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En las montañas de Sanabria, junto al legendario lago, hay un pueblo de edificios blancos, esculpidos bajo el corte de una arquitectura invasora, que rompe los esquemas pizarrosos y madereros de las construcciones del lugar. Un pueblo cuya historia se esculpió con lágrimas.

Pocos minutos después de que la luna conquistara el firmamento del 9 de enero de 1959, ocurrió en Zamora una gran catástrofe. La presa de Vega de Tera reventó y arrasó sin piedad el pueblo de Ribadelago. Esa noche, aquel pueblo ganadero y agricultor de Sanabria se ahogó, y el mundo lloró con él.

Han pasado 60 años desde que ocurrió una de las catástrofes más graves de la historia de España. Ocho millones de metros cúbicos de agua bajaron implacables desde las montañas para arrasar Ribadelago, sus casas, sus animales, a ellos. Pero los sanabreses no olvidan a las 144 víctimas mortales.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
El antiguo campanario en el que se refugiaron los supervivientes Zamora News

Alfredo, un superviviente de la tragedia, evita pronunciar la palabra ‘muerte’ al narrar lo que sucedió aquella noche maldita. El terror de lo imposible sigue grabado a fuego en su mente. “Tenía 20 años cuando sucedió. Estaba en la casa de los abuelos de mi novia, hoy mi mujer, cuando oímos un ruido muy fuerte. Al principio creímos que era el viento, pero los árboles no se movían. Salimos a ver lo que pasaba y, entonces, lo vimos. Una avalancha de agua venía hacia el pueblo. La presa había reventado. Nos volvimos rápidamente para sacar a sus abuelos y a la hermana de mi novia. Su abuelo no quería irse y cuando logramos convencerle, estábamos rodeados de agua. No podíamos salir”, recuerda.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Este es el aspecto que tiene el campanario actualmente idealista

Según Alfredo, sobrevivieron porque la vivienda se encontraba en un alto. Otros corrieron a refugiarse en el campanario, del que ahora solo quedan ruinas. “Cuando fuimos a buscar a sus padres y a sus dos hermanos, que vivían en otra casa, no había nada, solo un gran charco de agua. Los cuerpos de los padres aparecieron, pero a sus hermanos se los llevó el lago para siempre”, lamenta. De las 144 víctimas mortales, solo se recuperaron 28 cuerpos.

Suerte, casualidad o destino, no hay una respuesta comprobable. Alberto, otro habitante de Ribadelago, abandonó el 7 de ese mes el pueblo para ir a trabajar a un taller junto a su padre. Ambos trabajaban en un taller cuando su jefe les dio la noticia. “Al principio no me lo creí, pero cuando vi el rostro serio de mi jefe, empecé a creer que era cierto”, recuerda.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Muchos de los lugareños volvieron a construir sus viviendas en el antiguo Ribadelago idealista

Padre e hijo cogieron un coche que les facilitó la empresa y fueron hasta Madrid, allí les esperaba un tren a Zamora. En el trayecto les informaron que su familia estaba en la ciudad. “Era un caos horrible. Venía gente de todas partes que tenían familiares en Ribadelago. Mi familia consiguió alojamiento en Zamora, pero los que se quedaron en el pueblo tuvieron que vivir en unos barracones que construyeron.”, rememora. Alberto perdió a 12 miembros de su familia; sus abuelos; una tía suya con cuatro hijos, otra con dos hijos y el marido de la última. Nunca se encontraron sus cuerpos.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Ribadelago destrozado por el agua Zamora News

“La presa se derrumbó como consecuencia de unas deficiencias importantísimas desde el punto de vista técnico y una falta casi absoluta de mantenimiento”, comenta Francisco Somoza, arquitecto zamorano que conoce a la perfección los detalles de la tragedia. Todos los lugareños están seguros de que fueron las prisas por producir energía lo que truncó para siempre el rumbo de sus vidas.

Un rayo de esperanza

La noticia corrió como la pólvora. Todo el país se conmocionó con la tragedia y las muestras de solidaridad comenzaron instantes después de saberse lo ocurrido. “Toda España se volcó con Ribadelago, incluso desde fuera del país, y el régimen franquista en seguida atendió las necesidades que causó el derrumbé de la presa y entre finales de 1960 y principios de 1961 ya estaba construido este nuevo pueblo, al que bautizaron Ribadelago de Franco y que más tarde se cambió por Ribadelago Nuevo”, explica José Manuel Prieto Ramos, alcalde de Galende, municipio al que pertenece el pueblo.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Se calcó el Plan Badajoz y se construyó un nuevo pueblo a 500 metros del viejo idealista

Nadie duda de las buenas intenciones del proyecto, que tuvo un coste de entre 14 y 15 millones de pesetas de la época, pero todos comparten que se podría haber hecho mejor. El régimen tuvo en cuenta las condiciones de extrema necesidad que requerían los habitantes, pero no contempló la forma de vida de los lugareños y construyeron un nuevo pueblo de casas blancas, más propio de Andalucía que de Zamora.

