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La vida en Aldana, el pueblo más frío de Colombia

Muchas personas de la tercera edad viven en este municipio de Nariño.

Muchas personas de la tercera edad viven en este municipio de Nariño.

Foto:Juan Manuel Vargas/EL TIEMPO

En este municipio de Nariño se registra una temperatura promedio de 5,8 °C. #PueblosInsólitos.

El cielo permanece gris. Las calles son poco transitadas. Las personas siempre están enfundadas en ruanas y chaquetas. Estar sin estas prendas es arriesgarse a quedar congelado por una brisa. Así en algunos momentos aparezca el sol, solo es necesario cuadrarse en una sombra para volver a sentir frío.
Desde tempranas horas del día, los habitantes del municipio de Aldana, en Nariño, tienen la necesidad de enfrenarse a dilemas mundanos que en otras tierras se resolverían con agilidad: ¿bañarse o no bañarse? Esa es la cuestión...
Ducharse es todo un reto para los aldanenses. “Sí o sí hay que calentar agua o utilizar duchas eléctricas. O no bañarse”, menciona, entre risas, Nancy Mora, propietaria de dos establecimientos comerciales del pueblo.
“Sea cuál sea la decisión, uno siempre termina en las mañanas con las manos moradas, el cuerpo tembloroso y una sensación de helaje terrible en el rostro, las piernas y los brazos”, añade.
Ahí cobran importancia las cocinas grandes y las hornillas (fogones de leña) que se encuentran en todas las casas del municipio, las cuales son la principal fuente de calor de los hogares, el medio para aclimatarse un poco.
Muchos de los habitantes hasta ahora se enteran de que, según datos del Ideam, viven en el municipio más frío de Colombia. Pero hacen memoria. Todo empieza a tener sentido. “A mí me pasa, y sé que a muchas otras personas también, que pareciera que la ropa que utilizamos fuera de mentiras: ¡Es que el el viento se nos mete hasta los huesos!”, dice Robert Yandún Pantoja, el sacerdote del pueblo.
Gracias a la estación Apto San Luis, el organismo meteorológico evidenció que Aldana, que tiene una altura sobre el nivel del mar de 3.013 metros, enfrenta una temperatura promedio anual de 5,8 grados centígrados, la cual se vive con mayor intensidad en el área rural, predominante en el lugar.
Jesús Villota Mejía, docente y rector de la Institución Educativa Nuestra Señora del Pilar, habla del clima con mucho respeto. Narra que las heladas son tan fuertes que por eso les permite a sus 1.050 alumnos utilizar una chaqueta extra.
“De julio hasta septiembre, más o menos, hace el frío más duro. En noviembre y diciembre tenemos lluvias fuertes, con tormentas eléctricas (...). En el municipio ha caído granizo en varias ocasiones”, asegura.
Aldana se compone de 13 veredas, siendo mayoría los habitantes de éstas: 4.990 contra 1.790 de la parte urbana

Aldana se compone de 13 veredas, siendo mayoría los habitantes de éstas: 4.990 contra 1.790 de la parte urbana

Foto:Juan Manuel Vargas/EL TIEMPO

Eso sí, ni los bajos grados que se registran son un impedimento para que los lugareños disfruten de uno de los placeres más sencillos que tienen los seres humanos: comerse un helado.
En el parque principal hay un local que se llama La Heladería, un lugar pequeño y atiborrado de mercancía. Paola Rosero lo atiende y cuenta que la venta de helados de fruta y leche es generosa. Niños y adultos los consumen por igual. Elaborarlos solo toma un par de horas.
Las bebidas no se refrigeran. Las neveras para el agua, las gaseosas, las cervezas y el alcohol funcionan más como repisas para sostenerlas. Es el común denominador en todos los locales.

Los campesinos se despiertan muy temprano y el termostato de sus cuerpos se adecuó a manejar la temperatura que hace en Aldana

“El clima nos ayuda a mantener los líquidos fríos”, señala Paola, al tiempo que deja claro que tanto habitantes como visitantes se sienten a gusto con las temperaturas ambiente que tienen las bebidas. “Siempre están bien frías”, complementa.
El congelador como tal solo es utilizado para mantener los embutidos, algunas proteínas, como el pollo y el pescado, y mercancía relacionada con lácteos. Para las carnes rojas también se usa, pero don Justo, propietario de una de las cuatro tercenas (famas) del pueblo, asevera que el clima le permite conservar su producto hasta dos días sin refrigeración.
Para este carnicero, Aldana es un lugar de paz. Dice que sus coterráneos son personas buenas y humildes que no producen inconvenientes. El único problema que tienen, según él, son las heladas.
“El frío que hace en las mañanas es muy fuerte. Se genera una capa de neblina que se posa sobre nuestros cultivos y campos, y los quema. ¡Ni el ganado puede comer!”, sentencia.
Las hornillas y las cocinas grandes son normales en Aldana. Las personas las usan para calentarse.

Las hornillas y las cocinas grandes son normales en Aldana. Las personas las usan para calentarse.

Foto:Juan Manuel Vargas/EL TIEMPO

El clima en la zona rural

Aldana está compuesta por 13 veredas, donde viven la mayoría de los habitantes: 4.990 frente a 1.790 del área urbana, según el último censo. Además, hay un resguardo, del de Pastás, y el 90 por ciento de la población es indígena.
El frío es más intenso en la zona rural. Para las actividades agrícolas, los campesinos usan pasamontañas, doble pantalón y ruana.
Los productos insignia son la papa y la leche que se deriva de las labores de ganadería. También se cultivan, aunque en menor medida en comparación con años anteriores, tubérculos, como oca y ulluco; legumbres, como haba; y cereales, como trigo, cebada y maíz, con el cual hacen chicha y envueltos.
Y así como a las 4:00 a.m. están despiertos y listos para trabajar en sus parcelas, a las 6:00 p.m., por tarde, ya están acomodados en sus hogares.
Las hornillas vuelven a ser protagonistas. Tras cocinar la cena, las familias se reúnen alrededor de estas para hablar de la cotidianidad y, sobre todo, para recibir calor. Ya aclimatados, solo queda meterse en la cama y abrigarse con cobijas de lana y ruanas.

