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En la parte trasera de un enorme campo santo reposan sus restos mortales y sobre la vía que conduce hasta su sepultura decenas de fieles se agolpan a los lados en señal de duelo.

El Cementerio Central de Neiva está repleto, es lunes, día de fieles difuntos o almas en pena, como llaman los católicos a los muertos que no saldan sus pecados en vida.

Saúl Quintero, temido ex guerrillero, descansa bajo un centenar de placas en mármol, yeso, hierro y hasta vidrio que cubren su sepultura rodeada de gran cantidad de flores rojas y amarillas, propias de un combatiente liberal que luchó a comienzos del siglo XX contra los conservadores por el poder.

Sin duda es la bóveda más visitada, resume William Barreiro, administrador del lugar, quien frota con un trapo la imagen de la virgen María que reposa encima de la lapida y que colocaron hace una semana en agradecimiento a un favor recibido.

“Hoy puedo caminar, acción de gracia al hermanito Saúl quien me curó”, dice en letra escrita con marcador y poco legible porque el sol y la lluvia la percudieron.

'No le caben los mensajes'

“No le caben más mensajes, tiene muchos, estamos pensando en adecuarle otro pedazo de espacio para sus placas”, comenta Barreiro, mientras lee uno que parece curioso en medio de la multitud: “Saulito ayúdame para que Angélica retorne a su hogar, hazla venir, soy su esposo y ella tiene que amarme. Sufro mucho. Te ruego hermanito”.

Y es que de manera insólita, uno de los más temidos hombres de la década del 50 y 60 en el Tolima, Huila, Caquetá y Putumayo, hace milagros. Al menos, así lo confirman la cantidad de creyentes que aseguran, el ‘hermano Saúl’ les cumplió.

Su recuerdo como gran combatiente que asesinaba niños, ajusticiaba mujeres, castigaba hombres infieles y hasta resolvía problemas de parejas sufrió un giro de 180 grados y terminó convertido en un ‘Santo’ como lo llama María del Carmen Tierradentro, seguidora, quien lo visita cada semana y adorna su sepulcro con rosas.

“Quien cree en ti señor no morirá para siempre”, canta, mientras sostiene sobre sus arrugadas manos una cruz en madera que presiona sobre su pecho en señal de fe. Su desvanecido cuerpo reposa doblado y ella ora entre sus dientes. Una túnica oscura cubre su rucio cabello.

“Padre nuestro que estás en el cielo, santo sea tú nombre”, se escucha en otro pequeño grupo de ancianas que aprovechan la eucaristía de los lunes para pasar a visitar la tumba de Quintero y hacer sus propias peticiones.

La piedad de sus seguidores

La piedad de los seguidores ha llegado a tal punto que un frondoso árbol que protege la bóveda del sol es el centro de atención de muchos visitantes. Sobre el tallo se divisan gran cantidad de huellas de los pies de recién nacidos que los encomiendan al guerrillero para mejorar sus pasos, uno de los males que más cura porque coincidencialmente a él lo llamaban ‘El Renco’ por una patada de un caballo. “Es el árbol milagroso, mírelo” señala Aureliana mientras toca las figuras marcadas en la madera.

Saúl Quintero, nacido en Teruel, Huila el 23 de marzo de 1937, fue soldado raso y luego guerrillero, como lo conocen quienes lo visitan. Sin embargo, algunos seguidores se oponen a la versión y a través de cartas que aparecen sobre su tumba, aseguran fue un militar ejemplar.

“Hay muchas personas confundidas, están equivocados quienes dicen que era un guerrillero. Trabajo investigativo en acción de gracias”, expresa una de las misivas donde se atreven a bautizarlo como el ‘Robín Hood’ colombiano porque robaba a los ricos para darles a los pobres.

Saúl Quintero tiene sus seguidores

Cierto o no, Saúl Quintero tiene sus seguidores que, pese a la insistencia de la iglesia católica de considerar que “el diablo también hace milagros”, pasan por encima e insisten en rezarle y suplicarle.

William Barreiro, administrador, se despide. La próxima semana llegarán desde México, Venezuela y España un grupo de enfermos de lepra desahuciados por los médicos y él deberá tener el lugar aseado.