conquista Inca concordantes o análogas para toda subárea de Valles Occidentales (Tacna,
Arica y Tarapacá).110
1.2.3. Síntesis: historia cultural tarapaqueña
Límites y posibilidades del enfoque arqueológico regional
108
De acuerdo al autor: “… el proceso de evolución social de las poblaciones andinas resultaría, para el
período comprendido entre la desintegración de Tiwanaku y el surgimiento del Tawantinsuyu, en la
constitución de estos señoríos, definidos tradicionalmente a partir de la existencia del ayllu o hatta y la
interacción social basada en relaciones de reciprocidad y redistribución (Alberti y Mayer 1974; Santoro 1995).
Este sistema de interacción, que permitía el acceso y la circulación a recursos y objetos, habría tenido como
protagonistas un cierto nivel de esferas políticas compartidas con otras etnias […] De acuerdo a los trabajos
de Murra (1972, 1983 y 2002), estas etnias o naciones andinas se conciben como poseedoras de una
organización corporativa dual, conformada por grupos sociales divididos en mitades o parcialidades de ayllus,
social y/o políticamente opuestas o desiguales, pero complementarias. Estas parcialidades se integrarían en
niveles jerárquicos de complejidad creciente, que manifestarían gran eficiencia en el manejo de la fuerza de
trabajo, sin la mediación necesaria de un aparato burocrático, cívico, religioso y/o militar. Estos grupos de
base habrían estado ligados por lazos de parentesco, reciprocidad y redistribución con sus líderes o cabezas
y, a través de ellos, con otras unidades étnicas generando una armonía social y dando la idea de escasa
desigualdad, al menos coincidente con lo material (Núñez y Dillehay 1995 [1978]; Schiappacasse et al. 1989)”.
Uribe, 2006: 92.
109
Véase para los Andes Centrales (región de Huaylas) el trabajo de Zuloaga (2011 y 2012).
110
Llagostera, 1976; Llagostera, 2010.
49
Los aportes de la arqueología a la investigación etnohistórica cubre las últimas cuatro décadas
(1970-2016), desde las décadas previas al establecimiento de la arqueología profesional hasta
a fines del gobierno de la Unidad Popular.111 Cómo hemos referido anteriormente, las
investigaciones regionales efectuadas entre 1970 y la primera década del siglo XXI,
corresponden al uso sistemático de unidades de análisis comparativas (p.e., asentamiento,
patrón de asentamiento, sistema de asentamiento, etc.), la definición de zonas o sectores
precisos de adaptación (p.e. zonas de eficiencia productiva, nichos ecológicos, subáreas
arqueológicas, etc.) y el tratamiento de tipologías más amplias de cerámica, asentamiento,
funebria y vías o rutas de comunicación inter sitios.112
En retrospectiva, del mismo modo que ciertos tipos documentales detallan situaciones
históricas concretas, los trabajos arqueológicos, como consecuencia de las dilatadas
campañas de campo, han demostrado altos niveles de resolución al describir patrones
culturales a pequeña escala o en tramos (sub áreas) del litoral o cuencas hidrográficas
interiores de Tarapacá, donde se efectuaron las primeras prospecciones dirigidas locales y
regionales.
Como resultado, disponemos de detalladas descripciones de los sitios, con una mirada situada
o desde el territorio y los habitantes actuales, como de las dimensiones culturales y simbólicas
de los hitos geográficos y elementos lingüísticos presentes en la toponimia local.113
En la segunda mitad del siglo XX destacan los estudios se concentraron en tramos de valles
y principalmente en localidades y asentamientos aglutinados de relevancia geopolítica
(aldeas o poblados). Si bien, el criterio rector de sitio-tipo inaugurado por Bird siguió vigente,
el avance de los análisis cerámicos y arquitectónicos, ha permitido el establecimiento de
secuencias cronológicas, funciones de los asentamientos y relaciones entre sitios distantes
que son el fundamento del enfoque regional que en esta investigación desarrollamos. El
111
Montané, 1972.
Sobre esta base previa se efectúan las investigaciones científicas de las tres últimas décadas en la región,
donde predominan los análisis tecnológicos y económicos sobre materialidades particulares, además de
estrategias extensivas de prospección en terreno, estudios de arquitectura, caminos y se avanza con mayor
precisión en la determinación cronológica de las tradiciones, fases y períodos culturales. Véase Gallardo et al.,
1991; Moragas, 1993; Lynch y Núñez, 1994; Rivera et al., 1995-1996; Moragas, 1995; Romero y Briones,
1999; Núñez, L., 1999; Schiappacasse, 1999; Ayala, 2001; Reinhard, 2002; Rivera, 2002; Ajata, 2004; Rivera,
2005; Berenguer, 2007; Berenguer y Cáceres, 2008; Berenguer et al. 2011; Méndez-Quirós y Uribe, 2010.
113
Véase el trabajo de Checura, 1977, para el análisis de cerro Esmeralda (cordillera de Iquique).
112
50
trabajo arqueológico enfocado en localidades y cuencas ha generado una especialización en
la caracterización de la estructura o jerarquización de las relaciones entre asentamientos
arqueológicos -en tanto redes de poblaciones, sus formas de continuidad histórica y modos
de habitar-, que justifican el uso de concepto de historia ocupacional aplicado a las
poblaciones prehispánicas y las actuales comunidades aimaras, quechuas y atacameñas.114
Luego de décadas de épica labor en sitios específicos -innumerables trabajos que no
podríamos resumir en esta tesis con suficiente mérito-, la colaboración con especialista de
los países vecinos en la forma de una “arqueología del mundo andino”, ha sopesando los
problemas de cobertura, con una mayor tenacidad interpretativa, apertura teórica e
integración de fuentes de información y colaboraciones extra disciplinarias. Uno de los
motores de este movimiento, han sido justamente el reconocimiento del impacto, en su propio
desempeño, de los trabajos etnohistóricos desarrollados en la vasta área Andina,115 los cuales
han: “… permitido vislumbrar la verdadera realidad de este mundo, e inducido a los
arqueólogos interesados en las postrimerías de la Era Precolombina a nutrirse de estos
aportes para formular sus hipótesis o para contrastar sus modelos interpretativos”.116
Aun considerando los aportes de la geografía humana a la arqueología, con su énfasis
biogeográfico en el estudio de los asentamientos, las investigaciones arqueológicas han
escasamente discutido 1) la influencia de los actuales límites regionales y nacionales en la
definición de patrones y diferencias étnicas, territoriales y culturales del período prehispánico
y colonial y, 2) los modelos mecanicistas que asumen los estudios sobre historia andina,
especialmente en lo referido a los modelos de interacción entre poblaciones en contextos
regionales y macroregionales.
La expresión concreta de lo referido se evidencia en el tratamiento aislado de la costa, la
pampa, la precordillera y el altiplano tarapaqueño, como de la circunscripción a regiones de
estudio determinadas por divisiones o límites actuales (Figura 1.15 y 1.16). Si bien los aportes
de la zonificación y periodificación arqueológica ha posibilitado la construcción de
114
Véase, Aldunate y Castro, 1981; Berenguer, 1983; Berenguer et al., 1984; Castro et al., 1984; Aldunate et
al., 1986; Martínez, 1998: 15-44; Castro, 2009; Castro y Martínez, 1996; Van Kessel, 1996.
115
Schiappacasse et al., 1989: 181-185.
116
Schiappacasse et al., 1989: 182.
51
secuencias históricas regionales,117 estas se han visto constreñidas a los marcos nacionales
de operación y financiamiento, influyendo de modo variable en las reflexiones disciplinarias,
marcos interpretativos y el propio trabajo científico de campo.118
Figura 1.15. Escalonamiento de las unidades geográficas de Tarapacá.
Fuente: Rolando Ajata 2013: 142. No se considera el piso altiplánico.
117
Dauelsberg y Berenguer, 1989, Figura 2: 146; Muñoz, 1989, Figura 8: 124.
Para la relación entre arqueología chilena y nacionalismo, la tesis doctoral (inédita) de Mauricio Uribe (2016:
18-40).
118
52
Figura 1.16. Cuencas hidrográficas de la región de Tarapacá.
Fuente: Rolando Ajata 2013: 144. No se consideran las cuencas altiplánicas.
Los asentamientos y su cronología
Utilizando
indicadores
la
localización,
arquitectura
y
componentes
cerámicos
establecidos,119 para cerrar en este capítulo e introducir al siguiente, describiremos
brevemente los aspectos diacrónicos, territoriales y geopolíticos que se infieren de 1) los
119
Urbina, 2014, 2015a.
53
asentamientos arqueológicos tarapaqueños, 2) la conformación étnica de sus poblaciones y
3) el rango de las autoridades locales y regionales. Esta primera sistematización entre los
datos arqueológicos y el análisis de fuentes documentales corresponde a la línea de base del
análisis etnohistórico que el presente estudio plantea en torno a los componentes principales:
asentamientos, autoridades y poblaciones.120
Nuestra expectativa es que la adecuación de los modelos antropológicos planteados para
explicar los patrones de asentamiento y las articulaciones políticas regionales en el período
de Desarrollos Regionales (o Intermedio Tardío), Inca y Colonial,121 podrán someterse a una
evaluación etnohistórica más precisa considerando la larga ocupación de ciertos
asentamientos aldeanos y configuración jerarquizada de las comunidades locales a partir del
período Formativo.122
Aunque la periodificación de la región de Tarapacá no ha sido objeto de trabajos dirigidos,
existen avances significativos fruto de nuevas síntesis de datos para el período Inca123 o para
áreas específicas, como la Pampa del Tamarugal.124 Los períodos prehispánicos tardíos y
coloniales tempranos han recibido una evidente menor atención,125 sin embargo el trabajo
cronológico y proposición de fases culturales se ha sustentado en los estudios tipológicos,
seriaciones y dataciones sobre componentes cerámicos126 y rasgo excavados en aldeas o
asentamientos habitacionales dispersos.127
De acuerdo al reciente trabajo de Santoro y colaboradores Continuities and discontinuities in
the socio-environmental systems of the Atacama Desert during the last 13,000 years, en
términos climáticos la región estuvo sometida durante este los trece últimos milenios a
distintos regímenes hidrológicos y climáticos húmedos e interfaces de mayor aridez que
120
Sensu Dark, 1957: 249-256.
Nos referimos a los modelos de estrategias corporativas (Blanton et al., 1996; Nielsen, 2006), jerarquías
inclusivas (Albarracín-Jordán, 1996), verticalidad escalonada (Durston, 1999; Hidalgo, 2004: 486) - o los tipos
de dominio ejercidos por el imperio Inca –dominio directo/indirecto (Llagostera, 1976; Llagostera, 2010) o
control hegemónico/territorial (D'Altroy, 1992).
122
Urbina, 2015b.
123
Cornejo, 2014.
124
Santoro et al., 2017.
125
Urbina, 2014, 2015.
126
Uribe et al., 2007; Uribe y Vidal 2012
127
Urbina et al., 2011; Urbina et al., 2012; Urbina et al., 2015.
121
54
transformaron las estrategias humanas de asentamiento y relación con las comunidades
biológicas, los paisajes y sus recursos.
En líneas generales, la ocupación humana en la región ha sido datada, en el caso de la Pampa
del Tamarugal en 13.000 años antes del presente (11.000 a.C.); mientras que en la costa los
registros arqueológicos señalan una antigüedad de 9.000 años antes del presente (7.000 a.C.)
y en el altiplano de 10.000 (8.000 a.C.)128.
El desierto de Atacama y específicamente la Pampa del Tamarugal documentan entre 10.000
y 3.000 años antes del presente (8.000-1.000 a.C.), las repercusiones de ciclos climáticos
cambiantes, verificándose el traslado o abandono de asentamientos de cazadores-recolectores
ubicados a lo largo de la pampa y los valles bajos endorreicos, sometidos a descensos en la
cantidad de lluvias altiplánicas y el gasto de las redes subterráneas o superficiales de agua
que alimentan los bosques de Prosopis, vertientes y pisos vegetacionales pre puneños.
Debido a la recuperación de un régimen climático más húmedo, bajo la cota de 1500 msnm
y el restablecimiento de los flujos hídricos superficiales y subterráneos, los primeros
desarrollos aldeanos vinculados a economías silvícolas, recolectoras y agrícolas, y el uso de
arquitectura pública y cementerios comunitarios como espacios de culto, han sido datados a
partir de 2.700 años antes del presente (siglo VII-VI a.C.) (Gráfico 1.1).
Estas evidencias señalan la presencia de comunidades demográficamente mayores a aquellas
del período Arcaico129 y la conformación de sociedades complejas cuyas autoridades basaron
su poder en el prestigio y legitimación que les otorgaba su vínculo con el mundo sobrenatural
y el conocimiento esotérico,130 elementos que Blanton y coautores definen como una
estrategia de económico-política de red o network estrategy.131
128
Santoro et al., 2017: 31-34.
Urbina et al. 2016; Santoro et al., 2017.
130
Gallardo y Cabello (2015: 629) indican: “The prestige and legitimacy of these early authorities was based
in part on their links with the supernatural world and their esoteric knowledge, which they expressed materially
in their use of insignia or emblems that invoked the deities of the visual imagery. The ritual knowledge of these
leaders was clearly related to mobility and regional exchange, as the long-distance journeys they embarked on
gave them access to privileged information and exotic goods that would have made a substantial contribution
to ceremonial feasts”. El subrayado es nuestro.
131
De acuerdo a los autores (Blanton et al. 1996: 4): “We adopt the term "network" to characterize a politicaleconomic pattern in which preeminence is an outcome of the development and maintenance of individualcentered exchange relations established primarily outside one's local group. Like Strathern's finance strategy,
the network strategy brings preeminence principally through action on a large spatial scale through
manipulation of distant social connections. Social relationships outside local groups are created and
129
55
Ya sea por tensiones políticas o deterioros climáticos, éstos últimos, cuyos efectos regresivos
volvieron más áridos sectores habitados de la Pampa y más predecibles los cursos o acuíferos
de las quebradas, a partir del siglo X d.C. los asentamientos aldeanos Formativos son
abandonados y nuevas aldeas y estancias en las quebradas intermedias y altas, sobre 2400
msnm, son progresivamente ocupados, incluso hasta el siglo XVI o XVII, tornando la Pampa
del Tamarugal un espacio internodal o de comunicación entre la costa y los valles
interiores.132
De este modo, las sociedades aldeanas preincaicas –de economía agroganadera, silvícola y
marítima- en la región de Tarapacá podrían ser rastreadas y establecidas en distintos
asentamientos aglutinados en ámbitos de la pampa y oasis durante el período Formativo (900
a.C.-900 d.C.) y posteriormente en aldeas de distinta envergadura más ampliamente
distribuidas o segmentadas en valles intermedios, quebradas altas y cuencas altiplánicas a
partir del siglo X d.C. (Gráfico 1.1).
A partir del segundo milenio de nuestra era (siglo XI d.C.) cabría considerar el proceso de
emergencia de distintas agrupaciones supradomésticas e intercomunitarias que la
antropología política denomina cacicazgos o curacazgos.133 En tales formaciones sociales,
las autoridades propiciaron estrategias político-económicas definibles como corporativas o
corporated estrategy134 cercanas conceptualmente al modelo andino de “jerarquías
inclusivas”135 propuesto para los reinos altiplánicos del período de Desarrollos Regionales.
maintained through prestational events and payments, involving the exchange of marriage partners, exotic
goods, and even knowledge (e.g., Helms I988), whose value is recognized cross-culturally. Participation in
extralocal networks and the accompanying differential access to prestigious marriage alliances, exotic goods,
and specialized knowledge also translate to varying degrees into leadership within the local group”. El
subrayado es nuestro.
132
Santoro et al., 2016: 34-36.
133
Fried, 1967; Service, 1975.
134
De acuerdo al modelo de Blanton et al. (1996: 5): “… an important dimension of the corporate strategy is
its ability to transcend the scale limitations of the network strategy to include large, powerful states such as
Teotihuacan. But we would argue that these cases are analogous to social systems of smaller scale, including
those Strathern (I969, I978) describes in New Guinea in which big men gain preeminence through the control
of home production. Similarly, Renfrew's (I974:74-79) concept of the "group-oriented chiefdom" seems to us
to fit this category, and Friedman and Rowlands (I978:2i5) point to Polynesia, where there are "highly
developed political structures in the relative absence of elaborate prestige good systems". El subrayado es
nuestro.
135
Albarracín-Jordán 1996.
56
Gráfico 1.1. Rangos cronológicos de ocupación para asentamientos habitacionales.
Fuente: Núñez 1978; Cervellino y Téllez 1980; Uribe et al., 2007, Tabla 1: 150; Uribe y Urbina 2009, Tabla 1: 241; Uribe y Urbina 2010, Tabla 1: 1322;
Berenguer et al., 2011, Urbina et al. 2012, Tabla 11: 57, Moragas 1993: 29; Salazar et al., 2013: 94; Zori y Urbina 2014, Tabla 2: 220; Urbina 2014;
Urbina et al., 2015. Dataciones absolutas por Termoluminiscencia (TL) y Radiocarbono (C14) para asentamientos habitacionales según inicio de la
ocupación (fundación). Se utilizan rangos con 2 sigmas calibrados.
57
Producto de las diferencias ecológicas, este modelo debió adquirir distintas expresiones
étnicas y niveles complejidad en los Andes Centro Sur entre el siglo X y XV,136 incluyendo
en la sub área de Valles Occidentales y Circumpuneña, sociedades de menor escala
demográfica respecto de aquellas de Altiplano Meridional y Circum Titicaca.
Para los siglos XV-XVI, la cronología de la expansión Inca al actual norte de Chile ha sido
analizada por Cornejo en su trabajo Sobre la cronología del inicio de la imposición cuzqueña
en Chile donde efectúa un análisis estadístico de los conjuntos de dataciones absolutas
relativas a la expansión Inca.
En el caso de la región de Tarapacá, las 46 dataciones analizadas -38 por termoluminiscencia
y 18 por radiocarbono- se distribuyen entre el siglo XI y XVII, lo cual plantea serias
discrepancias con la cronología documental definida por Rowe,137 especialmente en las
fechas más tempranas; mientras que aquellas del siglo XVI y XVII parece del todo coherentes
con la existencia de una fase Inca-Colonial previa a las reformas toledanas y al desastre de
Vilcabamba (ca. 1572). De acuerdo al análisis probabilístico aplicado por Cornejo:
“Observando ambos datos y manteniendo las reservas antes señaladas, creemos
posible que la presencia inca en esta región, como dijimos la más cercana al núcleo
inca, ocurrió dentro de un proceso en el cual la llegada de elementos antes del
dominio efectivo de esta región por parte de los incas comenzara en un punto cercano
a 1380 años DC, donde la distribución de probabilidades de todo el conjunto tiene
un importante, aunque no significativo cambio de tendencia, mientras que 1410 años
DC, tal como propone la distribución de probabilidades acumuladas para la
cerámica, podría ser el punto de inicio del dominio efectivo de la región”.138
Finalmente, el estudio de los asentamientos indígenas en la región a partir de las fuentes
históricas tempranas, ha demostrado ser en la práctica una herramienta decisiva y
complementaria a la arqueología de asentamientos en la región. Si bien, en la documentación
136
Uribe, 2006; Véase discusión en Urbina, 2014: 51-80.
Rowe, 1944.
138
Cornejo, 2014: 108.
137
58
es difícil correlacionar sitios arqueológicos con localidades presentes en los testimonios, en
nuestra investigación de maestría del año 2014, hemos documentado una serie de
asentamientos mencionados en fuentes publicadas de índole judicial y crónicas que refieren
o mencionan localidades –cabeceras políticas- cuya ocupación ha sido determinada con
precisión en tiempos tan remotos como el siglo VII (Tarapacá Viejo) o el siglo XI d.C. (aldea
de Camiña).139
Describir detalladamente los asentamientos arqueológicos -los patrones de continuidad y las
fases de transformación que definen en los distintos períodos-, para comprender de mejor
modo el rol de las redes, poblaciones y autoridades en la historia regional de Tarapacá, será
el objetivo de dos capítulos siguientes.
139
Urbina, 2014: 136-236.
59
PARTE I
CAPÍTULO II: POBLACIONES TARAPAQUEÑAS: VIVIENDA Y COMUNIDAD
2.1. Elenco y conformación del patrón de asentamiento regional
2.1.1. Poblados, arquitectura e historia arqueológica
Este capítulo presenta una sistematización de la información relativa a los asentamientos
prehispánicos durante los períodos previos a la invasión europea. Se abordan los registros
materiales mejor conocidos en la investigación arqueológica, la arquitectura y la cerámica,
de los períodos Formativo (siglo X a.C. a X d.C.), Intermedio Tardío (siglo X a XIV d.C.) e
Inca (siglo XV a 1530 d.C.) en toda la región de Tarapacá.
Concentrarnos en estos indicadores muebles e inmuebles tiene por objeto documentar los
aspectos infraestructurales del modo de vida y organización social indígena en la región que
articula los planteamientos hipotéticos señalados al comienzo de esta tesis, referidos a la
trayectoria política y organizacional de las poblaciones asentadas en los distintos ámbitos
subregionales durante los últimos tres milenios.
De igual modo, la orientación particular que asume el estudio arquitectónico y cerámico en
este caso busca caracterizar el rol funcional, cultural y geopolítico de los asentamientos
residenciales habitados en tiempos prehispánicos tardíos y especialmente en aquellos que
siguieron activamente ocupados durante los siglos XV y XVII, materia central de la segunda
parte de esta investigación.
La información arqueológica disponible permite analizar desde una perspectiva histórica las
ocupaciones y conformación de los espacios domésticos y comunitarios tarapaqueños
considerando las unidades biogeográficas donde se desarrollaron las distintas Tradiciones
60
Arquitectónicas identificadas en la región.140 La sistematización del trabajo científico en
estos sitios permite abordar el comportamiento tipológico y funcional de la arquitectura y la
configuración de cada asentamiento; mientras que los componentes cerámicos regionales y
extraregionales identificados dentro de las estructuras y sitios muestreados permiten, en
último término, inferir y comprender la composición cultural de los poblados, sus redes de
interacción y, en conjunto con las dataciones absolutas disponibles, el rango e intensidad de
las actividades domésticas a lo largo del tiempo.
La cobertura regional de los sitios arqueológicos estudiados permite abordar los patrones
arquitectónicos residenciales presentes en los distintos poblados de Tarapacá a partir del siglo
X a.C., entendiendo su desarrollo posterior hasta fines del siglo XVI d.C. La distribución y
variabilidad de los tamaños y formatos aldeanos expresa conjuntamente tendencias de larga
duración -en los últimos tres milenios-, donde pueden ser rastreada la emergencia y cambio
en las estructuras sociopolíticas supra doméstica e inter comunitarias.
El valor heurístico de las viviendas o unidades residenciales arqueológicas, así como de los
poblados en su conjunto y las redes que forman, supone un acercamiento privilegiado a las
formas de parentesco familiar y supra familiar, los cambios en la vida cotidiana con una
perspectiva temporal y regional amplia. De este modo las características y atributos de las
viviendas dotan de contenido empírico preciso las interpretaciones sociológicas e históricas
140
Siguiendo la conceptualización de Willey y Phillip (1958), por tradición arquitectónica entendemos la
continuidad de ciertas configuraciones tecnológicas -técnicas, diseños, modos de hacer- que permiten vincular
semejanzas, adaptaciones o diferencias entre tipos de edificios de un asentamiento desde una perspectiva intra
e intersitio. Esta definición de tradición acepta modalidades arquitectónicas heterogéneas a nivel regional o
dentro de un mismo asentamiento, tanto a nivel sincrónico como diacrónico, puesto que asume la permanente
estructuración de la vida doméstica y los procesos históricos donde las tradiciones son recreadas o
sustancialmente modificadas (Salazar 2008). La Tradiciones Arquitectónicas que hemos definido para explicar
la historia ocupacional de Tarapacá reciben los nombres siguientes: 1) en Piedra o Temprana, 2) de Oasis en
Barro, 3) en Anhidrita o Caliche, 4) Quebradeña o de Tierras Altas (Adán y Urbina 2010: 866-871; Adán et al.,
2013: 76-78), a la cual debiéramos agregar una quinta Tradición Tardía o Incaica. La coherencia y variaciones
dentro de las tradiciones arquitectónicas en los Andes van a referir a un conjunto de conocimientos vernáculos
que se expresan en la convergencia o divergencia de ciertos componentes constructivos conspicuos, ya sean
formatos o soluciones aplicadas al emplazamiento o acondicionamiento de espacios residenciales, ceremoniales
o productivos. Los análisis efectuados en Tarapacá señalan que en ocasiones dentro de dos o más Tradiciones
Arquitectónicas se comparten, heredan, modifican o sustituyen sutilmente ciertos componentes constructivos,
como ocurre con el uso de estructuras semi subterráneas, el uso de pilares funcionales, esquinas curvas en las
viviendas o el aterrazamiento del terreno en distintos contextos geográficos, situaciones que pueden ser
correlacionadas con la eficacia de ciertas tecnologías de edificación, identidades emergentes, pertenencia étnica
o interacción económica. Otros ejemplos para Moquegua y Arica en Stanish (1989) y Muñoz (1993).
61
que de ellas se derivan, como las correlaciones y elementos divergentes que se establecen en
el ámbito de las tradiciones arquitectónicas y relaciones entre asentamientos y poblaciones.
Los estudios de asentamientos arqueológicos en Chile configuran una ámbito relevante para
reflexión interpretativa sobre las fases y períodos arqueológicos regionales y del Área
Andina.141
Dentro de este contexto, un hito significativo lo constituye el hecho que a partir del siglo IX
a.C. la arquitectura residencial en esta zona desértica manifiesta y fija un sentido espacial
diferenciado, entro lo familiar y colectivo, que transita, como lo demuestra la incorporación
de arquitectura pública y comunitaria a los asentamientos aglutinados, hacia ordenamientos
sociales más institucionalizados y jerárquicos,142 argumento que hace suponer una
transformación de las estructuras familiares o de parentesco a partir de esta época.
Por otra parte, los escasos registros arquitectónicos, cerámicos y textiles de la colonización
de sociedades expansivas como Tiwanaku o Wari señalan una particularidad de Tarapacá
respecto de Arica y San Pedro de Atacama, no obstante a partir del siglo X d.C. y al igual
que el Centro Sur de los Andes, la región de Tarapacá es escenario de un proceso de
descentralización política o regionalización que caracteriza la conformación de nuevas
comunidades durante el período Intermedio Tardío (900–1450 d.C.), siendo diferencialmente
impactada, a partir del siglo XV d.C., por la expansión del Tawantinsuyo.
Enfoque y estrategia de investigación
Con el objetivo de comprender mejor las principales transformaciones históricas regionales
analizaremos el conjunto de atributos de los poblados arqueológicos desde una dimensión
contextual y temporal. Desde el punto de vista sincrónico los asentamientos forman parte de
141
Urbina, 2014: 33-40 y 50-61. Particularmente se explican los resultados y tendencias del análisis morfo
funcional integrado y comparativo de los elementos edilicios y tipologías constructivas de viviendas o
residencias en una muestra compuestas de medio centenar de asentamientos arqueológicos habitacionales
distribuidos regionalmente en todos los pisos ecológicos, los cuales han permitido recuperar información
novedosa y repensar la historia de las poblaciones asentadas en la actual región de Tarapacá los últimos tres mil
años.
142
Adán et al., 2013: 91.
62
una red donde se repiten ciertas configuraciones o patrones que señalan relaciones de
convergencia y divergencia inter sitio (entre asentamientos), condiciones de emplazamiento,
altitud y funcionalidad.
Estas “relaciones” se establecen a partir de una comparación empírica y sistemática de
atributos, variables e índices. Entre los elementos principales del análisis se encuentra: 1) la
organización de las estructuras en la planta (trazado y patrón de crecimiento), 2) uso y
ubicación de arquitectura pública, 3) la tipología de unidades domésticas y 4) tradiciones
arquitectónicas que exhiben los conglomerados o barrios (emplazamiento y alzado).
Del mismo modo, las “relaciones” son establecidas y caracterizadas de acuerdo al balance de
los tipos cerámicos agrupados en componentes: Formativo, Pica-Tarapacá, Altiplano, Arica,
Atacama, Inca, Histórico (Colonial y Republicano). La composición estadística del
mobiliario cerámico presente en los poblados indígenas con arquitectura permite inferir el
lapso de ocupación de poblados, sus nexos culturales y geográficos, la funcionalidad de los
espacios construidos, así como tener indicación sobre la procedencia de las piezas presentes
en cada localidad, en fin, la posición geopolítica que sus poblaciones y autoridades sustentan
durante determinado lapso de tiempo.
La perspectiva diacrónica corresponde a una secuencia cronológica elaborada a partir de
lapsos ocupacionales, la cual es inferidas a partir de 1) fechados absolutos (por radiocarbono
[14C] y Termoluminiscencia [TL]), 2) correlación y diferencias de envergadura entre
poblados, y 3) la seriación de indicadores arquitectónicos y componentes cerámicos que
hemos sistematizado.
Los asentamientos arqueológicos con arquitectura han sido mencionados, reportados o
estudiados sistemáticamente, conformando un conjunto heterogéneo de datos, con una
amplia distribución geográfica regional (Figura 2.1). El valor analítico de este conjunto o
elenco reside en el hecho que cada asentamiento constituye una unidad de análisis, histórica
y sociológica, “comparable”.143
143
Willey, 1968; Chang, 1968; Trigger, 1968.
63
Figura 2.1. Región de Tarapacá y los principales asentamientos poblados.
Fuente: Urbina et al., 2017.
La Tabla 2.1 muestra la distribución de los 52 asentamientos arqueológicos incluidos en el
presente análisis. Este esquema expone la distribución geográfica longitudinal Oeste-Este y
las variaciones en las cotas de altitud que permiten situar estos asentamientos en cuatro pisos
ecológicos, en un transecto aproximado de 200 km (Pisagua-Isluga). También se ha
establecido un criterio de separación norte-sur, en tres sectores, pues se trata de un territorio
de unos 250 km de extensión (Camiña-Loa).
64
Tabla 2.1. Zonificación y elenco de asentamientos arqueológicos de la región de Tarapacá.
Franja
Ambiente
Sector
Norte
Costa
[Tana-Iquique]
Quebradas [Camiña a Tarapacá]
Altiplano [Isluga-Cariquima]
Costa-Cordillera de la Costa
Arreica
Desembocadura
Pisagua N
Pisagua Viejo
Pircas
Iquique
Cerro Esmeralda
Huantajaya
Pisagua B
Caserones
Sector
Centro
Costa
[Los Verdes-Punta Patache]
Quebradas [Quipisca-Chipana]
Altiplano [Lirima-Salar de Coposa]
Los Verdes
Sarmenia
Sector
Sector Sur
Costa
[Punta Patache-Caleta Loa]
Quebradas [Guatacondo-Loa Medio]
Altiplano [Salar de Coposa-Miño]
Pabellón de Pica
Chomache
SUB TOTAL
TOTAL
Tierras Bajas
Pampa/Oasis
Valles
Troncales
Laimisiña
Camiña
Huarasiña (Tr13)
Tilivilca (Tr15)
Tarapacá-16
Tarapacá-44
Tarapacá Viejo
Pachica
Carora
Mocha
Pica
Caleta Huelén Alto
8
3
11
La Capilla
(Quillagua)
4
11
15
Fuente: Urbina, 2014. El elenco lo integran sitios con registro arquitectónico básico.
Precordillera
Quebradas altas
TOTAL
Altiplano
Puna Seca
Puna Salada
Guayaquil
Nama
Chullpas de Nama
Chusmisa
Chusmisa SW
Siñaguache
(Chiapa)
Choque Qollu
Usamaya
Pucar Qollu
Sitani
Incamarca
Jamajuga
Ozcuma 1
Ozcuma 2
Tasma
Quebrada Ancha Collacagua 18
Collacagua 19
Huasco 1
Huasco 2
Huasco 4
Huasco Sur
30
Guatacondo
11
11
Collahuasi 37
Miño 1
Miño 2
6
9
15
14
8
52
65
A partir de lo anterior constatamos que sólo una treintena de sitios presenta datos e índices
arquitectónicos confiables para una comparación inter-sitio que integre una amplia
variabilidad de tipos de asentamientos y cronología (Tabla 2.2 y 2.3).
Si bien cada sitio puede ser definido dentro de un período arqueológico a partir de su fecha
de fundación, de acuerdo a la Tabla 2.2, el lapso ocupacional de los sitios o “longevidad”
indica que asentamientos fundados durante el período Arcaico y Formativo fueron ocupados
durante múltiples generaciones, alcanzando antigüedades relativas entre 700 y 1500 años, en
promedio once (11) siglos durante el período Formativo Temprano y nueve (9) siglos durante
el Formativo Tardío. Esta afirmación abarca sitios dispersos y aglutinados ubicados en la
costa, pampa y quebradas altas que serán abandonados durante el período Intermedio Tardío.
Precisamente, la longevidad de los asentamientos parece cambiar durante el período
Intermedio Tardío, donde los asentamientos habitacionales son ocupados entre 50 y 600 años
desde su fundación, en promedio 4 siglos, mientras que, en el período Tardío, excluyendo a
Tarapacá Viejo (ca. 660-1660 d.C.), sólo alcanzan un promedio de 290 años de ocupación
desde el momento fundacional.
Una situación difícil de dirimir es el grado de espontaneidad o planificación de los
asentamientos preincaicos en esta región, tema que no ha recibido la atención suficiente. Los
grados de aglutinamiento y dispersión pueden ser indicativos para evaluar esta situación si
se consideran de modo combinado los índices de densidad y el Factor de Ocupación de Suelo
o FOS (Tabla 2.2). Ambos índices indican que la longevidad de los sitios dispersos de distinta
extensión (10,7-1050 há) es resultado de estrategias neolocales de instalación de viviendas
unitarias o conglomerados de estructuras a lo largo décadas y siglos consecutivos, producto
de grupos con estrategias altamente móviles (Densidad: 0,4-14,9/ FOS: 0,02-6,2%). De este
modo los asentamientos alcanzarían su fisonomía final mediante un crecimiento donde las
reglas de instalación están regidas por la distancia entre las estructuras iniciales y posteriores,
así como por la capacidad máxima de cada unidad doméstica.
66
Tabla 2.2. Características e índices arquitectónicos por sitio respecto de la periodificación regional.
Período/ Arquitectura
superficial
Arcaico Tardío
Formativo Temprano
Formativo Temprano
Formativo Temprano
Formativo Temprano
Formativo Temprano
Formativo Tardío
Formativo Tardío
Formativo Tardío
Formativo Tardío
Formativo Tardío
Formativo Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Intermedio Tardío
Tardío
Tardío
Tardío
Tardío
Tardío
Tardío
Tardío
Longevidad
Lapso fundaciónSitio
abandono (años)
Caleta Huelén 42
1000
Ramaditas
886
Pircas
865
Aldea de Guatacondo
1300
Tasma
1495
Quebrada Ancha
945
Sarmenia
Chomache
640
Punta Blanca
850
Pisagua N
1130
Caleta Huelén Alto
920
Caserones
1000
Los Verdes
900
Pabellón de Pica
150
Pisagua B
50
La Capilla
790
Carora
Mocha
100
Camiña
600
Jamajuga
130
Nama
220
Chusmisa NE
130
Huasco 1
450
Husaco Sur
230
Collacagua 18 (El Tojo)
535
Pucar Qollu
250
Pisagua Viejo
Tarapacá Viejo
1000
Miño 1
120
Collacagua 19
330
Miño 2
289
Collahuasi 37
410
Incaguano
290
Fuente: Urbina et al., 2017.
Patrón
Índices
Superficie
Altitud
[ST] Hectáreas [SC] metros2 Densidad (n°
% FOS
Estructuras (n°)
Organización
perímetro
(msnm)
construidos Estructuras/Há) (SC/STx100)
Aglutinado
27
30
0,3
71
90,9
2,2
Disperso
1.120
83
9,2
2.370
9,0
2,6
Disperso
1.230
562
89,9
6.594
6,3
0,7
Aglutinado
1.380
177
0,8
4.215
226,9
54,0
Disperso
2.500
445
180,0
2.069
2,5
0,1
Disperso
2.800
163
40,0
593
4,1
0,1
Disperso
10
8
0,3
67
27,2
2,3
Aglutinado
10
5
0,02
63
238,1
30,0
Disperso
22
8
0,1
78
64,0
6,2
Aglutinado
50
25
0,1
432
277,8
48,0
Disperso
70
159
10,7
1.299
14,9
1,2
Aglutinado
1.290
646
3,8
15.996
172,3
42,7
10
1
13
Disperso
10
1
88
Disperso
30
8
1,0
333
8,0
3,3
Aglutinado
830
72
0,8
1.960
96,0
26,1
Disperso
1.620
42
1,4
799
30,9
5,9
Aglutinado
2.180
112
0,9
121,7
Aglutinado
2.410
588
3,0
9.903
194,7
32,8
Aglutinado
2.800
135
1,2
2.136
116,4
18,4
Aglutinado
3.100
558
5,7
7.165
98,6
12,7
Aglutinado
3.310
120
1,3
2.524
90,2
19,0
Disperso
3.810
51
31,2
1,6
Disperso
3.820
383
1.050,0
2.341
0,4
0,02
Disperso
3.890
196
70,5
2,8
Aglutinado
3.930
586
1,8
16.028
331,1
90,6
Disperso
40
35
14,0
2,5
Aglutinado
1.400
108
3,0
16.562
35,9
55,0
Disperso
3.810
36
1,7
2.583
21,4
15,4
Aglutinado
3.910
35
0,4
81,4
Disperso
3.930
36
0,9
927
39,1
10,1
Disperso
4.000
170
59,5
4.100
2,9
0,7
Disperso
4.250
52
0,8
1.437
63,4
17,5
67
Los asentamientos aglutinados (Densidad: 90,2-331,1/ FOS:12,7-90,6%), por su parte, serían
resultado de eventos constructivos en lapsos más breves de edificación y estrategias de
mantenimiento y subdivisión más intensivas y planificadas a lo largo de los siglos, donde la
ampliación de la vivienda nuclear, mediante métodos aditivos o de estructuras colindantes,
aumentaría la capacidad de alberge de estas residencias multifamiliares, conservando el eje
de poder en las “casas” más antiguas, elaboradas y amplias del barrio o conglomerado. En
consecuencia, las aldeas supondrían la agregación de esos linajes extensos en donde la
residencia posmarital ocurre anexa o adjunta a la residencia de los progenitores –una clara
demostración de la riqueza y capital social del grupo-, densificando los sitios y aumentando
el porcentaje de uso de suelo.
Durante el período Tardío o Inca, los asentamientos tienden a grados de planificación que
mantienen los índices de densidad a valores bajo 90 estructuras por hectárea y excluyendo
asentamientos administrativos de gran envergadura (Tarapacá Viejo), el FOS no sobrepasa
el 20%. Aquí, las viviendas están sometidas a un canon sumamente normado como veremos
en el siguiente apartado y probablemente no constituyen viviendas permanentes o propias de
sus habitantes, sino residencias temporales de funcionarios o tributarios del sistema rotativo
de trabajo incaico. Se trata por ende de residencias ajenas de uso temporal, que virtualmente
no son intervenidas o modificadas por adiciones posteriores o subdivisiones.
Respecto de la escala de los sitios. Entre 10 y 1380 msnm, la envergadura de los
asentamientos aglutinados Formativos se presenta en dos tramos: 1) sitios aglutinados en la
costa que exhiben superficies entre 0,02 há (Chomache) y 0,1 há (Pisagua N) para formatos
que involucran superficies construidas entre 63 y 432 m2 respectivamente y, 2) sitios con
arquitectura pública cuyas que ocupan entre 0,8 há (aldea de Guatacondo) y 3,8 há
(Caserones) y cuya inversión de trabajo se traduce en superficies construidas intramuro de
0,42 há (177 estructuras) y 1,59 há (646 estructuras) respectivamente.
Esta situación cambia radicalmente en el período Intermedio Tardío, donde los asentamientos
aglutinados se ubican entre 830-3930 msnm y presentan superficies entre 0,8 há (La Capilla)
y 5,7 há (Nama), con superficies constructivas que oscilan entre 0,19 há (La Capilla) y 1,6
há (Pucar Qollu). En tanto que el período Inca, el único asentamiento aglutinado construido
68
en la región bajo el formato cusqueño parece haber sido Tarapacá Viejo (1400 msnm) con 3
há de perímetro y 1,6 há construidas.
El ejercicio comparativo planteado permite establecer de modo significativo la secuencia de
larga duración relativa a la fundación de poblados en la región. Si consideramos los extensos
campamentos de arquitectura dispersa, especialmente indicativos de los sistemas de
movilidad practicados durante el período Formativo Temprano en el ámbito de la Pampa del
Tamarugal (1.120-2.800 msnm), a lo largo del Formativo Tardío las ocupaciones asociadas
a esta clase de asentamientos se amplían notablemente hacia la costa adyacente (10-70
msnm), mientras que en el Intermedio Tardío alcanza el altiplano tarapaqueño (3.810-4.250
msnm), ocupando con seguridad los cursos medios y superiores de las quebradas que
articulan ambos espacios.
Este movimiento es análogo al que se percibe en los asentamientos aglutinados -aldeanos o
de primer orden-, aunque durante el período Formativo diríamos el eje se desplaza en sentido
sur-norte, desde la quebrada de Guatacondo a Tarapacá, y desde dicha quebrada hacia las
quebradas altas y el altiplano durante el período Intermedio Tardío.
Es necesario puntualizar que, si bien algunos campamentos dispersos del período Formativo
se mantuvieron vigentes en la costa y quebradas hasta inicios del período Intermedio Tardío
(ca. 900 d.C.), ciertos asentamientos aglutinados o aldeanos de este período pudieron derivar
de ocupaciones establecidas durante el período Formativo Tardío (p.e. La Capilla, Tarapacá
Viejo, Camiña y Pucar Qollu).
Respecto de los patrones formales y morfo-funcionales que se derivan de la información
presentada en la Tabla 2.3, la historia arquitectónica de la región reconoce el predominio de
viviendas de planta circular y sus derivadas entre fines del Arcaico e inicios del período
Formativo, tanto en sitios dispersos como aglutinados localizados en la costa, pampa y
quebradas (10 y 2.800 msnm), involucrando materiales constructivos como la piedra y el
barro.144 En tanto, durante el período Formativo Tardío, el gradual abandono de Guatacondo
144
Adán y Urbina, 2007; Adán et al., 2013. Si bien la quebrada de Guatacondo es considerada el epicentro de
la Tradición en Barro o de Oasis, debemos indicar que se verifica este tipo de arquitectura en recientes
prospecciones en el valle de Quillagua (Pellegrino et al., 2015) y en el litoral tarapaqueño en el sitio Pabellón
de Pica (Urbina et al., 2011), donde las dataciones apuntan a una continuidad de esta tradición arquitectónica
hasta el siglo XIV-XV d.C.
69
y el crecimiento de los asentamientos en el curso inferior de la quebrada de Tarapacá, pampa
Iluga y la ocupación más intensa del litoral, influyen en la propagación de los formatos
cuadrangulares en las viviendas de piedra unida con argamasa, anhidrita, barro y quincha.145
Esta tendencia cambia y parece volver a la situación precedente durante el período Intermedio
Tardío, momento en que la Tradición Quebradeña o de Tierras Altas deja sentir su influencia
en los patrones formales de poblados como Nama, Camiña y Pucar Qollu –con estructuras
ovoidales, elípticas o subcirculares sobre sistemas de terrazas-, señalando el vínculo histórico
con a las quebradas altas de los Valles Occidentales y el Altiplano Meridional. Mientras en
los asentamientos sureños el patrón cuadrangular parece más arraigado a los patrones
formativos precedentes y los formatos residenciales propios de la subárea Circumpuneña.
Durante el período Tardío, los diseños ortogonales utilizados con cierta flexibilidad por los
albañiles incaicos (o dirigidos por ellos) elevan nuevamente la representación de las plantas
con ángulos rectos, mientras que en general se mantienen en el ámbito altiplánico
asentamientos mixtos donde coexisten estructuras de ambos formatos (p.e. Miño 1 y 2,
Collahuasi 37 e Incaguano).
Los rangos de tamaño en los cuales pudieran clasificarse los espacios domésticos en los
distintos tipos de sitio y períodos (Tabla 2.2-2.3) ha sido uno de los ámbitos de exploración
más complejos de dirimir. Es muy difícil efectuar estimaciones demográficas posibles de
ajustar considerando la envergadura y longevidad de los sitios. Más aún, la definición de los
espacios domésticos está sometida a variaciones de tamaño y configuración si se considera
un período tan extenso de tiempo, razón por la cual los rangos de tamaño que se utilizan
como hipótesis funcionales para estimar la capacidad habitacional de los sitios varían según
condiciones específicas.
145
Núñez, L., 1979; Núñez, P., 1983; Urbina et al., 2015. Este cambio formal, es difícil de interpretar en
términos culturales o de innovación tecnológica, puesto que tanto en la región de Arica y el salar de Atacama
durante el período Medio o bajo la influencia Tiwanaku, presentan patrones residenciales similares que tienen
con diseño rectangulares o en ángulo o con esquinas ligeramente curvadas. Nuestra opinión es que, pudiendo
las tradiciones arquitectónicas vecinas influenciar el proceso registrado en la región de Tarapacá, en ninguna
de estas se registran asentamientos aglutinados y dispersos de la magnitud, densidad y complejidad de lo que
aquí analizamos.
70
Tabla 2.3. Patrones morfo-funcionales por sitio, período y tradición arquitectónica.
Sitio
Caleta Huelén 42*
Ramaditas*
Pircas
Aldea de Guatacondo*
Tasma
Quebrada Ancha
Sarmenia
Chomache*
Punta Blanca
Pisagua N
Caleta Huelén Alto
Caserones*
Los Verdes
Pabellón de Pica
Pisagua B
La Capilla*
Carora
Camiña*
Jamajuga*
Nama*
Chusmisa NE*
Husaco Sur
Pucar Qollu*
Tarapacá Viejo*
Miño 1
Miño 2
Collahuasi 37
Inkaguano
N°
Estructuras
30
83
562
177
445
163
8
5
8
25
159
646
1
1
8
72
42
588
135
558
120
383
586
108
36
36
170
52
% patrón morfológico de planta
Irregular
33,73
1,2
55,36
46,5
37,4
12,5
37,5
24,0
34,0
9,1
25,0
0,0
23,8
24,1
23,7
40,7
25,0
21,9
29,3
0,0
27,8
11,1
12,4
7,7
Circular
Cuadrangular
100,0
62,6
3,6
64,4
8,2
32,8
9,6
38,0
14,8
46,0
16,6
25,0
62,5
100,0
62,5
12,0
64,0
24,5
39,0
6,0
84,2
100,0
100,0
75,0
4,15
95,9
9,6
64,3
45,8
27,2
22,2
51,8
43,34
15,9
30,82
44,2
63,4
14,6
41,6
28,7
0,0
100,0
13,9
58,3
13,9
75,0
45,3
41,2
30,8
59,6
Fuente: Urbina et al., 2017. *Asentamientos aglutinados.
% rangos de tamaño estructuras
n/o
25,8
2,25
0,7
2,51
0,6
2,3
2,9
2,3
0,3
1,9
2
2
2
2
2
2
hasta 5 m
5,1 - 10 m 10,1 - 20 m 20,1 - 40 m 40,1 - 60 m más de 60 m
66,7
33,3
15,0
26,5
33,7
10,8
4,8
8,4
60,1
16,0
13,5
5,7
2,1
2,5
17,0
30,5
32,2
14,7
1,7
1,7
63,4
28,5
6,3
0,7
0,2
84,1
11,7
3,1
0,6
0,6
50,0
25,0
25,0
80,0
20,0
25,0
37,5
37,5
12,0
16,0
24,0
40,0
4,0
49,7
27,0
17,0
3,8
1,9
0,6
24,8
21,8
22,0
14,6
8,4
7,1
100,0
100,0
62,5
25
12,5
43,1
6,9
9,7
11,1
11,1
15,3
9,5
2,4
45,2
40,5
2,4
0,0
37,4
11,5
23,6
22,9
3,0
1,0
9,6
20,0
46,0
21,5
2,2
28,7
22,9
24,2
20,8
2,0
0,9
20,8
20,0
20,0
25,0
10,0
4,2
65,3
24,0
6,8
1,0
1,0
43,2
20,0
17,4
9,7
2,2
7,3
12,0
36,1
11,1
40,8
25,0
25,0
22,2
16,7
11,1
25,0
30,6
13,9
5,6
13,9
11,1
56,5
22,4
9,4
1,2
3,5
7,1
25,0
34,6
28,9
3,9
7,7
n/o
0,7
2,3
0,9
4,0
1,4
2,8
0,6
0,7
0,6
1,8
0,2
Tradición Arquitectónica
predominante
Piedra o temprana
Barro de oasis
Piedra o temprana
Barro de oasis
Piedra o temprana
Piedra o temprana
Costera en Piedra
Costera en Piedra
Piedra o temprana
Costera en Piedra
Piedra o temprana
Caliche o anhidrita
Costera en Piedra
Barro de oasis
Piedra/ Quincha
Caliche o anhidrita/ Piedra
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Quebradeña o de Tierras Altas
Tardía o incaica
Tardía o incaica
Tardía o incaica
Tardía o incaica
Tardía o incaica
71
Con todo, nuestra impresión es que las viviendas –pequeños parapetos, refugios o unidades
espaciales aisladas- poseen rangos de tamaño que alcanzan hasta 10 m2, espacialmente en
aquellos asentamientos dispersos (campamentos), donde el rango bajo 5 m2 alcanza una
representación porcentual por sobre el 49-50% (p.e. Caleta Huelén 42, Pircas, Tasma,
Quebrada Ancha, Caleta Huelén Alto y Huasco Sur). En tanto, los asentamientos aglutinados,
las viviendas se ubicarían preferentemente en el rango entre 10-20 m2, con representaciones
que oscilan entre el 35 y 66%. Por lo tanto, debe considerarse esta diferencia ente
asentamientos aglutinados, donde las estructuras bajo los 5 m2 pudieran asociarse
mayormente a funciones de almacenaje-rituales, en tanto que, en asentamientos dispersos,
son justamente este rango de tamaño el que cumple las funciones de refugio o vivienda
estacional o transitoria.
A lo largo del período Formativo, el crecimiento de las superficies de las casas o residencias
de barro y anhidrita mediante la aglomeración de estructuras mediante complejas
subdivisiones y adiciones (muros pareados), puede ser descrito principalmente en los
asentamientos aglutinados donde los conglomerados alcanzan grandes proporciones luego de
varios siglos de ocupación de las viviendas. A lo largo de este tiempo los descendientes de
una o varias familias o linajes construyen sus residencias inmediatamente junto a las
viviendas fundacionales, paralelamente a procesos de subdivisión interna, generando tramas
compactas que configuran verdaderos barrios y sectores a nivel intra-sitio.
Esta situación cambia drásticamente en el período Intermedio Tardío en un proceso que lleva
aparejado cambios en las dimensiones de las viviendas y en la inversión de trabajo para
construirlas. También ocurre el abandono de las grandes aldeas aledañas a la pampa y la
fundación de múltiples asentamientos aglutinados ex novo (post siglo X), sin herencia
formativa, en los cursos medios y superiores de las quebradas, donde las viviendas son
diseñadas con menor capacidad, elaboración y complejidad interna y donde la estrategia de
residencia neolocal se expresa ahora, a diferencia del período Formativo, a nivel de los
asentamientos aglutinados. En el siguiente apartado discutiremos precisamente el
comportamiento de los patrones residenciales, basados en los formatos de las viviendas, su
72
configuración interna y materiales constructivos, a partir de los cuales es posible discutir los
principales hitos de la historia tarapaqueña prehispánica.
Debe considerarse que muchos de los sitios han sido reocupados o remodelados durante
varios siglos, es notable constatar, que ciertos poblados arqueológicos de origen prehispánico
aparecen claramente mencionados en la documentación hispana del siglo XVI,146 razón por
la cual es necesario establecer un marco integrador de las historias ocupacionales de los
poblados arqueológicos con la situación poblacional y organizacional en la región al
momento de la expansión Inca y europea.147
La sistematización de la información por sitio y a nivel regional organiza en cada período un
conjunto de distinciones entre asentamientos tarapaqueños –especialmente detectados en su
envergadura, número de estructuras, superficie construida y posición altitudinal (Gráfico 2.12.3)-. El ordenamiento jerárquico de la red se poblados aglutinados o dispersos involucra, en
este sentido, la presencia de uno o varios asentamientos de primer orden o cabeceras políticas
los cuales generalmente están equipadas con obras arquitectura que requieren la participación
de la fuerza de trabajo comunitaria (o de varias unidades domésticas) y arquitectura pública.
148
Finalmente, el análisis arquitectónico comparado efectuado nos permite situar en un marco
temporal extendido los cambios históricos verificados a lo largo de la secuencia prehispánica
los cuales intentaremos profundizar a continuación.
146
Urbina, 2014. Véase Parte II de esta Tesis.
Núñez, P., 1983; Núñez, P., 1984; Moragas, 1991; Urbina y Adán, 2006; Adán et al., 2007. Cuando referimos
a historia ocupacional o arquitectónica (Urton, 1988), entendemos que cada uno de los poblados indígenas
prehispánicos tarapaqueños han sido testigos de distintas épocas y sus fisonomías y transformaciones obedecen
a los procesos en los cuales los habitantes de estas localidades participaron. Si bien una apreciación general de
los levantamientos topográficos y planimétricos disponibles permite constatar particularidades y elementos
compartidos en los emplazamientos, trazados de planta, en las formas arquitectónicas y diseños constructivos
parciales o generales de los poblados, se requiere continuamente, considerando el volumen de información, de
análisis más sofisticados de sus atributos edilicios para su comprensión e interpretación.
148
Un esquema jerárquico similar puede ser apreciado, con particularidades locales, en el salar de Atacama y
para el río Loa. Uribe et al., 2002; Urbina, 2010.
147
73
Gráfico 2.1. Comparación intersitio según número de estructuras y posición altitudinal.
Fuente: Elaboración propia. Se incluyen 36 sitios (69,2%) con registro de superficie construida de un total de 52 sitios (Tabla 2.1).
74
Gráfico 2.2. Comparación intersitio según superficie construida y posición altitudinal.
Fuente: Elaboración propia. Se incluyen 31 sitios (59,6%) con registro de superficie construida de un total de 52 sitios (Tabla 2.1).
75
Gráfico 2.3. Agrupamientos jerárquicos de asentamientos según número de estructuras y superficie construida.
Fuente: Elaboración propia. Se incluyen 27 sitios (51,9%) con registro arquitectónico íntegro de un total de 52 sitios (Tabla 2.1).
76
Considerando las diferencias biogeográficas que la región presenta, caracterizaremos ahora
el comportamiento de los asentamientos arqueológicos de acuerdo a las distintas zonas
geográficas regionales y sus implicancias en el contexto histórico regional. Este paso en el
análisis implica establecer los grados de integración e interacción entre los habitantes de los
distintos ámbitos subregionales, así como esclarecer las distinciones culturales, económicas
y sociales expresadas en la documentación escrita del período Colonial que señala la
presencia de distintos grupos o modos de vida dentro de la región.
2.1.2. Localización, emplazamiento y diseño arquitectónico
Costa Pacífico (0 - 700 msnm)
Los 11 asentamientos costeros registrados, se distribuyen en zonas de eficiencia de
desembocadura y costa de arreísmo absoluto.149 Estos enclaves constituyen estaciones de
movilidad costera, caletas, como terminales de circuitos que incluyen las tierras bajas altas
interiores, especialmente los oasis y la pampa del Tamarugal. Entre las funciones de los
asentamientos destacan su papel eminentemente habitacional, estacional o anual, con
orientaciones y usos complementarios como puertos, caletas, destinados a la obtención y
procesamiento de materias primas (minerales o guano).
Entre las tradiciones arquitectónicas prehispánicas documentadas por la arqueología, en este
espacio las poblaciones utilizaron edificios rectangulares con muros edificados íntegramente
de piedra unidos con una argamasa muy adhesiva, compuesta de ceniza y materiales
orgánicos como algas y restos óseos. La segunda tradición identificada es aquella donde las
viviendas se edifican con fundaciones y bases de doble hilera de piedra, entre las cuales se
dispone un sistema de paredes de quincha. Los asentamientos aglutinados oscilan entre 5 y
149
Urbina et al., 2011.
77
35 estructuras construidas, y la inversión de trabajo en ellos fluctúa entre los 63 y 432 m2 de
superficie construida intramuros.
Entre los asentamientos residenciales mejor estudiados se encuentra la aldea de Pisagua N,
asentamiento conglomerado edificado con fundaciones y bases de piedra, entre los cuales se
identifican paredes de quincha (caña y barro), de patrón aglutinado de 25 estructuras. Debido
a que se encuentra en el extremo occidental de la península denominada Punta Pichalo, a 50
metros sobre el nivel del litoral rocoso, no dispone de agua dulce en vertientes y sus
poblaciones probablemente captaron neblinas o camanchacas para mantenerse en él.150 Esta
aldea se encuentra a pocos kilómetros al sur de la desembocadura de la quebrada de TanaTiliviche (Camiña), donde se encuentran la estancia de Pisagua B y el pueblo colonial
denominado Pisagua Viejo. Estos dos últimos sitios, muy próximos entre sí, fueron instalados
sobre un conchal y cementerio del período Arcaico Tardío (Chinchorro) y demuestran un uso
prehispánico y colonial en dos modalidades de instalación, estancia y pueblo colonial, en la
desembocadura de este valle.
Mientras Pisagua B, un asentamiento acotado y disperso, ha sido construido con bases de
piedra y paredes de quincha; Pisagua Viejo muestra construcciones íntegramente en piedra
unidas con una muy compacta argamasa, con techos a dos aguas, más comunes durante el
período Inca e Histórico Temprano. La instalación de una iglesia en medio del conjunto de
recintos dispersos, hace pensar que se trata de un pueblo de origen prehispánico o intervenido
por españoles para establecer allí el puerto de Pisagua,151 sin embargo, su data de fundación
no está clara y no se han efectuado estudios estratigráficos en el lugar. En tanto Pisagua N y
B poseen formatos arquitectónicos similares, reproduciendo el patrón aldeano asociado a
asentamientos dispersos (estancia) típico del período Intermedio Tardío. La presencia de
Pisagua Viejo en la desembocadura de la quebrada de Tana-Tiliviche demuestra elementos
de continuidad con la tradición arquitectónica costera, aunque muestra elementos tardíos,
como los edificios de planta ortogonal (iglesia) y los techos a dos aguas, lo cual pudiera
ubicarlo hacia el siglo XVI o XVII.
150
151
Navarro et al., 2010.
Núñez, L., 1969: 57-58.
78
A diferencia de lo descrito, también se registran asentamientos con edificios de planta
circular como muestra el sitio Pabellón de Pica, donde las técnicas constructivas en piedra y
argamasa, son del todo similares a Pisagua Viejo, Los Verdes y Sarmenia. No obstante, la
edificación de viviendas de muros curvos pudiera identificarse con las tradiciones Formativas
tarapaqueñas de la quebrada de Guatacondo (aldea de Ramaditas y de Guatacondo) ubicada
en el sector sur o meridional de la Región, inclusive sugiere vínculos con la tradición
constructiva de oasis de la región Atacameña.152 En el caso del Sector Central, entre Iquique
y Chipana, la localidad de Los Verdes es de las pocas donde por el momento se han registrado
restos de arquitectura, la cual son del todo similares a aquellos de Pisagua Viejo, con
estructuras aisladas de planta rectangular, de piedra unidas con argamasa muy compacta.153
Este patrón Tardío está presente en el sitio ubicado en la caleta de Sarmenia. Este formato
tardío o colonial de arquitectura doméstica de este modo se encuentra presente desde Pisagua
hasta el sector central de la región.
Podemos afirmar que la arquitectura costera de la Fase Camiña (siglos XIII-XV) es de baja
escala, inversión de trabajo o envergadura. Las poblaciones durante esta época utilizaron un
modelo constructivo que utiliza recintos rectangulares con y las paredes de quincha para la
sección aérea de los muros, ya sean asentamientos aglutinados o dispersos. El uso de paredes
de materiales perecibles, de caña con relleno de barro, destinados a controlar las altas
temperaturas, vincula estos sitios costeros con aquellos de las tierras bajas interiores y pueden
ser una explicación de lo difícil que es encontrar preservados estos materiales en los oasis o
pampa del Tamarugal.
En el Sector Sur de la costa se documenta variaciones en los patrones constructivos durante
esta época tardía. Al ya mencionado Pabellón de Pica, se registra más al sur una pequeña
instalación aglutinada denominada Chomache-1, de planta ortogonal y muros de piedra y
argamasa. Al igual que la aldea de Pisagua N, el conglomerado de estructuras replica patrones
constructivos y una orientación hacia el litoral rocoso de esta localidad. Su emplazamiento
sobre niveles aterrazados artificialmente y la organización de los espacios colindantes vincula
152
153
Adán y Urbina, 2007.
Sanhueza, 1985.
79
su edificación con aquellos asentamientos de valles interiores como la aldea de Quillagua y
Tarapacá 13 y 13a (Núñez, P. 1983), vale decir con asentamientos aldeanos de gran
envergadura, de raíces formativas y vigentes desde la Fase Tarapacá (900-1250 d.C.).
En el caso de Caleta Huelén Alto, se trata de un asentamiento disperso, con al menos 159
estructuras registradas. Se emplaza en las laderas y faldeos a los pies del farellón costero, en
la ribera norte de la desembocadura del río Loa. A diferencia de los anteriores, alejado de la
línea de costa. Su ocupación a lo largo de un kilómetro, originada en el antes del siglo X d.C.,
continuó durante la etapa tardía relacionada con la explotación o procesamiento de minerales,
derivados de cobre, como lo documentan abundantes martillos, restos de malaquita de
distintos tamaños y áreas de actividad con molienda de mineral dentro de estructuras
pircadas, así como senderos que haciendan hacia los cerros.
Con todo, tanto el patrón aldea-estancia referido y el desarrollo de tradiciones constructivas
vinculadas con las tierras interiores, la orientación minera de los asentamientos de
Huantajaya y Caleta Huelén Alto indican que la costa tarapaqueña ha sido un espacio
valorado integralmente ya sea por ser una fuente de alimentos como, considerando el sector
cordillerano, por los yacimientos o minas que pueden ser explotadas desde los enclaves
costeros. Del mismo modo el establecimiento de pequeñas aldeas o conglomerados en el
litoral rocoso (Pisagua N y Chomache) señala no sólo una orientación a cierto tipo de especies
marinas sino a la explotación del guano que se acumula en estos sectores y que es esencial
como fertilizante de los cultivos en los valles y quebradas interiores.
Pampa, oasis y valles interiores cálidos (yunga) (700 - 1400 msnm)
En esta franja se han identificado un total de 15 asentamientos con arquitectura, la mayor
parte de ellos (n=13) ubicados en el sector norte de la región. Los poblados han sido ocupados
a partir del período Formativo (pre 900 d.C.) o desde el inicio del Intermedio Tardío (post
900 d.C.), y al igual que en la costa en cierto número han sido reocupados durante el período
Inca e inicios del Histórico Temprano. El carácter habitacional de los sitios se desglosa en
funciones específicas dominadas por los poblados aglutinados o aldeas, campamentos de
patrón disperso, aldeas asociadas a la explotación agrícola o la extracción y procesamiento
80
de minerales. También se ha registrado el cementerio de cistas y chullpas de adobe de
Laymisiña, frente al pucara de Troncoles, ambos junto al actual poblado de Camiña.
En esta franja los sitios ubicados en la zona de pampa y oasis, entre los 700 y 1400 msnm
son sólo 3: Pircas y Caserones en la quebrada de Tarapacá y Pica en el oasis homónimo. Sin
embargo, las prospecciones conducidas en los últimos tres años en distintos sectores de la
Pampa del Tamarugal, comienzan a revertir la imagen del desierto como un espacio
deshabitado e inhóspito durante los períodos prehispánicos (Figura 2.2).
Figura 2.2. Registros arqueológicos de prospección en quebradas de Guatacondo,
Cerrillos y valle de Quillagua.
Fuente: Pellegrino et al., 2015; Uribe et al., 2015. Polígonos de prospección: quebrada de Guatacondo
(superior-izquierda), quebrada de Cerrillos (inferior-izquierda) y valle de Quillagua (derecha).
El origen Formativo de estos asentamientos es indicación de una época con mayores
precipitaciones y cubierta vegetacional, razón por la cual las ocupaciones aldeanas se
vinculan directamente a los deltas de ríos u oasis aledaños a la pampa del Tamarugal. Los 12
asentamientos restantes se ubican en la zona de valles entre los 1400 y 2700 msnm y coincide
81
esta subida por los cursos fluviales con la probable desertificación ocurrida a partir del siglo
XI o XII en todos los Andes, dentro de cuyos efectos se cuenta la desecación de las vertientes,
disminución de las precipitaciones asociadas a las lluvias estivales y retrocesos de la
vegetación a los pisos de mayor altura (p.e. Tolar).154 Un rasgo que define a los asentamientos
prehispánico de esta franja es el patrón aglutinado de los poblados, el cual puede sub dividirse
en tres categorías: pequeños, con menos de 100 estructuras; medianos, con entre 100 y 200
estructuras; y grandes, con más de 500 y menos de 650 estructuras. La inversión de trabajo
en estos tres grupos es significativamente mayor a la de los asentamientos costeros.
Si se considera este indicador, la superficie construida en estos poblados oscila entre los 800
y los 16.500 m2, y puede subdividirse entre poblados mayores, donde la inversión
arquitectónica supera los 6.000 m2 y poblados menores, con sumas de superficie construida
menores a esta cifra y mayores a 799 m2. Estos últimos ostentarían inversiones mayores a los
asentamientos aglutinados costeros. Las mayores inversiones constructivas se registrarían en
la aldea de Caserones (15.996 m2), aldea de Camiña (9.903 m2) y Tarapacá Viejo (16.562
m2), exponentes principales o sitios-tipo de los períodos Formativo, Intermedio Tardío e Inca,
respectivamente.
Entre las tradiciones constructivas identificadas, pueden señalarse aquellas ya mencionadas
para la costa, donde predomina el uso de piedra y quincha, además de aquellas propias del
interior, como la tradición en barro y caliche o anhidrita, con postes de madera (Prosopis sp.)
empotrados en los muros, presente en la quebrada de Tarapacá (Caserones, Tr-13-13A, Tr15, Tr-16 y Tr-44) y Quillagua (aldea La Capilla),155 y la tradición de tierras altas donde se
utiliza profusamente la pirca seca y paramentos de piedra unidos con una argamasa que
mezcla barro y material vegetal.156
En las dos últimas tradiciones mencionadas, se privilegia el emplazamiento sobre terrenos
planos y laderas, por lo cual se requiere construir sobre sistemas de terrazas artificiales
similares a aquellas que se utilizan en los sistemas agrícolas. Mientras los conglomerados se
edifican con planta rectangular-ortogonal en el caso de la tradición en barro y caliche,
154
García et al., 2011; Gayó 2012a, 2012b.
Urbina et al., 2012a.
156
Adán y Urbina, 2010.
155
82
aquellos poblados íntegramente construidos en piedra, utilizan estructuras de muros curvos
y/o sub rectangulares para viviendas, patios, corrales y depósitos. Junto con la envergadura
y escala de los poblados aglutinados, la diversidad de formas constructivas señala además de
cierto ordenamiento cronológico y adaptación tecnológica de las ocupaciones humanas, una
importante diversidad cultural dentro del espacio territorial que abarca esta franja
longitudinal de la región tarapaqueña. Los valles y oasis fueron escenario de intensas
relaciones inter regionales y al parecer en ella se asentaron grupos de origen o raigambre
costera y de tierras altas, además de aquellos propios de esta zona.
La presencia de Tarapacá Viejo dentro de este conjunto, asentamiento urbano de trazado
incaico cuya fundación ha ocurrido durante el período Formativo y su abandono durante
inicios del siglo XVIII, señala el valor de las tierras y poblaciones que habitan las tierras
bajas tarapaqueñas junto a la pampa del Tamarugal, especialmente aquellas asentadas en la
sección inferior y media de la quebrada de Tarapacá. Dentro de los poblados de mayor
tamaño, aquellos construidos en caliche (anhidrita), postes de madera y barro definen un
sector muy característico o nuclear en la sección inferior de la quebrada de Tarapacá157 el
cual sólo tiene representación fuera de esta quebrada, unos 200 kilómetros más al sur, en la
aldea de la Capilla ubicada en pleno valle de Quillagua (río Loa). Se puede establecer que
esta es la arquitectura aldeana o aglutinada tarapaqueña de mayor importancia, junto con la
tradición constructiva en quincha, cuyo origen se remonta al período Formativo, en uso hasta
el Intermedio Tardío.
Una de las características de estos poblados es la densidad de recintos por hectárea, la
complejidad de los conglomerados residenciales, la segregación de barrios, la disposición de
calles rectas y la presencia de arquitectura pública como plazas, templos y muros defensivos.
La orientación económica de las aldeas, por su cercanía con la pampa, se asocia a la
recolección de los frutos de algarrobos y chañares, así como la explotación de los bosques,
sus maderas y derivados, además del control de las rutas hacia la costa y la explotación
agrícola de cultivos propios de las tierras cálidas, pues se encuentran en el caso de la quebrada
de Tarapacá, entre el valle bajo, el delta de la quebrada y las tierras inundables por avenidas
157
Núñez, L., 1979; Núñez, P., 1983.
83
estivales (pampa Iluga). Entre los asentamientos edificados en piedra se encuentran aquellos
ubicados en la actual quebrada de Tarapacá (mencionada como valle de Cato en la
documentación) y en la quebrada de Camiña.
Su emplazamiento en laderas muy abruptas con sistemas de terrazas individuales son
indicación de su cronología más tardía, y un sentido más desagregado que las aldeas de valles
y oasis edificadas en caliche y barro. Estos poblados en piedra y argamasa, como el pucara
de Troncales y la aldea de Camiña en el valle homónimo; y en la quebrada de Tarapacá, las
pequeñas aldeas de Carora, Pachica y el pucara de Mocha, se relacionan con la explotación
agrícola de fondos de valle y mediante andenes y canales, así como la minera en laderas
expuestas y aterrazadas o en cumbres de cerros donde afloran vetas cupríferas.
Esta variabilidad sería no exclusiva de un grupo cultural ni menos permitiría pensar en un
territorio cerrado a poblaciones o habitantes de otras regiones o sectores aledaños. Señal de
ello es la presencia de chullpas de adobe en medio de un cementerio de “cistas” de piedra, en
plena quebrada de Camiña (Laymisiña), a una altura muy baja (2400 msnm) para la usual
ubicación de este tipo de mausoleos funerarios de autoridades indígenas altiplánicas,158 lo
cual pudiera indicar la importancia de este valle cálido (yunga) para grupos de origen extra
locales que inclusive habitan y se entierran en este lugar. Este dato, propone también ciertas
condiciones de residencia u ocupación multi étnica del valle de Camiña.
Del mismo modo la presencia de poblados edificados íntegramente en piedra y argamasa de
barro, en cotas inferiores a los 2000 msnm como Tarapacá-16, Tarapacá-44 y Tarapacá Viejo,
establecería la posibilidad del abandono del caliche como material constructivo propio de la
época formativa. Este cambio cultural se vincularía a transformaciones en las formas de
habitar los poblados, a partir del siglo X, mediante construcciones más expeditivas en piedra
utilizada en estado natural (sin desbaste o cantería).
Otra alternativa, sería el establecimiento de poblaciones, albañiles y especialistas de otros
pisos en las tierras bajas tarapaqueña probablemente vinculados a las crecientes interacciones
inter regionales de la de los siglos XIII-XV (fase Camiña) o el impacto de la incorporación
de la quebrada de Tarapacá al Tawantinsuyo (siglos XV-XVI). Una tercera vía de respuesta
158
Sanhueza y Olmos, 1981; Ayala, 2001; Urbina y Adán, 2006.
84
a este problema, podría establecer que esta diferencia tecnológica refiere más a una
adecuación climática de las viviendas a los ambientes cálidos/bajos-quincha/caliche y
fríos/altos-piedra/argamasa, donde se busca moderar las altas temperaturas de la pampa con
ambientes frescos interiores provistos por las paredes de quincha y, en las quebradas
intermedias de clima frío, conservar por más tiempo el calor absorbido por las viviendas de
piedra durante el día.
Los poblados de piedra se construyen en dos modalidades. Los asentamientos aglutinados
mayores, como en la aldea Camiña, donde la orientación económica del conjunto es la
explotación agrícola del valle adyacente, y donde se registran inversiones en arquitectura
pública como acotadas plazas de cumbre y calles centrales que dividen al poblado en dos
mitades. Este sitio, es el único de esta franja que además incorpora arte rupestre dentro de los
recintos domésticos.159
En segundo lugar, los pucaras o poblados menores, donde las estructuras se muestran un
mayor nivel de dispersión, y la orientación económica de los sitios se asocia la explotación
de recursos agrícolas o mineros presentes en el mismo lugar de instalación de las viviendas
y áreas de actividad. Estos pucaras se ubican en lugares elevados estratégicos como cerros o
laderas muy pronunciadas, inclusive en el caso de Mocha, el asentamiento se distribuye en
dos cumbres o promontorios contiguos donde afloran superficialmente las vetas de cobre rojo
y gris.160 Es interesante que la tradición constructiva de geoglifos, propio de la pampa
tarapaqueña,161 se encuentre presente en el sitio de Pircas (1200 msnm) y en torno al pucara
de Mocha (2200 msnm), no obstante, en estos sitios no se han registrado grabados rupestres
dentro de los recintos o estructuras individuales,162 como si ocurre en la aldea de Camiña.
Debe indicarse adicionalmente, que la tradición constructiva en piedra es también común en
las tierras bajas costeras, en los valles, oasis y quebradas altas de la región tarapaqueña y
atacameña desde fines del período Arcaico, por lo cual no debe ser asociado este formato
arquitectónico únicamente con poblaciones altiplánicas o de tierras altas. Ejemplos claros de
159
Vilches y Cabello, 2011.
Moragas, 1995: 20.
161
Briones et al., 2005.
162
Moraga, 1995: 32-37.
160
85
lo señalado son los asentamientos costeros de Caleta Huelén Alto y Pisagua N; y en el
interior, el campamento de Pircas (1200 msnm), así como y el componente estratigráfico
formativo y fundacional de la aldea de Camiña (2400 msnm).163
Con todo, los asentamientos aglutinados de esta franja longitudinal demuestran existencia de
distintas tradiciones constructivas indígenas relativas a orientaciones económicas específicas
y complementarias. Entre las agrupaciones que pueden establecerse con mayor seguridad se
encuentran las plantas o trazados propios de las aldeas de valles y oasis en la quebrada de
Tarapacá y el oasis de Quillagua, edificadas en anhidrita o caliche, donde se ubican postes
empotrados o interiores de madera de Prosopis sp. y distintas mezclas de barro y estuco. En
ellas se identifican complejos trazados ortogonales, algunos de crecimiento irregular (sin
respectar las orientaciones generales de los muros), la sectorización en barrios residenciales
colindantes o segregados, junto con la incorporación de arquitectura comunal o pública.
Sobre la cota de esta red de asentamientos aglutinados, a 1500 msnm, y bajo aquella que
recorre los 2700 msnm, se instalan aldeas de piedra sobre terrazas y terraplenes artificiales;
algunas de ellas incorporan pequeños reductos abiertos o plazas de cumbre, otras de mayor
tamaño han generado divisiones en mitades mediante la disposición de espacios de
circulación formales o calles diametrales. En el caso de las aldeas menores -de segundo o
tercer orden-, pucaras y estancias, prevalece funciones dedicadas a la agricultura de valle y/o
la minería de derivados de cobre (p.e. malaquita y crisocola).
La arquitectura en piedra, presente también en campamentos costeros como Caleta Huelén
Alto, se replica en asentamientos dispersos o paraderos caravaneros como debió suceder con
el campamento de Pircas (frente a la aldea de Caserones, 1200 msnm).164 Por último, la
confirmación de elementos de tradición altiplánica en valles yungas tarapaqueños se
evidencia en el cementerio de Laymisiña, donde entre un conjunto disperso 85 de cistas de
piedra semi subterráneas, fueron levantadas 6 chullpas de adobe sobre un promontorio que
domina el valle,165 emparentando el formato funerario de los linajes de este sitio con aquellos
de Sitani en Isluga (3800 msnm) y Nama, a los pies de la aldea homónima (3100 msnm).
163
Uribe et al., 2007; Mendez-Quiros y Uribe, 2010.
Núñez, L., 1984b; Urbina et al., 2012a.
165
Urbina y Adán, 2006: 27-29.
164
86
Quebradas y Precordillera (1400 - 3500 msnm)
En esta franja longitudinal (norte-sur), que comprende los ambientes de quebradas altas entre
2500 y 3500 msnm, se han estudiado registrado 13 asentamientos, entre los cuales sólo la
mitad cuenta con registro sistemático de arquitectura superficial: Nama, Nama chullpas,
aldea de Chusmisa y Chusmisa SW, Jamajuga y Tasma (Figura 2.3). El resto, reportados en
prospecciones arqueológicas o registrados sólo nominalmente, esperan ser estudiados a
futuro: la pequeña estancia o tambo de Guayaquil (frente a la aldea de Nama), pucara de
Siñaguache (Chiapa),166 los cementerios de Ocaica y Ventana y los pucaras Ozcuma 1 y 2.167
Considerando el conjunto de sitios de tierras bajas (700-2500 msnm), los 13 asentamientos
arqueológicos ubicados en quebradas (2500-3500 msnm) la representación del sector central
es mayor. Las quebradas mejor conocidas son aquellas de Nama (afluente del río
Camarones), Chusmisa y Chiapa (afluentes de la quebrada de Tarapacá), y más al sur,
Mamiña y Tasma. La clasificación de los sitios analizados señala la presencia de poblados
aglutinados o aldeas y campamentos dispersos, además de tres cementerios de cistas, algunos
de ellos vinculados o contiguos a aldeas (p.e. Chusmisa SW), y un cementerio de chullpas de
adobe ubicado sobre campos agrícolas, a los pies de la aldea de Nama y otro con chullpas de
piedra insertas en una pequeña estancia agrícola, en el sitio de Guayaquil, frente a la aldea
de Nama igualmente.
Respecto de la asociación aldea-cementerio, debe destacarse además del caso de la aldea de
Nama y Guayaquil, en el caso del pucara de Siñaguache, Reinhard y Sanhueza, describen
cistas aisladas o dentro de recintos mayores, dentro de las cuales pudieron identificarse
osamentas humanas.168 Esta característica, pudiera ser extensiva a los asentamientos de
tierras bajas como la aldea de Camiña, el pucara de Troncales y Mocha, donde también fueron
identificadas cistas aisladas o en grupos dentro de viviendas, patios o corrales.
166
Reinhard y Sanhueza, 1982: 41.
Niemeyer, 1963: 106.
168
Reinhard y Sanhueza, 1982: 41.
167
87
Figura 2.3. Vista satelital dispersión de estructuras sitio Tasma y Quebrada Ancha.
Fuente: elaborado por Roberto Izaurieta, 2011-2012. Sitio Tasma (polígono izquierda) y Quebrada Ancha (polígono Derecha).
88
Una primera apreciación respecto de los sitios de quebradas es su posición cronológica
relativa según los elementos constructivos y de diseño arquitectónico. A diferencia de la costa
y las tierras bajas, los asentamientos aglutinados han sido fundados o presentan sus
ocupaciones iniciales durante el período Intermedio Tardío y se extienden hasta el período
Inca e inicios del período Histórico Temprano. Lo señalado se confirma por el predominio
del uso de técnicas constructivas en piedra con y sin aplicación de argamasa entre los bloques,
los sistemas de terrazas y terraplenes para la edificación, la instalación sobre cerros islas o
promontorios estratégicos, con buena visibilidad, sobre el fondo de los valles.
Es importante notar la distribución de los tipos de cementerios, restringidos al extremo norte
de la región tarapaqueña, aquellos con mausoleos de adobe de origen altiplánico (chullpas de
adobe y piedra), como ocurre en Nama y Guayaquil (ambos en la quebrada de Nama), y los
cementerios exclusivos de cistas que se registran en Chusmisa, Mamiña y Tasma, vale decir
en el sector norte y central de la región. Como ya hemos indicado, Laymisiña (2440 msnm),
en el valle de Camiña, es el único cementerio de la región donde se expresan ambas
modalidades de entierro (cistas semi subterráneas y chullpas de adobe).
Adicionalmente, la presencia de chullpas de piedra en el sitio de Guayaquil, en la ribera
opuesta a la aldea y chullpas de Nama, agrega mayor diversidad a las posibles relaciones con
o la presencia directa de habitantes provenientes de tierras altas adyacentes u otras más
distantes a la región de Tarapacá, los cuales se habrían asentado en este importante oasis de
altura.169 Lamentablemente el sitio de Guayaquil no ha sido estudiado sistemáticamente aún,
por lo cual otras consideraciones al respecto debieran esperar.
Si se considera el número total de estructuras, pueden definirse tres modalidades. Entre los
asentamientos aglutinados, aquellos con más de 100 estructuras (Chusmisa NE y Jamajuga)
y aquellos con más de 500 estructuras (aldea de Nama). El único campamento disperso
registrado hasta el momento en esta franja, es el ubicado en la desembocadura de la quebrada
de Tasma, con 445 estructuras identificadas, las cuales han sido edificadas y utilizadas desde
169
Se trata de una quebrada alta provista de vertientes de agua dulce, un “oasis de altura”, por lo cual se
caracteriza su producción de frutas y otros cultivos propios de tierras más bajas. Núñez, L., 1984a: 304-305.
89
el período Formativo hasta la etapa Histórica. El campamento de Tasma destaca también por
presentar asociación a huellas troperas (caravaneras). Además, aquí se registran bloques
rocosos y elementos constructivos dentro de los recintos habitacionales o refugios con
grabados rupestres (e inclusive con pinturas de camélidos), tal como sucede en la aldea de
Camiña. La presencia de arte rupestre también aparece ahora profusamente en la arquitectura
doméstica de la aldea de Chusmisa y Jamajuga (quebrada de Mamiña).
En términos de la inversión de trabajo, las dos clases de asentamientos aldeanos registran una
oscilación entre 2135 y 7165 m2, mientras que en el caso de Tasma la inversión a lo largo de
todo el lapso ocupacional alcanza 2069 m2. Un asentamiento del tipo “campamento” como
ocurre en Tasma debe ser entendido frente a otros de su tipo, por ejemplo, en la
desembocadura del río Loa, Caleta Huelén Alto (1300 m2 construidos) y en la pampa, el sitio
Pircas (6594 m2 construidos). En la franja altiplánica, en esta categoría se agregan, como se
describe luego, los sitios de Quebrada Ancha y Husco Sur.
La orientación económica de estos asentamientos es predominantemente agrícola y dada la
presencia de estructuras de gran tamaño, a modo de corrales, también lo fueron en términos
ganaderos.170 En Nama, Chusmisa y Jamajuga, la presencia de estructuras de piedra a modo
de depósitos de almacenaje, muy similares a las cistas semi subterráneas, refuerzan la idea
de asentamientos asociados a una economía excedentaria. Las inversiones en arquitectura
pública se registran en Nama (muro perimetral de baja altura), y las plazas de cumbre en
Chusmisa (3300 msnm) y Jamajuga (2800 msnm).
La incorporación de arte rupestre sólo en las aldeas de menor tamaño, como el campamento
de Tasma y el cementerio de cistas de Chusmisa SW, indica ciertas relaciones entre sus
habitantes; su exclusión pudiera estar relacionada con la presencia de chullpas y murallas
demarcadoras, no como evidencias de conflictos bélicos, sino como opciones culturales de
cada asentamiento o normas de convivencia multi étnicas.
La franja precordillerana de Tarapacá, especialmente en el sector norte y central, demuestran
una gran diversidad de opciones de diseño arquitectónico, las cuales se ven reflejadas en tres
ámbitos: el doméstico (presencia o ausencia de arte rupestre); el público (presencia o ausencia
170
Adán y Urbina, 2010.
90
de plazas y muros perimetrales); y el funerario (presencia, ausencia o combinación de
dispositivos como chullpas de piedra, adobe y cistas semi subterráneas).171 Tomando en
cuenta estos indicadores, las relaciones o conexiones que se establecen entre las viviendas
con grabados rupestre se distribuyen entre Tarapacá Viejo (1400 msnm) y la aldea de
Chusmisa y cementerio de cistas Chusmisa SW (3300 msnm), todos en la cuenca hidrográfica
de la quebrada de Tarapacá, por el norte se suma la aldea de Camiña (2400 msnm) y por el
sur la aldea de Jamajuga (quebrada de Mamiña, 2800 msnm) y el campamento de Tasma (25
km al Noreste del oasis de Pica, 2500 msnm).
Si se consideran las inversiones en arquitectura pública en las aldeas, situación que supone
la colaboración o trabajo de diversas unidades domésticas, especialmente las plazoletas
ubicadas en el centro de los sitios o en la cumbre de los cerros que albergan el conjunto de
estructuras, se deben nominar aquellas de Pabellón de Pica (88 m2) en la costa, por el norte
la plazoleta del sector sur de la aldea de Camiña (105 m2); en las quebradas altas las de la
aldea de Chusmisa (267 m2), Jamajuga (40 m2) y las de Ozcuma 1 y 2, estos dos últimos para
los cuales no existen registros métricos; en el altiplano, aquella de Pucar Qollu (30,7 m2), y
del Tojo o Collacagua 18.172
Mientras que chullpas de piedra se registran en Guayaquil (quebrada Nama, 3000 msnm) y
Choque Qollu (sector Enquelga, 4010 msnm), esta clase de edificios en adobe se registran en
Nama, Laymisiña y Sitani; todos ubicados en el sector norte de la región de Tarapacá. En el
caso de las cistas de piedra, su registro es bastante amplio, no obstante, ocurre especialmente
en los valles (Laymisiña), precordillera (Nama, Chusmisa, Siñaguache) y altiplano (Pucar
Qollu y Usamaya 1) del sector norte de la región, mientras que en el sector centro sólo se
reportan los sitios de Ocaica (2800 msnm) en la quebrada de Mamiña y el cementerio de
Ventana en la quebrada de Tasma (2500 msnm).
Referente al formato de las viviendas y conglomerados, los estudios arquitectónicos han
señalado una línea divisoria en las quebradas altas entre los asentamientos aglutinados con
unidades domésticas o residenciales de muros curvos (p.e. circulares, elípticas u ovoidales),
171
172
Urbina y Adán, 2006: 22-23.
Berenguer y Cáceres, 2008.
91
las cuales se identifican en las aldeas de Camiña, Nama, Pucar Qollu y Collacagua 18 (el
Tojo); mientras que en desde la quebrada de Tarapacá al sur, donde si incluyen las aldeas y
pucaras de Siñaguache, Chusmisa, Carora, Pachica, Mocha), y aquellas de las quebradas de
Mamiña (Jamajuga) y Ozcuma (1 y 2), las viviendas se fabricarían de planta rectangular y
cuadrangular preferentemente, acercándose al patrón de las aldeas de barro y caliche de
origen Formativo, como a la tradición de tierras altas de la región Atacameña.173
Altiplano o Tierras Altas (3500- 4500 msnm)
Las tierras altas de la región tarapaqueña han sido estudiadas durante los últimos 8 años a
través de distintos proyectos de investigación, los cuales han reconocido nuevas ocupaciones
del período Formativo, Intermedio Tardío e Inca. De igual modo, la serie actual de 15
asentamientos con arquitectura. En el Sector Sur, el mismo valor pionero posee el trabajo de
Thomas Lynch y Lautaro Núñez en 1994, caracterizando superficialmente el sitio Inca
Collahuasi 37.174 La segregación espacial de esta franja ubicada sobre los 3500 msnm, es
operativa respecto de diferencias ambientales significativas en términos del asentamiento
humano y su economía. Tales es el caso del Sector norte, que forma parte de la Puna Seca,
mientras el Sector centro y sur, de la Puna Salada. Ambas Punas se encuentran divididas por
el cordón Este-Oeste conocido con el nombre de Sillajuay.
Desde una perspectiva cultural y orográfica, los 3 sitios del sector sur se localizan entre las
nacientes del río Loa hasta el salar de Ujina, colindantes con las regiones de Lipes, Atacama
y sur de Tarapacá; aquellos 7 del sector centro lo hacen en la cuenca del río Collacagua-Salar
de Huasco, adyacentes a la región Lipes, Quillaca y centro de Tarapacá; y, finalmente los 5
sitios del sector norte en el área Cariquima-Isluga, en torno al salar de Coipasa, junto a la
región Caranga y norte de Tarapacá. En términos cronológicos, esta franja posee
antecedentes de ocupaciones del período Arcaico y Formativo,175 no obstante, los registros
173
Adán y Urbina, 2010: 872-875.
Lynch y Núñez, 1994.
175
Núñez y Varela, 1966; Núñez, L., 1976: 60-64; Sanhueza 1981.
174
92
de arquitectura que se conservan actualmente representan con mayor intensidad las
ocupaciones prehispánicas tardías, coloniales y etnográficas.
Sitios de este elenco con evidencias formativas se encuentran en Pucar Qollu (sector norte),
Quebrada Ancha y Huasco Sur (sector centro) (Figura 2.4). Un rasgo muy relevante de la
franja altiplánica tarapaqueña es la intervención incaica, la cual está registrada con elementos
propios de su arquitectura en sitios como Incaguano (Incamarca), Collacagua 19, Huasco 1,
Collahuasi 37, Miño 1 y Miño 2.176
Respecto del patrón de asentamiento, en el sector norte las prospecciones efectuadas por Julio
Sanhueza en la década de 1980, distinguen siete tipos de sitios arqueológicos: funerarios
(sepulcros cistas y chullpas), poblados amurallados, poblados sin amurallamiento,
campamentos transitorios, sectores de cultivo, sectores de cacería y depósitos líticos y,
finalmente aleros rocosos.177 Más al sur, la prospección del camino Inca en la cuenca del río
Collacagua-Salar de Huasco documentó segmentos de caminos, senderos, huellas sin
aparejos laterales, mojones de piedra o hitos y parapetos o paskanas, asociados a dos focos
de ocupación prehispánica.
El foco norte o Collacagua, presenta pequeños asentamientos aglutinados e internamente
compactos (de no más de 195 estructuras), alineados con la banda oeste del curso medio del
valle; mientras el foco sur o Huasco presenta asentamientos dispersos de mayor extensión
(de no más de 83 estructuras), menos aglutinados que aquellos de Collacagua.178 En el sector
sur, las prospecciones efectuadas en las nacientes del río Loa179 y el salar de Ujina,180 dan
cuenta mayormente de asentamientos incaicos orientados a la extracción minera y circulación
de materias primas, con improntas arquitectónicas muy significativas como RPCs181 o
Canchas y Callancas en Miño 1 y 2 y RPCs o Canchas y Colcas en Collahuasi 37.
176
Urbina, 2009.
Sanhueza, 2007: 4-8.
178
Berenguer y Cáceres 2008: 28.
179
Castro 1992.
180
Lynch y Núñez, 1994; Núñez, L., 1999.
181
Rectángulo Perimetral Compuesto, sensu Raffino, 1981.
177
93
Figura 2.4. Vista satelital dispersión estructuras sitio Huasco Sur.
Fuente: elaborado por Roberto Izaurieta, 2012.
94
En estos asentamientos se registra un patrón Inca-Mixto con la presencia de elementos
arquitectónicos
no
incaicos,
conglomerados
residenciales
y
viviendas
aisladas
correspondientes a estancias pre existentes o adjuntas a las instalaciones incaicas. Con todo,
a diferencia de los sectores centro y norte de la franja altiplánica, la presencia Inca en el
sector sur es más acentuada y destaca la ausencia de asentamientos aglutinados locales,
probablemente por las duras condiciones de habitabilidad de la Puna Salada en este sector.
Ahora bien, de aquellos asentamientos con registros o información arquitectónica, puede
destacarse en el área Cariquima-Isluga la ocupación de grandes sitios aglutinados, en la
modalidad pucara (Pucar Qollu) y cementerios de chullpas de adobe y piedra; en el sector de
Collacagua-salar de Huasco, los asentamientos poseen un patrón disperso o estanciero
dispuesto tanto en las quebradas occidentales (Quebrada Ancha) como en el propio altiplano
(Huasco Sur).
La modalidad pueblo aglutinado-estancia parece ser una característica al menos en el sector
norte,182 aunque hasta la fecha no se han efectuado registros de arquitectura de estas estancias
arqueológicas. Este modo de uso del espacio, propio de las tierras altas del Centro Sur
Andino, se asocia en Isluga y Cariquima a una diversidad en las tradiciones funerarias, las
cuales se comportan de modo similar a lo descrito para la franja de valles y quebradas.
En este ámbito, el registro de cementerios de chullpas de adobe en Sitani 1183 y chullpas de
piedra (Choque Qollu), no se registra al sur del río Isluga. Mientras que las cistas funerarias
se han registrado en Usamaya-1 y dentro del Tojo o Collacagua 18 (sector centro), junto al
río homónimo. Adicionalmente, el patrón aglutinado de los sitios puede desglosarse en aquel
propio del período Intermedio Tardío, como ocurre en el extenso poblado de Pucar Qollu
(Isluga), y aquel que introducen las instalaciones incaicas,184 las cuales, a diferencia del
primero por su orientación minera, logística sobre el camino Inca y dotadas de reducida
capacidad habitacional.
182
Sanhueza, 2007, Tabla 1: 20; Martínez, G. 1976.
Ayala, 2001.
184
Urbina, 2009.
183
95
En términos de los materiales constructivos, domina en los sitios habitacionales el uso de
pirca seca para los paramentos, mientras que el formato de la planta de las viviendas es
compartido de norte a sur, apegado a las formas de muros curvos, circular, elipsoidal y
ovoidal, con excepción de los sitios del período Tardío o Inca, donde predomina el patrón
rectangular de los edificios y la traza ortogonal, además del uso de la argamasa, revoque o
enlucido, techo a dos aguas y el trabajo de desbaste o canteo de los bloques de piedra que
conforman los muros.
Las diferencias que se pueden reconocer entre poblados aglutinados y estancias o
asentamientos dispersos -así como entre las tradiciones constructivas del período Intermedio
Tardío o aquellas de implantadas por los albañiles incaicos-, pueden también asociarse a al
emplazamiento sobre cerros y en laderas, mediante terrazas artificiales, como ocurre en Pucar
Qollu y Choque Qollu, Collacagua 18 y 19, los cuales dominan en la etapa pre Inca. En ellos,
el crecimiento de los conjuntos es espontáneo y el ordenamiento general de los sitios y sus
vías de circulación es irregular. Mientras que, en el período Tardío, los sitios tienen a ubicarse
en sectores planos -su trazado es ortogonal o por sectores muy definidos-, junto a los cursos
de agua. Las instalaciones incaicas, no utilizan el sistema constructivo de tierras altas
caracterizado por aterrazamiento de terrenos con pendientes medias y abruptas para la
edificación de las viviendas.
Finalmente, los datos cuantitativos indican la presencia de poblados aglutinados, como Pucar
Qollu, compuestos de más de 500 estructuras y una gran superficie constructiva mayor a 16
há, siguiendo el patrón de Nama, Camiña, aunque en este caso la presencia de numerosos
corrales para ganado ha amplificado la superficie total del sitio. Un primer conjunto de
estancias oscila entre 160 y 380 estructuras, en Tasma-Quebrada Ancha y Huasco Sur,
mientras en el Tojo, el cual adicionalmente incluye estructuras funerarias (cistas), el número
se estima en alrededor 193 estructuras.
El caso de este último sitio, pudiera ejemplificar una trayectoria particular, donde una
estancia vive un proceso de ocupación, aglutinamiento y segmentación, el cual incluye el
96
entierro de sus habitantes en el lugar.185 Otra clase de estancias, de menor tamaño, presentan
entre 31 y 83 estructuras en forma dispersa, como ocurre en Huasco 2 y 4, situación extensible
a sectores preincaicos o de factura local dentro de instalaciones Inca como Incaguano (sector
norte), Collacagua 19 (sector centro) y Miño 2 (sector sur).186
Estos tres casos, demuestran la variabilidad y estrategias geopolíticas de la intervención Inca,
en espacios y tipos de asentamientos de la población local de distinta índole, no
necesariamente determinados por la mayor densidad poblacional.
2.1.3. Cerámica y definición cronológico cultural de los asentamientos
En este apartado se comparan sistemáticamente los indicadores cerámicos a partir de las
frecuencias relativas a tipos y componentes cerámicos identificados en los asentamientos
analizados en el apartado anterior. Las muestras han sido recuperadas mediante recolección
superficial y excavaciones estratigráficas practicadas entre el año 2004 y el año 2011.187 El
elenco de sitios que presenta la Tabla 2.4 sigue el esquema altitudinal por sectores (norte,
centro y sur), ofreciendo una clasificación de los componentes culturales por sitio siguiendo
criterio tipológico aplicado en los estudios cerámicos en el norte de Chile.188
La articulación de esta red de asentamientos, por otra parte, reside en que comparten
elementos conspicuos de las tradiciones arquitectónicas regionales189 y los componentes
cerámicos que los caracterizan y vinculan.190 Para ello es fundamental la posición
cronológica definida por fechados absolutos (Tabla 2.5), lo cual indica grados de sincronía o
diacronía entre ellos.191
185
Este caso es similar en ciertos aspectos iniciales del proceso al que plantea Adán para la transformación y
crecimiento de Turi, en la cuenca del río Salado (Loa Superior), en el cual una estancia compuesta de
conglomerados habitacionales dispersos conforma gradualmente un extenso poblado aglutinado o pucara. Cfr.
Adán, 1996.
186
Berenguer y Cáceres, 2008; Urbina, 2009.
187
Uribe et al., 2007; Uribe, 2009; Uribe y Vidal, 2012.
188
Uribe, 2004.
189
Adán et al., 2007.
190
Uribe et al., 2007; Uribe y Vidal, 2012.
191
Para dataciones por C14 (Radiocarbón 14), se utilizan los extremos cronológicos señalados por la Edad
Calibrada AP (antes del presente) con 2 sigmas, anotando la datación de mayor antigüedad y la más reciente
dentro del conjunto de fechados obtenidos.
97
La región de Tarapacá se caracteriza en sus primeros asentamientos aglutinados o aldeanos
(Ramaditas, Guatacondo y Caserones) del período Formativo (900 a.C. – 900 d.C.), por un
componente local distribuido regionalmente. Esta situación es similar a lo que ocurre en las
regiones culturales vecinas, como Arica y el río Loa-Salar de Atacama. Durante el período
Intermedio Tardío (900-1450 d.C.), el componente tarapaqueño al que nos referimos es
estadísticamente dominante en la mayor parte de los asentamientos analizados en esta
investigación y su ejemplar más característico es el tipo cerámico Pica-Charcollo.192
Tabla 2.4. Frecuencia relativa componentes cerámicos por asentamiento.
ID Altitud Sitio
Formativo
PicaAltiplano Arica
Tarapacá
15,0
7,5
25,0
70,9
77,5
80,0
8,0
66,8
16,8
1
10 Chomache
37,5
2
10 Sarmenia
25,0
3
10 Pabellón de Pica
8,7
4
10 Los Verdes
15,0
5
30 Pisagua B
6
50 Pisagua N
1,0
7
70 Caleta Huelén Alto 49,6
8
830 La Capilla
3,5
0,7
0,2
9
1230 Pircas
74,0
10,0
1,0
10 1290 Caserones
51,6
47,8
11 1400 Tarapacá Viejo
0,5
38,2
24,3
1,9
12 2410 Camiña
0,9
77,4
15,7
2,9
13 2500 Tasma
43,1
34,5
14 2800 Quebrada Ancha 39,2
32,3
1,9
15 2800 Jamajuga
0,2
65,7
23,5
3,5
16 3100 Nama
74,4
20,0
2,5
17 3310 Chusmisa
70,8
23,2
1,0
18 3800 Huasco 2
2,4
20,7
13,9
0,6
19 3800 Huasco 4
5,5
15,9
18,9
0,2
20 3810 Miño 1
4,4
4,4
21 3810 Huasco 1
4,9
10,6
19,2
0,1
22 3820 Huasco Sur
13,5
13,0
5,0
23 3890 Collacagua 18
25,5
19,7
24 3910 Collacagua 19
0,1
36,0
13,9
0,2
25 3930 Miño 2
0,3
11,7
3,2
0,8
26 3930 Pucar Qollu
0,2
46,2
38,4
0,7
27 4000 Collahuasi 37
3,2
1,7
0,4
28 4250 Incamarca
0,5
27,8
10,1
Fuente: Uribe et al., 2007; Uribe y Vidal, 2012; Urbina 2009, 2014.
192
Uribe et al., 2007.
Atacama
Inka
Histórico
22,5
3,4
1,5
0,5
0,5
89,0
5,1
1,1
1,6
32,6
0,7
2,4
0,2
0,5
1,9
3,2
1,4
0,4
3,3
50,4
0,1
7,1
0,5
4,4
1,4
0,2
3,3
4,1
14,4
7,4
21,6
11,2
0,1
66,2
46,4
1,0
3,7
1,6
0,3
11,2
38,3
5,4
11,2
16,7
19,0
4,7
4,2
0,1
2,3
98
Tabla 2.5. Localización y lapsos ocupacionales por asentamiento.
Localización
ID
Altitud
(m.s.n.m.)
Sitio
Períodos y lapsos ocupacionales
Fecha
Temprana
Establecimiento o
fundación
Fecha
Tardía
Abandono parcial o total
1
1.120
Ramaditas
806 a.C.
Formativo Temprano
80 d.C.
Formativo Temprano
2
1.380
Guatacondo (aldea)
669 a.C.
Formativo Temprano
770 d.C.
Formativo Tardío
3
1.270
Guatacondo 4
520 a.C.
Formativo Temprano
480 a.C.
Formativo Temprano
4
1.226
Guatacondo 2
520 a.C.
Formativo Temprano
250 a.C.
Formativo Temprano
5
1.230
Pircas
370 a.C.
Formativo Temprano
1235 d.C.
PIT (Fase Caserones)
PIT (Fase Caserones)
6
2.500
Tasma*
235 a.C.
Formativo Temprano
1035 d.C.
7
1.290
Caserones
20
Formativo Temprano
1020
PIT (Fase Caserones)
8
65
Caleta Huelén Alto*
90
Formativo Tardío
1010
PIT (Fase Caserones)
9
50
Pisagua N*
290
Formativo Tardío
1420
PIT (Fase Camiña)
10
10
Los Verdes*
380
Formativo Tardío
1590
PH (Fase Inca Colonial)
PIT (Fase Camiña)
11
2.500
Tasma
380
Formativo Tardío
1260
12
22
Punta Blanca
390
Formativo Tardío
620
Formativo Tardío
13
2.800
Quebrada Ancha*
435
Formativo Tardío
1030
PIT (Fase Caserones)
14
2.800
Quebrada Ancha
640
Formativo Tardío
1380
PIT (Fase Camiña)
15
10
Chomache*
650
Formativo Tardío
1290
PIT (Fase Caserones)
16
1.400
Tarapacá Viejo*
660
Formativo Tardío
1540
PH (Fase Inca Colonial)
17
830
La Capilla
710
Formativo Tardío
1500
PT (Fase Inca)
18
1.290
Caserones*
770
Formativo Tardío
1070
PIT (Fase Caserones)
19
1.290
Caserones
890
Formativo Tardío
1020
PIT (Fase Caserones)
20
1.350
Pica-8
900
Formativo Tardío
1030
PIT (Fase Caserones)
21
50
Pisagua N
1030
PIT (Fase Caserones)
1250
PIT (Fase Camiña)
22
3.930
Pucar Qollu
1010
PIT (Fase Caserones)
1260
PIT (Fase Camiña)
23
2.410
Camiña
1020
PIT (Fase Caserones)
1616
Histórico Temprano
24
4.000
Collahuasi 37
1040
PIT (Fase Caserones)
1450
PH (Fase Inca Colonial)
25
3.820
Huasco Sur
1050
PIT (Fase Caserones)
1280
PIT (Fase Camiña)
26
22
Punta Blanca*
1080
PIT (Fase Caserones)
1240
PIT (Fase Caserones)
27
10
Los Verdes
1160
PIT (Fase Caserones)
1280
PIT (Fase Camiña)
28
2.800
Jamajuga
1160
PIT (Fase Caserones)
1290
PIT (Fase Camiña)
29
3.100
Nama
1160
PIT (Fase Caserones)
1380
PIT (Fase Camiña)
30
2.180
Mocha
1180
PIT (Fase Caserones)
1280
PIT (Fase Camiña)
31
3.800
Huasco 2
1210
PIT (Fase Caserones)
1460
PH (Fase Inca Colonial)
32
1.400
Tarapacá Viejo
1274
PIT (Fase Camiña)
1660
Hispano Colonial
33
3.910
Collacagua 19
1270
PIT (Fase Camiña)
1460
PH (Fase Inca Colonial)
PIT (Fase Camiña)
34
3.810
Huasco 1
1280
PIT (Fase Camiña)
1410
35
10
Pabellón de Pica
1280
PIT (Fase Camiña)
1430
PIT (Fase Camiña)
36
3.310
Chusmisa
1300
PIT (Fase Camiña)
1430
PIT (Fase Camiña)
37
4.250
Incamarca
1320
PIT (Fase Camiña)
1630
Histórico Temprano
38
30
Pisagua B
1395
PIT (Fase Camiña)
1445
PH (Fase Inca Colonial)
39
3.930
Miño 2
1410
PIT (Fase Camiña)
1629
Hispano Colonial
40
3.800
Huasco 4
1410
PIT (Fase Camiña)
1960
Período Repúblicano
41
3.930
Miño 2
1480
PT (Fase Inca)
1600
42
3.810
Miño 1
1555
PH (Fase Inca Colonial) 1570
PH (Fase Inca Colonial)
43
3.890
Collacagua 18
1660
PH (Fase Inca Colonial) 1960
Período Repúblicano
44
3.810
Miño 1
1555
PH (Fase Inca Colonial) 1570
PH (Fase Inca Colonial)
45
3.890
Collacagua 18
1660
PH (Fase Inca Colonial) 1960
Período Repúblicano
Hispano Colonial
Fuente: Núñez, 1978; Cervellino y Téllez, 1980; Uribe et al., 2007, Tabla 1: 150; Uribe y Urbina, 2009: 241;
Uribe y Urbina, 2010, Tabla 1: 1322; Berenguer et al., 2011; Urbina et al., 2012, Tabla 11: 57; Moragas,
1993: 29; Salazar et al., 2013: 94; Zori y Urbina, 2014, Tabla 2: 220; Urbina 2014, Urbina et al., 2015.
99
Uribe y coautores señalan dentro de su estudio de la alfarería doméstica que el complejo Pica
Tarapacá fue inicialmente caracterizado de manera exógena por las manifestaciones
cerámicas de Pica y Arica, zonas donde se tenía un mejor conocimiento de ejemplares de
color café con baño rojo sobre superficie brochada, estriada o rasmillada, cuyas formas
predominantes serían de cuerpos globulares con cuello corto, estrecho, sin asas, con
mamelones y base cónica, junto con modelados zoomorfos y antropomorfos del tipo Chiza.
Sin embargo, los tipos Charcollo y Chiza de Tarapacá, son estructural y tecnológicamente
distintos a los que aparecen en Arica pues no muestran las mismas características
tecnológicas y estilísticas y no tienen la representación que alcanzan en Pica 8.193
En términos cronológicos, tanto el Tipo Pica Charcollo y Pica Chiza tendrían su auge entre
el 1020 y 1258 d.C., aunque el tipo Pica Charcollo aparecería hacia el 750 ± 130 d.C. (UCTL
815) y se extendería hasta el 1450 ± 50 d.C. (UCTL 98) de acuerdo a las fechas del curso
bajo del Loa, Pisagua y Camarones, traslapándose con los momentos tardíos del Formativo
y topando con el período Tardío o Inca194.
A escala regional el análisis de la cerámica define una continuidad tecnológica y cultural
coincidente con las semejanzas entre los tipos de ambos períodos (Formativo e Intermedio
Tardío), configurando una ancestral tradición local de alfarería monocroma y estriada. Dentro
del elenco de asentamientos estudiados (Tabla 2.1), la presencia de los componentes
vinculados al período Formativo e Intermedio Tardío es significativa, distribuido en todos
los sectores de la región y en distintos pisos vegetacionales o ecológicos.
Un primer conjunto de sitios puede definirse por el predominio del componente formativo
(pre 900 d.C.), entre ellos Pircas (74%) y la aldea de Caserones (51,6%), ambos en la
quebrada de Tarapacá (Sector norte de tierras bajas). En la costa, aparecen los sitios de caleta
Sarmenia (25%), Chomache (38%) y Caleta Huelén Alto (50%) (Sector centro y sur);
mientras en las quebradas altas, se registra el sitio de Tasma (43%) y Quebrada Ancha (39%).
193
194
Uribe et al., 2007: 146 y 148.
Uribe et al., 2007: 150.
100
Esta red de asentamientos formativos (Formativo Tardío, ca. 200-900 d.C.), expresa la
extensión y relaciones de una formación social de carácter regional, que habita una red de
localidades en las fajas o ambientes de la pampa del Tamarugal y la costa arreica de
interfluvio. Posee cierta extensión a los pisos más altos, posiblemente con fines ganaderos,
de caza y recolección estacional, como de tránsito hacia otros ambientes o localidades
específicas a mayor altitud (p.e. en el salar de Huasco). Si consideramos el inicio de la historia
ocupacional de algunos asentamientos formativos -activos en períodos posteriores- y las
frecuencias cerámicas algo menores de Pabellón de Pica (9%), Los Verdes (15%) y Huasco
Sur (14%), vemos que la región mantuvo asentamientos transitorios y campamentos
estacionales en la franja altiplánica y quebradas, así como aldeas de gran envergadura y
complejidad en la pampa, valle y oasis, como variadas y pequeñas caletas y asentamientos
mineros más dispersos (Caleta Huelén Alto) en la costa Pacífico.
Entre las cerámicas “foráneas”, exóticas, o provenientes de regiones vecinas, destaca el
componente adscrito a la macro región altiplánica, donde se incluyen tanto los tipos alfareros
comprendidos en la franja tarapaqueña como más hacia el oriente. La distribución de este
componente, en conjunto con aquellos vinculados a la región de Arica, Atacama e Inca, es
sumamente relevante pues permite tener una mirada integral de situaciones hipotéticas de
verticalidad, complementariedad económica, movilidad residencial temporal, caravaneo a
mediana y larga o migraciones sin retorno.
Al respecto, llama la atención la nula representación de ejemplares de tierras altas en núcleos
aldeanos formativos como Caserones, así como en asentamientos costeros ocupados en una
primera etapa, durante el Formativo (p.e. Pisagua B y N, Los Verdes, Sarmenia, Pabellón de
Pica, Chomache y Caleta Huelén Alto; y también de quebradas, como es el caso de Tasma).
Un segundo grupo de asentamientos está conformado por asentamientos de muy variada
índole, ocupados durante todo el período Intermedio Tardío, donde las frecuencias de
cerámica altiplánica alcanza menos de un 5% como los campamentos dispersos de Huasco
Sur (3820 msnm), Quebrada Ancha (2800 msnm) y Pircas (1230 msnm), la aldea La Capilla
ubicada en el oasis de Quillagua (830 msnm), así como asentamientos incaicos o del período
Tardío como Miño 1, Miño 2, Collahuasi 37, los tres últimos en el sector altiplánico
meridional o de puna salada dentro de la región.
101
El tercer grupo, se conforma por asentamientos donde el componente altiplánico es
significativo variando entre el 10 y 38%. La serie de sitios se ubica entre valles altos,
quebradas altas de la precordillera y en altiplano, correspondiendo a aldeas de gran tamaño
como Pucar Qollu, Nama y Camiña (2400 msnm), así como otras de menor escala Chusmisa
y Jamajuga. También están involucrado el sistema estanciero del río Collacagua-salar de
Huasco (sitios Collacagua 18 y 19, Huasco 1, 2 y 4) y, por último, sitios con arquitectura
Inca como Incaguano (altiplano de Cariquima) y Tarapacá Viejo (1420 msnm).
Tarapacá Viejo destaca no solo por su alta frecuencia del componente altiplánico (24%) y su
planeamiento urbano, sino por ubicarse bajo los 1500 msnm en un valle cálido que desagua
directamente en la pampa del Tamarugal. Volveremos sobre este tema más adelante. Es
importante insistir que dentro del sistema de aldeas y estancia del período Intermedio Tardío
el componente Pica- Tarapacá es siempre dominante, con excepción de las estancias del salar
de Huasco, sitios 1 y 4 donde la diferencia es positiva para el componente altiplánico en 9%
y 3% respectivamente.
En el ámbito de los asentamientos aldeanos, el caso de Pucar Qollu es igualmente notable
pues, primero, representa la aldea de mayor tamaño reconocida en la región de Tarapacá (16
há) y, segundo, el componente altiplánico alcanza una alta representación porcentual muy
cercana al componente tarapaqueño (46%), conformando una tendencia bimodal. De
cualquier modo, observando de modo global las relaciones y distribución del componente
altiplánico y tarapaqueño (costero y de valles interiores) (Tabla 2.4), es imposible afirmar,
con excepción de la franja costera desértica, que la presencia de ambos componentes se
encuentra confinado o limitado por variables altitudinales o ecológicas. Parece ser más bien
una distribución selectiva o estratégica, si se quiere, relativa a relaciones de parentesco o
políticas entre poblados distantes, sus comunidades e integrantes.
En el caso del componente altiplánico, este se registra especialmente en el Sector norte y
centro de la región, entre los 2800 y 3900 msnm, con extremos en Tarapacá Viejo (1400
msnm) e Incaguano (4250 msnm), ambas instalaciones ocupadas intensamente durante el
período Inca. Respecto al componente cerámico de la región de Arica, presenta elementos
muy interesantes en cuanto a su distribución y frecuencia. En primer lugar, sitios costeros
como Pisagua N (desembocadura Tana-Tiliviche), Pisagua B (Punta Pichalo) y Chomache,
102
al sur de Iquique, exhiben las mayores frecuencias con una oscilación entre 17% y 8%
respectivamente.
El siguiente conjunto de sitios, con frecuencias bajo el 4% de cerámicas del componente
Arica, está conformado por las aldeas de oasis (Quillagua) valles (Camiña), quebradas
(Nama, Chusmisa y Jamajuga) y altiplánicas (Pucar Qollu). Este grupo incluye las estancias
altiplánicas del salar de Huasco (1, 2 y 4) y sitios incaicos como Collacagua 19, Collahuasi
37, Miño 2, también el altiplano del sector Sur; y, por último, el ya mencionado centro
administrativo Inca en las tierras bajas (Tarapacá Viejo).
El componente Atacameño se distribuye con alta representación en el sector sur de la región,
en sitios ubicados en toda la gradiente altitudinal, la caleta de Chomache (23%), aldea de
Quillagua (89%) y el sitio incaico Miño 2 (50%). Luego, con frecuencia menores que oscilan
entre 7 y 0,1% se registran cerámicas atacameñas en aldeas de tierras bajas (Caserones),
caletas (Pabellón de Pica), instalaciones incaicas (Miño 1, Collahuasi 37) y aldeas de tierras
altas (Chusmisa y Jamajuga). Las cerámicas atacameñas de este componente alcanzan el
sector norte de la región, en la costa (Pisagua N), valles (Camiña), quebradas (Nama) y
altiplano (Pucar Qollu).
Si bien no puede asociarse los componentes cerámicos con personas o etnicidades de forma
directa o mecánica, estos componentes cerámicos conforman vajillas culinarias o
ceremoniales que, debido a su representación porcentual en los asentamientos que estamos
analizando, documentan elementos claves de la vida cotidiana de los habitantes y
comunidades en distintos puntos de la región de Tarapacá y sus relaciones históricas.
2.2. Unidades domésticas y comunidades prehispánicas en la historia de Tarapacá
Junto con los estudios cerámicos, la conformación de los espacios residenciales (vivienda) y
la disposición de rasgos derivados de la actividad doméstica han sido indicadores clásicos en
los estudios arqueológicos y etnoarqueológicos.195 Esta escala “micro” centrada en la casa,
fundamental para la las comprensión de las dinámicas sociales y el establecimiento de
195
Hegmon, 2010; Nash, 2009: 219-221.
103
delimitaciones espaciales a escala regional o “macro” -donde suelen percibirse los equilibrios
y transformaciones en el paisaje ocupado- se deriva del análisis sistemático y comparativo
de los patrones y conductas espaciales que pueden establecerse a través de los ciclos de vida
de la arquitectura doméstica y la organización de distintos tipos de asentamientos.196
Si bien en el área Andina los trabajos han encarado el estudio de la arquitectura doméstica
dentro de líneas de investigación relacionadas con la complementariedad económica,
relaciones centro-periferia, la formación de grupos de elite, la estabilidad y cambio de la
organización familiar y la formación de los grupos étnicos,197 en Tarapacá el estudio de las
viviendas, a pesar de ciertos aportes puntuales (Figura 2.5-2.6), no ha repercutido
sustancialmente en otros especialistas, a pesar del gran caudal de información arquitectónica
disponible en ambientes de excelente preservación arqueológica superficial.
Figura 2.5. Ubicación de sitios en el valle o quebrada de Tarapacá.
Fuente: Núñez, L., 1978: 907.
Los datos relativos a la forma, tamaño y riqueza de las viviendas, el estatus dependiente de
la elaboración (complejidad), calidad (durabilidad) y energía (trabajo) invertido en ellas y,
196
197
Holl 1993: 3-4; Agorash, 1993: 18-21.
Aldenderfer y Stanish, 1993: 8-12.
104
por último, la reproducción y transformación de estructuras parentales y de la organización
familiar, constituyen una discusión de suma importancia dentro de la disciplina,198
Concretamente, para los estudios históricos y etnoarqueológicos, comprender la relación
entre co-habitación/co-residencialidad, movilidad, migración o permanencia postmarital de
los núcleos familiares con distintos grados de acumulación de riqueza o capital.199
Figura 2.6. Tipos de vivienda en asentamientos registrados en la quebrada de Tarapacá.
Fuente: Núñez, L., 1979: 200. a) módulo familiar aldea de Huarasiña, b) habitación siglo XIX Huarasiña, c)
habitación en Tarapacá Viejo (complejo urbanístico), d) habitación preinca en aldea Tr-13, e) habitación
preinca en aldea Tr-13A, f) habitación preinca en aldea Tr-15 (Tilivilca), g) habitación aldea de Caserones
(siglo I-XI d.C.).
198
199
Van Gijseghem, 2001; Trebsche, 2009.
Blanton, 1994; Nielsen, 2001.
105
Con todo, de acuerdo a las evidencias presentadas en los apartados anteriores, en el lapso
temporal delimitado entre el siglo X a.C. y XVI d.C., la región de Tarapacá es escenario de
procesos o dinámicas la agregación o nucleamiento residencial y su proceso inverso, la
dispersión o segmentación de las unidades domésticas. Estos procesos se desarrollan en
medio de una serie de transformaciones graduales y radicales de larga duración que afectaron
la organización y estructura de parentesco familiar200 y la expresión de las agrupaciones
multifamiliares o grupos corporativos basados en linajes de distinta escala y constitución (p.e.
jefaturas y cacicazgos), impactando el diseño arquitectónico de viviendas, su mantenimiento
y las características finales de los asentamientos arqueológicos.201
Discutiremos a continuación los elementos cruciales de este planteamiento tomando los
patrones arquitectónicos identificados en los asentamientos y sus viviendas a escala regional.
2.2.1. Patrones y arquitectura de las viviendas tarapaqueñas
Viviendas de patrón circular en torno a patios centrales
Basándonos en un trabajo previo,202 plantearemos un primer tipo de estructura social que
utiliza unidades residenciales de forma circular u oval en piedra (10-2800 msnm) y otras, de
mayor elaboración e inversión de trabajo, en barro (10-1380 msnm), ya sea dispersas/aisladas
o en aglomerados en torno a patios centrales de tamaños y complejidad variable, como se
reconoce en los asentamientos de la quebrada de Guatacondo y en ciertos conglomerado del
campamento de Pirca en la quebrada de Tarapacá (Figura 2.7).
En el caso de los asentamientos en piedra (campamentos de Caleta Huelén Alto, Pircas,
Tasma y Quebrada Ancha), están representados centenares de viviendas unitarias y otras más
próximas, reflejo agrupamientos familiares establecidos, transitoriamente o estacionalmente,
de modo aislado o disperso sobre en grandes extensiones de terreno.
200
Engels, 2007 [1933]: 28; Fried, 1967: 5-9.
McGuire y Schiffer, 1983: 284-287; Flannery, 2002: 417-418, 431; Blanton et al., 1996.
202
Urbina et al., 2015.
201
106
Figura 2.7. Asentamientos del período Formativo con viviendas de patrón circular.
Fuente: elaboración propia. Quillagua 89 (superior-izquierda), Guatacondo II (inferior-izquierda), Pircas (centro-superior), Ramaditas (centro-inferior),
Quillagua 0005 (superior-derecha) y aldea de Guatacondo (inferior-derecha).
107
La singularidad de los grandes conglomerados y barrios de planta circular en Ramaditas y
Guatacondo correspondería dentro de la historia formativa regional, a la conformación
empírica o simbólica de linajes y familias dispersas durante gran parte del año.
Correspondería a una demostración de su riqueza escenificada bajo una práctica
congregacional de gran escala, donde tareas cotidianas se vinculan a ritos, labores
constructivas elaboradas –selección de bloques de piedra, preparación de adobones y barro,
revestimiento o estucado de las paredes y decoración en fresco de secciones interiores de
recintos, empotramiento de postes de Prosopis de gran diámetro en el centro de estructuras
techadas-, y uso de espacios públicos (plazas).
Dentro de este marco interpretativo, la estructura y capacidad arquitectónica de la
aldea/poblado de Guatacondo posería fines festivos y ceremoniales asociados con una
calendarización de la movilidad en el ámbito desértico regional y los ritmos impuestos por el
sistema productivo y de explotación de recursos vinculados a la pampa, a los bosques de
Algarrobo y Tamarugo (Prosopis), y a los ambientes de quebradas altas (tolar); lugares donde
la base socio-parental, las familias y linajes, permanecen mayormente dispersas en distintos
campamentos, refugios y sitios menores durante el ciclo anual.
El patrón circular en piedra y barro que utilizan aldeas segmentadas/dispersas se desarrolla
en una primera época, partir del siglo IX-VIII a.C. en Ramaditas y Pircas -suponemos
también en el valle de Quillagua y Pica-, y ya en el siglo VII a.C. se encuentra habitado el
lugar donde luego se levantará la gran plaza oval del poblado de Guatacondo, el principal
centro político de la región hasta el siglo IV d.C. Allí parecen acudir, en ciertas fechas del
año comunidades, familias extensas y linajes pluriparentales desde asentamientos más
sencillos próximos y distantes.
El patrón arquitectónico aldea/poblado parece ser abandonado en la pampa a inicios del siglo
I d.C., sin embargo, aquello parece no haber afectado significativamente la permanencia de
asentamientos campamentales, caletas o refugios/parapetos costeros, en la pampa y la
precordillera.
108
Viviendas de patrón rectangular aisladas o colindantes
El segundo tipo de estructura social identificada en los asentamientos de la región, utiliza
unidades residenciales en base a recintos modulares de planta rectangular y ortogonal
irregular, construidos con piedra (10-2800 msnm) y con anhidrita y barro (830-1290 msnm),
preferentemente en sectores planos o de pendiente suave. Los recintos presentan
subdivisiones internas o adiciones contiguas exteriores de otros recintos o estructuras
similares, maximizando la superficie habitable y el uso de materiales constructivos
elaborados, como bloques de anhidrita, argamasa preparada de gran cohesión, postes de
Prosopis empotrados en los muros y estuco o revestimiento de gran calidad.
Los asentamientos dispersos en piedra se ubican en las quebradas precordilleranas (p.e.
Tasma y Quebrada Ancha) y en la desembocadura del río Loa (Caleta Huelén Alto), mientras
aquellos aglutinados en litoral pacífico (p.e. Pisagua N y Chomache), corresponden a
pequeñas caletas/aldeas junto al litoral rocoso, estructuradas mediante unidades rectangulares
contiguas o módulos ortogonales con subdivisiones internas, pisos preparados y entierros
fundacionales bajo los muros (p.e. cráneos de mamíferos terrestres y marinos).
Al igual que en las aldeas de patrón circular, en la aldea de Caserones los linajes cuyas
familias permanecen dispersas durante el año habitando en sencillas viviendas, en caletas y
campamentos, parecen institucionalizar sus lazos de parentesco mediante fiestas calendáricas
y colectivas asociadas a la explotación de los bosques de Prosopis y la regulación económica
que involucra su uso.203
Allí donde se ejecutan grandes obras comunales planeadas y con fines urbanísticos, espacios
ceremoniales abiertos y cerrados a modo de templos/patios ceremoniales,204 se expone y
escenifica su propia orgánica, vale decir, la posición y preeminencia de cada familia/linaje o
comunidad, su procedencia y lugar en el espacio respecto de los recursos de la pampa y de
otras familias que no acceden a espacios poblados. Esto es lo que documenta la aldea de
203
204
Adán et al., 2013.
Vidal, 2011: 235-238; Urbina et al., 2012a: 53.
109
Caserones, vigente durante el primer milenio de la Era y otras aldeas fundadas en el inicios
del período Intermedio Tardío (Figura 2.8).205
Figura 2.8. Asentamientos del período Formativo e Intermedio Tardío con viviendas de
patrón rectangular.
Fuente: Urbina et al., 2011, 2012; Zori y Urbina 2014. Chomache (superior-izquierda), Pisagua N (centroizquierda), Tarapacá 4052 (inferior-izquierda), Tarapacá 4106 (superior-derecha) y Caserones (inferiorderecha).
Una segunda época se aprecia con el surgimiento módulos de planta rectangular en piedra y
anhidrita, también de dispersión regional, con fechas tempranas en Caleta Huelen Alto y
Caserones a partir del siglo I d.C., las que luego se propagan por la costa entre el siglo III y
IV d.C. (Pisagua N, Los Verdes y Tasma) y entre los siglos VII y VIII d.C. (Chomache, La
205
Núñez, L., 1978, 1979; Núñez, P., 1983.
110
Capilla, Quebrada Ancha). Mientras en la quebrada de Guatacondo el ocaso/abandono de las
aldeas y poblados de planta circular se produce entre el siglo I-IV d.C. -incluso perdura hasta
el siglo VIII d.C. en Pircas- la concentración residencial de Caserones se incrementa entre el
siglo III-VI d.C., producto de inversiones sustantivas en su capacidad habitacional y la
implementación de obras comunales como cierres perimetrales y plazas.
Finalmente, entre los siglos VI d.C. y XI d.C. ocurriría el abandonado del sector central de
Pircas, mientras los siete barrios principales de Caserones han decidido amurallar su
perímetro limitando su crecimiento futuro y el acceso de nuevos integrantes al espacio del
poblado, a sus depósitos, edificios públicos y religiosos.
Este parece constituir un proceso de segmentación que influye en el establecimiento durante
este lapso de poblados como La Capilla (Quillagua), donde sin el aparato de plazas/templos
y murallas, se replican las características arquitectónicas de Caserones, análogamente a la
consolidación de aldeas de anhidrita y barro instaladas aguas arriba de Caserones (quebrada
de Tarapacá).206
A partir del abandono de Caserones, los asentamientos que dentro de esta tradición
arquitectónica comienzan a exhibir diseños de planta de crecimiento regular u ortogonal y
división de barrios en mitades por calles o vías de circulación longitudinales, pudiera indicar
el surgimiento de parcialidades o sayas, vale decir de ayllus organizados dualmente207
producto de una reorganización de las relaciones laborales y sociales entre unidades
domésticas que fomentan una baja fragmentación o neo localismo de las familias posterior a
la formación de una nueva unidad doméstica o linaje.
Viviendas de muros curvos o rectos conglomeradas en pendiente
Estos asentamientos demuestran la fragmentación o segmentación de la sociedad tarapaqueña
post formativa y una fragmentación de los nodos geopolíticos que ostentaron mayores grados
de inversión arquitectónica durante el primer milenio d.C. -ejerciendo mayor centralización
206
207
Núñez, P., 1983, Fig. 3: 34.
Núñez, P., 1983: 35.
