Guadalcázar Un edificio emblemático del Valle del Guadalquivir

De castillo a palacio y centro cultural

  • La residencia señorial fue construida en 1616, después fue derribada para levantar un alcázar para el marqués de la villa

El siglo XVI, llamado en España el de las bellas letras, bien podría haberse llamado el periodo de las grandes edificaciones. Castillos medievales, construcciones románticas, góticas, mudéjares y renacentistas son manifestaciones artísticas conjugadas en la arquitectura del siglo XVI. La localidad de Guadalcázar no fue ajena a la época y muestra gran parte de su historia en varias edificaciones arquitectónicas tan singulares como el castillo-palacio que le da nombre al pueblo, una peculiar fortaleza que forma parte del rico patrimonio de la comarca del Valle del Guadalquivir.

"El topónimo Guadalcázar hace alusión al palacio que en el lugar existió. Situado a orillas del actual arroyo de la Marota, lugar en que el viajero podía disfrutar de descanso mientras se efectuaba el cambio de los caballos", explica el cronista de la villa, Francisco Aguayo Egido. Además, añade que "del antiguo castillo conocemos escasos datos, aunque debió tener su importancia en una población por donde circulaba el tránsito y comercio entre las ciudades de Córdoba y Sevilla, con una situación privilegiada al encontrarse a mitad de camino entre aquella ciudad y la de Écija".

Como narra el artículo de Aguayo, Crónica de Córdoba y sus pueblos VIII, la edificación del palacio surge como idea de Diego Fernández de Córdoba, primer marqués de Guadalcázar, cuando ejercía como virrey en Nueva España; fue, pues, en aquellas tierras americanas donde dio la orden de derribar la vieja residencia señorial que existía en la cabecera de su marquesado desde 1616 para construir sobre el mismo lugar un nuevo palacio donde proyectaba pasar los últimos años de su vida. El alcázar, de 234 pies de longitud y 151 de fondo, constaba de una fachada adornada de 12 balcones y se componía de dos torres. En su interior había un patio claustrado adornado con 40 columnas de mármol genovés.

Aquella fortaleza es hoy día una hermosa ruina de la que sólo queda la torre de estilo herreriano, conocida popularmente como torre de Mocha, que destaca sobre las diferentes edificaciones de la localidad como único testimonio de un magnífico palacio que albergó en su momento a los primeros marqueses del lugar. "Parece ser que la torre fue destechada por uno de sus últimos propietarios, el señor Eduardo Cadenas de Llano Rejano, ante las insistencias del párroco de la localidad que pensaba que podía desplomarse sobre la iglesia parroquial", aclara Francisco Aguayo.

El cronista añade que "ahora se están haciendo obras entre la torre y la iglesia para edificar una casa parroquial; se ha derribado parte del edificio que se encuentra en la parte derecha de la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, quedando descubierta la parte baja de la torre". Además precisa que "actualmente se han llevado a cabo gestiones ante el Obispado y la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía para que ya quede visible todo el monumento. Sin embargo, sólo han podido conseguir que quede adjunto un patio a la torre, pero sería interior en el edificio, por lo que no será posible ya ni el acceso ni la visión desde el exterior".

Sin embargo, Aguayo muestra su descontento ante las recientes modificaciones que sufrió el mampuesto. "Antes era mucho más esbelta, totalmente exenta de elementos a su alrededor, no me agradó la restauración ya que no concuerda con los planos del antiguo palacio; posteriormente sufrió un incendio pasando a ser un palacio en ruinas". Hoy día, en el interior de la torre el viajero disfruta de un Museo de Ciencias Naturales, que recibe numerosas visitas y donde coleccionistas de Córdoba han llevado importantes restos arqueológicos. "Es uno de los mejores de Andalucía", muestra satisfecho el cronista de Guadalcázar.

Las dos antiguas residencias señoriales, que debido a la dejadez no han podido resistir el paso del tiempo, sólo dejaron como prueba legado de su existencia la torre herreriana, que vista desde la campiña, le da la personalidad a la silueta de Guadalcázar.

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