Historias de la ciudad de A Coruña al comenzar de la República

Historias de la ciudad de A Coruña al comenzar de la República
Pasear y tomar algo es una costumbre muy arraigada en la ciudad

En A Coruña, la fábrica de calzados de Ángel Senra era su orgullo y también el de Galicia. Esta moderna factoría se levanta en la carretera del Espino a Morás, signo de la pujanza industrial, y contaba con una importante producción que enviaba pedidos a toda España, incluso a América. El comercio central de Senra se situaba en el Cantón Grande 15, una sucursal en los bajos de la casa Barrié, en Linares Rivas, disponiendo también de otros establecimientos en Ferrol, calle Real y en Vigo, Policarpo Sanz 10 y Príncipe 9. El dueño, natural de la villa de Noya, en un principio, se establece en la calle Alameda de A Coruña. Muy cerca del Hotel Francia, luego rebautizado como Hotel España. 
 

Otra de las importantes actividades industriales de la ciudad era ‘La Primera Coruñesa’. Esta antiquísima sociedad tenía su precedente en la denominada ‘Fábrica de Telares’, fundada por José Núñez de la Barca, hombre dedicado a otros negocios como Armador de barcos, banquero e industrial. Era una de las primeras fábricas de hilados y tejidos de algodón que se establecieron en España y la más antigua de Galicia, y en 1872, se asocia con Luis Miranda Vázquez y pasa a denominarse “Núñez y Miranda”. A comienzos del siglo XX, se transforma en la actual sociedad.
 

La actividad industrial de Isaac García Mares, dedicado a la exportación de pescados y fabricar hielo, era la más importante del sector en la ciudad, exportaba pescados y mariscos a todo el litoral Norte español y a los mercados centrales de Castilla, Zaragoza, Barcelona y Madrid.
 

En lo que respecta a la ciudad, lo más vistoso, que a nadie dejaba  indiferente, era su tranvía, cuyas líneas, no solo recorrían la plaza, sino que las familias aprovechan sus días de asueto para realizar excursiones hasta la localidad de Sada, punto y final del trayecto. Su recorrido: El Pasaje, Fonte-Culler, El Burgo, San Pedro, El Carballo, Oleiros, Miraflores, Soñeiro, Osedo, Meirás y Sada-Fontán, finalizaba su viaje al píe del edificio “La Terraza” en el centro de la villa. Sería una de las primeras ciudades del Norte de España en implantar este servicio a la población, aunque no siempre se vio recompensada la compañía con los esfuerzos realizados para un aumento del número de sus usuarios. En esta deficitaria línea, el presidente de la sociedad en ese momento era Pedro Barrié de la Maza.

 

Playas de la ciudad

En plena época estival las playas se veían muy concurridas y la ciudad coruñesa estaba favorecida con las que tenía dentro de su término; Ensenada de San Amaro, playa muy tranquila y al abrigo de los vientos, buena para aprender a nadar.
 

El Orzán, playa muy peligrosa por sus rompientes del mar, el agua sube con mucha fuerza y baja con la misma intensidad en su resaca, con buen tiempo, su arenal se muestra concurrido.
 

El arenal de Riazor reúne buenas condiciones para el baño, debido a ello es la playa oficial de la ciudad, resulta pequeña para los que acuden en época estival.
 

Berbiriana se halla situada al extremo del Orzán. A cuyo lado se asienta la casa de Escudero, donde se construyó un  trampolín de unos quince metros de altura sobre el nivel del mar, cuya plancha media ocho metros de longitud. Esto motivó que atrajera a muchos jóvenes, que burlando la oscuridad de la noche y la escasa vigilancia, se introducían en el recinto y la usaban para hacer piruetas. Enterado el dueño, permitió que fuese de acceso libre y se usara solo durante el día evitando cualquier tragedia.
 

La afición de los coruñeses al consumo de cascarilla. Conocidos como ‘cascarilleros’, mote impuesto por los de Santiago, ya que los coruñeses les conocían como los ‘picheleiros’, no faltaban en la ciudad bares y cafés que lo preparasen con esmero (estos establecimientos desaparecieron al paso del tiempo). En la calle del Ángel existió el café de ‘Pepe Viqueira’, mientras que su hermana Flora tenía otro en la Florida, los había en San Andrés, Alameda, Santa Catalina, San Juan, Tabernas y otras calles, hay que hacer mención de uno situada en la calle Panaderas, que en el año de 1870, cuando aparecen los ‘churros’ por vez primera en la Coruña se servían estos con cascarilla y acudían al establecimiento por las tardes los ‘señoritos’ de la ciudad a saborear cascarilla con leche, acompañada de los mencionados ‘churros’.
 

En las cascarillas, por las mañanas desayunaban los obreros, principalmente los que llegaban de los alrededores. En esta época de 1931, poco más de media docena de estos antiguos establecimientos permanecen abiertos, siendo en las calles Florida, Borbón y la Franja, donde se hallan los mismos.
 

El cacao llegaba por mar a nuestra ciudad y desde ella se surtían las fábricas de chocolate de Astorga, de donde más tarde nos enviaban la cascarilla para el consumo de los coruñeses. En el año de 1930, se había importado de puertos peninsulares, según un informe de la junta de Obras de Puerto, un total de 241.819 kilos de cacao. De esta cantidad, se exportaron 63.723 kilos, y el resto se quedó en los distribuidores coruñeses. Además, la cascarilla que se obtuvo del grano se consumió en nuestra ciudad, lo que da idea de lo arraigado que está el tomar una taza bien caliente de cascarilla a cualquier hora del día y se había convertido en un delicioso desayuno, un formidable aperitivo y una reconfortante merienda. 
 

También son dignas de destacar aquí las famosas fábricas de chocolate que existen en aquella época. La entidad de relevancia, la Cooperativa Militar y Civil, según dice su memoria del año 1930, el consumo de ese año fue casi 10.000 paquetes de cacao en total. Así era la vida de la ciudad entre la mitad del siglo XIX y el primer tercio del XX.

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