111
geopolítica durante su apogeo (p.e. aldeas de Guatacondo y Caserones), aún más
considerando el progresivo abandono de los extensos campamentos dispersos que se
articulaban la costa y las tierras altas (p.e. Caleta Huelén Alto, Pircas, Tasma y Huasco Sur).
Como hemos analizado hasta aquí, durante el período Intermedio Tardío las aldeas se
organizan en al menos tres niveles jerárquicos.208 Los asentamientos aglutinados en general
presentan un patrón de crecimiento espontáneo y bajo nivel de planificación intrasitio –con
plazas en la cumbre en el caso de los dos primeros niveles- especialmente en la zona
precordillerana (aldea de Camiña) y en el altiplano (Pucar Qollu), así como en la aldea de
Chusmisa, ubicada en una quebrada tributaria de la quebrada de Tarapacá (Figura 2.9).
Figura 2.9. Asentamientos con viviendas de muros curvos o rectos sobre cerros o
pendientes.
Fuente: Urbina y Adán 2006; Urbina 2014. Aldea de Chusmisa (superior-izquierda), Pucar Qollu (inferiorizquierda) y aldea de Camiña (derecha).
208
Adán y Urbina, 2010; Urbina, 2014
112
Las viviendas utilizan como material constructivo bloques de piedra en estado natural o
levemente trabajadas y diseño expeditivo, sin embargo, han requerido del acondicionamiento
del terreno en pendiente mediante el desmonte y nivelación del terreno mediante terrazas.
Las formas, distribución y patrón de aglutinamiento de las viviendas demuestran una
disminución del tamaño interior de los espacios domésticos y de los patios familiares o
comunales. A pesar de ello, se constata una progresiva constitución neolocal de las familias
que a partir del siglo XIII d.C. ocupan distintos valles, franjas longitudinales y pisos
ecológicos mediante el patrón poblado-estancia/caletas.
En general, el trazado de los poblados aglutinados es el resultado de un crecimiento
espontáneo no planificado a lo largo de varios siglos, mientras el tamaño final que exhiben y
el número de estructuras que poseen es indicación de la intensidad de uso de esas localidades
por distintas unidades domésticas y de los lapsos de ocupación. Las aldeas de segundo y
tercer orden, presentan dos modalidades, una de tierras bajas vinculada a la Tradición
Arquitectónica de Oasis, también llamada Tradición del Desierto, inaugurada en la región
por la aldea de Caserones y, la segunda, relativa a la llamada Tradición de Tierras Altas o
Quebradeña, expresada en las aldeas mayores o de primer orden (Camiña y Pucar Qollu).
Estas aldeas se emplazan sobre cerros islas, o laderas de pendiente abrupta, sobre el fondo de
valles agrícolas y próximos a yacimientos mineros, presentan en ciertas ocasiones un reducto
abierto en la cumbre a modo de plaza, el cual articula a su alrededor la disposición de las
unidades domésticas en pequeños conglomerados de viviendas, cocinas y patios edificados
en piedra. Estos conglomerados se disponen sobre terrazas artificiales y vías de circulación
dendríticas y en anillos concéntricos que se escalonan a los pies de la plaza de cumbre.
Las viviendas, a partir del siglo X d.C., se aprecian afectas a situaciones de fusión y fisión
social, presión demográfica o contingencia política (p.e. dispersión del poder), que
amplifican el espectro de asentamientos aglutinados distribuidos en los distintos pisos
ecológicos formando nuevas comunidades basadas en aglomeraciones de unidades familiares
de baja escala que poseen y comparten residencias en localidades salpicadas en el territorio
regional y macro regional, con grupos con los cuales mantienen lazos de parentesco
sanguíneo, político o ritual (p.e. compadrazgo).
113
Residencias de planta ortogonal sobre terrenos planos
Este patrón corresponde en su mayoría al observado en asentamientos del período Tardío de
Expansión Inca. Se trata de viviendas dispuestas o asociadas a asentamientos locales,
conformando asentamientos mixtos (Inca-local), fenómeno que a nivel regional ocurre
especialmente sobre “estancias” ubicadas en la franja altiplánica tarapaqueña. Dentro de este
grupo se incluye el asentamiento sobre el cual se edificó íntegramente Tarapacá Viejo, la
instalación administrativa de trazado urbano más extensa de la región (Figura 2.10).
Las instalaciones incaicas en la región de Tarapacá –especialmente aquellas ubicadas en las
tierras altas- se caracterizan por una notable diversidad funcional y por el aprovechamiento
de asentamientos residenciales pre existentes cuya historia constructiva se inicia con
seguridad en el siglo XIII d.C. (con la excepción del sector B6 de Collahuasi 37 [1.040 d.C.]).
La edificación de instalaciones de estilo incaico (Miño 2), instalaciones mixtas (Incaguano,
Collahuasi 37 y Miño 1), asentamientos con remodelaciones moderadas, como ocurrió en
Huasco 1 y, finalmente, la ocupación de asentamientos locales sin modificaciones
arquitectónicas (Collacagua 18, Huasco 2 y 4) que darían cuenta de distintas estrategias de
negociación política y conquista. En este sentido, la ocupación más intensa registrada en
estos asentamientos se inicia en pleno siglo XV, extendiéndose hasta el siglo XVII e inicios
del XVIII, momento en el cual los asentamientos fueron progresivamente abandonados.
Las viviendas de estilo incaico en esta clase de asentamientos corresponden a residencias o
alojamiento provisorios que siguen el patrón denominado Rectangulo Perimetral Compuesto
o RPC (p.e. Collahuasi 37 e Incaguano) o canchas de gran tamaño209 con estructuras
rectangulares adosadas o inscritas en perímetro interior (p.e. Tarapacá Viejo) y a estructuras
rectangulares con un pequeño patio exterior de la misma forma (Pisagua Viejo, Miño 2, sitio
PT0273).210 Las viviendas poseen un solo acceso, usualmente de perfil trapezoidal y sus
tamaños oscilan entre 20 y 40 m2.
209
La cancha corresponde a la unidad básica de la arquitectura incaica. Se trata de un recinto amplio de planta
rectangular en cuyo interior se emplazan tres o más edificaciones en torno a un patio central. El acceso a la
cancha suele ser por un vano en el muro que define a la estructura. Hyslop, 1990: 17.
210
Pellegrino et al., 2015.
114
Figura 2.10. Instalaciones del período Inca-Colonial con residencias de planta ortogonal.
Fuente: Urbina 2009, Berenguer et al., 2011; Pellegrino et al., 2015. Estancia de Quillagua (superiorizquierda), Incaguano (centro-izquierda), Miño-2 (inferior-izquierda), Tarapacá Viejo (superior-derecha) y
Collahuasi 37 (inferior derecha).
También se identifican callancas o galpones utilizados como albergues para actividades
ceremoniales o político administrativas, regularmente asociadas a plazas públicas de gran
tamaño (p.e. Incaguano y Miño-1).
2.2.2. Transformación en las unidades domésticas en el siglo XV y XVI
Para concluir podemos sintetizar los resultados de este capítulo en tres reflexiones sobre las
materias de mayor trascendencia en el estudio de la arquitectura y alfarería doméstica y la
formación de asentamientos en la región de Tarapacá.
115
En primer lugar, en distintos puntos se reconocen dinámicas de agregación y nucleamiento
que conllevan el surgimiento de poblados o aldeas, situación que parece estar relacionada
con el crecimiento de las superficies habitables de las viviendas y de los conglomerados
residenciales, como con la aparición de arquitectura comunitaria y pública. Es notorio, de
igual modo, que existieron localidades donde se perciben procesos inversos, donde la
tendencia a la dispersión y segmentación de las unidades domésticas es constante. Por ello,
la tesis de un progresivo aglutinamiento de los asentamientos en la medida que avanza el
período Formativo no es sostenible desde el punto de vista de la arquitectura del período,211
ni menos se ha demostrado que ese proceso tenga relación directamente con el surgimiento
de la agricultura en la pampa del Tamarugal.
Se demuestra, en segundo lugar, que sólo desde una perspectiva regional pueden ser
comprendidos integralmente los patrones de asentamiento y los tipos de unidades domésticas
en el extenso arco temporal enmarcado entre el período Formativo y el período Colonial.
Desde la perspectiva de las estrategias residenciales de sus habitantes, el análisis presentado
documenta cambios históricos decisivos, a nuestro entender, en la estructura de parentesco y
en la organización de las agrupaciones o comunidades tarapaqueñas, los cuales hemos
intentado referenciar a formatos residenciales específicos, fases y períodos de la secuencia
histórica regional.
En tercer lugar, el cambio de una estrategia residencial neolocal, que permite la formación
de asentamientos dispersos, a una estrategia de aglomeración post-marital que asegura la
aglomeración de las unidades familiares descendientes, parece ser el punto crucial en la
formación de los primeros núcleos aldeanos durante el período Formativo Temprano y que,
posterior al abandono de estos últimos, alcanzaría límites críticos en los extensos barrios de
Caserones, revelando altos grados de competencia y disputas políticas entre familias extensas
y linajes hereditarios dentro de la región.
Esta competencia, pareciera ser resuelta en los siglos posteriores mediante políticas de
reordenamiento en mitades para regular el conflicto y mecanismos de segmentación en
nuevos núcleos poblados aguas arriba los cursos de valles y quebradas, permitiendo reactivar
211
Urbina et al., 2015, 2016.
116
la movilidad y la fundación de nuevos núcleos poblacionales que se mantendrían ocupados
durante el período Inca e incluso durante los primeros siglos coloniales y donde las
estrategias neolocales cobran nuevamente fuerza bajo modalidades estancieras.
En resumen, los cambios históricos detectados en la estructura de parentesco en base a
modificaciones en los formatos residenciales (conglomerados y barrios aglutinados) y en el
comportamiento de segmentación (fisión neolocal) y aglutinamiento (fusión o adición pos
marital), han resultado ser útiles para plantear grados de competencia entre familias
pluriparentales y linajes hereditarios multigeneracionales a partir del período Formativo.
Este proceso se habría centralizado en las quebradas de Guatacando en el primer milenio a.C.
y durante el primer milenio d.C. en la quebrada de Tarapacá (Caserones), dando paso a una
época de progresiva segmentación de las unidades familiares durante cinco siglos posteriores
al año 900 d.C. En efecto, el debilitamiento de los linajes que habitaron el delta y la pampa
del Tamarugal junto a al desagüe de la quebrada de Tarapacá (pampa Iluga), proceso
dominado por una estrategia de residencia neolocal de amplia dispersión regional, implicó el
surgimiento de diversos linajes nucleados políticamente al modo de jefaturas o cacicazgos
inter-aldeanos, articulados por una red de pequeños poblados, estancias y caletas distantes,
económicamente especializadas, en todo el ámbito regional.
En este contexto, la expansión del Tawantinsuyo habría implicado la centralización regional,
en Tarapacá Viejo de sociedades segmentarias distribuidas en todo el ámbito regional212 las
cuales habrían sido sometidas en ciertos casos a alianzas matrimoniales y políticas mediadas
por funcionarios incaicos; al mismo tiempo que otras comunidades eran erradicadas de sus
áreas de residencia o se ejercía la completa o parcial reconstrucción de asentamientos,
remodelaciones de estancias, manteniendo sectores de ocupación bajo patrones residenciales
propios de los siglo XIII y XV, etapa pre Inca conocida como fase Camiña.
De esta manera, la invasión y ocupación hispana, a mediados del siglo XVI, habría intentado
ocupar la infraestructura incaica reduciendo luego, en la década de 1570, las múltiples
parcialidades indígenas para controlar la fuerza de trabajo depositada al interior de las
reducciones o “pueblo de indios”. En teoría, a los grupos o comunidades andinas se les pensó
212
Uribe 2006, 2009.
117
asignar sectores específicos dentro de la traza de estos nuevos asentamientos, dando así
cabida a una analogía frecuente, aunque necesaria de comprobar caso a caso, entre ayllu y
barrio.213 Como estudiaremos en la segunda parte de esta investigación, en los pueblos de
indios diseñados por la política toledana (ca. 1570), la intrusión en la vida no se limitó
exclusivamente al ámbito de la doctrina cristiana.214
En el capítulo que sigue, documentaremos la secuencia arquitectónica del poblado de
Tarapacá Viejo, su fundación a a fines del período Formativo, el impacto incaico sobre la
aldea del período Intermedio Tardío y los efectos de la política reduccional aplicada en el
asentamiento. Este caso de estudio nos permitirá reconocer los elementos centrales del
proceso histórico regional a partir de incorporación de Tarapaca al imperio Inca y a la corona
hispana, a partir del cual el patrón de asentamiento regional iniciaría una nueva etapa de
redefinición sociopolítica.215
213
Durston, 1999: 80-81.
Cummins, 2002: 214. La traza del asentamiento también incidía directamente en las relaciones sociales de
la familia, la cual estaba íntimamente relacionada con la reordenación espiritual del sujeto andino. De esta
manera, se buscaba inhibir toda actividad e interacción entre parientes cercanos que, hasta esa fecha, eran
facilitadas por los espacios contiguos e interconectados de la cancha inca. El único acceso, que además era
público, de las nuevas viviendas coloniales podía ser vigilado por la fuerza pública para, de esta forma, instaurar
las normas hispanas que regulaban la dinámica familiar e inculcar la (percepción de) decencia.
215
Zori y Urbina, 2014: 228.
214
118
PARTE I
CAPÍTULO III: HISTORIA OCUPACIONAL DEL PUEBLO DE TARAPACA
3.1. La expansión del Tawantinsuyo a nivel regional
A partir del estudio del sitio Tarapacá Viejo, el propósito central de este capítulo es evaluar
las transformaciones sociopolíticas en esta localidad y en la región de estudio como
consecuencia de la incorporación de Tarapaca al Tawantinsuyo.
Como ha planteado lúcidamente Catherine Julien en su trabajo Condesuyo: the political
division of territory under Inca y Spanish rule,216 estudiar el impacto regional y local de la
expansión incaica implica comprender integralmente y desde una perspectiva histórica
amplia, la posterior implantación del sistema de encomiendas, la organización eclesiástica
del territorio, el régimen de tributación y los efectos del régimen de reducciones o pueblos
de indios implementados es sus aspectos estructurales durante el gobierno del virrey
Francisco Toledo (ca. 1569-1581).
De acuerdo con Julien, las transformaciones ocurridas en el siglo XVI y XVII serían parte de
un ciclo mucho más prolongado de profundos cambios en los Andes iniciados en el siglo
XIV como consecuencia de la expansión militar, las políticas de unificación y de las
estrategias diplomáticas del Estado cusqueño para corformar provincias o guamanis y los
extensos suyos, así trasladar masivamente poblaciones a corta y larga distancia dentro del
sistema productivo/laboral de la mita.
En este capítulo documentaremos, con la mayor cantidad de antecedentes arqueológicos las
condiciones y consecuencias de una política de urbanismo regional por parte del Estado Inca
en la quebrada de Tarapacá y otros puntos de la región -sobre la base de inversiones en
infraestructura vial y manipulación de las estructuras políticas y religiosas locales-, para
216
Julien, 1991.
119
estimar la conformación de una jurisdicción indígena,217 reconocido en ciertas fuentes
documentales tempranas (ca. 1563) como la provincia o “… la nación de los de
Tarapaca”.218
Los análisis y las discusiones que en los próximos capítulos se siguen, apuntan a discutir la
hipótesis según la cual dentro de la provincia Tarapaca, previa a 1572 o “pre toledana”, el
desenvolvimiento de encomenderos, visitadores y agentes eclesiásticos ocurre y se adecúa
tácticamente a las condiciones sociales existentes, utilizando la infraestructura y esquema
jurisdiccional legado por la administración cuzqueña y el patrón de asentamiento indígena
vigente desde el siglo XIII en la región.
A continuación trataremos monográficamente la caracterización de la principal instalación
Inca en la región, Tarapacá Viejo, cuyos antecedentes arqueológicos locales y regionales
hemos venido analizando previamente219 y luego reconocido en los tempranos testimonios
del siglo XVI como “pueblo de Tarapaca”220 y rebautizado entre 1565 y 1571 como “San
Lorenzo de Tarapacá”.221
Las transformaciones constructivas de este asentamiento luego de la conquista Inca e hispana
demuestran que, a pesar de los procesos de conquista, el diseño urbanístico del poblado
incorpora elemento de las tradiciones arquitectónicas locales. Se trataría en este sentido de
una estrategia que los funcionarios del Tawantinsuyo utilizaron en la interacción inicial con
los residentes de la aldea pre incaica que podríamos calificar de conciliatoria, diplomática o
que perseguía la hermanación de los componentes culturales y estéticos de algunos inmuebles
sin suprimir completamente las diferencias existentes entre ellos.222
217
En este trabajo utilizamos el concepto de jurisdicción como sinónimo del poder o preeminencia política alcanzado por
una autoridad, y la estructura de cargos que la sustentan, sobre un número determinado de habitantes de un territorio
(unidades domésticas, ayllus y poblaciones sujetas o subordinadas) en lapso cronológico determinado. Urbina et al., 2018.
218
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 136r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro; Martínez, 1998: 82,
2011, nota 35: 143.
219
Urbina, 2010; Uribe y Urbina, 2010; Uribe et al., 2012; Urbina 2014: 118-135; Zori y Urbina, 2014.
220
Barriga, 1933: 272, Colección de Documentos Inéditos (CDI, 1ra Serie), tomo V: 370.
221
Echeverría y Morales 1804, en Barriga, 1952, Tomo IV: 162.
222
Zori y Urbina, 2014.
120
3.1.1. Un centro administrativo regional: antecedentes de investigación
En el año 1979, Lautaro Núñez publica en la revista Atenea las primeras informaciones sobre
Tarapacá Viejo, el cual define como un complejo urbanístico correspondiente a las últimas
poblaciones pre incas de la quebrada de Tarapaca, remodelado con posterioridad por un
patrón Inca-Administrativo y otro europeo-español. Añade que durante período alfarero
inmediatamente preincaico, San Lorenzo constituiría el centro sociopolítico en el que se
administrarían excedentes y poblaciones. Allí, “…los señores de la quebrada se han
concentrado a conducir el área en términos productivos y litúrgicos”.223
Los primeros estudios en Tarapacá Viejo señalaron que su trazado superficial correspondía
a un diseño hispano, con una programación de damero, aunque construido para ser habitado
por población indígena al modo de los “pueblos de indios”. La aldea ocupaba una superficie
aproximada de 3 hectáreas en la que se distribuirían 15 manzanas en torno a una calle
principal de 4,10 m de ancho, o 5 varas castellanas, y a calles perpendiculares a esta última
de 2,65 m de ancho, o 3 varas 1 palmo. Las manzanas presentarían medidas estimadas de 40
x 50 m y se encontrarían subdivididas en dos mitades.224
Las excavaciones practicadas por Patricio Núñez, en el vértice las manzanas H permitió la
identificación de 5 fases ocupacionales, las cuales son datadas sólo referencialmente. La Fase
1 representaría la ocupación preincaica, lapso en el cual en el sitio se utilizarían silos de
piedra que podrían corresponder a influencias altiplánicas. De igual manera supone que tanto
las comunidades locales, pacajes e incas habrían ejercido dominio sobre el sitio durante esta
fase, sin embargo, éstas no implicarían cambios arquitectónicos detectados hasta el momento.
La Fase II correspondería a la aldea ortogonal de inicios del Período Colonial (segunda mitad
s. XVI) convirtiéndose en un “Pueblo de Indios”.
223
Núñez, L., 1979: 176. En este escenario arribarían funcionarios incaicos quienes remodelarían la aldea en
conjunto con la población local. De acuerdo al investigador “…la acumulación de excedentes transportables
afianzó una riqueza señorial creciente, tanto así que los funcionarios incaicos establecen su hegemonía local
en el mismo lugar en que se había centralizado el manejo global del área (Tarapacá Viejo)” Núñez, L., 1979:
177.
224
Núñez, L., 1984: 55.
121
En la interpretación de Patricio Núñez, para la construcción de este pueblo se habría destruido
la aldea previa y la construcción se realiza mientras ésta aún era habitada. El nuevo trazado
sería producto de “una nueva concepción del habitar, la cual no pudo ser producto indígena,
sino de una nueva ideología que tenía estatuido un sistema para fundar pueblos y organizar
a los indios: nos referimos a los españoles”.225
En la última fase ocupacional se registra el abandono total de la aldea previo
desmantelamiento de bienes aún útiles como las vigas, las que habrían sido empleadas en la
construcción del actual pueblo de San Lorenzo de Tarapaca en la margen norte del río. Dos
hipótesis se manejan para explicar la completa desocupación del asentamiento; un gran
aluvión que habría cubierto la aldea y el impacto de una epidemia ocurrido en el año 1717.226
Las investigaciones recientes en el sitio han permitido enriquecer el conocimiento sobre este
asentamiento incaico en sus distintas etapas ocupacionales a partir de distintas materialidades
muebles e inmuebles. A pesar que mucha de la información disponible proviene de contextos
superficiales y en menor medida excavaciones, los diversos restos muebles y desechos
culturales recuperados en Tarapacá Viejo permiten una primera caracterización del manejo
de este centro administrativo incaico y la influencia política que ejercieron sus autoridades
sobre la regióny durante las primeras décadas de la encomienda de Lucas Martínez.227 Como
veremos en los capítulos siguientes, los elementos y muestras recuperadas incluyen especies
que era parte de los tributos de dicha encomienda, como otros que no aparecen en los listados
oficiales aunque continuaron formando parte de la vida cotidiana de la población local entre
los siglos XV y XVII.
A modo de ejemplo, entre todos los restos vegetales recuperados e identificados en las
excavaciones se pudo demostrar que los frutos de algarrobos y tamarugos (Prosopis sp.)
fueron la especie más usada o consumida, seguida por el maíz.228 Destaca el hallazgo de
semillas de coca (Erithroxylum), la cual pudo inclusive ser cultivada en el sector alto del valle
de Tarapaca (Pachica) correspondiente al valle seco y cálido (chaupiyunga). Los primeros
225
Núñez, P., 1984: 56.
Núñez, P., 1984: 60.
227
Trelles, 1991.
228
Vidal, 2009.
226
122
análisis arqueofaunísticos229 evidencian una notable adaptación de especies del modelo
agropastoril de tierras altas al valle bajo, debido a que el 64,6% de los restos corresponde a
camélidos. En menores frecuencias, se registraron canidos, mamíferos, roedores, aves,
moluscos y peces.230
La presencia de camélidos se encuentra presente en todas las unidades excavadas, mientras
que los restos de moluscos de origen marino se acotan a dos y los restos ictiológicos se
asocian a los restos malacológicos. Es relevante, el hallazgo de material malacológico
vinculado a confección de artefactos como cuentas en especies como Choromytilus choros,
Agropecten purpuratus, Aulocomya ater, y venéridos.231
Otro aspecto relevante y notorio del asentamiento es la presencia de imágenes grabadas sobre
bloques rocosos, tanto en el exterior inmediato, al poniente del sitio (campo de petroglifos
conocido como Tr-47),232 como al interior del asentamiento.233 De los 18 bloques grabados
en Tarapacá Viejo, 15 se localizan en muros de estructuras o al interior de ellas, con un
máximo de tres bloques por estructura.
En algunas ocasiones los bloques poseen dos caras intervenidas, conformando un universo
total de 22 paneles. De los tres bloques que no pertenecen a muros, uno se sitúa en una vía
de circulación, aunque bien puede haber sido removido de una estructura; otro al interior de
un recinto y el restante se encuentra aislado, fuera del asentamiento en la pendiente que baja
a la quebrada seca donde se emplaza el campo de petroglifos de Tr-47.
La técnica de ejecución de los grabados es íntegramente el piqueteado poco profundo de
líneas continuas que sólo en cuatro casos se extiende a raspado de áreas mayores. En general,
sea cual sea la combinación de grupos o motivos, los paneles constan de pocas figuras que
sólo en una ocasión logran ocupar el total de la superficie intervenida. Asimismo, las figuras
no geométricas son más bien estáticas y esquemáticas. Aún en compañía de otros motivos no
logran evocar dinamismo ni sugieren escenas de tipo alguno.
229
Uribe et. al., 2012: 222-223.
Uribe et. al., 2012: 222-223.
231
Uribe et. al., 2012: 222-223.
232
Núñez y Briones, 1967-68.
233
Vilches y Cabello, 2011.
230
123
La orientación cardinal de los paneles revela una marcada preferencia por el Noreste (52,4%).
En cuanto al tipo de representaciones se identificaron tres grandes grupos: geométrico,
antropomorfo y zoomorfo, entre los que el geométrico es sin duda el más popular (85,7%),
estando presente de manera exclusiva en 16 paneles. Este grupo consiste principalmente en
variaciones de un solo motivo correspondiente al círculo (p.ej., círculo concéntrico).
En todo caso, independiente del tipo, abundan los paneles con una sola figura. Espacialmente,
los bloques se concentran en su mayoría en los cuadrantes Suroeste y Noroeste que colindan
con el campo de petroglifos y, funcionalmente, se asocian a las canchas234 subdivididas de
esta porción del sitio, los que podría corresponder a espacios de uso familiar con la probable
ocurrencia de actividades domésticas como rituales.
Por lo tanto, en la relación entre arquitectura y arte rupestre, especial atención merece el
motivo de bloques grabados con círculos concéntricos que más allá de su popularidad, son el
sustrato o matriz que luego se establece en el exterior de los muros perimetrales que delimitan
las canchas de Tarapacá Viejo, evocando un escenario particular para la práctica y el
encuentro social.
Las muestras de materiales textiles, provenientes de recolecciones de superficie y
excavaciones (43 y 150 fragmentos de piezas respectivamente), desde el punto de vista de su
funcionalidad corresponden a vestimentas (túnicas, taparrabos y mantas), complementadas
con ornamentos (tocados y fecladuras) y artefactos no relacionados con el atuendo, sino con
aspectos económicos (bolsas, sogas, quipu) y rituales (chuspas e inkuñas) o ambos
(hondas).235
La mayor abundancia de tejidos de carácter económico fue coherente con una ocupación
bicomponente casi generalizada del sitio. Al complementar los resultados del análisis general
de los textiles y su distribución, es claro que las actividades económicas llevadas a cabo en
234
Siguiendo a John Hyslop (1990: 17), usamos el término cancha para definir la unidad básica de la arquitectura
incaica. Se trata de un recinto amplio de planta rectangular en cuyo interior se emplazan tres o más edificaciones
en torno a un patio central. El acceso a la cancha suele ser por un vano en el muro que define a la estructura. En
términos funcionales las canchas fueron usadas para actividades domésticas por parte de varias unidades
domésticas (ese es el caso de los Rectángulos Perimetrales Compuestos o RPC), como también para palacios o
templos.
235
Agüero, 2007a, 2007b.
124
Tarapacá Viejo fueron de almacenamiento, carga y transporte, junto a su utilización como un
centro habitacional importante. En efecto, la alta representación de bolsas domésticas o
contenedoras de alimentos sugiere una significativa producción (p.e. agrícola y minerometalúrgica) o actividad recolectora excedentaria (p.e. frutos arbóreos) asociada a un tráfico
caravanero muy fortalecido para estos momentos. De esta manera, no sólo los tejidos sino
también la cordelería asociada, así como el emplazamiento del poblado junto a una ruta de
tráfico referirían a que las actividades de transporte y carga de animales que en este sitio se
remontarían a los inicios del período Intermedio Tardío o fase Tarapaca (ca. 900-1.250 d.C.).
Más interesante aún, pareciera que el Inca aprovechó esta organización y se asentó,
integrando desde aquí la región al imperio, como lo demuestra la presencia de un quipu y de
tejidos estatales.236
En sitios contemporáneos ocupados por el Inca en el valle de Lluta se observaron prendas
vinculadas con la costa de Arica y Tarapaca, indicando el amplio tráfico interregional que
se puso en práctica en esos momentos y conectó ambas regiones. También la escasa cantidad
de tejidos reparados avala el fluido acceso a la lana de camélido que debió tener este
asentamiento. Por otra parte, los tejidos de algodón que se registran en las quebradas
interiores hacia finales del Intermedio Tardío y durante el Tardío, a juzgar por su presencia
en los niveles superiores del sitio, sugieren que su cultivo fue probablemente intensificado
por el Inca confirmando un efecto significativo a nivel de la economía regional.237
3.1.2. Tarapacá Viejo: historia arquitectónica
A continuación presentaremos el estudio de las técnicas de edificación y de diseño
arquitectónico y sus transformaciones en Tarapacá Viejo y la región durante el período
Tardío.238 La discusión se orienta a comprender qué cambió o se mantuvo en la ocupación
236
Agüero y Donley-Zori, 2007, Figura 3: 24.
Tarapacá Viejo se habría consolidado como un importante centro administrativo como lo avala la presencia
de fragmentos de quipu; luego de Arica, el caso más austral dentro del Tawantinsuyo donde se ha encontrado
evidencias del uso de Quipu en un contexto habitacional (no funerario). Agüero y Donley-Zori, 2007: 21-22;
Urton, 2003: 26.
238
Los elementos centrales de este análisis han sido publicados anteriormente en Zori y Urbina, 2014.
237
125
del asentamiento durante el período Colonial Temprano (1.532-1.700 d.C.) y como estos
cambios afectaron las conexiones regionales de su población.
Como hemos planteado en un trabajo anterior, las conquistas incaicas y las subsecuentes
estrategias de integración pueden ser detectadas arqueológicamente a partir de los cambios
en la infraestructura regional, como los sistemas de caminos, el urbanismo y las técnicas
constructivas en los asentamientos provinciales.239 En este ámbito, Tarapacá Viejo,
localizado en el valle o quebrada de Tarapacá, sufrió una serie de remodelaciones
arquitectónicas significativas mientras el valle era incorporado al Tawantinsuyo en el siglo
XV d.C.
Los cambios en la infraestructura regional, el patrón de asentamiento y el estilo
arquitectónico de sus construcciones son indicadores potenciales que muestran la expansión
cuzqueña y la posterior integración provincial. Tales cambios dan nociones importantes
acerca de la forma en que la población local y los representantes del imperio se relacionaban
y cómo se moldearon las estrategias de incorporación cultural del imperio a través de
planificaciones de asentamientos preexistentes, de infraestructura y de condicionantes
políticas y económicas.
Este apartado aborda la expansión del Tawantinsuyo a la región de Tarapacá, una región rica
en recursos minerales, a través de la investigación de los motivos de la elección de Tarapacá
Viejo como uno de los nodos administrativos del imperio en la zona de articulación del
Collasuyo, Contisuyo y Colesuyo (Figuras 3.1 y 3.2). Para ello caracterizaremos el sitio de
Tarapacá Viejo a la luz de los cambios en la distribución de asentamientos, la existencia de
redes viales que conectan centros clave, la planificación de los sitios y las técnicas de
construcción que trajo consigo la incorporación de la región al Tawantinsuyo durante el
período Inca o Tardío (1.450-1.532 d.C.).
Localización y emplazamiento en la red vial
239
Zori y Urbina 2014. La información analizada en este capítulo entrega información precisas sobre las
estrategias de incorporación provincial utilizadas por el estado Inca en esta región, y cómo dichas estrategias
fueron modeladas por los patrones de asentamiento, infraestructura y condiciones económicas previas a la
expansión del Tawantinsuyo.
126
Uno de los factores principales que influenció la selección de Tarapacá Viejo como centro
administrativo fueron las relaciones comerciales ecológicamente interrelacionadas
mantenidas por sus habitantes en el período previo al arribo incaico.
Figura 3.1. Localización de Tarapacá Viejo y otras instalaciones administrativas incaicas
en el norte de Chile.
Fuente; modificado de Berenguer, 2009; Zori y Urbina, 2014.
Un creciente conjunto de información sugiere que la región bajo estudio, durante el período
Intermedio Tardío (1.000-1.450 d.C.), se caracterizaba por poseer una intensa actividad
comercial interregional entre la costa, los valles transversales y el altiplano.
127
Figura 3.2. Planta arquitectónica de Tarapacá Viejo.
Fuente: modificado de Uribe y Urbina, 2010; Zori y Urbina, 2014..
128
La forma más probable en la que se efectuaba este intercambio habría sido por medio de
caravanas de llamas.240 Precisamente, las excavaciones en Tarapacá Viejo han permitido
reconocer y analizar una gran cantidad de restos de alimentos básicos y de artículos de
prestigio provenientes de la costa y del altiplano.241
La comparación de conjuntos de restos cerámicos superficiales hallados en varios
asentamientos de las regiones de Arica y Tarapacá indica el acceso de los habitantes de este
sitio a un rango comparativamente más amplio de estilos alfareros que los de otros
asentamientos; esto sugiere que el sitio era un importante eje de las rutas de tráfico durante
el período preincaico.242
El análisis realizado a restos de animales provenientes de Tarapacá Viejo muestra que un alto
porcentaje del conjunto (30%) de restos de camélidos está constituido por animales
juveniles;243 otros hallazgos de este tipo en los Andes han sido interpretados como evidencia
de que la crianza de camélidos y la mantención de tropas eran llevadas a cabo de forma local
por los residentes del asentamiento,244 lo que sugiere que los habitantes preincaicos del sitio
estaban bien preparados para dedicarse al comercio interregional extensivo con la costa, el
altiplano y otros valles de la región.
De tal modo que a, al mismo tiempo que los incas formalizaron su propio sistema de caminos
a través de la región, esta aldea se mantuvo como un nodo central para los curacas, las tropas
militares, los chasquis y las caravanas de llamas que se movilizaban entre la costa, los valles,
la precordillera y el altiplano (Figura 3.1).
Hasta el momento se han identificado al menos cuatro vías incas principales convergentes,
tanto dentro como en las cercanías de Tarapacá Viejo. La primera, conocida como el Camino
Real de la Costa o Camino Real de los Llanos, es una ruta troncal que corre en un sentido
aproximado norte-sur, siguiendo la franja litoral del Pacífico, para después girar al sureste y
240
Briones et al., 2005; Uribe y Urbina, 2010; ver también Dillehay y Núñez, 1988.
Uribe y Urbina, 2010; Zori, 2011.
242
Uribe et al., 2007, Tabla 3: 159; Zori et al., 2017.
243
Zori, 2011: 518-519.
244
De France, 1996; Shimada y Shimada, 1985.
241
129
cruzar la Pampa del Tamarugal hasta intersectar el valle de Tarapacá a la altura de Tarapacá
Viejo,245 hacia el sur, esta vía bordea el este de la Pampa del Tamarugal y pasa por Pica y la
quebrada de Guatacondo, antes de alcanzar el Río Loa.
Una segunda ruta, que conecta Tarapacá Viejo con las cuencas altas de los valles
transversales del norte de Chile y el sur del Perú, corre en dirección sur-suroeste entre los
cordones montañosos de los Andes y las Huaylillas. Esta ruta se origina en la puna (nombre
dado al Altiplano en el extremo sur del Perú) cercana a Tacna, y atraviesa una variedad de
sitios habitacionales y tambos -incluyendo Zapahuira- antes de unirse a otra ruta que va
dirección norte-sur en Tarapacá Viejo.
Dos vías transversales unen a la aldea de Tarapacá Viejo con el altiplano al oriente: una de
ellas atraviesa el sitio, formando su eje principal este-oeste (Figura 3.2), para luego subir por
el valle y ascender por una pendiente al este de Pachica. En su camino esta ruta pasaba a
través del tambo de Correlones y el tambo/centro administrativo de Incaguano (Figura
3.3.)246 y luego continuaba hacia los asentamientos incas en los territorios de las etnias
Carangas y Soras: Turco, Oruro, Paria y otros.
El segundo camino transversal dobla hacia el sur, atraviesa la zona alta del valle de
Collacagua y pasa por la región de los salares bolivianos de Coipasa y Uyuni y el territorio
dominado por las etnias Quillacas y Lípez.
A pesar de la falta de documentación arqueológica, es probable que el tramo transversal del
Qapaqñan que pasa por el valle de Tarapacá haya continuado en dirección oeste a través de
la Pampa del Tamarugal, conectando el valle con las minas de plata en la costa, ubicadas en
las cercanías de la actual ciudad y puerto de Iquique.247 Distitas fuentes etnohistóricas
evidencian la explotación efectuada por el Tawantinsuyo de las minas de plata de Tarapaca,
posteriormente conocidas con el nombre de Huantajaya,248 y sugiere que la mano de obra
requerida para la extracción de este mineral venía de los valles circundantes.249
245
Advis, 2008: 148-168; Bollaert, 1851, 1860; Briones et al., 2005; Zori, 2011: 345-346.
Berenguer et al., 2011; Urbina, 2009; Zori, 2011.
247
Berenguer, 2009; Hidalgo, 2009a, en referencia a O’Brien, 1765.
248
Cobo, 1964 [1653]; Pizarro, 1986 [1571]; Zori y Tropper, 2010.
249
Pizarro, 1986 [1571]: 189-193; Trelles, 1991: 175-176.
246
130
Figura 3.3. Planta arquitectónica de Incaguano (Incamarca).
Fuente: modificado de Berenguer et al., 2011: Figura 7.
131
Los análisis de los materiales metalúrgicos provenientes del valle de Tarapacá demuestran la
importancia de Tarapacá Viejo en la refinación de minerales argentíferos que, con
posterioridad, fueron apropiados por el imperio Inca.250
Como ha planteado la arqueóloga Collen Zori, las hipótesis sobre la importancia de la minería
argentífera y su posterior refinación efectuada por los habitantes de este valle, incrementan
la posibilidad de que hayan existido conexiones físicas entre el valle y la costa, hecho que
además de ayudaría a explicar la gran inversión de trabajo constructivo en el sitio. Las
actividades administrativas llevadas a cabo a nombre del imperio habrían incluido la
organización de la minería, el transporte y la refinación de los minerales extraídos, la
recolección del mineral purificado y el aprovisionamiento de alimentos, combustible y otros
recursos a los involucrados en las labores metalúrgicas para el Tawantinsuyo.251
Tarapacá Viejo se ubica en la intersección tanto de las rutas norte-sur que atraviesan la Pampa
del Tamarugal y la precordillera, como de las dos vías este-oeste que se internan en el
altiplano boliviano y de una posible vía que habría conectado al valle de Tarapacá con la
costa (Figura 3.1). Constituye de esta manera un punto estratégico dentro de la extensa red
administrativa del imperio en el Collasuyo, el cual atestigua la función integradora del sitio
en el ejercicio del poder del Tawantinsuyo en la región.
A pesar de que existe algún grado de variación en la ubicación de Tarapacá Viejo, el
urbanismo y los sistemas de construcción resultantes de las circunstancias históricas y la
interacción con la población local, el Tawantinsuyo integró sistemáticamente al litoral, los
valles, la precordillera y el altiplano en un patrón predecible de nodos interconectados por el
Qapaqñan. Finalmente, Tarapacá Viejo, ubicado a una altura 1400 msnm, coincide con el
patrón de asentamiento de los sitios establecidos en lugares de importancia de las cuencas
media y alta del valle durante el período Intermedio Tardío.
250
251
Zori y Tropper, 2010, 2013.
Zori, 2011.
132
3.2. Remodelación y transformación urbanística
Como hemos planteado en un trabajo en coautoría con Collen Zori, Arquitectura e imperio
en Tarapacá Viejo, un sitio prehispánico tardío en el norte de Chile,252 el grado de
intervención arquitectónica sufrida por Tarapacá Viejo es mayor que lo manifestado en la
mayoría de los sitios incas en las actuales regiones de Arica y Tarapacá y refleja, además, la
importancia logística y económica de este nodo en la red administrativa a la cual se integra
la región.
El conjunto de datos recuperados luego de una década de estudios en el asentamiento ha
comprendido el registro sistemático del 100 % de los rasgos arquitectónicos y la elaboración
de levantamientos topográficos de la superficie del yacimiento y sus estructuras;253 la
recolección sistemática de cerámica de superficie;254 la excavación de una muestra
correspondiente al 10 % de las habitaciones de Tarapacá Viejo (siete unidades de sondeo de
1 m x 2 m y de una zanja de 1 m x 4,5 m en una parte de los contextos arquitectónicos del
sitio) (Figura 3.2);255 seis fechados radio carbónicos obtenidos de parte de estos contextos de
excavación (Tabla 3.1) y diez dataciones por el método de Termoluminiscencia sobre una
seriede cerámicas foráneas de origen altiplánico del tipo Inca-Local (Tabla 3.2).
Tabla 3.1. Fechados radiocarbónicos C14 de contextos excavados en Tarapacá Viejo.
Laboratorio y código
interno
NSF, Arizona AMS
TR49-A5-L16-CS1
Laboratory n° AA82247
NSF, Arizona AMS
TR49-A7-L17-CS1
Laboratory n° AA82248
UCLA, Irvine AMS
TR49-A2-L15
Laboratory n° 58816
Universidad de Chile,
TR49-A5-L14-CS1
Beta n° 294704
Universidad de Chile,
TR49-A3-L3
Beta n° 269050
Universidad de Chile,
TR49-A3-L14C
Beta n° 269052
Muestra
Materiales
Piel de cuyes
Mazorca de maíz
Mazorca de maíz
Carbón
Granos de trigo
Granos de maíz
Contexto
14
EDAD C Fechacalibrado
14
(a.p.)
2σ con C Age
Rasgo de ofrendas en piso del
662 ± 38
período Intermedio Tardío
Bajo área del piso que forma reborde
618 ± 39
sobre muro de Área 7
Bajo piso ocupacional
495 ± 15
Capa inmediatamente sobre piso del
370 ± 30
período Intermedio Tardío
Estrato con acumulación de desechos
350 ± 40
post ocupacional
Excavación a través de piso del
350 ± 40
período Intermedio Tardío
1273-1396 d.C.
1289-1405 d.C.
1413-1440 d.C.
1450-1540 d.C.
1450-1650 d.C.
1460-1660 d.C.
Fuente: Uribe et al., 2009; Uribe y Urbina 2010; Zori 2011; Zori y Urbina, 2014. Fechas calibradas mediante
OxCal 4.1, Bronk Ramsey 2009.
252
Zori y Urbina, 2014.
Adán y Urbina, 2005; Uribe y Urbina, 2010; Uribe et al., 2012.
254
Uribe et al., 2007.
255
Zori, 2011.
253
133
Tabla 3.2. Fechados por Termoluminiscencia de contextos excavados en Tarapacá Viejo.
Muestra
Sitio/ tipo cerámico/ área de excavación
P (Gy)
D (Gy/año) EDAD (años AP)
FECHA
UCTL 2149 TR 49/ Tiwanaku/ Área 3, Locus 9C
5,37 ± 0,50
3,97*10-3
1350 ± 10
660 d.C.
UCTL 2147 TR 49/ Saxamar?/ Área 5, Locus 9B
3,25 ± 0,32
4,49*10-3
720 ± 75
1125 d.C.
UCTL 2150 TR 49/ Taltape/ Área 3, Locus 10
3,13 ± 0,30
3,80*10-3
820 ± 80
1190 d.C.
UCTL 2148 TR 49/ Inca Local/ Área 3, Locus 9A
2,54 ± 0,29
3,78*10-3
670 ± 70
1340 d.C.
UCTL 2146 TR 49/ Chilpe/ Área 5, Locus 9B
1,98 ± 0,20
3,24*10-3
610 ± 80
1400 d.C.
UCTL 2156 TR 49/ Inca Cusco / Área 5, Locus 2
2,49 ± 0,25
4,08*10-3
610 ± 60
1400 d.C.
1440 d.C.
UCTL 2155 TR 49/ Saxamar/ Área 5, Locus 5
2,17 ± 0,21
3,80*10-3
570 ± 60
UCTL 2151 TR 49/ Inca Local/ Área 5, Locus 11
2,02 ± 0,20
4,01*10-3
505 ± 50
1505 d.C.
UCTL 2152 TR 49 – Inca Local/ Área 5, Locus 3C
1,92 ± 0,19
3,81*10-3
505 ± 50
1505 d.C.
UCTL 2153 TR 49 – Inca Local/ Área 5, Locus 3B
2,08 ± 0,20
4,43*10-3
470 ± 50
1540 d.C.
Fuente: proyecto VID SOC08/16-2, Universidad de Chile.
Con esta información ha sido posible de catalogar y secuenciar de mejor modo los elementos
constructivos principales de Tarapacá Viejo y sus distintas etapas, determinar los estilos de
construcción principales utilizados en el poblado preincaico y entender las modificaciones
generadas en el patrón de asentamiento y los cambios en la arquitectura y las técnicas
constructivas durante la dominación incaica e hispano colonial.
3.2.1. Técnicas constructivas locales
Como describimos en el capítulo previo, los habitantes de los sitios del valle de Tarapacá
durante el período Intermedio Tardío (1.000-1.450 a.C.) pertenecieron al Complejo Cultural
Pica-Tarapacá: un conjunto de objetos materiales, iconografía y prácticas culturales
compartidos por los habitantes de la costa y oasis de los valles que cruzaban el norte de Chile
durante los años 900-1.450 d.C.256
La Tradición Arquitectónica en Anhidrita desarrollada en el período Formativo e Intermedio
Tardío en el valle de Tarapacá se define por la existencia de asentamientos aglomerados con
distintos formato de planta ocupados por varios siglos consecutivos (Figura 3.4).257
256
257
Núñez, L., 1979, 1984; Cúneo Vidal, 1977; Uribe, 2006; Uribe et al., 2007.
Véase también Núñez, P., 1983, 1984; Zori, 2011.
134
Figura 3.4. Comparación planta arquitectónica de asentamientos del período Intermedio
Tardío y Tardío.
Fuente: Zori y Urbina, 2014: 222. Trazado de asentamientos del Período Intermedio Tardío de la quebrada
de Tarapacá (9a, b, y c) y la traza planificada incaica de Torata Alta en el Valle de Moquegua (9d, cortesía
de P. Rice) y Tarapacá Viejo (9e, modificado de Uribe y Urbina 2010).
La mayor parte de las aldeas de mayor tamaño se encuentran sobre terrenos planos o con una
ligera inclinación en el flanco sur de la hoya hidrográfica de Tarapacá. La estructura de estos
asentamientos es ortogonal en donde, a menudo, se forman conglomerados o complejos
cuadrados o rectangulares con divisiones arquitectónicas internas. Sus muros –en especial
los de hilada simple– se levantaron con piedras y caliche (anhidrita), aunque ocasionalmente
también se incluía argamasa de barro y estuco. A menudo se techaban las edificaciones con
soportes de postes de madera (Prosopis sp.) empotrados a los muros exteriores. También es
común hallar varios pozos de almacenamiento excavados en el sustrato estéril.
135
El hecho de que los estratos de piso y los depósitos ubicados inmediatamente por debajo de
esta capa contengan sólo restos cerámicos adscritos a las tradiciones alfareras características
del complejo cultural Pica-Tarapacá, sin que se encontraran restos cerámicos de las
tradiciones altiplánicas que se hicieron comunes a partir de los años previos al dominio
incaico, respalda la afiliación temporal de aquéllos.258
Hasta el momento no conocemos con exactitud el trazado de Tarapacá Viejo durante en la
etapa pre Inca, ya que los rasgos arquitectónicos superficiales sobrevivientes se remontan a
los períodos Inca (1.450-1.532 d.C.) y Colonial Temprano (1.532-1.700 d.C.). Sin embargo,
diversas excavaciones efectuadas en el sitio hallaron restos de construcciones bajo la
superficie del yacimiento, provenientes de la época previa a la conquista incaica (el período
Intermedio Tardío). En esos años, los grupos locales que usaban un repertorio de cerámicas
característico del complejo cultural Pica-Tarapacá (Pica-Charcollo, Pica-Gris Alisado, PicaChiza)259 comenzaron a colocar pisos preparados de barro justo por sobre la roca de la ladera
de la quebrada.260
Los fechados radio carbónicos calibrados realizados sobre los pisos de las Unidades 5 y 7
tienen un rango temporal de 1.273-1.386 años d.C. cal.261 y de 1.289-1.405 d.C. cal.,262
respectivamente (Figura 3.1 y 3.5); entre tanto, en las unidades 1, 2, 3, 4 y 6 se hallaron otros
pisos que podrían ser del período Intermedio Tardío (Tabla 3.1).
Estos resultados, junto con los tres fechados tempranos por Termoluminiscencia (siglo XIIXIV) obtenidos sobre cerámicas provenientes de excavación (Tabla 3.2),263 concuerdan con
las evidencias recuperadas en una serie de excavaciones en el sector noreste del sitio a fines
de la década de 1970 y la interpretación planteada por el arqueólogo Patricio Núñez sobre la
existencia de una Fase-I (pre incaica) de ocupación en Tarapacá Viejo.264
258
Uribe et al., 2007.
Uribe et al., 2007, Tabla 2: 156.
260
Zori y Urbina, 2014: 223-224.
261
Calibrado a 2σ mediante OxCal 4.1, Bronk Ramsey, 2009.
262
Calibrado a 2σ mediante OxCal 4.1, Bronk Ramsey, 2009.
263
Resultado proyecto VID SOC08/16-2 “Tarapacá Viejo y el Inka en los Valles Occidentales, Andes Centro
Sur (1450-1540 d.C.)”.
264
Núñez, P., 1984: 56, 61.
259
136
Figura 3.5. Perfiles estratigráficos de excavación en Tarapacá Viejo.
Fuente: Zori y Urbina, 2014: 221.
De este modo, se comprueba la correspondencia cronológica de uno de los muros
descubiertos durante las excavaciones de sondeo al período Intermedio Tardío. El muro
hallado en la Unidad 7, o es contemporáneo, o es previo al piso preparado de barro que
sostiene las piedras utilizadas en los cimientos, y que está fechado en 1.289-1.405 d.C. cal.
La totalidad de los restos cerámicos recuperados de los depósitos de basura en el subsuelo
arqueológico pertenecían a la tradición alfarera característica del complejo cultural PicaTarapacá, lo que sustenta la interpretación de que el piso y el muro asociado a éste se
remontan al período preincaico. A pesar del colapso de las hiladas superiores, los cimientos
137
y entre dos a tres hiladas adicionales estaban compuestos por rocas de gran tamaño; más
grandes, incluso, que las de los cimientos de los muros incaicos de las Unidades 3, 5 y 6.
Además, estas rocas fueron apiladas sin hacer uso de argamasa, y se utilizaron piedras
pequeñas para llenar los vacíos dejados por aquéllas. Además, no se usaron zanjas de apoyo
en la construcción de este muro. El uso de pisos preparados de barro y la construcción de
muros con rocas de gran tamaño sin usar argamasa ni zanjas de apoyo son característicos de
la tradición arquitectónica local y serían previas a la conquista Inca del valle.
3.2.2. Diseño urbanístico de Tarapacá Viejo
El trazado ortogonal de Tarapacá Viejo, en donde cada complejo de edificaciones seguía una
configuración estándar, y su diseño arquitectónico cuasi-urbano son únicos entre los sitios
tanto prehispánicos y coloniales en la subárea de Valles Occidentales. Algunas
investigaciones argumentan que el trazado del sitio fue impuesto por el Tawantinsuyo durante
el Horizonte Tardío (1.450-1.532 d.C.);265 sin embargo, otras arguyen que la organización
que éste presenta actualmente se debe a la influencia hispana y que su función desempeñada
después de la llegada europea, con posterioridad al año 1.536 d.C., era la de ser un pueblo de
indios.266
Como hemos documentado en trabajos previos, el actual diseño arquitectónico de Tarapacá
Viejo corresponde a la intervención incaica del sitio. El diseño arquitectónico visible en la
actualidad en Tarapacá Viejo se compone de ocho complejos rectangulares o manzanas
separadas por calles perpendiculares. Otras dos o más de éstas se encontraban donde ahora
se ubican los cementerios moderno e histórico. A pesar de que los complejos tienen un ancho
similar en todo el sitio, los ubicados en la mitad norte son algo más largos (Tabla 3.3).
Se identificaron unas 108 habitaciones en las 3 ha del sitio,267 donde una cantidad importante
de éstos eran relativamente grandes; en su mayoría oscilaban, como mínimo, entre los 20 m2
y los 40 m2, superando algunos los 60 m2. Es notoria, además, la ausencia de estructuras con
265
Núñez, L., 1979; Urbina, 2010; Uribe y Urbina, 2010; Uribe et al., 2010.
Núñez, P., 1984, 1992.
267
Adán y Urbina, 2005.
266
138
menos de 10 m2. La mayor parte de los muros (75 %) se construyó en base a un estilo de
muros de doble hilada, mientras que otro 16,6 % eran de doble paramento sin relleno. Ambos
estilos se asocian al período Tardío en toda la región.268
La arquitectura interna de los complejos en el área este es más bien complicada, en donde los
espacios internos se dividen en habitaciones de distinto tamaño. Los muros que dividen por
la mitad a estos complejos son discontinuos; y, en algunos casos, son inexistentes. Por otro
lado, los cuatro complejos del sector oeste del yacimiento están divididos en su totalidad por
un muro a lo largo del axis longitudinal; además, su arquitectura interna está limitada por
estructuras pequeñas alineadas a los muros exteriores. Las entradas a estas habitaciones
daban, o a los espacios internos de gran tamaño ubicados dentro del complejo, o a pasillos
estrechos entre las estructuras internas.
Una serie de excavaciones efectuadas en uno de estos espacios internos muestran que allí se
llevaban a cabo actividades domésticas, como el procesamiento de alimentos y la producción
artesanal, que incluye la fabricación de herramientas y la metalurgia del cobre.269 Es probable
que los muchos residentes de los complejos compartieran los espacios internos. Cada mitad
de los dos complejos del extremo occidental del sitio tiene un portal que une sus espacios
internos con la vía principal que va en dirección este-oeste; además, los complejos tienen
puertas adicionales que dan a las callejuelas perpendiculares.
268
269
Adán y Urbina, 2005; Urbina, 2010.
Zori, 2011.
139
Tabla 3.3. Dimensiones y superficie interna de canchas o complejos mayores en Tarapacá Viejo.
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
Conjunto (n°
estructuras)
30/31
64/69
18/20
43/45
14
42
3
34
Tipo
RPC cancha
RPC cancha
RPC cancha
RPC cancha
Cancha con subdivisiones internas
Cancha con subdivisiones internas
Cancha con subdivisiones internas
Cancha con subdivisiones internas
TOTAL
Longitud (m)
50
62
50
67
44
Desconocido*
51
Desconocido*
Ancho (m)
36
36
37
34
39
42
39
36
Superficie
2
interna (m )
1800
2232
1850
2278
1716
Desconocido*
1989
Desconocido*
% Total
construido
10,9
13,5
11,2
13,8
10,4
12,0
71,6
Fuente: modificado de Adán y Urbina 2005; Zori y Urbina 2014, Tabla 3: 224.
* La construcción de la carretera moderna causó la destrucción del sitio, no permitiendo tomar con exactitud medidas de dos conjuntos o canchas en la
mitad norte del asentamiento.
140
La ausencia de una plaza y de una ubicación definida para la iglesia, así como también de
que las estructuras al interior de los complejos no dieran a las calles, sino a los espacios
internos,270 sugiere que el asentamiento se planificó antes de la Colonia;271 además, la noción
del diseño incaico del sitio también se apoya en el hecho de que uno de los ejes del sitio es
un tramo de la arteria este-oeste del Qapaqñan.
En términos urbanísticos los sitios habitacionales de origen preincaico del valle de Tarapacá
se caracterizan por poseer un patrón de emplazamiento ortogonal con calles bien definidas y
la inexistencia de una plaza central.272 Pareciera que tales elementos siguieron siendo
utilizados al momento del trazado de Tarapacá Viejo durante el período Tardío. Por otra
parte, el trazado del sitio representa la fusión entre las tradiciones arquitectónicas presentes
en el valle de Tarapacá y las influencias, tanto de la planificación ortogonal implementada
en el corazón del imperio, como en el diseño arquitectónico tipo Rectángulo Perimetral
Compuesto (RPC) utilizado por los sitios incas en el resto del área Centro Sur Andina.
Con todo, esta mezcla de estilos reflejaría la naturaleza de las relaciones entre el imperio y
las comunidades locales situadas en el valle, en la cual Tarapacá Viejo sería el representante
de una forma de “arquitectura conciliatoria o diplomática,”273 estilo en donde se combinan
elementos arquitectónicos locales e incaicos sin que se imponga uno sobre el otro de modo
absoluto.
3.2.3. Técnicas constructivas incaicas
Las distintas excavaciones realizadas en Tarapacá Viejo indican que allí se efectuaron
remodelaciones arquitectónicas profundas durante la época prehispánica tardía, aunque no
hay evidencia de peso que demuestre que estas transformaciones fueran el resultado de una
destrucción violenta.
270
Cummins, 2002.
Urbina, 2010; Uribe y Urbina, 2010; Zori, 2011.
272
Véase también Adán y Urbina, 2005; Núñez, P., 1983; Urbina, 2010; Zori, 2011.
273
Cornejo, 1999; Mackey, 2003, 2010, en Zori y Urbina, 2014.
271
141
Los complejos mayores existentes mantienen la orientación que el sitio tenía durante el
período Intermedio Tardío, al menos en el caso del muro de este período visto en la Unidad
7; además, no se hallaron capas de ceniza ni otra evidencia irrefutable de destrucción
intencional de paramentos de períodos previos. Se hallaron, dentro de las Unidades 1, 3, 5, 6
y 7, muros caídos y piedras arquitectónicas –algunas de éstas aún tenían restos de mortero
adheridos en su superficie– en el relleno cultural correspondiente al período Tardío. Dada la
gran actividad tectónica, es probable que un terremoto haya dañado el sitio, forzando su
reconstrucción con técnicas constructivas incaicas.
La remodelación arquitectónica llevada a cabo en Tarapacá Viejo durante el período Tardío
siguió los cánones incaicos hallados en otros sitios del Centro Sur Andino durante el siglo
XVI y comienzos del XVI. Se detectó la excavación de zanjas de apoyo en el suelo estéril
para construir los paramentos de las Unidades 3, 4, 5 y 6 (Figura 3.6), una técnica utilizada
por el Tawantinsuyo en Pampa Alto Ramírez y, posiblemente, Saguara. Estas trincheras
cortan el piso preparado de barro del período Intermedio Tardío, lo que evidencia su origen
más tardío.274
Figura 3.6. Trincheras o zanjas arquitectónicas de apoyo identificadas en excavación.
Fuente: Zori y Urbina, 2014: 226. De izquierda a derecha: excavación de Unidad 3, 4, 5 y 6..
Los artefactos encontrados en el relleno de las trincheras de las Unidades 3, 4, 5 y 6 están
todos fechados tanto en el período Intermedio Tardío y Tardío; no hallándose restos
cerámicos coloniales ni otros materiales, lo que fortalece aún más la teoría de que la
construcción de estas trincheras y, por extensión, de los muros, se produjo durante el siglo
274
Zori, 2011.
142
XV o en las tres primeras décadas del siglo XVI. Mientras que los cimientos de los muros en
las Unidades 3, 5 y 6 se componen de rocas de gran tamaño, las hiladas superiores se
construyeron con piedras medianas seleccionadas y luego colocadas de forma tal que
expusieran sus caras más lisas.
La mano de obra, en tanto, pudo ser provista por constructores locales. El gran apego a los
métodos constructivos incaicos observados en otros sitios de la región sugiere la
participación activa de representantes del imperio en la reconstrucción de Tarapacá Viejo.
Fuentes etnohistóricas registran el traslado de especialistas hacia las comunidades
conquistadas por los incas como un modo de asegurar la construcción de las edificaciones
conforme a los principios incaicos de diseño. Siguiendo a Kolata, la dependencia del imperio
inca hacia la entrega de tributos bajo la modalidad de mita (pago en trabajo), en vez de la
entrega de mercancías, impactó de forma profunda en las comunidades bajo el dominio
imperial.275
A pesar de que la obligación de realizar trabajos en representación de, o bajo las órdenes de
un representante del imperio también es vista como una manifestación externa de
subordinación política, económica y social, Kolata sugiere que la colaboración repetitiva en
la mita: “transformaba la conciencia de las poblaciones para que percibieran las
obligaciones tributarias como un elemento natural y constitutivo de sus relaciones sociales
con las élites, tanto locales como extranjeras”.276
Esto quiere decir que la designación de la mano de obra local y de los supervisores del
imperio a la reconstrucción de Tarapacá Viejo no sólo significó una mera alteración de los
espacios arquitectónicos donde ocurrían las dinámicas sociales, sino también fue parte de un
proceso de transformación de la conciencia histórica de los habitantes de Tarapacá Viejo, en
donde se volvían más partícipes de las dinámicas sociales que los constituían como miembros
del imperio.
275
276
Kolata, 2013:144-45, en Zori y Urbina 2014: 226.
Kolata, 2013: 145. La traducción es nuestra.
143
3.3. Arquitectura del período Colonial
La transición de Tarapacá Viejo desde un centro administrativo incaico a un poblado colonial
hispano implicó tanto cambios como continuidades en la arquitectura y la planificación. La
modificación de las técnicas de construcción de las techumbres y los muros habrían alterado
la apariencia de las edificaciones del sitio. Además, se modificaron las divisiones internas de
los complejos de la mitad oriental del sitio, mientras que el trazado de las manzanas y
callejuelas permaneció sin cambios aparentes; esto dejó en evidencia un cambio en la
estructura y función del sitio y, por extensión, de la dinámica familiar y de la organización
del trabajo productivo, tanto doméstico como de manufactura. Sin embargo, la continuidad
en el uso de técnicas de construcción provenientes de períodos previos –tales como la
elaboración de trincheras de apoyo– demuestra la permanencia de los pobladores locales en
el sitio y su papel en la reconfiguración de éste bajo un nuevo poder imperial no americano.
3.3.1. Técnicas de construcción de postación y techumbres
Durante el período Colonial, postes de gran tamaño soportaban el peso de los techos de las
estructuras de Tarapacá Viejo. Su existencia se comprueba por medio de la identificación de
dos agujeros de poste en el centro de las habitaciones de las Unidades 6 y 7, respectivamente.
Estos agujeros, con un diámetro aproximado de 11 cm de diámetro están rodeados por una
superficie circular de barro compactado y lajas cuya función era mantener sujeto al poste.
Ambos elementos se asocian fuertemente a los pisos provenientes del período Colonial, a la
vez que éstos se relacionan a los muros que exhiben características propias de la Colonia, sin
embargo, las vigas ya no existen, y es probable que su remoción haya ocurrido al momento
del abandono del sitio.277
Es probable que estas vigas hayan soportado el techo de las estructuras, ya que los agujeros
de poste desenterrados se ubicaban en el centro de sus respectivas habitaciones. La ausencia
de agujeros de poste y de vigas de soporte para las techumbres en algún contexto
277
Núñez, P., 1984: 60.
144
arqueológico prehispánico no quiere decir que las estructuras más tempranas estaban sin
techar, ya que las techumbres pudieran haberse sostenido sin la necesidad de postes.
Este habría sido el caso si las techumbres hubieren sido elaboradas con esterillas livianas
puestas de forma horizontal sobre los muros, tal como se observa en algunas construcciones
actuales del valle de Tarapacá, o dispuestas a dos aguas con vigas de soporte descansado
sobre los paramentos de las edificaciones, tal como se ve en el yacimiento arqueológico de
Incaguano. Como vimos en le capítulo anterior, el uso de postes en distintos asentamientos
aglutinados prehispánicos del oasis de Quillagua, la quebrada de Guatacondo y el valle de
Tarapacá, como en Caserones, constituía una tradición arraigada. 278
A pesar de la falta de evidencia de esta práctica en los depósitos construidos en Tarapacá
Viejo antes de 1540, el uso de postes en Tarapacá Viejo está fuertemente relacionado a los
cambios en las prácticas de elaboración y colocación de techumbres durante la ocupación
hispana del sitio.
Un acercamiento a las técnicas de techado usadas durante el período Colonial proviene de la
Unidad 8, en donde se descubrió un trozo de techo compuesto por fibras de mimbre y otros
materiales de origen botánico amarradas a ramas gruesas por medio de cuerdas de fibra
vegetal, cubierto en su cara externa por un material arcilloso compacto y grisáceo a modo de
revoque; además, se han observado techumbres similares en otras construcciones coloniales
en todo el valle.
La techumbre de estas estructuras también difiere de los techos prehispánicos propuestos
para Tarapacá Viejo en su forma: la de una cubierta a dos aguas, con sus faldones inclinados
en dirección descendente que parten desde una cumbrera central. Esta configuración habría
hecho necesario el uso de vigas de soporte, cuya ubicación está indicada por los agujeros de
poste que dejaron. Este nuevo estilo de techumbre habría creado nuevos espacios internos en
las habitaciones de las construcciones de Tarapacá Viejo, a la vez que habría alterado la
apariencia externa de éstas, para que se asemejaran más a las normas estéticas vigentes en
Europa.279
278
279
True, 1980; Rivera et al., 1995-1996; Rivera, 2005; Adán et al., 2007.
Jamieson, 2000; Zori y Urbina, 2014.
145
3.3.2. Construcción de trincheras de apoyo para nuevos paramentos
El uso de zanjas arquitectónicas de apoyo en el Tarapacá Viejo colonial testifica la
continuidad de las técnicas de construcción prehispánicas entre los trabajadores locales que
habrían sido responsables de las labores de edificación en el sector. Sin embargo, incluso el
uso de estas zanjas sufrió modificaciones, mientras que otros elementos técnicos adscritos al
estilo constructivo incaico fueron abandonados por la población local.
Es esperable que, debido a la gran actividad sísmica, se siguiera utilizando trincheras de
apoyo en las construcciones coloniales. Sin embargo, y tal como la Unidad 8 evidencia, las
trincheras excavadas durante el período Colonial tenían formas más irregulares y eran mucho
más amplias, llegando incluso al metro de ancho, aproximadamente (Figura 3.7).
La situación opuesta se daba con las zanjas del período incaico, ya que tenían un ancho
uniforme, y casi nunca se extendían más allá de los 10 cm a 20 cm de las piedras usadas
como cimiento.
Figura 3.7. Trinchera para construcción de muro del período Colonial.
Fuente: Zori y Urbina, 2014: 227. Unidad de excavación n° 8.
146
La presencia de clavos de hierro y otros materiales de construcción introducidos con
posterioridad a la caída del Tawantinsuyo, cristal, papel y cerámica esmaltada en el interior
de elementos arquitectónicos de este tipo en la Unidad 8 hace que su elaboración sea adscrita,
sin duda, al período Colonial.280
Además, este paramento, aunque sea de dimensiones similares a los muros de orígenes más
tempranos encontrados en las Unidades 3 y 5, se diferencia de aquéllos en otros dos aspectos:
primero, las piedras usadas para fabricar los cimientos eran del mismo tamaño que las
utilizadas en las hiladas superiores; segundo, las piedras que componen los paramentos no se
ajustan entre sí de forma que cree una superficie interna lisa, sino que sobresalen de la línea
del mortero. Otros muros coloniales en el yacimiento exhiben el uso de una gran cantidad de
mortero, además de que éstos yacen sobre una capa de relleno en vez de estar sobre una zanja
excavada en la ladera estéril. Todos estos rasgos distinguen a los muros coloniales de los
construidos bajo la administración incaica.
En resumen, los paramentos construidos en el período histórico son menos uniformes y
siguen menos un patrón determinado en su construcción que aquéllos del período previo,
probablemente debido a la ausencia de alguna autoridad que dirigiera las tareas constructivas
durante el período Colonial. Por esta razón, la información arqueológica sugiere que el
levantamiento de paramentos durante el siglo XVI y XVII fue realizada por individuos que
seguían diferentes parámetros constructivos.
3.3.3. Modificaciones urbanísticas coloniales
Aunque los muros perimetrales de los complejos de Tarapacá Viejo permanecieron más bien
inalterados durante la Colonia, debido a un cambio sustancial en la lógica de organización
espacial se subdividió el interior de los complejos de la sección oriental del sitio (Figura 3.2).
Al contrario de lo ocurrido en los complejos del sector oeste –que estaban rodeados por
pequeñas estructuras domésticas alineadas que se abrían paso hacia espacios comunes
280
Zori, 2011.
147
internos usados en la producción artesanal y en otras actividades–, las habitaciones de los
complejos ubicados al oriente del sitio están comunicadas entre sí y al exterior, además de
no tener espacios públicos identificables.
Esto último es típico de la organización del espacio doméstico impuesto por el gobierno
colonial, que dictaba que cada vivienda unifamiliar constitutiva de las manzanas de una
localidad debía comunicarse sólo a la calle. Tal como expone Thomas Cummins, esta forma
de distribuir el espacio era parte de una política explícita del Imperio español, cuyo objetivo
era inhibir toda actividad sexual entre parientes cercanos que, hasta esa fecha, eran facilitadas
por los espacios contiguos e interconectados de las canchas incaicas. El único acceso, que
además era público, de las nuevas viviendas coloniales podía ser vigilado por las autoridades
públicas para, de esta forma, instaurar las normas hispanas que regulaban la dinámica familiar
e inculcar la percepción de decencia.281
A pesar que los habitantes de las manzanas al este del sitio siguieran viviendo dentro de los
límites de los antiguos complejos prehispánicos, ellos ya no hacían uso de los espacios
comunes donde acostumbraban a compartir las labores de manufactura y de tipo doméstico;
ya que el foco de atención se había dirigido al exterior, a la calle, donde su comportamiento
podía ser vigilado y evaluado según su apego a la nueva normativa social. Estos cambios
sugieren un importante desvío de la forma en la que se estructuraba la vida doméstica y las
actividades productivas instauradas durante el Tawantinsuyo, ya que las nuevas realidades
sociales de la Colonia forzaban a la población local a adaptarse a estas transformaciones.
Desconocemos la razón por la cual las cuadras del sector occidental (oeste) de Tarapacá Viejo
parecen no haber sufrido modificaciones mayores en su estructura. La evidencia disponible
sugiere la existencia de algunos cambios arquitectónicos en las manzanas del sector oriental
(este), como lo es la existencia de los dos agujeros de poste con sus respectivos soportes
circulares hallados en los compuestos de este sector, indicador de la existencia de techumbres
coloniales.
Una posible explicación a este hecho es que esta porción del sitio fue menos usada que el
resto del poblado, afirmación apoyada en la relativa escasez de artefactos de origen histórico
281
Cummins, 2002: 217. Véase también Matienzo, [1557] 1910: 35.
148
(como los restos de cerámica). Sin embargo, el hallazgo de unos cuantos ecofactos de
orígenes vegetal y animal en el sector analizado, entre los que se cuentan restos óseos de
animales domésticos (como ganado vacuno [Bos taurus; Unidades 3 y 4] y ovino [Ovis sp.;
Unidad 4]) y un puñado de granos de trigo (Unidad 3), sugiere que las manzanas del sector
oeste continuaron siendo usadas por personas que adoptaron parcialmente prácticas
culturales hispanas, a la vez que rechazaron las modificaciones en el diseño de los espacios
domésticos y las consecuentes alteraciones a las dinámicas sociales que ellos practicaban.
Volveremos sobre esta materia más adelante.
3.4. Discusión
La definición de tres estilos de construcción distintos atestigua la sucesión de influencias
culturales en la quebrada de Tarapacá, un testigo de singular importancia para comprender la
historia prehispánica tardía y colonial de toda la región (Tabla 3.4).282
Por otra parte, la inversión de trabajo en la construcción de muros monumentales y pisos
preparados de barro durante el período Intermedio Tardío ejemplifica la importancia de
Tarapacá Viejo como centro político y económico regional. Esto se hace aún más evidente
con el hallazgo de una gran cantidad de especies faunísticas y botánicas, bienes
manufacturados y restos cerámicos de varios estilos extraregionales y regionales en el sitio.283
La formalización del camino inca principal y vías secundarias en estas regiones perpetuó las
conexiones privilegiadas del asentamiento generando con ello una interconexión con otras
instalaciones incaicas como Saguara, Hacienda Camarones e Incaguano.
282
Schiappacase et al., 1989.
Zori y Urbina, 2014. Las conexiones comerciales sostenidas por la población de Tarapacá Viejo, sumado a
la influencia a nivel local que este tipo de dinámica social provocó allí, habrían causado que el imperio inca
haya seleccionado este sitio como la principal instalación administrativa para el valle y la región circundante.
Tal como sucede en las cuencas medias y altas de otros valles y quebradas de Arica y Tarapacá, los incas
establecieron su presencia administrativa en un sitio preexistente que haya sido importante durante el período
Intermedio Tardío. La política económica llevada a cabo por los incas en la región se habría beneficiado, de
forma crucial, por el hecho de que Tarapacá Viejo era un asentamiento extenso vecino a numerosos otros
asentamientos en la región, cuestión que plantea una densidad poblacional mayor comparado con otras cuencas
vecinas (p.e. Aroma o Quipisca), además de la presencia de una red bien interconectada de señores locales
aliados al imperio.
283
149
Tabla 3.4. Estilos constructivos identificados en Tarapacá Viejo.
Período Cultural
Período Intermedio
Tardío
(1000-1450 d.C.)
Superficie
ca. 3 há
Período Tardío o Inca
ca. 3 há
(1450-1532 d.C.)
Período Colonial
(1532-1700 d.C.)
Mitad
oriental, ±
1.5 há
Planificación del
asentamiento
Circulación
interna
Poblado aglutinado
con vías de
Desconocido
circulación bien
definidas.
Trazado urbano
incaico: diseño
ortogonal
Espacios
domésticos
abiertos hacia un
patio común
dentro de cada
conjunto.
Fundaciones
Cimientos elaborados
con piedras dispuestas
directamente sobre el
suelo estéril.
Nivelados,
pisos
preparados de
barro.
Muros o
paramentos
Techos
Muros de hilera
simple
Desconocida
levantados sin
argamasa.
Muros dobles
con relleno,
Cimientos de piedra de Nivelados,
argamasa de
gran tamaño en zanjas o pisos
barro y piedra Desconocida
heridos excavados en el preparados de
colocadas con
suelo estéril.
barro.
su cara lisa
hacia el exterior.
Acceso cada vez Tapias construidas sobre
más restringido; estratos con material
Subdivisión interna
espacios
cultural; muros
de conjuntos o
monumentales
domésticos
conglomerados pre
internos accesibles levantados con piedras
existentes.
irregulares; amplias
sólo desde la
trincheras de apoyo.
calle.
Fuente: modificado de Zori y Urbina, 2014: 229.
Pisos
Dataciones C14
calibradas
1273-1396 d.C.
1289-1405 d.C.
1413-1440
1450-1540
1450-1650
1460-1660
d.C.
d.C.
d.C.
d.C.
Uso de caña y
otras fibras
Superficies de
Uso de gran
vegetales o ramas
ocupación
grandes, cubiertas 1450-1650 d.C.
cantidad de
creadas por
argamasa sobre de material
1460-1660 d.C.
medio de
las piedras.
arcilloso; uso de
compactación.
postes de apoyo
central.
150
En términos constructivos se estima que las actividades administrativas fueron conducidas
por autoridades locales de la sección inferior de la quebrada de Tarapacá orientadas, en este
mismo contexto, a dirigir las obras necesarias para la extracción de plata en las minas de
Tarapaca y supervisar a los expertos que trabajaban en Tarapacá Viejo mientras extraían y
refinaban la plata. Así mismo, suministrar alimentos, combustible, vestimenta y el resto de
los recursos materiales necesarios para la mantención de la mano de obra involucrada en el
proceso productivo y recolectar el metal refinado resultante.284
De acuerdo al trabajo que hemos venido citando,285 consideramos que a pesar de la ausencia
de estructuras definidas de almacenaje de origen incaico en Tarapacá Viejo, es muy probable
que la hospitalidad y el abastecimiento de alimentos y bebidas alcohólicas hayan sido vitales
en la estrategia incaica de control político local.
Los esfuerzos del imperio para asegurar la participación y cooperación de los habitantes de
Tarapacá Viejo también explicarían el trazado excepcional del sitio, el cual integra elementos
arquitectónicos del valle de Tarapacá – como las construcciones con forma rectangular, la
existencia de vías de circulación bien definidas y la inexistencia de una plaza– con el trazado
ortogonal irregular propio de los centros incaicos y los complejos tipo RPC presentes en el
área Centro Sur Andina.286
Las técnicas constructivas documentadas en Tarapacá Viejo, específicamente en la completa
remodelación del trazado del sitio, reflejan casi con exactitud aquéllas usadas en otros lugares
del imperio, en especial por el levantamiento de muros de doble hilada con relleno y uniones
de argamasa de barro, la excavación de zanjas arquitectónicas de apoyo, el uso de piedras de
tamaño significativamente mayor en los cimientos que en las hiladas superiores y la selección
y colocación cuidadosas de éstas para que mostraran su cara más lisa.
El apego a los estilos de construcción incaicos evidenciado en todo el sitio, salvo por las
concesiones dadas al estilo local en su trazado y la incorporación de bloques y pilares
284
Zori y Tropper, 2010, 2013.
Zori y Urbina, 2014.
286
Hyslop, 1990.
285
151
constructivos con grabados rupestres, indica una alta participación y vigilancia por parte del
Tawantinsuyo en la reconstrucción de Tarapacá Viejo. Si se analiza bajo la perspectiva de las
relaciones de reciprocidad asimétrica propios del Tawantinsuyo, el proceso de colaboración
para reconstruir el sitio bajo las normas estilísticas incaicas habría sido un importante paso
hacia la incorporación de la población local a las dinámicas de interacción obligatoria con
los representantes del imperio y la redefinición de los habitantes del sitio como miembros
activos de la comunidad política imperial. Volveremos sobre estos aspectos en la segunda
parte de esta investigación.
Finalmente, una serie de cambios adicionales en la organización física y las técnicas de
construcción efectuadas en algunas áreas del sitio evidencian la influencia hispana en el
lugar, particularmente en las técnicas de techado y el incremento en la cantidad de argamasa
usada para unir las piedras en la construcción de las edificaciones habrían alterado la
apariencia externa de las estructuras coloniales. Al compararlos con los muros levantados en
el período prehispánico tardío, los del período colonial son menos uniformes, lo que sugiere
que el levantamiento de las divisiones internas de los complejos fue el resultado de la acción
individual de los constructores y no de la gestión de alguna autoridad con una visión global
sobre el diseño arquitectónico y estético del asentamiento.
Como alternativa a la interpretación anterior, podríamos plantear que en el contexto colonial
del siglo XVI y XVII, prevaleció una menor disponibilidad de tiempo para tareas de
aprovisionamiento de materias primas, construcción y mantenimiento de las estructuras del
poblado, asociada a una menor dedicación de las autoridades políticas indígenas a estas
labores bajo el régimen de tributos impuesto por el sistema encomendero y, en general a
tareas colectivas producto del debilitamiento de los mecanismos de reciprocidad comunitaria.
De este modo, estas divisiones, son un testimonio concreto de los cambios en la organización
del espacio doméstico y productivo resultantes de la imposición de la normativa social y
cultural hispana, especialmente porque las modificaciones en las entradas y los patrones de
circulación resultantes habrían disminuido el uso de los espacios internos comunes existentes
en el interior de los complejos o canchas, propiciando, además, la creación de algún tipo de
división espacial entre los residentes y la individualización, tanto de la manufactura a
pequeña escala, como del transporte de alimentos al interior de Tarapacá Viejo. Estos
152
vínculos entre la configuración de las estructuras y espacios con las situaciones sociales
subyacentes hablan de la diferencia básica acerca entre los intereses y estrategias de los
poderíos incaico e hispano.
Ya sea por alguna razón secular o religiosa, el liderazgo colonial hispano era mucho menos
dependiente de las relaciones de reciprocidad, hospitalidad y socialización integral a nivel
comunitario, que sus predecesores. Sin embargo, la mantención de las prácticas de
construcción prehispánicas durante el período Colonial sugiere que fueron los residentes
indígenas, forasteror, esclavos o mestizos quienes modificaron el asentamiento durante el
proceso de asimilación e interacción cultural colonial dentro de la propia localidad. De esta
manera, los cambios arquitectónicos coloniales no deberían verse únicamente como el
resultado de una imposición vertical por parte de la administración de los encomenderos,
corregidores o los curas doctrinero.
Con todo, los antecedentes arqueológicos comprobarían que el denominado pueblo de
Tarapaca (Tarapacá Viejo), fue refundado y remodelado por los Incas a comienzos del siglo
XV, cambiando su trazado aldeano por un plan urbanístico ortogonal de tres hectáreas que
se mantuvo vigente, aunque reducido a la mitad de su superficie, hasta las primeras décadas
del siglo XVIII.
El asentamiento habría funcionado, como indica la documentación colonial, como pueblo
principal del repartimiento durante el lapso más intenso de la encomienda hispana y con
posterioridad a las reformas toledanas, incluyendo su propia constitución como una
reducción toledana denominada San Lorenzo de Tarapaca. Durante la etapa colonial, como
veremos en los capítulos de la segunda parte de esta investigación, el poblado mantuvo la
primera jerarquía dentro de la estructura geopolítica regional y probablemente albergó, según
se infiere de la actividad doctrinera de los sacerdotes dominicos, el primer templo o capilla
en su perímetro, a pesar que esta estructura no ha sido registrada aún por estudios
arqueológicos.287
287
Urbina, 2014: 235-236.
153
PARTE I
CAPÍTULO IV: ORGANIZACIÓN TERRITORIAL Y POLÍTICA DURANTE EL
PERÍODO COLONIAL
4.1. Las jurisdicciones y demarcaciones coloniales
Algunas investigaciones arqueológicas y etnohistóricas sugirieron que la región de Tarapacá
conformaba una provincia dentro del vasto Tawantinsuyo288 o al menos una compleja unidad
sociopolítica y administrativa,289 cuya diversidad étnica y particularidades locales se
expresaban en distintos vínculos económicos y culturales sostenidos entre los ayllus y
señoríos (curacazgos o cacicazgos) regionales y extra regionales.290
Precisamente, a partir del año 1535 la exploración y asentamiento hispano en los Andes
Centro Sur generó un conjunto de referencias documentales sobre el territorio, las
poblaciones y su organización política regional los cuales analizamos en este capítulo para
evaluar dicha hipótesis: si la región conformaba en la primera mitad del siglo XVI una
jurisdicción provincial dentro del Tawantisuyo y en qué medida esta organización fue
aprovechada y transformada durante el inicio del período Colonial.291
El análisis que efectuamos para finalizar la primera parte de esta investigación se basa en el
contenido de los testimonios documentales del siglo XVI, donde hemos compilado un listado
de más de un centenar de autoridades y decenas de asentamientos ocupados por la población
indígena.292 El elenco de dirigentes indígenas y las referencias a sus poblados, como veremos,
aumentan progresivamente en el lapso temporal estudiado, especialmente durante: 1) la
implementación efectiva de la encomienda, la creación del corregimiento de Arica en
1565,293 2) el establecimiento de la doctrina de Tarapaca y 3) la aplicación de las reformas
toledanas a lo largo de la década de 1570. Lo anterior conduce a la percepción general sobre
288
Zapater, 1981; Silva, 1992-1993; Urbina, 2014.
Martínez, J. L, 2011: 111-112.
290
Hidalgo, 1972; Larraín, 1975; Uribe et al., 2007.
291
Ver nota 2 en capítulo III.
292
Anexo 4.1, al final de este capítulo.
293
Dagnino, 1909; Villalobos, 1979: 18; Hidalgo, 1986: 33-37.
289
154
esta región como una unidad jurisdiccional de origen precolombino, hipótesis que constituye
una de las principales líneas de indagación en este trabajo.294
Cuando el gobernador del Perú, Lope García de Castro, decreta la creación del corregimiento
de Arica -en la que se incluía las poblaciones del repartimiento (tenientazgo) de Tarapaca,295 parece lógico que esta demarcación tomara en cuenta la dispersión ecológica y jerarquía
política de los pueblos encomendados por Pizarro en 1535 y 1540 a Lucas Martínez.296 Con
ello quedaba establecido, al menos nominalmente, el contorno o límite de los siete
corregimientos que dependían de la ciudad de Arequipa y la Audiencia de Lima (Tabla 4.1),
sobreponiéndose a las estructuras políticas preexistentes e integrando a las poblaciones cuya
organización e integración económica y cultural se habrían consolidado regionalmente
durante el período Intermedio Tardío (ca. 900-1400) y transformado durante el dominio Inca
(ca. 1400-1540).297
Según establece Málaga en su estudio Los corregimientos de Arequipa, Siglo XVI, los límites
del corregimiento de Arica comprendían, al Este, los corregimientos de Chucuito, Pacajes y
Caranga, dependientes de la ciudad de La Plata, al Oeste el Mar del Sur; al Norte los
294
Esta unidad jurisdiccional implicaba la dispersión de las comunidades en distintos espacios o localidades,
aprovechando la variabilidad ecológica generada por las variaciones altitudinales, una costa desértica,
abundante en recursos marinos, la presencia de la pampa del Tamarugal, valles fértiles y oasis cálidos,
quebradas altas y un altiplano con zonas de puna seca y salada (véase capítulo I). Debe notarse que, tanto en el
reparto de encomiendas en 1535 y 1540, como tres décadas más tarde, en 1565, las delimitaciones internas y
externas del corregimiento de Arica y de todos los corregimientos dependientes de la ciudad Arequipa, se
efectúan utilizando vocablos o topónimos indígenas. Éstas delimitaciones, a su vez, coinciden con distintos
grados de precisión con regiones o micro regiones geopolíticas: curacazgos, provincias o jurisdicciones incaicas
pre existentes (Julien, 2004). Para una tesis alternativa, véase el análisis de fuentes arqueológicas y
documentales del área Chachapoyas, desarrollado por Schjellerup (2002 y 2005).
295
Poca información existe sobre la localización de la sede del tenientazgo, aunque se menciona la localidad de
Pica, y San Lorenzo de Tarapacá y también Huarasiña (1330 msnm), al parecer las autoridades hispanas se
movilizaban entre la ciudad de Arica, el puerto de Iquique y los distintos los asentamientos indígenas ubicados
en los valles y oasis, posteriormente entre las reducciones o pueblos de indios fundados en la década de 1570.
Aunque no ha sido confirmado con una investigación específica, para algunos autores sostienen que el
tenientazgo tuvo su sede en Pica entre 1565 y 1768, para luego residir en San Lorenzo de Tarapacá. Dagnino,
1909: 26-27; Keller, 1946: 47; Larraín, 1975: 218; Bermúdez, 1980: 146-147; 1987: 19.
296
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán Bueno el Viejo; AGI,
Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas; Trelles, 1991:
37-59; Pärssinen y Kiviharju, 2010: 101-102 y 114-118.
297
Rostworowski, 1986: 127-135; Mujica, 1990: 7-10; Horta, 2010; Uribe et al., 2012; Cornejo, 2014; Urbina,
2015.
155
corregimientos de Ubinas y Arequipa; y, al Sur, los de Lipes y Atacama (Figura 4.1), siendo
su primer corregidor Francisco Rodríguez de Almeyda.298
Figura 4.1. Provincias de las Audiencias de Lima y Charcas a principios del siglo XVIII.
Fuente: Paerce, 2001, Figura 1: 81. Las provincias de Arica (n°51) y Tarapacá (n° 76) referidas en el mapa,
conformaban el corregimiento de Arica en el siglo XVI.
298
Málaga, 1975: 79; Villalobos 1979: 18.
156
En el año 1540 la encomienda de Tarapaca se ubicaba en el extremo sur de la Audiencia de
Lima -ciudad distante unos 1.150 km hasta el puerto de Iquique-, y dentro de la jurisdicción
o “términos” de Arequipa (fundada en 1540), unos 450 km al sur de dicha ciudad. La lejana
encomienda meridional habría dependido desde sus inicios de los encomenderos establecidos
como vecinos en la naciente urbe del virreinato, no obstante, a partir de 1565 lo harían más
directamente del puerto y ciudad de Arica, asiento del corregidor.299
Como se desprende del análisis de las referencias tempranas del topónimo Tarapaca,300 el
contenido geopolítico de las denominaciones y distinciones étnicas que en un principio
fueron utilizadas para la emisión de títulos de encomienda, permitieron definir y formalizar
las incipientes y vastas regiones administrativas y eclesiásticas hispanas301, así como su
configuración interna.302
Por un documento publicado a fines del siglo XIX conocemos los deslindes efectuados por
el virrey Francisco de Toledo y el entonces corregidor de Arica Alonso Moro y Aguirre. Este
proceso consistió en amojonar o confirmar los límites de los corregimientos colindantes de
Arica, Lipes, Carangas y Pacajes, comenzando por puerto Loa, extremo sur del corregimiento
de Arica y rodeando luego gran parte de la provincia de Tarapaca por el sur, con los mojones
de Puerto Loa, Guatacondo, cerro de Atacama; y el oriente, con los mojones de Sililica,
Sacaya, Serrillo, Santayle, Saladillos, Calcabaya, Taracollo, Hizo (mojón general), Montón
de Árbol, Taunay, Cucay, Cuipasa (mojón general), Quioga, Montón de Árbol, Cerro Prieto,
Cerrito de Toledo, Sicaya, Chapilligsa, Debajo de Caravaya, Tres Cruces, Huma Chiuma,
Quinsachata, Paycollo/Parajaya, Caraguano y Capitán (Tabla 4.1).
299
Dagnino, 1909: 26-27; Keller, 1946: 47; Larraín, 1975: 218; Bermúdez, 1980: 146-147; 1987: 19.
Urbina, 2014; Urbina y Uribe, 2016.
301
En su Relación del Obispado de Arequipa, Palacio de Alvarado describe las jurisdicciones eclesiásticas de
la siguiente manera “Divide este obispado de el del Cuzco por la parte del Norte o Septentrión la provincia de
los Collaguas, a que se sigue inmediata la de los Canas (términos este y aquel de ambos obispados); como
también lo divide del de Guamanga la provincia de Condesuyos y del arzobispado de Los Reyes el valle de
Hacari hacia el Poniente. Por la parte del Oriente confina con el obispado de La Paz, cuyos términos son, por
aquí, la provincia de Chucuito y Collao; por la del Sur o Mediodía comparte términos con el arzobispado de
Los Charcas la provincia de Tarapaca, en que remata este obispado. Gira de Norte a Sur poco menos de ciento
y treinta leguas que hay desde la provincia de Collaguas hasta la de Tarapaca. Tiene su latitud de Oriente a
Poniente e incluyese en poco menos de noventa leguas que hay desde el valle de Hacari a el de Moquegua en
la provincia de Cole suyo (así por Collasuyo) (Francisco Palacio de Alvarado [1649]1965, vol. II: 56).
302
Véase capítulo III; Julien, 1991.
300
157
Tabla 4.1. Ubicación y denominación de los mojones o deslindes entre las provincias de Lipes, Carangas y Arica, ca. 1578.
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
Corregimiento
Arica
Topografía
[desembocadura del río Loa]
… en el alto del mismo
[no identificado]
… en el medio de la siénaga
Lipes/ Arica
[Arica/Caranga]
… en la misma lomada hay una piedra esquinada
… en la pampa el Salitral
Lipes/Paria/Carangas/Arica … punta del cerro (…) esta en una pampa del salitral el sólo
… es carpa perteneciente al valle de Chiapa
Carangas/ Arica
… en ese cerro en el lado de Arica están plantados unos cardones de valle
… hay una piedra labrada y esquinada (...) es pampa de Parajaya
… es cerro grande
… dentro de la laguna hay un cerrito blanco ese es mojón
… es puna brava
… hay una laguna dentro de los cerros que es puna brava
Pacajes/ Caranga/ Arica
… cerro
… en un abra
Fuente: Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53. […]: Inferido.
Toponimo
Puerto Loa
Guatacondo
cerro de Atacama
Sililica
Sacaya
Serrillo
Santayle
Saladillos
Calcabaya
Taracollo
Hizo [mojón general]
Montón de Árbol
Taunay
Cucay
Cuipasa [mojón general]
Quioga
Montón de Árbol
Cerro Prieto
Cerrito de Toledo
Sicaya
Chapilligsa
Debajo de Caravaya
Tres Cruces
Huma Chiuma
Quinsachata
Paycollo/Parajaya
Caraguano
Capitán
Polloguire
Surire
[cerrito blanco]
Puquintigue
Titiri
Culta
Hapu
Jurocsa
Tomarapi Capurata
Sagama
Apacheta
Alto de Calacto
Observaciones
… con dos minas de plata [una en cada corregimiento]
… allí conversan los gobernadores de Tarapacá y Llica
… ahí se comunican los cuatro corregimientos de los Lipes, Paria, Carangas y Arica
… donde se aparta el camino de Isluga crucesita
… hay mojones de piedra (…) perteneciente a Carangas y la otra a Arica
… ahí se comunican con el corregimiento de Pacajes, Caranga y Arica
158
Sabemos por éste documento publicado por Mariano Paz-Soldán que el trazado habría
seguido en general antiguos deslindes demarcatorios efectuado durante el período Inca: “
Item estas partes las pongo por las leguas que tienen puestas en cada legua tiene seis mil
seiscientas y sesenta seis varas enteras a una legua en cada mojón, está puesto en tres en
tres "leguas de Inga", y algunas de seis caen lindas de nueve leguas no pasan por sus lugares
manantiales sin agua y recorran así”.303 Es sorprendente que algunos de los mojones o hitos
fronterizos que recorren el altiplano chileno boliviano actualmente coinciden con la
ubicación y toponimia de ciertos mojones de la época incaica y toledana.
A modo de ejemplo, los mojones generales de Hizo y Cuipasa refieren a los lugares donde
“… conversan los gobernadores de Tarapacá y Llica” y donde también “… se comunican
los cuatro corregimientos de los Lipes, Paria, Carangas y Arica” respectivamente. De esta
manera el sistema de mojones e hitos establecidos en 1578 habría sido sobreimpuesto a la
territorialidad indígena regional que el Inca había modificado o confirmado para zanjar
disputas o acceso a tierras para cultivos o ganado entre pueblos o grupos étnicos. El hecho
que algunos mojones generales coincidan con espacios topográficos significativos donde
concurrían, al parecer en una práctica tradicional y consensuada entre los curacas, caciques
gobernadores o mallku regionales, deja entrever la importancia de los espacios territoriales
de interacción cultural durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío en los espacios de
contacto o entrecruzamiento de Tarapaca con otras provincias.
Como señala Cecilia Sanhueza al estudiar el sistema de demarcación de las nuevas provincias
y corregimientos del siglo XVI, la investigación cuenta con una singular información para
abordar la historia prehispánica de la región,304 puesto que los documentos publicados por
Paz-Soldán refieren tanto a límites entre corregimientos como a deslindes entre
jurisdicciones indígenas locales, entre pueblos y anexos ubicados en las quebradas y altiplano
de Tarapacá que intentan dirimir el acceso a tierras de pasturas y tierras de cultivo.
303
Paz-Soldán 1878, Doc.1: 52; Sanhueza, C. 2008: 61. Este documento ha sido publicado también por
Raimondi (1874-1879), quién a su vez lo copio de Rivero, y por una vía distinta a la de Paz-Soldán ha llegado
hasta nosotros gracias al comentario que introduce Dagnino a propósito de los errores de transcripción (1909:
26-27).
304
Sanhueza, C., 2008: 74.
159
Dentro de este conjunto, conocemos las informaciones provistas en 1612 donde los caciques
de los pueblos de Tarapaca y Chiapa donde se establece el acceso a tierras en la parte alta y
afluentes de la quebrada de Tarapacá del cual gozaban las comunidades de Sotoca y Chiapa
(Tabla 4.2):
“Damos posesiones convenientes, mojones y linderos en la misma palca que es tierra
comunicante con las de Chiapa y Sotoca, y de la quebrada para arriba son de Chiapa,
para abajo son de los sotocas, de esta misma palca coje para la lomada al dar al
cerro Patactaña [continua el amojonamiento hacia el oriente] pampa de Quitana
[…] Infanta [mina del Inka] Ingacota [laguna Inka] y Cerro Prieto, allí comunican
con la linda grande, este es el partimiento con los Chiapas de Isluga y Cariquima
con los de Sotoca que son los anexos de Camiña”.305
Como puede deducirse del conjunto de topónimos e hitos topográficos descritos en los
deslindes efectuados por el virrey Toledo (Tabla 4.1), como en los deslindes de comienzos
del siglo XVII (Tabla 4.2), los hitos escogidos -apachetas, mojones, ciénagas, lagunas, cerros,
lomas, abras, entre otras-, en ocasiones corresponden con lugares sagrados (huacas) o bien
parajes sagrados (sistema de uywiris) como los identificados por la etnografía en Isluga.306
En primer lugar tenemos el hito n°27 en el deslinde de Toledo, denominado Caraguano
(Tabla 4.1), una piedra labrada y esquinada ubicada en la pampa de Parajaya, y que
correspondería al espacio que ocupa la estancia etnográfica de Caraguano en el siglo XX.307
En relación a la anterior, la estancia etnográfica de Parajaya o Parajalla, asociada al caserío
de Chinchillan, coincide con Parajaya mencionada en el lugar n°26 de los hitos establecidos
por Toledo en 1578 (Tabla 4.1) y correspondería a un uywiri-cerro cuya identidad sagrada es
femenina Parajall Pampa T’álla y como se desprende de su nombre no sería un cerro si no
305
Paz-Soldán 1878: 29-30, en Sanhueza, C., 2008: 72. En aymara pallca significa “apartarse o dividirse”,
Bertonio, 1984 [1612], Berenguer y Cáceres, 2008: 134.
306
Martínez, G. 1976. Los uywiris de Isluga serían distintos puntos del paisaje en torno a las doce (12) estancias
y el propio pueblo de Isluga, sacralizados y animados por fuerzas sobrenaturales y con poderes cambiantes y
complementarios para las distintas familias, en cada una de sus estancias y en el propio pueblo Isluga, cuyos
uywiris alcanzarían relevancia para todos los ayllus que conforman la comunidad.
307
Martínez, G., 1976: 262-263, 310.
160
una extensa pampa, plana, en oposición a los tres uywiris-cerros altos, casi siempre nevados,
dentro del cual, el mayor y más importante es Kimsa Chata.308 Precisamente este último,
denominado Quinsachata en el listado de Toledo, ubicado en el lugar n°25 (Tabla 4.1),
correspondería al uywiri-cerro Mallku Kimsa Chata, el cual formaba un trinomio junto a los
cerros Laram Qhawani y Chojllan, y cuyo opuesto era precisamente la pampa de Parajalla.
Si bien es sugerente las relaciones etnográficas establecidas por Martínez entre estos tres
lugares: Kimsachata (cerro), Parajalla (pampa) y Caraguano (estancia); lo sorprendente es
que en el listado de deslindes de Toledo aparecen precisamente en ese orden.
Con todo, al cotejar el listado de uywiris de Isluga con los deslindes establecidos por Toledo
en el siglo XVI, observamos en este breve comentario la correspondencia entre algunos hitos
toledanos y uywiris etnográficos, razón por la que sus connotaciones sagradas, que
entendemos centenarias, pudieron ser utilizadas por Toledo en 1578 para establecer el
deslinde del corregimiento de Arica con la provincia de Carangas.309 Adicionalmente, al ser
ejecutados los deslindes con la participación del corregidor, suponían de dicha autoridad un
conocimiento de los repartimientos entre los cuales se efectuaba la delimitación, y, por
supuesto, de la distribución y relaciones entre los caciques gobernadores y principales de las
parcialidades locales involucradas en la delimitación. Por ello sería correcto plantear como
hipótesis que en algunos casos Toledo ratificó deslindes previamente existentes y, en otros,
los deslindes fueron establecidos mediante una inspección/negociación en terreno con las
propias autoridades indígenas modificando las delimitaciones prehispánicas.
Con este hecho queremos remarcar que muy posiblemente una parte de las demarcaciones
provinciales de los corregimientos mencionados no fueron totalmente arbitrarios, sino que se
sustentaron o utilizaron estratégicamente límites simbólicos y reales previamente existentes,
los cuales cumplieron con funciones de regulación entre unidades jurisdiccionales en tiempos
prehispánicos y coloniales.310
308
Martínez, G., 1976: 312-313.
Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53.
310
De acuerdo a Platt y coautores (2006: 533), en la primera mitad del siglo XVII, algunos deslindes
establecidos para las Composiciones de Tierras utilizaron y ratificaron los amojonamientos atribuidos al Inca,
como se aprecia en documentos que contienen los traslados fechados en 1579. Véase documento 15 “Tres
composiciones de las tierras de los indios de Sacaca, por el Inca, el obispo de Quito Fray Luis López, y Josef
de la Vega Alvarado” Platt et al., 2006: 639-650.
309
161
Tabla 4.2. Deslindes entre las comunidades de Sotoca y Chiapa, ca. 1612.
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
Corregimiento
Topografía
Toponimo
[Arica]
cerro Patactaña abra en derecho a Cañia [Quifña ]
Alto de Sotoca (… donde esta la) Cruz
Joya del Pajonal
cerro Chuchucamani
alto Humachaca
ladera
Jaytanaya
Chabaya
Alto de Quina
Ranco
pampa de Quitana
Inganata
Llimgire
Cala Cruz
Alto de Pachica
Toctusuya
Ingacota
Cerro Prieto
Fuente: Paz-Soldán 1878, cap. IV: 30. […]: Inferido
Observaciones
… mojones y linderos en la misma palcaque es tierra comunicante con Chiapa y Sotoca
… coje la misma lomada a dar a Cangua
… en la salida a…
… sale para arriba con la punta del cerro Coloraciña
… hay dos piedras
… hay más píedras rociadas [apacheta?]
… hay unas piedras montonadas
… allí comunica con la linda grande, este es el partimiento con los Chiapas de Isluga y
Conquima con los de Sotoca, que son los anexo de Camiña, lo mismo en el pueblo de
San Salvador de Iquiña que es anexo de Camiña
162
Con todo, los deslindes utilizados por Toledo en la década de 1570 habrían tenido significado
territorial y político para los habitantes de estas provincias ya en momentos tardíos del
Imperio Inca311 e incluso con anterioridad al siglo XV.
En este sentido, sabemos que, de acuerdo a la evidencia arqueológica, la infraestructura
indígena existente en la región fue mínimamente modificada a lo largo del siglo XVI y XVII
e incluso en la segunda mitad del siglo XVIII aún persisten rasgos de los asentamientos,
ayllus y estructura de cargos (dualidad) del período precolombino y del período temprano de
la encomienda.312 Fuera del personal dispuesto por los encomenderos, corregidores,
doctrineros en la zona, prácticamente todas las investigaciones indican que existió una
mínima intervención hispana en términos de inversión de trabajo destinada a fundar nuevos
asentamientos o a la instalación de funcionarios de modo permanente hasta las primeras
décadas del siglo XVII.313
Ahora bien, la ausencia de infraestructura hispana fechada en el siglo XVI no minimiza el
impacto y transformación social e ideológica en la población regional. La obligación
impuesta a la población indígena regional relativa al trabajo en las minas de la costa, en las
chacras y aposentos del encomendero y como población de servicio para el propio
encomendero, involucraba distintos trabajos y servicios a los mayordomos y curas
doctrineros. Como veremos en los capítulos siguientes, el trabajo de estos últimos estaba
fuertemente ligado al cobro de tributos y construcción de pequeños templos en los poblados
indígenas, los cuales dependían de la participación permanente de la población local.
A pesar de estos matices, la región, desde este punto de vista, se presentaba francamente
periférica o limítrofe respecto de las jurisdicciones de centros urbanos como Arequipa, Arica,
Potosí y La Plata.314 Sin embargo, esta condición contrasta con el carácter estratégico que
311
Julien, 1991: 162. En este sentido, de acuerdo al memorial de Francisco de Toledo (1582, en Jiménez de la
Espada, 1965, vol. 1: 261), Julien señala la importancia que tiene el testimonio del entonces ex virrey cuando
escribe “… que él heredó la división territorial que había existido durante la época incaica”. Julien, 1991: 164.
312
Villalobos, 1979: 69 y 216.
313
Bermúdez, 1987: 17; Hidalgo, 2004: 382-382; Advis, 1990a: 85, nota 41: 87; Advis, 1995: 91.
314
Si bien la distancia de grandes ciudades o puertos coloniales, elemento que pudieran explicar esta condición,
ha inducido por analogía a asumir una escases general de fuentes escritas y la aparente continuidad sin cambio
de las estructuras políticas indígenas durante la segunda mitad del siglo XVI, una conclusión de este tipo parece
una apresurada si no se dispone de análisis íntegro de la información arqueológica y documental de territorios
y poblaciones colindantes, como información general sobre la expansión incaica en los territorios meridionales
del imperio. Con la información que disponíamos hasta hace poco -exiguas referencias al complejo proceso
163
asumieron las rutas de movilidad y puertos marítimos para el paso y abastecimiento de las
primeras expediciones, así como por sus riquezas mineras y el tamaño o volumen de la
población tributaria (ver Tabla 4.3).
Como hemos señalado en un trabajo anterior, el término Tarapaca aludía a la conformación
histórica centenaria de un espacio habitado, una geografía cultural, en el cual habían
participado diversas poblaciones desde el período Formativo Tardío (siglo II d.C.) y cuya
consolidación está representada por la red de asentamientos y tradiciones cerámicas y textiles
identificadas a partir del siglo X d.C., en los inicios del período Intermedio Tardío.315
Así, la común apreciación de marginalidad y hostilidad geoclimática con la cual se asumen
los procesos históricos regionales puede discutirse desde las evidencias arqueológicas
documentales que proponen, por el contrario, una mayor complejidad para la historia política
regional durante los siglos prehispánicos tardíos y coloniales.
Una historia prehispánica regional por cuanto la integración de los indicadores
arquitectónicos, cerámicos, faunísticos y botánicos, señala la existencia de prácticas coresidenciales y de movilidad entre las comunidades que habitaban las quebradas altas, los
valles cálidos y oasis interiores y el litoral desértico inter fluvial, modo de vida que definía
un espacio común de interacción cultural a partir del siglo IX a.C.316
La consolidación demográfica de las poblaciones en asentamientos aglutinados jerarquizados
y dispersos en todo el ámbito regional y especialmente en el núcleo de oasis, valles y
quebrada interiores, al oriente de la pampa del Tamarugal, se entiende de mejor modo a partir
de los conocimientos, modos de hacer, diseños, patrones constructivos, del mobiliario
doméstico y de la dieta que son compartidos y manejadas por estas poblaciones y que las
diferencias del espacio ariqueño y atacameño durante los siglos XVI y XVII.317
reduccional o sobre la fundación específica de pueblos de indios en Tarapaca (Unzaga, 2010, en Muñoz y
Choque, 2013: 432-433)- resultaba difícil dimensionar el grado de impacto en las estructuras políticas indígenas
generado por la ocupación hispana en la región durante la etapa toledana e incluso hasta fines del siglo XVI
(Urbina, 2014: 137-138).
315
Urbina, 2014, 2015. Específicamente referimos al patrón de asentamiento indígena, la estructura de cargos
y autoridades, así como niveles y redes de integración sociopolítica de las poblaciones a nivel regional. Urbina
et al., 2018.
316
Sanhueza, 1985: 57; Núñez 2006; Uribe, 2009: 24.
317
Martínez, J. L., 1998.
164
Tabla 4.3. Repartimientos y corregimientos en la jurisdicción de la ciudad de Arequipa, ca. 1570.
Corregimientos en la
Jurisdicción de Arequipa
Arequipa/ El Cercado
Characato y Vitor
Camaná y Majes
Condesuyos
Collaguas
Collesuyo o Moquegua
Arica
Id.
Repartiemiento
Tributo ps.
ensayados
Caciques
55
50
50
150
12
30
30
50
30
15
10
8
100
30
100
18
140
100
80
80
80
310
% gasto
1.1
1.2
1.3
2
3
4
5
6
7.1
7.2
8.1
8.2
9
11
12
13
14
15
16.1
16.2
17
18
19.1.1
19.1.2
19.2
20
La Chimba
La Chimba
La Chimba
Tiabaya
Chiguata o Chaguata
Paucarpata
Characato
Quilca
Majes (mitad)
Majes (mitad)
Ocoña (mitad)
Ocoña (mitad)
Caravelí y Atico
Molleguaca
Acarí
Atiquipa
Achamarca
Chilpacas
Arones (mitad)
Arones (mitad)
Chachas y Ucuchachas
Pampacolca
Chuquibamba (mitad de la mitad)
Chuquibamba (mitad de la mitad)
Chuquibamba (mitad)
Andagua
799
902
1029
5054
610
594
1215
1540
854
725
654
648
2490
380
3095
1005
1905
1596
2365
2728
2691
4055
6,9
5,5
4,9
3,0
2,0
5,1
2,5
3,2
3,5
2,1
1,5
1,2
4,0
7,9
3,2
1,8
7,3
6,3
3,4
2,9
3,0
7,6
3190
80
2,5
2110
3252
80
80
21
Machaguay
1836
80
22
23
24
25.1
25.2
26.1
26.2
27
28.1
28.1
29
30
31
32
33
34
35
36
Viraco
Achanquillo Yayanque
Yanque-Collaguas
Lari Collaguas (mitad)
Lari Collaguas (mitad)
Cabana (mitad)
Cabana (mitad)
Ubinas
Carumas (mitad)
Carumas (mitad)
Puquina
Cochuna
Pocsi
Tarapaca, Pica y Loa
Lluta y Arica
Ilo e Ite
Tacna
Hilabaya
3041
17982
6625
6059
3860
3091
2630
1083
1177
676
396
2398
4649
1012
s/r
3288
1623
160
880
250
180
160
80
180
20
20
30
6
100
230
30
s/r
130
80
Primer Encomendero
Encomenderos posteriores
Encomendero al momento (o a partir) de la Visita
General
3,8
2,5
Miguel Cornejo
Gómez Hernández
Pedro Ordoñez
Frailes de la orden de Santo Domingo
Pedro Godines
Miguel Cornejo
Pedro Blasco
Gómez de León
Juan de Arbes
Juan de San Juan
Cristóbal de Burgos
Pedro de Mendoza
Diego de Castro
Tomás Farel
Tomás Farel
Juan de San Juan
Francisco de Grado
Francisco de Grado
Juan de Crespo
Pedro Ordoñez
Diego Marín y Diego Rodríguez
Nicolás de Almazán
Luis Cornejo
Violante de la Cerda
Alonso de Luque y Francisco Bosso
Corona de España y Francisco Ramírez
Luis Cornejo
Antonio Gómez
Juan de La Torre y Ana Gutierrez
Lucía de Padilla
Juan Lóez y Hernando Álvarez
Juan Lóez y Hernando Álvarez
María Rodríguez y Pedro de Melgar
Hernando de Castro (hijo)
María Cermeño y Antonio de Llanos
María Cermeño y Antonio de Llanos
Lucía de Padilla
Francisco de Cárdenas
Alonso de Luque
Pedro de Fuentes y Alonso de Luque
Fabián de León y Almazán (hijo)
4,4
Miguel Bonfil
Alonso Ruiz, Bernardo de Silva, Juan de la Torre, Juan de Andangoya,
Francisco de Hinojosa
Ana Chacón, Miguel de Cuellar y Juan de Hinojosa
5,3
Bernardo Silva
Gonzalo Pizarro
Marcos Retamoso
Alonso Rodriguez
4,9
3,8
3,0
4,1
2,6
6,8
1,8
1,7
4,4
1,5
4,2
4,9
3,0
4,0
4,9
Cristóbal Pérez
Francisco Noguerol
Lucas Martínez
Hernán Bueno
Diego Hernández
Hernando de Silva
Alonso de Cáceres
Lucas Martínez/ Juan de Castro (Pica)
Lucas Martínez
Lucas Martínez
Pedro Pizarro y Hernándo de Torres
Hernando Rodríguez
Francisco de Cárdenas (?), Francisco Chavez y Diego Sosa
Francisco Noguerol
Francisco Retamoso
Alonso Rodriguez (hijo)
Juan Arbes, Miguel Vergara, Juan Pérez y Juana Mercado
Juan Arbes, Juan Ramírez y Lope de Idiaquez
Garcí Manuel de Carbajal
María Dávalos y Alonso de Carbajal
Hernán Bueno (hijo)
Diego de Porres
Lucas Martínez
Diego de Cáceres (hijo)
Lucas Martínez (Pica)/ María Dávalos y Alonso de Carbajal
María Dávalos y Alonso de Carbajal
María Dávalos y Alonso de Carbajal
Hernándo de Torres
Diego de Castro
Fuente: AGI, Contaduría 1785, elaborado a partir de Málaga, 1973: 51-95; 1975: 299-311.
Corona de España y otros (Ver Málaga 1973: 76-80)
Juan de Ávila
Francisco Bosso
Juan Ramírez (hijo)
Corona de España
Luis Cornejo
Corona de España (mitad)
Antonio Gómez
Corona de España (mitad)
Jerónimo de Pacheco
Hernando Álvarez
Hernando Álvarez
Pedro de Melgar
Hernando de Castro (hijo)
Antonio de Llanos
Antonio de Llanos
Jerónimo de Pacheco
Corona de España (mitad)
Francisco de Grado
Francisco de Cárdenas
Alonso de Luque
Alonso de Luque
Diego Marín
Fabián de León (hijo)
Corona de España
Corona de España
Francisco Retamoso
Alonso Rodriguez (hijo)
Diego Hernández (Hanansaya)
Hernando de La Torre (Urinsaya)
Corona de España
María Dávalos
Hernán Bueno (hijo)
Diego de Porres
Juan de Castro
Diego de Cáceres (hijo)
María Dávalos
María Dávalos
María Dávalos
Pedro Pizarro
Diego de Castro
165
Durante los cinco siglos previos a la invasión europea, la arqueología ha demostrado que los
elementos más sensibles para evaluar este sentido de pertenencia o identidad material son la
vajilla culinaria y ceremonial, los patrones arquitectónicos y de entierro y, en parte, la
indumentaria y atuendos textiles cotidianos y funerarios de las poblaciones tarapaqueñas.318
Estos elementos junto con la jerarquía o rango de las instalaciones de enlace (tambos)
implementadas durante el siglo XV y comienzos del XVI, indicarían que Tarapaca se habría
incorporado formalmente al Tawantinsuyo como una unidad política en la zona de
articulación del Colesuyo y el Collasuyo incaico.
En los apartados siguientes discutiremos la información referida a los niveles de integración
provinciales en la macroregión del Centro Sur Andino, para luego detallar las informaciones
documentales de nivel macro regional, regional y local relativas a la expansión incaica y el
inicio del período Colonial. Por último, establecemos los elementos etnohistóricos que
refieren a la articulación provincial del territorio desde una perspectiva regresiva que recoge
los aportes de la etnografía hasta los estudios coloniales, desde el siglo XX al siglo XVI,
donde se perciben los elementos perdurables de la participación de las poblaciones
tarapaqueñas en el Tawantinsuyo, etapa que habría impuesto determinantes concretas a la
realidad colonial posterior.
4.1.1. Suyo, provincia y nación: niveles de integración
Las referencias al término Tarapaca son un primer indicio de la expresión territorial que tuvo
la región y sus poblaciones antes de la expansión del Tawantinsuyo, bajo el dominio incaico,
durante la etapa encomendera y luego de la instauración del Corregimiento de Arica.
Un análisis preliminar de títulos de encomienda, crónicas e interrogatorios enmarcados en
pleitos por el control de los tributarios y la delimitación de los repartimientos (Tabla 4.4),
establece que Tarapaca tenía distintos niveles de significación religiosa,319 territorial (valle),
318
Núñez, L., 1984; Uribe 2006; Adán et al., 2007; Agüero 2007a; Uribe et al. 2007.
Esta dimensión hace referencia a los topónimos y onomásticos Taapaca o Tarapaca y Tonapa o Tunupa
(Santa Cruz Pachacuti, [1613] 1993: 188, f. 3v). En ciertas crónicas o relatos coloniales dichas denominaciones
corresponden a entidades que actúan en un extenso territorio sagrado; el área la cual parece coincidir con la
influencia religiosa de una poderosa deidad de los Andes Centro Sur. Según María Rostworosky, Tunupa o
319
166
geopolítica (provincia) y, adicionalmente, cuando hace referencia a localidades como
pueblos, minas, puertos y refería a poblaciones de tierras bajas cálidas o yunga.320 Sin un
consideración contextual las distintas modalidades y significados del término pueden llevar
a cierta confusión.321 En primer lugar reconocemos que a mediados del siglo XVI, el término
“valle de Tarapaca” indicaba la cuenca endorreica cuya extensión longitudinal abarcaba el
espacio entre el río Loa y la quebrada de Tiliviche.322
Taapaca fue una divinidad muy antigua y extendida en los ámbitos costeros y serranos del actual sur de Perú,
norte de Chile y el altiplano circum Titicaca y meridional de Bolivia (Rostworosky, 1988). Posiblemente su
área de influencia llegó a su máxima extensión antes del auge del culto a Viracocha (ca. 1000 d.C.),
especialmente en el Colesuyo y la región altiplánica adyacente. Tunupa fue considerado un héroe fundacional
tal como lo percibieron algunos misioneros coloniales a través de relatos e historias orales, por lo cual lo
llamaron “Cristo andino” debido a sus milagros, persecuciones y final liberación (Albó, 2005: 176). En algunas
versiones, el territorio mítico de Tunupa involucraba las cuencas del lago Titicaca, río Desaguadero y el lago
Poopó, a través de cuyas aguas habría navegado hasta alcanzar las aguas del mar, al parecer subterráneamente,
en algún punto de la costa de Tarapaca. Históricamente este espacio liga varios mitos que narran el viaje
acuático y civilizador del personaje donde han ocurrido relaciones amorosas y luchas o disputas entre volcanes
de importancia regional, todos los cuales se ubican alrededor del área geográfica de Tarapaca. También los
territorios alrededor de los salares de Coipasa y Uyuni, entre cuyas cuencas se ubica hoy el afamado volcán
Tunupa [Quillacas], son escenario de diversos relatos míticos sobre luchas titánicas entre cerros achachilas
(Albó, 2005: 186, citando a Apaza 1983), por ejemplo, el Sajama [Pacaje], Tata Sabaya [Caranga], Taapaca
[Arica], Tata Jachura [Chiapa], Laram Qhawani [Isluga], los dos últimos en las cabeceras y altiplano de
Tarapaca. En esta región se reconocen tres santuarios de altura en las cumbres más importantes de las quebradas
altas y altiplano: Tata Jachura en Chiapa, Quetane y Wanapa en Cariquima, Jatamalla, Sojalla y Cabarrai en
Isluga, lo cual sugiere un diálogo directo entre los incas y las poblaciones locales vigente al momento de la
expansión imperial (Reinhard y Sanhueza, 1982; Reinhard 2002). Finalmente, al sur del lago Poopó, en
territorio Quillaca, la zona de las salinas de Garcimendoza se encuentra tuteladas por el volcán Tunupa, espacio
que posee un número importante de minas de plata explotadas con cierto éxito por los españoles durante el
período Colonial (Medinacelli, 2008: 284). Por último, uno de estos cerros míticos en las tierras bajas al
occidente de los Andes, era conocido en el siglo XVII como Huantajaya, adorado inclusive hasta la segunda
mitad del siglo XX (Checura, 1977: 143).
320
Un primer acercamiento a este tema en Advis, 1989; también en Urbina, 2014: 136-149. En referencia al
topónimo Tarapaca, en su “Relación del descubrimiento conquista de los reinos del Perú”, Pedro Pizarro
señala que las minas de Tarapaca, luego conocidas como Huantajaya,320 “… tienen ese nombre por un pueblo
que se encuentra a nueve leguas (± 50 km) de estas minas” (Pizarro, P., [1571]1986: 189-192). Aquí vemos un
uso más bien acotado a un “pueblo” o asentamiento indígena aglutinado; de igual manera, respecto de los
minerales de plata ubicados en la cordillera de la costa, los cuales reciben el mismo nombre. El estudio de Zori
y Tropper (2013) fundamenta la interpretación según la cual la plata extraída en las minas, conocidas
posteriormente como Huantajaya, parece haber sido refinada en Tarapacá Viejo - y posiblemente en valles
transversales que drenan hacia la Pampa del Tamarugal- durante la administración Inca de la región. Esto
fortalece la relación entre ambos lugares, las minas de “Tarapaca” y el pueblo del mismo nombre.
321
De acuerdo a Zuloaga (2012: 21): “… la complejidad de los sistemas andinos y su incorporación a sistemas
más amplios de organización social y política han provocado muchas dificultades en la comprensión de los
niveles organizativos políticos en los ámbitos local y regional. La superación de estos problemas exige prestar
una gran atención a los términos usados, la aclaración de los mismos en el contexto en que se usan y considerar
los significados que van adquiriendo en el tiempo”.
322
Advis señala que la utilización del topónimo “valle de Tarapaca” en la crónica del viaje de Almagro indicaba
más bien toda la depresión de la pampa del Tamarugal (± 350 km, N-S) (Advis, 1989: 38-40), incluyendo
recursos hídricos, botánicos y faunísticos que involucraba la cubierta de bosques de Prosopis (Algarrobos y
167
Por otra parte, la jurisdicción de las autoridades de Tarapaca alcanzaba por el norte la
quebrada de y puerto de Camarones,323 donde adquirían importancia las autoridades de los
cacicazgos de Tacna.324 Podemos ver en el testimonio de Pedro Sande (1581), español
avecindado entre los Lipes, que la costa del distrito de Tarapaca incluía “… desde el puerto
de Pisagua y Hiquehique (…) hasta el puerto del Loa”.325
De este modo, en la temprana terminología hispana –y como actualmente se entiende el
término–, Tarapaca correspondía a un espacio continuo, circunscrito entre el río Loa y la
quebrada de Camarones.326 Sin embargo, dependiendo de las fuentes o autores a través de
los cuales se mire, comprendía un territorio incluso más amplio, no necesariamente continuo,
habitado por diversas poblaciones distribuidas entre el río Loa y “…. el sur del río Lluta […],
que se extiende al oeste de Carangas, desde las alturas de la cordillera hasta la costa”.327
Para los cronistas Gonzalo Fernández de Oviedo328 y Jerónimo de Bibar329, Tarapaca
designaba una “provincia”.330 Como hemos argumentado previamente, el uso geopolítico del
término provincia de Tarapaca en este caso tendría relación con la organización política de
nivel regional establecida durante el período Inca, vale decir, referiría a un nivel de
integración o articulación social determinado por la organización provincial del
Tawantinsuyo.331
Tamarugo), los salares, depresiones y pasos de la cordillera de la Costa, así como el tramo bajo y desagüe de la
actual quebrada de Tarapaca, Aroma y Quipisca, “… como unidad” (Núñez, L., 1984: 413). En consecuencia,
la denominación “valle” no era equivalente en términos geográficos a la denominación “quebrada” de Tarapaca
en la documentación del siglo XVI (Odone, 1994: 40-41).
323
Advis, 2008: 168.
324
Hidalgo, 1986: 20-21.
325
Lozano Machuca [1581] 1992: 32.
326
Sanhueza, C. 2008: 60.
327
Wachtel, 2001: 565.
328
Fernández de Oviedo, [1557] 1901: 250.
329
Bibar, [1558] 1979: 11-13.
330
Según Martínez (2011: 113) las provincias indígenas referidas en las primeras relaciones del siglo XVI deben
ser entendidas en una doble dimensión, correspondían a “… a una percepción de sus condiciones sociopolíticas
como a una determinada lectura política de su relación o vinculación con el orbe cristiano español”. Según el
estudio de Patricio Cisterna, la designación de “provincia” en la narrativa de Bibar refería a aquellos espacios
que aún no habían sido conquistados o que estaban sometidos a una situación violenta durante la invasión
hispana; funcionaba como término diagramador que permitía ordenar y comprender la “… distribución de los
nativos en el espacio” (Cisterna, 1997: 162; Cisterna, 1999: 123).
331
Tal como sugiere Martínez para Copayapo, Chicha, Jujuy y Atacama (Martínez, 2011: 111), es posible que
el enunciado “provincia de Turapaca”, como se lee en Fernández de Oviedo (Fernández de Oviedo,
[1557]1901: 250), designara también un curacazgo o señorío étnico, o bien una jurisdicción incaica, en la cual
ésta se insertaba (Zapater 1981: 249, 251, 253).
168
Tabla 4.4. Uso del término Tarapaca, ca. 1535-1541.
ID
Autor[Obs]/Uso
1 F. Pizarro [AGI, Justicia 405B]
2
Probanza de servicios de Diego de
Encina [Barriga 1933: 272]
Jurisdicción [Obs.]
Valle
Parcialidad
Yunga [tierra cálida] o
yungas [gentilicio]
Costa
Indios
1535 [Provincia del
Collasuyo ]
1540 [entre Pica y
Tacana]
1540 [Comarca de
Tarapaca ]
Declaración judicial sobre
3 expedición de Diego de Almagro
[CDI, t. V: 370]
1540 [en los términos e
límites del Cuzco]
4 Pedro Gomez (CDI, t. XXII: 230)
1540
5 F. Pizarro [AGI, Justicia 401]
1540
1540
1540 [yungas de mar ,
encomienda de Lope de
Mendieta]
6 F. Pizarro [AGI, Justicia 658]
7 F. Pizarro [AGI, Justicia 658]
Pueblo [Obs.]
1541
Fuentes: AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r; Barriga 1933: 272; CDI, t. V: 370, t. XXII: 230; AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; AGI, Justicia
658, f. 373r-373v; AGI, Justicia 658, N°2, f. 27v-29v. Transcripción paleográfica en Pärssinen y Kiviharju 2010. Modificado de Urbina 2014, Tabla 17:
23.
169
Si bien podría relativizarse esta deducción, puesto que las referencias no apuntan
expresamente a una división demográfica y administrativa del estado incaico en esta región,
Pedro Pizarro, al describir las provincias “que en esta tierra hay”, indica la existencia de una
jurisdicción indígena que se extiende desde Tambo [Tacna] hasta Pica [sur de Tarapaca].332
Por su parte, la enunciación “valle” de Tarapaca fue registrada por Bibar, usándolo de modo
descriptivo para indicar espacios ya civilizados o dominados por los españoles,333 aunque
cabe suponer, siguiendo a Cisternas, que dentro de esta dimensión del reconocimiento y la
conquista efectiva pudiera aludir a territorios/poblaciones ya ocupados o pacificados por los
Incas.334
Según el estudio de Platt y coautores, de los títulos de encomienda entregados por Francisco
Pizarro en 1540 en la provincia de Charcas,
335
colindante al oriente con Tarapaca, se
desprende que el término “provincia” aludía al conjunto de asentamientos o pueblos
indígenas los cuales conforman en ciertos casos un “señorío”. Otra modalidad de uso del
término “provincia” refería al criterio de organización de la “provincias” se encontraría
ejemplificada en referencias como “…todas las naciones del Collao y Charcas se dividían
en dos grupos llamados suyus o provincias (en el sentido administrativo de la palabra):
Urqusuyo y Umasuyu”.336
332
“… desde Hacarí hasta Tambo es otra; desde Tambo hasta Pica es otra. Esto es en la costa de la Mar del
Sur. Hay provincias déstas que tienen de longitud cien leguas y más, y todas lo más despoblado; otras hay de
a sesenta y cincuenta y cuarenta desta manera que digo, habiendo muchos arenales y despoblados valle a
valle” (Pizarro, P., [1571]1986: 220). En nuestra opinión, el testimonio de Pizarro es fehaciente por cuanto es
testigo y actor verídico del período más temprano de la colonización, especialmente al sur de la ciudad de
Arequipa (Trelles, 1991). De su testimonio puede derivarse que las distintas unidades políticas existentes dentro
de este espacio territorial –curacazgos y grupos étnicos–, son reconocibles integrando niveles mayores de
integración administrativos, los cuales son asimilados por Pizarro a los suyos inca (Martínez, 2011: 111-112).
333
Cisterna, 1997: 161.
334
Según el diccionario de lengua castellana de Covarrubias, la palabra castellana “provincia” “…combina dos
elementos semánticos en un solo concepto: la idea de extensión geográfica (“tierra estendida”), por una parte;
y por otra, la administración de una “región conquistada” por parte de “gobernadores” (“cargos”) enviados
desde un centro imperial (sea este Roma o Cuzco)” (Covarrubias, [1611] 1987: 85, en Platt et al., 2006: 47).
Platt y coautores señalan que la provincia o suyo sureño del Tawantinsuyo, el Collasuyo, “… estaba bajo el
gobierno de un “juez” o “gobernador” [Qhapaq Apu] llamado Apu Chalku Yupanki, hermano de Wayna
Qhapaq” (Platt et al., 2006: 49-50). Tomando la información de Villalobos (1962) e Hidalgo 1972), en 1535
Apu Chalku junto a Willaq Uma o Villac Umu habrían “allanado el territorio y mandado a la gente del Collao
y Charcas a que le sirviesen [a Diego de Almagro]” en su expedición a Chile (Platt et al., 2006: 50).
335
Platt et al., 2006: 50
336
Platt et al., 2006: 50.
