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      Reabre un hito de Barracas: el ex edificio de Alpargatas vuelve como un complejo de viviendas y oficinas

      El Edificio Molina Ciudad aloja 360 lofts de entre 50 y 160 m2, con unidades en dúplex con terrazas propias en los pisos superiores. Cuál fue la estrategia del estudio Dujovne-Hirsch para encarar la obra.

      Reabre un hito de Barracas: el ex edificio de Alpargatas vuelve como un complejo de viviendas y oficinasCLAIMA20160308_0280 MOLINA CIUDAD. Sobre la avenida Regimiento de Patricios se accede a la plaza central.

      A comienzos del siglo pasado, Barracas era la viva imagen de un país en marcha. Había fábricas que ocupaban ambas veredas de la misma calle, gente que iba y venía y la avenida Regimiento de Patricios estaba atestada de camiones que entraban y salían transportando productos.


      La textil Alpargatas era una de las empresas más relevantes del barrio y contaba con varios edificios de enormes dimensiones que le dieron a la zona un carácter especial, entre industrial y arrabalero. Con la debacle de la actividad manufacturera, el barrio se fue apagando y muchos de sus edificios quedaron vacíos hasta hoy, que un nuevo proyecto promete revitalizar la zona con más fuerza el área y volver a las épocas de mayor esplendor.


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      El “buque insignia” de esta movida se llama Molina Ciudad, una enorme obra de reciclado que aloja 360 lofts de entre 50 y 160 m2, con unidades en dúplex con terrazas propias en los pisos superiores, que funcionan como viviendas y oficinas. El complejo surgió de la transformación de lo que fue una de las fábricas de Alpargatas construida en 1926 y finalizada en 1951 después de varias ampliaciones.




      “Una de las prioridades del proyecto fue conservar la arquitectura fabril del edificio”, señala María Dujovne, socia de Dujovne-Hirsch, responsable del proyecto. El estudio al que pertenece fue elegido por los brokers GES Desarrollos por su trayectoria y experiencia en el reciclaje de edificios industriales, como lo atestigua el trabajo y la transformación de dos obras de conversión funcional como lo Silos de Dorrego y La Algodonera, ambos en el barrio de Palermo.


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      Molina Ciudad implicaba un desafío mayor porque sus principales patologías eran fruto del abandono y la falta de mantenimiento. Todos los arreglos se encararon teniendo en cuenta no afectar el carácter de la antigua estructura. Dujovne detalla: “No quisimos alterar sustancialmente la imagen peatonal que forma parte del imaginario colectivo del barrio. Por eso, todo agregado fuera de lo original fue tratado de una manera contemporánea en armonía con lo existente”.



      Los arquitectos conservaron y limpiaron la fuerte trama estructural del frente y del patio central que presenta marcadas líneas verticales, y que pintaron de un color más intenso para resaltarlas. El resultado es un frente con planos retirados en los que existen balcones profundos que intentan volcar vida al entorno.


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      Al traspasar la doble puerta central, de vieja madera y leve estilo Art decó, se percibe una gran plaza cubierta central que abre el edificio al barrio. Se trata de un espacio de 2.500 m2 y gran altura, en el que se destacan gruesas columnas. Ese lobby público, de cemento alisado con algunos sectores de piso de madera, está perforado por cuatro patios que ordenan el espacio y generan a su vez jardines contemplativos que aportan un significativo caudal de luz natural. Uno de ellos, hacia el fondo, deja ver a una antigua chimenea rodeada por una escalera que conecta los amenities de los niveles superiores con el espacio de planta baja. Este elemento, que puede apreciarse desde las azoteas de los edificios circundantes, articula las visuales hacia el corazón del Molina y recuerda, junto con la estructura, su pasado industrial.

      El acceso a la plaza cubierta es público, por lo que cualquier vecino puede acercarse no sólo para visitar los locales que la rodean (aún vacíos), sino también para reunirse en cómodos livings y contemplar el viejo mobiliario de la fábrica que está desperdigado por todo el ambiente. En otro de los patios, una pieza de arte hecha en hierro aporta contemporaneidad.

      A ambos lados del ingreso, dos salas con paredes vidriadas alojan los ascensores que conducen a las unidades. En el nivel inmediato superior se encuentra una pileta que puede verse desde el lobby, lo que permite un ingreso de luz solar extra. Tanto aquí como al interior de las unidades, “el objetivo fundamental fue que el edificio se adaptara a los requerimientos que irán surgiendo en el tiempo”, reconocen sus autores, por lo que el planteo es muy flexible.

      El resultado es un edificio contemporáneo en sus comodidades, versátil y abierto a la comunidad aún para quienes no lo habitan, pero con una impronta que recuerda su época más gloriosa.


      Sobre la firma

      Inés Álvarez

      ialvarez@clarin.com

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