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Silleda en 1930, una villa con aires de ciudad

A través de publicaciones locales se puede realizar un seguimiento de más de veinte negocios en una localidad que tenía 350 vecinos

Antiguo comercio de Perfecto Pereiro en la calle Progreso de Silleda.

A medida que pasan los años aparecen nuevos comercios, nuevas actividades enclavadas en el sector servicios, hasta el punto que, antes de la Guerra Civil, Silleda era considerada una villa, con carácter urbano en sus calles y con una alta tasa de servicios: Luz eléctrica, industrias modernas, fondas, pensiones, servicios de automoción, comercios, servicios jurídicos oficiales y privados, escuelas públicas y privadas...

En 1936, en la Geografía General del Reino de Galicia de Carreras Candi, se recoge la siguiente información relativa a la villa: "tiene tal situación que a sus mercados y fiestas concurren la totalidad de sus parroquias a surtirse en sus bien provistos establecimientos y a disfrutar de las expansiones que la villa les ofrece." Sigue el autor afirmando que en esos años el Concello de Silleda "tiene las mejores comunicaciones, las ferias más renombradas y mucha riqueza y prosperidad material". Enumera la existencia en el ayuntamiento de "tres ferreterías, cuatro comercios de tejidos, uno de paquetería, uno de camas de hierro, una fábrica de velas, un establecimiento de armas de fuego, carnicerías, doce serrerías, fábrica de gaseosas, tres fábricas de electricidad, medio centenar de tabernas y bodegones, molinos, almacén de calzados de los cuales la mayor parte están en la villa". Como nota destacada, cita "la existencia de un cinematógrafo público en la villa".

Servicios y negocios

En los primeros treinta años del siglo XX, a pesar de las dificultades de la época, se constata que, mientras la población del municipio tendía a descender, en la parroquia y en la capital tendía a crecer. La villa de Silleda no tiene una gran industria como la Nestlé u otra similar, que aglutine y atraiga mano de obra, enriquezca la zona con sus salarios y sirva de lanzadera a otras actividades. Sin embargo, hay un crecimiento continuo de pequeños negocios, que convierten la villa en un centro comercial de primer orden, con una variada oferta de mercado diario y dos ferias mensuales.

En Galicia, las poblaciones rurales adolecían de servicios, ya que éstos se localizaban en las ciudades. Entre el campo y la ciudad están las llamadas "villas", pequeñas en población, pero con carácter urbano y una actividad económica de carácter mixto, basada en la agricultura y en los servicios. Era éste el caso de Silleda y Lalín, ejemplos de villas pujantes, convertidas en centros de servicios y de comunicaciones.

La llegada de la luz eléctrica a Silleda en el año 1920, de la mano del Sr. Pereiro, sería la base del rápido crecimiento y de la modernización de la villa y de la zona. Con la electricidad, no solo mejora la calidad de la vida pública y de la privada, sino que favorece la aparición de nuevas empresas, modernos comercios, el primer café, el cinematógrafo, el aserradero mecánico y talleres artesanales con maquinaria eléctrica. Y todos ellos, ubicados en el pequeño casco urbano, en torno al cruce de la carretera general Santiago-Ourense y a la de O Carballiño-O Castro, que dan lugar a las cuatro calles de la villa. Las casas se alineaban en torno a estos dos viales y en los bajos de las mismas se situaban los negocios.

No hay en la villa una familia poderosa o una élite empresarial, que se erija en adalid de las reformas. Dadas las altas tasas de analfabetismo en Galicia, en Silleda hay muy poca gente con estudios que se dedique al mundo empresarial. Sin embargo, hay una serie de personas emprendedoras que abren nuevos negocios, apuestan por crear pequeñas empresas y que se suman al carro del progreso, como es el caso de las familias de Fuentes, José Tábora, Perfecto Pereiro, Amado Taboada, Alonso ( Os Caldeireiros), Dª Julia Vda. de Carballo, Mariano Sánchez, Manuel Varela, hermanos Lareo, Segundo Arceo, Ferreiro y otros dinámicos empresarios.

Llegados los años 30 había también una gran actividad política y sindical en Silleda, tal como se desprende de la memoria colectiva de los mayores, de la prensa gallega y de la local. Las fuerzas de izquierda, a modo de boletín informativo, publicaban un periódico mensual, titulado LA REPUBLICA, editado en Silleda y que aparecía los días 23 de cada mes, coincidiendo con la segunda feria mensual. En esta publicación, que se autodefinía como periódico defensor de los intereses locales, además de una variada información local y de las parroquias colindantes, ofrecía al lector notas de sociedad, novedades, litigios, problemas, información municipal y, lo que nos interesa en este apartado, ofrecía la propaganda de diversos negocios asentados en el municipio.