170
Finalmente, los autores notan una tercera modalidad basada en la sustitución del término
“provincia” por el de “nación”, la cual dejaría de ser utilizada ya en 1582 (Memorial de
Charcas) y otros documentos de fines del siglo XVI (Probanza de los señores de Macha y
Sacaca). Aquí se trata de testimonios hispanos e indígenas que utilizan la palabra “nación”
para describir o referir a grupos a los que se pertenece, como también a los demás grupos
vecinos.337
En el caso de los Lipes, colindantes al suroeste con Tarapaca, Martínez indica que la mención
a la “provincia de los Lipes” aludiría hipotéticamente a una división administrativa incaica.338
Ahora bien, cuando comienza a ser utilizado ampliamente el término “nación” para los Lipes
(p.e. Bernabé Cobo en 1653), ocurre la pérdida de heterogeneidad de sus componentes,339 lo
que conlleva una reducción de las categorías o identidades que se perciben en la
documentación colonial más temprana. En consecuencia, trátese de referencias anotadas en
la documentación colonial asociadas a “provincias”, “señoríos” o “naciones” indígenas, se
debe considerar que “… no siempre son homogéneos los grupos sociales que las
componen”.340
En el caso de Tarapaca, contamos con información documental privilegiada al respecto, la
cual vista en la perspectiva del análisis desarrollado permite avanzar sobre la materia central
de esta investigación. El primero se encuentra en el proceso datado en 1566 (iniciado en
1562), interpuesto por Lucas Martínez -en ese momento vecino y Alcalde ordinario de
Arequipa-, contra el también encomendero Juan de Castro, sobre la nulidad del concierto de
permuta que hicieron de los repartimientos de Cochuna y Pica.
Para dirimir la disputa, el interrogatorio contenido en este pleito, datado en 1562-1563, se
intenta averiguar el funcionamiento de la encomienda de indios de Pica, permitiendo
reconocer los niveles de integración entre los habitantes de Tarapaca y el oasis piqueño. Las
337
Platt et al., 2006: 51.
Para José Luis Martínez (1995: 297-298) la definición de provincia como un término jurisdiccional continuo
y unitario“… pareciera entrar en discrepancia, empero, con las múltiples formas de territorialidades dispersas
e inter digitación que pareciera caracterizar la ocupación de un espacio por parte de las sociedades andinas
[…] se trata de una homologación exigida por una semántica hispana […] que, entre informaciones poco
filtradas de origen cuzqueño y la percepción hispana […] castellaniza y homologa lo que no necesariamente
era una unidad inicial”.
339
Martínez, 1995, en Platt et al., 2006: 51.
340
Platt et al., 2006: 55.
338
171
respuestas de los testigos son de una claridad asombrosa al describir las particularidades
materiales e intangibles de la relación entre las localidades de Pica y Tarapaca.
En este contexto Odone transcribe el testimonio de Pedro Burgos quien señalaba que “… los
indios de Pica e los de Tarapaca son todos una misma nación y lenguaje y siempre han
tenido y tienen los dichos caciques de Tarapaca señorío sobre ellos y les mandan y los dichos
caciques de Pica les obedecen en todo lo que les mandan”.341 Dicha relación comarcana entre
Pica y Tarapaca puede ser confirmada por otros testimonios que apuntan a las relaciones
permanentes entre ambas localidades342 y el trajín establecido entre ambas. De acuerdo con
el testimonio de Francisco López “… ha estado muchas veces en el repartimiento de
Tarapacá que es 12 leguas poco más o menos de Pica...e que ha visto venir muchas veces
los dichos yndios de Pica o Tarapaca”.343
En segundo término, es posible conocer mejor el funcionamiento de Tarapaca y Pica al modo
de cabeceras de una red de asentamientos principales el que incluía otros pueblos menores y
anexos o estancias agrícolas y mineras,344 así como caletas o pesquerías en el litoral sujetas
a los primeros. Otro testigo, Pedro de Ayala, natural de Burgos, testifica que “… fue de gran
utilidad e provecho para los dichos indios de Pica juntarse con los de Tarapaca porque es
todo un ayllu y lengua y traje e son obedientes a los de Tarapaca y que mandándoles los de
Tarapaca sirven a sus amos”.345
Más adelante, Juan Bautista Ginoves asegura que “…los indios de Pica son de la nación de
los de Tarapaca y todos hablan una lengua y se visten de un traje y esto lo saben porque lo
ha visto”.346 Dejan en claro estas declaraciones cierta intención de presentar a las poblaciones
341
Odone, 1994: 78, citando AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 137r. Si la referencia es correcta el topónimo
Tarapaca aparece nuevamente homologado al etnónimo “los indios” de Tarapaca, probablemente refiriendo a
un sector específico de la población del “valle” y su “distrito” a “comarca”.
342
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 48v, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
343
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 53r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
344
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 97r y 101v, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
345
AGI, Justicia, 405B, N° 2, r. 5, f. 134v, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro; Martínez 1998: 82,
2011: 148.
346
AGI, Justicia, 405B, f. 136r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro; Martínez, 1998: 82, 2011, nota
35: 143. Estos datos plantean la variación que pudo tener antes del año 1570 el modelo de verticalidad
escalonada (Durston, 1999; Hidalgo, 2004: 486). La verticalidad escalonada refiere a un modelo histórico
basado en la existencia de jerarquías en distintos niveles políticos y productivos, donde las colonias Caranga
serían capaces de generar sus propias relaciones verticales. En este modelo, sería esperable, en el caso de Arica
y Tarapaca, que centros poblacionales ubicados en tierras bajas o yunga pudieran ejercer relaciones de
“verticalidad inversa o invertida” optando por acceder y manejar recursos, tierras y relaciones de parentesco o
172
de Pica –en tanto que “…mandándoles los de Tarapaca sirven a sus amos” y “… son de la
nación de los de Tarapaca”- como subordinadas políticamente, aunque desde nuestra
perspectiva son evidencia de la unificación impuesta entre dos organizaciones segmentarias,
posiblemente fortalecida por el Estado inca a partir del siglo XV.
La estrategia de expansión incaica aprovechó las intensas relaciones históricas y económicas
que las poblaciones de Pica y Tarapaca compartían desde varios siglos antes de la invasión
cuzqueña (siglo XIII-XV d.C.).347 El dominio se habría traducido en la legitimación de una
mediación simbólica y política entre tarapaqueños y piqueños, entidades cuya organización
política constituía ya una unidad segmentaria o conformada por dos jurisdicciones durante el
período Intermedio Tardío (complejo Pica-Tarapacá). Atributos de esta unidad, a mediados
del siglo XVI, se expresaban en los documentos mediante distinciones gentilicias con
correspondencia a territorios y asentamientos propios de cada población, en sus lugares de
origen o cabeceras (valles y oasis interiores) y en las aldeas que se mantenían en el litoral, a
pesar que en ellas cohabitaban y explotaban conjuntamente los recursos minerales (guano) y
de subsistencia (pescado).348
Es muy probable que, de este modo, la intervención incaica potenciara la organización
segmentaria establecida entre ambos cacicazgos -y con otros con los que éstos mantenían
relaciones directas, equivalentes o subordinadas-, interviniendo y regulando disputas
territoriales, derechos y acceso a recursos explotados por los ayllus de la región,349 alianzas
matrimoniales entre familias de distintas localidades,350 así como la sucesión de las
autoridades indígenas locales y regionales.351
sociopolíticas desde “centros primarios” en los valles más bajos, y a la vez ocupando directamente las tierras
altas (Hidalgo, 2009ª; Sanhueza, C., 2008).
347
Núñez, L., 1984; Uribe, 2006; Agüero 2007a.
348
Cieza de León, [1551]1967; Barriga, 1955: 310-311.
349
Sanhueza, C., 2008.
350
Morris y Covey (2003: 134), señalan que “Los inka lograron la unificación de diversos grupos y la
movilización de una compleja economía política mediante el manejo y manipulación de una amplia gama de
interacciones dentro de grupos y entre grupos [...] Este logro implicó la construcción o modificación de
conjuntos arquitectónicos, lo que creaba espacios que podían ser usados para separar o juntar a grupos
provinciales, dependiendo de la habilidad del imperio para facilitar la alianzas locales o intervenir para
resolver los desacuerdos […] una estrategia para manejar diversidades políticas y étnicas que motivaba fuertes
lazos verticales entre grupos provinciales y el Estado; y, al mismo tiempo, codificaba y regularizaba
interacciones horizontales entre grupos locales en un medio imperial”.
351
Según la Descripción y relación de la ciudad de La Paz (1586), en relación a la sucesión de los caciques
Pacaje “… en el tiempo del inga habría costumbre que en algunas provincias que era de una calidad, traje y
173
En suma, lo que la arqueología reconoció como la conformación material del complejo
cultural Pica-Tarapacá entre los siglo X a XIII y la articulación de las poblaciones y
cacicazgos en ambas localidades (oasis y valles),352 no sería otra cosa que el resultado de esta
fusión o integración jerarquizada de las parcialidades de Pica y Tarapaca en una misma
“nación” o provincia.353 En nuestra opinión la evidencia disponible entregaría significativos
elementos de juicio sobre la creación efectiva de una jurisdicción indígena durante el período
Inca: una unidad organización sub provincial –o parte de un guamani– unificado luego en la
documentación bajo el vocablo Tarapaca.354
4.1.2. Nuevas evidencias sobre un linaje gobernante de Tarapaca
En un trabajo publicado por Jorge Hidalgo en el año 2000 señalaba que “En Tarapacá los
linajes gobernantes están completamente desaparecidos a mediados del siglo XVIII y los
indígenas tendían a elegir a los caciques, y a reemplazarlos cuando no resultaban
adecuados, o aceptar el cacique que les imponía el corregidor.355 Utilizando documentación
que demostraba dicha situación para fines de la década de 1760, su diagnóstico coincidía con
la falta de evidencias sobre líneas de sucesión directas o hereditarias de las autoridades
tarapaqueñas. A continuación, nos gustaría ofrecer algunos elementos para reavivar esta
discusión y aportar en un aspecto clave para la historia regional.
A partir de una pista muy tardía, publicada por el mismo Hidalgo, sobre la línea de sucesión
presentada por Don Prudencio Hipólito Caques relativa a su derecho sobre el cacicazgo de
disposición de tierra, aunque fuesen muchos pueblos, había cabeza o gobernador de toda aquella provincia y
esto no era por herencia, sino que el inga nombraba este gobernador de uno de los curacas principales de
aquella provincia, el que más valor tenía y más le habían servido la sucesión de estos cacicazgos era en aquel
tiempo de hermano a hermano y en falta de esto del sobrino al tío. Y pocas veces heredaba el hijo
inmediatamente, sino que se interponía algún tío o primo de por medio, hasta que ahora han entendido la
sucesión que las reales leyes mandan, y así se guarda” (Claros 2011, cap. XVI: 96). Otra versión de este
testimonio citada como la “Sucesión de los caciques Pacajes” atribuida a Cabeza de Vaca [1586]1931: 26, en
Rivera y Platt 1978: 104 y pss, ambos en Riviere 1982, nota 1: 51.
352
Núñez L., 1984: 408; Uribe, 2006: 91-93.
353
Según Fernández de Oviedo [1557]1901: 251, el pueblo de Pica es el asentamiento meridional de la provincia
de Tarapaca.
354
La estrategia incaica en el ámbito geopolítico, orientada a la unificación de señoríos, parcialidades y ayllus
tarapaqueños, sería similar a la reconocida entre en la unificación del reino Quillacas-Asanaques (EspinozaSoriano 1981) y entre las “siete naciones Charcas” en la confederación Charka (Platt et al., 2006: 59-68).
355
Hidalgo, [1999-2000] 2004: 476; Véase Hidalgo, 1986: 83-88.
174
Pica, podemos apreciar el tipo de vínculo establecido entre los linajes gobernantes de Pica y
Tarapaca. En el documento se consigna que Lorenzo Caques, padre de su tatarabuelo,
contrajo matrimonio en 1671 con la hija del curaca principal de Tarapaca, Lorenza Lucai,
del cual nació el siguiente cacique del pueblo de Pica hacia 1700, Joseph Caque Lucai.356
Este dato no sólo releva una alianza matrimonial, sino un aspecto fundamental de las
estrategias políticas familiares y la interdigitación establecida entre unidades domésticas
residentes a cierta distancia dentro de la región;357 como también atributos propios del
dualismo andino que existían entre las autoridades de ambas cabeceras políticas. Cómo ya
sabemos, el apellido de Lorenza, “Lucay”, corresponde al de ciertas autoridades tradicionales
de Tarapacá,358 cuyo cargo heredaron los miembros de este linaje a lo largo del período
Colonial. Por la cercanía de las fechas, suponemos que el padre de Lorenza fue don Felipe
Lucaya, gobernador de Tarapaca, mencionado en el juicio de residencia al corregidor de
Arica don Pedro de Montoya.359
Con todo, según la información documental que hemos consultado en esta investigación,
dicho apellido estaría presente en al menos cuatro caciques gobernadores entre, al menos, los
años 1565 y 1776 (Diagrama 4.1).
356
ANP, 1756, DI, C. 705, en Hidalgo, 1986: 96.
Murra, 1972; Martínez, J. L., 1998.
358
Urbina, 2014: 201; Urbina, 2015: 396.
359
Juicio de residencia al Corregidor de Arica don Pedro de Montoya. Archivo de Límites, Ministerio de
Relaciones Exteriores del Perú (Lima). Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 482.
357
175
Diagrama 4.1. Listado de caciques gobernadores de Tarapaca entre 1565 y 1776.
Año
Pica
Tarapaca
1565
Alonso Lucaya
Martín Lucaya (Alcalde)
Alonso Locay
1570
Martín Lucaya (Alcalde)
1612
1666
ca. 1700
Felipe Mauricio [Mariano] Locay
padre de (?)
Felipe Lucaya
Joseph Caque Lucai
Joseph Lucay
1761
Francisco Lucay
1766
Francisco Lucay
1776
Francisco Lucay
Fuentes: Villalobos, 1979: 212-223, 229; Trelles, 1988: 286; Trelles, 1991, nota 10: 124 y 302; AGN, DIE, L2, C15, f. 371r; Paz-Soldán 1878, Cap. IV:
24-34; Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 460-483; ANP, 1756, DI, C. 705, en Hidalgo, 1986: 96. Véase Anexo 4.1 al final de este capítulo.
176
En el testamento del encomendero Lucas Martínez, redactado en el año 1565, publicado por
Efraín Trelles en su libro de 1983 y en un artículo en 1988, se mencionan dos “patrones” del
pueblo de Tarapaca, Juan Cahachura360 y Alonso Lucaya.361
Una fuente independiente confirma que Alonso Lucay ostenta el cargo de cacique principal
de este repartimiento antes de 1572.362 Por último, llama la atención que en el mismo
expediente donde declaran los caciques de Pica, donde figuran Joan Amastaca, se mencione
a “… don Pedro Lucuma e don Martín Lucaya e otro Martín Lucaya (alcaldes) del dicho
pueblos (que) vieron y examinaron los dichos quipos y declararon los que dicho tienen”.363
Recapitulando, el registro de Alonso Locay en el año 1565 y a comienzos de la década de
1570, permite establecer el nexo posterior con el gobernador y cacique principal de Tarapaca
360
El apellido Cahachura, Jachura o simplemente Chura aparece consignado antes de 1572, tanto en el pueblo
de Tarapaca, como en el de Chiapa. AGN, DIE, L2, C15, f. 368r. Agradezco la generosidad del Dr. Jorge
Hidalgo por facilitar este documento ubicado en el Archivo General de la Nación del Perú (AGN), sección
Derecho Indígena y Encomiendas, y cuya versión paleográfica ha sido elaborada por Alan Durston (1998-1999).
En lo sucesivo citaremos este documento como Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo
de Valencia. Cúneo-Vidal y Lautaro Núñez, sin mencionar la fuente que consultan, señalan a un cacique
denominado Chura en 1550. Cuneo 1977, v. 1: 460; Núñez 1984, t. I: 411. Efraín Trelles mencionan un grupo
de autoridades tarapaqueñas en un documento relativo a una junta de curacas efectuada en Arequipa, el 21 de
enero de 1562, convocada por Fray Domingo de Santo Tomás; momento en que las tensiones entre el clero y
los encomenderos alcanzaban su punto más alto. Este documento se encuentra en Archivo Departamental de
Arequipa (ADA), Gaspar Hernández, 1561-62, f. 504r-504r. Una versión paleográfica -algo imprecisa del
mismo documento suscrito por los Curacas de Arequipa, y los de Chucuito-, se publicó en “Hombre y Mundo,
2da Época, Arequipa-Perú, n°1”. Los curacas de Lucas Martínez Vegazo presentes en esta reunión fueron “…
Gregorio Cusiinga de Yumina, Luis Cusiactao, también del mismo lugar, Pedro Cuya, Hernán Cayasalty de
Carumas, principal aquel, curaca mayor éste; Hernando Maysari y Pedro Coaquila, curaca mayor y principal,
respectivamente, de Ilo; los curacas mayores de Omaguata, Juan Tanquina, Lluta, Pedro Chura, de Tarapacá,
y Pica, Carlos Saguaya, y Martín Mari, de la misma región”. Trelles, 1991, nota 10: 124. Destacado es nuestro.
Respecto del apellido Jachura o Jahachura tenemos la impresión se trata de un linaje de alta relevancia política
regional, especialmente para las poblaciones asentadas en las nacientes de la quebrada de Aroma, tuteladas por
uno de los tres santuarios de altura más importantes de la región, ubicado en la cumbre del Tata Jachura junto
a la localidad de en Chiapa. Reinhard y Sanhueza, 1982; Martínez, G., 1987: 165; Reinhard, 2002. Gabriel
Martínez (1976: 325-326) refiere incluso que las poblaciones de Isluga a mediados del siglo XX veneraban a
uno de los cerros-uywiris más importantes de la región “Jachur Mallku” que correspondería al mismo Tata
Jachura ubicado a 50 km al suroeste de Isluga, en dirección a Chiapa. El Mallku Tata Jachura, uno de los
mallku de mayor prestigio en las quebradas del Tarapacá es nombrado en el siglo XX dentro de un grupo de
“… cuatro cerros muy considerados por sus poderes y por ser muy “bravos”, que a pesar de estar bastante
separados (desde Tignamar hasta Chiapa) se les concibe formando una “familia”. Son los cerros Markisa
(marqués), Itsa, Qolqa y Jachura. De estos, el primero y el último son los “mayores (jiliri), Itsa es el “pichu
tata” (menor) y Qolqa el “taypiri” (del medio)” Martínez, G., 1976: 277.
361
Trelles, 1988: 286; Trelles, 1991: 302.
362
AGN, DIE, L2, C15, f. 368r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
363
AGN, DIE, L2, C15, f. 371r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
Según se desprende del documento consultado, es posible que estos alcaldes detentaran también el cargo de
quipucamayos en el pueblo o anexos de Pica.
177
del año 1612, don Felipe Mariano Locay, el cual es mencionado junto a su “segunda
persona”, el cacique principal del pueblo de Chiapa (3200 msnm), Don Juan García
Chuquichambe.364
Para el siglo XVIII (ca. 1760), Sergio Villalobos ha transcrito íntegramente las cartas de los
caciques gobernadores y segundas personas de los pueblos de Tarapaca (1400 msnm),
Francisco Lucay, y Sibaya (2680 msnm), Joseph Lucay, quienes por ese entonces solicitaban
al corregidor cambiar el origen y dotación de los tributarios destinados a la mita minera de
Joseph Basilio de la Fuente en el mineral de Huantajaya.365 Francisco Lucay también aparece
mencionado en 1766 en la revisita del pueblo de San Lorenzo de Tarapaca, como gobernador
y líder del ayllu Aracsaya de ese pueblo366 y aunque entre 1770 y 1773 parece ser
reemplazado por Melchor Peñalba, en 1776 vuelve a figurar en su cargo original.
Si bien se ha destacado en trabajos anteriores la persistencia hasta momentos tardíos de un
esquema dual en el gobierno de localidades como Camiña, Pica y Tarapacá, sólo en el caso
de Pica se ha documentado la presencia de linajes de dirigentes cuyos cargos fueron
heredados desde tiempos prehispánicos hasta el siglo XVIII.367
La valoración crítica de los antecedentes expuestos sugiere, con todo, la existencia de un
linaje gobernante de Tarapaca, verificado entre la segunda mitad del siglo XVI y la segunda
mitad del siglo XVIII, del cual no se contaba con antecedentes claros. Los Lucaya, Locay,
Lucay o Lucas tuvieron con asiento en el pueblo de San Lorenzo de Tarapaca (Tarapacá
Viejo) y luego de 1717 en la banda norte de la quebrada, en el actual San Lorenzo de Tarapacá
y cuya influencia, a través de parientes residentes, alianzas matrimoniales y liderazgo andino,
puede percibirse con un cierto grado de seguridad en el vecino oasis de Pica y pueblos
ubicados en las quebradas altas de la región.
Lo anterior plantea que de este linaje gobernante dependían y subordinaban caciques de
tierras altas, como Chuquichambe a comienzos del siglo XVII, siguiendo una la lógica de
verticalidad invertida de índole socioeconómica y política368 y, aún en la segunda mitad del
364
Paz Soldán, M. F., 1878, Documento n° 9: 24-30. Sanhueza, C., 2008: 60-73.
Documents relative to Indian Labor, 1757-1767, Bancroft Library, Berkeley, en Villalobos, 1979, nota 34:
213, 215-222.
366
ANH, Archivo Judicial de Arica, Archivo Administrativo, Leg. 4, p. 9 (1766), en Hidalgo, 1986: 83
367
Hidalgo, 1986, [1999-2000] 2004.
368
Rostworowski, 1977; Hidalgo et al., 2004: 535-552; Santoro et al., 2010: 325-340.
365
178
siglo XVII, mantenían vínculos con el linaje de los Caques, autoridades hereditarias del ayllu
Aracsaya en el oasis de Pica. Para finalizar, dejaremos planteada la hipótesis según la cual
este linaje, el de los Locay, correspondería al linaje gobernante del repartimiento de Tarapaca
y la región circundante durante los primeros siglos del período colonial y que, aun
manteniendo su prestigio e influencia regional, fue circunscribiendo su jurisdicción en la
medida que se fragmentaron los repartimientos tarapaqueños en los siglos XVII y XVIII.369
4.2. Ocupación y etapas en la administración cusqueña
4.2.1. Tarapaca: la expansión Inca documentada
Hasta hace muy poco, se estimaba una leve expansión Inca en la subárea de Valles
Occidentales durante el siglo XV mediatizada por población altiplánica, juicio que se apoya
exclusivamente en la presencia de cerámicas Saxamar (Inca-Pacajes) en las tierras altas y
quebradas intermedias (Figura 4.2-4.3), así como de gorros tipo Fez en contextos funerarios,
mientras permanecía un conjunto de sitios Inca “… a penas trabajados”.370
Como hemos analizado en el capítulo anterior, la implantación de centros urbanos incaicos
y la articulación de Tarapaca con el resto del Tawantinsuyo fue efectivamente formalizada
a través de la construcción de caminos, centros administrativos planificados e instalaciones
de enlace de distinta jerarquía que comunicaron esta región con el Collasuyo, al sur y al
oriente, y el Contisuyo y Colesuyo, al norte, de manera directa.
La cohesión física e ideológica del imperio se expresaba a través de la extensión e
interconexiones del sistema vial con los poblados locales. En el caso que los pueblos se
rebelasen o resistiesen la anexión, era la red de caminos la que mejor servía para efectuar las
expediciones punitivas y la anexión de nuevas poblaciones y recursos ubicados en sus
territorios, incluso dentro de regiones ya conquistadas.371
369
Se requerirá de la búsqueda de probanzas, títulos hereditarios, tradiciones y otros documentos escritos de
origen indígena para probar este planteamiento.
370
Uribe 1999-2000: 67.
371
Hyslop, 1984 y 1990; Raffino, 2006; Berenguer, 2008; Berenguer et al. 2011. Estando Topa Inga ya instalado
en el poder “…mandó a sus capitanes que para otro día aderezasen y mandasen a su gente que caminasen por
el camino que de Chile viene a Copayapo que es de sesenta leguas de Chile viniendo hacia el Cuzco donde
179
Figura 4.2. Componentes cerámicos del período Tardío en la región de Tarapacá.
Fuente: Urbina et al., 2018. Arriba: tipos Saxamar del sitio Incaguano o Incamarca (CR-1). Abajo: tipos Inca
de sitios en el altiplano de Tarapacá y Tarapacá Viejo (TR-49).
como allí llegasen supo que de allí a Atacama grandes poblados y tierras de arenales y falta de agua (…) traer
los tributos de Chile a la ciudad de Cuzco y como llegasen Atacama procuró saber lo que por toda aquella
tierra había y los caminos que de allí salían al Collao para ver la orden que ansi había de tener por el camino
por do fuese y como tuviese razón de todo ello dividió su gente en cuatro partes como ansi fuese hecho mandó
que los tres escuadrones destos se partiesen luego de allí y que el uno fuese por el camino de los llanos y por
la costa de la mar hasta que llegase a la provincia de Arequipa y el otro que se fuese por los carangas y
aullagas y que el otro tomase por aquella mano derecha y fuese a salir a Caxa Vindo” (Betanzos 1987 [15511557]: 163-164). Vemos aquí el grado de interconexión que habían alcanzado las obras públicas y viales y su
función geopolítica macroregional, comunicando centros poblados y permitiendo el rápido desplazamiento de
los ejércitos entre las tierras altas y bajas “…yendo de allí [Cuzco] al pueblo de Hatum Colla donde halló a los
capitanes que habían ido por la costa de la mar los cuales habían subido por Arequipa e así mismo halló los
que habían ido por los Carangas y los unos y los otros traían consigo los caciques que así había habido en los
pueblos y provincias por donde habían venido…” (Betanzos 1987 [1551-1557]: 165). Véase también Urbina,
2014: 69-77.
180
Figura 4.3. Componente cerámico Inca del sitio Collahuasi 37 (CO-37).
Fuente: Urbina et al. 2018.
Según el trabajo monográfico de Terence D’Altroy dentro del Qapaqñan:
“...todas las instalaciones recibían el nombre de tampu, aunque es término refiere de
manera más adecuada a los alojamientos. Hyslop (1984, p. 277; 1990), que estudió
los caminos y los asentamientos con mayor profundidad que nadie, estima que había
quizás más de dos mil tampu (…) Los principales asentamientos provinciales eran
sede de un gobernador provincial y administraban grandes poblaciones regionales.
Los centros principales se encontraban en el camino que seguía la cadena montañosa
181
(…) Al sur, se hallaba Hatuncolla, Chicuito, Chuquiabo (La Paz), Paria y Charcas
(…) Por debajo de esos establecimientos había centros provinciales de menor
importancia [...] En la red de caminos se alineaban asimismo como mínimo un
tercero y un cuarto niveles de asentamientos incaicos más pequeños y estaciones de
paso”.372
A pesar de las evidencias arqueológicas a lo largo del imperio y las que hemos analizado en
el capítulo III de esta tesis, los estudios etnohistóricos han señalado la carencia de fuentes
escritas sobre la expansión incaica a Tarapaca, situación que complica una síntesis de los
registros arqueológicos e históricos. Pärssinen recomendaba, hasta no contar con nuevas
investigaciones documentales, no pronunciarse sobre: 1) cuándo y cómo habría ocurrido la
incorporación al Tawantinsuyo de las poblaciones asentadas entre Ica y Tarapacá, y 2) si
estos grupos, o al menos un conjunto de enclaves dentro de este espacio, habrían formado
parte del Collasuyo, Contisuyo o Colesuyo (Figura 4.4).373
En este apartado sistematizaremos la información disponible para avanzar en la comprensión
de la expansión del imperio Inca desde una perspectiva diacrónica. Para ello se debe asumir
que los guamani o provincias incaicas correspondían a jurisdicciones territorialmente
discontinuas, cuya estructura económica, política y tamaño fue desarrollándose y
reformándose bajo la autoridad de los distintos gobernantes, “… más que territorios fijos
eran personas, aun cuando los Incas tuvieron aparentemente gran interés por definir los
límites territoriales de las provincias conquistadas”374.
Es por ello que, debido a su configuración biogeográfica, efectivamente, una parte de las
poblaciones de la jurisdicción o provincia de Tarapaca formaba parte del parte del Collao,
con seguridad en referencia a la zona altiplánica, y por ello se declara su pertenencia al
Collasuyo incaico.375
372
D’Altroy, 2002: 286-287.
Pärssinen 2003: 114, 127-128, 224 y 346.
374
Pärssinen, 2002[1993]: 262.
375
Respecto de esta última posibilidad, se reconoce que la comitiva de Almagro viajaba provista de un numeroso
destacamento Inca encabezado por Paullo Tupac –hijo de Huayna Capac–, unas de las máximas autoridades
del Collasuyo aliada de los hermanos Pizarro luego de 1538, además de unos 3000 indios cuzcos bajo las
órdenes de sus propios capitanes (Advis 2008: 184, Platt y Quisbert 2008: 232, Presta 2008: 206, 208-209).
373
182
Figura 4.4. Detalle de la expansión incaica al sur del Cuzco.
Fuente: Urbina y Uribe, 2016. Modificado de Pärsinnen, [1993]2003, mapa 11: 128.
Sin embargo, nuestra hipótesis de trabajo señala que con probabilidad esta demarcación no
involucraba la zona de valles, la pampa del Tamarugal y el litoral desértico376 cuyos
Según detalla Advis, además de los 3000 “mílites” del destacamento Inca -los cuales son referidos como (a)
tropas y sus capitanes (Quiroga, 1979: 39), (b) indios nobles u orejones (Garcilaso, 1936: 159) y (c) mitimaes
de colonias y guarniciones (Garcilaso, 1936: 163-164)-, la comitiva de Almagro incluía yanaconas de servicio
y de guerra (Mariño, 1936: 86), e “indios de carga” los cuales fueron sacados de los alrededores del Cuzco junto
a gran cantidad de ganado y ropa para la expedición (Molina, 1936: 19). Al llegar a Tarapaca tentativamente,
de los 19.000 indios con los que inició el viaje, no quedaban más del 25%, vale decir no más de 5.000 personas.
Advis, 2008: 184-189. Para Barros Arana “Se calcula en cerca de quince mil el número de los indios que
seguían a Almagro como auxiliares…” ([1884] 2004: 137).
376
Urbina 2014: 142-147, ver nota 52.
183
habitantes formaban parte del Contisuyo y Colesuyo,377 y es probablemente esta la razón por
la cual tenemos referencias aparentemente contradictorias entre las fuentes indígenas y
ciertas crónicas y relaciones del siglo XVI y XVII, de igual modo que entre éstas y los títulos
de encomienda entregados por Francisco Pizarro.378
Los argumentos que sostienen nuestra posición se apoyan en el siguiente análisis. Según las
síntesis más recientes, el Collasuyo correspondía a la división meridional del Tawantinsuyo
e involucraba las poblaciones ubicadas en las tierras altas desde el suroeste del Cuzco,
pasando por la cuenca del lago Titicaca y su prolongación hacia el altiplano meridional de
Bolivia, noroeste, centro oeste de Argentina y hasta el centro de Chile.379 Por otra parte,
María Rostworowski, basándose en las Memorias de las iglesias, curatos, doctrinas y
monasterios del Obispado del Cuzco de 1584, menciona que desde el valle de Tarapaca hasta
Camaná, al norte de Arequipa, una serie de cuencas ubicadas entre la Cordillera de los Andes
y sus vertientes marítimas formaban parte de la provincia del Colesuyo,380 cuya “capital del
Partido”, según los Protocolos Notariales de 1596-1600, estaba en Moquegua.381
De acuerdo con Pärssinen las evidencias disponibles no dejan claro si Colesuyo refería
originalmente a una gran confederación administrativa dentro del Collasuyo o bien del
Contisuyo.382 En términos de estas divisiones, si se considera la Instrucción de las doctrinas
de los Obispados de la ciudad del Cuzco y la ciudad de La Plata (1556-1561), el Contisuyo
se componía de dos partes: el Condesuyo, jurisdicción de la ciudad de Arequipa y “comienzo
377
Uribe et al., 2012. Urbina y Uribe, 2016.
En el siguiente capítulo analizaremos este asunto en profundidad.
379
D’Altroy 2002: 306-308.
380
Rostworowski 1986: 127.
381
Rostworowski,1986: 128; Véase también, Málaga, 1975a: 84; Montenegro, 1906: 74, en Pease, 1984: 152;
Cañedo-Argüelles, 2005: xxxviii, xlv.
382
Pärssinen 2002: 24.
378
184
de la sierra” y, en segundo lugar, el distrito de Arequipa383 agrupado bajo el título de
Collesuio, el que “… parece haber pertenecido al Collasuyu”384.
El mismo autor estima que el “Colesuyo fue una parte del Collasuyo […] el texto del Capac
Ayllu (1985[1569]: 226), derivado de un(os) khipu(s) incaico(s), menciona a Tarapaca como
parte del Collasuyo”385. Esta posición cuenta con el apoyo de fuentes independientes como
el primer título de encomienda recibido por Lucas Martínez en 1535386 y la crónica de
Fernández de Oviedo cuando refiere a que Diego de Almagro viniendo desde el sur, ingresa
a Tarapaca la primera provincia del Collao.387 También es coherente con la postura de Silva,
quien apoyado en la definición de Cieza de León388, estima que el Collasuyo limitaba al
poniente con “… las cabezadas de las sierras nevadas y vertientes de ellas”, a partir de lo
cual infiere que “… Tarapaca se ubicaba en otra división geográfica-administrativa, el
Colesuyo”.389
Un testimonio singular relacionado con las poblaciones coles y camanchaca, habitantes de
las tierras bajas del Contisuyo y Colesuyo, -marginales a la religión estatal y conquistados
según Quipucamayos, Betanzos y Cobo,390 por el mismo Pachacuti se verifica en la relación
de Pachacuti Yamqui Salcamaygua a principios del siglo XVII:
383
Según Betanzos, fue bajo el gobierno de Pachacuti que “… los capitanes que él envió por la provincia de
Condesuyo conquistaron y sujetaron hasta Arequipa y de allí se subieron hacia el Cuzco” (1987 [1551-1557]:
94). Esta versión es replicada por Bernabé Cobo, quién señala sobre las victorias de Pachacuti “No dejo pasar
mucho tiempo el Inca que no hiciese otra jornada por el camino de Condesuyo, para conquistar las provincias
marítimas confinantes con las que había ganado en la Sierra. Fue el en persona hasta la raya de Los Llanos,
y sin bajar de la Sierra a la tierra caliente de la costa de la mar, envió por capitán general a un hermano suyo
con treinta mil hombres, y dejo consigo otros treinta mil de respeto, para remudarlos cada dos meses, a causa
de ser tierra malsana la marítima para los serranos. Muchos valles de la costa se dieron de paz y otros fueron
guerreados; conquistó en breve todas las provincias marítimas que hoy se comprehenden en la diócesis de
Arequipa desde Tarapaca hasta Hacari, que son cerca de doscientas leguas de costa” (Cobo 1964 [1653]: 8081). Subrayado es nuestro.
384
Pärssinen 2003: 223.
385
Pärssinen 2002: 35, 2003: 224. Siguiendo a Betanzos, Pachacuti “… quería enviar a sus hijos e algunos de
ellos que fuesen y conquistasen por la provincia del Collasuyo (…) y luego el Ynga dijo que los que habían de
ir la tal jornada de sus hijos eran Amaro Topa Inga y Paucar Usno y los que dellos habían de ir que de ser seis
señores” (1987 [1551-1557]: 119-120).
386
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán Bueno el Viejo. Véase
Pärssinen 2003, nota 55: 224; Pärssinen y Kiviharju 2010: 101.
387
Fernández de Oviedo [1557]1901: 251.
388
Cieza de León [1553] 1984: 442.
389
Silva 1992-1993: 86-87.
390
Quipucamayos, [1542-1544] 1920: 370; Betanzos, [1551-1557] 1987: 164; Cobo, [1653] 1964: 80-81.
185
“Al fin el dicho Pachacutiyngayupangui se parte para las conquistas de los
Condesuyos, yendo por el Collao, en donde topa con los yndios Ccoles y
Camanchacas, grandes hechiceros, y de alli baja por Ariquipay, passa a Chacha y
Atunconde y a los Chumpivillcas, y de alli a Parinacocha y de alli a Camana, y le da
buelta a su ciudad por los Aymaraes y Chillques y Papres; y entra al Cuzco y haze
fiesta, y entonces dizen que metio al Cuzco mucha suma de plata y oro y una
ballena”391.
Ahora bien, si apreciamos comparativamente los datos documentales que refieren a la
expansión del Tawantinsuyo a Tarapaca, pueden compararse las versiones directas e
indirectas, así como la repetición de testimonios, alusión a funcionarios, militares y
dignatarios incaicos y su relación con las regiones cuya administración o conquista se les
atribuye. La Tabla 4.5 muestra la serie completa de referencias basada en fuentes generales
para el lapso entre 1535 y 1653, lo cual nos permite observar mejor los vectores de la
expansión, el tránsito incaico por la región y la mención a ciertos grupos étnicos, provincias
y suyos involucrados en este proceso y sus distintas etapas.
Según la observación de Cieza de León, estando en Charcas, Huaina Capac habría enviado a
parte de su ejército a que descendiese por la cordillera hacia el mar del sur y “…señoreasen
en los valles y en los pueblos que del todo su padre [Topa Inga] no pudo conquistar”.392
Por otra parte, existen versiones que le asignan indistintamente a Pachacuti o Topa Inga la
conquista del Colesuyo y específicamente de Arequipa.393 Por ejemplo, Sarmiento de
Gamboa reafirma que habría sido Pachacuti quién:
“… fue en los de Condesuyo, que, viendo las crueldades y fuerza de Inga Yupangui,
se le humillaron y dieron obediencia. Y es de notar por esto que, aunque algunas
provincias dicen que de su voluntad se le dieron y obedecieron, fue por la causa y
razón dicha y porque los enviaba a amenazar que los asolaría si no le venían a servir
391
Pachacuti Yamqui Salcamaygua, 1968 [1613]: 300. Véase también Álvarez, [1588]1998: 339.
Cieza de León 2005 [1553]: 436.
393
Rowe 1946: 271-272; Pärssinen 2003: 125.
392
186
y obedecer. Tenía Chuchi Capac opresas y sujetas más de ciento y sesenta leguas de
norte sur, porque era cinche, o, como él se nombraba, Capac, o Collacapac, desde
veinte leguas del Cuzco hasta los Chichas y todos los términos de Arequipa y la costa
de la mar hacia Atacama y las montañas sobre los Mojos”.394
Tabla 4.5. Expansión documentada del Tawantinsuyo a Tarapaca.
ID
Autor [contexto]
Año de
referencia
Inca/ [funcionario
estatal]
Jurisdicción/ Suyo de expansión [región específica]
1 Francisco Pizarro
1535
?
Provincia del Collasuyo
2 Francisco Pizarro
1540
?/ [Opo o Apo]
?
3 Quipucamayos [Declaración a Vaca de Castro]
1542
Pachacuti
Toda la costa de Tarapaca
4 Fernández de Oviedo
1547
?
La primera del Collao [Turapaca]
5 Juan Diez de Betanzos
1551-1557
Pachacuti/ Topa Inga
Condesuyo(Arequipa)/ Atacama
6 Pedro de Cieza de León
1553
Huayna Capac
pueblos y valles hacia la mar del sur
7 Capac Ayllu [Incas nietos de conquistadores]
1569
Topa Inga
Tarapaca pertenece al Collasuyo
8 Pedro Pizarro
1571
Pachacuti?
Collasuyo/ De las provincias de este reyno
9 Pedro Sarmiento de Gamboa
1572
Pachacuti [Chuchi
Capac]
Collasuyu
10 Miguel Cabello Valboa
1586
Topa Inga
Collao y Chile/ Descubrió las minas de Tarapaca
11 Pedro Mercado de Peñaloza
1588-1589
Topa Inga
Pacajes (Collasuyo)
12 I. Garcilazo de la Vega
1609
Viracocha
Hecha la visita de Cuntisuyo entró a las provincias del
Collasuyu
13 Martín de Murúa
1611-1613
Topa Inga
Collao/ Descubrió las minas de Tarapaca
14 Juan de Santa Cruz Pachacuti
1613
Pachacuti
… yendo por el Collao
15 Bernabé Cobo
1653
Pachacuti
Provincias marítimas
Fuente: Fuente: AGI, Justicia 405B, N° 2 (6), 25v-27r, AGI, Justicia 401, N° 1, f. 181v-183v, Barriga
1955:17-19, Quipucamayos 1920 [1542-1544]: 370, Fernández de Oviedo 1901 [1557]: 250, Betanzos 1987
[1551-1557]: 94 y 163-167, Cieza de León 2005 [1553]: 436, Capac Ayllu 1985[1569]: 226, Pizarro
1986[1571]: 46 y 220, Sarmiento de Gamboa 1988 [1572]: 105-106, Cabello Valboa 1951 [1586]: 336-337,
Mercado de Peñaloza 1965 [1588-1589], I: 337, Garcilaso 1995 [1609], I: 311, Santa Cruz Pachacuti 1993
[1613]: 226, Murúa 1987 [1611-1613]: cap. XXV, Cobo 1964 [1653]: 80-81. Modificado de Urbina 2014,
Tabla 21: 327.
394
Sarmiento de Gamboa, 1988 [1572]: 105-106. Tanto Sarmiento, como Betanzos (1987 [1551-1557]: 163167), ofrecen detalles sobre las estrategias militares de pacificación y conquista en varios frentes: “Mientras
esta cosa hacía [Pachacuti] Inca Yupanqui, sus hijos [Amaru Topa Inca y Apu Paucar] iban conquistando todo
Colla-suyu (…) Y los Incas partieron su campo en tres partes. Un escuadrón de cinco mil hombres echó por la
montaña y otro de veinte mil por la parte de hacia la mar y, el resto caminó por el camino derecho. Llegaron
al sitio fuerte donde los Charcas y sus aliados estaban, y pelearon con ellos, y los Cuzcos fueron vencedores y
hubo allí grandes despojos y riqueza de plata, que sacaban aquellos naturales de las minas de Porco”
(Sarmiento de Gamboa 1988 [1572]: 114).
187
La versión de Sarmiento ofrece además información sobre Huayna Capac, quién habría
visitado todas las conquistas efectuadas por sus antecesores, desde Quito hasta a Chile, donde
primero:
“…tomó la vía del Collao, por donde iba tomando la residencia a sus gobernadores
tucuyricos y poniendo y quitando gobernadores y curacas y abriendo tierras y
haciendo puentes y acequias. Y haciendo estas obras llego a los Charcas y de allí
paso hasta Chile, lo que su padre había conquistado, y quito el gobernador que allí
estaba por él, encomendando la gobernación de aquellas provincias a los dos
curacas naturales de Chile, Michimalongo y Antalongo, a quien su padre había
vencido. Y reformada la guarnición que allí había, se vino por Coquimbo y Copiapó
visitando y de allí a Atacama y Arequipa. Entro visitando por Antisuyo y Alayda, que
fue por el Collao y Charcas”.395
Con posterioridad al clásico estudio de Rowe,396 la tendencia ha sido aceptar o no discutir la
tesis según la cual la región de Coles y Camanchacas, entre Ica y Tarapaca, fue anexada
primeramente al imperio por Pachacuti,397 vale decir, el primero de estos tres gobernantes
sucesivos mencionados en las fuentes: Pachacuti, Topa Inga y Huyna Capac. Estas versiones
requieren de una perspectiva crítica y un manejo cauteloso de las inferencias que de ellas se
derivan. Si se consideran exclusivamente las fuentes indígenas pre toledanas, basadas en
información registradas en quipus guardados por las panacas (linajes reales) del Cuzco, existe
una discrepancia literal entre el testimonio prestado por los cuatro quipucamayos
interrogados por Vaca de Castro398 y la probanza presentada los nietos de Topa Inga (Tabla
4.5).
395
Sarmiento de Gamboa 1988 [1572]: 141. Subrayado es nuestro.
Rowe, 1946.
397
Betanzos, [1551]1987: 94 y 119-121; Santa Cruz Pachacuti, [1613]1993: 226, f. 22v: Pärssinen, 2003, notas
263 y 265: 127.
398
“Yupangue fue a quien llamaron Pachacuti Inga, que su interpretación es Mudamientos de Tiempo. Fue hijo
y sucesor de Viracocha Inga. Conquistó hasta lo último de los Charcas, hasta los Chichas e Diaguitas y todas
las poblaciones de la Cordillera de Andes y Carabaya, y por bajo hasta los términos de Quito y toda la costa
396
188
El origen de la versión de los quipucamayos en 1542 pertenece a la panaca de Pachacuti,
Hatun Ayllu,399 mientras la probanza de 1569 correspondería a la del Capac Ayllu, panaca
descendiente de Topa Inga.400 De este modo, los testimonios de Sarmiento y Betanzos,
relacionados a las conquistas de Pachacuti en el Collasuyo derivarían de la información
provisionada por la Hatun Ayllu panaca, la probanza haría suponer que para Topa Inga (su
sucesor) habría sido imperativo reconquistar parte de la región (Tarapaca). Esto justificaría
la doble atribución de esta conquista en las fuentes cuzqueñas.401 Como concluye Pärssinen:
“… Amaro Topa y algunos otros jefes militares conquistaron hasta Chicha, en el
Collasuyo, y hasta Arequipa, en el Contisuyo. Sin embargo, no sabemos si la faja
costera comprendida entre Ica y Tarapaca fue conquistada en esa época, o más tarde,
cuando Topa Inca había tomado ya el comando supremo del estado inca”.402
Aquello sería coherente con el testimonio expresado en 1569 por miembros del Capac Ayllu,
nietos de Topa Inga, quienes respecto de la conquista Tarapaca señalan que“…como vieron
que toda la gente era pobre la dejaron de conquistar”,403 por lo que, durante su gobierno, la
región habría permanecido anexada más no efectivamente invadida u ocupada.
Con todo, sorprende que a pesar de la supuesta pobreza detentada por poblaciones
tarapaqueñas, Cabello de Valboa y también Murúa señalen que las minas de plata más
de Tarapacá, que no le quedó cosa en la costa que no la tuviese sujeta y debajo de su señorío, y lo que no podía
por armas y guerra, los trajo a sí con halagos y dádivas” (Quipucamayos, 1920 [1542]: 370). El subrayado es
nuestro. Según la tercera y última edición de este manuscrito, publicada en 1974, el testimonio de 1542 se le
atribuye a “Collapiña [sic], Supno y otros Quipucamayos” (Urton, 2008: 191-192).
399
Pärssinen (2003, nota 195: 114) señala una hipótesis alternativa según la cual “… que el relato de
Quipucamayos puede reflejar el punto de vista de Suczu panaca y que todas las cosas que sucedieron durante
la vida de Viracocha fueron registradas a su favor (aun cuando fue retirado del cargo). Si esta hipótesis es
correcta, significaría que los Pacasa, caranga y posiblemente los Quillacas fueron conquistados al mismo
tiempo que los Chimú y los Cañar en el norte. Entonces el resto de Charcas podría haber sido conquistado
justo poco antes que Topa Inca fuera coronado como soberano del Estado”.
400
Julien, 2000: 36-38.
401
Pärssinen, 2003: 113-114. Una situación similar (la doble atribución de las conquistas) se documenta en las
fuentes locales en las provincias de Pacasa y Quillacas
402
Pärssinen, 2003: 128.
403
Capac Ayllu, [1569]1985: 226.
189
importantes del Collasuyo, entre ellas la de Tarapaca, habrían sido descubiertas por el propio
Topa Inga.404
Los trabajos de José Luis Martínez, por su parte, han demostrado que en varias regiones
multiétnicas de los Andes era común la referencia despectivas a poblaciones, tildadas de
pobres, sucias o hediondas tuviera una carga étnica, por ejemplo en el caso de los uros,405 o
se relacionaba cierto desprecio a poblaciones que vivían de prácticas económicas de caza y
recolección (con ausencia de prácticas agrícolas, pero sobre todo ganaderas), más que a la
disponibilidad de recursos minerales.406 De igual modo, la alusión a provincias administradas
por funcionarios incaicos y habitadas por poblaciones “pobres” se relacionaría incluso con
una estrategia de ocultamiento frente a la búsqueda de riquezas por parte de las autoridades
404
“De este viage dexo Topa Yngayupangui descubiertas grandes, y muy ricas minas, ansi como fueron las de
Porco, Tarapaca, Chuquiabo, Carabaya y otras muchas, y con innumerables Tesoros entro en el Cuzco
triunfando por la orden acostumbrada” (Cabello Valboa 1951 [1586]: 336-337). Según Martín de Murúa (1987
[1611-1613]: cap. XXV): “Concluido con el castigo de la provincia del Collao, habiendo recibido los
embajadores de las provincias de do le vinieron a dar la obediencia, dio orden Tupa Ynga Yupanqui de
descubrir minas, y así en aquel tiempo parecieron y fueron descubiertas las de Porco, siete leguas de Potosí, y
Tarapacá, de plata, y las de Chuquiabo y de Carabaya, de oro más precioso y de mejores quilates”. Subrayado
es nuestro.
405
Julien, 1983: 86.
406
Martínez, J.L., 1992, 1998, 2004, 2011; Urbina, 2014: 162. Para el período prehispánico, la situación
mencionada puede comprenderse de mejor modo en Betanzos según el cual “… partió él [Topa Inga] luego
juntamente con ellos y tomó el derecho que a él le pareció y así caminó por sus jornadas y vino a dar a una
provincia que llaman Llipi en la cual provincia halló que la gente de ella era pobre de comidas y los
mantenimientos de ella eran quinua tostada que es una semilla blanca e muy menuda y algunas papas y los
edificios de sus casas eran cubiertos con unos palos fofos que son corazones de unas espinas de madera muy
liviana y muy ruin y lasas casas pequeñas y bajas y gente muy ruin lo que estos tenían eran minas de muchos
colores muy finas para pintar y de todos los colores que nosotros tenemos y así mismo poseían algún tanto de
ganado y así mismo en aquella tierra muchas avestruces y los naturales de estos pueblezuelos bebían de
xagueyes y manantiales muy pequeños a estos mandó que le tributasen de aquellos colores y de aquellos
ganados y así lo hicieron” (1987 [1551-1557]: 164). El subrayado es nuestro. La mejor descripción de los uros,
habitantes de las tierras altas, se encuentra en el memorial de Bartolomé Álvarez, el cual aporta datos
relacionados a estas poblaciones en el altiplano tarapaqueño y provincias vecinas. Álvarez, [1588] 1998: 390400. Sin embargo, esta apariencia de pobreza en cuanto estrategia para eximirse de los tributos impuestos por
el Inca y luego los encomenderos, sería también utilizada por las poblaciones aymaras de economía
agroganadera, según consta en el testimonio del factor de Potosí, Juan Lozano de Machuca, según el cual en la
provincia de Lipes “Demás de los cuatro mil indios referidos habrá en este repartimiento otros mil indios uros,
gente pobre que no siembran ni cogen y se sustentan de caza de guanacos y vicuñas y de pescado y de raíces
que hay en ciénagas, que las llaman coroma. Y con éstos se hacen pobres los cuatro mil aymaraes, porque
siendo gente rica de ganados de la tierra y que cogen y siembran y tienen contrataciones y rescates en esta
villa de Potosí, Tarapacá y Atacama, y que funden muchos metales que sacan de las minas, se excusan de pagar
tributo a su majtd., a título de pobres, como los mil indios uros que lo son verdaderamente, y podrían pagar
muy descansadamente a su majtd., cada un año doce mil pesos ensayados de tasa, y esto claramente se ha visto
y entendido y se ve cada día…”. Lozano de Machuca, [1581]1992: 31. El subrayado es nuestro.
190
hispanas, de los minerales de plata y los lugares sagrados (huacas) a los cuales estaban
asociados.407
La coherencia entre los testimonios, el desfase temporal entre los hechos y el registro escrito
de ellos, torna problemática cualquier vía de análisis sobre la fecha de la primera conquista
o la sucesión de conquistas sobre una misma región. Si consideramos las versiones
sistematizadas en la Tabla 4.5, al menos los tres últimos dignatarios cuzqueños emprendieron
una política expansiva, extendida o focalizada, para establecer un dominio sobre las
poblaciones de Tarapaca, el cual habría sido necesario revalidar por sucesores incorporando
nuevas comunidades/sectores de la región al imperio y efectuando nuevas visitas.408 Los
detalles que entrega Sarmiento sobre a las visitas presenciales efectuadas por Huayna Capac
refuerzan la idea sobre un territorio ya conquistado durante los gobiernos de Pachacuti y
Topa Inga; en el caso del primero, incluso mientras Viracocha era un anciano.
Esta conclusión es coherente con las dataciones radiocarbónicas y por termoluminiscencia
presentadas en el capítulo anterior, las cuales establecen un inicio de la ocupación incaica en
Tarapacá Viejo durante la primera mitad del siglo XV. Por otra parte, el trazado arqueológico
de los caminos incaicos se correlaciona prácticamente con todos los testimonios que hemos
sistematizado respecto de accesos a la región por la vía marítima, costera o tierras bajas
cálidas (yunga), vale decir por la Pampa del Tamarugal; así como desde el Collao o tierras
altas con los ramales que descendían desde la provincia de Charcas hacia Tarapaca.
La hipótesis sobre una serie de conquistas en la región por los distintos gobernantes a partir
de Pachacuti, concuerda con las particularidades regionales reconocidas por las
investigaciones arqueológicas que hemos analizado en el capítulo II, así como al proceso
gradual de incorporación de localidades, cuencas hidrográficas o sectores de valles, a una o
varias jurisdicciones cuzqueñas que hemos estudiado en el capítulo III.
Estas fases o etapas podrían, en último término, vincularse con las políticas imperiales de los
distintos dignatarios, donde se verificaría la participación de poblaciones de variado origen
407
Presta, 2008; Platt y Quisbert, 2008; Bouysse Cassagne, 2008; Urbina, 2014: 173-174.
Conrad y Damarest, 1984. Un testimonio concreto de esta teoría política podemos apreciarla en la relación
de Pedro Pizarro ([1571]1986: 46), según el cual “Esta Ynga Viracocha dicen conquistó y ganó y sujetó así
treinta leguas alrededor del Cuzco, donde pobló este primer Ynga. De este Ynga Viracocha quedo un hijo, que
se llamaba Tupa Ynga Yupangue Pachacuti, y que este gano cien leguas, y Guaina Ynga, Ynga Amaru Ynga, y
otros dos sus sucesores de estos ganaron hasta Cajamarca”.
408
191
o filiación étnica,409 sin embargo la resolución de los datos cronológicos y la poca
profundidad de los testimonios escritos es insuficiente para ofrecer una conclusión definitiva
sobre si fue Pachacuti o Topa Inga quienes ordenaron la edificación de Tarapacá Viejo e
Incaguano (Incamarca), así como el camino longitudinal o “de los Llanos” que unió Atacama
con Tacna o los ramales que articularon las minas de Tarapaca, la quebrada homónima y el
altiplano en dirección a Turco, Paria y Porco.
Un último punto relevante son las tempranas referencias a autoridades provinciales, aunque
escazas, sumamente significativas. En efecto, una de las autoridades encomendadas a Lucas
Martínez en el título otorgado por Pizarro en 1540, menciona a Apo u Opo410, señor del valle
de Cato con asiento en Guaviña (2370 msnm), en el curso alto de la quebrada de Tarapacá.
Antes de seguir adelante nos gustaría consignar que de ser correcta esta suposición, la
mención a un Apu o Apo sería la primera y más temprana referencia documental sobre la
estructura administrativa regional, correspondiendo a un funcionario provincial o un inca de
privilegio.411 Sin embargo, no contamos con fuentes independientes que confirmen este
aserto, por lo cual ésta inferencia debe ser considerada con cautela.
Sabemos que el nombramiento de autoridades provinciales escogidas entre los curacas
locales fue una práctica común en la expansión Inca al sur del Cuzco, aunque D’Altroy
sostiene que generalmente los gobernadores provinciales eran designados por los incas en el
Cuzco.412 Aquello ocurrió con el señor Lupaca, Apo Cari, así como en el caso del señor local
Sora, Inga Achacata, nombrados gobernadores militares de todo el Collasuyo, con el
privilegio de usar los títulos de “apo” e “Inga”.413 También fue el caso de “Apu Inga Sucso”
(Copacabana) y del sacerdote del Sol de la confederación Charca “Apu Challku Yupanqui”,
ambos del Collasuyo.414
409
Berenguer et al., 2007; Uribe et al., 2007; Berenguer et al., 2011; Urbina, 2009: 101-209; Uribe et al., 2012;
Zori y Urbina 2014.
410
Según Sarmiento de Gamboa, Inca Apu “… quiere decir señor del Inca” (Sarmiento de Gamboa 1988
[1572]: 155).
411
Urbina, 2014: 204 y 238.
412
D’Altroy, 2002.
413
Pärssinen, 2003: 251-251, citando a Murra, 1978: 418-419 y Del Río, 1990: 80.
414
Platt et al., 2006: 49.
192
En el Contisuyo, según Pärssinen, la evidencia indica que los Incas habían minimizado la
burocracia estatal en las provincias, por lo cual los curacas participaban de las decisiones
cotidianas. El control estatal era indirecto en esta medida, basado en inspecciones regulares,
aunque poco frecuentes. Era también indirecto en el caso de poblaciones reasentadas bajo el
sistema de la mita incaica, pues la mayoría de los mitimaes pertenecía a la población no inca
conquistada.415
Es llamativo que Guaviña fuera el asiento de este Apu y no el pueblo de Tarapaca (San
Lorenzo o Tarapacá Viejo), donde la planta urbana del asentamiento ha hecho pensar a los
investigadores que este último era la sede del poder incaico en la región.416 Sin embargo, es
muy probable que las jurisdicciones de este tipo de autoridades provinciales se extendieran
a una serie de poblados ubicados en una misma cuenca hidrográfica. En efecto, la mitad de
los pueblos mencionados en el título de encomienda de Lucas Martínez estaban sujetos a Apo
–señalado como señor de Guaviña, Puchuca y Pachica-,417 todos ubicados en el valle de Cato
(actual quebrada de Tarapacá).418 Esto plantearía la alternativa de un origen local de esta
autoridad dentro de la estructura incaica de poder en la región.
La relevancia política de Guaviña, localidad prácticamente desconocida en términos
arqueológicos, merece ser destacada en su calidad de asiento de este Apu, una de las
autoridades indígenas más prominentes mencionadas en el título de encomienda de 1540.
Esta condición jerárquica o de prestigio de Guaviña se verificará luego a través de una fuente
independiente al momento que se diseña la Doctrina de Tarapaca en 1571.419
En efecto, la organización territorial de las parroquias muestran con toda claridad que
Guaviña era considerada una parroquia dependiente de San Lorenzo de Tarapaca, de la cual,
a su vez, dependerían pueblos y anexos distribuidos en prácticamente toda la región –
415
Pärssinen, 2003: 253.
Núñez, L., 1979; Uribe y Urbina, 2010; Uribe et al. 2012; Zori y Urbina, 2014.
417
AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
418
El valle de Cato según consta en el título de encomienda de Lucas Martínez de 1540, y en el testimonio de
Echeverría y Morales de 1804 (Barriga, 1952: 162) correspondía a la actual quebrada de Tarapacá. Véase Advis,
1990a: 82. Para una discusión detallada Urbina, 2014: 183-236.
419
AGI, Lima 316. Propuesta al Obispado del Cusco para la división de la doctrina de Tarapacá por el cura
Francisco Churro de Aguilar y Marcos Valdelomar, 1571. En adelante citaremos este documento como
Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571. Agradezco al Dr. Jorge Hidalgo haberme facilitado
una copia impresa de este documento original. Véase Urbina, 2014: 240 y 243; Urbina, 2015, Tabla 2: 397.
416
193
Limaxiña, Guaviña la Chica, Lancana, Noasa, Cuchaya, Sibaya, Mocha, Puchulca, Pica,
Puerto Loa, Puerto Xequexeque (Iquique)-, vale decir, más del 40% de todos los pueblos que
conforman la doctrina en distintos valles, en el oasis de Pica y puertos en el litoral.420
Esto coincidiría con lo que sabemos sobre estos Apu dentro del sistema administrativo incaico
en las provincias, donde comúnmente eran los encargados de efectuar las visitas y
reducciones de las poblaciones desde los poblados en cerros a los nuevos centros
administrativos planificados y construidos según las normas urbanísticas incaicas sobre
terrenos planos. 421
Junto con los registros arqueológicos de Tarapacá Viejo y los testimonios tempranos relativos
a la existencia del “pueblo de Tarapaca”,422 la única referencia documental relativa un
“tambo” instalado dentro de la región se haya en un legajo transcrito por Alan Durston,
referido al juicio establecido entre 1570-1571 por los caciques del repartimiento de Lucas
Martínez contra Gonzalo de Valencia, su mayordomo.423 Allí consta que las poblaciones
tarapaqueñas tributaban “… cada año treinta fanegas de sal puestas en el puerto de Tarapaca
y así mismo daréis otras diez fanegas de sal en el tambo de vuestros valles”424
Debemos reconocer que James Lockhart y Lautaro Núñez habían mencionado que Tarapacá
Viejo correspondía durante el siglo XVI el “tambo” de Tarapaca,425 sin embargo no
420
Volveremos a este asunto más adelante.
Apu Achachi, hermano de Topa Inga, fue nombrado visitador general por Topa Inga “… he hizo su visita
general y redujo muchos de los indios a pueblos y casas; porque antes vivían en cuevas y cerros y a las riberas
de los ríos, cada uno por sí. Y pasó los que estaban en lugares fuertes a los llanos, porque no tuviesen sitio que
les hiciese confiar en su fortaleza para rebelarse” (Sarmiento de Gamboa 1988 [1972]: 134). Según Garcilaso,
el mismo Viracocha habiendo efectuado “… la visita del Cuntisuyu entró en las provincias del Collasuyu, las
cuales anduvo una por una visitando los pueblos más principales donde, como en las pasadas, hizo muchas
mercedes y favores así a los indios del común como a sus curacas en particular. Visitó aquella costa de la mar
hasta Tarapaca” (Garcilaso de la Vega, 1995 [1609], Tomo I: 311). El subrayado es nuestro.
422
Mencionado tempranamente en la “Probanza de don Diego de Encina, 1540” (Barriga, 1933: 272) y en la
“Causa criminal seguida y sustanciada en el consejo por comisión de su Majestad entre Diego de Almagro,
Diego de Alvarado y otros conquistadores del reino del Perú, contra Francisco, Hernando y Gonzalo Pizarro
y otros, sobre la muerte de Diego de Almagro, adelantado”. 17 de abril de 1540 (CDI, 1ra Serie, V: 370). Véase
también Pedro Pizarro, 1986 [1571]: 189-190; Advis, 2008: 162-163.
423
AGN, DIE, L2, C15. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
424
AGN, DIE, L2, C15, f. 267v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
El subrayado es nuestro.
425
Según se infiere de la información provista por Lockhart, el mayordomo del repartimiento de Tarapaca
habría traído consigo negros y yanaconas para trabajar tierras en el valle homónimo, comerciando en el
asentamiento sin problemas “The chacaras produced mainly maize, wheat, barley and were cultivate by negroes
and yanaconas (non – tribute- paying Indian servants) using oxen. Another mayordomo resided in Tarapaca,
the main Indian town collecting tributes, trading with the Indians, and selling provision to passersby at
421
194
especificaron la fuente utilizadaspara sostener dicha denominación. Sin embargo, con la
información hallada por Jorge Hidalgo en el Archivo General de la Nación, en Lima,
podemos plantear la hipótesis según la cual Tarapaca Viejo, o el pueblo de Tarapaca como
fue conocido en las expediciones de Almagro y Valdivia, era tempranamente aquel “tambo
de vuestros valles”.426 De esta manera, como hemos planteado en el capítulo III, podría ser
confirmada documentalmente la función administrativa regional y la posición estratégica de
este asentamiento ubicado en el centro de la red de caminos que cruzaban en distintas
direcciones la región. Esta función consideraba la capacidad de recibir contingentes de
personas y bienes en sus amplias canchas durante el período Tardío, lo que justificaría que
fuera utilizado, a modo de tambo, durante las primeras décadas de la encomienda como uno
de los centros principales de recolección del tributo.
Con todo, las fuentes de información histórica que hemos revisado, especialmente crónicas
de origen hispano e indígena, discutidas a partir de datos e hipótesis arqueológicas nos
permiten conocer aspectos diacrónicos de la expansión incaica, así como la configuración
provincial que la región mantenía en términos de la estructura administrativa incaica y
aquella que se visualiza al momento de la invasión hispana e instalación de las primeras
encomiendas. Un elemento novedoso en este plano es el encadenamiento jerárquico señalado
en un Auto episcopal de 1571, en donde la ascendencia política del pueblo de Tarapaca se
ejerce sobre Pica, por intermedio de la autoridad política de Guaviña (La Grande).
Visto en perspectiva, es probable que esta verticalidad sociopolítica entre pueblos y anexos
deje ver parte del vínculo dual establecido por los propios cacicazgos durante el siglo XV.
Primero, entre el conjunto de poblaciones o “naciones” del valle de Cato (quebrada de
Tarapacá) -donde se incluye Guaviña- y aquellas del oasis de Pica427 y, luego, entre las
autoridades indígenas quienes establecieron redes y dependencias particulares con pueblos y
otras autoridades de menor rango, las cuales serían sometidas a nuevas condiciones políticas
para su legitimación en la segunda mitad del siglo XVI.
Tarapacas tambo or inn. Once a year the resident at Tarapaca took a party of Indian on the 250 mil trip to
Potosí to sell produce” (Lockhart, 1968: 56). Véase también Núñez, L., 1984: 416.
426
AGN, DIE, L2, C15, f. 266r-268r. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
427
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 137r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
195
4.2.2. Elementos para una historia regresiva de la expansión incaica
El registro nacional de comunidades indígenas señala la existencia de distintas comunidades
quechuas en provincia del Tamarugal, compuesta por las comunas de Pozo Almonte, Camiña,
Colchane, Huara y Pica428. Aunque este es un proceso emergente iniciado en la segunda
mitad del siglo XX, especialmente en comunidades urbanas429, las evidencias sobre la
expansión y dominación Inca en la región son plausibles en distintas informaciones y
testimonios recogidos por estudios etnográficos, registros toponímicos e información
documental del siglo XIX y XVIII, lo cual ameritaría reconsiderar la explicación de este
proceso exclusivamente como gatillado por procesos de etnogénesis en el período
Republicano peruano y chileno.
Los estudios etnográficos de van Kessel,430 como aquellos más recientes,431 destacan la
persistencia en las generaciones del siglo XX e inicios del siglo XXI de distintas tradiciones,
creencias, testimonios y recuerdos sobre la influencia aymara y quechua que tienen origen
en el período colonial y precolombino. Jorge Hidalgo ha relevado la tradición oral recogida
en un “Auto” de prueba de derechos al cacicazgo de Pica, presentado por el linaje de los
Caques en 1756. El linaje de los Caques argumentaba tener aquel derecho por descender del
último “reyezuelo” prehispánico llamado Capagaina, gobernante de la parcialidad de
Arasaia.432 Junto a Capagaina, habían otros tres caciques denominados Sacagaina,
Quilagaina y Utali; los cuales, al bautizarse, habrían tomado los nombres de Pedro Caques,
Pedro Caucoto, Pedro Sucaques y Pedro Pacanco. Según observa Gabriel Martínez a Hidalgo
en el mismo trabajo “… los nombres prehispánicos parecen ser quechua, en cambio, los
apellidos de los cuatro Pedro parecieran ser Aymaraes”433.
428
CONADI, 2017. Para el caso de Camiña, véase Urrutia, 2011: 129.
Bengoa, 2000; Gundermann, 2000, en Urrutia, 2011: 44.
430
Van Kessel, 1980, 1996.
431
Gundermann, 2001: 65-101; Urrutia, 2011.
432
Hidalgo, 2004: 386. Dicho testimonio está contenido en un documento hallado por Jorge Hidalgo en el
Archivo de la Nación Perú, Lima -Derecho Indígena y Encomiendas. Leg. XXIV, Cuaderno 705, año 1756, f.
16r-16v, denominado “Autos promovidos por don Prudencio Hipólito Caques, indio principal y natural del
pueblo San Andrés de Pica, Provincia de Tarapaca, jurisdicción de la ciudad de Arica, sobre el derecho al
cacicazgo de dicho pueblo”.
433
Hidalgo, 2004, nota 17-18: 386.
429
196
Del mismo modo, el recuerdo glorificado del pasado incaico vinculado al pasado republicano
peruano, que se entremezcla en estas prácticas, es especialmente fuerte en las comunidades
precordilleranas y altiplánicas. En un retorno a las tradiciones, el surgimiento de líderes
comunitarios junto con fortalecimiento de la identidad involucra la reposición de mitos como
el retorno del orden incaico previo a la invasión hispana, similar a uno de los elementos
mesiánicos principales en la rebelión de Túpac Amaru fines del siglo XVIII.434
El culto a los cerros, pacarinas, huacas y otros lugares sagrados,435 es una de las facetas en
que el tiempo mítico o legendario del Tawantinsuyo ha persistido en la memoria siendo
recordado y trasmitido por las poblaciones indígenas de la región. Los estudios recientes en
las comunidades de la quebrada de Camiña y Nama reconocen sistemas de caminos, canchas
para celebración de feria y otros lugares sagrados como túneles o cerros tutelares instalados
o designados en el tiempo del Inca, los cuales, a veces en uso u obliterados por caminos
actuales, permanecen en la memoria de los ancianos.436
En las investigaciones lideradas por José Berenguer en el año 2007, pudimos re estudiar la
instalación incaica de Incaguano, o Incamarca como le denominan los pobladores de
Quebe.437 Fue sorprendente que la comunidad de esta estancia, dependiente del pueblo de
Cariquima, tuviera pleno recuerdo y respeto del tiempo de Inca Mallku e Inca T’alla su
compañera. En efecto, las ceremonias oficiadas en Quebe antes que se realizaran las labores
arqueológicas en el sitio fueron precedidas por numerosas libaciones y bailes en el nombre
de estas dos entidades protectoras.438
La interacción de dos sistemas de denominaciones religiosas, aymara (Mallku y T´alla) y
quechua (Inca), con un claro contenido étnico e histórico se desenvuelven en un contexto
moderno cuyo referente material, las instalaciones con arquitectura inca (Incamarca),
permanecen utilizadas en ceremonias ganaderas (wilancha) y donde el cerro tutelar
denominado Incaguano es considerado, según anotan Reinhard y Sanhueza, como un mallku
o deidad protectora por las comunidades y anexos de Cariquima.439 Según estos
434
Hidalgo, 1983. Ver Tesis Doctoral de Hidalgo, 1986.
Martínez, G., 1976, 1989.
436
Urrutia, 2011: 63-64, 84, 86, 123,
437
El sitio había sido reportado primeramente por Reinhard y Sanhueza, 1981.
438
Urbina, 2009: 108-109.
439
Reinhard y Sanhueza, 1981: 35.
435
197
investigadores, los recuerdos y discursos ceremoniales de los comuneros hacían evidente la
aún poderosa imagen del Inca en la zona. Recordemos que el cerro Huantajaya (cordillera de
la costa), según publica Checura en 1977, aún era venerado en ceremonias practicadas por
poblaciones precordilleranas de Cariquima en pleno siglo XX.440
En el ámbito de la organización social de las comunidades indígenas, en Camiña, los
pobladores del valle reconocen las antiguas divisiones de los ayllus bajo la terminología
aymara (aracsaya y mancasaya). Esta división elemental del grupo en mitades, incorpora
distinciones sociales de prestigio de clara estructura jerárquica, pues incluyen ayllus con
denominación Collana o Coyana, vale decir, unidades sociales identificadas con un origen
Inca, conquistadores o pobladores “propios del lugar”.441
En referencia a lo anterior, es significativo que en la revisita de Tarapaca de 1753,442 los 19
pueblos están conformados por alrededor de 42 ayllus, los cuales conservan sus nombres
originales o vernáculos consignados en la visita (Tabla 4.6, Figura 4.5).
440
Según refiere el investigador en las conclusiones de su trabajo “Mario Cruz Bustamante, investigador de
folclore, nos ha dado una información oral que aporta nuevos antecedentes a estas conjeturas. Relata el señor
Cruz que en el pueblo de Cariquima, ubicado en el altiplano chileno de la I región, existe un grupo ceremonial
llamado Los Sicuras, que en algunas oportunidades del año (no especificó cuáles) se reúnen sobre una pequeña
loma, donde existen pircas y un altar central de piedra. Al salir el sol uno de ellos inicia las loas a los cerros
sagrados del sector, dándoles las gracias por los beneficios que de ellos reciben o porque son depositarios de
la morada de los dioses. En esta oportunidad nombran también al cerro Huantajaya por sus riquezas. Estos
hechos han sido comprobados por el autor. Consultando a los lugareños sobre por qué veneran un cerro que
está tan lejos de su sector, contestan simplemente “por su riqueza” y agregan la leyenda de que antes el cerro
Huantajaya estaba junto a los otros, pero cuando pelearon el Isluga, Tata Sabaya, Tata Jachura y otros,
expulsaron al Huantajaya que vino a dar a la costa. El cerro Esmeralda y el Huantajaya están muy cerca y en
un mismo cordón cordillerano, siendo fácilmente confundibles como un solo cerro con varias cumbres,
descartando como la más alta la del cerro Esmeralda. Si el mineral argentífero servía para confeccionar las
estatuillas y otros elementos de sacrificios al Sol, se comprende que hayan escogido al complejo de cerros del
Huantajaya para este sacrificio máximo” (Checura, 1977: 142-143). El subrayado es nuestro.
441
Urrutia, 2011: 45. Véase Zuidema, 1964: 79 y 119; Burgos, 1995: 39 y 40. Van Kessel, 2003 [1980]: 115116.
442
El documento publicado por Villalobos en in extenso en 1981 corresponde al resumen de la revisita efectuada
por el oficial Joaquín de Cárdenas al partido de Tarapacá y sus repartimientos en 1753. La documentación se
encuentra en los libros de la Caja Real de Arica, Volumen 3, alojado en la Biblioteca de la Escuela de Derecho
(hoy Facultad) de la Universidad de Chile, Santiago. Como nos ha indicado el Dr. Jorge Hidalgo, este resumen
corresponde sólo a un fragmento del texto completo de la revisita, tal como se desprende de la Revisita de los
Altos de Arica en 1750, efectuada por el mismo Joaquín de Cárdenas (Archivo Nacional de Chile, Santiago,
Judiciales de Arica, Archivo Administrativo, Volumen 3) y publicada por Hidalgo en 1978 en la Serie
Cuadernos de Trabajo (s/n) de la Universidad de Tarapacá. Cuestión similar ocurre con una posterior Revisita
a Codpa (Altos de Arica), efectuada por el corregidor Demetrio Egan en 1772-1773 (Archivo Nacional,
Administrativo de Arica, Legajos 3 y 4) y publicada por Hidalgo y coautores (2004: 115-201). Un desafío para
futuras investigaciones será ubicar el texto completo de la revisita al partido de Tarapacá de 1753.
198
Tabla 4.6. Elenco de pueblos y ayllus del partido de Tarapacá en la revisita de 1753.
Partido de Tarapaca
CAMIÑA
Repartimiento
Pueblo
Id.
SIBAYA
Altitud
1
Camiña
2410
2
Chiapa
3150
3
Sotoca
3150
4
Isluga*
3900
5
Cariquima
3670
6
7
Miñimiñi
Cara
7
1600
?
Sub Total
1
Sibaya
2680
2
3
Usmagama
Sipisa
2870
3065
4
Mocha
2150
5
Guasquiña
5
2010
1
Tarapaca
2
Guaviña
2400
3
Mamiña
2750
4
5
Macaya
Noaza
5
2730
3250
Sub Total
TARAPACA
Topónimo
Ayllu
Sub Total
1400
Pica
1330
2
Guatacondo
2300
PICA
1
Sub Total
TOTAL
2
19
Id.
1
2
3
1
2
1
2
1
1
2
1
1
1
2
3
4
5
6
7
1
1
1
2
1
1
2
1
2
3
4
1
2
1
1
1
2
3
4
5
1
2
3
Denominación
Carviesa
Guallaga
Soga
Collana
Mancazaya
Collana
Mancazaya
Isluga
Collana
Mancasaya
Miñimiñi
Carviesa [pueblo de Camiña]
12
Collana
Maczaya [pueblo de Macaya?]
Mancazaya
Mollo
Tarapaca
Ullasi
Limacsiña
Usmagama
Sipisa
Mancazaya
Araczaya
Guasquiña
12
Araczaya
Mancazaya
Araczaya
Collana
Mancazaya
Guaytara
Aracsaya
Mancazaya
Macaya
Noaza
10
Araczaya
Mancazaya
Tivique
Tarona (Taroma)
Forasteros [agregados a Tarona]
Guatacondo
Chipana
Ocapuna
8
42
Fuente: CRA, vol. 1749; Dagnino 1909: 203; Villalobos 1979: 50-52; Villalobos 1981: 68-84; Hidalgo 1978;
Gundermann 2003: 124-126. * En 1751 ya existían en Isluga dos ayllus denominados Ayllo Arasaya y Ayllo
Mancasaya. Archivo Notarial de Pisagua, vol.55, N°6, fj.9v, en Gundermann 2001: nota 42: 98.
199
De todos ellos, cinco ayllus poseen la denominación Collana, específicamente concentrados
en los asentamientos quebradeños o precordilleranos. Los ayllu Collana se registran en el
repartimiento de Camiña, en los pueblos de Sotoca, Camiña y Chiapa; mientras que en el
repartimiento de Tarapacá, en las localidades de Sibaya y Guaviña.443
Figura 4.5. Pueblos y repartimientos mencionados en la revisita de 1753.
Fuente: Elaborado a partir de Villalobos 1979: 50-52; Villalobos 1981: 68-84; Google Earth 2016. No se
ubica la localidad de Cara.
443
Villalobos 1979: 50-52; Villalobos 1981: 68-84; Gundermann 2001, nota 42: 98, 140-141; Gundermann
2003: 124-126.
200
Demuestra la importancia de estas unidades sociales, el hecho que todos los ayllus con esta
denominación se ubican en el primer lugar del listado de ayllus por pueblos, con excepción
de Guaviña donde ocupa el segundo lugar, luego del ayllu aracsaya, lo cual sugiere un
desplazamiento o disputa por el control de este poblado por un linaje aymara. Gundermann
en su tesis doctoral señala que el surgimiento del ayllu “Kollana” en la localidad altiplánica
de Isluga se habría producido a fines del siglo XVIII. En efecto este ayllu, junto a San Juan,
Iska y Hacha no se encuentran mencionados en la revisita de 1753. Para el antropólogo, esto
se debería a la dinámica poblacional y migratoria de la región y no a los efectos de la
presencia incaica en la región. Las evidencias documentales de esta ayllu Collana de Isluga,
incluso pueden ser rastreadas en el siglo XIX y XX.444
Por el contrario, en los trabajos del antropólogo jesuita Juan van Kessel, los datos disponibles
permitirían percibir la trascendencia que tuvo la intervención incaica aún en el período
colonial donde, se verifican ayllus Collana –barrios o pueblos de las autoridades principales
por derecho- en distintas cabeceras o centros poblados de la región de Tarapacá:
“Lo interesante es que los registros parroquiales del Tarapacá colonial mencionan
los ayllo Collana, que son varios y que no indican el nombre propio del ayllu, como
se ha pensado, sino una indicación de su categoría (e.g. ayllu principal o ayllu
central). Podemos considerar esta supervivencia como el efecto de una real presencia
de la administración incaica en la región, la que tenía sus puntos de apoyo en el
pueblo de Tarapacá (ayllu Collana de Tarapacá) y en Sibaya (ayllu Collana de
Sibaya). Los españoles, posteriormente, crearon allí mismo las sedes de sus doctrinas
y los centros administrativos locales. Probablemente, la doctrina de Pica y Camiña
tuvieron origen similar, aunque el pueblo de Camiña fue construido de acuerdo al
modelo español”.445
Debido a que el autor no especifica la fuente documental a la que se refiere, no es posible
establecer una comparación con la revista de 1753. Si bien Sibaya presenta un ayllu Collana
444
445
Gundermann, 2001: 140-143; Martínez, G., 1976, 1989.
Van Kessel, 2003 [1980]: 116.
201
en esta revisita, el pueblo de Tarapacá según este documento, se componía de los ayllus
Aracsaya y Mancasaya.446
Una referencia temprana, aunque indirecta, a estos ayllus prestigiosos, vinculados a nuestro
entender a la período Inca en la región, es aquella proporcionada por un documento de 1612,
transcrito por Mariano Paz Soldán a fines del siglo XIX, en donde el cacique principal del
pueblo de Chiapa, don Juan García Chuquichambe, solicita a Lorenzo de Castro, Corregidor
de Arica, la restitución de las tierras cultivables que poseía en la sección inferior de la
quebrada de Camiña, donde “… posee en las tierras que le pertenecen por derecho en el
valle de Tana, (…) junto a la comunidad real de arriba, tiene poseído aparte estas tierras
que serán como fanegada y media las cuales hubo y heredó de sus padres…”.447 En nuestra
opinión el cacique gobernador de Chiapa alude a las poblaciones establecidas en la parte alta
de la quebrada, probablemente Camiña, las cuales que gozaban del título de “reales” lo cual
concordaría con el prestigio otorgado al ayllu Collana.
En el conjunto de documentos presentados por Paz Soldán, además vemos aparecer el uso
del término quechua “topo”, unidad de medida o mensura utilizada durante el período Tardío
a lo largo del Tawantinsuyo,448 el cual aparece integrado en el sistema agrícola tarapaqueño,
446
Sergio Villalobos destacaba que la organización agrícola de los indios de Tarapacá se basaba en las tierras
comunes de los ayllus, aun plenamente vigentes a mediados del siglo XVIII. En la revisita de 1753 se hallan
mencionados 4 repartimientos, 19 pueblos y más de 40 ayllus que los conformaban, distribuidos de norte a sur
la desembocadura del río Camarones y el río Loa. Para el historiador, a pesar de lo tardío de este documento
“… sus datos, en general, son válidos para la época de la llegada de los conquistadores, porque, al parecer,
en Tarapacá los españoles no redistribuyeron en forma significativa la población. Sobre los antiguos padrones
de poblamiento se superpuso la organización de pueblos y repartimientos. El hecho de que a mediados del
siglo XVIII siguiese reconociéndose la organización de los ayllos, demuestra la solidez de aquel sistema y su
vigencia. Aunque las tierras de cada ayllo estaban muy reducidas para entonces, es dable pensar que la vieja
institución debía tener una existencia real como organización social y económica en el mundo silencioso y
apartado de los indígenas, que no deja huellas en la documentación” (Villalobos, 1979: 69). En una publicación
posterior, donde analiza la misma revisita de 1753, señala “… uno de los aspectos que más llama la atención
es la doble designación de los pueblos y ayllos para referirse a las agrupaciones indígenas. El pueblo
corresponde al concepto español de organización […] El ayllo, en cambio, entronca con la antigua
organización social y territorial de los indios que, como realidad histórica subsiste en el siglo XVIII en el
corregimiento de Arica La impresión nuestra, obtenida a través de la investigación de la economía local, es
que la dominación española no significó trastornos significativos en la distribución de la población autóctona
y que los antiguos padrones indígenas de poblamiento sirvieron de base a la nueva organización” Villalobos,
1981: 76.
447
Paz Soldán, 1878: 25. El subrayado es nuestro.
448
Según el análisis desarrollado por Cecilia Sanhueza “El término topo o tupu, al parecer de origen cuzqueño,
es el más frecuentemente asociado a los sistemas de medición incaicos. Se aplicaba tanto a superficies
territoriales como a longitudes o distancias de camino. Sin embargo, tupu, tanto en quechua como en aymara,
alude al concepto genérico de "medida", pero no corresponde necesariamente a una unidad de medición en
202
con menciones en la documentación entre comienzos del siglo XVII y hasta fines del siglo
XIX. El “topo” constituye una medida de superficie de terreno cultivable que, según
Duognac, en la quebrada de Tarapacá media 100 por 50 metros, aunque podía variar según
las condiciones ecológicas del medio entre media y una hectárea. El autor documenta,
adicionalmente, un título de propiedad del siglo XIX que comprende tierras denominadas
“canchones del Tamarugal” cuyas medidas ascendían a 430 topos.449
Sabemos que durante todo el lapso en que Lucas Martínez, Gerónimo de Villegas y María
Dávalos gozaron del usufructo de la encomienda en Tarapaca (ca. 1540-1578), los pueblos
de la región mantenían sus registros de contabilidad en base a quipus450 y la figura o cargo
del quipucamayoc o quipucamayo451 era clave para el funcionamiento y pago de los tributos.
Este instrumento tuvo tal importancia durante la época prehispánica que durante el siglo XVI
particular (Bertonio 1984; González Holguín 1952:347). La medición de superficies productivas en el mundo
andino consideraba distintos factores relativos a la calidad y condiciones del suelo, a sus requerimientos
técnicos, a la energía humana y al tiempo que su explotación requería. La extensión de un tupu, por tanto, era
relativa y variable, y no correspondía a una dimensión preestablecida, como intentaron adjudicarle los
españoles (Murra 1975:215). Al parecer, la voz tupu, que apela genéricamente a la "medida" o "medición"
oficial cuzqueña, se había generalizado en los Andes con la expansión y la organización del sistema productivo
estatal (incaico)” (Sanhueza, C., 2004: 486). El destacado es nuestro.
449
Ponce, 1979; Sáez, 1980, en Dougnac, 1984: 254; Una referencia temprana a derechos de tierras, expresados
en “topos”, se encuentra datada en el año 1612 en el litigio establecido entre autoridades del pueblo de San
Lorenzo de Tarapaca y Chiapa, donde se señala que “… en la misma quebrada de Pachica hay veinte y seis
topos de tierra sembradura de trigo, que es perteneciente del pueblo de Sotoca […] como también en el pueblo
de San Antonio de Mocha, anexo de Camiña hay más de seis topos de tierra del Pueblo de Chiapa (Paz Soldán,
1878: 27). También referidos en Gundermann, 2001: 102; Sanhueza, 2008: 63.
450
AGN, DIE, L2, C15, f. 346r. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
En la declaración de los caciques de Pica, en el juicio contra Gonzalo Valencia, los caciques de Pica
comparecieron ante el escribano Diego de Formizedo Farfán“…don Joan Amastaca cacique del pueblo de Pica
al cual después de haber jurado por dios e por santa maría e por las palabras de los santos evangelios y por
la señal de la cruz que hizo con su mano derecha por lengua del dicho Pedro Sande lengua en forma de derecho
so cargo del cual prometió de decir verdad al cual mandé que bajo juramento que tiene hecho traiga y exhiba
ante mí el quipu de las cosas que a dado a Gonzalo Valencia mayordomo que fue de Lucas Martínez de lo que
son obligados a dar por tasa que pagaban al dicho su encomendero después que salió de ser mayordomo
Alonso García Vegaso y entró en la dicha cobranza el dicho Gonzalo de Valencia que fue un año poco más o
menos a lo cual dijo que él está presto de exhibir el dicho quipo y dar cuenta e razón de lo que ha dado al dicho
Gonzalo de Valencia el dicho año que se le manda”. AGN, DIE, L2, C15, f. 370r-370v. Los caciques e indios
de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
451
En el documento que citamos Joan Amastaca, cacique principal de Pica, señala que “… le dejaron de dar (a
Gonzalo Valencia) lo que dicho tiene el dicho año lo cual [es a bien] visto por sus quipos que del dicho año
tiene y examinado con sus indios e quipucamayos lo cual es verdad para el juramento que tiene hecho”. AGN,
DIE, L2, C15, f. 371r. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. El subrayado
es nuestro.
203
fue utilizado como medio de prueba para los juicios entablados entre los caciques y el
mayordomo de los repartimientos de Lucas Martínez.
En suma, considerando los 900 tributarios mencionados en la cédula de Lucas Martínez;452
las instalaciones administrativas, extractivas (mineras) e infraestructura vial levantada
durante el siglo XV y XVI; los componentes cerámicos cuzqueños presentes en distintos
asentamientos de la región453 y especialmente el rango urbanístico inca de Tarapacá Viejo,
donde también se registra el uso y descarte de quipus;454 durante la primera mitad del siglo
XVI, Tarapaca estaba conformada nueve pachacas o, de modo incompleto, una guaranga
de 1000 unidades domésticas o purics dentro de la administración decimal incaica.455 El
funcionamiento de esta guaranga, como veremos en la segunda parte de esta investigación,
puede ser comprendida estudiando la procedencia, cantidades y categorías tributadas por las
poblaciones de la región durante la segunda mitad del siglo XVI.456
Con todo, la trascendencia del período Inca en la región puede evaluarse a través del conjunto
de elementos y variables que hemos discutido, como en la importancia de ciertas
denominaciones etnográfica de los ayllus en el siglo XVIII y XIX, el culto a los cerros
tutelares que hasta hoy persiste, las dimensiones prácticas y cotidianas del sistema de
medidas que rige la producción agrícola y la tenencia de tierras –en el cual podríamos sumar
el sistema de trabajo rotativo o mita para el regadío de tierras agrícolas-.457 Del mismo modo,
como veremos más adelante, el sistema administrativo incaico habría influido en el sistema
de contabilidad vinculado al tributo y el uso de medidas oficiales durante el período Colonial,
cuyo uso fue extendido durante los tiempos del Tawantinsuyo para establecer el cuadro de
distancias de caminos y pueblos, así como para el propio tributo que esta provincia entregó
a los gobernantes cusqueños y las autoridades provinciales.
452
AGI, Justicia 401, N°1, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas; Barriga, 1955: 1718.
453
Especialmente las piezas encontradas en Cerro Esmeralda (Checura, 1977), en la aldea agrícola y campo de
montículos de pampa Iluga (Larraín, 1974: 18-19), en el cementerio de Pica 7 (Núñez 1962; Briones et al.,
2005: 2015), así como en Tarapacá Viejo (Uribe et al., 2007) y los sitios altiplánicos de Incamarca, Collahuasi
37 y Miño 1 y 2 (Berenguer y Cáceres 2008; Urbina 2009; Berenguer et al., 2011).
454
Agüero y Donley-Zori, 2007.
455
Julien, 1988; Pärssinen, 2003: 361; Urton y Brezine, 2007, Figura 1: 361; Hidalgo 2009a: 155, Urbina, 2015.
456
Trelles, 1991: 143-265; Urbina et al., 2018.
457
Véase el ejemplo etnográfico descrito para el sistema de riego de la localidad de Chiapa en Martínez, G.
1987.
204
4.3. La historia inscrita en el territorio
4.3.1. Caminos, pueblos e identidades tempranas
A diferencia de las fuentes documentales sobre la expansión incaica que hemos analizado en
el apartado anterior, son los testimonios generados por los cronistas y miembros de las
expediciones de Diego de Almagro (1536-1537)458 y Pedro de Valdivia (1537 y 1540)459 los
que nos han legado un primer conjunto de antecedentes precisos sobre las poblaciones y
asentamientos tarapaqueños.
En ellas se aprecian movimientos y recorridos de las huestes hispanas en su despliegue por
el Collasuyo y Contisuyo, involucrando a Tarapaca en el recorrido sur-norte de Almagro y
norte-sur de Valdivia. Especialmente, en la expedición de Valdivia destaca la referencia al
valle y pueblo de Tarapaca como punto nodal y estratégico de abastecimiento y conexión
entre Arica, La Plata y Lipes con Atacama, Copiapó y el reino de Chile.460 Uno de los
elementos que los compañeros de Valdivia recordaron reiteradamente en su trayecto por el
desierto de Atacama, es su estadía en el “pueblo de Tarapaca”,461 de igual modo que los
458
Fernández de Oviedo, [1557] 1901: 251; Barros Arana [1884] 2004: 131-161. La “Relación del viaje a Chile”
apuntada por Diego de Almagro y transcrita en Panamá por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo antes de
1541, como el plano confeccionado con el derrotero de Almagro en 1539 a cargo de Cristóbal de Molina,
sacerdote y miembro de la hueste, se encuentran extraviados. Advis, 2008: 164.
459
Mariño de Lobera, [1580] 1865: 37-38; Meza, 1950; Bibar [1556] 1979; Rojas-Mix, 1991.
460
Probanza de los méritos y servicios de Francisco de León. 18 de febrero de 1559 (CDI, 1ra Serie, X: 249 y
263); Información de servicios hechos a Su Majestad en las provincias de Perú y Chile, por Rodrigo de
Quiroga, gobernador de las provincias de Chile. 31 de octubre de 1560 (CDI, 1ra Serie, XVI: 116, 128-129,
143, 150, 183 y 202); Probanzas de Juan Gómez Almagro y Antonio Tarabajano en el pleito seguido entre
ambos sobre la encomienda de indios de Topocalma. 1556-1561 (CDI, 1ra Serie, XI: 254, 286 y 302);
Fragmentos de la información de los méritos y servicios de Bartolomé Días. 27 de enero de 1561 (CDI, 1ra
Serie, XVIII: 53); Probanza de los méritos y servicios de Santiago de Azoca. 17 de octubre de 1562 (CDI, 1ra
Serie, XII: 94-95); Fragmentos de la información de los méritos y servicios del capitán Pedro de León. 16 de
agosto de 1564 (CDI, 1ra Serie, XVI: 440); Diego de Velasco, vecino de la ciudad de Santiago, con Alonso de
Córdoba, de la misma vecindad, sobre ciertos indios. [1563] 1577 (CDI, 1ra Serie, XIV: 450, 453, 462-463,
467, 481, 486, 490 y 493); Juan de Cuevas, vecino de Santiago de Chile, con Lope de la Peña, vecino de la
ciudad de Mendoza, sobre los caciques Elchuna y Nicha y los demás contenidos en la demanda. 1575 (CDI,
1ra Serie, XV: 311, 326, 345, 364, 378, 384 y 398); Probanza de los méritos y servicios del general Juan de
Jufré en el descubrimiento y población de las provincias de Chile. 1576 (CDI, 1ra Serie, XV: 120); Mariño de
Lobera, [1580] 1865: 35 y 85.
461
Causa criminal seguida y sustanciada en el Consejo, por comisión de Su Mag., entre Diego de Almagro,
Diego de Alvarado y otros conquistadores del reino del Perú, contra Francisco, Hernando y Gonzalo Pizarro
205
caminos o vías que articulaban este pueblo y el valle homónimo con las provincias orientales
de Charcas,462 Lipes463 y Tarija.464
En este punto tanto las evidencias arqueológicas de los caminos incaicos, como las rutas
utilizadas por los españoles durante el siglo XVI, confirman la conectividad estratégica que
la provincia Tarapaca posibilitaba en el contexto del sur desértico del virreinato peruano.
Si bien el único poblado mencionado por el cronista de la expedición de Almagro, Fernández
Oviedo, es Pica, los testimonios de los expedicionarios –como el suscrito en la probanza de
servicios de Diego de Encina-465 ratifican que más al norte la hueste permaneció en el “pueblo
de Tarapaca” y que a pesar de atravesar un “despoblado”, las comunidades habían retirado
sus cosechas y recursos almacenados,466 obligando a los compañeros de Almagro a circular
por la región temiendo por las hostilidades.467 Para arribar a la actual quebrada de Tarapacá,
la comitiva de Almagro habría atravesado el río Loa en el oasis de Quillagua, utilizando un
camino que permitía el paso longitudinal desde Atacama hacia la pampa del Tamarugal468 y
que articulaba el oasis del Loa Medio con la quebrada de Tiliviche por el norte. Este camino,
a pesar de su aridez, estaba jalonado por numerosas instalaciones de enlace como chasquis,
tambos y los propios poblados que se ubicaban en los valles que descendían desde el oriente
hacia la pampa del Tamarugal.469
y otros, sobre la muerte de don Diego de Almagro, adelantado. 17 de abril de 1540 (CDI, 1ra Serie, V: 370);
Probanza de los méritos y servicios de Santiago de Azoca. 17 de octubre de 1562 (CDI, 1ra Serie, XII: 132);
Fragmentos de la información de los méritos y servicios del capitán Pedro de León. 16 de agosto de 1564 (CDI,
1ra Serie, XVI: 419 y 431); Juan de Cuevas, vecino de Santiago de Chile, con Lope de la Peña, vecino de la
ciudad de Mendoza, sobre los caciques Elchuna y Nicha y los demás contenidos en la demanda. 1575 (CDI,
1ra Serie, XV: 364).
462
Bibar, [1558] 1979: 12-13.
463
Diego de Velasco, vecino de la ciudad de Santiago, con Alonso de Córdoba, de la misma vecindad, sobre
ciertos indios. [1563] 1577 (CDI, 1ra Serie, XIV: 477).
464
Juan de Cuevas, vecino de Santiago de Chile, con Lope de la Peña, vecino de la ciudad de Mendoza, sobre
los caciques Elchuna y Nicha y los demás contenidos en la demanda. 1575 (CDI, 1ra Serie, XV: 357).
465
Barriga, 1933: 272. También “Causa criminal…”. 17 de abril de 1540 (CDI, 1ra Serie, V: 370)
466
Hidalgo, 1972: 27 y 31.
467
Barros Arana [1884] 2004: 157.
468
Según Advis (1989: 38-40), se deriva del análisis del derrotero sur-norte de la expedición de Almagro que
Tarapaca indicaba tempranamente la cuenca endorreica, valle o pampa del Tamarugal, cuya extensión
longitudinal abarcaba entre el río Loa y la quebrada de Tiliviche. La quebrada de Tarapacá, como la conocemos
hoy, por su parte correspondería al valle de Cato mencionado el título de encomienda de Lucas Martínez de
1540. AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
469
Véase el estudio cronológico de la expedición en Advis, 2008: 148-168; Urbina, 2014: 150-159. Ver capítulo
III.
206
De acuerdo a lo anterior, todo indica que entre Pica y Tarapaca habría existido un camino
bien definido desde tiempos prehispánicos,470 cuya representación cartográfica es nítida aún
en el plano de Pampa Iluga dibujado por O´Brien en 1765.471 Este plano, comparado con las
rutas propuestas por Briones y coautores a partir del análisis etnográfico de la movilidad de
pastores-caravaneros, son singularmente claras en dibujar la red vial y la jerarquía de
poblados, caminos y rutas que articulaban los distintas zonas geográficas y altitudinales.
Tanto en los planos del siglo XVIII como en las rutas caravaneras del siglo XX, los poblados
de Pica y Tarapaca son los puntos de convergencia de todas las rutas regionales entre
altiplano (Pacajes, Caranga, Quillaca y Lipes) y las tierras bajas, entre los valles de Arica y
Atacama.472
La expedición de Valdivia en 1540, proveniente desde Arequipa, pasó por Moquegua, Tacna
y Arica, internándose en Tarapaca utilizando la ruta por la pampa –llamado también el
camino de la costa473 o de la “sierra marítima”- recorrida por Almagro tres años antes en
sentido contrario, consideración que parece plausible considerando que en su expedición
viajaba Pero Gómez de Don Benito, antiguo compañero de Almagro.474
Mientras Barros Arana apoyo el recorrido por la pampa,475 Silva Lezaeta plantea que la
hueste habría optado por una ruta precordillerana, por donde:
“… Valdivia avanzó intrépidamente desde Arica hacia los primeros escalones de la
cordillera, buscando algunos de esos oasis habitados; y después de pasar por los
villorrios de Camiña, Sipiza, Chuzmiza (sic) y Pachica, llegó a sentar su real en
Tarapacá, el más extenso y provisto de esos caseríos, en los primeros días del mes
de abril de 1540”.476
470
Briones et al., 2005, Figura 1: 197.
AMN, Signatura 053-A-05-a, Plano que manifiesta el valle y pampa de Iluga…, ca. 1765.
472
Berenguer et al., 2011. La documentación permite sostener adicionalmente la existencia de un camino que
permitía transitar desde Tamentica, pasando por Guatacondo hasta Potosí (Silva Lezaeta, 1904: 43); Probanza
de los méritos y servicios del general Juan de Jufré en el descubrimiento y población de las provincias de Chile.
1576 (CDI, 1ra Serie, XV: 23). Esta ruta podría ser distinta a aquella que transitan desde Tarija, por Lipes hasta
alcanzar el valle de Tarapaca. “Diego de Velasco…”. [1563] 1577 (CDI, 1ra Serie, XIV: 477).
473
Raffino, 1996.
474
Barro Arana, [1884] 2004: 173; Silva Lezaeta, 1904: 42; Advis, 2008: 166.
475
Barro Arana, [1884] 2004: 173.
476
Silva Lezaeta, 1904: 39.
471
207
Siguiendo el itinerario propuesto por Lezaeta, Valdivia habría recorrido de norte a sur: Arica,
Codpa, Esquiña, Nama, Camiña, Soga, Jaiña, Sipiza, Chusmiza, Pachica, hasta arribar luego
de 121 leguas, al pueblo de Tarapaca con una dotación de 15 a 36 hombres.477
Lamentablemente, ni el autor ofrece respaldo documental de la ruta propuesta, ni esta ha
podido ser confirmada por una fuente independiente.478
El arribo de Pedro de Valdivia a Tarapaca se produjo pocos meses después de que Lucas
Martínez obtuviera su título de encomienda sobre diversos pueblos de la región.479 Al vínculo
existente entre el conquistador y el encomendero ha sido explicitado por Efraín Trelles,
destacando que Martínez fue parte de la empresa y, desde su base en Tarapaca, fundamental
apoyo logístico en la campaña de Valdivia en Chile. 480 Sin embargo, no es del todo claro si
Martínez se había apersonado ya en estas tierras o si fue Valdivia quién entró en ella antes
que el encomendero. Si sabemos que Martínez tomó posesión efectiva de su encomienda en
la Villa Hermosa de Arequipa el 17 de febrero de 1540, asentamiento que recibiría el título
de ciudad el 15 de agosto del mismo año, lapso en el cual parece haber sido destinado
íntegramente a su constitución, ordenamiento y entrega de tierras.481 Por lo tanto, a diferencia
477
Declaración de Pedro Gómez de Don Benito. 20 de septiembre de 1558 (CDI, 1ra Serie, XXII: 230-231);
Declaración de Marcos Béaz. 20 de septiembre de 1558 (CDI, 1ra Serie, XXII: 202); Declaración de Rodrigo
de Araya. 20 de septiembre de 1558 (CDI, 1ra Serie, XXII: 553); Silva Lezaeta, 1904: 40.
478
Los estudios etnohistóricos y arqueológicos efectuados en la sierra de Arica por Santoro (1983: 50)
proponen, en efecto, un itinerario distinto a la desarrollada por el Lezaeta. Véase también Errazuriz, 1911: 5658, 412.
479
Probanza de don Francisco Irarrázabal en la causa seguida a su instancia contra Juan Gómez y el fiscal
de Su Majestad, sobre la tenencia de ciertos indios del valle de Quillota en las provincias de Chile. 1 de
diciembre de 1565 (CDI, 1ra Serie, XXIII: 61). La cédula está firmada por Francisco Pizarro en la ciudad del
Cuzco el 22 de enero de 1540.
480
En tres cartas escritas en el año 1545 por Pedro de Valdivia a Carlos V y a Hernando Pizarro, se aprecia un
fuerte vínculo comercial y logístico con aquel próspero Martínez Vegazo y Valdivia. Rojas Mix, 1991: 69-70,
87-88 y 90-91. Lucas Martínez fijó su atención en “…el extremo sur de la Arequipa de entonces (…) donde al
atractivo de la minería (…) sumaba la posibilidad de abastecer las expediciones de conquista a Chile y
beneficiarse enormemente comercializando con el nuevo mercado”. Trelles, 1991: 50. Trelles además señala
que la posición geográfica de los grupos indígenas que componían sus repartimientos y las empresas que poseía,
hacían de dicha encomienda un bien estratégico “… clave para la conquista de Chile, a la que él mismo no era
en absoluto ajeno (…) proveyó de caballos y bastimentos a algunos de los hombres de Almagro. Valdivia era
miembro del círculo extremeño al que pertenecía Martínez Vegazo y cuando inició la conquista de Chile
dispuso ampliamente de la encomienda de éste último, sirviéndose de recursos materiales y humanos para
abastecerse, reunir la hueste y poner en marcha la empresa”. Trelles, 1991: 50.
481
Barriga, 1955: 19-20; Barriga, 1939: 61-62, 66-67, 75-76, 79; Trelles, 1991: 40. Según documentos del
Archivo Municipal de Arequipa, consultados por Trelles (Trelles, 1991: nota 14: 45), el 14 de noviembre de
1540, Lucas Martínez entrego el primer poder para administrar a sus indios a Álvaro Marín y Rodrigo Ximón;
208
de Almagro tres años antes, la comitiva de Valdivia no sufrió ataques u hostilidades de parte
de los pueblos por donde transitaban y que sus soldados pudieron recorrer sin problemas los
caminos locales y aquellos implementados durante la expansión del Tawantinsuyo.
De acuerdo con Bibar, junto con el camino utilizado por la hueste entre Tacna y Tarapaca,
el que conectaba el valle de Tarapaca con Charcas fue varias veces utilizado para acudir en
busca de refuerzos.482 Esta misma vía de circulación es mencionada por Luis Capoche en el
siglo XVI como la tradicionalmente utilizada por los Caranga entre los yacimientos de
Porco, sus cabeceras y enclaves inter ecológicos en la costa del Pacífico (Arica y
Tarapaca).483
Debe tenerse en cuenta que, al igual que en Fernández de Oviedo, Bibar utilizar el topónimo
“valle de Tarapaca” aludiendo a la pampa del Tamarugal y destaca en dicha “provincia”
como los ríos bajan la cordillera irrigando dicho “valle”, lugar donde “… los naturales tienen
abiertas muchas acequias de donde riegan sus sementeras”, a partir de lo cual es plausible
su reseñada mención a “… Tarapaca, valle fértil de bastimento”.484
Por otra parte, llama la atención la escasa mención a las poblaciones locales en relación al
tiempo que la expedición permaneció en la región,485 aunque Bibar menciona el encuentro
entre Francisco de Villagra, procedente de Tarija, y Pedro de Valdivia “… en un pueblo que
se dice de Los Capiruzones”.486 Ninguna investigación ha podido aportar datos nuevos sobre
así como el 7 de febrero de 1541, firmaron su representados un convenio con Juan Quijada y Diego García
Villalón para tomar posesión de cualquier mineral de plata que encontrasen. La documentación analizada por
este autor le llevan a proponer que en la segunda mitad del año de 1541 en el cual el encomendero está ya
concentrado en la explotación de las minas de Tarapaca (Trelles, 1991: 48-50).
482
Gerónimo de Bibar registra que en “Arequipa… halló (Pedro de Valdivia) a su capitán Alonso de Monrroy.
Luego lo despachó para el Collao y que recogiese toda la gente que por allí se viese recogido para la jornada,
y que llegase a Charcas con cierta cantidad de monedas para socorrer a los soldados que hallase en la villa
de la Plata [Chuquisaca] y en Porco y con todos se viniese al valle de Tarapaca que es en el mismo camino que
habían de llevar, treinta y siete leguas adelante del valle de Tacna” (Bibar, [1558] 1979: 12), en otra parte,
señala “… Pedro de Valdivia aguardó allí a su capitán. Alonso de Monrroy, que vino de las Charcas con
setenta hombres, los cincuenta a caballo y veinte de a pie. Convínole esperar allí algunos días para que los
caballos se reformasen y la gente se aderezase e se proveyese de bastimento” Bibar, [1558] 1979: 13).
483
Capoche, [1585] 1959: 19, en Presta, 2008: 214.
484
Bibar, [1558], 1979: 12. Nuestra opinión es que el cronista alude al sector de pampa Iluga, dispuesto con
acequias, sementeras e inclusive estancias agrícolas, ruta de conexión natural entre las quebradas que drenan
hacia la pampa. En la pampa Iluga confluye los desagües de los ríos o quebradas de Aroma, Tarapaca y
Quipisca. Véase, Billinghurts, 1886: 31-32; Sánchez, 1974a; Sánchez, 1974b, Figura 2: 99; Velozo, 1974,
Figura 1-3: 106-108; Larraín, 1974a: 10-15; Larraín, 1974b: 143-144; Núñez, L.,1979.
485
Advis, 2008: 162-163.
486
Bibar, [1558] 1979: 13.
209
el pueblo o pueblos de los cuales provienen estos “caperuzones”487 mencionados por Bibar,
por lo cual se mantiene la incógnita sobre si refiere a un grupo de guerreros provenientes de
los poblados aglutinados ubicados en la actual quebrada de Tarapacá, entre Huarasiña y
Pachica,488 o de quebradas y oasis de más al sur.
Si consideramos que la llegada de Valdivia fue comunicada a los indios de Atacama por
aquellos que “… llaman caperuzones y de los de Guatacondor y de Pica”,489 sus habitantes,
siguiendo una lógica longitudinal, tendrían asiento más cerca del río Loa que al norte de Pica.
De acuerdo a todo lo anterior, los caperuzones mencionados por Bibar corresponderían a
poblaciones de tierras altas de Tarapaca o habitantes de la cuenca del río Loa Medio en un
área de reconocido contacto entre éstas y poblaciones de Atacama, las cuales eran
identificados y diferenciadas por su vestimenta, tocado o gorro,490 con lo cual volvemos a
reconocer menciones a la indumentaria y el tejido como marcadores étnicos locales y
regionales.
487
Si se atiende al significado colonial del adjetivo, la denominación “caperuzones” referiría al atuendo textil,
tocado o gorro indígena, cuyo distintivo era una caperuza, cobertura de la cabeza, o bonete, que remata en
punta inclinada hacia atrás” (Diccionario Academia de Autoridades, [1729] 2012: 142, fj.2), rasgo que
seguramente los diferenciaba desde tiempos prehispánicos y durante el siglo XVI, a los habitantes de Tarapaca,
Pica, Guatacondo y otros pueblos. Tal como otros marcadores visuales (p.e. trajes, gorros y peinados), el uso
de este bonete era distintivo también el los Colla (hechos de mortero) del altiplano lacustre y los Cana
(bonetones muy anchos) habitantes de la sierra de Cuzco (Cieza de León, [1550] 1986: 68, en Martínez 2011,
nota 48: 145), el cual junto a la lengua y ciertas prácticas culturales o económicas “… podían o no ser
compartidos por varias naciones” (Martínez, 2011:145). Según describe Bartolomé Álvarez, las momias de los
curacas de Aullagas y Uruquilla usan distintos adornos cefálicos, textiles y de metal, al “… cada uno con su
modo de caperuza como solían andar” (Álvarez, [1588] 1998: 93, en Horta, 2010: 429). Véase también las
referencias al uso de bonete, caquete o “chucu”, como se le denominaba en aymara y quechua en el siglo XVI
y XVII, en Horta, 2011: 65-66, nota 264: 311, nota 276: 313, 314-317.
Precisamente, de acuerdo a la información textil de sitios arqueológicos, los caperuzones corresponderían a los
individuos con gorros con bonete o “coleta”, propios de contextos del período Intermedio Tardío (s. XIII-XV
d.C.) en localidades del río Loa (Chiu Chiu y Chacance). Específicamente se reconocen estos elementos del
atuendo en el cementerio Chacance-1, “… donde a diferencia de Chiu existe una situación de contacto entre
las poblaciones de Atacama y Tarapaca” (Agüero, 2007a: 102-103). Por otra parte, apoyando la formulación
de Advis que ya hemos mencionado, se han registrado dos aldeas ubicadas en las tierras altas de Tarapaca con
representaciones o grabados rupestres “… bastante pautadas de la figura humana en Chusmiza y Jamajuga [las
que] hacen referencia directa a la vestimenta y tocados usados por estas poblaciones asignadas al Complejo
Pica-Tarapacá, y son vinculables a la evidencia textil de la zona como túnicas semi trapezoidales, cascos y
gorros con coletas, objetos que se relacionan con situaciones de identidad e interacción con otras poblaciones”
(Agüero, 2007a, Figura 17 y 29: 54 y 134; Vilches y Cabello, 2011, Figura 6, C3 y C4: 45-46).
488
Núñez, 1978, Figura 1: 907, 911-915; Núñez, L., 1979: 173-181; Zori, 2011.
489
Bibar, [1558] 1979: 18.
490
Compárese con las fotografías de gorros publicados por Martínez 2011, Figura VI.1, VI.2 y VI.3: 218-219.
210
4.3.2. Los espacios habitados, los recursos y las poblaciones
De acuerdo a la información arqueológica disponible, entre los habitantes de los valles y
oasis interiores y la costa que va entre el río Camarones y Loa, existía una fuerte
interdependencia productiva y conocidos circuitos de movilidad residencial desde el siglo X
a.C. y cuya consolidación al parecer ocurre hacia inicios del período Intermedio Tardío en el
siglo X d.C.491 Sabemos, adicionalmente, que durante tiempos prehispánicos tardíos y hasta
el siglo XVII el guano era explotado con cierta especialización por grupos pescadores y
balseros del litoral y que las islas constituían lugares sagrados en ciertos casos.492
Siguiendo las crónicas de Cieza de León,493 Garcilaso494 y Vázquez de Espinosa,495 el valle
de Tarapaca, entiéndase la pampa del Tamarugal, permitía un acceso directo al litoral
pacífico, por lo cual los puertos, caletas o pesquerías cercanas se hallaba en su comarca.
La importancia del guano transportado hacia el interior, para su uso como fertilizante en
labores agrícolas,496 era uno de los elementos centrales que, junto con el pescado seco y
adornos elaborados en valvas de moluscos, vinculaban el sistema económico agromarítimo
491
Núñez, 2006; Uribe, 2006.
Véase Horta, 2010: 388-398.
493
“Más adelante están los ricos valles de Tarapaca. Cerca del mar, en la comarca de estos valles, hay unas
islas bien pobladas de lobos marinos. Los naturales van a ellas en balsas, y de las rocas que están en sus altos
traen gran cantidad de estiércol de las aves para sembrar sus maizales y mantenimientos” (Cieza de León,
[1551] 1967: cap. LXXV, en Chacón e Hidalgo, 1983: 112).
494
“En la costa de la más, desde más debajo de Arequipa hasta Tarapaca (que son más de 200 leguas de costa)
no echan otro estiércol sino el de los pájaros marinos, que los hay en toda la costa del Perú grandes y chicos.
Y andan en bandas tan grandes que son increíbles si no se ven. Crían en unos islotes despoblados que hay por
aquella costa y es tanto el estiércol que en ellos dejan que también es increíble: de lejos parecen montones del
estiércol puntas de alguna sierra nevada”. Garcilaso de la Vega, [1609] 1995, t. I: 259. El destacado es nuestro.
495
“Hay en esta una rica mina, que es el remedio de todos; y muchos han enriquecido con ella, y su trato; y es
que en esta tierra todo el trigo, maíz, y demás cosas que se siembran, para que produzcan con fertilidad, y
ventaja las guanean, que es lo mismo que estercolar, antes de sembrar, y después de sembrado; y es que 40
leguas de esta ciudad, cerca de Tarapacá a vista de tierra está un islote pequeño, adonde van muchas fragatas
a cargar de la tierra del dicho islote, que es amarilla, algo blanquizca, y olor del marisco, a la cual llaman
guano…”. Vásquez de Espinosa, [1636] 1986: 120. El destacado es nuestro.
496
“En el distrito de la ciudad de San Marcos de Arica, treinta leguas deste puerto, esta una isla que llaman
de Iqueyque, en donde se recogen infinidad de pájaros, de cuyos excrementos se hace un estiércol que se llama
guano en lengua de los indios, con que se siembra el trigo y maíz y las otras legumbres, todo a mano, como las
habas en Castilla; y echando un puño del en cada cuatro granos, se coge infinidad de semilla en tanto grado,
que de ordinario cogen 300 fanegas y más, y vez hubo que se cogieron 500 de una, como a mí me lo certificaron
personas de crédito en esta ciudad”. (López de Caravantes, 1965 [1614], vol. I: 252).
492
211
con la religiosidad de las tierras cálidas o yungas próximas a la costa Pacífico.497 Según los
testimonios del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, el sistema de creencias de las
poblaciones costeras estaba directamente vinculado a los distintos recursos marinos y
litorales para la subsistencia o el intercambio; o fertilizantes como el guano, explotado desde
varios milenios atrás. Estas prácticas de los pescadores eran consideradas por los habitantes
de los valles interiores y tierras altas como sustancialmente idolátricas o relacionadas con
cultos alejados de la religión estatal Inca y, posteriormente, de la fe católica.498
Las formas de interacción entre los grupos que habitaban el litoral desértico y el interior (p.e.
pampa y quebradas), así como las situaciones descritas entre la costa y valles de Tarapaca
nos acercan aquella definición integradora de “yunga marítima” ofrecida por Pulgar Vidal.499
497
Pulgar-Vidal, 1976: 55-71; Rostworoski, 2005: 77, 82, 87. La autora documenta que en “… 1540, Francisco
Pizarro otorgó la encomienda de Camaná a Francisco de Sauzedo, el curaca principal poseía: […] en Achca
tres leguas de Ocoña junta a la mar quarenta indios pescadores con el principal Yamonoco (AGI, Justicia 428).
El litoral de Caravelí albergaba numerosa población dedicada a la pesca y en la visita de 1549 debían tributar
a su encomendero, cada cuatro meses, cien cargas de pescado salado. Estos pescadores estaban sujetos al
curaca del valle llamado Laxa, mientras en Atico el curaca Chincha Puca declaró que en tiempo del Inca: […]
también le tributaban pescado porque tiene pescadores (Galdós Rodríguez 1977: 75 y 77). Los principales
asentamientos de pescadores en Moquegua, Tacna y Arica formaban pueblos establecidos en el litoral y en la
boca de los ríos; como las demás aldeas de la costa tenían sus propios jefes que, a su vez, se hallaban
supeditados a los curacas de los valles. Rostworoski, 2005: 154. El destacado es nuestro.
498
Rostworoski, 2005: 77-108. De acuerdo a la crónica de Garcilaso “… los indios de aquella costa, en casi
500 leguas desde Trujillo hasta Tarapaca –que es lo último del Perú, norte sur-, adoraban al mar, sin los ídolos
en particular que en particular cada provincia tenía. Adorábanla por el beneficio que con su pescado les hacía
para comer y para estercolar sus tierras, que en algunas partes de aquella costa las estercolaban con cabezas
de sardinas. Y así le llamaban mamacocha, que quiere decir “madre mar”, como que hacía oficio de madre en
darle de comer. Adoraban también comúnmente a la ballena, por su grandeza y monstruosidad. Y en particular
unas provincias adoraban a unos peces y otras a otros, según que les eran más provechosos porque los mataban
en más cantidad. Este era, en suma, la idolatría de los yungas de aquella costa antes del imperio de los Incas”.
Garcilaso de la Vega, [1609] 1995, t. I: 363). Según el análisis de Hidalgo, la expresión “hechiceros” podría
corresponder a prácticas rituales propias de Coles y Camanchacas como táctica bélica de resistencia a la
invasión Inca y luego hispana. Siguiendo un trabajo de Duviols e Itier publicado en 1993, Hidalgo plantea que
el lenguaje de Salcamayhua inclusive podría implicar a “… gente muy alejada de la religión imperial Inca, es
decir, rebelde o aún no sometida por los incas y, por lo tanto, más distantes del cristianismo” (Hidalgo, 2009a:
152, citando a Duviols e Itier 1993). Dentro de Atacama, tanto José Luis Martínez (1992: 49) como Victoria
Castro (1997: 176) indican que el calificativo “hechiceros” habría sido utilizado para referir a especialidad
económica o productiva marginal que “… los aimaras otorgarían a aquellos grupos que se dedicaban a la
caza, pesca y recolección…” (Hidalgo, 2009a: 153). Véase también las fábulas oídas de los propios principales
por Pedro Pizarro, encomendero en la región de Tacna y Codpa, relativo a las creencias que tenían las
poblaciones costeras, entre Ilo y Tarapaca, sobre las islas cercanas al litoral y donde el autor incluso alude al
centro ceremonial de Pachacamac, bastante más al norte, y las poblaciones pescadoras que allí residen. Con
todo, junto con los poderes mágicos de ciertas especies o la figura antropo-zoomorfa de ciertas deidades
adoradas, es evidente el vínculo establecido entre la abundancia de la costa pacífico, la riqueza minera, la
abundancia de peces, mamíferos marinos y aves para la caza. Pizarro, P., [1571] 1986: 245-248.
499
Pulgar-Vidal, 1976: 55-71.
212
Es relevante que a mediados del siglo XVII el repartimiento de Tarapaca estaba conformado
por una treintena de localidades entre las que destacan los puertos marítimos de Camarones,
Pisagua, Iquique y Loa, todos los cuales constituían terminales de caminos y rutas
procedentes que articulaban la costa y el interior desde tiempos prehispánicos.
La presencia de restos materiales de grupos habitantes del litoral en los valles y oasis
interiores de Tarapacá no es inusual. Desde el período Formativo, en cementerios como
Tarapacá-40, cuyas fechas oscilan entre el 1000 a.C. y el 660 d.C., los contrastes entre
ofrendas provenientes del interior y la costa –pescados, pulpos y aves del litoral (pelícanos)permiten “proponer a una población constituida por grupos en constante movimiento y flujo
tanto de personas como de ideas, particularmente en relación con una larga tradición
costera que interactúa con el interior como lo demuestra, entre otros, la presencia de
recursos marinos en algunas tumbas (Núñez 1969)”.500
En 1962, Lautaro Núñez informaba del hallazgo de cuatro tumbas en el cementerio
denominado Pica 7. Allí identifica, basándose en el patrón de enterramiento y artefactos
ofrendados en las tumbas, un grupo de camanchacas de Arica asentados en el oasis de Pica,501
los cuales probablemente habrían sido trasladados allí durante el período Inca.
Según refiere el autor “El hallazgo de un portacarga escalerado de madera (en el
campamento Soronal 3) es similar a uno excavado en el cementerio Pica 7, asociado a
anzuelos de cobre y balsa de tres palos, con tiestos cerámicos del estilo Saxamar (inca
altiplánico) (Núñez 1962)”,502 a partir de lo cual plantea que estos pescadores enterrados en
el oasis de Pica podrían ser parte de un grupo trasladado al modo de mitimaes.
Alternativamente no sería del todo errado pensar que pertenecieron a una unidad social de
tierras bajas conocida (Colesuyo), que en el caso específico de Pica comprendía poblaciones
del litoral asentadas en el interior con fines productivos sin perder su identidad cultural y
ergológica.
Sabemos que las poblaciones de los valles y oasis interiores poseían anexos, caletas o
pesquerías en el litoral desértico entre las desembocaduras del río Loa y el río Camarones,
500
Uribe et al., 2015: 69. Véase también Núñez, L., 1969.
Núñez, L., 1962. Véase Horta, 2010: 377-378.
502
Briones et al., 2005: 215.
501
213
donde compartían asentamientos co-residenciales;503 e incluso más al norte, en el puerto de
Arica, donde según indica el título de encomienda de Luca Martínez residía en 1540 el
principal Yano de Tarapaca.504
Debemos a Cúneo-Vidal el conocimiento de un listado de poblados y pequeños
asentamientos ocupados en 1666, donde, a pesar de los errores y problemas de la
transcripción y la ausencia de, se observa claramente la importancia de los puertos marítimos
de Tarapaca en la configuración de la red de asentamientos a nivel regional (Tabla 4.7).
Visto desde una perspectiva más amplia, las investigaciones etnohistóricas señalan que entre
Arequipa y Tarapaca habrían existido diversas y cambiantes formas de interacción,
dependencias y organización política entre los grupos yungas -camanchacas pescadores y
coles agricultores- y aquellos asentados en la sierra altiplano colindante.505
De acuerdo a los contextos funerarios analizados por Horta para en zona de Arica y nuestro
análisis de asentamientos, los componente cerámico y dataciones absolutas presentado en el
capítulo II, estas relaciones habrían sido más intensas entre el siglo XIV y XVII,506 cuya
etapa inicial (pre cinca) coincidiría con la gradual consolidación de los señoríos de Arica y
Pica-Tarapacá.
503
Cieza de León [1551]1967, Barriga 1955: 310-311.
AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
505
Desde la perspectiva del asentamiento y dispersión de los grupos yungas, Hidalgo señala que hasta el siglo
XVI “… no es conveniente desechar la posibilidad de que los yungas hayan tenido poblados en el altiplano;
de hecho, hay algunos sitios –como el Pucara de Visviri y numerosos pucaras en la sierra- que atestiguan la
resistencia yunga en el período de Desarrollo Regionales a la penetración serrana, si aceptamos, como hemos
propuesto, que la cerámica del período de los Desarrollo Regionales [de Arica] se identifica con la población
yunga”. Hidalgo, 2009a: 152. Véase también Advis, 1990b; Horta, 2010.
506
Muñoz y Chacama, 1993: 270-273; Silva, 1992-1993: 84-86; Hidalgo, 2009a: 152. Según concluye en su
estudio cerámico Uribe y coautores “…proponemos que el complejo Pica Tarapaca se gestó durante el
Intermedio Tardío, al menos en dos fases, una inicial y otra clásica; que de acuerdo a los sitios que ejemplifican
la situación, las denominamos fase Tarapaca (ca. 900-1.250 d.C.) y Camiña (ca. 1.250-1.450 d.C.)
respectivamente, siendo este último el panorama que predominaría a la llegada del Inka a la región hasta
1.532 d.C.”. Uribe et al., 2007: 167. Véase también Núñez y Dillehay, [1979] 1995.
504
214
Tabla 4.7. Listado de asentamientos indígenas mencionados en 1666.
Id
Pueblo
Zona biogeográfica
Topónimo
1 Tumqui
2 Guatacondo Alto
Quebradas
Guatacondo
3 Guatacondo Bajo
Quebradas
Guatacondo
4 Pueblo del Loa
Costa
Puerto Loa
5 Tazme
Quebradas
Tasma
6 Camissa
Quebradas
7 Camiña*
Valle
San Tomás de Camiña
8 Guallaco
Quebradas
9 Ssoga
Quebradas
Soga
10 Collana
Quebradas
11 Zepita
Quebradas
12 Vigamayo
Quebradas
13 Americma
Quebradas
14 Uros de Coscaya
Altiplano
15 Ique-Ique
Costa
Puerto de Iquique
16 Camarones
Costa
Puerto Camarones
17 Gualiña
Quebradas
Guaviña
18 Carhuisa
Quebradas
Cahuisa
19 Pica*
Oasis
San Andrés de Pica
20 Miñi-Miñi
Valle
Miñimiñi
21 Ssicsa
22 Tarapacá*
Valle
San Lorenzo de Tarapaca
23 Uracmina
24 Maasaya
25 Chiapa*
Quebradas
San María Magdalena de Chiapa
26 Pacho
27 Ucharacha
28 Ilanoca
29 Bilaya
Sibaya?
30 Capisa
Sipisa?
31 Bimaguara
32 Pulchulcay
Puchurca?
33 Lucaya
34 Pisagua
Costa
Puert+A10:D36o de Pisagua
Fuente: Juicio de residencia al Corregidor de Arica don Pedro de Montoya. Archivo de Límites, Ministerio
de Relaciones Exteriores del Perú, ca. 1666, en Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 480.
* Pueblos de reducción luego de la visita general de Toledo, 1575-1578.
Se valoramos los testimonios que disponemos para Tarapaca, la ocupación del litoral
tarapaqueño distaba de ser homogénea en este lapso temporal. Un testimonio independiente
215
contenido en la declaración presentada por Cristóbal de Villegas en 1558, respecto a la doble
residencia de las poblaciones tarapaqueñas, señala que mientras los habitantes de los oasis
de Pica y Tarapaca “…. estarán diez leguas poco más o menos los unos a los otros (…) ha
oído decir a los dichos de Tarapaca que allá en la mar están los indios de Tarapaca y Pica
todos juntos”.507
Según el testimonio de Lozano de Machuca, en el espacio entre Pisagua y el río Loa
cohabitaba una población de uros pescadores508 la cual alcanzaba más del 30% del total
dentro del “…. repartimiento de los herederos de Lucas Martín Begasso (que) es jurisdicción
de la ciudad de Arequipa y tendrá como dos mil indios aymares [sic] y más de mil indios
uros pescadores en el dicho distrito…”.509 La elevada cifra referida por Lozano destaca por
su exactitud y sus cifras redondeadas. Si bien enfatiza la representación de los tributarios no
agricultores dentro de la región, omite a los pescadores costeros o camanchacas que si
aparecen repetidamente en otras fuentes independientes, razón por la cual debemos tomar
con cautela su asignación de estos pescadores como exclusivamente uros (altiplánicos o
serranos) instalados en la costa.