Ribadelago de Franco se construyó a unos 500 metros del antiguo, en una zona en la que apenas da el sol, todo lo contrario que la antigua ubicación. “Los modelos que se utilizaron en la reconstrucción del pueblo son los que se pensaron para el Plan Badajoz, que tenían como misión reconstruir algunos de los pueblos destruidos por la guerra civil. Directamente utilizaron esos planos sin reflexión. La arquitectura blanca del plan colisiona brutalmente con la tradicional de la zona, caracterizada por los tonos rústicos de la madera y pizarra, pero esto no debe impedir ver con claridad la calidad de algunos elementos arquitectónicos, que pueden compensar, de algún modo, en el futuro lo que sucedió aquí en el pasado”, expone Somoza.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Calles de Ribadelago Nuevo idealista

Los pueblos del Plan Badajoz fueron diseñados por algunos de los arquitectos más destacados de la segunda mitad del siglo XX como Alejandro de la Sota o García de Paredes. “Se planteó un nuevo pueblo con todos los equipamientos que debería tener: ayuntamiento, cine, escuela, iglesia y más de 70 viviendas. En ese sentido estaba bien planteado, salvo la tipología de esas viviendas que estaban alejadas de las formas de vida de los lugareños de aquí. No tuvieron en cuenta que esta gente vivía de la ganadería y que albergaban bajo sus viviendas a los animales en cuadras y que las cocinas generalmente estaban arriba. Esa alteración de la tipología tradicional provocó algunos inconvenientes en la reubicación de los lugareños”, continúa el arquitecto.

Pero las viviendas y el color no fueron los únicos elementos que descuadraban. Se construyeron locales, un cine -algo inédito en el resto de pueblos de Sanabria- y un ayuntamiento, cuya existencia carecía de sentido, ya que Ribadelago está bajo el ‘dominio’ de Galende.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
Calles de Ribadelago Viejo idealista

Ribadelago Viejo no murió con la tragedia y resurgió débilmente de sus cenizas, aunque nunca volvió a recuperar todo su esplendor, ya que las personas que viven actualmente entre los dos Ribadelago no llegan a 70, cuando antes de la catástrofe fueron 600. “Muchas de las personas que allí vivían se quedaron con el recuerdo de la no tragedia y no de la tragedia, de su estilo de vida, de la proximidad a la Ribera del lago de Sanabria y poco a poco se fueron construyendo y rehabilitando las casas destruidas como una forma de olvido de la tragedia. Eso convive con el Ribadelago Nuevo, cuyas casas se utilizaron de una forma más urbanita, ya que respondían a ese tipo de modelo más que al de los agricultores antiguos”, expone Somoza.

Si hay que definir la arquitectura Ribadelago Nuevo, se podría decir que es un pueblo moderno para la época, con muchos guiños a la arquitectura racionalista y expresionista que se estaba haciendo en Europa años antes de la II Guerra Mundial y que está planteada por arquitectos que estaban mirando los trabajos que realizaban otros en Europa. La sencillez y la racionalidad es lo que caracteriza a las construcciones. Hay otros elementos formales que se salen de lo estrictamente racionalista, pero en los edificios singulares (ayuntamiento, iglesia, etc.), no en lo homogéneo como pueden ser las viviendas.

Una deuda jamás saldada

A parte de la memoria, para rememorar a las víctimas de la catástrofe, en Ribadelago Viejo, hay una escultura de una mujer sosteniendo a un bebé y debajo de ella se encuentran todos los nombres de las víctimas que perdieron la vida aquel desdichado 9 de enero de 1959. No hay nada que pueda compensar la pérdida de vidas, pero los lugareños se sienten olvidados y se quejan de que se les prometió la construcción de un museo propio para no olvidar lo que pasó, ya que ahora todo el material sobre la tragedia se encuentra en la Casa del Parque del Lago de Sanabria.

Ribadelago, el pueblo extremeño que Franco construyó en Zamora tras la rotura de su presa
La estatua que conmemora a las 144 víctimas mortales de la catástrofe idealista

“En el 50 aniversario de la tragedia vinieron aquí de todos los sitios e instituciones y prometieron un proyecto faraónico de 500.000 euros para construir un museo conmemorativo, que se quedó en hacerse la foto. No haría falta tanto, la obra costaría alrededor de 160.000 euros, que diría yo que es ‘peccata minuta’ para que esta exposición no fuese itinerante. Creo que es una compensación para todos los vecinos que se vea aquí toda la tragedia y se explique todo lo que pasó, ya que es parte de la historia de este pueblo”, expone el alcalde de Galende.

“En principio, la diputación de Zamora, aunque no oficialmente, están comprometidos en otorgar 65.000 euros para llevar a cabo la obra y afirman que en los presupuestos de 2019 se comprometen a dárnoslos. El Ayuntamiento, dentro de nuestras posibilidades, también aportaremos una cantidad considerable, la que podamos. A esto habría que añadir lo que aportaría la Junta de Castilla y León y Endesa”, comenta esperanzado José Manuel. “A ver si entre todos podemos saldar la deuda que tenemos con Ribadelago”, concluye.   

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