El auxilio de las ollas comunes en Coquimbo en el peak de la pandemia

Se les está haciendo cada vez más difícil mantenerse en medio de la cuarentena, ya que mientras las donaciones han bajado, el número de personas que requiere de un plato de comida va en aumento. Por este motivo, las líderes de la iniciativa recurrieron al gobierno regional para conseguir algún aporte permanente.
lunes 31 de agosto de 2020

Son algo más de 40 ollas comunes activas en la comuna de Coquimbo, todas funcionan, de una u otra forma, gracias a la colaboración de personas e instituciones y surgen por la necesidad de alimentar a quienes no tienen nada.

Sin embargo, el poder sostener estas ollas solidarias se ha transformado en una difícil tarea, puesto que quienes están a la cabeza de la iniciativa deben bregar a diario para conseguir las mercaderías, verduras y frutas.

En la medida que ha avanzado la pandemia, la misión se les ha puesto cuesta arriba. Según cuentan, cada vez es más difícil sostener esta forma espontánea de repartir almuerzos. La situación se ha tornado tan compleja, que temen dejar de funcionar por falta de insumos.

Por este motivo, la semana pasada un grupo de mujeres que lideran estas ollas sociales, acompañadas por el concejal Guido Hernández, concurrieron hasta la Intendencia Regional para solicitar algún aporte estable, con el fin de mantener esta cadena de alimentación en beneficio de los más desposeídos.

Lo solicitado

En la práctica, la solicitud que han hecho a las autoridades regionales es que se determine un ítem para asegurar una cantidad suficiente de alimentos que les permita a las ollas comunes seguir funcionando.

“Nos valemos en que gran parte de las personas que son beneficiarias de estas ollas, están en situación de calle y al no tener un domicilio no han podido acceder al Programa Alimentos para Chile”, señala el concejal Guido Hernández.

La autoridad comunal precisa que aún no reciben respuesta al documento que entregaron con las necesidades y la situación que se está viviendo, pero entienden que existe disposición. “El tema aquí es que existe una necesidad de parte de la población que está viendo en las ollas comunes  y el Estado cuenta con herramientas, como por ejemplo, la infraestructura de los establecimientos educacionales que están sin funcionamiento y que perfectamente podrían estar puestos a disposición de estos grupos solidarios”, plantea Hernández.

 Desde la Intendencia, aseguraron que “hemos canalizado el apoyo a las familias que participan de estas ollas, además le hemos pedido a sus dirigentes que nos envíen los datos individuales de quienes participan para llegar con apoyo del gobierno”.

La realidad

Quienes encabezan las ollas comunes, en su mayoría mujeres, dan cuenta de la lucha diaria para mantener estos comedores o cocinas espontáneas, muchas de las cuales funcionan en sus propios hogares. En algunos casos incluso, cocinan a leña, porque no les alcanza ni siquiera para un cilindro de gas.

Rocío Carrasco es una de las voluntarias de la Olla Común La Leñé, de Tierras Blancas, quien comenta que lo que más necesitan en este momento es mercadería para seguir sosteniendo la alimentación de muchas personas.

“Los aportes que recibimos son de la gente y una iglesia que nos ayudó en dos oportunidades. Mucho sale del bolsillo nuestro. Tratamos de darles un almuerzo contundente y a algunos les damos dos para que les quede para cenar. Entonces, se necesita mucha ayuda, con urgencia. Hemos golpeado miles de puertas, hemos ido a un montón de lados y nos ha ido pésimo”, sostiene Rocío Carrasco.

Llevan cinco meses funcionando y  reparten colaciones a personas en situación de calle, a personas postradas, ancianos, desempleados, muchos de los cuales resisten el día con este único plato. Esta olla solidaria se inició luego que un anciano del sector muriera de hambre, cuentan estas sostenedoras.

Permisos para repartir almuerzos

Carmen Gloria Bugueño es parte de una olla común en el sector Baquedano y plantea que el primer problema que han debido enfrentar tras la declaración de cuarentena, fueron los permisos para poder salir a repartir a personas en situación de calle, ya que en algunos casos demoraron hasta tres semanas. “Estuve mucho tiempo sin poder salir a la calle a repartir a la gente que más necesita”, acusa.

Buscan por todos los medios las ayudas, personalmente y por redes sociales. En los últimos días han conseguido que el municipio se comprometiera a aportarles un vale para un cilindro de gas y un quintal de harina.

“Para eso conseguí que una amiga haga el pan y poder repartirlo, esa es la única ayuda, lo demás es de particulares, de amigos, conocidos que nos aportan con dinero y con alimentos, de lo contrario no podemos salir a repartir”, indica Carmen Bugueño.

Las primeras veces que repartieron almuerzos, se encontraron con muchos adultos desnutridos, enfermos y sin que nadie se preocupara de ellos. “Es complicado cuando no se recibe ayuda, cuando uno realiza una labor social tan importante y sin recibir nada a cambio, porque no pedimos nada. No queremos que nos paguen, no queremos reconocimientos, nada, solo que los permisos se entreguen de manera fluida y que nos aporten para mantener nuestras ollas activas”, señala.

Quienes están detrás de las ollas sociales dicen que tienen la esperanza de que la intendenta regional, Lucía Pinto, tenga la visión y humanidad para destinar recursos o suplirlos de manera permanente con mercaderías y así poder mantener la línea de alimentación para cientos de personas que en la actualidad están pasando hambre.