Por otra parte, el mismo autor establece que, mientras en la costa de Atacama, estos uros
alcanzaría las 400 personas y aunque exentos del tributo entregan a los caciques de Atacama
pescado seco en señal de reconocimiento, en Lipes representarían el 25% de la población.510
En este plano de la discusión, la referencia a uros en el litoral pacífico como en el altiplano
vecino a la región no debe extrañar, pues señala tanto una particularidad étnica, una
especialización económica, una categoría tributaria en la tasa de Toledo511 y un modo de vida
basado en una especialización en ciertas prácticas subsistencia basadas en la caza, pesca,
recolección y, en menor medida, prácticas productivas estacionales. Complementariamente,
507
Barriga, 1955: 310-311.
“… en el término y contorno de Tarapacá, que es desde el puerto de Pisagua y Hiquehique, donde hay
indios uros pescadores, hasta el puerto de Loa, hay muchas minas de plata y oro, cobre y plomo, alumbre, acije
(aceche, caparrosa) y otros metales. Y el inca pretendió echar el río de Mauri, que es en la cordillera, al valle
del algarrobal, que es junto a Tarapacá y cinco leguas del cerro que llaman Asino, donde labró el inca y Lucas
Martín Begasso y Pedro Sande ha labrado y vístolo por vista de ojos, y este río intentó el inca echarlo al
algarrobal dicho y para ello rompió siete leguas de tierra y lo dejó como entraron los españoles en la tierra…”.
Lozano de Machuca, [1581]1992: 32-33. El destacado es nuestro.
509
Lozano de Machuca, [1581]1992: 33.
510
Lozano de Machuca, [1581]1992: 31 y 33.
511
Julien, 1983.
508
216
entre estos uros podían encontrarse poblaciones mineras bastante especializadas,512 mientras
que en general en todas ellas incorporaban a su economía la producción textil, no contaban
con suministros de lana propios (crianza de camélidos).513
Como ya mencionamos, el factor de Potosí, Juan Lozano de Machuca, resaltaba la presencia
de uros en el litoral de Tarapaca, junto a una serie de minas de plata y oro, cobre y plomo,
alumbre, acije (aceche, caparrosa) y otros metales.514 Por otra parte, Polo de Ondegardo
describe a los uros del área Quillaca, en el altiplano, los uruquillas, como un grupo
relativamente rico y formado por eficientes mineros,515 diestros y de gran especialidad en
escoger el mineral, por lo cual eran denominados palliris.516 El etnónimo “uruquilla” habría
sido entregado por Huayna Capac atendiendo a su significado: “pescadores de plata”.517
Es la perspectiva de Bartolomé Álvarez la que nos permite conocer la amplia distribución de
estos uros entre las provincias de Carangas, Lipes y Tarapaca, en Ullaga 500 tributarios, en
el pueblo de Challacata, en el distrito de la Salinas, de Garci Diez, así como “… dos jornadas
adelante, hacia la costa del Sur, están 500”,518 en tanto que “Los cientos que están adelante
–su pueblo se llama Isluga- son tales que, para no tener cura, estando en el obispado de Los
Charcas dicen que quieren pasarse al del Cuzco, que está la raya allí cerca. Y, si de allá los
vienen a visitar, húyense y dicen que son de acá”.519
De acuerdo a los registros parroquiales de Tarapacá para la segunda mitad del siglo XVII,
Odone ofrece una comparación de la movilidad residencial de los tributarios y personas que
han migrado hacia la región desde otros puntos de los Andes (Tabla 4.8).520
Como se trata de un estudio casuístico, junto con la representación que alcanzan los forasteros
provenientes de las provincias de Lipes, Carangas y Pacajes, destaca la composición étnica
general de este cuadro de circulación intra y extraregional.
512
Julien, 1983: 73, 84.
Álvarez, [1588] 1998; Wachtel, 2001.
514
Ver nota al pie n° 165.
515
Medinacelli, 2008: 286.
516
Ocaña, [1599-1606] 1969, en Medinacelli, 2008: 286.
517
Abercrombie 1992, en Medinacelli, 2008: 286.
518
Álvarez, [1588] 1998: 399.
519
Álvarez, [1588] 1998: 400.
520
Odone, 1994.
513
217
Tabla 4.8. Regiones y localidades de procedencia y destino en Tarapaca a partir de registros parroquiales, ca. 1650-1700.
ID
Región de origen/Zona*
Forasteros
n
%
Movilidad y circulación
Localidad de procedencia
Jaquima, Santa Magdalena de Llica, Salinas de Garci Mendoza, Sn Juan de Cheucha y San Cristóbal
de Cheucha, San Pedro de Quemes, San Santiago de Chuquilla y Lipes (San Antonio o San Pablo?)
Localidad de destino (casos)
Puerto de Pisagua, Tarapacá, Mocha,
Mamiña, Pica y Guatacondo (100)
Camiña y Miñi Miñi (38), Tarapacá y
Mocha (8), Pica y Guatacondo (13)
1
Lípez
141
42,3
2
Carangas
62
18,6
Colquemarca, Curahuara, Chuquicota, Turco, Andamarca, Carangas, Huachacalla y Sabaya
3
Pacajes
42
12,6
Calacoto, San Jesus de Machaca, San Andrés de Machaca, San Santiago de Machaca, Parcharcolla y
Camiña (16), Cara (2) y Pica (1)
Tiahuanaco
4
Subárea Valluna
32
9,6
La Paz, Cochabamba, Oruro, Chuquisaca y Potosí
Camiña, Mocha, Pica y Guatacondo
5
Atacama**
17
5,1
Atacama (sin localidad específica), Calama y Cobija
Camiña, Pica, Guatacondo, Puerto Loa y
Puerto de Pisagua
6
Sub área de Valles Occidentales
(sur del Perú)
11
3,3
Arequipa, Moquegua y Tacna
Mocha, Pica y Guatacondo
7
Camanchacas***
5
1,5
Se señala "pescadores"
Iquique y Camiña
8
Cuzco
4
1,2
Cuzco
Camiña y Pica
9
Sub área de Valles Occidentales
(extremo norte de Chile)
4
1,2
Arica-Altos de Arica-Socoroma
Puerto de Pisagua, Camiña, Mocha y Pica
10 Quillacas
3
0,9
Condo Conco y Quillacas
Tarapacá y Pica
11 Uros
2
0,6
Chipaya
Mocha y Tarapacá
12 Noroeste Argentino
1
0,3
Tucumán
Guatacondo
13 de Chile
1
0,3
14 Sin información territorial
8
2,4
Chuia, Maiora, San Pablo de Cacha, San Pedro de Cacta, Soluca, Thiuca, Torpa y Collana
Mocha, Guatacondo y Pica
333
100,0
TOTAL INSCRPCIONES
Fuente: Elaborado a partir de en Odone 1994: 113-184, Anexos 1-4: 271-305.
* Macro zonas de origen de las poblaciones (no pertenencia étnica).
** Ver datos basados en archivos parroquiales de Atacama y Tarapaca en Martínez, J.L., 1998.
*** Odone (1994: 168), señala que en uno de los documentos se lee la inscripción al margen "aillo camanchaca". Una referencia similar al ayllu
camanchaca ubicado en Iquique entre 1686 y 1690 es mencionado por Larraín y Burgueño, 2011.
218
Mientras cada localidad representa un universo en sí mismo en términos de las procedencias
de los forasteros que albergaron, llama la atención la destinación que tienen los camanchacas
pescadores, probablemente originarios de un ayllu de este nombre,521 se establecen en
Iquique en el litoral y en Camiña a 2400 msnm. Por su parte los uros provenientes de Chipaya,
lo hacen exclusivamente en la quebrada de Tarapacá, en Mocha (2150 msnm) y el pueblo de
Tarapaca (1400 msnm).
Mientras los originarios de Lipes se distribuyen en la sección meridional de la región, los de
Carangas ocupan localidades dispersas en toda ella; en tanto, los Pacajes muestran un patrón
dirigido al sector norte, principalmente las localidades de Camiña y Cara. Esta última
localidad, mencionada tanto en el auto episcopal de 1571,522 en los archivos parroquiales y
en la revisita de 1753, estaba ocupada por el ayllu de Carviesa originario del valle de Camiña.
A pesar que su localización es incierta, pensamos se trataría de un valle ubicado bajo los
2000 msnm entre el río Camarones y Camiña.
Para mayor precisión sobre la presencia de uros y camanchacas vamos a descomponer los
datos aportados por Odone para de este modo analizar el aporte de las provincias vecinas al
repartimiento de Tarapacá, jerarquizando la magnitud de los forasteros arribados e instalados
en estos pueblos y puertos ubicados en los sectores norte, centro, sur y el litoral tarapaqueño
(Tabla 4.9).
En primer término, vemos en el litoral la afluencia de contingentes atacameños en los puertos
de Pisagua y Loa, cuestión que los estudios arqueológicos tienden a corroborar a través de
los registros cerámicos.523 Otro punto relevante es el carácter multiétnico que se aprecia en
el caso de las parroquias de Camiña, Tarapacá, Mocha, Pica y Guatacondo, punto en el cual
las información arqueológica confirma durante el período Intermedio Tardío, donde la
combinación de componentes cerámicos da cuenta de una apertura de la región en general a
los aportes culturales extraregionales.
Específicamente existe un grupo de sitios tarapaqueños ubicados, con excepción de la costa,
en los valles, quebradas y altiplano, con configuraciones cerámicas cuyas tipologías se
521
Larraín y Burgueño, 2011.
AGI, Lima, 316, Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571; Urbina, 2014.
523
Adán y Urbina, 2008.
522
219
adscriben a los territorios y regiones colindantes a Tarapacá. A pesar del predominio de los
tipos tarapaqueños, ingresan a la región conjuntos o parte de vajillas de proveniencias
diversas, condición que caracteriza la fase arqueológica denominada “Camiña” que ocupa el
lapso temporal entre el año 1250 y1450 d.C.; una época, que a diferencia del período
Formativo (900 a.C. hasta 900 d.C.), se caracteriza por la apertura del espacio tarapaqueño a
contactos y relaciones con poblaciones y regiones vecinas.524
Tabla 4.9. Procedencia de grupos étnicos a Tarapaca a partir de registros parroquiales,
ca. 1650-1700.
Región de Tarapaca
Sector
Localidad
Puerto de Pisagua
Litoral
Puerto de Iquique
Puerto Loa
Camiña
Sector Norte Miñi Miñi
Cora [Cara]
Tarapaca
Sector Central Mocha
Mamiña
Pica
Sector Sur
Guatacondo
Orden de
1°
Lipes
Camanchacas
Atacamas
Pacajes
Carangas
Pacajes
Quillacas
Carangas
Lipes
Quillacas
Carangas
improtancia según número de registros
2°
3°
4°
Atacamas
Carangas
Atacamas
Camanchacas
Carangas
Uros
Lipes
Lipes
Uros
Carangas
Lipes
Lipes
Atacamas
Atacamas
Fuente: Elaborado a partir de Odone 1994: 113-184, Anexos 1-4: 271-305.
La información ofrecida por los archivos parroquiales sobre la movilidad y circulación de
poblaciones hacia Tarapaca tiene varias lecturas. Una de ellas refiere a los patrones
residenciales, de alianzas y ocupación salpicada del territorio -como la verticalidad en sus
524
Después del 1.250 d.C. las poblaciones Pica Tarapaca se vuelcan fuera de su territorio, pues tienden a
manifestarse transformaciones ligadas a la introducción y circulación de cerámicas foráneas en los valles bajos
y quebradas altas, sobre todo del Altiplano Meridional (Caranga y Quillaca); del mismo modo que piezas de
los Valles Occidentales de Arica, así como atacameñas del Loa y San Pedro. Así, en la sierra tarapaqueña se
manifestarían cerámicas altiplánicas preincaicas a partir del 1.200 y 1.300 d.C., donde los tipos Isluga y Chilpe
se convertirían en la principal alfarería del componente Altiplano Tarapaca, estableciéndose vínculos
estilísticos con otras cerámicas como Kollau, Pacajes y Taltape, si bien el nexo principal sería con el espacio
Caranga. La introducción de cerámica decorada altiplánica como valluna e incluso circumpuneña podría referir
a bienes insertos en relaciones de cooperación e intercambio y expresar la configuración de una trama social
distinta, apoyada en los nexos externos y nuevas competencias sociales. Producto de ello, se observaría una
ocupación dual y compartida de este espacio por grupos de valles, quebradas y altiplano, sin perder el contacto
con la Pampa y la costa. Uribe et al., 2007: 166-167.
220
distintas modalidades-, originados en los siglos previos a la invasión Inca e hispana. Del
mismo modo, puesto que se trata de fuentes del siglo XVII, debieron influir las exigencias
fiscales a las cuales estuvieron sometidos los pueblos de reducción y tributarios de los
repartimientos a partir de 1570, como el establecimiento de la mita Potosina para los
habitantes de las provincias altiplánicas y la eximición de esta mita para las regiones andinas
fuera del ambiente puneño o altoandino donde se ubicaba este mineral; condición que pudo
incentivar migraciones temporales o sin retorno hacia las tierras bajas.
Por otra parte, los espacios subregionales –las doctrinas o repartimientos tardíos del siglo
XVIII (Camiña, Sibaya, Tarapacá y Pica)-, mostrarían en la documentación que analizamos
patrones particulares, los cuales coinciden con las combinaciones de componentes cerámicos
o patrones arquitectónicos quebradeños y de tierras altas analizados en el capítulo II y III de
esta investigación.
La asociación entre las poblaciones pescadoras, camanchacas y uros y las fuentes de riquezas
mineras de Charcas y Tarapaca se vuelve aún más significativa al considerar la referencia a
la voz ique o iqui, que según Bartolomé Álvarez, en puquina o uro, significaría “alma o
antepasado”,525 mientras que para Bouysse-Cassagne se relacionaría con la noción de
“padre”.526 De acuerdo al Bernardino Cárdenas, arzobispo de La Plata a comienzos del siglo
XVII “… aquellos indios en su lengua le llaman capac iqui que quiere decir Rico Señor o
que el cerro de Potosí era su hijo y así lo adoraban los indios que les daba la plata”.527
Considerando esta advocación (capac ique), dentro de Tarapaca la denominación o
topónimo Iqueique528 se relacionaría con la presencia del mineral de plata y una huaca
525
Álvarez, [1588] 1998. Por otra parte, Capac Ique o “señor rico” sería reconocido en 1632 en sesiones
chamánicas de los mineros, “dentro de la mina”, con la figura del diablo o supay. También se relacionaría con
el sitio donde se encuentra actualmente la capilla de San Bartolomé, lugar donde se señala el supaywasi o casa
de los muertos conductora a la puerta o “boca del infierno” potosino. Platt y Quisbert, 2008: 266-267.
526
Bouysse Cassagne, 2008: 329.
527
Bouysse Cassagne, 2008: 328.
528
El sufijo Ique también aparece en los nombres que reciben autoridades costeras en los alrededores de Ilo y
Arica en el siglo XVII (Bittman, 1984) y en el asentamiento de Collique en el valle de Chillón (Murra, 1972).
Lo más importante es en este caso es la posibilidad de cierto diálogo a corta y larga distancia entre las huacas
ubicadas en el interior de los cerros ricos consagrados al culto solar durante las ceremonias anuales y el trabajo
rotativo minero vinculado a la extracción de plata (Platt y Quisbert, 2008: 270-271; Bouysse Cassagne, 2008:
328-330).
221
vinculada a ella cuyo prestigio y poder, la haría temible y necesaria de controlar mediante el
culto y la presencia de hechiceros.
A mediados del siglo XVI, desde la perspectiva indígena las minas de plata de Tarapaca aún
estaban divididas en aquellas del Inca y del Sol.529 Es poco claro, ¿por qué se generó tan
fuerte presión por parte de Lucas Martínez por ubicar la veta de plata destinada al culto solar?
En la relación escrita por Pedro Pizarro, dicho evento es caracterizado por disputas cruzadas,
designios de muerte, amedrentamiento y aplicación castigo, entre el encomendero, los
caciques y "hechiceros” de Tarapaca.
Siguiendo los testimonios del cronista, puede deducirse que el sector destinado “al Sol” en
el mineral fue protegido debido al temor de descubrir la huaca y las consabidas represalias
sobrenaturales que esto generaría. Aunque es llamativo que Pizarro no especifique quiénes
tenían conocimiento de su particular ubicación, es notoria la participación de “sacerdotes o
hechiceros” en la negociación con el encomendero, dentro de cuyo repartimiento se ubicaba
la mina y que el mismo Pizarro explotó con mineros de Codpa.
Puesto que esta veta era la más preciada y de alta ley -sus papas o planchas eran las de mayor
tamaño y pureza-, la decisión de ocultar las minas puede tener múltiples explicaciones. La
más simple de ellas es considerar la conocida fama de saqueadores de los hispanos y la
presencia del capacocha y sus ofrendas depositadas en el cerro tutelar y huaca de la mina.
Al contrario, nuestra impresión es que el mineral se encontraba sectorizado durante los
tiempos del Tawantinsuyo, con una producción destinada al usufructo del máximo dignatario
del imperio y otra al culto solar, deidad Inca que ostentaba el rango político religioso
principal a partir de la reforma que Pachacuti implementara en la primera mitad del siglo
XV.530
Mediante un proceso de negociación que por ahora desconocemos, de todos los sectores en
que la mina se encontraba dividida y explotada, sólo fue entregada a los hispanos una parte.
Los estudios etnohistóricos indican que a diferencia de lo ocurrido entre 1538 y 1539 con las
minas y vetas de plata de Potosí y Porco,531 tanto la veta “del Sol” y “del Inca” de la mina de
529
Pizarro, P., [1571] 1986: 191.
Rostworosky 1999: 227; D’Altroy, 2002: 175-176, 178-181.
531
Presta, 2008; Platt y Quisbert, 2008; Bouysse Cassagne, 2008.
530
222
Tarapaca no fueron reveladas a los españoles,532 permaneciendo las míticas “… grandes
riquezas de minas encubiertas”.533
Atendiendo a una serie de recientes estudios en Porco y Potosí,534 las minas de Tarapaca
además estaban conformadas por un sector de capacocha y otro de adoratorio al modo de
una huaca. En un espacio que involucraba kilómetros de cerros y arenales se encontraban
sembrados a poca profundidad de abundantes papas de plata cuyo peso alcanzaba hasta 100
gramos.535 Las papas de plata, además de su valor metálico, son inclusive en la actualidad
llamadas mamas, consideradas como elementos sagrados y propios de las huacas radicadas
en minas o minerales sagrados.536
Si bien aquella mina de Tarapaca, principal fuente de riqueza de Martínez Vegazo, poseía
abundantes vetas, guijarros y bloques de plata, fáciles de extraer y de elevada ley.537 Sin
embargo, su explotación estuvo durante todo el período colonial limitada por la falta de agua
para sustentar su laboreo permanente.538 La explotación incaica de la mina de plata, se ve
confirmada en la crónica de Pedro Pizarro, donde se indica que Hernando Pizarro descubrió
en la provincia de Charcas las minas de Porco “… y tomo aquella mina rica que allí tiene,
que de estas minas, y de unas que estaban en Tarapaca, tierra yunga, legua y media [± 8,3
km] de la Mar del Sur, sacaban plata para los reyes de esta tierra”,539 mención que luego
amplia específicamente el cronista señalando “… sacaban plata para el Inca”.540
Dicha mina estaba conformada por varias vetas esparcidas en espacio de 10 leguas (± 56 km).
Lucas Martínez y el mismo Pedro Pizarro habían explotado las minas separados por una
mínima distancia de “dos tiros de arcabuz”541; Pizarro contaba con mitimaes provenientes
del valle de Codpa, localidad ubicada en la parte alta de esta cuenca (Vítor) y considerada
con probabilidad dentro de la provincia hispana de Tarapaca. En la documentación se
532
Trelles, 1991: 46-48.
Pizarro, P., [1571] 1986: 192.
534
Cruz y Vacher, 2008; Van Buren y Cohen, 2010: 29-31.
535
Platt et al., 2006: 157-158, en Zori y Tropper, 2010: 71.
536
Bouysse Cassagne, 2008: 308 y 310, en Zori y Tropper 2010: 71-72.
537
Trelles, 1991.
538
Villalobos, 1979: 27-28.
539
Pizarro, P., [1571] 1986: 188.
540
Pizarro, P., [1571] 1986: 190.
541
Gavira, 2005: 39.
533
223
encuentran mencionados los “indios de Codpa”,542 cuyo pueblo homónimo era identificado
como una extensión meridional del cacicazgo de Tacna, razón por lo cual habían sido
entregada en 1540 a Pizarro y no otro encomendero.543
Es probable que el conocimiento de las minas de Tarapaca como de cuales grupos estaban
mejor capacitados para su explotación (p.e. Carangas y Uruquillas), tenga que ver con que
entre 1538 y 1539 los hermanos Pizarro habían tomado el control del Collao y Charcas,
enviado a Bartolomé Talaverano en 1538 a tomar noticias de ellas, especialmente Porco544 y
también otra situada hacia la costa.545
Todos estos yacimientos en el sur andino, como indica Ana María Presta “… parecen
compartir ciertos espacios de silencio, políticas consensuadas de ocultamiento”.546 Según
Platt y Quisbert -tomando en cuenta a Sanct Ángel y el Anónimo (fines del XVI?) publicado
en Maurtúa-, el cerro de Porco habría ostentado una huaca poderosa consagrada al rayo y
adorada por las siete naciones de Charcas, mientras en la cumbre de Potosí existía un
adoratorio de los indios comarcanos quizás la más importante dedicada al sol.547
Inclusive Pedro de Valdivia declara a Hernando Pizarro haber reconocido esta estrategia de
encubrimiento en su viaje a Chile en 1540, pues según el testimonio de un indio “… todos
los señores de esta tierra estaban avisados de Mango Inga”548 del único interés hispano en
el oro. Platt y Quisbert agregan que otro motivo para este encubrimiento generalizado fue el
542
Trelles, 1991: 175-176.
Hidalgo, 2004: 516-521.
544
Bouysse Cassagne, 2008: 306, nota 11-12: 306.
545
Pizarro, P., [1571] 1986: Platt y Quisbert, 2008: 245.
546
Presta, 2008: 2005.
547
Platt y Quisbert, 2008: 233. Según indica Bouysse Cassagne, siguiendo a Fray Domingo de Ocaña, las minas
de plata de Porco y Potosí pertenecieron la primera al Inca y la segunda al Sol; mientras Tarapaca pertenecía
también al Sol por tener una plata blanca que denotaba el color de la plata nativa. Las minas más ricas eran
consideradas como más sagradas porque, como indica Molina el Chileno el Sol era quién en última instancia
criaba las mamas y por ello era considerado el “Señor del oro”. Ocaña, [1599-1606] 1969: 184, en Bouysse
Cassagne, 2005: 448. Por esta razón, se entiende mejor porqué antes de 1538 habría tenido “…continuidad la
política de encubrimiento adoptada, a instancias de Manco Inka, por los tres Inkas que acompañaron a
Almagro en 1535 durante su paso por Paria y Tupiza rumbo a Chile. Estos Inkas eran Vila Oma, supremo
sacerdote del Tahuantinsuyo; Challco Yupanqui, sacerdote del Sol en Copacabana y gobernador del
Qollasuyu; y el Inka Paullu. Platt y Quisbert, 2008: 233-234.
548
Rojas-Mix, [1545] 1991: 84.
543
224
denominado “holocausto de Yucay” en el año 1540, cuando Francisco Pizarro hizo quemar
a la mujer de Manco Inca y al sacerdote Vila Oma.549
La más valiosa información respecto de las minas de Tarapaca es aquella señalada por Platt
y Quisbert, según la cual, en 1539, poco después de revelar las minas de Porco habrían
emergido noticias sobre “otras” minas de plata en Charcas a oídos de Hernando Pizarro, las
cuales, debido a su viaje a España, los indios habrían preferido finalmente ocultar. Los
autores refieren a una carta enviada por Hernando Pizarro al Emperador datada en marzo de
1539 en la cual señala “Los indios me descubrieron otras minas en la costa del mar, y por
abreviar mi venida no tuve tiempo para ir a ellas. Avisé de ello al gobernador, escríbeme
que son buenas, y que tiene muestras de ellas de a media plata”.550 Esta referencia parece
aludir indirectamente a las “minas de Tarapaca”, las cuales ya en 1541 serían intensamente
explotadas por Lucas Martínez y Pedro Pizarro.
Las investigaciones arqueológicas en la región de Tarapaca, particularmente en el sitio
Tarapacá Viejo y el curso bajo de la quebrada de Tarapaca, demuestran que la metalurgia
especializada y la amalgamación de plata de ocurrió efectivamente a partir del inicio del siglo
XV con la expansión y ocupación Inca de la quebrada de Tarapaca.551 Instalados en el centro
administrativo de Tarapacá Viejo,552 numerosos puntos de fundición ubicados entre Pachica
y Huarasiña habrían provisto a otros centros administrativos extra regionales;553 de la misma
forma que en Porco se elaboraban554 las preformas y materias primas necesarias para la
elaboración y terminación de objetos suntuarios.555
Con todo, además de los vínculos históricos y productivos entre Porco y Tarapacá Viejo,
ambos asentamientos incaicos habrían continuado funcionando luego de la invasión hispana,
integrándose desde el año 1540, como eje económico de ciertas encomiendas privilegiadas
entregadas en primera instancia por Francisco Pizarro. La explotación incaica y colonial de
las minas de plata de Tarapaca habría generado diversos trastornos poblacionales,
549
Platt y Quisbert, 2008, nota 13: 235.
Biblioteca Nacional, MSS 261, en Platt y Quisbert, 2008, nota 32: 245.
551
Zori 2012.
552
Adán y Urbina, 2010; Uribe y Urbina, 2010; Urbina 2010; Zori y Urbina 2014.
553
Zori, 2011
554
Van Buren y Cohen, 2010.
555
Zori y Tropper, 2010.
550
225
migraciones y sometimiento al tributo minero, entre aquellas comunidades que participaban
en su explotación y las que podían ser incluidas en el trabajo de extracción.
Cabe mencionar que en el juicio interpuesto contra Gonzalo Valencia a comienzos de 1571
se menciona la presencia de uros altiplánicos dedicados a la agricultura en valles bajos
(Arica), la presencia de “uros serranos” instalados en Tarapaca,556 en tanto que otras
referencias involucran a grupos camanchacas dedicados al transporte de agua hacia las minas
de Iquique (minas de Tarapaca) así como de llevar guano a la chacras de Guaylacana
(Lluta).557 Según el testimonio de Juan Martín, mulato de 27 años, “… los dichos
mayordomos tenían de costumbre dar coca a los indios que andaban trabajando en las minas
de yqueyque e a los indios camanchacas que traían pescado e agua a las dichas minas”558
En el caso del pueblo de Guatacondo, ubicado dentro del repartimiento de Pica,559 según
consta en el testimonio de Francisco López en 1562 “… habrá 3 años poco más pasando este
testigo por el valle de Guatacondor catorce leguas de pica que estaba poblado de indios de
Pica antes de que se hiciera la dicha permutación (entre Lucas Martínez y Juan de Castro)
... le vio despoblado e sin indios e preguntado este testigo a los caciques de Pica que era de
los indios de Guatacondor le respondieron que unos se habían huido y otros se habían
pasado a Pica por miedo a las minas de Tarapacá ...y que por eso no dan la tasa al
presente”,560 agregando en otro pasaje que “… desde que Lucas Martínez tiene los de Pica
los ha llevado a las minas y se ha despoblado un pueblo principal que se dice Guatacondor
y entonces ya no vale nada…”.561
Pese a la complejidad y el al corto período de tiempo que abarcan estas referencias, los
testimonios y líneas de evidencia analizadas permiten ponderar el dinamismo de la historia
cultural de aquel espacio desértico se configura en el imaginario moderno como un
despoblado. Ciertamente, en ese desierto existió una economía y estructuras políticas
regionales que, severamente transformadas durante el período incaico e hispano, podemos
556
AGN, DIE, L2, C15, f. 265v. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
Hidalgo, 2004, 455-456.
558
AGN, DIE, L2, C15, f. 376r. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. El
subrayado es nuestro.
559
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 135v, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
560
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f. 97r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
561
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 5, f.101v, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
557
226
conocer cada vez con mayor profundidad a través de los datos documentales y arqueológicos
vinculados a sus poblaciones, sus poblados y recursos explotados, así como las relaciones
que existieron entre estas y otros pueblos en los Andes Centro Sur. Al estudiar las estrategias
políticas y al valor simbólico y religioso que tenían ciertos recursos como el guano y la plata,
es posible valorar las articulaciones e interdependencia centenarias que existieron entre los
habitantes y grupos étnicos descritos en las quebradas y valles interiores, las parcialidades
del altiplano y aquellas poblaciones pescadoras -camanchacas y uros- a lo largo de la historia
regional.
Los capítulos precedentes conforman la primera parte de esta investigación donde hemos
progresivamente articulado un relato histórico, no exento de vacíos y puntos problemáticos,
sobre las poblaciones regionales de Tarapaca, su geografía y las transformaciones que
sugieren los testimonios escritos y las evidencias materiales entre la etapa prehispánica tardía
y los inicios del período Colonial.
Buscando evaluar las hipótesis que nos hemos planteado en un comienzo, en la segunda parte
de este estudio trataremos con mayor detalle la documentación y análisis de las poblaciones,
asentamientos y autoridades en la región durante los siglos XVI y XVII, a partir del estudio
de las encomiendas, el tributo, el patrón de poblamiento y la organización política regional.
De este modo podremos plantear una reflexión sustantiva a cerca de los ejes temáticos del
estudio y las hipótesis enunciadas en el comienzo.
227
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
Repartiemiento
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tacna
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Pica
Pica
Pica
Arica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Región/ localidad
Tarapaca/ Pueblo de Camiña (?)
Valle de Tarapaca
/ Pueblos de Pachica , Puchurca y Guaviña
/ Pueblo de Omaguata
/ Pueblo de Chuyapa [Chiapa ]
/ Pueblo de Camiña
/ Pueblo de Camiña
/ Puerto de Arica
/ Valle de Lluta
/ Valle Azapa
/ Pueblo de Aguata [Guator o Omaguata]
/ Pueblo de Arica
/ Pueblo de Hullavaya
/ Pueblo de Auca
/ Pueblo de Ochura [Ynchichura]
Año
1535
Encomendero/ Pensión
Lucas Martínez
Señor
Quilquisana
Cacique
Principal/ segunda persona
Tusca Sanga (de pescadores)
Opo
Ayavire
Chuquichambe
Ayavire
Taucari
1540
Lucas Martínez
Yano (de pescadores)
Cayoal [Cayoca]
Cariapaxa
Cariapaxa
Parcialidad de Tarapaca (altiplano)
1541
Marcos de Retamoso
/ Pueblo de Tacna
1543
Pedro Pizarro
Arica
1550 (Tasa)*
Jerónimo de Villegas
Tarapaca
1550 (Tasa)*
Jerónimo de Villegas
Pica
1556
Juan de Castro
/ Pica y anexos
1559
Lucas Martínez
/ Pueblo de Omaguata
1562
Lucas Martínez
Tarapaca
1562
Lucas Martínez
/ Pueblo de Tarapaca
1565 (Testamento) Lucas Martínez
/ Pueblo de Arica
1567 (Posesión)
María Dávalos
/ Pueblo de Tarapaca
1567 (Posesión)
María Dávalos
Anexo 4.1. Elenco de autoridades indígenas regionales, ca. 1535-1776.
Guacocan
Laho [Lalio]
Laho [Lalio]
Laho [Lalio]
Auca
Canche
Paca
Chucarara
Cayuaca
Capa
Cauangue
Yuchaca
Chuco
Guamane
Tucuba (de mitimaes)
Juan Ayaviri
Chura
Chuquihuanca
Vila
Ichacayo
Don Pedro [Tulasanga?]
Ojacayo
Axa [Oxa]
Ynatue
Amastaca
Pedro Calanche
Juan Tauquina
Pedro Chura
Carlos Saguaya
Martín Mari
… su hermano
Juan Cahachura (Patrón)
Alonso Lucaya (Patrón)
Juan Tauquina [Tauyuna]
Alonso Sucuyo
Pedro Chipe
Domingo Vilca
Antonio Camasilla
Lorenzo Chaquichampe [Chuquichambe]
Pedro Auani
Francisco Auani
228
ID
50
51
52
53
54
55
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
89
90
91
Repartiemiento
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Pica
Pica
Pica
Pica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Arica
Pica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Pica
Pica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Pica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Pica
Pica
Pica
Pica
Tarapaca
Pica
Región/ localidad
Tarapaca
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Camiña
/ Pueblo de Camiña
/ Pueblo de Sibaya
/ Pueblo de Sotoca
/ Pueblo de Camiña
/ Pueblo de Pica
Año
Encomendero/ Pensión
1570 (Juicio)*
María Dávalos
1570 (Juicio)*
María Dávalos
/ Puerto de Arica y su partido
/ Pueblo de [Avataua]
/ Pueblo de Ullavaya
/ Pueblo de Guanta
/ Pueblo de Yuta
/ Uros de Guanta
/ Camanchacas del puerto de Arica
1570 (Juicio)*
María Dávalos
Arica
1597**
Corona
Pica
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Chiapa
/ Puerto de Iquique
/ Puerto de Camarones
/ Puerto de Pisagua
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Camiña
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Sotoca
/ Pueblo de Sibaya
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Pica
1598**
1612 (Juicio)
1612 (Juicio)
1614 (Juicio)
1649**
Corona
Corona
Corona
Conde de Monterrey
1666**
Conde de Monterrey
1671
Conde de Monterrey
1681
Conde de Monterrey
1696**
ca. 1700
1739
1733
1749 (Juicio)
1750
Conde de Monterrey
Conde de Monterrey
Marqués de Lara
Marqués de Lara
Marqués de Lara
Marqués de Lara
Anexo 4.1. Elenco de autoridades indígenas regionales, ca. 1535-1776.
Señor
Cacique
Principal/ segunda persona
Alonso Locay
Joan Cachira
Miguel Caqueo
Gomez [Halahaui]
Martín Payaquena
Juan [Cayoa]
Andrés Quiquisana
Joan Hamastaca
Pedro Lucuma (Alcalde)
Martín Lucaya (Alcalde)
Martín Lucaya (Alcalde)
Juan Tauquia
Juan Puna [Puña]
Pedro Chipe
Don Pedro […]
Alonso Sucollo
Diego Copaquira
Pedro Chaco
Juan Tauquia
Juan Caqui
Alonso Lingualán [Liqulguata?]
Felipe Mauricio [Mariano] Locay
Juan García Chuquichambe
Juan Caucoto
Juan Guagama
Felipe Lucaya
García Chuquichambe
Pedro Callahuasi
Pedro Callahuasi
Pedro Niño
Lorenzo Caque
Andrés Caquisana
Juan Chuquichambe
Andrés Guacocana
Andrés Ylaya
Silvestre Chacama
Joseph Caque Lucai
Pedro Puquila
Basilio Caque
Lorenzo Chuquichambe
Eustaquio Caques (Haransaya)
Felipe Aravire [Ayavire]
Pedro Oxa
Pedro Niño (cacique de Pisagua)
Juan Caquisana
Bartolomé Catamaya
Andrés Laranipa
Juan Guanca
Pedro Guagama
Juan Guagama
Francisco Guagama (Mancasaya)
229
ID
92
93
94
95
96
97
98
99
100
101
102
103
104
105
106
107
108
109
110
111
112
113
114
115
116
117
118
119
120
121
122
123
124
125
126
127
128
Repartiemiento
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Camiña
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Tarapaca
Sibaya
Pica
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Sibaya
Región/ localidad
/ Pueblo de Sibaya
/ Pueblo de Limaxiña
/ Pueblo de Mocha
/ Pueblo de Usmagama
/ Pueblo de Sipisa
/ Pueblo de Guasquiña
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Guaviña
/ Pueblo de Mamiña
/ Pueblo de Noasa
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Mocha
/ Pueblo de Guaviña
/ Pueblo de Mamiña
/ Pueblo de Chiapa
/ Pueblo de Sibaya
/ Pueblo de Usmagama
/ Pueblo de Sotoca
/ Pueblo de Porca
/ Pueblo de Limaxiña
/ Pueblo de Mamiña
/ Pueblo de Sipisa
/ Pueblo de Pica
/ Pueblo de Guaviña
/ Pueblo de Tarapaca
/ Pueblo de Guaviña
/ Pueblo de Mamiña
/ Pueblo de Macaya
/ Pueblo de Noasa
/ Pueblo de Sipisa
/ Pueblo de Limaxiña
/ Pueblo de Mocha
/ Pueblo de Usmagama
/ Pueblo de Guasquiña
/ Pueblo de Sipisa
Año
Encomendero/ Pensión
1761
Marqués de Lara
1761
Marqués de Lara
1766
1768
Marqués de Lara
Marqués de Lara
Señor
Cacique
Joseph Lucay
Pedro de Córdoba
Juan Cayo
Gregorio Caqueo
Diego Guerra [Quena]
Andrés Esteban
Francisco Lucay
Francisco Tañia
José Nacaes
Lorenzo Bilea
Francisco Lucay
Juan Santos Quiquincha
Melchor Peñalba
Nicolás Xachura
Martín Pache
Sebastián Pucicha
Principal/ segunda persona
Joseph Quiquincha (Alcalde)
Pablo Quiquincha
Pablo Quiquincha
Melchor Peñalba
Miguel Larama
Antonio Ilaja
1770-1773
Ignacio Traiña (Hilacata)
Guacucano (Hilacata)
Eugenio Callasaya
Antonio Rivera (2do gobernador)
Marqués de Lara
Alejo Bacian
Juan Taucari (Hilacata)
Diego Puquila
Juan Oxza
1776
Marqués de Lara
1776
Marqués de Lara
Francisco Lucay
Tomás Ojo
Andrés Cautim
León Carrillo
Mateo Chacama
Nicolás Contili
Dionisio Guilagaisa
Juan Cayo
Lorenzo Chaia
Diego Hores
José Gautturi
Anexo 4.1. Elenco de autoridades indígenas regionales, ca. 1535-1776.
Fuente: AGI, Justicia, 405B, N°2, r.5, f. 13r; Justicia, 405B, N°2, r.6, 25v-27r; Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; Justicia 658, N°2, f. 27v-29v; Justicia
443, N°1, r. 2, f. 96v-97r; Barriga 1939, t. 1: 190-191, 369; Villalobos, 1979: 212-223, 229; Trelles, 1988: 286; Trelles, 1991, nota 10: 124 y 302; AGN,
DIE, L2, C15; Paz-Soldán 1878, Cap. IV: 24-34; ANP, 1756, DI, C. 705, en Hidalgo, 1986: 96; ANH, Leg. 4, p. 9 (1766) y p. 51 (1768), en Hidalgo,
1986: 83; AGI, Lima 264, n° 17(1): f. 7r-12v; AGI, Lima 264, n° 16: f. 5v-9v; ANP, DIE, Leg. XXIV, c. 705 (1756), f. 16r-16v, en Hidalgo, 2004, nota
17-18: 386; Urbina 2014, Tabla 26: 332; Urbina 2015, Tabla 3: 398.
* AGN, DIE, L2, C15, 1570-1571. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. Gentileza Jorge Hidalgo, versión
paleográfica Alan Durston (1998-1999). ** Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 460-483.
230
PARTE II
CAPÍTULO V: REPARTOS Y ENCOMENDEROS DEL SIGLO XVI
5.1. Una perspectiva etnohistórica para el estudio de la encomienda andina
En el comienzo de la segunda parte de esta investigación nos enfocaremos en el análisis de
los primeros repartos en la región de Tarapaca a través de los títulos de encomienda, una
fuente de primer orden para comprender la organización social, política y económica del
período Colonial562 y especialmente los niveles de articulación entre distintos pueblos a nivel
regional y macroregional. La entrega y conformación de las encomiendas de indios, el tributo
y servicio personal, constituyen ámbitos centrales en la investigación histórica en el
virreinato de Nueva España (Mesoamérica) y del Perú (área Andina).563 En algunos casos,
los estudios se han centrado en la reconstitución de los elencos de conquistadores, fundadores
y encomenderos establecidos en los primeros núcleos urbanos;564 en la evolución de los
repartos ligados a encomenderos particulares;565 en las regiones donde fueron entregadas las
encomiendas.566
Más allá de la figura y biografía de cada encomendero, la investigación etnohistórica del
conjunto de testimonios documentales asociados a la implementación temprana de esta
institución, permitirá, por una parte, comprender el gradual procesos de colonización, ya sea
en torno a la fundación de las primeras ciudades americanas y su constitución urbana,567
como de sus “términos”,568 denominación que luego adoptaría el nombre de corregimientos
562
Hidalgo, 1986. Como señala el autor, los defectos de las encomiendas como una fuente etnográfica de
información reside en los escases de la información, las inconsistencias en las cantidades de poblaciones nativas
y los cambios en los nombres topográficos (topónimos), pero a pesar de ello, algunas encomiendas reflejan la
complejidad del panorama de la cultura andina y una temprana percepción de sus particularidades desde la
perspectiva hispana. Hidalgo, 1986: 16. La traducción es nuestra.
563
Zavala, 1935, 1940, 1994; Feliú-Cruz, 1941; Belaúnde, 1945; Torres-Salmado, 1967; Lockhart, 1972;
Málaga, 1975a, 1975b ; Hampe, 1982; De La Puente, 1992; Presta, 2000; Hidalgo, 2004; Zuloaga, 2012.
564
Lockhart, 1968; Góngora, 1970; Himmerich y Valencia, 1996.
565
Trelles, 1991.
566
Contreras, 2009; Zuloaga, 2011, 2012.
567
Guarda, 1994.
568
Según Himmerich y Valencia (1996: 35) “the encomendero had the legal obligation of setting up residence
in the city within whose jurisdiction his encomienda fell. There he would affect as luxurious a life style as his
231
o provincias rurales conformadas por numerosos repartimientos de indios,569 desde donde los
emergentes núcleos urbanos obtenían materias primas, bienes y suministros para su
subsistencia y mantenimiento.
Debido al rol de los conquistadores que fueron beneficiados con encomiendas en la
colonización del territorio y en el sometimiento de las poblaciones durante el siglo XVI, la
información relativa a estas entregas y, como hemos visto en el capítulo anterior, las disputas
que suscitaron entre los encomenderos, proveen de un inigualable conjunto de antecedentes
y datos sobre las configuraciones sociales y territoriales, asentamientos y autoridades
políticas locales al momento de su establecimiento.
En el caso particular que estudiamos, el análisis de los primeros repartos de la región de
Tarapaca en el lapso entre 1535 y 1541, permite una mirada integral de su posterior
desarrollo en donde se desenvuelven y relacionan poblaciones indígenas, sus autoridades,
con los funcionarios hispanos y donde pueden analizarse dos puntos de inflexión, la tasa
establecida en 1550 por Pedro de La Gasca y las reformas toledanas en la década de 1570.
La existencia de jurisdicciones570 supralocales (intercomunitarias) en las tierras bajas y
suprarregionales
(confederaciones
o
señoríos)
en
el
altiplano,
involucraba
la
interdependencia de varias estructuras políticas y estrategias diferenciales de interacción
política.571 La configuración territorial de estas entidades, en ocasiones integradas por varios
financial condition would allow, supporting a number of relatives, retainers, and other Spaniards in his casa
poblada”.
569
Málaga, 1975a: 79; Villalobos 1979: 18.
570
Ver nota 2, capítulo III.
571
Santoro y coautores (2010: 327-328) analizan el sector chaupiyunga del valle de Lluta complementando la
información etnohistórica y bioantropológica de los Valles Occidentales para los períodos Intermedio Tardío y
Tardío (ca. 1.000- 1.530 d.C.). Vamos a citar de modo extenso las principales conclusiones sobre su estudio en
el valle de Lluta que permiten contextualizar el caso del espacio y poblaciones yunga en la región de Tarapaca.
Los autores discuten los posibles mecanismos de organización socioeconómica e interacción social estiman que
“En el valle de Lluta, el chaupiyunga es un punto intermedio y de conexión entre el valle costero y la sierra,
entre los 700/900 y los 2.000 msm. Su clima cálido y seco la mayor parte del año, alejado de la influencia de
las neblinas costeras, permite tener ciclos agrícolas alternativos a los del valle bajo con buenas condiciones
para el cultivo de coca. Por otro lado, en el chaupiyunga se identifica una mezcla de componentes culturales
de la sierra, altiplano, Inka y de tierras bajas o Cultura Arica, esta última definida principalmente a partir de
restos materiales como cerámica y textiles (Espoueys et al. 1995; Horta y Agüero 2009; Muñoz 1987;
Schiappacasse et al. 1989; Santoro et al. 2004) (…) los datos arqueológicos disponibles [permiten sostener]
que las tierras bajas de los Valles Occidentales congregaron a sociedades segmentarias o de rango (Santoro
et al. 2004; Schiappacasse et al. 1989), es decir, pequeños grupos de descendencia independientes, carentes
de estructuras políticas y económicas supralocales, con bajos niveles de centralización política y jerarquías
sociales y caracterizados por continuos procesos de fisión y fusión basados en patrones de cohesión y oposición
232
grupos étnicos y cacicazgos, influyó en la dispersión y magnitud (número) de tributarios
registrados en las primeras encomiendas.
El patrón interdigitado de territorialidad discontinua572 como forma constante de interacción
dentro del modelo de archipiélago vertical planteado por Murra para las formaciones sociales
del Centro Sur Andino,573 generaba, como lo demuestran los estudios cerámicos, que ayllus
residieran de manera conjunta en los mismos poblados o que pequeños ayllus dependientes
de distintos ayllus mayores o subsumidos por grandes confederaciones; o, se intercalaran o
cohabitaran en una misma localidad, puerto, valle o sectores de un valle, generando
configuraciones pluriétnicas como se ha descrito para la región de Arica.574
La existencia de este patrón de asentamiento desde al menos tres siglos antes de la invasión
hispana, sumado a la colindancia de los primeros repartimientos y la incapacidad de parte de
los agentes hispanos de comprender la complejidad étnica y la forma de ocupación del
territorio, significó complejas disputas entre los encomenderos avecindados en La Plata
(Audiencia de Charcas) y Arequipa (Audiencia de Lima).575
Precisamente, a lo largo de los capítulos II y IV hemos documentado: 1) un patrón de
asentamiento entremezclado o compartido entre las distintas unidades políticas (ayllus y
cacicazgos) de origen regional y extra regional, 2) un modo de ocupación del espacio regional
donde primaban dinámicas económicas y de movilidad residencial de mediana y larga
distancia determinadas por la dispersión de las tierras cultivables, la disponibilidad de fuentes
(Barnard y Spencer 1996; Evans-Pritchard 1960; Sahlins 1961). En consecuencia, pudieron llegar a formar
amplias agregaciones de población sobre vastos territorios, fundados en la simple adscripción o en lazos de
parentesco, compartiendo principios políticos, ideológicos y económicos comunes. Sociopolíticamente se
habrían organizado mediante un modelo de poder reticular (sensu Feinman 2000) diferente a la organización
política corporativa de las entidades altiplánicas (Romero 2005) (…) Este escenario de fragmentación política
concuerda con el tamaño de los asentamientos en los valles bajos cuyas áreas domésticas no sobrepasan las 2
a 3 há. En este contexto, la cultura material característica y relativamente uniforme (Uribe 1995, 1999, 2000)
que se extiende desde la costa hasta el chaupiyunga, en el extremo sur de Perú y extremo norte de Chile,
conformaría una especie de micro-horizonte cultural que se desenvolvió por este amplio espacio sin la
intervención de una estructura política suprarregional, sino por efecto de la interacción de grupos
segmentarios articulados por políticas reticulares”. Véase también, Covey, 2000.
572
Platt, 2010: 300. El autor señala, que “Franklin Pease (1985) reconoció que territorios discontinuos en
formaciones orográficas verticales pueden constatarse en muchas partes del mundo (incluso Europea
occidental) y en diferentes periodos sociales e históricos” (Platt, 2010: nota 6: 320).
573
Murra, 1972.
574
Hidalgo, 2004: 418-420.
575
Loredo, 1940 y 1958: 149-204; Hidalgo, 1986: 20.
233
hídricas permanentes o la dinámica de avenidas estivales y las camanchacas, y 3) la
dispersión de los asentamientos humanos habitados a partir del período Intermedio Tardío y
Tardío en concordancia con la distribución de los recursos hídricos, faunísticos y
vegetacionales en distintos espacios litorales, valles, oasis y quebradas, en sentido horizontal,
y escalonados en distintos pisos o fajas geográficas, en sentido vertical.576
En términos diacrónicos, el estudio de los primeros repartos en el área Andina ofrece
adicionalmente un potencial retrospectivo relacionado al reconocimiento de aspectos claves
de organización política y territorial legada por el Tawantinsuyo en las provincias alejadas
del Cuzco. Como intuye Carlos Sempat Assadourian, uno de esos aspectos involucra
“… la investigación aún no hecha sobre los primeros repartimientos descubrirá que
en numerosas encomiendas se anexan genéricamente tierras y efectivos del Inca y de
la religión. Ello no excluye que algunas encomiendas se hubieran constituido
exclusivamente con el servicio y las tierras de los dioses indígenas, como ocurrió en
el valle de Arequipa (Galdós Rodríguez, 1977: 58) y en la encomienda de Arapa,
compuesta de uros y aymaraes, y en la encomienda multiétnica de Copacabana; ésta
fue dada por Vaca de Castro a García de León”.577
Esta herencia alude directamente a las configuraciones políticas de los señoríos y las
provincias (guamanis) -la promoción o intervención de las jerarquías políticas locales-, los
traslados forzosos de población bajo la modalidad de mitmacuna o yanacuna y, por último,
las transformaciones económicas asociadas a la enajenación de tierras, la intensificación de
ciertos rubros extractivos –minería de oro y plata- y manufactureros –cerámica, metalurgia,
textilería, la producción de chicha-578 o la explotación de ciertos recursos como el oro, la
plata, la coca y el maíz.579 De este modo, se entiende mejor que cualquier intento por
comprender al valor documental e histórico de las primeras encomiendas de indios requiere
tener en cuenta las redes de asentamientos donde se establecía el poder local y se sustentaban
576
Urbina, 2014: 183-214.
Assadourian, 1994: 102, véase también p. 88 y 109.
578
En el caso de la minería y metalurgia para la quebrada de Tarapaca, ver Zori, 2011.
579
D´Altory, 2010; Hidalgo, 2009b: 155.
577
234
las dinámicas que sostenían a las autoridades políticas regionales y macroregionales desde
tiempos prehispánicos.580
El análisis de las encomiendas y su evolución posterior nos permite, finalmente, comprender
las mayores transformaciones ocurridas durante el siglo XV y XVI, durante el régimen Inca
e hispano581 y especialmente en el lapso previo a las reformas toledanas.582 Sin embargo, se
debe tener en cuenta que se trata de un proceso de mayor extensión y complejidad. Como
apunta Schjellerup, muchas comunidades campesinas autónomas actuales tienen su origen
en los primeros repartimientos y reducciones toledanas,583 del mismo modo que una parte de
las delimitaciones regionales, departamentales e internacionales en Chile, Perú y Bolivia
tienen su origen en los corregimientos coloniales dentro de los cuales los antiguos
repartimientos de ubicaban.
En este capítulo sustentaremos nuestro análisis en un enfoque etnohistórico basado en
modelos y datos arqueológicos y documentales desde una perspectiva histórica de larga
duración. En la medida que los datos lo permitan, valoraremos los atributos y elementos
propios de las poblaciones, autoridades y sus asentamientos el período prehispánico, más que
como un mero escenario sobre el cual ocurrieron los procesos coloniales tempranos, como
elementos tangibles y factuales cuyo fundamento antropológico determina las expresiones
que en el período Colonial asumen las tramas políticas indígenas y sus articulaciones
posteriores con el sistema encomendero.
5.1.1. Autoridades y estructuras de cargos en el siglo XVI: modelos y casos
Los estudios arqueológicos recientes han planteado la necesidad de una crítica a la visión
estática del ayllu y la autoridad andina dentro de la estructura social indígena. Algunos de
estos trabajos han tratado la manifestación política del “Estado Andino” como una
organización “segmentaria”, de fusión y fisión, donde los linajes con elementos
580
Véase Urbina, 2014: 63-65.
Según establece Hidalgo “Los mismos incas habían introducido numerosos cambios de los cuales quedan
vestigios en los testimonios escritos por los hispanos. […], los títulos de encomienda son, en este caso los
primeros documentos que tenemos para entender la situación prehispánica”. Hidalgo, 2009b: 155.
582
Julien, 1983, 1991, 1993: 181-190.
583
Schjiellerup, 2005: 148-153.
581
235
fundamentales e intrínsecos en la dinámica segmentaria de coaliciones mayores, donde
aparecen figuras políticas y personal auxiliar como ejes primarios de los mecanismos de
integración y desintegración.584
Esta definición se acerca al concepto de “jerarquía inclusiva” planteado Javier AlbarracínJordán para aquellas unidades sociales que conformaron autonomías locales, pero que a su
vez podían formar coaliciones y de esta manera ampliar su nivel de integración, fortaleciendo
así la estructura jerárquica con numerosos agregados. Lo anterior estaría vinculado con la
producción agroganadera excedentaria y un sistema de redistribución, cuyo manejo
significaba la concesión de determinados bienes a miembros o autoridades de orden político
y consecuente autoridad, esperando de ellos la generosidad del servicio recíproco, sin un
orden necesariamente estatal.585
La aplicación de este enfoque ha relevado información espacial necesaria para discutir sobre
la integración o diferenciación entre núcleos aldeano-ceremoniales, aldeas menores y
estancias agrícolas y/o ganaderas y definir más detalladamente el patrón de asentamiento
Centro Sur andino durante los períodos prehispánicos tardíos, coloniales y etnográficos.586
Los títulos de encomienda permiten evaluar, como ningún otro documento, dicha
información arqueológica a partir de datos documentales precisos sobre pueblos, autoridades
y sus jurisdicciones.587
En este tipo de trama política la diferenciación social se objetivaría más que por la
acumulación de bienes o maquinación de los medios de producción, por la capacidad de
584
Platt, 1987; Albo, 1987; Izko, 1992; Uribe, 1996.
Albarracín-Jordán, 1996.
586
Castro y Martínez, 1996; De acuerdo a Lozano de Machuca, en el repartimiento de los Lipes se encuentran
“… pueblos principales del dicho distrito, y sin estos habrá otros cien pueblezuelos de a 10, 20, 30, 50, 80
indios. Y en este repartimiento y tierra de los Lipes, con ser tan grande, hay un solo sacerdote que es el padre
Joan Mondragón, y no tiene suficiente doctrina por estar tan divididos y apartados, que hay pueblos que están
unos de otros 15, 20, 40, 50, 80 leguas y más…” Lozano Machuca [1581] 1992: 31. Véase los nombres de las
reducciones, asentamientos pretoledanos, autoridades indígenas y su jerarquía en Martínez, J.L., 2011: 306315.
587
Los grupos étnicos, los cacicazgos o las sociedades indígenas estaban conformados por varios ayllus o
comunidades dispersas en una región, o en la cuenca de un valle, comúnmente contarían con espacios públicos,
que pueden estar dentro o alejados de los poblados, destinados a la realización de ceremonias o instancias
aglutinadoras dentro del ciclo anual donde se escenificaría la solidaridad corporativa y los vínculos económicos
y sociales entre las comunidades a través de la reciprocidad y la redistribución de alimentos, bebidas, bienes y
trabajo (p.e., fiestas redistributivas, trabajos comunales, ritos hacia los ancestros y difuntos, etc.). Urbina, 2014:
64.
585
236
manejar la reciprocidad a nivel práctico y simbólico en instancias claves para la reproducción
del orden social. La organización social se vincularía tanto a un territorio habitado, a lazos
de parentesco, así como a necesidades de complementariedad ecológica que se articulan a
partir de un origen mítico de cada unidad familiar y dentro de escalas y jerarquías inclusivas
más amplias.588
El surgimiento del liderazgo y la autoridad dependerían, del poder otorgado por la comunidad
residente y luego, de la validación y preeminencia manejada por ciertos personajes (p.e.
señores, caciques, mallku, jilaqata, curacas, principales, etc.) controlando los mecanismos de
reciprocidad y redistribución de bienes y energía humana, haciendo uso de una parafernalia
material, gestual y estética que cobrando sentido dentro de la dinámica social.589
La importancia crucial de la energía humana en el funcionamiento de esta economía y el rol
de las autoridades comunitarias e inter comunitarias señalarían la importancia que tuvieron,
en cada época, tanto las familias como las autoridades que aglutinaban distintos linajes,
permitiendo, a su vez, la reproducción social del orden comunitario como en el manejo
táctico de la cooperación a través del parentesco y la complementariedad ecológica.
En esta lógica, para la región de Tarapaca en teoría cada unidad doméstica se insertaría
dentro de esta trama macro regional de reciprocidades como engranajes del ayllu,
permitiendo la conformación grupos ceremoniales y territoriales, mitades o parcialidades,
relacionados por parentesco sanguíneo o compadrazgo ritual, a corta y larga distancia, dando
de esta forma una real fisonomía a la dispersión espacial y la constitución de los grupos
étnicos durante los momentos prehispánicos y el período Colonial,590 cuya visibilidad
documental emerge con sorprendente elocuencia en los tempranos títulos de encomienda que
conocemos.
588
Uribe, 2006.
Martínez, 1995. De acuerdo al análisis del autor “… no se han podido apreciar diferencias sustanciales entre
los distintos dirigentes étnicos, como podría suponerse por la extremada jerarquización existente. Las
diferencias se introducen (hasta donde sabemos) en la mayor complejidad de las ceremonias, en su mayor
fastuosidad o en el número de participantes, pero no en los elementos básicos, sustanciales del sistema”.
Martínez, 1995: 213. Este aserto nos permite entender la importancia de comprender los atributos físicos y la
capacidad de los espacios públicos, plazas y canchas, ubicados al interior de los poblados arqueológicos en el
capítulo II (Parte I) de la presente investigación.
590
Martínez, 1998.
589
237
En este contexto, los estudios etnohistóricos regionales desarrollados por Hidalgo y Durston
les han permitido formular un esquema de funcionamiento de las relaciones entre pueblos
del norte de Chile y aquellas del altiplano occidental de Bolivia. A diferencia del control
vertical enunciado por Murra en 1972, los autores establecen, para esta época colonial
temprana, el modelo de “verticalidad escalonada” que regiría las relaciones entre autoridades
étnicas y tipos de asentamientos sujetos al grupo étnico caranga, especialmente en los
ambientes serranos y de valles occidentales del norte de Chile.591
Una particularidad de esta propuesta es el análisis de la información disponible en títulos de
encomienda. La referencia documental a poblaciones, autoridades y asentamientos ubicados
en el altiplano adyacente a Tarapaca y Arica, cuyo centro político se encontraba en la
localidad de Turco (sector suroriental del Departamento de Oruro), donde residía uno de los
mallku de todos los Carangas, se vincula al de unos de los señores o cacique que de él
dependen y que frecuencia aparece en escritos hispanos: Chuquichambe o Chuqui
Chambeco.
La verticalidad escalonada implica la existencia de grupos corporativos y jerarquías
inclusivas en distintos niveles políticos y productivos, donde las colonias establecidas en las
tierras bajas serían capaces de desdoblar y generar sus propias relaciones verticales y
horizontales con otros valles o sectores más bajos a la cuenca ocupada originalmente.
La constatación de este funcionamiento de los caranga durante los primeros siglos coloniales,
permite agregar al esquema clásico del archipiélago vertical “centro-colonia”, un tercer nivel
o componente organizacional, de tal manera que arqueológicamente se podría esperar el
hallazgo de “centros primarios” o núcleos desde los cuales los mallku altiplánicos manejaban
los archipiélagos del valle; “centros secundarios” correspondientes a pueblos serranos de
envergadura considerable que operarían como sitios redistributivos y de control estratégico.
Mientras los centros secundarios se ubicarían en las quebradas altas precordilleranas,
residencia de los “caciques de valle” que mantienen relaciones directas con los mallku
altiplánicos; los “centros terciarios” o poblados menores establecidos desde los centros
secundarios poseen funciones netamente productivas y sus autoridades son identificadas en
591
Hidalgo, 2004: 486.
238
la cédulas como “principales”, sujetos directamente a los caciques e indirectamente a los
mallku.592
El escalonamiento ecológico-social corresponde, en este sentido, a un rasgo estructural que
se asocia a la envergadura del sistema archipielágico caranga y a su grado de centralización,
el que se postula hipotéticamente pudo tener una prolongación al sur de los valles y sierra de
Arica. En consideración a la distancia existente entre los centros altiplánicos y las
instalaciones serranas, éstos últimos conformaron un nivel intermedio de control, caso que
ejemplifican con la población Arica sujeta a uno de los mallku de todo el señorío
(Chuquichambe) por intermedio de Cayoa, cacique establecido en una de las colonizaciones.
Si bien el modelo de verticalidad escalonada prestaría mayor utilidad a partir del proceso
reduccional toledano, podría captar las contradicciones generadas por rupturas o
modificaciones a relaciones sociopolíticas determinadas por la verticalidad ecológica,
verticalidad invertida –cuando las poblaciones yungas ocupan asentamientos o colonizan
territorios en las tierras altas-,593 del mismo modo que las relaciones valle a valle, donde el
tamaño de los poblados dependen de la capacidad de carga humana, hídrica y productiva.
En el caso tarapaqueño disponemos de registros documentales muy tempranos que confirman
la ocurrencia de estructuras de cargos en las que figuran distintas autoridades –señores,
caciques y principales-, las cuales, utilizan tanto la verticalidad escalonada en las cuencas
afluentes de la quebrada de Tarapacá, la modalidad de control valle-valle y oasis/valle-costa,
así como el esquema de verticalidad invertida ejercido por las autoridades establecidas en
San Lorenzo de Tarapaca sobre poblados ubicados sobre los 2000 msnm.594
El hallazgo del referido mecanismo de verticalidad invertida a fines de la primera mitad del
siglo XVI (1540), demuestra no sólo la existencia de jerarquías en distintos niveles políticos
y productivos, sino que las colonias de poblaciones yungas –agricultores y pescadores- eran
capaces de generar sus propias relaciones con poblaciones y territorios altiplánicos y,
592
Según los autores, no ha sido posible determinar los sitios exactos de estos centros, pero como regla general
se ubicarían bajo los 2500 msnm, en el piso de valle y en las cabeceras de los valles. Hidalgo, 2004: 486.
593
Rostworowski, 1977. Hidalgo et al., 2004: 535-552; Santoro et al., 2010: 325-340.
594
Uribe, et al., 2010; Uribe y Urbina, 2012; Urbina, 2014: 201, 204, 209 y 242.
239
probablemente asentarse en ellos, de igual modo que con los habitantes de valles en cotas
superiores inmediatamente vecinos o distantes.595
Dentro de la región los habitantes de asentamientos de primer orden, o cabeceras, como San
Andrés de Pica, San Lorenzo de Tarapaca e inclusive Santo Tomás de Camiña, optan por el
acceso a recursos colectivos, tierras agrícolas y de pastoreo, relaciones de parentesco y
alianza política desde sus “centros primarios” en los valles más bajos, hacia espacios a
precordilleranos y altiplánicos a mayor altitud. Situación comparable, aunque en un contexto
económico diferente, puede consignarse en el caso de poblaciones camanchacas ocupando
asentamientos el oasis de Pica en el siglo XV-XVI596 o en el valle de Camiña en la segunda
mitad del siglo XVII.597
Para mayor claridad resumiremos los diferentes mecanismos de interacción identificados a
en la región de estudio a partir de los antecedentes disponibles: 1) complementariedad
socioeconómica suprarregional, 2) plurietnicidad a nivel de poblados y cuencas, 3) movilidad
residencial o estacional entre habitantes de valles y zonas vecinas en cotas más bajas o altas,
así como entre regiones vecinas o distantes.
Los elementos y modelos que hemos discutido tendrían una expresión concreta en cuadros o
diagramas de cargos, en donde la dispersión/aglutinamiento de las poblaciones, la
envergadura y espacios públicos de los poblados y la coalición de poblaciones, determinaban
la complejidad y extensión de las estructuras políticas y la terminología específica para
designar los cargos en distintos niveles.
La transferencia oral y transcripción al papel de los sistemas de cargos políticos, las prácticas
de bautizo y su registro del nombre vernáculo de los curacas y la adición de nombres bíblicos,
facilitan el rastreo de las estructuras de cargos, líneas de sucesión, el análisis comparativo y
sistemático de los datos sobre localidades y poblaciones. Ahora bien, dada su condición
595
En su tesis doctoral, Helena Horta concluye que las autoridades de los grupos yungas de la zona de Arica no
habrían estado subordinadas a autoridades de otros grupos étnicos. Horta, 2010: 442.
596
AGN, DIE, L2, C15, f. 376r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia;
Núñez, L., 1962; Horta, 2010.
597
Odone 1994: 113-184, Anexos 1-4: 271-305. Véase también Martínez, J. L., 1998; Larraín y Burgeño, 2011.
Para Arica, Hidalgo, 2009b: 152; Horta, 2010.
240
fragmentaria,598 este es un esfuerzo que se encuentra prontamente con vacíos y problemas de
anotación y paleografía.
En nuestro análisis hemos distinguido la terminología utilizada en el caso de asentamientos,
poblados o asientos de estas autoridades -caletas, puertos, estancias, poblados menores,
poblados mayores, markas, llactas, centros administrativos, tambos o instalaciones de
enlace-.599 Del mismo modo, la posición jerárquica de las autoridades en estructuras de cargo
de distinta complejidad que puede inferirse de la categoría en español, quechua o aymara
utilizada, mientras que la condición hereditaria puede inferirse por la repetición de los
apellidos, por la disponibilidad ocasional de probanzas u otros documentos que encadenen,
sugieran o expliciten las líneas sucesorias.
En el caso de la tierras altas y regiones de habla aymara,600 en el altiplano circum Titicaca y
Meridional, se reconoce a los Mallku (autoridades de coaliciones de ayllus mayores o
confederaciones), Hilacata (autoridades de ayllus menores o mayores, mediadores en
disputas territoriales y recolección del tributo) y Jilanqu (representantes de comunidades,
mediadores entre conflictos familiares)-.601
En los territorios quechua hablantes y aquellos donde se verifica la expansión del
Tawantinsuyo los especialistas mencionan al Capac Apu o Apu (gobernadores provinciales),
Tocricoc (visitadores oficiales), Curaca (hunucuraca [5000-30.000 purics, unidades
domésticas o familias], guaranga curacas [500-3000 purics] y pachaca curacas [50-300
purics]) y jefes de aldeas o Chunga kamachikuq (5-30 purics)-.602
En la terminología colonial, el esquema jerárquico de autoridades que se relacionaba
especialmente con la implementación progresiva de repartimientos, corregimientos y, a partir
de 1570, reducciones a pueblos.603 En este escenario las autoridades locales o supralocales,
especialmente los curaca de ayllus, mitades, parcialidades o pueblos, asumía también la
598
Para el lapso entre 1535 y 1776 véase Anexo 4.1, capítulo IV. Para líneas de sucesión de los cacicazgos de
Ilabaya, Tarata y Pica, Hidalgo, 1986.
599
Urbina, 2014: 81-135.
600
Julien, 1983, nota 18: 88-89.
601
van Kessel, [1980] 2003: 105-107; Albarracín-Jordán, 1996: 319; Izko, 1992.
602
Pärssinen, 2003: 361, también 229-241; Urton y Brezine 2007, Figura 1: 361; D’Altroy, 2010: 279-281;
Zuloaga, 2012: 43-74.
603
Durston, 1994; Durston e Hidalgo, 1999.
241
responsabilidad fiscal ante las autoridades hispanas, cuyas leyes reconocían el liderazgo y
derechos de los curacas sobre la población que gobernaban.604
Los distintos niveles que alcanzaban las jefaturas indígenas ofrecen distintas denominaciones
jerárquicas: Señor, Cacique, Principal, Cacique Principal, Curaca Principal, Segunda
Persona, Mandón, a lo que habría que agregar Cacique Gobernador (repartimiento) y
Principal Mayor, en referencia al cargo de Alcalde Mayor.605
Por último, en el caso de ayllus de pueblos, coaliciones de ayllus o confederaciones mayores,
la organización dual, regida por el principio andino de mitades opuestas complementarias, se
expresaba en las divisiones arriba/abajo: aracsaya/mancasaya o hanansaya/hurinsaya
dependiendo del contexto étnico o la lengua del hablante.
La estructura de cargos en estas mitades (sayas) y de los cacicazgos completos, dependió de
varios atributos durante el período Inca y Colonial. Podemos sintetizar algunos de ellos
continuación: aptitudes y habilidades para el cargo, capacidad de organizar tareas colectivas
y manejo de recursos comunes, articulación con autoridades o agentes hispanos
(encomendero, corregidor, doctrinero, teniente gobernador), capacidad de redistributiva y el
manejo táctico de la reciprocidad,606 establecimiento de alianzas matrimoniales y la
existencia o no de líneas directas de sucesión o traspaso hereditario de los cargos; también,
la entrega de títulos de caciques producto de las visitas o formalización de cabildos en la
reducciones, asumiendo responsabilidad fiscal en el cobro del tributo.607
Como veremos a continuación, la documentación colonial indica que la intervención incaica
pudo implicar hipotéticamente la instalación o investidura de curacas (incas de privilegio) o
de funcionarios como mediadores (en sentido diplomático) en disputas entre comunidades y
el ascenso de nuevos líderes étnicos, la imposición, designación y remoción de autoridades,
ya sea creando nuevas jurisdicciones y cargos burocráticos provinciales o mediante el
traslado de poblaciones en calidad de mitmacuna o yanacuna con sus propias autoridades
desde el pueblo de origen.
604
Hidalgo, 1986: 41-57.
Hidalgo, 1986: 58-111.
606
Martínez, 1995; Uribe, 1996.
607
Los cargos propios de los nuevos pueblos de indios o reducciones que debían contar hacia 1570 con su
propio cabildo y alcaldes elegidos, encargados de las cajas de la comunidad y otros ayudantes relacionado con
el culto católico en las parroquias.
605
242
5.1.2. Sobre los repartos tarapaqueños y su valor etnohistórico
Según Pärssinen y Zuluaga, Francisco Pizarro determinó los primeros repartos utilizando
fuentes contables y administrativas incaicas, especialmente el testimonio de los funcionarios
provinciales y quipucamayoc.608 De acuerdo con la crónica de Betanzos,
“…un día pareciéndole al Marqués [Francisco Pizarro] que era bien saber los
repartimientos que habían en la tierra y repartirlos en los españoles que al presente
estaban con él y poblar los pueblos mandó llamar a Manco Inca y mandole que la
trajese allí por cuenta y memoria todos los repartimientos que habían en la tierra y
Manco Inca se fue de allí e hizo llamar a los llactacamayos que quiere decir
mayordomos de los pueblos y los que así tenían cargo en la ciudad del Cuzco de tener
cuenta de lo que así les pedían y supo de ellos los repartimientos que habían y los
indios que tenían cada repartimiento y trájole al Marqués la cuenta y razón de lo que
así le pedía y el Marqués repartió allí en la ciudad en los vecinos que allí habían
poblado los repartimientos que bastaron para los vecinos que allí pobló…”.609
En el año 2010, las indagaciones de Pärssinen y Kiviharju en el Archivo General de Indias,
permitieron el hallazgo del primer título de encomienda otorgada a Lucas Martínez en 1535,
a partir de lo cual puede afirmarse que, junto con aquella de 1540, publicada por José Toribio
Medina a fines del siglo XIX610 y republicada por Barriga en 1940 y 1955, disponemos de
un antecedente inédito para analizar la configuración étnica regional, la impronta incaica en
608
Pärssinen y Kiviharju, 2010; Zuloaga, 2012.
Betanzos, [1551-1557] 1987: 289. El subrayado es nuestro.
610
CDI, 1ra Serie, VIII: 428-430. Larraín, entrega alguna información que pudiera considerarse valiosa respecto
del primer hallazgo de la cedula de encomienda de Lucas Martínez de 1540. Primero, nos indica que Barriga lo
tomó del Resumen Genealógico Jurídico e Histórico de la noble e antigua Casa e Orígenes del Dr. Gregorio
Hurtado de Mendoza Zapata y Bécquer, Conde de Cumbres Altas, Madrid, del año 1870. En una nota a pie
siguiente, señala que una cita parcial de este título de encomienda aparece citada en Bollaert (1860: 153-154) y
en una copia de una Carta Pastoral de un Obispo de Arequipa en 1846, la cual podría corresponder a un extracto
de la obra Fragmentos para la Historia de Arequipa de 1847 del Deán Juan Guadalberto Valdivia. Según el
autor “… ambas pretenderían ser trascripción de una carta de Francisco Pizarro, en 1538, a la Corte. Aunque
hay diferencias en la grafía de los topónimos, estos son reconocibles”. Larraín, 1975, nota 16-17: 276.
609
243
un área extensa del Collasuyo; en fin, reconsiderar la información y alcance de los títulos
posteriores en el marco de las dinámicas de las poblaciones indígenas involucradas.
Debido que hasta la fecha no se ha realizado un análisis comparado de las primeras
encomiendas otorgadas por Francisco Pizarro entre 1535 y 1541, consideramos valioso el
ejercicio de integrado crítica de estos documentos, los cuales como veremos involucraban
poblaciones regionales o zonas y localidades que ayllus o parcialidades ocupaban dentro de
Tarapaca, ya sea mediante “islas” o colonias distantes o próximas a su núcleo de origen o al
asiento de las autoridades de las cuales dependían.611
La Tabla 5.1 presenta el listado de títulos de encomienda relacionados con Tarapaca
entregados entre 1535 y 1541, en Cuzco y Lima (Los Reyes), que recibieron tres
encomenderos avecindados en Cuzco, Villa Hermosa de Arequipa y La Plata,
respectivamente, el reconocido encomendero de Tarapaca, Lucas Martínez, Marcos de
Retamoso y Lope de Mendieta.
Sabemos por los estudios de Ana María Presta que Retamoso y Mendieta recibieron, como
otros encomenderos establecidos en la ciudad de La Plata,612 repartimientos que incluían
parcialidades de la provincia de Carangas, en la región de Charcas, ubicada en el extremo
occidental de la jurisdicción de esta ciudad.
Los Carangas, como otros señoríos altiplánicos, Collas, Lupacas y Pacajes613 y, también,
Lipes,614 poseían asentamientos permanentes o parte de sus poblaciones ocupaban, en calidad
611
Murra, 1972.
Presta, 2008, Apéndice 2 y 3: 225-228. La historiadora sistematiza los listados de encomenderos conocidos
entre 1544 y 1550, beneficiados por Francisco Pizarro, Vaca y Pedro de La Gasca, donde se anotan los repartos
en territorio Caranga adjudicados a Lope de Mendieta, Gómez de Luna, Francisco de Isasaga, Francisco de
Retamoso, Pedro de Isasaga, Antonio Álvarez y Juan Ortiz de Zárate. También se encuentran registrados con
encomiendas en territorio Quillaca - Hernando de Aldana, Pedro de Portugal y Navarra, Diego Pantoja- y Lipes
–H. N. de Segura-. Es una posibilidad que dentro de los grupos Carangas se les adjudicaran grupos de
pobladores altiplánicos, posiblemente uros -ya sean pescadores o agricultores-, o en su defecto, pastores
asentados en Tarapaca. Urbina, 2014: 207.
613
AGI, Justicia 428, N° 1, r. 2; AGI, Lima 805, ambos en Rostworoski, 2005: 97-99; Diez de San Miguel,
[1567] 1964; Mercado de Peñaloza, [1586] 1965; Murra, 1964; Véase también lo análisis etnohistóricos y
arqueológicos que evalúan o mencionan la presencia lupaca y pacaje en los valles Arica, Llagostera, 1976,
2010; Hidalgo, 1986: 23; Hidalgo y Focacci, 1986; Albarracín-Jordán, 1996: 308; Muñoz, 2005; Horta, 2010,
nota 285: 328 y 67-68, 386, 431; Santoro et al., 2010.
614
En su libro Martínez señala que, en el caso de los Lipes “La dispersión anterior a la reducción muestra que
las instalaciones prehispánicas tenían ramificaciones hacia el Océano Pacífico –Amincha y, probablemente,
Pica y Cavana- hacia el sur –Alota, en los alrededores del corregimiento colonial de Atacama-, y hacia e límite
contiguo a los Chichas (Cañiza)”. Martínez, J.L., 2011: 306-307.
612
244
de mitimaes de los mallku o instalados por los Incas, asentamientos mono o pluriétnicos de
modo estacional en las yungas o tierras cálidas de Arica615 y Tarapaca.
Estas tierras son mencionadas en la documentación como “tierras de maíz y coca”, vale decir
valles o quebradas cálidas o chaupiyunga, ubicadas en las “yungas de mar” por su posición
occidental respecto de la región altiplánica.616
Como ya indicamos, la presencia de poblaciones Carangas establecidas en el valle de Lluta617
y Codpa está bien documentada en sus aspectos generales. Veamos un ejemplo. Gracias a
615
En la Relación de la provincia de Pacajes elaborado por Pedro Mercado de Peñaloza, testigo presencial en
estas regiones antes de 1586 señala que la provincia confina por el sur con Tacna y Arica, y que en dicha
provincia “… lo primero que hizo el dicho Topa Yunangui fue nombrarles caciques y principales e hilacatas
(1), y dividió los dichos indios en dos parcialidades o bandos; a los unos llamó del bando de Hanansaya, quiere
decir: "cosa ques del bando de lo. alto"; y la otra parcialidad llamó de Urinsaya, que quiere decir: "cosa que
sirve a lo bajo" (2); y por esta orden tuvo noticia de los indios que tenía cada parcialidad y los servicios que
le habían de hacer en paz y en guerra; y de los sucesores de los caciques puestos por el dicho inga son al
presente los que mandan a los dichos indios Pacaxes. Y luego hizo el dicho inga recoger todo el ganado que
había en la dicha provincia, e lo señaló con colores e hizo partición dello con el sol, a quien, en agradecimiento
de la vitoria que le había dado, le dió la mitad del ganado que en ella hubo, que era grandísima cantidad,
dando una parte dello a los truenos, a quien él tenía en gran veneración después del sol, y le señaló tierras
para sementeras y le llamó Apo Illapa, que quiere decir: "Señor de los truenos", y les puso sacerdotes que
tuviesen cuenta de hacer los sacrificios que dejó señalados para el sol, a quien reconocía por dios, y les señaló
a los indios de la dicha provincia los tributos que habían de dar para él y para las dichas sus guacas, que era
que guardasen el ganado del sol y el suyo e. hiciesen chácaras de papas y quínoa y cañagua, y de la lana que
se tresquilaba del ganado le hiciesen ropa de cumbi y abasca; y también le señaló tierras de maíz en los valles
de Cochabamba y Cauari y en la costa de Arica y en la costa de Arequipa; y toda esta comida se mandaba
juntar en depósitos y de allí se repartía para los indios de guerra que iban a la provincia de los Charcas”.
Mercado de Peñaloza, [1586] 1965, t. I: 334. La cita expuesta debe ser tomada con cautela para no inducir la
idea según la cual el sistema dual fue impuesto por los Incas en las provincias conquistadas. Más bien queremos
destacar la imposición incaica en el sistema de nombramiento de autoridades en provincias del Collasuyo.
616
AGI, Justicia 658, f. 373r-373v, f. 374r-374v, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 190-192, 195-196; Loredo,
1958: 172-176, 194-199, 200-204. Los tres títulos de encomienda han sido publicados por Pärssinen y Kiviharju
(2010: 114-118, 190-192 y 178-180) y corresponden, de acuerdo a la referencia que dan los autores, al Pleito
de doña Mayor Verdugo de Angulo, vecina de la ciudad de La Plata, con el Fiscal de SM sobre la visitación
de los indios de Sipe Sipe y Moyos Moyos, La Plata 1568. Sin embargo, Justicia, 658, N°2, f. 27v-29v,
corresponde a expediente de dos piezas cuyo contenido trata sobre El fiscal contra Antonio Álvarez, vecino de
la Ciudad de la Plata sobre el derecho a la encomienda de Guachacalla. Dentro de este expediente se encuentra
el documento Antonio Álvarez vecino de la ciudad de La Plata, sobre el derecho a una encomienda de yndios
en aquel distrito, también separado en dos piezas. La cédula de encomienda de Marcos Retamoso se encuentra
dentro de la sección Repartimiento de indios Carangas y Chuquicota, uros y de los demas que tuvo en
encomienda, en las fojas 28r-28v. Agradezco al Dr. José Luis Martínez por haberme facilitado la transcripción
paleográfica parcial de esta cédula. Véase reproducción de esta cédula más adelante, nota n° 123.
617
Teresa Cañedo-Argüelles ha publicado un documento hallado la colección Latin American mss. Perú, en la
Lilly Library de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, contenido en un corpus documental denominado
Pleitos por el cacicazgo de Torata y Moquegua, 15 de abril de 1590 a 24 de noviembre de 1594. CañedoArgüelles, 2005: 3. La autora señala de acuerdo a la “La probanza de don Pedro Conta ante el teniente de
gobernador de Moquegua, Pedro de Guevara. Testimonio de Lorenzo Chimo (Moquegua, 6 de agosto de
1589)”, que poblaciones de los cacicazgos y parcialidades de los valles de Torata y Moquegua, los cuales
formaban parte del Colesuyo en el período Inca (siglo XVI y XVI), también controlaban sectores del valle de
245
Pedro Pizarro sabemos que Lucas Martínez trabajaba las minas de Tarapaca con mineros de
su repartimiento (Arica y Tarapaca),618 mientras el propio cronista y primo de Francisco
Pizarro lo hacía con mitimaes Carangas asentados en el valle de Codpa,619 unos 150 km al
noreste del mineral.
Tabla 5.1. Títulos de encomienda relativos a Tarapaca, ca. 1535-1541.
ID
Fecha
Lugar
1 1-VIII-1535 Cuzco
Otorga
Francisco
Pizarro
Francisco
3 28-V-1540 Los Reyes
Pizarro
Francisco
4 28-II-1541 Los Reyes
Pizarro
2 22-I-1540
Cuzco
5 23-III-1541 Los Reyes
Recibe
Región o provincia
Tipo de referencia
Francisco
Lucas Martínez Colesuyo-Collasuyo Quilquisana, señor de Tarapaca
Pizarro
Lucas Martínez Colesuyo-Collasuyo
Lope de
Mendieta*
Marcos de
Retamoso*
Francisco Lope de
Pizarro
Mendieta*
Charcas-Caranga
Charcas-Caranga
Charcas-Caranga
Jurisdicción (año de fundación)
Ciudad de Cuzco (ca . 1534)
Tusca Sanga [Talosanga], cacique del valle
Villa Hermosa de Arequipa (ca . 1540)
de Tarapaca
Yungas de la mar, valle de Lluta y
Villa de la Plata (ca . 1538)
pescadores [varios pueblos y estancias
Pueblos y principales en la parcialidad de
Villa de la Plata (ca . 1538)
Tarapaca
Valle de Lluta, estancias de pescadores
Villa de la Plata (ca . 1538)
Fuente: AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r; AGI, Justicia 401, N° 1, f. 181v-183v; AGI, Justicia 658,
f. 373r-373v; AGI, Justicia 658, f. 374r-374v; AGI, Justicia 658, N° 2, f. 27v-29v. Transcripción paleográfica
en Pärssinen y Kiviharju, 2010.
* Título provisional.
En la documentación se encuentran mencionados los “indios de Codpa”,620 cuyo pueblo
homónimo era identificado como una extensión meridional del cacicazgo de Tacna, razón
Lluta y Arica. Cañedo-Argüelles, 2005: xxxix. Ante la pregunta tercera del interrogatorio presentado por Pedro
de Guevara -Teniente Gobernador del valle de Moquegua en 1590-, sobre si sabían “…que por ser indio viejo
e incapaz un Tacasi a quien el dicho Inga había puesto por cacique destos dichos pueblos y no poder usar el
dicho oficio puso el dicho Inga por tal cacique al dicho Pari abuelo del dicho don Pedro Conta” (CañedoArgüelles, 2005: 6), Martín Pari Guanaco “… indio natural de Chucuyto del ayllu de urinsaya del cual por
interpretación del dicho do Diego Cusi Gulpa […] A la tercera pregunta dijo que este testigo a oído decir a
muchas personas que por ser el dicho Tacassi indio viejo y carache por lo cual no podía llegar a hablar al
Inga mando el dicho Inga que gobernase en su lugar el dicho Pari abuelo del dicho don Pedro Conta en ese
vale hasta Lluta junto a Arica y en Larecaja que todo lo que mandase y gobernase y que sabe lo contenido en
esta pregunta porque es público y notorio y lo oyó decir a sus padres e que este testigo ha visto gobernar al
dicho Francisco Poma y a don Pedro Conta su hijo como caciques desde dicho valle y pueblo de Torata que
esto sabe y responde a esta pregunta”. Testimonio de Pari Guanaco, testigo de don Pedro Conta. 20 de abril
de 1590, f. 36r, en Cañedo-Argüelles, 2005: 28. Lo anterior coincide con lo referido en la Visita secreta en la
provincia de Chucuito efectuada por Fray Pedro Gutiérrez Flores, donde se indica que población Lupaca
también ocupaba sectores del valle de Sama, Moquegua y Lluta ([1572] 1970: 25 y 38, en Hidalgo, 1986, nota
32: 23) del mismo modo que lo hacían pescadores de Tacna sujetos al cacique Pola. Hidalgo, 1986: 23.
618
Trelles, 1991: 175-176.
619
Codpa es actualmente un pueblo ubicado en la parte alta de la cuenca hidrográfica de Vítor, sobre los 1870
msnm.
620
Trelles, 1991: 175-176.
246
por lo cual habían sido entregada en 1540 a Pizarro y no otro encomendero.621 El problema
que generaba la proximidad y poca claridad entre los repartos de Lucas Martínez y Pedro
Pizarro, se verían agravados por el pleito que ambos sostuvieron por los derechos sobre
aquellos “mitimaes caranga” del valle de Codpa, el cual sería resuelto en el año 1559. La
sentencia dictaminaba que los indios caranga en condición de advenedizos, instalados por
iniciativa propia y no por el Inca o por algún señor étnico, quedarían en manos de Pedro
Pizarro; mientras, aquellos tributarios caranga asentados por orden del Inca o cualquier señor
étnico (p.e. Lupaca) quedaría en manos de Lucas Martínez.622
Otras fuentes independientes dan algunas luces sobre las estrategias de Lucas Martínez por
apropiarse del tributo generado por los mitimaes carangas y uros instalados en los valles
maiceros de Tarapaca. Una de ellas es el testimonio que se halla en la Relación de los
repartimientos que efectuó Pedro de La Gasca en 1548.623 Allí queda consignado como, en
el caso de Lope de Mendieta, “Lucas Martínez vecino de Arequipa se sirve de les mitimaes
de sus caciques, que las solían hacer sus comidas de maíz i así, tienen ganado están en tierra
mui estéril donde no se coge sino muy poca comida por ser la tierra tan fría”.624 En otro
caso, aún más elocuente, se registra que
“tiene Franco de Isasaga en la provincia de los Carangas novecientos i tantos Indios
de visitación no tienen ningún maíz están en tierra mui estéril i no se coge sino mui
poca comida, sirvese asimismo Lucas Martínez de los mitimaes desde repartimiento,
tienen ganado, podrán dar de aprovechamiento dando Indios para el beneficio de las
minas i algún ganado i ropa durante la grosedad de las minas, darán diez mil pesos
621
Hidalgo, 2004: 516-521. Barriga 1939: 41; 1939, t. I: 190-191; Barriga 1955, t. III: 115-117; Núñez, L.,
1984, t. I: 410. En 1538 Pedro Pizarro había recibido en la provincia del Colesuyo 500 indios, además de 600
indios del pueblo de Tacna, con el cacique Astaca y los principales Quilopana, Cata, Concharique, Quiela,
Omanchipa y Lanchipa. En 1540, Pedro Pizarro recibiría 800 indios más sujetos al cacique Istaca y otros 40
más en Tacna, sujetos al cacique Capanique y al principal Talassi, también pescadores asentados en la boca del
río Sama y en los pueblos de Chichi, Anaquina y Arica. En 1543, el mismo encomendero recibió un grupo de
mitimaes de Tarapaca asentados en Tacna bajo el principal Tucuba. Barriga, 155, t. III: 116; Barriga 1955, t. I:
40-41, 190-192, en Hidalgo, 1986: 19-20.
622
Trelles, 1991: 175-176.
623
Loredo, 1940: 54-55.
624
Loredo, 1940: 54.
247
granjeándolos i dándolos mina donde lo saquen, tiénelos según él dice por cedula del
Marques, i después por una ejecutoria de la Audiencia que solía residir en Lima” .625
La segunda fuente es el pleito seguido entre 1563-1564 por Antonio Álvarez contra Lucas
Martínez y sus indios.626 En el caso de Álvarez, vecino de La Plata y encomendero en la
provincia de Carangas, posee el repartimiento de Chicoana en 1548, entregado por Francisco
Pizarro; luego habría recibido de Pedro de la Gasca un repartimiento conformado, en parte,
por uros residentes en Urinoca, Sabaya y Totora.627 Al recibir parcialidades uro asentadas en
la cuenca del lago y salar de Coipasa, el encomendero habría heredado parte del sistema de
“verticalidad escalonada” que este grupo utilizaba en los valles y quebradas tarapaqueñas.
Curiosamente, no sólo la territorialidad indígena establecida en el período Inca causaba
problemas a los encomenderos. En el caso de Moquegua, que hemos mencionado en el
capítulo IV, la parte norte del valle formaba parte del Colesuyo, dependiente de la Audiencia
de Lima, mientras que la parte sur estaba bajo la jurisdicción de la provincia de Chucuito,
limitando con la Audiencia de Charcas. Como indica Pease:
“… la imprecisa delimitación dio origen a conflictos, estos se ampliaron porque en
el propio valle de Moquegua entraban a tallar otras entidades a parte de las
Audiencias mencionadas, como la Caja Real de Arequipa y el Obispado del Cuzco
[…] Ello configura un ámbito confuso que sugiere estudiar más ampliamente la
extensión y el sentido del término provincia en la documentación andina del siglo
XVI. Este conjunto de jurisdicciones es quizás explicable por la no territorialidad de
las encomiendas y por el poco conocimiento que se tuvo en su reparto a cerca de la
real situación de la población”.628
625
Loredo, 1940: 55. El destacado es nuestro.
Real Audiencia de La Plata, 2007: 42, 77, 79, 113. Estos documentos son mencionados la obra compilatoria
Real Audiencia de La Plata. Acuerdos de La Real Audiencia de La Plata de los Charcas (1561-1568)” publicada
en 2007.
627
Presta, 2008: 228.
628
Pease, 1984: 152-153. Subrayado es nuestro.
626
248
En el caso de Tarapaca sucedía algo similar a lo descrito para Moquegua. Como hemos
establecido el capítulo I y IV, desde el siglo XIII d.C., vale decir, a mediados del período
Intermedio Tardío hasta el siglo XVIII, la región de Tarapaca actuó como una bisagra
cultural y política, un espacio de complementariedad entre los habitantes de la región y todos
los territorios vecinos que la circundaban.629 Desde el punto de vista de las jurisdicciones
hispanas, la provincia de Tarapaca durante la segunda mitad del siglo XVI formaba parte de
la Audiencia de Lima (1542-1559), siendo integrada entre 1559 y 1573 a la Audiencia de
Charcas o La Plata (1559-1573), para retornar al tribunal de Lima en 1574. Como indica
Riviere, tal tensión jurisdiccional entre autoridades hispanas de las regiones Caranga y
Arequipa puede ser rastreada incluso hasta el siglo XVIII.630
En uno de sus trabajos conjuntos, Durston e Hidalgo refieren a las “Reales cédulas sobre la
jurisdicción de la Audiencia de Charcas en Arica -1568 y 1569”, donde se señala que “En
1569 Arévalo Moscoso, Procurador General de la Ciudad de La Plata, pidió
infructuosamente que Arica y Tarapacá pasaran a la Audiencia de La Plata (y no a la de
Lima), alegando que los caranga “tenían puestos sus mitimaes en la cabezadas e altos de
aquellos valle (de Arica) para hacer sus sementeras de maíz”. 631 En nuestra opinión, los
antecedentes expuestos permiten vislumbrar como la dimensión demográfica, territorial, la
distribución/circulación y las redes políticas de la población indígena encomendada causó,
entre otros factores, distintos problemas jurisdiccionales en la incipiente organización del
virreinato peruano.
Resta por señalar que, desde el punto de vista del análisis interno de los documentos,
avanzamos en este trabajo comparando los primeros títulos de encomienda con la doble
consideración de los agentes y mecanismos involucrados en la transmisión de la información,
629
Véase Martínez, J. L., 1998.
El autor menciona los “Títulos Antiguos del cantón de Turco” contenidos en los “Derechos Reales de Oruro”.
Allí se registran reclamos relativos la presencia altiplánica en los valles orientados al océano Pacífico y la
entrega de estos a la jurisdicción peruana de Arequipa, posteriormente a la Guerra del Pacífico y su inclusión
dentro de territorio chileno. Dicha ocupación, denominada en las “yungas de mar” en el siglo XVI, figura en
los documentos coloniales especialmente para los valles de Lluta, Codpa, Camaraxa y Omacalta. Derechos
Reales de Oruro, 1690-1929, n° 14, f. 21r-81r, en Riviere, 1982: 22-23, nota 1: 44.
631
Durston e Hidalgo, 1999: 252. Los autores citan el expediente Registro de oficio y partes para la Audiencia
de Charcas. AGI, Charcas 418, L.1.
630
249
como de la subjetividad propia de las versiones y contabilidades indígenas a partir de las
cuales se efectuaron los repartos.
Del mismo modo, a partir de la información posterior a la tasa y el tributo impuesto a la
población indígena a partir de 1550, luego de la visita efectuada por La Gasca,632 y de 1575,
luego de la visita general realizada por el virrey Toledo,633 consideramos la hipótesis según
la cual la información contenida en las cédulas de encomienda, a pesar de los códigos
escriturales europeos que rigen la presentación y estructura de los datos e informaciones,
siguen una perspectiva fuertemente cuzqueña.634 Ejemplo de ello es el testimonio de
Betanzos y otras fuentes documentales independientes, según los cuales los primeros repartos
habrían sido asignados por Francisco Pizarro utilizando información censal y contable
almacenada en quipus incaicos,635 provistos tanto por encargados de los quipus de las panacas
reales del Cuzco o funcionarios, posiblemente Tocricocs, cuyas registros se basaban en
informaciones regionales y locales obtenidas desde los centros administrativos provinciales,
como lo fueron Chucuito, Hatuncolla, Paria o, a una escala menor, Tarapacá Viejo (San
Lorenzo de Tarapaca).636
5.2. Expediciones, disputas e informaciones contenidas en los primeros repartos de 1535
Para entender mejor la configuración de las regiones o provincias entregadas en encomienda
debemos analizar los títulos iniciales o tempranos, teniendo en consideración la información
632
Rostworowski, 1983; Guevara Gil y Salomon, 1997, en Zuloaga, 2012: 117-119, 123; Zagalsky, 2009.
Sobre esta materia tratará el capítulo VII.
634
En su trabajo Uro as a tributary category, Catherine Julien señala en las conclusiones de su análisis: “La
tasa de Toledo es una buena fuente de información, y aún más sobre la especialización económica local y
regional en la década de 1570 y, sorprendentemente, sobre la administración Inca. Nuestra revisión de las
provincias, incluso cuando nos basamos en fuentes neutrales como la documentación hispana sobre el tributo
colonial, sigue siendo Cuzco céntrica. Julien, 1983: 88. La traducción del inglés es nuestra.
635
Pärssinen y Kiviharju, 2004, 2010; Platt et al., 2006; Zuloaga, 2010. Volveremos sobre este asunto más
adelante.
636
Agüero y Zori, 2007; Zori, 2011: 368, 400-401, 504, 588, 764. Esta situación coincide posteriormente con
los criterios mediante los cuales Pedro de La Gasca estableció la tasa y tributo indígena en 1549-1550 y en la
Visita General efectuada por el Virrey Toledo para establecer la Tasa en 1575 (Cook, 1975). La Gasca y Toledo
dieron instrucciones de aplicar los cuestionarios a los curacas en las provincias visitadas. Las preguntas
intentaban conocer lo que las poblaciones y sus caciques daban o tributaban al Inca o si conservaban tierras de
aquel tiempo, sobre los mitimaes presentes en cada repartimiento. Málaga, 1973: 63-66; Cook, 1975: xii.
Volveremos en el capítulo VII sobre este tema en detalle.
633
250
arqueológica disponible relativa a la distribución y jerarquía de los poblados indígenas, así
como los datos sobre las autoridades, jurisdicciones e información complementaria que los
propios títulos proveen.
El primer título de encomienda recibido por Lucas Martínez abarcó un extenso territorio,
aglutinando a más de 1500 tributarios distribuidos en tres repartimientos o provincias no
colindantes (Tabla 5.2). Estas incluían el valle de Catari o Carumas, Moquegua637 y
Tarapaca, así como el de Condesuyo en la sierra de Arequipa. También se incluía Caracollo,
en la provincia de Charcas, un tambo distante a un día a pie del centro urbano Inca de Paria
por el camino longitudinal o Qapaqñan.638
Si bien este documento está firmado por Francisco Pizarro el 1 de agosto de 1535, Trelles
señala que el 4 de agosto del mismo año, Lucas Martínez habría recibido de Juan Pizarro un
título provisional de encomienda de los indios Carumas “… de los cuales tomo posesión a
mediados de 1535 (27 de agosto), ante el nuevo alcalde del Cuzco”.639 Citando a Trelles,
Prudence Rice repite esta información, señalando que las encomiendas de Carumas y Ubinas
habrían sido de las más apetecidas en el sur peruano por el gran número de población
(tributarios) que involucraba.640
Todo indica que Lucas Martínez habría recibido esta segunda cedula en agosto de 1535,
debido a su participación en la expedición desde Cuzco al Lago Titicaca en 1534, de la cual
se habría desprendido una avanzada liderada por Martin Bueno que habría reconocido el
territorio de Carumas.
637
Véase en detalle el análisis de Prudence Rice (2013: 117-128) para las encomiendas de Carumas y
Moquegua.
638
Pärssinen et al., 2010: 237.
639
Trelles, 1991: 27, 145-146. El autor cita el expediente AGI, Justicia 405, sin especificar el folio consultado,
información con la cual podríamos comparar si se trata o no del título de encomienda hallada por Pärssinen y
Kiviharju (2010: 101-102, AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán
Bueno el Viejo. Juan Pizarro habría tenido un poder entregado por Francisco Pizarro para modificar los repartos
iniciales, situación que genero numerosos litigios posteriores. Trelles, 1991, nota 3:146.
640
Rice, 2013: 125.
251
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
Tabla 5.2. Provincias, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda de Lucas Martínez, ca. 1535.
Principal
Jurisdicción
Pueblo sujeto/ estancia Tributarios
Región
Cacique
subordinado
Collasuyo
Catari
[cacique de los …] Yungas
/ Poma
[señor de ...] Moquegua
/ Cochcama
/ Quilquisana
[señor de ...] Capanique
/ Cayoca
[señor de ...] Yuhura
/ Quilquisana
[señor de ...] Tarapaca
Subtotal
700
Collao
Calabahana
[señor de ...] Caracollo
Copaquira
[señor de ...] Caamarca
Cabi[p]tapa/
[señor de ...] Guandara
/ Chuquimaqui
[señor de ...] Chachaca
/ Charco
[señor de ...] Charcomose
Subtotal
500
Condesuyo
Caoti
[señor de ...] Tono
70
Gualipachigua
[señor de ...] Chinipero
Pavama, Puyo y Quircoca
150
Canare/
[señor de ...] Guataota
80
/ Puxa
/ Bilcaguana
[señor de ...] Chusa
20
Subtotal
320
TOTAL
1520
Fuente: AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r. Elaborado a partir de la versión paleográfica de Pärssinen y Kiviharju, 2010: 101-102.
252
Este último decidió retornar a España en el siguiente año (1535), evento que Lucas Martínez
aprovechó para beneficiarse del descubrimiento.641 Por último, en términos de la biografía
del encomendero,642 podemos calcular que Lucas Martínez recibió sus primeras encomiendas
a la edad de 26 años, siendo aún vecino de la ciudad de Cuzco. En 1539 se mudaría para
establecerse como vecino fundador de la naciente villa de Arequipa, núcleo urbano en cuyos
términos se establecerían en 1540 el conjunto de sus más importantes, extensas y lucrativas
encomiendas.
La situación generada en torno al valle de Carumas muestra el afán y las informalidades
generadas por obtener el reparto de encomiendas de territorios mínimamente explorados por
los españoles.643 El año de 1535 corresponde, por otra parte, a la fecha más tempranas fechas
a las que se retrotraen las actuaciones de Lucas Martínez en esta zona y, como veremos, son
las primeras menciones a Tarapaca en la documentación, al menos 3 años más antiguas que
las noticias que de ella tenemos por el paso de Diego de Almagro en su retorno al Cuzco.
Volviendo a la cédula que analizamos, este documento permaneció inédito hasta su
publicación en 2010, sin embargo, Pärssinen lo había citado en su obra de 1992, publicada
en español en 2003.644 Como explica Trelles en su libro de 1983, republicado en 1991, María
Rostworowski había pesquisado el microfilm del expediente Justicia 405 en el Archivo
General de Indias, sin embargo el autor refiere en su obra a otra cédula de 1535 y la posterior
toma de posesión, otorgada por Juan Pizarro a Lucas Martínez en Carumas.645
Sea como fuere, de acuerdo a Pärssinen y Kiviharju, la cédula corresponde a una copia del
título de encomienda entregado a principios de agosto de 1535 por Francisco Pizarro a Lucas
641
Rice, 2013: 123.
AGI, Patronato 93, n°6, ramo 4, en Lockhart, 1972: 303.
643
Rice describe que Martín Bueno, uno de los acompañantes de Pizarro en Cajamarca “Acompañó a Pizarro
desde Cajamarca a Cuzco y participó en la expedición de 1534 desde Cuzco a la región del lago Titicaca.
Durante sus exploraciones, Martín Bueno descubrió el área de Carumas, también conocida como el “valle de
Catari” (su curaca), en la sierra de lo que actualmente es Moquegua. En 1535 o 1536 habría retornado a
España enriquecido luego del reparto del tesoro pagado por el rescate de Atahualpa (del Busto Duthurburu,
1981: 259-264; también Boyd-Bowman, 1968: 155-156)”. Rice, 2013: 120-121. La traducción y destacado son
nuestros.
644
Pärssinen, 2003, nota 55-56: 224-225. Aunque “… los españoles (no) supieran exactamente qué estaban
concediendo al usar khipus incas”, el autor estima no existe evidencia documental que haga suponer que
Moquegua fuera alguna vez parte del Contisuyo, sino del Collasuyo. La frontera territorial entre ambos suyos
habría bajado desde el Cuzco hasta Arequipa y luego girado al suroeste.
645
Trelles, 1991, nota 17: 28.
642
253
Martínez646 y según consideran los autores: “Al parecer, en estas fechas los españoles ya
tenían acceso a las informaciones censales de los khipus (…) Aunque la mayoría de esas
áreas no habían sido visitadas, el repartimiento era posible gracias a los khipus que Manco
Inca había facilitado a los españoles (Betanzos [1557]1987: 289)”.647 Este aserto debe ser
relativizado de acuerdo a la información disponible sobre la exploración de Martín Bueno en
1534, no obstante los autores están en lo correcto a que no habían sido realizada “visitas”
formalmente para contabilizar a la población tributaria local.
Dirimir si los datos contables provienen de quipus cuzqueños o provinciales requeriría
fuentes independientes que lo expresaran con claridad. Sabemos por las investigaciones
recientes que las regiones encomendadas a Lucas Martínez y otros encomenderos de
Arequipa formaban parte del Collasuyo y Contisuyo, así como del Colesuyo, y que estas se
organizaban bajo el sistema de administración decimal Inca, elemento que en nuestra opinión
influye en el carácter exacto de las cifras de tributarios expresada en el documento. Desde
otra perspectiva, la cédula de 1535 revela el conocimiento adquirido por los españoles a partir
de informantes de las tierras altas del altiplano circum Titicaca suroccidental, lugar desde
donde se originaron sus primeras expediciones hacia las tierras yungas donde habitaban
poblaciones coles y camanchacas.
Sobre el contenido del documento, no se trataba de una gran cifra de tributarios, comparado
con otras encomiendas en la jurisdicción de Arequipa648 o las extensas encomiendas del
altiplano en torno al lago Titicaca o en el norte de Perú. Sin embargo, la enorme extensión
de la región donde esos tributarios residían, hace pensar con justicia que “Allí donde la
población indígena estaba organizada en entidades políticas extensas, haciendo posible de
controlar en una encomienda de igual extensión y haciendo uso de autoridades tradicionales
indígenas, los gobernadores otorgaron regiones enteras a los más personas con mejores
aptitudes”.649 Ello implica que la extensión, en este caso 350 km en sentido norte sur, y
dispersión territorial, con pueblos ubicados entre 550 msnm (Tacna) y 3000 msnm
646
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán Bueno el Viejo.
Pärssinen y Kiviharju, 2010: 99.
648
AGI, Contaduría 1785, en Málaga 1973: 51-95, 1975: 299-311. Volveremos a este tema en los capítulos
siguientes cuando analicemos la tasa y el tributo.
649
Lockhart, 1968: 11-12. La traducción es nuestra.
647
254
(Carumas)-, también es un indicador que debe ser evaluado en relación al número de
tributarios encomendados.
Otro indicador contenido en esta cédula ofrece un primer escalafón de autoridades étnicas, al
menos tres niveles -principal, caciques y señores-, y tres niveles jurisdiccionales, pueblos,
valles/zonas y macrozonas o provincias (Tabla 5.2). Las provincias se describen organizadas
bajo distintas estructuras políticas y sus tributarios anotados con cifras divisibles por 10 o
100, dato que apoya, como ya hemos puntualizado, la hipótesis sobre la existencia de
guarangas y pachacas650 establecidas bajo el sistema decimal incaico de administración
provincial.
Todo indica que el orden en que son mencionadas las provincias en este documento responde
a una jerarquía determinada por el número de tributarios que poseen. La provincia del
Collasuyo cuanta con seis autoridades indígenas, un cacique (Catari) y seis subordinados
(Poma, Cochcama, Quilquisana, Cayoca y Quilquisana), para un total de 700 tributarios, el
46% del total. La provincia de Collao cuenta con 500 tributarios (33%) y está conformada
por cinco autoridades, tres caciques (Calabahana, Copaquira y Cabi[p]tapa) y dos principales
(Chuquimaqui y Charcoy). Por último, la provincia de Condesuyo, la única en la que se
desglosan los tributarios entre las cinco autoridades mencionadas, tres caciques (Caoti,
Gualipachigua y Canare) y dos principales (Puxa y Bilcaguana), totalizando 320 tributarios,
cerca del 21% de los tributarios recibidos por Lucas Martínez. Con todo, el elenco de 16
autoridades está compuesto de siete caciques cuyas jurisdicciones alcanzaban en ciertos
casos, como el de Catari, de cobertura regional, y nueve “señores” subordinados, los cuales
son mencionados autoridades de unidades políticas supralocales o provincias más pequeñas.
Llama la atención el orden norte sur que se utiliza para nombrar las autoridades y
jurisdicciones en el Collasuyo, criterio por el cual Tarapaca se encuentra al final del primer
listado. Pese a aquello, en general el documento se organiza de manera distinta, siguiendo
650
De acuerdo a la respuesta a la solicitud de Pedro Conta, el virrey Francisco Toledo señala “… que el dicho
cacicazgo podáis usar y ejercer según dicha ley sentaros como es costumbre entre los demás caciques y
principales de este reino no consintiere por ninguna vía que ningún indio orase a segunda persona o cacique
de pachaca o de ayllu u otro indio que tenga tiana ni se asiente en el así no fuere cacique principal que para
ello tenga título y provisión mía…” 2 de octubre de 1585. Cañedo-Argüelles, 2005: 12. Subrayado es nuestro.
255
recorrido geográfico centro, sur y norte, que puede percibirse también en la forma en que
Pachacuti y Topa Inga dividían sus ejércitos para efectuar las conquistas en el Collasuyo.651
Finalmente, como analizaremos a continuación, sabemos por algunos testimonios y crónicas
discutidas en el capítulo IV que el reconocimiento del territorial intermedio mencionado en
la cédula, vale decir, valles, oasis y zonas, fueron reconocidas efectivamente por Almagro en
1536 y 1537 en su retorno al Cuzco. Tal es el caso de las provincias de Tarapaca y Tacna.
Esta expedición, junto con la actividad generada por fundación de ciudades como Arequipa
y Arica, el control real de las poblaciones y territorios mencionados en 1535 sólo fueron
especificados y concretados a partir de los títulos de encomienda asignados en 1540 y 1541.
5.2.1. Análisis del título de encomienda de Lucas Martínez de 1535
Pues bien, en términos cronológicos es destacable la referencia textual a la provincia del
Collasuyo, dentro de la cual se consigna una de las más tempranas menciones a Tarapaca en
la documentación hispana “... en la provincia de Collasuyo el cacique de los Yungas que se
llama Catari e otra principal suyo que se llama Poma señor de Moquea e otro que se llama
Cochcama y Quilquisana y señor de Capanique e otro Cayoca señor de Yuhura e otro
Quilquisana señor de Tarapaca con setecientos indios…”.652
Catari, como han identificado los estudios etnohistóricos,653 habría correspondido al curaca
del valle homónimo también conocido como valle de Carumas (3050 msnm) y en la cédula
lo vemos mencionado como “cacique de los Yungas”, con los siguientes seis señores
mencionados, todos con asiento en valles bajos de más al sur que parecen subordinados
políticamente a él. De acuerdo a Julien, Trelles y también Rice, en el año 1535, Catari el
viejo era el curaca en de la mitad de hanansaya, mientras Diego Catari, su hijo, lo era de la
651
Betanzos, [1551-1557] 1987: 94 y 163-167; Véase también, Pachacuti Yamqui Salcamaygua, 1968 [1613]:
300.
652
AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 26r-26v, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán Bueno el Viejo. El destacado
es nuestro.
653
Específicamente Julien, 1985; Trelles, 1991; Pärssinen y Kiviharju, 2010; Rice, 2013.
256
mitad de urinsaya.654 Lo descrito por Trelles hace suponer que ambos curacas asistieron a la
toma de posesión de esta encomienda realizado en Cuzco el 27 de agosto de 1535.655
Es necesario plantear como hipótesis alternativa que, como señala la cédula entregada el 2
de noviembre de 1538 en Cuzco por Francisco Pizarro a Pedro Pizarro, Catari pudiera
corresponder a Cata, apócope del primero. Cata, según nos indica la documentación temprana
era el cacique de hurinsaya del pueblo Tacna (600 msnm) y segunda persona de Istaca o
Astaca.656
Según esta cédula de 1538, a Istaca, cacique principal de hanansaya del valle de Tacna,657 se
subordinaban “… Quilopana e otro que se llama Cata principal Concharique y otro que se
llama Quiela y otro Omechipa e otro Lanchipa con seiscientos indios”.658 Este alternativa,
dicho sea de paso, rompería la secuencia norte sur que sigue el listado de autoridades de las
yungas occidentales que la cédula contiene, a menos que Catari o Cata tuviera una doble
jurisdicción sobre el valle de Carumas y Tacna simultáneamente.
En el caso de Poma, identificado en 1535 como señor de Moquegua (1450 msnm),
correspondería a don Francisco Poma,659 uno de los tres autoridades litigantes en los pleitos
654
Trelles, 1991: 144-145; Julien, 1985; Rice, 2013, tabla 7.1: 123.
Esta encomienda pasaría a Gómez de Tardoya, luego del alegato por la ilegitimidad de los repartos
efectuados por Juan Pizarro. En 1542, luego de la muerte de Francisco Pizarro y Tardoya, la encomienda fue
dividida por Vaca de Castro: los tributarios de Catari el viejo para Hernando de Silva y Diego Catari para
Hernán Bueno viejo. Rice, 2013: 123.
656
Hidalgo, 2004: 536-537.
657
Barriga, 1939, t. I: 40-41; Hidalgo 2004: 446-452, 2009: 158-163.
658
Barriga, 1955, t. III: 16.
659
Cañedo-Argüelles, 1993: 26. Francisco Poma era la segunda persona o “acompañado” del cacique de
hurinsaya de este señorío, llamado Francisco Chimo, a la sazón menor de edad. Véase las líneas de sucesión
directas y no directas planteadas por la autora en sus cuadros 2 y 3. Cañedo-Argüelles, 2005: xxxii.
655
257
por el cacicazgo de Torata (2200 msnm) y Moquegua (1400 msnm) entre 1567 y 1592.660
Torata y Moquegua, constituían las cabeceras de la región yunga (costera y valluna) del
Colesuyo. Francisco Poma, según establece Cañedo-Argüelles “... era oriundo de Hilabaya,
un valle costero muy próximo a Moquegua de donde su padre, Pari, fue sacado por Tacasi,
el cacique de hurinsaya, para servirse de él como «criado». Francisco Poma no era pues de
Chucuito y, como ya vimos, ni siquiera un curaca legítimo sino un «acompañado»”.661
Es interesante que Poma, al igual tanto su padre, Inga Pari, y su hijo, Pedro Conta, fueran
caciques acompañantes o segundas personas de la mitad de hurinsaya del Colesuyo con
asiento en Torata, y desde esa posición hayan manipulado o urdido estrategias para alcanzar
el poder sobre todo este gran territorio y sus poblaciones. Por último, de acuerdo a la autora
que discutimos:
“Tacasi y Cabasacaca —los dos caciques principales más antiguos que hemos podido
registrar en la documentación que aquí presentamos— procedían de Chucuito y
fueron nombrados por Huayna Capac instalándose en Torata-hurinsaya y
Moquehua-hanansaya respectivamente antes de 1530 […] A Francisco Poma y
660
Véase capítulo III lo referido al asentamiento Inca de Torata Alta, también Van Buren et al., 1993.
Cañedo-Argüelles, 1993: 33. La autora agrega a continuación “… Después nos ocuparemos más
detenidamente de este individuo (Francisco Poma) y de los pleitos a que su política usurpadora dio lugar. Pero
a excepción de este único caso constatamos que, efectivamente, todos los titulares de los cacicazgos de
hurinsaya y hanansaya procedían de Chucuito donde todavía a fines del XVI residían los parientes no nucleares
más próximos”. Con todo, sería Poma -ratificado por Huayna Capac antes de 1530 como cacique de hurinsaya,
ante la enfermedad que aquejaba a Tacasi-, el mencionado como señor de Moquegua en la cédula de 1535 y no
los caciques principales de hanansaya o hurinsaya. Para finalizar este comentario, queremos citar nuevamente
a la autora que ha estudiado con mayor detención los pleitos por los cacicazgos de Torata y Moquegua en el
Colesuyo, especialmente a lo referido al sistema sucesorio de los cacicazgos yungas y las intervenciones que
acaecieron por actuación de sus propias autoridades alternas o segundas personas, “… por lo que respecta a la
parcialidad de hurinsaya, la estirpe de su primer cacique, Tacasi, logró mantenerse en el poder hasta bien
entrada la etapa española a pesar de los obstáculos que a ello opusieron sus «acompañados». El cacicazgo de
esta parcialidad se transmitió de padres a hijos de modo que Curata, Layme, Gaspar Cutipa, Francisco Chimo
y Francisco Layme fueron todos descendientes directos de Tacasi. Pero no siempre se daba la circunstancia
de que los legítimos titulares fueran al mismo tiempo idóneos para el ejercicio de gobierno o hubiesen
alcanzado la mayoría de edad al tiempo de heredar el cacicazgo. En estos casos la administración incaica
recurrió al nombramiento de autoridades alternativas: los «acompañados». La legislación española también
previó esta situación de incapacidad de los caciques titulares mediante el nombramiento de los indios
«gobernadores», figuras que tienen aquí su precedente inmediato. El sistema sucesorio en Moquegua y Torata
no respondió a este único criterio basado en la herencia. En Moquegua (hanansaya) tenemos que, si bien el
primer cacique, Cabasacaca, fue sucedido por su hijo Jusquera, en cambio los dos siguientes titulares,
Queoana y Vica, accedieron al cacicazgo por nombramiento de los Mallku de la región lacustre”. CañedoArgüelles, 1993: 36. El destacado es nuestro.
661
258
Pedro Conta, su hijo y nieto, les correspondió «acompañar» a los siguientes caciques
de hurinsaya para asistirles durante su minoría de edad, pero Francisco Poma se
apoderó «tiránicamente» del mando en tiempos de Layme, permaneciendo
igualmente en tiempos de su hijo Gaspar Cutipa «por ser el dicho Gaspar Cutipa
enfermo y no poder (…) ni resistir la tiranía del dicho D. Francisco Poma».
Posteriormente, desde la Visita de Juan Gutiérrez Flores en 1573, el cargo de
«acompañado» se transformaría en el de alcalde ordinario dando así origen al
cabildo indígena de las futuras comunidades”.662
Sobre Cochcama llama la atención que no esté vinculado al señorío de un pueblo, a menos
que comparta, junto a Quilquisana, su jurisdicción sobre Capanique (Tabla 5.2). En el caso
de Quilquisana, mencionado como señor de Capanique, pudiéramos estar ante una alusión al
valle, pueblo o un sector del pueblo de Tacna en cuenca del río Caplina. Tomando como
referencia las investigaciones de Hidalgo, Quilopana correspondería a Quelopana, como se
menciona más tardíamente en la cédula de 1540 transcrita por Barriga (vid Infra).
En el caso de Capanique la situación es bastante compleja, especialmente si se busca dirimir
su peso político a la luz del título de encomienda de Pedro Pizarro de 1535 y la confirmación
de la encomienda del mismo encomendero en el año 1559. Esto ejemplifica la dificultad que
existe al analizar los nombres de autoridades indígenas, topónimos y etnónimos en esta clase
de documentos. Si bien la mención de 1535 es toponímica, Capanique aparece como cacique
junto al principal Talassi, del valle de Tacna, en una cédula recibida por Pedro Pizarro en
1540663 y sujeto a Cata cuando esta encomienda cambió a manos de Hernando de Torres.
También Capanique resulta poseer autoridad sobre el principal Seelsoco, del pueblo de
Chichi. Hidalgo y coautores, quienes realizan un detallado análisis del uso temprano del
término en las cédulas de 1538-1540 y documentación más tardía, indican que Capanique
correspondería también a la denominación de un cacicazgo con 81 mitimaes entre Sama y
Arica; luego, a un ayllu entre hanansaya y urinsaya en el pueblo Tacna; mientras que en 1540
662
663
Cañedo-Argüelles, 1993: 34 y 41.
Barriga 1939, t. I: 40-41; Hidalgo 2009: 159.
259
parece ser una isla o colonia sujeta a un centro político en el altiplano.664 Como indica este
autor, “Capanique, originalmente pueblo y cacique, es ahora (en 1559) sólo pueblo”.665
Otra particularidad de este título de encomienda es la doble jurisdicción que ostenta
Quilquisana en calidad de señor sobre Capanique y Tarapaca, menciones que aparecen
intercaladas a las de Cayoca, señor de Yuhura. La lógica geográfica del documento sugiere
que Cayoa es un principal con asiento en el valle de Lluta o Ynta como se le denomina en
1540, junto a otros pueblos y estancias “en los yungas de la mar” dependiente del mallku
Caranga Chuquichambe. Así queda establecido posteriormente en los títulos provisionales
de encomienda de Lope de Mendieta de 1540 y 1541666 y en la cédula de Lucas Martínez de
1540.667
Recapitulando, la mención a Quilquisana como señor de Tarapaca nos enfrenta a la
información más temprana sobre la región que estudiados. Esta copia del título de
encomienda está fechada cinco años antes de la ya conocida referencia a Tuscasanga o
Talosanga, que desde las investigaciones de Larraín668 hasta hace unos pocos años figuraba
en los estudios etnohistóricos como la más antigua autoridad, cacique, “… del valle de
Tarapaca, que se llama Tuscasanga, y con los pescadores…”.669
Escasos elementos de análisis disponemos para situar en el contexto de la década de 1530 a
este “señor”. Por una parte, la cédula nos indica que se trataría de una autoridad con asiento
en las yungas del Collasuyo y que un pariente con similar nombre, o el mismo tendría
autoridad sobre un asentamiento ubicado en el valle de Caplina, seguramente Tacna,
denominado Capanique.
Si tomamos como referente la información discutida previamente, vale decir,: 1) las
posiciones en la estructura de cargos y las pugnas descritas para el cacicazgo de Torata y
Moquegua, como la desatada por Poma (segunda persona de la parcialidad de urinsaya con
664
Hidalgo et al., 2004: 539-540.
Hidalgo et al., 2004: 541.
666
AGI, Justicia 658, f. 373r-373v, f. 374r-374v, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 190-192, 195-196. Véase
Hidalgo y Focacci, 1986: 138; Hidalgo et al., 2004: 513; Urbina, 2014: 183-199.
667
AGI, Justicia 658, f. 373r-374v, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 190-192, 195-196.
668
Larraín, 1975.
669
AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas; Barriga,
1955: 17; véase también, Urbina, 2014, Tabla 23: 329.
665
260
asiento en Torata), 2) la confusa filiación de Catari al valle de Carumas (ya sea Catari el
Viejo o Diego Catari de las parcialidades de hanansaya y urinsaya) o, en su defecto, si
corresponde a Cata, cacique de urinsaya y segunda persona de Istaca del valle de Tacna y, 3)
la doble nominación de Capanique como lugar-asentamiento y también como una autoridad
indígena de Tacna, tendríamos que considerar la alternativa que Quilquisana correspondiera
a una entre varias autoridades en Tarapaca hacia el año 1535 y no necesariamente la
autoridad regional que la cédula sugiere, si de ella hiciéramos una lectura literal. Sin
embargo, no debe excluirse la posibilidad, en razón a lo temprano del documento y la
distancia desde donde parece emanar la información, que Quilquisana corresponda a una
autoridad incaica de carácter regional (inca de privilegio) y no necesariamente local
(vinculada a un único pueblo).
En esta línea, debemos mencionar que no disponemos de indicios o fuentes indirectas que
sugiera grados de conexión entre Quilquisana de 1535 y Tuscasanga u otras autoridades
mencionadas en el título de encomienda de 1540, cuestión que permitiría trazar una línea de
conexión entre los curacas más antiguos y relevantes de la provincia de Tarapaca al terminar
la primera mitad del siglo XVI. Sin embargo, nuestra exploración de las autoridades y cargos
ostentados por distintos caciques, curacas, señores y principales en el capítulo anterior670
indica que, siguiendo un criterio de semejanza fonética, Quilquisana pudiera emparentarse
con los Caquisana del pueblo de Santo Tomás de Camiña y otros pueblos de la precordillera
tarapaqueña durante el siglo XVI y siglos posteriores.
Puntualmente nos referimos a Andrés Quiquisana, mencionado en 1570 como cacique de
Camiña,671 quien aparece en calidad de testigo en el juicio contra Gonzalo de Valencia,
mayordomo de la encomienda, en ese entonces de María Dávalos, viuda de Lucas Martínez.
Suponemos que este último es también uno de los antepasados de Andrés Caquisana y Juan
Caquisana, autoridades principales del pueblo de Santo Tomás de Camiña en el año 1681,672
670
Anexo 4.1, capítulo IV.
AGN, DIE, L2, C15, L2, f. 368v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
672
AGI, Lima 264, N° 17(1), f. 7r-12v, Servicio del cura vicario foráneo del curato de Camiña Don Martín de
Moscoso; AGI, Lima 264, N° 16, f. 5v-9v, Información de mérito de Simón Vernal Gutiérrez; Hidalgo et al.
2016, tabla 1: 416.
671
261
así como de otros dirigentes mencionados como vecinos ejemplares en Sotoca en pleno siglo
XIX.673
Para concluir, permítasenos insistir en la posibilidad que este temprano título de encomienda
exprese o ilumine parcialmente la complejidad política y demográfica de los territorios entre
Moquegua y Tarapaca encomendados a Lucas Martínez. Luego de la muerte de Huayna
Capac en 1530, los conflictos generados por la sucesión en el Tawantinsuyo y la invasión
hispana desataron un progresivo reordenamiento de las fuerzas y estructuras de cargos en los
cacicazgos regionales. La situación que hemos discutido, además agrega información
sumamente valiosa para comprender el esquema integrado de las provincias o regiones
incaicas y la tensión existente entre las parcialidades yungas, de los valles altos y otros
pueblos serranos cuyos centros políticos se ubicaban en el altiplano Lupaca y Caranga, los
cuales han dejado registro documental durante el siglo XVI y XVII.
Junto con el valor documental que expresa el listado de autoridades de 1535, debemos
reconocer que las magnitudes, localizaciones y jurisdicciones parecen confirmar que su
contenido corresponde a enunciados preliminares no exentos de errores, cuyo fundamento
descansa sobre expediciones acotadas en los territorios encomendados.
Como se percibe en la documentación judicial posterior de Moquegua, la información
propiamente tal parece originada también en fuentes indígenas interesadas cuyos testimonios
han influido, con un propósito estratégico, en ciertas omisiones o tergiversaciones de la
estructura política dual de los cacicazgos o provincias unificadas en el período Inca. Estas
autoridades subalternas con asiento en las mitades de urinsaya, se atribuirían en ciertos casos
el poder principal de señoríos o regiones completas, disputando el predominio político a las
parcialidades de hanansaya cuyas autoridades estaban supeditadas a mallku altiplánicos.
Esto permitiría entender la importancia y significado de las correcciones posteriores
efectuadas en el título de encomienda de 1540, donde Tarapaca constituye una provincia o
repartimiento en sí mismo, con un claro elenco de autoridades y pueblos y un número de
673
AGN, Ministerio de Justicia, Prefectura de Tarapacá, legajo 129, 1872, en Díaz et al., 2011, nota 36: 520.
El autor establece que, ya en pleno período Republicano (1872), el apellido Caquisana aparece en Sotoca con
don Mateo Caquisane, nombrado dentro del elenco de lugareños ejemplares nominados como Jueces de Paz.
262
tributarios muy exacto (900), el cual supone una magnitud de nueve pachacas o, en definitiva,
una guaranga incompleta.674
Todo indica que entre 1535 y 1540, debieron sucederse nuevas indagaciones entre los
quipucamayos y tocricos o visitadores incaicos en los guamanis o provincias, o en parte de
ellas, a las cuales debió aportar la expedición por el altiplano y yungas efectuada por Almagro
en 1536 y 1537, así como otras exploraciones relacionadas con la fundación de la ciudad de
Arequipa.675
5.2.2. Repartimientos de Lucas Martínez y Marcos Retamoso en los inicios de 1540
Retomemos el análisis de las cédulas de encomienda de 1540 y 1541. La primera constatación
importante es que en estos documentos más tardíos puede verificarse un conocimiento más
detallado de los espacios y poblaciones regionales, tal es el caso de la provincia de Tarapaca
y otros repartos vecinos durante el siglo XVI.
La cédula entregada por Francisco Pizarro a Lucas Martínez el 22 de enero de 1540,676 ha
sido comúnmente estudiada a partir de la cuarta trascripción publicada de este documento.
Esta provisión de indios entregada a Lucas Martínez señala:
“… y con el cacique del valle de Tarapaca, que se llama Tusca Sanga, y con
los pescadores y en un pueblo que se llama Pachica, e otro que se llama
Puchuca e otro que se llama Guavina, que están en el valle de Cato e con el
señor que se llama Opo, y en el valle de Carbiessa y el pueblo de Camina y el
cacique Ayavire con otro que se llama Taucari e otro pueblo que se dice
Omaguata y el señor Ayavire e otro Chuyapa con el señor Chuquechanbe,
novecientos indios […] y en el pueblo que se dice Ariaca de pescadores
treynta yndios de Tarapaca con un principal que se dice Yano”.677
La versión de Barriga no difiere mucho de aquella publicada en 2010 por Pärssinen y
Kiviharju (Tabla 5.3).
674
Urbina, 2015.
Arequipa, fundada como Villa Hermosa de Arequipa el 15 de agosto de 1540, es reconocida por cédula real
reconocida con el título de Ciudad de Arequipa el 22 de septiembre de 1541. Barriga 1939, t. I: 79-146.
676
AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
677
Barriga, 1955: 17-18.
675
263
Tabla 5.3. Jurisdicciones, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda de Lucas Martínez, ca. 1540.
