Guitarrero por aficiónen Arraya de Oca

Gadea G. Ubierna | Burgos
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El jienense Miguel García recaló en Burgos hace varios lustros y se convirtió en un apasionado de la elaboración de guitarras al estilo de los lutieres tradicionales • El flamenco Vicente Amigo tiene uno de sus instrumentos

Miguel García aprendió a tocar «algo» la guitarra por su cuenta cuando era adolescente y desde entonces ha sentido fascinación por un instrumento sobre el que nunca deja de investigar. - Foto: DB/Jesús J. Matías

Miguel García no sabe explicar con certeza cuál fue el motivo que le llevó a ocupar el 100% de su tiempo libre en la fabricación artesanal de guitarras. Él se dedicaba a lavar, cortar y peinar cabelleras en una peluquería de la capital burgalesa cuando al hecho de que su pareja fuera profesora de guitarra se sumó que tenía un amigo carpintero, interés por lo que ambos le contaban, habilidad para trabajar con las manos y afición innata por el instrumento patrio por excelencia. Y así fue como, casi sin darse cuenta, se vio trazando con un lapicero las voluptuosas formas de su primera guitarra sobre un lienzo de madera de cedro. Quince años y 74 guitarras después, García ya no es peluquero, pero tampoco se ha lanzado a dar el paso de vivir por completo de su pasión y, en ocasiones, obsesión. Sin embargo, a lo largo de todos estos años cree haber conseguido los conocimientos y la técnica suficientes para poder hacer de las guitarras su única fuente de ingresos a medio o largo plazo. «Dentro de unos años sí, pero ahora mismo no me lo planteo, y tampoco quiero, porque como micho podría hacer una guitarra al mes, y a mí me gusta trabajar a mi ritmo, sin agobios ni presiones», explica en su casa de Arraya de Oca, en cuya buhardilla ha montado el taller.

El proceso de elaboración de cada instrumento es mucho más que seguir los pasos correctos, desde que se dibuja sobre el panel de madera hasta que se colocan las clavijas y cuerdas. García dedica mucho tiempo a investigar cómo conseguir que cada una de sus creaciones sea un poco mejor que la anterior: qué maderas funcionan mejor, cómo lograr que amplifique más el sonido, que sea más compacta, más rígida o, simplemente, más bonita. «A mí internet me ha dado mucha vidilla», comenta, asegurando que esta es su principal fuente de documentación en este momento. Cuando empezó, tenía los conocimientos básicos que le daban el haber aprendido a tocar algo por su cuenta y muchas ganas de saber, así que después de leer todo lo que encontró sobre la materia, empezó a experimentar lo que había leído, su mujer lo probaba y, como funcionaba, empezó a encerrarse para hacerlo realidad.

Ahora, a pesar de la experiencia adquirida, subraya que cada instrumento que hace tiene unos tiempos y unas complejidades, por lo que ahora le resultaría muy difícil compaginar su trabajo con una producción fija para sacar a la venta. «Cada guitarra que hago es distinta a las anteriores y, por lo tanto, única», afirma. Hace apenas dos meses que terminó la última, un homenaje a su Jaén natal porque está hecha con madera de olivo, excepto la tapa, que siempre son de cedro o abeto, en este caso cedro. García tiene predilección por este árbol, que, de hecho, es su sello de marca, y no es necesario que diga lo orgulloso que está de su última joya artesanal, con unas vetas muy marcadas y una proyección de sonido que ha cautivado a la propietaria: su mujer, Inmaculada López. «Que una guitarra suene mucho no quiere decir que suene bien- explica ella- Muchas veces no tienen equilibrio, tienen muchos graves y esta, en cambio, está equilibrada y proyecta muy bien».

 Una vez que cerró este estuche, se dio un tiempo, pero ahora ya está trabajando en otras cinco a la vez. «Es que esto es así, unas temporadas descansas, pero luego vuelves a meterte y no puedes parar», cuenta señalando las diez tapas de distintas maderas -palo santo de India, de Brasil, olivo de Jaén y nogal- que cuelgan de las vigas del estudio junto con las todavía rectas piezas que, una vez moldeadas, permitirán armar las cajas y dar a cada uno de los instrumentos su característica forma curvilínea. A simple vista, parecen todas iguales, pero a medida que avanza el proceso, se comprueba que es justo lo contrario: todas tienen alguna diferencia, tanto estética como técnica.

investigador. García se cuida mucho de desvelar en qué está investigando ahora, aunque sí especifica que está buscando nuevas formas más redondeadas y, como siempre, cómo conseguir amplificar más el sonido, bien sea por la fabricación o por el material empleado.

En este punto, destaca que tuvo mucha suerte porque hace unos años tuvo oportunidad de entrar en el taller de un guitarrero andaluz retirado y conseguir maderas de cincuenta o sesenta años muy secas con las que se garantiza que los cambios de temperatura, por ejemplo, no van a provocar que puje o se contraiga y que no permita una correcta vibración. «Lo más importante en todo el proceso son las tapas armóricas [el frente y la trasera]. Tú das una nota y la guitarra tiene que amplificarla. Punto. Esa es la clave», sentencia. Sin embargo, a medida que explica y muestra lo que hace y cómo lo hace, el invitado al taller se da cuenta de que hay muchas otras claves como, por ejemplo, el tallado del mástil sobre el que se tensan y vibran las cuerdas. «No es que sea lo más difícil, es que nunca te sale igual», sentencia.

La laboriosidad, el detalle con el que este guitarrero da forma a su mayor afición podrían tener un precio alto en el mercado y, sin embargo, afirma que es reacio a venderlas. «En principio, no las vendo, a no ser que haya invertido mucho y necesite recuperar algo de dinero o que sea algo puntual», explica, destacando que ha regalado muchas. «He regalado a Vicente Amigo, a catedráticos de conservatorio, a amigos... Pero bueno, también hay quien ha venido a comprarme», explica.

En este sentido, el boca a boca hace mucho y, una vez más, internet, porque Miguel tiene una página web en la que explica cómo y por qué se convirtió en guitarrero, siguiendo la estela de reconocidos lutieres de la provincia como el fallecido Andreas Hadji, aunque sin pretender compararse con él.