En Lalín, con motivo de un homenaje popular a Joaquín Loriga, se editó una revista denominada Álbum Literario, publicada en agosto de 1933, que recoge publicidad de la zona de Deza, sobre todo de Lalín, Silleda y A Bandeira. Los anuncios aparecían también en programas de fiestas y en panfletos locales, ya que con ellos se subvencionaba la publicación. Pues bien, a través de estas publicaciones locales de los años 30, se puede realizar un seguimiento de más de veinte negocios, que ofrecen diariamente sus servicios en la villa. Y, no están todos.

Entre los negocios que se anunciaban de manera regular estaban los siguientes: Comercio de Tejidos y Paquetería de María Seoane Colmeiro; El Asturiano, comercio de tejidos, paquetería y ultramarinos de la Viuda de Manuel Alonso; El Buen Gusto, de Luís Lareo Pérez, altas novedades en calzado de lujo, sombrerería, bisutería, corbatas, camisas y paquetería; Nuevo Comercio, de Segundo Arceo; Comercio de tejidos, paquetería y ultramarinos de Manuel Varela Freire; Comercio de Pereiro, ultramarinos finos, fábrica de chocolates, tejidos, ferretería, quincalla, paquetería, vidrio, loza y calzado, máquinas agrícolas; Sastrería de José Lareo Pérez; Sastrería La Moda, de Pedro González Jácome; Sastrería de Carlos Méndez, Saídres; Zapatería La Moda, de Antonio Castro Bouzas; Comercio de Ultramarinos de Marcelino Fernández; Rosquillas de Silleda. Fabricante: José Tábora; José Ferreiro, autos de servicio público, ferretería; Relojería y Taller de Reparaciones de Daniel Requeijo; Relojería El Cronómetro Suizo, de Emilio López; Relojería de José Dobarro; Antonio Trabazo Lorenzo, procurador de los Tribunales; Antonio Otero Froiz, fiscal del juzgado municipal; Casa de Huéspedes Manuel Freán; Hospedaje Sucesores de Mariano Sánchez Soto; H. Julia, viuda de Carballo, cocina esmerada, amplias habitaciones; Casa de Huéspedes de Inés Sánchez, Viuda de Torres; Jesús Rodríguez Porto, decorador, albañil, especialidad en asientos de cocina, frisos imitación madera; Emilio González Díaz, carpintería en general y construcción de obras, ebanistería; Funeraria, fábrica de jergones metálicos, construcción y reparación de carrocerías; Farmacia del Lic. Antonio García Vázquez; Marmolería de Francisco Campos Seoane; Repuestos de Automóviles de Amado Gutiérrez Taboada.

Se sabe que había otros empresarios, que no se anunciaban por el que motivo que fuese, como Casa de Gambino, que era pensión y fonda, además de estanco, o los servicios de Telégrafos, Correos, Cuartel, gasolinera, peluquerías, panaderías, carnicerías, casas de comidas, frutería... Entre los relativos a la sanidad, destaca la existencia de al menos dos consultas médicas, farmacia, veterinario, capador y otra serie de servicios muy variados. Y no hay que olvidar que la villa, como capital municipal, ofrecía, además, servicios institucionales, tales como juzgado de paz, registro civil, etc.

La estratégica ubicación de la villa, en un cruce de caminos, la convertía en centro de comunicaciones, con salidas, llegadas y paradas de líneas de transportes regulares. Todo esto explicaría que Silleda fuese lugar de paso, pero también lugar de pernoctación para comerciantes, viajantes, representantes, tratantes, cobradores de bancos, etc.

Si a los servicios que ofrecía la villa a diario, se añaden las dos ferias mensuales de los días 6 y 23, ésta se convierte en un centro de interés económico de primer orden, con un elevadísimo porcentaje de servicios por habitante. Conviene recordar que entre 1930 y 1940, el municipio tenía algo más de 12.000 habitantes, la parroquia unos 1.000 y la villa solamente alcanzaba los 350 habitantes. Habrá que esperar a 1950 para alcanzar 500.

Los días de feria y los domingos o festivos muchos vecinos de los alrededores, sobre todo la gente joven, acudían a la villa con la idea de disfrutar del descanso, de conocer alguna novedad, quedar con los amigos, ir ás mozas, dar un paseo, ver escaparates, asistir a una sesión de cine mudo, tomar unas copas en una taberna o entrar en un café moderno con un novedoso servicio de camareros elegantemente vestidos y degustar un café de cafetera.

A la variedad y abundancia de servicios tradicionales, que una villa tan pequeña podía ofertar a diario, se sumaban ahora la modernidad, en forma nuevas tiendas, de alumbrado eléctrico, del primer café con cafetera eléctrica o del primer cine. Con este panorama y a la vista de esta situación, se podía afirmar que la Silleda de los años treinta era una villa con aires de ciudad.

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