ID
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
Región
Señor/ Cacique
Principal
subordinado
Arequipa / Ladia
/ Caytamitima
/ Canche
/ Panca
Jurisdicción
...provincia de los Canas
… en una parcialidad
… en otra parcialidad
Pueblo sujeto/ estancia
Tributarios
Ahullaynmina
/ Cabaytapa
30
35
10
/ Curmaqui
/ Maymitima
Subtotal
/ Talosanga [Tuscasanga]
Opo [Apu]
/ Ayavile [Ayavire]
/ Taucari
/ Ayabili [Ayavire]
Chuquichanbi [Chuquichambe]
[mitimaes de… ] Cabaytapa
Yumina y [originario de] Pisquecancha
… del valle de Tarapaca
… en el valle de Cato
… en el valle de Carviesa
… en el valle de Carviesa
… en las cabesadas del valle de Asapo [Azapa]
Subtotal
Cayoal [Cayoca]
… en el valle de Ysapa [Azapa]
/ Laho [Lalio]
… valle arriba donde tiene sus sementeras
… valle arriba donde tiene sus sementeras
… pueblos mitimaes de este dicho valle [Azapa]
/ Cariapaxa
/ Cariapaxa
[… y con los pescadores… ]
Pachica, Pinchuca [Puchurca ] y Guavina
Caminia [Camiña]
Caminia [Camiña]
Omaguata
Diayapo [Chiapa]
[Estancias]
… en el valle Yndayndi/ Señor del valle… [Lluta]
/ Guacocan
/ Laho [Lalio]
/ Auca
/ Canche
/ Anyano [Yano]
Camarosa
Asapa
Aguata [Guator o Omaguata]
/ estancia
Ariaca [… pueblo de pescadores ]
/ [dos estancias del dicho cacique ]
/ [dos estancias del dicho cacique ]
Hullavaya
/ Auca
Ochura [Ynchichura]
Ariaca [… de pescadores treinta de Tarapaca ]
Subtotal
27
28
29
30
31
32
33
34
35
/ Poca [Pola]
/ Poca [Pola]
/ Casabili
/ Guata
/ Ulli
/ Lla [Ilo]
/ Moto
/ Machina
25
100
[… pescador ]
Ilo [… boca del río Moquegua ]
/ Chiri [… estancia de pescadores ]
Meca [… boca del río Yaravaya ]
Ete
Picate [… pueblo de pescadores en la costa ]
Tumaco [… pueblo de pescadores ]
Xerica [Parica]
Tacari [… pueblo de pescadores ]
Subtotal
TOTAL
Fuente: AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v. Elaborado a partir de la versión paleográfica de Pärssinen y Kiviharju, 2010: 114-118.
* Difiere de la cifra parcial de tributarios en el documento (444).
** Difiere de la cifra inicial de tributarios en el documento (194).
*** Difiere de la cifra total de tributarios en el documento (1637).
900
364*
120
10
27
15
18
6
4
70
50
94
30
444
194
20
6
30
25
12
14
26
40
173**
1638***
264
Si cabe mencionar que la versión paleográfica de estos últimos transcribe el nombre de
Tuscasanga, cacique del valle de Tarapaca, como Talosanga. Como hemos notado
anteriormente,678 todas las versiones paleográficas de esta cédula presentan diferencias en la
transcripción de nombres de autoridades y topónimos de pueblos, razón por la cual es
preferible no descartar las formas de escritura en mira a un análisis comparativo con otros
títulos de encomienda o pesquisar menciones posteriores de poblados o dirigentes políticos.
Un rasgo llamativo de la cédula de 1540 es que entrega al encomendero tributarios ubicados
en dos sectores. Primero en la provincia de Canas, ubicada entre el Cuzco y Arequipa, aunque
más cercana a la primera. En segundo lugar, un conjunto de tributarios pertenecientes a
localidades o provincias ubicadas varios cientos de kilómetros al sur de la ciudad de
Arequipa, aunque, desde luego, dentro de su jurisdicción meridional.
El orden en que son mencionados este segundo grupo de tributarios es de sur a norte, primero
Tarapaca, luego los valles de Lluta y Azapa, también Arica, y luego las desembocaduras de
los principales ríos del actual sur del Perú, entre ellos, Ilo (Osmore o Moquegua), Ite
(Locumba).679
La estructura general de la cédula indica que Martínez recibía una pachaca de 100 tributarios
en la provincia de Canas, no obstante, la mayor parte de la población se encontraba bastante
más al sur, en los valles y quebradas de Tarapaca, con 900 tributarios, como ya establecimos,
en nuestra opinión una guaranga incompleta. Entre Arica e Ilo, el documento asignaba
distintas autoridades de pachacas en las quebradas altas y valles, Ynchichura (Tarata) y
Camarosa (Socoroma) y Hullavaya (Ullivalla), y finalmente más de una docena de pueblos,
estancias, caseríos y caletas en la costa, desembocaduras de ríos y valles bajos (chaupiyunga),
con menos de 50 tributarios (Figura 5.1).
Mientras el patrón de asentamiento regional que siguiere la cédula se concentra en la mención
de poblados en un grupo de tres cuencas hidrográficas (Camiña, Aroma y Tarapacá), los
pescadores, a pesar de ser mencionados como parte del repartimiento, no son contabilizados
en detalle ni sus asentamientos registrados por escrito.
678
679
Urbina, 2014: 185 y 229.
Cavagnaro, 1988; Hidalgo, 2009b, Figura 3: 181.
265
Figura 5.1. La encomienda de Lucas Martínez y sus asentamientos.
Fuente: Cavagnaro, 1988; Hidalgo, 2009b: 181.
Lo mismo ocurre en el caso de la zona entre Ilo y Arica, los pueblos de pescadores y las
estancias en el valle y algunos pueblos en la precordillera. Ambas situaciones, vale decir, los
asentamientos, tributarios y autoridades mencionadas luego de aquellos de la provincia de
Canas, ofrecen una valiosa imagen del patrón de asentamiento yunga propio del Colesuyo,
referido a un modo de ocupación de un amplio espacio vertical y horizontal, articulado
caminos que comunicaban los poblados mayores en los valles y quebradas altas y un
sinnúmero de pequeños asentamientos secundarios y terciarios en los valles costeros y todo
el litoral desértico (exorreico y arreico).680
680
Múltiples planos del siglo XVII y XVIII reflejan este patrón en el litoral desértico entre Ilo e Iquique. BNC,
Ms400, Doc. 021, Antonio O´Brien. Plano de las Minas de Guantajaya y puerto de Yquiqui, ca. 1761-1776;
BNF, GE DD 2983-9, Partie de la province d'Arequipa; AMN, 035-B04-3a, Plano del puerto de Yquique, 1784.
Véase capítulo I y II.
266
La estructura política de Tarapaca, vista a través del título de encomienda, reflejaría de este
modo únicamente las cabeceras políticas o asentamientos de primer orden existentes, seis en
total, sin una único señor o cacique regional con jurisdicción sobre todos ellos.
A pesar que el número de tributarios es una cifra redondeada (900), es llamativo que dentro
del documento es la única región o provincia donde no queda claro la distribución de los
tributarios en sus propios pueblos, estancias y localidades costeras. Al igual que en el caso
de la provincia de Canas, los cacicazgos bajo la autoridad de Pola en Ilo y Cacoya en el valle
de Lluta y Azapa, describen mejor la diversidad y tipos de asentamientos, su distribución,
detallando el número de tributarios en cada uno de ellos, lo que hace suponer la disposición
de datos censales provistos por quipucamayos o, alternativamente, expediciones o visitas
presenciales por parte de españoles.
Aunque la lejanía extrema de Tarapaca desde la ciudad de Arequipa podría explicar el
relativo desconocimiento de su estructura poblacional y política, la cifra de tributarios, como
veremos en los capítulos siguientes no variará sustancialmente, razón por la cual es muy
posible que, a diferencia de 1535, las fuentes indígenas (censales) disponibles o la
información de primera mano obtenida en 1540, reflejara el volumen de tributarios de la
región con precisión.
Finalmente, es necesario aclarar la mención geográfica a ciertas cuencas o valles. Cómo ya
han establecido otras investigaciones, el valle de Tarapaca en las fuentes documentales
tempranas aludía con probabilidad a la pampa del Tamarugal o la extensa cuenca endorreica
que irrigaban las quebradas de Aroma, Tarapacá y Quipisca.681 Por otra parte, la actual
quebrada de Tarapacá correspondería al valle de Cato, mientras que la quebrada de Camiña,
sector donde actualmente se encuentra esta localidad, correspondería al valle de Carviesa.682
La tercera cédula que corresponde analizar es aquella publicada por Nathan Wachtel en El
Regreso de los Antepasados. Los indios Urus de Bolivia, del Siglo XX al XVI. Se trata de un
título provisional de encomienda otorgado a Marcos de Retamos, firmado por Francisco de
681
Núñez, L., 1984: 413; Advis, 1989; Urbina, 2014: 143.
De acuerdo al testimonio de Echeverría y Morales, de 1804, “... en los primeros 60 años de la encomienda
en la entrada de los españoles (1540-1600), apenas se pudieron formar dos curatos que eran servidos por Dios.
Estos fueron el de Camiña en el valle de Carviesa hacia las faldas de la cordillera, y el de Tarapacá en el valle
de Cato, que ha dado nombre a la provincia”. Barriga, 1952: 162.
682
267
Pizarro en la ciudad de Los Reyes (Lima) en 1541, la cual determina la asignación de
tributarios asentados en el extremo Oeste de la jurisdicción de la ciudad de La Plata, en la
provincia de los Charcas. Retamoso, encomendero en Lari- Collaguas pasó gran parte de su
vida en Arequipa.683
El título de encomienda posee una particularidad, menciona un conjunto de autoridades de
pueblos y estancias altiplánicas adscritas a las parcialidades de Tarapaca y Carangas, un
listado de estancias dependientes de los mallku, mencionados como señores, Chuquichambe
y Mamavilca, así como un listado de pueblos anteriormente encomendados a Lope de
Mendieta (Tabla 5.4). A diferencia de la cédula analizada anteriormente, se trata de un
documento circunscrito a un área acotada, donde interactuaban poblaciones Caranga y
tarapaqueñas, pero sumamente compleja de fraccionar en términos sociopolíticos dada las
distintas dependencias de autoridades regionales.
A pesar que una referencia textal de este documento fue publicado en francés en 1990, incluso
hasta hace pocos años, seguía siendo un documento prácticamente desconocido o inutilizado
en los estudios etnohistóricos regionales. La transcripción parcial provista por el historiador
francés señala:
“… en la parcialidad de Tarapaca los pueblos e principales siguientes un pueblo que
se llama pacha otro que se llama machallacta otro pueblo que se chillaua e otro que
se llama moraca e otro pisiga e otro que se llama titiri y otro que se llama chipaya y
los principales se llama uno paca e otro se llama chucarara e otra cayuaca e otro
principal que se llama capa e otro que se llama cauangue e otro que se llama yuchaca
e otro que se llama chuco e otro principal que se llama guamane…”.684
683
Málaga 1973: 51-95, 1975: 299-311; Pärssinen y Kiviharju, 2010: 175-176.
Wachtel, 2001: 564-565. Agradezco al Dr. José Luis Martínez haberme facilitado una transcripción parcial
de esta cédula fechada en Los Reyes el 28 de febrero de 1541: " El Marques don Françisco Piçarro adelantado
gobernador y capitan General en estos reynos de nueva castilla por su magestad e de su consejo ... por cuanto
vos Marco de Retamoso vezino de la villa de la Plata de la provinçia de los Charcas aveis servido [...] vos
deposyto en la dicha provinçia en la parçialidad de Tarapaca los pueblos e prencipales syguyentes un pueblo
que se llama Palca otro que se llama Machallacata[?] e otro pueblo que se llama Chillaba e otro que se llama
Moraca e otro que se llama Pisiga e otro que se llama Titire e otro que se llama Chipaya e los prinçipales se
llaman uno Paca e otro se llama Chucarara e otro Cayuaca e otro prençipal que se llama Capa e otro que se
llama Cabanque e otro que se llama Ynchaca e otro que se llama Chunco e otro prençipal que se llama Zamane
e ansy mismo en la parçialidad de los carangas os deposyto los pueblos e prinçipales sygyentes en el pueblo
684
268
El año 2010 la cédula fue publicada integralmente por Pärssinen y Kiviharju, a partir del
microfilm que se conserva en el fondo de Justicia del Archivo General de Indias en Sevilla.685
Las tres versiones paleográficas que hemos comentado, no presentan grandes diferencias y
usamos aquella del 2010 para elaborar la Tabla 5.4, puesto que es la única que trabaja sobre
la totalidad del documento.
El contenido del documento refiere a un listado independiente de pueblos y estancias y sus
autoridades. Sólo las dos primeras partes de la encomienda involucran un número de
tributarios conocidos, 350 tributarios distribuidos en 13 asentamientos y 17 principales.
En el listado de pueblos (10) y estancias (22) que recibe Retamoso y que antes eran de Lope
de Mendieta no se mencionan el total de tributarios, sin embargo, vemos reaparecer algunos
asentamientos de las parcialidades tarapaqueñas (p.e. Pisiga, Titiri y Chillaua), lo cual hace
pensar que algunas de ellas estaban sujetas a Chuquichambe o Mamavilca, mientras otras
debieron estarlo a caciques con asientos en los valles y quebradas al occidente.
Al comparar la cédula de Martínez de 1540 con la de Retamoso de 1541 (Tabla 5.5) tenemos
una buena oportunidad de comprender aquello que se concebía como la parcialidad de
Tarapaca y la provincia Tarapaca a la cual se filiaba o agregaba esta parcialidad.686
La información contenida en ambas cédulas es, en parte, concordante con la situación
prehispánica, donde las ocupaciones del complejo Pica- Tarapacá se localizan desde el litoral
Pacífico hasta la zona “inter Salar” del Altiplano Meridional –incluyendo el altiplano
chileno- y todo el contorno occidental de la cuenca del Salar de Coipasa.687
que se llama Poti e otro que se llama Comuco e otro que se llama Vilque e otro Chilsane[?] e otro que se llama
Ayvana e otro que se llama Uqumame e los prinçipales se llaman Tabca e otro Suna e otro que se llama Condor
e otro que se dize Unoca e otro que se llama Cabello [?] e otro que se dize Copaquire e ansymismo otros tres
prençipales que se llama el uno Pochachuca y el otro que se llama Condor Vilca que por otro nombre se dize
Vilcala e otro que se llama Chiño Condor en todos los quales dichos pueblos e prinçipales de suso declarados
deposyto con trezientos e çinquenta yndios ...” AGI, Justicia 658, N° 2, f. 28r-28v, El fiscal contra Antonio
Álvarez. Destacado es nuestro.
685
AGI, Justicia 658, N°2, f. 27v-29v, El fiscal contra Antonio Álvarez.
686
En términos arqueológicos esta parcialidad formaba parte de una unidad segmentaria integrada y
subordinada a poblaciones y asentamientos localizados en quebradas y valles bajos de la región (sector norte),
en correspondencia con la distribución del componente cerámico Pica-Tarapacá y distintos formatos de
viviendas elaboradas en piedra (p.e. aldea de Pisagua N, aldea de Camiña y pucara de Isluga o Pucar Qollu)
Urbina y Adán, 2006; Urbina, 2011; Urbina et al. 2017.
687
Adán y Urbina, 2010; Uribe et al., 2007. Con los datos cerámicos y arquitectónicos disponibles, esta
inferencia es más consistente para el sector norte de la región, entre el valle de Camiña, quebrada de Aroma y
la quebrada de Tarapacá, justamente el espacio geográfico al que aluden las dos cédulas analizadas.
269
Tabla 5.4. Regiones, autoridades y tributarios contenidos en el título provisional de
encomienda de Marcos de Retamoso, ca. 1541.
ID
Región
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
Villa de la Plata
Señor/ Cacique
Principal
subordinado
Jurisdicción
Pueblo sujeto/
Tributarios
estancia
… en parcialiad de Tarapaca
Palta[Pacha]
Machallacata
Chillaba
Moraxa
Pissiga
Titiri
Chipaya
/ Paca
/ Chucorara
/ Cayuaca
/ Capa
/ Cavangue
/ Yuchaca
/ Chuco
/ Garmane [Huamane]
Villa de la Plata
… en la parcialiad de los Carangas
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
Coti
Comuco
Vilquevilque
Chilcane
Ayuana
Uquimare
/ Tabca
/ Suna
/ Condor
/ Unoca
/ Cabello
/ Capaquire
/ Pocachuca
/ Condorvilca
/ Chinocondor
TOTAL
Villa de la Plata
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
Chuquichambe y Mamavilca
350
Memoria de pueblos y estancias de Lope de Mendieta [ca . 1552]
Estancias sujetas a ambos
/ Coyre
/ Titire
/ Canguare
/ Villeville
/ Canasa
/ Caasa
/ Comaga
/ Sacare
/ Alcucha
/ Chillaua
/ Marayca
/ Totora
/ Pisiga
/ Ancana
/ Orichu
/ Quimarca
/ Paco
/ Vichuga
/ Bico
/ Ullaga
/ Gonegone
/ Totora
Lluchare
Pueblos de Retamoso
Cale
Urungo
Hurcohurco
Cochuma
Andagollo
Gonaconi
Ullaga
Licabalta
Libire
Fuente: AGI, Justicia 658, N°2, f. 27v-29v. Elaborado a partir de la versión paleográfica de Pärssinen y
Kiviharju, 2010: 178-180.
270
Comparativamente, mientras la cédula de Marcos de Retamoso nominan ocho autoridades
del mismo rango, “principales”, la cédula de Lucas Martínez describe a seis autoridades en
al menos dos niveles jerárquicos: “señores” y “caciques”, la cual involucraría: 1) señores y
caciques “de valle” (p.e. Opo del valle de Cato [quebrada de Tarapacá] y Tuscasanga del
valle de Tarapaca [pampa del Tamarugal y desagüe del valle de Cato]),688 con autoridad
sobre 1.1) poblaciones distantes (p.e. pescadores en el caso de Tuscasanga) o 1.2) sobre más
de un pueblo (p.e. tres en el caso de Opo, dos en el caso de Ayavire); y, 2) “señores” y
“caciques” con autoridad sobre poblados particulares (p.e. Ayavire en Omaguata y Taucari
en Camiña).689
Rango
Autoridad
Reparto de Lucas Martinez,
ca. 1540.
Cacique
Señor
Señor
Señor
Cacique
Cacique
Señor
Señor
Reparto de Marcos de
Retamoso, ca. 1541.
Tabla 5.5. Comparación de los pueblos y autoridades según el orden de registro en los
títulos de Lucas Martínez (ca. 1540) y Marcos de Retamoso (ca. 1541).
Principal
Principal
Principal
Principal
Principal
Principal
Principal
Principal
Tusca Sanga
Opo [Apu]
Opo [Apu]
Opo [Apu]
Ayavire
Taucari
Ayavire
Chuquichambe
?
Paca
Chucarara
Cayuaca
Capa
Cauangue
Yuchaca
Chuco
Guamane
Valle/Cuenca
Tarapaca
Cato
Cato
Cato
Carviesa
Carviesa
Azapa?
Aroma?
Azapa
Coipasa
Lauca?
Lauca?
Lauca?
Isluga
Lauca?
Coipasa
?
Pueblo
? + pescadores
Pachica
Puchuca
Huaviña
Camiña
Camiña
Omaguata
Chuyapa
Estancias
Pacha
Machallacta
Chillaua
Moraca
Pisiga
Titiri
Chipaya
?
Orden según
mención
1
2
3
4
5
6
7
8
9
1
2
3
4
5
6
7
8
Altitud
(msnm)
± 1.100
1.590
2.289
2.370
2.380
2.380
1.598
3.115
> 3.600
> 3.600
> 3.600
> 3.600
> 3.600
> 3.600
> 3.600
> 3.600
Piso
Yunga+(litoral/lagos puneños?)
Chaupiyunga
Sierra
Sierra
Sierra
Sierra
Chaupiyunga
Sierra
Chaupiyunga/Sierra?
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Puna Seca (Altiplano)
Fuente: AGI, Justicia 401, N° 1, f. 181v-183v, también en Barriga, 1955: 17-19; Justicia 658, N°2, f. 27v29v, también en Wachtel, 2001:564-565. Modificado de Urbina, 2014, Tabla 24-25: 330-331; Urbina 2015,
Tabla 1: 395.
688
Considerando su potencial agrícola, la referencia al valle de Tarapaca, pudiera referir a la pampa Iluga más
que toda la actual pampa del Tamarugal. Larraín, 1974a, Velozo, 1974; Advis, 1989.
689
Es difícil interpretar la forma de categorizar a las autoridades entre ambas cédulas, puesto que en aquella de
1541, sólo se refiere a “principales” sin vínculos con la nominación de los “pueblos” –ambos se nominan de
forma independiente o inconexa-, mientras en la de 1540 se establece la existencia de “señores” y “caciques”
siempre con asiento o arraigados a los pueblos entregados o a cuencas hidrográficas (p.e. valle de Tarapaca,
Cato y Carviesa), sobre los cuales tienen aparentemente jurisdicción plena.
271
En términos jerárquicos, en el primer nivel pudieran separarse a Opo (Apu) -autoridad con
jurisdicción sobre el valle de Cato (actual quebrada de Tarapaca, desde Pachica y aguas
arriba) y tres poblados en su cuenca, entre 1600-2400 msnm-, de los mallku Chuquichambe690
y Ayavire, vinculados a las jerarquías Caranga del altiplano adyacente. En el segundo nivel,
entre los “caciques” puede distinguirse a autoridades regionales como Talosanga o
Tuscasanga, con jurisdicción sobre el valle homónimo (pampa del Tamarugal) y los
pescadores del litoral aparentemente, y aquellas que conforman un binomio o poder dual en
las quebradas intermedias, Ayavire y Taucari, ambos caciques con asiento en el mismo
pueblo de Camiña.
Por otra parte, la repetición del nombre o apellido, Ayavire tanto como señor del pueblo de
Omaguata y como cacique de una mitad del pueblo de Camiña, plantea al menos tres
alternativas de interpretación. Por una, la actuación de dos autoridades emparentadas,
integrantes del mismo linaje; en segundo lugar, que se trate del mismo personaje con
jurisdicción sobre ambas localidades, abarcado valles occidentales no contiguos entre 16002300 msnm; o, por último, que Ayavire, al igual que otros apellidos contenidos en esta cédula
(p.e. Chuquichambe) sea la expresión de un cargo más que un parentesco consanguíneo entre
dos autoridades. Al no ofrecerse diferencias más que el rango de Ayavire, en tanto “señor” y
“cacique” en la misma cédula, sería necesario evaluar a futuro distintas alternativas. Por
ejemplo, que el “señor” se refiera al mallku Ayaviri Cuisara de la provincia Inca de Charkas
y el segundo a una autoridad emparentada con éste, o bien que el título de Ayaviri haya sido
asumido, adoptado o impuesto a ciertos curacas con vínculos con las parcialidades
altiplánicas de Carangas.
Una situación similar ocurre con Chuquichambe, mallku de Hatun Caranga, con asiento en
el poblado de Turco y cabecera de todo el señorío.691 En efecto, si Chuquichambe o Ayavire
690
Existe la opción de interpretar la referencia a Chuquichambe como una autoridad Caranga con asiento en el
pueblo de Camiña. Esta hipótesis tendría sustento en la evidencia arqueológica relacionada con el 15% de
cerámica altiplánica presente en la aldea (Uribe et al., 2007: 159) y la presencia de arquitectura domestica de
tierras altas, la distribución dual del poblado (separado por una calle diametral), y el complejo de chullpas de
adobe del cementerio de Laymisiña (frente al pueblo actual de Camiña). Urbina y Adán, 2006. Volvemos sobre
esta discusión en las páginas siguientes.
691
Pärssinen y Kiviharju (2010, nota 2: 187) señalan que Turco (La Vieja) correspondía a la antigua Hatun
Caranga, ubicado a 30 km al suroeste del actual pueblo de Antin Curahuara “Todavía se conservan allá paredes
de viviendas en un área de 150 hectáreas. También se pueden observar varias calles y una plaza con una
272
corresponden a nombres, apellidos o más bien a investiduras de cargosm tendrían una
connotación similar a la denominación Apu o Capac, en la estructura política incaica.
Si consideramos el orden en que son nombradas estas autoridades en la cédula de 1540 (Tabla
5.5), vemos que el “cacique” Tuscasanga antecede a los tres “señores” que se incluyen en el
reparto; mientras Opo encabeza la lista de “señores”, en tanto los dos caciques restantes,
Ayavire y Taucari ocupan el quinto y sexto puesto en la sucesión de autoridades.
El orden correlativo en que son nombradas las autoridades indígenas de estos pueblos
entregados en encomiendas puede ser leída de varias maneras, una de ellas expresando
ascendencia sobre sus sucesoras. Esta alternativa reforzaría la idea de acuerdo a la cual estos
documentos están elaborados a partir de fuentes indígenas orales o censales (quipus), qunque
por el momento no son del todo verificables con los datos disponibles.
La excepción sería el que Opo de valle de Cato es nombrado antes que los mallku y de los
caciques del pueblo de Camiña, donde al menos uno de los mallku, Ayavire, parece tener
jurisdicción. En la misma línea habría que resaltar que la nominación de Talosanga o
Tuscasanga como máxima autoridad regional, con jurisdicción sobre el valle de Tarapaca
(pampa del Tamarugal -incluyendo el desagüe del valle de Cato-) y sobre los pescadores del
litoral, antecede a Opo cuyos pueblos sujetos se nombran también siguiendo un orden
altitudinal ascendente.
Si bien el orden de nombramiento de autoridades y pueblos mantienen cierta coherencia,
como acabamos de señalar, no se aprecia un criterio geográfico de proximidad en este
esquema. Si bien a nivel global, la encomienda de Lucas Martínez se organizaba desde las
tierras bajas o yunga hacia los valles cálidos (chaupiyunga) y luego la sierra (quechua), el
orden de los valles que se verifica no es del todo continuo: pampa del Tamarugal (valle de
Tarapaca), quebrada de Tarapacá (Cato, desde Pachica y aguas arriba), valle de Camiña
(Carviesa), valle de Azapa (Omaguata) y valle de Aroma (Chiapa).
kallanka bastante bien conservada, convertida en iglesia católica y que actualmente está abandonada y en
ruinas” Agregan que este asentamiento arqueológico fue visitado en 2004 al igual que el actual poblado de
Turco, el cual por las evidencias cerámicas correspondería a una fundación española, mientras que Turco (La
Vieja) o “Antin Curahuara, por el contrario, fue fundado pronto después de la caída de Tiwanaku en el siglo
XI o XII d.C.”
273
El análisis del título de encomienda de Marcos Retamoso (1541) no permite un análisis
análogo al efectuado, por tres razones. Primero la lista de autoridades se ordena de forma
independiente a la de poblados. Si bien las localidades altiplánicas nombradas se encuentran
en la cuenca del salar de Coipasa y se relacionan con la evidencia arqueológica que hemos
relevado en el pucara de Isluga (Pucar Qollu) y aquella proveniente del cementerio indígena
de Usamaya-1, nuestro conocimiento de los asentamientos altiplánicos es evidentemente
menor que el de los poblados y poblaciones de las tierras bajas tarapaqueñas.692
Sólo podemos considerar los datos relativos a las chullpas de Pisiga Karpa-2 (Ilg-16) y el
cementerio de cistas de piedra denominado Pisiga Karpa-2 (Ilg-7)693, ambos cementerios
aledaños al actual pueblo de Pisiga, topónimo del pueblo nombrado en quinto lugar entre los
otorgados en la “parcialidad de Tarapaca” a Marcos Retamoso.
La situación de Pisiga es sumamente relevante, puesto que se menciona tanto como pueblo
en la cédula de Retamoso y como estancia en el listado de estancias sujetas a Chuquichambe
y Mamavilca contenido en la Memoria de pueblos y estancias de Lope de Mendieta (ca.
1552).694 Más aún, considerando una fuente independiente posterior, todo indica que esta
localidad ubicada entre el hito de “Piedra Parada” y “Cerrito Prieto”,695 se situaba en una de
las zonas de “encuentro” o deslinde de los corregimientos de Arica y Carangas, como queda
confirmado en el Traslado de deslindes del Virrey Francisco de Toledo de 1578 efectuado
casi un siglo más tarde, en el año 1662 por Felipe Mauricio Locay (Gobernador, justicia
692
El arqueólogo Julio Sanhueza a prospectado el sector de Isluga, Enquelga y Cariquima y efectivamente sus
registros indican que muchos asentamientos del sistema pueblo-estancia de fines del siglo XX, cuentan con
referentes arqueológicos prehispánicos o coloniales en sus proximidades. Sin embargo, no disponemos de
análisis etnohistóricos monográficos sobre el vasto altiplano tarapaqueño -ni tampoco poseemos registros de
arquitectura, componentes cerámicos, excavaciones estratigráficas ni fechados absolutos comparables con
aquellos de las tierras bajas-, como para afirmar que esos asentamientos se relacionan o corresponden a algunos
de aquellos nombrados en la cédula de 1541.
693
Sanhueza, 2007.
694
AGI, Justicia 658, f. 27v-29v, El fiscal contra Antonio Álvarez.
695
Según los deslindes de 1578, efectuados por el Virrey Toledo, el mojón o deslinde decimoctavo se
denominaba en Cerro Prieto el cual “… … es carpa perteneciente al valle de Chiapa”, mientras que, en el
traslado y ratificación de los deslindes de 1662, este hito se encuentre en el lugar decimoquinto. En el traslado
de 1749 Cerro Prieto ocupa el decimoséptimo lugar y es “… allí (donde) comunica con la linda grande, este es
el partimiento con los Chiapas de Isluga y Cariquima con los de Sotoca, que son los anexo de Camiña, lo
mismo en el pueblo de San Salvador de Iquiña que es anexo de Camiña”. Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53, Cap.
IV: 27-28, Cap. IV: 30.
274
mayor y Cacique principal del pueblo de San Lorenzo de Tarapacá) y Juan García
Chuquichambe (segunda persona y Gobernador del pueblo de Chiapa).696
5.2.3. Los repartimientos de Lope Mendieta de 1540 y 1541
Para continuar esta discusión vamos a presentar dos títulos provisionales de encomienda de
Lope de Mendieta firmados por Francisco Pizarro en 1540 y 1541 y que nos permitirán
finalizar este apartado exponiendo la totalidad del acervo documental relativo a los primeros
títulos de encomienda donde vemos involucradas a poblaciones tarapaqueñas o sus
autoridades de modo directo e indirecto.
El primero corresponde a una copia de 1564 del título original y ha sido mencionado en
diversos estudios previos que vinculan a las autoridades de la región Caranga con los valles
y quebradas de Arica, Codpa y Tarapaca (Tabla 5.6).697 El vínculo con Arica se explicaría
por la presencia de Cayoca, mencionado como “señor” en los títulos de 1535 y 1540 (Tabla
2 y 3), y que en este documento figura como un principal de 26 tributarios “… en los Yungas
de mar…”. Cayoca tendría según este título provisional, asiento en el pueblo de Aluchaca y
estaría sujeto a Chuquichambe, “… señor de los Caranga…” y la máxima autoridad de los
297 tributarios mencionados, mitad de los cuales residían en Turco.698
El vínculo con los valles de Arica estaría confirmado pues el mismo Cayoca aparece
mencionado en una fuente independiente. Este título provisional de Lope de Mendieta datado
en 1541 (Tabla 5.7) establece que Cayoca correspondería a un “cacique” al cual están sujetos
tres pueblos en el valle de Lluta: Chipiguanaco, Chapixa y una estancia cuyo nombre no se
registra, con un total de 55 tributarios.699
696
Paz-Soldán 1878, Cap. IV: 27-28. Una situación similar ocurre con la localidad de Titiri, como veremos más
adelante.
697
Murra 1979; Hidalgo y Focacci, 1986, Tabla 1: 139; Pärssinen y Kiviharju 2010: 187-188.
698
AGI, Justicia 658, f. 373v, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 190-192.
699
AGI, Justicia 658, f. 374r, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 195-196
275
Tabla 5.6. Regiones, autoridades y tributarios contenidos en el título de encomienda de Lope de Mendieta, ca. 1540.
ID
Región
1 Villa de la Plata
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
Señor/ Cacique
Vilca
Ninachonqui
Ninachuqui [Ninachonqui?]
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Vilca/ Ninachuqui
Ninachuqui
Ninachuqui
Vilca
Vilca/ Tauca
Vilca/ Ninachuqui
Chuquichanbe [señor de los Carangas ]
Chuquichanbe
Chuquichanbe
Chuquichanbe
Chuquichanbe
Vilca/ Ninachuqui
Mamavilca
Mamavilca
Total
Principal subordinado
/ Cachaca
/ Chanbi
/ Cachanbi
/ Condor
/ Tauca
/ Micaraca
/ Chuquitanga
/ Payaxa
Jurisdicción
… provincia de los Charcas
/ Chaca
/ Chaca
/ Chinchi
/ Cayoca
/ Camarq (…)*
/ Camarq (…)*
/ Canqui
… en los Yungas de la mar
[mitimaes]
[… son dos principales ]
/ Carata y Coaguira
Pueblo sujeto/ estancia
Hancomarca
Capinamarca
Alallava
Mapacocana
Caltaca
Caltaca
Caltaca [… con sus estancias ]
Caraxi [… con sus estancias ]
/ Gallo [estancia]
/ Yquilla [estancia]
/ Arca [estancia]
Camalavilca
/ Gallo [estancia]
Curara
/ Cuenca [estancia]
/ Chiriguina [estancia]
/ Cacaya
/ Lacon [estancia]
Aluchaca
Camoraxa [… pueblo de yunga ]
Omacata [… pueblo de yunga ]
Codpa [… pueblo de yunga ]
[Codpa?]
Totora/ Quinchomaya [estancia]
Churicota
Turco
Fuente: AGI, Justicia 658, f. 373r-373v. Elaborado a partir de la versión paleográfica de Pärssinen y Kiviharju, 2010: 190-192.
* Ilegible.
Tributarios
65
15
20
14
12
13
31
20
4
6
6
6
11
105
32
29
40
26
26
10
15
30
40
150
726
276
Tabla 5.7. Regiones, autoridades, jurisdicciones y tributarios contenidos en el título provisional de encomienda de Lope de
Mendieta, ca. 1541.
ID
Región
1
Villa de la Plata
Señor/ Cacique
Jurisdicción
Pueblo sujeto/ estancia
Tributarios
… provincia de los Charcas
2
/ Cayoca
3
/ Cayoca
4
/ Cayoca
5
6
Principal subordinado
… en el valle de Llucta [Lluta]
Chipiguanaco
15
Tuco/ Mamantaco
… en el valle de Llucta [Lluta]
Chapixa
30
/ Laco
… en el valle de Llucta [Lluta]
/ … una estancia
10
Ypispacha
20
/ Luqui
Chuquichanbi
7
/ Yachuco
… en la comarca del pueblo de Chuiquicota
/ Cayocora
/ Maraya [… estancia de pescadores ]
3
/ Chilligua [… estancia de pescadores ]
10 (casas)
Turco/ Titiri [… donde tienen sus
labranzas ]
Turco/ Coyri [… donde tienen sus
labranzas ]
Turco/ Curaguarara [… donde tienen
sus labranzas ]
8
Chuquichanbi/ Mamavilca
9
Chuquichanbi/ Mamavilca
10
Chuquichanbi/ Mamavilca
11
Chuquichanbi/ Mamavilca
12
Chuquichanbi/ Mamavilca
… todos los demás pueblos y estancias de ovejeros
13
Chuquichanbi [señor de los
Carangas]
… señor de los Carangas (…) principal cacique y
señor de los indios de vuestros repartimientos
/ Acorama [...sujeto a
Mamavilca ]
Sabata [… pueblo de yungas de coca ]
Total
Fuente: AGI, Justicia 658, f. 374r-374v. Elaborado a partir de Pärssinen y Kiviharju, 2010: 195-196.
* La cifra total de tributarios no se expresa en el documento.
20
12 (carangas)
120*
277
Hemos descrito parte importante del modelo de la verticalidad escalonada planteada por
Durston e Hidalgo en la década de 1980 y como esta formulación se apoya en la información
comparada de estos dos títulos de encomienda entregados a Lope de Mendieta.
En la lectura de estos documentos, el curaca Cayoca, desde su propio poblado en los valles,
habría generado relaciones de verticalidad bajo su control aun cuando originalmente parece
supeditado o depende de una autoridad mayor con asiento en las tierras altas adyacentes.
Si bien la lectura de la cédula de 1535 le asigna a Cayoca un poder supralocal, con seguridad
originado en el período Tardío y los títulos de 1540 y 1541 confirman que su poder se hallaba
extendido a varios pueblos y estancias en el valle de Lluta, Azapa; también a ciertos pueblos
de pescadores en Arica e incluso pueblos en las quebradas altas (Socoroma), los últimos
títulos también indican que su cargo seguía, en parte, sujeto a Chuquichambe, uno de los dos
mallku caranga con asiento en el extenso poblado de Turco.
Es aquí donde podemos reforzar el vínculo que tendrían las cédulas de Lope de Mendieta con
el repartimiento de Tarapaca. En primer lugar, la presencia de Chuquichambe como señor
de Chiapa en la cédula de Lucas Martínez de 1540 y la forma que toma esta denominación
política “Chuquichambe” adquiere la forma de apellido de una conjunto de autoridades
(bautizadas) del pueblo de Chiapa entre 1567 y 1749;700 e incluso, en 1540, este señor o
mallku posee autoridad sobre tributarios y principales asentados en los pueblos de Camaroxa
(Socoroma), Omacata (Omaguata) y Codpa, incluyendo 15 mitimaes instalados en este
último poblado.701
Sin embargo, no sólo Cayoca y Chuquichambe establecen una relación entre las
jurisdicciones de Carangas, Arica, Codpa y Tarapaca. También existe concordancia entre la
anotación del poblado denominado Chillaua, tercero en la lista en la cédula de Retamoso (ca.
1541),702 y la “estancia de pescadores” denominada Chilligua, en la cual Lope de Mendieta
recibe 10 casas en el año 1540. Mendieta recibe esta estancia de pescadores (uro), además de
162 tributarios carangas mencionados en la cédula los cuales conformaban su reparto en esta
700
Ver Anexo 4.1, capítulo IV.
AGI, Justicia 658, f. 373v, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 190-192.
702
AGI, Justicia 658, f. 28v-r; Wachtel 2001, 564-565.
701
278
región altiplánica (ca. 1540).703 Si se trata del mismo asentamiento, Chillaua o Chilligua,
ambos son indistintamente referidos como pueblo y como estancia, una distinción que
comúnmente podía variar entre documento y documento (títulos de encomienda).
La mención a tributarios pescadores, específicamente en el caso del pueblo de Chipaya,
señala a asentamientos de población uro que habita en este sector occidental de la cuenca del
lago Coipasa en el siglo XVI, cualidad que debe ser compartida por los otros 6 pueblos que
forman parte de la “parcialidad de Tarapaca” encomendada a Retamoso. Respecto de las
autoridades de estos dos asentamientos, sino el mismo, en la cédula de Lope de Mendieta se
menciona al “principal Cayocora” (Tabla 5.7), en la cédula de Retamoso, la tercera autoridad
del listado -que coincide con el tercer poblado del elenco-, es el “principal Cayuaca” (Tabla
5.4). Suponemos que, una vez más, este caso corresponde a una doble asignación de un
mismo poblado a dos encomenderos distintos.
Situación similar ocurre con Titiri, mencionado en el sexto lugar de los pueblos que
componen la cédula de Retamoso. Según refiere Gilles Riviere, haciendo mención a la cédula
de Lope de Mendieta, el mismo Titiri es designado como estancia agrícola dependiente de
Turco “… dos estancias del pueblo de Turco que son de los caciques Chuquichambi y
Mamavilca tienen sus labranzas que la una se dice titiri e la otra coyiri e otra
curaquarara…”.704
Como hemos indicado, la autoridad de Chuquichambi y Mamavilca -ambos mallku o señores
de todos los Carangas-,705 habría alcanzado estancias o pueblos hacia la vertiente occidental
y oriental de modo directo o intermediados por autoridades de segundo o tercer nivel.706
Si bien, el cruce directo de los datos no aclara si Titiri fue un poblado sujeto a la “parcialidad
de Tarapaca” al mismo tiempo que un sector del mismo servía de estancia agrícola a uno de
los mallku de Turco, queremos plantear la posibilidad que ambas situaciones ocurrieran
703
AGI, Justicia 658, f. 374r, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 195-196; Hidalgo y Focacci, 1986: 139; Hidalgo,
2004: 419-420, 455; Urbina, 2014: 190.
704
AGI, Justicia 658, f. 203r, en Riviere, 1982, nota 5: 43; también en AGI, Justicia 658, f. 374r, en Pärssinen
y Kiviharju 2010: 195-196.
705
“… en tiempos de los yngas todos los caciques e señores de las provincias de las carangas y ahullagas
servían y tenían por señor principal a los dichos Mamavilca y Chuquichambi y los tenían y había temor como
señores principales…” AGI, Justicia 658, f. 209v, en Riviere, 1982, nota 2: 46.
706
Riviere, 1982, Figura 1: 50.
279
simultáneamente, vale decir Titiri fuera habitado por poblaciones tarapaqueñas y tributarios
carangas (situación que explicaría la doble filiación a los repartimientos de Mendieta y
Retamoso). Del mismo modo que en el caso de Pisiga, el listado con la ubicación y
denominación de los mojones o deslindes entre las provincias de Lipes, Carangas y Arica,
efectuada por el virrey Toledo (ca. 1578) -una fuente independiente, algo más tardía-,
confirma que este pueblo o estancia se ubicada entre Puquintigue y Culta, zona prehispánica
compartida por poblaciones altiplánicas y de quebradas y que en el último cuarto del siglo
XVI separó a los corregimientos de Arica y Carangas.707
Otro aspecto curioso e torno a la denominación de autoridades y pueblos que vincularan a
Tarapaca y Caranga, es el nombre del sexto “principal” del listado en la cédula de Retamoso,
“Yuchaca” y el pueblo de “… Aluchaca que es en las yungas de mar por dicho cacique que
se dice chuquichambe…”, mencionado en la cédula de Mendieta de 1540.708 Como ha
establecido Hidalgo en el caso de Capanique en Tacna, podemos suponer que en casos como
el referido, ciertos poblados indígenas tomaban el nombre de sus autoridades principales o
mallku.
Riviere refiere que bajo el nivel de los dos mallku o señores Caranga, Chiquichambi y
Mamavilca, se hallaban los caciques de las parcialidades o mitades Caranga: Condor Villca,
cuyas cabeceras estaban en Corquemarca y Sabaya y Vilca Calixaya, con cabeceras políticas
en Totora y Pachacama.709 El principal “Pacha”, mencionado en el primer lugar de la cédula
de Retamoso de 1541 pudiera corresponder al apócope del topónimo “Pachacama”. Sin
embargo, en su tesis doctoral, Riviere cita documentación adicional referida a que “Pacha”
era una estancia de mitimaes de Charcas “… y el otro (cacique) dijo llamarse chiliche natural
del pueblo de pacha sujeto al dicho cacique de la dicha parcialidad de hanansaya mitimaes
que se dijeron ser de charcas”.710 Pese a la complejidad del asunto, esta segunda alternativa
parece más plausible.
707
Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53.
AGI, Justicia 658, f. 27v-29v, El fiscal contra Antonio Álvarez; AGI, Justicia 658, f. 373r-373v, en Pärssinen
y Kiviharju 2010: 190-192; Riviere, 1982, nota 1: 44; Hidalgo y Focacci, 1986, Tabla 1: 139.
709
Riviere, 1982:43, Figura 1: 50.
710
AGI, Justicia 658, f. 122v, en Riviere, 1982, nota 2: 45. El destacado es nuestro.
708
280
En síntesis, más que las coincidencias y complejidades que presente este análisis de los títulos
de encomienda hasta aquí analizados, es relevante distinguir que todas las informaciones
sobre autoridades, asentamientos y tributarios apuntan a la conexión multidireccional de la
provincia de Tarapaca con las poblaciones y autoridades vecinas de Tacna, Lluta, Arica,
Azapa, Codpa, así como la región Caranga e inclusive Charcas (Tabla 5.8).
Creemos demostrado hasta este punto que la triangulación comparativa entre la información
completa provista por una serie de títulos de encomienda releva los vínculos que existían
previamente entre las poblaciones de los primeros repartimientos, la distribución de los
tributarios, la jerarquía entre sus pueblos y estancias, así como la estructura cargos y rango
de sus autoridades a comienzos del siglo XVI y luego de la invasión hispana.
La extensión de las poblaciones tributarias de Tarapaca ha sido establecida en Tacna, Arica,
Azapa, Omaguata, la sección occidental y afluentes al lago Coipasa, así como en el área
nuclear de esta provincia ubicada entre el valle de Carviesa (quebrada de Camiña), el valle
de Cato (Tarapacá), la sección alta de la quebrada de Aroma (Chiapa) así como en la zona
del litoral ocupada por los pescadores y el oasis de Pica. Con la información que hemos
analizado nos atrevemos a plantear un primer cuadro de relaciones y distribución de las
autoridades tarapaqueñas asentadas en esta región, y zonas vecinas para el período de las
encomiendas entre 1535 y 1570 (Diagrama 5.1).
Si bien, como sugiere Larraín en 1975, no tenemos indicios que confirmen si las poblaciones
fuera del área comprendida por las actuales quebradas de Camiña y Tarapacá correspondían
a mitimaes trasladados por el Inca (a Tacna o Arica) o el resultado de relaciones de parentesco
entre ayllus a larga distancia bajo una lógica propia del Colesuyo –relaciones donde se
toleraba la ocupación de valles cálidos y caletas (pesquerías o guaneras) distantes de los
poblados de origen-, creemos que estas dos alternativas, así como aquellas situaciones de
verticalidad escalonada son tangibles en la documentación sobre las primeras encomiendas.
Es posible, por último, que esta última modalidad, el de la verticalidad escalonada, fuera
impulsada mayormente por la estrategia demarcatoria ocurrida bajo el régimen Inca entre la
segunda mitad del siglo XV y las tres primeras décadas del siglo XVI y luego reconfigurada
producto de la confirmación de los deslindes entre los corregimientos y las reducciones de
indios establecidas por Francisco de Toledo en la década de 1570.
281
Tabla 5.8. Encomenderos, cacicazgos, autoridades y mitimaes relacionados con el repartimiento de Tarapaca, ca. 1535-1556.
1
Lucas Martinez
Encomienda
Año
Reparto
1535
Collasuyo
2
Lucas Martinez
1540
Arica
Tarapaca
Azapa/Ariaca
Yano
3
Lucas Martinez
1540
Tarapaca
Tarapaca
Tarapaca, Cato y Carviesa
-
4
Pedro Pizarro
1538-40
Sama-Arica
Tacna
-
-
5
Pedro Pizarro
1543
Tacna
Tarapaca
Tacna/Tacana
Tucuba
6
Lope de Mendieta
1540
Caranga
Caranga en Tarapaca
Costa pacífico (Yungas de mar)
Chuquichambe?
7
Francisco de Isasaga
1540
Caranga
Caranga en Tarapaca
Costa pacífico (Yungas de mar)
Chuquichambe?
8
Marcos de Retamoso
1544?
Caranga
Caranga en Tarapaca
Costa pacífico (Yungas de mar)
Chuquichambe?
9
Gómez de Luna
1540
Caranga
Caranga en Tarapaca
Costa pacífico (Yungas de mar)
Chuquichambe?
10 Lope de Mendieta
1548-1550
Caranga
Caranga en Tarapaca
Chuquicota
Chuquichambe?
11 Pedro de Isasaga
1548-1550
Caranga
Caranga
Corque y Andamarca
Chuquichambe?
12 Francisco de Isasaga
1548-1550
Caranga
Caranga
Corque y Andamarca
Chuquichambe?
13 Antonio Álvarez
1548-1550
Caranga
Caranga
Urinoca, Sabaya y Totora
Condor Vilca o Vilca Calixalla
14 Juan Ortiz de Zarate
1548-1550
Caranga
Caranga
Totora
Condor Vilca o Vilca Calixalla
15 Pedro Pizarro
1556?
Tacna
Tacna
Codpa, Vitor (pesquerías y guaneras)
-
16 Jerónimo Villegas
1550
Umagata
Tarapaca
Arica, Lluta, Azapa e Ocurica
Juan Ayaviri
17 Jerónimo Villegas
1550
Umagata
Tarapaca
Arica, Cayacaya y Chacayuta
Juan Ayaviri
18 Jerónimo Villegas
1550
Umagata
Tarapaca
Umagata
Chura (Jachura) y hermano (Locay), Chuquihuanca, Vila, Ichacayo
19 Lucas Martinez Vegazo
1556
Codpa
Carangas (Inka o Mallku)
Codpa
-
20 Pedro Pizarro
1556
Codpa
Carangas (otros)
Codpa
-
ID
Encomendero/ Entrega
Mitimaes/Islas
Provincia/Cacicazgo
Tarapaca
Valle/Pueblo
-
Quilquisana
Autoridad
Fuente: Loredo, 1940, 1958; Cúneo-Vidal, 1977, v. 1: 460; Pärssinen y Kiviharju, 2010: 99-102; Barriga, 1939, t. I: 190-191; Barriga, 1955; Platt et al.,
2006. fig. 2.1: 241-242; Presta, 2008, Apéndice 2-3: 225-228; Núñez, 1984, t. I: 410; Trelles, 1991: 175-176. Modificado de Urbina, 2014, Tabla 27: 333.
282
Cómo discutimos detalladamente en una investigación previa,711 los títulos de encomienda
constituyen un puente articulador fundamental para entender el patrón de asentamiento
estudiado por la arqueología en la región. Por la propia naturaleza y estructura de estos
documentos, a través de ellos, hemos podido ubicar diversas localidades, poblados, estancias,
caletas y asentamientos arqueológicos, los cuales, sin su aparición temprana en los títulos de
encomienda, así como el de sus dirigentes políticos, no sería posible comprender desde una
perspectiva territorial y geográfica dentro del análisis etnohistórico y menos el modo
concreto de interdependencia entre las poblaciones en el espacio regional y macroregional.
La estructura política y territorial que se propone en el Diagrama 5.1, cuyo eje propone que
Tarapaca constituía una jurisdicción indígena conformada durante el período Intermedio
Tardío o de Desarrollos Regionales, intervenida y fortalecida durante el período Inca, es
complementaria con la hipótesis que hemos desarrollado en el capítulo IV sobre la existencia
de un linaje gobernante en Tarapaca, los Locay, el cual se habría fortalecido, como en otros
cacicazgos, a partir del establecimiento de las primeras encomiendas. Esto demostraría que
la complejidad social, la organización económica y la historia política de esta región presenta
dinámicas y procesos que la distinguen y a la vez la articulan con los territorios y poblaciones
circundantes.
Tal como hemos analizado en el caso de Torata y Moquegua, el Diagrama 5.1 también nos
desafía a una mirada transversal donde emergen otros linajes o posiciones gobernantes cuyo
poder pudo estar circunscrito a ámbitos locales o zonales, en tensión o alianza con linajes
que detentaban mayor prestigio a nivel regional y podían heredar el cargo (Lucay). Esa es la
situación de los Caquisana, vinculado al valle de Carviesa o Camiña, y los Cahachura y
Chuquichambe, relacionados tempranamente a la localidad de San Lorenzo y especialmente
a Chiapa, desde donde ejercieron durante el siglo XVI y XVII un relevante papel como
segundas personas de los gobernadores del repartimiento de Tarapaca.
711
Urbina, 2014: 194-204.
283
Diagrama 5.1. Distribución, elenco y relaciones entre autoridades indígenas de Tarapaca, ca. 1535-1570.
Año
Tacna
Arica
Omaguata
Carangas
Camiña
Carviesa
Chiapa
Sibaya
Sotoca
1535
Pampa del Tamarugal
Tarapaca
Tarapacá
Cato
Pica
Quilquisana
Tucuba
Yano
Ayavire
Ayavire
Chuquichambe
Talo o Tuscasanga
Opo
1540
Taucari
Paca
Chucarara
Cayuaca
Capa
1541
Cauangue
Yuchaca
Chuco
Guamane
Pedro [Talosanga?]
1550
Ojacayo
Axa [Oxa]
1556
Ynatue
Joan Amastaca
1559
Pedro Calanche
1562
Tauquina
Chura
Saguaya
Mari
Juan Cahachura
1565
Alonso Lucaya
Lorenzo Chuquichambe
1567
Pedro Auani
Francisco Auani
Miguel Caqueo
1570
Joan Cachira
Martín Payaquena
Juan [Cayoa]
Alonso Locay
Joan Hamastaca
Gomez [Halahaui]
Pedro Lucuma
Andrés Caquisana
Martín Lucaya
Martín Lucaya
Fuente: AGI, Justicia, 405B, N°2, r. 5, f. 13r; Justicia, 405B, N°2, r. 6, 25v-27r; Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; Justicia 658, N°2, f. 27v-29v; Justicia
443, N°1, r. 2, f. 96v-97r; Barriga 1939, t. 1: 190-191, 369; Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 460-483; Villalobos, 1979: 212-223, 229; Trelles, 1988: 286;
Trelles, 1991, nota 10: 124 y 302; AGN, DIE, L2, C15.
* Línea continua plantea relación de parentesco o sucesión en el cargo hipotética.
** Línea discontinua plantea subordinación hipotética.
284
Desde una perspectiva vertical, las conexiones lineales (continuas) del Diagrama 5.1 nos
permiten exponer simultáneamente la centralidad del conjunto de autoridades indígenas
adscritas al valle de Tarapaca entre 1535 y 1570, las que se ubican jerárquicamente por sobre
los caciques de cabeceras como Camiña, Chiapa y Pica, e indirectamente sobre tributarios o
mitmakunas instalados en Tacna, Arica, Azapa, Omaguata; en el borde occidental del salar
de Coipasa y otras cuencas altiplánicas como Huasco, Cariquima, Isluga, Surire y,
probablemente, en parte de la cuenca del río Lauca.
En el caso de Chuquichambe, al igual que con Cayoa en el valle de Lluta, su nombre indica
que dependió y ejerció cargo intermedio entre los mallku Caranga y las yungas occidentales
que conectan las quebradas de Nama, Camiña, Chiapa, Sibaya y Tarapaca.
Luego de la invasión hispana, es probable que Chuquichambe fortaleciera una modalidad
escalonada de verticalidad orientada hacia las tierras bajas y cuencas altiplánicas adyacentes
(conexión lineal discontinua hacia la parcialidad de Tarapaca), adquiriendo mayor
autonomía una vez que el sistema de encomienda separó a los tributarios de cada
repartimiento.
En los siguientes capítulos analizaremos precisamente aquellos cambios sufridos por los
tributarios en el nuevo esquema de repartimientos de la región. Analizaremos nuevas
evidencias documentales referidas a la estructura tributaria, así como las transformaciones
ocurridas a partir de la década de 1570 en el plano de la reorganización de la estructura
política y económica impuesta por las reformas toledanas y la nueva figura de la doctrina de
Tarapaca. Estas materias, de acuerdo a lo que hemos avanzado en este capítulo, podrá ser
evaluado en consideración al diagnóstico sistemático de la configuración territorial y política
de Tarapaca al finalizar la primera mitad del siglo XVI.
285
PARTE II
CAPÍTULO VI: COMPOSICIÓN SOCIAL Y RÉGIMEN DE TRIBUTOS ANTES DE
1570
6.1. Continuidad y cambio en las estructuras políticas regionales
Tal como hemos trabajado a lo largo de esta investigación, abordaremos a partir de un
conjunto distinto de fuentes administrativas el estudio de las estructuras económicas y
políticas regionales en un sentido sincrónico y contextual, sin descuidar la perspectiva del
cambio diacrónico y transformaciones sociales ocurridas en la segunda mitad del siglo XVI
y primera mitad del siglo XVII.712
A partir del elenco sistematizado de los primeros encomenderos de Tarapaca y Pica establece
la diversidad de actores hispanos involucrados en el usufructo de estos repartimientos durante
el siglo XVI y, luego que ambos vacaron, las transformaciones generadas bajo el sistema de
pensiones de indios a partir del siglo XVII (Tabla 6.1).713
El análisis de las variaciones y casusas que gatillaron las pérdidas, permutas o restituciones
de éste y otros repartimientos en la región nos ha permitido indagar en la cartografía política
de la región y la dinámica de agregación y fragmentación de los repartimientos meridionales
del corregimiento de Arica; conociendo los cambios sensibles en el tamaño de sus
poblaciones y las estructuras políticas que sustentaron el régimen bajo el cual los tributarios
de los distintos ayllus cumplían con las tasas impuesta por el régimen colonial.
712
En ocasiones seguiremos utilizando información más tardía del siglo XVII y XVIII que permite entender de
mejor modo las estructuras de larga duración de las sociedades andinas y sus transformaciones en el período
colonial.
713
Villalobos, 1979: 47.
286
Tabla 6.1. Elenco de encomenderos y pensionados de los repartimientos de Tarapaca y Pica, ca. 1535-1653.
Año
1535
1540
1541
1542
1543
1548
1556
1556
1556-1557
1557
1559
1565-1578
1602-1619
1619
1628
1653
Tarapaca
Lucas Martínez
Lucas Martínez
Parcialidad (Altiplano)
Mitimaes
Lucas Martínez (en Arica)
Marcos de Retamoso
Pedro Pizarro (en Tacna)
Jerónimo de Villegas
Ana de Villegas (menor de edad)
Lucas Martínez
María Dávalos
Corona
Pedro de Córdoba
Manuel de Acevedo y Zuñiga*
María Álvarez de Toledo*
Pica
Causa
Título de encomienda
Título de encomienda
Andrés Jimenez
Título de encomienda
Martín Pérez Lazcano
Poder para administrar
Convenio [concierto de paz] con Hernándo de Torres
Juicio a Lucas Martinez
Ana Gutierrez
Sucesión viuda de M. Pérez Lazcano
Sucesión hija de J. de Villegas. Tutor: Juan de Torres
Juan de Castro
Matrimonio con A. Gutierrez
Restauración/ Restitución
Lucas Martínez
Permuta con Juan de Castro (?)
María Dávalos
Sucesión viuda de L. Martínez
Corona
Pensión
Pedro de Córdoba
Pensión
Manuel de Acevedo y Zuñiga* Pensión
María Álvarez de Toledo*
Pensión
Fuentes: AGI, Justicia 405B, f. 13r, 25v-27r; AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; AGI, Justicia 658, N°2, f. 27v-29v; AGI, Contaduría 1786, f. 565r567r; AGI, Quito 55A, N.38; AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Barriga, 1939, t. 1: 190-191, 369; Torres, 1967: 47, en Villalobos, 1979, nota 49: 40;
Villalobos, 1979: 50-52; Trelles, 1988: 286; Trelles, 1991: 302; Villalobos, 1981: 77-84; Donoso, 2003: 125-126; Cúneo-Vidal, 1930: 897-900. Elaborado
a partir de Urbina, 2014, Tabla 28: 334.
* Condes de Monterrey: encomenderos de Tarapacá, Sibaya, Iquique y Puerto Loa.
287
De acuerdo al análisis del capítulo V, el repartimiento de Tarapaca, en manos de Lucas
Martínez en dos oportunidades,714 presentaba varias particularidades que sólo pueden ser
percibidas y explicadas al reunir los títulos de encomienda emitidos entre 1535 y 1542 a
nombre del propio Martínez y aquellas de Marcos de Retamoso, Pedro Pizarro, Andrés
Jiménez y Lope de Mendieta.715
De todo ello se desprende que la dispersión de las poblaciones encomendadas bajo la
denominación del repartimiento de Tarapaca o que aluden al pueblo, parcialidad o caciques
de Tarapaca incluía también localidades y poblaciones instaladas en el altiplano adyacente
(cuenca del río Lauca y afluentes occidentales del salar de Coipasa),716 en los valles de Arica
(Omaguata, puerto de Arica y otros) y el valle de Caplina (Tacna),717 probablemente
mitimaes trasladados por los curacas durante el período Intermedio Tardío o por la política
incaica posterior.
Bajo la lógica andina del período Tardío resulta comprensible que la contabilidad del
repartimiento de Tarapaca incluyera a los tributarios instalados por los curacas o el Inca en
714
Los repartimientos de Tarapaca, Loa, Pica, Arica, Lluta, Ilo o Ite y la mitad de Caruma, así como indios en
Guaypar Yuminas fueron encomendados por Francisco Pizarro al Capitán Lucas Martínez, pero le fueron
arrebatados por tomar parte en el levantamiento de Gonzalo Pizarro. Según Trelles, Martínez estaba a cargo de
resguardar la plata de Pizarro al momento de ser capturado. Barriga, 1955; Trelles, 1991: 227. Más tarde, al
salir libre en el juicio se le devolvieron todas sus propiedades, las que a su muerte pasaron a su esposa Doña
María Dávalos, quien después se casó con Álvaro de Carbajal. Málaga, 1975a, 1975b.
715
Debemos dejar constancia que la propia naturaleza de este estudio no nos permite profundizar mayormente
en las redes y relaciones directas generadas por el sistema encomendero -con su sistema de administración a
través de mayordomos, doctrineros y yanaconas por el financiados- y por el sistema de corregimientos donde
prevalecieron las actuaciones de los corregidores y tenientes en cada repartimiento. Tampoco podemos
extendernos en los detalles biográficos de la serie de mujeres y hombres que en este lapso de tiempo tuvieron
en sus manos la administración económica y religiosa de la población y que vemos emerger en la documentación
analizada. Parte de esa información puede ser consultada en Dagnino (1909), Lockhart (1968, 1977), Bermúdez
(1987), Trelles (1991) e Hidalgo (2004), por lo cual remitimos al lector a estos trabajos para su consulta. De
cualquier modo, parece necesario plantear, dado los avances de los estudios etnohistóricos, la utilidad que
tendría un estudio monográfico general sobre la sociedad hispana instalada en el corregimiento de Arica y en
particular en el repartimiento de Tarapaca durante el siglo XVI y XVII.
716
Aquello sería insuficiente para demostrar, en el caso de la parcialidad de Tarapaca en el altiplano, si los
pueblos y autoridades que pertenecían a ella dependían de los curacas con asiento en las tierras bajas cercanas
a la pampa del Tamarugal o de los mallku caranga de los poblados de Turco (Curahuara) o Sabaya, como
propone el título provisional de encomienda de Marcos de Retamoso. El hecho que ésta parcialidad altiplánica
“de Tarapaca” fuera contabilizada en un repartimiento de la región caranga y entregada a un vecino de la ciudad
de La Plata y al mismo tiempo la dependencia política de sus poblaciones y tributarios estuviera sujeta a dos
centros de poder indígena nos ofrece una explicación posible para entender la serie de conflictos que enfrentaron
a Lucas Martínez y Antonio Álvarez en los tribunales.
717
Ejercicio similar al realizado por Larraín en su artículo de 1975.
288
puntos lejanos de la jurisdicción de esta provincia y sus autoridades.718 En la franja altiplánica
o de “puna seca”,719 desde el siglo XIII la arqueología reconoce múltiples espacios de
circulación e interacción cultural y económica regidos por un patrón de asentamiento
salpicado o intercalado que, siglos más tarde, generará fuertes tensiones entre los
encomenderos por el control de los territorios y jurisdicciones que ocupaban sus poblaciones
tributarias en los contornos o márgenes de sus repartimientos.
La situación descrita es muy clara al estudiar la colindancia y superposición entre el borde
oriental del repartimiento de Tarapaca y aquellos ubicados al oeste de la provincia Carangas,
adjudicados a vecinos de la ciudad de Arequipa y La Plata respectivamente. Recordemos las
referencias a como el tributo de poblaciones caranga instaladas en los valles y quebradas altas
de Tarapaca y Arica, asignados a Isasaga y Mendieta, era entregado por los curacas a Lucas
Martínez, aun siendo mitimaes o pobladores carangas asentados por no más de una
generación en esta zona.720
El panorama es aún más complejo en la medida que existía en el altiplano una parcialidad
“de Tarapaca” que pudo corresponder a un conjunto de mitimaes tarapaqueños instalados en
territorio caranga o grupos “uros serranos” habitantes de las tierras altas incorporados o
adscritos a la jurisdicción tarapaqueña durante la administración incaica mediante alianzas
matrimoniales y relaciones de reciprocidad entre habitantes de ambas provincias vecinas.721
Si aplicamos a los casos anteriormente descritos la información contenida en el pleito entre
Pedro Pizarro y Lucas Martínez, por los mitimaes caranga establecidos en el valle de
Codpa,722 podríamos suponer que el encomendero de Tarapaca aprovechó un conjunto
heterogéneo de tributarios caranga instalados en las quebradas que descienden hacia el
océano Pacífico y la pampa del Tamarugal. 723
718
Ver nota 2, capítulo III.
Véase capítulo I.
720
Relación de los repartimientos que efectuó Pedro de La Gasca en 1548, en Loredo, 1940: 54-55.
721
Morris y Covey, 2003: 134; Urbina, 2014: 152.
722
Trelles, 1991: 175-176.
723
Asignados formalmente a Lope de Mendieta, Pedro Isasaga, Marcos de Retamoso y, más tarde, Antonio
Álvarez. Urbina, 2014: 205-2015.
719
289
Esa diversidad pudo incluir a: 1) tributarios caranga (uro y/o aymara) asentados en Isluga
(Sitani) y las quebradas de Nama y Camiña724 por la fuerza o por orden del Inca o algún señor
étnico, 2) poblaciones o familias advenedizas o asentados en esta región por su propia
voluntad y 3) pobladores originarios de las tierras bajas se hallaban instalados en las tierras
altas al momento en que se efectuaron los primeros repartimientos a vecinos de la ciudad de
La Plata y que consideraron que estas poblaciones estaban sujetas a las autoridades indígenas
de la provincia Caranga.725
6.1.1. Fragmentación y unificación de provincia de Tarapaca
Hacia el sur, en el caso del vecino repartimiento de Pica sabemos que el oasis comprendía
distintas poblaciones que habitaban no sólo el piedemonte andino, sino también sus anexos
en la costa y otros valles del interior. Estas poblaciones se emparentaban con Tarapaca en
términos de sus tradiciones cerámicas, textiles y su economía desde el período Formativo
Tardío (200 d.C. en adelante). Las evidencias documentales contenidas en el testimonio
presencial de ciertos cronistas726 y las declaraciones vertidas en el juicio interpuesto por
Lucas Martínez contra Juan de Castro727 apuntan en la misma dirección y aclaran de modo
particular la subordinación de las autoridades de Pica a aquellas de Tarapaca antes de las
reformas toledanas.728
724
Hacemos esta precisión debido a que en ambos poblados arqueológicos existen evidencias de chullpas de
adobe utilizadas como mausoleos funerarios de las autoridades del período Intermedio Tardío y Tardío (Ayala,
2001; Urbina y Adán, 2006), así como componentes cerámicos Pica-Charcollo y Negro sobre Rojo propios de
las poblaciones yunga y del altiplano meridional (Uribe et al. 2007; Urbina, 2014: 104-117).
725
Pensamos que las situaciones descritas pudieron ser consecuencia de procesos de identificación e
incorporación de poblaciones uro y aymara en el altiplano caranga a los curacazgos tarapaqueños durante el
siglo XV y comienzos del XVI, dando como resultado la conformación de esta “parcialidad” al modo de táctica
política de filiación étnica y fiscal que les permitiera a sus tributarios eximirse de ciertas cargas tributarias
impuestas a los pastores aymara (Julien, 1983: 88) y posterior al año 1570 de las cargas de trabajo impuestas
por la mita potosina. Recordemos el testimonio de Bartolomé Álvarez ([1588] 1998: 400) en cuento a la alta
movilidad de las poblaciones uro en el altiplano de Isluga con el fin de evadir el pago del tributo a manos de
los corregidores.
726
Fernández de Oviedo [1557]1901: 251; Pizarro, P., [1571]1986: 220; Cieza de León [1551]1967, Barriga
1955: 310-311.
727
AGI, Justicia 405B, N°2, f. 137r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
728
Urbina, 2015.
290
Precisamente la Tabla 6.1 expresa la secuencia de cambios que sufrió la tenencia del
repartimiento de Pica, hasta la fecha en que fue integrado con el de Tarapaca, luego que
Martínez recuperara en 1557 este último, en manos de Jerónimo de Villegas, y permutara
estratégicamente con Juan de Castro, en 1558, el repartimiento de Cochuna por Pica.
La trayectoria convergente descrita entre ambos repartimientos es no sólo expresión de la
lógica utilitaria de Martínez, quién buscaba en primer término reunir dos repartimientos
colindantes. Apoyándonos en la interpretación de Trelles, el historiador que mejor ha
estudiado la figura de Martínez, este encomendero entendió el potencial económico de la
región al unificar ambos repartimientos, facilitando de paso el trabajo de sus curas
doctrineros.
De acuerdo con Trelles, Martínez, al entender la lógica de los curacas o autoridades
regionales de mayor rango se habría comportado como uno de ellos,729 de tal manera que
restituyendo la antigua provincia precolombina de Tarapaca (incluyendo Pica) podría
expandir y reforzar la explotación minera, el tráfico por el puerto de Iquique y controlar
unitariamente el cobro del tributo desde el pueblo de Tarapaca,730 cabecera política y nodo
de la circulación regional desde el siglo XV y plenamente vigente en la segunda mitad del
siglo XVI. La integración del repartimiento de Tarapaca y, como fue llamado luego, de “Pica
y Loa”, ocurrió a fines de la década de 1550, para ser heredado en 1565 por María Dávalos
(viuda de Martínez) quién mantuvo ambos hasta su muerte en 1578. Los antecedentes que
manejamos para la década de 1570 acreditan el efecto clave que tiene para la historia regional
la integración de Tarapaca y Pica (Tabla 6.2).
729
Esta conclusión es congruente con lo planteado por Trelles respecto de la superposición e integración del
régimen de la encomienda hispana con el régimen indígena pre existente (Trelles, 1991, Conclusión VII: 269),
puesto que el sistema de encomienda de Martínez planteaba en sentido estricto el señorío del encomendero
sobre los curacas y no sobre mercedes de tierras o un número determinado de indios. El propio Martínez
estableció relaciones de reciprocidad con sus yanaconas, incentivo la producción de ciertos productos no
americanos (p.e. trigo), facilitando tierras, semillas o fertilizantes; comportándose con la fuerza de trabajo de
su encomienda en forma análoga a la de los curacas (Trelles, 1991, Conclusión XII: 271.
730
Esta situación se prolongaría hasta 1578, año en que ambos repartimientos vacan por la muerte de María
Dávalos. Urbina, 2014: 213-214. De acuerdo con Villalobos, la encomienda de Tarapaca debió vacar hacia
1613, siendo incorporada a la corona por el virrey de Montesclaros, pero por orden del rey se reestableció una
pensión sobre sus tributos en favor del marqués de San Germán (Belaunde, 1945: 226). El autor sigue a CúneoVidal (1930) en su trabajo Los duques de Alba de España herederos históricos del título de "encomenderos" de
Tarapacá, Sibaya, Iquique y puertos del Loa, para concluir que en 1628 el repartimiento fue traspasado a don
Manuel de Acevedo y Zúñiga, hijo de don Gaspar de Acevedo y Zúñiga, conde de Monterrey, en premio por
los servicios de su padre, cuyo título heredó también (Villalobos, 1979: 47 y siguientes; Vid infra Tabla 6.2).
291
Tabla 6.2. Número de tributarios de los repartimientos de Tarapaca y Pica, ca. 1535-1753.
ID
Repartimiento
1
2
3
4
5
6
7
8
9
Tarapaca y otros
Tarapaca
Tarapaca y Pica
Tarapaca y Pica
Tarapaca y Pica
Tarapaca y Pica
Tarapaca y Pica
Tarapaca y Pica
Camiña/Sibaya/Tarapacá/Pica
Tributarios
700
900
921
921
942
950
697
681
1072
Encomendero/
Pensionado
1535
Cédula
Lucas Martínez
1540
Cédula
Lucas Martínez
1572-1575 Visita general
María Dávalos
1591 [1572] Vacante(?)
1619
Retasa
/ Pedro de Córdoba
1628-1630 Censo
Corona [Vacante]
1646 [1644] Retasa
/ Conde de Monterrey
1666
J. de Residencia / Conde de Monterrey
1753
Revisita
/ Marqués de Lara
Año
Documento
Testimonio
Francisco Pizarro
Francisco Pizarro
Juan Maldonado de Buendía
Luis Morales de Figueroa
Conde de Monterrey
Vázquez de Espinosa
Domingo de Aroche Regil
Pedro de Montoya (Corregidor)
Visita Joaquín Xavier de Cárdenas
Fuentes: AGI, Justicia 405B, f. 25v-27r; AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; Justicia 443, N°1, r. 2; AGI, Contaduría 1786, f. 565r-567r; Torres 1967:
47, en Villalobos 1979, nota 49: 40; AGI, Quito 55A, N. 38; AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Vázquez de Espinosa 1948 [1636], en Cook 1975: xxx, 2010:
340; Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 481-482; Villalobos 1979: 50-52, 1981: 77-84.
292
En primer lugar, la Visita General efectuada por el virrey Toledo entre 1570 y 1575731
consideró el censo de los tributarios y la tasación del tributo considerándolos oficialmente
como una unidad administrativa ya que se encontraban bajo un mismo encomendero.732 Sin
embargo, debido a la distancia existente entre ambos núcleos de población, la tasa de ambos
repartimientos mantuvo la contabilidad por separado.733 Volveremos al final de este capítulo
sobre este aspecto.
En segundo lugar, el diseño propuesto por Francisco Churro de Aguilar para erigir la doctrina
de la provincia Tarapaca en 1571 consideraba la presencia de dos curatos.734 Cada curato
debía considerar, según la normativa, un cura doctrinero que atendiera a un número cercano
a 400 tributarios.735 El curato meridional estaría conformado por dos vice parroquias con
cabecera en el pueblo de Tarapaca y el septentrional por tres, con cabecera probablemente
en el pueblo de Camiña.736 Dentro del primero, la sede de la segunda vice parroquia se
localizaría en la localidad de Guaviña, en los afluentes de la quebrada de Tarapacá,
dependiendo de ella una serie de pueblos y anexos, entre ellos Pica, así como las localidades
costeras de Puerto Loa y Puerto Xequexe (Iqueique).737
En tercer lugar, la delimitación efectuada en 1578 por el virrey Toledo junto al corregidor de
Arica, Alonso Moro y Aguirre, inició el amojonamiento y deslinde de los corregimientos de
Arica, Lipes y Carangas, precisamente en la localidad de puerto Loa, para continuar en
localidad de Guatacondo y, luego, en el cerro de Atacama,738 con lo cual quedaba incorporado
todo el repartimiento de Pica y Loa al extremo meridional del corregimiento de Arica.
En suma, queda demostrado que la presencia de asentamientos de poblaciones adscritas a
otros grupos étnicos circunvecinos, la dispersión de las poblaciones indígenas tarapaqueñas
731
AGI, Contaduría 1786, f. 564v. En adelante citaremos este documento como Tasa del Virrey Toledo.
Málaga 1973: 51-95, 1975: 299-311.
733
AGI, Contaduría 1786, f. 565r-567r, Tasa del Virrey Toledo. Volveremos sobre este tema más adelante.
734
Urbina, 2014: 226-236.
735
Solarzano, 1736, en Advis, 1990a: 79. Esto explicaría porque Pica no constituyó un curato por sí mismo y
adicionalmente implicaría que Churro de Aguilar y Cosme Bueno manejaban con precisión la distribución de
los tributarios y las magnitudes de la población de ambos repartimientos.
736
Advis, 1992-1993.
737
AGI, Lima 316, Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571.
738
Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53. Véase capítulo IV.
732
293
fuera del ámbito regional739 y la integración del repartimiento de Pica-Loa a la administración
del repartimiento de Tarapaca (Tabla 6.1, 6.2), son elementos imprescindibles para el
análisis que efectuaremos a continuación sobre la magnitud, variación y distribución de los
tributarios, la composición del tributo y los cambios en la tasas impuestas a las poblaciones
de la región durante los siglos XVI y XVII.
Resta decir que este análisis sólo ha sido posible bajo un criterio integrativo de fuentes
documentales que contienen datos sobre visitas, tasas y la administración de los tributarios y
tributos regionales. A partir de ello y de la traductibilidad de ciertos datos arqueológicos es
que podremos contribuir nuevas reflexiones y antecedentes sobre la relación entre los
repartimientos de Pica y Tarapaca, profundizando en sus elementos conspicuos y
complementariedad entre sus poblaciones, asentamientos y autoridades.
6.1.2. Magnitud y distribución de la fuerza de trabajo
Si bien las referencias directas sobre el número de tributarios durante el régimen Inca son
escuetas, todo apunta a que, aun a pesar de la orientación minera y mercantil del sistema de
encomiendas inicial, las autoridades coloniales intentaron preservar en términos globales: a)
el número de tributarios, b) la composición del tributo y c) la infraestructura productiva, vial
y residencial de las comunidades y poblados locales. Ello habría permitido la circulación de
bienes, personas, animales e información durante las primeras décadas del período colonial
(ca. 1535-1575) tanto a nivel interno como hacia el contexto macroregional.
En el capítulo III y IV hemos planteado que contraviniendo el testimonio de los
Quipucamayos del Cuzco,740 las evidencias arqueológicas apuntan a que la provincia de
Tarapaca fue conquistada e incorporada al Tawantinsuyo en la primera mitad del siglo XV,
con seguridad bajo el gobierno de Pachacuti. A partir de este evento sería comprensible la
escala y extensión alcanzada por la red vial, la presencia un centro urbano construido sobre
739
En términos del espacio circunscrito o territorialmente continuo nos referimos al cuadrángulo que va desde
Puerto Loa al Salar de Ujina-Collahuasi por el sur y la localidad de Isluga al Puerto de Camarones por el norte.
740
Capac Ayllu, [1569] 1985: 226.
294
una antigua aldea preincaica en la quebrada de Tarapacá y otras instalaciones de enlace Inca
(tambos, centros mineros, santuarios) en las tierras bajas y altas de la región.
Nuestra investigación señala adicionalmente que el impacto de esta incorporación
trascendería la dimensión puramente arquitectónica, puesto que los 900 tributarios de la
primera encomienda corresponderían a una cifra heredada de la administración incaica,
representando uno de los elementos remanentes de la organización decimal741 aplicado a la
organización del trabajo y prestaciones de los ayllus locales al estado Inca antes de 1535.
Esta cifra sería reconocida oficialmente en la visita de La Gasca en 1550 y en la visita general
ordenada por el virrey Francisco de Toledo en 1575.742
Dicha situación sería coherente con el excepcional registro de quipus arqueológicos en
contextos domésticos de Tarapacá Viejo743 y la mención a quipucamayos tarapaqueños
relacionados el funcionamiento del repartimiento, particularmente con la contabilidad del
tributo regional para los años 1550, 1565 y 1571.744
Lo anterior implicaría que durante los cuarenta años previos a las reformas toledanas (ca.
1535-1575), permanecieron vigentes ciertos atributos de las instituciones y formas de
organización indígena establecidas o formalizadas durante el período Tardío.
No obstante, las evidencias documentales del siglo XVI son difíciles de interpretar en este
punto. Si bien pudieran apuntar a un mantenimiento parcial de la estructura de cargos y de la
organización de la fuerza de trabajo vigentes desde el siglo XV,745 hipótesis basada en la leve
variación en el volumen total de la población registrada en 1570 (4569 personas) y 1628-
741
Más específicamente, la utilización de cifras cercanas a cien tributarios en las cédulas de encomienda que
hemos analizado en los capítulos anteriores indicaría la existencia de ocho o nueve pachacas a nivel regional
dependientes de un curaca o principal encargado.
742
El análisis de la visita y tasa de Toledo se presente en el capítulo VII.
743
Agüero y Donley-Zori, 2007; Zori, 2011.
744
AGN, DIE, L2, C15, f. 346r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
745
Urbina, 2015; Urbina et al. 2017. Como hemos señalado en el capítulo V, esta guaranga incompleta de 900
tributarios habría sido íntegramente asignada a Martínez en base a datos de quipucamayos provinciales y visitas
locales previas a 1540. Debemos reconocer que la cifra de tributarios de la cédula de 1535 cuestiona el hecho
que Tarapaca constituyera una guaranga por sí misma, sin embargo, como hemos indicado, esta cédula
temprana carece de información precisa sobre el número de tributarios por provincia.
295
1630 (4087 personas),746 algunas cifras expuestas en la tabla 6.2 pueden corresponder a
copias de otras más antiguas como ocurriría con la crónica de Vázquez de Espinosa.747
Ahora bien, este no es la único y ni el principal elemento de discusión que permiten los
registros históricos que analizamos.748 A diferencia de estudios anteriores, la serie de visitas
y revisitas coloniales documentadas para Tarapaca contribuyen a una mirada diacrónica y
comprensiva sobre las variaciones y distribución del número tributarios a nivel regional
basándonos en fuentes independientes legadas por la administración hispana.749
Con todo, la sistematización que presentamos refleja mejor el momento temprano e inicial
de este proceso,750 como las fluctuaciones y configuraciones que adquirió el repartimiento de
Tarapaca entre 1535 y 1753 (Tabla 6.2). El escrutinio de estos datos permite plantear que:
a) para el período previo a 1619 los datos fortalecen la hipótesis de una guaranga incompleta
cuyo número de tributarios oscila entre 700 y 942 hombres751 y b) que un abrupto
decrecimiento poblacional ocurriría a partir de 1619, prolongándose hasta 1666.752
Respecto de la primera observación, la visita efectuada entre 1570 y 1575 es sumamente
relevante puesto que, al desglosar las cifras, confirmaría que la guaranga tarapaqueña incluía
746
AGI, Contaduría 1786, f. 565v, Tasa del Virrey Toledo; Málaga 1973: 78; Vázquez de Espinosa 1948 [1636],
en Cook 1975: xxx
747
Cook, 1975: xx. Volveremos sobre esta discusión más adelante.
748
Estas diferencias son útiles para estudiar, más adelante, el establecimiento de las tasas de cada repartimiento
y qué datos etnohistóricos referidos a la economía local y regional se pueden derivar de la valoración monetaria
del tributo, de las cantidades, diversidad y proveniencia de los bienes producidos o manufacturados por los
ayllus regionales. Del mismo modo, los datos cualitativos, cuantitativos y logísticos de las tasas aplicadas en la
segunda mitad del siglo XVI, permiten caracterizar la magnitud de la explotación económica de la población
indígena y la presión ejercida por encomenderos y corregidores en el cobro de los tributos anuales establecidos
de forma unilateral.
749
Málaga, 1973: 60-66; Neojovich, 2009; Guevara-Gil y Salomon 1994; En particular para la región de estudio
“Las restrictivas condiciones ambientales y su posición marginal respecto de los centros de poder determinaron
que entre 1540 (cuando se entrega la primera encomienda en la zona) y 1565 (año en que se crea el
Corregimiento de Arica) los intereses coloniales existentes en el área se centrarán solo en la exacción de renta
de trabajo o bienes de los indígenas encomendados y a una actividad minera al parecer poco significativa (más
adelante señalan) De todas maneras, el orden territorial, sociopolítico y productivo sigue teniendo ciertos
atributos y fisonomía indígenas, aunque en la esfera de la circulación económica engrana con el mercado
minero en desarrollo, que posteriormente articulará casi por completo el espacio económico colonial andino”.
González et al., 2014: 234.
750
Trelles, 1991.
751
La cifra de 700 corresponde al año 1535. Entre 1540 y 1753 el número de tributarios del repartimiento de
Tarapaca y de éste junto a Pica y Loa, se sitúa en una constante o media en torno a los 870 tributarios. Al igual
que en Charcas (Platt et al., 2006: 366), en Tarapaca los datos indican que, en el último cuarto del siglo XVI,
e inclusive las dos primeras décadas del siglo siguiente, se produciría un aumento demográfico a nivel regional.
752
Esta situación regional es consistente con lo establecido a nivel del Área Andina. Cook, 1975: xxv.
296
dos pachacas con cerca de 160 tributarios asentados en la sección meridional de la región
(oasis de Pica, quebrada de Guatacondo y cuenca inferior del río Loa).753
En términos de la segunda, podríamos entender que hasta 1619 las autoridades hispanas
forzaron mantener, e incluso aumentar, el número de tributarios a pesar del relativo descenso
de la población indígena en los Andes Centro Sur. En relación con el decrecimiento general
de la población ocurrido en la segunda mitad del siglo XVI, nuestros comentarios son
coherentes con lo señalado por Lockhart en cuanto a que:
“Tarapacá y Arica, unos de los repartimientos más grandes de la región, situado en
la frontera norte de la capitanía general de Chile y en el desierto de Atacama, en
realidad incrementó ligeramente su población de tributarios entre las décadas de
1570 y 1600. La población total del repartimiento cayó, sin embargo, aunque a una
tasa relativamente lenta de -0,4% anual. Vázquez de Espinosa informó que Tarapacá
y Arica eran valles “ricos de trigo, maíz, vinos, y mucho pescado”. La hispanización
de las secciones más remotas era incompleta. En algunos casos los habitantes de la
zona mantuvieron prácticas culturales prehispánicas”.754
La falta de datos para la primera mitad del siglo XVII y lo inseguro de las cifras de Vázquez
de Espinosa no permite entregar mayores antecedentes sobre lo ocurrido entre 1619 y 1646,
entre los cuales se habrían perdido 245 tributarios en los repartimientos de Tarapaca y
Pica.755 Mientras en Pica el descenso habría alcanzado al 38% del total de tributarios, en
753
Habría que asumir, por ende, que en 1540 los tributarios entregados a Lucas Martínez involucraban esta
población sureña, a pesar que no se encontraban mencionados en el título de encomienda.
754
Lockhart, 2013: 234 y 340. Según Cook, las cifras de Vázquez de Espinosa sólo pueden ser usadas
repartimiento por repartimiento como índices para una fecha posterior a 1628, puesto que el clérigo utilizó datos
mayormente colectados de revisitas y retasas efectuadas a partir de 1570 hasta la fecha en que publicó su
“compendio”. En el distrito de Arequipa, el autor señala que “… Vázquez de Espinosa usó veintidós de las
cifras de la visita general [1570-1575] y cuarenta y una de estas últimas visitas nuevas” Cook, 1975: xx). En
el caso de Tarapaca, debido a que las cifras no coinciden con las de la visita general, podemos estimar a que
estas proceden de fuentes (revisitas) posteriores a 1575. Al apreciar las cifras expuestas en el Gráfico 6.1 y la
Tabla 6.3 se deriva que posicionar los datos de Vázquez de Espinosa entre la retasa de 1619 y la de 1646 (1644)
implicaría plantear que la tendencia al alza en el número de tributarios alcanzó hasta fechas tan tardías como
1630, para luego caer abruptamente 15 años después (retasa de 1646 [1644]).
755
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646.
297
Tarapaca el descenso alcanzaría el 24%, con lo cual el conjunto habría sido retasado en 697
tributarios, bajando dos décadas más tarde incluso a 681 (Gráfico 6.1, Tabla 6.2).
Gráfico 6.1. Número de tributarios de los repartimientos de Tarapaca y Pica-Loa, ca.
1540-1753.
TRIBUTARIOS
Tarapaca
1100
1000
900
800
700
600
500
400
300
200
100
0
Pica y Loa
139
160
154
96
900
761
788
114
950
933
601
567
AÑO
Fuente: AGI, Justicia 405B, f. 25v-27r; AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; Justicia 443, N°1, r. 2; AGI,
Contaduría 1786, f. 565r-567r; Torres 1967: 47, en Villalobos 1979, nota 49: 40; AGI, Quito 55A, N. 38;
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Vázquez de Espinosa 1948 [1636], en Cook 1975: xxx, 2010: 340; CúneoVidal, 1977, Tomo I: 481-482; Villalobos 1979: 50-52, 1981: 77-84.
Sin disponer de fuentes locales y asumiendo un gran riesgo interpretativo apoyado
únicamente en las cifras de la visita general de Toledo y de Vázquez de Espinosa, Lockhart
atribuye la estabilidad regional en el número de tributarios del corregimiento de Arica en el
siglo XVI a la dinámica minera potosina y sus nexos con el puerto de Arica; mientras que, el
fuerte decrecimiento en el siglo XVII lo vincula a la secuencia de fuertes terremotos que
sacudieron el virreinato y la necesidad de mano de obra requerida en las grandes ciudades
para su reconstrucción.756
756
Lockhart, 2013: 235-236. Véase también Huertas, 2009: 120-140.
298
El decrecimiento del número de tributarios de 942 en el año 1619 a menos de 700 tributarios
en 1646 se encuentra documentada en la Retasa de los indios del repartimiento de Pica y
Tarapacá, firmada en Lima el 1 de junio de 1652 por secretario del santo oficio de la
inquisición y contador de retasas del virreinato Domingo de Aroche Regil.
Esta retasa se habría efectuado en la época en que ambas encomiendas se encontraban
asignadas en la modalidad de pensión a los Condes de Monterrey757 y parece originarse en la
necesidad de readecuar el tributo en un contexto de fuerte despoblación por migración y alta
mortalidad.758
Por otra parte, tomando los datos aportados el juicio de residencia solventado contra el
corregidor de Arica don Pedro de Montoya en 1666 y la revisita efectuada en 1753,
apreciamos -sin datos intermedios en la serie- una tendencia a la franca recuperación de la
población regional, alcanzando el número de tributarios un crecimiento mayor al 57% hacia
mediados del siglo XVIII.759
A continuación, al detallar la información vemos con claridad la distribución de los
tributarios en términos de ciertas zonas específicas: Tarapaca, Pica-Loa y menormente en
Arica, en tanto que para los años de 1575 y 1628-1630 tenemos acceso a la composición por
edad y género (Tabla 6.3). Hemos incluido al final de este apartado una comparación de las
cifras anteriormente comentadas agregando el censo efectuado en 1791-1792 (Tabla 6.3). De
esta manera, las frecuencias relativas de la población de los repartimientos de Camiña,
Sibaya, Tarapacá y Pica en el siglo XVIII760 pueden ser analizadas respecto de las cifras de
1575 y 1628-1630, permitiéndonos conformar, con la cautela que insistimos deben ser
757
AGI, Charcas 21, r.13, n. 85c., Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646. Si bien el
documento está fechado en 1646, la revisita se efectuó el 28 de agosto de 1644. La información incluye
adicionalmente la retasa de 1619, año en que la encomienda se encontraba asignada bajo el régimen de pensión
a Pedro de Córdoba Ondegardo. AGI, Quito 55A, N. 38, Condes de Monterrey, encomiendas en Arica y Quito,
1624. Volveremos sobre el análisis de la retasa de 1646 más adelante al analizar comparativamente los tributos
impuestos a las poblaciones indígenas.
758
El documento con la retasa no es establece explícitamente si la revisita fue solicitada por los curacas y
principales de los repartimientos de Pica y Tarapaca, ya sea en virtud de la imposibilidad de cumplir con el
tributo vigente desde la tasa impuesta por Toledo en 1575 o por los cambios demográficos intraregionales
ocurridos con posterioridad a 1619 y que de igual manera dificultaban dicho cumplimiento.
759
Ello sin considerar la peste que habría azotado a todo el virreinato del Perú a comienzos del siglo XVII.
Dagnino, 1909: 64; Huertas, 2009: 173-179.
760
AGI, Estado 73; AGI, Mapas y Planos, Perú-Chile, N°124, en Hidalgo 2004: 252.
299
interpretadas estas cifras, una secuencia del número de tributarios de la región entre los
años1540 y 1790.761
6.1.3. Estructuras políticas intrarregionales: cargos y funciones
En relación con la estructura de cargos regional, la información permite plantear la existencia
de una compleja trama de autoridades locales, supra locales y regionales,762 articuladas bajo
esquemas duales de autoridad y regímenes de herencia del cargo por líneas de sucesión o
descendencia.763
Los datos más tempranos señalan que las seis autoridades mencionadas en el título de
encomienda de 1540 –señores, caciques y principales- despliegan sus cargos en
jurisdicciones que incluían conjuntos de pueblos en distintas altitudes dentro de una misma
quebrada, en valles próximos o distantes de modo simultáneo, así como en distintas zonas
adyacentes (valles y costa).764 Esta jurisdicción se caracteriza por la disposición de
asentamientos, que siguen la lógica de la verticalidad escalonada o invertida, en distintos
pisos o zonas ecológicas adyacentes y distantes.765
Por las cifras que manejamos para la visita de 1570-1575 (Tabla 6.3), sabemos que seis
caciques responderían por 761 tributarios (127 tributarios promedio por cacique), mientras
en Pica y Arica se reconocían en términos fiscales 2 caciques en cada zona, sobre un número
de tributarios de 158[160] y 184[186] respectivamente.766 Entre 1540 y 1619 los curacas de
los repartimientos de Tarapaca y Pica seguían disponiendo de un número de tributarios
761
En la Descripción del Partido de Tarapaca del año 1765, Antonio O´Brien señala que en los cuatro curatos
del partido (Tarapaca, Camiña, Pica y Sibaya) residía una población total de 1060 tributarios, cifra similar a la
registrada en la revista de 1753. AGI, Charcas 490, f. 12v-13r, en Hidalgo, 2009: 22.
762
Diagrama 5.1, capítulo V.
763
Diagrama 4.1, capítulo IV.
764
Urbina, 2014: 199-204.
765
La configuración del patrón de asentamiento en Tarapaca y sus distintas expresiones sociopolíticas puede
ser comparado, con ciertos matices biogeográficos, a lo descrito para los valles de Arica como verticalidad
centralizada, micro-verticalidad descentralizada y verticalidad costera. Santoro et al., 2010: 325.
766
A la cifra de tributarios expresadas entre corchetes, se deben restar el número de caciques por repartimiento.
Una posible interpretación de los datos exhibidos es que la tendencia a registrar agrupaciones o unidades
administrativas de algo más 100 tributarios por cacique, se relaciona con la jurisdicción supralocal de ciertas
autoridades indígenas y el patrón de asentamiento dispersos en aldeas y estancias habitadas simultáneamente
que dependen de estas autoridades.
300
organizados en conjuntos de algo más de 100 tributarios, los cuales a nivel regional eran,
según nuestra interpretación, contabilizados como una guaranga distinta a las pachacas de
Arica y Lluta y aquellas de origen carangas.
Tabla 6.3. Número de tributarios y población de Tarapaca, Pica, Loa, Arica y Lluta, ca.
1540-1753.
Procedencia
Repartimiento
Tarapaca
Arica
TOTAL
1572-1575
Tarapaca
1572-1575
Pica y Loa
1572-1575
Lluta y Arica
TOTAL
1619
Tarapaca
1619
Pica
TOTAL
1628-1630
Tarapaca y Pica
1628-1630
Lluta y Arica
TOTAL
1646 [1644] Tarapacá
1646 [1644] Pica y Loa
TOTAL
1666
Tarapacá y anexos
1666
Pica y Anexos
1666
Puertos*
TOTAL
1753
Camiña
1753
Sibaya
1753
Tarapacá
1753
Pica
TOTAL
1791-1792
Camiña
1791-1792
Sibaya
1791-1792
Tarapacá
1791-1792
Pica
TOTAL
ID
Año
1 1540
2 1540
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
Tributarios
Número %
900
67,0
444
33,0
100,0
1344
761
68,7
160
14,5
186
16,8
100,0
1107
788
83,7
154
16,3
100,0
942
950
93,6
65
6,4
100,0
1015
601
86,2
96
13,8
100,0
697
567
83,3
97
14,2
17
2,5
100,0
681
440
41,0
216
20,1
277
25,8
139
13,0
100,0
1072
-
Caciques
[6]
[6]
[2]
[2]
-
[6]
[2]
-
Composición
Varones Viejos
1004
195
156
56
166
54
1326
305
Mujeres Total %
1973
3933 73,5
264
636 11,9
379
785 14,7
2616
5354 100
0
121
15
136
-
0
981
84
1065
-
0
2035
92
2127
-
0 100
4087 94,1
256 5,9
4343 100
-
-
-
-
2436
1060
2637
1763
7896
30,9
13,4
33,4
22,3
100
Fuente: AGI, Justicia 401, N°1; AGI, Contaduría 1786, f. 565r; AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Málaga 1973:
78; Vázquez de Espinosa 1948 [1636], en Cook 1975: xxx, 2010: 340; Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 481482; Villalobos 1979: 50-52, 1981: 77-84; AGI, Estado 73; AGI, Mapas y Planos, Perú-Chile, N° 124, ambos
en Hidalgo 2004: 252.
* Camarones, Pisagua, Iquique y Loa.
Esta sería una de las razones por las cuales el virrey Toledo reconoció oficialmente a 8
caciques principales con autoridad sobre todos tributarios comprendidos en los
301
repartimientos de Tarapaca, Pica y Loa. Lamentablemente ni la visita de Toledo ni
documentos posteriores identifican a qué pueblos específicos pertenecían estos caciques, sus
nombres, ni cuál era su jerarquía, tampoco si estos residían en los pueblos de indios fundados
con posterioridad a la visita general de Toledo o en poblados precolombinos.767 Volveremos
más adelante sobre los pueblos de los caciques y principales encargados de la entrega del
tributo.
Sin embargo, por una referencia que hemos ubicado en la retasa de 1646, leemos que dentro
de los gastos del encomendero eran objetos de pago, por concepto de “caciques”, sólo ocho
autoridades indígenas organizados de modo jerárquico. Estas ocho autoridades correspondían
a: tres caciques, una segunda persona y cuatro principales cobradores.768 Considerando
fuentes más tardías (ca. 1681), la estructura de cargos de pueblos como Camiña, Chiapa,
Sotoca y Sibaya, comprendía uno o dos curacas, además cuatro y cinco caciques principales,
entre los cuales se contaban hilacatas y segundas personas, por lo que es muy posible que
los ocho caciques que informa la retasa de 1646 (1644) refleje únicamente la parte superior
del elenco de caciques o curacas de la región.769
767
Es muy probable que en las averiguaciones previas a la visita y durante ella quedara evidenciada esta
estructura de cargos regional. Es importante considerar que, considerando las 5 reducciones o pueblos de indios
fundados en la década de 1570 en el repartimiento de Tarapaca y Pica y Loa (Barriga, 1940: 74-75; Larraín,
1975: 289; Advis, 1990a: 84), es una simplificación arriesgada suponer que el número de autoridades
oficializados en la tasa de Toledo implicaba un reflejo del número de autoridades vigentes antes de 1570.
768
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646.
769
Véase los listados completos de curacas y principales de pueblos de Camiña, Sotoca, Sibaya y Chiapa en
1681 en AGI, Lima 264, N° 17(1): f. 7r-12v, citaremos este documento como Servicio del cura vicario foráneo
del curato de Camiña Don Martín de Moscoso; AGI, Lima 264, N° 16: f. 5v-9v, citaremos este documento
como Información de mérito de Simón Vernal Gutiérrez. De acuerdo con Platt y coautores (2006: 364) a partir
de las reformas toledanas se redujo el poder de los señores al crear los cabildos de indios y al crear la figura del
Alcalde Mayor se dispuso en la posición más alta de la jerarquía indígena, al cual podían aspirar los caciques
gobernadores, sustituyendo a su vez el antiguo al cargo de administrador provincial que ostentaba el Tukuy
rikuq o Tocricoc durante el período Inca. Según proponen los mismos autores, adicionalmente Toledo redujo
el número de curacas y caciques, así como sus privilegios, reorganizó la jerarquía cacical, eximiendo a algunos
de la tasa en cada repartimiento, otorgándoles un salario y unos cuantos indios de servicio. Sin embargo, lo
importante para comprender las estructuras políticas relevadas en la tasa y retasas de Tarapaca, es que, si bien
los curacas fueron sometidos a la “… vigilancia de los Corregidores y los sacerdotes, Toledo los confirmó en
el cargo. Piezas claves en la política colonial, les dio la responsabilidad de realizar las reducciones y facilitar
la evangelización, de proveer la mano de obra para la mita minera y los pueblos de españoles, y por sobre todo
de entregar el tributo de sus indios” (Platt et al., 2006: 364). En nuestra opinión, esto permite pensar que Toledo
otorgó a los curacas una nueva forma de legitimidad en cargos y posiciones políticas que ya existían desde
tiempos precolombinos y que, como ha planteado Julien (1991), ya habían sufrido notables transformaciones
producto de la expansión incaica y la imposición de cargos administrativos regionales fiscalizaban las
obligaciones y prestaciones de trabajo (mita) adquiridas con el estado, la erradicación o traslado de poblaciones
302
Esto nos obliga a ampliar la mirada horizontal sobre la extensión, complejidad y dinámica
del sistema político indígena durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII, así
como valorar la importancia de las fuentes documentales que refieren o puntualizan a las
autoridades indígenas intermediarias entre la población tributaria y los mayordomos,
encomenderos, tenientes y corregidores los repartimientos de Pica y Tarapaca.
Disponemos de esta manera de un elemento adicional para entender la centralidad que para
la administración del repartimiento seguía teniendo el cacique gobernador residente en el
pueblo de Tarapaca. Para fundamentar esta opinión se debe considerar el esquema de ocho
caciques presente desde la tasa de Toledo en 1575 y en la retasa del año 1646 que ya hemos
mencionado, así como una fuente local independiente publicada en el siglo XIX.770 En esta
última se aprecia el estatus regional que alcanzaba don Felipe Mariano Locay, cacique
gobernador del pueblo de San Lorenzo de Tarapaca a comienzos del siglo XVII, secundado
por don Juan García Chuquichambe, cacique del pueblo de San Nicolás de Chiapa.
Es muy probable que los cuatro caciques principales de la región, grupo dentro del cual se
hallaban en una posición preeminente Locay y Chuquichambe, así como los “principales
cobradores del tributo” mencionados en 1646 representaban las autoridades de los ocho
asentamientos de primer orden donde se aglutinaba la mayor parte de la población de los dos
repartimientos.
Estos poblados principales o cabeceras habrían constituido el mpas seguro asiento de estas
autoridades, como las sedes donde se habrían fundado las parroquias instaladas en el último
cuarto del siglo XVI.771 El listado tentativo de estas cabeceras sería el siguiente: San Lorenzo
de Tarapaca, San Juan de Guaviña, San Nicolás de Sibaya, San Antonio de Mocha, San
Andrés de Pica, Santa María Magdalena Chiapa, Virgen de la Candelaria de Sotoca y Santo
Tomás de Camiña. Aunque no disponemos de las fechas de fundación de todas las capillas y
fuera de su núcleo de origen o la creación de jerarquías de privilegio dentro de los elenco s de autoridades
regionales.
770
Paz-Soldán 1878, Cap. IV: 27-28. A nuestro entender, la estructura de cargos referida para 1619 y 1646 se
encontraba plenamente vigente, al menos desde la visita general efectuada por el Virrey Toledo, momento en
el cual se oficializa el número de autoridades indígenas con autoridad (supralocal) sobre el total de tributarios
en los repartimientos de Tarapaca y Pica-Loa.
771
También debieron estar relacionados con el escasamente documentado proceso reduccional ocurrido en el
tiempo de las reformas toledanas o posteriores a ellas Volveremos a este tema en el capítulo VII de esta
investigación.
303
sedes parroquiales que le otorgaron la advocación a los pueblos principales, entendemos que
todos estos asentamientos corresponden a aldeas prehispánicas que fueron intervenidas por
los curas doctrineros o nuevos pueblos de reducción,772 conformando el casco histórico o
áreas fundacionales de varios pueblos actuales en la región.
Para concluir, al diferenciar a los cuatro “caciques” de los “principales cobradores”, la
revisita de 1646 sugeriría no sólo una articulación jerárquica sino una estructura donde se
mantendrían elementos de la dualidad política heredados de la antigua provincia incaica
(guaranga), a nivel del mando general del repartimiento y, segundo, en la pareja de
autoridades presentes en localidades como Camiña, Tarapaca y Pica durante el siglo XVI.773
La referencia a cuatro caciques y a cuatro principales también es sugerente de una dualidad
de funciones en el cuadro general de cargos. Considérese que la retasa de 1646 distingue que
sólo cuatro de las ocho autoridades regionales se concentraban en la tarea concreta de
recolección del tributo en una región cuya extensión se acercaba a los 40.000 km2 y una
variación altitudinal de 4.000 metros en cuyo centro se desplegaba una extensa pampa
desértica.774
Por último y considerando el escaso conocimiento que tenemos sobre el vínculo entre estos
principales cobradores y los quipucamayos encargados de la contabilidad del tributo en
1570,775 queremos expresar que muy probablemente trabajaban estrechamente en la gestión
y labor de recolección y registro de lo que cada curaca de pueblo debía entregar para cumplir
con las obligaciones anuales impuestas por la tasa de La Gasca en 1550 y de Toledo a partir
de 1575.776 Apoyándonos en una fuente más tardía, una interpretación alternativa sería
772
Larraín (1975: 289), citando a Barriga (1940: 74-75), indica que en 1578 se tenía noticias de cinco
reducciones o “pueblos de indios” oficialmente fundado en el gobierno del Virrey Francisco de Toledo, cuatro
en el repartimiento de Tarapaca: San Lorenzo de Tarapaca, San Antonio de Mocha, Santa María de Chiapa,
Santo Tomas de Camiña y una reducción en el repartimiento de Pica y Loa, bautizado como San Andrés de
Pica. En su artículo, Larraín, probablemente siguiendo la transcripción paleográfica de Barriga, transcribe la
tercera reducción como “Santa María de Cayma [sic por Huaviña]”, pero no repara en que el onomástico de
este último es San Juan de Guaviña. Este error es repetido por Advis, 1990a: 84.
773
Urbina, 2014: 233, 242-243, 245.
774
IGM, 1985.
775
AGN, DIE, L2, C15, f. 346r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
776
Joan Amastaca declaró junto a otros principales del pueblo de Pica en 1570 sobre lo que los tributarios de
este repartimiento pagaban en 1565 a Lucas Martínez y lo hizo “… visto por sus quipos que del dicho año tiene
y examinado con sus indios y quipucamayos lo cual es la verdad para el juramento que tiene hecho y doy fe
que a mi presencia el dio don Joan y don Pedro Lucuma y don Martín Lucaya y otro Martín Lucaya [alcaldes]
304
considerar que ambas funciones político administrativas estuvieran, en ciertos casos,
integradas en el cargo de principal “cobrador” mencionado en la retasa de 1646.777
6.1.4. Tributarios de Pica y Tarapaca: fluctuaciones y composición
Al termina la primera mitad del siglo XVII (1646), a pesar de mantenerse el número oficial
de autoridades regionales, los cambios demográficos habían mermado significativamente el
elenco total de tributarios, especialmente a los pescadores del litoral y, dentro de ellos, a los
pescadores camanchacas de puerto Loa (Tabla 6.4).
Tabla 6.4. Retasa de los indios de los repartimientos de Pica y Tarapaca, 1619 y 1646.
Tributarios
Procedencia
Pica
Tarapaca
Repartimiento
Retasa anterior [ca. 1619]
Localidad
N
Retasa 1646 [1644]
%
N
%
Tarapaca
773
82,1
578
82,9
Ique, Picagua y Camarones
15
1,6
23
3,3
788
83,7
601
86,2
Pica
[86]*
9,1
76
10,9
Camanchacas (puerto Loa)
68
7,2
15
2,2
5
0,7
96
13,8
Subtotal
Chasques (Chasquis)
Subtotal
TOTAL
154
16,3
942
100,0
697
100,0
Fuente: AGI, Charcas 21 R.13, N.85c.
del dicho pueblo vieron y examinaron los dichos quipos y declararon lo que dicho tienen…”. AGN, DIE, L2,
C15, f. 371v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
777
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646. En apoyo
a la hipótesis según la cual, en términos estrictamente formales, los caciques cobradores de mediados del siglo
XVII, referidos en la retasa de 1646, pudieron corresponder a un prolongación del cargo o funciones propias de
los quipucamayos de comienzos de 1570, disponemos del testimonio del escribano Diego de Formizedo según
el cual los caciques del repartimiento de Tarapaca en 1570 “… trajeron los sus quipos e averiguaron sus
cuentas y en presencia del muy reverendo padre Francisco Churro de Aguilar presbítero cura e vicario del
dicho repartimiento que se halló presente al averiguar la dicha cuenta por los dichos quipos…” AGN, DIE,
L2, C15, f. 369v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. Confirmar esta
interpretación requiere sin duda de una investigación más profunda y dedicada a esclarecer el rol de los
cobradores indígenas del tributo en el período entre 1550 y 1650, para los cuales contamos con información
documental.
305
De tal modo que, en los 25 años para los que contamos con datos comparables originados en
las retasas de 1619 y 1646, la cifra total de tributarios había descendido en el repartimiento
de Tarapaca más del 23% y en Pica más de un 37% respecto de la primera retasa (Tabla 6.4).
Las diferencias en el número de tributarios y caciques de ambos repartimientos, su evolución
y articulaciones, nos conducen inevitablemente a un aspecto clave de la historia regional, de
cual sólo teníamos antecedentes documentales y arqueológicos indirectos.778 Esto es, la
mayor densidad poblacional de la mitad septentrional de la región (cuencas de Camiña,
Aroma y Tarapacá) en referencia a la mitad sur (cuencas de Quipisca, Oasis de Pica,
Guatacondo y Loa inferior), aspecto que pudo relacionarse con la subordinación política de
las poblaciones y autoridades de Pica a sus vecinos de Tarapaca.
Las diferencias entre Tarapaca y Pica expresadas en la Tabla 6.4 permiten profundizar en el
análisis comparativo de ambos repartimientos. Considerando la variación levemente al alza
de la cifra total de tributarios entre 1575 y la retasa de 1619 (Gráfico 6.1, Tabla 6.2-6.3), las
magnitudes de la retasa de 1619779 pueden ser consideradas provisoriamente como un
parámetro respecto de las cifras de la tasa de Toledo de 1575, especialmente en la
comparación entre ambos repartimientos y en términos de la proporción de tributarios
pescadores y no pescadores.
La retasa muestra aspectos más específicos sobre la representación porcentual que tenían los
tributarios “pescadores” en ambos repartimientos durante las primeras décadas del siglo
XVII, los que totalizaban un 8,8% en 1619 y 6,2% en 1646. Debemos recordar que, si bien
la distribución de los tributarios en el litoral es referida a las localidades costeras de Iquique,
Pisagua y Camarones, adscritos al repartimiento de Tarapaca, y los camanchacas de puerto
Loa, al repartimiento de Pica, los datos arqueológicos sobre el patrón de asentamiento señalan
que entre estas cuatro localidades costeras las poblaciones mantienen estrategias altamente
778
Núñez, L., 1979, 1984; Núñez, P., 1983; Urbina y Adán, 2006; Zori y Urbina, 2014; Urbina, 2014; Urbina
et al., 2017.
779
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646.
306
móviles ocupando longitudinalmente el litoral desértico de la región, principalmente
desembocaduras de ríos, aguadas o zonas de condensación de neblinas costeras.780
En relación a los cuatro puertos mencionados, la representación de habitantes de puerto Loa
(7,2%) es significativa en comparación con el de los tres puertos más importantes del
repartimiento tarapaqueño.781 Por su parte, la referencia a cinco “chasquis” para 1646 debió
relacionarse con el servicio prestado como vigilantes en caminos e instalaciones de enlace
entre Pica y la cuenca inferior del río Loa. Este circuito incluía el oasis de Quillagua y otros
puntos intermedios hacia el litoral; espacio por donde circulaban los tributo y bienes del
repartimiento, así como el control de los puertos en la costa Pacífico frente al peligro o ataque
de corsarios o piratas.782 La retasa señala que a mediados del siglo XVII estos tributarios "…
que están en puerto Loa (…) se sacaron del pueblo de Pica"783 razón que explicaría su
ausencia en la contabilidad de los 86 tributarios del oasis en 1646.
De cualquier modo, subsisten ciertos problemas para explicar la desaparición de alrededor
de 200 tributarios de Tarapaca y 53 tributarios en la desembocadura del río Loa entre 1619
y 1646. Preliminarmente debiéramos asumir, tomando como base los trabajos de Lockhart,
que a comienzos del siglo XVII la atracción que generaba economía minera potosina, las
780
Llagostera, 1989; Larraín, 1974; Urbina et al., 2011. Por esta razón, la radicación o residencia permanente
de los tributarios coloniales en base a esta contabilidad, debe ser considerada como un indicador indirecto. En
términos geográficos, los tres puertos dependientes de Tarapaca involucran una extensión de 114 km de litoral
de sur a norte (Iquique a Camarones), la misma distancia que existe entre Tarapacá Viejo y el puerto de
Camarones. Pica, por su parte, distaba 128 km de puerto Loa, 90 km de Iquique y 65 km de Tarapacá Viejo.
Este cuadro de distancias y los caminos que conectan estas localidades son relevante para entender las dinámicas
de circulación y proximidad de las poblaciones.
781
Debemos mencionar que las diferencias demográficas entre ambos repartimientos, bajo riesgo de una
simplificación exagerada, no explican de modo suficiente la diversidad étnica regional y las particularidades de
las localidades que los componían. Esta diversidad si puede ser pesquisada en los archivos parroquiales de la
segunda mitad del siglo XVII. Los conjuntos documentales estudiados por Odone enriquecen el panorama
general señalado por la distribución general de la población tributaria, reconociendo que los asentamientos del
repartimiento de Pica y Loa constituía localidades multiétnicas donde afluían poblaciones de la propia región
y otras de regiones vecinas, especialmente Camanchacas, Atacamas, Quillacas, Carangas y Lipes, mientras que
en el repartimiento septentrional de Tarapaca, lo eran de Pacajes, Carangas, Quillacas, Lipes, Uros, Atacamas
y Camanchacas. Odone 1994: 113-184, Anexos 1-4: 271-305 (Archivos Parroquiales ca. 1650-1700). Ver Tabla
4.8 y 4.9 en Capítulo IV. Esto explicaría el cuadro multicomponente que expresan las frecuencias relativas de
los componentes y tipos cerámicos locales, regionales y extraregionales registrados en los asentamientos
habitacionales del litoral, valles/oasis interiores, quebradas altas y altiplano. Uribe et al., 2007; Urbina 2009,
2014.
782
Jorge Hidalgo, comunicación personal 2017.
783
AGI, Charcas 21 R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646.
307
perdidas por el régimen de explotación de las minas de plata de Tarapaca,784 como la mayor
radicación en torno a las ciudades hispanas, mermó la población periférica ejerciendo un
importante efecto en este descenso.
Con todo, a pesar de estas abruptas variaciones, al considerar las proporciones del cuadro
comparativo entre 1619 y 1646, así como el desglose detallado de tributarios (Tabla 6.3 y
6.4), vemos que el repartimiento de Tarapaca representa hasta momentos tan tardíos como
1753, de manera constante, más del 80% del número de tributarios y Pica menos del 17%, lo
cual también se ve reflejado en la proporción de autoridades reconocidas en ambos
repartimientos -6 en Tarapaca y 2 en Pica- durante el siglo XVI y XVII.
Esto sería coherente con la representación que tiene el repartimiento de Pica en el listado de
29 pueblos que conforman la doctrina de la provincia de Tarapaca en 1571,785 donde en
términos netamente geográficos, sólo 3 asentamientos mencionados (>10% del total)
corresponden a la sección meridional de la región: Pica, Puerto XequeXeque [Iqueique] y
puerto Loa. Recordemos que la estructura parroquial de la doctrina proponía el
establecimiento de 5 cabeceras o vice parroquias, 24 anexos entre los cuales se contaban 4
puertos en el litoral pacífico.786 Si consideramos al pueblo de Guatacondo,787 donde según
los archivos parroquiales estudiados por Odone788 se hallaba una de las dos parroquias
meridionales a mediados del siglo XVII, obtendríamos una representación porcentual más
cercana de los tributarios del repartimiento de Pica y Loa a los registrados en la visita general
de 1575 y en la retasa de 1619.
En consecuencia, en el siglo XVI y comienzos del XVII, tanto la proporción 1:5 que regía
para los tributarios de Pica y Tarapaca y 1:3 para el número de autoridades indígenas de cada
repartimiento, como la jerarquía que las articulaba (4 caciques y 4 principales) debió integrar
la fuerza de trabajo de las localidades y las especialidades productivas de los ayllus que
participaban de la economía regional.
784
Este mineral sería conocido a partir de 1680 como mineral de Huantajaya. Gavira, 2005: 38-39; Hidalgo,
2004: 106-107.
785
AGI, Lima 316, Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571.
786
Advis, 1990a: 91-92; Urbina, 2014.
787
Guatacondo no se halla mencionado como pueblos o anexo en el listado de 1571. AGI, Lima 316, Propuesta
de división de la doctrina de Tarapacá, 1571; Advis, 1990a: 91-92; Urbina, 2014.
788
Odone 1994: 113-184.
308
Para avanzar en este último aspecto estudiaremos a continuación las distintas tasas impuesta
a las poblaciones de ambos repartimientos, analizando los datos sobre el tributo realmente
entregado a los encomenderos y pensionados entre 1550 y 1646. La dimensión económica
en este punto toma mayor peso analítico, puesto que se considera significativo reconocer las
particularidades locales y las relaciones de interdependencia entre las autoridades indígenas
e hispanas y entre los repartimientos de Pica y Tarapaca.
6.2. La visita y tasa de Pedro de La Gasca en 1549-1550
Hasta los estudios publicados en 1978 y 1983 por Rostworowski, Platt y Trelles sobre los
Qaraqara-Charka y los repartimientos de Lucas Martínez, no se disponía de referencia o
detalles de la visita y tasa dispuesta en 1550 por el presidente Pedro de La Gasca en las
provincias occidentales del Centro Sur Andino.789 Según recopila Murra y Málaga, el primer
fragmento o informe fue publicado por Marie Helmer a mediados del siglo XX y comprendía
el reconocimiento a la región de los Chupaychu.790 Una década más tarde se publicaría un
resumen de cifras de la población Lupaca enmarcado en la visita de Diez de San Miguel.791
La mayor parte de los informes o resúmenes de la tasa han sido hallados en medio de pleitos
judiciales entre los curacas e indios de los repartimientos contra sus antiguos encomenderos,
sus herederos y administradores (mayordomos).792 En el caso de Tarapaca, Trelles analizó
789
Lamentablemente hasta la fecha no todas las averiguaciones efectuadas en los repartimientos al sur de
Arequipa son conocidas. La “visita” a la encomienda de Lucas Martínez sigue perdida y con ello la identidad
de los visitadores y su itinerario. Junto con la tasa de los Macha y otros repartimientos de los Qaraqara-Charca
publicados por Platt (1978), Rostoworwski (1983-1984) y, posteriormente Platt y coautores (2006: 319-379)
publicaron nuevos fragmentos de la visita y la tasa de La Gasca a Sacaca y Chayanta, así como retasas
posteriores. Los autores anexaron una transcripción de la tasa de 1551 impuesta sobre los indios tributarios de
Sacaca (AGI, Justicia 653, N.2, P.1) relativo al pleito de Los caciques e indios de Sacaca contra los herederos
de su encomendero Alonso de Montemayor, por excesos de tributos llevados entre 1548 y 1551” y otra, hallada
en AGI, Justicia 651, referida al litigio de Los caciques e indios de Chayanta contra Juan de los Ríos y María
de Robles, mujer e hija del encomendero Martín de Robles, por excesos de tributos llevados. Platt et al., 2006:
380-484.
790
Helmer, [1955] 1967.
791
Diez de San Miguel, [1567]1964. Aun así, a nivel de la macroregión Andina mantiene su actualidad el
comentario de Murra de 1968, según el cual “Sorprendentemente, tal indicador de que no se han perdido todos
los 72 posibles informes (de los visitadores instruidos por La Gasca), no ha estimulado a los investigadores a
rastrear las huellas de los otros 71” (Murra, 2002: 451). Véase Murra, 1983: 78-79.
792
Diversos informes de la visita de 1550 entre los juicios entablados por los encomenderos han sido publicados
por Pärssinen y Kiviharju (2004:137-147). Los autores han ubicado y transcrito los documentos originales
309
detenidamente los expedientes alojados en el Archivo General de la Nación del Perú793 y
utilizó el pleito interpuesto en 1570 por el curador de indios de la encomienda de María
Dávalos, Hernando Álvarez de Acevedo, contra Gonzalo de Valencia, mayordomo de la
encomienda del fallecido Lucas Martínez, ante el corregidor de Arequipa Juan Ramírez de
Zegarra, en representación de los caciques herederos de Lucas Martínez.794
Precisamente dicho legajo contiene el traslado795 de la tasa de La Gasca para los
repartimientos de Martínez, entre ellos Carumas, Ilo, Arica y Tarapaca, con los elementos
centrales para comprender la estructura productiva de la región a 20 años del desplome del
Tawantinsuyo y transcurrida sólo una década de iniciado el régimen de las encomiendas.
A pesar del detallado análisis comparativo que Trelles planteó sobre el funcionamiento de la
encomienda, no hizo un detenido escrutinio de la información etnohistórica contenida en él,
ni anexó una transcripción del expediente, una de las principales fuentes de su obra. Gracias
a la versión facilitada por Jorge Hidalgo y paleografiada por Alan Durston podemos ahora
evaluar la información inédita contenida en la transcripción del documento.
relacionados con la visita de 1549 a los Chupaychus (Helmer, [1955] 1967), donde queda demostrado el uso
sistemático de quipus para el registro de las obligaciones de los curacazgos durante el período Inca y durante la
primera década del régimen de las encomiendas. También los autores han publicado una serie de nuevos
informes relativos a la tasa de La Gasca de 1550 para la provincia de los Charcas, provincia y repartimientos
de Amparaes, Moromoro y Machaca (Pärssinen y Kiviharju, 2010: 385-418).
793
Trelles, 1991. La primera versión editada de su libro es de 1983.
794
Sección Derecho Indígena y Encomiendas, Cuaderno 15, Legajo 2. La referencia a los caciques herederos
es algo confusa en el título del documento. Tomando las palabras de Durston, quién no pudo consultar la
transcripción del testamento de Lucas Martínez (AGI, Lima, 124, en Trelles, 1988), podría pensarse que este
último arrojaría mayor información sobre la identidad y las intenciones de los demandantes y “herederos” del
encomendero. Sin embargo, el testamento sólo menciona como herederos de algunas tierras a ciertos indios en
Ylo, a Juan Tauquia y sus sujetos en Arequipa, algunos yanaconas en Guaylacana y “… en el valle de Tarapacá
una chacra que llaman Guarasiña. Mando que se repartan entre ellos yanaconas míos que tengo en el valle de
Tarapacá y en sus sujetos. Iten declaro que junto al pueblo de Tarapacá tengo un molino, el cual mando a los
indios de aquella provincia para que se aprovechen del como cosa suya. Y señalo por patrones del a don Juan
Cahachura y a don Alonso Lucaya para que acosta del ducho molino se sustente, y se aproveche del, toda la
comunidad de los indios de aquella provincia” (Trelles, 1988: 286).
795
Los traslados son copias que están validadas con fe notarial y que en todos sus aspectos poseen la misma
fuerza jurídica de la que tiene el documento original. Son realizadas por escribano público, quien, con la
aposición de su rúbrica y signo, certifica el paralelismo entre la copia y un original. Aparte de la firma y signo,
existen varias fórmulas que demuestran que el escribano cotejó el documento con el original. Se hacen siempre
a petición de parte o instancia privada, por iniciativa del interesado, quien con el documento original se dirige
ante la autoridad que posee atribuciones judiciales, para que coteje y valide la copia. El documento se inicia
con la fórmula de la fecha tópica y crónica; luego se hace mención a la autoridad sobre la que comparece la
parte, el nombre del notario presente y de los testigos, junto al individuo que solicita la copia; y finalmente se
señala el acto por el cual se presenta el documento, para luego realizar el traslado. Díaz, 1970: 39-40, en Urbina
et al. 2017: 8-9.
310
La tasa constituye el registro histórico más temprano sobre la economía regional desde una
perspectiva hispana y que, por su naturaleza cuantitativa y descriptiva, permiten distintos
niveles de estudio y cruces disciplinarios. El valor etnohistórico de dicha información reside,
en primer lugar, en el hecho que la tasa consideraba la visita presencial a todos los
repartimientos que conformaban el Tawantinsuyo, en términos prácticos, visitas e
inspecciones a los poblados indígenas habitados desde tiempos precolombinos y la
averiguación directa de lo que ayllus y autoridades tributaban en tiempos del Inca y lo que
se encontraban tributando a los encomenderos.796 Siguiendo a Murra: “Las entrevistas no
debían limitarse a los señores étnicos locales; los visitadores tenían instrucciones de
verificar el testimonio señorial con las visita oculares, en el terreno, pueblo por pueblo”.797
Si bien durante la visita se averiguaba sobre el orden incaico del tributo y las prestaciones
laborales (servicios personales) que cada región y repartimiento prestaba, tomando como
criterio de justicia y legitimidad el monto del tributo en trabajo que las poblaciones
entregaban al Inca:
“… el orden de la tasa de La Gasca divergía profundamente del orden incaico. La
tasa se fundaba en el principio de establecer un monto fijo de tributo para cada
grupo; al mismo tiempo, éstos, incluían una amplia gama de especies, algunas
importadas, que no necesariamente se producían en cada repartimiento; lo cual
significaba que la gente tendría que conseguir algunos productos, bien mediante
circuitos de intercambio o entrando al mercado”798.
796
De acuerdo a Málaga (1973: 63), “Los visitadores recibieron amplios poderes, disponiendo entre sus
instrucciones que la visita se iniciara con una misa en la que jurarían llevar fielmente la visita; se recomendaba
tomar por separado las declaraciones de los encomenderos, curacas e indios, para evitar la influencia de unos
sobre otros y las represalias que podrían tomar los españoles con los indios; facultaba castigar a los remisos
de las declaraciones aunque fueran encomenderos; pondrían mayor atención a los problemas de los naturales
que al interés de los encomenderos. Por otra parte, determinarían el volumen de la población, las cosechas,
los grupos étnicos que había en cada pueblo o valle, el tributo que daban al Inca y lo que posteriormente
entregaban al encomendero”. El destacado en nuestro.
797
Murra, 2002: 451.
798
Platt et al., 2006: 325. Los autores, siguiendo a Polo de Ondegardo ([1571] 1990: 126) estiman que “… el
tributo bajo el Tawantinsuyo no era fijo, sino que variaba de acuerdo a los cambios meteorológicos y las
necesidades estatales”. Platt et al., 2006, nota 24: 326.
311
Nuestra interpretación es que la tasa de Tarapaca799 de 1550 habría aprovechado en esta
región el conjunto de informaciones registradas durante casi una década por Lucas Martínez
y Jerónimo de Villegas y sus mayordomos. Estos eran, junto con el cura doctrinero, los únicos
agentes hispanos que conocían los pueblos y participaban periódicamente en las
negociaciones e interacciones con los curacas y tributarios residentes en dichos pueblos.
A pesar de aquello, la información debía ser verificada luego durante la visita.800 La tasa, al
final del proceso, sería el instrumento que sistematizaría una nueva fórmula de tributos fijos
que combinaba el sistema de prestaciones de trabajo vigente durante el régimen incaico y de
los propios curacazgos que integraban el repartimiento -incluso agregando innovaciones o
cambios introducidos por los encomenderos entre 1540 y 1549-, con los nuevos criterios y
repartimientos efectuados a partir de 1548, donde pueden observarse reminiscencias del
sistema indígena y las nuevas disposiciones administrativas coloniales.801
Debido a que el tributo fue calculado considerando el repartimiento como la unidad global
sobre el que se aplicaba la tasa, fueron las autoridades indígenas regionales, los caciques de
pueblos y el cacique gobernador, los encargados de suplir las faltas de ciertas categorías,
comprar bienes tributados con su propio dinero o pagar en dinero por su no cumplimiento.802
En este contexto, el rol de los curacas o caciques gobernadores fue tan importante como el
de los quipucamayos que llevaban la contabilidad y cumplimiento de la tasa anual a mediados
del siglo XVI. Los encargados de los quipus aparecen nombrados en los pleitos mencionados
para la región de Charcas y también en los repartimientos de Tarapaca, Arica e Ilo.
799
AGN, DIE, L2, C15, f. 256r-269r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
800
Trelles, 1991: 187.