De julio hasta septiembre, más o menos, hace el frío más duro. En noviembre y diciembre tenemos lluvias fuertes, con tormentas eléctricas

Afuera, el cielo es totalmente estrellado y el frío, inclemente. Ocupa cada poro. No deja pensar. Un pequeño suspiro es la cuota inicial de una gran nube de vaho. La belleza de la naturaleza se pierde en las bajas temperaturas.

La cotidianidad en el casco urbano

Antonio Nariño, en la plaza principal, y Nuestra Señora del Pilar, en la cúpula de la iglesia, vigilan este municipio nariñense, ubicado a 95 kilómetros de Pasto, que cuenta con un área de 49 kilómetros cuadrados, apenas el 0,15 por ciento del territorio del departamento.
Los días entre semana son para cumplir con labores: los niños y jóvenes estudian y los mayores trabajan. Por las calles, quienes sí se ven en buen número son las personas de la tercera edad. Se perciben rozagantes, para nada enfermos o con caras de sufrimiento. No. A todos se les nota muy activos, caminando o en bicicleta. Y siempre con una ruana. ¡Todo les puede faltar menos esa abrigadora tradición!
Andrés Mauricio Valenzuela, doctor del centro médico que hay en el pueblo, no tiene claro si el frío es un factor para que las personas sean longevas allí, pero sí rescata que se cuidan mucho y se preocupan por su salud.
“La gente se ha habituado al frío. Por ejemplo, las personas campesinas se despiertan muy temprano y el termostato de sus cuerpos se adecuó a manejar la temperatura que hace en Aldana”, sostiene el doctor.
Uno de los gustos más grandes de los aldanenses es el pan, el cual permanece blandito recién sale del horno, pero, con el paso de los minutos, se va enfriando y se endurece. No obstante, Vladimir Chingal, panadero de La Confianza, se ufana de hacer el de mejor calidad.
¿Su secreto para que siempre esté fresco? Sencillo: “Le ponemos una cantidad especial de mantequilla a la masa para que no se endurezca. En otros lugares amasan de más la preparación”, acota.
En cuanto a bebidas, la misma Nancy Mora manifiesta que en su restaurante y en su café-bar lo que más consumen los clientes es tinto y vino caliente, respectivamente. Esto, dice, le ayuda a la gente a entrar en calor.
De lunes a viernes, cuando el sol se esconde, a eso de las 7:00 p.m., ya las almas son contadas con los dedos de una mano. Reconocer quién camina por ahí es una tarea difícil: la abundancia de prendas para combatir el frío convierte a cualquiera en un desconocido.

El frío que hace en las mañanas es muy fuerte. Se genera una capa de neblina que se posa sobre nuestros cultivos y campos, y los quema

Durante el fin de semana, las rutinas cambian levemente. Hay campeonatos de fútbol y de chaza (el tenis criollo). Algunos osados van a un lugar llamado río Blanco y se sumergen en sus heladas aguas. Otros, más temerosos del clima, viajan hasta Tulcán (la primera ciudad que se encuentra al pasar la frontera con Ecuador) y disfrutan de termales relajantes.
También hay oportunidad para la fiesta, aunque el horario es irrisorio: Los Tejados y Zocalo, los dos lugares para la diversión, funcionan de 3 p. m. a 10 p. m, ni un minuto más.
Adriana Ramírez, propietaria de Los Tejados, asevera que, a la hora del cierre, sus clientes lo que quieren es irse a calentar a las casas: “El frío ya no los deja concentrar en la música. Ni en el baile. Ni en el trago”.
Pero no todos pueden volver a sus hogares. Los policías que dan seguridad al territorio y que están de servicio entre la noche y la madrugada solo pueden recurrir a pasamontañas y a chaquetas dobles y gruesas. Algunos uniformados han llegado a registrar temperaturas bajo cero.

El cambio climático

En este municipio nariñense se encuentra ubicado el cerro Gordo. Antaño, nevaba allí. Ahora, ya no se ve nieve. Esta situación deja claro que ni Aldana ha podido escapar a los efectos y golpes del cambio climático.
En días de verano, cuando el cielo se despeja totalmente y el azul cubre todo hasta el horizonte, cuando las nubes están bajas y solo adornan las montañas, y cuando aparecen los rayos del sol, “es como si estuviéramos en la Costa”, comentan.
En Aldana es normal ver a las personas siempre abrigadas, sobre todo con ruanas.

En Aldana es normal ver a las personas siempre abrigadas, sobre todo con ruanas.

Foto:Juan Manuel Vargas/EL TIEMPO

Noris Herrera da testimonio de eso. Es cartagenera, bacterióloga y lleva en Aldana casi dos años. “Me vine de mi ciudad por las buenas oportunidades laborales de esta región”, afirma, en medio de una combinación de acento costeño con nariñense. El sol le recuerda los días de playa en su tierra natal, y el frío lo combate con chaquetas gruesas y bufandas, así como con cobijas de lana, cuando está en la cama.
Eso sí, ni el sol más inclemente oculta las bajas temperaturas: el frío nunca se va, solo se camufla, se esconde, y espera su momento, pacientemente, para demostrar que es el que reina en Aldana.
CAMILO HERNÁNDEZ M.
Enviado especial de EL TIEMPO
ALDANA (NARIÑO)
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