La devoción no sabe de provincias

Cimanes de la Vega celebró ayer la fiesta en honor a su Virgen

Teresa Giganto
09/05/2016
 Actualizado a 17/09/2019
La lluvia respetó el momento de la procesión alrededor del santuario de la Virgen de la Vega de Cimanes. | T.G.
La lluvia respetó el momento de la procesión alrededor del santuario de la Virgen de la Vega de Cimanes. | T.G.
Al sur de León, con el Esla casi adentrándose en la provincia de Zamora, está el santuario de la Virgen de la Vega, un enclave histórico que ha sido durante siglos nexo y punto de unión de toda una comarca. La tradición y la devoción han ido de la mano para convertir el templo, ubicado en el municipio de Cimanes de la Vega, en punto de encuentro de paisanos de la zona, lo mismo de León que de Zamora. Durante los últimos nueve días, los pueblos que acuden a la cita por derecho se han ido turnando en el novenario, correspondiéndole a cada uno un día: Benavente, San Cristobal, Santa Colomba y San Miguel del Esla, Matilla de Arzón, Bariones y Lordemanos, Villaquejida, Villamandos, Villafer y Campazas han acudido hasta el santuario un día cada uno.

Ayer, para acabar, en la misa de la mañana fue el turno de Cimanes, y ya por la tarde, y a pesar de las lluvias intermitentes, se celebró la multitudinaria romería. A ella acuden de todos los pueblos, y en este caso los turnos se marcan para pujar las andas, que van pasando de hombro en hombro por los devotos.

Como toda ermita y toda Virgen, la fiesta cuenta con su propia leyenda para la que hay que habría que retroceder hasta el 812, año en el que se explica el porqué la Virgen de la Vega es también patrona de Benavente. Fue entonces cuando tuvo lugar la batalla del Mato o Polvoraria cerca de esta ciudad zamorana. Este fue un conflicto entre cristianos y musulmanes en el que, según cuentan, intervino la Virgen. A partir de entonces el fervor hacia ella aumentó y cuentan que la cofradía que lleva su nombre llegó a tener hasta 10.000 inscritos, gracias a cuyas donaciones de trigo podían mantener dos hospitales de peregrinos que hubo en las inmediaciones. También apuntan a que Doña Urraca tuvo cerca un palacio, al igual que hubo un convento y sospechan, que otro núcleo importante de población.

De arrasar con aquel pasado del sur de la provincia se encargó Almanzor, que allá por el año 1.000 quemó el convento de la zona con las monjas dentro, destruyendo así todo lo que en él había de documentos y que hoy podrían disipar las dudas y convertir en historia lo que se cuenta como leyenda. El despoblamiento definitivo del entorno próximo de la ermita tampoco se conoce a ciencia cierta, aunque también a ello contribuyó el río Esla con sus frecuentes desbordamientos.

Lo que hoy queda es la ermita, y a un kilómetro de ella, el pueblo de Cimanes, anfitrión de una romería a la que los pueblos acuden por derecho y sin pensar si León o Zamora, pero siempre dispuestos a no acabar con una histórica tradición o una leyenda histórica que ha unido a las dos provincias.
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