801
Es necesario mantener presente en este apartado, la discusión planteada por Platt y coautores en torno a la
diferencia o ruptura que estableció la tasa de La Gasca, entre el tributo incaico -que se estimaba variable según
las contingencias del aparato estatal (guerras, hambrunas etc.), el rendimiento de cada región y el clima- y el
tributo hispano, de carácter fijo o permanente, el cual obligaba a las poblaciones indígenas al trueque para
cumplir con sus obligaciones. Según los autores, “… al desconocer el control de un mismo grupo de distintos
nichos ecológicos, los españoles no tomaban en cuenta el complejo sistema de complementariedades
intrarregionales ni respetaban tampoco las condiciones climáticas fluctuantes de cada región”. Platt et al.,
2006: 332. Sin embargo, los propios autores reconocen que, con la excepción del trigo, donde el encomendero
debía proveer la semilla, al imponer un tributo en trabajo agrícola con productos nativos, que a su vez fue
excedido por el encomendero, la tasa de La Gasca “representa a este respeto una vuelta a un sistema de
servicios personales” Platt et al., 2006: 344.
802
Platt et al. 2006: 342.
312
Otro hecho significativo es, como destacan Platt y coautores, la creación del sistema de
defensor de naturales o protector después de 1554 permitió a los curacas entablar pleitos
sobre los excesos acometidos por los mayordomos y encomenderos sobre los tributos
pagados, y donde la figura de los quipucamayos fue central puesto que la contabilidad que
éstos llevaban fue estimada como evidencia en los testimonio y resolución de los juicios.803
La visita general del Perú fue realizada en el año 1549 y las tasas establecidas entre 1550 y
1551.804 En el caso de la jurisdicción de la ciudad de Arequipa, la visita fue encomendada a
vecinos connotados de la ciudad, designándose como visitadores de ciertos repartimientos
meridionales a Garci Manuel de Carabajal, Hernán Rodríguez de Huelva, Manuel Rodríguez
de Cantalpiedra, Martín López y otros vecinos de igual rango. Si bien fragmentos o el informe
de la visita a Tarapaca no han sido encontrados, Trelles indica que la “tasa” de dicha
encomienda fue aprobada el primero de marzo de 1550 en la ciudad de Lima.805
Los tributarios indígenas de la encomienda de Tarapaca, por entonces en manos de Jerónimo
de Villegas (ca. 1548 y 1556),806 integraban desde 1540 uno de los mayores repartimientos
en términos de extensión y número de tributarios del extremo sur del virreinato. Constituía,
a su vez, uno de los repartimientos más apetecidos y rentables de la jurisdicción de la ciudad
de Arequipa, junto a Carumas, Ilo y Arica,807 razón que explicaría, como veremos a
continuación, la composición y particularidades del tributo impuesto por la tasa de La Gasca
en comparación con sus vecinos.808
Al iniciar la lectura de la tasa de Tarapaca podemos acceder, como ya hemos indicado, al
verdadero potencial de información de este documento. La tasa es muy explícita en
803
Platt et al., 2006: 347.
Málaga, 1973: 63.
805
AGN, DIE, L2, C15, f. 250r-271v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia; Véase también Trelles, 1991: 188-189.
806
Como muchos españoles que lucharon en la guerra contra Gonzalo Pizarro, Villegas había recibido el
repartimiento de Tarapaca en premio por sus servicios, del propio La Gasca en 1548. Lockhart, 1968: 30.
807
Málaga, 1975b: 310.
808
Comparándolos con los tributarios de Carumas, Ilo y Arica, vale decir los otros repartos originalmente
otorgados a Lucas Martínez en 1540. Trelles, 1991, Cuadro V: 195-196. Trelles señala que “Correlacionando
los volúmenes de tributo con el aspecto demográfico […] las de Ilo y Tarapaca corresponden a los grupos
étnicos de constitución más distinta: el primero contaba con 194 tributarios, el segundo con 900” (Trelles,
1991: 194).
804
313
mencionar, al igual que en el caso de Arica,809 a las autoridades indígenas de mayor rango
que asumen la responsabilidad de pagar el tributo al encomendero. En el caso de la región
que estudiamos se lee al comienzo:
“… a vos el capitán Jerónimo de Villegas vecino de la ciudad de Arequipa e a voz
don Pedro cacique principal que en vuestra lengua os llaman [Tulasanga/
Tubasanga] e [Ojacayo] e Oxa principales e los [vuestros/uros] serranos y los
pescadores que tiene en la costa e a los demás principales e indios vuestros sujetos
que al presente sois e después de vos sucedieren en el repartimiento de Tarapaca que
está encomendado en vos el dicho capitán Jerónimo de Villegas…”.810
Para finalizar este apartado vamos a comentar el nombre de las tres primeras de las
autoridades indígenas mencionadas. La mención a Tuscasanga (Talosanga, Tulasanga,
Tubasanga), primera autoridad mencionada en el título de encomienda de Lucas Martínez en
1540 y cacique del valle de Tarapaca al cual se sujetaban los pescadores, es la única
registrada en documento independiente posterior. El valor de esta referencia, 10 años después
de emitido el título de encomienda en Cuzco, además establece que Tuscasanga correspondía
a la denominación vernácula regional y que dicha autoridad adoptó el nombre católico de
Pedro, por voluntad propia o forzosamente, debiendo ser bautizado durante la década de
1540. Esta es una de las razones obvias por la cual algunas denominaciones indígenas de
ciertas autoridades desaparecen de la documentación temprana.
De acuerdo al elenco de autoridades que hemos presentado en el capítulo IV, existen serias
posibilidades que Tuscasanga o don Pedro, corresponda a Pedro Chura (Cahachura o
Jachura), mencionado en una junta de curacas efectuada en Arequipa el 21 de enero de 1562,
809
Aquí se menciona a “… don Joan [¿Ayavire o Tauquina?] cacique principal señor de Omaguata en los
valles de Arica e Yuta e [Caxa] e Ocurica e de los pescadores que están en la costa de Arica Caya Caya e
Chaco y los [uros] que están en los despoblados e a voz [Chura y Guaman] e Chuquianca e Vilca e [Quesa] e
Calla principales e a los demás caciques principales e indios vuestros sujetos que al presente sois e después
de voz sucedieren en el repartimiento de Arica...” AGN, DIE, L2, C15, f. 260v, Los caciques e indios de Ilo,
Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
810
AGN, DIE, L2, C15, f. 265r-265v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
314
convocada por fray Domingo de Santo Tomás.811 Esta inferencia implicaría que el linaje de
los Locay pudo ascender a la posición de caciques gobernadores, con Alonso Locay, una vez
fallecido el mencionado don Pedro alias Tuscasanga, pasando los Cahachura o Jachura a una
posición secundaria en el esquema político local y regional.
6.2.1. La tasa de Tarapaca en 1550
Hemos resumido la información elemental de la tasa de La Gasca de 1550 (Tabla 6.5 y 6.6),
utilizando el análisis de los datos documentales y combinándolos con las categorías utilizadas
por Trelles.812
De igual forma, hemos corregido algunos datos sobre la magnitud de ciertas categorías813 y
agregado la procedencia cultural y ambiental de los recursos, la periodicidad de su pago, así
como el lugar en que podían ser entregados los tributos.
811
ADA, Gaspar Hernández, 1561-62, f. 504r-504r. Los curacas de Lucas Martínez Vegazo presentes en esta
reunión fueron “… Gregorio Cusiinga de Yumina, Luis Cusiactao, también del mismo lugar, Pedro Cuya,
Hernán Cayasalty de Carumas, principal aquel, curaca mayor éste; Hernando Maysari y Pedro Coaquila,
curaca mayor y principal, respectivamente, de Ilo; los curacas mayores de Omaguata, Juan Tanquina, Lluta,
Pedro Chura, de Tarapacá, y Pica, Carlos Saguaya, y Martín Mari, de la misma región”, en Trelles, 1991, nota
10: 124. Destacado es nuestro.
812
Las categorías utilizadas por Trelles (1991: 194-195) son Singularidad: General (relativa a cuatro repartos:
Ilo, Carumas, Arica y Tarapaca); Particular (relativa a uno o tres repartos); Exclusivo (relativa a un reparto).
Cotización: Mayor (alta cotización en el mercado monetario); Menor (baja cotización en el mercado monetario).
Como se aprecia en la Tabla 6.1, la encomienda de Tarapaca estuvo en poder de Lucas Martínez (ca. 15351548), Jerónimo de Villegas (ca. 1548-1556) y Lucas Martínez (ca. 1557-1565), para luego ser heredada por
María Dávalos (ca. 1565-1578).
813
Utilizando la transcripción efectuada por Alan Durston hemos corregido en la Tabla 6.5 las cifras del traslado
de la tasa de La Gasca de 1550, la cual refiere a “arreldes” de pescado fresco y fanegas de sal para 1550: “…
yten daréis los viernes e días de pescado fuera de cuaresma cada día un día veinte y cinco huevos e cuatro
arreldes de pescado fresco y en la cuaresma cada semana cien huevos e cada día de cuaresma los dicho cuatro
arreldes de pescado fresco lo cual daréis en vuestras tierras o puesto en las minas de Tarapaca la mitad de
ello y lo demás en vuestras tierras” AGN, DIE, L2, C15, f. 267v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá
contra Gonzalo de Valencia. De esta manera debe quedar claro que la tasa de La Gasca no comprendía las 150
arrobas de “pescado seco” sino 340 arreldes de “pescado fresco”, equivalentes a 54,4 arrobas de este último.
Por su parte, la tasa consideraba 40 “fanegas de sal” (Capacidad: 2.220 litros/ Superficie: 27,9 hectáreas) en
vez de 40 “cargas de sal” (8,800 litros/ 1 carga= 4 fanegas), como establece Trelles 1991, Cuadro I: 189.
Creemos que ambos errores se deben a que el historiador considero como parte de la tasa las cifras de los cargos
efectuados en 1565, como vemos ocurre con las 150 arrobas de pescado seco y salado que los indios de
Tarapaca no dieron. AGN, DIE, L2, C15, f. 428v. Es posible que entre 1550 y 1565 el encomendero haya
logrado modificar la magnitud del tributo y el tratamiento del pescado fresco fijado en la tasa para, junto con
su conservación, aumentar el valor comercial en el mercado colonial. Para la conversión de medidas antiguas
hemos utilizado Cortez y Ramírez, 1992.
315
Tabla 6.5. Resumen de la tasa de La Gasca para Tarapaca en 1550 y su cumplimiento en 1565.
ID
1.1
1.2
2
3
4
5
6
7.1
7.2
8
9
10
11
12
13
14
15
Categorías
tributables
Ropa (lana)
Ropa (algodón)
Maíz
Trigo
Aves domésticas
Huevos
Puercos
Carneros (llamas)
Ovejas (alpacas)
Cueros
Cántaros
Pescado fresco
Sebo
Sal
Aceite de lobo
Servicio
Guarda de ganado
Unidad
pieza
pieza
fanega
fanega
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
arreldes
arrobas
fanega
cántaros
indios
indios
Tasa de 1550 Cargo en 1565
Cantidad
Cantidad
75
155
75
800
483
12
1
240
240
1300
20
80
173
80
15
100
340
40
40
15
20
10
-
Valoración
Singularidad Cotización
General
Mayor
General
Mayor
General
Mayor
General
Mayor
General
Menor
General
Menor
General
Menor
Particular
Menor
Particular
Menor
Particular
Menor
Exclusivo
Mayor
Particular
Mayor
Particular
Menor
Particular
Menor
Particular
Menor
General
Mayor
Particular
Mayor
Procedencia del producto
Cultural/Índole
Ambiental/ Altitud
Tarapaqueño
Tierras Altas (Altiplano)
Tarapaqueño
0-1200 msnm
Tarapaqueño
0-3600 msnm
Europeo
100-2800 msnm
Europeo
Valles/Oasis-Quebradas
Europeo
Valles/Oasis-Quebradas
Europeo
Valles/Oasis-Quebradas
Tarapaqueño
Valles/Oasis-QuebradasTarapaqueño
Valles-Tierras Altas
?
?
Tarapaqueño
Valles/Oasis-Quebradas (?)
Tarapaqueño
Costa
Tarapaqueño
Costa
Tarapaqueño
Pampa del Tamarugal-Altiplano
Tarapaqueño
Costa
Fuerza de trabajo Regional
Fuerza de trabajo Valles/Oasis-Quebradas-
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 266r-268r, 350r-445v.
Categorías de valoración de acuerdo a Trelles, 1991: 194-195 y procedencia del producto de acuerdo a Urbina 2014, Tabla 29: 335.
316
Las 15 categorías listadas reflejan la diversidad de recursos locales (ropa de lana y algodón,
maíz, ganadería de llamas y alpacas, pescado seco, sal, aceite de lobo), cuya explotación
entendemos debió encontrase medianamente instalada en los distintos poblados de la región
ya en la primera mitad del siglo XVI, sino antes.
Se reconoce, por otra parte, la producción de bienes o productos importados no americanos
como el trigo, aves domésticas (de castilla), huevos y puercos, lo cual es indicador de la
implementación de espacios de chacras y pequeñas granjas asociados a los poblados
indígenas o en ciertos tramos como la sección inferior de la quebrada de Tarapacá.814
Establecer si estos provienen exclusivamente de chacras propias del encomendero, su
mayordomo y yanaconas, o si una fracción de ellos son producidos y criados en los poblados
indígenas es una materia para futuras investigaciones, de igual modo que estudiar el efecto
positivo o negativo de la introducción de animales y cultígenos en la ecología y poblaciones
de los repartimientos. Las excavaciones arqueológicas en Tarapacá Viejo han permitido datar
granos de trigo en un depósito o basural, asociados a un poste arquitectónico, en fechas que
oscilan entre 1450 y 1650 d.C. por lo que con seguridad datan de fechas anteriores a 1650.
Lo anterior implicaría que el trigo pudo estar plenamente introducido con fines constructivos
y/o comestibles desde mediados del siglo XVI, en concordancia con las evidencias
arqueológicas obtenidas en la excavación de Tarapacá Viejo y las dataciones radiocarbónicas
obtenidas en este sitio.815
La amplitud ambiental y economía que supone la extracción, preparación, cultivo o crianza
de estos recursos abarca fácilmente toda la gradiente altitudinal existente en la región de
estudio. Incluso si intentáramos separar la cadena operativa de producción en términos del
calendario -tanto los lugares de extracción u obtención de las materias primas y su posterior
lugar de manufactura, formato y lugares de entrega del tributo (Tabla 6.6)- habría que
reconocer que la tasa de Tarapaca involucraba la totalidad del espectro geográfico regional,
al cual se agregaba la producción de recursos exóticos/europeos introducidos en ciertas zonas
de mayor accesibilidad y conectividad.
814
Por ejemplo, conocemos por el testamento de Lucas Martínez que uno de estos espacios era la chacra de
Huarasiña. Trelles, 1991: 302; probablemente una chacra que también fue explotada por Jerónimo de Villegas.
Lockhart, 1968: 31.
815
Zori y Urbina, 2014: 220.
317
Tabla 6.6. Tasa de La Gasca. Distribución anual del tributo y lugares establecidos para la entrega de los bienes en el
repartimiento de Tarapaca, 1550.
Tasa de 1550
ID
1.1
1.2
2
3
4
5
6
7.1
7.2
8
9
10
11
12
13
14
15
Categorías
tributables
Ropa (lana)
Ropa (algodón)
Maíz
Trigo
Aves domésticas
Huevos
Puercos
Carneros (llamas)
Ovejas (alpacas)
Cueros
Cántaros
Pescado fresco
Sebo
Sal
Aceite de lobo
Servicio
Guarda de ganado
Unidad
pieza
pieza
fanega
fanega
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
arrelde
arrobas
fanega
cántaros
indios
indios
Semanal
Casa 3
meses
Lugar de entrega (obligatorio u opcional)
Semestral Cuaresma
32,5
32,5
60
25
4
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 266r-268r.
120
562,5
90
175
160
Anual
75
75
800
12
240
1300
20
80
80
15
100
340
40
40
15
20
10
Vuestras tierras e
pueblos
Minas de
Tarapaca
400
6
120
650
10
400
6
120
650
10
40
40
170
20
170
20
Puerto de
Tarapaca
Vuestros valles
o Tarapaca
30
Tambo de
vuestros valles
10
15
20
10
318
En términos generales, el cruce de datos históricos y arqueológicos permite configurar un
mapa al menos general con la distribución geográfica de cada categoría tributable, pese a que
en la documentación analizada no se detalla de que pueblo específico provienen los tributos.
Tanto los tributos anuales que los curacas debían entregar al encomendero (Tabla 6.5 y 6.6),
como aquellos para el mantenimiento del cura doctrinero (Tabla 6.7) muestran, desde otra
perspectiva, la importancia del calendario religioso, espacialmente relacionado con el tributo
en pescado fresco y pescado seco, una conserva de alta cotización en el mercado muy
apetecida por los clérigos en los Andes Centro Sur.816
Precisamente, las categorías de origen costero o del litoral ubicadas al final de la tasa y sólo
precedidas por el servicio personal, como el pescado, sebo, posiblemente la sal y el aceite de
lobo, configuran un conjunto bien conocido por las poblaciones costeras.817
La referencia en el inicio del texto de la tasa, a “… los [vuestros/uros] serranos y los
pescadores que tiene en la costa…”818 tienen pleno sentido en términos de las especialidades
cazadoras, recolectoras y pescadoras que tenían una fracción importante de los tributarios de
la región. Nos referimos a especialidades económicas, más que a etnicidades en este caso.
Recordemos que en 1581, el factor de Potosí, Lozano de Machuca, describe bien informado
por terceros (Pedro Sande) que alrededor de un tercio de la población que habita en los
repartimientos de Lucas Martínez es uro y el resto de origen aymara819 y que en el litoral
entre Pisagua y el río Loa “… hay indios uros pescadores”.820
816
Castro, 1997.
Si bien no se incluye en los tributos de las poblaciones costeras o camanchacas, sabemos por los testimonios
de algunos cronistas que el guano, entre mediados del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, seguía siendo
traficado desde las guaneras del litoral y sus islas hacia el interior con fines fertilizantes para la agricultura en
los valles y quebradas tarapaqueñas. Cieza de León, [1551] 1967: cap. LXXV; Garcilaso de la Vega, [1609]
1995, t. I: 259; Vásquez de Espinosa, [1636] 1986: 120.
818
AGN, DIE, L2, C15, f. 265r-265v, f. 376r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo
de Valencia.
819
Lozano de Machuca, [1581]1992: 33. Véase para más detalle, capítulo IV.
820
Lozano de Machuca, [1581] 1992: 32-33.
817
319
Tabla 6.7. Tasa de La Gasca. Cargo anual para mantenimiento del cura doctrinero del repartimiento de Tarapaca, 1550.
Categorías
Tasa de 1550
ID
Unidad
Diario
Semanal
Mensual
Cuatrimetstral Cuaresma
Anual
tributables
1 Maíz
fanega
3
36
2 Trigo
fanega
1
12
3 Ovejas (alpacas) unidades
1
12
4 Aves domésticas unidades
6
312
5 Huevos
unidades
10
[40]
520
6 Pescado fresco
arreldes
2
[90]
90
7 Pescado seco
arrobas
28
28
8 Puercos
unidades
1
3
9 Sal
carga
1
3
10 Leña
carga
1
3
11 Yerva
carga
1
3
12 Chicha
cántaro
1
365
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 268v.
320
En referencia al documento de Lozano de Machuca debemos advertir la posibilidad que su
testimonio confunda a los pescadores uros con los camanchacas habitantes de la costa
Pacífico, o bien que utilice la macrocategoría pescador para todas las poblaciones litorales o
de tierras altas que se sustentaban en base a esta especialidad económica; opción que tendría
más pertinencia para una región donde sabemos ambas grupos (uros y camanchacas) están
claramente individualizados para 1570.821
Todas las categorías dispuestas por la tasa de 1550 eran tributadas, según dispusiera el
encomendero, tanto en los pueblos y valles del interior, como en los puertos y minas de
Tarapaca. El espacio minero ubicado en la cordillera de la costa, rodeando a Iquique, era
según se desprende del análisis el destino de prácticamente la mitad de los recursos y bienes
tributados (Tabla 6.6), elemento que explica la importancia que tenía la provisión de
suministros desde el interior y desde la costa para mantener las faenas mineras antes de 1550.
Cabe destacar que la tasa de La Gasca no es un mero listado ordenado por importancia
comercial, conversión monetaria o cantidad del tributo en unidades. Por el contrario,
sostenemos que la posición en que son listadas las categorías en la tasa de Tarapaca implica
cierta jerarquización cultural y económica propia de las poblaciones de la región822 y el Área
Andina en general. Por último, dentro del listado llama la atención la ausencia de tributo en
821
AGN, DIE, L2, C15, f. 265r-265v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
822
La introducción a la tasa de La Gasa para el repartimiento de Tarapaca se señala, como parte de la formula
retórica del documento, “… e a cada uno e cualquier de vos sabed que en cumplimiento de lo que su majestad
tiene proveído he mandado a cerca de la tasa que se ha de hacer de los tributos que los naturales de estos
dichos reinos han de dar a sus encomenderos así porque los susodichos sepan lo que les han de pedir e llevar
como porque los naturales sean bien tratado y se conserven y aumenten se nombraron visitadores que visitasen
el dicho vuestro repartimiento lo como sabéis hicieron la visita de él e la presentaron ante no he visto e
comunicado con los visitadores e con otras personas así españoles como caciques e indios que parecieran
podían tener noticia de la disposición e posibilidad del dicho repartimiento e indios del por virtud del dicho
nombramiento e comisión tasamos e declaramos de haber dar el dicho repartimiento que vos esta encomendado
en tanto que su majestad otra cosa dispone acerca de la dicha tasa los tributos que de un fueran declarados
por la orden y forma que se sigue…” AGN, DIE, L2, C15, f. 266r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y
Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. El destacado es nuestro.
321
dinero metálico (ensayado),823 como si aparece en la tasa de repartimientos del altiplano
circum Titicaca y Meridional.824
6.2.2. Indicadores productivos y manufacturas: el orden andino e hispano
El lugar ocupado por la confección de ropa -textiles de lana de llama y algodón-825, dispuesto
antes de la producción agropecuaria, de la explotación de las salina, de los mitayos
encargados de producir ciertas manufacturas o recolectar productos “crudos” y, al final de la
lista, de los servicios personales o mita, permite visualizar una franca y directa relación con
el ordenamiento de los tributos registrados en quipus coloniales que diversos grupos étnicos
guardaron sobre las prestaciones entregadas durante los tiempos del Tawantinsuyo.826
823
Trelles (1991: 228-234) señala que en los repartimientos de Lucas Martínez circularon pesos corrientes (no
ensayados) antes de la década de 1570, especialmente en las transacciones efectuadas por el mayordomo. Estas
transacciones referían a la compraventa de bienes y especies efectuada por el encomendero y al pago de salarios
dentro del funcionamiento del repartimiento.
824
Trelles (1991: 193) propone dos alternativas para explicar la ausencia del metálico en las encomiendas de
Lucas Martínez: a) la riqueza agropecuaria era suficiente para eximir a los tributarios de su pago o b) que la
rapacidad hispana había ya en 1550 privado a las poblaciones indígenas del acceso a las minas. El propio autor
comenta que en base a los trabajos de Rostworowski (1975, visita a Chichaycocha) es evidente que la tasa de
La Gasca estableció que sólo determinadas encomiendas pagaran una parte de su tributo en metálico, elemento
que fue extendido a todos los repartimientos por Toledo en la década de 1570. Trelles, 1991, nota 10: 193.
Véase también los ejemplos de tributos en metálico para 1550 para algunos repartimientos del lago Titicaca y
de la provincia de Charcas en Pärssinen y Kiviharju, 2004:137-147; 2010: 385-418.
825
La tasa dispone la obligación de entregar anualmente al encomendero “… ciento cincuenta vestidos de roma
la mitad de lana y la otra mitad de algodón en cada seis meses setenta y cinco la mitad de hombre y la mitad
de mujer que se entiende cada vestido manta y camiseta anaco y lliclla la mandata del indio y el anaco de la
india de dos varas en ancho y dos varas y cuarto en largo y la camiseta del indio de vara y ochava en largo y
en el ancho de ruedo dos varas menos ochava y la [lliclla] de algodón ha de ser de vara y media en ancho y
de vara y tres cuartos de largo…”. AGN, DIE, L2, C15, f. 266r-266v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y
Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
826
Murra, 1983. Los ejemplos analizados por el autor refieren a los Chupaychu, Wanka y Lupaca, entre otros.
Lo significativo es la reiteración de la forma de organizar los tributos y prestaciones laborales de las pachacas
y guarangas que conformaban los grupos étnicos durante el período Tardío o Inca y la organización que adopta
la tasa de La Gasca en 1550 en cada repartimiento. El documento nos muestra vínculo explícito del sistema de
registro de los quipucamayos encargados de registrar las obligaciones del repartimiento con las antiguas formas
de jerarquizar la gestión y cumplimiento de las obligaciones durante el régimen incaico. A diferencia de los
quipus coloniales referidos a las obligaciones de los grupos étnicos durante el período Inca (Murra, [1978 y
1983] 2002), la tasa de La Gasca no registró el número de trabajadores o tributarios destinados a producir o
proveer cada categoría de la tasa. Sin embargo, el mismo documento clarifica lo importante que es el registro
de dichas obligaciones a nivel local, como vemos luego en el juicio entablado por los caciques de los
repartimientos que fueron de Lucas Martínez contra Gonzalo de Valencia, su mayordomo. Véase también los
documentos 39A-D y 40A, en Pärssinen y Kiviharju 2010: 385-418.
322
En esta materia, una opinión diferente a la expresada por Murra y otros autores es la planteada
por Platt y coautores al analizar el registro de los chinukamana o quipucamayos de Charcas
en relación con el orden en el que presentan los tributos en la época de La Gasca. Las listas
de tributos de los antiguos guamani de Qaraqara y Charkas están dominados en el primer
lugar de las listas por el dinero (marcos o pesos de plata), la coca y los mineros, así como
nuevas categorías introducidas como los aperos para caballos, las aves y los huevos. Señalan
que, si bien, la importancia del metal (plata) y la minería podrían ser de tiempos
prehispánicos, debido a la significancia de esta actividad productiva y la guerra en Charcas:
“No estamos en condición de interpretar la lógica que subyace en esta clasificación
de las tasas, pero quizás tenga su origen en una clasificación tributaria española.
Llama la atención, sin embargo, que además de la plata (y en el caso de Macha
también la población), la coca vaya al principio y que los productos de lana vayan
antes de los ganados”.827
Volvamos ahora al análisis de la composición y orden expresado en la tasa tarapaqueña de
1550. Para el consumo interno o doméstico del repartimiento, se incluyeron categorías de
cotización menor y otras, las de mayor cotización en el mercado monetario (p.e. fuerza de
trabajo, ropa, trigo y maíz), pensadas para posicionarlas en el ámbito urbano de Arequipa,
Lima o Potosí.828 En Tarapacá Viejo, muestras de maíz han sido datados en los niveles de la
aldea pre Inca hacia fines del siglo XIII y comienzos del XVI, mientras que una muestra de
maíz, proveniente del nivel del centro administrativo incaico presenta una datación que puede
corresponder a mediados del siglo XV hasta mediados del siglo XVII.829 Recordemos que el
cultivo de maíz en la región se remonta al período Formativo Tardío (post. 200 d.C.).
Volveremos a discutir más adelante sobre la producción de maíz.
A continuación, la lista muestra algunas categorías muy específicas, como 100 cántaros de
barro tributados por los ayllus del repartimiento. Para comprender mejor este aspecto,
827
Platt et al. 2006: 357. Véase el capítulo 5 y las tablas 3.8-3.10. Platt et al., 2006: 356-361.
Trelles, 1991: 195.
829
Zori y Urbina, 2014: 220.
828
323
citaremos el cierre del texto de la tasa: “… por tanto por la presente mandamos a vos el dicho
capitán Jerónimo de Villegas encomendero del dicho repartimiento e a vos el dicho don
Pedro [alias Tuscasanga] cacique principal e a vos los dichos Ojacayo y Oja olleros
principales e a los demás principales e indios sujetos…”.830
Junto con el esquema dual de autoridad que representan estos caciques olleros, tenemos la
impresión que la unidad de 100 cantaros tiene relación proporcional con el número de
tributarios del repartimiento y la organización decimal de los ayllus en pachacas. La
referencia a estos dos principales mencionados como olleros, Ojacayo y Oxa, no solo
enriquece nuestra comprensión de las estructuras políticas y económicas regionales durante
el siglo XVI. ¿Por qué razón junto a la máxima autoridad regional se presentan dos caciques
ceramistas?
Intuimos que la posición política de estos artesanos se relaciona con la importancia puntual
del tributo en contenedores y vajilla para el repartimiento, útiles los primeros para el
almacenaje y transporte de agua, aceite, chicha, sebo, vino y granos dentro de la región, hacia
las minas de Tarapaca y fuera de ella, hacia Arica y Potosí. Incluso, con la fabricación de
huiras para la producción metalúrgica y la amalgamación de plomo y plata, ampliamente
documentada en torno a Tarapacá Viejo durante el período Tardío.831
De esta manera, en el contexto local y regional, la fabricación de cántaros de distinta factura,
pero sobre todo contenedores de gran capacidad, debió ser clave para mantener (almacenar),
producir y fortalecer el cumplimiento de entrega y transporte de categorías tributarias como
lo eran los “… quince cántaros de aceite de lobo marino del tamaño que lo soléis dar los
cuales pondréis en las minas de Tarapaca si el encomendero quisiere”.832 Para la circulación
regional y fuera de la región considérese en la misma línea el tributo que se establecía en
animales de carga, llamas totalmente equipadas para las travesías o caravanas “… daréis en
cada año ochenta carneros con sus costales y guascas para atar los dichos carneros”.833
830
AGN, DIE, L2, C15, f. 268v-269r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
831
Zori y Tropper, 2010; Zori, 2011.
832
AGN, DIE, L2, C15, f. 267v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
833
AGN, DIE, L2, C15, f. 267r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
324
Asumiendo que los contenderos hispanos de transporte (botijas) eran aún escasos y de alto
valor utilitario,834 creemos que, junto con las economías agrícolas, silvícolas y pecuarias, el
rubro de la producción alfarera local y regional representaba -junto con la crianza de
camélidos, la elaboración de conservadas de pescado, la extracción de guano y la minería de
plata-, uno de los engranajes de la economía tarapaqueña en la segunda mitad del siglo XVI.
De hecho, los caciques aseguran que en 1565 fueron entregados “… cuatro arrobas de sebo
y doscientas cuarenta tasas y los cantaros que son obligados a dar los dieron para el servicio
de las minas de Tarapaca los cuales dieron a los negros mineros que el dicho Lucas Martínez
tenía en las dichas minas y parte del pescado que son obligados a dar dieron para el
proveimiento de la dicha mina”.835
En los momentos en que fue realizada la visita para la confección de la tasa de Tarapaca, la
existencia de ayllus y pueblos con especialistas alfareros836 se encontraba plenamente
vigente, a tal punto que fue una de las categorías conspicuas de este repartimiento
formalizadas con la tasa de La Gasca, de tal forma que lo planteado por Murra, en torno a la
existencia de ayllus y pueblos de olleros conformados por artesanos locales y mitmakunas
834
La probanza de Gonzalo Valencia incorpora el testimonio de Sebastián de Rueda, de 39 años, que es
especialmente importante en este contexto de la producción de vino que Lucas Martínez mantenía en su
hacienda de Ocurica, valle de Azapa, y el pago por botijas vacías para este rubro, el almacenaje en sus
dependencias y el trajín de los navíos: “… para la casa, vino y barcos que el dicho Lucas Martínez tenía en
este dicho puerto [Arica] le parece a este dicho testigo que era muy moderada cosa como lo es setenta pesos
de botijas vacías porque era mucha la gente y quiebra de había yendo en los dichos a proveer las dichas
haciendas e minas acaecía haber mucha quiebra de botijas lo cual este testigo sabe porque [ilegible] a cargo
de proveer algunas de dichas haciendas y barcos vía lo que se gastaba y ha visto lo que los demás mayordomos
han gastado en estas botijas…”. AGN, DIE, L2, C15, f. 351v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá
contra Gonzalo de Valencia. El destacado es nuestro.
835
AGN, DIE, L2, C15, f. 368v-369r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
836
Murra, 1972: 80. En el caso de los Chupaychu, principal grupo étnico del valle de Huallaga, los
quipucamayos tenían registrado en la cuerda 21 que en tiempos del Inca “… daban 40 olleros para hacer ollas
y las llevaban a Huanuco” Murra, 1983: 81. Trelles señala destaca que la tasa aplicada a Tarapaca figuraban
productos exclusivos como un gran número de cántaros (1991: 195), en una razón de 11 por cada 100 tributarios,
es decir, 99 a 100 piezas (Categoría n° 9, Tabla 6.5). La presencia de olleros es significativa no sólo por la
cantidad de cantaros tributados, sino porque esta especialización manufacturera no se encuentra en el resto de
los repartimientos de Lucas Martínez. Podría, del mismo modo, corresponder a uno o varios asentamientos
artesanales propios del repartimiento o islas remanentes del período Inca. Siguiendo esta línea argumental, la
presencia de ayllus o miembros de algunos ayllus provistos de artesanos alfareros, del mismo modo que aquellos
grupos étnicos del altiplano circum Titicaca y Meridional provistos de ayllus ceramistas podría señalar que esta
modalidad de asentamiento de especialistas fue instaurada durante el período Tardío movilizando mitmakunas
hacia ciertas localidades o una localidad en específico dentro de la región.
325
especialistas en tejidos, carpintería u otros, traídos desde fuera de la región, puede ser ahora
considerada una hipótesis a indagar en futuras investigaciones etnohistóricas.
Para la arqueología de la región, la tasa de La Gasca de 1550 propone un nuevo desafío,
interpretar los componentes y tipos alfareros del siglo XV y XVI presentes en distintos tipos
de asentamientos desde la perspectiva de una producción focalizada e intensiva,
probablemente centralizada en términos de su gestión, con sus propias autoridades y poblados
cercanos a las fuentes de arcilla, agua y hornos.837
En el caso del tributo en sal rendido en “fanegas”, su extracción implicaba probablemente la
ocupación de salinas o salares en la pampa del Tamarugal o en el altiplano meridional de
Tarapaca, como en Huasco, Coposa o Ujina donde existen evidencias arquitectónicas y
dataciones que documentan instalaciones mineras durante el siglo XV-XVI.838
Considerando los tejidos, la encomienda de Tarapaca es una de las que más tributaba
respecto de sus vecinas.839 Como agrega Trelles “Ganado y ropa anduvieron de la mano en
la trama económica de la encomienda. No nos parece casual que Tarapaca sea
simultáneamente la región con mayor tasa de ropa y de ganado”.840 En cuanto al ganado,
“Nuevamente aparece Tarapaca en primer lugar [entre Curumas, Arica y Pica] aportando
la mitad de todo el ganado tributado”.841
La confección de piezas textiles elaboradas con lana de camélido, como el tributo de carneros
(llamas) y ovejas (alpacas) –excedido en 1565 en 13 unidades más (n=173) que lo que
indicaba la Tasa de 1550 (n=160)- señala que la encomienda integraba en su funcionamiento
poblaciones de criadores de este ganado y tejedores experimentados (¿cumbicamayos?), los
cuales entregaron incluso un excedente en el año 1565. Los especialistas tejedores de textiles
837
Este sería el caso inferido por Murra a partir de la documentación temprana relativa a Cupi, centro alfarero
de las 20.000 unidades domésticas lupaqa, así como existieron pueblos de olleros en Taraco, Arapa y otros en
el noroeste del lago Titicaca; entre ellos Millarea de ceramistas, cumbicamayos y artesanos de los de Chucuito
Murra, [1978] 2002: 289-293.
838
Berenguer y Cáceres, 2008.
839
Trelles, 1991, Cuadro VI: 198.
840
Trelles, 1991: 203.
841
Trelles, 1991: 203. Al parecer, el cobro de esta categoría en la región fue cumplida con exceso, puesto que
la tasa indica una cantidad de piezas total de 160 unidades en el año 1550, mientras en 1565 la población entregó
155 piezas. En efecto, los caciques de Tarapaca al revisar sus quipus aseguraron que en 1565 “… le dieron
ciento cincuenta piezas de ropa de algodón y de lana de abasca por mitad y ciento setenta carneros y alpacos
por mitad y trece carneros por veinte puercos que eran obligados a dar y ochenta costales con sus guascas”.
AGN, DIE, L2, C15, f. 368v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
326
en algodón, una planta propia de ambientes cálidos o yunga, debieron contribuir igualmente
con su tradicional producto a cumplir eficientemente este tributo específico, el cual
comprendía una subcategoría al igual que los textiles elaborados en lana de camélido, ambas
dentro de la categoría “ropa”.
En este plano, los estudios arqueológicos regionales señalan que tanto las imágenes de
camélidos se encuentran presentes dentro o asociados a los poblados del litoral, valles y
quebradas,842 como la infraestructura de corrales y canchas es especialmente importante en
las aldeas ubicadas entre 2000 y 4000 msnm (p.e. Pucarqollu, Camiña, Chusmisa y
Jamajuga), así como en Tarapacá Viejo (1210 msnm) y otras instalaciones incaicas de enlace
en las tierras altas (> 3000 msnm) como Incamarca, Collahuasi 37 y Miño 1 y 2.843
En Tarapacá Viejo, los registros de especies vegetales y fauna son claves para entender lo
establecido por la tasa de 1550. En términos porcentuales, entre todos los restos vegetales
recuperados e identificados en las excavaciones se pudo demostrar que los frutos del
algarrobo y el tamarugo (Prosopis sp.) fueron los más consumidos, aunque no comprometida
en la tasa; seguido por el maíz que si fue incluido en la tasa de 1550.844
Destaca el hallazgo de semillas de coca (Erithroxylum), la cual pudo inclusive ser cultivada
en el sector alto del valle de Tarapaca (Pachica) correspondiente al valle seco y cálido
(chaupiyunga).845 Los restos zooarqueológicos846 evidencian una notable adaptación de
especies del modelo agropastoril de tierras altas al valle bajo, debido a que el 64,6% de los
842
Vilches y Cabello, 2011.
Adán y Urbina, 2010; Urbina 2009, 2014; Urbina et al., 2017.
844
Vidal, 2009.
845
La décima pregunta del interrogatorio presentado por Gonzalo de Valencia como prueba en el pleito que le
interpusieron los caciques herederos de Lucas Martínez era “Yten si sabe los testigos que en la dicha hacienda
(Tarapaca u Ocurica [Arica]) los mayordomos de ella suelen y acostumbran dar coca para los yanaconas e
indios que servían en el proveimiento de las mina de Iquique y así el dicho Gonzalo de Valencia guardando la
dicha costumbre envió cuatro cestos de coca contenidos en la dicha sentencia a los yanaconas a Tarapaca e
los compró a Miguel García digan lo que saben”. AGN, DIE, L2, C15, f. 348v, Los caciques e indios de Ilo,
Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. Esto sugiere que la coca presente en las minas de Tarapaca
pudiera provenir de la zona de chaupiyunga del valle Lluta. Santoro et al., 2010: 327. Si seguimos el documento
inédito que hemos venido citando, disponemos del testimonio de Francisco Guairachiri, yanacona de unos 30
años de edad, según el cual la coca provista para las minas de Iquique, en ciertas ocasiones, pudo ser provista
por los repartimientos de Carumas o directamente del Cuzco. El testigo dice que Gonzalo de Valencia “… envió
a las minas cuatro cestos del Cuzco para dar a los dichos indios”. AGN, DIE, L2, C15, f. 373v, Los caciques
e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
846
Uribe et al., 2012: 222-223.
843
327
restos corresponde a camélidos. En menores frecuencias, se registraron canidos, mamíferos,
roedores, aves, moluscos y peces.847 Respecto de los registros de camélidos, los análisis
arqueológicos muestran como esta categoría se encuentra en todas las unidades excavadas,
mientras que los restos de moluscos de origen marino se acotan a dos y los restos ictiológicos
se asocian a los restos malacológicos.848
Mencionemos que el uso de la coca se encontraba íntimamente ligado al trabajo minero y
actividades ligadas al funcionamiento de las minas desde tiempos prehispánicos. De acuerdo
a la declaración del mulato Juan Martín, quien en el año 1570 alcanzaba la edad aproximada
de 27 años “… los mayordomos tenían de costumbre dar coca a los indios que andaban
trabajando en las minas de Iquique y a los indios camanchacas que traían el pescado y agua
a las dicha minas”849 De esta manera, el la producción, transporte y consumo de hojas de
coca, como estimulante para las faenas mineras y labores de transporte de suministros para
las minas (agua, pescado y maíz, entre otros),850 se ve complementada con el hallazgos de
semillas de la planta en Tarapacá Viejo, donde pudo estar asociada tanto al trabajo en los
sitios de fundición de plata, como a ciertas festividades o eventos ceremoniales.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, la extracción/producción de sal, tejidos, cebo y
ovejas de la tierra (alpacas), todas categorías tributadas a partir de 1550, vinculan a la
población tarapaqueña con las tierras altas, especialmente con los sectores altiplánicos
adyacentes. Esta relación estaría confirmada con los datos documentales aportados por la
cédula de encomienda a Lucas Martínez, donde se anotan localidades cercanas a cotas sobre
los 3000 msnm como Chuyapa o Chiapa851 y con la mención a una parcialidad de Tarapaca
en el altiplano adyacente, que, como hemos ya mencionado, es coherente con el testimonio
de “…los [vuestros/uros] serranos…”852 mencionados en la tasa de 1550 y en el título
provisional de encomienda de cédula de Marcos de Retamoso en 1541.
847
Uribe et al., 2012: 222-223.
Uribe et al., 2012: 222-223.
849
AGN, DIE, L2, C15, f. 376r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
850
AGN, DIE, L2, C15, f. 418r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
851
AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas; Larraín,
1975: 278; Trelles, 1991: 195.
852
AGN, DIE, L2, C15, f. 265r-265v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
848
328
Las evidencias arqueológicas avalan en cierto grado el planteo de esta hipótesis, demostrando
reiteradas ocupaciones estables, poblados grandes y medianos en los valles y quebradas
tarapaqueñas, con componentes cerámicos altiplánicos y tarapaqueños predominantes, como
ocurre en la cuenca del río Collacagua-salar de Huasco y en Isluga donde prevalecen los
componentes cerámicos tarapaqueños.853
La extensión del repartimiento de Tarapaca, como se sabe, comprendía los valles bajos de
Camiña y Tarapaca que consecuentemente incluían tierras que tributaban maíz, aves, huevos
y corderos. Además, alcanzaba con los pescadores sujetos del litoral, entre el río Camarones
y el río Loa por el sur, el espacio en el que confluían los habitantes de los ayllus del interior
y donde se producían categorías como el aceite de lobo, sogas, pescado fresco, seco y salado,
y probablemente también una parte de la extracción de sal.
Un indicador clave para comprender el rendimiento y productividad alcanzada por el cultivo
de maíz en las quebradas y valles de Tarapaca y la eficiencia de las tecnologías
agrohidráulicas en ámbitos desérticos, es la carga tributaria en maíz establecida en el año
1550. Esta ascendía a 800 fanegas equivalentes al 40% del total tributado por los
repartimientos de Lucas Martínez, aunque en el año 1565 el cargo real fue de sólo 483
fanegas, un 31% del total tributado por todas las encomiendas de Lucas Martínez en la
jurisdicción de Arequipa.854
Una cuestión similar ocurrió con los recursos costeros tributados, en pescado fresco y
pescado seco.855 Trelles considera inclusive que la cédula de encomienda de Martínez
permitiría correlacionar el acceso de Tarapaca al mar, cuando se hace mención al “principal
Pano” (de Tarapaca), quien residía al mando de pescadores en Arica.856
853
Uribe et al., 2007; Berenguer y Cáceres, 2008; Uribe, 2010; Adán et al., 2007; Urbina, 2014: 104-109. Véase
Tabla 2.2, capítulo II.
854
Trelles, 1991, Cuadro XI. 208.
855
Trelles agrega que “El hecho de que los de Tarapaca sí tuviesen tasa de pescado mientras los de Carumas
no, confirma que aquellos si tenían –a diferencia de éstos- acceso a productos del litoral marino. El pescado
salado podía conservarse durante viajes largos. Servía, por cierto, también como producto de intercambio con
las alturas, donde su equivalente sería el charqui” (Trelles, 1991, Cuadro XII: 218).
856
El autor indica que “… el cabal cumplimiento del tributo de pescado de parte de los indígenas de Ilo parece
confirmar el acierto de la cédula, cuando calificó de curaca Pano como pescador” (Trelles, 1991, nota 42:
218). Paralelamente, parte del tributo en pescado, aunque no registrado en Tarapaca en el año 1565 -si en el
cargo de Ilo (400 arrobas) y Arica (152 arrobas) de ese año- se habría importado para alimentar a los negros
que trabajan en el mineral de plata de Tarapaca, “Los dichos indios dicen en sus declaraciones que parte del
dicho pescado dieron a los negros mineros para que comisen y la mayor parte de ello dejaron de dar” AGN,
329
Cabe preguntarse, si la extensa jurisdicción de Tuscasanga, no localizada sobre ningún
pueblo, sino sobre el valle de Tarapaca y los pescadores del litoral, también pudo
relacionarse con la participación de ayllus o parcialidades del litoral en el tributo específico
de pescado fresco y seco en la década de 1550 y 1560, especialmente orientado a la
subsistencia de los mineros instalados en la cordillera de la costa como a los traslados de esta
apetecida conserva al mercado potosino.
Tratándose de una región desértica, con asentamientos dispersos en distintos espacios
biogeográficos y altitudinales, el funcionamiento de la encomienda Tarapaca como hemos
esquematizado en las tablas anteriores (Tablas 6.5-6.7), supone una economía regional
medianamente instalada y una red de caminos, depósitos y capacidad de transporte y carga
de recursos. La tasa de La Gasca de 1550 deja entrever los distintos mecanismos de
complementariedad ecológica y económica que debieron articular el cumplimiento del
tributo, tanto en los rubros y productos propios de la región como de aquellos exóticos o
introducidos por agentes hispanos.
Para el cumplimiento de la tasa de 1550 en las dos décadas posteriores, la intermediación
entre los curacas como don Pedro, Ojacayo y Oxa y los mayordomos de Martínez y Villegas,
involucraba distintos niveles jerárquicos organizados a escala regional. Podemos asegurar
ahora que la diversidad de tributos impuestos en 1550 dependió, en ciertos aspectos, de una
base de relaciones de complementariedad, intercambio y alianzas sociopolíticas existentes
décadas antes de fijada la tasa. Del mismo modo, después de 1540, las economías locales
habían sufrido procesos de cambio y adecuación al nuevo contexto político de la encomienda,
por lo cual estas relaciones no pueden ser consideradas únicamente como un reflejo de la
etapa prehispánica.
De acuerdo a la información que hemos analizado, los cambios debieron orientarse a la
circunscripción territorialidad de las jurisdicciones indígenas (curacazgos) y en la forma de
ejercer la autoridad indígena sobre distintos asentamientos de igual o menor jerarquía y
tamaño.
DIE, L2, C15, f. 428v-429r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia; Trelles,
1991, nota 42: 218.
330
Una de las estrategias debió conducir a intensificar las relaciones de reciprocidad y
redistribución con los ayllus de la región para facilitar el cumplimiento de las obligaciones
anuales fijadas por la tasa. Otro aspecto importante debió ser la inserción gradual de los
curacas en el sistema mercantil y minero extractivo para suplir o reemplazar los tributos con
otras especies o bienes manufacturados (textiles, cerámica o artefactos elaborados en concha
o metales) o derivados de la producción minera o pallacos.857
Al igual que en el resto del Área Andina, es posible que algunas especies cultivadas y
animales domesticados, los bienes manufacturados y los derivados de la producción minera,
especialmente cobre o derivados (crisocolas o malaquita), formaran parte de los bienes de
intercambio en la economía de Tarapaca desde el período Tardío, sin embargo, no
disponemos de antecedentes para comparar la anualidad y magnitud del tributo fijado por la
tasa de 1550 y la producción económica regional durante la administración incaica.
6.2.3. Rendimiento y administración del tributo entre 1565 y 1570
Para entender de mejor modo la índole de los cambios y continuidades que hemos
mencionado para el lapso previo al año 1570, analizaremos a continuación las informaciones
que proveen los propios caciques y quipucamayos del repartimiento, así como mayordomos,
sobre el manejo y características del sistema tributario colonial establecido en Tarapaca y
Pica.
Inicialmente, la administración de los repartimientos dependió en gran medida de los
mayordomos quienes tenían amplias y discrecionales facultades para su manejo. En el elenco
de mayordomos de Lucas Martínez, destaca Alonso García Vegazo,858 su hermano y, con
posterioridad, una serie de miembros de la familia de los Valencia, todos provenientes de
Trujillo, Extremadura. En este grupo, los primeros fueron Martín y Pedro Alonso de
Valencia, llegados a Perú para trabajar con Martínez en sus encomiendas. En el año 1540,
857
De acuerdo con Villalobos (1979: 244) “Pallaco: metales que solían encontrarse en los desmontes y en las
minas abandonadas”. Para definir este término, el autor cita dos expedientes del Archivo Judicial de Iquique
del año 1788 referentes al mineral de San Miguel de Huantajaya y las actividades mineras de Francisco de la
Fuente y sus antepasados.
858
AGN, DIE, L2, C15, f. 347r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
331
Martín de Valencia había sido enviado por el socio de Lucas, Alonso Ruiz, a servir al
encomendero, el mismo año en que éste recibe el título de encomienda de manos de Francisco
Pizarro.859 En años posteriores,
“… Martín de Valencia se encargaba de velar por los interese del encomendero desde
la ciudad de Arica, su primo Pedro de Alonso residía en Tarapaca -como mayordomo
principal de la región-, Gonzalo de Valencia (hijo de Martín) había pasado también
a Perú y servía a Lucas como el que más, mientras un hermano suyo –Carrascalejotrabajaba en las minas de Martínez Vegazo”.860
En Tarapaca los Valencia -al menos Pedro Alonso, Gonzalo y Carrascalejo-, tuvieron a su
cargo la encomienda de Lucas Martínez. Sobre la residencia de estos mayordomos sabemos
que “Mientras el encomendero residía en las grandes ciudades [Arequipa] los mayordomos
estaban obligados a permanecer en los pueblos de indios [pueblo de Tarapaca],
compartiendo a veces las duras condiciones de vida de estos”.861 A pesar que el lugar de
asentamiento u ocupación del encomendero y sus mayordomos no han sido ubicadas en los
registros históricos, sabemos que Lucas Martínez poseía una chacra en Huarasiña y que sus
instalaciones principales se situaban precisamente en la sección inferior de este valle, a 65
km de las minas de plata y 75 km del puerto de Iquique.862
Por el testimonio de Alonso Lucay y otros caciques de Tarapaca en 1570, se reconoce que
la tasa en de 1550 consideraba la obligación de “… hacer cierta chacara a su encomendero
la cual no han sembrado conforme a la dicha tasa sino poca cantidad la cual que de ella se
cogió que fue muy poca cantidad enviaron a las minas de Tarapaca para el gasto y
proveimiento de ellas”.863 En tanto que por el testimonio del propio Gonzalo de Valencia
sabemos que dicha tasa consideraba el cultivo de una sementera “… de doce fanegas [0,69
hectáreas] de trigo que los dichos indios de Tarapaca eran obligados a sembrar cada un
año…”.864
859
Trelles, 1991: 178-179.
Trelles, 1991: 179.
861
Trelles, 1991: 179.
862
Testamento de Lucas Martínez Vegazo, 20 de noviembre de 1565. Trelles, 1988, 1991: 302.
863
AGN, DIE, L2, C15, f. 370r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
864
AGN, DIE, L2, C15, f. 418v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
860
332
En principio, parece lógico que, para controlar directamente la producción desde los poblados
locales, la estadía del mayordomo transcurriera en o muy próxima al asiento de la principal
autoridad regional. Mientras los datos referidos más arriba apoyen la tesis de la construcción
de ciertas haciendas o residencias permanentes por parte del encomendero, dada la extensión
del repartimiento, no deberíamos descartar la idea de una cohabitación periódica o reiterada
en los poblados, con los ayllus y poblaciones asentadas en este valle .865
De hecho, en 1570 sabemos por el testimonio de Francisco Guaitachiri que “… habían veinte
yanaconas del dicho Lucas Martínez en este dicho pueblo de Tarapaca y diez negros a todos
los cuales les daba de vestir como dicho tiene lo cual hacían los dichos mayordomos por
orden del dicho Lucas Martínez… “.866 En efecto, la presencia de material cerámico de
tradición europea (2,4% de cerámica manufacturada con torno), la presencia de trigo, pisos
de ocupación del período Histórico Temprano y de dataciones radiocarbónicas del siglo XVI
y XVII,867 apoyan la hipótesis según la cual uno de los principales lugares de operación y
asentamiento de los encomenderos, mayordomos y curas doctrineros de Tarapaca fue el
pueblo de Tarapaca (Tarapacá Viejo).
Ahora bien, parece del todo lógico la existencia de un asentamiento permanente para la
residencia del encomendero y su mayordomo, ya sea en el valle de Tarapaca o en el desagüe
de la quebrada de Tarapacá (valle de Cato), entre San Lorenzo y Huarasiña.
Por otra lado, uno de los principales objetivos del tributo y de la organización de los
tributarios de Tarapaca y Pica fue permitir y potenciar la explotación sostenida del mineral
de plata y la metalurgia para producir barras de este metal o moneda corriente.868
865
Una alternativa es que la sede del Tenientazgo de Tarapaca estuviera en el sector de Guarasiña o Huarasiña,
como al parecer lo estuvo entre 1701 y 1761. Por supuestas razones de segregación étnica -como establecía la
ley indiana-, de este modo se habría mantenido cierta distancia del pueblo de San Lorenzo de Tarapaca
(Tarapacá Viejo). Según Advis, éste puesto (Huarasiña) surge en el período de funcionamiento de la
encomienda con anterioridad al año 1565, sugiriendo una diferenciación espacial que mantenía distanciados a
la autoridad hispana e indígena de la reducción de población autóctona. Cfr. Advis, 1990a.
866
AGN, DIE, L2, C15, f. 373r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
Según el testimonio de Pedro Uzco, natural del pueblo de Tarapaca, de unos 25 años aproximadamente, la
misma situación respecto de la entrega de ropa para los yanaconas y negros parecía ocurrir en las minas en la
costa. AGN, DIE, L2, C15, f. 373v.
867
Uribe et al., 2007; Uribe y Urbina, 2010; Uribe et al., 2012; Zori y Urbina, 2014.
868
Para la distinción entre pesos corrientes y pesos ensayados véase Trelles, 1991, 226-227, nota 11: 231.
333
Claves en este aspecto de la economía del repartimiento es la ubicación, en la misma latitud,
de las minas de plata junto al puerto de Iquique y a corta distancia de pampa Iluga, los
bosques de algarrobos y tamarugos (combustible) y los asentamientos habitacionales de la
quebrada de Tarapacá. La producción de plata de la mina de Tarapaca era en 1565
significativa, sino el motor y principal interés de Lucas Martínez en el extremo desértico y
meridional de todos sus repartimientos.869
La evidencia arqueológica indica que durante el siglo XV-XVI y primera mitad del siglo
XVII, en al menos cuatro sitios adyacentes al pueblo de Tarapaca (Tarapacá Viejo) se
mantuvieron funcionando sitios de fundición (huayra)870 y refinamiento de plata por
copelación con plomo para extraer la plata.871 Lo mismo ocurría al interior del asentamiento
administrativo incaico, donde se encuentran fragmentos de crisoles, escorias sueltas y
fragmentos amorfos de plomo en estado puro. En el siglo XV y comienzos del XVI, las fases
de purificación y elaboración de objetos no se encuentran en Tarapacá Viejo, por lo cual el
metal habría sido retirado de la región para su fase final de producción en otras capitales del
869
Trelles (1991: 225-265) comenta que las fuentes no aclaran si la plata extraída del mineral de Tarapaca fue
amonedada, fundida o si permaneció en barras para luego ser enviada a Lima, ciudad donde se avecindaba
Lucas Martínez en 1565.
870
Esto queda confirmado parcialmente en 1570 con el testimonio de Alonso Chinchón yanacona, natural del
pueblo de Atuncana, de 45 años aproximadamente, cuando señala “… daban los indios que trabajaban en las
minas demás de pagarles su trabajo coca para sus acólitos sin contarles por ello cosa alguna y lo mismo daban
a los indios y yanaconas todas las veces que había fundición de metal…”. AGN, DIE, L2, C15, f. 372r, Los
caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. El destacado es nuestro. Decimos
parcialmente puesto que la frase pudiera leerse en el sentido de una fundición de metal en el propio asentamiento
minero.
871
El método de refinamiento y purificación de la planta denominado como “copelación” ha sido descrito por
Zori y Tropper (2010: 66-68) como “La purificación del lingote de plomo y plata tiene (que) lugar en varias
etapas diferentes, incluido un proceso intermedio conocido como escorificación, que generalmente culmina en
la copelación […] En la copelación, el lingote enriquecido con plata se calienta a una temperatura de 900 °C
o superior en un ambiente oxidante, lo que causa la formación de litargirio. La copelación a veces ocurre en
un hogar forrado con ceniza de hueso u otro material calcáreo que absorbe el litargirio a medida que se forma,
dejando finalmente un botón no oxidado de plata pura (Tylecote 1964) […] La copelación también se puede
llevar a cabo en un recipiente de cerámica abierta o cupel. Si no está forrado con ceniza ósea u otro material
absorbente, la sílice en la arcilla del recipiente de cerámica se vitrifica al calentarse, bloqueando la absorción
de los óxidos metálicos líquidos (Sòderberg 2004). Debido a que el litargirio es inmiscible con el metal
plateado, flota en la parte superior y puede eliminarse gradualmente, eliminando gradualmente el plomo y
otras impurezas y, finalmente, dejando plata pura (Tylecote 1964; Lechtman 1976). La traducción y destacado
en nuestro. Este procedimiento ha sido identificado en los lugares de función adyacentes a Tarapacá Viejo. Zori
2011, 2012.
334
Imperio,872 lo cual pudo mantenerse durante las primeras décadas del período Colonial para
luego derivarse al puertos de Iquique y de allí a Arica o Lima.
En la documentación analizada percibimos indicios sobre el personal y las tecnologías
metalúrgicas tarapaqueñas entre 1540 y 1565. En las minas de plata de Tarapacá prevalecían
los esclavos africanos, entre ellos Ántón, el de mayor confianza de Lucas Martínez. También
es mencionado don Pedro Guatapari quién hacía carbón en Ramainga, otro llamado Jordán,
residente en el pueblo de Tarapaca, maestro de fundiciones; además de una cocinera de
nombre Juana, su marido Juan Ballol y otros negros que residían en las minas.873
Adicionalmente, por instrucción de Diego Gutiérrez –contratados por Lucas Martínez para
afinar y fundir plata ya extraída-, vivían en el poblado dos negros oficiales de fundir y afinar
plata, además expertos en la confección de hornos entre los años 1541 y 1542.
Disponemos de datos indirectos referidos al pago de 153 pesos corrientes de plata a 91
indígenas comprometidos en diversos trabajos en las minas de plata, los cuales ascienden al
12% de los salarios. Aunque la cifra es muy baja si se le compara con el pago (en pesos
corrientes y ensayados) a la iglesia, por doctrina, y al encomendero, por concepto de
utilidades, sobrepasa el 88% del total.874 Con todo, parece lógica la hipótesis según la cual
existió una relación directamente proporcional entre la existencia y cercanía a asientos
mineros en una región y la mayor presión doctrinera y evangelizadora desplegada por los
españoles sobre los indígenas.875
También debió ser relevante la experiencia de los mineros y metalurgistas indígenas en la
productividad de la explotación argentífera, tanto de los tarapaqueños como venidos de otros
valles (Codpa) o del altiplano (uros o aymaras de Carangas, Quillacas y Lipes). Igualmente
importante era la infraestructura de caminos, estancias e instalaciones con capacidad de
872
Zori y Tropper, 2010: 82-85; Zori, 2012: 248-250.
Trelles, 1991: 303-304.
874
Trelles, 1991: 232-233. Sobre el pago de las doctrinas en los repartimientos de Lucas Martínez en 1565 primero lugar en los pagos a españoles-, Trelles señala que “… la más onerosa era la de Tarapaca […] Esta
preeminencia […] ya no es, a estas alturas, sorpresa para nadie. A lo largo del análisis demográfico y del
estudio de los volúmenes del tributo Tarapaca ha venido ocupando el primer lugar. En el aspecto específico de
la doctrina es importante recordar que Tarapaca fue un asiento minero de importancia durante aquellos años”.
Trelles, 1991: 238.
875
Trelles, 1991: 238. Al parecer el mayor monto del pago en pesos de plata de la doctrina de Tarapaca, respecto
de otros repartimientos de Martínez, se debió a varios factores, pero sobre todo a la existencia del mineral de
plata y al mayor número de tributarios (n: 900).
873
335
explotación del mineral y la destreza en el transporte a distancia, a pie o a lomo de llamas,
basada en una logística de abastecimiento de agua y alimentos desde la costa de Iquique o
desde la pampa del Tamarugal.876
Precisamente para evaluar los elementos de cambio y continuidad en la economía y
organización del repartimiento, utilizaremos nuevamente la transcripción del pleito
interpuesto por los caciques de Ilo, Arica, Carumas y Tarapaca, contra Gonzalo de Valencia.
En el expediente Gonzalo de Valencia, el mayordomo más experimentado de los
repartimientos de Lucas Martínez, presenta los interrogatorios, descargos y probanzas que
contienen testimonios de españoles, caciques y encargados de quipus activos en 1571, los
cuales proveen información inédita sobre el manejo de la encomienda y los registros de
pagos del tributo.877
Esta sección del legajo expone las cuentas de cumplimiento del tributo impuesto en la tasa
de La Gasca para Tarapaca hacia el año 1565, las cuales Valencia utiliza para defenderse de
la acusación del curador de indios que señalaba que este se había apropiado de forma indebida
de una parte de los tributos y que debía restituir el valor de los bienes apropiados a los
caciques.878 A nivel general, la probanza del mayordomo establece que de las 15 categorías
tributables definidas en el año 1550, en 1565 el cobro se circunscribía sólo a 5 categorías,
con excepción del ganado andino doméstico, el resto de alta cotización en el mercado
monetario del virreinato (Tabla 6.8).
876
Con algunos cambios evidentes, la explotación de las minas de plata de Tarapaca, antes de la mita y las
reducciones indígenas toledanas, se basó en el manejo de la fuerza de trabajo indígena por parte de los
encomenderos y mayordomos, no obstante, la infraestructura, tecnología y logística tarapaqueña, de igual modo
que el funcionamiento la estructura política indígena, se mantuvo vigente en variados aspectos. La escaza
infraestructura hispana documentada durante el siglo XVI y el uso permanente de aquella de origen local, o
instalada en tiempos del Tawantinsuyo, plantean que el patrón de asentamiento indígena vigente durante la
primera mitad del siglo XVI, permaneció activo hacia fines de la centuria. En este caso particular, los
encomenderos incentivaron la producción de bienes básicos y otros de alto valor monetario, la extracción de
recursos minerales y el cobro de tributo, en la medida que tácticamente aprovecharon las estructuras políticas
remanentes o resultantes del desplome del Estado Inca. Desde nuestro punto de vista, la información analizada
en Tarapaca señala que la encomienda temprana o inicial buscó el aprovechamiento de instalaciones
administrativas y de enlace (tambos) levantadas por los Incas, la fuerza de trabajo y producción de las
poblaciones locales, los puertos de mar, las tierras agrícolas, vías de comunicación intra e interregionales,
interviniendo el sistema económico y social indígena. Urbina, 2014: 224-225.
877
AGN, DIE, L2, C15, f. 344v-445v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
878
AGN, DIE, L2, C15, f. 250r-271v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia; Trelles, 1991: 196-223.
336
Tabla 6.8. Tasa de La Gasca. Cumplimiento de la tasa en el año 1565 según el testimonio
de los quipucamayos de Tarapaca en 1571.
ID
1.1
1.2
2
3
4
5
6
7.1
7.2
8
9
10
11
12
13
14
15
Categorías tributables
Ropa (lana)
Ropa (algodón)
Maíz
Trigo
Aves domésticas
Huevos
Puercos
Carneros (llamas)
Ovejas (alpacas)
Cueros
Cántaros
Pescado fresco
Sebo
Sal
Aceite de lobo
Servicio
Guarda de ganado
Unidad
pieza
pieza
fanega
fanega
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
unidades
arrelde
arrobas
fanega
cántaros
indios
indios
Tasa de 1550
Cantidad
75
75
800
12
240
1300
20
80
80
15
100
340
40
40
15
20
10
Cargo en 1565
Cantidad
155
482,5
1
240
173
-
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 368v- 370r; 416r-268v. Trelles, 1991: 196-223
Al concentrarnos en las averiguaciones entre mestizos, mitayos, autoridades y tributarios
indígenas, podremos examinar con cierto detalle la situación del repartimiento hacia 1571 y
los cambios en su estructura política. Dentro de los caciques de Tarapaca que testificar ante
el escribano, Diego de Formizedo encontramos:
“… don Alonso Lucay, cacique principal del repartimiento de Tarapaca e a don Joan
Cachira [Cahachura] cacique del pueblo de Chiapa e a don Miguel Caqueo cacique
del pueblo de Camiña e a don Gomez [Halahaui] cacique del pueblo de Camiña e a
don Martín Payaquena cacique del pueblo de Sibaya e a don Juan [Cayoa] cacique
del pueblo de Sotoca e a don Andrés Caquisana cacique del pueblo de Camiña de los
cuales por lengua del dicho Pedro Sande les tomé e recibí juramento […] y en mi
presencia dijeron que ellos habían visto y examinado e recorrido sus quipus de los
337
que han dado a Gonzalo Valencia de la tasa que eran obligados a dar a Lucas
Martínez Vegaso su encomendero…”.879
A comienzos de la década de 1570, este conjunto de autoridades indígenas constituye la
segunda generación de caciques y curacas respecto de aquellos mencionados en los títulos de
encomienda de Lucas Martínez de 1535 y 1540, incluso posteriores a los caciques principales
mencionados en la tasa de La Gasca de 1550, entre otros que hemos estudiado.880 Sabemos
que el elenco de autoridades durante la segunda mitad del siglo XVI es sumamente amplio si
se considera todo el repartimiento, tanto a nivel de cada localidad, valle y en cada
jurisdicción. A su vez, estas jurisdicciones comprenden distintos pueblos en valles y
quebradas independientes; en la costa, el altiplano adyacente y localidades vecinas o distantes
de la región.
Es llamativo que junto con la mención a Alonso Lucay, los siete caciques restantes
correspondan a tres autoridades de Camiña (Caqueo, Halahaui y Quiquisana), mientras
treinta años antes, en 1540, se mencionan otras dos (Ayavire y Taucari). Es significativa la
presencia de las autoridades de pueblos no mencionados en los primeros títulos de
encomienda, como el de Sotoca (3150 msnm), así como la referencia en 1550 a Omaguata
(Humagata) y su señor el cacique principal don Joan, como cabecera del repartimiento de
Arica881 y no de Tarapaca.882
En el testimonio de estos caciques vemos la forma en que se desglosa el cumplimiento parcial
del tributo de maíz. Las caciques aseguran haber cumplido en 1565 con sólo 482 1/2 fanegas
de las 800 que por obligación debían dar y descomponen en seis pueblos y ocho ayllus dicho
cargo de la manera siguiente (Tabla 6.9).
Existen varios elementos relevantes que emergen de nuestro análisis. Primero, que cada
categoría tributada de acuerdo a lo establecido por la tasa de La Gasca de 1550 tenía un
879
AGN, DIE, L2, C15, f. 368r-368v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia.
880
Anexo 4.1, capítulo IV.
881
AGN, DIE, L2, C15, f. 260v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
882
Con todo, el documento que analizamos representa la situación de la mitad norte del repartimiento y
espacialmente las quebradas altas, donde probablemente Valencia contaba con mejores relaciones y testigos
que podían dar fe de su correcto comportamiento como mayordomo.
338
desglose calculado por cada cacique principal de pueblo o ayllu. Tenemos la impresión que
el número de ocho ayllus incluso podría sugerir que la obligación del tributo global de 800
fanegas se distribuía de modo equivalente en unidades de 100 fanegas anuales por ayllu.
En efecto, las frecuencias relativas exhibidas en la Tabla 6.9 señalan que los cinco primeros
caciques del repartimiento poseen cargas tributarias similares, mientras que los tres ayllus de
Camiña sostienen en conjunto una carga tributaria es 50% mayor al resto.
Tabla 6.9. Tasa de La Gasca. Cargo de maíz del repartimiento de Tarapaca en 1565,
según testimonio sus caciques en 1571.
Pagadas
Dejaron de dar (pendiente)
Total (Tasa)
Ayllus (n°)
Pochas
Fanegas
Pochas
Fanegas
Pochas Fanegas
Tarapaca (1)
138
69
113
56,5
251
125,5
Chiapa (1)
220
110
31
15,5
251
125,5
Sibaya (1)
122
61
91
45,5
213
106,5
Guaviña (1)
125
62,5
135
67,5
260
130
Sotoca (1)
170
85
70
35
240
120
Camiña (3)
136
68
195
97,5
331
165,5
Total
911*
455,5**
635
317,5
1546*** 773****
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 369r-369v.
* Difiere de la cifra estimada en el documento (965).
** Difiere de la cifra señalada en el documento (482,5).
*** Difiere de la cifra estimada en el documento (1600).
**** Difiere de la cifra señalada en el documento y establecida en la Tasa de 1550 (800 fanegas).
ID
1
2
3
4
5
6
%
16,2
16,2
13,8
16,8
15,5
21,4
100
Esta situación debió relacionarse con la alta representación de los caciques de este pueblo, o
bien con la mayor disponibilidad de tierras cultivables y población tributaria en distintos
ayllus del mismo valle. La aparición de Guaviña en el listado, sin que el documento mencione
al cacique de este pueblo (sería el octavo cacique), nos hace pensar que el quipu de este
pueblo lo debió exhibir el cacique principal del repartimiento de Tarapaca, Alonso Lucay.
En segundo lugar, el uso de la unidad de medida poccha o poch, equivalente a media fanega
en lengua quechua, nos impone reflexionar sobre los sistemas de producción e intercambio
de productos agrícolas, así como la adopción terminológica del quechua por parte de la
administración hispana. Vimos en capítulo IV como el uso de la unidad de superficie topo,
339
también quechua, es registrada en la región a principios del siglo XVII y se prolonga hasta
el siglo XX.883
En síntesis, los datos referidos al cargo de maíz en 1565 permiten ampliar la comprensión de
cómo se distribuía la carga tributaria de este elemental cultivo andino en los pueblos
tarapaqueños principales y quienes eran sus encargados en 1570. También, que los ayllus
seguían utilizando unidades vernáculas de superficie y volumen para los trabajos agrícolas
y, de la misma manera, el registro en quipus para la contabilidad anual a nivel de localidad
permitía a los caciques utilizar sus quipus y compararlos de modo sincrónico sobre una
misma materia y cantidades específicas, registrando lo pagado y lo adeudado por cada uno.884
6.2.4. La tasa de Pica según la información de caciques y quipucamayos
Veamos ahora la declaración de los caciques de Pica, donde a la edad de 60 años Joan
Amastaca y otros principales de este pueblo y repartimiento, informan de la tasa que debían
pagar anualmente. Las cifras expuestas por los quipucamayos de Pica parecen referir a las
obligaciones impuestas en la tasa de La Gasca de 1550 o a una más tardía, quizás posterior a
la fecha en que Lucas Martínez tomo control de este repartimiento en 1559. Cualquiera sea
el caso, al no disponer de mayores evidencias explicitadas en el pleito contra Gonzalo de
Valencia, las cifras inéditas de la tasa de Pica son un elemento totalmente novedoso en la
caracterización económica del repartimiento y la región (Tabla 6.10).885
883
Paz Soldán, 1878: 27; Dougnac, 1984: 254; Gundermann, 2001: 102; Sanhueza, 2008: 63. De acuerdo con
Durston, Ms.1998-1999: 3, Poccha del quechua: media fanega de maíz. Correspondía a la unidad equivalente a
la ración alimenticia mensual de un yanacona. González Holguín, 1952 [1608]: 291; Rostworowski, 1962: 106.
Véase su uso en las transcripciones de los quipus de Canta referidos a los interrogatorios efectuados por los
visitadores en 1549 a este repartimiento. Murra 2002 [1983]: 273. Véase el uso de la categoría poccha en los
listados de precios en Potosí (1548-1553) según los chinukamana (quipucamayos) de Sacaca y Chayanta. Platt
et al., 2006: 360.
884
Subsiste la duda si el cacique gobernador utilizaba un quipu general para todo el repartimiento. En el
testimonio se señala “… y el ayllo de don Andrés de Camiña dejó de dar noventa y cinco pochas y el ayllo de
don Miguel de Camiña dejó de dar cien pochas…”. AGN, DIE, L2, C15, f. 269v, Los caciques e indios de Ilo,
Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
885
Uno de los aspectos notables del mismo, es la longevidad de Amastaca presente en la declaración 60 años
es la edad aproximada de Amastaca en 1570. Ello implica que su nacimiento ocurrió en una fecha cercana a
1510. Alcanzaba la edad de 15 años al momento de la muerte de Huaina Capac, 40 cuando Lucas Martínez
tomó posesión del repartimiento de Tarapaca y 42 al momento en que Andrés Jiménez tomó posesión del
repartimiento de Pica. Al igual que en el caso de don Pedro alias Tuscasanga, esta declaración en 1570 es el
340
Tabla 6.10. Tasa de La Gasca. Cumplimiento de la tasa en el año 1565 según el
testimonio de los quipucamayos de Pica en 1571.
Tasa en 1550
Cargo en 1565
ID Categorías tributables
Unidad
Cantidad
Cantidad
1 Maíz
fanegas
150
100
2 Carneros
unidades
20
(120 ps.)
3 Ropa
piezas
20
20
4 Pescado seco
arrobas
150
60
5 Ají
cestos
10
10
6 Costales
unidades
20
20
7 Aves domésticas
unidades
100
100
8 Sogas de lobo
unidades
?
?
9 Cantaros y tinajas
unidades
?
?
Fuente: AGN, DIE, L2, C15, f. 370r-371v.
Entre ellos destaca, aunque desconocemos la cifra anual de la tasa, el tributo en cántaros y
tinajas, de modo análogo a lo que ocurría en Tarapaca. En el caso del repartimiento de Pica
estaríamos en presencia de otro ayllu o poblado de especialistas alfareros u olleros, cuestión
inédita en la historia económica regional para estas fechas. La lectura literal de esta referencia
hace pensar que la manufactura “fija” de grandes cántaros o tinajas para la elaboración de
vino en el propio oasis o de contenedores para su transporte debió requerir de una temprana
introducción de la tecnología necesaria para producción (uso de torno) en el oasis.
Aunque la documentación establece que Lucas Martínez estimuló la producción de vino en
Azapa (Ocurica), no teníamos información sobre una temprana producción de vino en el oasis
de Pica. Considerando que los estudios históricos estimaban que esta producción se habría
iniciado sólo a fines del siglo XVI,886 quizás esta nueva información indique que la plantación
de viñas y la producción de vino es más temprana de lo que se suponía en el oasis.887
primer documento independiente donde tenemos noticias de Amastaca. AGI, Justicia 405B, f. 13r, Lucas
Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
886
En la documentación del siglo XVII, se señala que algunas familias de hacendados se establecen a partir del
año 1589 o 1590, iniciando la colonización de Pica, Matilla y Quisma. Bermúdez, 1987: 17; Hidalgo, 2004:
382-382; Advis, 1990a: 85, nota 41: 87; Advis, 1995: 91.
887
Esto confirmaría la intuición de Bermúdez según la cual antes de 1591 Pica y Matilla ya eran objeto de
cultivos de vid. Bermúdez, 1987: 18. Más al norte, Van Buren (1996: 344-345) plantea que, en el valle de Sama,
al sur de Moquegua, las poblaciones indígenas estaban a cargo de sus propias viñas, dejadas por el encomendero
Juan de San Juan, quién de acuerdo a los testimonios recopilados por Diez de San Miguel, produjo 60 botijas
341
En el caso del maíz, los quipucamayos de Amastaca declararon que dieron “… al dicho
Gonzalo de Valencia y a personas en su nombre cien pochas de maíz que pusieron en las
minas de iqueique y cien pochas que dieron puestas en la mar [puerto Loa o Iquique] para
llevar al puerto de Arica y veinte carneros que son obligados a dar los pagaron a seis pesos
cada uno…”.888 Lo anterior es indicativo que el pago del tributo involucraba el acarreo o
transporte, con seguridad a lomo de llamas, del tributo hasta los puntos de entrega dispuestos
por el encomendero.
La referencia también confirma que Lucas Martínez intentó potenciar la explotación de plata
en sus minas de la costa, obligando a los caciques de Pica a entregar algunos de sus tributos
en asentamientos o localidades del repartimiento vecino de Tarapaca. Por último, la
conversión a pesos ensayados de categorías no tributadas sugiere que los caciques mantenían
cierto acceso a la explotación minera o a los circuitos mercantiles en la década de 1560, de
tal modo que, de no poder cumplir con el tributo en especies podían pagar con otros bienes
que contaban con una conversión a valores monetarios dentro del mercado colonial.
Por último, las denominaciones toponímicas “minas de Tarapaca” y “minas de Iqueique”,
que reciben los minerales de este período, pudieran confirmar la hipótesis sobre dos sectores
diferenciados, como también se deriva del testimonio de Pedro Pizarro sobre la distancia que
tenía su explotación de la de Lucas Martínez en la década de 1540, o las menciones en su
crónica a la existencia de una veta del sol y una veta del Inca reconocidas por los propios
caciques de Tarapaca.889
A pesar de ser una referencia gráfica más tardía, creemos que esta diferenciación y distancia
entre los sectores de la mina es claramente distinguible observando el plano dibujado por
Antonio O´Brien referido a las minas de Guantajaya y puerto de Iquique (ca. 1761-1776),
donde existen más de dos leguas entre la veta señalada como explotada en tiempos de la
gentilidad (letra f) y la veta real (letra h) y donde se señala la existencia del cerro de
Tarapaca, aproximadamente 4 leguas al sur del puerto de Iquique (Figura 6.1).890
en 1567. La autora refiere a otras viñas en manos de las comunidades de Torata mencionadas por Pease (1984)
ubicadas en “pampa de Moquegua”, mientras que las evidencias arqueológicas de semillas o pepas y desechos
derivados del almacenaje de vino indican que en el sitio Torata Alta el consumo ocurría en la misma localidad.
888
AGN, DIE, L2, C15, f. 370v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
889
Pizarro, P., [1571] 1986: 189-192.
890
BNC, Ms. 400/21.
342
Figura 6.1. Antonio O´Brien. Plano de las Minas de Guantajaya y puerto de Yquiqui…, ca. 1761-1776.
Fuente: BNC, Ms. 400/21.
343
Una testimonio especializado como el de Manuel de la Serna, a mediados del siglo XVIII,
señala que la extensión del mineral cubría una superficie indudablemente mayor, unas setenta
leguas (390 km) con vetas poderosas explotadas desde tiempos de la gentilidad por
pobladores prehispánicos y desde el tiempo de los primeros conquistadores a juzgar por los
vestigios que pudo apreciar.891
Desde una perspectiva más amplia, entendemos que la explotación de este mineral de plata,
motor de la economía de la encomienda, dependía del funcionamiento del conjunto de los
repartimientos de Pica y Tarapaca en el siglo XVI y con mayor fuerza luego de
implementadas las reformas toledanas.
Ello queda graficado paralelamente en la importancia dada a la actividad de la iglesia,
específicamente la instalación de parroquias en las localidades de Pica, al sur; en Tarapaca,
al norte y, al oeste, en las propias minas de Tarapaca (Guantajaya), como en el puerto de
Iquique y, junto a ellos, en los pueblos precordilleranos de Sibaya y Camiña. Una prueba
gráfica de ello es el mapa del obispado de Arequipa de 1740 donde las parroquias aparecen
en la esquina inferior derecha del plano conformando una unidad espacial en cuyo centro se
encuentran el cerro del mineral de Guantajaya (Figura 6.2 y 6.3).
Ambos aspectos de la economía y organización social regional, la visita y tasa de Toledo en
1575, como la articulación de los poblados en base del sistema de parroquias y curatos serán
la materia de análisis del capítulo VII y VIII de esta investigación. Con ello podremos
consolidar el análisis diacrónico en el cual hemos avanzado en este estudio y proponer el
cuadro general en el que la población indígena regional se desenvolvió a fines del siglo XVI
y la primera mitad del siglo XVII.
891
Hidalgo, 2009: 7.
344
Figura 6.2. Mapa del obispado de Arequipa y las provincias que comprende, ca. 1740.
Fuente: JCB, Map Collection, N° 04-56-000.
345
Figura 6.3. Detalle mapa del obispado y provincias de Arequipa, desde Moquegua-Pica,
ca. 1740.
Fuente: JCB, Map Collection, N° 04-56-000.
346
PARTE II
CAPÍTULO VII: TARAPACA Y LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO COLONIAL
7.1. La visita general de Toledo a Tarapaca y sus efectos posteriores
En la historiografía andina el período entre 1532 y 1570 es conceptualizado como la fase de
conquista del territorio andino por las fuerzas españolas.892 Dentro de este lapso se plantean
dos etapas: el gobierno de Francisco Pizarro a Pedro de La Gasca (ca. 1532-1549) y el inicio
del gobierno del virrey Francisco de Toledo (ca. 1549-1569).893 En los dos capítulos
anteriores hemos estudiado los aspectos fundamentales de la historia regional antes del año
1570, por lo que el presente está dedicado a describir y comprender los cambios y
continuidades en el patrón de asentamiento indígena regional, su economía y sistema político
a partir de esta crucial década en que se organizan los elementos estructurales del estado
colonial en los Andes.
Si bien las tesis generales sobre el impacto de la política toledana en los Andes han remarcado
el carácter organizador y transformador de su gobierno -orientado al desarrollo e instalación
definitiva del virreinato-,894 ciertamente el enfoque regional de nuestra investigación entrega
una perspectiva única para evaluar y contextualizar a nivel local el impacto duradero de los
principales cambios que se le atribuyen: la visita y censo de los tributarios, el establecimiento
de una nueva tasa y la reducción de la población a nuevos asentamientos apegados al trazado
en damero.895
En ámbitos como el estado de las encomiendas, la diversidad étnica, la demografía y las
economías locales y regionales, las informaciones y datos comparables que ofrece la visita y
tasa toledana896 son igualmente importantes que los efectos que tuvieron los cambios en la
instrucción religiosa, la creación de nuevas jurisdicciones -obispados, doctrinas y curatos-,
892
Málaga, 1973: 60.
Noejovich, 2009: 35-36.
894
Noejovich, 2009: 67.
895
Málaga, 1973: 65, 1974a, 1974b; Dusrton, 1994; Platt et al., 2006: 365.
896
Cook, 1975.
893
347
así como su manifestación arquitectónica elemental: la instalación de cientos de parroquias
en los poblados precolombinos y en las nuevas reducciones o pueblos de indios.897
Esta doble dimensión en que se expresan la transformaciones impulsadas a partir de la década
de 1570 ha sido planteada por algunos investigadores,898 aunque en general se trata de
aspectos escasamente atendidos y profundizados en los estudios andinos clásicos, orientados
a describir distintas líneas de cambios: 1) demográficos, influenciados por el nuevo escenario
sanitario y de explotación laboral;899 2) sociales, derivados de la coerción ejercida por las
políticas de reasentamiento y la creación de cargos municipales (alcaldes) paralelo a las
autoridades tradicionales (caciques y principales) y del repartimiento (caciques
gobernadores).900 y, finalmente, 3) económicos impuestos por las exacciones tributarias, la
mita minera y la mercantilización de la economía.901
Respecto de las transformaciones económicas a lo largo del período analizado, las evidencias
arqueológicas señalan que a nivel regional la explotación minera, la actividad metalúrgica y
el tráfico extraregional se había intensificado por vía terrestre a lo largo del período Tardío,902
escenario que se prolongaría, al menos en el ámbito de la extracción de plata, hasta fines del
siglo XVI. Por otra parte, la atención que ha suscitado la explotación minera por parte de los
agentes hispanos ha tendido a simplificar en la documentación los datos sobre las actividades
extractivas que las poblaciones indígenas mantuvieron por su propia cuenta antes de la
promulgación de la tasa de Toledo.
Sin embargo, en al capítulo anterior hemos dado cuenta de algunos elementos novedosos
referidos a la contribución de las poblaciones camanchacas y agricultores del interior quienes
participaron activamente, antes de 1570, en el mantenimiento de las actividades mineras.
Si bien las poblaciones de los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa no estuvieron
sometidas a la mita minera impuesta por Toledo en Potosí en 1574, distintas evidencias en la
documentación sugieren que la minería indígena en la región seguía activa, en concordancia
con la explotación de ciertos minerales prehispánicos de cobre, plata y oro reconocidos en la
897
Julien, 1998.
Julien, 1991: 123-129; Advis, 1992-1993. Sobre esta materia trataremos en la segunda parte de este capítulo.
899
Lockhart, 2013.
900
De Solano, 1990: 333-354; Durston, 1994.
901
Noejovich, 2009.
902
Zori, 2011.
898
348
zona cordillerana (Collahuasi, Ujina, Miño) y en el valle de Tarapacá (Mocha y Carora).903
Aunque nuestro conocimiento de este proceso es muy limitado, los antecedentes señalados
explicarían en parte la capacidad de pago en metálico adquirida por de los caciques de Pica
antes de 1570, facilitada por la convertibilidad y transacción en los mercados coloniales de
especies y bienes manufacturados incluidos en la tasa de sus repartimientos. 904
7.1.1. Tributarios y habitantes del corregimiento de Arica
Acompañado por más de 60 funcionarios civiles y eclesiásticos, la visita general efectuada
por el virrey Francisco Toledo entre 1570 y 1575 comenzó por las provincias y repartimientos
del Cuzco, La Paz, La Plata, Potosí, Arequipa y, finalmente Lima.905 Iniciada el 23 de octubre
de 1570 con el periplo al Cuzco, alcanzó su punto culminante en 1574 cuando fue instaurada
la mita potosina.906 Más allá de la visión unitaria de la visita, los registros históricos indican
que Toledo no visitó personalmente todas las provincias, ni fue su visita la única efectuada
en esta década,907 cuestión que tiene pleno sentido si además se considera la extensión del
virreinato y el tiempo destinado a la ejecución de la visita.
En todas las provincias, las instrucciones repartidas a los visitadores ordenaban la aplicación
de cuestionarios a los curacas sobre: 1) lo que las poblaciones y sus caciques tributaban al
Inca, 2) si conservaban tierras de aquel tiempo y 3) sobre los mitimaes presentes en el
repartimiento.908 Uno de los objetivos de estos cuestionarios era establecer la jurisdicción del
o los caciques bajo cuya autoridad se encontraban los tributarios encomendados y cuyo
903
Berenguer y Cáceres, 2008; Urbina, 2009; Berenguer et al., 2011, 2013.
De acuerdo con Trelles (1991: 193) a pesar de la explotación minera en distintos puntos de la cordillera de
la costa, La Gasca no estableció tributo en plata en los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa. No obstante,
de acuerdo a las fuentes judiciales estudiadas en el capítulo anterior, el propio La Gasca había establecido
tributo en metálico ya en 1550 en distintos repartimientos del altiplano y sabemos que en Tarapaca y Pica, la
convertibilidad era un hecho ya en 1565, como se deriva del cargo efectuado en dinero metálico por los caciques
de Pica como reemplazo del tributo en camélidos de carga (llamas). AGN, DIE, L2, C15, f. 370v, Los caciques
e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. Hidalgo (2009: 167) señala que la arroba de
pescado seco en este período se cotizaba a un peso de plata ensayado.
905
Málaga, 1973: 68, 1974a, 1974b.
906
Noejovich, 2009: 70-71.
907
Noejovich, 2009: 73.
908
Málaga, 1973: 63-65.
904
349
nombre o topónimo usualmente era el utilizado para nominar el repartimiento.909 En el caso
de la visita general efectuada en 1570-1575:
“… Toledo impartió Instrucciones precisas a los visitadores. Estos informarían en
cada repartimiento del tributo que los indios pagaban al Inca, la cantidad y los
objetos, cómo se les cobraba y cómo se repartía, etc.; esta información la recogería,
preferentemente, de los quipus y de los quipucamayocs sobrevivientes; por otra parte,
averiguarían si los indios pagaban tributo al sol y a las huacas, en qué objetos y en
qué cantidad…”.910
Utilizando un gran volumen de información relevada por la serie de visitas que le
antecedieron911 y aquella emanada de la propia visita general a cada repartimiento, Toledo
formalizó la división del territorio en 71 unidades administrativas o corregimientos. Algunos
de ellos ya existían nominalmente desde hace una década.912 Este es el caso del corregimiento
de Arica, compuesto por 6 repartimientos (Tabla 7.1), el cual sería en 1578 delimitado por el
Corregidor Moro y Aguirre y el propio Toledo, quienes trazaron los deslindes uniendo
localidades, mojones e hitos topográficos significativos como poblados, huacas, sitios
ceremoniales y lugares de encuentro de autoridades ya existentes.913
Toledo efectuó, al igual que sus predecesores, nuevos repartimientos en todo el Perú,
incluyendo 9 en la jurisdicción de Arequipa.914 Al momento de la visita la jurisdicción de
Arequipa había sido objeto de 67 repartimientos, entre los que sólo 2 contaban con más de
1000 tributarios; 48 con menos de 1000 y más de 100 tributarios; y 17 con menos de 100
tributarios, acusando una acentuada fragmentación de los repartimientos que repercutía en el
909
Torres, 1967: 46.
Málaga, 1973: 66. El destacado es nuestro. Véase también Málaga, 1974b; Cook, 1975: xii.
911
Málaga, 1973: 52-63.
912
Dagnino, 1909; Villalobos, 1979: 18; Hidalgo, 1986: 33-37.
913
Paz-Soldán 1878, Cap. IV: 27-28.
914
Según Cook (1975: xix), en Arequipa fueron entregados 54 encomiendas entre 1540 y 1581: 13 repartos
fueron otorgados por Francisco Pizarro, Pedro de La Gasca entregó 16, el Marqués de Cañete 12, García de
Castro 3, Toledo 9 y el virrey Martín Enríquez 1. Esta cifra no coincide con los 67 repartos descritos por Cook
(1975: xvii) al momento de efectuarse la visita, ni con los 63 que describe en el “cuadro 3” de su obra (1975:
xix) en relación al estado en que se hallaban: primera vida (18), segunda vida (34) o en posesión de la corona
(11).
910
350
menor rendimiento que algunos encomenderos podían recibir de ellas.915 En el caso de
Tarapaca en conjunto con Pica y Loa, con sus 921 tributarios -una cifra elevada en el
contexto meridional del virreinato-,916 la población se hallaba dispersa en distintos pueblos
sobre una extensa región geográfica que, al mismo tiempo contaba con prominentes riquezas
mineras muy cercanas a la costa Pacífico, lo cual aumentaba su valor potencial.
Tabla 7.1. Resultado de la visita general de Toledo al corregimiento de Arica, ca. 1575.
Tributarios
Sector
ID Repartimiento
Sur
Norte
1 Ilo
Número
%
Distribución
Varones
%
Viejos
%
Mujeres
%
Total
%
50
2,4
208
8,1
18
3,4
109
2,2
385
3,8
2 Hilabaya
299
14,1
342
13,4
72
13,6
755
15,6
1468
14,6
3 Tacna
660
31,2
683
26,7
134
25,3
1372
28,3
2849
28,3
4 Lluta y Arica
186
8,8
166
6,5
54
10,2
379
7,8
785
7,8
5 Tarapaca
761
36,0
1004
39,2
195
36,9
1973
40,7
3933
39,1
6 Pica y Loa
160
7,6
156
6,1
56
10,6
264
5,4
636
6,3
2.116
100
2.559
100
529
100
4.852
100
10.056
100
TOTAL
Fuente: AGI, Contaduría 1786, f. 565r-566r; AGI, Contaduría 1785; Málaga, 1973: 51-95, 1975b: 299-311;
Cook, 1975: xxx.
Veamos ahora las cifras expresadas en la visita. En primer término, el total de la población
por repartimiento confirman el peso demográfico que tenían los repartimientos de Tarapaca
y Tacna dentro del corregimiento de Arica, con más de dos tercios de la población total
(67,4%) y misma proporción en el número total de tributarios respecto a la población del
corregimiento (67,2%).
Por otra parte, los 2116 tributarios que agrupaban los seis repartimientos representan un
quinto de la población total del corregimiento (21%), razón que es aplicable al porcentaje de
tributarios en los repartimientos de Tarapaca (19%) e Hilabaya (20,4%), mientras que en el
caso de Ilo, sólo 13 de cada 100 personas fueron tasados en 1575 como tributarios y en Pica
y Loa, en el otro extremo, 25 personas de cada 100 (25,1%).
915
916
Cook, 1975: xv-xvi.
Torres, 1967: 58.
351
Variaciones entre la proporción de tributarios y la población local han sido publicados para
el territorio Charcas, aunque en el corregimiento de Arica la oscilación de este índice es
sorprendentemente mayor al expresado en los repartimientos de Chayanta (17,3%) y
Tunguipaya (25,8%), casos extremos en la oscilación porcentual registrados en la provincia
de Charcas.917
Coherente con lo establecido por Cook para los grandes repartimientos de la jurisdicción de
Arequipa,918 la mayor representación porcentual que tenían las mujeres tanto en Tarapaca
(50,1%) y en Tacna (48,1%), se relacionaría con la participación en el trabajo minero y una
mayor exposición a epidemias de los tributarios hombres, antes de la visita general de 15701575.919
No obstante, los datos de Arica señalan que en el corregimiento también ocurría una mayor
proporción de mujeres en repartimientos más pequeños como Hilabaya y Arica y Lluta,
aunque no en todos, debido a que, en repartimientos compuestos por parcialidades pescadoras
o yungas predominantes, Ilo y Pica y Loa, predominaba el componente masculino.
Lo anterior tiene mayor asidero si se observan los elevados índices de masculinidad
calculados920 para estos dos últimos repartimientos, los cuales expresan una razón de 253,2
hombres por cada 100 mujeres en el caso de Ilo y 140,9:100 para Pica y Loa; mientras que,
el promedio para el corregimiento de Arica en su conjunto es de 107 hombres por cada 100
mujeres (Tabla 7..2). Esto plantea que existían mecanismos de atenuación e
interdependencias entre repartimientos vecinos, especialmente entre aquellos que sostenían
relaciones históricas centenarias, entre los cuales algunos constituían “refugios” para
forasteros o fugados de sus repartimientos de origen.921
917
Platt et al., 2006: 528-529.
Cook, 1975: xxii.
919
Esta hipótesis podría tener causas en las mitas mineras establecidas en el período Tardío (siglo XV).
920
De acuerdo a Platt et al., 2006: 529: la fuerte caída demográfica y sobremortalidad masculina en la antigua
provincia qaraqara y en particular en el repartimiento de Chayanta queda reflejada en el bajo índice de
masculinidad de 96,7:100 a partir de las cifras entregadas por la visita general de Toledo, situación similar a la
del repartimiento de Macha donde se calcula un índice de 97,7 hombres por cada 100 mujeres.
921
Dentro de todo el corregimiento de Arica, las mujeres alcanzaban un 48,2%, frente al 46,5% de los hombres.
918
352
Tabla 7.2. Índice de masculinidad en el corregimiento de Arica según la visita general de
Toledo, ca. 1575.
Sur
Norte
Sector
Distribución
Total
Índice de
ID Repartimiento
% Mujeres %
hombres*
masculinidad
1 Ilo
276
5,3
109
2,2
253,2
2 Hilabaya
713 13,7
755 15,6
94,4
3 Tacna
1477 28,4
1372 28,3
107,7
4 Lluta y Arica
406
7,8
379
7,8
107,1
5 Tarapaca
1960 37,7
1973 40,7
99,3
6 Pica y Loa
372
7,1
264
5,4
140,9
TOTAL
5204
100
4.852
100
107,3
Fuente: AGI, Contaduría 1786, f. 565r-566r; AGI, Contaduría 1785; Málaga, 1973: 51-95, 1975b: 299-311;
Cook, 1975: xxx.
* Esta cifra no están referidas en el documento.
Se trata de un fenómeno multicausal. Además de la mortalidad, se agregaban las migraciones
estacionales, los cultivos en tierras lejanas y los trajines; algunos tributarios se habían
transformado en yanaconas en las chacras de españoles, documentado en el caso de
Huarasiña para 1550, mientras que otros, migraron en calidad de forasteros hacia otras
provincias o repartimientos922 o se mantuvieron como mitimaes en aquellos al que habían
sido trasladados por sus curacas o por el Inca en las décadas o siglos pasados.
En esta línea, los datos generados por la tasa de Toledo manifiestan proporciones vinculadas
a las transformaciones coloniales ocurridas entre 1535 y 1570 y también con el efecto de
larga duración que implicó la política de reasentamientos incaica y la implementación del
sistema dual y decimal para organizar -en ciertas ocasiones sobre confederaciones,
cacicazgos o formaciones regionales previas a la expansión del Tawantinusyo-, los guamani
o provincias administrativas del imperio.
Dentro de estas provincias incaicas se habrían definido la enajenación de tierras y recursos,
y las prestaciones laborales y obligaciones de los ayllus dentro del conjunto de tributarios de
922
Platt et al., 2006: 529.
353
una provincia en sus distintos niveles de la jerarquía decimal923 y las exenciones que en
ocasiones gozaron las autoridades indígenas de más alto rango.924
En esta línea, la proporción y cantidad total de tributarios registrados en las cifras de la visita
general de Toledo nos obliga a plantear la hipótesis según la cual el corregimiento de Arica
aglutinaba, utilizando el lenguaje administrativo decimal, a dos guarangas cuyas cabeceras
se encontraban en el valle de Caplina (pueblo de Tacna) y en el valle de Cato (pueblo de
Tarapaca), las que se encontraba en pleno proceso de consolidación hacia 1530. Esto
explicaría porque la primera guaranga, al norte, estaba conformada por tres repartimientos:
Hilabaya, Tacna e Ilo, totalizando 1009 tributarios y, la segunda, al sur, compuesta por Lluta,
Arica, Tarapaca, Pica y Loa, con 1107 tributarios.
Lo último, matiza lo planteado en el capítulo V y VI, ya que la guaranga meridional incluiría
los tributarios de Arica y Lluta y no sólo a Pica y Tarapaca, situación que podría encontrar
cierta base en los registros históricos tempranos donde Arica no figura como una provincia925
923
Julien, 1988: 266 -270. La autora señala que el sistema provincial se organizó utilizando los principios
decimales teóricos, que sirvieron para la definición de los guamani a partir de un Uno (10.000 purics, familias
o unidades domésticas), dentro del cual se contabilizaban 10 guarangas y 100 pachacas con 100 tributarios cada
una. Aunque en los datos de la tasa de Toledo las cifras son aproximadas o incompletas, cuando no contamos
con los datos específicos del número de tributarios por cada pueblo, las pachacas pueden ser estimadas
estadísticamente dividiendo el número total de tributarios por el número de caciques presente en cada
repartimiento al momento de la visita general. Por ejemplo, en el caso de Tarapaca los 755[761] tributarios
estaban sujetos a 6 caciques que recibían salario de acuerdo a las disposiciones de la Tasa, a partir de lo cual se
estimada que cada cacique poseía jurisdicción sobre una población de 125,8 tributarios aproximadamente, en
tanto que el caso de Pica y Loa, 2 caciques sujetaban a 158[160] tributarios, 79 cada uno.
924
Entre otras transformaciones generadas por las disposiciones de Toledo se contaba: 1) el envío de mitimaes
de una región a otra, 2) convertir señoríos en provincias hispanas, 3) habilitar nuevos terrenos para la
agricultura, 4) trasladar y reducir a la población en nuevos asentamientos (Platt et al., 2006: 502), como fue el
caso de Paria o efectuar las reducciones en los mismo “tambos grandes” existentes, inclusive manteniendo sus
nombres prehispánicos.
925
Ni el título de encomienda recibido por Lucas Martínez en 1535, ni la crónica de la expedición de Diego de
Almagro de 1536-1537 mencionan a Arica como una provincia indígena independiente, a diferencia de
Moquegua, Tacna y Tarapaca. AGI, Justicia 405B, N°2, r. 6, f. 25v-27r, Lucas Martínez Vegaso contra Hernán
Bueno el Viejo; Fernández de Oviedo [1557]1901: 251. Es probable que los tributarios mencionados en la
segunda cédula recibida por Lucas Martínez en 1540, entre ellos los sujetos a la autoridad de Cayoa (364)
instalados en el valle de Lluta; a Cariapasa ubicados en la estancia de Auca (50) y en Ynchichura (94); por
último, al cacique Yano o Pano, con los 30 pescadores de instalados en Arica, fueran todos mitimaes
contabilizados en sus regiones de origen, respectivamente Caranga, Lupaca y Tarapaca. AGI, Justicia 401,
N°1, f. 181v-183v, Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
Sería interesante evaluar en investigaciones futuras si los repartimientos, el número y distribución de sus
tributarios, que en conjunto conformaban el denominado Colesuyo (entre las cuencas del río Tambo y el río
Loa) seguían los principios y criterios ideales del sistema decimal incaico y que se expresan en distintas fuentes
administrativas del siglo XVI.
354
y donde se mencionan a distintas poblaciones tarapaqueñas instaladas en el altiplano, en el
puerto de Arica, el valle de Azapa y Omaguata e incluso en Tacna, cabecera de la guaranga
septentrional, de tal forma que estos movimientos pudieran responder a la política de
reasentamiento implementada durante el período Tardío bajo la modalidad de mitimaes,926 a
pesar que el número de tributarios de la guaranga de Tarapaca siguiera siendo censado en su
lugar de origen hasta momentos tardíos del imperio Inca.
Si la existencia de estas dos guarangas estaba incluida dentro de la jurisdicción cubierta por
el corregimiento de Arica, el cual hacia el norte incluía el valle de Sama y Lucumba;927 en el
período Tardío, la provincia o jurisdicción del Colesuyo928 fue seguramente aún más extensa
-entre el valle de Tambo y Pica- como establece Pedro Pizarro en 1571.929 Por todo lo
señalado, se impone el desafío de integrar a futuro los datos de Tarapaca y Pica y Loa a los
estudios provistos por los colegas para el sur del Perú y el extremo Norte de Chile, para
comparar los relevamientos y ubicación de caminos, tambos y centros administrativos
incaicos en los puertos, valles y quebradas altas,930 ubicar los pueblos mencionados en los
títulos de encomienda y ponderar las cifras demográficas y composición de los repartimientos
visitados y tasados por La Gasca y Toledo.931
Finalmente, debemos concluir que las posesiones dispersas o colindantes que los
encomenderos adquirieron en las tres décadas previas a la visita general, no reflejaban
necesariamente o en todos los casos el orden de las antiguas provincias incaicas o los señoríos
previos a la expansión del Tawantinsuyo. Sin embargo, al agrupar los repartimientos que
926
Situación que podría ser confirmada por fuentes arqueológicas y documentales: 1) poblados en cuyas
proximidades se encuentran mausoleos funerarios conocidos como chullpa, construidos en adobe pintados con
pigmentos ojos por el exterior (Nama y Camiña) y 2) varias referencias independientes que sitúan a tributarios
caranga en los valles de Arica, Codpa y, probablemente ciertos valles tarapaqueños (Chiapa y Sibaya).
927
Larraín, 1975: 272.
928
Rostworowski, 1986: 127.
929
Pizarro, P., [1571] 1986: 220
930
Alan Covey (2000: 125, 130, 132-134) ofrece un excelente avance en este sentido incluyendo en su análisis
la sección norte y central del Colesuyo, entre el río Tambo y los valles de Arica, incorporando información
arqueológica y etnohistórica comparable. Su estudio plantea la envergadura de la intervención incaica en los
valles que bajan hacia el litoral Pacífico, el movimiento de poblaciones desde el altiplano hacia cotas más bajas
con altos rendimientos en la agricultura del maíz y coca, pero también el poder de las autoridades locales para
definir y negociar la real intervención de los agentes estatales, como ocurrió en el puerto de Ilo. Restaría
incorporar a este análisis los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa para obtener un panorama completo de
la región del Colesuyo sobre las estrategias de intervención incaica e hispana en el siglo XV y XVI.
931
Hidalgo, 2009a; Santoro, et al. 2010.
355
conforman los corregimientos formalizados por Toledo (Tabla 7.2), es posible evaluar de
mejor modo la integridad o fragmentación de cada unidad administrativa colonial respecto a
las jurisdicciones indígenas existentes 40 años antes.932 Como bien indicaba Larraín en su
pionero estudio de las encomiendas tarapaqueñas:
“La división entre los Corregimientos de carangas y Lipes, por el lado oriental, y el
de Arica, por el occidental, ordenada hacer entonces por el Virrey Toledo,
seguramente no fue arbitraria, y debió ceñirse más o menos estrictamente a los
límites de las propias parcialidades indígenas y de sus respectivos cacicazgos, con
sus estancias y dependencias anexas., Sólo así puede explicarse el que las Doctrinas
y Curatos hayan coincidido con los límites jurisdiccionales de los caciques locales y
que en las reclamaciones de terrenos agrícolas o pastizales de altura, por parte de
las comunidades indígenas de Tarapacá, se esgrima invariablemente como
argumento probativo de su posesión y derechos, la inclusión de tales áreas en un
determinado Curato (Camiña, Sibaya, Tarapacá o Pica)”.933
Antes de avanzar al siguiente apartado debemos concluir que, al estudiar la visita y el proceso
reduccional impulsado por Toledo, el criterio analítico debe considerar los distintos niveles
organizacionales, civiles y eclesiásticos impuestos a partir de 1570 y el grado de
concordancia geográfica del corregimiento con los repartimientos que luego lo componen y
las jurisdicciones de los pueblos de reducción o pueblos de indios fundados en esta década.
Siguiendo a Catherine Julien, junto con el estudio de proceso de reducción de la población
932
Véase Larraín, 1975: 273. Debido a que el resumen de la visita y la tasa de Toledo expone los datos
agrupando los repartimientos de acuerdo a quienes se encontraban gozando en vida de sus encomiendas, se hace
necesario reordenar los datos provistos en las obras de Torres-Salmado (1964), Málaga (1973) y Cook (1975).
Para un ejemplo de integración, Platt y coautores refieren el caso de los corregimientos de Chayanta y Porco y,
dentro de la misma región, el caso contrario (fragmentación) al que habría sido sometido el guamani de Charka
y otras provincias incaicas de Charcas, véase Platt et al., 2006: 539.
933
Larraín, 1975: 273. La propuesta de Larraín evidentemente no considera la verticalidad ecológica y el patrón
de asentamiento archipielágico planteado por Murra, 1972; más bien visualiza las jurisdicciones provinciales
indígenas como territorios continuos que limitan con otros sin traslapes o entrecruzamientos entre sus
poblaciones, autoridades y asentamientos multicomponentes, escenario que choca, el menos en el ámbito de la
territorialidad de las provincias del período Tardío, con las evidencias y análisis que hemos efectuado en
capítulos anteriores.
356
indígena de cada corregimiento, se debe efectuar un detallado escrutinio del diseño e
implementación de las doctrinas, curatos y parroquias instaladas, ambos procesos
estrechamente relacionados con el censo de la población y la determinación de la tasa en cada
repartimiento.934
Debido a que la formalización y delimitación de los corregimientos, la concentración
residencial de la población indígena en nuevas asentamientos urbanos planificados, la
determinación de un tributo fijo y el establecimiento de doctrinas fueron parte del encargo
explícito que recibió Toledo de parte de la corona,935 todos estos procesos se desarrollaron
de manera sincrónica e interdependiente en los diversos territorios del virreinato.
Analizaremos a continuación los indicadores referidos a las reducciones a pueblos de indios
y los cambios en el patrón de asentamiento regional dentro de los repartimientos de Tarapaca
y Pica y Loa.
7.1.2. Nuevos pueblos indígenas: las reducciones toledanas
Hacia el año 1570 la ciudad de Arequipa comprendía siete corregimientos y 35
repartimientos. Para la visita a esta ciudad y su jurisdicción los funcionarios designados
fueron el Capitán Juan Maldonado Buendía, Pedro Valdez, Lope de Suazo, Diego Porres
Sagrado, entre otros;936 mientras que Noejovich, siguiendo a Cook, señala que los visitadores
incluían a Valdez y Suazo, pero también el visitador eclesiástico Pedro de Quiroga y el
clérigo Maestro Cañete.937
Según transcribe Málaga, en una carta emitida por Maldonado Buendía al rey, fechada el 25
de marzo de 1575 en La Plata, el capitán declara que al visitar la provincia del Collasuyo,
934
Julien, 1991: 123-129, 155-165. La implementación de las doctrinas poseía un fin político complementario
al de las reformas toledanas principales, aunque no ha sido una materia central en el análisis de la década de
1570. Ideadas no sólo para impartir exitosamente la instrucción religiosa y contener las prácticas idolátricas en
puntos alejados de las ciudades hispanas o los puertos en el litoral Pacífico, la instalación de parroquias en los
pueblos precolombinos o junto a ellos y, sobre todo, la edificación de iglesias en las nuevas reducciones
contribuyó a asegurar y verificar anualmente el cumplimiento de las obligaciones tributarias de cada pueblo,
así como la propia mantención y remuneraciones de los curas doctrineros instalados en ellos.
935
Romero, 1924: 169-170, en Julien, 1991: 156-157.
936
Málaga, 1973: 68, 1974a.
937
Cook, 1975: xi; Noejovich, 2009: 75.
357
que se extendía entre la ciudad de Arequipa y el río Loa, halló numerosos pueblecitos entre
sierras y arenales a los que no habían llegado sacerdotes y detalla que halló “… en ella
doscientos y veinte y seis pueblos y redújelos a veintidós, en que dejé señaladas trece
doctrinas donde cómodamente en cada una de ellas podrá un cura administrar los
sacramentos”.938 La información cuantitativa provista por el visitador plantea que en la
jurisdicción de Arequipa cada reducción involucraba en promedio erradicar 10 poblados
indígenas939 y que cada doctrina incluía al menos dos de estas reducciones en su jurisdicción.
En Arequipa y todos sus repartimientos, Maldonado habría nombrado alcaldes y regidores
para todos los pueblos de indios fundados, otorgándoles ordenanzas y jurisdicción para que
se gobernaran. Del mismo modo habría establecido la tasa para que todos los tributarios
supieran lo que pagarían y no fueran engañados por caciques y corregidores.940
Las instrucciones señalaban que se debía concordar la localización de cada reducción junto
a los curacas de los distintos pueblos que serían reducidos, antes de iniciar el trazado de las
casas de los curas y los caciques, así como los edificios principales (la iglesia, el cabildo y la
cárcel).941 Al igual que en el resto del área Andina, los pueblos fundados fueron denominados
por un santo patrono local y el topónimo de la localidad donde se ubicaban, cuestión que
facilita la ubicación actual de los asentamientos, la comprensión de cuáles eran las cabeceras
políticas de los cacicazgos en los distintos repartimiento, así como cuáles fueron los pueblos
indígenas priorizados en el acto de reducción. De acuerdo a Málaga la lógica política y
económica de las reducciones toledanas puede describirse de la siguiente forma:
938
AGI, Lima 123, en Málaga, 1973: 69.
Es probable que, en regiones con una mayor dispersión y variación en el tamaño de los asentamientos
(superficie ocupadas y número de viviendas), ocurrieran procesos de concentración mucho mayores a los
referidos para la jurisdicción de Arequipa. Málaga, 1974a. Platt y coautores señalan que en el caso del “…
repartimiento de Sacaca, donde 57 pueblos (muchos de ellos rancherías pequeñas) debían ser reducidos a uno
sólo, siendo este la cabecera; y en el repartimiento de Chayanta 134 pueblos fueron asignados a tres
reducciones, es decir, un índice de reducción también elevado de 45:1”. Platt et al., 2006: 519. El cuadro
completo de las reducciones contenidas en la tasa de Toledo para Charcas muestra una realidad sorprendente,
474 pueblos indígenas fueron reducidos en 16 pueblos de reducción en la década de 1570, lo cual arroja un
índice de reducción promedio de 30 pueblos erradicados para la conformación de cada nuevo asentamiento.
Platt et al., 2006, Cuadro 3.13c: 376. No obstante, las diversidades de situaciones en cada repartimiento son
bastante disímiles; por una parte, en el repartimiento de Caracara, 8 pueblos conformaron una sola reducción
(Tambo Antiguo), mientras que en el repartimiento de Chaquí, 44 pueblos pretoledanos fueron concentrados en
el pueblo de Xarandilla de Chaquí.
940
Málaga, 1973: 69.
941
Platt et al., 2006: 520.
939
358
“Toledo introdujo en materia indígena estas reformas sustanciales: Organizó las
reducciones, que desde entonces fueron verdaderos depósitos de mano de obra, para
lo que fue menester poner coto a la dispersión y también destruir muchos ayllus;
restableció la mita incaica, pero conservando de ésta sólo la organización del turno
y haciéndola ahora servir al propósito de intensificar la producción minera bajo el
control más directo del Estado; impuso el régimen del Tributo indígena pagadero en
pesos ensayados, en lugar de especies, con que obligó a los indios a emplearse por
un salario para procurarse los pesos que debían pagar como tributo”.942
En el caso del repartimiento de Tarapaca, como también para los otros repartimientos del
Corregimiento de Arica, los datos que disponemos sobre las reducciones efectuadas en la
década de 1570 por los visitadores son sumamente escasos.
Si bien, los registros históricos disponibles no confirman si las poblaciones fueron
efectivamente visitadas y reasentadas por Maldonado Buendía en 1575, gracias a un
documento fechado en 1578 y publicado por Víctor Barriga en 1940 conocemos el listado de
las 10 reducciones donde fueron concentradas las 10.000 personas que habitaban en ese
entonces el Corregimiento de Arica (Tabla 7.3).943
Pareciera ser que ésta es una cifra muy baja de reducciones para la envergadura de la
población contabilizada en la visita general de Toledo. Todo hace suponer que, tal como
indican los fechados radiocarbónicos y los componentes cerámicos de Tradición Europea
942
Málaga, 1975b: 311. Sin lugar a dudas es una exageración del autor referir a que Toledo reestableció la mita
incaica. Nuestra intención con esta cita es destacar la proximidad temporal de ambos regímenes imperialistas y
las estructuras indígenas regionales que sobrellevaron sus profundas transformaciones e intereses estratégicos,
como la minería intensiva, la explotación de la tierra y de la mano de obra indígena.
943
Barriga, 1940: 74-75; Larraín, 1975: 289; Bermúdez, 1987: 15; Advis, 1990a: 84. El documento trascrito
por Barriga y citado posteriormente por otros autores corresponde a nuestro entender a un legajo ubicado en el
fondo Audiencia de Lima n° 464, en el Archivo General de Indias. Este contiene la Relación de los oficios que
se proveen en la Gobernación de los Reyes e Provincias del Pirú, y por quién y con qué salarios fechado en
Lima, en febrero de 1583 y dentro del cual se halla la Relación de las doctrinas de los religiosos de las ordenes
por Cristóbal de Miranda, secretario de la Gobernación del Perú, año de 1583. AGI, Lima 464. En la signatura
antigua referida por Barriga: “AGI, Lima 72-1-12”, también utilizada por Quintana (2004: 56-57) en su trabajo
sobre los Mercedarios en el Perú colonial. Es probable que este documento sea el mismo publicado por Levillier
(1925, t. 9: 114-230) como la Relación hecha por el Virrey D. Martín Enríquez de los oficios que se proveen
en la gobernación de los reinos y provincias del Perú, 1583. Véase Julien, 1991: 170; Lumbreras, 1999: 572.
359
analizados en el capítulo II, los poblados de origen prehispánico permanecieron habitados
incluso hasta el siglo XVIII y XIX,944 sin excluir que en el radio más cercano a los nuevos
pueblos, ciertas aldeas y estancias fueran parcial o totalmente despobladas.
Tabla 7.3. Reducciones efectuadas en el Corregimiento de Arica en la visita general de
Toledo, ca. 1578.
Ilo
Hilabaya
María Dávalos
García de Castro
50
299
Población
reducida
199*
1468
Tacna
Pedro Pizarro
660
2849
3
Lluta y Arica
María Dávalos
186
785
1
Tarapaca
María Dávalos
761
3233**
4
Repartimiento
Pica y Loa
Encomendero
Tributarios
n°
1
Pueblos de reducción
Los Apóstoles de Hilabaya
San Pedro de Tacana
San Martín de Codpa
San Pablo de Lagias
San Jerónimo
San Lorenzo de Tarapaca
San Antón de Mocha
Santa María de Chiapa
Santo Tomé de Camiña
San Andrés de Pica y Loa
María Dávalos
160
636
1
TOTAL
2116
9170***
10
Fuente: AGI, Lima 464; Barriga, 1940: 74-75; Larraín, 1975: 289; Advis, 1990a: 84.
* La cifra no coincide con las cifras de la visita, debiera indicar 385 personas.
** La cifra no coincide con las cifras de la visita, debiera indicar 3933 personas.
*** La cifra no coincide con la cifra de la visita, debiera indicar 10056 personas.
Es sumamente importante la fecha en que se emitió este documento (1578), el mismo año en
que el propio Virrey Toledo y el entonces Corregidor Alonso Moro y Aguirre efectuaron la
delimitación de todo el corregimiento de Arica.945 Sospechamos que, siguiendo la hipótesis
de Larraín y Platt y coautores,946 el establecimiento de las nuevas reducciones fue posible
sólo una vez visitados y confirmados los deslindes (amojonamientos) y tierras de los distintos
cacicazgos, con sus pueblos y anexos, para de este modo facilitar y comprometer el traslado
944
Cobra importancia en este escenario el análisis efectuado y los datos contenidos en la revisita de 1753 al
corregimiento de Arica, donde se detalla el conjunto de poblados y ayllus del partido de Tarapacá. Al concluir
el análisis introductorio al documento Villalobos plantea que su impresión “… obtenida a través de la
investigación de la economía local, es que la dominación española no significó trastornos significativos en la
distribución de la población autóctona y que los antiguos padrones indígenas de poblamiento sirvieron de base
a la nueva organización” Villalobos, 1981: 76.
945
Paz-Soldán 1878, Doc.1: 51-53.
946
Larraín, 1975: 273; Platt et al., 2006: 533.
360
de los ayllus a los nuevos asentamientos urbanos sin que estos perdieran el control de sus
tierras, ahora periféricas o se les compensara por su pérdida.947
Con todo, la información documental nos permite sostener que las reducciones en el
corregimiento de Arica debieron iniciarse entre la visita de Maldonado en 1575 y concluirse
junto a la delimitación del corregimiento en 1578.
Por otra parte, el documento transcrito por Barriga genera serias interrogantes sobre la
ausencia de pueblos de reducción en Ilo, probablemente trasladados a pueblos lejanos o
mantenidos en sus asentamientos originales, y la subordinación de las poblaciones reducidas
en San Martín de Codpa dentro de la jurisdicción del repartimiento de Tacna.
Dentro de la región, el documento señala que en 1578 se habían establecido al menos 4
pueblos de indios en el repartimiento de Tarapaca: San Lorenzo de Tarapaca, San Antonio
de Mocha, Santa María de Chiapa,948 Santo Tomas de Camiña; y una reducción en el
repartimiento de Pica y Loa, bautizado como San Andrés de Pica y Loa. De este modo,
coherente con las cifras expresadas en la visita a los repartimientos de Tarapaca y Pica y
Loa, donde residía el 45,4% de la población del corregimiento de Arica, prácticamente la
mitad de las reducciones coloniales se ubicaban en el extremo sur de su jurisdicción (Tabla
7.1).949
Considerando la información arqueológica y etnohistórica regional, la ubicación de las cinco
reducciones toledanas mencionadas ratifica que las nuevas cabeceras regionales consolidaron
el poder y preeminencia alcanzada por ciertos nodos políticos y poblaciones durante la etapa
tardía del Tawantinsuyo y las décadas iniciales de la encomienda hispana (1535-1570), a
pesar de lo cual el patrón de asentamiento regional sufrió serias modificaciones relacionadas
con el abandono de ciertos asentamientos, cambios en los derechos sobre tierras y la
adquisición de nuevas obligaciones definidas por la tasa toledana.
947
Toledo, [1575-1580] 1986, t. II: 224-225, en Platt et al., 2006: 517.
En su artículo, Larraín, probablemente siguiendo la transcripción paleográfica de Barriga, transcribe la
tercera reducción como “Santa María de Cayma [sic por Huaviña]”, pero no repara en que la advocación de
este último es San Juan de Guaviña y no Santa María Magdalena. Este error es repetido por Advis, 1990a: 84.
949
Aunque no disponemos de detalles en la documentación sobre las negociaciones y visitas a cada pueblo,
tenemos la impresión que las reducciones establecidas en el repartimiento de Tarapaca y Pica y Loa,
corresponden los cascos o centros históricos de actuales pueblos actuales de la región, los cuales mantienen
íntegramente su denominación del siglo XVI.
948
361
En el repartimiento de Pica y Loa, la reducción de San Andrés de Pica (1300 msnm) señala
que la intervención hispana en el oasis tuvo antecedentes directos en el proceso reduccional
posterior, donde la concentración de los tributarios de los distintos oasis y anexos habría
tensionado la mantención de asentamientos en la costa y las cuencas altiplánicas de
Collacagua y el salar de Huasco, y la perdida de aquellas tierras más cercanas; facilitando a
fines del siglo XVI la colonización hispana de Matilla y Quisma (Figura 7.1).
Figura 7.1. Distancia entre San Andrés de Pica y Matilla (4,2 km).
Fuente: Google-Earth, 2017; Urbina y Adán, 2006; Adán y Urbina, 2010.
Basándose en documentos transcritos por Barriga,950 Patricio Advis considera que una parte
del poblado indígena ubicado en el oasis fue obliterado por la primitiva “iglesia de indios”
en 1578,951 instalada en el centro de reducción de San Andrés. Por la fecha tentativa de
fundación en este proceso debieron participar don Joan Hamastaca (Amastaca), en ese
950
951
Barriga, 1952: 165.
Bermúdez, 1987: 17; Hidalgo, 2004: 382-382; Advis, 1990a: 85, nota 41: 87; Advis, 1995: 91.
362
entonces cercano a los 70 años de edad, y otras autoridades que curiosamente en 1570 ya son
mencionados como alcaldes: Pedro Lucuma, Martín Lucaya y Martín Lucaya.952
En Matilla, en tanto, el área de instalación prehispánica debió ubicarse en el valle bajo de
Quisma, sector conocido como Botijería-Recreo, donde se aprecian “altillos” y más abajo,
óptimas “bandas” en torno a hondonadas, vertientes y área cultivables.953 Lamentablemente
muy pocos estudios arqueológicos se han propuesto localizar los asentamientos
habitacionales del siglo XV-XVI en Pica, Matilla y sus alrededores,954 razón por la cual debe
mantenerse. A nivel hipotético la superposición de la reducción toledana sobre un
asentamiento aglutinado de origen prehispánico o bien ocurriera una concentración durante
la etapa colonial temprana de pequeños asentamientos dispersos en el sistema de oasis de
Pica, bajo la misma modalidad que el patrón de asentamiento de pueblos y caseríos disperos
en los oasis y quebradas en torno al pueblo de San Pedro de Atacama.955
En el repartimiento de Tarapaca, a pesar que la reducción de San Lorenzo (1400 msnm) y
Mocha (2150 msnm) no se hallan mencionadas en el título de encomienda de Lucas Martínez
en 1540, la cédula si refiere a la existencia los pueblos de Camiña (2400 msnm), en el valle
de Carviesa y Chiapa (3100 msnm) en la quebrada de Aroma.
En el caso de la aldea de Camiña, habitada desde el siglo XI, la ausencia de componentes
cerámicos de Tradición Europea y arquitectura hispana, así como la ausencia de fechas
absolutas para el siglo XVII, indica que las poblaciones seguramente fueron desplazadas al
asentamiento que dio origen al pueblo actual. De esta forma, el origen del actual pueblo de
Camiña tendría un origen en la reducción toledana y destaca su localización 1,4 km aguas
arriba de la principal aldea prehispánica del valle.
La reducción fue ubicada en la banda norte del valle, mientras en la banda sur fue instalado
el cementerio católico adyacente al cementerio antiguo donde se enterraron por siglos las
autoridades y habitantes del valle (Laymisiña).956 Esto implica que en el “pueblo de
952
AGN, DIE, L2, C15, f. 371r, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
La referencia a alcaldes pudiera ser un error del documento o bien la reducción en Pica a comienzos de la década
de 1570 y no entre 1575 y 1578 como hemos sostenido para el repartimiento de Tarapaca.
953
Advis, 2008: 154.
954
Moragas, 1995.
955
Adán, 2017.
956
Urbina y Adán, 2006.
363
Camiña”,957 aquel bajo la autoridad de los caciques Ayavire y Taucari en 1540, fue parcial o
totalmente despoblado, trasladándose su población antes de 1578 (Figura 7.2).
Figura 7.2. Distancia entre la aldea de Camiña y el pueblo de Santo Tomás Camiña
(1,4 km).
Fuente: Google-Earth, 2017; Urbina y Adán, 2006; Adán y Urbina, 2010..
En el caso de la reducción de Santa María Magdalena de Chiapa, ubicada en la quebrada de
homónima y tributaria de la quebrada de Aroma (Figura 7.3), no conocemos cual fue el
pueblo específico que le dio origen, lugar donde debió residir el señor Chuquichambe
mencionado en el título de encomienda de 1540. Sin embargo por los trabajos de John
Reinhard y Julio Sanhueza podemos suponer que uno de ellos fue el pucara de Siñaguache.958
Este poblado, ubicado sobre un cerro con excelente visibilidad sobre el valle, contaba con
silos de almacenaje o tumbas (cistas aisladas) o ubicadas dentro de recintos mayores, dentro
de las cuales pudieron identificarse osamentas humanas.959 Lamentablemente no contamos
957
Adán, et al., 2007.
Reinhard y Sanhueza, 1982: 41.
959
Reinhard y Sanhueza, 1982: 41. Las características del pucara de Siñaguache de Chiapa es compartida por
otros asentamientos como la aldea de Camiña, el pucara de Troncales, en el mismo valle, y Mocha, donde
958
364
con un plano de ubicación de este pucara, ni una planimetría de su planta arquitectónica, lo
cual habría permitido establecer la distancia y comparación edilicia respecto de la reducción
toledana, desafío que debe ser asumido en nuevos estudios.
Figura 7.3. Vista satelital de Santa María Magdalena de Chiapa.
Fuente: Google-Earth, 2017.
Al igual que Chiapa, la reducción de San Antonio de Mocha parece estar vinculada
parcialmente a poblaciones que residían en el “pucara de Mocha”, estudiado por Cora
Moragas en la década de 1990. Este asentamiento, cuyas dataciones marcan el inicio de la
ocupación a fines del siglo XII, posee un centenar de estructuras960 dispuestas sobre dos
también se han identificado cistas aisladas o en grupos dentro de viviendas, patios o corrales. Una primera
apreciación respecto de esta clase de sitios en ambientes de quebradas es su posición cronológica inferida a
partir de sus elementos constructivos y diseño arquitectónico. A diferencia de la costa y las tierras bajas, los
asentamientos aglutinados han sido fundados o presentan sus ocupaciones iniciales durante el período
Intermedio Tardío y se extienden hasta el período Inca e inicios del período Histórico Temprano. Lo señalado
se confirma por el predominio del uso de técnicas constructivas en piedra con y sin aplicación de argamasa
entre los bloques, los sistemas de terrazas y terraplenes para la edificación, la instalación sobre cerros islas o
promontorios estratégicos, con buena visibilidad, sobre el fondo de los valles. Adán y Urbina, 2010; Urbina,
2014: 97.
960
Urbina, 2014: 313.
365
cumbres contiguas donde afloran superficialmente las vetas de cobre rojo y gris, que se
elevan sobre la caja del valle de Cato (Tarapacá), indicando la orientación agrícola y minera
de su población.
La distribución de las estructuras y desmontes señalan que la explotación de cobre se
desarrolla en el mismo lugar de instalación de las viviendas y las áreas de actividad para
procesar los minerales.961 Al igual que en Santo Tomás de Camiña, la fundación de la
reducción de San Antonio de Mocha, habría involucrado el traslado de esta población
residente a menos de un kilómetro del nuevo pueblo colonial (Figura 7.4).
Figura 7.4. Distancia entre el pucara de Mocha y San Antonio de Mocha (0,75 km).
Fuente: Google-Earth, 2017; Moragas, 1995.
