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Mohedas de la Jara

Aromas renacentistas entre jarales

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Rodeado de los olivos y los campos de cultivo tan propios de la comarca que le da nombre, Mohedas de la Jara recibe al visitante con la tranquilidad de un pueblo pequeño y con un patrimonio que muchos probablemente no se esperen. A pesar de su pequeño tamaño, el casco urbano de Mohedas concentra unos cuantos edificios de interés, entre los que sobresale la exquisita iglesia de San Sebastián, en la plaza de España, con un peculiar arco por el que se accede al templo, en la base de la torre. Dentro llaman la atención el esbelto arco triunfal y las decoraciones en cerámica talaverana.

En la misma plaza, enfrente de la iglesia, el ayuntamiento está instalado en el antiguo Pósito Real: una inscripción en la puerta detalla que fue construido en 1792. Desde este punto la visita puede completarse con paradas en la renacentista ermita de Nuestra Señora del Prado, en la casa rural El Escudo de Calatrava (situada en un edificio del siglo XVIII que perteneció a esta orden militar y religiosa) y en la que fue casa del obispo Juan Álvarez de Castro (1724 – 1809), hijo ilustre de Mohedas.

Si ya se ha paseado el casco urbano, bien se puede salir al campo perfumado por el aroma de los jarales, porque los sitios a los que merece la pena ir son varios: el puente de Cubilar (en la carretera de Campillo, construido por Juan Álvarez de Castro), las fuentes de la Andilucha y del Zauceral, el cercano pantano de la sierra (que abastece al pueblo durante todo el año, en un paisaje precioso), los diversos chozos de pizarra y los restos de los molinos del arroyo Pedroso.

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