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Barranquilla

Población de San José de Saco debe ser reubicada

Esta vez fueron 40 casas del barrio Silencio las que se llevó la avalancha del pasado sábado en San José de Saco, pero mañana, aseguran los habitantes y damnificados de esta población, será todo el corregimiento.Estas consideraciones le fueron expuestas a la comisión de la Gobernación del Atlántico que se desplazó hasta el lugar para estar al frente de la emergencia.  E incluso, líderes comunitarios dejaron sentada la idea de reubicar todo el corregimiento por encontrase en inminente peligro de ser arrasado por las corrientes de los arroyos que lo rodean.La avalancha se produjo después de una larga lluvia por más de tres horas que azotó esa región del departamento y que aumentó a proporciones inimaginables el caudal de todas las corrientes que bajan de las serranías de Piojó, sobre todo la del arroyo que lleva ese nombre.El arroyo Piojó, después de una curva de 90 grados se une al arroyo Totumito que, a su vez, hace un giro y rodea la población de San José de Saco como si fuera una serpiente.El sábado, la fuerza incontenible de las aguas crecidas del arroyo Piojó no hicieron el giro para meterse en el arroyo Totumito, sino que siguieron en línea recta, abrieron un boquete y se metieron intempestivamente en el barrio Silencio de San José de Saco.“Como a las dos de la tarde las aguas del arroyo Totumito comenzaron a meterse en los patios de las casas, por eso pensamos que eran las inundaciones normales cuando la corriente se crece.  Pero de pronto, llegó un estruendo horroroso y el agua se metió con fuerza a todas las casas.  Tuvimos que salir rápido porque las paredes comenzaron a caerse y la corriente se llevaba todo, los muebles, la nevera, la máquina de coser y el techo ya se iba a desplomar”, narra entre lágrimas Ludis Jiménez de De la Hoz.Jiménez y dos menores más, Keyla y Ligia Ramos, como pudieron, nadaron hasta un árbol de mamón,  a pocos pasos frente a su casa, “pero en ese momento lo veíamos lejos porque la fuerza de la corriente nos arrastraba, pero nos aferramos él, llorando y gritando”, agregó la mujer. Más adelante, su hijo Aider de la Hoz le gritaba a Arcilys, a Virgilio y a Luis Molina que no se quedaran dentro del agua y se subieran con él al árbol de Cartagena.  “Si no lo hubieran hecho, todos los objetos que llevaba la corriente los hubiera golpeado y quién sabe qué tragedia no hubiera ocurrido”, sostiene Jiménez.La furia de la corriente despedazó 17 viviendas de cemento y dejó inservibles otras 23.  En total 40 familias damnificadas fueron ubicadas en un albergue improvisado en el colegio de primaria del corregimiento.El gobernador Eduardo Verano de la Rosa ordenó atención inmediata a los damnificados y en censo pormenorizado de los daños causados.  Entre ellos está el puente peatonal que comunica el barrio Calle Grande con barrio Nuevo.La corriente arrancó el puente de su base y lo desplazó hacia una orilla, dejando aislado a barrio Nuevo del resto del corregimiento.  Este sector también sufrió severas inundaciones que dañaron el único escenario deportivo de la población, su cancha de futbol.  También arrancó árboles y tumbó paredillas.

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