961
Moragas, 1995: 20. Es interesante que la tradición constructiva de grandes geoglifos visibles desde largas
distancias, característicos de la pampa tarapaqueña o del Tamarugal (Briones et al., 2005), se ubiquen en el
curso inferior y medio de la quebrada de Tarapacá, en el sitio de Pircas (1200 msnm) y en laderas de cerros en
torno al pucara de Mocha (2200 msnm). Sin embargo, en este pucara no se han registrado grabados rupestres
dentro de los recintos o estructuras individuales (Moragas, 1995: 32-37), como si ocurre en la aldea de Camiña
o en Tarapacá Viejo (Vilches y Cabello, 2011). En un trabajo del año 2006, planteamos que esta presencia y
ausencia de arquitectura pública, arte rupestre, tamaño de los poblados y localización pudiera sugerir distintos
arreglos o concertación política de las poblaciones indígenas respecto del modo de vida y patrones tarapaqueños
de tierras bajas o yungas y aquellas propias de tierras altas (Urbina y Adán, 2006: 30-32), situación que
explicaría la inclusión o exclusión de esta clase de dispositivos visuales en el entorno paisajístico o en ámbitos
circunscritos a los espacios cotidianos residenciales.
366
En el caso de San Lorenzo de Tarapaca, ciertamente es una sorpresa que la reducción haya
aprovechado la mitad Este de el centro administrativo incaico donde, entre 1537 y 1540 se
apostaron las huestes de Almagro y Valdivia, y luego de 1540 se estableció el centro de
operaciones de la encomienda de Lucas Martínez, Jerónimo de Villegas y María Dávalos.
Debemos reconocer el mérito de Patricio Núñez al haber planteado esta hipótesis hace más
de tres décadas.962
Hoy podemos confirmar parcialmente su planteamiento mediante las dataciones absolutas
del siglo XVI y XVII obtenidas en las excavaciones en las canchas del sitio, las evidencias
arquitectónicas coloniales en las cuatro canchas o Rectángulos Perimetrales Compuestos
(RPC) del sector oriental (1,5 hectáreas) y los desechos muebles, principalmente cerámicos,
del período hispano que se han estudiado en superficie y estratigrafía.963
Todas estas evidencias son una prueba contundente que corrobora que la principal reducción
toledana de la región no fue un asentamiento trazado según estaba ordenado y reglamentado
por el virrey, sino una adecuación de un centro urbano incaico construido a comienzos del
siglo XV sobre una aldea local (Figura 7.5).
El caso de San Lorenzo de Tarapaca no es excepcional. Platt y coautores, confirman que en
Charcas, si bien en ciertas regiones como Chaquí se verifican mayoritariamente fundaciones
nuevas “… dentro de las franjas verticales de Sacaca, Chayanta, Pocoata, Macha y
Caracara, casi todas las reducciones fueron establecidas en el sitio de un pueblo o tambo ya
existente y muchas veces confirmaban el mismo nombre”.964 Como indican las evidencias de
transformación constructiva documentadas en el capítulo III, es probable que el
reconocimiento de la reducción toledana en 1578 fuera el resultado de un proceso gradual de
remodelación y transformación del asentamiento durante el período Colonial producto de la
ocupación creciente de este centro urbano por habitantes vinculados con el manejo de la
encomienda de Lucas Martínez, el trabajo de los curas doctrineros y el arribo de nuevas
personas desde otros puntos de la región y fuera de ella.
962
Núñez, P., 1984.
Uribe et al., 2007: 159; Zori, 2011; Zori y Urbina, 2014.
964
Platt et al., 2006: 517 y 579.
963
367
Figura 7.5. Distancia entre Tarapacá Viejo y el actual San Lorenzo de Tarapacá (0,6 km).
Fuente: Google-Earth, 2017; Uribe et al., 2010; Zori, 2011; Zori y Urbina, 2014.
Con los datos disponibles y la integración de información de regiones vecinas podemos
contribuir a lo que hasta hace muy poco tiempo fue la discusión principal sobre este
asentamiento.965 Nuestra opinión es que la residencia de autoridades indígenas de alto
prestigio regional y la similitud urbanística entre el damero hispano y el trazado ortogonal
incaico -con manzanas rectangulares, calles amplias y perpendiculares-,966 debió facilitar la
decisión de los visitadores civiles y eclesiásticos de formalizar este asentamiento
prehispánico como pueblo de reducción en la década de 1570.
965 Dicha discusión giró en torno a la filiación cultural y arquitectura superficial de la totalidad del sitio, esto
es, si se trataba de un centro administrativo Inca o de una reducción de indios establecida en la segunda mitad
del siglo XVI (Núñez, L., 1979; Núñez, P., 1984; Urbina, 2010, Uribe et al., 2010). Sólo el análisis estratigráfico
y sectorial del yacimiento (Zori, 2011; Zori y Urbina, 2014) permitió reorientar esta discusión y situar los
componentes culturales y cronológicos que sustentan la actual interpretación de la historia ocupacional del sitio.
966
Bien señalaba Murra lo fácil que era “... confundir el plan arquitectónico de un centro administrativo inka
con aquel de una ciudad europea”. Murra, 2002: 81.
368
Considerando que la banda norte de la quebrada se encontraba libre, la decisión de no
despoblar el principal asentamiento de la quebrada967 y reconocerlo como la nueva reducción
-fijando de paso la cabecera de la doctrina de Tarapaca en ese sitio-, debió ser el resultado
de las relaciones y negociaciones establecidas entre los visitadores, el cura del repartimiento
(Churro de Aguilar)968 y las autoridades indígenas de entonces, el longevo don Pedro
(Tuscasanga), Juan Jachura, Alonso Lucay y posiblemente otros caciques de la quebrada.
La hipótesis según la cual la reducción toledana se efectuó sobre una parte del pueblo de
Tarapaca requeriría de futuros análisis de fuentes documentales sobre la población en el siglo
XVI y XVII, así como de una sólida confirmación arqueológica incluyendo excavaciones en
el centro del actual pueblo de San Lorenzo de Tarapacá. Un buen comienzo sería medir el
impacto del cambio de estatus del pueblo de Tarapaca en el contexto de la nueva reducción,
aislando estratigráfica y espacialmente el comportamiento de la diversidad de componentes
y tipos cerámicos tardíos y coloniales de tradición indígena y europea.
En el entendido que luego de la pérdida de la conexión con el Cuzco en 1535-1540 y
especialmente a partir de 1570 debió transformarse progresivamente el patrón residencial y
étnico en las distintas manzanas del poblado, así como la organización, número y
proveniencia de sus habitantes, complementariamente a la estrategia arqueológica,
demandaría igualmente caracterizar la composición, procedencia y demografía de la
localidad con fuentes documentales locales, con anterioridad al abandono del poblado en
1717.969
967
Según Echeverría y Morales (1804), estos habían fijado el foco de su actividad evangelizadora en el pueblo
de Tarapaca y es probable que la primera parroquia con advocación a San Lorenzo Mártir, fuera establecida
dentro de la traza del asentamiento. Barriga, 1952: 162; Urbina, 2014: 239. A diferencia de Torata Alta, centro
urbano de trazado Inca donde aún se aprecian las ruinas de la iglesia edificada en el centro del poblado (Van
Buren et al., 1993; Rice, 2012; Zori y Urbina, 2014, Fig. 7d: 222), en Tarapacá Viejo no quedan evidencias en
superficie de esta clase de edificio. Esto podría ser dirimido con un programa de excavaciones sistemáticas en
las cuatro canchas orientales del yacimiento.
968
Durante la etapa encomendera (ca. 1540-1570), las disposiciones reales sobre nuevas poblaciones imponían
a los clérigos edificar capilla o templo y junto a ellos sus casas, ambos al interior de los pueblos o barrios de
indios; además, demarcar y establecer un cementerio cristiano. Advis, 1990a: 77. Desde la perspectiva de la
políticas y leyes segregación étnica y habitacional imperantes, el autor afirma que a diferencia de los clérigos
que residían en los poblados indígenas, las residencias del encomendero y mayordomo se emplazaban en
terrenos bajo, junto a la sobra de los bosques, los cursos de agua (quebrada) y los cultivos (Advis, 1990a: 78),
como sería el caso de las chacras y molino de Huarasiña.
969
El estudio de Platt y coautores iluminan este aspecto de la realidad sur andina, cuando entregan algunos
ejemplos sobre como el Virrey Toledo “daba calle” a los distintos ayllus en los pueblos de reducción que se
369
Sobre esto último, es útil apreciar la información, aunque más tardía, contenida en los
archivos parroquiales analizados por Carolina Odone, los que demuestran que a San Lorenzo
de Tarapaca entre 1650 y 1700 arribaban poblaciones de las provincias de Quillacas,
Carangas, Lipes y uros del altiplano.970 Uno de los factores del arribo de poblaciones desde
el altiplano Meridional, especialmente Quillacas, se debería a que los tributarios de Tarapaca
no estaban incluidos en el sistema de mita minera en Potosí elaborado por Toledo, el cual
excluía a las poblaciones ubicadas en ambientes ecológicos distintos a la del mineral
altiplánico. Esta condición la constituía en una “provincia refugio” para tributarios sometidos
a la mita minero desde Toledo que decidían fugarse a territorios vecinos.971
El cuadro tardío que dibujan los archivos parroquiales sobre la procedencia de los forasteros
establecidos en los pueblos de la región puede ser analizado desde varias perspectivas según
el enfoque que se privilegie. Por una parte, muestra el modo en que el sistema económico
colonial había transformado el padrón étnico regional, casi un siglo después de establecidas
encomiendas y las reducciones toledanas y, también, cuanto de dicha dinámica de movilidad
residencial interregional respondía a las relaciones históricas entre sus poblaciones o un
reflejo directo de los cambios introducidos por el propio Toledo en su gobierno.972
creaban y como “La asignación de calles específicas en cada pueblo a diferentes grupos llegaría a
generalizarse en distintos niveles de la organización. En algunos casos, los forasteros terminarían ocupando
un anexo a cierta distancia de la iglesia principal, con sus propias cofradías […] A pesar de los cambios
causados por la caída demográfica, por la expropiación de las tierras de los repartimientos por los nuevos
estancieros españoles y por la recomposición étnica que a veces resultó del proceso de reducción, se lograba
en los casos mencionados una adaptación de la estructura social anterior a la traza de los nuevos poblados”
Platt et al., 2006: 527.
970
Odone 1994: 113-184, Anexos 1-4: 271-305. También conocemos las poblaciones uro que habitan en la
cuenca altiplánica de Coscaya en 1666. Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 480. Para el oasis de Pica, los archivos
parroquiales de 1700-1749 han sido estudiados por Ossandón (1967, en Bermúdez, 1987: 192) y contienen
datos similares a los referidos por Odone cincuenta años antes para toda la provincia. El propio Bermúdez
(1987: 1993) refiere a la intensidad que adquiere entre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII el arribo de
forasteros y población que circulan entre los corregimientos de Arica y Atacama y Lipes, Caranga y Potosí.
Véase también, Martínez, J.L., 1998.
971
Evidencia de ello es el testimonio de Juan Colque Guarache (el mozo), autoridad principal de todos los
Quillacas, se encuentra en el pueblo de Tarapaca en 1628, precisamente en búsqueda de “… la gente huida de
la mita de la villa del cerro de Potosí”. ANB, ANB EC 1804, f. 467r, en Graña, 2001, nota 28: 10-11. El autor
cita del mismo expediente el testamento de Juan Colque Guarache, padre del anterior, mallku y máxima
autoridad de todos los Quillaca, Sanaque, Sivaruyo, Haracapi y Uruquilla, quien murió en 1585 precisamente
en Tarapaca.
972
Respecto a las reducciones toledanas la información provista por esta clase de archivos nos permite observar,
con la excepción de Chiapa, las distintas corrientes, grupos étnicos y provincias de origen que fueron registrados
en las reducciones de Camiña, Mocha, Tarapaca y Pica antes de finalizar el siglo XVII. Véase cap. IV (Tablas
4.8 y 4.9). Es interesante notar que por razones y lógicas distintas a las del período Colonial, la cerámica tardía
370
7.1.3. Permanencia y cambio en el tributo regional a partir de 1570
La tasa impuesta a los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa nos permiten concluir este
apartado refiriendo a los cambios introducidos en la economía regional a partir de la nueva
tasa de Toledo. En ambos repartimientos, al igual que en todo el corregimiento de Arica, el
nuevo tributo significó un cambio sustancial en la orientación económica de la población
indígena (Tabla 7.4).
Tabla 7.4. Tasa y gasto en el corregimiento de Arica, 1570-1575.
Sector ID Repartimiento
269
2,5
Doctrina %
79
3,4
Justicia %
33
Caciques % Totales %
2,4
4
0,8
116
Saldo
(encomendero)
2,8
153
2 Hilabaya
1623 15,0
471 20,0
205 15,1
80 16,9
756 18,1
867
3 Tacna
3288 30,3
550 23,4
412 30,3
130 27,4
1092 26,1
2196
4 Lluta y Arica
1012
9,3
350 14,9
127
6,3
507 12,1
505
4649 42,9
900 38,3
582 42,8
230 48,5
1712 40,9
2937
474
4.183
Sur
Norte
1 Ilo
Pesos
%
ensayados
5
Tarapaca, Pica
y Loa
TOTAL
10.841
100
2.350
100
1.359
9,3
100
30
100
100
Fuente: Málaga 1973: 51-95, 1975: 299-311; AGI, Contaduría 1785.
A partir de la tasa de Toledo, en conjunto de tributarios de Tarapaca y Pica y Loa estaban
obligados a tributar cerca del 43% de toda la plata ensayada del corregimiento de Arica. Esta
carga se reflejaba además en el hecho que los tributarios que había heredado María Dávalos
de Lucas Martínez973 quedaban obligados a pagar anualmente 7.063 pesos ensayados, el
de la región de Tarapaca da cuenta del ingreso de piezas desde las provincias prehispánicas de Caranga,
Quillacas, Lipes, de las provincias circum lacustres se intensifica a partir del siglo XIII y el ingreso de cerámicas
incaicas del Cuzco y de las provincias incaicas del Titicaca (Colla, Lupaca, Pacaje), las cuales han sido
pesquisadas a partir del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI. Uribe, 1999-2000; Uribe et al., 2007;
Cornejo, 2014; Uribe y Sánchez, 2016. Esta situación plantea la necesidad de reflexionar acerca de las razones
por las cuales ocurrieron las migraciones prehispánicas y coloniales tempranas y cuáles son sus relaciones y
distinciones elementales.
973
El extenso repartimiento (como indica Málaga) en manos de María Dávalos era más bien un conjunto de seis
repartimientos, la mayor parte en el corregimiento de Arica (Tarapaca, Pica y Loa, Arica y Lluta e Ilo) y otros
dos que formaban parte del corregimiento de Ubinas (una mitad de los Carumas) y Caracoto y Víctor (Guaypar
Yuminas). Cook, 1975: xxix-xxxi; Málaga, 1975b: 310.
371
5,92% de todo el virreinato;974 y, dentro de esa cifra, los de Tarapaca y Pica y Loa contribuían
con el 65,82% del monto que generaban todos los repartimientos en poder de Dávalos. Por
último, los ocho caciques (6 de Tarapaca y 2 de Pica) percibían anualmente un salario 28,75
ps totalizando 230 ps, el 4,9% del total de ambos repartimientos, y algo por sobre el 4%
promedio de los caciques de todo virreinato.
En la tasa de La Gasca, vigente por más de 20 años, primaban los tributos en especies, bienes
manufacturados y el servicio personal. La simplificación introducida por la tasa de Toledo
concentraba el funcionamiento de los repartimientos en el pago mayoritario en plata
ensayada, el cual en caso de Tarapaca alcanzaba el 95% de todo el tributo, mientras que, en
Pica y Loa, se ubicaba muy cercana al 82% (Tabla 7.5).
Tabla 7.5. Tasa de Toledo para los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa, 1570-1575.
ID
Repartimiento
Item y valor unitario
Tarapacá [760 tributarios]
Cantidad Valor (ps.)
%
1 Plata ensayada
Arrobas de pescado seco del
mar a 4 tomines c/u
Piezas de ropa de algodón a
3
2 pesos c/u
Fanegas de maíz a 6 tomines
4
c/u
2
5 Aves de castilla a tomín c/u
278
3591
95,0
139
3,7
Pica y Loa [160 tributarios]
Cantidad Valor (ps.) %
711
TOTAL
Plata
%
81,8 4302
92,5
40
20
2,3
159
3,4
60
120
13,8
120
2,6
0,0
400
TOTAL
50
1,3
3780 100,0
144
18
2,1
68
869 100,0 4649
1,5
100,0
Fuente: AGI, Contaduría 1786, f. 565r-567r.
Con esto se eliminaban gran parte de los elementos que requerían de formas de
aprovisionamiento, cultivo, elaboración y almacenaje propios de la fase tardía del Imperio
Inca. Sobre este drástico cambio de régimen tributario Hidalgo plantea que:
“Los cambios en la tasa del tributo del tiempo de La Gasca al de Toledo son muy
significativos. En la época de La Gasca no existían los tributos en dinero para nuestra
área; en la de Toledo, en cambio, los pesos de plata constituyen el 81,8% del tributo
974
Málaga, 1975b: 310.
372
en el caso de Ilo, el 90,9% en el de Arica, el 95% en el de Tarapaca y el 81,8% en el
de Pica. La tasa en dinero fue una manera de involucrar a la población andina –su
fuerza de trabajo y sus bienes- en el mercado”.975
Tomando la cantidad de plata total de cada repartimiento, el cálculo del tributo per cápita
indica que Tarapaca a pesar de contar con extensos y conocidos minerales de plata, era el
más bajo de todo de corregimiento (4,97 ps por tributario), mientras en Pica alcanzaba los
5,4 ps por tributario.976
En ambos repartimientos se redujo la actividad pesquera y la elaboración de conservas de
pescado (pescado seco salado). De las 368 arrobas de pescado anuales -que incluían las 340
que debían entregarse al encomendero y las 28 arrobas del cura doctrinero-, la tasa toledana
quedaba fijada en 278 arrobas de pescado seco; mientras en Pica y Loa, de las 150 arrobas
de pescado seco anual impuestas por La Gasca, en 1575 quedaba en 40 arrobas. En el caso
de las aves de castilla, por el contrario, en ambos repartimientos la cifra absoluta aumentó,
en Tarapaca de 240 a 400 unidades y en Pica de 100 a 144 unidades.
A pesar de estos cambios, lo más significativo es la ausencia o eliminación de una serie de
categorías tributables en especies (maíz, ají, sal) y bienes manufacturados (cantaros, sogas,
costales, aceite, entre otras),977 que en el caso de Tarapaca significaba, con excepción del
pescado y las aves, una completa supresión de las categoría tributadas en los 20 años
anteriores, incluyendo las 150 piezas de ropa de lana de llama y algodón. Por el contrario, en
Pica y Loa esta manufactura aumentó de 20 a 60 piezas por año, alcanzando cerca del 14%
del tributo anual.
Entre las especies suprimidas en el repartimiento de Tarapaca se encontraba el maíz, que en
1550 alcanzaba las 800 fanegas anuales y que representaba uno de los pilares de la
producción agrícola de los valles de Camiña, Aroma y la propia quebrada de Tarapacá.
Por otra parte, la lectura de la Tabla 7.5 indica cómo se formalizó en la región el sistema
mercantil donde especies y manufacturas tienen una conversión económica en dinero.
975
Hidalgo, 2009a: 166.
Hidalgo, 2009a: 166.
977
Hidalgo, 2009a: 167.
976
373
Aunque esto ya ocurría en la década previa,978 no es sino hasta este momento en que las
poblaciones y autoridades indígenas de la región deben ocuparse de alcanzar un monto fijado
mayoritariamente en plata ensayada, difícil de conseguir convirtiendo las especies y bienes
que comprendía las cuatro categorías restantes.979
Considerando el potencial maicero y agrícola de ambos repartimientos, la ausencia del tributo
en fanegas de maíz parece indicar más un estímulo a la minería que un apoyo a la
autosuficiencia de los ayllus y sus poblaciones. Esto se condice con la opinión de Hidalgo,
quien siguiendo a Assadourian, señala: “El mayor porcentaje del tributo en dinero en el caso
de Tarapacá podría deberse al interés por favorecer las actividades mineras, que producían
la mercancía dinero indispensable para los colonizadores hispanos y para el Estado”.980
Si bien los tributos en especie tienden a desaparecer, el pescado salado (conserva), la ropa y
las aves permanecen debido a su buen valor en el mercado, su buena conservación para el
transporte y la relativa facilidad para producirlos.981 La baja en el precio de la arroba de
pescado, la ausencia de tributo en maíz y animales remecieron las economías de los distintos
pueblos y ayllus que habían sido tasados en 1550 y retasados en la década de 1570.
En el caso de la eliminación del tributo en maíz, podemos estimar que si este tributo se
hubiera mantenido similar al período anterior (1550-1570), las poblaciones de Tarapaca
podrían haber cumplido sólo un 15% de sus obligaciones totales en plata.982 Para el
repartimiento de Pica el ejercicio anterior tiene resultados incluso peores. Si se utiliza la tasa
de La Gasca que fijaba en 150 arrobas de pescado seco el tributo anual del repartimiento, las
autoridades de Pica y Loa hubieran cubierto menos del 9% dispuesto por la tasa toledana. 983
978
En el capítulo anterior hemos señalado como los quipucamayos de Joan Hamastaca (Amastaca) declararon
en 1570 que dieron “… al dicho Gonzalo de Valencia y a personas en su nombre […] veinte carneros que son
obligados a dar los pagaron a seis pesos cada uno…”. AGN, DIE, L2, C15, f. 370v, Los caciques e indios de
Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia.
979
Hidalgo señala en 1570 se verifica una reducción del 50% en el valor de la arroba de pescado seco (de un
peso ensayado a 4 tomines) respecto de 1550. Hidalgo, 2009a: 166.
980
Hidalgo, 2009a: 166.
981
Hidalgo, 2009a: 167.
982
Las 800 fanegas anuales establecías en la tasa de La Gasca en 1550, convertidas a 6 tomines cada una con
el valor de 1570-1575 totalizan 4800 tomines que equivalen a 600 pesos de plata, el 15,8% del total de la tasa
(3780 ps).
983
Las 150 arrobas de pescado seco establecidas en la tasa de La Gasca, convertidas en 4 tomines cada una con
el valor de 1570-1575 totalizan 600 tomines que equivalen a 75 peso de plata, el 8,6 % del total de la tasa (689
ps).
374
Estas magnitudes ejemplifican la mayor carga monetaria fijada sobre los 921 tributarios
tasados en ambos repartimientos.
La tasa de Toledo para Tarapaca y Pica no ofrece detalles sobre la pertenencia étnica o social
de los tributarios, sin embargo, a través de los datos que hemos estudiado podemos percibir
la contribución al tributo de grupos de pescadores, tejedores y mineros, especializaciones
económicas que se encuentran claramente enunciadas en la tasa de La Gasca de 1550; en el
funcionamiento inicial de la encomienda de Lucas Martínez y en la organización
socioeconómica de la región desde el período Intermedio Tardío e incluso con anterioridad
al siglo IX (período Formativo Tardío).
De acuerdo al análisis de Bouysse-Cassagne para Charcas, incluyendo las vecinas provincias
de Caranga, Quillaca y Lipes, las poblaciones pescadoras y recolectoras, los uros, eran según
los datos de la tasa toledana los más pobres del altiplano, sin embargo, las categorías
tributarias que se le impusieron, además de la plata, documentan mejor como estos grupos
complementaban su economía para cumplir con al pago de la tasa. En orden de importancia
a partir de 1570-1575 pagana su tributo en: ropa de tejido grueso (abasca), pescado seco,
chuño, oro, costales y sal. La autora señala que los tejedores uro no poseían rebaños y que
por otra parte constituían el grueso de la fuerza laboral en las minas, duplicando al número
de tributarios aymara.984
En 1581, el factor de Potosí señalaba que en Tarapaca habían más de mil uros, un tercio de
la población que era mayoritariamente aymara.985 De acuerdo al testimonio de Bartolomé
Álvarez en la misma década de 1580, sabemos que una parte de estas poblaciones habitaban
en el sector de Isluga y sus alrededores986 y una década antes tenemos noticia de los uros
984
Bouysse-Cassagne, 1975: 326.
Lozano de Machuca, [1581] 1992: 32-33. La categoría “aymara” tiene relación con distintas
especializaciones económicas ganaderas y agrícolas, así como especializadas en la minería y la guerra en
tiempos incaicos. De acuerdo a la información arqueológica, los títulos de encomienda y fuentes más tardías,
en Tarapaca una parte de estas poblaciones correspondería a los mitimaes Caranga, pero también poblaciones
locales de tierras bajas o asentados en las quebradas altas y que mantenían desde el siglo XIII relaciones de
parentesco, políticas y rituales con aquellas de la zona Caranga, Quillacas y Lipes. Para una perspectiva similar
sobre lo aymara como especialización económica véase Bouysse-Cassagne, 1987.
986
Bartolomé Álvarez ([1588] 1998: 400).
985
375
serranos que estaban sujetos al cacique principal del repartimiento don Pedro (Tuscasanga),
Ojacayo y Oxa.987
A pesar que la tasa de Toledo no establece distinciones étnicas y sociales para los tributarios
de los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa; Lozano de Machuca una fuente más tardía
de 1581, la cual hemos discutido en los capítulos anteriores diferenciaba a la población uro
y aymara dentro de las regiones del Centro Sur Andino. Algunas distinciones pueden ser
efectivamente visualizadas utilizando fuentes independientes contemporáneas. De este
modo, la presencia de poblaciones con economías o especializadas en la pesca, la minería, la
elaboración de textiles o la ganadería, pueden descomponerse con mayor precisión entre
aquellos grupos que habitaban el litoral Pacífico, cercanos a los salares interiores (pampa del
Tamarugal) y otras en los valles agrícolas o en las cuencas lacustres altiplánicas (p.e. Coipasa
y Huasco).
7.1.4. Efectos de larga duración: la retasa de 1646
Considerando los datos que hemos sistematizado para la retasa de 1646 (1644), podemos
analizar y comprender los efectos duraderos de la tasa de Toledo en pleno siglo XVII (Tabla
7.6).
Desde una perspectiva diacrónica y considerando los resultados de la visita general de 15701575 y la retasa de 1619, en el año 1646 se evidencia un franco descenso en el número de
tributarios en ambos repartimientos.988 Por otra parte, se aprecia cierta invariabilidad del
valor de especies y manufacturas como el pescado, la ropa y las aves dentro de ambas tasas
a lo largo de este lapso cronológico.
Por otro lado, el desglose que ofrece del tributo entre la zona de valles y oasis interiores y los
pescadores en el litoral y sus puertos dirime la lógica con la que se elaboró la tasa toledana,
setenta años antes, y la paridad que existía en el tributo per cápita entre los pescadores y
agricultores del mismo repartimiento.
987
AGN, DIE, L2, C15, f. 265r-265v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de
Valencia. En este documento de 1571, los uros serranos son claramente distintos a los pescadores de la costa y
a la pertenencia étnica de los tres caciques principales mencionados.
988
AGI, Charcas 21, R.13, N.85c, Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá, 1646.
376
Tabla 7.6. Retasa de los repartimientos de Tarapaca, Pica y Loa, 1646.
Tarapaca [601 tributarios]
Localidad [n° de tributarios]
ID
Item y valor unitario
Tarapaca [578]
Cantidad
1 Plata ensayada
2
Arrobas de pescado seco del
mar a 4 tomines c/u
3
Piezas de ropa de algodón a 2
pesos c/u
Valor (ps.)
Pica [96 tributarios]
Puertos de Yque, Picagua y
Camarones [23]
Cantidad
Valor (ps.)
2.715 ps 3 tm
Pica [81]
Cantidad
39 ps 4 tm 4 gs
140@ 8 lb
Valor (ps.)
Camanchacas de puerto Loa
[15]
Cantidad
356 ps 6 tm
70 ps 1 tm 6 gs
Valor (ps.)
62 ps
72
9 ps
Plata ensayada
32 ps 6 tm 6 gs 2.613 ps 3 tm 10 gs
91@ 18 lb
31
TOTAL
45 ps 7 tm
4 Fanegas de maíz a 6 tomines c/u
5 Aves de castilla a tomín c/u
309
Subtotal
TOTAL
Fuente: AGI, Charcas 21, R.13, N.85c.
Ps: pesos ensayados.
Tm: tomines.
Gs: granos.
@: arrobas.
Lb: libras.
38 ps 5 tm
2754 ps
109 ps 5 tm 10 gs
2.863 ps 5 tm 10gs
427 ps 6 tm
78 ps 5 tm 6 gs
506 ps 3 tm 6 gs
3.370 ps 1 tm 4 gs
377
En el primer ámbito, vemos que las poblaciones pescadoras del litoral -habitantes de la costa
desértica de interfluvio y especialmente de las zonas de puerto y desembocadura de ríos-,
están encargados del suministro del pescado seco a las minas de Tarapaca, un elemento que
ya se encontraba presente desde la tasación de 1550. El tributo en plata ensayada recaía
básicamente sobre las poblaciones quebradeñas de Tarapaca y del oasis de Pica y sus anexos
del interior. Si esta lectura es correcta, los tributarios de ambos repartimientos debieron estar
tasados mayoritariamente en los pueblos de reducción: Santo Tomás de Camiña, Santa María
de Chiapa, San Antonio de Mocha, San Lorenzo de Tarapaca y San Andrés de Pica.
Aunque el resumen de la tasa de Toledo y la retasa de 1646 no desglosan el tributo por pueblo,
la información de esta última circunscribe el tributo textil al pueblo de Pica, quienes fueron
los únicos obligados a dar ropa de algodón anualmente. El uso de algodón se encuentra
ampliamente documentado en los valles cálidos del Colesuyo, para las poblaciones
pescadoras y agricultores (camanchacas y coles) de los Valles Occidentales. En la región de
Tarapaca partes de esta planta están datada en contextos culturales desde el siglo III d.C. y
su aprovechamiento aumenta progresivamente en el período Formativo Tardío, Intermedio
Tardío e Inca.
Si bien su recolección en estado silvestre y cultivo tiene directa relación con la elaboración
de textiles en tiempos prehispánicos y etnográficos, 989 entre el siglo X y XV las piezas de
algodón forman parte fundamental del aparataje de pesca y navegación de los pescadores de
Arica,990 razón por la cual podemos concluir que su producción y manufacturas, en el caso
de Pica, significaban redirigir un rubro tradicional dentro del oasis para el pago del tributo.
Ahora bien, por la información de la retasa de 1646 podemos dilucidar que la contribución
al tributo de los pescadores de ambos repartimientos se efectuaba mayormente en arrobas de
pescado seco (6,1 arrobas per cápita), el cual en términos porcentuales era más significativo
en Pica y Loa, con más del 15%, que en Tarapaca donde la contribución de las parcialidades
pescadores era menor al 4% del total del tributo en plata.
Esta situación se condice con la mayor concentración de pescadores camanchacas en el Loa,
pero no explica el bajo número de pescadores en el puerto de Camarones, Pisagua e Iquique.
989
990
Núñez, 1966; Agüero, 2015; García y Uribe, 2012.
Horta, 2010.
378
Gracias a la información de la retasa de 1646 además podemos calcular el número de
pescadores en la tasa de Toledo utilizando la taza individual de pescado seco impuesto a los
pescadores a mediados del siglo XVII. De tal manera que, en los puertos de Camarones,
Pisagua e Iquique habrían sido tasados cerca de 45 pescadores; mientras que en puerto Loa,
sólo siete. Esta cifra pudiera ser levemente mayor (10 tributarios) si utilizamos el tributo per
cápita en ropa de 1646 (0,4 piezas por tributarios) y lo aplicamos sobre las 60 piezas que
tributaban los indios de Pica en 1570-1575 (Tabla 7.5). Con todo, los 52 a 55 pescadores
registrados en la tasa de Toledo representarían menos del 6% de la población tributaria total
(921). En el repartimiento de Tarapaca los pescadores alcanzarían el 5,9% y en Pica el 4,3%
de los tributarios tasados.
Esta información inédita permite esclarecer la representación de las parcialidades pescadoras
respecto de las poblaciones agroganaderas de los valles y quebradas interiores para la década
de 1570 y, considerando la serie de revisitas que siguieron a partir de esta,991 comprender su
variación a fines del siglo XVI y durante los siglos XVII y XVIII donde los puertos entre
Camarones y el Loa siguen formando parte de la jurisdicción de sus autoridades.
Precisamente, la retasa nos remite a un leve descenso del tributo per cápita en 1646 para los
tributarios de ambos repartimientos. Este descenso se debe a ciertos cambios menores en el
total de plata ensayada y la fórmula de cálculo utilizada que no se explicita en el documento
y que al igual que en la tasa de Toledo debió basarse en una cifra previamente establecida
aplicada en todo el virreinato.992
En efecto, si en 1575 los tributarios de Pica comenzarían a pagar 5,4 ps y los de Tarapaca
4,97 ps,993 en la retasa de 1646 se habrían mantenido las diferencias entre repartimientos con
un descenso general del tributo per cápita de 0,2 ps. Los tributarios tarapaqueños del interior
habrían pagado 4,76 ps y los pescadores de Iquique, Pisagua y Camarones una cifra similar
(4,74 ps). En el caso de Pica, nuestros cálculos indican que en 1646 cada tributario del oasis
debía pagar 5,27 ps de plata y los pescadores de puerto Loa algo más de 5,2 ps cada uno.
991
Véase tabla 6.4. en cap. VI.
Hidalgo, 2009a: 166.
993
Hidalgo, 2009a: 166.
992
379
Para finalizar esta apartado agregaremos los datos comparativos de las tasas de 1570-1575 y
1646 donde podemos apreciar algunos cambios en el gasto comprometido en la
administración de los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa (Tabla 7.7).
Tabla 7.7. Comparación de los gastos y distribución anual de los ingresos de la
encomienda de Tarapaca, Pica y Loa entre 1570-1575 y 1646.
Visita General de 1570-1575/ Tarapaca, Pica y Loa
Item
Doctrina [2 sacerdotes a 450 ps. c/u]
Justicias y defensores de indios (se aplican 388 ps., el resto a la comunidad de indios)
Caciques [8]
Suma de los salarios
Renta del encomendero en pesos de plata (Saldo)
Renta del encomendero en especie
Total encomendero
TOTAL
Gasto del ingreso
Cantidad (ps.)
%
900
19,4
582
12,5
230
4,9
1712
36,8
2590
55,7
347
7,5
2937
63,2
4649
100,0
Gasto del ingreso
Retasa de 1646[1644]/ Tarapaca, Pica y Loa
Item
Cantidad
%
Doctrina [2 sacerdotes a 450 ps. c/u]
900
26,7
Justicias y defensores de indios
388
11,5
Caciques [8: 3 caciques, 1 segunda persona y 4 principales cobradores]
238 ps 6 tm
7,1
Suma de los salarios
1.526 ps 6 tm
45,3
Renta líquida del encomendero en plata como en pescado
1843 ps 3 tm 4 gs
54,7
TOTAL
3.370 ps 1 tm 4 gs
100,0
Hospital a tomín ensayado por tributario [697]
87 ps 1 tm
Fuente: AGI, Contaduría 1786, f. 565r-567r; AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Cook 1975: 236-239.
Fuente: AGI, Contaduría 1786, f. 565r-567r; AGI, Charcas 21, R.13, N.85c; Cook, 1975: 236-239.
En el contexto de las reformas establecidas por el gobierno de Francisco Toledo este cuadro
ejemplifica la baja generalizada en el rendimiento de las encomiendas de la región en paralelo
al descenso del número de tributarios registrados: entre 1575 y 1646 (1644) la cifra bajo de
921 a 697, prácticamente un 25% del número total de tributarios en algo más de 70 años.
Si bien el salario de los curas doctrineros se mantuvo fijo en este lapso de tiempo, la renta
líquida del encomendero descendió significativamente y es probable que otros rubros como
la explotación directa de las minas, la producción de vinos y el comercio fueron más rentables
que la mantención de las encomiendas.
La mantención de los salarios en un escenario de decrecimiento de la fuerza de trabajo
indígena desfavoreció a los últimos encomenderos y a los nuevos pensionados en el siglo
XVII, quienes recibían el tributo sin siquiera conocer estas regiones. Tal situación fue
380
diametralmente distinta a la de los corregidores, sus tenientes y especialmente a la de los
sacerdotes quienes mantuvieron e intensificaron su labor evangelizadora en los pueblos
indígenas de origen prehispánico y especialmente en las reducciones fundadas a fines de la
década de 1570.
Las condiciones mineras propias de la región como la fórmula establecida por la tasa de
Toledo, tendría un impacto notorio en los siglos posteriores. Como señala Hidalgo y
coautores: “…las doctrinas de Tarapacá estaban entre las más codiciadas por (los) curas
doctrineros. A inicios del siglo XVII, por ejemplo, Tarapacá pagaba el sínodo más alto de
todo el Obispado (700 pesos) (Marsilli 2014:72-73)”.994 De esta manera entendemos porque
las reducciones o pueblos de indios se convirtieron prontamente en centro de mayor actividad
de los funcionarios hispanos abocados al cumplimiento de la tasa (corregidores y tenientes),
y de los propios curas. En efecto, los pueblos de reducción eran el espacio de interacción
principal de los sacerdotes con los dirigentes locales y las poblaciones sobre los cuales
mantenían jurisdicción -incluyendo los minerales y las pesquerías-, sin lugar a dudas el mejor
espacio desde donde construir sus carreras eclesiásticas y beneficiarse económicamente.995
994
995
Hidalgo et al., 2016: 3.
Hidalgo et al., 2016.
381
PARTE II
CAPÍTULO VIII: RECONOCIMIENTO Y APROPIACIÓN TERRITORIAL
8.1. Doctrinas y curatos antes y después de 1570
De acuerdo al enfoque planteado por Patricio Advis, el lapso de la primera encomienda puede
subdividirse en dos momentos. El primero, más breve, caracterizado por los escases de
doctrineros (ca. 1540-1548)996 y el segundo, de casi treinta años (ca. 1548-1578), donde uno
o dos sacerdotes se encargan de modo permanente de la instrucción religiosa de los
repartimientos de Jerónimo de Villegas, su hija, Ana de Villegas (bajo la tutoría de Juan de
Torres), Lucas Martínez y su viuda, María Dávalos.997
Durante las tres décadas iniciales de la encomienda y hasta el inicio del gobierno del virrey
Toledo (ca. 1540-1570), la atención y cristianización de las poblaciones indígenas fue
responsabilidad del encomendero y como ha demostrado Trelles, el trabajo de los frailes fue
en este período muy bien remunerado con plata extraída en las minas de la región.998
Si bien Tarapaca estaba integrada al Obispado del Cuzco, creado en 1537-1538, la
conformación gradual de la doctrina de Tarapaca dependiente del Cuzco y la delimitación
precisa de la jurisdicción eclesiástica no cristalizarán en términos funcionales hasta el epílogo
de la década de 1560, momento que coincide con el declive del rol evangelizador encargado
al encomendero.999 Hasta dicho momento las disposiciones reales sobre nuevas poblaciones
imponían a los clérigos edificar al interior de los pueblos o barrios de indios capilla o templo
y, junto a estos, sus casas; además, demarcar y establecer un cementerio cristiano.1000
996
Este lapso correspondería al primer período como encomendero de Lucas Martínez. En nuestra opinión,
considerando la capacidad de pago -del salario, estipendio o sínodo- y de contratación que exhibía Lucas
Martínez a partir de 1541 (Trelles, 1991: 48-49), la relativa ausencia de sacerdotes en los primeros años de la
encomienda merece ser mejor investigada
997
Larraín, 1975: 283; Villalobos, 1979: 14.
998
Trelles, 1991: 238.
999
Advis, 1990a: 79. Mientras en 1565 aún Lucas Martínez proveía de los sacerdotes del repartimiento, en el
año 1571 el Obispado del Cuzco controla directamente la evangelización de Tarapaca.
1000
Advis, 1990a: 77.
382
Los repartimientos de Tarapaca y Pica-Loa, conformaban la jurisdicción política y territorial
del encomendero y, a su vez, el campo de acción doctrinal de los curas dispuestos por éste.
El dilatado territorio que involucraba ambos repartimientos, como queda demostrado al
analizar la procedencia del tributo establecido en 1550 por La Gasca, quedaba delimitado por
la distribución de asentamientos permanentes donde residían los caciques principales y los
tributarios atendidos por el o los sacerdotes activos en la encomienda.
Dada su misión y trabajo, ofrecer los servicios religiosos básicos y atender la evangelización
de las poblaciones indígenas en sus propios pueblos de origen, nadie mejor que los sacerdotes
y los mayordomos del encomendero conocieron estos repartimientos durante el siglo XVI.
En el mismo año en que se estableció el Corregimiento de Arica (ca. 1565), definiéndose las
sub unidades administrativas que lo compondrían (tenientazgos),1001 el doctrinero de
Tarapaca era fray Hernando Abrego,1002 quien ejercía su labor en las dos encomiendas de
Lucas Martínez, Tarapaca y Pica y Loa. Aunque no se dispone de suficientes antecedentes,
la instrucción religiosa de las poblaciones de Pica y el curso inferior del río Loa debió
iniciarse cerca del año 1560, cuando Lucas Martínez extendió la actividad de sus sacerdotes
desde Tarapaca al oasis meridional, recién adquirido en la permuta con Juan de Castro.1003
Sin embargo, al crearse el corregimiento de Arica en 1565, el control de Tenientazgo de Arica
y Tarapaca pasó a manos del nuevo cargo de Corregidor en detrimento de la autoridad del
encomendero y sus mayordomos. De acuerdo a las reformas administrativas que se
implementarían a partir del año 1565 las provincias se fragmentaron progresivamente en
corregimientos, tenientazgos y repartimientos, mientras la organización eclesiástica supuso
la articulación regional de doctrinas, curatos, parroquias y anexos. Las parroquias tenían sede
en un pueblo o cabecera (la vicaría), de la cual dependían pueblos menores y anexos o
estancias.1004
Si el primer curato tarapaqueño fue establecido en la segunda mitad de la década de 1560, su
primera parroquia fue construida en una de las manzanas orientales del pueblo de Tarapaca
1001
Málaga, 1975: 79, en Villalobos, 1979: 18.
AGN, DIE, L2, C15, f. 436v, 440v, 441r, 444r y 444v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá
contra Gonzalo de Valencia; Trelles, 1991, nota 17: 238.
1003
Barriga, 1940: 288.
1004
Advis, 1990a: 80-81.
1002
383
(Tarapacá Viejo) con la advocación de San Lorenzo Mártir.1005 Luego de 20 años de trabajo
evangelizador de sus antecesores y el mismo, Francisco Churro de Aguilar ideó un plan para
dividir y reorganizar la doctrina en dos curatos y cinco cabeceras parroquiales en base a su
trabajo presencial en la precordillera, valles, oasis y puertos en la costa pacífico de los
repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa.
Entendemos que esta iniciativa debió ser más que un proyecto personal del cura un mandato
de sus superiores, puesto que el proyecto de doctrina fue discutido un año después de iniciada
la “visita general” del virreinato. En esta medida, daba cuanta no únicamente del
conocimiento adquirido por los religiosos, sino del crucial momento que se avecinaba con
las reformas toledanas en la región.
8.1.1 La estructura parroquial del repartimiento: proyecto y realidad
En 1990 Patricio Advis publicó en una revista de circulación regional (revista Camanchaca),
el primer listado de pueblos de la región contenido en un auto episcopal emitido en la ciudad
de Cuzco el 24 de abril del año 1571, basándose en una versión paleográfica de John Murra
efectuada en 1980. Este documento conteniente lo que cura dominico Francisco Churro de
Aguilar sostenía debía ser la organización de la doctrina de Tarapaca a esa fecha.1006
Constituye también la principal fuente que analizamos en este apartado, a la cual ya hemos
referido brevemente en trabajos anteriores.1007
Su contenido refiere a los curas vicarios activos en el repartimiento de Tarapaca y Pica, entre
los años 1565 y 1571, en lo que Advis considera la doctrina pretoledana. 1008 Según detalla
el autor, cabe destacar primero al dominico Marcos de Valdelomar, activo en Tarapacá en
1566 y removido por Sebastián de Lartaun, en ese entonces provisor del cabildo de la diócesis
o juez eclesiástico del Cuzco. El otro cura mencionado es el dominico Francisco Churro de
1005
Echeverría y Morales, 1804, en Barriga, 1952: 162.
Advis, 1990a. Es curioso que este documento no fuera publicado por el propio Murra o sus discípulos. Por
otra parte, Advis no indica en su trabajo la ubicación del documento. Gracias a la gentileza del Dr. Jorge Hidalgo
hemos podido acceder a una copia del documento original.
1007
Urbina, 2015; Urbina et al., 2018. Véase también Urbina, 2014: 231-232.
1008
Más información sobre los sacerdotes y su biografía y actuación en la región en Advis, 1990a: 80-85.
1006
384
Aguilar, activo en Pica en 1570. Churro de Aguilar es quién argumenta en el auto mencionado
sobre la necesidad de dividir la doctrina en dos curatos hacia 1571.1009
Para avaluar este proyecto, se habría designado como visitador eclesiástico bachiller Cosme
Ramírez para recorrer la doctrina, erigir los curatos y dar el cargo de vicario general al mismo
Churro de Aguilar, dándole la posibilidad de elegir a este último el curato al cual deseaba ser
adscrito. No tenemos información si la visita se efectuó luego de emitido el documento o si
fue realizada por los visitadores eclesiásticos designados por Toledo, Pedro de Quiroga y
Maestro Cañete.1010
El listado de 29 asentamientos contenidos en el auto episcopal de 1571 constituye el más
completo y preciso esquema del patrón de asentamiento de los cacicazgos de Tarapaca y
Pica, especialmente del sector norte de la región. Pueden distinguirse con claridad los lugares
de residencia de la población por sus nombres o topónimos (Tabla 8.1).
Se definen, adicionalmente, cuáles debían ser las cabeceras políticas o núcleos poblacionales
de los cuales dependerían otros pueblos menores o anexos. Incorporando la información
arqueológica que hemos analizado sobre los poblados regionales, nuestra opinión es que el
documento reconoce cuatro niveles o tipos de asentamientos bajo una nueva nomenclatura
colonial: cabeceras o vice parroquias, pueblos, anexos y puertos en el litoral Pacífico.1011
Dado que el documento localiza el nombre de los poblados, puede inferirse el cuadro de
distancias y nivel dispersión de los anexos, algunos de ellos a varias decenas de kilómetros
de la cabecera donde debía instalarse la parroquia o cabecera. Esto permite, como
profundizamos más adelante, una completa lectura del patrón ocupacional de las unidades o
jurisdicciones indígenas que los curas pretendían atender o controlar y sugiere que para este
fin interpretaron las modalidades de acceso a recursos tradicionales de cada núcleo indígena
y los cambios asimilados luego de tres décadas bajo el régimen tributario de las encomiendas.
1009
Ambos doctrineros dominicos, Marcos de Valdelomar y Francisco Churro de Aguilar, fueron los primeros
designados en forma sucesiva y alternada Obispado cuzqueño -al menos en dos ocasiones cada uno por el para
servir en Tarapaca y Pica y Loa antes del año 1571. Valdelomar y Churro serían sucesores a su vez de una serie
de frailes contratados por los encomenderos de Tarapaca, como fue el caso de Fray Hernando Abrego hasta el
año 1565, el cual atendía en conjunto ambos repartos (Tarapaca y Pica-Loa). AGN, DIE, L2, C15, f. 436v,
440v, 441r, 444r y 444v, Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia; Trelles
1991, nota 17: 238.
1010
Cook, 1975: XI; Noejovich, 2009: 75.
1011
Urbina, 2014: 241; Urbina et al., 2018.
385
Tabla 8.1: Proyecto de división de la doctrina de Tarapaca en 1571 y altitud de los
asentamientos conocidos.
Septentrional
Meridional
Curato Vice parroquia/ altitud (msnm)
Anexo
1, 3
Alamina [Mamiña]
Tarapaca / 1400
Limacsiña
Guaviña La Chica
Lancana [Loanzana]
Noaza
Cuchaya
Sibaya
2
Guaviña [La Grande] / 2400
3
Mocha
2
Puchurca
2, 3
Pica
Puerto Loa
Puerto Ique Ique
Las minas [de Tarapaca ]
Caiña [Jaiña]
2, 3
Chiapa / 3150
Hylaya
Sipisa
Sotoca/ 3150
Huasquiña
Tritama
Soga
Guallaca
Miñita
2, 3
Camiña / 2400
Ilegible (Roto)
Cara
Puerto Camarones
Puerto Pisagua
Altitud (msnm)
2860
2730
2400
1830
3250
2680
2150
1920
1330
10
10
900
2850
3065
2010
2730
2400
40
50
Fuente: AGI, Lima, f.1v-1r; AGI, Lima 464, en Barriga, 1940: 74-75.
1
Sede de la vicaría de toda la doctrina.
2
Pueblos entregados en encomienda, 1540-1541.
3
Pueblos de reducción luego de la visita general de Toledo, 1575-1578.
Para demostrar la calidad de proyecto de este documento, permítasenos comparar el listado
de pueblos de 1571 con algunos datos posteriores que sobre las doctrinas regionales. De
acuerdo al testimonio tardío (siglo XIX) de Echeverría y Morales, en el siglo XVI sólo
existían los curatos de Camiña en el valle de Carviesa y Tarapaca en el valle de Cato,1012
1012
Barriga, 1952: 162.
386
apreciación que contrasta parcialmente con la división propuesta en 1571, donde el curato
meridional comprendía las parroquias en Tarapaca y Guaviña, en ese orden; y el curato
septentrional, las parroquias de Chiapa, Sotoca y, en tercer lugar, Camiña.1013
Otra situación divergente es el establecimiento posterior, en 1620, de un curato independiente
en Pica, efectuado por el Agustino Fray Pedro de Pereda, a la sazón, Obispo de Arequipa.1014
Recordemos que Churro Aguilar, no entendemos si por la distancia y pocos españoles en sus
inmediaciones, estimaba que a las poblaciones de Pica debían constituir un anexo de la
parroquia de Guaviña. Por último, en el año 1765 los cuatro curatos que conforman la
doctrina del partido de Tarapaca fueron descritas por Antonio O´Brien, quien detalla su
composición con los topónimos originales de sus pueblos y anexos (Tabla 8.2).1015
A partir de esta breve comparación podemos concluir que los curatos y parroquias ideadas
por Churro de Aguilar en 1571 orientaron parcialmente al diseño de la doctrina tarapaqueña
en los siglos XVII y XVIII. Sospechamos que esto se debía a que la estructura propuesta por
él se basaba más a la territorialidad indígena de los cacicazgos que en el proyecto de
reducciones y reasentamiento de la población impulsado posteriormente por Toledo.
En el caso del curato de Pica, el bajo número de asentamientos reportados en la segunda
mitad del siglo XVIII (Tabla 8.3) e incluso si apreciamos el listado de pueblos ofrecido por
el corregidor de Arica en 1666,1016 nos lleva a inferir que el repartimiento de Pica y Loa fue
menos recorrido y explorado que el de Tarapaca. En ello pudo gravitar el bajo número de
tributarios y la condición más árida de sus cuencas hidrográficas, los cual en términos
comparativos pudo influir en su temprana dependencia, como anexo, de Guaviña en el diseño
de la doctrina de 1571, sin duda una jurisdicción más extensa y lucrativa. En contraste a esta
interpretación, debemos recordar que el oasis fue un lugar muy apetecido por los primeros
1013
AGI, Lima, 316, f. 1v-1r. Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571.
Bermúdez, 1987: 19.
1015
AGI, Charcas 490, f. 12v, en Hidalgo, 2009a: 22. Para la doctrina de Pica, véase Bermúdez, 1980: 151-154.
1016
Un gran número pueblos están ausentes del auto episcopal de 1571, pero aparecen registrados en fuentes
posteriores como la provista por el corregidor de Arica Pedro de Montoya (Cúneo-Vidal, 1977, Tomo I: 480) y
otras mencionadas un siglo más tarde en la descripción del partido de Tarapaca elaborada por Antonio O´Brien.
Hidalgo, 2009a: 18-38.
1014
387
colonos hispanos para establecer sus primeras haciendas y con sus propias familias a fines
del siglo XVI,1017 por lo que cualquier conclusión en esta línea requeriría de mayor estudio.
Tabla 8.2. Doctrinas del partido de Tarapaca registradas por Antonio O´Brien, ca. 1765.
Curato
1
2
3
4
Pueblo
Anexos
Guarasiña
Tilibilca
Guaviña
Mamiña
1 Iquiuca
Tarapaca *
Parca
Macaya
Noaza
Guantajaya
Iqueique
Chiapa*
Sotoca
Isluga
Camiña*
Cariquima
Miñimiñi
Cara
Pisagua
Matilla
Chipana
Guatacondo
Capuna
Biquintipa
Pica*
Miño
Quillagua
Ujina
Chixlla
Pesquerías de la costa
Limaxiña
Usmagama
Sibaya
Sipisa
Mocha*
Guasquiña
Observación
Azoguería
Mineral
Puerto
Altiplano
Altiplano
Puerto
Costa
Nacientes del río Loa
Curso inferior del río Loa
Mineral
Mineral [Nuestra Señora de la Purificación]
Costa
Fuentes: AGI, Charcas 490, f. 12v, en Hidalgo, 2009a: 22; también Bermúdez, 1975; van Kessel, [1980]
2003.
1 Sede de la doctrina del partido.
* Pueblos de reducción luego de la visita general de Toledo, 1575-1578.
1017
Bermúdez, 1987: 17; Hidalgo, 2004: 382-382; Advis, 1990a: 85, nota 41: 87; Advis, 1995: 91.
388
La información tardía provista por el censo de 1791-1792 resume detalladamente los aspectos
que comentamos. En el mismo contexto, la Tabla 8.3, muestra comparativamente la menor
intensidad constructiva o edificatoria de templos o iglesias que tuvo en el siglo XVIII el
curato de Pica –sólo el 15% de todas las iglesias del partido de Tarapaca-, cuestión que queda
refrendada por número de ayudantes –el 16% del total del partido-, que tuvo el único cura
para atender a toda la población indígena del oasis y sus anexos.
Tabla 8.3. Población del partido de Tarapaca, ca. 1791-1792.
Población
Doctrina
Pueblo
Iglesias
Tarapaca %
10
37,0
Pica
4
%
14,8
Sibaya %
5
18,5
Camiña %
8
29,6
TOTAL %
27
100
Curas
1
25,0
1
25,0
1
25,0
1
25,0
4
Ayudantes
8
32,0
4
16,0
5
20,0
8
32,0
25
100
Españoles
130
4,9
85
4,8
14
0,6
229
2,90
100
Españolas
155
5,9
108
6,1
17
0,7
280
3,55
Mestizos
170
6,4
328
18,6
130
5,3
628
7,95
Mestizas
180
6,8
284
16,1
108
4,4
572
7,24
Indios
752
28,5
319
18,1
490
46,2
1052
43,2
2613
33,09
345
19,6
570
53,8
1113
45,7
Indias
765
29,0
2793
35,37
Negros libres
2
0,1
2
0,03
Negras libres
4
0,2
4
0,05
Negros esclavos
38
1,4
41
2,3
Negras esclavas
52
2,0
65
3,7
2
0,1
79
1,00
119
1,51
Mulatos y Zambos libres
170
6,4
70
4,0
240
3,04
Mulatas y Zambas libres
192
7,3
90
5,1
282
3,57
Mulatos y Zambos esclavos 12
0,5
16
0,9
28
0,35
Mulatas y Zambas esclavas 15
0,6
12
0,7
27
0,34
100,0
1763
100,0
7896
100,0
TOTAL
2637
1060
100,0
2436
100,0
Fuentes: AGI, Estado 73; AGI, Mapas y Planos, Perú-Chile, N° 124, en Hidalgo 2004: 252.
Cabe preguntarse aquí si la estructura de la doctrina de Tarapaca en 1571 refería al genuino
interés por balancear el número de tributarios a atender por parte de los sacerdotes en ambos
curatos proyectados (400 tributarios cada uno). O bien, primaba la ambición de los sacerdotes
por los recursos mineros de la quebrada y el control de la ruta de tráfico marítimo que
conectaba el puerto de Iquique con los puertos de Arica y Lima, así como hacia el interior,
con las minas de plata de la cordillera costera, los valles maiceros y el altiplano, donde el
pescado seco (salado), los tejidos (ropa) y especialmente el vino (por esta razón pudo el
389
curato meridional incluir al oasis de Pica), eran transados anualmente por el encomendero y
su mayordomo en el mercado potosino en caravanas de llamas y mulas.1018
Se trata de una cuestión compleja de dirimir sin mayores antecedentes, pero comprendemos
de mejor modo ahora las formas en que los curas doctrineros, los mismos que habían tenido
a su cargo la instrucción religiosa de la población indígena en la década de 1560, pretendían
o pudieron influir en el trabajo de los visitadores enviados por el virrey Toledo en la década
siguiente.1019
Con todo, utilizando la estructura parroquial bosquejada por Churro de Aguilar -sin dudas
listado más completo de pueblos y anexos a comienzos de 1571-, podemos analizar los
territorios y localidades habitadas basándonos en la jerarquía que plantea el documento sobre
las cabeceras de los curatos, parroquias y anexos. Aunque teórica, esta organización es un
claro indicador tanto de las jurisdicciones indígenas de fines del siglo XV y los tres primeros
cuartos del siglo XVI, como de la conformación de los repartimientos hispanos. Finalmente,
en las vísperas de los cambios ejecutados por Francisco de Toledo,1020 la información que
1018
Lockhart, 1968: 31. Entre las últimas décadas del siglo XVI y mediados del XVII, Bermúdez considera que
el vino y el agua ardiente fue el verdadero y principal comunicador entre la zona de Pica y los oasis tarapaqueños
donde se cultivaba la vid. El vino viajaba en botijas fabricadas en el mismo oasis -15.000 anuales en el siglo
XVIII-, por la ruta que unía los oasis de Pica con el salar de Huasco, para dirigirse a hacia Lipes y Potosí; o
aquella que la conectaba, desde tiempos prehispánicos, con San Lorenzo de Tarapaca, para luego continuar
hacia Arica, Moquegua, Arequipa y Lima, donde eran apreciados, junto a los de Lucumba, como de los mejores
del reino. Bermúdez, 1987: 29.
1019
El interés que los curas tenían en las transformaciones impulsadas en el gobierno de Toledo estaba
íntimamente ligadas a la tarea de reducir a la población, puesto que sólo una vez concentrados en pueblos podría
establecerse la nueva tasa (Julien, 1991: 155-156), que como veremos en al final de este capítulo, a la postre,
permitiría financiar el salario del o los sacerdotes en cada doctrina. La actuación de los curas doctrineros en
Tarapaca en el diseño e implementación de la doctrina, la instalación de las parroquias como su participación
en la organización del estado colonial en la región son aspectos sobre los cuales no disponemos de fuentes
sustantivas para el siglo XVI. A veces opacados por las actuaciones de los corregidores y encomenderos, existen
importantes evidencias y testimonios sobre las trayectorias eclesiásticas, la construcción de iglesias y las
relaciones con las comunidades indígenas para el siglo XVII y XVIII; también, sobre el actuar abusivo y otras
veces a favor de la población de Tarapaca y Camiña en el siglo XVII. Hidalgo y Díaz, 1985: 80-81; Hidalgo et
al., 2016. Poca información hay sobre los curas doctrineros del siglo XVI, sin duda un aspecto que constituye
un desafío mayor para futuras investigaciones, especialmente considerando el grado de conocimiento que los
sacerdotes tuvieron de la región y sus habitantes, como por la calidad de la escasa documentación que hemos
analizado aquí, por ejemplo, AGI, Lima 316, Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571.
1020
Siguiendo el análisis planteado por Julien (1991: 159), podemos sostener que contar con 1) la estructura
parroquial de la doctrina que Churro de Aguilar proyectaba, 2) la ubicación de las reducciones toledanas, 3) los
pueblos que conformaban la encomienda de Taracapa y Pica y Loa y 4) los datos elementales de las tasas de
La Gasca y Toledo sobre las economías locales, nos sitúan en una inmejorable posición para evaluar contextual
y diacrónicamente la organización política indígena en la segunda mitad del siglo XVI y la fase tardía del
imperio Inca e incluso antes de la expansión del Tawantinsuyo. Volveremos sobre la tasa de Toledo en el último
390
dispone este auto episcopal constituye un antecedente directo de los cambios que se
materializaron dentro de la región durante su gobierno y que perduraron en los siglos
posteriores.
8.1.2. Curatos y parroquias proyectadas en 1571
Concentrémonos ahora en el análisis de la composición, distribución y jerarquía de las
jurisdicciones indígenas en la década de 1570 a partir de los documentos que disponemos. El
programa de la doctrina planteaba instalar parroquias en los principales asentamientos
indígenas1021 y por ello la información que contiene puede ser comparada con la ubicación
de las reducciones toledanas de 1575-1578. Nuestra opinión es que la ubicación y nombres
de los poblados existentes la región que el documento detalla, facilitó a los visitadores civiles
y eclesiásticos la tarea de evaluar y decidir la ubicación de las nuevas reducciones.
Contribuyó en esta medida con el paso previo y fundamental para tasar los repartimientos.
La información se encontraba jerarquizada; aunque no explícitamente, señalaba donde
residían los caciques principales y cuáles eran los asentamientos secundarios y terciarios
(anexos) desde donde podía trasladarse la población. Específicamente el documento de 1571
señala un patrón de asentamiento pre toledano dividido en dos jurisdicciones que abarcaban
a los grupos camanchaca, yunga, uro y aymara en el litoral, los valles y oasis interiores y las
quebradas altas.
De acuerdo a lo señalado, la división de la doctrina concebía una estructura territorial que, si
bien se correspondía con los límites de los repartimientos vecinos, integraba a Tarapaca y
Pica y Loa en una unidad administrativa con dos cabeceras. De acuerdo con la descripción
apartado del presente capítulo y en el último capítulo (cap. VIII) sobre la mirada retrospectiva que permiten las
fuentes analizadas en esta investigación.
1021
En esta labor sólo cabe esperar una intensa interacción con las comunidades indígenas mediante el
reconocimiento presencial de la región, efectuado a lo largo de los años y no sin grandes esfuerzos de
desplazamiento entre cada poblado. Implicaba también un esfuerzo de coordinación y trabajo de las
comunidades y sus autoridades para construir edificios religiosos, la casa del cura, atender las chacras para su
alimentación y mantenimiento del personal y su infraestructura. Ver Tabla 6.7 en capítulo VI y análisis de la
Tasa de La Gasca para Tarapaca. Para una referencia sobre la escasa presencia de los curas en la sierra de Arica
a comienzos del siglo XVII véase Bouysse-Cassagne y Chacama, 1992: 680.
391
de Echeverría y Morales,1022 una de ellas se ubicaría estratégicamente en el pueblo Camiña
(pensado como reducción de indios), localizado al noreste del repartimiento de Tarapaca, a
todas luces el valle agrícola más importante de la región; y, la segunda, en el pueblo de
Tarapaca, al sur del mismo repartimiento, pero amplificando su radio de cobertura a los
oasis, quebradas y pesquerías ubicadas al sur, hasta el río Loa; por ende dejaba dentro de su
territorio las minas de plata ubicadas en la costa.
Este esquema sería coincidente con la relevancia arqueológica del poblado de Camiña o
Camiña-1 ocupado intensamente durante el período Intermedio Tardío e Inca, razón por la
cual sería incorporado en el título de encomienda de Lucas Martínez, con sus caciques
Ayavire1023 y Taucari.
En el curato de Camiña serían incluidos las parroquias de Chiapa y Socota, de los cuales no
contamos con antecedentes arqueológicos directos, especialmente en el caso de Sotoca. Sin
embargo, podemos visualizar que este curato con sus tres parroquias unificaba los dos valles
maiceros más importantes de la región, el de Camiña y las quebradas que alimentan a la
quebrada de Aroma,1024 para luego incluir un sin número de estancias con pastos y tierras
agrícolas en valles independientes y puertos en las desembocaduras del propio valle de
Camiña (Tana/Tiliviche) como del valle de Camarones, más al norte.
Por otra parte, la jurisdicción de las parroquias se hallaba centralizada en la sede de la vicaría
de toda la doctrina y del curato meridional, radicado en el pueblo de San Lorenzo de
1022
“... en los primeros 60 años de la encomienda en la entrada de los españoles (1540-1600), apenas se
pudieron formar dos curatos que eran servidos por Dios. Estos fueron el de Camiña en el valle de Carviesa
hacia las faldas de la cordillera, y el de Tarapacá en el valle de Cato, que ha dado nombre a la provincia”.
Echeverría y Morales, 1804, en Barriga, 1952: 162.
1023
El apellido de esta autoridad la hemos interpretado como de origen altiplánico, la cual debió conformar un
linaje de caciques de este valle desde los siglos previos. Esto explicaría la excepcional presencia de chullpas de
adobe en una cota bajo los 2500 msnm (Urbina y Adán, 2006: 29). En este sentido, Camiña sería el nexo, junto
con Chiapa y el linaje de los Chuquichambe, con las parcialidades tarapaqueñas del altiplano, entre ellas las de
Isluga, localidad en torno a la cual numerosos cementerios de chullpas de adobe han sido registrados (Ayala,
2001, Sanhueza, 2007) y con aquellas estancias y pueblos mencionados en la cédula de Marcos de Retamoso
en 1541.
1024
Recordemos que la quebrada de Aroma es uno de los cursos principales, junto a Tarapaca y Quipisca,
ambas más al sur, que entregan sus aguas a la pampa Iluga. En este sector se han reconocido campos de cultivo
desde el siglo XVIII y hasta el siglo XX. Billinghurts, 1886: 31-32; Sánchez, 1974a; Sánchez, 1974b, Figura 2:
99; Velozo, 1974, Figura 1-3: 106-108; Larraín, 1974a: 10-15; Larraín, 1974b: 143-144; Núñez, L.,1979. Si
bien las referencias mencionadas dan la impresión de un interés significativo por esta área, estos trabajos
pioneros no han influido en generar nuevas investigaciones sistemáticas e interdisciplinarias en tiempos
recientes.
392
Tarapaca (Tarapacá Viejo). La importancia de este pueblo denominado San Lorenzo a partir
de 1565 no parece a estas alturas una novedad. Es sin duda el centro político y administrativo
regional desde al menos el siglo XV como lo demuestran los datos aportados en el capítulo
III, pero sin duda su importancia ritual y política para las poblaciones de la pampa del
Tamarugal y la costa debió preceder la expansión incaica.
Durante el siglo XVI mantendría ese estatus como lo documentan los registros documentales
sobre sus autoridades, tributarios y sobre el contenido arqueológico del asentamiento,
especialmente si se considera su programa urbanístico de calles perpendiculares y amplias
canchas orientadas según los criterios astronómicos cuzqueños, y las frecuencias de cerámica
inca a nivel local y regional provenientes de las provincias lacustres y del Cuzco de la región.
El binomio que conforma el pueblo de Tarapaca (1400 msnm) con Guaviña “La Grande”
(2370 msnm) parece representar el eje poder dual (bajo/alto) dentro de la misma cuenca
hidrográfica, quizás por ello sólo este último fue mencionado en la cédula de Lucas Martínez
de 1540. La dependencia de Pica, de la parroquia de Guaviña ubicada en la parte alta de la
quebrada de Tarapaca, podría rastrearse entonces en la autoridad del señor Opo durante la
primera mitad del siglo XVI. Si el nombre personaje tiene alguna atribución incaica, ya sea
por privilegio (¿Apu?) o como cacique de unos de los pueblos de olleros instalados por el
Inca dentro de la región (Oxa), se reforzaría nuestra hipótesis según la cual la integración de
las poblaciones de la quebrada o valle Tarapacá o Cato y los habitantes del oasis piqueño fue
un proceso tardío ocurrido en tiempos del Tawantinsuyo.
Con todo, habría que resaltar que cuatro de los seis pueblos mencionados en la cédula de
encomienda de Lucas Martínez (ca. 1540), aparecen treinta años más tarde señalados como
potenciales parroquias o cabeceras en la doctrina: el pueblo de Tarapaca, Guaviña “La
Grande”, Chiapa y Camiña.1025
El núcleo de la doctrina se encontraba conformada por cuatro parroquias quebradeñas o de
tierras altas entre los 2400 y 3200 msnm; de norte a sur, Camiña, Chiapa, Guaviña y Sotoca.
La quinta parroquia y sede de la vicaría se encontraba en las tierras bajas o yunga en una cota
de 1400 msnm, en el desagüe de la quebrada o valle de Cato hacia la pampa del tamarugal o
1025
El único pueblo incluido como parroquia en la lista de 1571 (curato de Camiña) y no mencionado en el
título de encomienda de 1540 es Sotoca.
393
valle de Tarapaca. Su extensión territorial tenía por límites la quebrada de Camarones, por
el norte, y el río Loa, hacia el sur; mientras que en la costa se incluían cuatro puertos –Loa,
Iquique, Pisagua y Camarones- y en la sierra localidades ubicadas bajo los 3800 msnm.
Las parcialidades altiplánicas fueron desestimadas en el diseño de la doctrina, del mismo
modo que estaban ausentes en los títulos de encomienda de 1535 y 1540, lo que pudiera
inducir al error de considerar que aquellas habían adquirido cierta autonomía de los pueblos
quebradeños -Camiña, Chiapa y Sotoca-, de los cuales sabemos, una parte de su población,
seguían dependiendo en el siglo XVII y XVIII.
Los dos curatos de 1571 pretendían mantener el patrón disperso y salpicado de ocupación del
espacio regional, basado en cierto equilibrio en el número de poblados mencionados de cada
uno, a pesar de la distribución proyectada de las parroquias. Como ya hemos planteado, esto
debió relacionarse con la normativa de establecer curatos con un número máximo de 400
tributarios, lo que respetaría el volumen regional que se ubicaba sobre los 900 tributarios en
esta década.
Mientras el primer curato incorporaba 14 pueblos bajo las parroquias de Tarapaca y Guaviña,
el segundo, agrupaba a 15, tres de ellos visualizados como cabeceras, Camiña, Chiapa y
Sotoca-. Las dos parroquias con jurisdicciones más extensas, en términos del número y
dispersión de los pueblos y anexos, serían Guaviña, con 12 pueblos y Camiña, con 9 pueblos.
Ambas atenderían además dos puertos en la costa Pacífico cada una, confirmando un patrón
de asentamiento multiecológico que remontan a la configuración de la red desde el período
Intermedio Tardío (ca. 900-1400 d.C.).
En los años previos a la reducción efectiva de la población impulsada por el virrey Toledo lapso llamado del primer curato de Tarapaca (ca. 1565-1571), sino antes de la década de
1560-, el cura doctrinero dependiente del encomendero pudo haber construido las primeras
capillas en el pueblo de Tarapaca (Tarapacá Viejo), como en la aldea de Camiña u otro
asentamiento cercano. En Pica, es probable que Francisco Churro de Aguilar hiciera lo propio
entre 1565 y 1570 o a partir de este año. No es claro si entre el documento de 1571 y las
reducciones toledanas los curas, ahora dependientes del Obispado del Cuzco, habrían
levantado los primeros templos en los pablados de Chiapa, Sotoca y Guaviña, Sibaya y
Mocha o si sólo estuvieron concentrados en su tarea desde los asentamientos de Camiña y
394
Tarapaca.1026 En todos estos casos la construcción de iglesias o pequeñas capillas involucró
la activa participación de las autoridades y habitantes locales, incluyendo acuerdos y
negociaciones sobre dónde y cómo construir estas nuevos espacios ceremoniales.
Otro elemento destacable es que el listado completo de pueblos está conformado por 30
asentamientos que en su mayoría siguen habitados en la actualidad, con excepción de
aquellos que fueron objeto o se encontraban cercanos a las reducciones toledanas a los
yacimientos mineros. La historia de estas localidades, en gran medida poco estudiada en
términos monográficos,1027 en ciertos casos se remonta a los siglos XI (Camiña), XII (Mocha)
y XIII (Tarapacá Viejo),1028 por citar algunos ejemplos, siglos en que fueron fundados
muchos otros asentamientos habitacionales (pueblos y estancias) dentro de la región.
Pese a todo, la historia de los poblados de la doctrina es bastante desconocida puesto que la
información arqueológica que poseemos de ellos, tanto prehispánica como colonial, no ha
sido integrada a programas de investigación histórica.1029 Debemos insistir, todos los
asentamientos mencionados en este listado constituyen localidades habitadas desde tiempos
prehispánicos, algunas de ellas incluso desde antes del primer milenio de la Era.
Lamentablemente, el elenco de 1571, en sus distintas categorías, no menciona a las
autoridades, número de casas y tributarios que en ellos residían como cabría esperar de la
visita que efectuaron años después de los funcionarios coloniales. La búsqueda de los
informes completos de esta visita como de los informes de la visita ordenada por La Gasca
1026
Advis, 1990a: 82. Chacama et al., 1992: 91;
La naturaleza de las advocaciones de todas las parroquias y pueblos indígenas de la región merecería un
estudio diacrónico y etnohistórico en profundidad.
1028
El pueblo de Tarapaca (Tarapacá Viejo), fue refundado y remodelado por los Incas en algún momento del
siglo XV, cambiando su trazado aldeano por un plan urbanístico ortogonal de tres hectáreas, vigente hasta
inicios del siglo XVIII. Funcionó como pueblo principal del repartimiento durante el lapso más intenso de la
encomienda hispana (ca. 1540-1565), conformación del Curato (ca. 1565) y división de la Doctrina de Tarapaca
(ca. 1571), momento en el cual recibe el rango de sede o cabecera de toda la Doctrina o Vicaría.
El poblado mantuvo la primera jerarquía dentro de la estructura geopolítica de Tarapaca durante el siglo XVI.
Fue conocido como pueblo de Tarapaca desde 1537 y recibió el nombre de San Lorenzo de Tarapacá antes del
año 1571, motivado por el alzado del primer templo y capilla en su perímetro. Este edificio no ha sido ubicado
por las investigaciones arqueológicas en el asentamiento, no obstante, numerosas evidencias muebles,
faunísticas y vegetacionales de origen exótico o europeo del período Histórico Temprano han sido recuperadas
en recolecciones superficiales y excavaciones estratigráficas. Núñez, P., 1984, Zori y Urbina, 2014.
1029
Sin embargo, con este elenco provisto por el auto episcopal del año 1571, sería relativamente sencillo
orientar una primera prospección arqueológica y documental siguiendo la estructura política y administrativa
de la Doctrina, Vice parroquias, pueblos mayores, pueblos sujetos y anexos.
1027
395
expandirían notablemente nuestra comprensión del pasado colonial y prehispánico de la
poblaciones de la región.1030
De cualquier forma, los cuatro niveles o tipos de asentamientos identificados en el documento
de 1571: cabeceras o vice parroquias, pueblos, anexos, minas y puertos en el litoral, son un
notable avance en la comprensión del patrón de asentamiento regional. Sin embargo, los
datos que ofrece no poseen necesariamente un correlato arqueológico y documental. En el
caso de las parroquias, el mejor sitio documentado es el pueblo de Tarapaca (Tarapacá Viejo
o San Lorenzo), la aldea de Camiña y, entre los anexos, el sitio Pisagua Viejo ubicado en lo
que era el antiguo puerto de Pisagua.
Información arqueológica elemental se requeriría en esta línea para los pueblos de Pica,
Sibaya, Sotoca y Guaviña y un esfuerzo notablemente mayor implicaría evaluar el listado
completo para generar una lectura integral sobre la integración o fragmentación de la
provincia de Tarapaca en el siglo XV y XVI1031 o el nivel de desestructuración de la
población a partir de 1540 y luego de instalados los nuevos pueblos de reducción en 15751578.
Respecto del último punto y para introducir al siguiente apartado, precisaremos que el
proyecto de instalación de las distintas parroquias de 1571 influyó solo a parcialmente en las
reducciones toledanas de 1575-1578. Se excluyó instalar nuevos pueblos en Guaviña y
Sotoca, en contraste a las reducciones fundadas en Mocha y Pica que figuran, curiosamente,
como anexos de la primera en 1571.
Recordemos que de la parroquia de Guaviña, en la propuesta, dependerían todos los núcleos
poblacionales de la cuenca media y superior de la quebrada de Tarapacá y sus afluentes, así
como de los pueblos del repartimiento de Pica y Loa: el propio pueblo de Pica, puerto Loa y
1030
Pärssinen (2003: 325-352) analiza listados de pueblos del Collasuyo y Contisuyo, alojados en el Archivo
General de Indias de Sevilla, elaborados con información censal de visitas hispanas presenciales y datos
entregados por quipus incaicos. Este tipo de documentos debieran en teoría existir para Tarapaca, lo cual
ameritaría considerar su urgente búsqueda en archivos locales y regionales.
1031
Considerando la capacidad de iluminar las relaciones entre los pueblos y las jurisdicciones indígenas en las
que se basaron los curas dominicos para plantear la división y organización de la doctrina en 1571, valdría el
esfuerzo investigar si dentro de la provincia de Tarapaca, las poblaciones del valle de Cato conformaban la
parcialidad o mitad “de arriba” en el eje norte-sur de la pampa del Tamarugal (el “valle de Tarapaca), mientras
Pica representaba la mitad de abajo y si ello tuvo que ver con una política Inca de integración de ambos señoríos
o curacazgos.
396
sus anexos, incluyendo los puertos y los minerales de plata cercanos a Iquique. Nuestra
impresión sobre las reformas toledanas principales, especialmente la reducción a pueblos de
indios, es que estas pudieron implicar que la población de Guaviña quedara sujeta al curato
de Tarapaca y una parte de su población reducida en San Antonio de Mocha.
Por otra parte, la reducción de San Andrés de Pica aglutinó en términos jurisdiccionales a un
sinnúmero de poblaciones indígenas dispersas al sur del oasis (hasta Quillagua), entre la costa
(Chipana-Loa) y las quebradas altas (Ujina-Miño). De esta manera, desde 1575-1578 en que
se reduce la población y construye su iglesia principal, hasta 1620 en que es nombrada como
doctrina independiente, Pica dependió de San Lorenzo de Tarapaca y no de Guaviña como
planteaba originalmente el proyecto de doctrina de 1571.
8.1.3. Historia de los pueblos: reconfiguración del patrón de asentamiento indígena
Los pueblos del repartimiento de Tarapaca y Pica y Loa en el siglo XVI no habían sido
objeto de un estudio etnohistórico sistemático hasta el trabajo de Horacio Larraín de 1975.1032
Este trabajo significó un notable avance para los estudios etnohistóricos regionales,
demostrando de paso la utilidad de los títulos de encomienda para para analizar la
organización política indígena en las décadas previas a la invasión hispana y el valor de la
cartografía y la referenciación geográfica de las informaciones contenidas en los archivos y
documentos del siglo XVI. No obstante, los estudios arqueológicos regionales carecieron de
los listados o elencos de pueblos coloniales tempranos en el área que permitieran efectuar un
primer cruce entre ambas vertientes de información, orientar los trabajos de prospección y
análisis geográficos.
En miras a comprender y comparar las jurisdicciones y territorialidades de la organización
sociopolítica en las provincias Inca e hispano-coloniales, algunos historiadores han señalado
la necesidad buscar listados de pueblos dentro de los repartimientos del siglo XVI para
1032
De toda la red de asentamientos conformada por aldeas y estancias de distinto tamaño y ubicación, Sólo
una fracción muy pequeña de ellos han sido registrados por prospecciones o reconocimientos arqueológicos
sistemáticos. Urbina, 2014: 241.
397
cotejarlos con la ubicación de las reducciones toledanas y la extensión de las doctrinas y
curatos que se extendieron a partir de ellas en las décadas posteriores.1033
Al igual que en el resto del territorio andino, en Tarapaca los pueblos prehispánicos estaban
plenamente vigentes luego de la implementación de la encomienda, incluso con posterioridad
a la visita general y reducciones efectuadas por Toledo. Sabemos con mayor certeza que los
títulos de encomienda ofrecen en ciertas ocasiones una perspectiva circunscrita a los pueblos
que funcionaba como cabeceras políticas en cada región o provincia, pero no a todos. A veces
proveen listados extensos de pequeños poblados y estancias, dependientes de otros
asentamientos cercanos, los que, paralelamente, son mencionados en títulos de encomienda
independientes, dificultando su integración y análisis.
Precisamente el cotejo de la información de esta clase de documentos nos hace pensar que
Pizarro reprodujo en sus títulos de encomienda la perspectiva cuzco-céntrica o aymara de los
encargados de los censos y el tributo en cada provincia Inca (quipucamayos), y por ello las
listas de los pueblos, autoridades, tributarios y sus interdependencias en la década de 1530 y
1540 son fragmentarias.
Si bien los poblados mencionados en las cédulas de Lucas Martínez concentraban
efectivamente a la mayor parte de la población durante la última etapa del Tawantinsuyo, las
informaciones entregadas a Francisco Pizarro por los quipucamayos cuzqueños o de la propia
región fueron poco exhaustivas o bien deliberadamente parciales. Recordemos que ningún
título de encomienda menciona al pueblo de Tarapaca o los extensos poblados del altiplano
de Isluga y Enquelga.1034
A comienzos de la década de 1980, la Revisita de los indios del Corregimiento de Arica,
publicada por Sergio Villalobos destacó el valor de las fuentes sobre la población indígena
tarapaqueña durante el período Colonial Tardío (siglo XVIII) de igual modo que en su obra
Economía de un desierto publicada en 1979. Los datos cuantitativos sobre la economía de
1033
Julien, 1991; Pärssinen, 2003.
Sanhueza, 2007. Las prospecciones arqueológicas desarrolladas en Isluga, Enquelga y Cariquima indican
que una mayoría de los asentamientos del sistema pueblo-estancia de fines del siglo XX, cuentan con referentes
arqueológicos prehispánicos o coloniales en sus proximidades. El autor indica que las prospecciones efectuadas
desde la década de 1980 distinguen siete tipos de sitios arqueológicos: funerarios (sepulcros cistas y chullpas),
poblados amurallados, extensos poblados sin amurallamiento, campamentos transitorios, sectores de cultivo,
sectores de cacería y depósitos líticos y, finalmente aleros rocosos.
1034
398
las poblaciones de Tarapaca y Pica, sirvieron al historiador para trazar una línea de evolutiva
de las instituciones coloniales a través de la cuales las poblaciones indígenas regionales
devinieron en servidores personales, tributarios y yanaconas bajo el régimen de los
encomenderos y luego de los corregidores.
La información sobre la estructura sociopolítica indígena estaba a la vista, la revista de 1753
ofrecía el más completo listado de repartimientos y pueblos de la región para el siglo XVIII,
utilizando para ello la denominación vernácula de los ayllus que conformaban cada
asentamiento o sus anexos localizados a corta, mediana y larga distancia de la cabecera del
repartimiento. Adicionalmente, según el propio Villalobos, el potencial investigativo de este
completo elenco de asentamientos permitiría en un futuro utilizar estos datos para un análisis
etnohistórico de los siglos anteriores, incluso del pasado prehispánico:
“Estamos seguros que la enumeración de los ayllus, su distribución y extensión, como
así mismo el número de tributarios, serán datos de gran valor para el estudioso de
las culturas indígenas, no obstante ser la revisita de 1753 un testimonio tardío”.1035
Hemos comentado muy puntualmente el valor etnohistórico de los listados de asentamientos,
sus topónimos y sus interdependencias políticas. El volumen de información que contienen
los documentos analizados exigen un nivel mayor de sistematización que permita determinar
las causas de inclusión o exclusión de ciertos asentamientos en el listado de la doctrina en
1571, qué poblados fueron fundados o abandonados con posterioridad a 15781036 o cuáles de
ellos pudieron dar origen a poblados aglutinados, luego de inicios estancieros (pesquerías,
puertos, estancias agrícolas, ganaderas o pastoriles).1037
1035
Villalobos, 1981: 76. Esa convicción es un buen punto de partida para cualquier estudio enfocado a
comprender las estructuras políticas regionales en los inicios del período colonial; justifica por ello el esfuerzo
de reunir el mayor número de registros documentales sobre los pueblos de la región como hemos intentado
desarrollar hasta este punto.
1036
Advis señala que el documento “… no se refiere a límites geográficos jurisdiccionales sino a un campo de
acción doctrinal definido por asentamientos indígenas hasta ese momento más o menos controlados por los
doctrineros del curato de Tarapaca” Advis, 1990a: 80. Esta sería la razón por la cual, localidades como
Guatacondo, Quillagua y aquellas del altiplano adyacente se encuentran excluidas del listado.
1037
En Atacama, Leonor Adán demuestra a partir de un análisis arquitectónico de los tipos depósitos cerámicos
contenidos en las estructuras habitacionales, como ocurrió esta evolución en el pucara de Turi. Este sitio,
399
Para cuantificar y comparar sistemáticamente los cambios que hemos descrito en el patrón
de asentamiento regional hemos sintetizado los listados más completos de pueblos indígenas
presentes en la documentación colonial para el período entre 1540 y 1765 (Tabla 8.4). Hemos
incluido además a las cinco reducciones toledanas fundadas en 1575-1578 para marcar este
hito en el marco del proyecto de doctrina de 1571 que pudo darle origen.
Los cuatro indicadores principales de la Tabla 8.4 enseña que a lo largo de la secuencia
temporal el número de curatos se correspondió con los asentamientos indígenas principales
en términos de concentración del número de tributarios -estable en torno a la cifra de 1000-,
y la jurisdicción supralocal de sus autoridades políticas.
Aunque la información temprana es fragmentaria e incompleta, la serie muestra que entre el
siglo XVI y el siglo XVIII el número de asentamientos permanentes se mantuvo bajo el
umbral de los 40 pueblos, lo cual es coherente, aunque levemente menor (8:1) que el índice
de reducción 10:1 logrado para toda la jurisdicción de Arequipa del cual se jactaba
Maldonado Buendía en 1575. Las proporciones van aún más allá dentro de este escenario. El
repartimiento de Tarapaca y Pica y Loa funcionaron sistemáticamente bajo la razón 4:1 para
las cifras globales de tributarios en coherencia con la razón 3:1 en la distribución del número
de pueblos permanentes y número de autoridades regionales representadas después del año
1570.
Podemos concluir también que la información entregada por los quipucamayos en 1535 y
sobre todo en 1540, utilizada por Pizarro en los títulos de encomienda, fue sumamente precisa
al identificar los centros de poder indígena en los valles y quebradas altas de la región,
omitiendo algunos que sin embargo aparecen en la visita de La Gasca en 1550, como los
pueblos de Tarapaca y Pica y los tributarios que habitaban en los puertos del litoral Pacífico.
Según distintas fuentes hispanas, serían estos dos últimos núcleos poblacionales y centros
políticos de la región y, en nuestra opinión, de la provincia Inca conformada en el siglo XV
o en las tres primeras décadas del XVI, de los cuales dependería el resto de los pueblos en el
litoral Pacífico, la pampa, valles y quebradas interiores, así como ciertos sectores en el
altiplano adyacente.
originalmente una pequeña estancia junto a una vega de altura en el curso superior del río Loa, en un lapso de
4 a 5 siglos se transformó en un extenso poblado aglutinado intervenido por el Tawantintuyo. Adán, 1996, 1999.
400
Los núcleos poblacionales de las quebradas no fueron menos importantes que Pica y
Tarapaca, pero todo indica que la intervención incaica en esta última localidad (Tarapacá
Viejo) jerarquizó las relaciones dentro de la región en favor de las autoridades de tierras
bajas, quizás por el interés que existía sobre sus afamados minerales en la zona costera.
Tabla 8.4. Evolución del patrón de asentamiento a partir de listados de pueblos, ca. 15401765.
Patron de
asentamiento
1 Curatos
1.1. Asentamientos
2. Cabeceras
2.1. Pueblos
ID
3. Anexos
3.1. Puertos
3.2. Minas
4.
Pueblos/ estancias
altiplánicas
4.1 Dependencia
1540-1541
1
15
6
Pachica
Puchuca
Guaviña
Camiña
Omaguata
Chiapa
-
1565-1570
1
7
7
Tarapaca
Chiapa
Sibaya
Guaviña
Sotoca
Camiña
Pica
1
Estancias
2 3
Pescadores
Tarapaca Iquique
Tarapaca
Pacha
Machallacta Chillaua
Moraca
Pisiga
Titiri
Chipaya
Tarapaca
-
2
30
5
Tarapaca
Guaviña
Chiapa
Sotoca
Camiña
21
4
Tarapaca
-
Año
1575-1578
2
4
5
Tarapaca
Mocha
Chiapa
Camiña
Pica
-
1666
3
34
4
Tarapaca
Mocha
Chiapa
Camiña
30*
4
Coscaya
-
1753
4
19
4
Tarapaca
Camiña
Pica
Sibaya
15**
1
Isluga
Cariquima
-
-
-
[Pica?]
Camiña
1571
1765
4
36
4
Tarapaca
Camiña
Pica
Sibaya
32
4
Guntajaya
Ujina
Chixlla
Isluga
Cariquima
Miño
Ujina
Camiña (2)/
Pica (2)
Fuente: AGI, Justicia 401, N°1, f. 181v-183v; Justicia 658, f. 27v-29v; AGN, DIE, L2, C15, f. 369r-369v,
370r-371v; AGI, Lima, 316, f. 1r-1v; AGI, Lima 464; Barriga, 1940: 74-75; Larraín, 1975: 289; CúneoVidal, 1977, Tomo I: 480; CRA, vol. 1749, en Villalobos 1979: 50-52; Villalobos 1981: 68-84; AGI, Charcas
490, f. 12v, en Hidalgo, 2009a: 22.
1
En las cabezadas de valles de Azapa, valle de Tarapaca y en el pueblo de Tacna.
2
En la costa de Tarapaca y en el puerto de Arica.
* Comprende la designación de anexos con el nombre de ayllus.
** Comprende 42 ayllus para los 19 pueblos (cabeceras y anexos).
Esta elección estratégica desde el punto de vista geopolítico, debió ser el resultado de una
tensa negociación entre autoridades hispanas e indígenas; dramática a nivel local si la
401
erradicación y reconstrucción del poblado fue el resultado de una imposición forzosa a la
población de la quebrada.1038
Por otra parte, los principales asentamientos en las quebradas y valles, pueden ser ubicados
en tres cuencas hidrográficas que configuran el núcleo agrícola del repartimiento de
Tarapaca en el siglo XVI: 1) en el valle de Camiña o Carviesa, el pueblo de Camiña; 2) en
la parte superior y afluentes de la quebrada de Aroma, los pueblos de Chiapa y Sotoca; y 3)
en la parte superior y afluentes de la quebrada de Tarapacá, los pueblos de Sibaya y Guaviña.
El potencial maicero de estas localidades -amplificado por la utilización de sistemas de riego
canalizado y andenerías en los valles y quebradas altas, riego por avenidas en los valles bajos
y la pampa y riego con lluvias utilizado para cultivos de secano en el altiplano-,1039 está
claramente confirmado en los registros de fines del siglo XVIII, donde el maíz constituye el
cultivo principal la mayor parte de los repartimientos del partido de Tarapaca, junto al trigo,
la alfalfa, las papas (altiplano), mientras que en el oasis de Pica lo es el vino y los frutales
(Tabla 8.5).
Tabla 8.5. Producción agrícola de los repartimientos del partido de Tarapaca, ca. 17911792.
ID Repartimiento
Valores (ps.)
Consumo Pago
1 Tarapaca
Calido y seco Trigo, maíz y alfalfa
Clima
Producción
22.400
Interno
Clase de territorio
Plata El de Tarapaca es el más
de su territorio plano y de
Plata pocas producciones y lo
Plata riega el río de Loa, el de
Tarapaca, el de Camiña y
Plata el de Pisagua.
2 Pica
Calido y seco Vino e higos
25.000
Interno
3 Sibaya
Seco y frío
Maíz
8.000
Interno
4 Camiña
Seco y frío
Trigo, maíz y papas
26.000
Interno
Fuente: AGI, Estado 73; AGI, Mapas y Planos, Perú-Chile, n° 124, ambos en Hidalgo 2004: 252.
Dentro del conjunto de pueblos productores de maíz que hemos identificado en las fuentes
del siglo XVI observamos que incluso a mediados del siglo XVIII, con la excepción de
Camiña y Tarapaca, todos estos pueblos incorporan un ayllu collana dentro otros de filiación
aymara; ya sea reemplazando a la mitad de arriba o aracsaya (Chiapa, Sibaya y Sotoca) o
1038
Una situación análoga hemos documentado en Tarapacá Viejo para el período de transición entre el
Intermedio Tardío y la ocupación Inca, o si se quiere, entre la aldea y su obliteración por el nuevo trazado
cuzqueño; violento o negociado, el resultado de este proceso fue el desmantelamiento y remodelación de la
aldea pre Inca sobre la cual se instaló el centro administrativo regional y probablemente un reasentamiento de
una parte de la población en asentamientos distantes y la instalación de habitantes foráneos en el poblado.
1039
Santoro et al, 1998.
402
intercalándose entre aracsaya y mancasaya.1040 Sorprende que, incluyendo a Camiña, estos
cinco pueblos mantengan un número cercano a 100 tributarios hasta 1753.1041
Para concluir este capítulo hemos elaborado una breve síntesis de los principales elementos
que caracterizan la historia ocupacional de los principales asentamientos, poblaciones y
autoridades regionales vinculados a ellos atendiendo a la información sistematizada (Figura
6, Tabla 7) y a los datos referidos en el apartado destinado a las reducciones toledanas (Vid
supra).
Camiña
El prestigio del valle de Camiña tiene antecedentes prehispánicos en el período Intermedio
Tardío. Corresponde a un valle donde ocurre una intensa interacción cultural y a nivel local
la coexistencia de distintos grupos étnicos, algunos, con raigambre fuera de la propia región.
Especialmente durante su historia prehispánica tardía inferimos se había instalado, ya por un
largo tiempo, una importante colonia o asentamiento de mitimaes caranga durante el período
Tardío la cual permaneció dentro del repartimiento de Tarapaca. La aldea de Camiña
corresponde a una de las mayores y más complejas aldeas de la región durante el siglo XIII
a XVI, cuestión que se mantienen hasta 1570, donde sus tres ayllus figuran como los que
mayor tributo en maíz aportaba al repartimiento desde 1550. Con seguridad, el centenario
poblado fue abandonado y sus habitantes trasladados a la reducción en Santo Tomás de
Camiña entre 1575 y 1578, procesos que cuesta imaginar tanto por el número de tributarios
que ocupaban este asentamiento como por su procedencia y filiación étnica.1042
1040
Ver cap. IV.
Villalobos, 1981: 76. A pesar del carácter tardío de la revisita, se desprende del análisis algunos elementos
estructurales de organización políticas que pueden pudieran ser rastreados desde inicios del período Colonial y
otros atributos de las jurisdicciones indígenas entre que parecen haber preservado o reconfigurado los elementos
tradicionales de organización decimal en los poblados más antiguos del repartimiento.
1042
Los componentes cerámicos de este sitio señalan que en la aldea era habitada por familias que utilizaban
una vajilla doméstica de origen regional, con elementos decorados provenientes de los valles de Arica, del río
Loa (Atacama), de distintas provincias del altiplano Meridional (Caranga, Quillaca y Lipes); mientras que en
el siglo XV y XVI ingresarían, aunque en menor proporción, piezas cerámicas manufacturadas en las provincias
lacustres del Titicaca y en el Cuzco. Uribe et al., 2007.
1041
403
Figura 8.1. Ubicación de las reducciones toledanas y principales asentamientos
(poblados) de la región, siglos XIII a XVIII.
Fuente: Urbina et al., 2018.
En el valle de Camiña, el título de encomienda de 1540 indicaba la presencia de dos caciques
residentes en la aldea homónima (Ayavire y Taucari), al parecer uno de origen aymara y otro
404
yunga. La propia aldea arqueológica se encuentra dividida en dos mitades separadas por una
calle que asciende a un espacio público o plaza abierto en la parte alta. Entre 1550 y 1570 el
tributo en maíz de este valle estaba distribuido en tres ayllus con sus propios caciques:
Caqueo, Halahaui y Quiquisana y a mediados del siglo XVIII el pueblo se Santo Tomás de
Camiña, reducido en 1575-1578, estaba conformado por igual número de ayllus: Carviesa,
Guallaga y Soga.
El ayllu Carviesa, nombre prehispánico del valle, posiblemente controlaba las tierras
agrícolas del pueblo o estancia de Cara, la cual en 1571 es señalado como uno de los ocho
anexos dependientes de la parroquia de Camiña, incluyendo los puertos de Camarones y
Pisagua. La jurisdicción de este curato en 1753 seguía involucrando a seis anexos en los
valles y quebradas interiores conformados por uno, dos o tres ayllus diferentes.
La jurisdicción de las poblaciones de Camiña pueden apreciarse en 1571 sobre localidades
que abarcan una extensión de más de 100 km de extremo a extremo, incluyendo estancias
agrícolas fuera del valle de Camiña -al norte (Miñita) y al sur (Soga)- y dos puertos en la
desembocadura de las quebradas de Tana/Tiliviche y Camarones. Esta condición se mantuvo
durante el siglo XVII y XVIII; en 1753 figura como incorporados entre sus anexos a las
poblaciones de Cariquima e Isluga, que por fuentes independientes sabemos dependen de
esta doctrina desde el año 1612, no obstante, en algún punto entre mediados del siglo XVII
y XVIII pierde jurisdicción sobre las poblaciones del puerto de Camarones.
Chiapa
El pueblo de Chiapa se localiza en las nacientes de la quebrada de Aroma a 3150 msnm. Se
encontraba gobernado en 1540 por Chuquichambe, quien es descrito en el título de
encomienda de Lucas Martínez como “señor” al igual Opo (señor de Guaviña, Puchurca y
Pachica) y Ayavire (señor de Omaguata). A partir del caso de los Chuquichambe de Chiapa,
que también aparecer como curacas o caciques principales de Chiapa en 1540, 1612 y en
1681, podemos concluir que las poblaciones de este poblado mantuvieron un doble vínculo
con las tierras bajas y a su vez con los pueblos caranga del altiplano -Turco y Sabaya-, de los
cuales debió proceder una parte de su gente en modalidad de mitimaes de sus mallku o del
405
Inca, o familias trasladadas ya con posterioridad, del mismo modo que en el valle de Camiña
y la quebrada de Nama.
No existe seguridad si el poblado prehispánico correspondía a una aldea extensa cercana a
los campos de cultivo o a un asentamiento estratégico en altura (pucara), como sugieren las
investigaciones en Siñaguache. De cualquier modo, toda la localidad desde entonces posee
una alta importancia ritual por hallarse a los pies o tutelada por el volcán Tata Jachura (5100
msnm), probablemente uno de los mallku de toda la región1043 y un apellido que se repite en
curacas de distintos pueblos de ella entre el siglo XVI y XVII.
Este prestigio fue percibido en 1571 por los curas doctrineros, puesto que Chiapa es listado
como la primera parroquia del curato septentrional de la doctrina, aunque sólo dependerían
de ella dos anexos: Caiña y Hylaya, del mismo modo que Sotoca con Sipisa y Huasquiña.
En términos económicos, los tributarios de este poblado habían sido obligados a contribuir
en 1550 con el 16% de las 800 fanegas de maíz de todo el repartimiento de Tarapaca, lo cual
los situaba, junto a Camiña, Sotoca, Sibaya, Guaviña y Tarapaca en una situación
preeminente dentro del contexto político regional. En atención a estos antecedentes, el pueblo
de origen prehispánico habría sido reducido en 1575-1578 a Santa María de Chipa y se
mantendría habitado hasta nuestros tiempos como lo indica el listado de 1666 y aquellos de
la segunda mitad del siglo XVIII.
En 1753 la revisita lo clasifica como el primer pueblo-anexo del repartimiento de Camiña,
con cerca de 100 tributarios divididos en dos ayllus, collana y mancasaya, reflejo de una
denominación quechua-aymara de sus mitades. En ese entonces el curato de Camiña
incorpora siete pueblos en las quebradas y el altiplano y posee más del 36% de los tributarios
de todo el partido (403 de 1100). Por la descripción provista por O´Brien en 1765 sabemos
que también estaba incluido en este repartimiento y curato el puerto de Pisagua, con lo cual
1043
En la historia mítica de las altas cumbres de la región, Jachura era el padre de Wanapa (cerro Cariquima)
y cerro Esmeralda. Jachura habría separado a Wanapa en castigo por expulsar a su hermana a la costa. Martínez,
G., 1976. De acuerdo a los trabajos de Reinhard y Sanhueza (1982; Reinhard 2002) existen tres santuarios de
altura en las cumbres más importantes de la zona precordillerana y altiplánica de la región: Tata Jachura en
Chiapa, Quetane y Wanapa en Cariquima, Jatamalla, Sojalla y Cabarrai en Isluga. Siguiendo a estos autores,
esta sacralización e intervención de ciertos cerros tutelares sugiere un diálogo directo entre los incas y las
poblaciones locales vigente al momento de la expansión imperial. Urbina, 2014: 148-149.
406
los pueblos de las tierras altas y valles agrícolas parecen no haber perdido sus vínculos con
la costa y sus recursos.
La articulación histórica que hemos descrito de las poblaciones de Chiapa con sus vecinos
de Camiña, Sotoca y los pueblos altiplánicos de Isluga y Cariquima ha sido documentada
hasta tiempos recientes.1044 En una dimensión algo distinta se reconocen las articulaciones
políticas mantenidas con autoridades de Tarapaca, las cuales pudieran pensarse como
resultado exclusivo del contexto postoledano, sin embargo a mediados del siglo XVII, Juan
García Chuquichambe, cacique gobernador del pueblo de Chiapa, figura como segunda
persona de Felipe Mauricio Locay, cacique del pueblo de Tarapaca y máxima autoridad del
repartimiento.1045
Nuestra opinión es que esta relación de dependencia implicaba una expresión clara del
esquema dual e invertido de autoridad que prevalecía en la región desde la fase tardía del
Tawantinsuyo. Esta verticalidad invertida pudo ser reconfigurada en los siglos coloniales
aprovechando la confirmación del poder que produjo la reducción a pueblos y la
confirmación o reemplazo de sus autoridades en estos nuevos asentamientos donde se
concentró la población tributaria de la región en la década de 1570.
Sotoca
Sotoca figura antes de las reformas toledanas como un pueblo agroganadero ubicado sobre
los 3000 msnm, en las nacientes de la quebrada de Aroma, con la misma importancia
económica que Sibaya, Chiapa, Guaviña y Tarapaca en términos del tributo en maíz vigente
durante la tasa de La Gasca (1550-1570).
En 1575-1578 su población pudo ser reasentada en San Antonio de Mocha o Santa María de
Chiapa, sin embargo, la localidad no fue abandonada por completo. Por el contrario, a
comienzos del siglo XVII (1612) algunos documentos publicados dejan entrever la tensa
1044
1045
Van Kessel, [1980]2003, mapa V: 106 y 156.
Paz-Soldán 1878, Cap. IV: 27-28.
407
delimitación y ratificación de acceso a tierras de pastoreo y cultivo que existía entre las
autoridades de Sotoca, Chiapa, Isluga y Cariquima, todos “…anexos de Camiña”.1046
Por otro litigio de la misma época, entre los caciques de Tarapaca y Chiapa, se establece que
los habitantes de Sotoca mantenían derechos sobre topos de tierra en Pachica, a más de 36
km de distancia de su pueblo y en un valle diferente; del mismo modo que en San Antonio
de Mocha habían tierras de cultivo cuyos derechos estaban en manos del pueblo de
Chiapa,1047 los cual implicaba nuevamente acceso a tierras ubicadas en valles independientes
(30 km) y en cotas más bajas a las del propio pueblo.
Algunos registros eclesiásticos de 1681 muestran que Sotoca contaba con un conjunto de
autoridades lideradas por su curaca Andrés Guacocán y Andrés Laranipa, su segunda
persona. 1048 El pueblo fue reducido a un nuevo asentamiento bajo la advocación de la Virgen
de la Candelaria de Sotoca e incorporado al curato de Camiña con posterioridad a las
reducciones toledanas y antes de 1612. En el año 1681 figura dentro del beneficio de Camiña,
al igual que Sibaya, Chiapa y el pueblo Camiña (Tabla 8.6).
En la segunda mitad del siglo XVIII, Sotoca sigue figurando como un pueblo articulado con
Camiña. A nivel interno posee en 1753 una organización dual de sus ayllus (collana y
mancasaya) de filiación quechua-aymara. En este punto no llama la atención el vínculo que
relevan los listados de autoridades de 1681 (Tabla 8.6), donde junto a apellidos de los curacas
que habíamos registrado en el siglo XVI en Camiña (Caquisana) y Chiapa (Chuquichambe),
vemos la trama política común que amarra y vincula a los dirigentes de Chiapa y Sotoca.
De acuerdo a la información de 1681, en ambos poblados se registran caciques principales
de apellido Cahachura, Jacura o Cachura, que considerando todos los antecedentes
recopilados parecen aludir a un mallku asociado al cerro homónimo (Tata Jachura).1049
1046
Paz-Soldán, 1878: 29-30; Sanhueza, C., 200: 72.
Paz Soldán, 1878: 27; Gundermann, 2001: 102; Sanhueza, 2008: 63.
1048
AGI, Lima 264, N° 17(1): f. 7r-12v, Servicio del cura vicario foráneo del curato de Camiña Don Martín
de Moscoso; AGI, Lima 264, N° 16: f. 5v-9v, Información de mérito de Simón Vernal Gutiérrez.
1049
Este cerro presenta estructuras ceremoniales en su cumbre y al parecer fue intervenido en el período Tardío
como parte de la incorporación ritual de las poblaciones de la región al Tawantinsuyo.
1047
408
Pueblo/
Reducción
Santo Tomás de
Camiña
[Santa María
Magdalena de]
Chiapa
[Virgen de la
Candelaria de]
Sotoca
San Nicolás de
Sibaya
Tabla 8.6. Curacas y principales del Beneficio de Camiña según dos fuentes de 1681.
Curacas
Principales de pueblos
Id.
Fuente (1)
Fuente (2)
Fuente (1)
Fuente (2)
1 Juan Caquisana*
Andrés Caquisana*
Andrés Caquisana
(Caquisane*)
2
Alonso Jalca (Jalla?) 3
Juan Chuquichambe Juan Chuquichambe
Andrés Guacocana
Andrés Ylaya
(Ylala?)
Andrés Guacocana
Andrés Ylaya
(Ylala?)
Alonso Talasaviri (?) [Ylacata] Pedro Caicha
Pedro Chambe
Juan Coipa
4
5
1
Miguel Caques
Bartolome Catamaya*
Pedro Gulli
Pedro Taca
Bartholome Catamaya*
2
3
4
5
Diego Jachura
Balthasar Guayara (Guayane?)
Juan Quinaya (Quiriaya?)
Don García Chuquichambi
Juan Catamaia
Pedro Paraya
Phelipe Cachura
Andrés Vaio (Vapo?)
1
2
3
Andrés Laranipa*
Juan Cayura (Cachura?)
Esteban Vilca
Andrés Laaranpa (?)*
Juan Cachura
Esteban Vilca
4
1
2
Pedro Caipa
Juan Guanca*
Lorenzo Caques
Pedro Jalpa
Juan Guanca*
Martín Tanco
3
4
5
Balthasar Tinta (Ticona?)
Francisco Ylala
Martín Tau (Taco?)
Juan Caura
Gaspar Quinaya
Domingo Diayna (?)
Fuente (1): AGI, Lima 264, n° 17(1): f. 7r-12v; (2) AGI, Lima 264, n° 16: f. 5v-9v.
* Segunda persona.
409
Como hemos indicado previamente, la presencia de este apellido establece que este linaje
poseía una jurisdicción política de raíces prehispánica no sólo en este valle, sino que
compartía una la historia política con sus vecinos de la quebrada de Tarapacá en el siglo XVI,
donde Juan Jahachura o Cachira es referido en 1565 como patrón del pueblo1050 de Tarapaca
y en 1570, el mismo aparece como cacique principal de Chiapa.
Volvamos a recordar que los pueblos de Chiapa y Sotoca se localizan en las nacientes de la
quebrada de Aroma muy próximos uno del otro (7 km); el primero más cerca de Camiña, el
segundo de la quebrada de Tarapacá. De esta manera, estos pueblos se transformarían en los
articuladores tradicionales de las relaciones políticas entre las poblaciones del repartimiento
de Tarapaca y las regiones circundantes.
Carecemos de información sobre la forma en que el pueblo, o la parroquia que le otorgó la
advocación, fue fundado (ex novo) o si fue originado a partir del trasladando de la población
indígena desde una localidad cercana o instalando el nuevo pueblo sobre la aldea
prehispánica. Cualquiera sea el caso, el elenco de autoridades indígenas contemporáneo al
del resto de los principales poblados quebradeños, muestra que Sotoca recuperó, o nunca
perdió, el estatus que habían registrado los curas en el diseño de la doctrina en 1571.
Sibaya
En el caso de Sibaya, aunque no figura en el título de encomienda de 1540, antes de 1570
conformaba uno de los seis centros agrícolas del repartimiento de Tarapaca. En el año 1570
su cacique principal, Martín Payaquena, estaba supeditado a la figura del cacique del pueblo
de Tarapaca, don Pedro (Tuscasanga), esquema de dependencia que pareciera perduró hasta
mediados del siglo XVIII (1760) cuando vemos que don Francisco Lucay, cacique
gobernador de San Lorenzo de Tarapaca, tiene por su segunda persona a don Joseph Lucay,
cacique del pueblo de San Nicolás de Sibaya.1051
Esta relación de dependencia política se expresa parcialmente en términos sociales al
incluirse en la revista de 1753 un ayllu “Tarapacá” dentro de los siete que conforman el
1050
1051
Trelles, 1988: 286.
Villalobos, 1979, nota 34: 213, 215-222.
410
poblado de Sibaya, índice del tamaño del pueblo y extensión de sus tierras en esta época. El
repartimiento de Sibaya en 1753 incorporaba en su jurisdicción cinco pueblos de segundo
orden y 12 ayllus, algunos de los cuales parecen ser también pequeñas estancias distantes del
asentamiento principal.
En 1765 Sibaya constituye un curato independiente dentro de la región, sin embargo, en 1681
era catalogado como uno de los cuatro pueblos del Beneficio de Camiña (Tabla 8.6), con lo
cual vemos relevado un fuerte vínculo con las poblaciones de su propio valle, aguas abajo,
como con otros sectores de valles y quebradas precordilleranas más septentrionales. Valga
señalar que en 1753 Sotoca y Sipisa, señalados como anexos de Camiña y Sibaya
respectivamente, se ubicaban en las nacientes de la quebrada de Aroma a escasos 5 km de
distancia.
Otros indicios de la compleja trama en la cual se insertaba este pueblo puede inferirse del
proyecto de doctrina de 1571, donde figura como un anexo de la futura parroquia de Guaviña,
dentro del curato que encabezaría el pueblo de Tarapaca. Sin embargo, en 1765,
posiblemente luego de haberse establecido la reducción de San Nicolás, Sibaya constituía
una doctrina en si misma con cinco anexos, entre ellos el pueblo de reducción de San Antonio
de Mocha. Es muy extraño, que incluso en fechas tan tardías como las referidas, Mocha
quedara sujeta a Sibaya, mientras Guaviña lo fuera de Tarapaca, vale decir, que ambas
jurisdicciones se entrecruzaban o traslapaban dentro de la misma cuenca hidrográfica.
Guaviña
El pueblo de Guaviña, por su parte, considerado en el título de encomienda de 1540 como la
cabecera del valle de Cato o Tarapacá, en una cota superior a Puchurca y Pachica –los tres
asentamientos establecidos en un tramo de 25 km-, era considerado como óptimo para
sustentar su propia parroquia en 1571. De esta dependerían 12 anexos (la mitad de toda la
doctrina) con una jurisdicción que involucraba estancias agrícolas en la quebrada de Quipisca
(Noaza), en el curso alto de la quebrada de Tarapacá (Limacsiña) y puntos tan distantes como
puerto Loa a más de 200 km de distancia.
411
Las excelentes condiciones agrícolas de Guaviña la hacían uno de los pilares económicos del
repartimiento entre 1550 y 1570. A pesar de este prestigio y potencial agrícola, así como la
preeminencia que le otorgaba el diseño de la doctrina en 1571, la reducción toledana fue
establecida 6 km agua abajo en la banda opuesta al pucara de Mocha, por razones que cabría
dilucidar con nuevos estudios.
Finalmente, la información de 1571 señala información adicional sobre la conformación dual
del asentamiento, aunque no aclara si la localidad estaba compuesta de dos pueblos o el
principal pueblo estaba dividido en dos mitades (la grande/la chica), del mismo modo que en
la lista de 1666 figura el pueblo de Guatacondo, con un sector “alto” y otro “bajo”.
La figura de pueblos o poblaciones dependientes de núcleos indígenas ubicados a decenas o
cientos de kilómetros de distancia aparecen desde muy temprano en la documentación, ya
desde los primeros títulos de encomienda. Sin embargo, las primeras evidencias concretas,
sobre cuál o cuántos de estos asentamientos de segundo, tercer o cuarto orden dependen se
halla en el proyecto de la doctrina de Tarapaca en 1571.
Esta clase de jurisdicciones o configuración del poder político de las poblaciones indígenas
y sus autoridades, al parecer, se mantuvo poco alterada hasta fines del siglo XVIII como
notaba Villalobos, donde además las fuentes administrativas nos permiten conocer la
cantidad y nombre de los ayllus que conforman los poblados, como los ayllus de todos los
pueblos y anexos en cada repartimiento.
Tarapaca
El pueblo de Tarapaca, ausente en el título de encomienda de Lucas Martínez en 1540,
documenta una de las más complejas historias ocupacionales de la región. El asentamiento
data del siglo VII, probablemente una pequeña población contemporánea a la gran aldea de
Caserones y que, luego del abandono de ésta, a comienzos del siglo IX debió evolucionar en
una aldea estable cuya arquitectura es prácticamente inexistente dada la completa
intervención que sufrió al edificarse el centro administrativo incaico de Tarapaca.
412
La importancia política y ceremonial de esta localidad se vincula con esa historia de siglos
de vida aldeana,1052 librada o premeditadamente opositora al acceso de la influencia
ideológica y comercial de Tiwanaku en el período Formativo Tardío.1053
La importancia del curso bajo de la quebrada quedaba integrada en la serie de topónimos que
replican su nombre.1054 Entre ellos, el valle de Tarapaca con las tierras irrigadas por las
lluvias estivales y canalizadas en el siglo XV1055 para ampliar las superficies de cultivo
(pampa Iluga, Iluga y Huara), aún en uso en el siglo XVIII;1056 los extensos bosques de
prosopis en medio de la pampa desértica, que permitían el camino hacia las minas de
Tarapaca, las cuales se proyectaban a lo largo de la cordillera de la costa hasta el borde, con
sus cerros Esmeralda, Guantajaya y Tarapaca, que tutelan al puerto de Iquique, también
llamado en el siglo XVI, puerto de Tarapaca.1057 En las tierras altas la documentación
temprana indica que existió una parcialidad de Tarapaca en el altiplano que rodeaba las
cuencas occidentales del salar de Coipasa y datos de 1570 indican que uros serranos de esta
región estaban asentados en distintos pueblos quebradeños.1058
La historia colonial demuestra como este núcleo poblacional y político de la región fue
mantenido y fortalecido en los siglos XVI y XVII. El evento más dramático vivido por la
población del valle fue la erradicación de sus habitantes y la destrucción de la aldea, no
sabemos si como un efecto de la negociación política entre sus autoridades y los ejércitos de
1052
Núñez, L., 1979.
En la región no se verifica un período Medio con influencias Tiwanaku. Uribe et al., 2015.
1054
Urbina, 2014, 2015.
1055
Boytner, 2009, Cronología, complejidad cultural y el intervalo del periodo del Intermedio Tardío en el
valle de Tarapacá, Norte de Chile. El autor mostró una serie de fechados del período Inca o Tardío para canales
de regadío construidos entre el desagüe de la quebrada de Tarapacá y pampa Iluga. Los datos que citamos fueron
presentados en el XVIII Congreso de Nacional de Arqueología Chilena efectuado en Valparaíso.
1056
AMN, 053-A-05a, Antonio O´Brien. Plano que manifiesta el valle y pampa de Iluga…, ca. 1765.
1057
Tanto las minas como el puerto de Iquique y otros puntos del litoral constituyeron espacios de interacción
de los agricultores del interior con los pequeños asentamientos de pescadores y recolectores de guano,
actividades que también realizaron los primeros en pequeños asentamientos aglutinados, incluyendo a los
pobladores del oasis de Pica con los cuales compartían esta y otras pesquerías, guaneras y minas. El patrimonio
de las poblaciones de Tarapaca fue la historia de su pueblo, pero también el conjunto de recursos junto a los
cuales habían habitado sus antepasados.
1058
Tenemos la impresión que uno de esos pueblos es Sibaya donde persistió un ayllu denominado Tarapaca
hasta 1753.
1053
413
Pachacuti o como una respuesta violenta a su resistencia a la conquista (diplomática) incaica
posterior.1059
El interés incaico buscó premeditadamente apropiarse para el Inca y para el culto solar de las
minas de plata en la costa, pero también consideró la influencia y jurisdicción que sus
autoridades poseían sobre el resto de las poblaciones dispersas en la región, especialmente
Pica y los poblados instalados en valles con sistema de riego canalizado, los cuales
integrarían más tarde el repartimiento otorgado a Lucas Martínez.
Todos estos antecedentes explicarían porque este encomendero y sus sucesores mantuvieron
en pleno funcionamiento el pueblo de Tarapaca, inclusive como lugar de fundición de plata
como ocurría en el siglo XV e inicios del XVI. Los curas doctrineros no cambiaron el peso
geopolítico del asentamiento, aún más proyectaron en 1571 la sede de toda la doctrina en
él,1060 cuestión que quedó formalizada cuando los visitadores enviados por Toledo redujeron
la población del valle al pueblo de San Lorenzo inmediatamente sobre las remodeladas
estructuras del antiguo tambo Inca.1061
A comienzos del siglo XVIII (1717) el pueblo se mudó a la banda opuesta de la quebrada
luego de una epidemia que mermó significativamente su población. Dos ayllus de carácter
aymara (aracsaya y mancasaya) conformaba en 1753 el nuevo pueblo de San Lorenzo. Nos
llama la atención la ausencia de referencias a ayllus de denominación quechua en este
asentamiento, lo cual pudiera explicarse tanto por las bajas demográficas sufridas durante el
siglo XVII y XVIII o porque la expansión del Tawantinsuyo en las últimas décadas del
imperio fue encargada o intermediada por poblaciones de otras provincias del Collasuyo.
Ahora bien, a pesar que la revista de 1753 señala que el repartimiento estaba integrado por
sólo 5 pueblos,1062 la descripción del curato de Tarapaca en 1765 nos muestra nuevamente
1059
Las evidencias señalan que la conquista violenta en términos rituales y físicos estuvo acompañada de una
estrategia focalizada de conquista ritual de ciertas huacas regionales (cerro Esmeralda, Tata Jachura, Wanapa y
otras que rodean a la localidad de Isluga) que le permitieran organizar un nuevo sistema de turnos y festividades
religiosas para habilitar la red de caminos e instalaciones de enlace estatales, que conectaran la región con las
provincias vecinas del Collasuyo y el Contisuyo más al norte.
1060
incluyendo a Pica, el puerto de Iquique y las minas de plata y una serie de pueblos y estancias agrícolas
hasta remontar a Guaviña y Sibaya.
1061
Zori y Urbina, 2014.
1062
la jurisdicción del repartimiento en 1753 que ahora conformaba de forma separada de Camiña, Sibaya y
Pica, consideraba los anexos tradicionales de Guaviña y más al sur, Mamiña, Macaya y Noaza, ubicadas estas
últimas en cuencas hidrográficas independientes (Quipisca y Juan de Morales).
414
la extensa jurisdicción que abarcaba el trabajo religioso de los curas y que además de San
Lorenzo incluía otro diez pueblos y estancias, entre ellos Guarasiña y la azoguería de
Tilivilca, en las quebradas altas Guaviña, en la costa las minas de Guantajaya y el puerto de
Iquique. A pesar de los dramáticos cambios ocurridos entre el siglo XV y el inicio del siglo
XVIII, la mitad de los pueblos mencionados en el listado de 1571 lo están en la descripción
de O´Brien del curato de Tarapaca en 1765, entregando un punto parcial a favor de la
hipótesis enunciada en el comienzo de este apartado.
Pica
El pueblo de Pica es sin duda uno casos más interesantes de analizar en el contexto de las
continuidades y cambios en el patrón de asentamiento. Probablemente en la primera mitad
del siglo XVI el oasis constituía un territorio poblado bajo un patrón disperso propio de las
zonas cálidas de oasis, como queda bien graficado en el plano de O´Brien del año 1765.1063
El sector fue tempranamente descrito como habitado por poblaciones cuyos anexos se
encontraban en la costa junto a los de sus vecinos de Tarapaca. El oasis fue, de acuerdo a las
evidencias arqueológicas y documentales más tempranas, un espacio de residencia de
poblaciones agricultoras, ganaderas y de economía pescadora y recolectora. Durante el
período Colonial es caracterizado como un lugar de paso o que recibe a poblaciones fugadas
o forasteras provenientes de otras provincias andina, situación que se vio fortalecida aún más
con el circuito comercial y trajín que incentivaba la actividad minera en la cordillera de la
costa y sobre todo en Potosí.
Si bien en 1571 el poblado prehispánico figura como anexo dependiente de la parroquia de
Guaviña, fue durante esa década seleccionada para establecer la reducción toledana de San
Andrés de Pica, la más austral de todo el corregimiento de Arica y, por ende, de la jurisdicción
de la ciudad de Arequipa. Cuatro décadas más tarde, en 1620, Pica alcanzaría el rango de
doctrina independiente; en 1753 figura como repartimiento y en 1765 observamos que de ella
dependen diez anexos en un amplio rango geográfico que involucra pesquerías en el litoral,
1063
AMN, 053-A-05a, Antonio O´Brien. Plano que manifiesta el valle y pampa de Iluga…, ca. 1765; Bermúdez,
1987.
415
los pueblos de Guatacondo y el de San Miguel de Quillagua, éste último en el curso medio
del río Loa. También incluía como anexos los minerales altoandinos de Ujina y Miño cuya
explotación se había iniciado durante el período Intermedio Tardío e intensificado en el
período Inca.1064 En el período Colonial las poblaciones indígenas habrían continuado su
explotación, aunque en magnitudes que no estamos en condiciones de precisar.
La revisita de 1753 especifica aún más la jurisdicción del repartimiento de Pica, constituido
entonces por dos poblados principales, San Andrés de Pica y Guatacondo. Pica estaba
formado por cinco ayllus, dos de origen aymara (aracsaya y mancasaya) y otros que pueden
corresponder a estancias: Tivique, Tarona (Taroma), así como un ayllu de forasteros
agregados este último. El pueblo de Guatacondo estaba conformado por ayllus cuyos
nombres indican más bien asentamientos, aquel que lleva el mismo del pueblo, luego
Chipana, localidad costera al sur de Iquique y Ocapuna, ubicado en la cuenca alta de la
quebrada de Maní.1065
8.2. Jurisdicciones y unidades administrativas coloniales en retrospectiva
El análisis que hemos planteado en este capítulo apunta al conocimiento que los curas
doctrineros habían alcanzado de las poblaciones indígenas y como la comprensión del modo
particular en que éstas se organizaban y ocupaban el territorio en las décadas previas a 1570,
influyó en la reconfiguración sociopolítica de los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa
impulsada por la tasa y reducciones toledanas.
Los curas domínicos fueron probablemente los únicos agentes hispanos en presenciar y
dialogar con las autoridades indígenas en los distintos pueblos de los repartimientos de
Tarapaca y Pica y Loa, creando un acervo de información sobre las jurisdicciones indígenas
a lo largo de dos décadas (1548-1570) el cual se expresa en el diseño de la doctrina en
1571.1066
1064
Véase Urbina, 2009; Berenguer et al., 2011.
Villalobos, 1979; Bermúdez 1980: 172; Hidalgo, 2004, en Cabello et al., 2013: 60.
1066
AGI, Lima 316, Propuesta de división de la doctrina de Tarapacá, 1571.
1065
416
Sospechamos que este proceso habría permitido, con algunos cambios posteriores al gobierno
de Toledo (1581), la instalación de una estructura parroquial que podemos observar en las
fuentes del siglo XVII (1666 y 1681) y XVIII (1753 y 1756).
En primer lugar, no sabemos cuan efectivo fue el proceso reduccional en base al número de
pueblos erradicados o despoblados con posterioridad a esta década, la tasa de la población
trajo consigo el establecimiento de un tributo en plata sumamente alto para los sus habitantes
y con ello el trabajo doctrinal tuvo nuevos incentivos. A pesar de aquello, el cotejo de los
listados de pueblos del siglo XVI, XVII y XVIII, señala que la mayor parte de las localidades
mencionados en el listado de 1571 siguieron habitados de forma permanente o estacional.
Los caciques principales debieron cumplir con el tributo impuesto, haciéndose cargo de
construir y habitar ahora en sus pueblos de reducción desde donde reconfiguraron sus
jurisdicciones y relaciones de parentesco, productivas,1067 de intercambio y sus vínculos
establecidos en las décadas anteriores con otras autoridades indígenas de la región y fuera de
ella. Las reducciones toledanas fueron establecidas en consideración a múltiples factores,
pero sin duda la opinión de las autoridades indígenas y los sacerdotes influyeron
poderosamente en la decisión de donde fundar y donde no fundar.
Retrospectivamente, esta propuesta prefiguró los elementos centrales de la estructura
parroquial posterior. Desde nuestra perspectiva, en el auto episcopal de 1571 se describe
esquemáticamente la jerarquía indígena y sus territorialidades dispersas o archiepielágicas.
Las parroquias suponían el ejercicio de un control político entre distintas categorías de
asentamiento, una cartografía jerarquizada de topónimos, por ende, de relaciones de
reciprocidad entre las autoridades indígenas de los pueblos de valles y quebradas del interior
y sus sujetos (poblados, estancias agroganaderas, minerales y puertos en la costa).1068
1067
Como lo demuestran las fuentes coloniales del siglo XVI y XVIII, los pueblos de Pica y Tarapaca
mantuvieron sus vínculos históricos con la explotación de los minerales ubicados en la costa, mientras los
pueblos de Camiña, Chiapa y Mocha controlaron los recursos agrícolas y ganaderos de las quebradas y las
tierras altas, donde también tenían sus propias minas de plata y cobre.
1068
Siguiendo la lógica de simplificar y hacer eficiente el cobro del tributo en la tasa de Toledo (1570-1575), la
fundación de nuevas reducciones debió concentrarse en los centros políticos previamente existentes, en
concordancia con el poder de los curacas de más alto rango y rol de intermediarios que éstos ejercían entre las
autoridades hispanas y los tributarios de cada pueblo, a partir de este momento teóricamente concentrados en
los nuevos pueblos de indios. Julien, 1991: 158.
417
El territorio de la doctrina de Tarapaca parecen coincidir con el de la encomienda, a pesar
de su dispersión, para mantener el número de tributarios de los repartimientos. Sin embargo,
a nivel interno, la doctrina planteada en 1571 sufrió modificaciones importantes. En 1571 los
curas dominicos sugerían instalar las parroquias en los pueblos principales por sobre los 2400
msnm en tres quebradas: Camiña, Aroma y Tarapacá, instalando la vicaría de toda la doctrina
en el pueblo de Tarapaca a 1400 msnm.
De esta manera veían a las poblaciones de Pica como una unidad integrada a las de Tarapaca,
cuestión que tenía pleno fundamento en la dinámica segmentaria del período Intermedio
Tardío y en unidad política provincial establecida por el Inca en el período Tardío, la que
pudo ser registrada en testimonios hispanos de la década de 1560 donde se alude a que ambas
parcialidades conformaban una “nación”. Como confirman fuentes independientes, nuestra
opinión es que la política incaica promovió la identificación y unificación de Pica y Tarapaca
en una solo provincia a través del atuendo textil,1069 un elemento de la cultura material que
conservó su importancia ritual y cultural en tiempos coloniales.
