Un viaje al pasado

El Cáceres más romántico se reivindica en plena era digital

Una investigación del juez Jesús María Gómez retrata la evolución de la ciudad desde finales del XIX

Muestra el cambio de la plaza Mayor, la calle Pintores y edificios como el consistorio o la Torre de Bujaco 

Los recuerdos del Cáceres romántico están más vivos que nunca. Lo sabe bien el juez cacereño Jesús María Gómez y Flores, autor de un ingente trabajo de investigación que suma imágenes y recuerdos desde finales del siglo XIX. «Revivimos cómo fue la época de nuestros antepasados en la ciudad, desde las calles empedradas hasta la arquitectura antigua». Cientos de fotografías que muestran la evolución de la plaza Mayor y sus aguaduchos, de la calle Pintores, la Torre de Bujaco, los establecimientos comerciales o la vista panorámica de la ciudad. «Es un viaje al pasado que conlleva un elemento de nostalgia, pues es algo vivo que tenemos todos nosotros», apunta el letrado.

«Mi objetivo no es hacer un reflejo del cambio que ha vivido la ciudad, que también pretendo mostrarlo, lo que quiero es enseñar cómo fue la vida en nuestra ciudad de todos los que nos precedieron», recalca Gómez. «Todo esto tiene un halo de romanticismo, que está también unido a lo que es el elemento postal, ya desaparecido casi por completo por las nuevas tecnologías». 

Panorámica

La primera parte del trabajo se centra en cómo era la ciudad de los primeros años del siglo XX. Una imagen postal, hecha desde el actual cuartel Infanta Isabel, en la que aparece una familia, con la vista panorámica de la ciudad al fondo, donde la silueta de la parte antigua domina y en la que se aprecia, también, la Sierra de la Mosca con el Santuario de la Virgen de la Montaña -en una época en la que aún no había sido la coronación canónica-.

También enseña la perspectiva desde los alrededores del barrio de San Blas, donde terminaba la ciudad. Contaba con un aspecto totalmente rústico, donde solo destacan los edificios del barrio antiguo y, especialmente, la iglesia de Santiago, que muestra una fisionomía distinta a la actual por el balconcillo de su parte posterior. Expone igualmente una de las fotos más reconocibles de la investigación: la doble postal que pertenece a la serie EJG París-Irún, realizada desde el Cerro del Teso. Tiene en su primer plano la plaza de toros de la Era de los Mártires, inaugurada en 1846, apenas 50 años antes, y da una perspectiva más amplia de la ciudad. Aparece la zona de Peña Redonda, donde está situada actualmente la plaza Antonio Canales y la carretera del cementerio -actual avenida de las Delicias-.

Otras panorámicas que aparecen son imágenes tomadas desde el barrio de San Francisco, concretamente desde el mirador de San Marquino, que ofrece una visión del barrio de Fuente Concejo. También el Baluarte de los Pozos, al pie del cual se encontraba la ermita de San Marcos, derruida en el año 1964. Era una zona transitada por las aguadoras que subían por el Arco del Cristo y la Torre de los Pozos con cántaros encima de la cabeza. Otra imagen hecha desde la parte de Piñuelas altas, en la que se puede observar la plaza de la Concepción, el Palacio de la Isla y el Paseo Alto, donde está la ermita de los Santos Mártires. 

Las primeras fotografías que se hicieron de la ciudad fueron realizadas por la Sociedad Artístico Fotográfica de Cáceres, fundada por Julián Perate y Gustavo Hurtado. Tenían su estudio en la Puerta de Mérida y sus imágenes se emplearon para elaborar tarjetas postales que circularon por el mundo.

La plaza Mayor

La plaza Mayor era el centro de la vida cotidiana de la ciudad, el lugar en el que se movía la gente en estos años, el centro neurálgico de Cáceres. Las imágenes reflejan que era un lugar de compra y venta, ya que se pueden ver burros y productos agrícolas que mostraban el ambiente rural de los últimos años del siglo XX. También se puede apreciar un trozo de la Torre de Bujaco, el antiguo callejón en el que se encontraba el Arco del Corregidor, derribado en el año 1968, y las casas que tapaban la Torre de los Púlpitos y el Arco de la Estrella. 

La característica principal de la plaza en las primeras décadas del XX es la bandeja que ocupaba el centro de la plaza, construida en torno a 1850 y que permaneció hasta 1929. Incluso existe un plano en el Archivo Histórico Municipal de su construcción, donde se ve la ubicación de los quioscos y las entradas a una plaza en la que el principal problema era -y sigue siendo- el desnivel. Hasta ocho escalones tenían los accesos en la parte posterior, mientras que la delantera estaba prácticamente al nivel del suelo. En cada esquina había un aguaducho, que eran pequeños quioscos con una habitación por debajo que usaban a modo de almacén. 

Otra peculiaridad eran los bancos que instalaron, similares a los que hay actualmente en la plaza de la Concepción o el Paseo Alto. En aquella época destacaron algunos edificios como en el que está situado actualmente el restaurante El Pato, que fue el Hotel Europa y el Café Santa Catalina, por aquel entonces dos de los puntales de la plaza.

El ayuntamiento

El otro gran elemento de la plaza es el ayuntamiento, inaugurado en el año 1869, que tenía un tono rojo en su fachada, repintado posteriormente. En sus inicios, el escudo de la ciudad estaba en parte más alta de la edificación. Después ubicaron ahí el reloj y bajaron unos metros el logo.

De la Torre de Bujaco destaca el famoso templete que tenía en la parte posterior, una idea del consistorio en el año 1820. La talla de la diosa Ceres estuvo también colocada arriba de la edificación. Fue derribado en el año 1963 y comenzó la rehabilitación de la plaza para dejarla como está en la actualidad.

La parte dedicada a la plaza Mayor finaliza con la fotografía de la vista aérea de la zona a mediados de siglo, donde ya existía un jardín central y se puede apreciar el Mercado de Abastos al lado del consistorio.

La calle Pintores es, históricamente, una de las principales arterias de Cáceres, por eso forma parte del estudio de Jesús María Gómez. Pero no siempre la céntrica vía comercial por excelencia de la ciudad se denominó así. Desde el siglo XVI recibió este nombre, aunque entre 1893 y 1931 pasó a llamarse calle Alfonso XIII. Durante la época de la Segunda República fue la calle Pablo Iglesias. Entre 1936 y 1937 volvió a su denominación original. Desde esta fecha hasta 1990 fue Generalísimo Franco y, desde entonces, recibe de nuevo el nombre de calle Pintores. 

Para referirse a esta calle, Gómez utilizó algunas facturas de los comercios y locales de restauración de la época, como la empresa de tejidos José Correa, El Precio Fijo, la Muñeca de Rosendo Caso, la tienda de Eugenio Montejo o el Café Viena, lugar de reunión para autores y poetas de la época que desapareció en los años 50.

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