En cambio, las reducciones toledanas, si bien ocuparon la lógica de control sobre las
cabeceras agrícolas del repartimiento tarapaqueño y mantuvieron el estatus de los caciques
gobernadores sobre todo el repartimiento en el pueblo de San Lorenzo de Tarapaca,
descartaron reducir a la población en Guaviña. Prefirieron, en cambio, 1) reducir a la
población aguas debajo de Guaviña, en la localidad de Mocha; 2) privilegiar una de las dos
cabeceras de la quebrada de Aroma donde los curas indicaba establecer parroquias,
reduciendo la población en Chiapa y no en Sotoca; y 3) no desatender, como planteaban los
curas, al oasis de Pica, de excelentes tierras y benigno clima para el cultivo de viñas, lugar
estratégico para el tráfico que permitía a su vez ocupar definitivamente y de modo extensivo
esta apartada y desértica región que constituía el confín meridional del virreinato.
La estructura parroquial intentó de este modo incorporar el repartimiento de Pica y Loa al de
Tarapaca y por otra subdividir este último en cuatro sedes parroquiales que coincidían con
los poblados indígenas septentrionales. En tanto que las reducciones toledanas, en
1069
AGI, Justicia 405B, N°2, f. 137r, Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro; Odone, 1994: 78. Para la
identidad tarapaqueña a través de la vestimenta véase Agüero, 2007a, 2015. Otros ejemplos de la estrategia
política incaica para organizar las provincias en Julien, 1991: 159-160.
418
consideración a otros factores geoestratégicos, mantuvo la fisonomía de ambos
repartimientos por separado, preservando las jurisdicciones indígenas principales.
419
PARTE II
CAPÍTULO IX: CONCLUSIONES
La actual región de Tarapacá posee atributos biogeográficos particulares dominados por el
clima desértico y el escalonamiento de las franjas de vegetación desde el litoral Pacífico hasta
las cuencas altiplánicas definiendo la orientación económica, modo de vida y la identificación
étnica de sus habitantes. Las distintas franjas, sus fuentes de materias primas y ciclos
hidrológicos determinaron el emplazamiento, formas y diseño de las viviendas permanentes
y asentamientos en donde estas viviendas de conglomeran, a través de las cuales podemos
reconstruir la historia de las poblaciones y sus transformaciones en los últimos tres milenios.
Desde las primeras aldeas de silvicultores en el siglo IX a.C. hasta los extensos poblados
amurallados con arquitectura pública en el siglo II-III d.C, con una orientación agrícola y
marítima que complementa la explotación de los bosques de la pampa, las comunidades
humanas en el sector oriental de la extensa cuenca endorreica alcanzan niveles demográficos
y de organización política que les permiten ocupar sincrónicamente pesquerías o caletas en
la costa y campamentos para la captura, caza y crianza de camélidos en las quebradas bajo
los 2800 msnm.
Esta pampa, ubicada entre la cordillera de la costa y valles y oasis que desciende desde los
Andes, ejerció un efecto importante en la formación de cubiertas de bosques en pleno desierto
y concentración de aguas subterráneas que, junto con un régimen pluvial y aluvial más
intenso que el actual, estimularon la instalación de poblaciones humanas desde hace unos
10.000 años. Durante el período Tardío y Colonial esta pampa, rodeada de yacimientos
mineros de plata y cobre, fue objeto de diversos proyectos de irrigación artificial
aprovechando las avenidas de agua estivales para intensificar la agricultura del maíz y otros
cultivos adaptados a ambientes cálidos.
Entre el siglo X y XV las poblaciones de la región pueden ser caracterizadas como una red
de poblados y estancias distribuidas en las quebradas de Tarapacá, el oasis de Pica y las
quebradas donde los cursos de agua son permanentes y la disponibilidad de tierras hacen
posible una producción intensiva de este grano y otras especies resistentes a alturas por sobre
420
los 2000 msnm mediante tecnologías agrohidráulicas que permiten mantener el riego y
ampliar la superficie cultivable.
Durante el período anterior (Formativo Tardío), en las quebradas altas y el altiplano
adyacente, entre los 2100 y 3900 msnm, los focos dispersos de ocupación estacional
permanecieron como tales (campamentos), pero otros devinieron en asentamientos
precursores de localidades que siglos más tarde alcanzarían el rango de aldeas aglutinadas.
Gracias la conservación propia de la zona, el estudio arquitectónico de las viviendas, los
espacios públicos y la organización y ciclo de vida del espacio aldeano, el estudio sistemático
de las tradiciones arquitectónicas constituye una de las fuentes más importantes para
reconstruir la historia prehispánica de las poblaciones de Tarapaca.
La seriación de las diferentes modalidades constructivas y las asociaciones de los conjuntos
cerámicos (vajilla) utilizados para las actividades cotidianas de subsistencia y rituales, junto
con las técnicas de datación aplicadas en pequeños, medianos y grandes poblados, ofrecen
un panorama sumamente dinámico de la historia de la región. Algunas aldeas en el siglo XVI
podían alcanzar antigüedades de hasta seis a siete siglos de ocupación permanente y que antes
de disponer de cualquier indicio documental, conocemos la procedencia de sus habitantes o
las intensas relaciones culturales que habían forjado desde el siglo XIII con poblaciones que
habitaban las regiones de Arica, Atacama y el altiplano Meridional de la actual Bolivia y
norte de Chile
Entre el siglo XIII y comienzos del siglo XV disponemos de evidencias sobre la sectorización
en barrios separados por calles rectas o la división de aldeas en mitades, a pesar que su
crecimiento a lo largo de los siglos no fue planificado. Este hecho expresaría en términos de
los sistemas de organización política andina los referentes arquitectónicos de la segmentación
en ayllus y de la formación de agrupamientos familiares en sayas dentro de los poblados
aglutinados, no obstante, ambas entidades pudieran ser anteriores a este fenómeno
arquitectónico. En este lapso del período Intermedio Tardío, se verifica la diferenciación de
la red de asentamientos regionales en tres o cuatro niveles jerárquicos. Estas distinciones
están señaladas por envergadura de los poblados, sinónimo también de su antigüedad, el
número de viviendas (capacidad habitacional), la disposición de plazas públicas para la
realización de fiestas y encuentros políticos periódicos y de cementerios con torres funerarias
421
(chullpa) para conservar las momias de las autoridades de más alto rango; todo lo cual señala
la conformación de cacicazgos integrados por unidades menores (ayllus), cuyas redes
políticas y de complementariedad económica les permiten ocupar otras localidades distantes
(islas), como mitades de otras unidades cacicales o, a su vez, formar parte de confederaciones
mayores, como las que se formaron en el altiplano adyacente (confederación Charca).
En la costa, la capacidad de carga determinada por la baja o nula provisión de agua dulce,
pero incentivada por los variados recursos faunísticos del litoral y la franja intermareal
formaban parte elemental de la dieta de pescadores asentados en pequeñas aldeas y
campamentos en la desembocadura de ríos o terrazas marítimas provistas de vertientes. Para
las poblaciones del interior, el atractivo ritual y económico del litoral desértico radicaba en
el próximo y exótico paisaje oceánico, en cuyo camino se encontraban numerosos
yacimientos metálicos que proveían a los pescadores de cobre para la confección de parte del
equipo de pesca o para la confección de adornos, tal como algunos moluscos que eran
transportados al interior para la fabricación de cuentas de collar. Como ha reconocido el
trabajo de Helena Horta (2010), la costa de Arica y Tarapaca disponía de múltiples puntos
de aprovisionamiento y explotación de concentraciones de guano fósil, en la costa e islas
cercanas, utilizado luego como fertilizante para aumentar el rendimiento agrícola de los
poblados y estancias del interior y por ello, la interdependencia entre los pescadores y los
agricultores de los valles y oasis del interior dataría al menos del siglo VI d.C.
Uno de los principales yacimientos de plata de todo el desierto costero al norte del trópico de
Capricornio se encontraba en la cordillera que rodea el acceso a la localidad de Iquique. Las
evidencias arqueológicas indican que este lugar, cuya extensión norte a sur alcanza decenas
de kilómetros, fue explotado intensamente en los siglos XV-XVI y a lo largo de todo el
período Colonial. Esta pudo ser una de las motivaciones por las cuales el imperio Inca se
interesó en ocupar la región, cuyos testimonios arqueológicos se encuentran en los entierros
rituales del cerro Esmeralda o en los testimonios de cronistas como Pedro Pizarro y Cabello
de Valboa.
Las fuentes documentales relativas a la expansión incaica dan cuenta de las distintas
versiones que sobre el dignatario al cual se le atribuye la conquista de Tarapaca.
Considerando la versión más temprana de Quipucamayos (1542), la cual concuerda con
422
Betanzos, Pedro Pizarro y Sarmiento, nuestra opinión es que la conquista efectiva de la región
puede ser atribuida a las expediciones conducidas por Topa Inga al Collasuyo y la costa entre
Atacama y Arequipa, durante el gobierno de Pachacuti al promediar el siglo XV. Esta sería
una de las razones porque otras fuentes indígenas más tardías, como Capac Ayllu (1569), le
atribuyen a Topa Inga (su hijo), aun no instalado en el gobierno, la conquista de estas tierras
y, como también señala Cabello de Valboa, el descubrimiento de las minas de plata en la
costa.
Por el testimonio de Cieza, no debiéramos quitar crédito al hecho que Huayna Capac
reconquistara y tomara para sí, o para el culto solar, nuevas tierras a comienzos del siglo XVI
y otros sectores de la región no anexados o desechados por Topa Inga durante su gobierno,
ya sea por razones de resistencia o negociación local o por la pobreza que había visto entre
sus gentes a mediados del siglo XV cuando comandaba los ejércitos de Pachacuti.
Sin embargo, las primeras evidencias de la formación y expansión del Tawantinsuyo en la
región corresponden más bien a contextos domésticos o funerarios asociados a cerámicas
incaicas o con su iconografía, las cuales aparecen en las quebradas y valles del interior a fines
del siglo XIV o comienzos del siglo XV. Es por ello que las hipótesis historiográficas o
basadas en fuentes escritas sobre las estrategias de dominio o modalidades de expansión
incaica chocan comúnmente con las evidencias arqueológicas, puesto que carecen de
antecedentes en las fuentes cuzqueñas o no existen correlatos en las fuentes locales o
regionales conocidas.
Con todo, junto a la información arqueológica analizada, la lectura crítica de los registros
históricos permite concluir que existieron distintas etapas en la formación y expansión del
Estado cuzqueño y también distintos canales e intermediarios que participaron en la
construcción de las redes sociopolíticas y económicas a través de los cuales, a comienzos del
siglo XV sus manufacturas e intereses se desplazaron hacia regiones cada vez más alejadas
del Cuzco, varias décadas antes que cualquier ejército o agentes cuzqueños ingresaran a los
valles y los minerales costeros de Tarapaca.
Las evidencias muebles y los registros arquitectónicos vinculados a la formación del Imperio
pueden tener una doble lectura. La cerámica, aunque escaza en los poblados locales, muestra
un fuerte nexo con las provincias lacustres (Collao, Lupaca, Pacaje, Caranga y Quillaca),
423
especialmente con los cacicazgos más próximos, con los cuales existían relaciones de
parentesco, compadrazgo ritual e intercambios económicos desde el siglo XIII. Esas
relaciones habían acordado una forma de ocupación salpicada y simultánea de valles
agrícolas por parte de las poblaciones Caranga (aymara y uro) y uso de pastizales en el
altiplano para la crianza de ganado por parte de parcialidades de Tarapaca, ya sea del valle
homónimo (pampa) o de sus quebradas afluentes.
Por otra parte, la mayor concentración de cerámica tardía relacionada con la expansión Inca
o propiamente cuzqueña se encuentra en el poblado de Tarapacá Viejo, como se conoce a la
antiguo centro administrativo incaico y reducción toledana de San Lorenzo de Tarapaca. Los
estudios estratigráficos, cerámicos y arquitectónicos efectuados en este poblado relevan un
segundo momento en la expansión del imperio, violento o resultado de una negociación
política, el cual habría implicado la destrucción o desmantelamiento acordado, desde los
cimientos, de una de las aldeas más importantes del curso inferior de la quebrada y
probablemente de la región.
Por medio de la comparación con otros sitios similares del Colesuyo (Torata Alta) y la
consulta de fuentes históricas tradicionales vemos que el comportamiento políticamente
planificado del estado incaico se expresaba en un estricto apego a las normas urbanísticas
aplicadas en todo el imperio a partir de la segunda mitad del siglo XV, lo cual está
representado en la forma de instalación, diseño y estatus de este centro administrativo en el
contexto regional y cuya relevancia política y funcional se mantuvo en los siglos posteriores.
Todo indica que la construcción de este asentamiento está asociada a la implementación de
la red vial y sus instalaciones de enlace junto a los caminos que van a articular
definitivamente la región con las provincias de Colesuyo y el Collasuyo en el altiplano,
específicamente con la ruta oeste-este que asciende desde el pueblo de Tarapaca en dirección
a las localidades de Sabaya, Turco, Paria y Oruro.
La red de caminos habría facilitado la circulación de bienes y la visita periódica a la región
de tocricocs o funcionarios estatales encargados de su administración provincial, utilizando
para ello espacios “silvestres” desprovistos de poblados importantes en las inmediaciones,
como Incaguano, lo que facilitaba la intermediación política cuzqueña entre las parcialidades
de tierras altas y bajas. El hecho que el virrey Francisco de Toledo en 1578 estableciera los
424
límites del corregimiento de Arica de los de Atacama, Carangas y Lipes, utilizando un
sinnúmero de mojones o hitos establecidos por las comunidades o por el Inca, como el de
pampa Quetani junto a Incaguano -como también ocurrió con la estancia de Caraguano, la
pampa de Parajaya y la cumbre del Quimsachata-, indica el grado de intervención y la
vigencia tangible e intangible del tipo de administración de los territorios provinciales en
cuestiones como el derecho de acceso a tierras, pastizales y cotos de caza entre los ayllus y
las provincias durante el siglo XV y XVI. Aunque se requiere de un estudio detenido, con las
evidencias disponibles podemos sugerir que el virrey Toledo heredó y, en ciertos aspectos,
mantuvo las divisiones territoriales establecidas o modificadas durante el gobierno de
Huayna Capac.
La mayor intervención del Estado Inca se había producido dentro de la provincia de Tarapaca
a partir de la enajenación de las tierras y minerales de plata en la costa, la destrucción de la
aldea sobre la cual se fundaría el pueblo de Tarapaca. En esta línea se incluiría la
modificación ciertos elementos de la religiosidad local afectando o resignificando el culto a
la huacas o altas cumbres veneradas antes de la expansión del imperio (Tata Jachura en
Chiapa, Quetane y Wanapa en Cariquima, Jatamalla, Sojalla y Cabarrai en Isluga y
Guantajaya en la costa de Iquique), simbolizando el control sobre los recursos hídricos y con
ello sobre la reproducción del ganado, los cultivos, así como los minerales que brotaban de
la tierra, como ocurría con la plata en las minas de Tarapaca.
Sabemos que la intervención Inca también significó la intromisión en la estructura política
de las parcialidades de Pica y Tarapaca unificándolas en un esquema de dependencia que
otorgaba preeminencia a las autoridades tarapaqueñas, aprovechando la dinámica
segmentaria que articulaba ambos cacicazgos desde el período Intermedio Tardío.
Esta sería la razón por la cual, los curas doctrineros veían a las poblaciones de Pica como una
unidad integrada a las de Tarapaca, cuestión que tenía pleno fundamento en la unidad política
provincial establecida por el Inca en el período Tardío y que pudo ser registrada en
testimonios hispanos de la década de 1560, donde se alude a que ambas parcialidades
conformaban una “nación”. Apoyándonos en el análisis de distintas fuentes independientes,
podemos concluir que la política incaica promovió la identificación y unificación de Pica y
425
Tarapaca en una solo provincia a través del atuendo textil y la formalización de un estilo
regional propio e identificable para poblaciones foráneas.
Nuestra lectura de los títulos de encomienda y los trabajos de otros colegas en el Collasuyo
nos hacen pensar que para alcanzar el equilibrio que impulsaban a través del sistema decimal
de administración -modificando o intensificando a su favor la orientación económica previa
de la región y de sus distintas poblaciones-, el Estado también impulsó traslados de población
fuera de ella. Las fuentes señalan que estos traslados ocurrieron mayoritariamente hacia las
tierras altas adyacentes y dentro de la región del Colesuyo, entre el río Tambo y el Loa,
mencionada permanentemente en las fuentes de siglo XVI como una unidad jurisdiccional
prehispánica.
Es poco claro si antes de la expansión del Tawantinsuyo existió la figura de una autoridad
regional dentro de Tarapaca. La información arqueológica y documental apunta, más bien,
a varias autoridades con jurisdicciones supralocales (cacicazgos), que al momento de la
expansión mantenían intensas relaciones de interdependencia socioeconómica.
Los primeros títulos de encomienda reconocen la fragmentación del poder regional al asignar
pueblos bajo el mando de sus propias autoridades, sin embargo, engloban en el caso de
Tarapaca a sus tributarios en una unidad cercana a 1000, cifra que luego será refrendada por
las visitas y tasas de La Gasca en 1550 y Toledo en la década de 1570. Nuestra opinión es
que la estructura política regional habría definido la composición social y el número de
tributarios mencionados en los títulos de 1535, 1540 y 1541 y estos a su vez habrían utilizado
información basada en los censos incaicos. La visión cuzco-céntrica o mediada por las
provincias altiplánicas explicaría porque los primeros títulos de encomienda de Tarapaca
mencionan con mayor detalle las autoridades y sus pueblos en los espacios de quebradas
(Camiña, Aroma y Cato) y generalizan sobre las poblaciones de la pampa (el valle de
Tarapaca), la costa y las tierras altas, donde se encontraban en la década de 1540 una de sus
parcialidades, con pueblos y estancias, cuyas autoridades dependían de los caciques de los
valles.
Los cacicazgos más importantes de la región basaban su economía, como reconoció la tasa
de La Gasca en 1550, en el cultivo intensivo del maíz, la elaboración de tejidos, la crianza de
llamas y alpacas, así como la explotación de los recursos marinos y la elaboración de
426
manufacturas como cantaros, tazas y tinajas que eran destinados en parte importante a
equipar y facilitar el funcionamiento de las instalaciones mineras en la cordillera de la costa.
Los pescadores, de acuerdo a la retasa de los años 1619 y 1644, constituían menos del 10%
de la población tributaria de Pica y Tarapaca y encontraban distribuidos entre la
desembocadura del río Camarones y el puerto de Pisagua, Iquique y el río Loa. Estos grupos
colaboraban estratégicamente en la provisión de agua y pescado a las minas y con seguridad
contribuían con una parte importante del tributo al encomendero y a los curas. A partir de
1570 los tributarios de Pica siguieron pagando parte de su tributo en pescado seco al
corregidor. En 1540 las parcialidades pescadoras de la región habrían dependido de
Tuscasanga (don Pedro), que por fuentes posteriores al año 1570, sabemos ahora, era el
cacique principal de los habitantes de la pampa y sus contornos y de todo el repartimiento.
Sin embargo, una parte de los pescadores asentados entre el Iquique, Chipana y el Loa, por
el sur, estaban sujetos a Joan Amastaca, el cacique principal del repartimiento de Pica quién
controlaba estas pesquerías y probablemente se hallaba emparentado con los propios
pescadores.
Durante el siglo XVI y XVII las fuentes sugieren la emergencia de un linaje gobernante en
Tarapaca con asiento en el pueblo homónimo el cual se mantuvo habitado y fue el nodo
administrativo de la actividad de los curas doctrineros y los mayordomos de Lucas Martínez,
Jerónimo de Villegas y María Dávalos. Las primeras noticias sobre este linaje gobernante, el
de los Locay, surgen en 1565 en este pueblo como herederos en el testamento de Lucas
Martínez junto a un cacique de apellido Jahachura (común en los caciques de tierras altas).
Por lo tanto, luego del fallecimiento de don Pedro (Tuscasanga), los Locay habrían articulado
sus relaciones políticas con Pica y las cabeceras en las quebradas (Chiapa, Sotoca y Sibaya)
durante fines del siglo XVI y hasta el siglo XVIII mediante la conducción general del
repartimiento y su cercanía con las autoridades coloniales.
Los pueblos de las quebradas altas (Camiña, Chiapa, Sotoca, Sibaya y Guaviña) poseían sus
propias autoridades. Una parte importante de ellas fueron entregadas en encomienda a Lucas
Martínez y atendiendo al volumen que tributaban en maíz, hacia el año 1565, entendemos
mejor el hecho que estos pueblos junto a Tarapaca y Pica, en las tierras bajas, formaban los
núcleos del poder indígena en la región. Su producción agrícola era la base de la economía
427
regional, razón por la cual sus autoridades principales y subalternas, así como sus
descendientes (que conservan sus apellidos), figuran reiteradamente en la documentación
administrativa, eclesiástica y judicial que hemos analizado.
La tasa de La Gasca en 1550 demuestra que las relaciones de interdependencia política lo
eran tanto económicas como sociales. Los caciques del repartimiento debían cumplir con el
tributo en su conjunto, vale decir, con la tasa global aplicada al repartimiento. Esto
significaba una coordinación general de la producción agrícola anual, pero sabemos que cada
uno de ellos además llevaban una contabilidad estricta de lo que tributaba cada núcleo
político o cacicazgo, lo que releva y expresa la noción de jerarquías inclusivas y estrategias
de poder corporativas que hemos utilizado a lo largo del estudio.
Considerando el número de tributarios, caciques y pueblos mencionados en las fuentes
estudiadas apreciamos que desde el siglo XV y durante el siglo XVII, las autoridades de los
pueblos principales parecen gobernar unidades de 100 tributarios o cifras cercanas a 100
(pachacas), los cuales manifestaba distintas filiaciones étnicas, vale decir, ellos o sus
antepasados provenían de otros lugares de la región o fuera de ella. Las fuentes escritas,
específicamente aquellas que guardan relación con el tributo y los juicios por los excesos de
los encomenderos y mayordomos, señalan algunos datos sobre la composición étnica de la
región y la especialización de las economías locales. De acuerdo a ello, destacaba la presencia
de grupos de origen aymara, uro, yungas (coles) y camanchaca.
En el caso de las poblaciones de base cazadora, recolectora y pescadoras asociadas a la
denominación uro, las fuentes señalan a los habitantes del altiplano de Isluga y los uros
serranos instalados en las quebradas de la región, diferenciándolos de los pescadores
camanchacas que habitaban en la costa Pacífico. En 1570 una parte de los uros serranos se
hallaban bajo la jurisdicción del cacique del pueblo de Tarapaca, don Pedro (Tuscasanga),
al igual que otros en el altiplano.
Es probable que una parte de estos uros sean aquellos mitimaes caranga instalados por los
mallku y por el Inca en las “yungas de la mar” como refieren los títulos de encomienda de la
década de 1540 respecto de colonos altiplánicos instalados en los valles cálidos que
descienden al Pacífico, los cuales habrían sido, finalmente, incorporados en 1559 por Lucas
428
Martínez a sus repartimientos (Codpa y Tarapaca) quedando, como consecuencia de este
proceso colonial, sujetos a los caciques de los pueblos en donde se hallaban instalados.
Los mallku y caciques de la provincia altiplánica de Caranga, sin embargo, mantuvieron su
jurisdicción y relaciones con algunas comunidades asentadas en valles y quebradas bajo los
3400 msnm y también el prestigio que había sido construido en base a estas dependencias
políticas (Nama, Camiña y, probablemente, Chiapa y Sotoca), lo cual generó sucesivos
conflictos entre los encomenderos de ambos repartimientos por el aprovechamiento que
Lucas Martínez hacía de los tributarios altiplánicos, uros o aymaras, instalados en valles fuera
del altiplano. Con excepción de la categoría “pescadores”, los uros no están individualizados
ni en los primeros títulos de encomienda, ni en las visitas efectuadas en el siglo XVI, aunque
fuentes más tardías (1581) señalan con cierta imprecisión que un tercio de la población de
origen altiplánico instalada en Tarapaca y Pica correspondían a uros pescadores.
Hasta 1570 el número de tributarios se había mantenido estable dentro de los repartimientos
de Pica y Loa y Tarapaca, levemente por debajo de la cifra de 1000 tributarios o una
guaranga incompleta en el lenguaje decimal cuzqueño. Los tributarios se concentraron, o
más bien eran contabilizados mayoritariamente, en los pueblos agricultores del sector norte
y centro de la región, especialmente en las quebradas de Camiña, Aroma y Tarapacá.
Los seis o siete pueblos principales o cabeceras identificados en las fuentes pretoledanas se
organizaban en ayllus y mitades (sayas) sujetos a uno o dos caciques, aunque algunas fuentes
más tardías señalan que las estructuras de cargos en cada pueblo estaban conformadas por
curacas y cinco a nueve autoridades subalternas o acompañantes (principales, segundas
personas e hilacatas) y, a su vez, la población se subdividía en dos y hasta siete ayllus cuyas
denominaciones utilizan terminología aymara, quechua y los topónimos y posición
topográfica de los barrios o de los pueblos anexos desde donde provenían sus habitantes
sujetos.
En el repartimiento de Tarapaca las reducciones toledanas instaladas en Camiña, Chiapa,
Mocha, Tarapaca y Pica, entre 1575 y 1578, consolidaron el poder de los caciques
principales de sus pueblos, probablemente tensionando los cuerpos dirigentes configurados
luego del desplome del Tawantinsuyo. A pesar de aquello, la delimitación del corregimiento
de Arica y la fundación de pueblos de reducción reconfiguró las relaciones políticas al
429
interior de la región y las jurisdicciones locales de un modo diferente a lo vivido por las
poblaciones un siglo atrás con la intervención del imperio Inca en la quebrada de Tarapacá y
otros puntos de la región.
Al menos en los casos en que disponemos de antecedentes arqueológicos las reducciones
toledanas trasladaron a la población a nuevas localidades próximas a las preexistentes
(Camiña y Mocha) o reocuparon parcialmente poblados urbanos centenarios como San
Lorenzo de Tarapaca. En el caso de Pica no existen datos arqueológicos ni documentales
suficientes que prueben que allí se encontraba el principal pueblo de los oasis, lo cual pudiera
sugerir un patrón disperso de asentamiento predominante en los oasis antes de las reducciones
a pueblos concentrados.
En el ámbito de las jurisdicciones hispanas, sabemos que en 1578 Francisco de Toledo puso
mayor atención en delimitar el corregimiento de Arica respecto de los corregimientos vecinos
que de trazar nuevos límites entre los repartimientos en torno a Tarapaca, de tal manera que
los tenientazgos fueron asentados en base a la distribución de los tributarios de cada
repartimiento pretoledano. Las doctrinas y los curatos fueron, en contraparte, homologados
a las jurisdicciones atendidas por diversos curas doctrineros desde 1548, o antes, los cuales
a fines de la década de 1570 habían recorrido pueblo por pueblo la extensa región tarapaqueña
desde la quebrada de Camiña hasta el río Loa.
Este conocimiento de los pueblos y la organización indígena tuvo resultados visibles en la
reconfiguración de la región a partir de las reformas toledanas, las cuales fueron ejecutadas
utilizando los listados de pueblos y anexos jerarquizados por los propios curas en 1571. Esta
información era fundamental para determinar la concentración de tributarios en ciertas
localidades y la erradicación o despoblamiento de otros para, de esta manera, tasar a todos
los tributarios reducidos. La tasa toledana trajo consigo el establecimiento de un tributo en
plata sumamente alto para los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa, eliminándose más
de una docena de categorías tributadas (especies y manufacturas) en las tres décadas previas.
Las reducciones toledanas fueron establecidas en consideración a múltiples factores, pero sin
duda la opinión de los caciques principales y los sacerdotes influyeron poderosamente en la
decisión de donde establecer las reducciones o cuantos pueblos reducir a un solo
asentamiento.
430
En el caso de las localidades donde no fueron fundadas reducciones, sus poblaciones
debieron ser obligadas a dejar sus antiguos asentamientos para ser reasentados de tal manera
de concentrar a los tributarios y familias en nuevos conglomerados de ayllus, así como
redistribuir las tierras vacantes que dejaban atrás. La mayor parte de sitios mencionados en
el listado de 1571, a pesar de lo anterior, siguieron habitados de forma permanente o
estacional. Los caciques debieron cumplir con el tributo impuesto, haciéndose cargo de
construir también los nuevos pueblos de reducción desde donde reconfiguraron sus
jurisdicciones y relaciones productivas y de intercambio.
La tasa de Toledo no eliminó por completo de las economías locales los atributos y
mecanismos económicos que permitían la autosuficiencia y complementariedad de los
pueblos y sus asentamientos anexos. Más bien, no incluyó dentro de la nueva tasa, bienes y
especies que había mantenido La Gasca como el parte del tributo que daban las poblaciones
del repartimiento desde tiempos del Inca, lo cual sin lugar a dudas genero un desbalance
considerable en contra de la producción tradicional de manufacturas y bienes de subsistencia.
Con algunos cambios posteriores al termino del gobierno de Toledo (1581), la instalación de
una estructura parroquial que podemos observar en las fuentes del siglo XVII (1666 y 1681)
y XVIII (1753 y 1756) se instaló en concordancia a las reducciones toledanas en la década
de 1570.
Los curas domínicos fueron probablemente los únicos en presenciar y dialogar con las
autoridades indígenas en los distintos pueblos de los repartimientos de Tarapaca y Pica y
Loa, creando un acervo de información sobre las jurisdicciones indígenas a lo largo de dos
décadas (1548-1570), que nos ha sido legado en el diseño de la doctrina de 1571.
En ella se describe esquemáticamente la jerarquía indígena y sus territorialidades dispersas
o archiepielágicas. La ubicación de cada parroquia suponía un ejercicio de un control político
entre distintas categorías de asentamiento y una cartografía jerarquizada de topónimos y por
ende de relaciones de reciprocidad entre las autoridades indígenas de los pueblos de valles y
quebradas del interior, sus sujetos y asentamientos: poblados, estancias agro ganaderas,
minerales y puertos y pesquerías (caletas) en la costa.
La doctrina de Tarapaca coincidía teóricamente con aquella de la encomienda, a pesar de su
dispersión, buscando mantener el número de tributarios de los repartimientos. Sin embargo,
431
a nivel interno, la doctrina planteada en 1571 sufrió modificaciones importantes. En 1571 los
curas dominicos señalaban instalar las parroquias en los pueblos principales por sobre los
2400 msnm en tres quebradas: Camiña, Aroma y Tarapacá, instalando la vicaría de toda la
doctrina en el pueblo de Tarapaca a 1400 msnm.
Si bien la estructura parroquial proyectada por los curas doctrineros intentó, en primer lugar,
incorporar el repartimiento de Pica y Loa al repartimiento de Tarapaca y, luego, subdividir
este último en cuatro sedes parroquiales coincidentes con los centros políticos indígenas
vigentes al comenzar la década de 1570, las reducciones toledanas establecieron, por el
contrario, que cada pueblo de indios -en consideración a factores geoestratégicos distintos a
los eclesiásticos-, debía apoyar el mantenimiento de ambos repartimientos por separado,
rearticulando en cierto modo las antiguas jurisdicciones de los cacicazgos de Pica y Tarapaca
en el siglo XV e inicios del XVI. De esta forma, las reformas impulsadas bajo el gobierno de
Toledo, generaron una reconfiguración de los cacicazgos y las jurisdicciones de sus
autoridades indígenas regionales con un efecto duradero en el siglo XVII.
Desde los primeros datos contenidos en los títulos de encomienda, los pleitos, las visitas,
revisitas y tasas analizadas, la figura del poblado y sus anexos expresa la lógica del patrón de
asentamiento disperso, desde donde los cacicazgos acomodaban o modificaban su
jurisdicción alcanzando grandes distancias respecto de los pueblos principales. En ellos
residieron linajes de caciques gobernadores que establecieron relaciones prolongadas entre
distintas localidades y sus dirigentes, las cuales perduraron o fueron reconocidas entre sus
descendientes como legítimas o se entreveraron, como ocurrió a comienzos del siglo XVII,
en disputas por el acceso a tierras y pastos.
En términos económicos, una de las características principales que documenta la lectura
comparada y secuencial del diseño de la doctrina en 1571, la revisita de 1753 y la estructura
de las doctrinas en 1765, es el dominio permanente y flexible que ejercían las organizaciones
cacicales sobre cuencas hidrográficas y espacios costeros y altiplánicos independientes de la
radicación del pueblo principal. Esta es, en nuestra opinión, una evidencia contundente del
patrón de complementariedad “valle a valle” o entre valles independientes ubicados a distinta
altitud, vigente desde el período Intermedio Tardío, cuyos objetivos eran ampliar el ciclo
432
agrícola-ganadero acentuando la diversidad de cultivos (como la coca y el maíz), pastizales
y acceso a recursos costeros como el guano, pescado y minerales de cobre y plata.
Vistas en este contexto, las reducciones toledanas establecidas en la década de 1570
impulsaron cambios significativos dentro de los repartimientos de Tarapaca y Pica y Loa
que, junto con redibujar el mapa geopolítico regional, colaborando con fijar o re establecer
el poder de los centros poblados indígenas que habían perdido su conexión con el Cuzco o
con las capitales incaicas provinciales (p.e. Paria) luego del desplome del Tawantinsuyo. Sin
embargo, esta no fue una condición para todas las poblaciones, puesto que hemos perdido el
rastro de aquellos habitantes reasentados en provincias o repartimientos vecinos y otros
distantes y es probable que dentro del repartimiento se mantuvieran algunas familias
arribadas en calidad de mitimaes en la fase tardía del Imperio Inca, algunos de los cuales
permanecieron en ella.
A partir del gobierno de Toledo, desde los nuevos pueblos de reducción fundados, el sistema
adoptó la figura de jurisdicciones de control escalonado de territorio y la explotación de
recursos, bajo distintas modalidades (verticales, valle a valle e invertidas) y cuyos
antecedentes incorporan o dejan entrever elementos prehispánicos, aunque en los siglos
coloniales posteriores adquirieron una dinámica interdependiente más centrada o circunscrita
al ámbito regional y a los espacios geográficos inmediatos.
Con todo, desde las últimas décadas del siglo XVI el tenso juego político que se sucedió bajo
lógicas andinas y coloniales entre distintas generaciones de curacas, caciques y principales,
en los que a su vez participaban los curas y los corregidores y sus subalternos, permitieron
un reacomodo de las estructuras políticas y las jurisdicciones que los cacicazgos con sus
pueblos y ayllus mantenían desde el período Intermedio Tardío.
A pesar que hemos incorporado fuentes extraregionales en este análisis, estas dinámicas son,
en el actual estado de la investigación, prácticamente imposibles de visualizar debido a la
amplitud de su alcance y las restricciones que impone el enfoque regional que hemos
utilizado.
Al iniciarse el último cuarto del siglo XVI, los registros históricos indican que la ocupación
hispana estaba circunscrita a un puñado de asentamientos extractivos mineros y otras
instalaciones, como las chacras y molino de Huarasiña, las minas de plata en la cordillera de
433
la costa, y el puerto de Iquique, los cuales facilitaron el mantenimiento y circulación de
esclavos, yanaconas, doctrineros y mayordomos de los tres encomenderos conocidos para el
lapso entre 1535 y 1578.
Aunque falta información para confirmarlo, en los oasis de Pica, la información provista por
los quipucamayos de Joan Amastaca en 1565, referida a la producción artesanal de tinajas y
cantaros como parte del tributo establecido por La Gasca en 1550, plantea la existencia de
pequeños talleres o lagares asociados al cultivo de vid y la producción de vino, similar a lo
descrito tempranamente en el valle de Azapa (Ocurica) y Moquegua.
Hemos discutido la forma o modalidades en que las poblaciones de la región sobrellevaron
la expansión del Tawantinsuyo y la colonización hispana, así como los profundos cambios
que estas organizaciones centralizadas y hegemónicas se instalaron en ella y transformaron
variados aspectos organizacionales y materiales en la vida cotidiana de sus habitantes, ya sea
por imposición o por acomodo o respuesta de ellas y sus autoridades ante la subordinación
política y la presión colonial. Un aspecto particular de esta respuesta local y regional puede
apreciarse en la documentación a partir de la preservación, abandono o cambio de los
nombres y las localidades de asentamiento, la incorporación de nuevos ayllus
(posteriormente forasteros) o el reemplazo de sus autoridades tradicionales por otras que se
hallaban insertas en los grupos de dirigentes en cada poblado (principales, hilacatas, segundas
personas).
De este modo las poblaciones de la región y sus descendientes dispusieron desde los siglos
previos a la expansión Inca de elementos económicos, identitarios y políticos, como
estructuras de cargos integradas por extensos cuerpos de dirigentes y subalternos que les
permitieron enfrentar los distintos y duraderos procesos de apropiación territorial externa y
negociación política que vivieron bajo la rápida expansión del Tawantinsuyo como durante
la etapa de invasión y organización del estado colonial hispano.
Finalmente, el estudio de los listados de pueblos del siglo XVI, XVII y XVIII, el diseño de
la doctrina de Tarapaca en 1571 y las reformas tolenas posteriores permiten observar un
aspecto no esperado en esta investigación.
Se trata de un foco de reorganización y tensión política identificado en la parte alta y afluentes
de la quebrada de Tarapacá, donde las fuentes históricas señalan a lo largo del período
434
Colonial una traslación del eje político y jurisdicciones de las autoridades entre al menos tres
poblados entre el siglo XV y fines del siglo XVIII: Guaviña (siglo XV-1575), la reducción
de San Antonio de Mocha (1575-1666/1681) y, luego San Nicolás de Sibaya (1666/16811792) el cual parece haber recuperado el prestigio que tenía como pueblo maicero principal
del repartimiento antes de las reformas toledanas.
Este último aspecto debiera conducir a focalizar nuevas indagaciones etnográficas, históricas
y arqueológicas en los poblados o cabeceras de los cuales no tenemos antecedentes
documentales o arqueológicos más allá de los que hemos recopilado y comparado con otros
disponibles de mayor resolución y densidad. El desafío es, en consecuencia, mayor a todo lo
que hemos podido avanzar y contribuir en este estudio sobre las poblaciones y autoridades
de Tarapaca; el cual puede ser considerado, sin incurrir en falta por ello, como un intento
consciente por provocar nuevas reflexiones e investigaciones en las localidades menos
atendidas por la investigación etnohistórica regional.
435
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Documentos inéditos
AGI, Charcas 21, R. 13, N° 85c. Retasa de los indios del repartimiento de Pica y Tarapacá,
1646.
AGI, Contaduría 1786. Tasa del Virrey Toledo.
AGI, Justicia 401, N° 1. Lucas Martínez contra los herederos de Jerónimo de Villegas.
AGI, Justicia 405B, N° 2 (5). Lucas Martínez Vegaso contra Juan de Castro.
AGI, Justicia 405B, N° 2 (6). Lucas Martínez Vegaso contra Hernán Bueno el Viejo.
AGI, Justicia 443, N° 1 (2). María Dávalos, viuda de Lucas Martínez Vegaso, contra el
licenciado Monzón.
AGI, Justicia 658, N° 2. El fiscal contra Antonio Álvarez, vecino de la Ciudad de la Plata
sobre el derecho a la encomienda de Guachacalla.
AGI, Lima 264, N° 16. Información de mérito de Simón Vernal Gutiérrez cura asistente de
la Doctrina de Camiña.
AGI, Lima 264, N° 17 (1). Información sumaria de Testigos sobre el servicio del cura vicario
foráneo del curato de Camiña Don Martín de Moscoso y Buitrón ante el teniente de
corregidor de la Provincia de Tarapacá Gutierres de Escalante, 1681.
AGI, Lima 316. Propuesta al Obispado del Cusco para la división de la doctrina de Tarapacá
por el cura Francisco Churro de Aguilar y Marcos Valdelomar, 1571.
436
AGI, Quito 55A N° 38. Condes de Monterrey, encomiendas en Arica y Quito, 1624.
AGN, Derecho Indígena y Encomiendas, Cuaderno 15, Legajo 2. Causa seguida por los
caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá, encomienda de Lucas Martínez Vegazo, y por el
Defensor General en su nombre, contra Gonzalo de Valencia.
Documentos publicados (Fuentes Impresas)
Álvarez, Bartolomé. 1998 [1588]. De las costumbres y conversión de los indios del Perú.
Memorial a Felipe II. Editado por María Martín Rubio, Juan Villarías y Fermín del Pino.
Ediciones Polifemo, Madrid.
Barriga, Víctor. 1933. Los Mercedarios del Perú. Volumen 1, Roma.
____ 1939. Documentos para la Historia de Arequipa 1539-1558. Tomo I, La Colmena,
Arequipa.
____ 1940. Documentos para la Historia de Arequipa 1539-1558. Tomo II, La Colmena,
Arequipa.
____ 1952. Memoria para la Historia de Arequipa. Tomo IV, Editorial La Colmena,
Arequipa.
____ 1955. Documentos para la Historia de Arequipa 1535-1580. Tomo III, Arequipa.
Bertonio, Ludovico. 1984 [1612]. Vocabulario de la Lengua Aymara. Ediciones Ceres,
Cochabamba.
437
Betanzos, Juan de. 1987 [1551]. Suma y narración de los Incas. Transcripción María del
Carmen Martín Rubio. Atlas, Madrid.
Bibar, Gerónimo. 1979 [1558]. Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de
Chile. Colección de escritores coloniales. Berlín Mormey, Editorial Universitaria, Biblioteca
Iberoamericana, Colloquium Verlag.
Cabello de Valboa, Miguel. 1951 [1586]. Miscelánea Antártica: una historia del Perú
antiguo. Universidad Nacional de San Marcos, Lima.
Cabeza de Vaca, Diego. 2011 [1586]. Descripción y relación de la ciudad de La Paz. En
Claros, E. 2011. Descripción y relación de la ciudad de La Paz (1586). Revista Ciencia y
Cultura 27: 89-103.
Capac Ayllu. 1985 [1569]. El texto de la probanza. En Rowe, John. 1985. Probanza de los
incas nietos de conquistadores. Histórica, Vol. IX (2): 221-245.
Cieza de León, Pedro. 1967 [1551]. El señorío de los Incas. Instituto de Estudios Peruanos,
Lima.
____ 1984 [1553]. La Crónica del Perú. Biblioteca Americana, Perú.
____ 2005 [1553]. Crónica del Perú. El señorío de los Incas. Biblioteca Ayacucho,
Venezuela.
Cobo, Bernabé. 1964 [1653]. Historia del Nuevo Mundo. Biblioteca de Autores Españoles,
Tomos XCI-XCII, Atlas, Madrid.
Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile (CDI). Primera serie. 30
volúmenes. Imprenta Ercilla, Santiago.
438
Diccionario
de
Autoridades.
2012
[1729].
Real
Academia
de
la
Lengua.
http://www.rae.es/rae.html (consultado en 15/10/2012).
Diez de San Miguel, Garci. 1964 [1567]. Visita hecha a la Provincia de Chucuito. Casa de
la Cultura del Perú. Lima.
Fernández de Oviedo, Gonzalo. 1901 [1557]. Historiad General y Natural de las Indias Isla
y tierra firme del mar océano. En Colección de Historiadores de Chile, tomo XXVII: 1-254.
Garcilaso de la Vega, Inca. 1995 [1609]. Primera Parte de los Comentarios Reales. Fondo
de Cultura Económica, México D.F.
González, Holguín, Diego. 1952 [1608]. Vocabulario de la lengua general del Perú llamada
lengua Quechua o del Inca. Edición del Instituto de Historia, Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, Publicaciones del Cuarto Centenario, Lima.
La Gasca, Pedro. 1940 [1548]. Relación de los repartimientos. En Loredo, R. 1940.
Relaciones de repartimientos que existían en el Perú al finalizar la rebelión de Gonzalo
Pizarro, Revista de la Universidad Católica de Perú VIII: 51-62.
López de Cervantes, Francisco. 1965 [1614]. Noticia General del Perú y Tierra Firme. En
Relaciones Geográficas de Indias, Tomo I, Apéndice II. Biblioteca de Autores Españoles,
Madrid.
Loredo, Rafael. 1940. Relaciones de repartimientos que existían en el Perú al finalizar la
rebelión de Gonzalo Pizarro, Revista de la Universidad Católica de Perú VIII (1): 51-62.
____ 1958. Bocetos para la Nueva Historia del Perú. Los repartos. Lima.
439
Lozano de Machuca, Juan. 1992 [1581]. Carta del factor de Potosí Juan Lozano de Machuca
al virrey del Perú Don Martín Enríquez en que da cuenta de cosas que aquella villa y de las
minas de los lipez. Transcripción de José María Casassas. Estudios Atacameños 10: 30-31.
Mariño de Lobera, Pedro. 1865 [1580]. Crónica del Reino de Chile. Colección de
historiadores de Chile y de documentos relativos a la historia nacional. Imprenta del
Ferrocarril. Santiago. Tomo VI.
Matienzo, Juan de. 1910 [1567]. Gobierno del Perú. Universidad Nacional de Buenos Aires,
Instituto de Investigaciones Histórica, Buenos Aires.
Mercado de Peñaloza, Pedro. 1965 [1586]. Relación de la provincia de los Pacajes. En
Relaciones Geográficas de Indias, Tomo I. Editado por Marcos Jiménez de la Espada,
Biblioteca de Autores Españoles, Madrid.
Meza, Néstor. 1950. Algunos documentos relativos a Pedro de Valdivia. Revista Chilena de
Historia y Geografía 115: 16-39.
Murúa, Martín de. 1987 [1611-1613]. Historia General del Perú. Editado por Manuel
Ballesteros. Historia 16. Colección Crónicas de América 35. Madrid.
Pachacuti Yamqui Salcamayhua, Juan de Santa Cruz. 1968 [1913]. Relación de las
antigüedades deste reyno del Pirú. Biblioteca de Autores Españoles, Tomo CCIX, Madrid.
Palacio de Alvarado, Francisco. 1965 [1649]. Relación del Obispado de Arequipa. En
Relaciones Geográficas de Indias. Perú. Volumen II. Editado por Marcos Jiménez de la
Espada, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid.
Paz Soldán, Mariano. Felipe. 1878. Verdaderos límites entre Perú y Bolivia. Lima.
440
Pizarro, Pedro. 1986 [1571]. Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú.
Editado por Guillermo Lohman Villena. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima
Polo de Ondegardo, Juan. 1990 [1571]. Relación de los fundamentos acerca del notable daño
que resulta de no guardar a los indios sus fueros. En El Mundo de los Incas. Editado por
Laura González y Alicia Alonso. Historia 16, Madrid.
Quipocamayos. 1920 [1542-1544]. Declaración de los quipocamayos a Vaca de Castro,
discurso sobre la descendencia y gobierno de los Incas. Colección de libros y documentos
referentes a la historia del Perú, 2da Serie, Tomo III, Lima.
Real Audiencia de La Plata. 2007. Acuerdos de La Real Audiencia de La Plata de los Charcas
(1561-1568), Volumen 1. Corte Suprema de Justicia de Bolivia, Editorial Tupac Katari,
Sucre.
Rojas-Mix, Miguel. 1991. Cartas de Don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y
conquista de la Nueva Extremadura. Editorial Andrés Bello-Editorial Lumen, Barcelona.
Sarmiento de Gamboa, Pedro. 1988 [1572]. Historia de los Incas. Miraguano-Polifemo
Ediciones, Madrid.
Trelles. Efraín. 1988. El testamento de Lucas Martínez Vegazo. Historia 23: 267-293.
Vázquez de Espinosa, Antonio. 1948 [1636]. Compendio y descripción de las Indias
Occidentales. Smithsonian Institution, Washington.
441
Estudios y manuscritos (Investigación)
Adán, Leonor. 1996. Arqueología de lo Cotidiano. Sobre Diversidad Funcional y Uso del
Espacio en el Pukara de Turi. Memoria para optar al título de Arqueólogo, Departamento de
Antropología. Universidad de Chile, Santiago.
____ 1999. Aquellos antiguos edificios. Un acercamiento arqueológico a la arquitectura
prehispánica tardía de Caspana. Estudios Atacameños 18: 13-34.
____ 2017. Arquitectura y sistema de asentamiento durante los períodos Intermedio Tardío
y Tardío de San Pedro de Atacama. Anales de Arqueología y Etnología 72(1): 67-109.
Adán, Leonor, Simón Urbina y Mauricio Uribe. 2007. Arquitectura pública y doméstica en
las quebradas de Pica-Tarapacá: asentamiento y dinámica social en el Norte Grande de Chile
(900-1450 DC). En Procesos Sociales Prehispánicos en el Sur Andino. La vivienda, la
comunidad y el territorio. Compilado por Axel E. Nielsen, Ma. Clara Rivolta, Verónica
Seldes, María M. Vázquez y Pablo Mercolli. Colección Historia Social Precolombina, Tomo
1, pp. 183-206. Editorial Brujas, Córdoba.
Adán Leonor y Simón Urbina. 2005. Arquitectura, asentamiento y organización social en
las quebradas tarapaqueñas durante los periodos tardíos: análisis arquitectónico de los
sitios Camina-1, Laymisiña, Carora, Tarapacá Viejo, Caserones-1 y Jamajuga. Informe
Técnico Proyecto FONDECYT 1030923. Manuscrito en posesión del autor
____ 2007. Arquitectura Formativa en San Pedro de Atacama. Estudios Atacameños: 34: 730.
____ 2008. Historia arquitectónica de la localidad de Pisagua (I Región, Chile): una tradición
olvidada en los períodos tardíos del área Pica-Tarapacá. En: Problemáticas de la Arqueología
442
Contemporánea compilado por A. Austral y M. Tamagnini, Tomo II: 723-734. Universidad
Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto, Argentina.
____ 2010. Arquitectura quebradeña del Complejo Pica-Tarapacá: modos de hacer, opciones
de diseño, rasgos significativos y decisiones funcionales”. Actas del XVII Congreso Nacional
de Arqueología Chilena, tomo II: 865-876, Valdivia.
Adán, Leonor, Simón Urbina, Constanza Pellegrino y Carolina Agüero. 2013. Aldeas en los
bosques de Prosopis: Arquitectura residencial y congregacional en el período Formativo
tarapaqueño (900 ac-900 DC). Estudios Atacameños 45: 75-94.
Advis, Patricio. 1989. Alcance geográfico del nombre valle de Tarapacá en la temprana
colonia. Revista Camanchaca 8: 36-43.
____ 1990a. La doctrina de Tarapacá en el siglo XVI (Perfil administrativo-eclesiástico).
Revista Camanchaca 12/13: 76-92.
____ 1990b. Ique-Ique de los pescadores (La caleta prehispánica). Revista Camanchaca 11:
37-44.
____ 1995. La iglesia colonial de San Antonio de Matilla: su origen, su fechado y sus
transformaciones. IECTA, Iquique.
___ 2008. El desierto conmovido. Paso de la hueste de Almagro por el norte de Chile.
Dirección de Extensión Académica y cultural, Universidad Arturo Prat, Iquique.
Agorash, Kofi. 1993. Archaeological Considerations on Social Dynamics and Spatial Pattern
Development of Traditional Settlements. En Spatial Boundaries and Social Dynamics: Case
Studies from Food-Producing Societies. Editado por Agustine Holl y Thomas Levy, pp. 724. International Monographs in Prehistory, Ann Arbor.
443
Agüero, Carolina. 2007a. Acerca del rol del vestuario en el surgimiento, desarrollo y
consolidación del ‘Complejo Pica-Tarapacá' (Período Intermedio Tardío). Tesis de
Magíster en Antropología Universidad Católica del Norte, Universidad de Tarapacá, Arica.
Arica-San Pedro de Atacama. ESTE EL CITADO.
____ 2007b. Análisis de los textiles de Tarapacá Viejo (Tr-49). Informe Técnico Proyecto
FONDECYT 1030923 y Proyecto VID 08/16-2, Universidad de Chile. Manuscrito en poder
del autor.
_____ 2015. Vestuario y Sociedad Andina. Desarrollo del Complejo Pica-Tarapacá (8001400 DC). QILLQA, Ediciones IAA, Universidad Católica del Norte, Chile.
Agüero, Carolina y Colleen Donley-Zori. 2007. Otro quipu encontrado al sur de Arica.
Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 40: 21-28.
Ajata, Rolando. 2004. Congregación social y espacios públicos: presente y pasado en el valle
de Codpa, norte de Chile. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 37: 7-18.
____ 2013. Distribución y emplazamiento de sitios arqueológicos en Pica-Tarapacá, Norte
de Chile. Un acercamiento a través de los sistemas de información geográfica. En El uso
de Sistemas de Información Geográfica en arqueología sudamericana. Editado por María
José Figuerero y Andrés Izeta, pp. 139-156. South American Archaeology Series N° 18. BAR
International Series 2497, Oxford.
Albarracín-Jordán, Javier. 1996. Tiwanaku. Arqueología regional y dinámica segmentaria.
Editorial Plural, La Paz.
Albó, Xavier. 2005. La religión Aymara. En Religiones andinas. Editado por Manuel Marzal,
pp. 175-201. Editorial Trotta, Madrid.
444
Aldenderfer, Mark y Charles Stanish. 1993. Domestic architecture, household archaeology,
and the past in South Central Andes. En Domestic architecture, ethnicity, and
complementarity in the South Central Andes. Editador por Mark Aldenderfer, pp. 1-12.
University of Iowa Press, Iowa.
Aldunate, Carlos, José Berenguer, Victoria Castro, Luis Cornejo, José Luis Martínez y Carole
Sinclaire. 1986. Cronología y asentamiento en la región del Loa Superior. DIB, Universidad
de Chile, Santiago.
Aldunate, Carlos y Victoria Castro. 1981. Las Chullpas de Toconce y su relación con el
Poblamiento Altiplánico en el Loa Superior. Período Tardío. Ediciones Kultrún, Santiago.
Aldunate, Carlos, Victoria Castro y Varinia. 2003. Varela. Oralidad y Arqueología: Una
Línea de Trabajo en las Tierras Altas de la Región de Antofagasta. Chungará 35 (2): 305314.
Arroyo, Mary, Carolina Villagrán, Clodomiro Marticorena y Juan Armesto. 1982. Flora y
relaciones biogeográficas en los Andes del norte de Chile. (18-19°S). En Ambiente y las
poblaciones de los Andes del Norte Grande de Chile (Arica, Lat. 18 28°S), Editado por
Alberto Veloso, Volumen 1, pp. 71-92. Rostlac, Montevideo.
Assadourian, Carlos. 1994. Transiciones hacia el sistema colonial andino. Colegio de
México, México e Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
Ayala, Patricia. 2001. Estudio arquitectónico de las chullpas de Isluga (I Región), Período
Intermedio Tardío. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 32: 67-77.
Barros Arana, Diego. 2004 [1884]. Historia de Chile. Tomo I. Editorial Universitaria,
Santiago.
445
Belaúnde, Manuel. 1945. La encomienda en el Perú. Ediciones Mercurio Peruano, XII, Lima.
Berenguer, José. 1983. El método histórico directo en Arqueología. Boletín de Prehistoria
de Chile 9: 63-72.
____ 2004. Tráfico de Caravanas, Interacción Interregional y Cambio en el Desierto de
Atacama. Ediciones Sirawi, Santiago.
____ 2007. El Camino Inka de Alto Loa y la creación del especio provincial en Atacama. En
Producción y circulación prehispánica de bienes en el sur Andino. Compilado por Axel E.
Nielsen, María Clara Rivolta, Verónica Seldes, Maria M. Vázquez y Pablo Mercolli.
Colección Historia Social Precolombina, Tomo 2, pp. 413-443. Editorial Brujas, Córdoba.
____ 2008. Informe de avance. Año 3. Proyecto FONDECYT 1050276. Manuscrito en
posesión del autor.
____ . 2009. Chile bajo el Imperio de los Inkas. Museo Chileno de Arte Precolombino,
Santiago.
Berenguer, José, Carlos Aldunate y Victoria Castro. 1984. Orientación orográfica de las
Chullpas en Likán: la importancia de los cerros en la Fase Toconce. Actas Simposio Culturas
Atacameñas, XLIV Congreso Internacional de Americanistas. Editado por Bente Bittmann,
pp. 175-220. Universidad del Norte, Antofagasta.
Berenguer, José e Iván Cáceres. 2008. Los inkas en el altiplano sur de Tarapacá: el Tojo
revisitado. Chungará 40(2): 121-143.
Berenguer, José, Cecilia Sanhueza e Iván Cáceres. 2011. Diagonales incaicas, interacción
interregional y dominación en el altiplano de Tarapacá, norte de Chile. En ruta, arqueología,
446
historia y etnografía del tráfico sur andino. Editado por Lautaro Núñez y Axel Nielsen, pp.
247-283. Encuentro Grupo Editor, Córdoba.
Berenguer, José, Mauricio Uribe, Iván Cáceres y Cecilia Sanhueza. 2007. El Inkañán en el
altiplano tarapaqueño y la dominación inka en el Norte Grande de Chile. Proyecto
FONDECYT 1050276. Repositorio Institucional CONICYT.
Bermúdez, Oscar. 1980. La población indígena de la doctrina de Pica. Segunda mitad del
siglo XVIII. Chungará 6: 145-215.
____ 1987. El oasis de Pica y sus anexos regionales. Ediciones Universidad de Tarapacá,
Arica.
Billinghurst, Guillermo. 1886. Estudio sobre la geografía de Tarapacá. Santiago.
Bird, Junius. 1988 [1943]. Excavaciones en el norte de Chile. Edición traducida por Mario
Rivera. Ediciones Universidad de Tarapacá, Arica.
Bittman, Bente. 1969. Relaciones entre historia, antropología y etnohistoria. Instituto de
Antropología, Universidad de Concepción, pp. 1-7. Manuscrito en poder del autor.
Blanton, Richard. 1994. Houses and households: A comparative Study. Plenum Press, New
York.
Blanton, Richard, Gary Feinman, Stephen Kowalewski y Peter Peregrine. 1996. A dualprocessual theory for the evolution of Mesoamerican civilization. Current Anthropology,
37(1): 1-14.
447
Bollaert, William. 1851. Observations on the Geography of Southern Peru. Including Survey
of the Province of Tarapacá, and Route to Chile by the Coast of the Desert of Atacama. The
Journal of the Royal Geographical Society of London 21: 100-102
____ 1860. Antiquarian, Ethnological and other researches in New Granada, Equador, Peru
and Chile, with observations on the Pre Incarial, Incarial and other monuments of Peruvian
Nations, Londres.
Bouysse-Cassagne, Thérèse. 1975. Pertenencia étnica, status económico y lenguas en
Charcas a fines del siglo XVI. En Tasa de la visita general de Francisco de Toledo. Editado
por Noble David Cook, pp. 312-327, Universidad Mayor de San Marcos, Lima.
_____ 1987. La Identidad Aymara. Aproximación Histórica (siglo XV-XVI). Hisbol, La Paz.
_____ 2005. Las minas del Centro Sur Andino, los cultos prehispánicos y los cultos hispanos.
Boletín del Instituto Frances de Estudios Andinos 34(3): 443-462.
_____ 2008. Minas del sol, del Inka y de la gente. Potosí en el contexto de la minería
prehispánica. En Mina y metalurgia en los Andes de Sur desde la época prehispánica hasta
el siglo XVIII. Editado por Cruz Pablo y Jean Vacher, pp. 303-348, Instituto Frances de
Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNCR-MAFE, Sucre.
Bouysse-Cassagne, Thérèse y Juan Chacama. 2012. Partición colonial del territorio, cultos
funerarios y memoria ancestral en carangas y precordillera de Arica (siglos XVI-XVII).
Chungará 44(4): 669-689.
Boytner, Ran. 2009. Cronología, complejidad cultural y el intervalo del periodo del
Intermedio Tardío en el valle de Tarapacá, Norte de Chile. Ponencia XVIII Congreso de
Nacional de Arqueología Chilena, Valparaíso.
448
Briones, Luis, Lautaro Núñez y Vivien Standen. 2005. Geoglifos y tráfico prehispánico de
caravanas de llamas en el desierto de Atacama (norte de chile). Chungará 37(2): 195-223.
Bronk Ramsey. 2009. Bayesian analysis of radiocarbon dates. Radiocarbon 51:337-360.
Burgos, Hugo. 1995. El Guaman, el puma y el amaru: formación estructural del gobierno
indígena en Ecuador. Editorial Abya Yala, Quito.
Cabello, Gloria, Francisco Gallardo y Carolinia Odone. 2013. Las pinturas costeras de
Chomache y su contexto económico-social (región de Tarapacá, norte de Chile). Boletín del
Museo Chileno de Arte Precolomino 18 (1): 49-66.
Cabezas, Angel. 1983. Aportes de la Etnohistoria a la antropología y la arqueología. En
Primeras Jornadas de Arqueología y Ciencia, pp.157-170, Museo Nacional de Historia
Natural, Santiago.
Cañedo-Argüelles. 1993. Potosí: la versión aymara de un mito europeo: la minería y sus
efectos en las sociedades andinas del siglo XVII (La provincia de Pacajes). Catriel, Madrid.
____ 2005. La Visita de Juan Gutiérrez Flores al Colesuyo y pleitos por los cacicazgos de
Torata y Moquegua. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.
Carrera Damas, Germán. 2000. Introducción General. En Historia General de América
Latina, volumen II. El primer contacto y la formación de nuevas sociedades. Ediciones
UNESCO, pp. 13-24. Editorial Trotta, Madrid.
Castro, Victoria. 1992. Nuevos registros de la presencia Inka en la Provincia de El Loa, Chile.
Gaceta Arqueológica Andina VI (21): 139-154.
449
____ 1997. Huacca Muchay Evangelización y Religión Andina en Charcas Atacama La Baja.
Tesis de Magister en Historia, mención Etnohistoria. Universidad de Chile, Facultad de
Filosofía y Humanidades, Santiago.
____ 2009. De ídolos a santos. Evangelización y religión andina en los Andes del sur. Fondo
de Publicaciones Americanistas Universidad de Chile, Centro de Investigaciones Diego
Barros Arana, Santiago.
Castro, Victoria, Carlos Aldunate y José Berenguer. 1984. Orígenes Altiplánico de la fase
Toconce. Estudios Atacameños 7: 209-235.
Castro y José Luis Martínez. 1996. Poblaciones indígenas de Atacama. En Culturas de Chile.
Etnografía. Editado por Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos
Aldunate y Pedro Mege, pp. 68-110. Editorial Andrés Bello, Santiago.
Cavagnaro, Luis. 1988. Materiales para la Historia de Tacna, Tomo II. Cooperativa San
Pedro de Tacna (Fondo de Desarrollo Cultural), Tacna.
Cervellino, Miguel y Francisco Téllez 1980 Emergencia y desarrollo de una aldea
prehispánica de Quillagua, Antofagasta. Contribución Arqueológica 1: 1-235.
Chacama, Juan, Gustavo Espinosa y Patricia Arévalo 1992. Arquitectura religiosa en la sierra
y puna de la primera región de Chile. Documento de Trabajo 6. Universidad de Tarapacá,
Arica.
Chacón, Sergio. 1969. Elementos hispanos en ajuares indígenas de la zona de Arica. En Actas
del V Congreso Nacional de Arqueología Chilena, pp. 33-46, La Serena.
Chacón, Sergio y Jorge Hidalgo. 1983 La Isla del Alacrán. Antecedentes prehispánicos, su
papel en la defensa colonial de Arica y análisis de sus ruinas. Chungará 13: 53-66.
450
Chang, Kwang Chih. 1968. Settlement Archaeology. National Press Books, Palo Alto,
California.
____ 1976. Nuevas perspectivas en arqueología. Alianza Editorial, Madrid.
Checura, Jorge. 1977. Funebria incaica en el cerro Esmeralda (Iquique, I Región). Estudios
Atacameños 5: 125-141.
Cisterna, Patricio. 1997. Escritura y poder en el siglo XVI: la cuestión del indígena en la
crónica de Gerónimo de Vivar. Tesis para obtener grado de Magíster en Historia, mención
Etnohistoria. Departamentos de Ciencias Históricas, Universidad de Chile.
____ 1999. El enunciado provincia en el ámbito de la conquista y colonización hispana.
Revista de Humanidades 5: 97-124.
Claros, Edwin. 2011. Descripción y relación de la ciudad de La Paz (1586). Revista Ciencia
y Cultura 27: 83-103.
Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI). 2012. Registro de Comunidades
y Asociaciones Indígenas. Sistema Integrado de Información Territorial, región de
Tarapacá. http://siic.conadi.cl/ Consultado en 01/102017.
Conrad, Geoffrey y Arthur Damarest. 1984. Religion and Empire. Cambridge University
Press, Cambridge.
Contreras, Hugo. 2009. Encomienda y servicio personal entre las comunidades indígenas de
Chile Central, 1541-1580. Tesis de doctorado en Historia. Universidad de Chile, Facultad de
Filosofía y Humanidades, Santiago.
451
____ 2010. Los conquistadores y la construcción de la imagen del “indio” en Chile central.
En América colonial. Denominaciones, clasificaciones e identidades. Editado por Alejandra
Araya y Jaime Valenzuela, pp. 49-79. RIL Editores, Santiago.
Cook, Noble David. 1975. Tasa de la Visita General de Francisco de Toledo. Editado por
Noble David Cook, Universidad Nacional de San Marcos, Lima.
____ 2013. La catástrofe demográfica andina. Perú 1520-1620. Traducción de Javier Flores
Espinoza. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, Colección Estudios
Andinos, Lima.
Cornejo, Luis. 1999. 1999. Los incas y la construcción del espacio en Turi. Estudios
Atacameños 18: 165-176.
____ 2014. Sobre la cronología de la imposición cuzqueña en chile. Estudios Atacameños
47: 101-116.
Cortez, Eugenia y Pablo Ramírez. 1992. Rescate de las antiguas medidas mexinacas. Boletín
de la Sociedad Mexicana de Física 6(1): 4-11.
Covey, Alan. 2000. Inka administration of the far Routh coast of Peru. Latin American
Antiquity 11: 119-138.
Cruz, Pablo. 2013. La piedra herida. Reflexiones metodológicas en torno de un
establecimiento minero del altiplano surandino. En Los Estudios andinos hoy. Práctica
intelectual y estrategias de investigación. Zanolli, C. (Compilador), pp. 55-78, Instituto de
Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires,
Buenos Aires.
452
Cruz, Pablo y Jean-Joinville Vacher (Editores). 2008. Mina y metalurgia en los Andes del
Sur desde la época prehispánica hasta el siglo XVII. Institute de Recherche por le
Décelppement, Instituto Francés de Estudios Andinos. Editorial Tupac-Katari, Lima.
Cummins, Thomas. 2002. Forms of Andean Colonial Towns, Free Hill, and Marriage. En
The Archaeology of Colonialism. Editado por Lyons, Claire y John Papadopoulus, pp. 199240. Getty Research Institute.
Cúneo-Vidal, Rómulo. 1930. Los Duques de Alba herederos históricos del título de
"encomenderos" de Tarapacá, Sibaya, Iquique y Puerto del Loa. Tipografía de Archivo,
Madrid.
____ 1977. Historia de los antiguos cacicazgos hereditarios del Sur del Perú. En Obras
Completas, Tomo I, Volumen 2. Lima.
D’Altroy, Terence. 1992. Provincial Power in the Inka Empire. Smithsonian Institution
Press, Washington.
____ 2002. The Incas. Massachusetts y Oxford: Blackwell Publishers.
Dagnino, Vicente. 1909. El Corregimiento de Arica, 1535-1784. Imprenta La Época, Arica.
Dark, Philip. 1957. Method of synthesis in etnohistory. Etnohistory 4: 231-278.
Dauelsberg, Percy. 1969. Arqueología de la zona de Arica. Secuencia cultural y cuadro
cronológico. En Actas del V Congreso Nacional de Arqueología Chilena, pp. 15-20. La
Serena.
Dauelsberg, Percy y José Berenguer. 1989. El Norte Grande en la órbita Tiwanaku (400 a
1.200 d.C.). En Prehistoria de Chile. Desde sus orígenes hasta los albores de la Conquista.
453
Editado por Jorge Hidalgo, Virgílio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván
Solimano, pp. 129-180. Editorial Andrés Bello. Santiago.
De France, S. 1996. Iberian foodways in the Moquegua and Torata valleys of southern Peru.
Historical Archaeology 30:20-48.
De La Puente, José. 1992. 1992 Encomienda y encomenderos en el Perú. Estudio social y
político de una institución. Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla.
De Ramón, Armando. 1997. Pueblos andinos del norte chileno. Boletín de la Academia
Chilena de la Historia 107: 15-68.
De Solano, Francisco. 1990. Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios. Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid.
Díaz, José Joaquín. 1970. Estudio diplomático del documento Indiano. Escuela de Estudios
Americanos, Sevilla.
Díaz, Alberto, Rodrigo Ruz y Luis Galdames. 2011. Participación de la población indígena
de Arica y Tarapacá en la política y la justicia comunitarias durante el siglo XIX. Revista de
estudios histórico-jurídicos 33: 511-532.
Dillehay, Tom y Lautaro Núñez. 1988. Camelids, caravans, and complex societies in the
south- central Andes. En Recent Studies in Precolumbian Archaeology. Editado por Nicholas
Saunders y Oliver de Montmollin, pp. 603-634. BAR International Series 421, Oxford.
Donoso, Carlos. 2003. El puerto de Iquique en tiempos de administración peruana. Historia
36: 123-158.
454
Dougnac, Fernando. 1984. La tenencia de la tierra en la quebrada de Tarapacá. Revista
Chilena de Historia del Derecho 10: 249-261.
Durston, Alan. 1994. Un régimen urbanístico en la América Hispana colonial: el trazado en
damero durante los siglos XVI y XVII. Historia 28: 59-115.
____ 1998-1999. Los caciques e indios de Ilo, Arica y Tarapacá contra Gonzalo de Valencia. Nota
introductoria
y transcripción paleográfica (AGN, DIE, C15, L2). Manuscrito en posesión del
autor.
____ 1999. El proceso reduccional en el Sur Andino: confrontación y síntesis de sistemas
espaciales. Revista de Historia Indígena 4: 75-101.
Durston, Alan y Jorge Hidalgo. 1999 La presencia andina en los valles de Arica, siglos XVIXVIII: casos de regeneración colonial de estructuras archipielágicas. Chungará 29: 249-273
Engels, Frederic. 2007 [1933]. El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado.
Editorial Claridad, Buenos Aires.
Errazuriz, Crecente. 1911. Historia de Chile: Pedro de Valdivia. Imprenta Cervantes,
Santiago.
Espinoza, Enrique. 1903. Geografía descriptiva de la República de Chile. Imprenta y
encuadernación Barcelona, Santiago.
Espinoza-Soriano, Waldemar. 1981. El reino aymara de Quillaca-Asanaque, Siglos XV y
XVI. Revista del Museo Nacional 45:175-274.
Feliú-Cruz, Guillermo. 1941. Las Encomiendas según Tasas y Ordenanzas. Talleres S. A.
Casa Jacobo Peuser Ltda., Buenos Aires.
455
Flannery, Kent. 2002. The origins of the village revisited: From nuclear to extended
households. American Antiquity 67: 417–433.
Focacci, Guillermo. 1969. Arqueología de Arica. Secuencia cultural del período Agroalfarero
Horizonte Tiahuanacoide. En Actas del V Congreso Nacional de Arqueología Chilena, pp.
20-25. La Serena.
Foerster, Rolf y Jorge Vergara. 1996. ¿Relaciones interétnicas o relaciones fronterizas?
Revista de Historia Indígena 1: 9-34.
Fried, Milton. 1967 The Evolution of Political Society. Random House, New York.
Gallardo, Francisco, Luis Cornejo, Rodrigo Sánchez, Bárbara Cases, Álvaro Román y Ángel
Deza. 1991. Una aproximación a la cronología y el asentamiento en el oasis de Quillagüa (río
Loa, II Región). Actas XII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Volumen 4, pp. 4160. Temuco.
Gallardo, Francisco y Gloria Cabello. 2015. Emblems, leadership, social interaction and early
social complexity: The Ancient Formative Period (1500 BC-AD 100) in the Desert of
Northern Chile. Cambridge Archaeological Journal 25: 615-634.
García, Magdalena y Mauricio Uribe. 2012. Contextos de uso de las plantas vinculadas al
Complejo Pica Tarapacá, Andes Centro-Sur: Arqueobotánica y agricultura en el período
Intermedio Tardío (ca. 1250-1450 DC). Estudios atacameños 44: 107-122.
García, Magdalena, Antonio Maldonado, Alejandra Vidal, María Paz Peña, Simón Urbina,
Leonor Adán y Mauricio Uribe. 2011. Arquebotánica y dendrocronología durante el periodo
Formativo (2500-1100 años AP) en la región de Tarapacá, Chile. Póster presentado en el IV
Congreso Internacional de Ecosistemas Secos, Arequipa.
456
Gavira, María Concepción. 2005. Producción de plata en el mineral de San Agustín de
Huantajaya (Chile), 1750-1804. Chungará 37: 37-57.
Gayó, Eugenia, Calogero Santoro, Antonio y Ricardo de Pol-Holz. 2012. Hydroclimate
variability in the low-elevation Atacama Desert over the last 2500 yr. Climate of the Past 8:
287-306.
Gayó, Eugenia, Claudio Latorre, Teresa Jordan, Peter Nester, Sergio Estay, Karla Ojeda y
Calogero Santoro. 2012. Late Quaternary hydrological and ecological change ln the
hyperarid core of the northern Atacama Desert (~21°S). Earth-Science Reviews 113: 120140.
Góngora, Mario. 1970. Encomenderos y Estancieros. Estudios acerca de la Constitución
social aristocrática de Chile después de la conquista, 1580-1660. Universidad de Chile sede
Valparaíso, Santiago.
González, Héctor., Hans Gundermann y Jorge Hidalgo. 2014. Comunidad indígena y
construcción histórica del espacio entre los aymara del norte de Chile. Chungará 46(2), 233246.
Graña, Mario 2011. La verdad asediada. Discursos de y para el poder. Escritura,
institucionalización y élites indígenas sur andinas. Charcas. Siglo XVI. Andes 12: 1-13.
Gruzinski, Serge. 1981. La colonización de lo imaginario: sociedades indígenas y
occidentalización en el México español siglos XVI-XVIII. Fondo de Cultura Económica,
México.
457
Guarda, Gabriel, 1994. Una ciudad chilena del siglo XVI: Valdivia: 1552-1604, urbanística,
red pública, economía, sociedad. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile.
Guevara-Gil, Armando y Frank Salomon 1994. A 'Personal Visit': Colonial Political Ritual
and the Making of Indians in the Andes. Colonial Latin American Review 3(1-2): 3-35.
Gundermann, Hans. 2001. Comunidad, sociedad andina y procesos socio-históricos en el
norte de Chile. Tesis Doctoral, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México.
____ 2003. La formación del espacio andino en Arica y Tarapacá. Revista de Historia
Indígena 7:87-138.
Hampe, Teodoro. 1982. La encomienda en el Perú en el siglo XVI (ensayo bibliográfico).
Histórica 6(2): 173-216.
Hegmon, Michelle (Comp). 2010. The Archaeology of Tribal Social Formations: Selections
from American Antiquity and Latin American Antiquity, 1982-2006. Society for American
Archaeology, Washington D.C.
Helmer, Marie. 1967 [1955]. La visitación de los Chupachos: Inca et encomendero 1549.
Travauz, Instituto Francés de Estudios Andinos; París, Lima. Reproducido en Visita de la
provincia de León de Huanuco, por Iñigo Ortiz de Zuñiga [1552].
Hidalgo, Jorge. 1972. Culturas Protohistóricas del Norte de Chile. El testimonio de los
cronistas. Santiago.
____ 1978. Revisita de los Altos de Arica Efectuada por el Oficial Real don Joaquín de
Cárdenas en 1750. Departamento de Arqueología, Universidad del Norte, Arica.
458
____ 1983. Amarus y Cataris: aspectos mesiánicos de la rebelión indígena de 1781 en Cusco,
Chayanta, La Paz y Arica. Chungará 10: 117-138.
____ 1986. Indian Society in Arica, Tarapacá and Atacama1750-1793 and its response to
the rebellion of Tupac Amaru. Tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía, Universidad
de Londres.
____ 2004. Historia andina en Chile. Editorial Universitaria, Santiago.
____ 2009a. Civilización y fomento: la "descripción de Tarapacá" de Antonio O’Brien, 1765.
Chungará 41(1): 5-44.
____ 2009b. Los pescadores de la costa norte de Chile y su relación con los agricultores. En
La Arqueología y la Etnohistoria: un Encuentro Andino. Editado por John Topic, pp. 143199. Instituto de Estudios Peruanos, Instituto de Estudios Andinos, Lima.
Hidalgo, Jorge, Juan Chacama y Guillermo Focacci. 1981. Elementos estructurales en la
cerámica del estadio aldeano. Chungará 8: 79-95.
Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz 1985. Cartas del Obispo de Arequipa sobre los indios del
Corregimiento de Arica: 1620-1638. Chungará 15:77-97.
Hidalgo, Jorge y Guillermo Focacci. 1986. Multietnicidad en Arica, Siglo XVI, evidencias
etnohistóricas y arqueológicas. Chungará 16/17: 137-148.
Hidalgo, Jorge, María Marsilli y Julio Aguilar. 2016. Redes familiares, carreras eclesiásticas
y extirpación de idolatría: doctrina de Camiña, Tarapacá. Siglo XVII. Chungará 48(3): 409428.
459
Himmerich y Valencia, Robert. 1996. The Encomenderos of New Spain (1521-1555).
University of Texas Press, Austin, Texas.
Holl, Agustin. 1993. Introductory Note to Spatial Boundaries and Social Dynamics: Rounds,
Recycling, and the Buildup of an Upward Spiral. En Spatial Boundaries and Social
Dynamics: Case Studies from Food-Producing Societies. Editado por Agustin Holl y Thomas
Levy, pp. 1-6. International Monographs in Prehistory, Ann Arbor.
Horta, Helena. 2010. El Señorío Arica y los Reinos Altiplánicos. Complementariedad
Ecológica y Multietnicidad en el Centro-Sur Andino (1000-1540 D.C.). Tesis de doctorado
en Historia, mención Etnohistoria. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de
Chile, Santiago.
Huertas, Lorenzo 2009 Injurias del tiempo. Desastres naturales en la historia del Perú.
Universidad Ricardo Palma. Editorial Universitaria. Lima.
Hyslop, John. 1984. John Hyslop. The Inca road system. Academic Press, Orlando.
____ 1990. Inca Settlement Planning. University of Texas Press, Austin.
Instituto Geográfico Militar. 1985. Geografía I Región de Tarapacá. En Geografía de Chile,
Tomo I.
Izko, Xavier 1992. La doble frontera. Ecología, política y ritual en el altiplano central.
Hysbol/Ceres, La Paz.
Jamieson, Ross. 2000. Domestic Architecture and Power: The Historical Architecture of
Colonial Ecuador. Kluwer Academic Publishers, New York.
460
Julien, Catherine. 1983. Hatunqolla: a view of Inca rule from the Lake Titicaca Region.
University of California Press, Berkeley.
____ 1985. The Uru tribute category. Ethnic boundaries and empire in the Andes.
Proceedings of the American Philosophical Society 131(1): 53-92, Philadelphia.
____ 1988. How Inca Decimal Administration Worked. Ethnohistory 35(3): 257-279.
____ 1991. Condesuyo: The political division of territory under Inca and Spanish rule.
Bonner Amerikanistische Studien 19. Seminar for Volkerkunde, Bonn.
____ 2000. Reading Inca History. University of Iowa Press, Iowa City.
____ 2004 [1983]. Hatuncolla. Una perspectiva sobre el imperio incaico desde la región del
lago Titicaca. Vol. 5. Colegio de Historiadores de Bolivia, Maestría en Historias Andinas y
Amazónicas (UMSA), La Paz.
____ 2008. Incas Nietos de Conquistadores (1986). En Guide to Documentary Sources for
Andean Studies, 1530-1900. Editado por Joanne Pillsbury, Volumen II: 311-312. The
University of Oklahoma Press: Norman, en colaboración con el Center for Advanced Study
in the Visual Arts, National Gallery of Art, Washington.
Keller, Carlos. 1946. El Departamento de Arica. Ministerio de Economía y Comercio,
Santiago.
____ 1953. Los Aborígenes de Chile. Introducción a la segunda edición de la obra del mismo
nombre de don José Toribio Medina. Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina,
Santiago.
461
Knapp, Bernard. (Ed.) 1992. Archaeology, Annales and Ethonohistory. Cambridge
University Press, Cambridge.
Kolata, Alan. 2013. Ancient Inca. Cambridge University Press, New York.
Larraín, Horacio. 1974a. Antecedentes históricos para un estudio de la reutilización de suelos
agrícolas en la pampa del Tamarugal, Provincia de Tarapacá, Chile. Revista Norte Grande
Vol. I, 1: 9-23.
____ 1974b. Análisis de las causas de despoblamiento entre las comunidades indígenas del
norte de Chile, con especial referencia a las Hoyas hidrográficas de Aroma y Tarapacá.
Revista Norte Grande Vol. I, 2: 125-154.
____ 1974c. Demografía y asentamientos de los pescadores costeros del sur peruano y norte
chileno, según informes del cronista Vásquez de Espinoza (1617-1618). Revista Norte
Grande 1(1): 55-80.
____ 1975. La población indígena de Tarapacá (Norte de Chile) entre 1538 a 1581. Revista
Norte Grande Vol. I, 3-4: 269-300.
Larraín, Horacio y Víctor Bugueño. 2011. Presencia de un ayllu de camanchacas en el puerto
de Iquique en el siglo XVII. Revista de geografía Norte Grande 50: 7-21.
Levillier, Roberto. 1925. Gobernantes del Perú. Cartas y papales, siglo XVI. 14 Tomos.
Colección de Publicaciones Históricas de la Biblioteca del Congreso Argentino, Madrid.
Llagostera, Agustín. 1976. Hipótesis sobre la expansión incaica en la vertiente occidental de
los Andes Meridionales. En Homenaje al Dr. Gustavo le Paige S. J. Editado por Hans
Niemeyer, pp. 203-218. Universidad del Norte.
462
____ 1989. Caza y pesca marítima (9.000 a 1.000 a.C.). En Prehistoria, desde sus Orígenes
hasta los Albores de la Conquista. Editado por Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans
Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano, pp. 57-79. Editorial Andrés Bello. Santiago.
____ 2010. Retomando los límites y limitaciones del “Archipiélago Vertical”. Chungará
42(1): 283-296.
Lockhart, James. 1968. Spanish Perú 1532-1560. A Social History. The University of
Wisconsin Press, Wisconsin.
____ 1972. The Men of Cajamarca: A Social and Biographical Study of the First Conquerors
of Peru. Institute of Latín American Studies, University of Texas; University of Texas Press,
Austin-London.
Lumbreras, Luis. 1999. Historia de América Andina: Las sociedades aborígenes. Volumen
1. Universidad Andina Simón Bolivar, Quito.
Lynch, Thomas y Lautaro Núñez. 1994. Nuevas evidencias inkas entre Kollahuasi y Río Frío
(I y II Regiones del Norte de Chile). Estudios Atacameños 11: 145-164.
Málaga, Alberto. 1973. Visita General del Virrey Toledo. Tasa de Arequipa. Revista de
Investigación de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa 4(2): 51-95.
____ 1974a. Las reducciones en el Perú durante el gobierno del Virrey Francisco de Toledo.
Anuario de Estudios Americanos 31: 819-842.
____ 1974b. Visita General del Perú por el virrey don Francisco de Toledo (1570-1575). El
Sol, Arequipa.
____ 1975a. Los corregimientos de Arequipa. Siglo XVI. Historia 1: 47-85. Arequipa.
463
____ 1975b. Consideraciones económicas sobre la visita de la Provincia de Arequipa. En
Tasa de la visita general de Francisco de Toledo. Editado por Noble David Cook, pp. 299311, Universidad Mayor de San Marcos, Lima.
Maldonado, Antonio, María Eugenia de Porras, Andrés Zamora, Marcelo Rivadeneira, Ana
María Abarzúa. 2016. El escenario geográfico y paleoambiental de Chile. En Prehistoria en
Chile: desde sus primeros habitantes hasta los Incas. Editado por Fernanda Falabella,
Mauricio Uribe, Lorena Sanhueza, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo, pp. 23-70, Editorial
Universitaria, Santiago.
Martínez, Gabriel. 1976. El sistema de los Uywiris en Isluga. En Homenaje al Dr. Gustavo
Le Paige S.J. Editado por Hans Niemeyer, pp. 255-327, Universidad del Norte.
____ 1987. Para una etnografía del riego en Chiapa: medidas y calendario. Chungará 18:
163-179.
____ 1989. Espacio y Pensamiento I: Andes Meridionales. HISBOL, La Paz.
Martínez, José Luis. 1992. Acerca de las Etnicidades en la Puna Árida en el siglo XVI”. En
Etnicidad, Economía y Simbolismo en los Andes, compilado por Silvia Arce, Rossana.
Barragán, Laura Escobari y Ximena Medinacelli, pp. 35-65, II Congreso Internacional de
Etnohistoria. Coroico. HISBOL/IFEA/SBH-ASUR, La Paz.
____ 1995. Papeles distantes, palabras quebradas. Las informaciones sobre Lipes en el siglo
XVI. En Espacio, Etnias, Frontera. Atenuaciones Políticas en el Sur del Tawantinsuyu,
Siglos XV-XVIII, compilado por Ana María Presta, pp. 285-317. Ediciones ASUR, Sucre.
464
____ 1998. Pueblos del Chañar y el Algarrobo: los Atacamos en el Siglo XVII. Dirección de
Bibliotecas, Archivos y Museos, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile,
Santiago.
____ 2004. Discursos de alteridad y conjuntos significantes andinos. Chungará 36: 505-514.
____ 2011. Gente de la tierra de guerra. Los Lipes en las tradiciones andinas y el imaginario
colonial. Pontificia Universidad Católica del Perú, Centro Barros Arana, DIBAM, Lima.
Martínez, José Luis, Viviana Gallardo y Nelson Martínez. 2002. Construyendo identidades
desde el poder: los indios en los discursos republicanos de inicios del siglo XIX. En
Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas. Siglos XVI-XX. Editado por Guillaume
Boccara, pp. 27-46. Ediciones Abya-Yala, Instituto Francés de Estudios Andinos, Quito.
Medinacelli, Ximena. 2008. Los Quillacas, Potosí y la sal: formas culturales de transición de
un sistema de intercambio a otro mercantil. En Mina y metalurgia en los Andes de Sur desde
la época prehispánica hasta el siglo XVIII, Editado por Cruz Pablo y Jean Vacher, pp. 279302, Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNCR-MAFE, Sucre.
Meighan, Clement y Donald True. 1980. Prehistoric trails of Atacama: Archaeology of
northern Chile. Monumenta archaeologica 7. The Institute of Archaeology, University of
California, Los Angeles.
Mellafe, Rolando. 2004[1986]. Las primeras crisis coloniales, formas de asentamiento y el
origen de la sociedad chilena. Siglos XVI y XVII. En Historia social de Chile y América, pp.
251-278. Editorial Universitaria, Santiago.
Méndez-Quirós, Pablo y Mauricio Uribe. 2010. Análisis estratigráfico y cronología del
complejo cultural Pica-Tarapacá (950-1450 d.C.). Actas XVII Congreso Nacional de
Arqueología Chilena Tomo 1, pp. 47-57. Universidad Austral de Chile, Valdivia.
465
Montané, Julio. 1972. La arqueología, la arqueología chilena, su estado actual y perspectivas
de desarrollo en la etapa de transito al socialismo, su futuro. En Serie Documentos de Trabajo
3: 2-12. Programa de Arqueología y Museos, Departamento de Ciencias Sociales,
Universidad de Chile, Sede Antofagasta.
Moragas, Cora. 1993. Antecedentes sobre un Pukara y estructuras de cumbre asociadas a un
campo de geoglifos en la quebrada de Tarapacá, área de Mocha, I Región. Boletín del Museo
Regional de la Araucanía 4, Tomo II: 25-39.
____ 1995. Desarrollo de las comunidades prehispánicas del litoral de Iquiquedesembocadura río Loa. Actas del XIII Congreso Nacional de Arqueología. Hombre y
Desierto 9, Tomo I, pp. 65-83 Antofagasta.
Morris, Craig y Alan Covey. 2003. La plaza central de Huánuco Pampa: espacio y
transformación. Boletín de Arqueología PUCP 7: 133-149.
Mostny, Grete. 1970. La subárea arqueológica de Guatacondo. Boletín del Museo Nacional
de Historia Natural XXIX, 16: 271-287.
Mujica, Elías. 1990. Presentación, número especial Valles Occidentales. Gaceta
arqueológica Andina 18-19: 7-10.
Muñoz, Iván. 1989. El período Formativo en el Norte Grande (1000 a.C. a 500 d.C.). En
Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editado por Jorge Hidalgo,
Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano, pp. 107-128.
Editorial Andrés Bello. Santiago.
466
____ 1993. Patrón de Asentamiento y Cronología de Acha-2. En Acha - 2 y los Orígenes del
Poblamiento Humano en Arica. Editado por Iván Muñoz, Bernardo Arriaza y Arthur
Aufderheide, pp. 15-20. Ediciones Universidad de Tarapacá, Arica.
____ 2005. Manejo de recursos y coexistencia poblacional en la quebrada de Cobija durante
la influencia inca. Estudios atacameños 29: 97-123.
Muñoz, Iván y Juan Chacama. 1993. El Inca en la sierra de Arica. Actas del XII Congreso
Nacional de Arqueología Chilena, tomo I, pp. 269 284. Museo Regional de la Araucanía 4,
Temuco.
Muñoz, Iván y Carlos Choque. 2013. Interacción y cambio social: un relato arqueológico e
histórico sobre las poblaciones que habitaron los valles precordilleranos de Arica durante los
siglos X al XVII d.C. Historia 46(2): 421-441.
Murra, John. 1964. Una apreciación etnológica de la visita. En Visita hecha a la Provincia
de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año 1567 por Garci Diez de San Miguel.
Transcrita por Waldemar Espinoza Soriano, pp. 421-444, Casa de la Cultura del Perú, Lima.
____ 1972. El “control vertical” de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las
sociedades andinas. En Visita a la provincia de León de Huánuco en 1562, Iñigo Ortiz de
Zúñiga. Editado por John Murra, Vol. 2, pp. 429-476, Huánuco.
____ 1975. Formaciones Económicas y Políticas del Mundo Andino. Instituto de Estudios
Peruanos, Lima.
____ 1978. La Organización Económica del Estado Inca. Siglo XXI, México.
____ 1983. Los Olleros del Inka: Hacia una Historia y Arqueología del Qollasuyo. Centro
de Investigaciones Históricas, La Paz.
467
____ 2002. El mundo andino: población, medio ambiente y economía. Pontificia Universidad
Católica del Perú e Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
Nash, Donna. 2009. Household Archaeology in the Andes. Journal of Archaeological
Research 17(3): 205-261.
Navarro, Mauricio, Luis Pérez, Enrique. Rand y Victor Bugueño. 2010. Un sitio de obtención
de agua atmosférica en época prehispánica. Aguada Alto Patache (20° 49' S y 70° 09' O), sur
de Iquique, región de Tarapacá, Chile. En Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología
Chilena, pp. 83-94. Valdivia.
Nielsen, Axel. 2001. Evolución social en quebrada de Humahuaca (AD 700-1536). En
Historia argentina prehispánica, Tomo I. Editado por Eduardo Berberián y Axel Nielsen,
pp. 171-264. Editorial Brujas, Córdoba.
____ 2006. Plazas para los antepasados: Descentralización y poder corporativo en las
formaciones políticas preincaicas de los Andes circumpuneños. Estudios atacameños 31: 6389.
Niemeyer, Hans. 1962. Tambo incaico en el valle de Collacagua (Prov. De Tarapacá). Revista
Universitaria XLVII, 1962: 127-150.
____ 1963 Excursiones a la sierra de Tarapacá. Arqueología, toponimia y botánica. Revista
Universitaria XLVI: 97-114.
____ 1989. El escenario geográfico. En Culturas de Chile. Prehistoria. Editado por Jorge
Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano, pp. 112. Editorial Andrés Bello, Santiago.
468
Niemeyer, Hans y Virgilio Schappacasse. 1963. Investigaciones arqueológicas en las terrazas
de Conanoxa, valle de Camarones (Provincia de Tarapacá). Revista Universitaria, Anales de
la Academia Chilena de Ciencias Naturales 26.
____ 1988. Patrones de asentamiento incaicos en el norte grande de Chile. En Las Fronteras
del Estado Inca. Editado por Tom Dillehay y Patricia Netherly, pp. 141-179. BAR
International Series, Oxford.
Niemeyer, Hans, Virgilio Schiappacasse e Iván Solimano. 1972-1973. Padrones de
poblamiento en la quebrada de Camarones (provincia de Tarapacá). Estudio preliminar que
comprende el sector medio y superior del valle. En Actas del VI Congreso de Arqueología
Chilena, pp. 115-138. Boletín de Prehistoria, Universidad de Chile.
Noejovich, Héctor. 2009. La Transición del sistema prehispánico al sistema económico
colonial. En Compendio de Historia Económica del Perú, Tomo 2: Economía del período
Colonial Temprano, Editado por Carlos Contreras, pp. 23-97. Banco Central de Reserva del
Perú, Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
Núñez, Lautaro. 1962. Contactos culturales prehispánicos entre la costa y la subcordillera
andina. Boletín de la Universidad de Chile 31: 43-47.
____ 1965a. Desarrollo cultural prehispánico del norte de Chile. Estudios Arqueológicos 1:
37-115.
____ 1965b. Prospección arqueológica al norte de Chile. Estudios Arqueológicos 1: 9-36.
____ 1966. Caserones 1, una aldea prehispánica del norte de Chile. Estudios Arqueológicos
2: 25-29.
469
____ 1967-1968. Figurinas tempranas del norte de Chile (provincia de Tarapacá). Estudios
Arqueológicos 3-4: 85-105.
____ 1969. Primer fechado radiocarbónico del complejo Faldas del Morro en el sitio
Tarapacá-40 y algunas discusiones básicas. En Actas del V Congreso Nacional de
Arqueología Chilena, pp. 47-58. La Serena.
____ 1976 Geoglifos y tráfico de caravanas en el desierto chileno. En Homenaje al Dr. R.P.
Gustavo Le Paige. Editado por Hans Niemeyer, pp. 147-201. Universidad del Norte,
Antofagasta.
____ 1978. L’evolution millenaire d’une valle: peuplement et resources a Tarapacá. En
Annales. Economies, Societes, Civilizations. Editado por Nathan Watchtel y John Murra, pp.
906-920, CNRS, París.
____ 1979. Emergencia y desintegración de la sociedad Tarapaqueña: riqueza y pobreza en
una quebrada del Norte Chileno. Atenea 439: 163-213.
____ 1981 Emergencia de sedentarización en el desierto chileno. Subsistencia agraria y
cambio sociocultural. Creces 2(11): 33-38.
____ 1982. Temprana emergencia del sedentarismo en el desierto chileno: Proyecto
Caserones. Chungará 9: 80-122.
____ 1984a. Tráfico de complementariedad de recursos entre las tierras altas y el Pacífico
en el área Centro Sur Andina. Tesis Doctoral, tomo II. Universidad de Tokio, Japón.
____ 1984b. El asentamiento Pircas: Nuevas evidencias de tempranas ocupaciones agrarias
en el norte de Chile. Estudios atacameños 7: 152-167.
470
____ 1999. Valoración minero-metalúrgica circumpuneña: menas y mineros para el Inka rey.
Estudios Atacameños 18: 177-221.
____ 2006. Asentamientos formativos complejos en el centro-sur andino: cuando la periferia
se constituye en núcleo. Boletín de Arqueología PUCP 10: 321-356.
____ 2013. Sobre los comienzos de los estudios andinos y sus avances actuales en el norte
de Chile. En Los Estudios andinos hoy. Práctica intelectual y estrategias de investigación.
Zanolli, C. (Compilador), pp. 79-122, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Núñez, Lautaro y Luis Briones. 1967-1968. Petroglifos del sitio Tarapacá-47 (Provincia de
Tarapacá). Estudios Arqueológicos 3-4: 43-83.
Núñez, Lautaro y Tom Dillehay. 1995 [1978]. Movilidad giratoria, armonía social y
desarrollo en los Andes Meridionales: Patrones de tráfico e interacción económica
(Ensayo). Universidad del Norte, Antofagasta.
Núñez, Lautaro y Cora Moragas. 1983. Cerámica temprana en Cáñamo (costa desértica del
norte de Chile): Análisis y evaluación regional. Chungará 11: 31-61.
Núñez, Lautaro y Calogero Santoro. 2011. El tránsito arcaico-formativo en la Circumpuna y
Valles Occidentales del Centro Sur Andino: hacia los cambios "neolíticos”. Chungará 43:
487-530.
Núñez, Lautaro y Julio Varela. 1966. El complejo preagrícola en el Salar de Huasco
(Provincia de Tarapacá). Estudios Arqueológicos 2.
____ 1967-1968. Sobre los recursos de agua y el poblamiento prehispánico de la costa del
norte Grande de Chile. Estudios Arqueológicos 3-4.
471
Núñez, Patricio. 1983. Aldeas tarapaqueñas, notas y comentarios. Chungará 10: 29-37.
____ 1984 La antigua aldea de San Lorenzo de Tarapacá, Norte de Chile. Chungará 13: 5366.
____ 1992. Tarapacá Viejo: ¿Es el pueblo de indios de Lucas Martínez Vegazo? En
Comunidades Indígenas y su Entorno. Editado por Marcela Muermann y Juan Muñoz, pp.
59-66. Universidad de Santiago de Chile, Santiago.
Odone, Carolina. 1994. La territorialidad indígena y española en Tarapacá colonial (Siglos
XVI-XVIII): Una proposición. Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia. Pontificia
Universidad Católica de Chile, Instituto de Historia, Santiago.
Pärssinen, Martti. 2002. Confederaciones interprovinciales y grandes señores interétnicos en
el Tawantinsuyo. Boletín de Arqueología PUCP 6(1): 23-42.
____ 2003 [1993]. Tawantinsuyu. El estado Inca y su Organización Política. Pontificia
Universidad Católica del Perú y Embajada de Finlandia, Instituto Francés de Estudios
Andinos, Lima.
____ 2005. Caquiaviri y la Provincia de Pacasa (Bolivia), Desde el Alto-Formativo hasta la
Conquista Española (1-1533). Maestría en Historias Andinas y Amazónicas (UMSA),
Colegio Nacional de Historiadores de Bolivia y CIMA Editores, La Paz.
Pärssinen, Marti y Jukka Kiviharju. 2004. Textos Andinos. Corpus de textos khipu incaicos
y coloniales. Tomo I, Acta Ibero-Americana Fennica, Series Hispano-Americana 6, Instituto
Iberoamericano de Finlandia y Departamento de Filología Española I, Facultad de Filología,
Universidad Complutense de Madrid, Madrid.
472
____ 2010. Textos andinos: Corpus de textos khipu incaicos y coloniales. Tomo II. Acta
Ibero-Americana Fennica, Series Hispano-Americana 6, Instituto Iberoamericano de
Finlandia y Departamento de Filología Española I, Facultad de Filología, Universidad
Complutense de Madrid, Madrid.
Pärssinen, Martti, Risto Kesseli y Juan Faldín. 2010. Paria, the southern Inka capital
rediscovered. Chungará 42(1): 235-246.
Paz Soldán, Mariano Felipe. 1865. Atlas geográfico del Perú. París.
Pearce, Adrian. 2001. The Peruvian population sensus of 1725-1740. Latin American
Research Review 36 (3): 69-104.
Pease, Franklin. 1978. Del Tawantinsuyo a la Historia del Perú. Instituto de Estudios
Peruanos, Lima.
____ 1984. Índices notariales de Moquegua, siglo XVI. Una introducción. En Contribuciones
a los estudios de los Andes Centrales. Editado por Shozo Masuda, pp. 151-173. Universidad
de Tokio, Tokio.
____ 1993. Consideraciones sobre la etnohistoria: un nuevo tramo. Ponencia leída en el III
Congreso Internacional de Etnohistoria, El Quisco. Manuscrito en posesión del autor.
Pellegrino, Constanza, Leonor Adán y Simón Urbina. 2016. La arquitectura formativa de
Guatacondo y Caserones: diseño, organización y configuración del espacio arquitectónico.
Revista Chilena de Antropología 34: 41-63.
Pellegrino, Constanza, Simón Urbina, Roberto Izaurieta y Leonor Adán. 2015. Arquitectura
doméstica en la Pampa del Tamarugal, región de Tarapacá, Andes Centro-Sur. Poster
473
presentado en el XX Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Concepción. Manuscrito
en poder del autor.
Platt, Tristan. 1987. Entre ch`axwa y muxsa. Para una historia del pensamiento político
aymara. En Tres reflexiones sobre el Pensamiento Andino. pp. 61-32, Hisbol, La Paz.
____ 2010. Desde la perspectiva de la isla: guerra y transformación en un archipiélago
vertical andino: macha (norte de Potosí, Bolivia). Chungará 42(1): 297-324.
Platt, Tristan, Thérèse Bouysse-Cassagne y Olivia Harris. 2006. Qaraqara-Charka. Mallku,
Inka y Rey en la Provincia de Charcas (Siglos XV-XVII). Historia Antropológica de una
Confederación Aymara. Instituto Francés de Estudios Andinos, Plural Editores, University
of Saint. Andrews, University of London, Inter American Foundation, Fundación Cultural
del Banco Central de Bolivia, La Paz.
Platt, Tristan y Pablo Quisbert. 2008. Tras las huellas del silencio. Potosí, Los Inkas y el
virrey Toledo. En Mina y metalurgia en los Andes de Sur desde la época prehispánica hasta
el siglo XVIII. Editado por Cruz Pablo y Jean Vacher, pp. 231-278, Instituto Frances de
Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNCR-MAFE, Sucre.
Presta, Ana María. 2000. Encomienda, familia y negocios en Charcas Colonial: los
encomenderos de La Plata 1550-1600. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
____ 2008. La primera joya de la corona en el Altiplano Surandino. Descubrimiento y
explotación de un yacimiento minero inicial: Porco, 1538-1576. En Mina y metalurgia en los
Andes de Sur desde la época prehispánica hasta el siglo XVIII. Editado por Cruz Pablo y
Jean Vacher, pp. 201-230, Instituto Frances de Estudios Andinos, UMIFRE 17, CNCRMAFE, Sucre.
474
Pulgar Vidal, Javier. 1976. Geografía del Perú. Las ocho regiones naturales del Perú.
Editorial Universo, Lima.
Pollard, Gordon. 1970. The Cultural Ecology of Ceramic Stage Settlement in the Atacama.
Desert. Ph.D. Dissertation, Columbia University.
Quintana, Marie. 2004. Les chemins de la foi - les chemins du rachat. L'œuvre évangélisatrice
des Mercédaires au Pérou du XVIe au XVIIe siècle. Caravelle. Cahiers du monde hispanique
et luso-brésilien 82: 41-61.
Raffino, Rodolfo. 1981. Los Inkas del Kollasuyu. Origen, Naturaleza y Transfiguraciones de
la Ocupación Inka en los Andes Meridionales. Editorial Ramos Americana, Buenos Aires
____ 1996. La integración surandina en tiempos del Tawantinsuyu. En Integración
Surandina: Cinco Siglos Después. Editado por X. Albó, M. Arratia, J. Hidalgo, L. Núñez, A.
Llagostera, M. Penny y B. Revesz. Estudios Regionales y Debates Andinos nº 91, pp. 63-80.
Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas y Universidad Católica del
Norte, Cuzco.
____ 2006. El capricornio inka: la unificación política. En Las rutas del capricornio andino.
Huellas milenarias de Antofagasta, San Pedro de Atacama, Jujuy y Salta. Consejo de
Monumentos Nacionales, Santiago.
Reinhard, John. 2002. A high altitude archaeological survey in Northern Chile. Chungará
34(1): 85-99.
Reinhard, John y Julio Sanhueza. 1982. Expedición arqueológica al altiplano de Tarapacá y
sus cumbres. Revista Codeci 2(2): 19-42.
475
Rice, Prudence. 2012. Torata Alta: An Inka Administrative Center and Spanish Colonial
Reducción in Moquegua, Peru. Latin American Antiquity 23:3-28.
____ 2013. Space-Time Perspectives on Early Colonial Moquegua. University of Colorado
Press, Boulder.
Rivera, Mario. 2002. Historias del Desierto. Arqueología del norte de Chile. Editorial del
Norte, La Serena.
____ 2005. Arqueología del Desierto de Atacama. La Etapa Formativa en el Área de
Ramaditas/Guatacondo. Universidad Bolivariana, Santiago.
Rivera, Mario, Daniel Shea, Álvaro Carevic y Gray Graffam. 1995-1996. En torno a los
orígenes de las sociedades complejas andinas: Excavaciones en Ramaditas, una aldea
formativa del Desierto de Atacama, Chile. Diálogo Andino nº 14/15: 205-239.
Riviere, Gilles. 1982. Sabaya: Structures Socio-économiques et Représentations
Symboliques dans les Carangas-Bolivie. Thèse de Doctorat de 3ème Cycle d'Ethnologie;
École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris.
Romero, Álvaro y Luis Briones. 1999. Co-37: Estado y planificación inca en Collahuasi
(Provincia de Iquique, I Región, Chile). Estudios Atacameños 18: 141-154.
Rostworowski, María. 1962. Nuevos datos sobre tenencia de tierras reales en el incario. En
Revista del Museo Nacional XXXI: 130-164.
____ 1975. La Visita de Chinchaycocha de 1549, Anales científicos de la Universidad del
Centro del Perú 4: 71-88.
____ 1977. Etnia y Sociedad. Instituto de Estudios Andinos, Lima.
476
____ 1978. Historia del Tawantinsuyo. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
____ 1983. Estructuras Andinas de Poder. Ideología religiosa y política. Instituto de Estudios
Peruanos, Lima.
____ 1983-1984. La Tasa ordenada por el Licenciado Pedro de la Gasca (1549). Revista
Histórica 34: 53-102.
____ 1986. La región del Colesuyo. Chungará 16-17: 127-136.
____ 1988. Estructuras andinas de poder. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
____ 1999. Historia del Tahuantisuyo. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
____ 2005. Recursos naturales renovables y pesca, siglos XVI y XVII: Curacas y sucesiones,
Costa Norte. Instituto de Estudios Peruanos, Lima.
Rowe, John. 1944. An Introduction to the Archaeology of Cusco. Papers of Peabody Museum
of American Archaeology and Ethnology 27(2), Harvard University, Cambridge.
____ 1946. Inca Culture at the time of the Spanish Conquest. En Handbook of South
American Indians. Editado por Julian Steward, Vol. II, pp. 183-330. Bureau of American
Ethnology, Bulletin 143, Washington.
____ 1985. Probanza de los incas nietos de conquistadores. Histórica IX, 2: 193-245.
Ryden, Stig. 1944. Contributions to the archaeology of the Rio Loa Region. Elanders
Boktrickery Aktiebolag, Göteborg.
477
Salazar, Julián. 2008. Aportes de Gordon R. Willey a la comprensión histórica de la
arqueología Americana. Comechingonia Virtual 4: 245-254.
Salazar, Diego, José Berenguer y Gabriela Vega. 2013. Paisajes minero-metalúrgicos
incaicos en atacama y el altiplano sur de Tarapacá (norte de Chile). Chungará 45(1): 83-103.
Sánchez, Joaquín. 1974a. Posibilidades de aprovechamiento de aguas subterráneas en la
rehabilitación de terrenos de cultivo en la pampa del Tamarugal. Revista Norte Grande Vol.
I, 1: 23-24.
Sánchez, Joaquín. 1974b. Antecedentes hidrológicos de la pampa de Huara, Provincia de
Tarapacá, Chile. Revista Norte Grande Vol. I, 2: 97-100.
Sanhueza, Cecilia. 2008. Territorios, prácticas rituales y demarcación del espacio en
Tarapacá en el siglo XVI. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 13(2): 57-75.
Sanhueza, Julio. 1981. Antecedentes preliminares y dos fechas de radiocarbono del sitio
Pukar Qollu o Pucara de Isluga, Altiplano de Iquique, I Región, Norte de Chile. Documentos
de Trabajo 8: 32-41.
____ 1982. Avances en las investigaciones sobre la prehistoria de la costa-sur interfluvial de
Iquique, I Región – Chile. En Actas del IX Congreso Nacional de Arqueología, pp. 43-59.
Valdivia.
____ 1985. Poblaciones tardías en playa Los Verdes costa sur de Iquique, I región – Chile.
Chungará 14: 45-61.
____ 2005. Un cementerio del período Formativo en el oasis de Pica (desierto de Tarapacá).
Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología 38: 31-44.
478
____ 2007. Ocupaciones del periodo Intermedio Tardío del altiplano de Isluga, Región de
Tarapacá. Informe Técnico Proyecto FONDECYT 1030923. Manuscrito en poder del autor.
Sanhueza, Julio y Olaf Olmos. 1981. Usamaya 1, cementerio indígena de Isluga, Altiplano
de Iquique, I Región, Chile. Chungará 8: 169-207.
Santoro, Calógero. 1983. Camino del Inca en la sierra de Arica. Chungará 10: 47-55.
____ 1989. Antiguos cazadores de la puna (9.000 a 6.000 a.C.). En Prehistoria de Chile.
Desde sus orígenes hasta los albores de la Conquista. Editado por Jorge Hidalgo, Virgilio
Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano, pp. 33-140. Editorial
Andrés Bello. Santiago.
Santoro, Calógero, Tom Dillehay, Jorge Hidalgo, Daniela Valenzuela, Álvaro Romero,
Francisco Rothhamer y Vivien Standen. 2010. Revisita al tercer caso de verticalidad de John
Murra en las costas de los Andes Centrales y Centro Sur. Chungará 42 (1): 325-340.
Santoro, Calogero, Lautraro Núñez, Vivien Standen, Héctor González, Pablo Marquet y
Amador Torres. 1998. La fertilización del desierto, proyectos prehispánicos de irrigación.
Estudios Atacameños 16: 321-336.
Santoro Calogero, José Capriles, Eugenia Gayo, María Augenia de Porras, Antonio
Maldonado, Vivien Standen, Claudio Latorre, Victoria Castro, Dante Angelo, Virginia
McRostie, Mauricio Uribe, Daniela Valenzuela, Paula Ugalde y Pablo Marquet. 2017.
Continuities and discontinuities in the socio-environmental systems of the Atacama Desert
during the last 13,000 years. Journal of Anthropological Archaeology 46: 28-39.
Schiappacasse, Virgilio. 1999. Cronología del Estado Inca. Estudios Atacameños 18: 133140.
479
Schiappacasse, Virgilio, Victoria Castro y Hans Niemeyer. 1989. Los Desarrollos Regionales
en el Norte Grande (1000-1400 DC). En Culturas de Chile. Prehistoria. Editado por Jorge
Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano, pp. 181220. Editorial Andrés Bello, Santiago
Schjellerup, Inge. 2002. Reflexiones sobre los Chachapoyas del Chinchaysuyu. Boletín de
Arqueología PUCP 6(1): 43-56.
____ 2005. Incas y españoles en la conquista de los Chachapoyas. Institut Français d'Études
Andines, Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.
Service, Elman 1975. Origins of the State and civilization. Norton, Nueva York.
Shimada, Melody y Izumi Shimada. 1985. Prehistoric llama breeding and herding on the
north Coast of Peru. American Antiquity 50:3-26.
Silva, Osvaldo. 1985. Introducción. En Encuentro de Etnohistoriadores. Editado por
Osvaldo Silva, Eduardo Medina y Eduardo Téllez, volumen I, pp. 7-8. Colección Nuevo
Mundo: cinco siglos. Universidad de Chile, Departamento de Ciencias Históricas.
____ 1992-1993. Reflexiones acerca del dominio incaico en Tarapacá (Chile). Diálogo
Andino 11-12: 77-94.
____ 1996. Reflexiones sobre la presencia indígena en la historia nacional. Revista de
Historia Indígena 1: 5-7.
Silva-Lezaeta, Luis. 1904. El conquistador Francisco de Aguirre. Imprenta de la Revista
Católica, Santiago.
Spahni, Jean. 1967. Recherches archéologiques a l'embouchure du rio Loa (côte du Pacifique
Chili). Journal de la Société des Américanistes 56: 179-239.
480
Stanish, Charles. 1989. . Household Archaeology: Testing Models of Zonal Complementarity
in the South Central Andes. American Anthropologist 91: 7-24.
Torres-Salmado. Enrique. 1967. Apuntes históricos sobre las encomiendas en el Perú.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
Trebsche, Peter. 2009. Does form follow function? Towards a methodical interpretation of
archaeological buildings features. World Archaeology 41(3): 505-519.
Trelles, Efraín. 1991 [1983]. Lucas Martínez de Vegazo: Funcionamiento de una
Encomienda Peruana Inicial. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.
Trigger, Bruce. 1968. The determinants of settlement patterns. En Settlement archaeology,
Editado por Kwang-Chih Chang, pp. 53-78, National Press Books, Palo Alto, California.
_____ 1981. La arqueología como ciencia histórica. Revista de Antropología Americana 4:
55-89.
Troll, Carl. 1958. Las culturas superiores andinas y el medio geográfico. Instituto de
Geografía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
Troncoso, Andrés, Diego Salazar y Dondald Jackson. 2008. Ciencia, estado y sociedad:
retrospectiva crítica de la arqueología chilena. Arqueología Suramericana 4 (2): 122-145.
Uhle, Max. 1922. Fundamentos étnicos y arqueología de Arica y Tacna. Quito.
True, Donald. 1980. Archaeological investigations in Northern Chile: Caserones. En
Prehistoric trails of Atacama: Archaeology of Northern Chile. Editado por Clement Meighan
y Donald True, pp. 139-178. Monumenta Archaeologica 7, The Institute of Archaeology,
University of California, Los Angeles.
481
True, Donald, Lautaro Núñez y Patricio Núñez. 1970. Archaeological investigations in
Northern Chile. Project Tarapacá. Preceramic resources. American Antiquity 35(2): 170-184.
Uhle, Max. 1922. Fundamentos étnicos y arqueología de Arica y Tacna. Universidad
Central, Quito.
Urbina, Simón. 2009. El altiplano de Tarapacá en tiempos del Tawantinsuyo. Arquitectura
de las instalaciones incaicas (s. XV-XVI d.C.). Tesis de arqueología. Facultad de Ciencias
Sociales, Departamento de Antropología. Universidad de Chile.
____ 2010. Sobre espacialidad incaica y planificación hispana: hacia una Arqueología
Colonial de Tarapacá, siglos XV-XVII DC (Norte de Chile). Actas del VI Congreso Chileno
de Antropología, Tomo II, pp. 1992-2008, Valdivia.
____ 2014. Asentamientos, poblaciones y autoridades de Tarapaca, siglos XV y XVI (ca.
1400-1572). Tesis de Magister en Historia, mención Etnohistoria. Facultad de Filosofía y
Humanidades, Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile.
____ 2015. Tarapaca antes del período Colonial: la incorporación al Tawantinsuyo y la
invasión hispana (s. XV-XVI). Actas del XIX Congreso Nacional de Arqueología Chilena,
pp. 393-400, Arica.
Urbina, Simón y Leonor Adán. 2006. Construcciones de uso público y su distribución en las
quebradas tarapaqueñas durante el Período Intermedio Tardío (900-1450 DC). Boletín de la
Sociedad Chilena de Arqueología 39: 19-34.
Urbina, Simón, Leonor Adán, Cora Moragas, Sebastian Olmos y Roland Ajata. 2011.
Arquitectura de asentamientos de la costa de Tarapacá, norte de Chile. Estudios Atacameños:
Arqueología y Antropología Surandinas 41: 63-96.
482
Urbina, Simón, Leonor Adán y Constanza Pellegrino. 2012. Arquitecturas Formativas de las
quebradas de Guatacondo y Tarapacá a través del proceso aldeano (ca. 900 AC-1000 DC).
Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 17(1): 31-60. Autor.
Urbina, Simón, Leonor Adán, Constanza Pellegrino y Estefanía Vidal. 2015. Formaciones
aldeanas en zonas desérticas de Tarapacá: innovación social y cambio histórico (XI b.C.-XIII
a.D.). Actas del XIX Congreso Nacional de Arqueología Chilena, pp. 223-230, Arica.
Urbina, Simón, Leonor Adán, Constanza Pellegrino y Estefanía Vidal. 2016. Early Village
Formation in Desert Areas of Tarapacá, Northern Chile (Eleventh Century B.C.–Thirteenth
Century AD). Andean Past Volumen 12: 188-202.
Urbina, Simón y Mauricio Uribe. 2016. Tarapaca: aportes a la historia andina desde una
perspectiva regional (s. XV-XVI). Boletín de Arqueología PUCP 20: 167-185.
Urbina, Simón, Leonor, Leonor Adán, Constanza Pellegrino y Roberto Izaurieta. 2017.
Historia arquitectónica de Tarapacá: estrategias residenciales y formación de
asentamientos, siglos X AC a XVII DC (Andes Centro Sur). Estudios Atacameños. Artículo
aceptado para publicación en Número Especial sobre Familias Indígenas.
Urbina, Simón, Mauricio Uribe, Carolina Agüero y Colleen Zori. 2018. De provincia Inca a
repartimiento: Tarapaca en los siglos XV y XVI (Andes Centro Sur). Estudios Atacameños.
Artículo aceptado para publicación en Número Especial sobre Problemas en la Etnohistoria
de los Andes meridionales (S. XVI- XIX).
Uribe, Mauricio. 1996. Religión y poder en los Andes del Loa: Una reflexión desde la
alfarería (Período Intermedio Tardío). Memoria de Título de Arqueólogo, Departamento de
Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago.
483
____ 1999-2000. La arqueología del Inka en Chile. Revista Chilena de Antropología 15: 6397.
____ 2004. Alfarería, arqueología y metodología. Aporte y proyecciones de los estudios
cerámicos del Norte Grande de Chile. Tesis para optar al grado de Magíster en Arqueología,
Universidad de Chile, Santiago
____ 2006. Arqueología de Pica-Tarapacá (norte de Chile): Reflexiones acerca de la
complejidad y desigualdad social en los Andes Centro Sur (1000-1450 DC). Estudios
Atacameños 31: 91-114.
____ 2009. El Período Formativo de Tarapacá y su cerámica: avances sobre complejidad
social en la costa del norte grande de Chile (900 a.C.- 800 d.C.). Estudios Atacameños 37: 527.
____ 2010. Entre la periferia y los núcleos: la cerámica en asentamientos y caminos del
período Tardío en el altiplano de Tarapacá. Actas del XVII Congreso Nacional de
Arqueología Chilena, Tomo 2: 1341-1351, Valdivia.
Uribe, Mauricio, Leonor Adán y Carolina Agüero 2002 El dominio del Inka, identidad local
y complejidad social en las tierras altas del desierto de Atacama, Norte Grande de Chile
(1450-1541 d.C.). Boletín de Arqueología PUCP: 301-336.
Uribe, Mauricio y Rodrigo Sánchez. 2016. Los incas en Chile. Aportes de la arqueología
chilena a la historia del Tawantinsuyo (ca. 1.400 a 1.536 años d.C.). En Prehistoria en Chile:
desde sus primeros habitantes hasta los Incas. Editado por Fernanda Falabella, Mauricio
Uribe, Lorena Sanhueza, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo, pp. 529-572, Editorial
Universitaria, Santiago.
484
Uribe, Mauricio, Lorena Sanhueza y Francisco Bahamondes. 2007. La cerámica prehispánica
tardía de Tarapacá, sus valles interiores y costa desértica, norte de Chile (ca. 900-1.450 d.C.):
una propuesta tipológica y cronológica. Chungará 39: 143-170.
Uribe, Mauricio y Simón Urbina. 2009. Cerámica y arquitectura pública en el Camino del
Inka del Desierto de Atacama (río Loa, Norte de Chile). Revista Chilena de Antropología 20:
227-260.
____ 2010 Tarapacá Viejo: Historia ocupacional de un centro incaico en los Valles
Occidentales del norte de Chile. Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología
Argentina, Tomo III, pp. 1321-1326, Mendoza.
Uribe, Mauricio, Simón Urbina, Roberto Izaurieta y Antonio Maldonado. 2015. Más allá de
las aldeas: explorando el Formativo en la Pampa del Tamarugal (sector Pica-Quillagua).
Ponencia presentada en el XX Congreso Nacional de Arqueología Chilena, Concepción.
Manuscrito en posesión del autor.
Uribe, Mauricio, Simón Urbina y Colleen Zori. 2012. La presencia Inca y la incorporación
de Tarapacá al Tawantinsuyo (Norte Grande de Chile). Actas del XVIII Congreso Nacional
de Arqueología Chilena, pp. 217-228, Valparaíso.
Uribe, Mauricio y Estefanía Vidal. 2012. Sobre la secuencia cerámica del Período Formativo
de Tarapaca (900 a.C.-900 d.C.): estudios en Pircas, Caserones, Guatacondo y Ramaditas,
Norte de Chile. Chungará 44(2): 209-245.
Uribe, Mauricio, Carolina Agüero, Dánisa Catalán, María José Herrera y Francisca SantanaSagredo. 2015. Nuevos fechados del sitio Tarapacá-40: recientes análisis y reflexiones sobre
un cementerio clave del período Formativo del norte de Chile y Andes Centro Sur (1110
a.C.–660 d.C). Ñawpa Pacha Journal of Andean Archaeology 35(1): 57-89.
485
Urrutia, Francisca. 2011. Participación social en la quebrada de Camiña: Entre los avatares
de la tradición y la dinámica municipal. Tesis de Antropología. Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología, Universidad de Chile.
Urton, Gary. 1988. La arquitectura publica como texto social: La historia de un muro de
adobe en Pacariqtambo, Peru (1915-1985). Revista Andina 6(1): 225-261.
____ 2003. Quipu. Contar anudando en el Imperio Inka. Museo Chileno de Arte
Precolombino, Universidad de Harvard, Santiago.
____ 2008. Discurso sobre la descendencia y gobierno de los Incas (sixteenth-early
seventeenth century). En Guide to Documentary Sources for Andean Studies, 1530-1900.
Editado por Joanne Pillsbury, Volumen II: 191-192. The University of Oklahoma Press:
Norman, en colaboración con el Center for Advanced Study in the Visual Arts, National
Gallery of Art, Washington.
Urton, Gari y Carrie Brezine. 2007 [1997]. Information Control in the palace of Puruchuco:
An accounting hierarchy in a khipu archive from coastal Peru. En Variations in the
Expression of Inka Power. Editado por Richard Burger, Craig Morris y Ramiro Matos M, pp.
357-378. Proyecto de Base de Datos de Khipus://khipukamayuq.fas.harvard.edu/index.html.
Van Buren, Mary. 1996. Rethinking the Vertical Archipelago. American Anthropologist 98:
338-351.
____ 2002. La arqueología histórica en el área andina: discusiones teóricas acerca de las
excavaciones en Potosí. Actas del 1er Congreso Nacional de Arqueología Histórica
Argentina, Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, Centro de Arqueología
Urbana de Buenos Aires, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, pp. 2943. Ediciones Corregidor, Buenos Aires.
486
Van Buren, Mari, Peter Burgi y Prudence Rice. 1993. Torata Alta: A Late Highland
Settlement in the Osmore Drainage. En Domestic Architecture, Ethnicity, and
Complementary in the South-Central Andes. Editado por Mark Aldenderfer, pp. 136-146.
University of Iowa Press, Iowa.
Van Buren, Mary y Claire Cohen. 2010. Technological changes in silver production after the
spanish conquest in Porco, Bolivia. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino 15(2):
29-46.
Van Gijseghemn, Hendrik. 2001. 2001. Household and Family at Moche, Peru: An Analysis
of Building and Residence Patterns in a Prehispanic Urban Center. Latin American Antiquity
12(3): 257-273.
Van Kessel, Juan. 2003 [1980]. Holocausto al progreso. Los Aymaras de Tarapacá. Centrum
voor studie en Documentatie van Latjins-Amerika, Amestardam.
____ 1996. Los Aymaras contemporáneos de Chile. En Etnografía. Sociedades Indígenas
Contemporáneas y su Ideología. Editado por Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans.
Niemeyer, Carlos Aldunate y Pedro Mege, pp. 47-68. Editorial Andrés Bello, Santiago.
Velozo, Luis. 1974. Características geomorfológicas de la pampa O`Brien, pampa del
Tamarugal, Tarapacá. Revista Norte Grande Vol. I, 2: 101-112.
Vidal, Alejandra. 2009. Informe de Análisis restos macrobotánicos de Tarapacá Viejo (Tr49) (I Región de Tarapacá). Informe Técnico Proyecto VID 08/16-2, Universidad de Chile.
Manuscrito en posesión del autor.
Vidal, Estefanía. 2011. De la organización espacial al poder del Inca en Tarapacá:
Arqueología de las Canchas de Tarapacá Viejo, Norte de Chile. Tesis de arqueología.
Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología. Universidad de Chile.
487
Vilches, Flora y Gloria Cabello. 2011. Variaciones sobre un mismo tema: el arte rupestre
asociado al complejo Pica-Tarapacá, norte de Chile. Chungará 43(1): 37-52.
Villagrán, Carolina y Victoria Castro. 2004. Ciencia indígena de los Andes del norte de
Chile, Editorial Universitaria, Santiago.
Villagrán, Carolina, Marcela Romo y Victoria Castro. 2003. Etnobotánica del sur de los
Andes de la 1ª Región de Chile: un enlace entre las culturas altiplánicas y las de quebradas
altas del Loa Superior, Chungará 35(1): 73-124.
Villalobos, Sergio.1975. La mita de Tarapacá en el siglo XVIII. Norte Grande, volumen I,
3-4: 301-312.
____ 1979. La economía de un desierto. Tarapacá durante la Colonia. Ediciones Nueva
Universidad, Santiago.
____ 1981. Revisita de los indios del Corregimiento de Arica en 1753. Revista Chilena de
Historia y Geografía 148: 68-84.
Wachtel, Nathan. 2001[1990]. El Regreso de los Antepasados. Los indios Urus de Bolivia,
del Siglo XX al XVI. Fondo de Cultura Económica, México.
Willey, Gordon. 1953. Prehistoric Settlements Patterns in the Virú Valley, Peru. Bureau of
American Ethnology Bulletin 155. Smithsonian Institute.
____ 1968. Settlement archaeology: an appraisal. En Settlement Archaeology. Editado por
Kwang Chih Chang, pp. 208-226. National Press Books.
488
Willey, Gordon y Philip Phillip. 1958. Method and Theory in American Archaeology.
University of Chicago Press, Chicago, 1958.
Zagalsky, Paula. 2009. Huellas en las revisitas: imposiciones coloniales y tensión social.
Memoria Americana 17(2): 241-279.
Zapater, Horacio. 1981. Los Incas y la conquista de Chile. Historia 16: 249-268.
Zavala, Silvio. 1935. La encomienda Indiana. Centro de Estudios Históricos, Madrid.
____ 1940. De encomiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la América
española. Antigua Librería Robredo, de José Porrúa e Hijos, México.
____ 1994. Suplemento Documental y Bibliográfico a la Encomienda Indiana. Universidad
Nacional Autónoma de México, México.
Zlatar, Vjerar. 1984. Cementerio prehispánico Pica-8. Universidad de Antofagasta,
Antofagasta, 1984.
Zori, Colleen. 2011. Metals for the Inka: Late Prehispanic Transformations in the Tarapacá
Valley, Northern Chile. Unpublished Ph.D. dissertation. University of California, Los
Ángeles.
____ 2012. Metales para el Inka: la producción de cobre y plata durante el período Intermedio
Tardío y el Horizonte Tardío en la quebrada de Tarapacá. Actas del XVIII Congreso Nacional
de Arqueología Chilena, pp. 240-251, Valparaíso.
Zori, Colleen, Erika Brant y Mauricio Uribe. 2017. Empires as social networks: roads,
connectedness, and the Inka incorporation of northern Chile. Ñawpa Pacha 37(1): 1-23.
489
Zori, Colleen y Peter Tropper. 2010. Late pre-hispanic and early colonial silver production
in the quebrada de Tarapacá, Northern Chile. Boletín del Museo Chileno de Arte
Precolombino 15 (2): 65-87.
Zori, Colleen y Simón Urbina. 2014. Architecture and empire at Late Prehispanic Tarapacá
Viejo, Northern Chile. Chungará 46(2): 211-232.
Zuidema, Tom. 1964. The ceque System of Cuzco. Leiden, E. J. Brill, Netherlands.
Zuloaga, Marina. 2011. Las encomiendas y el poder local en Huaylas: Las guarangas en La
construcción del sistema colonial. Dialogo Andino 37: 67-86.
____ 2012. La conquista negociada: guarangas, autoridades locales e imperio en Huaylas,
Perú (1532-1610). Instituto de Estudios Peruanos, Instituto Frances de Estudios Andinos,
Lima.